Capítulo 6 - El descubrimiento de un poder más

Era media mañana, y el original sonido del móvil de Anna interrumpía nuestros sueños. Anna levantó pausadamente la cabeza de mi pecho, se giró, alargó el brazo y cogió el móvil de la mesilla de noche mientras observaba la pantalla del celular.

—Hola, buenos días, Mery —dijo Anna, respondiendo la llamada con una indudable voz adormecida.

—¡Buenos días, Anna! ¿Está Marc aquí contigo? Es que lo hemos llamado al móvil, y lo tenía pagado… Luego hemos llamado a su casa, y su madre nos ha dicho que estaba contigo —comentó Mery.

—Sí, está aquí conmigo —confirmó Anna mientras bostezaba.

—¿Habéis pasado la noche juntos? —preguntó Mery.

—Sí… bueno… es que… —respondió Anna titubeando.

—¡Es una gran noticia, Anna! ¡Ya era hora de que os lanzarais! —exclamó Mery—. Con Pol siempre hemos comentado que hacéis muy buena pareja; me alegro mucho por vosotros —añadió.

—Es que fuimos a Girona a cenar… bueno, no seas cotilla, ya te lo contaré cuando volváis.

—¿Fuisteis a Girona? ¡Qué bien! Seguro que lo pasasteis genial.

—Luego te llamo, Mery, es que fuimos a dormir muy tarde; a ver si podemos descansar un ratito más —contestó Anna para intentar despedirse.

—¡Espera, no cuelgues! —voceó Mery.

—¿Qué pasa? —preguntó Anna.

—Hemos intentado contactar con Marc para haceros una propuesta. Ayer por la noche hablamos con los padres de Pol y nos dijeron que no les importa si queréis venir hoy a pasar la noche aquí. Así mañana nos marcharíamos todos juntos de regreso a Barcelona. Además, hay espacio suficiente, es muy bonito todo y lo pasaríamos muy bien. ¿Qué me dices? —planteó Mery ilusionada.

—Suena muy bien, ahora se lo comentaré a Marc, y te enviaré un mensaje para confirmártelo —respondió Anna, con una cara cargada de entusiasmo.

—De acuerdo. Pero no tardéis en responder, que queremos planificar el día.

—Vale. Hasta ahora.

Anna colgó el teléfono móvil, lo aparcó en un lado de la cama y se acercó para agraciarme con un tierno beso de buenos días.

—Buenos días, cariño. Era Mery, que nos ha invitado a pasar una noche en la casa de campo de los padres de Pol. ¿Te apetece ir? Sería bonito, ¿no? —dijo Anna, mientras volvía a acomodar su cabeza en mi pecho.

—Sí, estaría bien. También nos irá bien desconectar un poco de la ciudad —respondí, mientras acariciaba suavemente su brazo.

—¡Genial! Ya verás lo bien que nos lo vamos a pasar —dijo Anna ilusionada, mientras se incorporaba acomodándose encima de mi cuerpo, envolviéndolo con el suyo, y haciéndome varias carantoñas de agradecimiento—. Gracias, Marc.

—No me tienes que dar las gracias, estar contigo es el mayor regalo que he tenido nunca —expresé cariñosamente.

—Eres un amor. Te quiero.

—Yo también. ¿Qué te parece si antes de partir vamos a casa de mis padres? Así cogeré ropa para pasar la noche —le comenté a Anna.

—Me parece perfecto. Yo también cogeré un poco de equipaje para irnos directos a la casa de campo.

Después de estar unos minutos holgazaneando, escuché una enérgica voz que me espeluznó:

—¡Nos vamos! —dijo Anna con firmeza.

Nos incorporamos, y nos levantamos ágilmente. Mientras yo me vestía, Anna cogió el teléfono móvil y envió un mensaje a Mery para confirmar nuestra estancia en la casa de campo. Una vez vestido, me dirigí al baño para asearme, y luego me fui hasta la cocina.

—¡Marc! ¡Coge lo que te apetezca de la cocina! ¡Mientras tanto, yo prepararé un poco de equipaje para llevarme! —gritó Anna desde su habitación, mientras estaba terminando de vestirse.

Salimos a la calle con un sol imponente, y sin prisa pero sin pausa recorrimos el camino hasta llegar al bloque de mis padres.

—Buenos días, papá; buenos días, mamá —dije mientras abría la puerta.

—Buenos días, Marc —añadieron mis padres.

—Ya veo que no has venido solo… Buenos días, Anna, ¿cómo ha ido la noche? —preguntó mi madre con una agradable expresión.

—Muy bien, fuimos a cenar a Girona —respondió Anna tímidamente.

—Ah… muy bien; debéis de haber pasado una noche muy agradable. ¿Queréis quedaros a comer con nosotros? —sugirió mi madre amablemente.

—No podemos, mamá, ahora te lo iba a decir, Mery y Pol nos han invitado a pasar una noche en la casa de campo. Vengo a buscar algo de ropa y nos vamos —comenté.

—Me parece muy bien, así disfrutaréis más de las vacaciones —agregó mi madre entrañablemente.

—Gracias por la invitación, señora Kionaru, ya vendremos otro día a comer —agradeció Anna amablemente.

Mientras Anna estaba conversando cordialmente con mis padres, me dirigí a mi habitación a coger todo el equipaje necesario. Cuando ya lo tenía todo preparado, fui a la sala de estar a buscar a Anna.

—Anna, ya estoy listo, ¿nos vamos?

—De acuerdo, Marc —respondió.

Tanto Anna como yo nos despedimos afablemente de mis padres, y nos apresuramos a coger el coche para dirigirnos a la casa de campo.

Ya habíamos salido de la ciudad, sentíamos cómo la libertad de la carretera penetraba dentro de nuestros corazones, y el aire puro y fresco se colaba por las ventanillas y nos rozaba sutilmente por el cuerpo. Anna estaba exultante de alegría, y yo me había prometido a mí mismo hacer que esos dos días fueran extraordinarios.

A medio camino noté algo insólito, yo nunca había estado en el lugar donde nos dirigíamos, pero pude percibir extrasensorialmente las presencias de Pol y Mery, y visualizaba mentalmente el camino exacto que tenía que recorrer para llegar hasta ellos.

Pasado el mediodía, estábamos cerca de llegar al pueblo más cercano de donde se hallaba la casa de campo. En ese instante, Anna recibió un mensaje en su teléfono móvil…

—Marc, es un mensaje de Pol, dice que nos está esperando justo en la entrada del próximo pueblo.

—De acuerdo, creo que solamente faltan dos o tres kilómetros para llegar —añadí.

Dejamos atrás una pronunciada curva, y seguidamente nos encaramos a una carretera larga y recta. En el fondo a mano derecha se podía distinguir un área de servicio. Hacía minutos que ya había percibido extrasensorialmente que Pol estaba allí, y cuando tuvimos contacto visual directo, lo divisé a él junto con su coche.

Pol, al vernos llegar, nos recibió con una efusiva sonrisa; estacionamos justo al lado de él y bajé la ventanilla…

—Hola, ¿cómo estáis, parejita? Mery ya me ha dicho que habéis pasado la noche juntos… —dijo Pol bromeando, mientras Anna se sonrojaba y tímidamente dejaba caer la mirada al suelo del coche.

—Creo que Mery habla demasiado… —repliqué.

—¡Chicos! ¿Vamos tirando? Ya hablaremos de esto cuando lleguemos —objetó Anna, interrumpiéndome con una voz elevada y con indicios de incomodidad por la situación.

—Vale… Perdonad, solo estaba bromeando; si me encanta la idea de que seáis pareja. Venga, seguidme, que estamos a quince minutos de la casa de campo —dijo Pol mientras subía a su coche—. Espero que no hayáis almorzado, porque Mery nos está preparando una sabrosa barbacoa —comentó.

Inmediatamente Pol arrancó el motor y empezamos a seguirlo…

Nos adentramos en una carretera secundaria repleta de curvas. El paisaje era hermoso, montañoso y verde; donde se podía respirar una paz y una tranquilidad extraordinaria. Desde que habíamos cogido esta carretera, noté que Anna estaba muy callada…

—Anna, ¿va todo bien? —pregunté con signos de preocupación.

—No pensé que la situación sería tan rara con Pol y Mery. De hecho, hace mucho que nos conocemos, y hemos vivido muchas cosas como amigos. Pero ahora que ha surgido esto tan bonito entre tú y yo, es una circunstancia nueva para todos…

—Yo quiero que estés cómoda, y que disfrutes de estos dos días. Si quieres… decimos que todo ha sido un malentendido, ya diremos más adelante que somos pareja —expresé.

—Gracias por preocuparte tanto por mí —agradeció Anna.

—De nada.

—Pero… aún… no habíamos tenido la oportunidad de hablar de este tema…—dijo Anna titubeando—. ¿Somos pareja? —preguntó bajando la cabeza tímidamente.

—Yo desde que nos dimos el primer beso, no he dudado ni un instante de que lo somos —respondí, mientras ella me cogía la mano que tenía alojada encima del cambio de marchas.

—Yo también, pero estaba un poco angustiada porque no sabía si sentías lo mismo.

—No tienes que angustiarte por eso, ya te dije que te quiero desde el día que te conocí —dije cariñosamente.

—Estoy muy contenta e ilusionada con esto tan bonito que ha surgido entre nosotros, y que nos hayamos decidido a dar este paso tan importante —dijo Anna radiante de felicidad—. Respecto a Pol y Mery, creo que lo mejor será que se lo digamos, igualmente a la larga lo sabrán; poco a poco ya se irá normalizando la situación —añadió.

—Me parece bien —ratifiqué.

Nos incorporamos en un camino de tierra, donde ya se podía avistar la casa de campo. Era una casa añeja, las paredes estaban levantadas por las típicas piedras antiguas y destacaba majestuosamente una enorme chimenea encima del tejado.

Aparcamos justo en el campo de delante del portal, Mery ya estaba delante de la casa para darnos un caluroso recibimiento. Curiosamente, la acompañaba un niño de unos ocho años; enseguida reconocí que era el sobrino de Pol.

—Hola, chicos. Ya conocéis a John, el sobrino de Pol, se quedará hasta la hora de cenar con nosotros. ¿Verdad que no os importa? —preguntó Mery.

—En absoluto, ¿verdad, Marc? —dijo Anna—. Además, esta tarde con John jugaremos mucho —añadió, mientras le acariciaba la cabeza.

—Gracias, chicos. Vamos al patio, que ya tengo la barbacoa lista para cocinar la carne; seguramente debéis de estar hambrientos —añadió Mery, mientras daba media vuelta y se dirigía al patio.

—Así… ¿Ya es oficial lo tuyo con Anna? —curioseó Pol mientras estaba cocinando la carne.

—¿A qué te refieres?

—Venga, Marc, me lo puedes decir, que antes cuando he ido a buscar la comida, he oído que Anna se lo decía a Mery —comentó Pol.

—Bueno…, de hecho, ya hemos quedado con Anna en que es lo que diríamos... Así que…, sí, es cierto, estamos juntos —afirmé—. La verdad es que la noche pasada fue como uno de los más bonitos sueños que uno puede imaginar —añadí deslumbrante de ilusión.

—No sabes cuánto me alegro por vosotros. Desde hacía tiempo tenía el pálpito de que esto acabaría sucediendo —expresó Pol, emotivamente.

—Gracias, Pol, no esperaba menos de ti; eres un gran amigo —agregué yo, mientras le daba una palmadita en la espalda como muestra de gratitud.

Almorzamos en la misma terraza que había en la parte trasera de la casa; miraras donde miraras se podían observar innumerables prados verdes intercalados con montes. Lo único diferente que se podía apreciar era alguna lejana casa, repleta con ganado bovino. Fue una agradable celebración combinada entre comentarios y risas, por la noticia de mi relación con Anna. El momento más emotivo fue en los postres, cuando Pol se levantó y propuso un brindis para finalizar el festejo.

Era entrada media tarde, y Anna se había retirado a descansar, debido a las pocas horas que habíamos dormido la noche pasada. En cambio, yo me sentía descansado y lleno de energía; estaba jugando al futbol con John justo delante de la casa, y en ese momento Pol se acercó.

—Marc, ¿te importa que vayamos un momento al pueblo con Mery? —comentó Pol.

—¿Y eso? ¿Qué sucede? —pregunté.

—Es que tenemos que comprar varias cosas que nos hacen falta para la casa; solo será media hora o una hora como mucho —respondió Pol.

—¡Tito! ¡Esto no es justo! Me habías prometido que esta tarde me llevarías a dar la vuelta por el monte —replicó John con los ojos llorosos.

—Lo sé, John, y lo siento de verdad. Pero tienes que entender que ha surgido un imprevisto, tenemos que ir a comprar unas cosas con tía Mery. Te prometo que el próximo día iremos; o mejor aún, que te lleve Marc a dar la vuelta por el monte —sugirió Pol, mientras me observaba con un rostro de autocompasión.

—Pero, Pol, yo no me conozco esta zona; cuando vuelvas ya iréis… Además… Anna aún está durmiendo, y preferiría estar aquí cuando se despierte —dije yo.

—¡Sí! ¡Por favor, Marc! ¡Vamos tú y yo! —exclamó John, mientras me cogía de la mano y tironeaba de mi brazo.

—Podéis ir por aquí detrás; tranquilo que no tiene perdida —comentó Pol.

—Marc, no te preocupes por Anna. He ido a decirle que íbamos un momento al pueblo, y me ha comentado que aún quería descansar como mínimo una hora más. Así que tranquilo, seguramente cuando volváis, nosotros ya habremos llegado y ella estará a punto de despertarse —manifestó Mery.

Entre la cara de pena de John y los comentarios de Pol y Mery, no me pude negar…

—Está bien… Pero como mucho cuarenta y cinco minutos —añadí sonriendo entre medias de un suspiro.

—Gracias, Marc, y tú, John, pórtate bien. Nos marchamos, que cuando antes nos vayamos, antes llegaremos —dijo Pol mientras se dirigía al coche con Mery.

Una vez se habían ido Pol y Mery, me quedé mirando a John…

—¿Por qué zona del monte te apetece ir? —le pregunté.

—Siempre he querido ir a explorar ese camino de allí —respondió, señalando un camino de tierra que estaba a mano derecha.

Yo no me conocía la zona, pero con mi percepción extrasensorial, era imposible perderme. Así que decidí complacer a John, y aceptar su propuesta.

—Está bien, vamos, John.

Nos adentramos en esa especie de camino de tierra: era un bello paraje abarrotado de plantas y árboles. John, ilusionado, examinaba minuciosamente cada detalle. Pasados unos treinta minutos, cuando ya estaba a punto de indicarle a John que regresáramos, casualmente nos cruzamos con un campesino de la zona. Era un señor de edad avanzada, iba con un bastón y la tradicional indumentaria de los lugareños de esta tierra.

—Hola, buenas tardes, muchachos. ¿Qué hacéis por aquí? —preguntó el campesino indiscretamente.

—Hola, buenas tardes. Hemos venido a dar un paseo por el monte —expresé yo con simpatía, mientras John se alejaba para examinar un poco más la zona—. ¡John! ¡No te alejes tanto, que ya pronto volveremos! —grité, mientras el campesino me observaba de arriba abajo.

—Entiendo… Vosotros sois de ciudad… —dijo el campesino.

—Sí, así es; somos de Barcelona —afirmé.

—¿Y qué hacen unos muchachos de ciudad como vosotros por aquí? —preguntó el campesino intentando curiosear un poco.

—Estamos pasando un par de días en la casa de campo de unos amigos…

En el instante que respondía, el rostro de amabilidad que tenía, se me cambió por una expresión de seriedad absoluta. Era el instinto urkiano que tenía dentro que me alertaba de una situación de peligro inminente que estaba a punto de sucederle a John.

—¡¡¡Marc!!! ¡¡¡Ayúdame!!!

Era la voz de John que pedía ayuda desesperadamente.

Casi sin darme cuenta, ante el asombro del campesino, me desplacé raudo como el viento, y me situé justo delante de un barranco. Pude percatarme de que John, al intentar observar la profundidad del despeñadero, había roto una roca, provocando su caída directa al vacío. Por suerte, estaba sujeto por unas ramas que sobresalían de la pared del precipicio, que por fortuna habían amortiguado el golpe y lo habían sostenido. Tenía que actuar lo antes posible, porque las ramas no aguantarían el peso de John mucho tiempo, y estaba en serios apuros de despeñarse hasta el fondo del abismo.

Los llantos de socorro de John resonaban por todo el precipicio.

—¡¡¡Socorro!!! ¡¡¡Ayúdame, Marc!!!

—¡¡¡Aguanta, John!!! —grité con cara de sobresalto observándolo desde arriba.

La tensión del momento provocó que todos mis poderes urkianos se activaran de nuevo. Exactamente como la pasada noche en el atraco de la gasolinera, pude sentir cómo la sangre me hervía, y una potente energía me invadía. No sabía cómo actuar ni como acudir a rescatar a John, pero sin dudarlo un instante más, instintivamente me lancé de cabeza al vacío, precipitándome por el barranco hasta llegar justo donde estaba John. Imponentemente me quedé delante de él, flotando en el aire. Mientras él se quedaba estupefacto contemplándome, lo cogí en brazos y salimos propulsados hacia tierra firme, exactamente de donde proveníamos.

Era increíble, acababa de descubrir que tenía la habilidad de volar, intuí que ni yo mismo era consciente de todos los poderes que poseía.

—Marc… ¿por qué tienes los ojos verdes? —preguntó John asombrado, mientras yo lo posaba en el suelo.

—No tengas en cuenta nada de lo que has visto. Será mejor que nos marchemos, que tus tíos deben estar a punto de llegar —contesté, mientras me estabilizaba, y mis ojos volvían a su estado normal.

—¿Pero cómo lo has hecho? ¿Eres un superhéroe? —preguntó.

—No, John, no soy ningún superhéroe —respondí mientras le acariciaba la cabeza.

—Tranquilo, no se lo diré a nadie, será nuestro secreto —añadió.

Mientras tanto, entre los arbustos, apareció el campesino…

—¡Muchachos! ¿Estáis bien? —preguntó el campesino, exaltado.

—Sí, tranquilícese, estamos bien. Solo que… John se ha tropezado, pero únicamente ha sufrido un poco de angustia al caerse —dije—. ¿Verdad, John?

—Sí, es cierto —afirmó John, todavía medio desconcertado.

—Pero, muchacho… ¿Cómo lo has hecho para moverte tan rápido? Estábamos hablando y de repente, al oír el grito, has desaparecido… —expuso el campesino extrañado.

—Me he sobresaltado al oír el chillido de John, y me puesto a correr lo más rápido que he podido —respondí.

—Bueno… en definitiva, lo importante es que estéis bien —añadió el campesino.

—Gracias por todo. John y yo tenemos que volver, que sus tíos deben de estar a punto de llegar —le dije al campesino.

—De Acuerdo. Andad con cuidado el camino de vuelta, que ya habéis visto que hay sitios muy traicioneros en estos montes —advirtió el campesino alzando la mano de forma amistosa, mientras nosotros nos alejábamos.

Me vi obligado a usar mis poderes; aunque sabía que John podía desvelar todo lo que había visto, poniendo en peligro mi secreto, no hubiera podido quedarme sin hacer nada, viendo cómo se despeñaba por el precipicio; Pol nunca me lo hubiera perdonado.

Entre continuas miradas de admiración de John hacia mí, recorrimos todo el camino hasta llegar a la casa de campo. Pol y Mery ya habían llegado, y estaban esperándonos en la entrada junto a Anna que ya estaba despierta.

—Míralos… ya están aquí… Menos mal que dijisteis que solo estaríais cuarenta y cinco minutos como mucho, ¿eh, Marc? —dijo Pol irónicamente.

—Ya… es que nos hemos cruzado con un campesino que nos ha distraído un poco —respondí.

—Sí… los lugareños de esta zona son un poco pesados. Como está poco poblada siempre que se encuentran a alguien curiosean mucho —comentó Pol—. ¿Pero ha ido todo bien? —preguntó, mientras John me miraba con un rostro de indecisión.

—Sí, todo bien —afirmé.

—Perfecto, pues. Lo decía porque a veces John se aleja demasiado, llevado por el entusiasmo —añadió Pol.

—Ah, muy bien, Pol, gracias por avisarme de esto antes de irte… —dije sarcásticamente.

—¿Por qué lo dices? ¿Ha pasado algo? —preguntó Pol.

—No ha pasado nada. La verdad es que tienes un sobrino maravilloso; se ha portado genial —dije yo, mientras daba unas palmaditas encima del hombro de John.

Seguidamente, llegó un coche…

—Mira, Pol, ya ha llegado tu hermana —comentó Mery.

—Sí, ya deben venir a buscar a John —expresó Pol, saludándolos efusivamente con la mano.

Antes de marcharse con sus padres, John me dio un afectuoso abrazo y se despidió de todos. Cuando estaba subiendo al coche con su madre, pudimos oír un comentario suyo:

—Mamá, cuando sea mayor, quiero ser tan fuerte como Marc.

Todos me dirigieron una extraña mirada de pasmo, mezclada con una sonrisa.

—Caray, Marc…, ya me contarás qué has hecho con John… Nunca le había oído decir esto de nadie —dijo Pol.

—Es que a veces Marc te puede sorprender de la forma más curiosa… —añadió Anna.

—Venga, chicos…, si solamente hemos jugado…, ya sabéis que los niños se impresionan con cualquier cosa —dije yo.

Desde ese día, John y yo tuvimos una conexión especial por lo sucedido. Porque a pesar de su reducida edad, era un chico inteligente, y yo sabía perfectamente que él había notado que lo sucedido ese día en el barranco no fue algo normal. Pero tal y como me había dicho, nunca mencionó nada a nadie, cosa que todavía hacía más especial mi relación con él.

Gozamos de una tarde-noche amena y distraída, proponiendo las actividades del siguiente día, y disfrutando de una buena cena. Llegada la medianoche, ya estaba en uno de los aposentos durmiendo con Anna, esperando a que llegara el próximo día.

Unos molestos zumbidos en la puerta nos desvelaron a media mañana. Era Pol, que intentaba despertarnos.

—¡Pum! ¡Pum! ¡Pum!... ¡Venga, chicos! ¡Despertaos! ¡No habrá tiempo de visitar ningún sitio! —gritó Pol con energía.

—¡Danos diez minutos! ¡Nos vestimos y salimos! —exclamé.

Mientras desayunábamos, decidimos ir a pasar la jornada a la bonita población de Ripoll. Era el municipio más cercano a la casa de campo.

Paseamos por el centro del pueblo, donde se podía respirar un ambiente agradable, hasta llegar a la plaza del ayuntamiento. Justo al lado estaba el monasterio de Santa María de Ripoll, que es un monumento histórico del románico. Desde fuera sobresalía una esplendorosa torre, donde se encontraba el campanario. Una vez dentro, lo que más destacaba, junto con los preciosos claustros y las obras arquitectónicas que había en el interior, era la hermosa portalada que estaba toda esculpida en piedra, con múltiples dibujos de la Biblia.

Llegada la hora de comer, fuimos a disfrutar de la gastronomía de la zona, en un restaurante del mismo casco antiguo. Mientras almorzábamos, nos cayó encima la típica tormenta veraniega. Así que, una vez acabado el almuerzo, decidimos volver directos a Barcelona, dejando atrás dos agradables días.