Capítulo Diez
Tendría que habérselo dicho. Independientemente de lo que aconsejara el médico, tendría que haberle dicho a Luc que no estaban prometidos. Todo lo demás lo podría recordar por sí mismo, pero había que desenmascarar aquella mentira tan grande.
Y sin embargo, ya se habían acostado dos veces y ella no había dicho todavía ni una palabra.
El peso del anillo en la mano tampoco ayudaba a cargar con la culpa que le pesaba en el corazón. En lugar de intentar hacer las cosas bien, había dejado que las cosas se salieran de madre.
Kate salió del baño con un albornoz corto atado a la cintura. En cuanto alzó la vista vio a Luc sentado en la cama con la sábana blanca por debajo de la cadera. Todos aquellos músculos bronceados y tonificados, el tatuaje en el hombro, el vello oscuro del pecho. El hombre exudaba atractivo sexual y autoridad.
—No hacía falta que te pusieras el albornoz si vas a seguir mirándome así —le dijo él con voz adormilada.
Kate se apoyó en el quicio de la puerta del baño.
—¿Sabías que nunca has querido casarte? —le preguntó cruzándose de brazos.
Luc se rio y se apoyó contra el acolchado cabecero.
—Eso es un tópico, pero no. No lo sabía.
Kate tragó saliva.
—No tenías intención de tener esposa, pero Ilha Beleza tiene una ley arcaica y estúpida que dictamina que debes casarte antes de cumplir los treinta y cinco años para poder acceder al trono.
—Mi cumpleaños es ya pronto —murmuró Luc como si acabara de caer en ello—. ¿Estás diciendo que no podré subir al trono si para entonces no estamos casados?
Aquel era el truco.
—No podrás coronarte hasta que estés casado.
—Eso es ridículo —se rio Luc—. Lo primero que haré será cambiar esa ley. ¿Y si mi hijo no quiere casarse? ¿Quién dice que hay que estar casado antes de los treinta y cinco?
Kate sonrió.
—Eso fue justo lo que dijiste antes de caerte. Estabas empeñado en reformar esa ley.
Luc le sostuvo la mirada durante un instante, pero antes de que ella pudiera seguir, le dijo:
—Anoche tuve un sueño. Era muy real. Sé que era un recuerdo, pero no puedo ubicarlo.
A Kate le empezó a latir con más fuerza el corazón dentro del pecho. ¿Habría terminado su tiempo juntos? ¿La fantasía en la que estaban viviendo iba a detenerse en seco?
—¿Qué soñaste? —le preguntó agarrándose los brazos.
—Soñé que estabas embarazada. Esa imagen me ha pasado por la cabeza más de una vez —Luc clavó los ojos en los suyos—. ¿Por qué sueño eso, Kate?
—¿Me viste a mí en el sueño? —preguntó ella, consciente de que estaba pisando terreno peligroso.
Luc sacudió la cabeza.
—No. Tenía las manos puestas en tu vientre y estaba feliz. Nervioso pero emocionado.
—Nunca he estado embarazada —afirmó Kate con dulzura—. A lo mejor solo estabas adelantándote.
Kate apartó la vista, incapaz de seguir mirándole a los ojos y verle luchar contra la situación. ¿Por qué no podía ser real aquello? Luc le había dicho más de una vez que la amaba, pero seguramente porque pensaba que era lo que debía decir. Pero, ¿y si estuviera hablando con el corazón? ¿Y si la caída hubiera hecho salir sus auténticos sentimientos? Pero aunque tuviera alguna oportunidad con el hombre del que se había enamorado, le había mentido y engañado. Nunca la perdonaría.
Solo quería vivir el momento, pasar una noche más con él. Estaba siendo egoísta, sí, pero no podía dejarle ir aún cuando todo era tan bonito y perfecto.
—¿Quieres tener hijos? —le preguntó Luc—. Supongo que ya hemos hablado de esto antes.
Kate se apartó del quicio de la puerta y se pasó la mano por el pelo.
—Sí, quiero tener hijos. Mi sueño siempre ha sido tener un marido que me quiera y una casa llena de niños.
Luc esbozó una sonrisa sexy.
—Tendremos los hijos más guapos del mundo.
Oh, cuánto deseaba creerle cuando le decía cosas. Sin embargo, Luc estaba atrapado en la red de mentiras que ella había creado sin querer. Su intención siempre había sido buena. Confiaba en que Luc se diera cuenta de ello cuando todo saliera a la luz.
—Creo que cualquier niño que lleve los genes Silva será guapo —afirmó—. Aunque tú eres hijo único, tu padre ha estado siempre acompañado de bellezas exóticas. Y tu madre también es un bellezón.
Luc apartó la sábana y se puso de pie. Cruzó el suelo portando únicamente un tatuaje y una sonrisa y mantuvo la mirada fija en ella.
—Me encantaría hacer esos bebés, pero creo que primero debo hacer algo que me ayude a recuperar cuanto antes la memoria.
Kate hizo un esfuerzo por levantar la vista. Pero solo llegó a la altura del pecho.
—¿De qué se trata?
—Tal vez deberíamos trabajar en esa agenda que mencionaste —afirmó sonriendo todavía más—. Antes de que nos distraigamos por estar desnudos.
Kate se rio.
—Sí. Trabajo. En eso es en lo que debemos centrarnos. Iré a buscar mi ordenador portátil —le dijo—. Te he escrito un discurso y me gustaría que le echaras un vistazo.
Luc le pasó un brazo por la cintura cuando se iba a marchar.
—¿Me escribes los discursos?
—Lo hago desde el año pasado.
Luc le deslizó la mirada por el rostro y los labios antes de volver a mirarla a los ojos.
—Eres perfecta para mí.
Kate tragó saliva.
—Será mejor que te pongas algo. No puedes trabajar como Dios te trajo al mundo.
La risa de Luc la siguió cuando salió de la habitación, mofándose de ella. No era perfecta para él. Quería serlo. Con toda su alma. Le entregaría todo, pero su romance de ensueño estaba a punto de llegar a su fin. Cada día recuperaba algún recuerdo nuevo. El tiempo no estaba de parte de Kate.
Tal vez Luc empezara a encajar más piezas al centrarse en el trabajo. Tal vez entonces ella no tendría que preocuparse de decir nada. La verdad era que no sabía qué era peor, decirle la verdad o dejar que la averiguara por sí mismo.
¿Era una cobarde por no querer decírselo? Totalmente. No solo no quería ver el dolor y probablemente el odio que reflejaría su mirada, sino que no quería enfrentarse a ello. No habría palabras que decir, no habría una manera buena de decirle que llevaba varios días viviendo una completa mentira.
En cualquier caso, el resultado sería el mismo independientemente del modo en que Luc se enterara. Estaría disgustado con ella. De pronto, perder el trabajo o incluso que lo perdieran sus padres ya no era el problema principal. Ahora no podía imaginarse ya la vida sin Luc.
Y lo que estaba pasando la hacía sentir estúpida, egoísta y desesperada.
¿Cuándo se había convertido en una mujer así? Porque Kate no era ahora mejor que la mentirosa y maquinadora de su ex.
Luc miró detrás de Kate, que estaba sentada en una silla del patio con el ordenador portátil sobre la mesa de mosaico. Habían optado por trabajar fuera para disfrutar del sol y de la suave brisa marina.
Luc apoyó las manos en el respaldo de la silla y se inclinó hacia delante para leer la pantalla, pero le resultó imposible concentrarse. El aroma a flores de Kate llegaba hasta él con cada ráfaga de brisa.
—Puedo mover estos compromisos —le dijo Kate señalando dos rayas verdes—. No son tan urgentes.
—Muy bien. Sabes de esto más que yo —le dijo él.
Kate se giró un poco y le miró de reojo.
—Yo sé organizar, pero esto es tu vida, Luc. Ayúdame un poco. Puedo añadir tiempo o quitarlo. Normalmente, cuando no quieres permanecer mucho tiempo en un evento, me invento una excusa para reducirlo.
—¿De verdad? —preguntó Luc alzando las cejas.
—Claro. ¿De qué otro modo podrías escapar y seguir pareciendo un príncipe encantador? —se rio.
—Vaya, está claro que lo haces todo por mí —Luc suspiró y estiró la espalda—. Lo que tienes me parece bien. Llevas un año haciendo esto, así que está claro que sabes de lo que hablas.
Kate se dio la vuelta por completo en la silla y entornó la mirada.
—Ese es el Luc con el que yo solía trabajar. Nunca querías ayudarme con la agente. Siempre confiabas en que yo lo hiciera bien.
Otra imagen de Kate vestida de traje, esta vez negro, le cruzó por la mente. A su lado estaba una mujer de pelo negro. Luc cerró los ojos para retener aquella imagen, necesitaba saber quién era aquella mujer.
Alana.
La imagen se fue tan deprisa como había aparecido, pero ahora tenía un nombre.
—¿Luc?
Abrió los ojos y se encontró con la mirada de preocupación de Kate. Se había puesto de pie y estaba delante de él.
—¿Quién es Alana? —le preguntó Luc.
Kate retrocedió como si le hubiera dado una bofetada.
—¿La recuerdas?
—He tenido un recuerdo de vosotras dos hablando, pero no sabría decir de qué. Es como una maldita película que se reproduce en mi cabeza pero sin sonido.
Luc se pasó la mano por la cara antes de volver a mirarla a los ojos.
—¿Quién es ella? —repitió.
—Una mujer con la que salías.
Luc trató de recordar más, pero no le vino nada a la mente. Solo que el nombre de aquella mujer despertaba sensaciones de dolores y de rabia en su interior.
—¿Íbamos en serio? —preguntó.
Kate se cruzó de brazos y asintió.
—Sí.
Estaba cumpliendo la orden del médico de no darle más información de la que preguntara. Luc cruzó el patio, se detuvo al borde de la enorme piscina y miró hacia el mar. Tenía el mundo a su espalda, y lamentó no poder hacer lo mismo con sus problemas.
Alana Ferella. El nombre surgió en su cabeza con facilidad mientras veía romper las olas en la orilla. Pero el corazón se le endureció. ¿Qué clase de relación habían tenido? Estaba claro que no muy buena, en caso contrario seguirían juntos. Algo parecido a la rabia se apoderó de él. No había sido una buena mujer, eso lo tenía claro. No quería seguir preguntándole a Kate por su exnovia, y de todas maneras, seguro que Alana no era importante. Solo lamentaba no recordar más cosas sobre Kate y sobre los planes que habían hecho juntos.
—¿Vamos a casarnos pronto? —preguntó girándose para mirarla.
Ella parpadeó un par de veces, como si la pregunta le sorprendiera.
—No hemos puesto fecha todavía —afirmó.
Aquello era extraño. Una vez anunciado el compromiso, ¿no sería lo correcto por protocolo fijar una fecha?
—¿Por qué no? —quiso saber—. Con mi cumpleaños acercándose, el trono en juego y formando parte de una familia real, me extraña que no tengamos fecha.
Kate se mordió el labio inferior y se encogió de hombros.
—Podemos comentar esos detalles dentro de un rato, pero antes, ¿podremos ultimar primero la agenda? Luego me gustaría hacer algunas llamadas si funciona el servicio telefónico para confirmar tu visita. También necesito que mi padre lo sepa para organizar la seguridad.
Estaba evitando la pregunta por alguna razón. ¿No quería hablar por su pérdida de memorias o había algo más? La propia Kate había admitido que discutieron antes de la caída. ¿Estaban discutiendo por la boda? ¿O por qué? Maldición.
Luc dio una fuerte palmada a la mesa, soltó una palabrota y luego apretó los puños.
Kate dio un respingo y un paso adelante, pero Luc alzó la mano.
—No —ordenó—. No digas nada. No hay nada que puedas hacer a menos que quieras contármelo todo, y eso va contra las órdenes del médico.
La expresión dolida de Kate le llevó a decir otra palabrota. Era tan víctima como él.
—No quería pagarla contigo, Kate.
Ella sacudió la cabeza y agitó una mano.
—No pasa nada.
—Sí, sí pasa —Luc salvó la distancia que los separaba y la estrechó entre sus brazos—. Has estado aquí para mí, has hecho mucho por mí y yo descargo mi rabia y frustración en ti cuando solo intentas protegerme.
Kate le rodeó la cintura con los brazos.
—Puedo manejarlo, Luc. Además, en parte es culpa mía que estés en esta posición. Si no hubiéramos discutido, si no te hubieras enfadado tanto como para bajar al muelle húmedo, nada de esto habría sucedido.
Luc se echó hacia atrás.
—Nada de esto es culpa tuya. Al menos hay piezas de mi vida que empiezan a revelarse, y estoy seguro de que dentro de poco podré completar el puzle.
Kate había sacrificado mucho por él. Pero todavía no le había oído decir que le amaba. La miró a los ojos.
—¿Por qué te vas a casar conmigo? —le preguntó acariciándole la barbilla.
Ella se puso tensa y abrió los ojos de par en par.
—¿Qué quieres decir?
—¿Me amas? —le preguntó echando la cabeza hacia atrás para poder mirarla a los ojos.
Los ojos de Kate se llenaron al instante de lágrimas. Alzó las manos y le enmarcó el rostro.
—Más de lo que tú nunca sabrás —susurró.
Luc experimentó una gran sensación de alivio. No sabía por qué, pero le resultaba imperativo conocer sus auténticos sentimientos.
—Quiero hacer algo por ti —Kate le puso los labios suavemente en los suyos—. Esta noche te voy a preparar tu cena favorita. Vamos a tener una velada romántica y no hablaremos de la amnesia, la boda ni el trabajo. Esta noche se trata solo de Kate y de Luc.
¿Acaso no era ese el sentido de aquella escapada? Kate les había vuelto a colocar de manera inteligente en el sentido del viaje. Seguramente aquella era una de las muchas razones por las que se había enamorado de ella. Le mantenía con los pies en la tierra, en rumbo.
La atrajo hacia sí y la besó en el cuello.
—Entonces, espero un gran postre —le susurró al oído.