V
EL AÑO DE LA ACCIÓN

—EL SEÑOR RUPERT MURGATROYD —canturreó Geoffrey Avalon—, su ocio y su riqueza; despiadadamente empleados en persecución de brujas…

Estaba regresando del servicio de caballeros y estaba claramente de buen humor. Sus ojos oscuros brillaban y sus formidables cejas se movían en gesto amistoso.

Excepto que “canturreo” no es la palabra correcta a utilizar en conexión con cualquier intento realizado por Avalon en la dirección de una canción. No es que fuera desafinado o demasiado agudo, ya que en ninguna ocasión en la memoria de los Viudos Negros había acertado a una nota lo bastante cerca para poder decir se era desafinada o demasiado alta.

Thomas Trumbull giró sobre sus talones como si le hubieran pinchado alguna parte tierna de su anatomía con una chincheta.

—Jeff, cállate —dijo—. Hace cinco años, cuando hiciste eso por última vez, te dije que cualquier repetición de ese vil sonido induciría en todos una manía homicida, y que yo intentaría alentar a todos a darte un puñetazo.

—Vamos, Tom —dijo Mario Gonzalo, complaciente—, el hombre está en la onda de Gilbert y Sullivan. Pongámosle a hacer algo interesante. Si no dice las letras y sólo la melodía, podemos tratar de adivinar la canción.

—Excepto —dijo James Drake, pensativo—, que sería una causa perdida. Si Jeff hace la melodía de “Yankee Doodle” y luego “Old Man River” no podríamos distinguirlas.

—No creo —dijo Roger Halsted— que el experimento debiera ser intentado sin tapones en los oídos.

Avalon se hubiese elevado, si su constitución natural no lo hubiera colocado en una posición perpetua a setenta y cuatro pulgadas de altura. Su voz, en su natural tono de barítono —cuando hablaba— estaba claramente ofendida.

—No he tenido el propósito de continuar cantando después de salir del servicio de caballeros, y con gusto me detendré. Pero ¿podría recordarles que como anfitrión del banquete de esta noche estoy en mi derecho de declarar mi permiso de cantar?

—Hacer algo —dijo Trumbull, ásperamente—, que alguien, en algún lugar, en algún momento, en un estado no demasiado próximo a la insensibilidad embriagada puede llamar cantar, sí. De todos modos, eso no incluye lo que tú haces.

Henry, el mejor de los camareros, que había escuchado indiferente mientras terminaba de poner la mesa, levantó la voz, sin que de alguna manera se notara, y dijo:

—Caballeros, por favor, tomen asiento.

Lo hicieron, y Emmanuel Rubin, que estaba conversando con el invitado de la noche de Avalon durante el altercado, condujo ahora al invitado hasta el asiento junto al suyo.

Henry sostuvo la silla para el invitado y dijo:

—Bienvenido a los Viudos Negros, señor Graff.

El invitado levantó la vista con sorpresa.

—¿Usted me conoce?

Era bastante bajo, no mucho más alto que Rubin, con rostro redondo y un bigote generoso como el de una morsa bebé, y cabello gris espeso que le cubría la mayor parte de las orejas.

Asistí a una conferencia suya —dijo Henry— en la Universidad de Nueva York, hace cerca de un año, y la disfruté mucho.

Graff sonrió.

—¿Ves? —le dijo a Rubin—. ¿Quién necesita intelectuales? Con camareros soy grandioso.

—No desprecie a Henry tan fácilmente, Graff —dijo Rubin—. Nosotros los intelectuales nos bronceamos con su resplandeciente gloria.

—Escucha —dijo Graff—. ¿Ustedes hablan de esta manera todo el tiempo? Nunca escuché una pelea así. Ni tampoco sobre algo tan pequeño. Con palabras. Con frases completas. Y díganme Herb.

—Tiene que comprender, Herb —dijo Rubin—, que cada uno de nosotros pasa la mayor parte del tiempo con personas ordinarias. No podemos elegir; no sería justo. Una vez al mes, estamos aquí y nos relajamos.

—Pero usted se oye como si se estuviera volviendo loco. Mire a Jeff Avalon. En un minuto tomará su cuchillo y nos cortará a todos.

—En absoluto —dijo Rubin—. Le doy cinco minutos y estará pontificando. Escuche…

Rubin esperó cinco minutos y entonces, mientras el ganso asado era colocado delante de él, dijo:

—Por supuesto, Jeff, es realmente injusto decir Gilbert y Sullivan. Debería ser Sullivan y Gilbert. En cualquiera de las numerosas parodias de las operetas, las letras de Gilbert son invariablemente cambiadas pero nadie soñaría con cambiar una nota de la música de Sullivan.

—Te equivocas, Manny —dijo Jeff—. Había otros compositores de opereta ligera en el tiempo de Sullivan y después, Offenbach, Strauss, Lehar, Romberg, y otros. Varias melodías de cada uno de ellos vivan. Pero sólo en el caso de Sullivan las melodías son cantadas por personas ordinarias. Nadie conoce las letras, excepto en el caso de Sullivan, porque sólo Sullivan tiene al letrista más grande en idioma inglés trabajando con él.

Su mal humor parecía haberse evaporado.

—Gilbert es uno de los letristas que utilizara la fuerza completa del idioma inglés y el vocabulario completo. Rima “ejecutor” con “lavador”, “reducidor” y “tú-evitas-el-amor”[11]. Él…

Rubin se volvió hacia Graff y dijo en voz baja:

—¿Lo ve?

Henry estaba dando la vuelta con la botella de brandy, y Avalon se reanimó. Golpeteando la copa de agua con la cuchara, dijo:

—Caballeros, hemos llegado a la parte importante de la velada. Manny, ya que fuiste la persona que, más temprano esta noche, se abstuvo del innecesario pseudo-ingenio a mis expensas, y mostró una extraña y desacostumbrada caballerosidad de comportamiento…

—¿Extraña y desacostumbrada? —dijo Rubin indignado, con la escasa barba temblando—. Si estás intentando que sea un cumplido, maldita sea tu poco graciosa forma de hacerlo.

—Extraña y desacostumbrada es lo que dije —dijo Avalon, altivo—. Y te estoy pidiendo que te hagas cargo del interrogatorio.

—¿Qué interrogatorio? —dijo Graff, y se veía asombrado.

—El periodo de preguntas y respuestas, Herb —dijo Avalon en lo que para él era voz baja—. Te lo dije.

Graff, recordando, asintió.

—¿Puedo preguntarle, Herb —dijo Rubin—, cómo justifica su existencia?

Graff se echó atrás en su asiento y miró con asombro a Rubin por un momento, antes de responder.

—¿Justificar mi existencia? —dijo con un tono un tanto alto—. Escuche, usted se va a la calle y les echa una mirada a las ridículas personas que pasan. ¿Ha entrado en un ascensor y les ha escuchado hablar? Escucha tres cosas. Tres. “¿Qué viste en la televisión anoche?”, “¿Dónde irás de vacaciones?”, y “¿Crees que los Mets ganarán hoy?”. Eso es, si es que pueden hablar. ¿Debería justificar mi existencia? Que ellos justifiquen su existencia, y yo justificaré la mía. No antes.

Rubin asintió.

—Hay algo en lo que usted dice.

Trumbull interrumpió.

—¿Sabes? Jeff tiene razón acerca de ti. ¿Estás seguro de ser Emmanuel Rubin, o eres un doble enviado aquí a ponernos locos con desacostumbrada dulzura?

—Recibí noticias ayer de una muy buena venta de libros en rústica —dijo Rubin—, por lo tanto estoy de buen humor, pero no presumo de ello. Por ejemplo, lo diré cortésmente sólo una vez, y no volveré sobre el tema. Ahora, Herb, poniendo la pregunta de la justificación de su existencia fuera de juicio, ¿qué es lo que hace?

—Soy un maven en películas —dijo Graff.

—¿Un qué? —murmuró Gonzalo.

—Maven —dijo Rubin— es del yidish, por “experto”.

—¿Quiere decir que hace películas? —dijo Gonzalo.

—No realmente —dijo Graff—. Hablo sobre ellas. Tengo, o puedo obtener, casi todas las películas viejas que han sido hechas y mostrarlas, o mostrar partes, y conferencio sobre ellas. A las personas les gusta. Hago viajes de conferencias, especialmente en campus universitarios, y me gano la vida. Henry, dígale a estos señores acerca de mis conferencias.

El rostro sesentón y sin arrugas de Henry cambió brevemente a una sonrisa gentil.

—Fue una velada por cierto entretenida. Creo que la audiencia, en general, lo disfrutó.

—Allí lo tienen —dijo Graff—, un testimonio sincero. Pero lo mismo podría estar haciendo realmente una película, o ayudando a que otro la haga, si tan sólo pudiera imaginarme cómo manejar a los locos.

—¿Qué clase de película? —preguntó Rubin.

—Realmente, Gilbert y Sullivan —dijo Graff, con lo que parecía un rastro de embarazo—. Estuve hablando de eso a Jeff Avalon de camino hacia aquí y eso fue lo que lo puso —deberán perdonar la expresión— en onda musical.

—¿Hay dinero invertido en películas de Gilbert y Sullivan? —preguntó Drake, escéptico—. Hubiera pensado que sólo tenían un puñado de seguidores.

—Más de los que piensa —dijo Graff—, pero tiene razón. No se puede hacer un espectáculo colosal con ello. Pero por eso mismo no va a tener que gastarse diez millones de dólares en esto. Se puede hacer a pequeña escala. Se ha hecho ya. Kenny Benny cantó Manki-Poo en una versión filmada de The Mikado, y aquellos tipos de D’Oyly Carte que lo patrocinaban le hicieron trizas. El problema es que no se puede hacer mucho con Gilbert y Sullivan excepto filmar la obra de teatro. No se puede cambiar la música ni las letras ni el argumento, porque tan pronto se cambia algo ya no es Gilbert y Sullivan, y no está a la altura. Así que, si sólo se va a filmar la obra, no se está sacando todo el potencial a la cámara, ¿y eso dónde nos deja?

—Por supuesto, ¿dónde? —dijo Drake.

—Pero estos tipos… —dijo Graff—. Aún no les he hablado sobre estos chicos, ¿verdad? Dos muchachos de apenas veinte años, pero a pesar de su juventud, en verdad lo consiguieron. Ya saben, en cualquier campo de las artes, son los jóvenes los que miran las cosas con nuevos ojos. Están chiflados, sin duda, pero eso era esperable. Sus nombres son Sam Appelbaum y Tim Mentz, y son alumnos míos. Imparto un curso sobre el rodaje de películas en la Escuela Nueva y es así como los conocí. Quieren rodar Los Piratas de Penzance, una de las operetas de Gilbert y Sullivan porque habían visto una representación por el Village Light Opera Group, y estaban entusiasmados.

»Se unieron a la Sociedad de Gilbert y Sullivan, que parece ser un grupo muy activo aquí en Nueva York, y conocieron a Jeff Avalon, que es un aficionado[12] a Gilbert y Sullivan… ¿Es así como se pronuncia la palabra?

—Así es —dijo Avalon—. Aunque como cantante no me aprueben, es de suponer que ni el más quisquilloso intentará evitar que escuche la música y me sé de memoria prácticamente todo lo de Gilbert y Sullivan.

Trumbull gruñó.

—Puedes saber las letras de Gilbert de memoria, pero si sabes una sola nota de la música de Sullivan… o de la de cualquiera… que me parta un rayo ahora mismo.

—En todo caso —dijo Graff—, conocí a Jeff a través de Appelbaum y Mentz, y hace un par de meses estábamos conversando acerca de qué estrategia utilizar para hacer una película de Piratas, y cuán limitados estábamos para financiarla, y Avalon sugirió un dibujo animado. Appelbaum y Mentz estaban ansiosos por tomar la idea. Uno tiene las voces, las letras, las notas, y se tiene la mano libre para ser tan fantástico como se quiera. De todos modos, las operetas de Gilbert y Sullivan están siempre sobreactuadas, en principio. Estoy seguro de que si Gilbert y Sullivan hubiesen trabajado en 1970 en lugar de 1870, hubieran escrito operetas para dibujos animados en primer lugar.

James Drake apagó su cigarrillo con un movimiento violento.

—Creo que eso es desagradable —dijo—. Tendrán un montón de coristas aniñadas y atractivas bailando alrededor del Encantador Príncipe Frederic y de Blanca Nieve Mabel.

—¡No! —dijo Graff, seriamente—. ¿Qué piensa usted? ¿Que todo lo que hay es Disney? Además, ¿quién puede gastar el dinero en la clase de animación que Disney solía hacer en los días del trabajo de esclavos cuando se hacían miles de dibujos diferentes para mostrar a Dopey (Tribilín) rascándose la nariz con realismo? De hecho, estos muchachos usarán las técnicas del arte moderno para provocar humor y fantasía de una manera completamente nueva. No puedo explicar cómo funcionará. Después de todo, ¿soy yo un artista? Pero cuando lo hagan, funcionará y verán cómo trabaja. Iniciará toda una nueva moda y, en la cima de todo, les hará multimillonarios y me ganaré unos pocos peniques también. Si lo hacen, eso digo.

—¿Por qué, si lo hacen?

—Porque tuvieron una pelea, es por eso. Y todavía están peleando —dijo Graff—. Y ve a intentar resolverlo. Tienen todo el dinero del mundo esperando a ser recogido con pala y ninguno se moverá a menos que el otro ceda.

—¿Por qué están peleando? —preguntó Rubin—. ¿Están ambos enamorados de la misma soprano?

Graff sacudió la cabeza.

—Usted no conoce a los locos de este mundo, ¿verdad? Los locos no pelean por una mujer ni por ninguna cosa sensata. Eso es para gente común como ustedes y yo. Los locos pelean por cosas que no se pueden imaginar, como cuándo tiene lugar la acción de la obra. Appelbaum dice que la acción comienza el 1 de marzo de 1877, y Mentz dice que el 1 de marzo de 1873, y ninguno cederá.

»Ya lo ven, ustedes, muchachos de los Viudos Negros discuten, pero olvidan, porque tienen un millón de cosas sobre las que discutir, de modo que desechan cada opinión particular a favor de otro. Estuve escuchándoles hacerlo a lo largo de toda la cena. Mis dos muchachos son muy talentosos pero limitados. Tienen sólo una cosa por la que pelear de modo que no tienen oportunidad de olvidar. Con ellos es 1873, 1877, 1873, 1877, hasta que uno se enferma y muere.

—Según entiendo —dijo Halsted—, Gilbert no da indicaciones de cuál es.

—No —dijo Graff.

Con claro desprecio, Trumbull dijo:

—¿Importa la diferencia?

—Realmente, sí —dijo Graff—. Los muchachos quieren mantener un continuado escenario de montajes que se remonte a la época victoriana para mantenerse a tono con las letras y la música. Serían acompañamientos y referencias a lo que estaba sucediendo, algunas veces tan veloz que no se podrían distinguir los detalles, pero que podrían captarse, uh, subliminalmente. ¿Es así como se dice? Sería una especie de gag visual continuada, y podría comenzar un estilo. Ya saben, las personas dirían, ¿vieron la película de Disraeli, y quién era el otro muchacho con él y qué estaba haciendo? E irán varias veces a verla para tratar de pescar todas las pistas que pudieran. Bien, hay lugares donde lo que se muestra dependería si es 1873 o 1877.

—Entonces, que elijan uno de los dos años y que sigan —dijo Trumbull—. ¿A quién le importaría?

—Les importaría a ellos —dijo Graff—. Ninguno cederá. Es vida o muerte para ellos. Miren, ¿conocen la obra?

—Yo no —dijo Trumbull, categóricamente.

—Supongo que Jeff la conoce de memoria —dijo Drake—, pero yo sólo conozco la canción del parloteo de General Mayor, la que es un ejemplo de lo que Jeff decía acerca de su vocabulario fantasioso e ingeniosas rimas. —Sorpresivamente levantó su voz ronca y suave en una canción, y con bastante aproximación en las notas, cantó—: “Entonces puedo canturrear una fuga, de la que escuché el ruido musical, y silbar todas las tonadas de esa infernal tontera, Pinafore”[13]. Lo que muestra —agregó—, que Gilbert se reía un poco de sí mismo, también, ya que Pinafore fue su primer gran éxito.

—Bien —dijo Graff rápidamente—, permítanme sólo bosquejar el argumento, así verán dónde está el problema. ¿Está bien?

—Adelante, Herb —dijo Avalon, indulgentemente—. Soy el anfitrión y lo que digo se hace —o debería hacerse— e inclinó su frente formidable hacia Trumbull, quien se encogió de hombros y murmuró algo por lo bajo.

—Frederic es un aprendiz de pirata —dijo Graff—. Pero había sido todo un error, ya que cuando le dijeron a su niñera que lo inscribiera como aprendiz de piloto, ella había escuchado mal la palabra. Incapaz de regresar a casa y explicar el error, ella también se une a la banda pirata.

»Cuando comienza la obra, Frederic acababa de pasar los veintiún años y comenzaba los veintidós, de modo que su aprendizaje había terminado. Como esclavo del deber ha permanecido con los piratas, pero ahora que completó su servicio los abandonará y, ya que tiene un alma de honor, dedicará su vida a exterminarlos.

»Ruth, la niñera de cuarenta y siete años, quiere ir con él porque ama a Frederic. Pero entonces se encuentran con las hijas del General Mayor Stanley, y Frederic, dándose cuenta de que Ruth es vieja y aburrida, se enamora de Mabel, la más bonita de las hijas.

»Los piratas los sorprenden y se aprestan a casarse con todas las hijas —sólo el matrimonio era concebible para el bueno de Gilbert— cuando el padre llega y canta la canción del General Mayor que Jim Drake ha mencionado. El General Mayor persuade a los piratas de olvidar su idea de casarse con las hijas declarando falsamente que es un niño huérfano. Los piratas de corazón tierno rompen en lágrimas y termina el primer acto felizmente.

»En el segundo acto, Frederic se prepara para conducir a la policía contra los piratas. De todos modos, antes de que pueda salir, el pirata King junto con Ruth llegan a él que está solo y le dicen que acaban de recordar que nació en un año bisiesto, el 29 de febrero. Los papeles de los aprendices dicen que deben servir hasta su cumpleaños número veintiuno y, estrictamente hablando, sólo ha tenido cinco.

»Frederic, esclavo del deber, vuelve a unirse a la banda y, como pirata fiel, ahora les cuenta acerca de la mentira del General Mayor. Los piratas furiosos atacan la propiedad del General Mayor y, en una batalla con la policía, surgen triunfantes.

»De cualquier manera, la policía se hace de la bandera pirata y demanda la rendición en nombre de la Reina Victoria. Los piratas rápidamente así lo hacen, diciendo, “Con todos nuestros defectos, amamos a nuestra Reina”. Como los piratas están a punto de ser conducidos a la cárcel, rápidamente Ruth explica que todos ellos son hombres nobles echados a perder. El General Mayor entonces les deja libres, diciendo, “Con todos nuestros defectos, amamos nuestra Casa de Lores”, y todo termina felizmente.

Graff paseó su sonrisa alrededor de la mesa.

—Realmente —dijo—, es una obra muy graciosa y feliz. Hay sólo una línea que crea el problema. Cuando Frederic averigua que su periodo de aprendizaje se cuenta en cumpleaños y no en años, le explica a Mabel, “En 1940 seré mayor de edad”. Eso significa que el 29 de febrero de 1940 cumplirá sus veintiún años.

Drake asintió. Había encendido un nuevo cigarrillo y parpadeaba lentamente.

—El 29 de febrero de 1940, el New York Times puso una editorial por la salida de Frederic de sus ligaduras contractuales. Recuerdo haberlo leído.

—Está bien, —dijo Graff—, pero si hay un año bisiesto cada cuatro años…

Roger Halsted interrumpió.

—Pero no lo hay…

Graff sacudió la cabeza violentamente.

—Espere sólo un minuto. Si hay un año bisiesto cada cuatro años, entonces Frederic tenía ochenta y cuatro años en su cumpleaños veintiuno y había nacido en 1856. Tenía veintiuno en 1877, un año después de su quinto cumpleaños. Debería haber celebrado su mayoría de edad el 1 de marzo de 1877, ya que no hay 29 de febrero en ese año y, dice Appelbaum, que por eso es el día que comienza la acción de la obra.

—Pero… —dijo Halsted.

—Pero —dijo Graff, levantando la voz—, aparentemente 1900 debía ser un año bisiesto y no lo fue. No hubo 29 de febrero de 1900. ¿Era eso lo que trataba de decir, Roger? No sé porque tenía que ser así. Algún Papa lo dispuso.

—El Papa Gregorio XIII en… —comenzó Halsted.

—Esa parte no interesa —dijo Graff, impaciente—. El punto es que falta un año bisiesto, de modo que para llegar a veintiuno de ellos uno se tiene que mover un poco más atrás. Frederic tendría que haber nacido en 1852 y llegar a los veintiuno en 1873, de modo que la acción de la obra comienza el 1 de marzo de 1873. Eso es lo que dice Mentz.

»Los Piratas de Penzance se estrenó a comienzos de 1880 de modo que 1877 es un año lógico, dice Appelbaum, y Gilbert tanto olvidó como no sabía que 1900 no era año bisiesto. Mentz dice que es inconcebible que Gilbert hubiera cometido ese error sobre 1900, y que ningún verdadero aficionado —sí, ustedes dijeron que lo dije bien— lo pensaría un solo minuto, de modo que el año era 1873. Allí están parados. Ninguno cederá.

Hubo un silencio alrededor de la mesa. Finalmente, Gonzalo dijo:

—¿Realmente piensa que hay un montón de dinero en la película si la hacen?

—Quién puede saber el gusto del público —dijo Graff—, pero hay una buena posibilidad.

—Entonces, ¿no puede inventar algún argumento que los convenza de que uno u otro de los años estaba bien? Ya sabe, algo que suene bien.

—¿Como qué? —dijo Graff.

—El problema —dijo Avalon sentencioso—, es que el mundo de Gilbert y Sullivan no es real y no se ata necesariamente a argumentos lógicos. Por ejemplo, aunque está claramente establecido de que Frederic acaba de cumplir los veintiuno y que su cumpleaños es el 29 de febrero, sin embargo las hijas del General Mayor, cuando aparecen en escena por primera vez, deciden quitarse zapatos y medias y meter los pies en el mar. La escena sucede en Cornwall, donde está ubicada la ciudad de Penzance, y pueden imaginar lo que sería meter los pies en el Canal de la Mancha en invierno.

—Bien —dijo Graff—, las hijas se llamaban a sí mismas “pequeñas chicas bravas” en su primer coro.

—El General Mayor, ¿no tenía hijos? —dijo Gonzalo.

—No —dijo Graff—, sólo hijas. En una representación completa serían veinticuatro hijas, todas bonitas y casi de la misma edad, y sin señales de una madre tampoco. Es algo irreal, de modo que ¿cómo vamos a encontrar una manera de decidir entre 1873 y 1877 y que no haga agua?

—Tiene que pensar en algo que suene bien —dijo Trumbull—. No tiene que ser bueno, o sensato. Mire, ¿no era la Reina Victoria Emperatriz de India también? Henry, ¿serías tan amable de mirar en el estante de referencias y buscar a la Reina Victoria en la enciclopedia? Tal vez diga cuándo se convirtió en Emperatriz.

Después de unos momentos, Henry dijo:

—El título fue conseguido para ella por Benjamin Disraeli en 1876, señor, y fue proclamada Emperatriz de India el 1 de febrero de 1977.

—Ah, perfecto. Todo el asunto está resuelto y podemos olvidar esta tontería.

Graff parecía dudoso.

—¿Cómo está resuelto?

—Fácil. Victoria adoraba el nuevo título. Cualquiera que quisiera complacerla le diría “Reina Emperatriz”. Usted citó que los piratas le decían, con todos sus defectos, que amaban a su Reina. Bien, si la acción comienza el 1 de marzo de 1877, sólo dos meses después de que Victoria tuviera el título imperial, seguramente se hubieran referido a ella como Reina Emperatriz. El hecho de que no lo hicieron prueba que fue en 1873.

Graff parecía aun más dudoso.

—Reina Emperatriz, no daría ni rima ni métrica.

—No sea iluso —dijo Trumbull—. Le dije que el argumento no tiene que tener sentido. Sólo tiene que sonar bien. Es sólo alguna tontería diseñada para terminar el asunto.

—No creo que deba ganar Appelbaum —dijo Graff.

—Bien, entonces —dijo Avalon—, pensemos más argumentos como ése, pero mantengamos todos en un año en particular, porque si pensamos maneras de argumentar para ambos años, no terminará el asunto. ¿Qué más hay que podamos usar para 1873? No tiene que ser sensato.

—¿Algo más acerca de reyes y reinas? —preguntó Gonzalo—. El pirata King, ¿representa a alguien?

—No sé si lo hace —dijo Avalon, sacudiendo la cabeza lentamente—, pero hay alguna mención a reyes en el solo de apertura del pirata King. Admite que hunde más barcos que los que debería un monarca bien nacido, pero entonces dice, “Muchos reyes en tronos de primera clase, si quieren decir que la corona es suya, deben conseguir de alguna manera hacer más trabajo sucio que yo”. Bien, ¿se estaría refiriendo a algún rey en particular?

Rubin miró hacia arriba con los ojos entrecerrados.

—Veamos… ¿Quiénes eran los tronos de primera clase en 1870? Estaba Guillermo I de Alemania. El Imperio Germánico acababa de ser establecido y había montones de intrigas por allí.

—Esas eran intrigas de Otto von Bismarck, Manny —dijo Drake—. Guillermo I era sólo un hombre viejo que hacía lo que le decían.

—En eso tienes razón, Jim —dijo Rubin—. Francisco José de Austria era el hijo lerdo de un monarca, y Alexander II de Rusia no estaba mal para ser un zar. Esos eran los únicos que Gilbert hubiera considerado como sentados en tronos de primera clase.

—¿Qué sucede con Napoleón III de Francia? —dijo Halsted—. ¿No estaba gobernando en ese tiempo?

—No —dijo Rubin—. Lo sacaron a las patadas en la guerra franco-prusiana en 1870, y Francia era una república en esa época y, de hecho, desde entonces. Muy malo, también, porque Napoleón III era tan torcido como un relámpago. Era un manipulador e intrigante que llegó al trono imperial mintiendo y haciendo trampas, y en ningún momento se confiaba en que mantendría su palabra a menos que tuviera un arma apuntándole.

—¿Cuándo murió? —dijo Gonzalo.

—No estoy seguro —dijo Rubin—. No mucho después, creo. Henry, ¿podrías verificar ese pequeño dato?

Henry lo hizo.

—Murió el 9 de febrero de 1873.

Gonzalo estaba entusiasmado.

—Eso es perfecto. Gilbert no haría un comentario sarcástico contra un monarca vigente, porque eso crearía un incidente internacional, pero…

—Escucha —dijo Rubin—, Gilbert no hubiera dudado en…

—No, no, sólo estamos armando un argumento —dijo Gonzalo—, de modo que digamos que no lo hubiera hecho. Pero un rey que estaba muerto sería un juego justo. Si fuera 1877, el pirata King podía no pensar en Napoleón III, pero si fuera 1873, Napoleón III habría muerto sólo dos meses antes, debe haber habido obituarios y biografías, y estaría fresco en la mente de los piratas. Naturalmente, se referirían al “trabajo sucio” que hizo. Entonces, tenemos dos argumentos para 1873.

—Eso no funcionará, Mario —dijo Avalon—. Napoleón III no era un rey. Era un emperador. Francia, Alemania, Austro-Hungría, y Rusia eran todos imperios en tiempos de Victoria. Y también el Japón, en tal caso. Esa era una de las razones por la que Victoria estaba tan complacida con el título imperial. Sin él, cada uno de los otros monarcas tenía más rango que ella.

—¿Entonces? —dijo Gonzalo.

—Entonces —dijo Avalon—, el argumento de Tom es que tenía que ser 1873 porque Victoria era llamada Reina y no Reina Emperatriz. Pero si van a ser tan quisquillosos con los títulos, no pueden hacer que el pirata King hable de reyes cuando se refiere a Napoleón III, que era emperador.

—Sobre ese punto, Jeff —dijo Rubin—, me pongo con Mario. Gilbert, como británico leal, ciertamente no bajaría una pizca en el título de Victoria. De todos modos, no se preocuparía por algún monarca francés. En el tiempo de Gilbert, Francia era todavía el enemigo tradicional de Gran Bretaña a través de una serie de guerras extendiéndose hasta Henry II siete siglos antes.

—Agrego algo a eso —dijo Graff, asintiendo—. En Ruddigore, hay una canción del marinero, Richard Dauntless, que hace una ligera broma a los franceses y les llama “froggies”, “parley-voos” y “malditos Mounseers”[14].

—Exactamente —dijo Rubin—. Gilbert no se preocuparía por el título preciso de un maldito Mounseer, de modo que hay dos argumentos a favor de 1873.

—Sí, pero son… —dijo Graff y movió las manos en un rápido rollo.

—Muy bien, entonces —dijo Avalon—. ¿Algo más?

Silencio.

Finalmente, Halsted murmuró:

—Deseo conocer la obra mejor. Escucha, Herb, ¿dijiste que los piratas eran miembros de una Casa de Lores?

—Tenían que serlo —dijo Graff—. Cuando el General Mayor escucha que los piratas son hombres nobles echados a perder, dice, “Ningún inglés escucha indiferente esa afirmación, porque, con todos nuestros defectos, amamos nuestra Casa de pares”. Entonces sigue, y dice a los piratas, “Pares serán pares, y la juventud tendrá su aventura. Recuperad vuestros rangos y deberes legislativos”. Entonces, supongo que son parte del Parlamento.

—Ah —dijo Halsted—, entonces eso lo arregla. En 1870, Gran Bretaña era el poder económicamente dominante sobre la tierra. En particular, había grandes inversiones británicas en los Estados Unidos. Si un grupo de notables piratas iban a entrar repentinamente en el parlamento, eso haría que los americanos se sintieran bastante inseguros acerca del estado de las inversiones británicas. No se puede confiar en piratas. Podían haber retirado las inversiones. Eso desestabilizaría la economía americana y…

—Tendríamos el Pánico de 1873 —dijo Rubin, triunfante.

—Exactamente —dijo Halsted.

—Eso realmente lo arregla —dijo Rubin—. Hubo un Pánico en 1873. Fue la peor debacle económica que tuvieron los Estados Unidos hasta la Gran Depresión de 1930.

—Allí lo tienes, Herb —dijo Avalon—. Tres argumentos en favor de 1873. Cada uno en sí mismo es débil, tal vez, pero seguramente que los tres combinados tienen fuerza. Uno: Victoria hubiera sido mencionada como reina en 1873 pero no en 1877 cuando era también Emperatriz. Dos: Napoleón III ha sido mencionado como un ejemplo de real deshonesto en 1873, poco después de su muerte, pero no en 1877 para cuando ya se habría olvidado. Tres: el regreso de los piratas al Parlamento pudo provocar, y lo hizo, la depresión de 1873 en América, mientras que no hubo ninguna en 1877.

Graff asintió sombríamente.

—Sí, está muy bien y espero que funcione. Tal vez funcione. De todos modos, quiero agradecerles a todos. Si puedo hacer que Appelbaum vea la fuerza de estos argumentos… —Hizo una pausa, y entonces dijo, pensativo—: No habría nada más para llevar, ¿verdad? Algo, quiero decir, que no tenga toda esa lógica sutil. Algo simple.

Sus ojos pasaron de uno al otro y sólo encontró rostros en blanco.

—Si quieres algo simple —dijo Gonzalo—, deberíamos preguntarle a Henry. Todavía no ha dicho nada.

Graff levantó la mirada hacia Henry, curioso.

—No me diga que también es aficionado a Gilbert y Sullivan, Henry.

—No exactamente, señor —dijo Henry—. He escuchado selecciones de las operetas en ocasiones, pero nunca asistí a la representación de ninguna de ellas.

—Oh, bien —dijo Graff.

—Sin embargo… —dijo Henry, y se detuvo.

—Vamos, Henry —dijo Avalon—. Si tienes el argumento número cuatro que respalde a 1873, entonces mucho mejor.

—Ése es el punto, señor Avalon. No lo tengo, admiro el ingenio de los argumentos que han presentado y estoy casi avergonzado de tener que decir algo en contra de ellos.

—¿Quieres decir que estamos equivocados, Henry? —dijo Rubin.

—Me temo, señor Rubin. El hecho es que 1873 es casi imposible como tiempo de la acción, como uno puede demostrar muy simplemente sobre la base de todo lo que ha sido dicho.

—¿Imposible? —dijo Graff—. ¿Quiere decir que ninguno de esos argumentos lógicos es bueno?

—Completamente inútiles.

—¿Por qué?

—El señor Drake cantó un par de líneas de la canción del General Mayor, más temprano esta noche —dijo Henry—. El General Mayor, si escuché correctamente, se jactaba de conocer todas las tonadas de esa infernal tontería, Pinafore.

—¡Maldición! —dijo Rubin—. ¡Por supuesto!

—Sí, señor, como dijo el señor Drake, Pinafore era una obra anterior de Gilbert y Sullivan, anterior a Los Piratas de Penzance. Mientras estaba mirando varios puntos en la enciclopedia, como lo solicitaron, encontré, para mí, que Pinafore fue escrita en 1878. Podemos imaginar que el General Mayor, en vistas de su alto rango, podía de alguna manera haber echado una mirada a la música cuando se estaba escribiendo en 1877 y haber silbado las tonadas. Ninguna cantidad de vueltas ni de decantación lógica demoledora podía explicar su posibilidad de silbar las tonadas en 1873.

El rostro redondo de Graff se había extendido en una sonrisa.

—Por supuesto. Ningún argumento más, nada de lógica, nada de razonamiento fantasioso. El General Mayor menciona Pinafore y eso es todo. El tiempo de la acción tiene que ser 1877 y Gilbert olvidó, o no sabía, que 1900 no era año bisiesto. Mentz tendrá que ceder, y podemos seguir adelante. Gracias, Henry… ¿pero cómo es que no lo vi?

—O yo —dijo Drake—. Después de todo, canté los versos.

—Parece que tengo el don de una mente simple, caballeros —dijo Henry—, si desean la explicación simple.

Postfacio

Tengo una cantidad de entusiasmos rabiosos, y uno de ellos es Gilbert y Sullivan. Soy miembro de la Gilbert and Sullivan Society y ocasionalmente me gusta meter alguna referencia a G&S en una historia. Finalmente, conseguí pensar un argumento en el cual el ángulo G&S fuese central y entonces pueden apostar que nada podía evitar que escribiera la historia de inmediato. Fred Dannay cambió el título a El misterio Gilbert y Sullivan, pero me sonaba demasiado prosaico, de modo que retuve mi propio título en esta colección.

Incidentalmente, el personaje Herb Graff en la historia es, de cierta manera, una persona real. Es un querido amigo del Dutch Treat Club, otra organización a la que pertenezco. Me pidió que lo pusiera en una historia, utilizando su nombre real, descripción y pasatiempo. Estaba indeciso y le pedí que me diera un trozo de papel con su firma, dándome permiso para hacerlo. Alegremente lo hizo.

Acto seguido, lo escribí en El año de la acción y le di una copia de ejemplar de EQMM del 1 de enero de 1981, en el que apareció la historia. Fue en un almuerzo del Dutch Treat, algo que tenemos todos los martes.

Al siguiente martes le pregunté, “¿Te gustó la historia?”, ya que pensé que estaría encantado por lo bien que había capturado su esencia (y es realmente uno de los tipos más buenos del mundo… alegre, inteligente, y con un corazón de oro).

De todos modos, había utilizado una palabra que él había desaprobado y que lo arruinaba todo. Se levantó, me clavó los ojos penetrantes, y dijo, “¿¿¿Regordete???”.

Ninguna palabra vale tanto como para herir los sentimientos de un amigo, de modo que no la encontrarán en esta versión. La he quitado.