Capítulo VI

Enamorándome de un extraño

Quise olvidar por un momento la preocupación de la carta y después del almuerzo, le dije a Gertrudis que saldría a pasear de nuevo. Salí por el jardín del sur y en el mismo lugar de la vereda, ya estaba Loui esperándome. Había traído solo un caballo, el suyo, era un andaluz negro muy hermoso, así que supuse que caminaríamos por las cercanías del lugar sin tanta emoción;

Que puntual eres. —Le dije muy sonriente.

—Es de caballeros serlo. —Respondió mientras tomaba mi mano para besarla.

—¿Qué haremos hoy? —Pregunté curiosa.

Quiero llevarte a conocer un lugar que te va a gustar.

—¿Pero cómo? —Pregunté extrañada—. Trajiste solo un caballo. ¿Quieres que pida en el castillo que me ensillen uno?

—No. —Contestó mientras se acercaba a mí—. Quiero llevarte en mi caballo, quiero que montes conmigo.

—¿No crees que vas demasiado rápido? —Pregunté un poco nerviosa—. No creo que sea apropiado.

—¿Me tienes miedo? —Preguntó sonriente—. No tienes por qué tenerlo. Creo que ambos somos adultos y sabemos lo que hacemos. ¿O no?

—Pues, por lo mismo. Creo que… ya no importa, olvídalo.

—Vamos. —Insistió acercándome a él—. Déjame ayudarte a montar, hoy deseo que cabalguemos juntos.

Debo reconocer que sus palabras encendieron mi ser, no sólo por lo que dijo sino por la manera de decirlo y el estar más cerca de él, montando juntos me asustaba. Tenía miedo de lo que pudiera pasar, al estar tan cerca de él ya no estaba segura de sentirme tan fuerte. Sentía que estaba perdiendo mi voluntad;

—Está bien. —Le dije firmemente, tratando de contenerme y de disimular mi estremecimiento.

Me sujetó de la cintura para ayudarme a subir y debo de reconocer que estaba sensible al toque de sus manos, las cuales hicieron que mi cuerpo deseara más, para saciar la sed que había comenzado a sentir. Seguidamente subió él y ambos nos fuimos cabalgando, sentía que era mi príncipe azul el que había llegado para rescatarme y que ahora me llevaba a vivir con él, feliz para siempre como en los cuentos. Sé que era un pensamiento infantil, pero creo que todas la mujeres románticas hemos soñado con eso desde la niñez. Recordé la escena de uno de mis cuentos ilustrados cuando era niña, la imagen de un apuesto príncipe en su impecable armadura, con espada en mano y montando en su caballo blanco, se había quedado en mi mente para soñarlo por mucho tiempo y aunque mi realidad había sido otra, quise guardar una pequeña esperanza en lo más profundo de mi corazón y por un momento, me sentí afortunada y quise creer en mi propio cuento. A medida que me hablaba por el camino, sentía su cálido aliento en mi cuello y su dulce voz penetrando mis oídos. Sentía que estaba a punto de perder el conocimiento y quedarme en sus fuertes brazos. Sinceramente no recuerdo las cosas que me decía, tenía que concentrarme en mi fortaleza y tratar de evitar la excitación;

—¿Estás temblando? —Susurró suavemente.

—No, no, es que… hacía mucho que no había tenido a alguien tan cerca y menos a un hombre.

—¿Y eso te hace sentir incómoda? ¿Soy el primero con el que sales entonces?

—Un poco. —Le contesté tratando de distraerme—. Y sí, eres el primero con el que salgo en este lugar.

Me gusta el aroma de tu cabello y de tu cuello. —Insistió susurrando de manera sensual.

“No, no hagas eso por favor” —pensé al sentir su tibio aliento sobre mi cuello, lo cual me hizo estremecerme exageradamente. Su manera de decirlo me había excitado al máximo. Si hubiera comenzado a inhalar profundamente mi cabello, a rozar mi cuello con su nariz y a sentir sus labios en él, si hubiera besado mi cuello en ese instante, le hubiera permitido todo. No podía pensar. Sólo sabía, que lo deseaba;

Me estás asustando. —Le dije sonriendo y muy ruborizada—. ¿Eres un vampiro?

—No, por supuesto que no. —Contestó con una ligera carcajada— ¡Qué imaginación la que tienes! ¿Te gustan las rosas?

—Sí, uso una combinación floral de perfume de rosas.

Al poco rato de haber cabalgado, llegamos a una arboleda en donde los árboles estaban tan cerca, que le era difícil al caballo entrar y maniobrar con nosotros, así que tuvimos que bajarnos y caminar. Detrás de esos árboles, se escondía una hermosa cascada que bañaba a un río cristalino. Un bellísimo lugar, para escaparse de todo y dejarse llevar, sintiendo el llamado de la naturaleza;

—Este lugar es bellísimo. —Estaba admirada ante tan hermoso lugar, me sentía extasiada, lo que me hizo dejar escapar un suspiro.

—Sabía que te gustaría, ¿Quieres entrar al agua?

—¡No! —Me apresuré a decir—. Claro que no, no estoy preparada para nadar. Además, casi no puedo hacerlo.

—Vamos. —Insistió tomándome de las manos y llevándome a la orilla—. No seas tímida.

—No es sólo timidez. —Trataba de encontrar una excusa, estaba nerviosa—. De verdad no puedo nadar y tampoco tengo la ropa adecuada para hacerlo.

¿Y quién dice que necesitas ropa? —Me susurró al oído, colocándose detrás de mí.

¡Jesús! Al escucharle decir eso me asusté más. El estremecimiento de mi cuerpo, era incontrolable. Traté de tener dominio de mi respiración acelerada, para disimular. Tenía mareos;

—¡Loui! —Exclamé sobresalta y ruborizada abriendo mis ojos al máximo lo más que pude al escucharlo hablar así—. Me estás avergonzando, creo que no nos conocemos lo suficiente y no tenemos la confianza para hablar así. Siento que es una falta de respeto.

—Perdón por mi atrevimiento. —Sonaba un tanto apenado—. No sé que me pasó, lo último que quiero es que me tengas miedo. Eres muy recatada, no me imaginé que eras así, discúlpame, no quiero hacerte sentir incómoda.

—Entonces, no vuelvas a decir algo así, ni siquiera en broma por favor o no volveré a salir contigo. Sería impropio.

—Perdóname otra vez. —Continuó diciendo mientras tomaba mi mano helada—. Era una broma, no volveré a molestarte de esa manera. No te molestes conmigo, no volverá a pasar.

—Está bien. Voy a olvidar el asunto.

—Gracias. ¿Te molesta si entro yo al agua?

—Pero con la condición de que no te desnudes. —Le contesté nerviosa.

—No te preocupes, solo me quitaré un poco de ropa.

¡Dios! Tragué en seco y mordí mi labio abriendo mis ojos lo más que pude. Ni siquiera podía girar mi cabeza. Cerré los ojos al momento y respiré hondo;

—Pero no en mi presencia. —Supliqué—. No lo hagas delante de mí, por favor.

Loui me miró y sonrió. Besó mi mano y se retiró detrás de unos arbustos, mientras yo me alejaba dándole la espalda, pero el pensarlo semidesnudo me estaba paralizando. Pensaba que era mejor contemplar el paisaje, que caer en la tentación de ver cómo se desvestía. No me consideraba una santa, pero sí había sido muy honesta conmigo misma en ese aspecto y aunque había visto algunos modelos en ropa interior en las revistas, ningún hombre me había provocado lo que él, nunca había visto a un hombre completamente desnudo porque no me interesaba, pero él sin duda era otra cosa. No podía evitar sentirme apenada e incómoda y ahora tendría que ver el paisaje mientras él se bañaba. No sé con qué intención lo había hecho, pero de lo que si estaba segura, era que la escena sería una tentación y no sabía hasta qué punto mi cuerpo y mi mente lo resistirían. Estaba estremeciéndome y comencé a sentir una calor sofocante, al mismo tiempo que mi piel estaba fría. Ya no podía controlar mi cuerpo. Esto nunca me había pasado, con nadie más. De repente, sin haberlo sentido, se había acercado y estaba justo detrás de mí, como cuando un felino se acerca silenciosamente para atacar a su presa;

Estás segura que no quieres acompañarme. —Murmuró suavemente en mi oído—. Hace mucho calor.

—Loui por favor. —Insistí asustada, respirando aceleradamente y sin poder girar mi cabeza—. No insistas.

—Ven. —Dijo tomando de nuevo mi mano, sujetando mi barbilla con sus dedos girándome hacía él y llevándome al agua—. Tan siquiera moja tus pies o un poco más y acompáñame hasta aquella roca, será muy difícil hablar desde aquí y allá estaremos cerca.

Caminé con él hacia donde me llevaba sin bajar la mirada, parecía que su voz me había hipnotizado y no pude negarme. Afortunadamente hacía mucho calor y eso hizo que evitara ponerme las medias, así que lentamente me quité los zapatos y metí mis pies al agua, estaba muy fría y ese frío me recorrió todo el cuerpo. Pero en ese momento, ya no sabía sí era el agua la que me había estremecido o era la mirada de Loui y el estar cerca de él.

Me llevó a la roca que mencionó que estaba casi en la mitad del río, el agua estaba fría y no pude evitar mojarme casi todo de la cintura para abajo. Me senté allí mientras él, comenzó a disfrutar su baño. ¡Dios que pecho, que espalda! Se había quedado sólo con una pieza de baño tipo bóxer, que obviamente le cubría la mejor parte. Se sumergía y salía, nadaba hasta la cascada para sentir la caída del agua en su cuerpo y mientras lo observaba no pude evitar excitarme, la piel no sólo me temblaba con sólo mirarlo, literalmente me ardía de placer. Tenía unos pectorales muy marcados y bien definidos, su pecho era tentación para las caricias. Tenía unos brazos fuertes, unas piernas gruesas y bien formadas, una espalda deseable y musculosa y el agua le moldeaba su cabello negro que mojado, le bajaba a sus hombros. Realmente se veía bello mientras nadaba y mi corazón palpitaba aceleradamente cuando me veía sonriendo desde el agua. ¡Dios necesitaba respirar! ¿Este hombre era de verdad o estaba en algún dulce y excitante sueño del que no deseaba despertar? Me sentía desfallecer al sentir que mi cerebro no tenía suficiente oxígeno, el aire puro de la naturaleza que estaba respirando ya no era suficiente para mí y los nervios, estaban evitando que pudiera mantenerme tranquila. Ya no entendía la reacción de mi cuerpo, sentía que mi corazón y mis pulmones colapsarían en cualquier momento y ese descontrol, me estaba asustando de verdad. Mi cuerpo estaba respondiendo a él y no a mí que era la dueña y a la que se encargaba de ignorar completamente cuando él estaba presente. Pero es que realmente era la belleza masculina hecha perfección, este hombre era el pecado andante que tentaba y seducía de cualquier manera. Ya no podía resistirme y lo reconocí, realmente estaba enamorada de Loui. Me había enamorado de un extraño. Un extraño que me hacía sentir muy bien;

—¡El agua está deliciosa! —Me gritó.

—¡Ya lo creo! —Contesté reaccionado.

—¡Ven conmigo! —Insistió—. ¡Métete con la ropa!

—¡Ya te dije que no! —Respondí tocando el agua—. ¡Además el agua está helada para mi gusto y siento frío!

Inmediatamente, nadó hacia mí sentándose conmigo en la roca y platicamos un rato allí. Realmente el tenerlo cerca, semidesnudo, aceleraba mis palpitaciones y sentía que me daría una taquicardia y más, cuando de vez en cuando usaba su tic al sonreír. ¡Dios ese roce! Me hacía desearlo de manera prohibida y sentía que ya no podía resistirme. Aunque el día estaba cálido, yo sentía frío, pero mi piel ardía y estaba helada a la vez, debido a la excitación que sentía. Sin poder evitarlo, comencé a temblar  más;

—¿De verdad tienes frío? Pero está cálido, ¿Por qué estás temblando? Pareces nerviosa, ¿Te sientes bien?

—Creo, que no. No me siento bien. —Contesté abrazándome sola, temblando y tratando de controlarme—. ¿Podemos irnos ya por favor?

—Está bien, ¿Si lo deseas…?

—Te lo suplico. —Le dije tratando de evitar un ataque cardíaco.

Bajamos de la roca y regresamos a la orilla. Mientras me ponía los zapatos, Loui se fue a vestir y yo me senté en un tronco caído contemplando aquel lugar, para no olvidar lo que había sentido esa cálida tarde. Cuando regresó, me abrigó con su chaqueta y regresamos a la arboleda donde estaba su corcel;

—Vamos, sube. —Sujetaba mi cintura y mi cuerpo reaccionó descontrolado.

—Loui… —Dije tratando de esquivarlo—. ¿Puedo montar detrás de ti?

—¿Qué pasa?¿Te incomoda que te lleve adelante?

—No, no. Es sólo que, me sentiría mejor si voy atrás.

—Está bien, como quieras. —Sujetó las riendas y subió al caballo—. Ahora déjame ayudarte a subir.

Me extendió su mano y monté a horcajadas detrás de él. Con mis brazos rodeé su cintura y lo abracé con fuerza, con uno de sus brazos rodeó los míos y sé que se mostró pensativo. Puse mi cabeza en su espalda, cerrando mis ojos y nos fuimos a todo galope. En esos momentos, sentía que ya no me podían salir palabras, solo una agradable sensación, que recorría todo mi cuerpo hasta concentrarse en cierto punto. Al montar así, junto a él, no podía evitar el pensar en una sola cosa; me imaginaba estar así, encima de él haciéndome sentir la gloria. Me imaginaba amándolo y bebiendo de su boca el dulce néctar, por un momento, mis músculos se contrajeron al imaginar llegar al clímax gimiendo su nombre, me veía sin fuerzas, derrumbada en su deseable pecho y cobijada por sus fuertes brazos. ¡Oh Dios! Necesitaba controlarme, esto no estaba bien. Por los momentos, sólo deseaba abrazarlo con fuerza en silencio y que el viaje al castillo  fuera eterno;

—¿Por qué estás tan callada? —Preguntó melancólico—. ¿Hice algo que te molestara?

—No, no es eso. —Contesté reaccionando—. Al contrario, has hecho mucho y nada malo.

—¿Entonces? —Insistió preocupado—. ¿Qué pasa?

—No lo sé. —Le contesté sin poder pensar.

Me dejó de nuevo cerca del castillo, por alguna razón no se acercaba más y eso me estaba dando desconfianza. Bajó del caballo y luego me ayudó a desmontar a mí, al bajarme lentamente, estábamos tan cerca de nuevo, que solo de sentir sus manos rodeando mi cintura y su cálido aliento cerca de mí, comencé a respirar más rápido. Sentía que ya no podía disimular más. Bajé la cabeza y cerré los ojos, tenía miedo que él se diera cuenta que estaba voluble y a punto, de ya no poder resistir más su cercanía. Un poco más y sólo otro roce, me provocaría un placentero y arrollador orgasmo;

¿Nos vemos mañana de nuevo?

—No, no, lo sé. —Volví a contestarle tartamudeando.

—¿No te sientes bien? —Insistía mientras colocaba sus dedos en mi barbilla y levantaba mi cara.

“No, no, no.” —Le ordenaba a mi cuerpo—. “Esto no me puede estar pasando.”

No puedo salir todos los días a pasear y menos sola, con un extraño. Las personas siempre piensan mal. —Contesté firmemente.

—No te preocupes por lo que los demás piensen y digan, además, ya no somos extraños.

—Casi no te conozco. —Le dije separándome de él—. Y no sé nada de ti.

—Habrá más tiempo para conocernos, que no te aparte el temor y la duda.

—No lo sé. —Trataba de mostrarme seria—. El ambiente en el castillo está cada vez más tenso.

—Vendré a buscarte mañana. —Insistió nuevamente pero con firmeza—. Te estaré esperando.

—Ya veré. —Le dije impulsando mis pasos.

Caminé hasta el castillo y subí directo a mi habitación. Le dije a Gertrudis, que merendaría algo liviano después del baño porque deseaba acostarme temprano. Esa noche, mientras me peinaba sentada frente al espejo, no podía dejar de pensar en él y en la escena en el agua. Todavía tenía sus flores en el tocador y no pude evitar acariciarlas. Inmediatamente tomé mi diario y comencé a escribir:

“Eres mi sueño hecho realidad, te has clavado en lo más profundo de mi corazón. Imaginar sentir el toque de tus manos sobre mi piel estremecida, me causa un excitante placer. Deseo hacerte sentir la fuerza de mi pasión y beber de tus labios la dulzura del amor. Hazme sentir tu hombría y enloquecerás con el ritmo de mis caderas, llegando juntos al clímax. Gemir tu nombre, derribarme en tu pecho y sentir tus brazos rodeándome, es el lugar donde quiero estar. Tú eres mi sueño, del cual no deseo despertar.”

Había conocido lugares hermosos, pero estaba perdida en un sueño y Loui era la persona con la que soñaba. Sólo su cara era lo único que veía y esa sonrisa con la que me miraba, me hacía estremecer. Lo miraba soñando despierta y también en mis sueños cada noche, sutilmente lo conocí y sutilmente estaba sucumbiendo a él. Me dolía cuando nos alejábamos y detestaba el apartarme de él, estaba enamorada de un extraño, pero que por alguna razón no era extraño a mi corazón. Sufría al pensar, que él no estuviera sintiendo lo mismo y fuera yo la única que estaba perdiendo la cabeza. Mi cuerpo temblaba con sólo pensar en él, ya no podía evitarlo y lo estaba reconociendo; si cada segundo que pasaba no podía dejar de pensar en él, era porque estaba definitiva, absoluta e irrevocablemente enamorada de él.

 

 

 

 

 

Capítulo VII

La tentación de la impaciencia

 

A la mañana siguiente, cuando Gertrudis me levantó llevándome el desayuno, notó que mi semblante estaba extraño. Me tocó la frente y el cuello y estaba caliente, parecía tener un poco de fiebre, así que enseguida fue por un té y el jarabe que me había dejado el médico desde la última vez. Me sugirió quedarme en cama y descansar todo ese día, la verdad seguí su consejo, me dolía un poco el cuerpo debido a los paseos a caballo y preferí volver a dormir. No supe cuánto tiempo, pero las horas pasaron rápido y después del mediodía, una de las mucamas subió para llevarme un refrigerio. También me dijo que alguien había llegado a buscarme;

—Otra de las mucamas fue que lo vio. Ella andaba haciendo la limpieza más allá del jardín de las rosas y dice que era un hombre joven, muy guapo y varonil montando a caballo el que preguntó por usted.

—¿Y qué le dijo?

—Pues que usted estaba indispuesta con un poco de fiebre. Gertrudis nos lo dijo en la mañana y que por eso descansaría usted hoy.

—¿Y qué más? —Insistí curiosa.

—Nada más, el joven dio la vuelta en su caballo y se fue.

—¿No dejó dicho nada?

—Parece que no. ¿Desea algo en especial?

—Prepáreme el baño.

—¿Va a salir?

—No hoy no quiero salir de la habitación, sólo quiero estar presentable.

Me quedé pensando en Loui y en que sí podía acercarse al castillo si se lo proponía, lo que pasaba era que no quería. Me sentía mal por haber desconfiado de él. Si dejaba que alguien más lo viera por aquí, entonces no tenía nada que esconder. Para que el tiempo se fuera más rápido, saqué mis cuadernos y me dispuse a dibujar al carbón. Necesitaba distraerme en algo, pero por más que intentaba concentrarme, la imagen de Loui entraba de repente a mi mente y se apoderaba de mí. No encontraba la manera de calmar la revolución que sentía dentro de mí y estaba perdiendo el control de mí misma. Al llegar la tarde, me senté en mi ventana. Era hermoso contemplar el acaso y los colores que se formaban en las montañas, deseaba con todas mis fuerzas escuchar música mientras leía y no tenía otra opción más que escucharla sólo en mi mente, al menos durante en el día. Recordé de repente, la romántica serenata de Schubert y la imagen de Loui apareció de nuevo, pensaba en él y en la falta que me había hecho no poder verlo. Vino a buscarme como lo dijo y yo, le había fallado sin querer, no esperaba amanecer indispuesta pero seguramente por algo habían sucedido las cosas. Lo que me quitaba la paz era pensar que él se había molestado y no volviera a buscarme, pensar eso me entristecía. Era como el aire, como si me hubiera faltado la respiración y al no dejarme dicho nada, me intrigó el saber si nos volveríamos a ver, pero pasara lo que pasara, si las cosas se daban por sí solas sería lo mejor. Si no lo volvía a ver, entonces poco a poco también dejaría de pensar en él y creo que sería lo más sano, al menos para mí. Sentiría por primera vez el dolor por amor, sabría por primera vez lo que era sufrir por eso, no podía creerlo pero lo reconocía y lo peor, aunque me hiciera daño, sólo a mí. Era lo que pensaba en el momento y comencé a sentir tristeza.

A la hora de dormir, seguía pensando en él. Mientras estaba acostada su imagen jugaba en mi mente, no podía pensar en nada, ni en nadie más y sentía que ya no podía seguir luchando por evitar pensar en él. Era como nadar a contracorriente y ya no tenía otra opción más que sucumbir ante su encanto, aunque fuera en sueños para sentirme aliviada. Me acosté boca abajo abrazando fuertemente una de las almohadas, era mi manera de dormir, pero ésta vez sería diferente; cerré mis ojos y me imaginé que lo abrazaba a él. Quise sentir por un momento que mi cara reposaba en su deseable pecho y que sus brazos me rodeaban, quise imaginarlo conmigo, en mi cama. Me dormí profunda y placenteramente por un momento y entonces, vino a mí en sueños;

“Estaba yo, contemplando una bellísima vista panorámica del océano desde cierto lugar. Podía ver a lo lejos el puerto donde desembarqué, los diminutos techos de las casas del pueblo, los hermosos campos, el río bajando de las montañas y un bello palacete estilo barroco escondido entre los árboles. Todo esto lo observaba desde la cima de una montaña, la terraza de un castillo en ruinas para ser exactos, el lugar más alto desde donde se podía contemplar todo. Cuando de repente, sentí a Loui acercándose silenciosamente por detrás de mí. Cerré los ojos y el nerviosismo comenzó a apoderarse de mí, tocó mis hombros con sus manos y acercando su boca a mi oído derecho me susurró:

—Me alegra que estés aquí conmigo, todo lo que ves puede ser tuyo, incluyéndome a mí.

Al momento no entendí lo que dijo y preferí cerrar mis ojos para disfrutar esa sensación. Sentía que mi corazón saldría de mi pecho, estaba derritiéndome al toque de sus manos. Empezó a besar mi cuello, con su mano derecha bajó lentamente la manga de mi vestido para besarme el hombro, mientras que su mano izquierda lentamente la deslizaba por mi brazo izquierdo hasta llegar a mi cintura de donde me sujetó con fuerza atrayéndome hacia él. No hace falta describir lo que mi cuerpo sintió, ya no era sólo el cosquilleo en el estómago, sino también una placentera tensión en mi vientre. Algo “físico” que sobresalía de él estaba asustándome, pero a la vez excitándome y si ya me sentía en el cielo, ahora estaba a punto de llevarme a la gloria. Lentamente, giró mi cuerpo hacia el suyo atrayéndome más hacia él, sujetando con fuerza mi cintura y haciéndome sentir su erección. Levantó mi rostro con sus cálidos dedos y poco a poco acercó sus labios a los míos, besándome suavemente con amor y ternura al principio, pero al sentir que le correspondí de igual forma, la fuerza del beso se convirtió en pasión. Ya no tenía voluntad y quería olvidarme de los prejuicios, nuestros cuerpos estaban sintiendo lo mismo, la atracción era inminente y nuestros corazones querían ser salvajes al deseo de una entrega total, que al arder como dos volcanes a punto de hacer erupción, nos haría fundirnos en uno solo. Pero en mi interior sabía que no era correcto, ni tampoco el momento, pero qué difícil es resistirse a la a pasión y al deseo y más, cuando se está profundamente enamorada. Mi mente ya había sucumbido a él y no supe el momento en el que mi cuerpo también. Estrechándome entre sus brazos me había acostado en la hierba, mientras él estaba encima de mí acariciándome y dejándonos llevar por el deseo de nuestros labios que no querían separarse, mi pierna derecha, había quedado un poco levantada a la altura de su cadera, lo que hizo que deslizara su mano izquierda a mi tobillo y lentamente, comenzó a subir levantando mi vestido tocando y siguiendo el rumbo de mi pierna. Me miró por un momento y me susurró;

Te deseo. Me enamoré de ti como un tonto, te amo y te necesito. En este momento quiero que seas mía, aquí y ahora, quiero hacerte el amor”

Y fue en ese momento, cuando desperté sobresaltada, con las palpitaciones aceleradas y bañada en sudor. No sé si es porque me dio más fiebre o sería la excitación del sueño, pero era demasiado el no poder controlarme y eso me asustaba. —“Cálmate Constanza”—me dije—. “No puedes estar así, no debes estar así.” ¡Dios, estaba jadeando! ¡Qué poder de hombre! No quería reconocerlo, pero ya no sabía a partir de qué momento, había pedido el control de mi cuerpo.

Me levanté y me senté en la cama para tomar un poco de agua, busqué mi abanico en el cajón de la mesita de noche y comencé a agitarlo desesperadamente. Necesitaba sentir aire fresco y calmar la ansiedad que sentía. Sinceramente hasta dormir me estaba dando miedo, ya no estaba en mis cabales y necesitaba poner en orden mis pensamientos. De repente, escuché que alguien tocaba suavemente mi ventana y vi la silueta, una silueta que reconocería a kilómetros y en donde sea, fuera dormida o despierta; era Loui y no podía creerlo. ¿Cómo subió? Ya no sabía si era él o era yo, pero parecía que nuestras mentes estaban conectadas, así que encendí la lámpara, me levanté, me puse mi bata, respiré hondo y traté de tranquilizarme soltando el aire lentamente. No quería que se diera cuenta de mi excitación, era difícil disimular y más, cuando estaba a punto de ver a la persona con la que estaba soñando, la cual me besaba apasionadamente, tocándome y queriéndome hacer el amor. Me calmé, abrí la ventana y entró apresurado;

—Buenas noches, discúlpame por interrumpir tu sueño.

“Como si eso era una novedad para mí” —pensé.

—No, no te preocupes, buenas noches. —Respondí intentando mostrar tranquilidad—. Estaba despierta, ¿Qué haces aquí?

—Estaba preocupado. Vine a buscarte y me dijeron que estabas enferma, no creí que el paseo de ayer te hubiera molestado, tenías razón de sentir un poco de frío, como no eres de aquí puedes sentir drásticamente los cambios del clima.

—¿A qué te refieres? —Pregunté mientras lo invitaba a sentarse.

—A que el verano pronto pasará y llegara el otoño en donde el clima es más fresco aquí. Es por eso que me preocupé al saberte enferma y quise ver con mis ojos, que estás bien y que no fue nada grave.

—Agradezco tu preocupación. Sólo fue una leve fiebre, nada más.

—¿Estás segura que ya te pasó? —Preguntó queriendo tocar mi cara.

—¿Por qué la pregunta? —Reaccioné sin explicación alejándome de él y tocándome yo la cara.

—Lo siento, sólo quería saber si tenías fiebre en este momento. Te veo inquieta, como si hubieras estado transpirando y parece que no quieres que me acerque a ti. ¿Por qué?

—Loui —le dije levantándome apresuradamente—, discúlpame, pero no es el momento para hablar, estamos en mi recámara, los dos solos y no es apropiado. Alguien pudo verte entrar aquí y me ocasionará más problemas. Me siento un poco incómoda, lo siento.

—Está bien. —Me secundó seriamente mientras se levantaba—. Tienes razón, veo que estás mejor y será mejor que me vaya.

—¿Cómo has podido subir aquí? —Le pregunté sin resistir la curiosidad.

Fácil, hay una enredadera de hiedra trepadora muy fuerte, adherida a la pared.

—Oh…

Lo acompañé a la ventana y cuando se disponía a salir, inmediatamente giró hacia mí inesperadamente, asustándome por la cercanía y tomando mi mano me susurró suavemente;

—La verdad si estaba muy preocupado y no puedo explicar lo que sentí cuando no llegabas, me hiciste falta. Me estoy acostumbrando a ti y no podía dejar pasar este día sin que pudiera verte.

De nuevo el acercamiento me estaba poniendo nerviosa. Debía de reconocer, que Loui tenía problemas para respetar el espacio personal o sabía cómo alterar a una mujer;

—Loui por favor. —Intentaba disimular mi nerviosismo—. ¿No te entiendo?

No hay nada que entender. —Contestó ya en un tono menos suave y soltándome la mano—. Los amigos se preocupan por sus amigos, me gusta salir contigo y este día me hiciste falta. Me dijeron que estabas enferma y quise venir a verte.

Realmente me estaba desconcertando la actitud de este hombre. Por un momento era amigable, luego cambiaba su semblante y parecía ponerse romántico y después, amigable otra vez. Esa actitud que no lograba entender y que me desconcertaba, me estaba mareando;

—Ah sí. —Le dije desinteresadamente jugando con mis dedos—. Los amigos se preocupan unos a otros, tienes razón.

—Entonces, te invito mañana al pueblo. Ha llegado un ballet de Rusia y se presentarán en la noche, ¿Qué dices?

—¿Por la noche? Me gustaría ir pero… ¿Cómo voy a regresar? No puedes, mejor dicho no se puede andar paseando en la oscuridad, sería peligroso, también…

—¿Te da miedo la oscuridad? —Preguntó suavemente acercándose a mí de nuevo.

—No, no es eso. Es solo que, sería peligroso.

—Háblalo con el encargado de este lugar. —Respondió separándose de mí otra vez, su actitud me estaba mareando de verdad—. Si gustas, puedes quedarte en el hostal del pueblo. No tengas miedo, yo te voy a cuidar y puedes regresar pasado mañana por la tarde, yo mismo te traeré sana y salva.

—Ay Loui… —Me hizo suspirar—. Haces que todo parezca tan sencillo.

—Te voy a esperar por la tarde, en el puente que está sobre el lago.

—Haré lo posible.

—Otra cosa. —Suavemente de nuevo continuó—. Me gustan las ondas de tu cabello suelto, te ves muy bonita aún a la media noche.

Que caballeroso eres. —Me limité a decir sin saber que sentir—. Gracias.

—Si no llegas —insistió tocándome la punta de la nariz con su índice—, entonces vendré a ti otra vez.

Diciendo eso, salió por la ventana de la misma manera en la que había entrado. Lo vi correr hasta desaparecer en las sombras de la noche y después, me fui a acostar de nuevo rogando que nadie lo hubiera visto. Mientras estaba en la cama no podía dejar de pensar en él; lo estaba reconociendo, lo deseaba, realmente lo deseaba tanto como nunca antes jamás había deseado a alguien. Era el hombre más bello que existía sobre la tierra, demasiado hermoso que parecía imposible. Sus ojos, eran del color del más bello azul y su mirada tan cautivante como ver una laguna en calma, la que a la vez, tenía la fuerza penetrante de la pasión como el océano en tormenta. Su voz, como un implacable huracán y a la vez suave y refrescante como una brisa fría en el cálido desierto. Su cara y su cuerpo eran perfectos, más que cualquier estatua de mármol esculpida. Era la ambrosía y la fruta prohibida, simple y sencillamente el ejemplar masculino más hermoso del planeta. Realmente Loui era un hombre desconcertante que me confundía y no sabía que pensar de él. A veces era amigo, pero a veces parecía muy galante y romántico y sentía miedo, miedo de saber si también él estaba enamorado de mí o miedo a saber que estaba jugando conmigo. No sabía realmente que pensar de él, trataría de ser fuerte, de no caer en la tentación y esperar a conocerlo mejor. Tal vez sería jugar con fuego y tal vez podría quemarme, tal vez podría cansarse de esperar y de perderlo hasta como amigo. Pero esa era mi única opción si no quería que me lastimara, esa era mi única opción, para no sufrir la agonía del desamor.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Capítulo VIII

En una noche estrellada

 

Después de una noche excitante y llena de sorpresas, me levanté temprano como de costumbre y después del desayuno en el jardín, Randolph fue a buscarme ya que el día anterior no lo había visto. Me dijeron que había estado en el pueblo haciendo unas diligencias que le llevaron todo el día y como ya sabía que había estado con fiebre, quiso ver como había amanecido;

—Me alegra ver que esté mejor y con ánimos para salir hoy, ¿Supongo?

—Les agradezco a todos su preocupación y atenciones. Y sí, me gustaría salir después del almuerzo, si fuera posible.

—¿A dónde quiere ir?

—Al pueblo. Me dijeron que llegó un ballet ruso y me gustaría ir a verlos. El único inconveniente, es que es por la noche.

—Le informaron bien. Y tiene razón de preocuparse, los caminos pueden ser peligrosos a altas horas de la noche y más para una señorita como usted, pero se puede hacer una pequeña excepción.

—¿A qué se refiere?

—Bueno, si desea tanto ver el ballet puede llevar un poco de ropa y dinero y quedarse en el hostal del pueblo, disfrutar más libremente su estadía sin pensar que tiene que regresar y si le gusta tanto, no tenga prisa en regresar mañana. Puede hacerlo pasado mañana o si desea quedarse unos días más allá pues…

—Randolph —lo interrumpí sorprendida—, solo quiero ver el ballet y como usted dice, si me gusta tanto me quedaré hasta pasado mañana, pero ni un día más. Le agradezco su gentileza para permitirme ir.

—No se preocupe. En el hostal hay un mozalbete que se llama Gastón Thusaund, búsquelo si necesita enviarme un mensaje para enviarle el carruaje que la vaya a recoger. Ese muchacho es sobrino de Carlota la cocinera, así que a cada rato él viene y va del pueblo al castillo, no se preocupe.

—Gracias. —Me sentía muy contenta y entusiasmada—. Entonces, iré a empacar algunas cosas y por favor, que todo esté listo para después del almuerzo.

Y así fue. Mientras iba camino al pueblo no podía evitar sentir la emoción y la expectativa de lo que sería esa noche y tampoco dejaba de pensar en las coincidencias en las palabras de Loui y de Randolph en lo referente a quedarme en el pueblo. Era la segunda vez que pasaba, ¿Sería coincidencia? El pensar en eso me asustaba y daba la impresión de que algo sobrenatural se movía, Randolph y Loui creían que tenía una gran imaginación, pero no estaba loca y sabía lo que sucedía a mi alrededor. No se me podía escapar nada y cuando se me metía una idea en la cabeza, me era imposible desistir. Tal vez lo que decían los hombres era cierto, no era bueno que la mujer pensara y leyera tanto. Eso nos daba ideas y no sólo nos hacía pensar, sino también maquinar.

Llegamos al hostal y me registré. Apenas si tuve tiempo para darme un baño, maquillarme naturalmente resaltando como siempre mis ojos y delineando mis labios, peinarme con un moño alto donde coloqué pequeñas pinzas con flores de perlas para adornarlo, dejando caer a mi espalda algunas ondas de cabello y vestirme un poco más formal. Era una gala de ballet, tenía que verme bien y sería la ocasión perfecta para lucir un hermoso y fino chal color negro, con diminutas piedras brillantes que acompañaba mi escotado y provocador vestido de seda gris. Cuando me vi al espejo no me conocía, pero me sentía satisfecha y lista para salir y encontrarme con Loui en donde quedamos. El caminar por el pueblo me traía recuerdos, solo que la primera vez no conocía a nadie y ahora, había alguien esperándome y eso, me gustaba mucho. Al pasar por el parque mi excitación crecía, pero ésta vez iba a controlar mis emociones, o al menos lo intentaría. Al llegar al lago, divisé el puente y allí estaba Loui tirándole migas a los cisnes. Quise acercarme silenciosamente como él lo hacía, la ventaja que tuve era que había mucha gente paseando y al ser un lugar público, pude perderme entre las personas para no ser vista. De repente, se me ocurrió algo e hice lo que él hubiera hecho. Me acerqué lo más que pude y le susurré al oído;

—Aquí estoy.

Por un momento, se sobresaltó y quiso evitar la cercanía tal vez creyéndome otra persona, pero cuando vio que era yo, no pudo ocultar la emoción y por primera vez me abrazó emocionado, muy sonriente, levantándome del suelo y haciéndome girar como si nos conociéramos desde hace mucho tiempo y no nos hubiéramos visto en años. Realmente me sorprendí al verlo tan feliz por haberme visto y saber que estaba con él;

—Qué bueno que estés aquí. —Sonaba muy emocionado, me encantó su gesto. Quería seguir así en sus brazos, pero obviamente luego puso mis pies en el suelo—. Te ves hermosa, me dejas sin aliento. Sin duda voy a ser envidiado, ¿Deseas hacer algo antes de que llegue la hora del ballet?

—Sí, gracias que galante. —Mi rubor era más que notorio y no podía disimular.

Él también estaba vestido muy formal, el color celeste de su traje le realzaba sus bellos ojos y una capa azul marino que usaba a juego, me hacía verlo como un príncipe de verdad. Luego, haciendo una reverencia como si yo fuera una princesa dijo:

—En ese caso alteza real, soy su más humilde servidor, puede pedirme lo que quiera.

—Bueno… —Comencé a decir queriendo abusar de su confianza—. Me gustaría ir a la plaza a comerme un biscocho de chocolate con una taza de café con crema.

—¿En serio quieres comer? —Preguntó sorprendido.

—Así es. —Continué tímidamente tratando de acercarme a él—. El chocolate para mí es la única tentación irresistible.

No estaba segura del motivo que me había impulsado a acercarme a él y decirle lo que le había dicho o la manera en la que se lo dije, pero por un momento nos miramos fijamente y sabe Dios lo que pasó por nuestras mentes en ese momento;

—¿De verdad? —Preguntó aún más sorprendido y tomándome de la mano—. Bueno en ese caso, ¡Vamos!

Bajamos corriendo el puente, como dos adolescentes que juegan sin importarnos lo que la gente pudiera decir o pensar de nosotros. Llegamos a la plaza y Loui me invitó a mi antojo, él también se comió un biscocho con una taza de chocolate y pasamos un buen rato, compartiendo como dos buenos amigos que se conocen desde hace mucho tiempo. Luego después, llegó la hora de irnos al teatro y Loui, ya había comprado los boletos para la función en palco, porque según él, disfrutaríamos mejor la obra en privado y tenía razón.

Anhelaba tanto escuchar y sentir la música en vivo como si fuera algo nuevo para mí. La música de Tchaikovsky sonaba hermosa, por momentos cerraba los ojos porque deseaba sentirla hasta la última fibra y mientras mi mente volaba como el cisne de la obra, Loui tomó mi mano tal vez para querer sentir lo que yo sentía. Era fascinante y deseaba que el concierto no hubiera terminado, el tiempo se fue muy rápido. El recordar la historia del lago de los cisnes me hizo envidiar el amor entre el príncipe y Odeth y recordar que hay una esperanza, cuando la maldad no puede alejar ni romper, el amor verdadero.

Cuando terminó la función, me apenó ver que Loui notó que casi lloraba de la emoción, así que me ofreció su brazo para acompañarme y caminar juntos;

—La gente creerá que somos pareja. —Tímidamente le dije.

—Que lo piensen. Cómo nadie nos conoce, entonces no le rendiremos cuentas a nadie.

—Algunas jóvenes no dejan de mirarte, no las desilusiones.

—Igual, algunos caballeros no te quitan los ojos de encima. —Miraba a su alrededor un tanto serio

—Bueno, también se habrán dado cuenta que no soy de aquí.

—No, no solo es eso. Es que la belleza de una flor exótica, no puede pasar desapercibida en medio de un campo silvestre. —Murmuró mirándome fijamente a los ojos.

Esa frase y su manera de decirlo, la suavidad y la sensualidad en sus palabras me habían idiotizado. Si Loui seguía por ese camino que se había trazado intentando seducirme, en cualquier momento más pronto que tarde lograría que sucumbiera a él. Mis barreras estaban cayendo a sus pies, al igual que mi voluntad y pronto, ante él no sólo desnudaría mi alma sino también mi cuerpo;

—Que galante, gracias. —Le dije apenada bajando la cabeza—. Al igual que tú tampoco pasas desapercibido, eres muy guapo y todas estas chicas no se cansan de suspirar por ti.

—Pues entonces será mejor que nos vayamos, no sea que también algunos aquí quieran caer como buitres. Además, la noche aún no termina.

—¿Ah no? —Pregunté sorprendida

—Por supuesto que no. —Contestó muy sonriente besando mi mano.

“Lo siento damiselas medievales” —pensé de manera burlona, muy feliz, satisfecha y orgullosa. Tomado aire placenteramente, curvando un poco mis labios y levantando una ceja—. “El muñeco perfecto está conmigo, a él lo tengo sólo yo.”

Al salir del teatro me invitó a cenar, caminamos por la plaza principal iluminada con muchos faroles, lo que me hizo recordar las luces de la navidad. Pero nada me parecía más hermoso como caminar del brazo en compañía del hombre más bello sobre el planeta, eso me hacía caminar en las nubes. Al cabo de un rato, llegamos a un restaurante en donde se podía disfrutar la comida italiana, un mesero nos recibió y le dijo a Loui que su mesa estaba lista. Subimos por unas escaleras hasta una terraza privada que tenía una hermosa vista del lago en donde la luna se reflejaba. Me pareció un lugar bastante romántico para estar con la persona correcta, yo tal vez lo sentía así, pero no sabía si Loui lo sentía también y la verdad me daba miedo averiguarlo.

El mismo chef, llegó a la mesa a darnos la bienvenida tomando mi mano para besarla. Se presentó como Tito Di Marco, era de tez blanca, ojos claros color miel, pelo negro aunque lucía su típico sombrero y uniforme de chef con mucho orgullo, al igual que un pequeño bigote y una fina barba estilo candado. Era de gran volumen corporal y especialista en los exquisitos platillos y postres de su tierra. Era muy simpático y me daba la impresión de que conocía a Loui;

—¡Ciao Luigi! Vedo che hai portato una amic una ragazza molto bella. —Tomó mi mano para besarla muy caballerosamente con un gesto encantador—.Tito ha il piacere di conoscerti cara, vi auguriamo un buon momento.

—Grazie Tito. —Respondimos al mismo tiempo Loui y yo, lo que nos hizo sonreír y mirarnos desconcertados ante la casualidad de decir lo mismo al unísono. Loui parecía apenado y sólo eso se limitó a decir sonriendo, mientras bajaba la cabeza y jugaba con la servilleta. Tito nos miró complacido y se retiró dejándonos solos. Pero escuchar ese acento italiano en Loui, me había encendido;

—Tito dijo que… —Comenzó a decir un poco a penado.

—Yo sé lo que dijo. —Me apresuré a decir—. Que trajiste a una amiga, que soy muy bonita y que está encantado de conocerme, ¿Te llamas Luigi?

—No, no. —Contestó un poco ruborizado—. No le hagas caso a Tito, él me dice así de cariño. ¿Entiendes el italiano?

—Un poco, me parece un idioma muy romántico.

—Pues muchos creen que es el francés.

—Pues, no sé porqué pero yo creo que es el italiano. Italia es un país que me seduce.

Muy a tiempo, el mesero llegó solícitamente llevándonos el menú y dos copas de vino tinto en una reluciente charola, cortesía de Tito. Loui estaba sorprendido por lo que le dije y creo que estaba comenzando a preguntarse, quién era la mujer que ahora tenía frente a él y que había olvidado la timidez, teniendo el valor de hablar sobre tentaciones y seducción. Pude notar, un extraño brillo en la expresión de sus bellos ojos cristalinos que se encendían mirándome fijamente, por lo que mejor tomé un poco de vino para digerir las palabras que sin pensar había dicho últimamente. Me sentía un poco avergonzada y esperaba que él las olvidara, al menos por el resto de la noche. La velada fue muy bonita y la cena muy exquisita. Loui pidió mi opinión al respecto y entonces decidimos probar un poco de todo para compartir, aunque me moría de ganas por comer pizza la descarté porque no era lo apropiado para una cena formal. Así que preferimos; Lasaña en salsa boloñesa, Estofado al vino tinto, Fetuccini Alfredo con camarones y Ensalada Caprese, sin duda siempre había tenido debilidad por las pastas y realmente se me antojaba todo, estando con él, tenía mucho apetito en todos los sentidos. El vino era muy suave, delicioso y dulce al paladar y el postre… Mmmmm un delicioso Tiramisú que no pude perdonar, sin duda uno de mis favoritos. Después de comer caminamos un rato más por el pueblo, ya era casi media noche y la actividad seguía, aparentemente parecía que nadie quería dormir. Loui me pidió que lo acompañara de nuevo al parque y me llevó a una planicie de hierba suave cerca del lago, en donde extendió su capa en el suelo y me pidió que me acostara en ella;

—¿Qué? —Pregunté sorprendida. Sentía miedo y pareció leer mi mente.

—No tengas miedo. Quiero mostrarte algo, cierra los ojos y confía en mí.

—Me apena tu petición, pero está bien.

Sujetó mi mano para ayudarme a acostarme, mientras él también se inclinaba. Sinceramente tenía miedo que mi sueño se hiciera realidad y mi corazón se aceleró aún más cuando sentí que él, se acostó a mi lado;

—Ya puedes abrirlos. —Susurró suavemente.

Era una bellísima noche estrellada. El cielo estaba claro, la luna iluminando con todo su esplendor y algunas constelaciones podían verse a simple vista. Podía escuchar y sentir una hermosa melodía suavemente en mis oídos, como si viniera de las mismas estrellas que me decían que estaba enamorada, sonaba como una locura pero nunca creí que me pasaría algo así. Yo misma creí que el amor me estaba volviendo loca y ya no sabía que pensar, eso me asustaba. Además también, el panorama me recordó la noche en la que entré al observatorio del príncipe. Sólo que ahora, era diferente;

—¿Te gusta lo que ves? —Me preguntó suavemente.

—Es, una noche muy hermosa. El firmamento brilla como si las estrellas, fueran diamantes.

—Lo dices con melancolía.

—No, es sólo que hace poco quise ver algo así más de cerca y tuve una mala experiencia.

—Esta noche es muy bonita y no te permito pensamientos tristes. —Me dijo levantándose e inclinándose hacia mí—. Olvida lo que pasó, quiero regalarte este cielo de Bórdovar lleno de estrellas y el brillo de la luna, que están a tus pies y te saludan reverenciándote como a una reina.

Su voz, sus palabras, todo él me estaba derritiendo y mi piel, ya no sabía cómo reaccionar. Al tenerlo así de cerca nuevamente, casi encima de mí mirándome fijamente y tratando de interpretar la dulzura de sus ojos, sentía que las fuerzas me traicionaban y flaquearía en ese momento. Era media noche, estábamos solos y acostados en la hierba a la orilla de un lago, era el momento propicio para entregarnos a una noche de amor. Si los momentos se llamaran por algún nombre, este sin duda lo hubiera llamado “Sueño de una noche de verano” o tal vez mejor “Locura de una noche de verano” aunque la única loca soñadora fuera yo. Lo deseaba con todas mis fuerzas, pero me prometí tener la fortaleza y no caer en la tentación;

—Loui, ¿Quién eres?

—No entiendo. ¿Por qué me lo preguntas?

—Casi no te conozco y quisiera saber más de ti.

En ese momento, se apartó de mí para acostarse de nuevo a mi lado en la hierba. Levantó sus brazos para acomodar su cabeza en sus manos y el silencio, nos invadió por un momento;

—¿Qué quieres saber? —Preguntó con un leve suspiro.

—Todo. ¿De dónde eres? ¿Qué haces? ¿Dónde vives? ¿Cuáles son tus intenciones?

—Bueno… —Caviló observando el cielo—. Son muchas preguntas, déjame ver… nací y crecí en estas tierras, tengo una pequeña herencia e inversiones en el extranjero y como me gusta viajar, alquilo una cabaña en las afueras del pueblo.

“Le gusta viajar”—pensé—. “Significa que tal vez no le gustan los compromisos”

—¿Qué pasa? —Preguntó mirándome fijamente.

—¿No me respondiste la última pregunta? —Le dije teniendo el valor de ser yo ahora, la que se inclinara hacia él y lo mirara a los ojos.

Creo que se sorprendió al ver mi actitud, como por arte de magia se me había quitado un poco la pena y tuve el valor de ser yo la que se acercara a él, tomando la iniciativa para que no sintiera que le temía. Reconozco que me moría de ganas por besarlo, de que me tomará en sus brazos y de entregarme a él esa noche, pero tenía que saber si él sentía lo mismo que me estaba consumiendo a mí, si era solo amistad lo que sentía o si estaba enamorado de mí. Si me amaba como yo a él o estaba jugando conmigo;

—Ya es… la segunda vez en este día que tomas la iniciativa de acercarte a mí.

—Ya lo sé. —Respondí firmemente—. Y todavía no me has respondido.

—¿No he sido obvio? Sé muy bien, qué es lo que te pone nerviosa y te hace temblar.

—Contéstame. —Insistí tratando de controlarme.

En ese momento me miró fijamente, se levantó tomándome entre sus brazos y me acostó de nuevo en la hierba quedando él encima de mí. El chal que cubría mis hombros me había traicionado y descubrió por completo el escote de mi vestido, instintivamente su mirada se desvió a mis pechos y no quise imaginar lo que pensó. Mi expresión notaba miedo, comencé a temblar sin saber si era por temor o por otra cosa, el panorama que él tenía enfrente era una tentación y no quería que pensara que lo había provocado de manera intencional. Mi respiración comenzó a ser más intensa y los latidos de mi corazón más fuertes y acelerados;

—¿Qué quieres que te diga?¿Qué quieres escuchar? —Preguntó susurrándome al oído.

—Una respuesta. —Le contesté tratando de contenerme—. La verdad, es que eres un hombre desconcertante y a veces me confundes. Quiero saber si eres mi amigo, o un enamorado, o alguien que se quiere burlar de mí.

—¿Por qué querría burlarme de ti? —Preguntó en tono de broma, evadiendo mis otras preguntas y tocando mi nariz con la suya.

—¡Lo siento! —Exclamé molesta, empujándolo y levantándome rápidamente del suelo, llevándome juntamente el chal y colocándolo de nuevo en su lugar—. Hasta que no me digas tus intenciones, será mejor que no nos volvamos a ver.

—¡Constanza espera! —Gritó levantándose también y tratando de detenerme—. No te vayas, no así. No quiero que estés confundida y que pienses que quiero lastimarte.

—¿Entonces? —Pregunté más molesta y evitando perder la paciencia—. ¿Qué quieres que piense? De repente eres mi amigo que me lleva a pasear y se preocupa por mí. Luego comienzas a ponerte un poco romántico y después sutilmente tratas de seducirme, si a eso te refieres con que me pones nerviosa. Me asustas. ¿No lo ves? Hay una persona que desea hacerle daño al príncipe y seguramente, si sabe que estoy aquí para ayudarlo querrá deshacerse de mí si le estorbo en sus planes. A veces no sé qué pensar de ti, por favor háblame con la verdad, sea cual sea necesito saber, ¿Te han enviado para hacerme daño? ¿Te han enviado para apartarme del príncipe y evitar que lo ayude?

—El príncipe, el príncipe. —Sonaba ya un tanto molesto—. ¿Sólo eso te interesa? Eso es lo que realmente te preocupa o hay algo más.

—Él no me interesa de la manera que te imaginas. —Lo miré seriamente—. No es sólo él y si hay algo más como tú dices, entonces dímelo tú. Quiero escucharlo de tu boca.

Se acercó y me abrigó con su capa. Luego se retiró a la orilla del lago, noté su roce de nuevo. Estaba callado y pensativo, al momento levantó la cabeza al cielo intentando suspirar;

—Perdóname que insista, pero contéstame primero honestamente una cosa, ¿Tienes algún interés especial por el príncipe?

Caminé hacia él y me acerqué;

—Mi único interés, es ayudarlo a ser la persona que dicen que era y eso sólo lo puedo lograr a través de las clases que debo darle. Parece ser que era lo que su madre le había inculcado, pero su padre se encargó de hacer que olvidara eso. Si él es el príncipe, lo más lógico es que se convierta en rey, debo de hacerlo desistir de continuar con su encierro y con la indiferencia que le hace daño a él y a los que lo rodean.

—¿Y crees que puedes hacer eso? —Insistía.

Al menos quiero intentarlo. Hasta ahora, no me ha permitido verlo cara a cara y las dos veces que hemos interactuado un poco han sido espantosas, no sé cómo acercarme a él si no lo permite.

—¿Cómo es posible que quieras ayudar a alguien que no conoces y que para colmo, no te ha tratado bien?

—Porque es un ser humano y al ayudarlo a él, entonces habré ayudado a todas estas personas que no tienen la culpa de sus problemas.

—Te has puesto a pensar, en que si decidiera permitir que te acercaras y tomar tus lecciones, ¿Podría nacer en él otro sentimiento y enamorarse de ti?

—No, no lo había pensado, pero no lo creo. Si es un hombre tan orgulloso nunca se fijaría en alguien como yo, ante él solo soy una plebeya nada más, alguien común y corriente. Además tendría yo que enamorarme de él si quisiera que le correspondiera y… no creo que ese sea el caso.

—¿Estás segura que no te enamorarías de él?

—Bueno, sí que eres necio. No te niego que toda niña sueña en encontrar a su príncipe azul, enamorarse e irse juntos en su brioso corcel blanco a vivir felices para siempre en un castillo encantado y hechizado de amor, pero eso solo sucede en los cuentos y yo… pienso que el hombre ideal no necesariamente tiene que ser un príncipe.

Loui me miró a los ojos y me abrazó fuertemente, dejando escapar un ligero suspiro;

—¿Qué te pasa? Generalmente los hombres no suspiran.

—No quiero perderte.

Lo miré asustada y sorprendida;

—Ves a lo que me refiero cuando digo que me confundes. ¿A qué te refieres con eso? Ah… ya sé. ¡No me lo hubieras recordado!

—¿Recordarte qué?

—Cuando el príncipe regrese de su viaje… —Había recordado lo que me esperaba y no se lo iba a decir—. Ya no voy a tener el tiempo para salir a pasear, tal vez él decida tomar las clases o… tendré que irme.

—Constanza yo… —Continuó pero al mismo tiempo se detuvo—. Ahora soy yo el que no se siente bien. Te importaría si continuamos la conversación después, ya es de madrugada y no tardará mucho en amanecer, debes estar cansada.

—Sí, claro, no hay problema.

Caminamos de regreso a la plaza y me dejó en el hostal. En todo el trayecto había estado muy callado y un tanto desanimado, no quise preguntarle nada más y respetar su decisión, pero las dudas seguían en mí. Sentía que nuestra conversación había quedado en cero. Antes de entrar a mi habitación dijo:

—Vendré a media mañana, te esperaré en el comedor. Quiero llevarte a un lugar.

—Está bien y gracias por todo. Ha sido una maravillosa velada.

No como hubiera querido. —Tomó y besó mi mano—. Descansa.

—Igualmente.

Ya pronto iba a amanecer y no valía la pena que me desvistiera. Me dejé caer en la cama disponiéndome a dormir un poco, pero no dejaba de pensar en la actitud de Loui. ¿Realmente estaría celoso? O ¿Sería su antipatía por el príncipe lo que lo hacía actuar así? En el fondo, sentía como si escondiera algo que temía o no quería decirme. Surgieron en mi mente muchas preguntas que me confundieron aún más, así que mejor dejé de pensar en el asunto y poco a poco, me fui quedando dormida.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Capítulo IX

La confesión y la indecisión


 

Cuando amaneció y el sol brilló atravesando mi ventana, me desperté recordando que nos veríamos con Loui en el comedor. Apresuradamente me di un baño rápido y me arreglé de manera sencilla. Dejé mi maleta lista porque ese día, regresaría al castillo como le dije a Randolph y por lo tanto, tenía que buscar a Gastón para enviarle el mensaje. Busqué al posadero para que me diera información sobre el muchacho, pero me dijo que andaba haciendo una pequeña diligencia y que no tardaría pero que si me urgía lo esperara, así que le dije que cuando regresara me buscara en el comedor. Mientras tomaba el desayuno, un botón de una rosa roja acarició mi mejilla, era Loui que había llegado dándome una agradable sorpresa, pero un tanto melancólico como en la madrugada;

—Buenos días. —Saludó suavemente entregándome la rosa—. ¿Descansaste bien?

—Buenos días. —Contesté tratando de disimular mi emoción y aceptando gustosamente la flor—. Dormí poco pero profundo y con eso me basta para haber descansado.

—¿Estás lista entonces?

—Sí, solo déjame ver si ya llego un muchacho que necesito.

—¿Quién?

—Es un joven que se llama Gastón, necesito que vaya al castillo para que vengan por mí.

—¿Quieres regresar hoy?

—Se lo prometí a Randolph  y no quiero quedar mal.

—Está bien, pero entonces hagamos algo; yo mismo te llevaré al castillo, no molestes al muchacho, trae tu bolso y lo cargamos al caballo. Este día pienso raptarte otra vez.

¿Ah sí? —Murmuré sonriendo y un poco asustada—. ¿En serio?

Cuando salíamos del comedor un muchacho se acercó a mí corriendo. Era Gastón que ya había regresado y el posadero le había dicho como era yo, así que no le fue difícil encontrarme y reconocerme. Era como unos veinte años, de piel blanca pero seguramente bronceado por el trabajo bajo el sol, de cabello negro, ojos claros color miel muy bonitos, nariz fina y labios carnosos, no se miraba nada mal. Tenía buena apariencia para ser un simple mozo;

—Disculpe, ¿Es usted la señorita Constanza?

—Sí y tú debes de ser Gastón.

—Así es, me dijeron que necesitaba verme, ¿Cómo puedo servirle?

—Eres muy amable, necesito que lleves un mensaje para Randolph.

—¿Randolph? —Preguntó sorprendido—. ¿Se refiere al mayordomo del castillo…? Perdón, ¿Del príncipe?

—Así es. —Loui se apresuró a contestarle seriamente—. La señorita es una invitada y huésped distinguida del príncipe.

—Solo dile a Randolph personalmente —continué diciéndole—, que llegaré hoy mismo al castillo como se lo prometí, pero que no envíe a Beláv a traerme. Loui mi amigo me llevará por la tarde.

—Como usted diga.

—La verdad me apena que vayas hasta allá, sólo por un pequeño mensaje.

No hay problema.

—Ves la importancia de la comunicación por teléfono. —Le susurré a Loui al oído quien tomó aire lentamente y puso los ojos en blanco, al mismo tiempo que también levantaba una ceja y torcía la boca girando la cabeza en otra dirección. Estaba segura que su gesto no era por mí, sino por otra persona, alguien muy indeseable para él.

—No se preocupe señorita. —Insistió amablemente el muchacho—. De todos modos, tengo una carta dirigida al mayordomo y tengo que ir a dejársela.

—¿Una carta? —Le pregunté un poco asustada—. ¿Sabes quién la envía?

—No, parece que llegó al amanecer. —Contestó un tanto nervioso—. Y como va dirigida al mayordomo del castillo, tengo que llevársela hoy mismo, ¿Necesita algo más?

—No, nada, gracias. —Le agradecí un tanto pensativa.

El muchacho dio la vuelta y se fue. Esa carta ya me había preocupado y la curiosidad de saber de quién era no se me quitaría hasta que llegara al castillo. Loui notó mi preocupación y no vaciló en preguntarme;

—¿Te inquieta mucho la dichosa carta?

—Loui, el asunto es más serio de lo imaginas.

—¿Quieres saber si el príncipe ya va a regresar? —Insistió seriamente.

Lo miré fijamente y preferí no contestarle, sus “celos raros” en verdad que me estaban mareando. Aunque luego pensé que ese asunto de la carta no era normal, si era para Randolph, ¿Qué no tenía que llegar la correspondencia directamente al castillo? Regresé a la habitación a recoger mis cosas, mientras él se fue por los caballos. De verdad que esa carta me había quitado la paz, pero tenía que olvidarme del asunto si deseaba disfrutar el día con Loui y debido a su actitud, era preferible no volver a mencionar el asunto. Salimos a caballo recorriendo las calles del pueblo y pronto, ya habíamos salido de él. Cabalgamos en sentido contrario del camino hacia el castillo, pasando por un hermoso puente hecho de piedras cuyo río cristalino era el mismo que pasaba por el arroyo de la cascada, lo cual me hizo ruborizar el recordar mi última experiencia allí. Al poco rato pasamos por un sendero rodeado de pinos, hasta llegar a una pequeña, hermosa y acogedora cabaña hecha de troncos y piedra, escondida en el paisaje y rodeada de arboles y flores lo que me pareció como una escena de cuento. Desmontamos porque Loui quería mostrármela, esa era la cabaña que estaba alquilando así que me invitó a conocerla. Era un lugar muy cómodo, íntimo, privado, un lugar que podía inspirar música, pintura, poesía y toda la paz para relajarse completamente. En la sala tenía una deliciosa alfombra frente a la chimenea, que en el invierno, podía dar una calidez romántica al lugar, tenía muebles finos, pinturas de paisajes y objetos antiguos y delicados. En la parte superior, estaba la recámara principal que también tenía una hermosa y romántica chimenea, un balcón privado en el que se tenía una vista preciosa del bosque y en la que se podía respirar aire puro al salir por él, una acogedora y deliciosa cama que hizo que mi mente se desviara haciendo que mis pensamientos fueran más allá, por lo que traté de disimular y preferí salir de allí rápidamente. Toda la cabaña estaba bien equipada para alguien soltero y para una pareja de enamorados, sería el lugar ideal para escaparse un fin de semana.

En la cocina Loui preparó un refrigerio para llevarlo, ya que nuestro camino continuaba. Cuando salimos de allí, seguimos al paso tranquilo de los caballos por otro sendero montaña arriba, Loui quería mostrarme otro ángulo de aquel lugar. Después de cabalgar un buen rato, llegamos a las ruinas de una antigua fortaleza que entre los siglos XVII y XVIII sirvió como fuerte contra la piratería. Desde allí, se tenía una maravillosa vista al mar y se podía ver venir a los lejos, cualquier embarcación y como estaba escondida entre los árboles, era muy difícil para los barcos divisar el fuerte. Era una ventaja, ya que sorpresivamente se podía hacer sonar a los cañones de la época.

A medida que avanzaba el día, éste comenzó a ponerse más fresco. La brisa se movía con fuerza, las hojas de los arboles ya estaban cayendo, el color del otoño se dejaba ver y su clima a sentirse. Era un lugar tan tranquilo, que solo el sonido de las aves y del viento se dejaba escuchar. Es increíble la sensación que se percibe en los lugares que son ruinas, es como si ese silencio fuera al mismo tiempo un grito, de lo que alguna vez fue;

—¿Te sientes bien? —Preguntó al llegar mientras bajábamos de los caballos—. ¿Pareces melancólica?

—Sí, estoy bien. Es sólo que este lugar da una sensación extraña, sientes paz pero al mismo tiempo una sensación de temor. Sólo cada una de estas piedras sabe lo que sucedió y eso las hace testigos mudos de la historia.

—Reconozco que a veces me dan miedo tus palabras. —Me dijo un poco desconcertado mirándome fijamente y desatando a la vez la cesta del caballo—. Eres una persona extraña.

—Es que cada vez que visito lugares en ruinas —continué mientras tocaba una pared—, trato de sentir lo que hubo allí y en el caso de las fortalezas sólo puedo imaginar, dolor, angustia, soledad, maldad, ambición, traición, sangre y muerte.

—Deberías escribir un libro —dijo sorprendido y buscando el lugar para el picnic—, tienes una gran imaginación y eres muy buena para describir las cosas, pero ya no hables así que me haces sentir lo que dicen tus palabras. Yo sólo veo un lugar abandonado y tranquilo para pasar un rato a solas y escaparse de la rutina, como por ejemplo, ya encontré el lugar perfecto para sentarnos a comer tranquilos sin que nada nos moleste.

—¡Claro que sí podría escribir un libro! —Exclamé mientras lo seguía—. Qué buena idea me has dado, pero obviamente no en tu compañía ya que le quitas la inspiración a cualquiera.

Por favor, ni yo misma me había creído lo que dije;

—¿Yo? Eres tú la que dice cosas raras. —Sonreía gustoso mientras se sentaba en la hierba—. ¿Cómo puedes tener sensaciones de un lugar que jamás conociste? Ah… ya sé, es el famoso sexto sentido de las mujeres, ¿Verdad? Ja, ja, ja.

—Loui… —Me sentía un poco molesta—. Si te vas a burlar mejor nos vamos.

—Cálmate, nunca me burlaría de ti. —Su mirada me derretía mientras me extendía su mano—. No te molestes, era una broma, ven, siéntate y mira el paisaje. Si esperamos lo suficiente, podrás contemplar un hermoso atardecer frente al mar.

—¿Sabes cómo convencerme verdad? —Pregunté un tanto orgullosa fingiendo indignación, mientras tomaba su mano y me sentaba.

—Ya aprendí a conocerte. —Contestó en un tono más suave rozando su mejilla con el índice—. Creo, que ya conozco tus debilidades.

“Ay no” —pensé—. “Aquí vamos otra vez”

Ya había aprendido a conocer los tonos de voz con los que Loui me hablaba. Cuando se expresaba amigablemente me hacía sentir bien y en confianza, cuando me hablaba serio y molesto me hacia vibrar y encender una chispa y cuando me hablaba suave y seductoramente, era cuando sentía que podía derretirme. Pero no era sólo su voz, era también su manera de decirlo y su mirada con la cual no necesitaba hablar, el lenguaje de sus ojos era sorprendente y más que suficiente. No sabía cómo describirlos, eran tan bellos, tan intensos y tan penetrantes, que me era imposible resistirle y resistirme a su mirada. Pero tampoco era sólo su voz y su mirada, todo él era perfecto físicamente; su nariz tan fina y la vez ligeramente redondeada de la punta, la forma de sus cejas le intensificaban la mirada, su cabello negro y liso que bajaba por su cuello notaba una deliciosa suavidad. Su boca tan perfectamente delineada, deseable y sensual me abría el apetito, unas patillas que parecían adornar sus oídos era lo que más me gustaba de él y su rostro… Ah… Me hacía suspirar. Todo su cuerpo y su porte eran impecables, este hombre tenía un lenguaje corporal increíble, sólo al observarlo se podía percibir si era amoroso y tierno, o salvaje y apasionado. Él era así, podía despertar el amor y la ternura y al mismo tiempo la pasión y el deseo, pensar en lo último me excitaba mucho. Inconscientemente me saboreaba y humedecía mis labios con la lengua, este hombre despertó en mí un apetito insaciable que no sabía cómo controlar. Me encantaba observarlo cuando él no se daba cuenta y lo que ese bendito roce me provocaba, no lo podía describir;

Tenemos una conversación pendiente. —Loui sonaba con un tono de voz diferente haciéndome reaccionar—. ¿Lo recuerdas?

—Sí, lo recuerdo. Pero si no te hace sentir cómodo, no te sientas obligado a darme explicaciones.

—Ahora quiero dártelas. —Estaba ya más serio y eso me inquietó—. Tú has sido sincera y honesta, se nota que eres una persona muy centrada, sé que no me has ocultado nada y eres una persona muy recta y confiable, eres muy genuina, quiero que me escuches y no me interrumpas. Debo de tener el valor para hablarte, como te voy a hablar.

—Gracias por tus halagos. —Respondí sorprendida—. Pero tu seriedad está asustándome.

Se quedó un momento pensativo mirando la manzana que tenía en sus manos, enseguida se levantó, caminó un poco hacia la orilla del fuerte y se paró en el muro de frente al mar. Me daba la sensación de que deseaba hablar sin darme la cara, así que respeté su decisión. De nuevo su roce en la mejilla se hizo presente y estaba pensativo, seguramente escogiendo cuidadosamente sus palabras. Después de un leve suspiro reaccionó, así que me limité a escucharlo;

Tienes razón al decir que te confunde mi actitud. Sé que a veces soy de una manera y luego de otra y eso hace que dudes de mis intenciones y no sepas quien soy. Primero que nada, quiero que estés completamente segura de que nadie me ha enviado para hacerte daño, de haber sido así, hubiera tenido miles de oportunidades para hacerlo, hemos estados solos y de uno u otro modo lo hubiera hecho, no soy espía de nadie y quiero que eso te quede bien claro. Desde el momento en que te vi me sentí atraído a ti y no sabía cómo acercarme, quisiste aparentar ser una campesina en el pueblo pero con ese pañuelo en tu cabeza y tus cabellos ondulados adornando tu cara, no lo lograste. Tus ojos y tu mirada te hacían ver como una hermosa y seductora gitana. Bendigo el momento y la manera en que nos conocimos. Cuando comenzamos a hablar, a conocernos y a tratarnos más, pensé que sería un buen pretexto el ofrecerme como guía para mostrarte todo esto, pero mi intención era conocerte más y esa, era la única manera. Creí que lo de la atracción sería algo pasajero, pero esa noche no pude dejar de pensar en ti, luego te llevé a la montaña y cuando te ibas a caer del caballo y te sujeté en mis brazos, en ese momento supe que no era una simple atracción. La verdad era que me había enamorado de ti desde el primer momento, pero trataba de disimular para que no te dieras cuenta. Después creí que llevándote al arroyo de la cascada sería un buen lugar para expresarte lo que sentía, sé que suena tonto e increíble, apenas nos habíamos conocido, todo fue muy rápido y comencé a creer que no era el momento y lo único que conseguí, fue incomodarte y esa no era mi intención. Luego al irte a buscar al castillo y el saberte enferma hizo que me preocupara y por eso, no me importó buscar la manera de verte esa noche. No podía pasar ese día sin verte, te habías vuelto como el aire para mí, indispensable, supe que no era un juego, te volviste parte de mí en poco tiempo, en tiempo récord mejor dicho y tu imagen estaba en mi mente a toda hora. Pensé en tratar de hacer una noche especial para ti y por eso te invité al ballet, a cenar y después al lago, quería expresarte mis sentimientos abiertamente pero no pude. Por primera vez sentí cobardía y es por eso que hoy, tomé la decisión de hacerlo, no quiero que mi actitud te aleje por miedo. Ahora, ya sabes lo que siento.

Al escucharlo hablar así, sentí un alivio en mi corazón y en mi cuerpo estresado. Pero él había dicho que “quise aparentar ser una campesina en el pueblo” eso significaba que me había visto mucho antes de nuestro encuentro. Deseaba saber más, pero no me atreví a preguntar, no quería arruinar el momento, estaba emocionada. No podía creer que él también sintiera lo mismo que yo, no estaba equivocada y deseaba más que nada que nuestro amor fuera libre y expresarlo abiertamente. Caminé hacia él y lo abracé por la espalda con fuerza, cerrando mis ojos para sentir su calor. No podía decir nada por la emoción, pero mi corazón latía con fuerza como si fuera a salir de mi pecho. Con sus brazos tomó los míos y de nuevo, dejando escapar un leve suspiro continuó;

Reconozco, que estoy enamorado de ti y no sabes cuánto. Pero estoy indeciso por los momentos, hay tantas cosas en mí que me impiden una relación formal y no puedo pedirte ahora que seas mi novia. Cuando resuelva mis problemas y por favor no me preguntes cuáles, hasta ese momento te pediré formalmente que seas mi novia. Eres la mujer más maravillosa que he conocido, no eres como las demás. Tu manera de ser, de hablar, de ver y sentir las cosas, me tiene extasiado, observar la silueta de tu cuerpo delicado es un deleite para mí y tus suaves manos me hacen desear tus caricias con desesperación. Tu cabello negro largo y ondulado, que cae a tu espalda como cascada me hipnotiza, las curvas de tus cejas perfectas hacen que tu mirada sea hechizante y no pueda resistirme. Me encanta ese color café intenso de tus bellos ojos y tus deseables labios, tienen una tentación incitante e irresistible que invitan a beber de su miel. Toda tú eres fascínate y me has cautivado en cuerpo y alma, sé que te hago temblar y sé que respondes a mis provocaciones. Te creí fácil, pero tu fortaleza es sorprendente y te has dado tu lugar, eso habla bien de tu decencia y tal vez, es lo que más me atrae y lo que me tiene loco por ti. El que me hagas esperarte me tiene deseándote con desesperación, pero te respeto demasiado como para faltarte y hasta que no llegue el momento adecuado, te prometo que no haré insinuaciones que te provoquen o que te despierten pasiones que no podré saciar.

En ese momento él se dio la vuelta y me tomó en sus brazos. Puso mi mano en su corazón colocándome una hermosa pulsera de piedras de colores. Me miró fijamente y añadió:

—Por favor espérame, dame tiempo. Prométeme que no cambiará nada entre nosotros, tratemos de ser buenos amigos por los momentos y salgamos a pasear como lo hemos hecho hasta ahora. No quiero que mi confesión y mi indecisión te molesten, tal vez no soy tan romántico como querías y solo pude encontrar esta manera para decirte todo, pero puedes estar segura de una sola cosa; de que estoy perdidamente enamorado de ti. Estás en mis sueños día y noche, sales y entras en ellos cuando te da la gana. No sólo te quiero, voy a arriesgarme a ir más allá. Te amo, eres el amor y la mujer de mi vida y voy a luchar por ti.

—Loui —le dije extasiada—, no puedes imaginar lo que tus palabras me han hecho sentir. Creí que sólo yo sentía estas cosas y que no sería correspondida, creí estar pidiendo demasiado al haber puesto mis ojos en un sueño como tú. Para mí eres el más hermoso sueño hecho realidad, el hombre más apuesto y perfecto que existe sobre la faz de la tierra. Yo también me fui enamorando de ti poco a poco y he soñado contigo día y noche. Agradezco y admiro tu valor e iniciativa para confesarme todo y en honor a eso, como símbolo al maravilloso recuerdo de este día, te juro que nunca me voy a quitar esta pulsera.

Diciendo esto besó mi frente y me abrazó como si no quisiera soltarme nunca. Enterré mi cara en su pecho, mientras él inclinaba su cabeza hacia abajo para presionar su mejilla en lo alto de mi cabeza. Mi cuerpo temblaba a horrores, estaba nerviosa, emocionada, sentía frío y sólo deseaba sentir su calor. En ese momento y estando en sus brazos, el ocaso frente al mar me pareció el lugar más romántico del mundo y su ternura, había hecho desaparecer en mí el deseo y la pasión que me estaban quemando y que él mismo había despertado. Ahora sí estaba segura de él, de que sentíamos lo mismo y de que estábamos enamorados. Ahora no me sentía culpable de los sentimientos que me había despertado, sabía que algún día nos entregaríamos completamente y estaríamos juntos para siempre. Regresamos al castillo casi al anochecer, después de la emoción vivida creo que las palabras sobraban para ambos. Me dejó en el sendero que conduce al jardín de las rosas rojas, besó mi mano como siempre, extendió su mano para acariciar mi rostro contemplándome con ternura y yo, cerré mis ojos por un momento sujetando su mano que me acariciaba para sentir el calor, la suavidad de su piel y captar por un momento para guardar en mi mente, esa deliciosa sensación indescriptiblemente placentera, que su caricia provocaba en una tibia corriente que recorría hasta la última fibra de mi cuerpo. Me acercó a él para besar mi frente, me estrechó entre sus fuertes brazos y nos despedimos esperando que el nuevo día que llegaría, fuera un nuevo comienzo en nuestras vidas ya que aunque no lo pudiéramos disimular, la manera de ver y sentir las cosas entre nosotros sería diferente después de lo que había pasado. Yo misma no sabía cómo actuar después de tal confesión, sentía que el rostro me brillaba y todo a mí alrededor me parecía fascinante, no podía dejar de sonreír y de ruborizarme al recordar sus palabras. Estando en mi habitación, corrí hacia la cama y me acosté llena de felicidad. Sólo hasta ese momento, me perdí observando detenidamente el hermoso candelabro que adornaba el techo y las pinturas que estaban allí; ángeles y querubines con arcos y flechas jugaban al volar llevando y trayendo tul y rosas. Brocados de oro y bronce sobresalían del techo y el arte barroco en ellos, me hacía recordar que sí estaba en un castillo de cuentos de hadas, solo que mi príncipe era una persona normal común y corriente, que no se estresaba por sus obligaciones reales, sino por una herencia familiar y sus inversiones.

Esa noche dormí plácidamente, quería soñar con él, con Loui, el príncipe de mis sueños. El hombre más apuesto que había y me atrevía a decir, que en el mundo entero no existía otro como él. No podía, él era único. Quería escuchar sus palabras de nuevo, no podía creer todavía que estuviera enamorado de mí y que había tenido el valor de decírmelo con tan dulces palabras. Estaba muy ansiosa porque las cosas se dieran por sí solas y paulatinamente, para poder disfrutar cada momento. A una semana de haberlo conocido, Loui se había convertido en alguien indispensable para mí, era sorprendente y sólo esperaba que pudiera resolver sus problemas lo más rápido posible y que no hubiera nada que nos impidiera estar juntos. Estaba tan enamorada de él, que sin dudarlo estaba dispuesta a darle todo el tiempo que fuera necesario. No podía creer lo que estaba sintiendo pero así era, lo amaba y quería gritarlo. Loui era la persona con la que había soñado siempre, el hombre y el amor de mi vida. Mi corazón, mi alma, mi mente, todo mi ser y todo mi amor, le pertenecían sólo a él.

 

 

Capítulo X

La Promesa

 

Cuando amaneció al día siguiente como de costumbre, Gertrudis subió llevándome el desayuno. Era un nuevo día para mí, como si hubiera despertado de un sueño maravilloso, sentía una nueva esperanza y nuevas expectativas. La verdad, no sabía que esperar de ahora en adelante y eso me daba emoción y al mismo tiempo temor. Creo que el no saber qué ocurrirá, era la esperanza de un futuro;

—Buenos días señorita. —Gertrudis sostenía la charola y me miraba fijamente—. Se le ve muy feliz esta mañana, ¿Fue agradable su estadía en el pueblo?

—Buenos días. —Contesté muy sonriente, estirándome completa y placenteramente como los gatos—. Y si estoy muy feliz, tan feliz que no puedo parar de sonreír. Este lugar ha sido maravilloso para mí.

—Qué bueno que se sienta dichosa, su baño ya está listo. —Colocó la charola en mi tocador y me entregó el vaso de jugo—. ¿Desea algo más?

—Sí, me gustaría hablar con Randolph después.

—Enseguida voy a decirle que desea verlo.

A pesar de todo mi ensueño, no se me había olvidado que había llegado una carta y necesitaba saber de quién era, si del príncipe o del duque, ya que en ambos casos ninguno de los dos me daba paz. A media mañana, salí a leer al jardín como de costumbre y mientras tomaba el aire fresco, Randolph llegó a verme;

—Buenos días señorita, ayer ya no pude verla y no quise molestarla después. Pero dígame, ¿Cómo estuvo la función del ballet? ¿Qué le parece el pueblo por la noche? ¿Cómo se portó su amigo?

—Buenos días Randolph. —Le contesté ruborizada ante tanta pregunta—. La velada estuvo maravillosa, el pueblo es muy bonito de noche y mi amigo Loui es un anfitrión increíble, pero deseo hablar con usted de otro asunto. Sé que llegó una carta, Gastón no sólo trajo mi mensaje sino también una carta y eso me tiene inquieta. Por favor, dígame quien la envió.

—Ay, qué muchacho más indiscreto. —Continuó negando con la cabeza—. Lamento que le haya quitado la paz, esperaba que no se diera cuenta o por lo menos esperar a que yo hablara con usted, pero así es. Llegó una carta de su alteza y dice que vuelve en dos o tres semanas.

Qué bueno que regresa y espero que ésta vez, pueda tomar una decisión.

—Esta es la respuesta a la carta que yo le envié, por consejo suyo, advirtiéndole sobre la carta de su excelencia y espera poder llegar primero que él.

—Ya veo, al menos sirvió de algo y espero que pueda sentar cabeza y recapacitar y más que nada, que me perdone y me permita ayudarlo.

Eso espero yo también. Espero que vuelva diferente de su viaje, un nuevo hombre por decirlo así, que su mente y corazón hayan sentido la paz que necesitaba para tomar decisiones.

No lo podía negar, el regreso del príncipe me ponía nerviosa y no tenía idea de cómo decirle a Loui lo que pasaría cuando su alteza regresara. Esta angustia que sentía no podía disimularla y la cuenta regresiva estaba en marcha, no podía detenerla y tenía que afrontar lo que viniera. Estaba en un dilema; si no le decía a Loui lo que me pasaría al regreso del príncipe, se podía molestar conmigo porque él había confiado en mí y en que había sido sincera y no le había ocultado nada. Pero también, si le decía que el príncipe iba a castigarme, podía molestarse más y enfrentarlo sin importarle nada. No podía permitir que algo le pasara a él también, pero conociéndolo sabía que de igual forma lo iba a enfrentar y no sabía cómo evitar una tragedia. Si algo le sucedía a él por mi culpa, jamás podría perdonármelo y tampoco podría soportarlo.

Estando todavía en el jardín, escuché un silbido a lo lejos. Era Loui, que estaba al final del sendero esperándome en su caballo y no podría describir la emoción que sentí al verlo, pero estaba feliz. Mi corazón saltó de alegría dentro de mi pecho y mi piel, respondió a él como si fuera su dueño ignorándome a mí completamente, mi sonrisa al verlo delataba mi entusiasmo, no podía disimular el bienestar que me producía, solo sentía que él era maravilloso. Me levanté rápidamente y le dije a una de las mucamas que estaba cerca, que saldría un momento y que le avisara a Randolph. Sentía los latidos del corazón con fuerza en la garganta y se aceleraban más, a medida que me acercaba a él. Verlo tan gallardo en su caballo, esperándome con esa sonrisa que me dominaba, que me hipnotizaba, que me estremecía y me hacía decirle “sí” a todo sin poder negarme, hacía que me enamorara más de él. Sin decir nada, solo extendió su mano para subirme a su caballo y nos fuimos a todo galope. Realmente me parecía un sueño el estar con él, aunque siguiéramos siendo amigos. Pero no podía apartar de mi cabeza el regreso del príncipe y la indecisión de decirle o no a Loui lo que me pasaría. Estaba nerviosa y realmente no sabía qué hacer. Llegamos a uno de los tantos y hermosos lugares de los alrededores, en donde había una gruta y de donde parecía nacer un pequeño riachuelo, que es el mismo que bañaba la cascada y el mismo que saludaba a los robles, para después convertirse en un gran río que desembocaba en el mar;

Esto parece un lugar mágico. —Le dije mientras él bajaba del caballo—. En donde parecería que criaturas mitológicas y fantásticas habitan.

—Sabía que te gustaría. —Me ayudó bajándome después—. Solo tú tienes esa imaginación o ese don, para ver la belleza en todo.

—Voy a tomar eso como un cumplido. ¿Cómo es que conoces tantos lugares tan bellos y escondidos?

—Te dije que nací y crecí en estas tierras y de niño, me gustaba venir a estos lugares por el mismo motivo, por ser escondidos. Eran mis lugares privados para escaparme, eran sólo míos.

—¿Eran? —Pregunté tomándolo del brazo.

—Sí —contestó mirándome a los ojos—, porque ahora, ya son tuyos también.

—Ah sí. —Continué en tono de broma y olvidando estremecerme—. Dime una cosa querido amigo, ¿A cuántas les has dicho lo mismo?

—A ninguna. —Contestó un poco serio tomando mis manos—. Nadie más que tú conoce estos lugares y nadie más que tú, conoce mi corazón.

No pude evitar ruborizarme con lo que me dijo, insisto, no era solo el dulce sonido de su voz sino su manera de decirlo. Este hombre estaba decidido a derretirme y eso hacía que mi piel se encendiera;

—Loui —le dije reaccionando—, ¿No me vas a negar que no hayas tenido enamoradas?

—Tú lo has dicho, solo enamoradas. Mujeres superficiales incapaces de ver más allá de sus narices y carentes de inteligencia. Mujeres que sólo pueden ser un estuche, pero que dentro de ellas no hay nada, están huecas y vacías. De esas hay muchas y a mi parecer es mediocre el hombre que se fije y se conforme con alguien así. Mujeres hay muchas, pero cuando llega la correcta se clava en el corazón y allí se queda, para siempre.

—Nunca había escuchado a un hombre hablar así. —Boquiabierta y extasiada le dije—. ¿Sabes que cualquier mujer ya hubiera caído derretida en tus brazos escuchándote hablar así? O ¿Después de escuchar tan noble confesión de amor en un romántico crepúsculo frente al mar?

—Eso es lo que me encanta de ti —contestó mientras besaba mis manos—, lo auténtica y diferente que eres. ¿Y tú, vas a negar que no hayas tenido enamorados? He observado que no pasas desapercibida para los hombres, es mejor que no vuelvas al pueblo sola.

—Loui creo que exageras. Si he tenido amigos y enamorados y hasta pretendientes, que se han arrodillado frente a mí confesando su amor, pero…

—¡Ves! —Interrumpió—. Yo no le permitido a ninguna mujer ningún tipo de confianza para que crea que me interesa, sólo a ti y no voy a permitir que nadie ponga sus ojos en ti. Todavía no eres mía, pero siento que me perteneces.

—Loui —dije sorprendida y evitando sentir más calor—, no me hables de esa manera. Dijiste que no me provocarías y lo estás haciendo, te dije que he tenido enamorados pero sólo eso, yo también no les he permitido nada, es más, me alejo de ellos para no seguir despertando pasiones o lo que sea. Siempre he sido desconfiada con los hombres, pues a la mayoría sólo les interesa una cosa y eso me molesta en gran manera. Pero tú has sido diferente y quiero decirte que mi corazón es tuyo, tus palabras me encienden la piel, no te sientas celoso, yo seré solo para ti.

—Tienes razón. —Murmuró suavemente—. Perdona mis estúpidos celos y agradezco tus palabras. Estoy seguro que un futuro estaremos completamente juntos y seremos el uno para el otro.

Besó mi frente y me abrazó fuertemente con ternura. Mientras lo hacía, sentí que estaba protegida en sus brazos, así que tuve el valor para hablar con él;

—Loui, necesito hablar contigo.

—Está bien. —Respondió mientras me llevaba de las manos, para sentarnos en unas rocas a la orilla del riachuelo y a la sombra de los arboles;

—No sé cómo empezar —le dije tratando de no mostrar mis nervios—, pero prométeme que lo vas a tomar con calma y que no harás nada imprudente que ponga tu vida en peligro.

—Me estás asustando, ¿Qué pasa?

—Prométemelo por favor. —Insistí.

—Está bien.

—Me has dicho que soy honesta, sincera y auténtica y por eso siento, que no debo ocultarte nada que pueda afectarme o afectarnos directamente.

—¿Qué te pasa? —Preguntó con seriedad—. Estás nerviosa, helada y empezaste a temblar.

—Loui, escúchame —le dije acariciando sus manos e impulsando valor—, cuando llegué a este lugar y el príncipe se negó a recibirme la primera vez, me molesté mucho y cometí muchas indiscreciones. La primera, desobedecí sus órdenes de no entrar a su observatorio, lo hice por curiosidad sin saber que él estaba allí con su perro el cual casi me ataca, el príncipe me sorprendió por la espalda y me sujetó con fuerza, traté de resistirle pero también me sujetó del cuello y creí que por su furia me hubiera estrangulado. El caso es que desmayé y no supe más. Randolph me dijo después, que el mismo príncipe me había llevado a mi habitación y nadie más supo lo que pasó.

—¿Qué quieres decir? —Preguntó muy serio—. ¿Que ese tipo te atacó, te llevó en sus brazos a tu cama y no sabes nada más?

—Pues… sí, digo no. —Titubeé nerviosa—. Quiero decir, que sí fue él mismo el que llevó a mi recámara y no sé nada más, sólo lo que me dijo el mayordomo.

—Estaba sólo contigo y al tenerte tan cerca pudo haberse aprovechado. —Su voz parecía un rugido, ya estaba alterándose un poco.

—Loui, no. —Le dije tratando de calmarlo. Aún así su actitud me había prendido, su expresión y su voz aceleraban mi respiración—. No lo creo, es un príncipe, no iba a rebajarse a mi nivel, ni siquiera me conoce bien, no sabe quién soy.

—Olvida lo príncipe que es. Es un hombre ante todo y tú una mujer y pudo haber hecho contigo lo que le place, estaban solos, en tu cama y con toda la noche por delante.

—Loui por favor no te pongas celoso, no creo que me haya hecho nada o me hubiera dado cuenta después, ¿Creo…? Supongo que ante todo es un caballero, espero y… ¿Yo no te dije que era de noche?

—No, pero… es lógico que si entraste al observatorio es porque era de noche, esa era la mala experiencia de la que me hablaste en el lago. ¿Verdad?

—Sí, sí —le dije un tanto confundida—, pero no es ese el punto al que quiero llegar. Esa vez el príncipe perdonó mi desobediencia, pero más adelante me recibió en su estudio privado y creo que allí sí me pase de la raya, no supe a qué horas comencé a decirle muchas cosas y tal vez, él creyó que le estaba diciendo como gobernar a su pueblo. El asunto es que, me excedí hablando de más o diciéndole la verdad y ésta vez sí se molestó mucho, me echó de su lado y del reino, pero no sin antes recibir mi castigo.

—¡Se atrevió a tocarte! —Exclamó levantándose de la roca. Ahora si estaba furioso.

—Todavía no. —Le dije asustada—. Justamente el siguiente día se fue de viaje, pero mi estadía en este lugar se debe a que tengo que esperar el castigo que él me imponga para luego irme y la carta que Gastón le trajo a Randolph era de él, dice que llega en dos o tres semanas.

—Lo único que te prometo —dijo inclinándose y tomándome las manos—, es que no voy a permitir que te haga daño. Príncipe o no a mí no me importa, pero sí va a responderme por lo que te haga.

—Por favor no hagas nada. —Me puse de pie abrazándolo con desesperación—. No me perdonaría que te pasara algo por mi culpa, no sabes cuánto he luchado todo este tiempo para no decirte nada de esto. El tiempo que hemos pasado juntos ha sido maravilloso, ha valido la pena, me ha hecho feliz y olvidar todo, pero no podría soportar perderte por mi insensatez. No podría vivir sin ti, por favor no hagas nada.

—Constanza —dijo sujetando mis manos de nuevo—, tú también eres lo más importante para mí y la vida sin ti tampoco tendría sentido para mí, pero no voy a permitir que te lastimen.

—Loui, por favor no hagas nada. Voy a responsabilizarme y afrontar mi castigo sea cual que sea, pero por favor no hagas nada. —Le dije llorando.

—¿Tú crees que es justo? —Preguntó secándome las lágrimas.

—El castigo por mi insensatez y falta de respeto, sí.

—Un castigo por decirle la verdad me parece que no. Este tipo sólo quiere que se haga saber que nadie lo puede desafiar, fuiste muy valiente al decirle lo que pensabas y también eres fuerte por querer afrontar con valentía un castigo. Eres una mujer admirable, pero no voy a permitir que te lastimen.

—Loui —insistí en ruegos—, si en verdad me amas como dices deja las cosas así, de lo contrario no viviré en paz, por favor te lo ruego, te lo suplico. Tú eres ahora mi razón de vivir y tu amor me dará fuerzas…

Diciendo esto, comencé a sentirme mareada y a punto de desmayarme. Loui me tomó en sus brazos como si fuera una muñeca de trapo y me llevó a acostarme a una pequeña colina de grama verde, cerca de la entrada de la gruta;

—¿Constanza estás bien? —Preguntó preocupado—. Estás muy pálida y helada.

—Lo siento —contesté encontrando la respiración—, esto me lo provoca un ataque de pánico, algo así como la claustrofobia pero en mi caso es por miedo, no te preocupes ya me siento mejor. Por un momento sentí que me faltó el aire y no sentí mi cuerpo, por ahora siento mucho frío.

Se acostó conmigo y me envolvió en sus brazos para darme calor;

—Eres muy importante para mí. —Me susurró al oído y besó mi sien—. Lo único que puedo prometerte, es que voy a amarte toda la vida y voy a protegerte de quien sea. Te amo tanto, que soy capaz de dar la vida por ti.

No pude evitar seguir llorando al escucharlo, ya no podía imaginar mi vida sin él y no podía permitir que las cosas terminaran sin haber comenzado. Mi única esperanza, era que el príncipe me hubiera perdonado y hubiera recapacitado. Estaba dispuesta a servirle toda mi vida si fuera necesario, con tal de obtener su perdón y que las cosas no pasaran a más. Cuando me recuperé regresamos al castillo, Loui me había pedido que el tiempo que restaba, lo dedicáramos a estar juntos y así fue. En las siguientes tres semanas continuamos con nuestros paseos normales, tratando de olvidar lo que vendría y disfrutando de nuestro tiempo juntos. Los románticos paseos a caballo por la playa me emocionaban, el sentir la cálida y suave arena en mis pies desnudos y en la más grata y placentera compañía, era una sensación indescriptible que nunca creí sentir. Jamás una playa me pareció tan perfecta y jamás el azul del mar me pareció tan bello como en esos momentos, estaba enamorada, esa era la única explicación. Realmente sentía que estaba con la persona correcta y aunque éramos sólo amigos, ese tiempo sirvió para conocernos mejor y, porque no decirlo; enamorarnos más. Aunque no éramos completamente libres para amarnos, respetaba la decisión de Loui y tendría toda la paciencia para esperarlo. Durante ese tiempo, también cayó una leve lluvia de verano, lo cual me hacía quedarme en el castillo con melancolía sin poder salir. Pero cuando el día era hermoso y sol brillaba, al menos dos veces de cada semana visitábamos el pueblo con Loui y hablábamos con las personas sobre lo que les gustaría que se hiciera a favor del progreso y del bienestar de todos sus habitantes. Varias veces compartí con sus niños dulces y frutas y al ver a los más necesitados compraba algo de comida y abrigo para ellos, a la vez que también pedía en la cocina del castillo algo de pan, queso, salchichas, mermelada y varias cosas más para compartir con ellos las veces que salía al pueblo. En el fondo de sus corazones, nació una esperanza y comenzaron a verme como una vocera entre ellos y el príncipe, por lo que esperaban que yo pudiera quebrar el hielo de su indiferencia de una vez y no esperar a derretirlo. Aprendí a conocer un poco a su gente y sus actividades y aunque Loui decía ser de este lugar, me daba la impresión que no conocía a su pueblo, por lo que fue una buena experiencia también para él. No volvió a llevarme a su cabaña, ya que era todo un caballero y a pesar de pasar tiempo a solas, nunca trató de faltarme al respeto ni de hacer nada indebido, aunque el deseo hiciera hervir nuestra sangre y nos quemara. Pasadas las tres semanas, mi corazón ya no sabía que sentir y comencé a ponerme triste. Faltaba poco para el regreso del príncipe y a la vez, quería y no quería que llegara, pero de lo que si estaba segura era de que no deseaba ni quería dejar de ver a Loui. Tenía mis sentimientos encontrados al respecto y estaba atrapada entre dos hombres; uno que llegaría para castigarme y decidir qué hacer conmigo y el otro que estaba dispuesto a defenderme y a dar su vida por mí. A medida que el tiempo avanzaba la tensión y los nervios se estaban apoderando de mí, no tenía opción, sólo era cuestión de esperar.

 

 

 

 

Capítulo XI

Una sorpresa desagradable; secretas intenciones

Primera Parte

 

La hora cero para mí estaba por llegar y solo me restaba esperar lo que vendría. Ya era 10 de Septiembre y la única sensación de paz y bienestar que sentía, era el pensar en Loui y en todos los momentos maravillosos que habíamos pasamos juntos. Mientras estaba acostada en mi canapé, mirando al cielo del atardecer por mi ventana, por alguna extraña razón se me vino a la mente el segundo movimiento de la séptima sinfonía de Beethoven y mientras estaba concentrada escuchándola en mi cabeza, el sonido de la servidumbre que corría de un lado a otro por el pasillo me desconcentró. Así que salí a la puerta para saber lo que pasaba y le pregunté a una de las sirvientas qué estaba ocurriendo;

—Un carruaje acaba de llegar. —Me dijo muy nerviosa—. Y toda la servidumbre, debe de reunirse en el escalón principal de la entrada.

“Dios mío ya llegó” —pensé.

—¿Quién acaba de llegar? —Le pregunté curiosa y asustada.

—Todavía no se sabe —me contestó apresurada—, pero el señor Randolph nos ordenó a todos estar presentes.

—¿Dónde está Gertrudis?

—Seguramente ya está abajo y discúlpeme señorita, tengo que irme.

Me asomé por una de las ventanas del pasillo para tratar de ver más de cerca quién era, no pude ver bien, pero no era uno de los carruajes del castillo. Todo era negro y lúgubre, parecía más bien una carroza fúnebre del siglo XVIII. Vi a Randolph acercarse mientras uno de los lacayos que venía abría la puerta, un hombre joven y bien parecido no mayor de treinta años, muy bien vestido, con capa negra y sombrero de copa bajó primero. Parecía un personaje que había salido de una escena de la era victoriana, habían intercambiado algún saludo y unas cuantas palabras con Randolph porque se dieron la mano. Después, salió el segundo hombre y a éste, Randolph si le hizo una reverencia en señal de respeto. También estaba muy bien vestido y un tanto orgulloso, solo que era un hombre mayor que usaba bigote y barba al estilo candado, no se miraba tan mal para la edad, mantenía un buen cuerpo y no tenía muchas canas en su cabello castaño, me lo imaginaba con alguna calvicie pero no. Su cabello parecía ser liso y tenía el corte a la nuca. —“No puede ser”—pensé. Estaba segura que se trataba del duque y había llegado antes que el príncipe. Apenas si habló con Randolph y comenzó a ver y a contemplar todo el edificio, miró detenidamente a la servidumbre como si se tratara de una tropa de soldados, a los que les estaba pasando revista hasta entrar al lobby del castillo. Mientras los sirvientes ayudaban a bajar todo el equipaje que traía en un segundo coche, —como si hubiera llegado para quedarse—, yo entré de nuevo a mi habitación y preferí quedarme allí, hasta que alguien me avisara lo que estaba sucediendo. Y al cabo de una media hora, Gertrudis subió para decírmelo, sonaba apresurada;

—Señorita Constanza, ha llegado su excelencia el duque de Kronguel y en su honor, se hará una cena  de bienvenida. A petición del señor Randolph, es necesario que usted como invitada de su alteza esté presente, así que voy a prepararle su baño y se vestirá con un vestido formal de noche. Enseguida volveré para peinarla y ayudarla a arreglarse.

—Ya llegó… —Murmuré pensativa—. ¿Y cómo es?

—Ah, es un hombre ya maduro y demasiado serio. —Contestó mientras preparaba mi baño—. Tenga cuidado al hablar con él, parece que cualquier cosa podría molestarle, en otras palabras, no es muy sociable. Como todos los nobles, espere a que él le dirija la palabra.

—¿Llegó solo? —Insistí.

—No, parece que no está bien de salud y su médico lo acompaña a donde quiera que va, así que él también es un invitado como usted. Su baño ya está listo, por favor esté lista a tiempo, en la cena con su excelencia no se admiten demoras. Él, es un hombre muy “propio” y puntual.

—Está bien.

Y así fue, me di un baño rápidamente y después me puse un vestido de noche propio para la cena de etiqueta. Gertrudis me peinó y maquilló muy bien, cuando me miré en el espejo no podía creer en el reflejo que veía, ¿Era yo? Todo ese glamur me hacía ver como una persona distinta y en mi mente sólo pensaba en si le gustaría más a Loui verme así. Estando frente al espejo, Randolph tocó la puerta, venía a buscarme porque ya era hora, también quería ver cómo estaba para esa noche y advertirme sobre el carácter del duque;

—Luce usted muy hermosa señorita.

—Gracias. —Le agradecí dándole la mano y a la vez con tristeza—. Pero… y el príncipe…

Randolph también con tristeza se limitó a encoger sus hombros y a dejar escapar un leve suspiro. Me ofreció su brazo y bajamos al vestíbulo principal, en donde ya estaba una persona vestida de esmoquin, de espaldas a la escalera tomándose una copa frente a un gran espejo y al vernos bajar por el reflejo, inmediatamente se giró hacia nosotros mirándome detenidamente, con insistencia y sin quitarme los ojos de encima;

—Veo que ya está listo doctor Wallace. —Randolph se dirigió a él.

—Así es. —Le dijo mientras no dejaba de verme.

—Ah… —Continuó Randolph—. Señorita Constanza le presento al doctor Jonathan Wallace, médico privado de su excelencia. Doctor, le presento a la señorita Constanza Norman, tutora de artes e invitada de su alteza.

—Es un placer conoceros. —Me miraba sin poder parpadear mientras hacía una reverencia y besaba mi mano.

—Mucho gusto doctor Wallace. —Lo saludé impresionada por su acento. Era un hombre muy guapo, alto, de cabello rubio, ojos verdes y piel blanca. Se notaba que era muy fino y su perfume de hombre… Era muy delicioso y embriagador.

—Por favor, llamadme Jonathan. —Con un suave tono de voz me dijo, mientras clavaba aún más sus ojos en mí y no soltaba mi mano.

—Por favor. —Reaccionó Randolph—. ¿Pasamos al comedor?

Ya todo estaba dispuesto en la mesa; delicada mantelería, vajilla de porcelana pura y fina, cubiertos y candelabros de plata y el más fino cristal en las copas, todo tan impecable como si el mismo príncipe se fuera a sentar y mientras esperábamos de pie al duque, una de las sirvientas se acercó con una bandeja ofreciéndonos una copa de vino a Jonathan y a mí. Le supliqué a Randolph, que no fuera dejarme sola con el médico, ya que su insistente mirada estaba poniéndome incómoda. Pasaron unos minutos y luego apareció el orgulloso duque, altivo y soberbio mirando por encima de sus hombros a todos sin querer saludar. Era exactamente como lo había descrito, pero ahora que lo conocía en persona, pude notar que su presencia era incómoda debido a la tensión que transmitía, demasiada seriedad de su parte, su mirada era fría y dura, al menos en lo que a mí se refería. Se limitó a chasquear los dedos ordenándole a Randolph que dispusiera todo de inmediato, parece que el viaje le había abierto el apetito. Randolph les dio la señal a los sirvientes para que trajeran el banquete mientras nos sentábamos a la mesa. El menú era una exquisitez; pavo horneado y costillas de cordero a las finas hierbas, ensalada verde con vinagreta, puré de papas, crema de maíz, brochetas de camarones a la parilla y la degustación seleccionada de ambos vinos para el exigente duque, tinto y blanco. Como si se tratara de mi guardaespaldas personal, Randolph se quedó de pie junto a mí y al verlo el duque, éste me miró fija y duramente como a alguien que estorba y está de más;

—Señorita Constanza —dijo Randolph al notar su expresión—, le presento a su excelencia Rodolfo Von Hanslow, duque de Kronguel.

—¿Y quién eres tú? —Me preguntó con voz ronca y autoritaria, sin reparar con su mirada glacial y escrutadora.

—Ella es una amiga de su alteza. —Le contestó Randolph—. Y…

—Le pregunté a ella y no a ti. —Lo interrumpió el malcriado duque.

La actitud autoritaria, arrogante y egocéntrica del odioso duque me molestó mucho y miré a Randolph, porque no pude evitar sentir lástima por él. Luego miré fijamente al duque y le contesté firmemente;

—Soy Constanza Norman, tutora de artes del príncipe y su invitada.

—¿En serio? —Preguntó de manera burlona levantando una ceja—. Mi sobrino es una persona muy preparada, con mucho conocimiento y no necesita de una… “simple” tutora. No entiendo qué hace usted aquí.

Ya lo sé —le dije muy sonriente sin permitir que sus palabras me ofendiesen—, yo tampoco entiendo para qué me llamó, pero aquí estoy.

Una ligera sonrisa de satisfacción brotó del rostro de Randolph; 

—Así que eres amiga de mi sobrino. —Continuó muy serio—. Y ¿Cuánto tiempo tienes de estar aquí?

—Aproximadamente como un mes y medio.

—Y supongo que te gusta todo esto. —Insistió un tanto sarcástico—. Quiero decir, te gusta estar aquí.

—Así es, todo en este lugar es hermoso.

—¿Todo? —Preguntó seriamente haciendo una pausa—. Podrías ser más específica.

—Me refiero a las propiedades del castillo, sus paisajes y el pueblo.

—Ah… ¿Y mi sobrino que te parece? —Continuó con su sarcasmo.

—Su alteza es… una persona muy especial. No me quejo de sus atenciones.

—Hmmmm… —Gimió seriamente, apretando la mandíbula, respirando y exhalando lentamente, levantando las cejas y tomando una copa con agua.

Parecía un tanto desconcertado por las respuestas que le había dado acerca del príncipe, estaba segura que no las esperaba. De reojo miré a Randolph de nuevo quien dejó ver una ligera sonrisa al verme, como si fuéramos cómplices en todo eso;

—Mi hija llegará a Bórdovar la próxima semana. —Le dijo el duque a Randolph—. Es necesario arreglar el compromiso, sé que Leopoldo liberó a su hijo de un matrimonio pero yo no me voy a quedar con los brazos cruzados. Regina ha soñado con esta boda desde pequeña, ella será la esposa de Ludwig, princesa de Bórdovar y la futura reina de todos.

—Habrá que esperar a ver que dice su alteza. —Contestó Randolph—. Él ya es todo un hombre y no creo que quiera casarse con alguien que no conoce.

—No me interesa tu opinión. —Le replicó el malcriado duque—. Para eso vendrá Regina, es muy bella y no tardará mucho en enamorarse de ella, solo es cuestión de un corto tiempo.

Debo reconocer que esa conversación me estaba molestando un poco, no conocía yo al príncipe, pero me molestaba la idea de saber que este señor usaría a su hija para su capricho. Tal vez ella estaba enamorada de una ilusión, pero lo que más me molestaba era imaginar que por un momento fuera Loui, el que estuviera en ese lugar y tuvieran que pasearle una mujer para seducirlo. No lo niego, me puse muy celosa;

—Me permite deciros que es muy hermosa. —El doctor se dirigió a mí.

—Gracias. Disculpe su acento es…

—Soy inglés. —Se adelantó a decirme—, pero aprendí el español en España.

Oh… con razón su apariencia es tan propia de un caballero inglés.

—Agradezco vuestra gentileza. —Continuó con su encantador acento—. Y ya que conocéis este bellísimo lugar como habéis dicho, sería un honor para mí que me acompañarais en paseos para mostrarme todas las maravillas que conocéis. Estoy seguro que vuestra grata compañía, hará mucho más bello este lugar.

—Tranquilo Jonathan. —El duque se entrometió con seriedad—. Estás aquí como mi cardiólogo y estás para atenderme, no para salir a pasear y a perder tu tiempo.

—No creo que sea posible doctor. —Le dije tratando de ignorar al duque—. Mi tiempo lo decide el príncipe y mis ratos libres ya los tengo comprometidos.

—Pero tengo entendido, que el príncipe no está en estos momentos. —Insistió—. Así que tenéis más tiempo disponible.

—Vuelvo a repetirle, mi tiempo lo decide el príncipe esté o no esté presente y a él le debo respeto y obediencia. Además usted es el médico del señor duque y como él dice está aquí para atenderlo, no quiero ser la culpable de su distracción en caso de que el señor duque lo necesitara y usted estuviera ausente.

—Vaya, no aparenta ser sumisa. —Volvió a meterse el duque con su sarcasmo y la vez con cinismo—. Pero al menos es sensata e inteligente para ser mujer.

Deseaba que el tiempo de la cena pasara rápido, ya que fue un tanto incómodo para mí. Por una parte, tener que comportarme con toda propiedad en la mesa con un miembro de la familia real tan chocante al que tenía que soportar y esperar a que me dirigiera la palabra y por el otro, la insistencia del doctor y su mirada obsesiva sobre mí como si fuera un vampiro que esperaba su postre. Cuando terminó la cena, le pedí al duque el permiso correspondiente para levantarme, ya que estaba cansada y deseaba irme a dormir. Siendo el doctor, quien se levantara de la mesa para despedirme besando mi mano de nuevo;

—Buenas noches —les dije despidiéndome.

Cuando te dirijas a mí —replicó de nuevo seriamente el fastidioso duque—, debes hacerme una reverencia y no es una sugerencia, es una orden, es tu obligación. El grado de mi título está en la línea después del principado y así como llamas con el debido respeto a mi sobrino “su alteza” al referirte a mí, lo harás diciéndome “excelencia” ¿Está claro? Entiendo que no sabes nada de costumbres nobles, pero ya que me tomé la molestia de instruirte al respecto, espero que lo hagas.

“Lucrecia Borgia” —pensé mirándolo fija y seriamente—. “Deseaba ser Lucrecia Borgia y darle de beber algo más que vino al tipo, porque de verdad me había hecho hervir la sangre, pero de coraje.”

—Como usted diga, excelencia. —Intenté reverenciarlo y evitar que notara que me había humillado. El odioso duque, ignoró completamente mi saludo.

—Ha sido todo un placer. —Me dijo Jonathan hipnotizado y haciéndome sentir mejor—. Que tengáis dulces sueños, hasta mañana.

Sin decir nada más en cuanto salí del comedor, me fui corriendo a mi habitación. Me sentía mal, pero no iba a darle el gusto al petulante duque. Preferí olvidar el episodio y me dispuse a dormir, obviamente iba a tener dulces sueños pero con Loui, aunque no dejaba de pensar en lo que sería la vida en el castillo de ahora en adelante. Se había preparado un banquete espectacular con muchos majares para recibir al duque, pero con toda la incomodidad que sentí hubiera preferido mil veces comer solo pan, queso, jamón, vino y frutas en la compañía de Loui. Realmente que la llegada del duque había sido un trago amargo, había sido una sorpresa desagradable, porque la tensión que ahora se vivía en el ambiente vino a quitarle la paz a todas las almas que habitaban el castillo. Ahora si deseaba que llegara el príncipe y no me importaba lo que pasara conmigo, era necesario que volviera de lo contrario, el duque se iba a aprovechar de su ausencia y empezar a sentirse dueño de todo.

Segunda Parte

Extrañaba mucho a Loui. Había recibido una nota de él diciéndome que había tenido que salir por una emergencia que se le presentó en sus negocios, los cuales requerían su presencia, pero que tan pronto regresara vendría a buscarme. Eso me puso triste, tener que salir en el momento en que sentía que lo necesitaba más que nunca, agudizó mi estado de ánimo. No sabía cómo iba a soportarlo. Acostada en mi cama en compañía de la luz de la luna y esperando el amanecer, no podía dejar de pensar en él; realmente estaba enamorada. Mi último pensamiento al dormir y mi primero al despertar era él y aún en mis sueños mientras dormía estaba presente, si tuviera una rosa cada vez que pienso en él dormiría y caminaría siempre en un jardín. La realidad era que donde estaba mi mente allí estaba mi corazón y todos mis pensamientos eran para él. Esperaba con ansias que arreglara pronto los problemas de los que me habló, para poder estar juntos.

Al día siguiente, preferí desayunar en la privacidad de mi habitación y a media mañana salí al jardín de las rosas rojas. De vez en cuando, veía el sendero esperando ver a Loui a lo lejos llegando por mí en su caballo. Perdía mi mente contemplando la pulsera que me había dado y sentía que necesitaba verlo y abrazarlo, se había vuelto cómo el antídoto que mi cuerpo y mi alma necesitaban para estar tranquilos. Ahora entendía como la seducción de una persona podía llegar a ser cómo un veneno, una poción muy peligrosa a la cual sin poder tener defensas el cuerpo y la mente sucumbían, dejándonos propensos a poner al descubierto todo lo que provocaba sin poder razonar. Eso era lo que me pasaba al pensar en él, sentía que en cada poro, célula, nervio y fibra de mi cuerpo había una corriente eléctrica que me hacía estremecer, dándome escalofríos sólo al pensar en él y que sólo su calor podía quitar. Me senté a la mesa del jardín y me dispuse entonces a dibujarlo, cerré mis ojos y comencé a verlo; tenía que captar toda su esencia en el dibujo. Tenía que verlo en el papel como si estuviera mirándolo de frente, el dibujo tenía que hacerme sentir lo que siento en su presencia, tenía que ser lo más real posible eso haría que no lo extrañara a horrores. Realmente no supe en qué momento mi inspiración brotó y capté lo que quería plasmar en su rostro, su cabello, sus ojos, su nariz, su boca y ese semblante aristocrático que no dejaba de sorprenderme. Al terminar, estaba satisfecha con mi dibujo y mientras lo observaba y me perdía en su mirada alguien me hizo bajar de las nubes, era Randolph que quería hablar conmigo con respecto a la cena del día anterior;

—Buenos días señorita, ¿La interrumpo? Veo que estaba muy pensativa.

—Hola Randolph, buenos días. —Contesté intentando disimular, mientras asustada trataba de esconder el dibujo.

—No quiero ser indiscreto pero veo que es una gran artista. —Me dijo mientras sutilmente sacaba mi dibujo de entre otros papeles.

Obviamente no pude evitar ruborizarme y sentirme avergonzada;

—No es nada —le dije mientras me cubría los ojos apenada—, es solo un dibujo.

—Veo que no es un dibujo cualquiera. —Continuó mientras lo observaba con detenimiento—. No sienta pena, todo gran artista del arte necesita de una fuente de inspiración para crear sus obras y veo que usted, ya tiene la suya.

—Randolph, me siento avergonzada.

—Pero señorita —insistió mientras ponía el dibujo en la mesa— no se sienta así, está más roja que un tomate. Supongo que este es su amigo y veo que es alguien importante y especial para poder captar su atención y su inspiración. Pero no estoy aquí por eso, quiero agradecerle su gesto de anoche.

—No lo entiendo, gracias a usted por tomarme en cuenta e invitarme a cenar con el duque.

—No, no, no es por eso. Es por la manera en la que usted se expresó de su alteza, como si de verdad lo conociera. Realmente me impresionó su firmeza al hablar, pareciera que no le ha hecho pasar malos ratos en su estadía aquí y fueran realmente amigos.

—No es que sea orgullosa, pero la actitud del duque no me intimida. No es el primero que conozco ni tampoco el último y el que sea noble me tiene sin cuidado. Además no podía expresarme mal del príncipe, no lo conozco pero en parte lo entiendo.

—Créame que eso tiene inquieto a su excelencia y es por eso también que la señorita Regina llegará después, creo que están viendo en usted una amenaza.

—¿Y eso está bien? Eso de “amenaza” ya me asustó, ¿Por qué creerán eso?

—Ah señorita, eso es muy obvio, usted es muy bonita y siendo amiga de su alteza y estando cerca de él, los sentimientos del príncipe pueden cambiar. Su excelencia sabe que usted puede hacer cambiar a su alteza y sus secretas intenciones se vendrían abajo.

—Un momento, está diciendo que según el duque, ¿El príncipe puede enamorarse de mí?

—Así es, es por eso su insistencia en que la señorita Regina venga para evitarle al príncipe distracciones, ya que aunque no se conocen, ella tendrá que ingeniárselas para ganarse su afecto o mejor dicho para lograr que él se fije y se enamore de ella, si es que él le permite acercarse.

—¿Y no es lo más lógico? Si se conocen y se tratan puede ser que surja algo, supongo que es muy bonita, además es baronesa y tiene sangre azul, es perfecta para él.

—Puede ser, pero conozco bien a su alteza y eso no lo va a impresionar. Además, él personalmente me ha dicho que jamás se casará con alguien que no ama y para llegar al altar, tendrá que estar muy enamorado.

—¿En serio el príncipe habló con usted de esa manera? Me cuesta creerlo, entonces si tiene corazón de carne y no de piedra.

—Espero que pueda conocerlo y le permita acercarse. Podrá ver que no es una mala persona, solo alguien que necesita mucho afecto.

—Randolph, yo espero poder ser de ayuda al príncipe y más que todo que pueda perdonarme, pero no podrá haber nada más que una amistad. Debo de ser sincera con usted y decirle que… me he enamorado de otra persona.

—De su amigo supongo, por eso lo retrató.

—Así es y no puedo negarlo más, no puedo disimularlo. Creo que se me nota el brillo que sale por los poros.

—Perdone mi indiscreción pero él, su amigo ¿También está enamorado de usted?

—Sí, me abrió su corazón y me ha hecho una hermosa confesión de su amor y sentimientos.

—Bueno señorita, siendo así y si ambos se han correspondido sus sentimientos serán respetados. Pero si por alguna razón su alteza se sintiera atraído por usted, por favor prométame no desilusionarlo, creo que ya ha tenido bastante a lo largo de su vida como para soportar otra decepción.

—Me pone en una situación delicada, lo único que puedo prometerle, es que desde el primer momento seré sincera con él.

—Cómo usted guste, yo sólo deposito en sus manos el bienestar de su alteza. Pero también vine por otro asunto, no quiero incomodarla pero vine a entregarle este sobre.

—¿Qué es?

—El pago de su salario.

—No lo quiero.

—¿Por qué no?

—Porque no he cumplido con mis funciones.

—Pero…

—Por favor no insista, suficiente tuve con lo que me dio el día que fui al ballet. Mientras no comience y no cumpla con mi trabajo no voy a recibir nada. No se trata de orgullo, pero así como están las cosas el duque podría pensar que el príncipe me paga por…

Reconozco que me molesté con sólo imaginarlo. Aunque él no sabía que yo todavía no cumplía con mis funciones, igual podía pensar que el príncipe también pagaba por mis favores y la sangre comenzó a hervirme nuevamente de coraje. Si tanto comenzaba a detestarme le sería muy fácil compararme con una cualquiera y poner mi nombre por el suelo;

—La entiendo no se preocupe, pero también recuerde lo que le dije esa vez. —Me dijo al ver que soltaba el aire lentamente tratando de controlarme.

—Ya lo sé y se lo agradezco. Pero no quiero que me vuelva a mencionar el asunto ¿Está bien?

—Como quiera. ¿Desea almorzar aquí o acompañara a su excelencia?

—Uy... prefiero almorzar aquí.

Mientras esperaba la hora del almuerzo, seguía dibujando y por momentos mis ojos y mi mente volvían al sendero. Lo miraba fijamente esperando ver a Loui y mientras mi mente estaba lejos pensando en él, una delicada voz me habló a mis espaldas;

—Mi vida por vuestros pensamientos.

No pude evitar asustarme. El acento tan peculiar me desconcentró de mi fantasía, era el doctor Wallace el que me había sorprendido, sosteniendo un botón de rosa roja en sus manos para entregármela;

No fue mi intención asustaros —dijo mientras besaba mi mano y me daba la rosa.

—En realidad, solo meditaba doctor —le dije aceptando la rosa para no parecer descortés.

—Por favor —insistió mirándome fijamente—, llamadme Jonathan.

—Está bien, Jonathan. —Le dije mientras guardaba mis dibujos—. ¿Y qué hace usted por aquí?

—Salí a tomar aire fresco —contestó sentándose a mi lado—, y en eso os vi y quise venir a saludaros. Veo que este lugar os inspira para dibujar y es que realmente es hermoso, todo lo que los ojos pueden mirar.

No podía evitar sentir incomodidad, el doctor hablaba de una manera seductora y esa mirada encima de mí no me hacía sentir bien;

—Tiene razón, este lugar es bellísimo. ¿Pero no tiene usted que estar con el duque?

—Me pidió dejarlo descansar. Se tomó unas pastillas que lo mantienen relajado.

—¿Usted lo conoce desde hace mucho tiempo? —Le pregunté curiosa.

—Desde hace siete años, lo conocí casualmente en uno de sus viajes a Inglaterra y desde entonces soy su médico de cabecera.

—¿Y está muy mal? Digo, para que usted viaje con él.

—Su problema es cardíaco y tiende a subírsele la presión con facilidad y debido a su edad, necesita un poco más de cuidados para poder controlarlo.

—Pues, qué bueno que usted está para ayudarlo.

Sentía que los temas de conversación se estaban acabando y no encontraba la manera de escaparme de él. En ese momento, llegó Gertrudis con mi almuerzo y a buscarlo a él. ¡Qué oportuna había sido! Sentí un gran alivio, algo que no pudo decir el doctor;

—Le traje su almuerzo señorita. Qué bueno que decidió comer afuera, es un hermoso día de otoño.

—Gracias Gertrudis y es cierto, es un hermoso día para comer afuera.

—¿Cómo? —Preguntó el doctor—. No nos acompañó en el desayuno y, ¿Tampoco lo hará en el almuerzo?

—Hablando de eso —le dijo Gertrudis—, la mesa ya está lista y su excelencia no tardará en bajar, es mejor que no lo haga esperar.

—En un momento voy. —Le dijo. Me miró de nuevo con mucha atención y continuó—. No os agrada su excelencia, ¿No es así?

—No es eso, creo que usted notó su manera de comportarse anoche y al menos yo no soy hipócrita. Yo estoy aquí para servir al príncipe y no para soportarlo a él, disculpe pero yo siempre digo lo que pienso.

—Sois una mujer de temple —dijo con entusiasmo—, que no se deja intimidar. Sois fascinante y vuestro carácter os hace atraer a cualquier hombre. ¿Os podría decir un secreto?

“Oh, oh…” —pensé.

—En dos semanas, su excelencia piensa ofrecer un baile de máscaras en honor al compromiso de su hija con el príncipe. ¿Os dignaríais acompañarme en esa ocasión?

—¿Un baile? —Pregunté con asombro—. ¿Cómo puede hacer eso? El príncipe no lo permitirá es más, estoy segura que se pondrá furioso. ¿Cómo puede tomarse tantas atribuciones en ausencia del príncipe? Eso puede acarrear serios problemas.

—Cómo lo haga no lo sé, pero contestadme, ¿Me acompañareis?

—Doctor —le dije evitando retorcerme de incomodidad—, digo, Jonathan yo…

En ese momento, Randolph llegó de nuevo para buscarlo y llevarlo al comedor en donde ya estaba el duque esperándolo. Otra vez me sentí aliviada y salvada por la campana, pero eso de la fiesta ya me tenía pensando y estaba segura que el duque, algo estaba tramando y como dijo el doctor, si era un secreto sólo lo sabían ellos dos. Estaba empezando a sentir que el duque escondía algo, secretas intenciones que obviamente sólo él mismo las conocía. Él no había llegado por casualidad al castillo, tenía sus planes bien trazados y el problema era que todos nos íbamos a ver involucrados de una u otra manera, directa o indirectamente. Pero de lo que si estaba segura, era que las cosas se iban a poner oscuras y lo único que esperaba era que el príncipe, como cabeza suprema de este lugar, hiciera lo correcto para todos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Capítulo XII

Primer beso de amor; el regreso del príncipe

Primera Parte

 

El resto de ese día mejor decidí pasarlo en mi habitación. La insistencia del doctor sinceramente me estaba fastidiando y la ausencia de Loui me estaba matando. Además estaba encima la llegada de la baronesa, el dichoso baile que el duque quería organizar y el príncipe que todavía no aparecía, todo comenzó a ponerse tenso, todo parecía juntarse y la presión no se hacía esperar. A la hora de dormir sentía sensaciones extrañas; desconfiaba de las intenciones que el duque podía tener, no sabía lo que pasaría cuando regresara el príncipe, tampoco sabía lo que pasaba por la mente del doctor con respecto a mí y deseaba tener noticias de Loui. Toda esa tensión me estaba molestando y haciéndome delirar en mis sueños por la noche. Afortunadamente, un sonido peculiar en mi ventana me hizo despertar sobresaltada antes de la media noche, no podía creer que era él la silueta que veía o seguía soñando. Pero al levantarme, al abrir la ventana y al verlo, sentí que volvía a vivir y que el corazón se me saldría del pecho. Entró a mi habitación y nos abrazamos fuertemente como si no nos hubiéramos visto en mucho tiempo;

—Loui, regresaste, me hiciste mucha falta.  —Me aferré a él con emoción.

—Apenas regresé y no pude soportar las ganas de verte. —Sus palabras me arrullaban mientras me sostenía en sus brazos—. No podía esperar hasta mañana, necesitaba verte, no tienes idea de lo que significas para mí.

—Por favor —le dije sollozando—, no vuelvas a dejarme sola, te necesito.

Rápidamente se quitó los guantes de cuero negro que andaba, con sus manos levantó mi rostro, lo acercó hacia él y nos miramos fijamente. Por un momento creí que nos besaríamos, pero prefirió besarme la frente acariciándome las mejillas. Luego me tomó de las manos para sentarnos;

—No tengo la intención de volver a hacerlo. Este poco tiempo sin verte me hizo darme cuenta de que no puedo vivir sin ti, todos mis pensamientos estaban contigo.

—Lo mismo digo —le dije ruborizándome—, creo que yo tampoco puedo vivir sin ti. Pero dime, ¿Tus negocios están bien? ¿A dónde fuiste? ¿Arreglaste tus problemas?

—Los negocios están bien, eran unas firmas las que se necesitaban, no salí del reino, estaba a unas cuantas horas de camino de aquí, es por eso que pude regresar rápido y mis problemas pues, todavía no los resuelvo pero…

—¿Pero qué?

Metió la mano en el bolsillo de su chaqueta, sacó una pequeña caja negra de terciopelo y abriéndola me mostró su contenido; era una bellísima y delicada cadena de oro, con un dije de corazón tallado con relieves y adornado con pequeñas piedras de colores;

—Es hermosa. —Le dije asombrada. Era una joya muy fina.

—Constanza —susurró mientras se acercó a mi cuello para colocarla con delicadeza—, ¿Quieres ser mi novia?

No puedo describir la emoción que sentí cuando le escuché decir eso. Mi corazón comenzó a latir más rápido y un delicioso calor y frío a la vez envolvieron mi cuerpo. Comencé a temblar, simplemente no podía creerlo;

—¡Sí! —Le contesté emocionada sin dudarlo, a la vez que recogía mi cabello mientras la colocaba y sintiendo su cálido aliento en mi oído, estaba a punto de derretirme.

Cuando me la hubo puesto, sus manos tibias envolvieron mi cuello y acercó mi cara  a la suya. Cerré mis ojos para sentir que nuestras narices se tocaron acariciándose y gentilmente, con suavidad nuestros labios se encontraron por primera vez en un mismo sentir, ansiosos y sedientos por beber la dulzura de nuestro ser. Mi cuerpo temblaba y sé que él también estaba nervioso, por un instante ese besó me llevó al cielo y me bajó de nuevo a la tierra. De manera sutil, sus brazos bajaron y envolvieron mi cintura, mientras que los míos se aferraron a su cuello para no dejarlo ir. Nuestras lenguas se encontraron y jugaron entrelazándose, danzando juntas por primera vez, disfrutando con deleite el beber de nuestros sabores. Sentir la suavidad de sus labios estaba enloqueciéndome y no quería dejar de beber de ellos, quería más, mucho más. Las palpitaciones del corazón eran fuertes y aceleradas y una corriente eléctrica que recorrió mi cuerpo había encendido la chispa de la excitación, de pronto, ya estaba envuelta en un excitante e inexplicable revuelo de fantasías y sentía que mi piel ardía de deseo por él. Era delicioso, su sabor me estaba volviendo insaciable. El aire me faltaba, no era suficiente, la fuerza y el ritmo pasional me hacía pensar que Loui deseaba devorarme y yo quería hacer exactamente lo mismo. Un remolino, una tempestad, un huracán me estaban elevando a las alturas, mi cuerpo liviano, nuestros labios juntos y las caricias de sus manos me habían llevado a contemplar el universo. Ese había sido nuestro primer beso de amor, ahora si era la novia de Loui y no fue la cadena, sino el beso lo que selló nuestro amor;

—Estás temblando —susurró suavemente mientras me abrazaba.

—Soy sensible a ti. —Intentaba recuperar el aliento y saber que no estaba soñando—. No puedo resistirme, de nuevo has llegado en el momento justo, creí que pasaría mucho tiempo para pedirme que fuera tu novia. Me haces muy feliz.

—No podía esperar, ni dejar pasar más tiempo. —Continuó mientras acariciaba mi cuello lo cual me estaba hipnotizando y estremecía aún más—. Deseaba de alguna manera sentirte mía y solo pidiéndote que fueras mi novia podría sentirlo, quise simbolizarlo con algo tangible, el corazón de esta cadena representa el mío que te pertenece desde que te vi por primera vez y esta joya, es el símbolo de nuestro amor y de nuestro noviazgo que comienza hoy. Por favor nunca te apartes de mí, por nada del mundo quiero perderte.

—¡Oh Loui! —Exclamé suspirando—. No te entiendo y no sé lo que me pasa pero tus palabras están derritiéndome, jamás desearía apartarte y mucho menos perderte. Tu amor me dará fuerzas, si estás siempre cerca de mí.

—¿Pasa algo más? Siento que no estás bien.

—Las cosas están empeorando, el príncipe no ha llegado aún, quién llegó es el duque Rodolfo, tío de él, acompañado de su médico y dice que la próxima semana llegara la baronesa Regina.

—¿Y todo eso qué significa?

—No tengo idea. —Le contesté nerviosa—. Pero siento que este duque esconde secretas intenciones, no se conforma con lo que el difunto rey dispuso para el príncipe e insiste en un compromiso entre él y su hija. Además el doctor que lo acompaña me mira de una manera extraña, como si fuera un vampiro que espera a su presa con ansiedad y él mismo me ha dicho, que el duque planea un baile de máscaras para anunciar el compromiso de su hija con el príncipe y quiere que lo acompañe.

—¿Cómo? —Preguntó ya un tanto serio, apartándome de él un momento para observarme—. Permíteme digerir todo eso, no me interesa lo que el duque haga o deje de hacer, ¿Pero quién es ese doctor que ha osado poner sus ojos en ti? Ya te había dicho que no iba a permitir que nadie lo hiciera y lo voy a cumplir, tendré que poner a ese tipo en su lugar para que deje de molestarte.

—Por favor Loui no es necesario que busques problemas, este hombre es el médico personal del duque y a la vez un invitado del castillo. Deja que sea el príncipe que decida qué hacer, estoy segura que nada de esto le hará gracia y temo las desgracias que puedan ocurrir. Pero tú nada tienes que ver, no quiero que te pase nada por mi culpa.

—Mantente lo más lejos de él. —Sentenció seriamente mientras se levantaba en dirección a la ventana, al mismo tiempo se que ponía de nuevo los guantes—. No quiero que se te acerque.

—Loui —Acercándome a él y tomando su cara con mis manos insistí—, mírame, no te preocupes, mi corazón y mi ser te pertenecen. No tienes nada que temer.

—Constanza —dijo mientras sostenía y besaba mis manos mirándome fijamente—, te amo y no descansaré hasta que llegue el día en que seas mi esposa y te saque de aquí. Lo prometo.

Diciéndome esto, me estrechó entre sus brazos con mucha intensidad y me besó de nuevo con ternura, amor y pasión hasta quedar sin aliento. Luego salió por la ventana hasta perderse en la oscuridad de la noche y yo, volví a la cama extasiada por lo que había sucedido. Loui había regresado y me había pedido ser su novia, ahora sí sentía pertenecerle a alguien de forma simbólica y nuestro primer beso me haría soñar. De cierta forma sentía haberme entregado a él cuando nuestros labios se unieron, nuestros cuerpos temblaron al mismo tiempo porque sentían lo mismo, la piel se estremeció deliciosamente, el calor y el frío se hicieron amigos en ese instante y dos corazones latían aceleradamente con el mismo deseo. Así es el sentir de dos almas enamoradas cuando se unen por el poder del primer beso de amor, dos almas unidas capaces de tocar la luz de las estrellas y de sentir la gloria misma.

Un nuevo día comenzó. Ya era 12 de Septiembre y al amanecer creí que había soñado lo que pasó, pero cuando puse mi mano en mi cuello y sentí la prueba de que no había sido un sueño, mi corazón saltó en mi pecho con alegría. La hermosa cadena que Loui me había dado, era la prueba de que ahora era su novia y el beso que nos dimos por primera vez selló nuestro amor. Deseaba seguir en éxtasis y no despertar, solamente pensaba en la promesa de ser su esposa y convertirme en la señora de… ¡Oh Dios! Ni siquiera sabía su apellido, realmente estaba tan enamorada que había perdido la cabeza olvidando ese detalle. Pero es que no quería despertar de mi sueño, a menos que fuera en sus brazos. Oh Loui, Loui… Sólo de pensar en su nombre hacía que suspirara por él y al decirlo con mi boca, mi piel comenzaba a temblar respondiendo a él, realmente estaba bajo su encanto y en mi mente, ya había sucumbido a él. Pero ya no podía seguir en las nubes y tenía que poner los pies en la tierra. Después del desayuno en mi habitación, Gertrudis me dijo que Randolph quería hablar conmigo en la biblioteca, así que no lo hice esperar. Aprovechó a reunirse conmigo, ya que el duque había salido a montar en compañía del doctor, así que podía moverme con libertad por el castillo esa mañana, sin ser molestada. Cuando entré a la biblioteca Randolph ya estaba esperándome;

—Buenos días señorita, necesito hablar con usted.

—Buenos días. —Le contesté muy contenta mientras me sentaba—. ¿Qué es eso tan urgente que quiere decirme?

—¿Mira ese pequeño baúl? El contenido que tiene es suyo.

—Pero yo no he pedido nada —le dije sorprendida.

—Ábralo por favor, aquí tiene la llave.

Cuando abrí el cofre —que no era tan pequeño—, me sorprendí aún más. Realmente era un tesoro para mí; tenía partituras, discos de música clásica, un pequeño aparato de sonido con un buen arsenal de baterías, un violín, un atril armable, lienzos para pintar de todos tamaños, lápices de colores, tizas de color pastel, acuarelas, acrílicos, óleos de todos los colores, todo tipo y tamaño de pinceles, diluyentes, libros con técnicas de pinturas, algunas ediciones completas de Shakespeare, Cervantes, Homero, Dumas, Austen, Twain, Víctor Hugo, Verne, Dickens, incluso los libros de los cuentos de Andersen, Grimm y Perrault. No podía ocultar mi alegría, ni tampoco acababa de salir de mi asombro;

—¿Qué significa esto? —Le pregunté sonriendo emocionada.

—¿Le agrada?

—Randolph, ¿En qué quedamos cuando uno contesta con otra pregunta?

—Ah sí —respondió sonriendo—, es un obsequio de su alteza para usted.

—¿Cómo? —Pregunté aún más sorprendida.

—Señorita, será mejor que se siente. —Continuó mientras tomaba mis manos y me llevaba a uno de los sillones—. Su alteza ya está aquí, llegó en la madrugada y creo que el viaje le ha sentado bien, hasta la recordó a usted y le trajo esto. Por la tarde llegará un piano de cola que viene desde Alemania, ese violín que usted ve es italiano y proviene de una de las casas de artesanos más antigua, así que no es cualquier instrumento y ya que no trajo el suyo ahora no tiene excusa para no deleitarnos con su talento y también su alteza… señorita, ¿Se siente bien?

—No, no, no sé lo que siento. —Titubeé nerviosa—. ¿No entiendo? ¿Perdonó mi castigo?

—Señorita tranquilícese. Su alteza quiere verla en su despacho después de la cena, así que vaya preparándose y por favor no cometa otra indiscreción, que no la traicionen sus nervios. Sea sabia y escuche ésta vez.

—Randolph, esto no lo esperaba hoy. ¿Ya habló usted con él? ¿Le dijo que su tío está aquí y que insiste en su compromiso?

—No se preocupe, él ya sabe algunas cosas y sabe cómo manejarlas, pero no la entiendo a usted, quería que el príncipe regresara y ahora…

—No, no, digo sí, si me alegra que haya regresado. —No podía disimular que tartamudeaba—. Pero porque hoy que… no importa, no me haga caso y, ¿Dónde está el príncipe ahora?

—Obviamente descansando, el viaje lo ha agotado y necesita descansar. Pero ahora las cosas estarán en su lugar, ya su alteza está aquí y habrá que ver cómo reacciona su excelencia.

—¿Él no lo sabe?

—No, aún no, usted es la primera en saberlo. Se lo diré después del almuerzo, ordenaré que le lleven el baúl a su habitación.

Realmente tenía sentimientos y emociones encontradas. La noche anterior había sido maravillosa porque Loui había regresado y ahora también regresaba el príncipe, no sabía que pensar de su actitud y del porqué, se había molestado en traerme regalos. ¿Qué había pasado en su viaje para que me perdonara? ¿Tan poca cosa me consideraba que lo que pasó ni siquiera valía la pena y mejor no se molestaba en pensar en mi castigo y prefería omitirlo? ¿Pero el porqué los regalos? Sinceramente no quería pasar el resto del día pensando en eso, él ya había regresado y eso era lo importante. Pedí que me ensillaran a Belladona y preferí salir a montar también, hacía mucho que no paseaba sola y quería cabalgar con el viento. Fui al pequeño arroyo de los robles, a la gruta, a la cascada y en ésta última, me detuve para contemplar por un momento y recordar lo que Loui me había hecho sentir la vez que se le ocurrió nadar ahí. Cuando lo recuerdo, no puedo evitar reírme sola, ya que la sensación que sentí al verlo nadando semidesnudo casi estuvo a punto de darme un ataque cardíaco. Son hermosos los recuerdos que tengo de él, pero ahora que el príncipe había regresado y al parecer, había olvidado castigarme, suponía entonces que recibiría las tutorías y ya no tenía idea de lo pasaría con mi tiempo libre para estar con Loui. Realmente ya no sabía qué sentir.

Segunda Parte

Regresé al castillo y cuando llegué, ya habían llegado con el piano. Lo estaban descargando y Randolph, estaba ahí dándoles las indicaciones hacia donde llevarlo. El duque ya había llegado también y tenía una cara de pocos amigos, parece que el ver el instrumento no le hizo gracia. El doctor estaba con él, así que no pude librarme ésta vez;

—¿Qué significa ese piano Randolph? —Preguntó el molesto duque.

—Lo que salta a la vista —le contestó el mayordomo—, su alteza ordenó traerlo. Ah… señorita qué bueno que ya llegó, mire que hermoso instrumento.

—Señorita Constanza —dijo el doctor con un brillo en sus ojos verdes y besando mi mano—, no había tenido el placer de saludaros este día, veo que sois una imponente amazona. ¿Os gustaría dar un paseo conmigo en el ocaso?

—Lo siento doctor Wallace —le contestó Randolph—, la señorita tiene unos asuntos pendientes más tarde, así que el paseo será otro día.

—Es verdad —le dije—, lo siento Jonathan. Mi tiempo ahora está limitado.

—¿Tan limitado que tiene tiempo como para salir a dar un paseo a caballo? —Expresó el duque con  sarcasmo.

—Lo siento —le respondió Randolph—, no le había podido avisar, pero su alteza llegó esta madrugada y a él, es a la única persona a la que la señorita le da razón de sus asuntos. Todo lo que ella haga en este lugar, es con el consentimiento de su alteza.

—Ah sí… —Me miraba el duque fijamente rodeándome como si fuera un buitre—. Pues me gustaría saber a cambio de qué, tantas consideraciones.

—No le permito que me hable así. —Reaccioné molesta sin pensarlo—. No voy a permitir que me ofenda.

—¡Insolente! —Me gritó—. ¿No tienes claro cuál es tu lugar aquí? ¿No sabes con quién estás hablando? Yo soy el duque de Kronguel Rodolfo Von Hanslow, pídeme perdón por tu falta de respeto o haré que castiguen tu atrevimiento.

—Yo sé perfectamente quien es usted. —Le dije firmemente sosteniéndole la mirada—. Y no voy a pedirle perdón porque fue usted, el que me ofendió con su insinuación.

—¡Te voy a enseñar a…! —Exclamó levantando su mano para darme un azote con la fusta. Pero diciendo esto, comenzó a  sentirse mal sujetándose el pecho.

—Es suficiente. —Randolph firmemente se colocó frente a mí interponiéndose y protegiéndome—. Si le molesta la presencia de la señorita Constanza, es mejor que lo hable con el príncipe.

—¡Excelencia por favor! —Jonathan se apresuró sosteniéndolo—. ¡Recordad lo delicado de vuestro corazón!

—Por supuesto que lo haré. —Se dirigió el duque a Randolph tratando de respirar con tranquilidad, calmándose y conteniendo su enojo—. Pronto sabrán aquí quien soy yo y cuando eso suceda, —mirándome fijamente agregó—: Me voy a encargar de ti personalmente.

—Basta de amenazas —le dijo Randolph—, no está en condiciones. Jonathan llévelo a su habitación.

Estaba muy nerviosa por la reacción de este hombre y más por su amenaza. Cuando se fueron, Randolph tomó mis manos heladas y me dijo:

—No se preocupe, no tenga miedo. Su excelencia no hará nada contra de usted mientras esté bajo la protección de su alteza, usted y yo sabemos por qué reaccionó así.

—No voy a subestimarlo y ustedes tampoco deberían. —Temblaba nerviosa—. Usted sabe que me ofendió y no le podía dejar pasar eso.

—Entiendo que la haya provocado, pero le sugiero que se controle. Usted es, como dicen en otros lugares “mecha corta” y muy voluntariosa, le aconsejo ser más sensata. Recuerde que su excelencia es miembro de la familia real y para él, lo que usted le dijo fue una falta de respeto, independientemente si él comenzó la discusión.

—Ese es el problema con la realeza, que se creen superiores a las demás personas y por eso creen tener el derecho a pisotear y hacer lo que les place.

—Vamos —dijo ofreciéndome su brazo—, olvidemos este asunto por ahora. Quiero que vea cómo quedo el piano, me complace saber que volverá a sonar la música en el castillo.

—Hablando de música, ¿Puedo decirle algo que me dijeron en secreto?

—Con toda confianza, usted sabe que soy muy discreto.

—El doctor me dijo que el duque planea hacer un baile, para celebrar el compromiso del príncipe con su hija.

—Ja, ja, ja. —Reía Randolph a carcajadas algo que me sorprendió de nuevo, ya que era la segunda vez que lo hacía—.  No se preocupe por eso, ya veremos cómo se dan las cosas en su momento.

Debo reconocer que me sorprendió la serenidad con la Randolph tomó las cosas y tal vez en su momento tenía razón y yo me estaba ahogando en un vaso de agua. El príncipe era un todo un hombre y como cabeza principal no se dejaría intimidar. Él sabría qué hacer y cómo manejar las cosas cuando llegara el momento y esperaba realmente que pusiera al tío en su sitio, ya que parecía ser él, el que había olvidado su lugar, en dónde estaba y a quién le debía lealtad. Eso pensaba en el momento, pero creo que era mucho pedir. Más adelante se darían cuenta, que yo tenía razón.

Esa noche como las demás cené en mi habitación y cuando Gertrudis subió para retirar la charola y decirme que Randolph me esperaba en el salón principal, la noté que estaba intranquila y deseaba decirme algo;

—¿Sucede algo Gertrudis?

—Señorita tengo que decirle algo, pero me da miedo.

—Dígame con confianza.

—Hace rato que pasé por la habitación de su excelencia, sin querer escuché una conversación.

—¿Dé qué se trata?

—Escuché a su excelencia el duque, decirle al doctor que se encargara de usted. Que ya sabía qué hacer.

—¿Está segura? —Pregunté tratando de fingir normalidad.

—Sí señorita, por favor tenga mucho cuidado. —Insistió.

—Muchas gracias Gertrudis. Gracias por habérmelo dicho, tendré mucho cuidado y por favor, no lo comente con nadie más.

—No se preocupe señorita, haré lo que me pide, pero tenga mucho cuidado. Al menos debería de comentárselo al señor Randolph.

—Por ahora no. —Le dije tranquilamente tratando de ocultar el miedo—. No es necesario hacer un escándalo, ya llegará el momento para hablar.

Me quedé pensando en lo que Gertrudis me dijo y estaba segura, que las cosas no se quedarían así. El duque quería cobrarse la ofensa y yo tenía miedo de la manera en la que lo hiciera, estaba muy nerviosa, pero no le diría a nadie por los momentos. Bajé al salón y Randolph me llevó al despacho privado donde me esperaba el príncipe, el mismo salón a media luz y con la chimenea encendida, sólo que a diferencia de la última vez, ahora se escuchaba suavemente una dulce melodía; el adagio del “Concierto de Aranjuez” envolvía el despacho lo que me sorprendió y no sabía que pensar. La verdad, si no hubiera conocido personalmente el carácter tan cerrado del príncipe, hubiera creído que quería quedar bien conmigo o hacerme sentir mejor que la última vez. No quería pensar que escuchaba la música solo porque sabía que yo llegaría, quería pensar que le gustaba y que lo hacía por él mismo. Quería pensar que a pesar de todo, había logrado sembrar una pequeña semillita dentro de él y sentir un poco de esperanza para que me permitiera ayudarlo. Me asustaba un poco el pensarlo y no sé si sería mi imaginación, pero daba la impresión de querer mostrar un ambiente un tanto romántico. Pero allí estaba él de nuevo, sentado de espaldas en su sillón y sin querer dar la cara;

—Buenas noches. —Saludó con su peculiar tono de voz—. Pase y siéntese.

—Buenas noches su alteza y bienvenido. —Le dije reverenciándolo.

Un momento de silencio nos invadió. De nuevo parecía que no íbamos a perder mucho tiempo charlando, pero aunque me muriera de la curiosidad mejor dejé que fuera él, el que iniciara la conversación;

—¿Cómo ha estado? —Preguntó después de un momento.

—Muy bien, gracias.

—¿Cómo se ha sentido en su estadía aquí?

—No me quejo de nada. Las atenciones han sido especiales y todos han sido muy amables conmigo.

—¿Le gustaron sus regalos?

—Sí mucho, muchas gracias. Pero estoy sorprendida por su gusto, acertó en todo lo que me gusta como si me conociera.

—No es difícil saberlo, para alguien culto que ama las artes, son el regalo perfecto.

¿Qué le pasaba? No estaba tuteándome como al principio, ¿Sería que quería mostrarse respetuoso? ¿De verdad le habría ayudado el viaje?

—Alteza ¿Puedo preguntarle algo?

—Adelante.

—¿Por qué lo hizo?

Hubo un momento de silencio, como si el príncipe no hubiera querido responder a mi pregunta y ese silencio me inquietó aún más. Era difícil hablar con alguien que no se le podía ver la cara porque obviamente, no se podía ver su expresión, por lo tanto, era difícil poder tener la confianza para hablar abiertamente, pero yo necesitaba saber qué había pasado y no me iba a quedar con la duda;

—Disculpe alteza, sé que la última vez de cierta forma le falté al respeto y eso hizo que se enojara conmigo. Le pido perdón por lo sucedido, sé que no tenía ningún derecho a expresarme de esa manera y eso lo hizo sentir mal, de nuevo le pido una disculpa y le prometo que no volverá a ocurrir. Todo este tiempo de su ausencia, no he dejado de pensar en su regreso y en la forma en la que me castigaría, eso es lo único que me ha quitado un poco la paz y es por eso que ahora, su regalo me ha sorprendido y me gustaría saber que ha sucedido.

—Es usted muy elocuente, se expresa con facilidad de una manera espontánea, también es muy curiosa y no descansa hasta saber las cosas aún sabiendo que se meterá en problemas. La verdad, jamás creí que fuera una mujer así.

—Alteza usted mismo lo dijo, no descanso hasta saber y todavía no responde a mi pregunta. ¿Por qué cambió de parecer?

—Debo reconocer que me molesté mucho y de haber actuado en ese momento, no sé qué hubiera pasado. Estoy consciente que el enojo y la ira nublan la razón, realmente pensaba darle una lección, pero eso significaba también satisfacer mi orgullo propio y no quería hacer algo, de lo que después pudiera arrepentirme.

—Alteza, ¿Desea usted que me vaya? Porque si es así lo haré.

—Sé que le pedí que se fuera, ¿Cree usted que esos regalos significan que deba irse?

—Eso es lo que no entiendo, me confunde.

—Acepte mis disculpas, por los malos ratos que le hice pasar todo este tiempo. He tenido comunicación con Randolph y él, me ha hecho saber sus observaciones en cuanto a usted. Parece ser que se ha enamorado de todo este lugar y disfruta salir a pasear, su comportamiento ha sido intachable y a pesar de haberle dicho que se fuera, usted prefirió esperar mi regreso y afrontar las consecuencias. Su valentía es admirable, no sólo por hacer lo correcto sino por hacer lo que le dicta su corazón. Yo sabía que el estar aquí más de un mes, sin realizar sus funciones podía aburrirla y es por eso que quise compensarle su tiempo y su espera, obsequiándole las cosas que le gustan y que la harán sentir bien.

—Alteza, no sé qué decir.

—¡Al fin! —Exclamó con alivio.

—Quiero decir, que no sabría explicarle lo que siento en estos momentos.

—Sé que usted siendo una completa extraña, ajena a todo, se ha adaptado a este lugar. Se ha preocupado por mi situación desde antes que llegara mi tío y también, ya supe que han tenido una discusión.

—Alteza yo… —Balbuceé sin poder terminar.

—No tiene que darme explicaciones. Randolph ya me comentó algo de cómo sucedieron las cosas y además, conozco a mi tío y sus propósitos y aunque sea por capricho, no le permitiré seguir adelante.

—No lo haga por capricho, hágalo porque lo sienta, porque es su deber y su derecho… ¡Ah perdón! He vuelto a hablar de más, creo que será mejor que me retire, usted debe de estar cansado por el viaje y yo lo estoy molestando al hablar mucho, así que si me lo permite me retiro.

—¿No desea saber que pasará de ahora en adelante? Me refiero a usted y a mí.

Debo reconocer que al escucharlo hablar, poco a poco su tono de voz fue cambiando sin darme cuenta y fue hasta que me hizo esa pregunta, que sentí su voz de otra manera. Debo reconocer también, que me erizó la piel de otra manera y tuve una sensación extraña;

Pues… si me gustaría saber, pero si desea pensar más las cosas y usted desea que espere un poco más…

—La espero mañana después de la cena, en el observatorio.

—¿En el observatorio? —Pregunté un poco nerviosa—. No, no creo… ¿Está seguro?

—Quiero que olvide la mala impresión de la primera vez. La espero mañana.

—Está bien, como usted desee.

—Hasta mañana entonces.

—Hasta mañana alteza, buenas noches.

—Buenas noches.

Salí del despacho con el corazón acelerado hacia mi habitación. Subí rápidamente y me dejé caer en la cama sintiéndome muy bien, con un alivio y una alegría que no podía creer, hasta se me había olvidado la amenaza que recibí por parte del duque. Había hablado con el príncipe como dos buenos amigos y sin haberme hecho sentir mal, me había tratado de usted, con mucho respeto y eso me hizo sentir muy halagada. Me sentía feliz porque él había preferido olvidar mi falta de respeto y al no castigarme, Loui entonces no tendría que enfrentarse a él por mí y eso, no sólo me tenía muy contenta, sino también muy tranquila, lo que me hacía sentirme muy relajada y el estrés que me agobiaba, había desaparecido. Parecía que ese viaje le había sentado bien porque regresó muy cambiado y al parecer, estaba dispuesto a tomar las tutorías y no dejarle el camino libre a su tío. Sólo esperaba que las cosas resultaran como él las quería y todo pudiera terminar bien. En ese momento creía que una vez que él se convirtiera en rey, mi trabajo hubiera terminado.