Prefacio y agradecimiento
Este libro no es, ni puede ser, un compendio de pensamientos acerca de la muerte, pues, a lo largo de los milenios, todo escritor serio se ha ocupado de la mortalidad humana.
Se trata, en cambio, de un libro hondamente personal que surge de mi enfrentamiento con la muerte. Comparto con todos los seres humanos el temor a la muerte; es nuestra sombra oscura, de la cual nunca nos separamos. Estas páginas contienen lo que aprendí acerca de sobreponerse al terror a la muerte a través de mi propia experiencia, mi labor con mis pacientes y los pensamientos de aquellos escritores que han influido en mi trabajo.
Les agradezco a muchos que me han ayudado a lo largo del camino. Mi agente, Sandy Dijkstra, y mi editor, Alan Rinzler, tuvieron una influencia decisiva a la hora de darle forma y foco al presente libro. Una multitud de amigos y colegas leyeron partes del manuscrito y ofrecieron sugerencias: David Spiegel, Herbert Kotz, Jean Rose, Ruthellen Josselson, Randy Weingarten, Neil Brast, Rick Van Rheenen, Alice Van Harten, Roger Walsh. Philippe Martial me hizo conocer la máxima de La Rochefoucauld que le da título al libro. Mi agradecimiento a Van Harvey, Walter Sokel, Dagfin Follesdal, amigos queridos y tutores de larga data en mi historia intelectual. Phoebe Hoss y Michele Jones hicieron una excelente tarea de edición. Mis cuatro hijos, Eve, Reid, Victor y Ben, fueron consultores invalorables y, como de costumbre, mi mujer, Marilyn, me obligó a escribir mejor.
Mi mayor deuda es con mis principales maestros: mis pacientes, que deben permanecer anónimos (ellos saben quiénes son). Me han honrado confiándome sus miedos más hondos, me dieron permiso para usar sus historias, me aconsejaron sobre cómo disfrazar sus identidades en forma efectiva, leyeron todo el manuscrito o parte de él, ofrecieron consejos y se complacieron ante la idea de hacerles llegar a los lectores su experiencia y sabiduría por mi intermedio.