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La economía del medio ambiente

 

 

Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera.

 

PABLO NERUDA

 

Aún recuerdo lo que supuso durante mi formación el descubrimiento de Paul Samuelson gracias a mi profesor, y ahora amigo, Saturnino Aguado. Tengo una deuda con mis profesores de la universidad, pues me enseñaron a aprender economía leyendo a los más grandes especialistas de todos los tiempos.

Paul Samuelson fue asesor de Kennedy en la Casa Blanca y fue galardonado con el premio Nobel de Economía. Formalizó matemáticamente toda la economía clásica y, por su visión y sus aportaciones, se ha consolidado como uno de los economistas más influyentes de la historia del análisis económico.

Millones de economistas de todos los países del mundo hemos iniciado nuestros estudios con su manual. Yo compré la decimoséptima edición a principios de los años noventa, y entonces sólo incluía un capítulo dedicado a los bienes públicos y el medio ambiente. En ese mismo año de 1991, Ronald Coase ganó el Nobel y la economía medioambiental empezó a amanecer.

 

 

EL TEOREMA DE COASE

 

También recuerdo lo que significó para mí conocer a Diego Azqueta. Luis Toharia, invitó a Diego a darnos una conferencia en su curso de microeconomía sobre el teorema de Coase, que había sido recientemente reconocido con el premio Nobel. Diego, con el sosiego y la calma que le caracterizan, reconoció su admiración por Coase pero rebatió puntos cruciales de su teorema.

Hasta ese momento, yo había pensado que un Nobel tendría poco menos que el don de la infalibilidad. Sin embargo, la intervención de Azqueta cuestionando con argumentos y casos concretos tan galardonada teoría, fue una gran lección de pensamiento crítico que no he olvidado jamás.

Los bienes públicos tienen un tratamiento especial, ya que no pueden resolverse mediante precio y su consumo no es excluyente. Si compras un refresco el tendero te cobra por él, y cuando lo bebes, nadie más puede bebérselo. Así se define un bien competitivo en el que la economía de mercado y la fijación de precios resuelve el problema de escasez si se cumplen unas mínimas necesidades básicas.

El teorema de Coase afirma que la intervención del Estado no es necesaria para corregir externalidades, ya que si las leyes de propiedad están claras, la negociación entre las partes se resolverá positivamente y con un máximo nivel de bienestar. Pero ¿quién puede ponerle precio al aire? El aire puede ser regulado con tasas o impuestos por contaminación, pero no es posible delimitar su propiedad y, en consecuencia, no se puede fijar un precio.

La segunda limitación que afecta a los bienes es la escasez. El aire es abundante y su consumo no impide que el resto de los humanos y animales también respiren. Por ambas razones el precio del aire es cero, pero no así su valor. ¿Cuánto estarías dispuesto a pagar por respirar si el aire fuera escaso? Shangai es una de las ciudades con mayores niveles de polución en el aire del mundo. Muchas personas tienen que salir a la calle cada día con mascarillas. ¿Cuánto pagarían los ciudadanos de Shangai por poder disfrutar de aire limpio?

Ronald Coase fue un profesor de la facultad de derecho de la Universidad de Chicago, cuna del ultraliberalismo que hoy representa el Tea Party. La propuesta de Coase consistía en asignar los derechos de propiedad del aire a una de las partes y dejarles negociar. Si los costes de transacción de esa negociación no son muy elevados, ambas partes llegarían a un precio de equilibrio de máximo bienestar para ambos. Sin duda, el teorema de Coase era el sueño del Tea Party, contrario a cualquier intervención del Estado.

Alfred Marshall nos enseñó que cuando sube un precio y se mantiene todo lo demás constante, disminuye la cantidad demandada. Esto puede deberse a un efecto renta, es decir, que con el mismo salario tras la subida del precio podemos comprar menos bienes, o por un efecto sustitución, ya que al subir el precio compraremos más bienes sustitutivos y menos del bien que se ha encarecido.

Hay dos métodos matemáticos para estimar el efecto renta y el efecto sustitución: el método de Slutsky y el método Hicks. Según los cálculos teóricos, la diferencia entre ambos métodos no debería ser superior al 2 por ciento del coste total. Esto fue lo que consideró Coase como bajos costes de transacción y le permitió formular su propuesta para resolver el problema de los bienes públicos, entre ellos el medio ambiente.

Para rebatir los argumentos de Coase, Diego Azqueta empleó un ejemplo real, la valoración del parque natural de Doñana. Su experimento consistía en asignar la propiedad del parque a una parte de los vecinos de los pueblos dentro del recinto. Los que hacían el trabajo de campo preguntaban a los propietarios cuánto tendrían que pagarles para compensar la satisfacción que les producía disfrutar del parque. Su respuesta era puramente emocional: argumentaban que el parque era su vida y que pasear por las marismas les suponía mucha satisfacción. Su valoración tendía a infinito.

Al mismo tiempo, encuestaban a otros vecinos de los mismos pueblos con la misma vinculación emocional con el parque a los que se les decía que la propiedad la ostentaría el Estado. A este segundo grupo les preguntaban cuánto estarían dispuestos a pagar por seguir haciendo uso del parque y mantener el nivel de bienestar que les proporcionaba. En esta ocasión, las respuestas tendían a cero. Es decir, que las diferencias entre ambas posturas superaban las cien veces, cifra muy por encima del idílico 2 por ciento teórico que apoyaba las tesis de Coase. Porque en la vida real, asignar la propiedad a una de las partes, con diferencias de valoración tan extremas y pensar que van a llegar a un acuerdo amistoso, es como creer que los niños vienen de París en cigüeña.

En el caso de la contaminación del aire en Shangai, ¿alguien piensa que sería indiferente, como defiende Coase, asignar los derechos de propiedad a las empresas industriales contaminantes de la periferia que a los vecinos de la ciudad que padecen la contaminación? Tengo serias dudas. Es absurdo creer que los individuos podemos convivir ordenadamente en sociedad sin ningún tipo de intervención del Estado, tanto como pensar que el control total del Estado garantiza el paraíso.

Los que defendemos una economía mixta, donde la libertad individual y la propiedad privada son pilares fundamentales de la sociedad pero el Estado debe tener un papel proactivo, vemos este tipo de conflictos desde el pragmatismo, sin dogmas y prejuicios ideológicos. Hay determinados bienes, como es el medio ambiente, de los que es imposible que el mercado resuelva su escasez.

Un pragmático se plantea cómo solucionar el problema. En el caso de un refresco pocos niegan que la economía de mercado suele resolver el problema de escasez mediante tiendas y poniendo precio. En el caso de problemas ambientales no hay una solución sencilla y el análisis coste beneficio de la decisión debe estudiarse caso a caso.

 

 

EL CLUB DE ROMA Y EL AMBIENTALISMO ACTUAL

 

Toda acción del hombre contamina, incluso las más inofensivas. En los últimos años se ha producido un resurgir de las tesis defendidas por el Club de Roma en los años setenta y varios partidos de extrema izquierda, tras la caída del Muro de Berlín, han pasado de ser comunistas a ecologistas. El propio Fidel Castro abandera ahora el ecologismo. Postura sorprendente si tenemos en cuenta que lo hace desde Cuba, donde siguen usando coches soviéticos que consumen treinta litros cada cien kilómetros, o maquinaria agrícola e industrial extremadamente contaminante.

Los cubanos pueden alardear de seguir labrando el campo con métodos tradicionales, pero no se trata de una elección voluntaria sino impuesta por la ausencia de divisas para poder comprar maquinaria moderna. El resultado ha sido que producen menos azúcar ahora que antes de la revolución castrista de 1959 y tienen que importar el 80 por ciento de los alimentos que consumen.

El manifiesto del Club de Roma defendía poner límites al crecimiento para frenar el deterioro del medio ambiente y hablaban de conseguir crecimiento cero del PIB. La propuesta demuestra una falta de conocimiento de la contabilidad nacional y de la medición del PIB por parte de los miembros del Club de Roma y de los que ahora defienden sus tesis.

La convención contable de medición del PIB la determina el FMI y la siguen el 99 por ciento de los países del mundo, sólo quedan fuera algunos de los llamados países no alineados como Cuba o Irán. Como hemos visto con anterioridad la clave de la mejora del nivel de vida es la acumulación de capital. En el PIB se contabiliza la inversión que es la variación del stock de capital. Pero se contabiliza toda, incluida la inversión que hacen las empresas, los gobiernos y las familias para corregir el deterioro y la depreciación de sus viviendas, fábricas o carreteras. Si mantenemos el crecimiento cero, como propone el Club de Roma, la inversión debería tender en la media a cero. Por lo tanto, no se podría ni siquiera corregir el deterioro que sufren las máquinas y los edificios por su uso y la erosión. Ésta es la maldición del comunismo que no conseguía mantener el capital ya existente, de lo que Cuba es buen ejemplo.

Recuerdo que cuando visité la isla estaban remodelando la Habana Vieja. Tenía serios problemas de alcantarillado y el agua para los vecinos de la zona llegaba en cisternas. La gente sabía cuándo había pasado el camión porque había ropa tendida en las ventanas secándose. Una vez salías de la zona turística y te adentrabas por las calles del Vedado, el barrio limítrofe, resultaba desolador contemplar los edificios apuntalados con vigas de madera y en claro riesgo de derrumbe. Un alto cargo del equipo económico del régimen nos llevó a cenar a La Guarida, un lugar famoso porque en él se rodó la célebre película Fresa y chocolate. La cena fue calentita ya que defendió a ultranza el sistema de planificación y criticó la economía de mercado. Al final se ofreció llevarnos al hotel y cuando pasábamos por el Malecón, dijo «qué bonita es La Habana, lástima que le falte una capa de pintura». Después de la cena que tuvimos, no quise profundizar en la polémica, pero pensé para mí que La Habana necesitaba primero hormigón y luego pintura. Siempre que escucho a alguien defender el crecimiento cero me entran sudores fríos.

El otro problema que provoca el crecimiento cero es el de distribución de la renta. En los años setenta, el 15 por ciento de la población mundial que vivía en los países desarrollados tenía el 75 por ciento de la renta mundial y el 90 por ciento de la riqueza acumulada. Si se hubiera impuesto un límite al crecimiento en China y la India, estos países no habrían podido reducir la pobreza extrema en 500 millones de personas. Y el mismo proceso se ha vivido en América Latina, aunque con menor intensidad, y empieza a suceder en África. ¿Quieren condenar a estos países al crecimiento cero y a ser cada vez más pobres? ¿Van a acabar con la democracia y a imponer un dictador benevolente que redistribuya la riqueza mundial con criterios de justicia y equidad?

 

 

EL ENTORNO TAMBIÉN ES RIQUEZA

 

El reto es descubrir un enfoque pragmático que garantice el equilibrio entre desarrollo económico y protección del entorno. Los que conozcan Lanzarote sabrán que hablo de un lugar único en el mundo. Se trata de una isla volcánica que no se parece a ninguna otra y que tiene un encanto especial que enamora al visitante.

En esta isla nació un gran humanista: César Manrique. Manrique fue un artista que coqueteó con el surrealismo, pero su mejor legado para la posteridad fue el modelo de urbanismo que concibió para la isla que le vio nacer.

Lanzarote tenía una de las rentas por habitante más bajas de toda Europa. Debido a su clima semidesértico, su economía era de subsistencia: salinas, cal, cabras, corderos, uva y algo de huerta en unas condiciones hídricas extremas. Manrique comprendió que el turismo era la mejor oportunidad de desarrollo de las islas ya que el despegue de la aviación comercial las situaba en una posición privilegiada para los turistas europeos, con sus casi trescientos días de sol al año y su clima subtropical.

Desde el principio, Manrique incluyó el urbanismo y la arquitectura en su modelo turístico, y se dedicó a crear obras que combinaban lo escultórico con la naturaleza. Entre sus creaciones más espectaculares destacan los Jameos del agua, una cueva natural de origen volcánico que contiene en su interior un bellísimo lago donde habita una especie de cangrejo única en el mundo, o el restaurante la Boca del diablo, en el Parque Nacional de Timanfaya, donde los alimentos se cocinan con el calor volcánico que sube del interior de la tierra. Ambas fueron construidas con dinero público y su gestión depende del Estado.

Son dos lugares mágicos en los que los turistas pueden enriquecerse con experiencias irrepetibles en cualquier otro emplazamiento. En los Jameos se puede disfrutar de una cena o un refresco, mientras se observan los destellos blancos de los cangrejos en el agua, o asistir a recitales de música, ballet o teatro en su auditorio. También se habla de economía. Este economista observador organizó el Foro Global Sur en el auditorio de los Jameos. Ponentes como Enrique Iglesias o Michel Camdessus, ambos dirigentes del FMI y del BID durante casi dos décadas, quedaron maravillados por el auditorio de Manrique dentro del volcán.

Gracias a su fama universal, Lanzarote recibe en la actualidad tres millones de turistas al año, cifra similar a la de grandes centros turísticos mundiales como Cuba. Sin la visión de Manrique y la intervención pública en origen, este milagro económico no hubiera sido posible.

Manrique dividió la isla en dos: la zona turística, concentrada en los municipios de Playa Blanca, Puerto del Carmen y Costa Teguise, y la zona residencial, pueblos como Arrecife y Playa Honda, en los que viven los trabajadores. Las casas conservan la arquitectura autóctona pero, en muchos casos, con diseños de vanguardia. Se han protegido las principales playas, Papagayo, Famara y la isla Graciosa, como parques naturales.

Einstein dijo que «Dios no juega a los dados con la naturaleza». Si en lugar del Estado hubiesen sido las corporaciones hoteleras las que ostentaran los derechos de propiedad del territorio, el resultado a buen seguro habría sido diferente y no neutral como defendían Ronald Coase y los Chicago boys. De hecho, en 1992, el gobierno de la isla aprobó una moratoria para derogar planes urbanísticos que habían sido aprobados y que contemplaban la creación de 7.000 camas hoteleras y otras 7.000 viviendas. Sin aquella ley y la influencia de Manrique, Lanzarote hace tiempo que habría dejado de ser un paraíso y se encontraría superpoblado y alicatado hasta el extremo, como ha sucedido en otros lugares del litoral español.

Manrique falleció en un accidente de tráfico y no pudo ver culminada su gran obra con el premio de Reserva de la Biosfera que fue concedido a Lanzarote en 1993 por la Unesco. Por fortuna, tampoco vivió para ver los efectos devastadores de la burbuja inmobiliaria que asoló España desde 1998 hasta 2007. Lanzarote se vio muy afectada por el virus de la burbuja.

En 2004 el PSOE se hizo con el poder de la nación y aprobó una ley de costas muy restrictiva, para proteger el litoral, junto con una ley del suelo que intentase frenar la burbuja inmobiliaria. Pero en Lanzarote una serie de caciques locales tenían el control político de la isla y, apoyados por empresarios promotores sin escrúpulos, estuvieron a punto de acabar con el proyecto del arquitecto lanzaroteño.

Por fortuna Manrique creó escuela, y su Fundación plantó cara a esta red y consiguió mantener su esencia. Con el apoyo de abogados, medios locales y el PSOE, que accedió al gobierno de la isla junto con Coalición Canaria, iniciaron una lucha legal con demandas y querellas en los juzgados. La justicia en España es tan lenta que en ocasiones deja de ser justa, y finalmente fue la crisis de las subprime y el consiguiente pinchazo de la burbuja inmobiliaria la que puso fin a tanto desvarío promovido por los defensores del libre mercado y la mano invisible.

No obstante, no hay que dar la batalla por concluida y tenemos que ser conscientes de que la presión promotora y hotelera volverá y habrá que hacerle frente para conservar intacto el espíritu de César Manrique. El gobierno del PP derogó la ley de costas en 2012, lo que vuelve a dejar abierta la puerta al desarrollismo caníbal y a nuevas burbujas inmobiliarias en el futuro.

La última amenaza ha llegado de la mano de las petroleras. El descubrimiento de pozos petrolíferos a tan sólo cincuenta kilómetros de la costa de Lanzarote ha vuelto a despertar la codicia de algunos y a poner en peligro la integridad de la isla.

Como la mayoría de vosotros habréis podido intuir, no me considero un ambientalista. Yo nací en Palencia, en Tierra de Campos, y si me dicen que hay bolsas de petróleo en Pozuelos del Rey, el pueblo de mi abuelo, ahora casi despoblado y en declive económico secular, apoyaría sin dudar la explotación de los pozos. El coste de oportunidad sería dejar de plantar cereal, que se puede comprar muy barato en el mercado y que da de comer a muy pocas familias. Pero en el caso de Lanzarote, sinceramente creo que nadie con un cociente intelectual superior al de Forrest Gump correría el riesgo de extraer petróleo cerca de un lugar tan valioso como éste.

Una vez más el error de llevar el teorema de Coase al extremo se hace palpable: si, como ha pretendido el gobierno popular, otorgas los derechos de propiedad a una empresa petrolera, se privilegiarían sus intereses y los de sus accionistas dejando al margen el bienestar general de los habitantes de las islas.

Desde el punto de vista económico sería también una decisión errónea, pues los beneficios derivados de una explotación de estas características quedarían limitados en el tiempo y a un pequeño grupo de accionistas, mientras que las maravillosas playas de Fuerteventura y Lanzarote generarán PIB por explotación turística durante cientos de años, dando trabajo e ingresos a todos los habitantes de las islas.

El riesgo de desastre ecológico es elevado y no hay evidencia de que exista una técnica eficaz para contener un escape de crudo a esas profundidades. En caso de accidente, los costes serían altísimos. Las partes interesadas suelen argumentar que la probabilidad de accidentes de este tipo es mínima, pero como bien explican los manuales de economía: «cuando los costes de un suceso tienden a infinito, da igual que la probabilidad del suceso sea muy reducida, la decisión racional es no asumir el riesgo».

Los conflictos de intereses existen desde siempre, y nunca faltan desaprensivos capaces de destruir un paraíso natural por un puñado de dólares. La intervención del Estado, una vez más, es imprescindible para lograr que prime el bien común.

 

 

INVESTIGACIÓN, DESARROLLO Y MEDIO AMBIENTE

 

Por descontado, no todos los promotores son capitalistas despiadados que prefieren engordar su cuenta corriente a costa del medio ambiente. Muchos de ellos se preocupan del entorno en el que quieren desarrollar su actividad e incorporan a sus proyectos ideas de urbanismo y arquitectónicas que potencian la simbiosis con el territorio.

Pero tampoco podemos olvidar que el conflicto de objetivo inmediato es inherente a su negocio. Este economista observador trabajó durante cuatro años como responsable económico de Estudio Lamela Arquitectos. Lamela había creado un departamento de I+D+i donde arquitectos brillantes investigaban para llevar la arquitectura al filo de lo imposible. Una de sus líneas de investigación más interesantes era la arquitectura bioclimática. Su trabajo consistía en buscar diseños arquitectónicos que aprovecharan al máximo los recursos naturales e hicieran un uso inteligente de ellos: estudios de soleamiento, corrientes de aire interno, materiales aislantes de radiación en fachadas… orientados a la reducción del consumo de energía de los edificios.

En concursos internacionales de gran prestigio la arquitectura bioclimática se valoraba positivamente y podía inclinar la balanza hacia tu proyecto, de modo que el incentivo de tener el honor de construir algunas de las infraestructuras más importantes del mundo impulsaban la innovación y la búsqueda de ideas que hicieran un uso más eficiente de la energía. Los avances conseguidos en estas fases de investigación se difundían en el Estudio al resto de los departamentos, pero cuando los arquitectos de otras divisiones los incluían en sus proyectos de viviendas y oficinas, encontraban que la respuesta mayoritaria de clientes y empresas promotoras solía ser negativa.

La arquitectura bioclimática es rentable a largo plazo, pues reduce significativamente el uso de electricidad, calefacción y aire acondicionado, pero en el corto plazo encarece los costes de construcción. Los promotores veían su rentabilidad reducida y, como entendían que el beneficio de la reducción de costes revertía en los compradores de los edificios en lugar de en ellos, se negaban a aplicarlos. Este fenómeno se conoce como «externalidad», y son las pérdidas o beneficios que genera un bien (o un mal) ajeno a la persona que toma la decisión, que no puede aprovecharse (ni protegerse) de los mismos. Las externalidades son habituales en bienes públicos y medioambientales y su existencia es una de las principales limitaciones para que la economía de mercado, centrada en la consecución de su propio beneficio, resuelva con eficiencia el problema de escasez para el conjunto de la sociedad.

Mi experiencia en Lamela me llevó a entender la necesidad de que exista una regulación que evite las tentaciones del objetivo inmediato, unida a un código penal y una justicia ágil y contundente que obliguen al cumplimiento de la regulación de eficiencia energética y protección del medio ambiente. No obstante, una buena regulación puede crear las condiciones necesarias para que se puedan fijar precios a bienes medioambientales y que el mercado entonces resuelva la escasez. El mercado de emisiones de dióxido de carbono que se creó tras la cumbre de Kioto es un buen ejemplo. Por lo tanto, el Nobel a Coase es merecido y sus aportaciones pueden ayudar a mejorar nuestra calidad de vida. El problema radica en hacer un uso dogmático y extremo de sus propuestas.

 

 

PLAYAS DE ARENA Y CEMENTO

 

En España abundan los ejemplos de éxito turístico. Ibiza es otro lugar con encanto que se ha situado como destino preferente del turismo internacional. Durante la década de los sesenta, en pleno desarrollismo, los hippies construyeron en las pitiusas su particular paraíso, una burbuja de aire fresco frente a la España rancia y dictatorial. Gracias a ellos, la isla tiene un estilo único y diferente en el mundo que la hace especialmente atractiva a sus visitantes.

En la actualidad Ibiza conserva su estética hippy pero es una máquina de generar PIB, empleo y dinero. Los hippies de entonces ahora son empresarios y venden sus productos artesanos en el mercadillo de las Dalias en San Carlos, al norte de la isla. Aquellos libertarios viven pegados a su móvil y han instalado datáfonos en sus puestos para que los clientes puedan pagar con tarjetas de crédito. Es decir, han sabido adaptarse a los nuevos tiempos. Pacha, la discoteca con más tradición, un icono de la isla, celebra cada año una fiesta Flower Power el día de San Lorenzo, en agosto. La entrada vale casi cien euros y celebrities de todo el mundo abarrotan el local. En las noches de verano, en los restaurantes de moda, puedes cenar al lado de Leonardo Di Caprio o Naomi Campbell.

Lo interesante de su modelo de negocio exitoso es que se ha construido respetando la esencia de la isla desde que la fundaran fenicios y griegos en el siglo VIII a.C. Conocida también como «islas pitiusas», este nombre procede del griego y significa «abundante reserva de pinos». Los pinos siguen poblando buena parte de la isla.

A pesar de todo, tampoco ha podido eludir por completo el conflicto entre desarrollo y medio ambiente, evidente en la isla. Ibiza no contó con una figura como César Manrique, y en los años sesenta, aprovechando la ausencia de leyes urbanísticas, se cometieron auténticas salvajadas. Las mejores playas de la isla fueron usadas para desarrollar San Antonio, con edificios de gran altura en primera línea de playa. Por fortuna, en la actualidad las leyes son más restrictivas, pero los conflictos medioambientales siguen produciéndose.

Otro de los grandes atractivos de Ibiza son sus aguas cristalinas. La transparencia de sus aguas se debe en gran medida a la poseidonia, una especie de alga que segrega una sustancia que mantiene el agua cristalina. Se trata de un alga muy delicada que necesita protección, y por eso se ha prohibido a los barcos que usen el ancla en zonas de poseidonia.

Recuerdo un verano en el que estalló la polémica: un jeque árabe había elegido Ibiza para pasar el verano con su yate de 175 metros de eslora. El jeque, su séquito y sus invitados gastaban mucho dinero en los restaurantes, discotecas y tiendas de la isla, pero los medios locales denunciaban que el jeque no cumplía las normas. Su yate usaba el ancla en zonas de poseidonia y arrancaba metros de alga cada vez que atracaba. Además, el yate era un pequeño pueblo con muchos habitantes y se decía que vertían la basura al mar. El resultado fue una pequeña amonestación, las disculpas del jeque y la promesa de que no lo volvería a hacer.

Si volvemos al teorema de Coase, encontramos una vez más el conflicto: si otorgas los derechos de la propiedad de Ibiza al jeque, que no podrá gastar todo el dinero que tiene ni en cien vidas, la usará a su antojo y terminará con el milagro económico que da de comer a cientos de miles de ibicencos. Por lo tanto, la igualdad ante la ley va más allá del ideal de justicia democrática, pues que también tiene consecuencias en la eficiencia económica.

Ibiza presenta ejemplos de conflicto variados. La isla es además el centro mundial del tecno y la música electrónica. Cada verano, los mejores DJ del mundo actúan en sus locales. Se trata de una fuente de ingresos considerable, pero hay ciudadanos de la isla que se quejan de la contaminación acústica durante la noche. Existen clubes de playa, muchos sin licencia, que son tolerados por los caciques locales. Ahora sabemos que la corrupción en la isla ha sido elevada durante la burbuja y el boom de la construcción, como en Lanzarote.

Los vecinos también se quejan de barcos convertidos en discotecas que atracan cerca de la costa e interrumpen el sueño de los veraneantes porque ponen la música tecno a tope de decibelios hasta bien entrada la madrugada. Este turismo ha elegido Ibiza por la tranquilidad de sus urbanizaciones, pero la actuación egoísta de unos pocos altera gravemente su descanso. Si cediésemos los derechos de propiedad a los dueños de estas discotecas flotantes, conculcaríamos los derechos de esos residentes que buscan paz y sosiego en una isla con un entorno natural privilegiado.

 

 

EL MEDIO AMBIENTE NO CONOCE FRONTERAS

 

En los países pobres o emergentes los conflictos entre desarrollo y medio ambiente son aún más extremos. En los casos que hemos expuesto hasta ahora, la solución puede alcanzarse sin demasiada complejidad. Sin embargo, cuando estamos hablando de países donde la pobreza es extrema, a menudo el negocio problemático significa la posibilidad de cubrir necesidades básicas de su sociedad.

Las selvas tropicales son los grandes pulmones del planeta. Sus emisiones de dióxido de carbono contribuyen al equilibrio de la capa de ozono y frenan el calentamiento global. El cambio climático es un tema conflictivo donde los haya y existen enormes controversias entre los que argumentan que es un proceso en marcha y los negacionistas. Los científicos han documentado otros cambios climáticos a lo largo de la historia en los que la acción del hombre no ha estado presente, pero parece evidente que no es necesario tener un doctorado en física o en química para entender que la gran cantidad de emisiones de gases que el hombre vierte a la atmósfera es responsable de desequilibrios en la naturaleza.

Por desgracia, la Gran Recesión ha supuesto un retroceso en la lucha por la conservación del planeta. China ya emite más dióxido de carbono a la atmósfera que Estados Unidos y su producción industrial sigue creciendo con fuerza. Por su parte, Estados Unidos, ante el elevado desempleo, ha optado por fragmentar las rocas del subsuelo para extraer gas y petróleo. De este modo han conseguido obtener recursos a mejor precio y aumentar su demanda, pero también ha multiplicado las emisiones contaminantes a la atmósfera.

Europa contaba con la legislación más restrictiva en emisiones, pero el desempleo una vez más, forzará a los europeos a retroceder parte de lo avanzado. Se trata de un dilema del prisionero que juega en contra del medio ambiente. Si Estados Unidos y China permiten a sus empresas contaminar y Europa lo penaliza, el empleo en Europa disminuirá y además los ciudadanos europeos no se librarán de los costes del cambio climático. Por lo tanto, la presión para que Europa elimine los avances en regulación ambiental, serán enormes.

Si recordamos el experimento que abría este capítulo sobre Doñana, entenderemos mejor la propuesta de Ecuador sobre la selva del Yasuní. Ecuador ha sido uno de los países más beneficiados por el auge de los precios de las materias primas en la última década y casi ha doblado su renta por habitante desde entonces. Pero aun así dicha renta no supera los 10.000 dólares y sigue siendo un país emergente con graves problemas de pobreza extrema. El actual presidente de Ecuador, Rafael Correa, es economista. Nació en una familia de clase media baja y, a pesar de ello, pudo cursar un master en economía en la Universidad Católica de Lovaina, una de las mejores escuelas de economía europeas, y doctorarse en una universidad estadounidense con becas gracias a sus buenas calificaciones. Dedicó su tesis doctoral al desarrollo económico en América Latina.

El hecho de ser presidente de Ecuador le ha permitido hacer un experimento económico único en el mundo. Los estudios geológicos indican que es muy probable que el parque natural de Yasuní albergue petróleo, materia prima que constituye la principal fuente de ingresos del país y gracias a la cual financian el gasto público, la educación, la sanidad y la lucha contra la pobreza. Correa es consciente de que su explotación pondría en riesgo la selva del Yasuní, que dejaría de absorber las emisiones contaminantes intensificando el calentamiento global y las consecuencias negativas sobre otros lugares del mundo, que verían subir el nivel de sus aguas llevándose con ellas playas y negocios turísticos asociados. Así pues, siguiendo los criterios de valoración de bienes públicos y ambientales, el presidente de Ecuador propuso a la comunidad internacional compartir a medias los costes de oportunidad de no explotar el petróleo allí contenido: el 50 por ciento de los costes los asumiría Ecuador y el otro 50 por ciento la comunidad internacional. Lo que sucedió, al igual que en el caso de Doñana, fue que aquellos que no se sentían propietarios del parque no estaban dispuestos a pagar nada por disfrutar de las ventajas que genera, aunque éstas fuesen frenar el deterioro de la capa de ozono.

 

 

EL PAPEL DE LAS INSTITUCIONES EN LA PROTECCIÓN DEL MEDIO AMBIENTE

 

Elinor Ostrom tiene el honor de ser la única mujer que ha conseguido el premio Nobel de economía hasta la fecha. Lo hizo en 2009. Existen mujeres que son excelentes economistas, como la presidenta de la Reserva Federal Yanet Yellen y la principal asesora de Obama en la Casa Blanca, Christina Romer. Por lo tanto, la economía es una ciencia que aún tiene que avanzar mucho en términos de igualdad de oportunidades.

Hasta ahora, hemos analizado diversos ejemplos en los que rige la extrema libertad de negociación entre las partes y hemos visto que la economía de mercado no resuelve el problema del medio ambiente. Ostrom ha realizado un análisis de los conflictos entre desarrollo y medio ambiente con un enfoque institucional, porque la intervención pública es necesaria. No obstante, una vez más, hay que entender que la intervención total del Estado tampoco es deseable, ya que algunos de los mayores atentados contra el medio ambiente han sido perpetrados por gobiernos. El mar de Aral, en Asia Central, era uno de los lagos con mayor extensión y agua del planeta. Los planes de regadío del desarrollismo soviético durante los años sesenta aprobaron trasvases que han reducido la superficie del lago hasta el 10 por ciento de la original.

Ostrom analiza una serie de casos donde instituciones cuasi públicas o cuasi privadas han llevado a cabo iniciativas de conservación del medio ambiente combinadas con actividad económica con éxito. Uno de los casos de investigación que Ostrom y sus colaboradores emplearon en su trabajo se encuentra en España y quizá algunos lectores lo conozcan bien. La sierra de la Demanda, entre Burgos y Soria, es un paraíso natural en el que viven pinos de más de treinta metros de altura. Allí nace el río Duero. La sierra también es conocida con el sobrenombre de «Costa del Oxígeno».

La propiedad de los bosques es pública, pero se optó por un modelo comunal de gestión. El bosque se extiende por varios municipios y varios de ellos se administran en mancomunidad. Con ingenieros de montes al frente del proyecto, el bosque está orientado a la conservación del monte. Periódicamente se lleva a cabo una tala controlada de ejemplares. Los ingresos obtenidos por la madera se emplean en cubrir los costes, y los beneficios se reparten entre los vecinos.

Si, como argumentaba Coase, se hubiera dado los derechos de propiedad de los bosques a las empresas madereras, hoy no habría bosques. Los pinos tardan décadas en crecer. Además, para que sean tan altos es necesario una densidad elevada de árboles en el bosque, ya que los pinos jóvenes crecen al principio a lo alto en busca de la luz.

Este sentido comunal de la propiedad es clave para comprender el buen estado de la naturaleza. Cada verano se producen cientos de incendios en España, pero nunca en la sierra de la Demanda. Los vecinos cuidan del bosque como si fuera su casa y no hay descuidos. La madera no da para mucho y la mayoría de la población ha emigrado de la zona. Por lo tanto, tampoco hay presión urbanística que genere incentivos ni incendios provocados que busquen la recalificación de los terrenos.

Durante el invierno los vecinos se ocupan del monte. La mayoría sigue teniendo calefacciones de leña. Pero siempre se recoge la leña de árboles o ramas caídas y ningún vecino tala un árbol sin permiso. A nadie se le ocurriría, ya que si otro vecino se entera le saldría carísimo. Hoy la zona vive del turismo rural que genera más ingresos que la madera. Sin una gestión ordenada del bosque, el turismo que mueve la economía y el empleo de buena parte de los habitantes de estos pueblos no sería posible.

Lo que este capítulo demuestra es que el medio ambiente es un bien con gran valor y sin precio. Ya sabemos que el ser humano es capaz de crear cosas maravillosas, pero también tiene una inmensa capacidad destructiva y puede convertir los lugares en los que vivimos en zonas inhabitables. No podemos confiar en el mercado y la libre competencia para resolver estos conflictos, por eso necesitamos la intervención del Estado, teniendo en cuenta que el Estado no es infalible.

La conservación del entorno ha de ser una de nuestras prioridades y debemos comprender que los beneficios que produce poseen un valor incalculable, no sólo en términos económicos.