Vi al Hombre antes mencionado volverse hacia el Sur y mirar hacia el Sur y hacia el Oeste. La tierra donde el Hombre se encontraba desde las rodillas hasta a las pantorrillas tenía humores, fuerza vital y germen, y tenía, en cierto sentido, la floreciente y vigorosa belleza del Hombre, como si la fuerza de Él la hubiera adornado. Porque la tierra produce vida en todas sus formas, dado que todas las criaturas terrenales que se han formado están hechas con tierra. La tierra es la materia de la obra de Dios en el hombre, y es también la materia de la humanidad del Hijo de Dios.

Y he aquí que en la niebla descrita anteriormente, que contenía muchos tipos de vicios, como ya ha sido explicado, vi aparecer ocho vicios.

LA PRIMERA IMAGEN

La primera imagen tenía una cabeza como la de un cervato y la cola como un oso, pero el resto de su cuerpo era parecido a un cerdo. Y esta imagen dijo:

I. PALABRAS DE LA INJUSTICIA

“¿Sobre quién derramaré mi justicia? Sobre nadie. Si tuviera que cuidar de éste o de aquel, no sería una criatura de Dios, sino que sería como el borriquillo que avanza lentamente si se le aguijonea. Yo soy más sabio y prudente que los otros. Conozco el sol y la luna, y las estrellas y las demás criaturas, y preciso con exactitud cada cosa y situación. ¿Por qué debería negarlo, como si no supiera nada? Si rechazara el modo de vida de alguien, quizás éste haría lo mismo conmigo. Pero si no lo hiciera, mi actitud sería sin embargo mejor. ¿Por qué debería consumirme como si no supiera nada bueno cuándo todo lo que tengo es mejor y más ventajoso que lo de los otros? En efecto yo valgo tanto como los que disciernen y juzgan todas las cosas”.

II. RESPUESTA DE LA JUSTICIA

Y oí una voz de la nube tempestuosa mencionada anteriormente que se extendía del Sur al Oeste, como ya he dicho, que contestó así a estas palabras: “¿qué dices, arte diabólico e impúdico? Dios ha establecido todas las cosas de forma que se tomen en consideración unas a otras. En efecto, cuánto más aprende uno de otro lo que ignora de por sí, más gana en conocimiento. Por eso posee la ciencia de los ojos, para hacerles caso, evitar el peligro y no correr riesgos en peligro alguno. Si no cuidara el hombre a quien manda, ¿qué criatura le obedecería o qué criatura lo serviría? El hombre realiza con ayuda de las criaturas cuanto le es necesario. Cava los huertos con el azadón, voltea los campos con el arado, incluso los ara con los bueyes y empuja a estos animales delante de sí, se sirve de todo género de criaturas según su papel en la vida y de la forma que le resulta útil. ¿Por qué desprecias al hombre, en el que están comprendidos el cielo y la tierra? ¿Por qué también rechazas la enseñanza y los dones que el Espíritu Santo infundió en los hombres? El hombre levanta a Dios un templo y un altar para servirlo. Por lo cual, los dones del Espíritu Santo, que reconozco en el hombre, sé que son obra de Dios y estoy en armonía con ellos. A justo título llevo la diadema real entre las criaturas y sus obras, las cuido con honor, trabajo con sus obras de forma que puedan tener alegría en mí, que soy su sostén sobre la calle de la justicia. Por tanto el que me desprecie caerá en un pozo. Yo he manado de una fuente que fluye y ninguna circunstancia terrenal me asustará. Me he levantado con el alba, yo, la amiga más amada del Dios, con Dios me quedaré y de Él no me alejaré. Gracias a Él soy válido manantial de salud y no caigo en la aridez cuando ésta hace marchitar todas las cosas. Soy la savia de las flores de todos los árboles que en invierno no se secan y que no caen por la tempestad. Habito en el monte Sión, estoy en paz, camino en la mansedumbre del cordero y me elevo en su victoria. Soy la victoria de un Rey, y no seré vencida. Nadie me moverá, nadie me asustará, puesto que no estoy destinada a caer”.

LA SEGUNDA IMAGEN

La segunda imagen tenía semblante infantil y pelo blanco. Vestía una túnica de color pálido, bajo la cual retiró los brazos y manos y con la que cubría sus pies y sus otros miembros de modo que no pude discernir el resto de sus formas. Y dijo:

III. PALABRAS DE LA ACEDIA

“¿Por qué debería soportar una vida estrecha y laboriosa y afrontar numerosos apuros, puesto que no he cometido muchos pecados? A cada criatura le corresponde ser lo que es. Muchos lloran y se quejan, y maceran tanto sus cuerpos que apenas logran vivir, y sin embargo se comportan mal y acumulan pecado sobre pecado. ¿En qué les favorecen los esfuerzos que he descrito? Yo en cambio, con la molicie y evitar fatigas llevo mejor vida que otros, y no deseo ningún trabajo. Si huyo del trabajo y otras cosas dañosas, ¿me va a condenar Dios por eso?”. Y oí una voz de la nube tempestuosa que he descrito, que dio respuesta a esta imagen:

IV. RESPUESTA DE LA FORTALEZA.

“Oh ceniza de ceniza, chispa de miserable podredumbre, desde que se inició la vida del hombre, imagen de Dios, tú te revelaste venenosa, igual que todavía tus obras son inútiles. No te puedes comparar siquiera a los gusanos que trabajan en sus cuevas para encontrar alimento, ni a los pájaros que se construyen el nido y que en incluso en la penuria buscan comida con que sustentar sus cuerpos. En esta vida ¿qué criatura viva existe que viva sin preocupación? Ninguna. Esta vida, en efecto, está muy alejada de la vida deseable que existía en paraíso, dónde los ojos vivían en la felicidad y no se oscurecían nunca. Tú en cambio, desgraciada que vive sin la sabiduría de Dios, rechazada por la misericordia de Dios, deseas cosas que nadie puede darte, ya que quieres conseguir sin esfuerzo lo que con tu entumecida pereza no podrás darte. Pero yo en el tálamo real sirvo con la fortaleza del león, es decir con la humanidad del Salvador, suspiro por todas las cosas buenas de Dios y vuelo por todas partes, tal como uno que extiende su capa. Por lo cual, todas las lenguas diferentes de todas las naciones que quieran persistir en el bien me invocan y desean tenerme, mientras a ti te reputan como un inútil cadáver”.

LA TERCERA IMAGEN

Vi una tercera imagen cuya cabeza era como de salamandra y el resto del cuerpo se parecía a una lagartija. Delante de ella apareció una nube negra, turbulenta y sombría, mezclada con una densa nube blanca. La figura puso las patas anteriores sobre la nube y dijo:

V. PALABRAS DEL OLVIDO DE DIOS

“¿Si Dios me ignora y yo tampoco quiero conocerle, por qué debería apartarme de mi voluntad, cuando ni Dios me quiere, ni yo lo siento? Por lo cual, en todo momento solo consideraré lo que me favorezca y desee, y haré únicamente lo que sé, lo que entiendo y lo que me guste.

Muchos me hablan de otro extraño género de vida que yo no conozco ni siento y que nadie es capaz de enseñarme. Muchísimos incluso me dicen “Haz esto o aquello”. Y me indican a un Dios, y la vida y la recompensa que podría recibir, para que yo tenga claro qué hacer. Pero también muchos tiranos también vienen a mí y me proponen maravillosos acuerdos que resultan ser más falsos que verdaderos, y que ellos mismos no logran seguir. Lo que conviene que yo haga, debe estar permitido y debe encajar en mi plan. Yo no quiero muchos dioses, es decir maestros. Si hay un Dios, seguro que Él me conoce”.

VI. RESPUESTA DE LA SANTIDAD.

Y de la nube tempestuosa que he descrito, oí una voz que contestó a esta imagen: “¿O perdición desenfrenada, que dices? ¿Quién te ha creado y quién te ha hecho vivir? Dios. ¿Por qué nunca reconoces que no te has hecho tú mismo? En cambio yo invoco Dios, a Él le solicito todo cuanto me es necesario, conozco todos sus mandamientos, y los sigo observándolos y apreciándolos. ¿Cómo? Mi impulso es la ciencia del bien, con la que incluso percibo a Dios, y en la que toco la cítara de la oración cuando lo adoro, y con la que también lo reconozco. Si me volviera a las cosas caducas, me alejaría de Dios. No es la tierra la que da a los hombres el alimento, los vestidos y todo lo que les hace falta, sino Dios. Los hombres ven aparecer estas cosas, pero no ven de dónde y de modo crecen, sólo saben que crecen gracias a Dios. Nadie podría hacer crecer a todos los hombres y todas las generaciones y nadie, sino Dios, podría dar vida ni a lo más pequeño del mundo, y precisamente en eso se reconoce que es Dios. Por lo tanto el hombre sirve a Dios con la máxima devoción en todas sus obras y se mantiene lejos del mal, para que en el impulso de su ciencia no acabe por corromper su voluntad. Yo quiero llevar el cinturón de la abstinencia y permanecer en la feliz flor de la santidad. En efecto, bajo el estandarte de las ceremonias de Dios, yo soy el general que conduce ordenadamente la milicia del Rey allí donde Dios realiza sus obras”.

LA CUARTA IMAGEN

También vi que yacía en las tinieblas una rueda parecida a la de un carro, que, como movida por los vientos, giraba como una muela de molino. Sobre sus radios había integrados cuatro bastones, largos como la estatura de un hombre erecto. Y en los radios había una figura humana, que empuñaba un bastón con cada una de sus manos, mientras que los otros dos bastones se encontraban tras su espalda. Y la figura giraba junto a la rueda. Tenía el pelo crespo y negro, las manos parecidas a las patas anteriores de una mona y los pies parecidos a patas de gavilán. Su vestimenta estaba adornada de bandas de color blanco y negro. A veces echaba una red para capturar animales, pero no cogía ninguno. Y dijo:

VII. PALABRAS DE LA INCONSTANCIA.

“¿Por qué debería ignorar lo que soy? Hago lo que sé, y si no actuase así, sería tonta. Muchos se comportan de modo que me sorprende, es decir, de sabios se hacen necios, de ricos pobres, de honrados despreciables. Yo, lo que soy lo digo, manifiesto lo que quiero, no dejo lo que tengo, y hago lo que puedo. Mientras pueda hacerlo, no estaré vacía. Un artesano que no hiciera el trabajo que es capaz de hacer, descuidara su arte y no la ejerciera, sería un inepto. La fortuna también enseña que cuando el hombre tiene prosperidad, hace lo que quiere hacer, y cuando la prosperidad termina, ya no puede hacer lo que quiere. Y esto es honestidad”.

VIII. RESPUESTA DE LA CONSTANCIA.

Y de nuevo, oí una voz de la nube tempestuosa que respondió a esta imagen: “Tú eres necia y vana, completamente abandonada por la fuerza de los dones de Dios. Considera atentamente que el diablo hizo lo que quiso hacer y se precipitó en el infierno. Adán hizo lo que le gustaba, y toda su descendencia ahora es mortal. También Goliat confiaba en cumplir lo era capaz de hacer, y lo venció un niño. Y Nabucodonosor, tu hijo, ha recibido de ti sus capacidades, ¿y qué le pasó? ¿Qué pasó a tus otros hijos que también recibieron cosas de ti? En efecto, Dios, que dio al hombre la posibilidad de obrar, también le dio la ciencia de discernir lo que es honesto y lo que no lo es. Y le dio al hombre la espada del buen conocimiento y el bastón del mal conocimiento. Cuando la carne se regala y el alma está de acuerdo en hacer algo, es inútil tomar parte. La ciencia del bien vibra su espada contra la del mal, y la ciencia del mal extiende sus bastones contra la del bien. Por lo cual, el hombre debería pensar lo que le es útil. Dios puso un lago delante de la ciencia del mal, y a la ciencia del bien una escalera que sube al cielo, ya que es una virtud de Dios. Eres malísima, eres como la muerte, ya que eliges la mala ciencia y desprecias la buena. Desciendes al lago y desdeñas la escalera para ascender al cielo”.

LA QUINTA IMAGEN

Vi una quinta imagen que tenía la forma de un hombre con el pelo de color pálido, que estaba de pie desnudo en las tinieblas como en un tonel. Y dijo:

IX. PALABRAS DE LA PREOCUPACIÓN POR LAS COSAS TERRENALES

“¿Qué preocupación es más importante que la preocupación por la vida? ¿Dónde crecen hierbas y árboles de fruto, vides y todo lo necesario a esta vida, nutrimento y sostén de los hombres? Aunque yo vertiera lágrimas, me golpeara el pecho entre suspiros o doblara mis rodillas, no tendría ni comida ni vestidos y moriría. Y si gritara al cielo y pidiera lo que me hace falta al sol, a la luna o a las estrellas, nada me vendría. Por eso, quiero adquirir todo lo que sea capaz de conseguir con mi pensamiento, palabra y obra, para poder vivir sobre la tierra”.

X. RESPUESTA DEL DESEO CELESTIAL.

Pero de nuevo, oí una voz de la nube tempestuosa que contestaba a esta imagen: “¿Oh predadora de almas, que dices? Falaz es tu mente, ya que no confías en Dios que te ofrece cuanto es necesario. En efecto, tal como el cuerpo no puede vivir sin el alma, así ningún fruto de la tierra crece sin la gracia de Dios. Observa los huesos de los muertos que yacen en los sepulcros y considera que pueden hacer. Nada pueden, sino yacer en la podredumbre. Así tú nada haces, excepto vivir en el descuido, puesto que eliges vivir sin la gracia de Dios y no deseas ni buscas a Dios en tus preocupaciones. En cambio yo habito en lo alto de los cielos y con la gracia de Dios encuentro todo lo que necesito en la creación, puesto que yo soy vida y fuerza vital en todas las buenas obras además de gema de todas las virtudes. Soy el gozo y el entendimiento del amor de Dios, y soy la base de todo deseo, porque hago cualquier cosa que Dios desea. Con las alas de la voluntad del bien vuelo sobre las estrellas del cielo y cumplo la voluntad de Dios según todos sus decretos. También subo encima de las montañas de Bethel donde cara a cara contemplo las obras de Dios. Por consiguiente no exijo, ni deseo, ni quiero nada más que lo que es santo. Por eso soy salterio y cítara de la alegría de Dios, Por eso soy salterio y cítara de la alegría de Dios, y así también estoy en todas los asuntos celestiales”.

LA SEXTA IMAGEN

La sexta imagen tenía la forma de un búfalo y dijo:

XI. PALABRAS DE LA OBSTINACIÓN

“Para mí, no hay exceso ni defecto en las diferentes cosas y situaciones y cuando afirmo algo no soy capaz de expresarme con mansedumbre y sin energía. Si la tierra fértil estuviera siempre impregnada de lluvia, si no tuviera dureza, no serviría para nada, porque sus frutos no llegarían a la maduración, pero si fuera demasiado tierna, las aguas correrían con fuerza y la destruirían completamente.

Cualquier cosa me daña y por eso no soy tierna, visto que un chubasco inadecuado y repentino puede perjudicar la tierra. Y si no puedo suspirar, pues es que es así, o si no lloro, nada me importa, porque muchos mueren de tristeza, y muchos se agotan de tanto llorar. Dios concede lo que quiere conceder, ¿por qué debería esforzarme en conseguirla?, ¿por qué debería trabajar con fuerza por algo que no podría recibir? Es decir, no le aprovecha a nadie que uno busque lo que no puede encontrar”.

XII. RESPUESTA DEL ARREPENTIMIENTO

Y de nuevo, oí una voz de la nube tempestuosa que respondió a esta imagen: “¿Pero qué eres tú, criatura amarga, tú que afirmas que no quieres cansarte en tu vida, mientras pájaros, peces, animales salvajes, ganado, y hasta gusanos y reptiles se cansan para procurarse comida? Incluso los animales jóvenes buscan alimento en sus madres y la tierra consigue toda su fuerza vital de la atmósfera. ¿Por qué se llama a Dios: ‘Padre’, sino porque cuando sus hijos lo invocan y Él, por su gracia, les prodiga bienes, reconocen que es Dios? ¿Por qué entonces te peleas con Dios? Yo bebo del rocío de su bendición, en mi arrepentimiento le sonrío y con palabras de alegría entre lágrimas le digo ¡‘Dios, ayúdame’! Y los ángeles me contestan con el sonido del órgano y alaban a Dios porque yo le invoco. Entonces resplandece sobre mí la aurora de su gracia y Él me da el alimento de vida, porque lo busqué para no quedarme sin fuerzas. Pero como tú nada le pides, nada se te dará”.

LA SÉPTIMA IMAGEN

La séptima imagen era parecida a una mujer solo hasta las piernas, pero tenía piernas y pies hundidos en las referidas tinieblas, al punto que no logré verlos. Su cabeza estaba cubierta a la manera de las mujeres y vestía un vestido blanco. Y dijo:

XIII. PALABRAS DEL DESEO MUNDANO.

“Deseo vivamente y estoy sumamente impaciente de acaparar toda riqueza, honor y belleza y estoy siempre listo a recibir un regalo, aunque sea pequeño, porque cuanto más tenga, más crecerá mi ciencia. En efecto en virtud de mis bonitos anillos, de mis bonitos collares y pendientes, además de mis otras riquezas, se reconoce públicamente que soy sabio, y en todas las cosas pequeñas distingo claramente su valor. Si yo no tuviera todas estas cosas, no tendría toda la calidad y la honestidad que tengo. Parecería una rama putrefacta que no tiene ni dureza ni flexibilidad. Soy, sin embargo, capaz de hacer el bien con Dios y con los hombres, y la gente se beneficia de mis posesiones”.

XIV. RESPUESTA DEL DESPRECIO DEL MUNDO

Pero de nuevo oí una voz de la nube tempestuosa, que contestó a esta imagen: “Eres un argumento falaz, tú que regulas las cosas del cuerpo que sirven para el placer carnal con diferentes medios. Ciertas generaciones de hombres aspiraron a las riquezas y a los honores del mundo en su alma, buscaron señales en el sol y en las estrellas, y dijeron que eran dioses ellos mismos o las cosas en las que confiaron. ¿Para qué les aprovechó esta vanidad? ¿Y dónde están ahora sus riquezas, sus honores, sus propiedades? En el infierno. Soportan los castigos que han ganado, ya que no mantuvieron la señal del Espíritu Santo y no desearon los bienes del cielo, y en cambio aspiraron a todo lo corporal y caduco. En cambio yo vivo con la señal del Espíritu Santo, sigo mi trayectoria sobre el carro de los mandamientos de Dios, en cualquier circunstancia recorro sus caminos, lo invoco como Padre, aparto de mi voluntad los deseos de la carne y me manifiesto en todas partes. Si me turban los deseos de la carne, asiduamente velaré gracias al temor de Dios y a la rueda ardiente del Espíritu Santo. Cuando la gente me honra en nombre del Señor y quieren darme todas sus posesiones, no lo estimo nada. Busco sólo lo imprescindible para sostenerme moderadamente y digo: “estas cosas me alejan del rostro de Dios, me avergüenzo”. Cuando el pecado me tienta, le contesto: “Tú no me has creado y no puedes liberarme del mal: por tanto desprecio tu engaño”. Cuando la llama ardiente del Espíritu Santo me enciende, todas las cosas del mundo se consumen en mí y entonces recorro en el carro celeste todas las regiones del cielo”.

LA OCTAVA IMAGEN

Y vi otra figura suspendida en aquellas tinieblas, colgada por los pies, que tenía la cabeza como un leopardo, pero el resto de su cuerpo parecía un escorpión. Se giró hacia el Sur y el Oeste y dijo:

XV. PALABRAS DE LA DISCORDIA

“Rehuso el Oriente y no quiero el Sur. En efecto, el Oriente quiere tenerlo todo, pero el Sur quiere sujetarlo todo. ¿Qué conseguirán en cambio el Occidente y el Norte? La aurora que lleva el sol luminoso resplandece, pero el Occidente lleva las tinieblas. ¿Y puede quizás el Norte hacer algo? Sí que puede. Las tinieblas oscurecen el sol, pero el sol no se acerca a las tinieblas para atenuarlas. Así, cada parte guarda su fuerza para sí. El Norte sostiene lo que se mueve en las tinieblas. ¿Qué pueden las aves del cielo y las bestias y el ganado en la tierra? ¿Y los peces en las aguas, en todas sus especies, que posibilidades tienen? Hacen lo que pueden. Yo habito con todos ellos y distingo bien lo que son y lo que pueden hacer. En efecto, todo lo subvierto, aristócratas y plebeyos, ricos y pobres, y los hago girar como una rueda. Si hago algo durante mucho tiempo me aburro de ello. Me quedo con las cosas sólo mientras me complacen. Pero cada uno, es decir el rico y pobre, el aristócrata y el plebeyo, hacen lo que pueden. Y yo lo hago así también, como también lo hacen así el Oriente y el Sur”.

XVI. RESPUESTA DE LA CONCORDIA

Y de nuevo oí de la nube tempestuosa, una voz que respondió a esta imagen: “¿Tú, criatura horrorosa y execrable, que dices? ¿Podrás destruir quizás el cielo y todo lo que lo constituye? Absolutamente no. Ni siquiera puedes hacer una mosca. Tú en tus reproches dices todo tipo de injurias. Pero aunque pronunciaras mil invectivas para destruir una ciudad, no podrías perjudicarla. ¿Podrás conquistar quizás el sol y las estrellas? No. Unos granos de polvo en un rayo del sol refulgente te desprecian. Has sido arrojada al infierno en cuanto has comenzado a combatir y no puedes hacer más que lo que hacen las demás criaturas, ya que en la creación eres sierva, como un buey lo es de su dueño. Todo lo que es masculino tiene su fuerza como el sol, al que están sometidos el firmamento y las otras estrellas, como lo está el género femenino. Pero tú no sabes asumir ni un papel ni el otro, en todo eres inútil, puesto que eres un tropiezo para la obra de Dios, ya que es nada lo que está desprovisto de todo bien. Si el resto de la creación despreciara a Dios como tú lo desprecias, su potencia no disminuiría, porque Él tiene el poder de juicio sobre ti, sobre la Gehenna, sobre las tinieblas, y sobre todo lo que en ellas se encuentra”.

EL CELO DE DIOS

Luego, a la izquierda del hombre mencionado antes, vi una imagen de apariencia casi humana. Sobre su cabeza había un círculo de fuego, del que salían como lenguas de fuego. Su rostro lanzaba relámpagos deslumbrantes. No pude distinguir el resto de sus formas ya que se envolvía en una capa marmórea. Y también esta imagen salía una voz contra los anteriores vicios diciendo:

XVII. PALABRAS DEL CELO DE DIOS

“Oh pésimas iniquidades de las artes diabólicas, gracias a la fuerza de Dios os derribaré y borraré, exactamente como el diablo fue destruido cuando comenzó la luz primera, igual que Goliat y Nabucodonosor, que querían destruir la justicia de Dios, fueron destruidos y derribados por el ígneo círculo del Espíritu Santo, y fueron reducidos a polvo. Yo soy la fuerza y la constancia contra todo el mal que recogéis en las entrañas, y vosotros no podréis resistirme”.

XVIII. EL HOMBRE, VUELVE POR LA VERDADERA OBEDIENCIA A LA GRACIA DE DIOS Y NO SE SEPARA DE SU CREADOR.

Y de nuevo oí una voz del cielo que me dijo: “Dios, que fundó la tierra y la inundó de fuerza vital en sus diferentes plantas, la sustenta con su fuerza, para que no se destruya en polvo, de modo que el hombre, formado por la tierra y echado del paraíso, viva y trabaje sobre ella para poder volver a la gracia de su Dios por la sumisión a la verdadera obediencia. Y así, rechace los vicios diabólicos que continuamente lo persiguen, y considere las virtudes enviadas por Dios y no se separe nunca de su Creador”.

XIX. DIOS EXHORTA AL HOMBRE A VOLVERSE A LA LUZ DE LA SANTIDAD.

Esta visión muestra que el hombre antes mencionado se vuelve hacia el Sur y mira hacia el Sur y Occidente, porque Dios omnipotente en su piedad exhorta al hombre a volverse a la luz de la verdadera felicidad con ardor y en el amor de la verdadera santidad, a quererla ardientemente, a rechazar totalmente la ceguera y las tinieblas de las sugestiones diabólicas, y a no someterse voluntariamente al poder del diablo.

XX. LA TIERRA, QUE SUSTENTA Y APOYA A LAS DEMÁS CRIATURAS, TAMBIEN MANTIENE AL HOMBRE CON TODO LO QUE ES NECESARIO PARA SU CUERPO

La tierra en la que el Hombre se encontraba desde las rodillas hasta a las pantorrillas tiene humores, fuerza vital y germen, puesto que la tierra que contiene lo que Dios ha ligado, doblando, comprimiendo y levantando sus elementos, y que lo sostiene con su fuerza, tiene en sí el humor de las aguas superiores, interiores y subterráneas para no reducirse a polvo. Y también tiene la fuerza vital de todo cuanto nace y crece y lleva en sí el fluido vital que hace crecer la semilla de todo cuanto en ella brota, y hace germinar las flores con la plena lozanía de su fecundidad. Y la tierra está en cierto sentido en la floreciente y vigorosa belleza del Hombre, como si la fuerza de la tierra le sirviera de adorno. Porque la tierra, cuando forma y nutre al hombre, y cuando sustenta y apoya a todas las demás criaturas que están al servicio del hombre, se muestra casi como flor de belleza y adorno de la honestidad de la virtud de Dios, que prepara con su fuerza y justamente todas las cosas. Del mismo modo, la tierra honra la potencia de Dios, ya que mantiene al hombre, que siempre tiene que alabar y magnificar Dios por todo lo necesario para su cuerpo, y también sustenta todas las demás criaturas que pueden resultar útiles al hombre, ya que ella apoya la prosperidad de todos.

En efecto, cuando el hombre alaba la excelencia de Dios, es como si la tierra, de la que está hecho el hombre, tributara honor al propio Dios en las justas y santas obras de los hombres. Y eso ocurre porque la tierra produce la vida en todas sus formas. Ciertamente todas las criaturas terrenales que se han formado las ha producido la tierra. Por lo tanto es una especie de madre para los muchos tipos de criaturas, tanto las que nacen de la carne como las que se desarrollan de semillas, ya que toda criatura terrenal que tiene forma y vida ha nacido de ella. Y también el hombre, que está animado de racionalidad y del soplo de la inteligencia, está formado de la tierra.

XXI. LA TIERRA ES LA MATERIA DE LA OBRA DE DIOS EN EL HOMBRE, Y ES TAMBIEN LA MATERIA DE LA HUMANIDAD DEL HIJO DE DIOS.

La tierra es el material de la obra de Dios en el hombre, y es también materia de la humanidad del Hijo de Dios, porque Dios creó al hombre de la tierra y la tierra era también el material de aquella Virgen sin mancha que dio a luz al Hijo de Dios en su pura y santa humanidad.

XXII. EL ALMA, CUANDO LANZA SUSPIROS A DIOS Y HACE BROTAR LAS SANTAS VIRTUDES, SE VUELVE MATERIA DE BUENAS OBRAS.

Lo mismo que la tierra produce muchas cosas que glorifican a Dios, también el alma del hombre que persigue buenas obras, hace crecer las semillas de las virtudes para gloria del nombre de Dios. El alma, en la que Dios está con su fuerza desde las rodillas hasta a las pantorrillas tal como está en la tierra para que se cumplan buenas y santas obras, tiene por gracia de Dios suspiros, oraciones y santas obras que conducen a Dios, como la tierra tiene humores, fuerza vital y germen. Y todo eso es belleza y adorno de la divina inspiración, un tipo de floreciente y vigorosa belleza de la fuerza de Dios, que glorifica el alma como la divina inspiración, es decir la fuerza de Dios. En efecto, cuando el alma en que se encuentra Dios realiza buenas obras, la gloria de Dios se amplia con alabanzas divinas ya que el alma viene de Dios.

En el alma germinan por gracia de Dios santas fuerzas y santas virtudes, entre otras diferentes formas de fertilidad, y sus obras preparan las sedes del cielo. En efecto, las obras proceden del alma, tal como nacen de la tierra las formas diferentes de criaturas terrenales. Pero también el alma contiene el material para las buenas obras y una vida mejor, es decir, aquella vida contemplativa que se revela como divina en la fuerza del alma, ya que ella viene de Dios. Y en el hombre que se ha propuesto hacer obras justas por orden divina, ya han empezado a cumplirse obras que luego el Hijo de Dios encarnado ha llevado a su cumplimiento en su persona, con la perfección de las santas virtudes y con el ejemplo de la verdadera santidad. Y siendo Él la vida, ha dado vida a todos los que creen en Él.

XXIII. EL HIJO DE DIOS, QUE ESTABA EN EL CORAZÓN DEL PADRE, SE HIZO HOMBRE Y TRAJO EL BAUTISMO.

La vida yacía escondida en medio de la omnipotencia y se mantenía en silencio hasta que una nube blanca ofuscó la luz hasta el punto que en adelante resplandeció con gran dificultad. Entonces surgió la aurora, y rodeó al sol y el sol envió sus rayos y construyó una gran ciudad, produjo doce luminarias, y al tercer día despertó a los que estaban sumergidos en el sueño de la muerte. Todos aquellos que habitaban en la nube blanca y observaron el sacrificio en el tabernáculo, se ruborizaron. Y entonces el sol mismo enseñó el espejo de la santidad en el ojo de la honestidad. Entonces apareció un nuevo mundo en el fuego, un mundo que nació del agua, en la que estaba sumergido, y montes y colinas cantaron un canto angélico, y con ojos que ven, se volvieron a la luz de Dios en la verdadera fe. Porque el Hijo de Dios al venir al mundo realizó todos estos milagros, y con su persona enseñó a los creyentes el camino de la rectitud, exactamente como David, inspirado por el Espíritu Santo, afirma cuando dice:

XXIV. PALABRAS DE DAVID SOBRE ESTE TEMA

“Ha puesto su pabellón en el sol, él, que sale de su tálamo como un esposo, se recrea, cual gigante corriendo su carrera. En un extremo del cielo está su salida y corre hasta la otra extremidad y nada huye de su calor”. (Salmos 19, 5-7). Y el sentido de esto es:

El Hijo de Dios, en el resplandor de su divinidad, se revistió de carne de la Virgen, que existe como tabernáculo del género humano, para la salvación y recuperación de otra vida de la raza humana. Dios, representado por el sol ardiente, iluminó todo lo que estaba oscuro en el momento de la creación. Con su calor se incendió, como un tabernáculo, la carne de la Virgen, y de ella descendió el hombre con la caridad más ardiente y más resplandeciente fe, que aquellas con las que Dios antes de la caída, unió a Adán y Eva. El propio Dios creó fuerte al hombre y débil a la mujer, y la debilidad de ésta engendró la caída. La divinidad es fuerte, y la carne del Hijo de Dios es débil, pero por esta carne, el mundo recobrará su vida original.

Y esta carne, inmaculada e inviolada, procede del regazo de la Virgen como un novio. Igual que el novio acoge en ocasión de la boda con encantada alegría a la novia en el tálamo de su corazón, y, con gran amor, le da todas sus riquezas y todo su honor, el Hijo de Dios exultaba, y en la altura de su divinidad se alegró como un gigante ya que no había en Él ningún temor ni duda de que alguien pudiera vencerle, o que ningún otro pudieran bloquear su camino, en la veloz carrera que le llevó a enseñar al pueblo la salvación en el camino de la verdad a través de su persona. Él partía de las alturas de Dios cuando alejándose del Padre descendió sobre la tierra, y así, hecho hombre es, por encima de todo, Hijo único en la potencia, Hijo único en la obra, Hijo único en la liberación. Por lo cual, con aquella carne y con toda su obra plenamente realizada vuelve a su Padre cuando sube corporalmente al cielo con un gran milagro. Y nadie puede evitar el calor de su divinidad, porque Él mismo, Verbo del Padre, lo creó todo, y al revestirse de carne liberó al hombre en su carne. Por tanto todo juzgará con justo juicio desde el más pequeño al más grande, al último y al primero, ya que todo tuvo origen en Él.

XXV. LOS OCHO VICIOS QUE SE OPONEN A LAS OCHO VIRTUDES, SON OBLIGADOS A VOLVER A LA PERDICIÓN.

Pero el hecho de que en la niebla descrita, que tiene en sí muchos tipos de vicios, como ya se ha explicado, aparezcan ocho vicios representados con sus imágenes, significa que en la tiniebla de la incredulidad y la perdición ruinosa, que producen las variadas artes del soplo diabólico, como se ha aclarado anteriormente, hay ocho vicios que se manifiestan con sus signos asquerosos, oponiéndose a ocho virtudes. Pero la divina potencia vence a los vicios y los obliga a volver en la perdición de la que provenían.

XXVI. LA INJUSTICIA, SU COMPORTAMIENTO Y SU SENTIDO.

La primera imagen representa a la Injusticia. No tiene ninguna alegría en la vida, y no se separa de la primera iniquidad, ya que el hombre que es completamente injusto realiza su primera injusticia para destruir con este acto todo cuanto fue y es justo.

Tiene la cabeza como un cervato, ya que en su perversidad, las mentes de los hombres injustos avanza a saltos, pisoteando toda providencia e inteligencia del bien, lanzándose al precipicio, mientras desean parecer útiles con su ciencia que siempre rumian para sí…

Pero tiene la cola como un oso, ya que todos sus modos están definidos en la inestabilidad de la iniquidad y en el rugido de la malicia, cuando intentan resistir a todo y combatir todo, pero vencidos por el auténtico y justo juicio y reducidos a la nada, son derribados.

El resto de su cuerpo es parecido a un cerdo, porque los hombres que se dan a la injusticia se ensucian con el barro de este vicio y yacen en su suciedad. Sus obras, tortuosas por el gruñido de la injuria, funestas por la injuria hecha a muchos, no prevén ninguna rectitud de sabiduría, ni las atrae ningún consejo de la justicia. Quieren que todo ocurra gracias a sí mismos y que todo se realice según su voluntad y tratan continuamente de ser superiores a los demás, como expresa claramente este vicio en otra parte con sus palabras anteriormente referidas. Le contesta la Justicia, y exhorta los hombres a no imitar este vicio.

XXVII. LA ACEDIA, SU COMPORTAMIENTO Y SU SENTIDO

La segunda imagen viene a representar la Acedia y sigue a la Injusticia puesto que descuida la justicia y no está atenta. Manifiesta más bien ceguera de mente, tanto que no se fija sinceramente en Dios.

Esta imagen tiene semblante infantil y pelo blanco. Los hombres que quieren la acedia, no investigan en lo que contemplan ninguna disciplina con sabiduría y discreción, solo buscan su utilidad. Y ya que en sus acciones son necios e inestables, aprenden a tener ligereza en sus corazones y no quieren ninguna honestidad sino la lúbrica pereza.

Viste una túnica de color pálido, bajo la que ha retirado brazos y manos y con la cual ha cubierto sus pies y el resto del cuerpo, tanto que no se puede discernir el resto de sus formas. Esto es porque los hombres que no tienen que hacer, en el ocio se rodean de las tinieblas inútiles y entumecidas de la negligencia, en las que incluso esconden la fuerza que deberían tener en sus obras, cuando descuidan cumplir obras buenas y eficaces. Y mientras hubieran debido caminar por la calle de la rectitud, con estas tinieblas hacen desaparecer su huellas y las de sus obras, tanto ellas como las consecuencias, con tal descuido y pereza, que no se puede encontrar ningún rastro de santas virtudes. En el aburrimiento están y en el aburrimiento viven, no se preocupan de la salvación del alma ni hacen ningún trabajo por el cuerpo, sino que entumecidos en el ocio afirman querer vivir una vida tranquila, como en efecto también el vicio mismo en sus anteriores palabras manifiesta claramente. Lo rebate la Fortaleza, y persuade a los hombres a no ensuciarse con la acedia, sino a socorrer rápidamente a los demás, tanto en el alma como en el cuerpo. La Fortaleza también los anima a usar sus manos para hacer un poco de trabajo útil, como también se ha escrito.

XXVIII. PALABRAS DEL LIBRO DE LA SABIDURÍA SOBRE ESTE TEMA.

“¿Una mujer fuerte ¿quién la encontrará? Es mucho más valiosa que las perlas venidas del confín de la tierra. En ella confía el corazón de su marido, y no será sin provecho Siempre le dará alegrías y nunca penas por todo el tiempo de su vida. Se busca lana y lino y lo trabaja con manos diligentes. Es como nave de mercader que de lejos trae su provisión”. (Proverbios 31,10-14). Y el sentido de estas palabras es el siguiente:

El hombre que desea ser fiel, que rechace la ligereza femenina y busque, investigándolo con celo, una fuerza viril unida a la mansedumbre, porque su gloria y fama llegarán hasta los confines del mundo cuando Dios sea glorificado en virtud de sus buenas obras. Por tanto tendrán confianza en él los hombres de mayor poder, y le tributarán el honor de las virtudes. Él no roba e injustamente explota, es decir que no usurpa para sí con mentiras ninguna alabanza. Entonces se le darán buenas recompensas y no las rentas deshonestas, mientras persista en las buenas obras, ya que con sus justas fatigas hace las obras dignas de quien tiene fe, tanto para los demás como para él mismo. Él, en efecto, adopta para actuar, tanto la suavidad como la dureza, sabiendo bien cuando ser dulce y cuando ser áspero, puesto que sabe considerar exactamente que conviene a los demás, tanto en el modo de comportarse como en el modo de actuar.

Así con la ayuda del sumo Dador y con el apoyo de sus oraciones, esta mujer se hace cargo de los pecados de aquellos que han pecado y de quiénes están lejos del camino de verdad. Les suministra lo que es necesario para el momento presente y para la vida en general, aunque no les libra de las tentaciones peligrosas de tormentos perversos, y así, lleva a la puerta de salvación a todos los que la imitan en la fe. Pero ¿quién entre los hombres, con esmerada búsqueda, podrá encontrar de nuevo una mujer, es decir la sabiduría, que rechace la molicie y se revele firme en la fortaleza? En efecto, no parará de buscar hasta que la encuentre, sin dejarlo ni por aburrimiento, ni por la duración del viaje. Ella es aquella vianda de quien nadie se puede saciar, el resplandor con que todas las joyas refulgen, la gema que adorna al oro. Ella discierne todo lo que entre las criaturas debe ser distinguido y aplica de muchos modos esta distinción a la esmerada elección de lo que tiene que hacer. Y no se abstiene, porque en ella residen todas las utilidades. Desde muy lejos, tanto en las regiones celestes, como en los extremos de la tierra, se reconoce su valor, puesto que discierne las cosas del espíritu y las del mundo. Por eso, el hombre creyente debe dedicarse de tal manera a su alma, que una la contemplación de Dios mientras hace sabiamente todos sus trabajos.

La sabiduría complace al corazón de Dios fuerte y omnipotente, en el que no hay necesidad sino suprema plenitud. Dios no carece de nada y de Él pueden recibirse todas las cosas, puesto que desborda de todos los bienes. Por tanto Dios le concede todo lo que es digno de alabanza y de gloria y se lo concede por corresponder a su nombre durante los días que pasa con Él, es decir siempre, dado que ella siempre estuvo con Él, y con Él siempre permanecerá. Pero ella, en el secreto de su ardor buscó la mansedumbre como la lana y la piedad como el lino; realizó las obras celestiales con cauta y solícita deliberación en todas las acciones que realizaba con sabiduría y con ellas protege a los hijos del hombre, para que no se presenten desnudos en la presencia de Dios, y no permite que sean perezosos, ya que les muestra las muchas obras en las que pueden actuar, puesto que ella siempre está en actividad. Por tanto tiene la fe intensa, y su fidelidad se compara a un barco que transporta todas las mercancías buenas y necesarias para los hombres, y pertenece al que, siendo artífice del mundo, prodiga el reino celeste a los que lo solicitan en virtud de sus justas fatigas. De un término al otro del mundo, la fidelidad de la sabiduría hace venir abiertamente la comida con que tienen que alimentarse todos los que desean ser salvados, para que no decaigan a lo largo del camino por la fatiga de sus almas, para llegar fortalecidos hasta a la plena saciedad de aquella comida, de forma que no tengan más hambre.

XXIX. EL OLVIDO DE DIOS, SU COMPORTAMIENTO Y SU SENTIDO.

Y ves la tercera imagen que representa el Olvido de Dios, viene después de la Acedia, porque los hombres se entumecen tanto en su servicio a Dios como en hacer otras cosas, y antes o después dejan a Dios en el olvido como si no lo conocieran, y no desean estar unidos a Él, distraídos por las muchas preguntas que sugieren los escarnios diabólicos. Así llegan a estimar sus propias decisiones como más importantes que las de Dios, por lo cual consideran sólo a Satanás en vez de a Dios.

Su cabeza es como la de una salamandra y el resto del cuerpo se parece al de una lagartija, porque los hombres que caen en este vicio se han obstinado en su corazón y en su voluntad, y oponen con arrogancia sus obras a Dios, y así hacen todos sus trabajos de prisa y sin moderación, por lo cual a veces este vicio, relacionado con la envidia y la incredulidad, sobrecoge a aquellos hombres, tanto que no saben muchas veces que puedan hacer.

Delante de ella aparece una nube negra, turbulenta y sombría, mezclada con una densa nube blanca, porque los que dejan a Dios en el olvido se proponen muchas reflexiones en sus planes, y ora resultan negros en la maldad, ora turbulentos en la incredulidad y sombríos en la inconstante variabilidad de sus hechos. Y todo eso, en general, les gusta, lo que representa la nube blanca, cuando mezclan todas sus obras según el placer de su voluntad, y no hacen más que lo que su deseo les indica.

La figura pone las patas anteriores sobre a la nube, lo que significa que los que viven en el olvido de Dios dirigen sus pasos, que deberían conducir en primer lugar a la salvación de sus almas, no al bien sino al mal, y dividen todas sus acciones y sus caminos en dos calles, es decir el olvido de Dios y la dureza de corazón. Sólo prestan atención a lo que su corazón les dice, como en otra parte anterior este vicio muestra claramente. Pero a él se opone la Santidad, que exhorta a los hombres a querer realmente a Dios, abandonado el olvido de Dios.

XXX. LA INCONSTANCIA, SU COMPORTAMIENTO Y SU SENTIDO.

Que veas yacer en las tinieblas una rueda parecida a la de un carro, que, como movida por los vientos, gira como una muela de molino, significa que el camino de la inestabilidad, que no tiene ni principio ni final, cargado por muchos excesos y recargado por muchas vanidades, se entumece con la incredulidad, y sin embargo está empujado por las tentaciones terrenales al punto que no queda en ninguna condición de decoro, sino que corriendo aquí y allá, trastorna todas las antiguas instituciones, atrapado por una inquietud siempre nueva.

Sobre sus rayos hay integrados cuatro bastones, largos como la estatura de un hombre erecto, porque como la figura permanece firme en la inestabilidad que ella misma mantiene, y no quiere abandonar la incesante alternancia de sus cambios, así, en las cuatro partes del mundo han arraigado muchas costumbres de los hombres que solo buscan su placer, cuando asumen ahora un comportamiento, luego otro y transforman las costumbres antiguas con las nuevas.

Y entre los radios había una especie de figura humana, que representa la inconstancia, ya que este vicio con aspecto de hombre está en el medio de las diferentes costumbres de los hombres con los lazos de la insolencia, porque se sabe que hombres en las mismas acciones son más inconstantes que las otras criaturas. Este vicio que rechaza todo el decoro, sigue al olvido de Dios. En efecto, cuando los que no tienen fe han abandonado a Dios y lo han relegado al olvido, se vuelven a la inconstancia y alcanzan la inestabilidad por sugestión diabólica. El diablo no se sujeta, no enseña ninguna sabiduría, no enseña ninguna paz, no quiere la moderación, siempre seduce a los hombres y los empuja a diversos cambios, ya que él mismo se encuentra en la inestabilidad y quiere la inestabilidad, y continuamente atormenta a los que son estables.

La figura empuña un bastón con cada una de las dos manos, mientras que otros dos bastones se encuentran a su espalda. Significa que este pecado dirige las acciones habituales de los hombres únicamente a la búsqueda de placer y hace que los hombres descuiden sus otras acciones terrenales y espirituales, ya que la antigua serpiente, procurando inquietud a los hombres que sirven tanto a Dios como al mundo, con la inconstancia hace que tengan ahora este comportamiento y luego otro, qué ahora cumplan estas acciones y que luego las dejen.

Y la figura gira junto a la rueda, porque este vicio que no puede pararse en ninguna posición de estabilidad sino que siempre está en movimiento en la inestabilidad, se agita con cualquier viento, ora elige esto, ora lo abandona, ora va a sólo investigar las antiguas costumbres en el comportamiento de los hombres, ora en su comportamiento sólo acepta las costumbres nuevas.

Tiene pelo crespo y negro, ya que lleva a los hombres a creer que poseen en sus mentes una ciencia múltiple. Pero no la poseen, puesto que no tienen el vigor de la clara rectitud, sino que con su retorcida vanidad quieren lo negro de la perversidad.

Tiene las manos parecidas a las patas anteriores de una mona, porque todas sus obras se parecen más a la soberbia necedad que a la verdadera prudencia, ya que en ella cree poseer el adorno de la prudencia mientras camina inmersa en la necedad. Y tiene pies parecidos a patas de gavilán, porque en sus pasos enseña amargura, ya que quiere hacer sólo lo que sirve para su propio placer. Lo que quiere, lo hace solo para él sin pensar si es útil a los demás.

Que su vestido esté adornado de bandas de color blanco y negro, significa que a veces cuando actúa, como ataviándose con bonitas cintas, se adorna de escándalos e injurias, cuando en realidad camina en contra de la via de la justicia. Así, a veces este pecado oscurece a los hombres con el engaño, cuando afirma realizar una acción para conservar su santidad o realizar otras para evitar la maldad, actitud con la cual no ganan ni la gloria ni el honor de los sabios y los disciplinados, sino el fastidiado rechazo de los que no la quieren, sino más bien la aborrecen como la peste. En efecto, los que son constantes en cualquier tipo de honestidad y bondad no pueden honrar completamente ni tampoco querer completamente a quién demuestra inconstancia en las palabras y en las obras.

Además, echa una red para capturar animales, pero no coge nada, porque este pecado a menudo prodiga sus esfuerzos para engañar a los hombres dignos, cuando trabaja para atraérselos a sí, pero no lo logra, ya que las almas estables permanecen estables en sus modos buenos y honestos y no piensan cambiarse. Luego, este vicio toma en consideración sus propios motivos para exaltarse, cree necios a los hombres que no lo siguen, y afirma que los que lo quieren son mucho más sabios, probos y felices que los otros, como en otra parte demuestra en su discurso. Le contesta la Constancia y demuestra que es necio y vano, y que con sus seguidores está destinado a descender en un lago de miserias.

XXXI. LA PREOCUPACIÓN POR LAS COSAS TERRENALES, SU COMPORTAMIENTO Y SU SENTIDO.

La quinta imagen representa la Preocupación por las cosas terrenales y acompaña a la Inconstancia, porque los hombres que son inconstantes en su comportamiento y en sus obras, por la inestabilidad que a menudo tienen en sus mentes quedan enredados en la preocupación por las cosas terrenales que se oponen a las celestes y no buscan la comida reparadora de la vida.

Y, como ves, tiene aspecto humano, y representa el malestar de las ocupaciones mundanas y terrenales. Tiene la cabellera de un color pálido que representa su ánimo errante, que corre aquí y allá con necedad y gran estrépito. En efecto, los hombres afligidos por este vicio tienen que soportar la máxima inquietud tanto de alma como de cuerpo. Por este vicio, lo que para los otros hombres representa inquietud, para estos en cambio es motivo de tranquilidad, y lo que es inquietud para estos, es quietud para los otros.

Por lo cual está de pie desnuda en las tinieblas como en un tonel, porque los sentidos y corazones de aquellos hombres están tan cubiertos y enredados con el negro de las preocupaciones y ansiedades terrenales que, desnudos de la suprema santidad, tienen el mismo placer que tendrían tomando un baño agradable. Y ya que quieren la desnudez de la ignorancia, no desean ni solicitan ni buscan cerca de Dios el vestido de la salvación, puesto que todas sus miradas y sus esfuerzos tienden a los bienes del mundo y con acérrima actividad se dedican a lo que es temporal y caduco. Así lo afirma este vicio en el discurso que anteriormente se recoge. Le contesta el Deseo celeste, y exhorta los hombres a tener las cosas temporales en menor consideración que las cosas celestes y eternas.

XXXII. LA OBSTINACIÓN, SU COMPORTAMIENTO Y SU SENTIDO.

La sexta imagen representa la Obstinación de la mente, sigue a la Preocupación por las cosas terrenales, ya que los hombres que se hunden en las preocupaciones terrenales caen en la obstinación, porque no tienen ningún respeto por Dios en sus corazones, como si sus corazones casi estuvieran manchados con pez y se mantuvieran unidos. Y hablan y actúan como si Dios no existiera para nada, por lo que no conocen lo que es bueno, y no investigan la ternura de la piedad, sino que en la dureza se han obstinado contra Dios.

Esta imagen tiene la forma de un búfalo, porque este vicio hace que los hombres sean duros y ásperos en sus corazones, y se eleven a la altura de una seguridad insegura, tanto que no dan consuelo a nadie y no tienen ninguna solicitud por buenas cualidades de la razón que se encuentra en otros. Corren al encuentro de los demás hombres con el dardo de las palabras y con la amargura de sus obras, sin sujetarse a nadie, sin proteger a nadie, solo infundiendo asombro y temor a cuantos pueden. Esto fue lo que mostró en las palabras que dijo anteriormente. Pero el Arrepentimiento se opone, invitando a los hombres a dejar la dureza y a suspirar frecuentemente por las cosas divinas, viendo que Dios puede arrancarlos misericordiosamente de las tormentas de los malos espíritus, tal como rogó el profeta también David, cuando dijo:

XXXIII. PALABRAS DE DAVID SOBRE ESTE TEMA

“Sácame del fango, no me hunda. Líbrame de los que me odian y de las aguas profundas. No me sumerja el agua borrascosa, no me trague el abismo, ni el pozo cierre sobre mí su boca”. (Salmo 69,15-16). El sentido de estas palabras es el siguiente:

Señor Dios, con la benevolencia de tu gracia me arrancas, pecador, de la podredumbre en la que he nacido por la carne, y a la que me empuja al pecado que surge en mí por aquella dureza que te niega. Arráncame también de la gran concupiscencia de mi carne, que es impura, ensuciada de barro. Porque en un primer momento Tú me creaste de tierra, pero después de la caída de Adán yo me he vuelto barro inmundo en el que se arrastran gusanos torpes y dañinos, y la perversidad se alza en mí en todas partes. Pero, por la vigorosa virtud de tu gracia, mi carne habría tenido que exhalar los aromas de las buenas obras, porque la carne del hombre con el conocimiento de bien y el mal puede ser tanto útil como inútil, aunque la mía se incline al mal.

Tú oh Dios, sin embargo, sustráeme de las acciones asquerosas, para que no me halle en el hedor del inutilidad o en aquél olvido que, como una espina mortal, me perfora en la perdición. Y haz que me eleve de aquel barro con el suave perfume de las virtudes, por la ciencia del bien, de modo que yo pueda pisotearlo dirigiéndome hacia el bien.

Pero también líbrame de los que me odian y quieren privarme de todo el conocimiento bueno que Tú me diste en la ciencia del bien, es decir líbrame de los que están inmersos en el gusto del pecado. Líbrame también de la profunda caída en los pecados que intentan ahogarme, es decir, aquellos que me hacen esclavo de la lujuria. Que, con el auxilio de tu bondad que arranca todo mal no me sumerja en el tumulto de aquella peligrosa iniquidad que es la avaricia, ni, que por la costumbre a las acciones malvadas, me trague la antigua serpiente, que como el infierno, yace en lo profundo del olvido de Dios. Que no cierre su boca sobre mí el remolino del abismo, es decir la muerte, que es el mal resultado y el cumplimiento de todas las obras de la soberbia. No dejes que la muerte, aprisionándome en su boca cerrada, me tenga prisionero de modo que nada me pueda arrancar de ella. Tú lo harás, oh Dios, no por mis méritos, que son pocos, sino sencillamente porque eres benigno.

El hombre a quien Dios escucha es bendito y recibe de Dios el regalo de buscar lo que merece la pena encontrar.

XXXIV. EL DESEO MUNDANO, SU COMPORTAMIENTO Y SU SENTIDO.

La séptima imagen, como ves, representa el Deseo mundano y se presenta aquí después de la Obstinación. Cuando la obstinación en los perversos corazones de los hombres no busca a Dios, pronto le sigue el deseo mundano, que no dirige a Dios mirada alguna, sino que gira alrededor aquí y allá, y corre por todas partes, como un lobo que busca a quién devorar, perjudicando a todos con su inquieta inquietud y apresurándose a acaparar todo lo que puede de cualquier modo. Y hasta las piernas se parece a una mujer, pero tiene piernas y pies hundidos en las referidas tinieblas al punto que no logras verlas. Esto es porque en la blandura de la vanidad que todo lo desea, cubiertos aquellos límites que son los pies, se hunde en la incredulidad al punto que no se logran ver ni su límites ni sus pies. En efecto, el deseo mundano infunde en los hombres una suave condescendencia en el hablar, de modo que afirman que no juntan ninguna posesión para su necesidad presente y no desperdician lo que han conseguido ya que podrían necesitarlo en el futuro. Pero llevan esta condescendencia al extremo de su perversidad, y en aquel punto no se divisa ningún bien, ya que hombres tales no prodigan lo que han acumulado ni a sí mismos ni a los otros.

Su cabeza esta cubierta a la manera de las mujeres, es decir que los hombres que se dan a este vicio esconden sus miradas e intenciones con engaño y no permiten a nadie saber qué tienen en el corazón, ya que no tienen ninguna moderación, cualidad con la que el hombre debería demostrar que es más criatura del cielo que de la tierra.

Viste un vestido blanco, porque quiere hacer entender con engaño que todas sus opiniones y decisiones son útiles y hermosas, y porque afirma que si acapara todo lo que puede y donde puede, es con buen fin y por necesidad. Todo esto también lo explica en otra parte anterior. A este vicio se opone el Desprecio del mundo, que persuade los hombres a huir de los bienes temporales y caducos y a anhelar con fe los eternos.

XXXV. LA DISCORDIA, SU COMPORTAMIENTO Y SU SENTIDO.

Ves otra figura que representa la Discordia y viene aquí después del Deseo mundano, pues cuando los hombres malvados con deseo mundano desean ardientemente lo que no pueden tener, en la locura de su mente se precipitan en la discordia y molestan a los demás, exactamente como el perro que ataca a un hombre en un acceso de rabia. Fomentando diferencias de opinión, con su aspereza y amargura esparcen aquí y allá y disipan lo que Dios ha hecho, ya que no quieren la paz y se alegran mucho cuando destrozan a los demás con palabras y acciones.

La discordia está suspendida en las tinieblas, colgada por los pies, ya que tales hombres, incitados por este vicio, con arrogancia y terquedad siempre están listos a comenzar en el viaje hacia la incredulidad, no apartándose delante de nadie, ni salvando a nadie, sino trastocando todo lo que pueden, sin contemplar el bien de la unanimidad como hicieron en cambio los que pusieron todo lo que poseían en común con los demás, como se ha escrito:

XXXVI. PALABRAS EN LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES SOBRE ESTE TEMA.

“La multitud de los creyentes no tenía sino un solo corazón y una sola alma. Nadie llamaba suyos a sus bienes, sino que todo era en común entre ellos” (Hechos 4, 32). El sentido de este párrafo es el siguiente.

La multitud que se ha multiplicado en la fe católica ha sido sellada por el fuego del Espíritu Santo que rocía las mentes de los creyentes, tanto que pueden ver Dios en la unidad del espejo de la verdadera fe. Esta multitud tiene que tener un sólo corazón en la unidad de la verdadera Trinidad, y con él los fieles deben arder tanto que no miren hacia nadie, si no sólo hacia Dios. También tienen que tener una sola alma en aquel ardentísimo amor con el que despreciar todos los reinos del mundo y no tener en cuenta ninguna de las desgracias que se abaten sobre ellos, porque cuando la carne sube a la cumbre de las exigencias del alma, entonces la carne está atormentada por las exigencias de la propia carne. Por eso se alegran de ello, ya que no quieren ser ricos, sino pobres.

Y como desprecian las cenicientas riquezas que se han consumido por la avaricia, ninguno posee nada según su voluntad sino solo lo que tienen por regalo de Dios, lo poseen con Dios, y nadie dice que tenga algo por justo mérito, sino que lo tiene gracias a Dios que da a los buenos todos los bienes. ¿Cuáles son estas cosas buenas? La verdad y la justicia, que comprenden todos los bienes. Sin embargo, quiénes rechazan las cosas buenas y realizan las malas, quieren tener un Dios mudo. Para los que eligen a Dios y quieren tener vida, todo será en común, ya que abandonan la afirmación de su propia voluntad y no desean tener ningún bien. Aunque la generalidad de los hombres busque otros dioses extraños y ahuyenten la santidad, los que eligen a Dios no siguen este camino. Dios creó al hombre y le sometió todas las criaturas, pero el hombre no tiene sobre de ellas ningún poder, excepto el que Dios permite que tenga. Por tanto, lo que el hombre tiene hoy, mañana Dios con su justo juicio se lo sustrae, tanto si el hombre quiere como si no quiere, ya que todo deriva de Dios y todo está en Dios, que todo lo dispone rectamente.

Por lo cual la imagen tiene la cabeza como un leopardo, porque conduce la voluntad de los hombres inicuos a una doble locura cuando los hace delirar y alborozarse con palabras y obras. Y con las insidias de su locura infunde a todos un violento terror en vez de paz, tanto a los quietos como a los inquietos, tanto a hurtadillas como abiertamente. Imita en esto al diablo del que proviene, que atormenta con sus malvadas sugerencias y molesta a todos. En cambio el resto de su cuerpo es parecido al de un escorpión, ya que todo lo que hace está lleno del veneno de la muerte, dado que ella no ejerce nada más que el juego peligroso de la muerte nefasta.

Se vuelve en sentido contrario del Sur y del Oeste, es decir se opone a las virtudes que arden en el amor de las cosas celestes, y sustenta las artes diabólicas derribando todo lo que puede, como en otra parte declara con sus palabras anteriormente indicadas. Le contesta la Concordia, enseñando claramente que la discordia ha sido lanzada en el infierno.

XXXVII. EL CELO DE DIOS, SU ASPECTO Y SU SENTIDO.

Luego, a la izquierda del Hombre antes mencionado ves una imagen con apariencia casi humana, porque aquellas iniquidades que se encuentran en cierto sentido a mano izquierda, es decir en el olvido del Dios omnipotente, son juzgadas por el justo juicio del Celo de Dios, ya que son cometidas por los hombres cuando desobedecen la ley. En efecto, el justo juicio de Dios juzga justamente todo cuanto es injusto.

Sobre su cabeza hay un círculo de fuego del que proceden como lenguas de fuego, porque el celo de Dios, que ardía ya desde el principio del mundo y llevó a cabo en la caída del primer ángel el inicio abrasador de sus profundos juicios, quema todo delito encendido por el calor del deseo que cometa una criatura racional, y no deja nada sin haberlo examinado.

Su rostro lanza relámpagos deslumbrantes, ya que la venganza divina enseña radiante y claramente la voluntad de sus purificaciones, cuando de manera del todo evidente, se abate sobre cada uno en proporción a lo que se ha merecido.

El hecho de que no se puedan distinguir otros elementos ya que se ha envuelto en una capa marmórea, significa que los profundos juicios en el Celo de Dios no pueden ser valorados ni entendidos completamente, ya que se rodean de una fuerza invencible que nadie tiene bastante fuerza para ablandar o examinar, y que se ejerce según lo que es justo, ya que con rectitud penetran todo lo que no ha sido eliminado y purgado por la penitencia. En efecto, el celo de Dios no analiza lo que la penitencia purifica, ya que la penitencia es el fuego y el látigo del celo de Dios, pero lo que la penitencia no consume, lo consume el celo de Dios.

XXXVIII. EL FIEL QUE SE ACUSA, TEME SUS PECADOS Y QUIERE ALARGAR SU VIDA HASTA ENMENDARLOS

El hombre fiel que ha experimentado sobre su persona los castigos de Dios los teme, sabiendo que no se librará del castigo a menos que se arrepienta y haga penitencia. Tiene que decir para sí con corazón compungido: “Oh Dios, que todo conoces y todo has hecho en perfección, si peco en la concupiscencia de mis pecados, después tiemblo de miedo cuando, gracias al arrepentimiento, reconozco mi condición en mi alma. Pero si no me arrepiento completamente también tengo temor. Cuando transito por las vías de la lascivia y las sendas de mi voluntad, tiemblo de miedo. Cuando sigo pecando hasta la vejez, o cuando frente al dolor y a la tristeza tengo hastío de los pecados, no logro liberarme del temor. ¿Por qué es esto? Porque sé bien qué soy, y de qué entidad. ¿Y qué significa esto? Yo soy la rueda que gira ora al Norte, ora al Oriente, ora al Sur, ora a Occidente. Tan pronto como siento el pecado en el que he sido concebido con el pecado original, atraigo los pecados, o con el pensamiento, o con la palabra, o con las obras. Pero cuando mi alma recuerda de dónde proviene, separo la cebada de mis obras de trigo, y sin embargo no logro hacerlo plenamente, ya que soy carne y sangre. Cuando en cambio me doy a placeres ilícitos, que me hacen saltar como un cervato por los estímulos de la carne, estoy sin freno. Y si en la vejez el asco del pecado me invade, de manera que cometer pecados ya no me da placer, querría alargar mi vida para poder enmendar mis culpas, pero no lo logro completamente.

Y así, en todas estas situaciones giro como una rueda inestable. Por lo cual, oh Dios, por estos motivos aborrezco todos mis pecados, en cualquiera medida que los haya cometido, ya que sé en mi alma que Tú no perdonas a nadie que se oponga a Ti en los pecados con arrogancia, ya que Tú arrojaste en el infierno al primer ángel desobediente, desterraste al hombre después de su error y llevas todas las iniquidades, como merecen, al redil de su contrición.

Pero yo tengo confianza en que Tú has desgarrado el cielo y te has revestido de carne, por lo que has tomado sobre de Ti los delitos y pecados que Tú con tu misericordia purificas por la penitencia, por tanto yo, pecador, purificado por Ti de mis pecados, viviré”.

XXXIX. EL CELO DE DIOS NO PUEDE SER VENCIDO POR LAS SUGERENCIAS DIABÓLICAS.

Esta imagen lanza un grito contra varios vicios, porque el celo de Dios lanza un grito contra las sugerencias de los espíritus malvados, que abiertamente atormentan a los hombres, derribándolos y anulándolos con las diabólicas iniquidades, gracias a la fuerza del juez supremo. Así el antiguo invasor y algunos de sus seguidores, que rechazan la verdadera justicia, derribados por la ardiente venganza divina, son reducidos a nada. En efecto, el celo de Dios es fuerte e invencible contra todas las artes de sus insidias, artes que ellos ejercen en todos los males, pero no son bastante fuertes para resistir ya que la luz vencerá las tinieblas y el bien destruirá el mal, puesto que todo está sometido a Dios.

XL. EL CELO DE DIOS GOLPEA MENOS AL HOMBRE QUE SE CASTIGA POR SUS PECADOS

Pero cuando el hombre se castiga por sus pecados y deja de pecar, el celo de Dios lo golpea en menor medida, puesto que aquel hombre no se perdona a sí mismo y rechaza aquello con lo que antes se deleitó. Éste es otro camino que conduce al hombre a la vida eterna. ¿De qué modo?

XLI. EL HOMBRE, CUANDO RECONOCE SU PECADO, SUSPIRA A DIOS Y REALIZA OBRAS SANTAS, HACE AVERGONZARSE AL DIABLO.

Siempre que un hombre reconoce sus pecados y los abandona, conoce a Dios, suspira por Dios en su alma y ve a Dios. Cuando ha empezado a edificar justas y santas obras, honra el orden angélico. Cuando la buena fama de las buenas obras se difunde gracias a él entre los hombres, escribe con los Querubines los secretos de Dios. El diablo se avergüenza viéndolo, ya que el hombre abandona sus pecados y vuelve a su Creador, cosa que en cambio él, endurecido en la perversidad de su maldad, no quiere hacer. Sin embargo el hombre creyente recurre a Dios y le atribuye la gloria de todo cuánto es la salvación de su vida, ya que es justo que le muestre a su Creador la piadosa y santa devoción de su corazón, exactamente como el Salmista nos exhorta a hacer, cuando dice:

XLII. PALABRAS DE DAVID SOBRE ESTE TEMA

“Dad al Señor gloria y honor, dad al Señor la gloria debida a su nombre, adorad al Señor en sus santos atrios” (Salmo 96, 7-8). El sentido es el siguiente:

Vosotros que deseáis evitar el mal y cumplir el bien, dad al Dominador del mundo con toda devoción toda la gloria con recta fe y alcanzad honor en el servicio a la justicia, es decir, llevad a la práctica la recta fe, con obras que den santidad. También dais gloria al Señor cuando lo invocáis como Dios y Señor. Y realmente creéis que Él es el verdadero Dios cuando además de llamarlo Dios, cumplís buenas obras para Él, ya que estáis hechos a su imagen y semejanza. Por tanto adoráis al Dominador del mundo, inclinando alma y cuerpo en todas las instituciones eclesiásticas católicas, que son santas, ya que son la sede de su Majestad. Le adoráis con abstinencia, con castidad y con las otras virtudes que caminan en sus vías. También lo veneráis con fe, imitando la armonía celeste y el orden angélico. El alma santa y fiel cumpla estas acciones mientras esté en el cuerpo, huya del diablo con sus sugerencias, deje a su alma agarrarse a su Creador, y aléjese velozmente de las cosas que tratan de asfixiarlo.

El que tenga deseo de la vida, coja estas palabras y consérvelas en la profundidad de su corazón.

LA INJUSTICIA

Después de esto, vi otros espíritus malignos en la muchedumbre que mencioné antes, que proclamaban a grandes voces: “Lucifer hará lo que le parezca, y nosotros con él. Ni él ni nosotros haremos otra cosa”. Estos espíritus sugieren a los hombres la Injusticia y los persuaden para que nadie de a otro lo que es suyo.

XLIII. PENAS DE PURIFICACIÓN DE LAS ALMAS DE LOS QUE PECARON DE INJUSTICIA Y RAZÓN DEL CASTIGO.

Y vi un lugar horroroso, lleno de espinas ardientes, abrojos y gusanos horribles, y espíritus malignos con látigos ardientes que seguían por ese lugar a las almas de los que mientras estuvieron en el mundo habían persistido en los caminos de la injusticia. Y estas almas fueron castigadas con espinas y abrojos ya que en todo lugar habían sostenido la injusticia en sus palabras y hechos. Fueron atormentados por los gusanos ya que en la injusticia mantuvieron desagradable aspereza. Fueron afligidas por los espíritus malvados con látigos ardientes ya que en su injusticia no respetaron a nadie. Y vi y entendí estas cosas.

XLIV. DE QUE MODO LOS HOMBRES HACIENDO PENITENCIA PUEDEN BORRAR EN ELLOS MISMOS EL PECADO DE INJUSTICIA.

Y de nuevo, oí una voz de la luz viviente que he descrito, que me dijo: “Las penas que ves son verdaderas y son tal como las ves. Por tanto los hombres que quieran vencer estos pésimos espíritus y evitar las penas de este vicio, rechacen toda injusticia, soporten ayunos y azotes, y dedíquense a continuas oraciones fervorosas y excelsas. Y todo esto hágalo en la medida en que se lo indique el consejero espiritual de sus almas”.

XLV. LOS QUE QUIEREN LA INJUSTICIA NO QUIEREN OBSERVAR LA LEY, YA QUE EN LA INJUSTICIA NO SE ENCUENTRA NINGUN TIPO DE EQUIDAD.

A los que quieren la injusticia y mantienen esta actitud, los demás hombres les halagan con la mano derecha y con la izquierda, pero ellos no escuchan a sus maestros y no quieren la ley. No quieren respetar las instituciones de la ley, sino que establecen como ley todo lo que quieren, tan amplio como quieren. La injusticia es como una noche en la que la luna se ha oscurecido y las estrellas no resplandecen. Y así como en esta noche no se pueden distinguir los tiempos, ni gracias a la luna ni gracias a las estrellas oscurecidas, así en la injusticia no se encontrará ningún orden de equidad.

Es como una comida cocida y falta de gusto, porque sin la doctrina de la verdadera ciencia está como alimento sin cocer, y sin sabiduría está falto de gusto. Carece también del agradable sonido de la razón, ya que la razón produce un sonido de alabanza y un regocijo que toca la cítara para alabar a Dios. Y en ella también el hombre fiel magnifica a su Creador que tiene que ser alabado dignamente por su criatura con cada esfuerzo de la mente y del cuerpo, con humildad de espíritu y contrición de corazón. Por lo cual también Yo, que todo lo he creado, afirmo:

XLVI. LOS FIELES ALABEN A SU CREADOR, PORQUE EL ALMA, CUANDO OYE LA SINFONÍA, A MENUDO PRORRUMPE EN LLANTO.

Vosotros que queréis ser partícipes de la Jerusalén celeste, alabad a vuestro Creador con el sonido de la fe, que repica con la comprensión de la razón en todas las obras de Dios con sonido de alabanza, buscando el modo de pronunciar una alabanza a Dios a partir de cada bien. La razón es como una trompeta con voz viva, que realiza su labor cuando se distribuye de diferentes formas entre las criaturas, para que las ayude a devolver el sonido pleno y claro. La razón, con el sonido de su voz viva, trata de hacer repicar la alabanza a Dios de cada bien de la creación que no posee sonido vivo. Tiene en sí tono de júbilo, ya desde la primera inspiración con la que Dios infundió el alma en el hombre.

Y por tanto alabáis a Dios con aquel conocimiento puro y conveniente que templa en las criaturas cualquier sonido. Y también con la suave y profunda sabiduría, que sabiamente dispone cada cosa según justa distribución, o que en el ánimo del hombre sabiamente distingue las cosas del cielo y dulcemente se da cuenta de las de la tierra. Pero el alma del hombre también tiene la armonía en sí mismo y parece a una sinfonía, por lo cual a menudo lanza una lamentación, ya que se acuerda que le enviaron de su patria en el exilio. Esto se ha dicho a propósito de la purificación y la salvación de las almas de los penitentes y es digno de fe. Quien tiene fe lo considera cuidadosamente y lo recuerda para actuar el bien.

LA ACEDIA

Después de esto, vi otros espíritus malignos en la muchedumbre que mencioné antes, que proclamaban a grandes voces: “Quien o qué sea Dios, no lo sabemos, pero conocemos a quien vemos y lo que vemos”. Estos espíritus inducen los hombres a la acedia y los exhortan a ser tibios en todas las cosas.

XLVII. PENAS DE PURIFICACIÓN DE LAS ALMAS QUE, EN EL MUNDO, PECARON DE ACEDIA Y RAZÓN DEL CASTIGO.

Y vi una masa de aire tenebroso mezclado con fuego, en la que los espíritus malignos hacían correr de aquí para allá, golpeándolas con bastones de fuego, las almas de los que habían elegido la acedia en su cuerpo mientras vivieron. Estaban en la masa de aire tenebroso a causa de la acedia que habían tenido. Soportaron el fuego por la necedad con que no tuvieron a Dios en consideración alguna. Tuvieron que tolerar los tormentos de los espíritus malignos por su pereza, porque en vida se negaron a fatigarse con obras justas.

Y vi y entendí estas cosas.

XLVIII. COMO LOS HOMBRES QUE PECAN DE ACEDIA PUEDAN CASTIGAR EN SÍ MISMOS ESTE PECADO HACIENDO PENITENCIA.

Y desde la luz viviente, de nuevo oí una voz que me dijo: “Estas cosas que ves son verdaderas. Pero si los hombres están preocupados por evitar los espíritus que los persuaden de la acedia, y por evitar las penas reservadas a este vicio, deben castigarse con ayunos y azotes, y después librarse de la acedia con excelsas oraciones, sirviendo a Dios en la cumbre de la honradez”.

XLIX. LA ACEDIA, QUE SE ESTANCA EN LA PEREZA COMO EL AIRE NOCIVO QUE SECA LOS FRUTOS, SIEMPRE DESCUIDA EL OBRAR BIEN.

La acedia vive como algunos animales, que no tienen rapidez ni en el bien ni en el mal, sino que yacen inertes en la pereza. No teme a Dios, ni le ama, porque ni le respeta por el temor, ni repica en armonía con Él. Tampoco razona como un hombre, ni ruega a Dios con el aliento de su alma. Es como aquel aire inútil y nocivo que seca los frutos de la tierra. Por lo que dice para sí: “Si Dios existe, que sea Dios. Él no necesita mi trabajo. Yo no deseo nada más que vivir plenamente”. Así la acedia descuida el bien obrar.

Pero grande es la necedad del hombre que no busca venerar ni querer a Dios, que todo ha creado y cuyo reino no tendrá fin. Demuestra en cambio sabiduría el hombre que observa continuamente a Dios de quien tiene el cuerpo y el alma, en el espejo del propio corazón. Esto se ha dicho a propósito de la purificación y la salvación de las almas de los penitentes y es digno de fe. Quien tiene fe lo considera cuidadosamente y lo recuerda para actuar el bien.

EL OLVIDO DE DIOS.

Después de esto, vi otros espíritus malignos en la muchedumbre que mencioné antes que proclamaban a grandes voces: “Vamos, vamos, apresurémonos a ir allá donde tenemos que ir”. Estos espíritus llevan a los hombres al olvido de Dios y los persuaden a no acordarse ni de su Creador ni de su obra.

L. PENAS DE PURIFICACIÓN DE LAS ALMAS DE LOS QUE PECARON DE OLVIDO DE DIOS, Y RAZÓN DEL CASTIGO.

Y vi un gran valle, muy extenso tanto de largo como de ancho, colmado de un enorme fuego y de un insoportable hedor, en el que hormigueaban muchos gusanos de aspecto espeluznante. Allí eran castigadas las almas de los que se entregaron en vida al olvido del temor y del amor de Dios, y no querían saber ni entender qué hicieron. Se encontraban en el valle ya que en sus corazones rechazaron la fe. Ardían en el fuego, porque quisieron la impiedad. Tuvieron que soportar el hedor ya que intentaron oponerse a Dios. Fueron torturados por los gusanos porque tramaban una y otra vez nuevas perfidias llenas de astucia.

Y vi y entendí estas cosas.

LI DE QUÉ MODO LOS HOMBRES, HACIENDO PENITENCIA, PUEDAN BORRAR EN SUS CUERPOS EL PECADO DE OLVIDO DE DIOS.

Y de la luz viviente de nuevo oí una voz que me dijo: “Las penas que ves son verdaderas y como las ves. Por lo cual, los hombres que dejan a Dios en el olvido huyan de los espíritus malignos que los llevan a este olvido, restablezcan su corazón, fíjense en su Creador y en sus obras. Y para no ser castigados con los castigos que he descrito, sepárense por algún tiempo de los hombres y castíguense con vestidos ásperos, ayunos y azotes, según la indicación del consejero espiritual que los aconseja”.

LII. EL OLVIDO DE DIOS ENVUELVE EL CORAZÓN DEL HOMBRE CON LAS TINIEBLAS DE LA INCREDULIDAD

El olvido de Dios inspira en los hombres pésimas reflexiones y los persuade a decir: “¿Cómo podríamos conocer Dios, si no le hemos visto nunca? ¿Y como podríamos ser capaces de hacer caso a lo que nunca hemos visto?”. El hombre que hace estas afirmaciones no se acuerda de su Creador ya que las tinieblas de la incredulidad han envuelto su corazón. Cuando el hombre cayó en el pecado, toda la creación se ofuscó con él. Dios creó al hombre todo luz y por lo tanto podía ver la luz del cielo más puro, y conoció el canto de los ángeles, y lo revistió de tal claror que relucía con gran resplandor.

Pero al infringir el mandato de Dios, perdió todo esto, y todos los elementos cayeron con él, cambiándose en algo peor. Los hombres conservaron, sin embargo, un poco de luz, ya que después de que el hombre se manchó no llevaron hasta el final este pecado. Por lo cual el hombre comprende a Dios, y lo lleva en la profundidad de su corazón, sabiendo bien que Dios lo creó y que creó a todas las criaturas. Conserve el hombre siempre a Dios en la memoria de la ciencia del bien, tal como se ha escrito:

LIII. PALABRAS DEL LIBRO DE LA SABIDURÍA

“Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes de que venga el tiempo de la aflicción, vuelva el polvo a la tierra a lo que era, y el espíritu vuelva a Dios que es quien lo dio”. (Eclesiastés 12,1 y 7). Estas palabras deben ser interpretadas del modo siguiente.

Tú que deseas tener la vida gloriosa y la paz de la eternidad, recuerda en las buenas y santas obras que El te creó. Debes hacerlo mientras todavía eres joven, cuando creces y maduras en santidad, antes de que llegue el tiempo en que tu sangre y tu carne disminuyan y tus huesos se desnuden, y antes de que la ceniza de tu cuerpo vuelva a la tierra de la que has nacido convertido en otra vida, y antes de que el espíritu que anima tu cuerpo, abandonándolo, torne al Dominador del mundo, que dio espíritu a tu cuerpo, según la disposición de su gracia. Dios, en efecto, es como un herrero, que regula el fuego con los fuelles y lo atiza, para que su obra se cumpla a la perfección. Pero cuando el espíritu del hombre se dirige de manera correcta por el camino de las buenas obras, podrá volver de nuevo a la feliz eternidad que no acaba, verá la luz purísima y oirá el canto de los ángeles, que Adán vio y oyó antes de cometer aquella trasgresión que le llevó a la muerte. Y así solicitará con fuerte deseo aquel vestido del que se desvistió, es decir del cuerpo, para gozar igualmente con él. Esto se ha dicho a propósito de la purificación y la salvación de las almas de los penitentes y es digno de fe. Quien tiene fe lo considera cuidadosamente y lo recuerda para actuar el bien.

LA INCONSTANCIA

Después de esto, vi otros espíritus malignos en la muchedumbre que mencioné antes. Ellos proclamaban a grandes voces: “Buscaremos con nuestras habilidades, investigaremos todo y todo conseguiremos”. Estos espíritus exhortan a los hombres a ser inconstantes y en todo momento les proponen la inconstancia.

LIV. PENAS DE PURIFICACIÓN DE LAS ALMAS DE LOS QUE PECARON DE INCONSTANCIA Y RAZÓN DEL CASTIGO.

Y vi un gran fuego en el que se encontraban muchísimos y diversos gusanos que tenían diferente aspecto, donde se castigaba a las almas de los que, mientras se encontraron en su cuerpo, pecaron de inconstancia tanto en palabras como en obras. Ardieron en el fuego a causa de la inconstancia con que engañaron muchos, y por las múltiples perfidias unidas a la vanidad fueron atormentados por los gusanos. Y vi y entendí estas cosas.

LV. COMO LOS HOMBRES CON LA PENITENCIA PUEDAN RECHAZAR EL PECADO DE INCONSTANCIA.

Y de la luz viviente de nuevo oí una voz que me dijo: “Las penas que ves son verdaderas. Pero los hombres que quieran rechazar los pésimos espíritus que los exhortan a la inconstancia y deseen evitar los castigos de este pecado, si son seglares, lleven un modo de vida espiritual, pero si son clérigos o religiosos, mantengan más severamente de lo usual la plena observancia de la disciplina en su vida religiosa para alejar de sí la iniquidad de este vicio”. Esta falta habla a los hombres y dice:

LVI. LA INCONSTANCIA, QUE NO QUIERE AVANZAR POR UN ÚNICO CAMINO Y DESEA CONSERVA SU PROPIA VOLUNTAD, ES PARECIDA A UN ÍDOLO.

“¿Cómo puedo avanzar por un único camino cuando tengo más de una elección y cuando los pastos en los que me alimento no son los míos? Dónde investigo la fe, no la encuentro, los que estimo como amigos, son mis enemigos, aquéllos en quienes encuentro amistad, apenas me son cercanos. Por todo esto no puedo en ningún modo tener un pacto de estabilidad. En efecto, tal como cada uno se comporte conmigo, así lo haré con él. Si me sometiera todavía más a ellos, todos me pisarían. Alabo lo que quiero alabar y desprecio lo que me parece despreciable, me escondo del que temo, y así sigo mi propia voluntad. Esto es lo que los judíos hicieron, escucharon a Moisés y después ya no quisieron oírlo, pero al que vieron, a este lo escucharon y creyeron. Como Balaam, que alabó a los judíos y luego encontró otros amigos. Y también hicieron así los paganos, que encontraron en los ídolos las cosas que ellos quisieron encontrar. Lo que puedo probar lo pruebo, en mi insistente búsqueda indago muchos hechos y actuando así me agarro a la una o a la otra parte para no caer, ya que si no lo hiciera, no sabría quién soy. El cielo no me habla, la tierra no me socorre y ninguna criatura me invita a proseguir con ella”.

Todos los que domina la Inconstancia hablan así, porque sus ojos están ciegos a la fe, sus oídos sordos a la verdad, su lengua muda a los preceptos de la ley, y su corazón es de piedra respecto al amor de Dios. No tienen fe ni en Dios ni en los hombres, pero son parecidos a un ídolo que ignora a Dios y seduce y engaña a los hombres con muchos susurros. Huyan de la inconstancia los que quieran a Dios y respeten a los hombres, rechacen la simulación del engaño y no se acerquen a nada que no sea estable y firme según Dios y no según los hombres. Esto se ha dicho a propósito de la purificación y la salvación de las almas de los penitentes y es digno de fe. Quien tiene fe lo considera cuidadosamente y lo recuerda para actuar el bien.

LA PREOCUPACIÓN POR LAS COSAS TERRENALES

Después de esto, en la muchedumbre que mencioné antes vi otros espíritus malignos que proclamaban a grandes voces: “Habitaremos en el cielo donde Lucifer se situará con honor”. Estos espíritus inducen a los hombres a la preocupación por las cosas terrenales y los persuaden completamente a dedicarse a tales cosas.

LVII. PENAS DE PURIFICACIÓN DE LAS ALMAS DE LOS QUE PECARON DE PREOCUPACIÓN POR LAS COSAS TERRENALES Y RAZÓN DEL CASTIGO.

Y vi un gran fuego que tenía en si una llama negra y hormigueaba de muchos gusanos. Allí se encontraban las almas de los que, cuando vivían en el mundo, descuidaron las cosas del cielo para dirigir su todo esfuerzo a la preocupación por las cosas terrenales. Estaban sacudidas en el fuego de una parte a otra como si hubiera un fuerte viento. Experimentaron el fuego negro ya que en las tinieblas de la incredulidad descuidaron a Dios cuando anhelaron a las cosas de la tierra. Fueron atormentadas por los gusanos ya que en esta preocupación demostraron deseo mundano insensible. Con gran pena fueron sacudidas en el fuego de una parte a otra ya que perseveraron en esta actitud.

Y vi y entendí estas cosas.

LVIII. COMO LOS HOMBRES PUEDEN COMPENSAR EL PECADO DE PREOCUPACIÓN POR LAS COSAS TERRENALES HACIENDO PENITENCIA EN SUS CUERPOS.

Y de nuevo oí una voz desde la luz viviente que me dijo: “Las penas que ves son verdaderas y son tal como las ves. Por tanto los hombres que se afanan por las cosas terrenales, si quisieran derrotar a los espíritus que los exhortan, y evitar los castigos descritos, macérense con ayunos y azotes según la orden de su consejero espiritual, y reconduzcan sus corazones a los pensamientos del cielo”.

LIX LOS QUE SE AFANAN POR LAS COSAS TERRENALES, Y SE APEGAN LA CREACIÓN Y A LAS CRIATURAS, DEBEN AGARRAR EL ARADO DETRÁS DE LOS BUEYES Y MIRAR A DIOS.

Aquellos que eligen la preocupación por las cosas terrenales dicen para sí tontamente: “Buscaremos y prestaremos atención a la creación, dispuesta para nuestro uso, ya que ella nos provee de comida y vestidos. Por lo tanto, que Dios haga lo que le complace. Si ponemos nuestro cuidado en Dios más que en las cosas terrenales, rápidamente nos caeremos. ¿Y que seríamos entonces? Ciertamente seríamos parecidos a los pájaros, que miran sus semblantes en el espejo de las aguas y como no hagan otra cosa mueren pronto. Después de que hayamos muerto ya no estaremos con las criaturas, sino que tendremos aquella vida que Dios nos da después de la muerte. Si hacemos causa común con las criaturas y tratamos de saber algo de ellas, no es nuestra culpa, ya que Dios las ha creado así. Si hubieran sido creadas para nuestro uso y no las quisiéramos, cometeríamos un grave pecado. Pero no pedimos nada de estas criaturas si no lo que Dios nos ha dado. Quien permite a su caballo correr sin rienda no cabalga tranquilamente, sino peligrosamente. Si no tuviéramos cuidado de las cosas terrenales, la tierra echaría espinas y abrojos, y en eso pecaríamos, puesto que la tierra tiene que nutrir a todos los animales y debe tener caminos allanados y no peligrosos”.

De este modo hablan en vida los que dirigen todo su esfuerzo y toda su preocupación a la vida presente y no a la futura, exactamente como hicieron los avaros e infieles judíos, que ignoraron a mi Hijo, que mandé a la tierra para la salvación de los hombres, y mofándose de sus palabras intentaron destruirlo completamente con la muerte. Sin embargo, que el hombre creyente agarre el arado detrás de los bueyes, y mire a Dios, el que da fecundidad y todo el fruto a la tierra. Camine así según las enseñanzas de su maestro de modo que, cultivando cosas terrenales, no abandone las cosas divinas. Esto ha sido dicho a propósito de la purificación y la salvación de las almas de los penitentes y es digno de fe. Quien tiene fe lo considera cuidadosamente y lo recuerda para obrar el bien.

LA OBSTINACIÓN

Después de esto, en la muchedumbre que mencioné antes vi otros espíritus malignos que proclamaban a grandes voces: “¿Quién es ese Dios que provoca tan graves conflictos?”. Estos espíritus enseñan a los corazones de los hombres la obstinación y los exhortan a tener hacia todos un corazón obstinado.

LX. PENAS DE PURIFICACIÓN DE LAS ALMAS DE LOS QUE PECARON DE OBSTINACIÓN Y RAZÓN DEL CASTIGO.

Y vi tinieblas ardientes de pez y azufre en las que eran castigadas, entre grandes lamentos, las almas de los que mientras estaban en su cuerpo habían sido obstinados en sus mentes. Ardieron en aquellas tinieblas ya que demostraron dureza contra Dios. Soportaron la pez puesto que no compartieron virtudes. Fueron atormentadas por el suplicio del azufre ya que rechazaron la benevolencia, profirieron grandes lamentos ya que no alzaron suspiros a Dios en sus corazones.

Y vi y entendí estas cosas

LXI. COMO, POR LA PENITENCIA, LOS HOMBRES PUEDEN CASTIGAR EN SÍ MISMOS EL PECADO DE OBSTINACIÓN.

Y de nuevo oí una voz de la luz viviente que me dijo: “Las penas que ves son verdaderas. Los hombres que tienen obstinación en su espíritu, rechácenla e ignoren a los espíritus malvados que se la proponen. Y para no ser afligidos por los castigos de este vicio, macérense con ayunos y azotes, y vuelvan favorable a Dios permaneciendo de rodillas”.

LXII. COMO EL TOPO AL CAVAR ECHA FUERA LA TIERRA, ASÍ LA OBSTINACIÓN TRASTOCA TODO BIEN.

Los que se manchan del pecado de obstinación son parecidos a los muertos, que ni ven ni oyen ni se mueven por el soplo de Dios. La obstinación es malvada y dañina, no quiere ablandarse o cambiarse por aquella dureza que tiene en sí. Tal como un topo al cavar echa fuera la tierra, también ella trastoca todos los bienes, ya que nada la complace excepto lo que ella misma elige. Es también como una chispa de brasa, que mientras salta y se eleva, se desvanece, porque cuando la obstinación se aleja del conocimiento virtuoso y busca solo la vileza inmóvil, se reduce a nada.

LXIII. COMO DIOS QUISO MUCHO QUISO A JOB, LE ENVIÓ MUCHAS TRIBULACIONES.

La obstinación no tiene aquel temor que tenía Job, mi siervo, cuando con paciencia soportó las desgracias que Yo permití que le ocurrieran. Y como lo amé tanto, le envié muchas tribulaciones ya que Yo sabía que tenía mucha paciencia y benevolencia. Su paciencia floreció y su benevolencia subió hasta Mí, ya que me confió todas sus cosas y no rechinó sus dientes con rabia contra Mí. Pero la obstinación no posee esas cualidades, ya que es dura como la roca y árida como la tierra sin fruto. Los que deseen huir de la obstinación que se unan a Dios y recibirán la recompensa más alta.

Esto se ha dicho a propósito de la purificación y la salvación de las almas de los penitentes y es digno de fe. Quien tenga fe considérelo cuidadosamente y recuérdelo para obrar el bien.

EL DESEO MUNDANO

Después de esto, en la muchedumbre que mencioné antes vi otros espíritus malignos que proclamaban a grandes voces: “¿Qué utilidad existe en una única cosa? No podemos encontrar lo que buscamos solo en un único Dios, por tanto miraremos en todas las direcciones y cogeremos lo que nos apetezca”. Estos espíritus exhortan a los hombres al Deseo mundano y les enseñan a desear todas las cosas.

LXIV. PENAS DE PURIFICACIÓN DE LAS ALMAS DE LOS QUE PECARON DE DESEO MUNDANO Y RAZÓN DEL CASTIGO.

Vi una masa de agua de extraordinaria longitud, anchura y profundidad que hervía con la brasa de un fuego extremadamente fuerte y contenía horribles gusanos y muchos espíritus malignos. A estos tormentos estaban sometidas las almas de los que, mientras habían estado vivos, apreciaron el deseo mundano y la practicaron de muchos modos diferentes. Sintieron el dolor del agua hirviente a causa de su insaciable deseo mundano. Fueron atormentadas por los gusanos por la amargura de su deseo mundano y fueron sumergidas en las aguas por los espíritus malignos con horcones ardientes, por el celo que habían tenido en esta adicción.

LXV. DE QUÉ MODO LOS HOMBRES, HACIENDO PENITENCIA, PUEDEN PURIFICARSE DEL PECADO DE DESEO MUNDANO

Y de nuevo oí una voz de la luz viviente que me dijo: “Las penas que ves son verdaderas y son tal como las ves. Si los hombres quieren derrotar a los espíritus que los inducen al deseo mundano y evitar los castigos para este pecado, deben macerarse con ayunos y azotes, y redimir estos pecados con limosnas”.

LXVI. EL DESEO MUNDANO, ES PARECIDA A LOS PERROS Y LOS PÁJAROS QUE NUNCA SE LLENAN, Y OTRAS COSAS A ESTE RESPECTO

El Deseo mundano no tiene caridad hacia Dios ni confianza leal hacia los hombres, arranca todo lo que puede, agarra todo lo que puede, se adueña con gusto de las cosas ajenas, y no conoce medida ni en el corazón ni en el vientre ni en ninguna de sus obras y de sus cosas. Se parece a los perros que corren aquí y allá pero nunca están satisfechos. También se puede comparar a un pájaro inmundo que vive en la inquietud y en la voracidad, y teniendo este miserable comportamiento, evita las honestas y saludables costumbres y desahoga su culpa sobre los demás, por lo cual no conoce a Dios, pero atiende, en cambio, a lo que no la concierne en nada. Pero quienes rehuyen la muerte, quieren a Dios y desean alcanzar las alegrías de la eterna promesa de la redención, rechacen el exceso de deseo mundano y moderen sus acciones, adaptando todo su quehacer no sólo al mundo sino también a Dios.

Esto se ha dicho a propósito de la purificación y la salvación de las almas de los penitentes y es digno de fe. Quien tiene fe lo considera cuidadosamente y lo recuerda para actuar el bien.

LA DISCORDIA

Vi otros espíritus malignos en la muchedumbre a los que también oí vociferar con gran alboroto: “Lucifer es nuestro señor. Nadie, mientras estemos con él, nos derribará”. Estos espíritus enseñan a los hombres la discordia y los persuaden a estar en desacuerdo y a huir de la concordia de las virtudes.

LXVII. PENAS DE PURIFICACIÓN DE LAS ALMAS DE LOS QUE, EN VIDA, SE MANCHARON DEL PECADO DE DISCORDIA Y RAZÓN DEL CASTIGO.

Y vi un fuego extraordinario, cerca del que aparecieron espesísimas tinieblas en las que había gusanos de horroroso aspecto y en las que se agitaban muchos espíritus malignos. A estas penas fueron sometidas las almas de los que mientras se encontraron en su cuerpo ignoraron la concordia de la santidad y se asociaron la discordia. Las almas fueron obligadas a pasar del fuego a las tinieblas y de las tinieblas al fuego, aguijoneadas continuamente por los espíritus malignos. Se quemaron en el fuego ya que suscitaron toda clase de males con la discordia. Fueron atormentadas en las tinieblas puesto que provocaron a muchos de este modo, fueron afligidas por los gusanos porque ellos habían sido muy crueles y fueron obligadas por los espíritus malignos a pasar del fuego a las tinieblas y de las tinieblas al fuego porque con este vicio indujeron a muchos a errar.

Y vi y entendí estas cosas

LXVIII. COMO LOS HOMBRES HACIENDO PENITENCIA PUEDEN CASTIGAR EN SUS CUERPOS LOS PECADOS DE DISCORDIA.

Y de la luz viviente que he descrito, de nuevo oí una voz que me dijo: “Las penas que ves son verdaderas, son tal como las ves y mucho peores todavía. Pero los hombres que quieran evitar los espíritus que los arrastran a la discordia, y que quieran huir de los castigos de este vicio, deben mortificarse con severos ayunos y duros azotes y evitar lo que sea agradable para su cuerpo”.

LXIX. A LOS QUE ELIGEN LA DISCORDIA LOS ATORMENTA UN ESPÍRITU MALIGNO, Y LOS QUE ESTÁN EN LA DISCORDIA Y NO SE ARREPIENTEN SE PRECIPITAN EN UNA RUINOSA CAÍDA.

A los que eligen a la Discordia y nunca se separan de ella, los atormenta un espíritu maligno, por lo que, por esta iniquidad serán sometidos a los tormentos destinados a los asesinos. En efecto la discordia es quien ayuda a la serpentina malicia y la susurra hipócritamente, toma muchas malas decisiones y desperdicia las que son buenas, reprocha las acciones de los demás y se ofende con la deshonestidad ajena. Sabe que existe la sabiduría, pero se niega de imitarla. Vive llena de maldiciones, y llegó a tocar el cielo con las vilezas mas funestas cuando envió la serpiente al Paraíso para quitar la ropa de la inocencia del hombre, cuando el diablo afirmó que el hombre podría parecerse a Dios. La discordia también se ríe de la sabiduría, dispersa las buenas y honradas costumbres e intenta derribar las torres de la virtud. Suscita juegos en los que dispara la cólera y en los que acumula grandes ruinas, pero de todo se excusa tranquilamente. Después de haber hecho eso, dice a los que a menudo atormenta: “Tontos, ¿que hacéis?”.

Entonces dice todavía que lleva a la santidad, y lo hace con escarnio, tal como haría un estafador que llevara vasos sagrados a la plaza, para que fueran profanados. Así la discordia expone la santidad al sacrilegio. También de este modo el diablo engaña al hombre. Pero después de que la discordia ha acumulado mucha iniquidad, todo lo devora con blasfemias y lleva todas las cosas a la confusión y a la vergüenza, como si nunca las hubiera acumulado. El hombre simple sin embargo, que por su sencillez queda implicado en el pecado, no conoce este comportamiento, por tanto Dios, cuando lo lleva al arrepentimiento, no lo desprecia. En cambio el hombre que vive en perenne discordia y no se arrepiente, se precipita en la cólera de Dios con estrepitosa caída, pues al no tener temor de Dios camina hacia atrás cuando desprecia el camino de la justicia. La discordia llevó a cabo su trabajo con perfecta plenitud cuando los judíos vieron a mi Hijo hecho hombre y conocieron sus milagros, pero por la iniquidad de sus corazones se alejaron de Él y por lo tanto se precipitaron en la muerte, tal como está escrito:

LXX. PALABRAS DEL EVANGELIO

“Retrocedieron y cayeron en tierra”. (Juan 18,6). Estas palabras tienen que ser entendidas así.

Los que reniegan de la verdad e imitan a Satanás en obras contrarias a Dios, van hacia la destrucción, y caminan hacia atrás cuando cierran sus ojos a la fe. Por eso caen en terribles tentaciones que les empujan hasta el homicidio. Pero como Dios el último día despertará los hombres a la vida inmortal, así también los resucita ahora a la vida por la penitencia. Por tanto, los que lloran en sus cuerpos sus pecados, cuando sus almas se desvistan de sus cuerpos, aunque hayan merecido las penas del purgatorio, son, sin embargo, liberadas más rápidamente. También esto se ha dicho a propósito de la purificación y la salvación de las almas de los penitentes y es digno de fe. Quien tiene fe lo considera cuidadosamente y lo recuerda para realizar el bien.

FIN DE LA CUARTA PARTE