Capítulo Trece

 

El escritorio estaba exactamente como siempre lo tenía: limpio y organizado, con la agenda en una copia encuadernada, como a él le gustaba. Sabía que en el ordenador tendría correos con la misma información.

Kate había cumplido con su parte del trato y seguía trabajando como si no hubiera hecho pedazos su vida. Luc no sabía si sentirse aliviado o molesto de que siguiera todavía allí, al alcance de la mano… aunque él no iba a alcanzarla. Tenía demasiado orgullo como para eso.

Luc pasó las hojas, aunque ya había visto antes los correos y sabía lo que tenía por delante. Faltaban solo dos semanas para la boda de Mikos, y aparte de eso solo había unas cuantas reuniones y eventos sociales en los que se esperaba su aparición. Afortunadamente, Kate había evitado las entrevistas con la prensa durante los próximos meses. Eso se lo agradecía, pero no tanto como para decírselo.

—¡Cariño, has vuelto!

Luc miró hacia la puerta, por la que estaba entrando su madre. La mujer poseía más elegancia y estilo que nadie que él hubiera conocido. Era la reina perfecta, pero su reinado estaba a punto de acabar. Bueno, lo estaría si Luc conseguía encontrar la manera de asegurar el título antes de su cumpleaños sin tener que casarse.

Cruzó la habitación para darle un abrazo. Aunque siempre había estado muy unido a sus padres, no tenía ganas de hablar de lo que estaba pasando.

—¿Cómo estás? —le preguntó su madre apartándose para mirarlo—. ¿No tienes más síntomas? ¿Te acuerdas de todo ya?

Luc asintió.

—Estoy perfectamente.

Ella lo abrazó y luego rompió el contacto.

—Tenemos que hablar.

Luc se cruzó de brazos mientras su madre cerraba las puertas para que tuvieran completa intimidad.

—¿Has visto a Kate desde que volviste? —le preguntó ella.

Luc negó con la cabeza.

—No.

—Cariño, me contó lo que pasó —su madre le tomó la mano y se la apretó—. Estoy segura de que se reservó algunos detalles, pero sé que creías que ella era tu prometida y que te siguió el juego.

Luc apretó los dientes.

—Ojalá me lo hubieras contado tú —continuó ella—. No puedo ni imaginar lo enfadado que estarías, y sé que te sentiste traicionado…

—No la defiendas —gruñó Luc.

—No voy a defender lo que hizo —su madre sonrió y ladeó la cabeza—. Solo quiero que pienses bien cómo vas a manejar esta situación. Kate es una mujer maravillosa y siempre le he tenido cariño. Sé que tenemos una norma que nos obliga a mantener las distancias con los empleados, pero sus padres y ella llevan tanto tiempo con nosotros que son como de la familia.

Lo que Luc sentía por Kate no tenía nada que ver con la familia, y lo que sucedió en aquella ducha, menos.

—Tengo que admitir que me sorprende que no la despidieras —añadió su madre—. Es buena para ti, Luc. Es la mejor asistente que has tenido nunca. Me alegro de que no la echaras.

—Estuve tentado —reconoció él—. Sigo sin saber qué voy a hacer, pero por ahora va a trabajar conmigo como siempre. No tengo tiempo ni ganas de ponerme a buscar una nueva asistente.

—Tenemos que saber qué vamos a hacer con tu cumpleaños —su madre apretó los labios—. Tu padre cambiaría la ley si pudiera, pero lo cierto es que nunca pensamos…

Luc se rio sin ganas.

—Lo sé. Nunca pensasteis que un hijo vuestro seguiría soltero a los treinta y cinco. Puedes decirlo.

Su madre le apretó el brazo.

—Ya se nos ocurrirá algo.

Luc asintió. No podía hablar porque se le había formado un nudo en la garganta. No podía fallar. Él era el siguiente escalón, por decirlo de alguna manera.

—Dejaré que te instales —su madre se acercó más a él y le dio un beso en la mejilla—. Me alegro de que hayas vuelto a casa y estés bien. Y me alegro de que no hayas despedido a Kate. Significa más para esta familia de lo que tú crees.

¿Qué quería decir aquello? ¿Acaso pensaba su madre que Kate y él…?

No, aquello era ridículo. No podía ni pensar en la idea de que Kate formara parte de su vida de otro modo que no fuera como su asistente. Y ni siquiera eso estaba del todo claro. Ya se preocuparía de aquello más tarde. En aquel momento tenía el tiempo en su contra, y encontrar otra asistente antes de encontrar esposa o antes de la coronación era impensable.

Cuando Luc volvió a quedarse a solas se dio la vuelta y regresó a su escritorio. Se apoyó en la brillante superficie, se inclinó y cerró los ojos. Sería un gran gobernante para su país, como lo había sido su padre antes que él. Luc solo necesitaba una oportunidad para demostrar que podía hacerlo sin esposa.

Escuchó el sonido de unos pasos suaves y supo al instante quién estaría detrás de él. Pero no se dio la vuelta. No estaba listo para contemplar a Kate con toda su belleza y su sensualidad. El ruido de los tacones se detuvo y a Luc le latió el corazón más deprisa de lo que le hubiera gustado. Maldición, ni siquiera se había dado la vuelta para mirarla, no le había dicho ni una palabra y ya le había puesto el cuerpo a cien.

—Volveré luego.

Su dulce voz lo atravesó cuando se dio la vuelta para mirarla.

—No —le dijo mientras ella se detenía en el umbral dándole la espalda—. Entra y cierra la puerta.

Kate se quedó quieta durante un instante. Luego dio un paso atrás, cerró la puerta y se giró para mirarle.

Luc seguía encontrándola increíblemente bella y sexy con aquel traje azul marino, con la chaqueta ajustada que le abrazaba la cintura y le marcaba los senos. Le dejaba sin palabras. Deslizó la mirada hacia los zapatos de tacón con dibujo de leopardo. Parecía una mujer lista para ser seducida sobre el escritorio.

Y lo peor de todo era que ahora sabía lo bien que estaban juntos. ¿Por qué estaba cumpliendo penitencia por todo aquello? Él era la víctima.

Kate, que se mantenía lejos de su alcance, cruzó las manos y lo miró a los ojos.

—No sabía que habías vuelto —afirmó—. Solo vine para asegurarme de que tuvieras el ordenador listo para cuando lo necesitaras.

Luc apartó la vista de sus labios pintados de rojo y miró al escritorio. Ni siquiera se había fijado en el ordenador nuevo. Es más, ni siquiera lo había pedido. Una vez más, Kate estaba pendiente de todo y hacía que su vida funcionara con más calma.

—Se han renovado todos los ordenadores del palacio —explicó ella—. Cambiaron el tuyo mientras no estabas, me aseguré de que te transfirieran todos los archivos al nuevo. Todo está exactamente igual que antes.

Cuando Luc la miró no distinguió ni rastro de emoción en su cara. Ni un amago de sonrisa, ni círculos oscuros bajo sus ojos que indicaran que no estaba durmiendo bien. Nada en absoluto. Y aquello le molestó todavía más.

—¿Es así como va a ser? —preguntó apretando los dientes—. ¿Vas a fingir que no has cambiado la dinámica entre nosotros?

Kate parpadeó, aspiró con fuerza el aire y sacudió la cabeza.

—No sé qué quieres de mí. No puedo borrar lo sucedido, pero sigues queriendo que trabaje para ti, así que estoy haciendo lo que puedo dadas las circunstancias. No puedo decirte lo que quieres saber porque…

Kate se dio la vuelta. Luc esperó a que terminara, pero ella siguió dándole la espalda mientras el silencio caía pesadamente sobre ellos. No había una manera sencilla de superar aquello. No tenía muy claro que pudieran seguir adelante a pesar de lo que le habían dicho su madre y Mikos.

—¿Por qué? —la presionó al ver que ella seguía callada—. ¿Por qué no puedes contarme tus motivos? Estoy listo para escucharlos. Necesito escucharlos, Kate.

Silencio. Luc dio un paso adelante y acortó el espacio entre ellos.

—Maldición, me merezco algo más que tu silencio. No puedes esconderte así. Dime qué te impulsó no solo a mentir, sino también a mantener la farsa de un modo tan perfecto que terminaste en mi cama.

—No me hagas decírtelo.

Luc la agarró del brazo, la giró y la obligó a mirarle a los ojos.

—Me niego a dejarte irte de rositas.

Kate estiró los hombros, alzó la barbilla y se secó la lágrima que le rodó por la mejilla.

—De acuerdo —dijo asintiendo—. ¿Quieres saber por qué lo hice, por qué te mentí con tanta facilidad? Aparte de las órdenes del médico de no decirte nada, aparte de que el engaño se me había ido de las manos, sabía que aquel sería el único momento de mi vida en el que me mirarías como si sintieras algo por mí. Sabía que no estaba bien. No justificaré mis acciones, pero no me pidas que te diga nada más. No puedo, Luc.

La voz se le quebró al pronunciar su nombre. Luc mantuvo la mano en su brazo cuando se le acercó un poco más, cerniéndose sobre ella.

—Sí que puedes —murmuró—. Dímelo. Ahora.

Estaba dividido entre la excitación y la ira.

—Me enamoré de ti —susurró Kate con los ojos clavados en los suyos—. ¿Es eso lo que querías oír? ¿Tanto me odias que necesitas humillarme para superar la furia? Bueno, pues ahora ya lo sabes. Te he desnudado mi alma, Luc. Sabes lo de mi adopción, algo que poca gente conoce. Conoces mis fantasías secretas y que estoy enamorada de un hombre que prefiere humillarme antes que perdonarme. Y que, por supuesto, no me ama. Ya sé que es culpa mía, pero eso no evita el dolor.

Luc sintió como si le apretaran el corazón al escuchar sus palabras. ¿Por qué sentía simpatía por ella? Todo había sido culpa de Kate y le había arrastrado a él.

—Tú no me amas —Luc dejó caer la mano y dio un paso atrás—. No se ama a quien se miente y se manipula.

—Nunca te había mentido antes de esto y no volveré a hacerlo —prometió Kate cruzándose de brazos—. Cuando te digo que te amo soy sincera. Sé que mi palabra no significa nada para ti, y sé que lo he hecho todo mal. No hay excusa para mi comportamiento, así que no voy a inventarme alguna.

Luc observó cómo se recomponía, cómo se atusaba el pelo y echaba los hombros hacia atrás.

Había permanecido fuerte en medio de todo aquello. Quería odiarla porque eso sería mucho más fácil que quedarse allí y romperse por la mitad. Kate había traicionado la confianza que habían construido, y al mismo tiempo había intentando mantener la distancia. Fue él quien insistió en que intimaran. Podía ver aquella situación desde muchos ángulos, pero ninguno de ellos le daba una respuesta ni facilitaba las cosas.

—Tienes todo el derecho a despedirme. Me lo merezco. Pero si insistes en que me quede, creo que será mejor que mantengamos una relación profesional y sigamos adelante. Eso significa que no me eches a la cara constantemente los errores que cometí.

Cuanto más hablaba, más fuerte le sonaba la voz. La mujer que le había declarado su amor unos instantes atrás se había vuelto a transformar en la asistente eficaz que siempre había sido. ¿Cuál era la verdadera Kate? ¿Era la mujer apasionada y cariños de la casa de la playa? ¿La asistente que se ocupaba de todo? ¿O la mujer interesada que se había metido en su vida cuando él estaba débil?

—Estoy de acuerdo en que a partir de ahora mantengamos una relación estrictamente profesional.

Luc rezó en silencio para estar diciendo la verdad. Necesitaba tener la cabeza despejada, centrarse en asegurar el título y no pensar en lo que sentía por su asistente.

 

 

El plan de mantener las cosas en el terreno puramente profesional estaba a punto de hacerse pedazos.

Kate cerró los ojos, apretó la barrita y deseó que el resultado fuera diferente.

Abrió un poco un párpado y siguió viendo las dos rayitas rosas. No podía apartar la vista de ellas.

Y por mucho que siguiera mirándolas, el resultado iba a ser el mismo. Positivo. Emitió un sonido mezcla de gemido y grito cuando se puso de pie. Se miró en el espejo de la cómoda y vio que estaba igual que antes, pero en los últimos tres minutos había cambiado el curso de su vida.

¿Qué debía hacer ahora? Estaba esperando un hijo de Luc, y él la odiaba.

No había forma de esquivar la situación. Kate tomaba la píldora desde que era adolescente para mantener su ciclo regular, pero no habían usado preservativo las veces que estuvieron juntos, y estaba claro que el control de natalidad a veces fallaba.

Solo había una respuesta. Le había prometido a Luc que nunca volvería a mentirle, y no iba a empezar guardando en secreto lo del bebé.

Kate dejó la prueba de embarazo sobre la cómoda, se lavó las manos y salió del baño. Quería encontrar a Luc en aquel momento. Aquello no podía esperar.

Sabía que estaba trabajando desde casa. Si se paraba a pensar podría imaginar su agenda, ya que ella la había creado. Pero la cabeza no le funcionaba como debía en aquel momento y no podía procesar otra cosa que no fuera el hecho de que iba a tener un hijo del hombre al que amaba…

Sus mentiras no solo habían matado la confianza de Luc en ella, sino que ahora, el torbellino de secretos había formado una nueva vida… literalmente.

Kate se llevó la mano al vientre mientras salía del despacho al ancho pasillo. Sonrió al cruzarse con una de las doncellas, pero se le borró la sonrisa de la cara cuando llegó a la puerta del despacho de Luc. En cuestión de minutos, sus vidas y el futuro de aquel país cambiarían para siempre.

Estaba embarazada del heredero.

Kate apoyó la frente en la puerta de madera y cerró los ojos. Cuanto antes se lo dijera a Luc, antes podrían empezar a pensar qué hacer. Reuniendo todas sus fuerzas, llamó con los nudillos. Le temblaban las manos. Escuchó voces familiares al otro lado. Al parecer Luc estaba reunido con sus padres. Pero aquello no podía esperar. Sí, eran el rey y la reina, pero a Kate no le importó.

Dobló el puño, llamó más veces y con más fuerza hasta que se abrió la puerta y salió Luc con aspecto enfadado. Cuando la vio apretó las mandíbulas y entornó los ojos.

—Estamos en medio de algo importante, Kate.

Kate pasó por delante de él y sonrió con gesto nervioso a sus padres, que estaban sentados mirándola fijamente.

—Lo siento, pero esto no puede esperar.

Ana Silva se levantó y cruzó la estancia. Kate tragó saliva, el corazón empezó a latirle con más fuerza.

—Cariño, estás temblando —dijo Ana—.Ven, siéntate.

—Estamos en medio de algo importante —repitió Luc.

Su padre se puso de pie y señaló la silla que había dejado vacía.

—Siéntate aquí, Kate.

Luc murmuró algo en portugués.

—Lo siento —dijo ella—. No quería montar una escena. Solo necesito unos minutos con Luc.

Sus padres intercambiaron una mirada y Kate se fijó en que Luc permanecía a un lado con los brazos cruzados y las mandíbulas todavía apretadas. No estaba contento. Y ahora ella iba a soltarle otra bomba en su vida. ¿Se enfadaría todavía más con ella? Seguramente, pero ocultar el embarazo no era una opción.

Kate cerró los ojos, apoyó los codos en las rodillas y dejó caer la cabeza entre las manos. Los padres de Luc le dijeron algo a su hijo en voz baja y un instante después Kate escuchó cómo se cerraba con la puerta del despacho.

—¿De qué diablos va todo esto? —exigió saber Luc.

Kate se apartó el pelo de la cara y alzó la vista para mirarle. Estaba apoyado contra la esquina del escritorio con los tobillos cruzados y las palmas apoyadas en las caderas. Llevaba puestos unos vaqueros negros y camiseta negra ajustada. No parecía un miembro de la familia real, pero exudaba poder.

—Yo… —Kate sacudió la cabeza y se puso de pie. Le temblaba demasiado el cuerpo como para seguir sentada—. Estoy embarazada.

Luc se la quedó mirando unos instantes sin decir una palabra. Y de pronto se echó a reír.

—Buen intento, Kate —afirmó poniéndose muy serio—. Pero ya han intentado ese truco conmigo.

—¿Qué?

Kate tardó unos instantes en asumir sus palabras. Luc no la creía. Por supuesto que no. ¿Por qué iba a hacerlo? Su exprometida le había tomado el pelo intentando engañarle con un falso embarazo, y Kate también le había mentido.

—No estoy mintiendo, Luc —reiteró ella—. Tengo la prueba de embarazo en el baño de mi oficina. Aunque tengo que llamar al doctor Couchot para confirmarlo con un análisis de sangre.

Los ojos de Luc se nublaron.

—Has hecho esto adrede.

Kate sintió una oleada de furia. Por mucho que le amara, por mucho que deseara que la viera como una mujer merecedora de amor y de confianza, se negaba a quedarse allí cargando con la culpa de algo en lo que ambos habían participado.

—Creo que fuiste tú quien se me acercó —contestó cruzándose de brazos—. ¿Crees que quiero tener un hijo de un hombre que no me ama? Cometí un error al acostarme contigo, pero no soy tan patética como para intentar atraparte. Te prometí que siempre sería sincera contigo, y me he enterado de esto hace diez minutos. Así que no seas tan ególatra. No estoy dispuesta a todo con tal de engancharte.

Kate se dio la vuelta y consiguió cruzar la estancia y poner la mano en el picaporte antes de que Luc le agarrara el brazo y le diera la vuelta. Con la espalda apoyada en la puerta, atrapada entre la madera y el duro cuerpo de Luc, Kate se quedó mirando aquellos ojos que podían hacer que una mujer olvidara todos sus problemas.

—¿Crees que puedes soltar semejante bomba y marcharte sin más? —demandó él—. No hemos terminado.

—Ambos necesitamos procesar esto antes de decir algo de lo que nos podamos arrepentir. Necesito… necesito pensar bien en todo esto, Luc.

Él abrió los ojos de par en par.

—¿Qué hay que pensar? Vas a tener un hijo mío. Yo formaré parte de su vida.

Un escalofrío de alivio recorrió el cuerpo de Kate.

—Nunca te negaría la posibilidad de estar con tu hijo.

Los ojos se le llenaron de lágrimas y sintió cómo se le formaba un nudo en la garganta. Kate se maldijo a sí misma. Odiaba llorar, odiaba la situación en la que se encontraba, pero odiaba todavía más estar tirando de un niño inocente.

—Estoy asustada —susurró cerrando los ojos.

Giró la cara cuando Luc le deslizó la mano por la mejilla. Volvió a centrarse en él y vio en sus ojos algo que no esperaba: miedo. Estaba claro que ella no era la única con inseguridades.

—No importa lo que haya pasado hasta este momento, no te dejaré sola con el bebé —Luc dejó caer la mano pero no se apartó—. Nuestro bebé.

Al tenerlo tan cerca, con aquel olor tan deliciosamente familiar y tan sexy, Kate no fue capaz de pensar con claridad. Deseó no seguir deseándolo, lamentó haberle mentido. Y deseó que algo tan maravilloso como crear una vida con el hombre al que amaba no estuviera manchado por culpa de sus mentiras.

—No quiero que nuestro hijo sufra por mis actos —le dijo ella—. Quiero que estemos juntos en esto. Sé que no es un buen momento, con el trono, tu cumpleaños y todo lo que tienes en mente no quería añadirte más estrés, pero tenías que saberlo.

Al ver que no decía nada, Kate se dio la vuelta despacio. No pudo evitar rozarse contra él porque Luc no se había movido desde que la atrapó contra la puerta.

Luc le puso las manos en los hombros al acercarse a ella.

—¿Quién eres, Kate? —susurró.

Ella dejó caer la cabeza en la puerta y trató de ignorar el modo en que cuerpo respondía al suyo. Pero no lo consiguió.

—¿Eres la asistente eficaz? ¿La mujer que me representa ante el público? ¿Eres la mujer que me mintió por motivos egoístas? ¿O la que asegura que me ama y que ahora espera un hijo mío?

Kate aspiró con fuerza el aire y miró de reojo hacia atrás.

—Soy todas ellas.

—Una parte de mí te odia por lo que hiciste —los ojos de Luc se clavaron en sus labios—. Ojalá no te deseara tanto todavía.

Ella contuvo el aliento cuando Luc se apartó y volvió al escritorio. Le dio la espalda, como si le hubiera costado mucho hacer aquella revelación. Pero Kate no debía pensar en aquello, tenía que anteponer su bebé a todo.

Incluso al hecho de que su corazón solo latiera por aquel hombre.