LAS TRETAS DEL PODER
HAY infinidad de cursos, libros, gurús de autoayuda, terapeutas de las relaciones y coaches, o asesores de vida, que intentan enseñarte cómo disfrutar de relaciones mejores, más felices, más duraderas, más enriquecedoras y, por encima de todo, más sinceras. Pero hasta que entendamos lo que ocurre en el nivel más básico de una relación, hasta que comprendamos el mecanismo de la búsqueda y hasta que seamos capaces de identificar la dinámica que es causa de nuestra falta de sinceridad y de nuestra desconexión en primer lugar, no podremos ser verdaderamente sinceros; solo fingiremos que lo somos. Quiero que veamos lo que es la verdadera sinceridad, la verdadera honestidad, y la relación que tiene con la búsqueda.
Si preguntamos qué es lo más importante en una relación, mucha gente dirá que la sinceridad. Comunicar lo que de verdad piensas y cómo te sientes realmente, ser auténtico, vulnerable y profundamente humano en tus interacciones se considera la manera más saludable de vivir. Y a mí me gustaría objetar a esto que, cuando buscamos algo, no podemos ser verdaderamente sinceros, por mucho que lo intentemos.
¿Quieres contarle la verdad, admitir lo que realmente es verdad para ti, a tu pareja, a tu amigo, a tu madre, a tu padre? Estupendo. Pero mientras busques algo de ellos —ya sea amor, aprobación, aceptación o seguridad— o simplemente quieras que piensen bien de ti, siempre intervendrá el miedo, el miedo a perder. En pocas palabras, mientras estés buscando, siempre vas a jugarte una pequeña treta a ti mismo y a jugársela a los demás, aunque no te des cuenta. Secretamente, adaptas tu comportamiento, cambias lo que dirías, escondes lo que sientes en realidad, vas con cuidado, para asegurarte de que seguirán dándote lo que quieres. Ocultas lo que realmente piensas, lo que realmente sientes, para no perderlos y, de ese modo, no perder la posibilidad de completarte. Empiezas a representar un papel, en vez de relacionarte. Te relacionas como imagen con otra imagen, y no como espacio abierto con el espacio abierto..., y tus relaciones pueden acabar pareciéndote incompletas e insatisfactorias.
Suena bastante dramático todo esto, y tal vez respondas: «No, ¡qué va!, es demasiado exagerado. Yo no creo que busque completitud en mi pareja. Y no represento ningún papel, ¡soy yo mismo!». Ya, pero esta búsqueda puede adoptar formas muy sutiles; puede existir aunque no seas consciente de ella. La cuestión es que no percibimos directamente nuestra búsqueda de amor, solo experimentamos los efectos secunda— ríos de la búsqueda, es decir, la tensión en las relaciones, la falta de sinceridad de nuestra pareja, la frustración o la ira que nos provoca, el sentimiento persistente de que la otra persona no es quien queremos que sea o quien pensamos que debería ser. Muchas veces, la búsqueda se percibe como un sentimiento de desconexión... de los demás, de la vida en sí. La verdad es que, si hay conflicto en tus relaciones, probablemente busques algo de tu pareja —o de tu amigo, tu padre, tu madre, tu hermana, tu hijo, tu jefe, tu terapeuta o tu maestro— sin darte cuenta de ello. La clave está en ser sincero en todo momento sobre lo que buscas, y esa sinceridad siempre empieza y termina en ti.
Buscar desemboca siempre en alguna clase de conflicto, porque, en definitiva, buscas algo que ninguna persona te puede dar. Nadie tiene el poder de completarte. Por eso, otorgar inconscientemente a otra persona el poder de completarte es el principio del problema, porque el poder que en realidad buscas —el poder de completud, la comunión, la intimidad— no reside en otra persona. La comunión que de verdad buscas es la comunión con la vida misma. Lo que de verdad anhelas es una profunda intimidad con tu propia experiencia..., es la más profunda aceptación de cada pensamiento, de cada sensación, de cada sentimiento. Y eso no puede venir de nadie que esté fuera de ti.
Lo que de verdad anhelas, en el nivel más profundó es a ti mismo..., no al ti mismo del relato mental que el pensamiento ha creado y que cuentas de ti, sino a ti mismo como espacio plenamente abierto que acoge la totalidad de la vida, al ti mismo que eres en verdad, alegue eres más allá de tu relato de ti. Lo que buscas es lo que ya eres, y no verlo te hace salir al mundo y buscar completud en otra persona.
Una vez que le has otorgado a alguien el poder)de completarte —que has cedido tu poder (aunque, en última instancia, ni siquiera sea tuyo; es una manera práctica de hablar de ello, por ahora)—, inconscientemente, le has otorgado también el poder de quitarte la completitud en cualquier momento.
Si me completas, también puedes arrebatarme, en cualquier momento, esa completud. Si tienes el poder de darme amor, también tienes el poder de quitarme el amor. Esta es la treta que empezamos a jugar con los demás.
En el momento en que le otorgas a una persona el poder de darte y quitarte el amor —en el momento en que la conviertes en un gurú (y todo buscador tiene alguna clase de gurú, como explicaré más adelante)—, a cierto nivel empiezas a temerla, porque ahora tiene el poder de volver a dejarte
incompleto, de hacerte sentir que no vales nada, en el instante que se le antoje. Así que empiezas a sentir que debes andarte con cuidado cuando estás con ella. No debes hacer nada que la incomode, o te retirará la completitud: «No debes hablar de esto, ni mencionar aquello»; «Anda de puntillas; «Haz como si aquello nunca hubiera sucedido»; «No te expreses con demasiada libertad, dile solamente lo que quiera oír»; «Ten cuidado de decir las palabras correctas». O bien sientes que tienes que controlarla, que tener cierto poder sobre ella, y haces alardes de fuerza, de inteligencia, de sensualidad y de superioridad para conservarla a tu lado. Tanto si tu búsqueda se expresa como pasividad o como dominación, como inferioridad o como superioridad, el objetivo es el mismo: no revelarte completamente como eres. Contenerte. Dejar de admitir lo que de verdad sientes, crees o piensas, lo que es verdad para ti, y empezar a mostrar una imagen de ti mismo para agradar a la otra persona, para calmarla o para tener control sobre ella. Dejar de admitir quién eres y representar lo que no eres.
Esta dinámica de poder explica por qué hay tanta gente que vive sus relaciones como un auténtico drama, un drama que parece surgir de la nada. Es increíble lo rápido que el «¡te amo! ¡Tú me haces un ser completo!» puede transformarse en «¡se acabó! ¡Te odio! ¡Me voy para siempre!»..., a veces en cuestión de unos instantes. La paz puede transformarse en guerra en un abrir y cerrar de ojos. ¿Qué sucede? ¿Es que los seres humanos somos realmente así de irracionales y volubles por naturaleza, o es que ocurre algo a un nivel más profundo? ¿Por qué se convierten las relaciones con tanta facilidad en un campo de batalla, donde dos personas luchan cada una por su vida?
Suele decirse que hacemos daño a aquellos que amamos. Lo hacemos porque es incalculable lo que buscamos de «aquellos a los que amamos», y nos sentimos terriblemente dolidos cuando no nos lo dan o cuando dejan de darnos el amor que esperamos de ellos. El amor de tu vida puede convertirse en tu peor enemigo de un instante para otro. En nuestras relaciones más íntimas es donde podemos sentir el mayor dolor. Tiene sentido que la intimidad y el dolor parezcan ir siempre juntos. Aquellos de quienes más esperamos son quienes tienen el poder de herirnos más. Pero, cegados por nuestra búsqueda, inconscientemente les damos ese poder. No es que ellos lo tengan hasta que nosotros se lo otorgamos; somos nosotros los que, en la búsqueda de completud, hacemos a otros poderosos en nuestro mundo, y luego nos convertimos en esclavos de ese poder.
El amor que es condicional, el amor que está basado en la búsqueda, en la posesión, en obtener lo que quiero y en intentar no perder lo que tengo, puede tornarse fácilmente en frustración, agresividad e incluso violencia emocional y física. Cuando no obtengo lo que quiero, cuando se me priva de lo que creo que necesito para estar completo, aparece el conflicto. Esta clase de amor condicional nunca me dará lo que de verdad anhelo.
¿Hay un amor que no sea condicional? ¿Hay un amor que no dependa de si consigo obtener o no lo que quiero de ti? ¿Hay un amor tan radicalmente abierto que no quiera nada como contrapartida? ¿Un amor que jamás necesite que cambies? ¿Un amor que te ame tal como eres en este momento? ¿Un amor que esté más allá de la imagen que tenemos de nosotros mismos?