Dos Pláticas y Discusiones
MORCELO, Puerto Rico
1. - 14 de septiembre de 1968
2. - 15 de septiembre de 1968
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NO SE Si han contemplado aquellas colinas que están salpicadas de casas y se ven muy apacibles y hermosas. No han sido construidas por la mente, sólo resulta que se encuentran allí. Y ustedes vienen aquí para que se les diga ciertas cosas, para que se les hable, se les informe, se les persuada, se les adoctrine con determinadas ideas. Desean ser persuadidos y me temo que no voy a hacer nada por el estilo. Se han sentado aquí calladamente, la mayoría de manera forzada, antes de la reunión; alguien ha dicho: “Siéntense en silencio, no hablen, ésta es una reunión seria” y ustedes prestamente se han aquietado. Escuché desde esa casa donde me alojo el ruido que había antes y el que hubo después de que alguien les dijo “tienen que estar callados” y todos se quedaron súbitamente en silencio. ¡Esto es realmente terrible! Ustedes necesitan que alguien les diga lo que deben hacer. Si fueran absolutamente serios se quedarían naturalmente quietos por un ratito sin que nadie les dijera que estén callados, que no aplaudan, que no hagan esto o aquello. Si somos naturales y serios nos quedamos instintivamente silenciosos frente a aquellas colinas y esas nubes hermosas y el espacio abierto y el cielo azul. Así que, por favor, no sean persuadidos, aleccionados, no deseen que se los adoctrine mediante un nuevo conjunto de ideas. Más bien discutamos las cosas juntos, como dos amigos que se encuentran y que son bastante serios y quieren explorar los múltiples problemas que todos tenemos. Estos dos amigos no están tratando de convencerse el uno al otro respecto de algún punto de vista particular ni uno trata de persuadir al otro de que sólo él está en lo correcto. Creo que esto tiene que estar claro, que ustedes son libres para discutir, libres de decir lo que gusten, libres para observar, no sólo las colinas y las nubes y el cielo azul, sino también para mirarse abiertamente a sí mismos. De lo contrario, se vuelven hipócritas. Piensan una cosa, sienten alguna otra y se ponen una máscara de silencio o de seriedad o de distintos tipos de presunciones, cosas que no sienten en absoluto.
Me gustaría investigar ciertos problemas y, tal vez, si también están dispuestos, podríamos explorarlos juntos -no sólo la belleza de los problemas sino también su complejidad- y posiblemente podríamos resolverlos. Por eso estamos aquí. En primer lugar, déjenme que les diga: se nos persuade muy fácilmente, obedecemos y nos amoldamos con mucha facilidad. Ése es uno de nuestros condicionamientos que nos ha impuesto la sociedad mediante diversas formas de sanciones religiosas e inhibiciones sociales, de manera tal que no sabemos por nosotros mismos cuáles son nuestros problemas ni cuáles son nuestros propios sentimientos, nuestra propia claridad en el pensar. Por lo tanto, tenemos que tornarnos conscientes de lo que realmente somos, no de lo que otros nos dicen que somos, no de lo que la sociedad o las iglesias de todo el mundo han forzado al hombre a pensar a lo largo de una línea particular, sino despojarnos de todo eso, desnudarnos de todas las múltiples máscaras y capas con que nos han cubierto y percatarnos por nosotros mismos de cómo somos. Ése es uno de los problemas.
¿Saben qué es lo que entiendo por “percatarse”? Ésta es una común expresión inglesa (become aware) que significa ser o estar consciente de algo, ver, observar todo lo que se halla fuera de nosotros mismos, estas hojas en el viento, las colinas, su contorno, aquellas casas vulgares, esos feos caminos que marcan con cicatrices las colinas... sólo observar exteriormente. Tengan la bondad de hacerlo a medida que avanzamos. Y vean los colores, la forma de las nubes, el ciprés, esos dos cipreses que están allá, el color del follaje y esas mariposas azules y amarillas. Observen todo esto, observen a las personas que se sientan junto a ustedes, los abrigos, todo lo que las mujeres visten, los colores y la reacción de ustedes a todo eso. Observen externamente, percátense de las cosas exteriores y después, si pueden, dense cuenta de las propias reacciones a todo esto, por qué les gusta eso y no les gusta aquello, por qué les agrada ese color en particular o esa colina en particular y la curva y el pliegue de aquellas colinas; observen sus reacciones. Y descubran por qué tienen esas reacciones, sólo observen, no digan: “esto está bien” o “esto está mal”, condenándolo, juzgándolo o evaluándolo, sino simplemente observen sus reacciones; sólo que esto es bastante difícil, porque al mirar un árbol o aquellas colinas podemos percatarnos de eso sin juicio alguno, ya que no nos toca profundamente en lo personal. Pero si nos miramos a nosotros mismos, las reacciones que tenemos, y observamos esto, entonces se trata de algo muy personal, subjetivo, muy íntimo, y por eso no somos capaces de mirar con absoluta objetividad.
Ése es uno de nuestros problemas: mirar el mundo exterior a nosotros mismos, los políticos, sus absurdos, sus insensateces, sus promesas, sus ambiciones personales. Observar todo lo que nos rodea y entonces percatarnos de nosotros mismos y de nuestras reacciones, observando sin juicio alguno esas reacciones, lo cual es bastante arduo. Pero ustedes saben, cuando miran alguna cosa, cuando miran uno de esos árboles, instintivamente nombran el árbol, ¿no es así? Dicen: “Es un ciprés, es un naranjo, es un banano”. El nombrar mismo de los objetos les impide mirarlos. Por favor, háganlo mientras estamos hablando, puede resultar muy divertido.
Cuando nombran una cosa, la palabra misma actúa distrayendo la observación. Al emplear la palabra “ciprés” están mirando el árbol a través de la palabra; por lo tanto, no están mirando realmente el árbol. Están mirando ese árbol a través de la imagen que han construido y así la imagen les impide mirar. De igual modo, si tratan de mirarse a sí mismos sin la imagen, esto es bastante extraño y hondamente perturbador. Miren cuando están enojados, cuando están celosos, miren ese sentimiento sin nombrarlo, sin ponerlo en una categoría. Porque cuando lo ponen en una categoría o lo nombran, están mirando ese estado presente de sentimiento a través de la memoria del pasado. No sé si están siguiendo esto. En consecuencia, no están mirando realmente ese sentimiento, sino que lo miran a través de la memoria que se ha ido acumulando cada vez que surgieron otros tipos similares de sentimiento.
Por lo tanto, uno jamás se halla en contacto con el árbol o consigo mismo. ¿Está lo bastante claro esto? Porque es importante, como lo verán de inmediato si lo investigan a fondo. La palabra, o sea, el símbolo, la descripción, no es la cosa descrita. La palabra “árbol” no es el árbol real y probablemente estamos presos en la palabra. La palabra nos impide estar en un contacto muy estrecho con el árbol. Cuando nos miramos a nosotros mismos -si es que lo hacemos alguna vez- y decimos: “Eso está mal, o eso está bien, tengo todo el derecho de estar celoso o envidioso”, estas palabras impiden el verdadero contacto con ese sentimiento y, en consecuencia, hay una división entre el observador y la cosa observada. ¿Está bastante claro?
Cuando hay una división entre el observador y lo observado, esa división crea conflicto, ¿no es así? Estoy airado; la palabra “ira” es ya una palabra condenatoria; así, cuando digo que estoy “airado”, me he separado a mí mismo de ese sentimiento que he llamado “ira”. Hay una división entre el observador y la cosa observada, que es la ira. En esa división surgen todas las otras formas de complejidades. Les mostraré lo que quiero decir. Cuando digo “estoy airado” he exteriorizado mi ira; por lo tanto, hay una división entre el observador y lo observado. En esa división condeno la ira. En ese estado de separación hay condena o justificación y, en consecuencia, conflicto; trato de reprimir la ira o de justificarla. Así, la razón del conflicto en la mente humana es esta división entre el observador y lo observado. Y mientras hay conflicto, cualquier forma de lucha, hay distorsión de la mente.
Eliminar la distorsión o falta de claridad y, en consecuencia, estar libre de conflicto, es no tener división alguna entre el observador y lo observado. Por lo tanto, la mente es capaz de mirar las cosas sin la distancia del tiempo. ¿Es griego esto para ustedes? Cuando uno se refiere a alguien diciendo que es comunista, o ruso, habla de lo que los rusos han hecho en Checoslovaquia y se siente furioso al respecto o lo justifica, cuando uno es el observador y el ruso es lo observado, entonces la ideología particular de uno y otro les impide a ambos mirar al otro sin que haya división.
Ustedes saben, la gente ha tomado L.S.D. y diversas clases de drogas. Yo nunca las he tomado porque siento que esto sería demasiado inmaduro e infantil. Pero cuando uno ha hablado con muchos de los que han hecho uso de ellas -es lo que ocurre actualmente-, le han dicho que el espacio entre el observador y lo observado desaparece; por lo tanto, uno ve el árbol con claridad asombrosa, ve el color como jamás antes lo ha visto, se mueve químicamente en una dimensión distinta. Por eso la droga es tan popular. Les da brío, una sensación de tremenda vitalidad, un sentido de observación: lo que ven es mucho más agudo, mucho más intenso, los colores son increíbles. A causa de que no hay conflicto y no hay división, la percepción es instantánea. De igual modo, cuando uno puede mirarse a sí mismo con una claridad en la que no existe la división como observador o pensador y los pensamientos observados, entonces uno ve lo que realmente es y en ese estado desaparece todo conflicto.
Si uno pudiera hacer esto, descubriría por sí mismo que la comprensión no es un proceso mental, que no es una afirmación intelectual, verbal. Por ahora es suficiente. ¿Discutiremos eso y después terminaremos con ello y continuaremos con alguna otra cosa?
Interlocutor: ¿Se identifica uno a sí mismo con el árbol? ¿Se identifica, subjetivamente, con la ira y demás?
KRISHNAMURTI: Me pregunto qué entendemos por esa palabra “identificar”. Identificarse uno mismo con algo; o sea, me identifico con la India, con las cosas que suceden en la India, la pobreza, la corrupción y el desgobierno, el estado espantoso de ese pobre país; me identifico con eso, tal como usted se identifica con este país o con el cristianismo o con lo que sea. En primer lugar, ¿por qué queremos identificarnos con algo? Es muy importante que discutamos esto. ¿Por qué, en modo alguno, quiero identificarme con “mi esposa”, “mi casa”, “mi país”, “mi Dios”, con cualquier cosa que sea? ¿Por qué?
Ante todo, ¿por qué quiero identificarme con algo? Si no me identifico con mi país, ¿qué ocurre? Me siento más bien perdido, ¿no es así? Me siento aislado, me siento extraño, un poco atemorizado, excluido, podría perder mi trabajo. Por lo tanto, me identifico con mi país lo cual me da cierta vitalidad, ciertas formas de resistencia y siento que pertenezco al rebaño. Estar solo es muy difícil porque invita a gran cantidad de problemas. Ése es, entonces, el proceso de la identificación con algo externo, que en realidad es la acción interna de identificarse con alguna cosa a fin de estar seguro. Esa seguridad me brinda cierta satisfacción.
Ahora bien, cuando observo ese árbol, ¿es eso una identificación con el árbol? Yo no soy ese árbol, obviamente, eso sería demasiado tonto. No soy ese cerdo que pasa por allí. Observo, vigilo, y el espacio entre el observador y la cosa observada desaparece y veo la cosa mucho más íntimamente. La veo más, con mayor energía, vitalidad e intensidad. Esto no quiere decir que me identifico con ella.
Interlocutor: ¿Existen grados en el percatarse de algo?
KRISHNAMURTI: No. O se percata usted de ese árbol o no se percata de él. Vea, damos a esa palabra un significado extraordinario. Me “percato” (I am “aware”) de ese árbol. El árbol está allí y yo estoy aquí. Me percato de ese árbol sólo cuando le concedo mi atención. Pero puedo mirarlo casualmente o pasar al lado. Seamos muy sencillos respecto de estas cosas. Observo al político, sus promesas, la vanidad, la ambición, el instinto de poder; él no cree en nada de lo que habla, sólo se preocupa por sí mismo. Lo observo y veo lo que es. Si quiero ser como él, un político, entonces me identifico con él. (Como casi todos en el fondo somos políticos, es muy fácil que nos identifiquemos). Pero si veo el absurdo, las tretas, las insensateces de todo lo que dice, entonces no existe relación alguna con eso.
Interlocutor: ¿Se convierte uno en el objeto?
KRISHNAMURTI: No, usted no se convierte en el objeto. ¡Oh, Dios mío, sólo piense en ello!
Interlocutor: ...el observador y lo observado son una sola cosa.
KRISHNAMURTI: No, señor, no dije que el observador y lo observado son una sola cosa. Dije que cuando desaparece el espacio entre el observador y lo observado, surge una dimensión por completo diferente. Yo no puedo convertirme en el árbol, soy demasiado inteligente para convertirme en ese árbol. Pienso que esto es bastante difícil, señor, y usted está en lo correcto al persistir en formular esa pregunta, porque de hecho no experimentamos, no llegamos a sentir que el observador y lo observado son uno.
Interlocutor: Cuando no justifico ni condeno, el espacio desaparece.
KRISHNAMURTI: Mire, señor, expongámoslo más directamente y tal vez entonces lo verá usted de manera más exacta, más profunda. Si estamos casados y tenemos esposa o marido, nos identificamos con nuestra esposa o nuestro marido; uno se identifica con esa persona y, ¿qué ocurre realmente? Cuando usted se identifica con su esposa, ¿se convierte en ella?
Interlocutor: ...uno se convierte en esclavo de ella.
KRISHNAMURTI: No lo sé, usted sabe mejor que yo acerca de esto. (Risas) Por favor, observe un poco más, no diga: “me convertiré en un esclavo, ella me domina, ella es esto y aquello”; primero observe. ¿Por qué me identifico con mi esposa o con mi marido? ¿Qué significa eso?
Interlocutor: Es por seguridad o placer.
KRISHNAMURTI: Considérelo usted mismo por un momento, lo verá. Investíguelo por sí mismo. Cuando me digo: “Ésta es mi casa”, me he identificado con esa casa. La casa es mía, la poseo legalmente. ¿Pero por qué insisto tanto en identificarme con ella? Es mi casa. Cuando digo que es mi casa, la casa es más importante que yo mismo. Los muebles que hay en la casa son mis muebles; los muebles son más importantes que yo. Así, todas las posesiones son mucho más importantes que el poseedor. Y eso es lo que somos. Es “mi” caballo, y el hombre que lo monta es más pequeño que el caballo mismo, tanto en estatura como en su dignidad. No sé si ha observado todo esto, tiene que haberlo hecho.
Por lo tanto, nuestra pregunta es: Cuando me identifico con mi mujer o con mi casa, ¿por qué lo hago? Lo hago porque... no soy yo quien debe decirlo, díganme ustedes por qué lo hago.
Interlocutor: Parecemos más importantes.
KRISHNAMURTI: No, no. Considérelo un poco más. Acabo de decirlo, cuando usted posee algo, lo cual es una forma de identificación, la cosa que usted posee se vuelve mucho más importante. ¿No? Entonces dígamelo, por favor, puedo estar equivocado. Puedo equivocarme, señora. Cuando nos identificamos con la bondad, la bondad que él o ella pueden tener, esa identificación es el reconocimiento de nuestra falta de bondad y de que deseamos tenerla. ¿Es así? Entonces, ¿por qué no me identifico con mi mujer cuando ella me regaña? Usted se identifica con algo que llama bueno y no se identifica con lo que llama malo.
Interlocutor: Trato de fijar ese sentimiento...
KRISHNAMURTI: Señor, mire, todo esto significa ausencia de libertad, ¿no es así?, “mi familia”, “mi casa”, “mi país”, “mi Dios”, “mi creencia”. Obviamente, nuestra identificación con algo es el estado de un prisionero, no nos da libertad para mirar. Cuando el ruso se identifica con su gobierno, no puede mirar lo que está haciendo en Checoslovaquia. Y yo no puedo, si me identifico con mi esposa, ver lo que ella es. Lo cual implica que no soy libre. No es cuestión de estar libre de ella, sino que no hay un estado de libertad en mí.
Interlocutor: (Inaudible)
KRISHNAMURTI: Por supuesto, señor, eso está implicado. De ahí puede usted ver que sólo en libertad es posible mirar.
Interlocutor: ¿ Cuál es, entonces, la realidad del tiempo y del espacio?
KRISHNAMURTI: Algunos filósofos dicen que eso es cosa de la mente. Tal vez, señor, eso podremos encararlo después de terminar con esto, con esta cuestión del observar.
Interlocutor: ¿Qué nos impide tener esta libertad?
KRISHNAMURTI: Pienso que nada se lo impide, excepto usted mismo.
Interlocutor: (principio inaudible) ...llamar las cosas por sus nombres.
KRISHNAMURTI: Es exactamente eso, señor, hay una reacción automática a las cosas cuando las llamamos inmediatamente por sus nombres. ¿Cómo podemos impedirlo? Usted no puede. Tiene que advertir lo condicionado que está cuando se encuentra con un hombre negro o con un izquierdista. Cualquiera que sea esa reacción, es inmediata, porque su cultura, su educación lo han condicionado muy profundamente. Usted sabe, en la India este condicionamiento ha continuado no por dos mil años como aquí, sino por unos diez mil años. Y el condicionamiento es tremendo. Librarse de ese condicionamiento no es una cuestión de tiempo; podemos tomar un atajo y terminar con él: cuando vemos el absurdo que implica ese condicionamiento, le ponemos fin.
Interlocutor: ¿Podemos examinar aquí la cuestión del tiempo? Yo puedo romper con el condicionamiento inmediatamente, pero eso no dura.
KRISHNAMURTI: Bien, ¿podemos investigar esta cuestión del tiempo que usted planteó primeramente, del tiempo y del espacio? Él dijo: “Yo puedo romper inmediatamente con el condicionamiento pero eso no dura”. El “durar” es una cuestión de tiempo, el tiempo es duración, ¿no es así? O sea, que yo puedo dejar de estar airado instantáneamente, pero este estado no dura, al minuto siguiente puedo estar airado otra vez. Por lo tanto, uno tiene que descubrir qué es el tiempo. No lo que dicen algunos filósofos -porque no sé lo que dicen, no leo libros en absoluto, afortunadamente para mí-. Uno puede ver lo que es el tiempo. ¿Qué es el tiempo? Está el tiempo del reloj, o sea, el tiempo cronológico, el tiempo que toma ir de aquí a una casa; el tiempo implica cubrir ese espacio que existe entre este lugar y su casa. La casa es un objeto fijo -por favor, escuche cuidadosamente esto-, es un objeto fijo y el tiempo que toma cubrir esa distancia es mensurable. Existe, pues, el tiempo según el reloj. Eso está claro. Hubo tiempo como ayer, hay tiempo como hoy y mañana, lo cual nuevamente forma parte del tiempo cronológico; ayer estuve en Londres, hoy estoy aquí, mañana estaré en Nueva York. Otra vez, esto implica la distancia a través del tiempo del reloj. Eso está claro. No soy un filósofo, así que perdónenme. (Risas) ¿Existe otro tiempo?
Interlocutor: ¿El tiempo que gastamos en vivir?
KRISHNAMURTI: O sea, ¿qué? ¿Los días que usted gasta en vivir? ¿El tiempo, envejecer, morir, cubrir un espacio y terminar? Por favor, estoy preguntando algo, preste atención. ¿Hay algún otro tiempo excepto el tiempo cronológico?
Interlocutor: El tiempo psicológico.
KRISHNAMURTI: Hay un tiempo llamado psicológico. Existen, pues, dos tiempos: el tiempo del ayer, hoy y mañana, la distancia, el tiempo que usted emplea en ir de aquí a su casa; ésa es una clase de tiempo. Toma tiempo aprender un idioma, acumular un montón de palabras, memorizarlas; eso tomará tiempo. Aprender una técnica, un oficio, una habilidad, todo eso implica tiempo, tiempo cronológico. Luego está el tiempo psicológico, el tiempo que la mente ha inventado. La mente que dice: Yo seré presidente, mañana seré bueno, me realizaré, tendré éxito, seré más próspero, lograré la perfección, llegaré a ser comisario, seré esto, seré aquello. Aquí, el tiempo está entre la meta y el estado presente. Esa meta que yo mismo he establecido a fin de alcanzarla, tomará tiempo; debo luchar, debo impulsarme, debo ser ambicioso, brutal, debo desalojar de mi camino a todos. Éstas son todas proyecciones de la mente y de lo que ésta desea lograr; crean el tiempo psicológico. Tenemos, pues, estas dos clases de tiempo: el tiempo cronológico y el tiempo psicológico.
Interlocutor: ¿Hay alguna diferencia? Convertirme en el presidente o aprender italiano toma, digamos, seis años o seis meses.
KRISHNAMURTI: Sí, eso toma tiempo. Reconozco estos dos estados, el cronológico y el psicológico. Pero el tiempo psicológico, ¿es real o es una ilusión? ¿No ha comprendido, señor? Me lo estoy preguntando a mí mismo. ¿Existe el tiempo psicológico en absoluto?
Interlocutor: (Inaudible)
KRISHNAMURTI: Sí, señor, comprendo, pero tenemos que investigarlo muy profundamente y es necesario que vayamos muy despacio. No afirmemos nada. No diga: “es una ilusión, no es una ilusión, es como esto o como aquello”, no caigamos en esos absurdos. Aquí hay dos hechos; uno, que soy esto, el otro, que quiero ser eso, ya sea algo grande o algo pequeño. Y eso también implica espacio y tiempo. Lo otro es llegar de aquí a la casa, la distancia a cubrir, lo cual requiere tiempo. Me digo que ambos tiempos parecen ser reales, reales en el sentido de que tengo una meta, de que quiero ser poderoso, rico, famoso y me impulso hacia ello. Llegar a ser famoso toma tiempo, porque la imagen que he creado de la fama está allá, a la distancia y tengo que cubrir esa distancia a través del tiempo; no soy esa imagen ahora, pero la seré en el futuro. (No estoy en la casa ahora, estoy aquí). Ello tomará tiempo. Y ahora quiero ser famoso. Psicológicamente, ésa es mi proyección, es la imagen que he creado de la fama. Ahí está, uno lo ve. He proyectado esa imagen, es mi imagen porque me he comparado con otras personas famosas y quiero ser como ellas. Y eso implica lucha, competencia y crueldad. Es algo real lo que quiero, ¿no es así? Quiero eso y lucharé para obtenerlo. No me pregunto por qué he creado esa imagen. No me pregunto qué implica llegar hasta esa imagen. Sólo digo: “Tengo que ser esa imagen”. Por lo tanto, en esto hay muchísimo conflicto, pena, sufrimiento y brutalidad. Y ése es mi condicionamiento, porque desde la infancia me han dicho que debo ser esto, que debo aprobar mis exámenes, que debo ser un gran hombre, que debo ser un hombre de negocios, un abogado, un profesor, lo que fuere.
Así he creado esa imagen y no he averiguado por qué lo he hecho. Si veo el absurdo de esa imagen, si veo su futilidad, la pena, la aflicción, la ansiedad, todo lo que ella implica, no creo la imagen; por lo tanto, la he abolido.
Interlocutor: ¿Qué hay de malo en tomarse tiempo para aprender italiano?
KRISHNAMURTI: No, por favor, no mezcle las dos cosas, por favor, manténgalas...
Interlocutor: Son dos estados psicológicos, no soy nadie y mañana seré alguien.
KRISHNAMURTI: No soy nadie y mañana seré alguien. El “mañana” está ahí en mi mente. Espero el mañana para que eso suceda. Por lo tanto, hay tiempo (o pienso que lo hay). Seré famoso. La palabra “seré” está en el futuro. Así que me pregunto: ¿Hay en absoluto un mañana? El mañana existe sólo cuando deseo ser alguna cosa.
Interlocutor: ¿Puedo estar libre del tiempo psicológico?
KRISHNAMURTI: Se lo estoy mostrando, señor. ¿Puede el hombre estar libre del tiempo psicológico? Descúbranlo por sí mismos, señores, pueden verlo. Si yo quiero ser famoso, no puedo estar libre del tiempo. Si digo: no soy nadie y quiero ser alguien, soy un esclavo del tiempo. Ahora no soy nadie, ¿por qué debería ser alguien? Soy nadie.
Interlocutor: (Inaudible)
KRISHNAMURTI: No, el “alguien” tiene un auto más grande, una casa más grande. No confunda las palabras. No soy nadie pero quiero ser alguien. En esto se halla contenido todo el proceso del tiempo. Si no quiero ser alguien, ¿existe el tiempo psicológico? Soy lo que soy. Pero si quiero transformarme en algo, eso pone en marcha el tiempo. Pero tengo que cambiar, no puedo permanecer como soy. ¿Están siguiendo todo esto?
Miren, soy nadie. Por favor, sigan esto paso a paso. Soy nadie y quiero ser alguien. En eso están envueltos el tiempo, la pena y todo lo demás. La exigencia de ser alguien a cambio de ser nadie, esa clase de cambio la descarto por ser absurda, poco inteligente, inmadura. Por lo tanto, me digo: soy nadie. Si permanezco como nadie, nada hay. Soy nadie, nada hay en mí. Pero esa cualidad también tiene que cambiar. Esas pobres gentes en aquellas casuchas (¡no sé cómo pueden ustedes permanecer indiferentes ante esas casuchas que tienen cerca de aquí!), el pobre tipo que vive allí, él es un nadie. No puede convertirse en alguien porque carece de educación; es esto y está allí. Pero también él quiere llegar a ser alguien porque ve que la casa de al lado es más grande. Así, el querer ser alguien surge a través de la comparación. Ahora bien, ¿puede la mente eliminar la comparación? Entonces no diré: “Soy un nadie”.
¿Por qué debo proyectar? Quiero aprender italiano y lo aprenderé. Tomará tiempo y trabajaré en eso. Tengo que estar en Nueva York el 23 de este mes; haré planes, compraré un pasaje. No hay proyección, no hay imagen. Tengo que hacer cosas prácticas que me llevarán allá. Pero podría decirme: “Voy a Nueva York y eso será mucho más excitante que vivir aquí, etc.”. ¿Es posible, entonces, que la mente no compare y, por lo tanto, no contenga tiempo en absoluto? Pero ustedes no ven la belleza de ello. ¿Estoy contestando su pregunta, señor?
Interlocutor: (Inaudible)
KRISHNAMURTI: Dije que cuando usted afirma que es un nadie, ya se ha comparado a sí mismo con alguno que es alguien. Si elimina toda comparación, habrá cambiado completamente. Todavía estoy viviendo en esa sucia y pequeña casucha. Así, el hombre que vive en esa sucia y pequeña casucha, si llega a este punto en que dice: “Toda comparación ha llegado a su fin”, estará fuera de esa casa.
Interlocutor: ¿Cómo?
KRISHNAMURTI: Trabajará más inteligentemente.
Interlocutor: ¿Por qué trabajaría si no hubiera visto la casa más grande de al lado?
KRISHNAMURTI: Es justamente eso. Si no hay comparación, ¿qué ocurre? Ésta es la primera pregunta: ¿Qué ocurre realmente cuando usted no compara?
Interlocutor: Uno ya no se está bloqueando más a sí mismo.
KRISHNAMURTI: Él dice que uno ya no se bloquea más a sí mismo. Mire, empecemos. ¿Por qué comparamos? Uno comienza en la escuela, el maestro le dice que no lo está haciendo bien, no tan bien como el otro chico. Está todo el proceso de los exámenes, las calificaciones, y todo eso es comparación. Desde la infancia se nos condiciona para comparar, para comparar la casa pequeña con la casa grande, siempre comparando. Ese es nuestro condicionamiento. Y eso genera una serie de luchas, de éxitos y fracasos, de desdichas que la sociedad nos impone y que nosotros mismos nos hemos impuesto. Ése es nuestro condicionamiento. Vemos al muchacho pobre que llega a Presidente. Eso es una publicidad tremenda, y decimos: “¡Qué maravillosa sociedad competitiva es ésta!”. Ése es nuestro condicionamiento. Y lo mantenemos porque a veces es provechoso, a veces doloroso, pero es irremediable. Nunca cuestionamos la razón de que comparemos. Tengan la bondad de cuestionarlo ahora y averígüenlo. ¿Por qué comparan?
Interlocutor: Uno siente su insuficiencia.
KRISHNAMURTI: Considere esto: cuando usted siente su insuficiencia es porque compara. ¿Cómo sabe que es insuficiente si no compara? Por favor, examínelo. ¿Comparamos porque somos insuficientes? ¿Comparamos porque eso forma parte de nuestro condicionamiento? Todos los diarios dicen: “Mira, Fulano de Tal es tan poderoso y tú no eres nadie”. De modo que aceptamos la comparación como la norma, como el proceso inevitable de la existencia. Yo no la acepto. ¿Por qué debo comparar? Si no comparo, ¿soy un nadie? Sólo me comparo con algo superior y, por lo tanto, me siento inferior. Si no me comparo soy...
Interlocutor: ¿Unico?
KRISHNAMURTI: No, no tiene nada que ver con la unicidad. ¿Cómo sé que soy único? ¿Porque me he comparado con esas personas que no son únicas? ¿Cómo lo sé? Para usar esta palabra... ¡por favor, señor!, aténgase a esto, es muy interesante para investigarlo. Mire, yo comparo dos piezas de género cuando voy a comprar una chaqueta: blanco y negro. Comparo. Comparo este país diciendo: “hace mucho calor aquí”; pero puedo decir que éste es un país muy caluroso sin comparar. Si comparo este país con un país más fresco, resisto este calor y entonces el calor se vuelve intolerable. ¿Puede uno eliminar psicológicamente la comparación y mantenerse alejado de toda comparación con respecto a la casa grande, a la casa pequeña, a la alfombra más grande...
Interlocutor: ¿ Cuál es el mecanismo de la comparación?
KRISHNAMURTI: Usted puede ver por qué comparamos: por un lado, estamos condicionados, y por otro, pensamos que a través de la comparación estamos vivos. Forma parte de nuestra lucha por la vida: al comparar sentimos que estamos luchando. Decimos: si no comparo, si no llego a ser como el señor Smith, Dios mío, ¿qué es lo que seré? Así, la comparación es el sistema en que hemos nacido, el cual, o bien nos dice: “Tú debes ser un ejecutivo, debes poseer millones”, o por otra parte nos dice: “Tienes que ser un santo y no poseer nada”.
Interlocutor: ¿Puede uno estar satisfecho con lo que es y no interesarse en el prójimo?
KRISHNAMURTI: ¿Está usted realmente interesado en el prójimo? ¿En ese prójimo de allá abajo? ¿Lo está? Obviamente no. Y está satisfecho con lo que usted es. En el instante en que usa las palabras “satisfecho” y “no satisfecho”, hay comparación. Obviamente. De modo que uno elimina por completo palabras tales como “mejor” y “más”. Entonces ve que el tiempo, el tiempo psicológico existe solamente cuando hay un estado de comparación; eso incluye la insatisfacción, el sentimiento de inferioridad, el sentir que uno debe lograr, que debe ser esto o aquello -todo eso implica la comparación-. Y cuando usted dice: “Soy un nadie”, esa palabra es una palabra comparativa, de lo contrario no la usaría. Por lo tanto, el tiempo psicológico existe cuando existe esta mente comparativa, la mente que mide en lo psicológico. Ahora bien, ¿puedo yo, puede la mente existir sin medir? Existir, vivir, no permanecer simplemente dormida. ¿Puede la mente estar tremendamente activa, funcionando a su más plena profundidad? Eso sólo es posible cuando no hay comparación.
El tiempo psicológico existe tan sólo cuando hay comparación, cuando hay una distancia que cubrir entre “lo que es” y el deseo de convertirse en alguien o en nadie; todo eso implica el tiempo psicológico y la distancia a cubrir. De modo que uno se pregunta: Psicológicamente, ¿existe un mañana? Ustedes no serán capaces de responder a esto. ¿Hay un mañana, el “mañana” que ha surgido porque he experimentado un momento de completa libertad, un sentimiento pleno de algo y eso ha desaparecido? Quisiera conservarlo, hacer que dure. Hacerlo durar es una forma de codicia. Me esfuerzo por obtener eso nuevamente, todo lo cual se halla contenido en el tiempo psicológico. Cuando tienen una experiencia de dicha, de placer o de lo que sea, vívanla completamente y no exijan que perdure, porque entonces están atrapados en el tiempo.
¿Existe, pues el mañana? O sea, el mañana está adelante y hoy he experimentado un sentimiento de gran felicidad y quiero saber si durará. ¿Cómo puedo conservarlo de modo que dure para siempre? El recuerdo de ese placer nos hace desear que ese recuerdo continúe, y si continúa nos impide totalmente la experiencia ulterior. Esto es bastante simple.
Interlocutor: (En español)
KRISHNAMURTI: Si usted habla en español lentamente, puedo entenderlo. Creo que ha dicho: “¿Cómo puedo comprender la resistencia?” Veamos, ¿qué entiende usted por esa palabra “resistir”?
Interlocutor: (En francés)
KRISHNAMURTI: Primero consideremos esa palabra, qué significa, no lo que usted siente o piensa o lo que algún otro piensa; en primer lugar, veamos qué significa la palabra “resistir”. El resistir implica tiempo: oponerse, resistir, poner una barrera, ponerla frente a uno. Resistir; yo resisto la lluvia, resisto la luz del sol, no me gusta, resisto la tentación. Resisto. Quiero una casa más grande y digo: “Qué estupidez, no voy a tenerla”. Así. resisto, me rebelo contra algo que deseo -o que no deseo-. ¿Por qué debo resistir en absoluto? Tenga la bondad de preguntarse esto a sí mismo: “¿Por qué debo resistir?”. Ésa ha sido toda mi vida, he resistido esto y he aceptado aquello. De ese modo he construido un muro de resistencia alrededor de mí, obviamente. No quiero examinar esto demasiado a fondo, pero toquémoslo brevemente: he resistido todo, he resistido esto y aquello y así he erigido un muro a mí alrededor. El muro es el “yo” y el “yo” es la esencia misma de la resistencia. Entonces, ¿por qué resisto?
Resisto. Resisto la tentación. Pero lo que quiero saber es por qué existe la resistencia en absoluto. ¿Por qué no puedo mirar algo y comprenderlo, ¿por qué debo resistirlo? Mírelo bien, señor: resisto algo sólo cuando no lo comprendo. Digo: ¡ecco!, lo he comprendido, resisto para mantener un estado particular. Fui dichoso ayer y resisto cualquier cosa que me impida tener otra vez esa experiencia. Si pudiera mirarlo todo claramente, entonces no habría resistencia, ¿verdad? Si miro con claridad el proceso del mundo moderno o del mundo antiguo, veo que todos quieren ser alguien; lo miro, veo todo lo que eso implica, la pena, la fealdad, la brutalidad, el fracaso y la amargura de todo ello; si lo comprendo todo, se acabó, ya no resistiré nada más. ¿Alguna otra cosa, señores?
Interlocutor: Vamos de un condicionamiento a otro.
KRISHNAMURTI: Sí, liberarse respecto de un condicionamiento, ¿no implica formar otro condicionamiento? Si comprendiera o me diera cuenta completamente y sin opción alguna de mi condicionamiento, ¿caería en otro? Entonces reconozco todo condicionamiento, ya sea con respecto a esto o a aquello, lo reconozco, lo comprendo, lo miro, lo investigo. ¿Sabe?, es como esas personas que van de una religión a otra, de una secta a otra y piensan que se están volviendo extraordinariamente religiosas. Pero eso es infantil.
14 de septiembre de 1968
2
ME PARECE que uno de nuestros principales problemas es cómo dar origen en nuestra vida a una acción total y completa. Nuestra vida, tal como es, está dividida, fragmentada: somos científicos, ingenieros, etcétera. Estamos especializados tecnológicamente, y en lo interno también lo estamos en diferentes fragmentos: por momentos somos pacifistas, por momentos agresivos, brutales, y otras veces somos afectuosos, tranquilos. De modo que, tanto externa como internamente, hay una constante división, una constante fragmentación en nuestra vida, la cual, siendo contradictoria, ocasiona confusión y dolor. Somos arrastrados por un deseo, por un placer opuesto a otro placer y así sucesivamente. Pienso que esto es reconocible, uno puede observarlo si está suficientemente interesado; está ahí, esta fragmentación ocurre constantemente. Cada fragmento tiene su propia actividad, su propia acción. En consecuencia, nuestra vida es fragmentaria, es una existencia destructiva y contradictoria. Creo que eso está bastante claro, ¿no es así?
Uno se pregunta si es de algún modo posible, no teóricamente sino de hecho, llevar una vida que sea siempre total, que nunca sea fragmentaria. Así, cualquiera que sea la actividad, es completa, no está dividida, no es contradictoria, no hay en ella oposición ni resistencia. Pienso que ésa es una pregunta inevitable cuando uno observa la fragmentación que tiene lugar en su propia vida. ¿Podemos, entonces, proseguir desde ahí?
Espero que la pregunta sea clara para ustedes. Somos empujados en diferentes direcciones y hay un gran sentimiento de frustración, una sensación profunda de insuficiencia para tratar con la totalidad de la vida. Por ejemplo, uno es un político de cierto partido, o es un comunista, un socialista, un católico, un protestante, cada cual con sus propias creencias particulares. Y nos preguntamos si es posible vivir una vida que sea absolutamente total (no me gusta usar la palabra “integrada” porque no se trata en absoluto de una integración), una vida no fragmentaria que siempre esté floreciendo sin una grieta, sin fragmentación, sin división. Si esto está claro, entonces la pregunta siguiente es: ¿Qué puede uno hacer? Nuestra vida está dividida entre la oficina, el hogar, la ambición y todo lo demás. Está fragmentada. Entonces, ¿puede uno llevar una vida que sea tan completa que en ella no haya contradicción alguna? ¿Qué dicen ustedes a esa pregunta? Hablo de una vida que no es espiritual ni mundana, que no es religiosa ni seglar. Hay un cambio. ¿Cómo responden ustedes a eso? ¿No responden?
Interlocutor: No entiendo bien. (El resto inaudible)
KRISHNAMURTI: No, señor, no use una palabra, una palabra no lo abarca todo. Uno debe examinarlo un poco más profundamente, no usar meramente un manto universal que cubrirá todo. ¿Qué es lo que contribuye a la contradicción? Veo una vida que está fragmentada. Soy amable en mi casa y brutal en la oficina; estoy dividido. Ante todo, uno tiene que descubrir cuál es la causa de esta fragmentación. ¿Por qué una vez soy una cosa y otra soy algo por completo diferente? ¿Por qué? ¿Cuál es la causa de esta fragmentación, de esta división? ¿Cómo lo descubre usted? ¿Qué proceso usa? Estamos hablando como amigos, aquí no hay en absoluto maestro y discípulo, uno tiene que ser tanto un maestro como un discípulo para sí mismo; de modo que no hay aquí discípulo y maestro ni sentido alguno de autoridad. Entonces, ¿cómo descubre uno cuál es la causa de esta fragmentación?
Interlocutor: (Inaudible)
KRISHNAMURTI: No, usted vuelve a lo de ayer, olvide lo de ayer.
Interlocutor: Queremos ante todo su opinión...
KRISHNAMURTI: El caballero dice que primeramente quiere conocer mi opinión. No estamos tratando con opiniones. Usted podrá decir: es su opinión, mi opinión y la opinión de él, pero las opiniones no tienen valor alguno, podemos dejarlas a los políticos y a los intelectuales. Pero hay una cosa que usted tiene que descubrir. Usted tiene que descubrirla; no soy yo quien tiene que descubrirla y decirle a usted lo que debe hacer. Podemos investigarlo juntos, explorarlo, pero si dice: “Esperaré hasta que usted me lo diga”, entonces eso no tiene gracia.
Interlocutor: ¿Cómo puedo conocer la fragmentación si no conozco lo total?
KRISHNAMURTI: Estoy fragmentado, es evidente: voy a la oficina y allí soy brutal, envidioso, vicioso, competitivo. Y en mi casa soy muy tranquilo, muy amable, estoy dominado por mi esposa (o la domino) y todo lo demás. Hay una fragmentación. Preguntamos por qué existe tal fragmentación y cuál es la causa.
Interlocutor: vivimos en opuestos, pero ¿por qué?
KRISHNAMURTI: El interlocutor dice que vivimos en opuestos y pregunta por qué.
Interlocutor: No hay amor.
KRISHNAMURTI: Ésa no es una respuesta, ¿verdad?, cuando usted dice “no hay amor”. Estamos examinando la pregunta y si dice “no hay amor”, entonces no puede avanzar más. Lo estamos examinando, exploramos por qué vivimos en la dualidad, por qué oscilamos continuamente entre opuestos, de un punto de vista a otro, por qué vivimos en un corredor de opuestos, ¿por qué?
Interlocutor: No tenemos control sobre las circunstancias de nuestra vida.
KRISHNAMURTI: Eso es verdad, pero no es ésa la pregunta.
Interlocutor: Buscamos satisfacción.
KRISHNAMURTI: Oh, no, no se trata de que buscamos satisfacción... Vea, ¿puedo sugerir algo? Antes de ofrecer una opinión, como ahora está haciendo, averigüe por qué vive uno en esta condición, cuál es la causa de ello.
Interlocutor: Hay dualidad.
KRISHNAMURTI: Dualidad, pero ¿por qué? Ustedes están ofreciendo una nueva serie de respuestas, pero en realidad no lo saben. Por favor, no supongan, porque entonces estamos perdidos. No hagan conjeturas, no prueben con distintas cosas para averiguar si es así. Si usted dice, como se ha sugerido, “realmente no lo sé”, entonces admite que no sabe cuál es la causa de esta fragmentación. Es la única manera correcta de abordarlo, ¿no es así? Realmente no lo sé, ésa sería una declaración honrada: Realmente no sé por qué vivo en la dualidad. Ahora bien, no lo sé, ¿pero cómo voy a averiguarlo?
Interlocutor: (Varias intervenciones indistinguibles)
KRISHNAMURTI: ¿No desiste usted de este juego? Cuando no sabe, ¿qué hace? Prosigamos a partir de ahí. Yo no sé, usted no sabe por qué vivimos en esta contradicción. Cuando dice: “No sé”, ¿cómo procede entonces? ¿Cómo lo averigua? Espere, por favor, vaya despacio. ¿Cómo lo averigua? ¿Pensando? Entonces, ¿qué entiende por pensar? ¿Analizar el problema? Espere, espere. Analizar el problema. El problema implica división, contradicción, fragmentación. Lo he analizado y veo que mi vida está disgregada. Me pregunto por qué. Y usted dice que piense al respecto, que utilice el pensamiento para descubrir. ¡El pensamiento! Y bien, ¿qué es el pensamiento? Antes de decir que lo utilizaré, debo investigar la cuestión de lo que el pensamiento es. El pensamiento, obviamente, es la respuesta de la memoria. ¿No?
Interlocutor: Una de las causas es nuestro miedo.
KRISHNAMURTI: No, señor, usted hace una afirmación y se bloquea a sí mismo. No está dispuesto a examinar, a explorar. De modo que no afirme. Un caballero dijo allá que el instrumento de la investigación, del análisis es el pensamiento. ¿Pero lo descubrirá el pensamiento? Creemos que puede descubrirlo y, por lo tanto, digo: “Averiguaré qué es el pensamiento”. ¿Qué es, entonces, el pensar? Por favor, no emita meras conjeturas. Considere la pregunta. ¿Qué es el pensar? Yo le pregunto dónde vive y su respuesta es inmediata porque usted lo sabe, está familiarizado con la calle, con el número y demás; responde a la pregunta instantáneamente. No hay intervalo entre la pregunta y la respuesta. Ahora bien, si le formulo una pregunta ligeramente más compleja, entre la pregunta y la respuesta hay un intervalo. ¿Qué sucede en ese intervalo?
Interlocutor: Hay una actividad mental, o sea, el pensar.
KRISHNAMURTI: ¿Qué ocurre ahí? Le pregunto qué distancia hay de aquí a Nueva York y usted no lo sabe o se lo han dicho y lo ha olvidado. Entonces, ¿qué ocurre? No lo sé; por lo tanto, empiezo a buscar en mi memoria, el pensamiento comienza a examinar el almacén de la memoria. He leído en alguna parte que hay tantas millas de aquí a Nueva York, o le pregunto a la gente y al final contesto la pregunta: hay tantas millas. Eso es lo que llamamos el pensar. Se formula la pregunta, existe un intervalo antes de la respuesta y en ese intervalo hay una gran cantidad de averiguación, de análisis, de interrogantes: hay expectativa, espera. Eso es lo que llamamos actividad mental, razonable o no razonable. Ahora bien, cuando le formulo una pregunta para la cual usted no conoce la respuesta, ¿qué sucede entonces? No puede apelar a su memoria. No puede decir: “Lo averiguaré”. Nadie le puede dar la respuesta. Entonces, ¿qué ocurre?
Interlocutor: Uno usa su imaginación o su intuición.
KRISHNAMURTI: ¿Imaginación? No puedo imaginar algo que no sé. ¿Intuición? Eso podría ser adivinación. Siga esto paso a paso y lo descubrirá por sí mismo. Le formulo una pregunta familiar y usted la responde inmediatamente. Le formulo otra pregunta un poquito más compleja, más difícil, y se toma tiempo para responderla. En ese intervalo de tiempo está pensando, reflexionando, aguardando, buscando, preguntando. Ahora bien, le pregunto cuál es la causa de esta fragmentación sobre la que estamos hablando, y usted no lo sabe. Si lo supiera, sería de acuerdo con su memoria, ¿no es así? Por lo tanto, la respuesta más honesta sería: “La verdad es que no lo sé”. Realmente, no lo sé.
Espere un momento, tenga paciencia. Si no lo sé, ¿qué hago? No puedo acudir a un profesor y formularle esta pregunta. No puedo buscar en ningún libro, ningún libro va a decírmelo. Y tengo que averiguarlo porque es una pregunta muy seria, porque si puedo cambiar toda esta actividad de la vida que está fragmentada, viviré de una manera diferente, por completo diferente. De modo que yo, como ser humano, tengo que averiguarlo. No puedo depender de nadie. Podrá ser mera conjetura, podrá ser erróneo, podrá ser falso. Pero tengo que averiguarlo. Entonces, ¿cómo procedo para averiguarlo?
Interlocutor: Comparamos.
KRISHNAMURTI: No, señor, eso sigue siendo pensamiento.
Interlocutor: La vida de un hombre puede dejar de ser fragmentaria.
KRISHNAMURTI: Eso es demasiado simple, señor; puede dejar de serlo, pero nunca lo hará.
Interlocutor: Yo no sé adónde voy.
KRISHNAMURTI: Entonces, cuando no lo sabe, ¿sigue operando el pensamiento? No sé, quiero descubrirlo y no hay nadie que vaya a decírmelo. Y no voy a dejar que nadie me lo diga porque todos pueden estar completamente equivocados -generalmente lo están-. No confío en nadie porque todas las personas en las que he confiado, los sacerdotes, los filósofos, el político, el comunista, el socialista, han fracasado. Así que debo descubrir y lo que descubra tiene que ser verdadero bajo todas las circunstancias. Espere, tenga la bondad de escuchar, preste atención. Así que no voy a preguntárselo a nadie; no sé por qué vivo una vida tan fragmentada y quiero descubrirlo. ¿Cómo va usted a descubrirlo? Le estoy preguntando cómo va a descubrirlo.
Interlocutor: (Inaudible)
KRISHNAMURTI: Señora, no estamos preguntando cómo mirarnos a nosotros mismos. La pregunta es: Si usted no conoce la respuesta a una pregunta muy importante y vital, ¿qué hace? ¿Desiste? ¡Espere!, usted no desiste, ¿verdad? Cuando tiene hambre, un hambre tremenda, no desiste. Y esta pregunta es tan seria como el hambre; ¿desiste usted y dice: “no sé ni me importa”? Es una pregunta tremendamente vital.
Interlocutor: Eso suena muy materialista.
KRISHNAMURTI: ¿Materialista? No, señor, no es materialista; no sé qué entiende usted por materialista.
Interlocutor: Mi cerebro es el depósito de la memoria.
KRISHNAMURTI: Sí, señor, mi cerebro es el depósito de la memoria, de la experiencia, del conocimiento, pero ese cerebro no tiene ahora la respuesta. Empleé el cerebro antes para encontrar la respuesta usual que dependía de la gente y demás, pero ahora falta. ¿Qué he de hacer, entonces? He sido comunista, socialista, un hombre religioso, he pasado por todo tipo de fragmentación, uno tras otro, y digo: “¡Qué manera tan estúpida de vivir!”. Sin embargo, continúo haciéndolo. Quiero descubrir por qué. Vivo una vida fragmentada en pedazos y no puedo pedirle a nadie una respuesta a eso. Quiero descubrir. ¿Qué he de hacer?
Interlocutor: Tiene que meditar.
KRISHNAMURTI: Espere, señor, es lo que estamos haciendo ahora, lo estamos haciendo. Estamos meditando ahora, pero usted se niega a... ¡yo no uso esa palabra!
Interlocutor: Tenemos que interesarnos por el autoexamen. Hay falta de armonía en nosotros.
KRISHNAMURTI: No, señora, nos hemos examinado a nosotros mismos. Esa “falta de armonía en nosotros” no es una respuesta.
Interlocutor: (Inaudible)
KRISHNAMURTI: No, usted está citando, por favor, no cite.
Interlocutor: Buscamos la inspiración divina.
KRISHNAMURTI: “Buscamos la inspiración divina”... espere un momento, señor. Suponga que no soy un creyente y no puedo buscarla. ¡Inspiración! Ustedes creen en ella porque están condicionados, como católico, hindú o budista y buscan esa inspiración conforme al condicionamiento que tienen. Estamos meditando -por favor, siga esto despacio-, estamos meditando, estamos investigando esto muy cuidadosamente paso a paso. Usted va a descubrirlo Yo no quiero realmente usar esa palabra “meditación”, dado que es una palabra muy difícil; significa algo por completo distinto de lo que generalmente se entiende por ese nombre. Pero la usaré por ahora a fin de que comprendamos este inmenso problema, señor.
Interlocutor: Estoy viviendo con ella ahora.
KRISHNAMURTI: Usted está viviendo con ella ahora. (Risas) Vea, una de nuestras dificultades es que ustedes no están habituados a esta clase de examen; están aprendiendo a observar. Queremos observar cómo todo está fragmentado en nuestra vida. Eso está muy claro. Tenemos deseos diferentes que nos tiran en direcciones opuestas, placeres diferentes; un momento somos pacíficos, otro somos atizadores de guerras, somos agresivos, después amables y así sucesivamente. Creemos, no creemos, alternamos esperanza y desesperación, vivimos en medio de contradicciones y opuestos. Me pregunto por qué. ¿Por qué vivimos de esta manera? Sólo escúcheme por dos minutos, señor. ¿Por qué vivo de este modo? Señora, ¿me concedería tan sólo dos minutos? Déjeme hablar un ratito y después puede formular sus preguntas.
Nuestras vidas están fragmentadas, divididas. Llevamos un estilo de vida dual, decimos una cosa, hacemos otra, pensamos una cosa y decimos otra diferente. Ésa es la vida que uno lleva, esta contradicción, esta dualidad. Y me estoy preguntando por qué. ¿Por qué la vida está tan fragmentada? No puedo preguntárselo a nadie, porque la propia vida de ellos está fragmentada. Conjeturarán, dirán: “es su condicionamiento, es Dios, es la sociedad, es esto, es aquello”. Así que no puedo preguntárselo a nadie; por lo tanto, tengo que descubrirlo por mí mismo. Y lo que descubra tiene que ser verdadero, tiene que ser absolutamente verdadero. Entonces, ¿cómo lo descubro? Realmente, no lo sé, y toda mi vida he usado el pensar como un instrumento para descubrir. Toda mi vida he usado el pensamiento, preguntando, empleando la memoria, el conocimiento y la experiencia; he usado todo esto para descubrir. Y aquí no puedo confiar en mi conocimiento porque el conocimiento dice: “No sé”. Dice: “Ése es el estilo individual de vida”. De modo que no puedo depender del conocimiento, de la experiencia o de lo que dicen otras personas. Por lo tanto, descarto todo eso, lo descarto completamente. ¿Y ahora qué voy a hacer, cómo voy a descubrir cuál es la verdad?
¿Cómo miro ahora esta fragmentación? ¿Comprende mi pregunta? No conozco la respuesta, pero tiene que haber una respuesta correcta. ¿Qué ha ocurrido ahora con mi mente? Déjeme plantear la pregunta de una manera distinta. Probablemente casi todos ustedes están condicionados para creer en Dios, a lo cual llaman ser espirituales. Y si de verdad quieren descubrir -no repetir, no tener fe, no decir “es así”-, si realmente quieren descubrir si existe algo como Dios, tienen que descartar todas las creencias, ¿no es así? Para poder descubrir tienen que liberarse de todas las creencias. Tienen que estar libres de miedo para investigar, para dedicar sus vidas a descubrir. Ahora, del mismo modo, quiero descubrir la verdad en esta cuestión. ¿Cuál es el estado de mi mente que ha descartado la autoridad, que ha renunciado a pedir a algún otro que le diga lo que debe hacer, que ha descartado el conocimiento, porque el conocimiento es siempre del pasado? Ésta es una pregunta que debe ser respondida ahora, no según los términos del pasado sino ahora. Por lo tanto, tengo que descartar el conocimiento como un medio de investigación. Y no debo sentir temor; puede que no haya respuesta en absoluto, puede que la contradicción sea el estilo de vida. No debo sentir temor, no debo temer a ninguna autoridad, incluyendo la de mi experiencia, la de mi conocimiento o la del conocimiento de otras personas; tiene que haber libertad completa para investigar. Ahora bien, ¿cuál es el estado de la mente que se halla libre para mirar? ¿Comprende la pregunta? No me la conteste, por favor.
Interlocutor: ¡Repita, por favor, la pregunta!
KRISHNAMURTI: No puedo repetir la pregunta, pero la plantearé de una manera diferente. Mire, señor, he vivido una vida dependiendo de otros, de lo que la gente dice, de lo que la iglesia me ha enseñado o de lo que las autoridades me han dicho acerca de esto y aquello, y aquí hay un problema al que ninguna autoridad puede responder. Y no confío en ninguna autoridad porque todas me han llevado por mal camino. Entonces, ¿cuál es el estado de mi mente que ha rehusado aceptar lo que dicen otras personas? ¿Cuáles son mis propios sentimientos, mis propias intuiciones que también pueden engañarme? No tengo miedo, porque no me importa si he de sufrir; éste es mi modo de vida, o sea, que lo acepto. Por lo tanto, no siento temor y me pregunto: “¿Cuál es el estado de la mente que no teme, que no acepta ninguna autoridad ni busca alguna superior y divina respuesta intuitiva?”. Me niego a hacer todo eso. Me digo: “He terminado con ello”. Entonces, ¿cuál es el estado de mi mente que ha hecho esto?
Interlocutor: Está completamente desnuda de toda influencia, de todo condicionamiento y temor.
KRISHNAMURTI: Ahora espere, si es así, entonces no hay ninguna contradicción. Cuando no hay dualidad la respuesta está ahí. (Por favor, no me conteste, considérelo). Entonces está usted viviendo en una dimensión diferente. Por lo tanto, descubrir algo fundamental como la respuesta a este problema, implica no tener miedo, no preguntar, no decir: “Por favor, dígame cuál es la respuesta”, no temerla cualquiera que pueda ser. Entonces, ¿puede usted hacerlo? Si no puede, tiene que llevar una vida dualista, contradictoria, penosa, dolorosa.
Ya lo ve, infortunadamente no nos gusta que nos arrinconen de esta manera. Queremos encontrar una salida fácil, una cómoda vía de escape. Así que la pregunta es: ¿Por qué viven ustedes de este modo, sabiendo ahora muy claramente qué implica la vida, dualista y sabiendo también que, no teniendo miedo, uno puede salirse completamente de ella? ¿Qué harán? ¿Sólo seguir jugando como antes?
¿Saben qué es la meditación? Me temo que no. O han leído al respecto en alguno que otro libro, lo cual también es malo. La verdadera meditación existe y es de eso que estarnos hablando. Consiste en vaciar la mente de lo conocido, como lo es el temor. ¿Desean hablar acerca de alguna otra cosa?
Interlocutor: Usted mencionó ayer la cuestión de Rusia y Checoslovaquia, ¿No piensa que si las superpotencias no dejan de odiarse unas a otras, compitiendo entre ellas por los mercados mundiales y demás, vamos a ser destruidos?
KRISHNAMURTI: Y bien, ¿cómo va usted a impedir que Rusia o Norteamérica se preparen para la defensa, como ellos lo llaman? ¿Podría decírmelo? Rusia, con sus tres millones de hombres en armas y Norteamérica con otros tantos millones ¿cómo va usted a impedirlo? Hay tremendos intereses creados, ¿no es así?, en los ejércitos, en los funcionarios, en el Pentágono, en el Kremlin, tremendos intereses creados de tipo personal ¿Quiere usted decir, entonces, que el almirante o el general van a renunciar a todo? ¿A causa de que tiene que haber paz en el mundo? ¿Qué dice? ¿Qué es lo que usted hará? Por favor, prosiga esta cuestión hasta el final, si es que no está demasiado cansado ¿Cómo vamos a evitar esta división que tiene lugar en el mundo: dos grandes potencias, superpotencias con sus esferas de influencia, sus intereses creados ¡piense en lo que han invertido en armamentos!? ¿Qué es lo que ambas van a hacer? Esta división existirá en tanto los ciudadanos de esos países y de otros países se sientan patriotas, nacionalistas ¿No?
Interlocutor: (Inaudible)
KRISHNAMURTI: Si usted odia a los rusos y ama a los norteamericanos, si se siente nacionalista y dice: “Mi país primero y todos los demás después”, y no puede depender de estas grandes potencias para terminar con las guerras, ello debe empezar con usted mismo. Es usted el que tiene que cambiar. La minoría, los pocos que sienten las cosas muy intensamente, la minoría es la que siempre ha hecho avanzar al mundo y ha producido en él una situación diferente Pero no estamos dispuestos a pertenecer a la minoría. Lo cual significa que esta cosa es muy compleja Ahora bien, quien les habla no es personalmente un hindú es una cosa fea, terrible que uno se llame a sí mismo hindú. Pero aquí hay un pasaporte, un pasaporte de la India, de otro modo no es posible viajar. Y si uno usa el avión, el tren, el sello postal, está sosteniendo la guerra. ¿No? ¿Qué dice usted? ¿Que no?
Si paga impuestos, sostiene la guerra. Por lo tanto, ¿qué va a hacer? ¿No va a pagar impuestos? ¿No viajará? ¿No comprará sellos postales? Conozco a personas que han hecho esto, que no viajan ni viajarán, de modo que limitan su actividad a un campo muy pequeño. Y es absurdo no pagar impuestos porque si uno no los paga irá preso. Sería absurdo no comprar un sello postal, porque entonces no podría uno escribir cartas. Etcétera. Pero no demos importancia a cuestiones secundarias ni pongamos el énfasis en ellas, cuestiones tales como el sello postal o el impuesto y cosas así de insignificantes; comprometámonos más bien con la cuestión fundamental que es no ser nacionalista, no ser patriótico, no responder a prejuicios de color o a cualquiera de las otras cosas en que nos complacemos y que forman parte de nuestra confusión. Y eso requiere muchísima inteligencia. Decidir no ser nacionalista no significa nada, pero para considerar este problema en su totalidad uno tiene que ser muy inteligente, o sea, muy sensible a todos los problemas.
¿Alguna pregunta más?
Interlocutor: ¿Cuál es su posición, cuál es mi posición si el país o el ejército me llama, me recluta o me alista incorporándome a las fuerzas armadas y yo no creo en el matar?
KRISHNAMURTI: ¿Es ésta una trampa para mí? (Risas) Espere, espere. Si usted es realmente serio en el no querer matar, si no dice meramente “yo no quiero matar” sino que de verdad quiere decir no matar, tiene que vivir pacíficamente, ¿no es así? O sea, que no matará animales. No los matará para comer. No matará mediante palabras, no dirá: “él es un hombre espantoso, es un estúpido”. Usted está matando, verbalmente, mata con palabras, con gestos, con el pensamiento; en la oficina, en la iglesia, en todas partes está matando. Si de verdad no quiere matar, tiene que iniciar una vida realmente pacífica. Pero no lo hará. Ya lo ve, ustedes escuchan todo esto. Aparentan estar de acuerdo o escuchan en silencio, pero vuelven a sus casas y todo comienza de nuevo. Por lo tanto, están sosteniendo la guerra.
Interlocutor: Muchísima gente joven se opone a la guerra en Norteamérica y estoy seguro de que se opone en Rusia.
KRISHNAMURTI: No sé si usted ha leído ese artículo de uno de los más importantes científicos de Rusia, que objeta muchísimas de las cosas que está haciendo el gobierno ruso. Esto está sucediendo en todo el mundo, no sólo en Rusia y en Norteamérica. En la India, la opinión pública exige que uno sea nacionalista, y cuando hablo en la India respecto de no ser nacionalistas ellos dicen: “Vaya y hable en otros países, no aquí”. ¿Están cansados...? Se muestran demasiado ansiosos por decir que no. Porque lo que estamos discutiendo es muy serio, y una mente seria no puede decir meramente: “no estoy cansada”, tiene que estar tremendamente activa. El problema es que ustedes no se dan cuenta, no son conscientes de sus vidas fragmentarias. Y sólo pueden percatarse de ello si se vuelven muy atentos al modo como viven. Y, ¿qué es la atención? Ésa es la pregunta, señor, ¿no es así? ¿Le interesa esto? Pues entonces hágalo, no diga simplemente “sí” para después abandonarlo. ¿Qué entendemos por atención, no la atención del soldado, sino qué entendemos por atención, atender? ¿Cuándo atiende usted? Atiende sólo cuando entrega su mente y su corazón y todo su ser a algo. Cuando escucho el llanto de ese niño, si hay cualquier forma de resistencia a ese niño que llora, al ruido, estoy inatento. ¿No lo ve? Cuando uno presta atención, eso implica que los nervios, el cuerpo, el corazón, toda la mente prestan atención a algo de lo que queremos darnos cuenta. Y jamás lo hacemos. No sé si alguna vez usted ha hecho esto, si ha prestado atención, digamos, a ese árbol. ¿Qué significa esto? Prestar atención no significa describir el árbol, no significa estar preso en la declaración verbal respecto de ese árbol. Si uso la palabra “ciprés”, ésa es una distracción, ¿verdad? Me impide conceder mi atención completa al acto de mirar ese árbol. Atender significa atender intelectualmente, emocionalmente, con nuestros nervios, con los ojos, con los oídos, con todo lo que tenemos. Atender, mirar. Nunca hemos hecho esto porque vivimos en fragmentos. Sólo cuando hay una crisis tremenda en nuestra vida, entonces puede que prestemos atención por unos cuantos segundos, pero después nos alejamos de ello, nos escapamos.
Ahora bien, si uno es totalmente serio y quiere descubrir si existe una realidad, Dios o como quieran llamarlo, no debe acudir a ninguna autoridad, a ningún sacerdote, a ninguna creencia; todo eso es demasiado infantil e inmaduro. Uno ha de conceder toda su atención para descubrirlo. No podemos prestar atención completa al acto de descubrir, si tenemos miedo de perder nuestro trabajo. No podemos prestar atención completa a fin de descubrir la verdad de esta cuestión si confiamos en alguna creencia, en algún condicionamiento o en lo que la gente ha dicho. Uno ha de descartar eso. No puede pertenecer a ninguna sociedad, a ningún grupo, a ninguna cultura si quiere descubrir. Lo cual significa que uno ha de estar completamente solo, internamente solo. Entonces descubrirá. Pero si no está atento en ese profundo, hondo sentido de la palabra, no podrá dar con esa realidad. ¿Sí, señor?
Interlocutor: ¿Ha llegado usted a ese estado de la mente?
KRISHNAMURTI: El interlocutor pregunta: ¿Se encuentra usted en ese estado de la mente? En primer lugar, ¿por qué formula esa pregunta? No la estoy eludiendo, señor, la contestaré. ¿Por qué formula esa pregunta?
Interlocutor: Porque la cuestión es difícil.
KRISHNAMURTI: El caballero dice que pregunta eso porque es algo más bien difícil. No creo que sea difícil. ¡Espere, señor!, estoy contestando. En primer lugar, si digo “sí” ello no tendrá valor, ¿verdad? No tendrá ningún valor para usted porque, ¿de qué sirve que yo diga “sí”? Entonces usted lo aceptará o lo rechazará. Podrá decir: “pobre tipo, está un poquito loco”, o dirá: “es una persona seria, podría ser cierto”. De modo que mi afirmación acerca de que existe un estado semejante, carece de valor para otro. Lo que vale es si usted puede encontrarlo; usted, no algún otro. Y cuando dice que es difícil, cuando usa la palabra misma “difícil”, se está obstaculizando a sí mismo. Señor, si aceptamos la vida tal como es, con la desdicha, el dolor, el conflicto, con tanta aflicción extrema, si la aceptamos, entonces no hay respuesta, ése es el modo de vida. Si no la aceptamos, si rehusamos pertenecer al rebaño, al grupo, entonces comenzamos a vivir de una manera diferente. Es absolutamente necesario descubrir cómo vivir de un modo por completo diferente.
Interlocutor: ¿Puede uno desarrollar la atención mediante la práctica?
KRISHNAMURTI: La práctica implica repetición, hacer algo una y otra vez. ¿Es atención eso? Es algo mecánico, ¿no es así? De modo que, si somos serios, hay dos cosas involucradas aquí: la inatención y la atención. Ahora bien, casi todos nosotros estamos inatentos. Y decimos que es importante no estar inatentos sino atentos. Entonces usted quiere empezar a practicar la atención. Pero si dice: “veamos, voy a estar alerta, atento a mi inatención”, ¿sabe lo que eso significa, estar inatento? Aceptamos las cosas como son, nuestra vida, el modo como vivimos, las feas emociones, todo “lo que es” realmente. Y volverse atento es darse cuenta de la inatención, no tratar de volverse atento, porque eso entraña conflicto, lucha y, por lo tanto, cuando usted practica la atención ésta se vuelve mecánica y deja de ser atención. Mientras que si uno está atento, alerta a la inatención, entonces de ello florece la atención.
¿Es suficiente por esta mañana? Vean, he estado trabajando, quien les habla ha estado trabajando, esta conversación ha durado hoy una hora y media, él ha trabajado. Pero ustedes no han trabajado, sólo han escuchado de paso. Han estado escuchando como una forma de entretenimiento, como cuando van al cine, diciéndose: “no estoy de acuerdo, estoy de acuerdo, es un juego ameno, no fue ameno”, y así sucesivamente. Pero si también ustedes hubieran trabajado tan duramente como quien les habla (y era responsabilidad de ustedes hacerlo), habrían dicho después de hora y media: “¡Por Dios, tenga la bondad, terminemos ya!”
15 de septiembre de 1968