Bueno, en realidad cualquier lectura es más interesante que las de un panfleto lleno de bilis.

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El Globo, 17 de Octubre de 1880

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Heraldo de Madrid, 10 de Agosto 1899

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Otra afición en la que gastar tiempo y dinero es la fotografía.

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Las Baleares, 3 de Agosto de 1892

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A principios del siglo XIX, algunos científicos observaron que algunos compuestos químicos reaccionaban a la luz, y teorizaron sobre la posibilidad de capturar imágenes reales. El primero en conseguirlo fue un inventor francés, Joseph Niépce, en la década de 1820. Aquellas primitivas fotografías necesitaban unas ocho horas de exposición y tenían una calidad bastante pobre, pero marcaron uno de los grandes hitos tecnológicos de la Historia. Tal como suena.

Niépce murió sin cosechar reconocimiento ni beneficios por su invento. Uno de sus asociados, Louis Daguerre, mucho más avispado, mejoró el diseño original, la bautizó con su propio nombre (daguerrotipo), y la presentó con toda la pompa necesaria ante la Academia de Ciencias de París, en 1839. Se le concedió una pensión de seis mil francos y fama mundial. Un ejemplo más de que en esta vida no basta ser inteligente a la hora de hacer pasta, sino también espabilado.

El daguerrotipo gozó de gran éxito, porque ofrecía unos aceptables niveles de calidad y era razonablemente rápido. Sin embargo, exigía cargar con un equipo voluminoso, las fotos obtenidas eran únicas (no existía negativo ni posibilidad, por lo tanto, de hacer varias copias) y además salían invertidas, como en un espejo. Eso estimuló el desarrollo de sucesivas mejoras.

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Diario de Madrid, 25 de Agosto de 1845

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El inglés William Talbot fue el primero en desarrollar la técnica del negativo, en 1834, aunque no la patentó hasta 1841, cuando el éxito del daguerrotipo ya estaba consolidado. Por eso siempre se mantuvo un paso atrás, aunque su invento presentara algunas ventajas (era barato, permitía positivar todas las imágenes que se quisieran a partir de un solo negativo). Sucesivas mejoras aportadas por otros inventores, no obstante, consiguieron popularizar esta técnica.

El estadounidense George Eastman fundó la compañía Kodak en 1888 y patentó una cámara que usaba carrete. Eso permitió que cualquier aficionado, sin equipos voluminosos ni grandes conocimientos técnicos, pudiera hacer fotos. En las hemerotecas no queda constancia de quien fue el primer personaje en gritarle «¡patataaaaaa!» al objetivo. Tampoco sabemos quien tuvo la ocurrencia de poner morritos.

La fotografía estimuló varias técnicas paralelas, como la proyección de diapositivas. Ya en 1659, el astrónomo Christiaan Huygens refiere la existencia de un aparato capaz de proyectar imágenes pintadas sobre un cristal, valiéndose de una lámpara de aceite y una cámara oscura (con la oportuna chimenea, para desprenderse del humo). La electricidad permitió construir ingenios más limpios y eficaces, que llegaron al gran público:

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La Ilustración española y Americana, 15 de Diciembre de 1881

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Capturar imágenes y proyectarlas no era suficiente. Se pretendía capturar la realidad en tiempo real. En 1895, los hermanos Lumière patentaban el cinematógrafo, capaz de mostrar imágenes en movimiento. Su primera película, de 46 segundos, se titulaba «La salida de los obreros de la oficina de los Lumière en Lyon» y ¿a qué no adivinas, Apreciado Lector o Lectora, lo que mostraba? (pista: no era a un ornitorrinco bailando sevillanas).

Las primeras exhibiciones comerciales del cinematógrafo en nuestro país datan de 1896, como podemos observar:

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La Época, 14 de Mayo de 1896

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Y los primeros reproductores de películas domésticos aparecieron muy poco tiempo después en los periódicos de la época.

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Almanaque Bailly Bailliere, 1899

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No he encontrado información alguna sobre el ingeniero R. de Groliet, su cinematógrafo de familia, ni tampoco sobre la Casa C. Salvi. Que el corazón del aparato sea una lámpara de petróleo, sugiere que era bastante rudimentario, como poco.

Mientras nacía el cine, se consolidaba definitivamente la fotografía, y sus secretos se enseñaban al gran público:

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El Progreso, Junio de 1885

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No todo es diversión en esta vida. De vez en cuando, se presentan sorpresas más o menos agradables. De esas que chillan y patalean (y no me refiero a los aspirantes a Operación Triunfo). ¡Conviene estar preparados!

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El Liberal, 7 de Enero de 1895

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Anuario del comercio, de la industria, de la magistratura y de la administración, 1884

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La Época, 17 de Agosto de 1881

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Los niños también nos exigirán su propia dosis de consumismo y diversión. Vienen Reyes, cumples…

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El Imparcial, 11 de Febrero de 1895

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El Heraldo de Madrid, 29 de Octubre de 1890

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Diario Oficial de Avisos de Madrid, 1 de Enero de 1880

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El imparcial, 5 de Enero de 1892

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Los niños implican muchas alegrías (dicen) y también algunas preocupaciones. Toca sentar cabeza y pensar en cuestiones prácticas, por si acaso.

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Diario de Córdoba, de 1 de Febrero de 1880

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Isaac Pereire, un empresario nacido en Burdeos, fundó la compañía El Fénix Español en 1864. Algunos años más tarde, se fusionaría con la empresa La Unión. Su objetivo era expandirse a todas las capitales importantes del país, desde su sede inicial, en la plaza de Callao. Un objetivo que la empresa fue cumpliendo a lo largo de las diez décadas siguientes. Hacia 1964, El Fénix disponía de 68 inmuebles, repartidos por España, Francia y el norte de África.

Este largo historial de éxitos se truncó a principios de los 90. Envuelta en los escándalos del grupo Banesto, y arrastrando una deuda muy abultada, se fusionó con la aseguradora francesa AGF. La compañía resultante, a su vez, sería absorbida por Allianz, aunque se mantuvo una división con el nombre de Fénix Directo.

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Diario de Córdoba, de 1 de Febrero de 1880

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La Urbana se fundó en 1848, en el País Vasco. Funcionó hasta 1972, cuando se fusionó con otra compañía. Actualmente, forma parte del grupo Axa.

Los seguros nos recuerdan lo frágil y finita que es la vida:

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El Álbum Ibero Americano, 30 Diciembre de 1899 © Biblioteca Nacional de España

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La Iberia, 4 de Diciembre de 1881

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Heraldo de Madrid, 19 de Diciembre de 1899

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Cuentan que, en el siglo \1\2, dos caballeros estaban a punto de enfrentarse por una rivalidad amorosa. Entonces vieron a una dama y, como las faldas tiran más que las espadas, ambos se lanzaron en su ayuda. La encontraron en el suelo, aparentemente desmayada, con el rostro cubierto con el velo. Cuando le desnudaron las facciones, encontraron la piel seca y descolorida de un cadáver. Aquella mujer llevaba ya algún tiempo muerta. Los hombres, más frustrados que temerosos, exclamaron al unísono: «¡qué desengaño!». De ahí el nombre de la calle.

Otra anécdota adicional: los protagonista de la comedia Aquí no hay quien viva viven, precisamente, en una calle llamada Desengaño.

Pero si tuviéramos que votar por el anuncio más siniestro del último cuarto del siglo XIX, creo que el escogido sería el siguiente:

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La Vanguardia, 1 de Enero de 1884

© La Vanguardia

Sí, señor, esto es gore del bueno. Hasta los genios del terror, como Stephen King, echarían la papilla asistiendo a un embalsamamiento.

Conservar el cuerpo tenía sentido para varias razones. A veces, se trataba del cadáver de un emigrante, que debía hacer un último viaje a casa para ser enterrado entre los suyos. Si era un personaje de cierta categoría, su velatorio podía alargarse varios días, para que todos sus familiares, conocidos y admiradores pudieran darle el adiós.

Enfrentados a temas tan incómodos como la muerte, quizá se nos antoje pensar en todo lo contrario. En alimentar ilusiones.

Por ejemplo, participando en una Gran Lotería de Dinero (me parece importante la aclaración: no vayamos a creer que se sortean lentejas o tornillos):

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Gedeón, 25 de Enero de 1899

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El anuncio nos habla de un sorteo de origen alemán, aunque no faltaban rifas nacionales. En 1763, bajo el reinado de Carlos III, se organiza el primer sorteo oficial, con el objetivo de engordar las flacas arcas del Estado.

En 1811, con una Hacienda de nuevo famélica, por culpa de la Guerra de Independencia, se instauró otra lotería, que llamaron la Moderna, para distinguirla de la antigua o Primitiva.

Debido al éxito de la lotería, a Fernando VII se le ocurrió convocar sorteos especiales, como los de Navidad. Los premios eran más abultados, pero también el precio de los billetes y, por lo tanto, los ingresos obtenidos por el Estado. Todo un chollo.

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Cabecera de El País, 24 de Diciembre de 1899

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Seamos realistas: es más probable será golpeado por un rayo que conseguir un premio de la lotería. Para ganar dinero en el siglo XIX había que hacer lo mismo que en el XXI: delinquir. Sólo necesitamos un despachito con buenos enchufes y acceso fácil a la pasta. Si nos falta sangre para el delito, entonces la única opción que nos queda es trabajar.

La alternativa más básica es el campo. La Revolución Industrial no termina de calar en esa España (nunca lo haría, de hecho. Hasta el momento, hemos preferido comer de ladrillo y de los turistas), y el medio rural es el principal motor de la economía. No faltan publicaciones especializadas en agricultura y ganadería, con sus correspondientes anuncios.

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El Progreso Agrícola y Pecuario, 16 de Enero de 1899

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El Progreso Agrícola y Pecuario, 30 de Junio de 1899

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La Vanguardia, 15 de Agosto de 1882

© La Vanguardia

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El Progreso Agrícola y Pecuario, 30 de Abril de 1899

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El Diario de Córdoba, 16 de Noviembre de 1880

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Almanaque Bailly Baillere, 1896

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Aunque el dinero sea importante, lo que necesitamos de verdad es un periódico. ¿Qué sería de nosotros sin las recomendaciones bienintencionadas de un ejército de anunciantes? Amontonaríamos cientos y cientos de reales sin saber muy bien en qué gastarlos.

Es imposible hacer un recuento exhaustivo de todos los diarios disponibles en el periodo de 1880 a 1899. La prensa es más variadas y abundante que en nuestros días, dado que es el único medio de comunicación disponible. Sólo podemos repasar unas pocas publicaciones, basándonos en criterios muy subjetivos.

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El Álbum Ibero Americano, Nº 2, 1891

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El primer número de el Álbum Íbero Americano, se publicó el 7 de Enero de 1891. Fue fundado por una mujer llamada Concepción Gimeno Flaquer, una maestra de profesión. De corte progresista, su publicación no sólo tendía un puente cultural entre España y Sudamérica. También fue un altavoz para las ideas feministas, de las que ella fue pionera en nuestro país.

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Álbum Salón, 21 de Noviembre de 1897

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El Álbum de Salón destaca por sus abundantes ilustraciones y fotografías, de alta calidad. Apareció en 1897 y se publicó, quincenalmente, durante diez años, hasta 1907.

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La Correspondencia de España, 1 de Enero de 1880

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La Correspondencia de España fue uno de los diarios más vendidos de la época. Hacia 1864, se imprimían veinte mil ejemplares diarios, valiéndose de un precio muy asequible y de una extensa red de vendedores callejeros. Lo inauguró el periodista Manuel María de Santa Ana, en 1848, con el objetivo de «contar a los españoles, al ponerse el sol, lo que había pasado en el mundo desde el amanecer». Se publicó hasta 1925.

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El Imparcial, 16 de Marzo de 1867

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El Imparcial se fundó en 1867, de la mano del periodista Eduardo Gasset y Artime (abuelo del filósofo José Ortega y Gasset). Rival directo del diario La Correspondencia de España, lo superará en ventas, llegando a imprimir ciento cuarenta mil diarios hacia 1900. Sin embargo, no supo gestionar su éxito y desapareció en 1933, después de casi dos décadas de decadencia.

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La Vida Galante, 22 Enero de 1899

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De a mano del editor Ramón Sopena, apareció La Vida Galante, una revista pionera en su género: el erótico. En sus páginas interiores, contenía algunos desnudos, lo que levantó algunas acusaciones de obscenidad en la época. Además de contenido picante y humorístico, acogía textos literarios de autores como Jacinto Benavente.

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Gedeón, nº 2, Noviembre de 1895

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Gedeón era un semanario satírico, de posición conservadora, que se publicó entre 1895 y 1912. Sus dibujos y textos sacaron de sus casillas al gobierno más de una vez, y por eso sufrió varias denuncias y suspensiones.

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El Globo, 6 de Enero de 1880

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El Globo fue un periódico fundado por Emilio Castelar (el mismo que sería presidente de la Primera República), en 1875. Se destacaba por encima de otros diarios informativos, como El Imparcial, por el abundante uso de grabados e ilustraciones. Dejó de publicarse en 1930.

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El País, 22 de Junio de 1887

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Uno de los diarios de referencia del progresismo español fue El País, que apareció en junio de 1887. Entre sus redactores y colaboradores se contaron importantes figuras de la Generación del 98, como Azorín, Valle Inclán, Baroja, Unamuno y Rubén Darío.

Hasta aquí, todas las compras que podíamos hacer en un día cualquier de 1890. O casi todas, porque faltan algunas muy importantes: las relacionadas con el comer y el beber. Veámosla en el próximo capítulo.