¿CONTROLAS LO QUE VES, ESCUCHAS, SIENTES, HUELES Y SABOREAS?
La suprema felicidad de la vida es saber que eres amado por ti mismo o, más exactamente, a pesar de ti mismo.
VÍCTOR HUGO

Ese concepto que llamas realidad te lo has formado gracias a los cinco sentidos que posees. Nuestro cerebro utiliza estos medios para recibir y dar información a los demás, además de para comunicarnos con el resto del mundo y con nosotros mismos.

Tus sentidos te dan pautas o claves para ingresar información en tu cerebro, por lo que es importante utilizarlos adecuadamente. Aunque tenemos los cinco sentidos, cada persona elige uno de ellos para ingresar los datos a su computadora biológica y con eso construyen sus pensamientos a diario.

Hace varios años, dos teóricos, Richard Bandler y John Grinder, determinaron que las personas pueden ser agrupadas en tres tipos, según la modalidad de comunicación que utilizan:

• El visual, que utiliza la vista como principal acceso de información.
• El auditivo, que utiliza el oído como principal acceso.
• El kinestésico, el cual utiliza el tacto, el gusto y el olfato.

Los sistemas de representación te ayudan a clasificar el mundo que te rodea. Al utilizar un sistema preferentemente, puedes diferir con otros respecto al concepto de las cosas que te rodean, ya que ellos pueden percibirlo mediante otras claves de acceso.

Las personas que utilizan preferentemente el canal visual elaboran más imágenes, prefieren recordar imágenes fijas y con movimiento. Una persona orientada visualmente utiliza principalmente sus ojos para percibir el mundo que lo rodea y utiliza imágenes visuales para pensar. Usan expresiones en su lenguaje cotidiano tales como «claro», «transparente», «brillante», «turbio», «aclarar», «revelar», «observar», «mostrar», «asomar», «apuntar», «visionar»… Utilizan frases como: «Se ve difícil», «Es necesario aclarar las cosas», «Fácilmente me desconcentro». El pensamiento de la persona visual es concreto, o, como afirma Mirta Aguirre3: «El pensamiento por imágenes culmina en creaciones singulares que constituyen instrumentos para expresar lo general por medio de lo concreto».

Las personas altamente auditivas prefieren escuchar sus voces interiores, son más metódicas y organizadas. Ellos prefieren sus percepciones auditivas, dependen de las palabras habladas para recoger su información y guiar sus conductas. Utilizan términos como: «silencio», «susurrante», «armonizar», «suena», «murmullo», «sintonizar», «algarabía», «estridente»… y frases como «Hacerse el sordo», «Se escucha mal», «Se oye interesante».

El individuo altamente kinestésico aparenta ser desorganizado; como le interesa la comodidad, puede vestir ropa holgada, es altamente activo, aunque cuando se lo propone descansa en exceso. Siente a través de la experiencia corporal, ésta incluye el olfato y el gusto.

Los términos preferidos son: «amargo», «ácido», «agarrar», «rechazar», «duro», «resbalar», «rechazar», «atraer», «blando», «frío», «cálido»… y lo escuchamos utilizar frases como: «Lo agarró con las manos en la masa», «Se siente culpable», «Cautivó a la audiencia».

Todas las personas tenemos los tres canales de comunicación, aunque preferimos uno o dos para comunicarnos. Cada una de las modalidades tiene varias submodalidades, que son las variables que definen la diferencia en la información interna que procesamos cuando pensamos de forma visual, auditiva o kinestésica. Igual que el director de cine cambia la iluminación o el ángulo de su cámara, o nos hace escuchar una determinada música o ruidos dependiendo de los sentimientos que quiera despertar en nosotros, nuestra mente juega con diferentes cualidades a las que llamamos submodalidades.

3 Mirta Aguirre, Los caminos poéticos del lenguaje, La Habana, Cuba: Editorial Letras cubanas, 1976.

Así, el individuo con una preferencia por la modalidad visual crea imágenes, por eso es más receptivo a este tipo de estímulos. Las submodalidades como el color, el tamaño, el brillo o la velocidad apoyan esta modalidad. El que utiliza más su modalidad auditiva tendrá submodalidades como volumen o ritmo, mientras que el kinestésico poseerá sensaciones como movimiento y temperatura.

Algunas de las submodalidades visuales son: brillo, tamaño, ampliación, color, blanco y negro, gama de grises, saturación del color, sombra, balance de color, talla de las imágenes, localización, distancia, contraste, claridad de la imagen, enfoque o desenfoque, duración, película o foto fija, velocidad lenta o rápida, dirección del movimiento, dos o tres dimensiones, perspectiva (delante, detrás, al lado), picado o contrapicado, asociado o disociado, primer o segundo plano, contexto, frecuencia o número, simultáneo o secuencial, marco o panorámica, orientación, densidad, transparencia u opacidad, dirección de la luz, simetría o asimetría, horizontal o vertical.

Las submodalidades auditivas son: tono, tempo, volumen, ritmo, continuo o discontinuo, timbre, tonalidad, asociado o disociado, contraste, armonía o desproporción, figura o fondo, claridad del sonido, número, nitidez, resonancia en contexto, interno o externo, origen del sonido, mono o estéreo.

Las submodalidades kinestésicas son: presión, localización, extensión, temperatura, movimiento, duración, intensidad, tamaño, frecuencia, número, horizontal o vertical, destellos, única imagen o múltiples imágenes, sinuosidad, figura o fondo, dulce, amargo, ácido, salado, aromático, caliente o frío.

¿Para qué nos sirve conocer esto? Para muchas cosas. Si hablaras diversos idiomas, tendrías oportunidad de comunicarte con varios millones de personas. Si conoces las submodalidades, sabrás cómo pedirle a tu cerebro lo que desees.

Hace un par de años llegó una mujer con asma a mi consulta, aunque no era el motivo de su visita.
Me centré en ese problema: le pedí que localizara un lugar en su cuerpo para ese trastorno de la salud, que describiera cómo veía, escuchaba y sentía su enfermedad. Ella me dijo que estaba en su pecho, el cual se veía negro, se escuchaba grave y se sentía duro; entonces, le pregunté cómo se vería, escucharía y sentiría si no tuviera la enfermedad, y ella contestó: «De color blanco, agudo y blando». «Bien, a partir de este día a todas horas te imaginarás a tu pecho y enfermedad de esa forma: blanco, agudo y blando».
A las tres semanas, respiraba mejor y se sentía saludable. Así se trabaja con las submodalidades.
Otra persona tenía una infección en el estómago. Para ayudarlo a sanar rápidamente, le pedí lo mismo. Ella veía su enfermedad verde, la escuchaba con mucho ruido y se sentía «constipado». La salud se veía rosa, no se escuchaba y se sentía fluida; obviamente, le pedí que en todo momento la viera, escuchara y sintiera con las submodalidades descritas. Su mejora fue muy rápida.
También este tipo de ejercicios son útiles para otros padecimientos, por ejemplo, para disminuir los dolores de cabeza y otros malestares de la vida diaria.
Los pasos que debes seguir cuando desees cambiar tu experiencia por medio de submodalidades son los siguientes:

1. Identifica el síntoma o problema y otórgale una submodalidad visual, auditiva o kinestésica, por ejemplo: ¿qué color tiene?
2. Identifica la submodalidad del estado deseado. Siguiendo el mismo ejemplo: ¿de qué color sería? Puedes elegir las submodalidades hasta que produzcan el estado deseado.

Supongamos que tu preferencia en modalidad de comunicación es visual y deseas no estar triste cuando recuerdes a una de tus parejas. Lo que debes hacer es lo que sigue:

• Trae una imagen de ella o él, colócala en tu mente y date cuenta de los colores que existen, el tamaño, si existe movimiento o si la ves de cuerpo entero o medio cuerpo.
• Cambia esas modalidades, es decir, si está vestida con ropa color azul, cámbiala por amarillo; si es una imagen grande, hazla pequeña.
• Verifica que lo que ves te agrada y te causa menos daño. Si no es así, sigue «jugando» con las submodalidades hasta encontrar la que te haga sentir bien.

Por lo regular, cuando estás triste, en tu mente alojas muchas imágenes grandes. Si les restas tamaño, verás que tu emoción cambia. Para comprobarlo, haz lo siguiente:

1. Trae una imagen que te cause melancolía. Utilizaré esta imagen para ejemplificar:

 

2. Ahora cambia tus submodalidades. En este caso, la harás más pequeña:

 

Inclusive podrías hacerla tan pequeña que no se distinga la figura o irla alejando más y más hasta que desaparezca de tu mente.

3. Verifica si te causa menos daño. Si no fuera así, cambia otra vez sus características; por ejemplo, desenfócala hasta no distinguir su contenido:

Haz lo mismo con todas las imágenes que te causen algún daño. No olvides que puedes realizar cientos de cambios hasta encontrar el que te satisfaga completamente.

También puedes cambiar los sonidos que te hacen daño. Recuerda alguna palabra que te lastime. Si te la dijo una mujer, imagina que te la dice un hombre, es decir, cambia su tonalidad. Si lo que escuchas tiene nitidez, cámbialo por algo confuso.

De igual manera a como realizaste el ejercicio anterior, verifica si lo que escuchas te agrada; si no, sigue cambiando las submodalidades hasta que no te afecte lo que recuerdas.

Si prefieres la modalidad kinestésica, entonces deberás cambiar las modalidades adecuadas para ella, por ejemplo, si sientes «un nudo en la garganta», deshazlo imaginariamente. ¿No te agrada un olor en tus recuerdos? Modifícalo: si es de rosas, ahora puede ser de claveles; ¿es un sabor amargo? Ahora transfórmalo en dulce. Cambia las submodalidades hasta que te agraden las sensaciones que experimentas.

Esto no sólo funciona con algo particular: también lo hace con la totalidad de tu experiencia humana. Te pregunto: ¿cómo es tu vida?, ¿qué ves, escuchas y sientes?, ¿qué verás, escucharás y sentirás cuando tengas éxito y seas próspero? No esperes a que la «suerte» llegue y te dé el éxito y la felicidad: mejor comienza a verlos, escucharlos y sentirlos ahora.

Como te decía anteriormente, el uso de colores es sumamente importante. Si utilizas éstos para tu bienestar, puedes lograr mucho. Existe una técnica milenaria (utilizada por la medicina tradicional china, india y griega) llamada cromoterapia, la cual consiste en un método de armonización que ayuda a la curación natural de ciertas enfermedades por medio de los colores, específicamente utilizando la proyección de luz de diferentes tonos directamente sobre el cuerpo humano, para obtener diversas reacciones terapéuticas. Los colores corresponden a vibraciones que tienen velocidades, longitudes y ritmos de ondas diferentes. Ellos ejercen una influencia física, psíquica y emocional que permite a nuestra energía vital obtener un estado que facilita la autosanación.

A continuación, menciono algunos colores y sus efectos en el cuerpo:

• Rojo: estimulante del hígado y de la circulación sanguínea; ayuda en la bronquitis, impotencia y el reumatismo. La persona, bajo su influencia, tiende a ser más impulsiva, activa, simpática.
• Naranja: antifatiga, estimula el sistema respiratorio y ayuda a la fijación del calcio. Aumenta el optimismo y es un tónico sexual.
• Amarillo: proporciona energía al sistema digestivo y tonifica los músculos. Estimula el intelecto, evita la fatiga mental y la melancolía.
• Verde: sedativo, reposa y fortifica la vista, mejora las úlceras. Auxiliar contra el insomnio y el enojo.
• Azul: antitérmico, antiséptico y astringente, refrescante, ayuda con el asma, el exceso de peso y la celulitis. Tiene un efecto de paz y tranquilidad, proporciona nuevas ideas.
• Violeta: auxiliar para las anemias. Disminuye la angustia, las fobias y la inseguridad. Elimina la rabia y la violencia.

Si utilizas estos colores en tu visualización, podrás obtener excelentes resultados. Por ejemplo, si recuerdas un momento que te haga sentir triste, podrías «pintarlo» imaginariamente de amarillo. Inténtalo y verás que cambia tu estado de ánimo. Así, utiliza los colores para modificar lo que te daña. También podrías pintar tu habitación con colores que te hagan sentir mejor emocionalmente, con salud y prosperidad, además de usar ellos en tu ropa.

Ejercicio para fortalecer tu autoestima
Éste es un ejercicio sencillo y tremendamente útil y efectivo. Te va a hacer sentir bien y puedes practicarlo todas las veces que desees.

1. Elabora una imagen mental de ti mismo. Piensa cómo te ves, ¿cómo es esa imagen? (Fuerte o débil, grande o pequeña, con o sin movimiento, brillante u oscura). En resumen: ¿es positiva o negativa?

2. Elimina lo negativo. Por ejemplo: si ves una imagen que no alcanza sus metas, cámbiala. Si tu imagen física no es la que tú deseas, ajústala.

3. Haz que esa imagen represente tus puntos fuertes, tus mejores habilidades, debes verte como cuando has logrado una meta que habías deseado mucho.

4. Hazle cambios a la imagen hasta que sea muy atractiva y motivadora para ti, por ejemplo: hazla grande, brillante, en colores, en tres dimensiones, con movimiento. Agrega todo aquello que la haga más atractiva y que te estimule a actuar. Puedes probar e ir haciendo ajustes hasta que te sientas satisfecho con los cambios en las submodalidades.

¿Cómo te sientes con la nueva imagen? La mayoría de las personas que se toman el tiempo necesario para hacer este sencillo ejercicio descubren que su sensación de autoestima mejora notablemente. Se ha descubierto que cuando las imágenes que una persona tiene de si misma son positivas e intensas, éstas tienen gran autoestima.

Los canales de comunicación anteriormente descritos (visual, auditivo y kinestésico) pueden ampliarse para mejorar la experiencia humana y tener nuevas experiencias, con eso alcanzarás la felicidad y el éxito. Una de las maneras de hacerlo es realizando estos ejercicios:

Para desarrollar el canal visual:

1. Mira todos los objetos que te rodean, sus formas, texturas y componentes. Observa también los lejanos. Cierra los ojos y recuerda todas sus características.

2. Escribe una lista con adjetivos y verbos relacionados con el canal visual.
3. Cuando camines por las calles, percibe todos los detalles que te rodean: colores, matices, sombras, etc.
4. Cada vez que puedas, camina por calles que no acostumbres a utilizar, observa todo en ellas.
5. Imagínate disociado de ti mismo, como si existieran dos yoes, uno viendo al otro en una situación cotidiana.
6. Recuerda cómo es una habitación, casa o calle.
7. Observa a personas hablando que estén lejos de ti, para que no escuches su diálogo. Pon atención en los gestos y ademanes, trata de imaginarte qué diálogo siguen.

Para que desarrolles tu canal auditivo:

1. Detente en un lugar con muchos sonidos, escucha e identifica cada uno de ellos.
2. Escribe una lista con adjetivos y verbos relacionados con el canal auditivo.
3. Escucha una conversación, distingue el timbre, la entonación y el ritmo de las voces.
4. Cuando escuches a alguien que te habla por teléfono, identifica sus emociones por el sonido de su voz.
5. Imagina una orquesta tocando alguna pieza musical, escucha cada instrumento e identifícalo.

Para estimular el canal kinestésico:

1. Siéntate, cierra los ojos y date cuenta de todo tu cuerpo, siente el contacto de éste con la silla o suelo.
2. Escribe una lista con adjetivos y verbos relacionados con el canal.
3. Quítate los zapatos y camina descalzo en un jardín, nota todas las sensaciones que se producen.
4. Imagínate que llueve, te estás mojando con la lluvia, ¿qué sientes?
5. Toca diversos objetos, huélelos; si es posible, saboréalos, disfruta todas esas sensaciones.

Al ampliar tus canales, mejorarás tu percepción y cambiarás los programas mentales que tienes «instalados» desde niño.
Los genios tienen una habilidad innata para explorar el mundo mediante diferentes posiciones de percepción. Walt Disney decía, cuando se le preguntaba sobre sus estrategias mentales para ser creativo, que existían tres Walts diferentes: el soñador, el realista y el estropeador, y él nunca sabía cuál vendría en ese proceso. Al poder tener varias personas, con diferentes formas de ver, oír y sentir las cosas, tenía todo un equipo de trabajo a su disposición para lograr lo que deseara. Tú puedes hacer lo mismo y lo mejor es que no tienes que pagar a nadie, todas ellas están dentro de ti. El proceso creativo de Walt Disney (el que lo ayudó a crear algo mágico y diferente) se basa en una sencilla fórmula:

Yo soñador + Yo realista + Yo estropeador = Proceso creativo

¿Cuál es la fórmula de tu proceso creativo?, ¿cuál es la fórmula para que seas feliz? Para ser feliz debes cambiar tu perspectiva de las cosas. Al hacerlo, todo se modifica, todo mejora. Richard Bandler, en su libro La magia en acción, dice:

Al pasar de estar involucrado en una experiencia emocional abrumadora a verlo todo desde una perspectiva diferente, seguramente cambiaré la forma en que me siento respecto a mí mismo y a la propia experiencia.
Si escuchaste algo que no te gustó, dale una nueva perspectiva.

Ten en cuenta que tu mente procesa el lenguaje por frases y no por palabras, por ello, una simple palabra no tendrá ningún impacto en ti; en cambio, varias palabras que forman una frase, sí. Por eso, debes transformar las frases que te hieren en palabras aisladas o colocarlas en distinto orden. Supongamos que uno de tus profesores siempre te repitió: «Eres un inútil». Podrías imaginarte a ese profesor diciéndote «Inútil un eres», ¿tiene el mismo impacto? Claro que no. Además, si te dijera eso («Inútil un eres»), a todas luces el inútil sería él, ya que no puede articular una frase correcta.

De eso se trata, de que ordenes de nueva cuenta tus experiencias, así como si volvieras a decorar una habitación: utilizas los mismos muebles, sólo que cambias el orden, lo que la hace parecer una nueva estancia.

Si viste algo que no te agradó, reconstruye la escena, y así como si fueras el director de una película, ordena a los actores actuar como te gustaría que lo hicieran, te darás cuenta de que todo cambia. Entonces, vivirás experiencias más satisfactorias, sin el lastre del pasado.

Existen otras herramientas que tiene tu cerebro para que alcances el éxito, la felicidad y la salud. Una de ellas es el llamado metaprograma.

Los metaprogramas involucran el marco de referencia que tiende a utilizar cada persona en el momento de actuar. Éstos son las claves de cómo procesa una persona la información y determinan cómo formamos nuestras representaciones internas y cómo éstas dirigen nuestro comportamiento. Sobre ellos, el autor Anthony Robbins, en su libro Poder sin límites, dice:

Nuestro cerebro procesa la información de manera muy parecida a como lo hace un ordenador. Absorbe cantidades fantásticas de datos y los organiza en una configuración inteligible para el ser humano. Ningún ordenador sirve de nada sin un programa que le suministre las estructuras para realizar tareas determinadas. Los metaprogramas hacen algo parecido para nuestro cerebro: suministran la estructura que determina a qué prestamos atención, qué conclusiones sacamos de nuestras experiencias y en qué direcciones nos conducen; nos proporcionan la base sobre la cual decidimos si algo nos parece interesante o aburrido, un posible beneficio o una posible amenaza. Para comunicarse con un ordenador hay que entender cómo funciona su programa; para comunicarse eficazmente con una persona uno tiene que entender cómo funcionan sus metaprogramas.

Estos elementos de nuestra mente nos ayudan a comunicarnos mejor y a alcanzar estados óptimos. Aunque existen diversos tipos, sólo hablaré de dos: el global y el detallista.

Una persona con un metaprograma global parte de una explicación referenciada, rechaza los detalles si no les encuentra un significado general o una finalidad (ve el bosque antes que los árboles). Las personas que utilizan éste muchas veces utilizan analogías; por ejemplo, para explicar dónde está su casa, mencionan que existe una escuela cerca. Este metaprograma tiene su origen en el hemisferio derecho del cerebro.

El detallista explica los hechos por secuencias, llega al todo sumando los detalles (ve los árboles antes que el bosque). Esta persona acumula explicaciones detalladas y si percibe dificultades de entendimiento en su interlocutor, deducirá que debe precisar más detalles, imaginará que la causa de la dificultad se debe a que se ha saltado etapas. Este metaprograma se encuentra en el hemisferio izquierdo del cerebro.

Cuando conoces el metaprograma que prefieres y cuál es el que utilizan otros, tienes más posibilidades de ser feliz y tener éxito. ¿Te has entristecido alguna vez cuando otra persona te dice que hablas mucho? Posiblemente tu interlocutor tenga un metaprograma global y tú, uno detallista, por eso se desespera cuando tú aportas mucha información. O tal vez creas que los demás no te entienden, ¡y puedes estar en lo cierto!, debido a que tu metaprograma no es el indicado para sus escuchas.

En una ocasión, llegó una pareja a mi consultorio. Ambos afirmaban que estaban a punto de divorciarse, por eso deseaban encontrar una pronta solución a sus problemas. Mientras la esposa hablaba, el marido se dedicaba a ver el consultorio; lo hacía sin detenerse en un lugar, aparentemente no le interesaba lo que su pareja dijera (y menor caso le hacía a mi colección de libros y demás objetos que saltaban a la vista). Me dirigí a él, preguntándole: «¿Quisieras que tu esposa no le ‘diera tantas vueltas al asunto’?»… Volteó admirado, diciéndome: «¡Sabe leer la mente!».

Les hablé de los metaprogramas, haciéndoles notar que ella tenía uno detallista, mientras que él tenía uno global, por eso su comunicación había mermado con un obvio resultado: el tedio. Como la esposa daba tantos detalles (suponiendo que debía hacerlo), desesperaba al cónyuge, quien deseaba escuchar sólo lo más importante. Eran dos personas diferentes, sin poder encontrar equilibrio en sus diferencias.

Lo anterior ocurre constantemente: el detallista cree que los demás no lo aceptan porque hablan sólo lo necesario, los globales suponen que el detallista desea aburrirlos con tantas explicaciones sin sentido. Si tomas en cuenta que existen tales diferencias en todas las personas, serás feliz, ya que no darás por hecho algo que no es cierto.

Es importante conocer nuestros metaprogramas e identificar el de los otros para poder comunicarnos eficazmente con todos, ya que si no los utilizamos, sería como hablar japonés ante una audiencia que habla español (ellos no nos entenderían). Si quieres hacer feliz a un detallista, explícale con «lujo de detalles»; para un global, «ve al punto».

Otro recurso que te puede ayudar a ser feliz es el uso de la intención paradójica. En la logoterapia, la cual es una teoría psicológica que tiene como objetivo buscar el sentido de la existencia, hay un concepto llamado «intención paradójica»: éste se define como una acción que logra el efecto contrario a lo deseado. El ejemplo citado por muchos autores es la persona con problemas de erección, la cual tiene tantas creencias de que debe ser un buen amante que, al querer demostrarlo, no puede tener una relación sexual satisfactoria. Si esta persona no se preocupara por ser catalogado como el peor amante, conseguiría ser el mejor.

El funcionamiento de la intención paradójica es simple: cuando racionalizas el problema, se soluciona rápidamente. Existen varios tipos de ellas, algunas te ayudarán a evitar la depresión, la tristeza y la melancolía:

• Redefinición. Ésta consiste en modificar nuestro significado o interpretación de los problemas mediante una reorientación o confrontación de los mismos. Por ejemplo, podrías descubrir qué aprendiste con alguna experiencia negativa que hayas tenido.
• Prescripción del síntoma. Provoca el síntoma que te aqueja (en frecuencia o intensidad) para que logres descubrir cómo se origina el problema y sepas qué hacer cuando sucede. Puedes incitar en ti la tristeza, así podrás analizar todo el proceso para descubrir cómo comienzas la misma.
• Posicionamiento. Es una de las paradojas más divertidas: colócate en los zapatos del otro para imaginar cómo te ve él o, mejor aún, observa la vida con sus ojos. Por ejemplo, colócate en el lugar de una persona feliz y descubre lo que hace para llegar a ese estado de ánimo.