4
Jura era la única persona que se hallaba en el campo de adiestramiento. Había allí blancos para practicar con lanzas y flechas, espacios vacíos para la práctica de la lucha, una pista para corredores y obstáculos para practicar saltos. En ese momento, el campo parecía enorme, pues sólo Jura se encontraba allí. Las otras guardianas habían acudido presurosamente a la ciudad, cuando un corredor llegó diciendo que el nuevo príncipe se acercaba a Escalon.
—Príncipe, ja— murmuró Jura, arrojando su jabalina y haciendo blanco. Era inglés y venía a usurpar el trono que debía ocupar su hermano. La consolaba el hecho de que toda Lanconia compartía su opinión. Esta vez todas las tribus se habían unido por un motivo: ese inglés no era su rey, como no lo era Edward.
Oyó un ruido detrás de ella y, jabalina en mano, giró sobre sí misma. El extremo apuntaba a la garganta de Daire.
—Demasiado tarde — dijo él, sonriendo— . Pude haber tomado una flecha. No deberías estar aquí a solas, sin ninguna guardia.
— Daire, oh, Daire — exclamó ella, arrojándole los brazos al cuello— . Te he extrañado tanto, tanto, tanto. — Deseaba tocado, abrazado, besado... para olvidar al hombre del río. La noche anterior se había despertado sudorosa, pensando en el extraño, el hombre desconocido, quizás un campesino o un leñador que iba camino de su casa, donde lo esperaban su mujer y sus hijos— . Bésame — rogó.
Daire la besó, pero su beso no fue corno el del hombre del bosque. No la hizo arder de deseo incontrolable. Abrió la boca e introdujo la lengua en la boca de él.
Daire se apartó de ella, con el ceño fruncido. Era un hombre apuesto, de ojos oscuros y pómulos altos, pero no tan atractivo corno el hombre del bosque, pensó Jura involuntariamente.
—¿Qué ocurre? — preguntó Daire con voz ronca.
Jura dejó caer los brazos y se volvió para ocultar su rostro sonrojado, temiendo que él leyera sus pensamientos.
—Te extrañé, eso es todo. ¿Acaso una mujer no puede saludar a su prometido con entusiasmo? — Daire guardó silencio. Ella lo miró. Se habían criado juntos. Daire pertenecía a la tribu vatell. Cuando Thal atacó a su tribu, el padre de Daire había matado al padre de Jura. Thal mató al padre de Daire y el niño de doce años atacó a Thal con una piedra y una lanza rota. Thal había subido al niño a su montura y lo había llevado consigo a Escalan. Corno la madre de Jura había muerto dos semanas atrás, Thal adoptó a Jura y supervisó la educación de ella, Geralt, su hijo, y Daire. Jura, que sólo tenía cinco años y estaba desolada por la pérdida de sus padres en tan poco tiempo, se había aferrado al alto y silencioso Daire. A medida que crecieron continuó apoyándose en él. Pero, aunque había pasado tanto tiempo junto a él, no sabía cuáles eran sus pensamientos.
—¿Ha llegado? — preguntó ella, para que él dejara de mirarla corno cuando era una niña de seis años y había comido su fruta seca, mintiendo después cuando él le preguntó si sabía quién la había robado.
— Ha llegado — dijo Daire en voz baja, sin dejar de mirarla.
— ¿La gente lo abucheó? ¿Le hicieron saber que lo consideraban un usurpador? ¿Acaso...?
—Abrió la puerta de St. Helen.
Jura lanzó una risotada.
—¿Con cuántos caballos? Thal se enfadará cuando sepa que ese cobarde hijo suyo...
—La abrió con las palmas de sus manos.
Jura miró fijamente a Daire.
— Deseaba abrir la verja para hacer entrar sus carromatos y ordenó a sus hombres que emplearan un ariete. No surtió efecto y el príncipe Rowan apoyó las palmas contra la verja y rogó a Dios para que lo ayudara. La verja se abrió.
Jura estaba boquiabierta. La leyenda decía que la verja se abriría cuando llegara el verdadero rey de Lanconia.
Jura reaccionó.
—Hace años que nadie trata de abrir esa verja. Debe estar completamente oxidada. Seguramente el ariete la aflojó y, cuando él la empujó, se abrió. Todos deben haberlo comprendido así.
—Xante se puso de rodillas ante él.
— ¿Xante? — preguntó Jura, abriendo mucho los ojos— . ¿Xante? ¿El que ríe cada vez que alguien menciona al inglés? ¿El que envió mensajes diciendo que el hombre era un tonto?
— Inclinó la cabeza y lo llamó príncipe. Toda la guardia y toda la gente que estaba allí se inclinaron ante él.
Jura desvió la mirada.
—Esto lo hará más difícil. Los campesinos son muy supersticiosos, pero esperaba otra cosa de la guardia. Deberemos convencerlos de que eran tan sólo dos verjas oxidadas. ¿Se lo han dicho a Thal?
—Sí — dijo Daire— . Están con él ahora, — ¿Ellos?
—El príncipe Rowan, su hermana y el hijo de esta.
Jura comenzó a sentirse abrumada. Aparentemente, era la única persona que no había perdido la razón. ¿Acaso toda Lanconia estaba dispuesta a olvidar la verdad, sólo porque se había abierto una verja oxidada, después de haber sido golpeada con un ariete? Seguramente Daire no creía en el usurpador.
—Debemos convencer a Thal de que Geralt debe ser rey. Dime, ¿son muy ingleses? ¿Tienen el aspecto y los modales de los extranjeros?
De pronto, Daire extendió rápidamente el brazo y tomó la gruesa trenza de Jura, obligándola a acercar su rostro al suyo.
—Daire — dijo ella, sobresaltada. No estaba preparada para esa reacción. Cuando se encontraba junto a él, bajaba la guardia. Confiaba plenamente en él.
— Eres mía — dijo él con voz ronca— . Lo has sido desde que tenías cinco años. No te compartiré con nadie.
La expresión de sus ojos la asustó.
— ¿Qué ha ocurrido? — murmuró ella— . ¿Qué ha hecho ese Rowan?
— Quizá lo sepas mejor que yo.
Ella olvidó su temor. Aún sostenía la jabalina en su mano izquierda y apoyó la punta contra las costillas de Daire.
—Suéltame o te atravesaré.
El la soltó y luego sonrió.
Jura no le devolvió la sonrisa.
—¿Puedes explicarte?
Daire se encogió de hombros.
—¿Acaso no puedo estar celoso?
—¿De quién? — preguntó Jura enfadada.
El no respondió. A Jura no le agradó su sonrisa, por que los ojos de Daire no sonreían. Habían estado juntos durante muchos años y él podía leer sus pensamientos. El había sospechado de ese beso que ella le había dado y cuando ella habló del inglés, él percibió algo extraño. Ese beso la había traicionado y le había hecho pensar que sucedía algo fuera de lo normal.
Ella le sonrió.
— No tienes motivos para estar celoso. Quizá mi enojo me lleva a — vaciló ponerte a prueba— . Lo miró; sus ojos le rogaban que no indagara más.
Finalmente, él también sonrió.
—Ven — dijo— , ¿no deseas conocer a tu nuevo príncipe?
Ella exhaló un suspiro de alivio y tomó su jabalina. — ¡Preferiría ir sola al campamento de los ulten!
—Daire adoptó nuevamente esa expresión extraña, pero ella no le preguntó a qué se debía.— Ve, ve con él dijo ella— . Thal querrá que estés allí. Todos deberán estar allí para atender al inglés.
Daire no se movió.
—Seguramente, después habrá un banquete.
Jura lanzó con fuerza la jabalina y dio en el centro del blanco.
— Creo que esta noche no tendré apetito. Vete. Debo entrenarme.
Daire la miró frunciendo el ceño. Parecía preocupado.
Sin añadir una palabra más, regresó a la ciudad amurallada.
Airada, Jura quitó la jabalina del blanco relleno de estopa. Pensó que el regreso de su amado no había sido como ella lo esperaba. Ella lo había abrazado y él la rechazó. y un momento más tarde tiró de sus cabellos, diciendo que estaba celoso. ¿Por qué no le demostró sus celos con un par de besos? ¿Por qué no hizo algo que borrara el re cuerdo del hombre del río? .
Arrojó su jabalina una y otra vez. Decidió pasar el resto del día haciendo ejercicios. De ese modo, por la noche estaría demasiado fatigada para pensar en las caricias y los besos de ese hombre o... Maldijo, lanzó la jabalina y erró el tiro.
—¡Hombres! — dijo, furiosa. Daire la miraba fijamente, tirándola de sus cabellos, otro hombre acariciaba sus muslos. mientras un inglés amenazaba a toda Lanconia. Arrojó nuevamente la jabalina, haciendo esta vez un centro perfecto.
Rowan estaba frente a la puerta de la alcoba de su padre. tratando de quitarse el polvo del camino. No le habían dado tiempo para cambiarse de ropa. Le habían dicho que Thal insistía en vedo de inmediato y que no estaba dispuesto a aguardar.
Después de ver el aspecto descuidado de la casa, Rowan pensó que sus ropas polvorientas no harían mella en Thal. Rowan dio un puntapié a un hueso que estaba debajo de sus pies, irguió la espalda y abrió la pesada puerta de roble. La habitación estaba en penumbra y tardó unos segundos en adaptar sus ojos a ella. Su padre lo examinó en silencio y Rowan miró detenidamente a su padre.
Thal estaba tendido sobre una pila de pieles de pelo largo e hirsuto, acordes con su propio aspecto rudo y desaliñado. Era extraordinariamente alto, más alto que Rowan, pero, a diferencia de este. era muy delgado. Su rostro quizás había sido atractivo alguna vez, pero ahora estaba cubierto por demasiadas cicatrices, producto de demasiadas batallas. Rowan podía imaginario sobre el lomo de un vigoroso caballo, blandiendo una espada sobre su cabeza y llevando a mil hombres a la guerra.
—Ven, hijo mío — murmuró Thal con voz profunda. Era indudable que lo aquejaba un intenso dolor— . Siéntate a mi lado.
Rowan se sentó en el borde de la cama de su padre, tratando de ocultar la ansiedad que sentía. Había trabajado duramente durante años para que los informes que enviaba su tutor a Thal fueran buenos. Siempre había deseado complacer a ese hombre al que no conocía y estar a la altura de sus exigencias. Ahora, al ver la oscura tosquedad de Thal, pensó que el hombre se decepcionaría de su hijo pálido y rubio. Pero Rowan no dejó entrever sus temores.
Thal tocó la mejilla de su hijo con su mano llena de cicatrices, pero todavía fuerte. Sus viejos ojos oscuros se enternecieron.
—Te pareces a ella. A mi hermosa Anne. — Deslizó la mano por el brazo de Rowan— . Y tienes el tamaño de los hombres de su familia. — Sonrió— . Pero tienes la estatura de un lanconiano. Al menos has heredado eso de mí. pues no veo otra semejanza. ¡Y esos cabellos! ¡Son los cabellos de Anne!
Thal quiso reír pero su risa se transformó en tos. Rowan percibió que su padre no deseaba ser consolado y aguardó hasta que la tos cedió.
—Hay algo que corroe mis entrañas. Lo he sabido durante mucho tiempo, pero postergué mi muerte porque deseaba verte. ¿ William te trató bien?
— Muy bien — dijo Rowan en voz baja— . No pude haber pedido más.
Thal sonrió y cerró los ojos.
— Sabía que lo haría. Siempre te amó. Desde el día en que naciste. Después de la muerte de Anne... — Hizo una pausa y tragó saliva— . La muerte trae recuerdos. Rezo por volver a ver pronto a tu madre. Después de la muerte de mi amada Anne, te hubiera entregado a William para que te criara si él me lo hubiera pedido, pero nos atacó a mis hombres y a mí; intentó tomarte por la fuerza.
Thal tosió nuevamente. pero logró controlar el espasmo.
— Pudiste haber enviado a alguien por mí –dijo Rowan suavemente— . Hubiera venido.
Thal sonrió y pareció complacido por sus palabras.
— Sí, pero deseaba que te criaras con los ingleses. Anne me hizo conocer la paz. — Tomó la mano de Rowan— . Nadie ha conquistado a los lanconianos, muchacho. Hemm sobrevivido a los hunos, a los eslavos, a los átaros, a 1os romanos y a Carlomagno. — Hizo una pausa y sonrió— . Pero no sobrevivimos a los curas. Nos convirtieron en Cristianos. Pero echamos a los invasores. Nosotros, los lanconianos, podemos derrotar a cualquiera, menos a nosotros mismos — añadió con tristeza.
— Las tribus luchan entre ellas — dijo Rowan— . Lo he visto personalmente.
Thal oprimió la mano de Rowan.
— Me dijeron que te enfrentaste a los zernas, que hiciste frente a Brocain.
— Los zernas son lanconianos.
— Sí — dijo Thal con energía, y Rowan aguardó que cesara el nuevo ataque de tos— . Cuando fui a Inglaterra conocí a Anne y comprendí que un país podía tener un solo rey. Me llaman rey de Lanconia, pero sólo soy el rey de los iriales. Ningún zerna ni vatell me llamará rey. Siempre seremos una nación dividida en tribus. Pero, si no los unimos, Lanconia morirá.
Rowan comenzó a comprender lo que le pedía su padre.
— ¿Deseas que una a los lanconianos? — No pudo dejar que su voz reflejara temor. No había percibido hasta que punto estaban separadas las tribus entre sí hasta que llegó!
Lanconia. Por haber enfrentado a tres jóvenes y a un anciano, no significaba que pudiera conquistar a todo un país.
—Permití que fueras criado fuera de mi país — dijo Thal— . No eres un irial, y quizá las otras tribus te acepte! porque eres medio inglés.
—Comprendo — dijo Rowan, y cerró los ojos. Durante días había tenido la sensación de que era necesario que la paz reinara en Lanconia y esperaba que, al ser rey, podría evitar la guerra entre las tribus. Pero, ¿unirlas? Le pedían que convirtiera al viejo Brocain y al arrogante Xante en amigos. ¿Podría un solo hombre lograrlo a través de toda una vida? Ahora que había abierto una vieja verja oxidada, creían que estaba destinado a ser rey, pero Rowan pensaba que su adhesión no duraría mucho. En cuanto hiciera algo propio de un inglés, volverían a ver en él a un intruso, un extranjero— . Fui escogido en lugar de Geralt porque soy inglés — dijo— . Los lanconianos piensan que mi hermanastro debe ser el rey.
La expresión de Thal cambió; se había enfadado. — Geralt es irial. Odia a quienes no lo son. Sé que tienes al hijo de Brocain. Protégelo. Si puede, Geralt lo matará. Geralt sueña con una Lanconia habitada solamente por iriales.
—¿Las otras tribus también sueñan con apoderarse de Lanconia? — '— preguntó Rowan fatigadamente.
—Sí — dijo Thal— . En la época de mi abuelo luchábamos contra los forasteros y éramos felices. Llevamos la guerra en la sangre, pero ahora nadie nos invade y entonces nos atacamos los unos a los otros. — Levantó sus manos llenas de cicatrices— . Estas manos han matado a muchos de los míos. No podía evitarlo, pues soy irial.
Tomó la mano de Rowan y lo miró con ojos implorantes.
— Te dejo a Lanconia y debes salvarla. Puedes hacerlo. Abriste la verja de St. Helen.
Rowan sonrió a su padre moribundo, pero íntimamente recordaba que le habían ofrecido una heredera y la había rechazado. Si la hubiera aceptado, ahora estaría sentado junto al fuego, con un sabueso a sus pies, y uno o dos niños en su regazo.
—Es un milagro que el viento no haya derribado esas verjas hace veinte años. — Por un niño, un anciano y unas viejas verjas oxidadas, lo creían capaz de todo. Una parte de él hubiera deseado montar un caballo y huir velozmente de Lanconia. Pero la cicatriz de la pierna comenzó a molestarle.
Thal sonrió y se recostó contra las almohadas. — Posees la modestia de Anne y, según me han dicho, un carácter apacible. ¿Mis lanconianos te trataron mal durante el viaje?
—Fueron terribles — dijo Rowan, sonriendo— . No, tienen muy buena opinión de los ingleses.
—Los lanconianos sólo creen en los lanconianos,
—Miró a Rowan como tratando de recordar sus cabellos rubios y sus ojos azules— . Tú te encargarás de que eso cambie. Harás lo que yo no pude hacer. Quizá, si Anne hubiera vivido, hubiera podido hacer algo para lograr la unión, pero, cuando ella murió, perdí las energías. Si las tribus no se unen, los lanconianos se matarán unos a otros, Estaremos tan ocupados peleando entre nosotros, que no! veremos la nueva horda invasora que venga desde las mono tañas. Confío en ti, muchacho.
Thal cerró los ojos, como tratando de reunir fuerzas, Rowan pensó en la dimensión de lo que su padre le pedía . Como Thal se había enamorado de una mujer hermosa creía que el hijo de esa unión sería capaz de grandes hazañas. Rowan hubiera deseado confiar en sí mismo la mitad de lo que confiaba su padre. Cuando pensaba en lo que le esperaba, tratando de persuadir a los tozudos lanconianos tratando de modificar su manera de pensar, que había sido la misma durante centurias, se sintió abrumado. Nuevamente, hubiera deseado huir. Regresar a Inglaterra, a su hogar, a su seguridad. Pero entonces recordó a Jura. Jura era la única lanconiana a quien podía comprender. Quizás con ella a su lado podría realmente conquistar un país.
— Padre — dijo Rowan suavemente— , ¿es verdad que deseas que me case con Cilean?
Thal abrió sus ojos cansados.
— La escogí cuando era apenas una niña. Me recuerda a Anne: es serena y dulce, y a la vez posee una gran fortaleza interior. Es capitana de la guardia femenina. Es fuerte, sabia y hermosa. Será una excelente esposa.
—Sí, no lo dudo, pero... — Rowan se interrumpió ante la mirada iracunda de Thal. Su cuerpo estaba agonizando, pero su mente estaba sana.
—No te has casado con una inglesa, ¿verdad? Tus hijos serían más ingleses que lanconianos...
—No existe ninguna otra mujer inglesa —dijo Rowan sutilmente. Su padre aguardó, mirando a Rowan de un modo penetrante. Rowan se movió, inquieto. Cuando lo miraba de esa manera, le inspiraba más temor que Brocain. No en vano había reinado durante tanto tiempo— . Existe otra mujer. Creo que también pertenece a la guardia y bien podría ser mi esposa. Su nombre es Jura.
Thal dejó caer la cabeza sobre la almohada, desolado. — ¿Cómo son tus sentimientos hacia ella?
Rowan se sintió un tanto avergonzado, pero trató de controlar el rubor de su rostro. Deseaba tanto a Jura que estaba dispuesto a arriesgarse a decepcionar a su padre, para quien siempre había vivido.
—Intensos — dijo, sintetizando en esa palabra el deseo y la necesidad de tenerla a su lado. Tuvo la esperanza de que su padre comprendiera que estaba dispuesto a luchar por ella.
Thal levantó la cabeza y miró firmemente a su hijo a los ojos. Su mirada tenía la fuerza de muchas generaciones de reyes lanconianos.
—Cuando me enamoré de Anne, la hubiera raptado por la noche si el rey inglés me la hubiera negado. ¿Jura siente lo mismo por ti?
Rowan recordó la pasión con que ella había devuelto sus besos.
— Sí — dijo— . Lo mismo.
— No deseo saber cómo la conociste. Sin duda, ella estaba donde no debía estar. Es muy propio de ella. Oh, hijo mío, ¿por qué no pudiste amar a Cilean? Jura es un problema. Es exaltada como su hermano y malhumorada como su madre. La madre de la joven intentó amenazarme para que me casase con ella cuando nació Geralt. Para castigarme, se casó con el más leal de mis hombres, Johst, y convirtió su vida en un infierno.
Thal hizo una pausa, tratando de serenar su mente y su voz.
—Si te doy a Jura, ello causará muchos problemas. Cilean se convertirá en tu enemiga, y los iriales aman a Cilean. Te odiarán si la repudias. Y Jura está comprometida con...
—¿Comprometida? — dijo Rowan, sorprendido. — Sí — dijo Thal— . Se casará con el hijo de Brita, que es la reina de los vatell. No es conveniente irritar a Brita.
Rowan estaba boquiabierto.
—¿ Una mujer los gobierna? — ¿Debía él luchar contra una mujer? ¿Los lanconianos esperaban que la derrotara en un combate, de igual a igual?
Thal sonrió.
—Sabe usar su cerebro, allí donde nosotros usamos nuestros músculos. Ha gobernado desde que murió su marido. Brita odia a los iriales, sobre todo a mí y a los míos, y no sería sensato encolerizarla. Tendrás conflictos con la gente que apoya a Geralt. ¿No puedes pensarlo mejor y casarte con Cilean? ¿O con alguna otra mujer? Jura es...
—La única a la que yo quiero — dijo Rowan rotunda. mente. Su mandíbula se tomó rígida.
Thal suspiró.
—Existe una manera.
—La aceptaré.
—Puede que ella pierda. Puede que tú pierdas a ambas, a Jura ya Cilean.
—Si se trata de un combate, aceptaré el desafío. — No serás tú quien pelee, sino Jura — dijo Thal— .
Las mujeres lanconianas siempre han sido fuertes. En las batallas, protegen a sus maridos. Cuando sus hombres no están, saben protegerse a sí mismas. Siempre ha sido bueno tener una esposa fuerte. En un tiempo, un hombre podía escoger esposa por medio de un Honorium.
—¿En qué consiste? — preguntó Rowan.
—Es como los torneos ingleses, pero las participantes son mujeres.
— ¿Las mujeres lidian? — preguntó Rowan, incrédulo.
—No, participan en competencias de habilidad; tiro al blanco, jabalina, carreras, salto de vallas, lucha; hay muchas clases de competencias. La ganadora se queda con el hombre que ha convocado al Honorium. Antes de que Rowan pudiese hablar, Thal tomó la mano de su hijo.
—Cuando el rey está involucrado, se deben enviar invitaciones a todas las tribus. Jura es joven y nunca ha combatido. No sabes cómo reaccionará en una competencia. Podría perder. — Hizo una pausa— . También podría perder Cilean.
—Es un riesgo que debo correr.
—No comprendes. La mayoría de nuestras guardias femeninas son hermosas, pero las otras tribus enviarán mujeres horribles y bestiales, para demostrar que desprecian al rey irial. — Thal frunció los labios— . Nunca has visto a una mujer ulten. Son criaturas sucias, astutas y
deshonestas. Robarían tus cabellos mientras duermes si hallan quien los compre. Y sin duda Brocain enviará a una mujer horrenda. Algunos de mis bueyes son más pequeños y bonitos que las mujeres zernas. Piensa en lo que vas a hacer, hijo, y toma a Cilean. Es hermosa y...
— ¿Te hubieras arriesgado a un Honorium para obtener a mi madre?
— Sí — dijo Thal en voz baja— . Me hubiese atrevido a todo, porque era joven y mi sangre bullía al verla.
— Mi sangre bulle por Jura — dijo Rowan con firmeza— . Convoca el Honorium.
Thal asintió.
—Así se hará, pero mantente alejado de ella. Que nadie sepa que deseas conquistarla. No imaginas el odio que engendrarás si desairas al hijo de Brita. Diré que el Honorium se celebra para demostrar que eres justo con todas las tribus. Todas ellas tendrán la oportunidad de que una de sus mujeres ocupe el trono. Ahora debes marcharte. Envíame a Siomun para que pueda anunciar el Honorium. — Pensé que desearías ver a tu hija y a tu nieto.
Thallo miró, asombrado.
—¿Lora? ¿La niña que dejé cuando ella era un bebé? ¿Está contigo?
—Sí, y trajo a su hijo Phillip. Es un niño inteligente.
— No tanto como tú cuando eras niño, estoy seguro — dijo Thal, sonriendo— . Sí, tráelos. Rezo para que Lora no desee a ningún hombre inadecuado.
Rowan sonrió.
—No lo creo, aunque parece interesada en Xante. Thal rió hasta que comenzó a toser.
— ¿Ese viejo corcel de guerra? Ah, ese sería un buen matrimonio. El nunca ha estado casado y haría falta una mujer muy fogosa para ablandar su corazón.
—Lora podría hacerlo. — Rowan se puso de pie; luego, impulsivamente, tomó la mano de su padre y la besó . Lamento... lamento que...
—No — dijo Thal bruscamente— . Sin lamentos. Eres cuanto he deseado que seas; no perteneces a ninguna tribu. Eres un rey lanconiano que no debe lealtad a ninguna tribu en especial. Puedes unir el país. Sólo espero que la mujer que esté a tu lado... No, no lo lamentes. Haz entrar a mi hija y al niño.
— Sí, padre mío — dijo Rowan y se dispuso a salir de la habitación.
— Hijo — dijo Thal— . Di a Siomun que te proporcione ropas adecuadas para que no parezcas un inglés.
Rowan asintió y se marchó.
Cuando salió de la habitación, Rowan se apoyó contra el oscuro muro de piedra y cerró los ojos, abrumado por la enorme confianza que su padre había depositado en él. Siempre había pensado que sería rey de un país, pero ahora descubría que debía unir seis tribus que se odiaban entre sÍ, seis tribus que se saqueaban y mataban unas a otras sin ningún sentimiento de culpa. Rogó para que Dios lo guiara. Haría todo cuanto estuviera a su alcance y confiaría en la ayuda de Dios. Y en Jura, pensó, abriendo los ojos. Jura estaría allí para ayudarlo. Atravesó el largo pasillo y se detuvo al oír la voz enfadada de Lora y la risa de Xante.
—Perdonad la interrupción — dijo Rowan— . Nuestro padre desea veros a ti y al niño. Xante, ¿puedes llevarme con una persona llamada Siomun?
— Sí, mi señor — dijo Xante reverentemente y se marchó.
— Primero Siomun, luego Jura — murmuró Rowan.
Fue detrás de Xante, silbando.
Jura lamentó tener que abandonar el campo de entrenamiento, pero el joven que fue a buscarla dijo que la necesitaban con urgencia. Le pareció extraño que la necesitaran en las caballerizas, pero, últimamente, todo era extraño. Desde que Thal hizo traer a su hijo inglés, su mundo había cambiado. Iría a ver quién la necesitaba, luego buscaría a Geralt y trataría de consolarlo.
Las caballerizas estaban oscuras y vacías. Fastidiada, pensó que, ahora, a causa de la desorganización de los iriales, los zernas podrían atacar y vencerlos.
—¡Hola! — dijo, pero nadie respondió. Desconfiando, tomó su cuchillo y se deslizó lentamente contra el muro, de espaldas a las cuadras de los caballos.
A pesar de su cautela, no pudo evitar que se extendiera una mano y que cubriera su boca. Un fuerte brazo hizo caer su cuchillo y fue arrastrada hacia atrás, hasta el interior de una de las cuadras.
Intentó luchar, pero el hombre la hizo girar entre sus brazos y la oprimió contra su cuerpo. Aunque no podía ver su rostro a causa de la oscuridad, supo que era él.
Cuando la besó, ella respondió apasionadamente. Desde el día anterior, se había dicho a sí misma que lo que había ocurrido con ese apuesto desconocido había sido algo pasajero y que no volvería a repetirse. Había ocurrido por el momento y por el lugar. Extrañaba a Daire y, además, cuando vio a ese hombre, ambos estaban semidesnudos. Su reacción había sido natural. También había menospreciado la pasión que había experimentado. Era lógico reaccionar así ante el beso de un hombre tan atractivo.
Pero Jura se equivocó. No recordaba cómo se sentía entre sus brazos, cómo su cuerpo se estremecía y debilitaba ante sus caricias.
Cuando él levantó la cabeza, ella rodeó su cuello con sus brazos y enroscó los dedos en sus cabellos, deseándolo cada vez más.
—Jura — murmuró él con voz penetrante— . Ahora estaremos juntos — murmuró contra sus labios.
Ella abrió su boca como una flor ante el roce de una abeja. Estar juntos significaba hacer el amor, y ella estaba dispuesta. No pensó en las consecuencias ni en el lugar en que se hallaban. No le hubiera importado estar en medio de un salón.
Ella entreabrió las piernas y apretó sus caderas contra las de él, para que él pudiera sostenerla.
— Mi amor — murmuró él, besando ávidamente su cuello— . Estaremos juntos. Ya lo he dispuesto todo.
— Sí — murmuró ella con los ojos cerrados y la cabeza echada hacia atrás— . Juntos. Ahora.
Ella apartó para mirar su rostro.
— Me tientas más de lo que hubiera creído posible. Jura, mi amor, nunca pensé que podía sentirme así. Dime que me amas. Deseo escucharlo de tus labios.
Ella no había pensado en las palabras; se limitaba a sentir. Sentir el cuerpo de él contra el suyo, sus muslos grandes y duros contra los de ella. Deseaba que su piel tocara la de él, entrelazar los dedos de sus pies con los de él, rozar con sus senos el vello de su torso. Deseaba deslizar sus dedos, sus uñas sobre la piel de él.
—Jura —dijo él, jadeante, besándola con tal violencia que ella cayó hacia atrás. Su espalda chocó contra el muro de piedra del establo. El no la soltó, sino que continuó besándola, oprimiendo su cuerpo contra el de Jura, hasta que ella pensó que la aplastaría. Pero, en lugar de tratar de liberarse de él, lo acercó aún más hacia ella.
De pronto, él la soltó y se ocultó entre las sombras de un rincón.
— Vete — dijo con voz ronca— o dejarás de ser una doncella. Márchate, Jura.
Ella se mantuvo erguida, aferrándose a las piedras del muro que empezaban a lastimar las palmas de sus manos. Su corazón latía con violencia y todo su cuerpo parecía palpitar.
—Vete antes de que alguien te vea — dijo él. La mente de Jura comenzó a funcionar nuevamente. Sí, nadie debía verla. Se esforzó por incorporarse y caminó unos pasos, sosteniéndose contra el muro.
—Jura — dijo él.
Ella no se volvió. Sus músculos estaban demasiado débiles, no deseaba hacer movimientos innecesarios.
—Recuerda que eres mía — dijo él— . No permitas que el hijo de Brita te toque.
Ella asintió; estaba aturdida y no comprendió sus palabras. Luego salió de la caballeriza. Se alegró de que sus pies recordaran el camino de regreso hasta los cuarteles de las mujeres, pues su mente sólo podía pensar en él. Se frotó las yemas de los dedos, los dedos que habían rozado la piel de él.
—Jura — dijo una voz, pero ella no respondió.
—Jura — dijo Cilean bruscamente— . ¿Qué te sucede? ¿Dónde está tu cuchillo? ¿Por qué llevas los cabellos sueltos? ¿Qué son esas marcas que tienes en el cuello? ¿Te han atacado?
Jura miró a su amiga y sonrió a medias. — Estoy muy bien — murmuró.
Cilean frunció el ceño y tomó el brazo de Jura, conduciéndola hasta su habitación. Era un dormitorio espartano que contenía sólo una cama, una mesa, una silla, un lavabo y un gran armario para la ropa. Sobre los muros había armas. El que estaba detrás de la cama tenía un crucifijo de madera tallada.
—Siéntate — dijo Cilean, empujándola hacia la cama. Cilean humedeció un trozo de tela y lo aplicó sobre la frente de Jura— . Ahora dime qué te ha sucedido.
Jura comenzó a reaccionar.
— Yo... yo... estoy bien. Nada me sucedió. –Apartó el trozo de tela. Sus manos aún temblaban, pero se estaba recuperando. Debía mantenerse alejada de ese hombre. Era como una enfermedad... mortal.
—Cuéntame tus novedades — dijo Jura— . ¿Conociste a tu pretendiente inglés? — Quizá su odio por el inglés le hiciera olvidar su pasión— . ¿Es tan estúpido como creíamos?
Cilean aún estaba consternada ante el aspecto de su amiga.
— No es estúpido. Por el contrario, parece extraordinariamente valiente. Se enfrentó a Brocain sin ayuda.
Jura emitió un bufido.
— Eso es más estúpido de lo que creí. Es indudable que su ignorancia lo protegió, pero no volverá a suceder. Ahora que Thal aún está con vida, deberías pedirle que te permita no casarte con ese hombre repulsivo.
Cilean sonrió.
—No es repulsivo. Me besó y fue muy, muy agradable. Jura la miró con severidad.
—Es muy atrevido. ¿Acaso piensa que las mujeres lanconianas somos inmorales? ¿Cómo osa besar a una guardiana como si se tratase de una campesina? — En el momento en que lo dijo se sonrojó. Un hombre se había atrevido a hacer mucho más que eso, pero en lugar de pensar en la moral ella había estado dispuesta a hacer el amor con él en el suelo del establo, entre la paja y el estiércol.
—Puede atreverse cuando lo desee — dijo Cilean. Luego se volvió— . Pero no podrá ser. Thal ha convocado un Honorium para luchar por el nuevo rey.
—¿ Un Honorium? — dijo Jura con incredulidad, ahora muy atenta a lo que decía su amiga— . En toda mi vida no se ha celebrado ninguno y creo que tampoco en la de Thal. — Se puso de pie— . ¿Cómo se atreve ese advenedizo a hacer tal cosa? Es ofensivo para ti. Es como si declarase que la mujer que han escogido no es lo suficientemente buena para él. Es un canalla, un cobarde, un...
—Jura — dijo Cilean, volviéndose hacia ella— . Estás equivocada. Fue Thal quien convocó el Honorium. Dice que su hijo será el rey de todos los lanconianos y que, por ello, su esposa debe ser elegida entre todas las tribus, Rowan ha sido muy noble al aceptado. ¿Qué ocurrirá si vence una mujer zerna? ¿D una ulten? — dijo con horror— , Ningún hombre sería tan noble como para permitir esa competencia. No se ha celebrado un Honorium desde la época del rey Lorcan y la reina Metta. Me han dicho que era una mujer brutal y que había perdido media nariz en las batallas: además, era diez años mayor que el rey. Tuvieron hijos. Sin embargo el príncipe Rowan ha accedido a casarse con la ganadora del Honorium.
Jura se volvió y oró en silencio, pidiendo ayuda. ¿Por qué todos atribuían tanta nobleza a ese extranjero?
—Es indudable que ignora las posibles consecuencias del resultado. Te ha visto y cree que todas las guerreras lanconianas son como tú. Es como un perro obediente que hace cuanto le ordenan sin protestar. — La risa de Cilean hizo volver a Jura.
—El príncipe Rowan es cualquier cosa menos obediente. Aguarda a conocerlo. Esta noche habrá un banquete. Te lo presentaré y comprobarás por ti misma cómo es, Jura no disimuló su enojo.
— No traicionaré a mi hermano. Geralt debe ser el rey y cuanto he oído decir hasta ahora de ese inglés lo confirma. Ve al banquete y siéntate a su lado. Yo no lo haré, Alguien debe permanecer aquí para vigilar el campamento. Además, debo afilar algunas armas.
—¿Tu cuchillo, por ejemplo? — preguntó Cilean mordazmente, señalando su cuchillera vacía.
—Caí... en la oscuridad — dijo Jura con vacilación y volvió a sonrojarse al recordar al hombre de las caballerizas— . Regresaré y lo hallaré. Ve a ese banquete y te veré mañana. — Jura salió rápidamente de la habitación, antes de que Cilean le hiciera más preguntas sobre el cuchillo, y las marcas que tenía en el cuello.
Al pensar en el hombre Jura se sintió invadida por una ola de calor. Agradeció la fresca oscuridad que le ayudaba a ocultar su rostro encendido.
El cuchillo no estaba en las caballerizas y supo que él lo tenía. Se apoyó contra el muro, cerró los ojos y se maldijo a sí misma por ser tan tonta. Había visto a ese mentecato en dos ocasiones y había caído en sus brazos como una ramera, sin saber su nombre ni su posición. Tal vez fuera uno de los esclavos que trabajaban en la ciudad. Pero era limpio y su voz suave y profunda pronunciaba perfectamente el idioma irial. Los esclavos lo hablan mal, con sonidos guturales.
Pensó que podía ocasionarle problemas. Podría emplear su cuchillo para chantajeada. El cuchillo tenía el dibujo de dos leones rampantes y todos sabrían que era de ella. Bastaba que se lo mostrara a Daire... ¿Qué había dicho él? El hijo de Brita. Si Daire veía el cuchillo en manos de otro hombre, podría haber problemas entre los vatell y los iriales.
—Idiota — se dijo a sí misma en voz alta— . Eres una estúpida idiota y no mereces pertenecer a la guardia femenina. — Salió de la caballeriza y continuó maldiciéndose a sí misma.