Y vi que el Hombre antes mencionado se dirigió a Occidente de modo que miraba al Oeste y al Norte. En cada hombro tenía un ala que cubría sus brazos. También tenía un ala en la espalda y otra sobre el pecho y todas estaban levantadas como para emprender el vuelo.

La punta del ala que estaba en la espalda se dobló hacia el ala izquierda sin doblarse nada a la derecha. La punta del ala que estaba sobre el pecho se dividió en dos partes, una parte se dobló hacia el ala izquierda, la otra hacia el ala derecha. Y en cada ala apareció un libro. El libro que estaba en el ala izquierda tenía dos páginas, una de color verde y la otra de color plata. Sobre la página verde estaba escrito: “Noé subió al arca, tal como Dios le ordenó. ¿Quién hay, pues, que pueda conocer los límites de Dios? En el pasado utilizó el agua para reconstruir al hombre, y luego en el agua del bautismo lo hizo renacer”.

Sobre la página de plata estaba escrito: “Dios escribió la ley en una tabla de piedra, ya que el hombre no tenía sensibilidad hacia la divina ciencia. Más tarde escribió, en cierto modo, en la sensibilidad de un corazón de carne”. En el libro del ala derecha también había dos páginas, una de color zafiro y la otra de color oro.

En la página de color zafiro estaba escrito: “El Señor dirigió una palabra a Jacob, y cayó en Israel”. (Is 9,8). En la página color oro estaba escrito: “Al comienzo fue el Verbo y el Verbo estaba en Dios” (Jn 1,1) Al comienzo el Verbo de Dios creó todas las cosas, para inclinarse más tarde hacia su obra.

Pero el libro que estaba en el ala de la espalda del Hombre parecía mármol de una pieza y de color blanco, y el dedo de Dios había escrito: “El profeta predijo a los hombres por visión, sabiduría y conocimiento. El Espíritu del propio Dios también inspiró vida en aquel origen en que Dios hizo surgir al hombre del barro. Éstos son los milagros de la divinidad, milagros que Dios comunica a los hombres con visiones, escrituras, el sonido de la cítara y haciendo cantar a los querubines en las alas de la profecía”.

En cambio el libro del ala en el pecho era negro en su totalidad, y estaba lleno de estrellas, contenía reunidos numerosos escritos, en caracteres blancos, tomados de lo profundo de los libros descritos. Estos escritos los recogieron filósofos y sabios eligiéndolos entre aquellos libros, y con ellos prepararon para Dios las vías de la justicia contra el Occidente y el Norte, como un hombre que saca agua de un pozo y no para hasta llenar su vasija. Dios formó al comienzo a todas las criaturas, y no dejará esta creación hasta que haya completado su obra.

Y la nube blanca antes mencionada, en la que el Hombre se encontraba de hombros a muslos, estaba llena de almas de justos. En la nube oí como una voz de trueno que sonó suavemente: “¡Dad la alabanza al rey que gobierna todas las cosas y gloria al Dios vivo!”. Entonces todas estas almas se elevaron avanzando en una procesión de vida, sin volverse atrás, igual que las ruedas de la vida proceden con impulso de avance y no retroceden. En aquella misma nube otras almas de santos, desconocidos al mundo, estaban ocultas en un lugar más recóndito, como en un espejo brillante; estas almas estaban decoradas con todo tipo de piedras preciosas y todo tipo de adornos, y tocaron trompetas, hicieron repicar cítaras con todo género de músicas diferentes y repicaron según el sonido del mar y de muchas aguas. Y también ellas dijeron: “¿Cuánto tiempo todavía debemos esperar, y cuándo vendrá el tiempo en que nuestras obras, que están en la calle que se encuentra ante el rostro de Dios, nos devuelvan a nuestros cuerpos en la presencia de Dios, de modo que podamos ver la cara de Dios sin el velo que Moisés tuvo que llevar?”. Y la respuesta divina fue: “Esto no ocurrirá antes de que los cuatro vientos se entrelacen uno con otro y soplen por una y otra parte, antes que la cabeza de la antigua serpiente sea aplastada totalmente, de modo que ya no pueda hacer nada más, y antes que el sol con el león hayan recogido todas sus criaturas aladas”. Los santos de Dios, conocían y oían las almas mencionadas de los justos, todavía escondidos, y las veían como en un espejo sumamente claro. Anhelaban con impaciencia las respuestas que se les había dado, esperando el momento en que el león lanzase un rugido pleno y todo cisma en el mundo encontrase su final.

Y he aquí, que en la niebla antedicha, en la que anteriormente vi los vicios descritos, ahora veía en imágenes otros ocho vicios, de este modo:

LA PRIMERA IMAGEN

Vi cierta imagen, como una serpiente, que yacía panza arriba en las tinieblas que mencioné antes. Sus ojos ardían como fuego, la lengua se alargaba fuera de la boca y la cola estaba cortada en la parte final. El cuerpo era de color negro, y tiras de un color amoratado y venenoso iban hacia abajo en toda su longitud, desde su cabeza. Su vientre estaba abierto y en él aparecía la imagen de un hombre que yacía tendido boca arriba como en una cuna y llevaba un gorro como un casco, un poco levantado. Debajo de este gorro tenía pelos blancos que descendían hasta los hombros; llevaba una vestimenta de seda blanca y ligera y sobre ella una capa que por el color era parecida a la piel de la serpiente. Y esta imagen dijo:

I. PALABRAS DE LA GLOTONERÍA.

“Dios creó todas las cosas. ¿Cómo puedo entonces desfallecer con todas estas cosas? Si Dios no pensara que son necesarias, no las habría creado. Por lo tanto, yo sería un tonto si no las quisiera, sobre todo porque Dios no quiere que la carne del hombre desfallezca”.

II. RESPUESTA DE LA ABSTINENCIA

Y de nuevo, de la antedicha nube tempestuosa, que se extendía del Sur al Oeste, oí una voz que respondía: “Nadie debería tocar la cítara de modo que sus cuerdas se dañen, porque, si sus cuerdas se dañan, ¿qué sonido hará? Ninguno. Tú, Glotonería, llenas tu vientre al punto que todas tus venas se enferman y convierten en un frenesí espasmódico. ¿Dónde está, entonces, el dulce sonido de la sabiduría que Dios les dio a los hombres? Tú eres muda y ciega, y no sabes lo qué dices. Pero como el aguacero sumerge la tierra, así el exceso de carnes y vino induce en el hombre blasfemias y burlas. Yo, en cambio, he visto en el barro la forma hermosa de cuando Dios creó al hombre. Soy por tanto como lluvia benéfica, de modo que no hago pulular vicios en la carne. Y hago manar la moderación de los hombres, de modo que su cuerpo no se debilite y no engorde por haber tragado más de lo que es necesario para la vida.

Soy cítara que repica con los sonidos de todas las alabanzas, y perforo la dureza del corazón con la buena voluntad. Cuando el hombre nutre su cuerpo con templanza, en sus oraciones hago repicar la cítara en el cielo, y cuando su cuerpo es puro por la moderación en la comida, canto con el sonido del órgano. Cosa que tú, glotonería, no sabes y no entiendes, y tampoco procuras saber y entender. En efecto, tú a veces te lanzas al ayuno inadecuado, de manera que apenas puedes vivir, y otras veces atiborras tu vientre en tu voracidad, tanto que lo desbordas y rebosas babas. Yo, en cambio, establezco un límite para la comida, para que no se sequen los humores del hombre y no se desborden más allá de su medida, y entonces toco alabanzas con la cítara y canto con el sonido del órgano. ¡Oh! fieles todos, librémonos de la glotonería, ya que el vientre de la antigua serpiente la ha tragado, y gracias a ella ha vomitado muchas suciedades”.

LA SEGUNDA IMAGEN

La segunda imagen parecía un leopardo, y dijo:

III. PALABRAS DE LA ASPEREZA.

“No tengo ninguna consideración por ningún acto de coraje ni de victoria, y no quiero que nadie se me resista. Aquellas palabras de las Escrituras y de la fe que me resulten molestas o dañinas no las consideraré, sino las traspasaré de parte a parte”.

IV. RESPUESTA DE LA AUTÉNTICA GENEROSIDAD.

Y de nuevo de la citada nube tempestuosa oí una voz que dio respuesta a esta imagen: “Tú eres una aspereza peligrosa, dañina y demasiado amarga, tú no quieres contestar a Dios ni a sus mandamientos, sino quieres permanecer en tu amargura. En cambio yo soy generosa en la lluvia y en el rocío, en el bálsamo y en la medicina, y obro en la lluvia en nombre de la gracia, en el rocío en nombre del gozo, en el bálsamo en nombre de la misericordia, en la medicina en nombre del consuelo de todos los dolores, de este modo me quedaré en ellos y así reinaré para siempre. En cambio tu elemento es la Gehenna, de la que incluso has nacido”.

LA TERCERA IMAGEN

La tercera imagen tenía la forma de un hombre, salvo que su cabeza, que se pegaba a su cuerpo entre los omóplatos, parecía la cabeza de una bestia salvaje más que la cabeza de un hombre. En efecto, tenía ojos grandes y encendidos y boca como un leopardo.

De una y de otra mandíbula le bajaba hasta al mentón una tira del color de la pez. De ambos lados de la boca colgaba fuera la cabeza de una serpiente, y por la boca emitía muchas llamas. Estaba sobre las rodillas, con el resto del cuerpo erguido. Circundaba su cabeza con un velo de negra pez a la manera de las mujeres y sobre el resto del cuerpo vestía una prenda totalmente negra de la que colgaban mangas vacías, pues tenía recogido los brazos en el interior. Y dijo:

V. PALABRAS DE LA IMPIEDAD.

“No quiero obedecer ni a Dios, ni al hombre. Si obedeciera a alguien, me mandaría hacer lo que le interesare a él, no haría caso de mis intereses, y podría decirme: ¡Márchate! Pero esto no ocurrirá. En efecto, si alguien me ofende, yo se lo devolveré centuplicado, y arreglaré mis asuntos de modo que nadie se atreva a resistirme. No quiero yacer bajo los pies de nadie. Solo tendré en cuenta mi provecho, como hacen todos los que no son estúpidos. Dios quiere que yo haga lo que a Él le agrada, pero no lo haré a menos que también me beneficie”.

VI. RESPUESTA DE LA PIEDAD

Y de nuevo oí una voz de la nube tempestuosa que dije, que contestó: “Tú eres diabólica y cruel, y tienes gran maldad en el corazón. Si Dios permitiera que tú hicieras todo lo que quieres, ¿quién sería Él entonces? Si Dios te devolviera bien a cambio de los males que realizas, ¿dónde estaría el cetro de su poder? En cuanto has comenzado a hacer mal, Dios te ha arrojado como un plomo al infierno, donde todas las criaturas te perseguirán. Por tanto, ¿dónde está ahora tu poder? En ti se alojan tinieblas, blasfemias y desprecio. ¿Dónde descansas? En los insultos. ¿Dónde encuentras paz? En la confusión. ¿Dónde moras? Allá dónde cada uno está contra el otro, dónde siempre hay infelicidad, donde se llevan a cabo homicidios con la crueldad del derramamiento de sangre”.

LA CUARTA IMAGEN

La cuarta imagen estaba rodeada por una oscuridad tan densa que no se podía distinguir en ella ninguno de sus miembros. Sólo logré entrever en aquellas tinieblas que tenía un aspecto de hombre deforme y monstruoso. Estaba de pie sobre una especie de espuma seca, endurecida y negra, que expelía de vez en cuando llamas de fuego. Y dijo:

VII. PALABRAS DE LA FALSEDAD

“¿Quién dice todo sinceramente? Si deseara suerte sinceramente a los demás, me perjudicaría yo misma. El subir de otro significa mi caída. Por lo cual pondré en mi boca palabras llenas de viento que me proporcionarán honor, y así lo que no pueda tener por un lado, lo buscaré por otro. Si fuera sincera, no tendría modo de conseguir favores de los que me rodean. Mientras hago caso a mi asuntos, también descubro los ajenos, así podré decir lo que quiera. Muchas personas sinceras son tan inamovibles en su verdad que no pueden moverse, casi como si estuvieran atadas a un palo. Expresan solamente lo que ven y oyen, razón por la que muchos de ellos se vuelven pobres, indigentes y desterrados.

En cambio yo encuentro lo que investigo con mentira. Cuando deseo ser más noble y rica que los otros, entonces me muestro con palabras más nobles y ricas, para mí eso es mejor que estar atada a un árbol. Pero a menudo afirmo también cosas que no veo ni siento, así me ahorro muchos males e incluso por otros muchos paso ilesa. Si mi discurso fuera siempre coherente, me reprocharían todo. Así pues, yo multiplico mis modos de expresarme para que nadie pueda serme superior. Esto es para mí más ventajoso que ser golpeada con bastones y espadas. En efecto, no he encontrado nunca a aristócratas y ricos que lo fueran sin mi intervención”.

VIII. RESPUESTA DE LA VERDAD

Y de nuevo oí una voz de la referida nube tempestuosa que contestó a esta imagen: “Oh lengua de serpiente infernal, estás privada de toda la fecundidad de la gracia de Dios, tú que siempre lanzas llamas de injuria y engaño. Ningún mal puede bastarte, tú has nacido de él, incluso eres hija del diablo, por lo cual todos tus caminos son injustos y no sabes dónde vas. El susurro y el engaño de la persuasión diabólica son los pechos de tus entrañas, tú chupas el pecho de una ramera, por lo cual recibirás su salario. Actuando así rechazas todo honor, beatitud y honestidad. Yo, en cambio, soy una columna en todos los caminos de Dios, soy la trompeta de la justicia de Dios que suena bien. Cuento todas las obras de Dios, las que son y cuantas son, y las revelo con verdad. Por eso, me llaman al palacio del rey y a todos sus homenajes. También llevo pendientes y pulseras y soy relámpago de todo el adorno de Dios, pues yo expreso la verdad con la justicia de Dios. Pero también el cielo, la tierra y las otras criaturas que son el corazón de la creación, son sinceros, y también las aguas que están bajo el cielo y la tierra, ya que soy el humor de ellas, y perseveran en la verdad. Tú en cambio, parte inicua, eres un ínfimo gusano, por lo cual serás pisada como barro maloliente”.

LA QUINTA IMAGEN

La quinta imagen también se mostraba con aspecto de hombre. Tenía pelo crespo y negro y rostro de fuego. Vestía una capa de muchos colores con aperturas en los hombros, por los que hacía pasar los brazos. Con el brazo izquierdo sujetaba un hacha que apretaba fuertemente hacia sí. En su locura él cortaba sus manos repetidamente con este hacha, de modo que su ropa estaba empapada de sangre. Y dijo:

IX. PALABRAS DEL DESEO DE CONTIENDA.

“No puedo sostener ni soportar esta sobrecarga, porque alguien puede sacudir su manto y luego cargarme con ello, como se carga un costal a una burra a la que sigue su cría. Mientras respire y viva, no permitiré que nadie me golpee con la locura de su voluntad. Impediré a todos que me aplasten como se pisa la suciedad de la tierra. Por el contrario, les devolveré una ofensa mucho mayor que la que puedan hacerme. Nunca me siento cansado causándoles molestias y ofensas para que ellos se ofendan en su corazón”.

X. RESPUESTA DE LA PAZ

Y de nuevo, oí una voz de la citada nube tempestuosa que contestaba a esta imagen, diciendo: “Oh áspero y encendido ardor del ultraje, tú eres crimen sangriento y dientes que trituran, engendras variedad de injurias con tal de esparcir sangre, y según tu voluntad quieres abrirte paso en cualquier lugar que te plazca. En tu boca llevas una gran crueldad con la que logras debilitar muchísimo, y deshonras a los que profesan la mansedumbre. En efecto, destruyes los buenos propósitos y los ánimos tranquilos, y con tus engaños decretas su fin. En ninguna circunstancia encuentras una morada de paz, ni la deseas, ni la quieres; por el contrario, te escondes como una serpiente en una cueva y con tus golpes hieres a todos. Eres parecida a un nido de gusanos que a menudo procuran la muerte a los hombres. Por tanto eres sombra de muerte, pésimo veneno y rápida perdición de los hombres.

Yo, en cambio, soy medicina para todo, ungüento para los que persigues y cura para los que hieres. No estimo para nada las guerras injustas y la inclinación a la disputa eterna. Soy un monte de mirra, de incienso y de todos los demás aromas. Soy un pilar de nube sobre la montaña más alta porque atraigo todos los bienes y sobre todos los cielos prosigo mi camino. Por eso también pasaré por encima de ti, seguiré perjudicándote sin tregua y no te concederé ningún sosiego”.

LA SEXTA IMAGEN

La sexta imagen parecía un leproso, tenía el pelo negro y ninguna ropa, pero se cubría con anchas hojas de muchas plantas. Con las manos se golpeó el pecho, y dijo:

XI. PALABRAS DE LA INFELICIDAD

“¿Qué salvación tengo, sino las lágrimas? ¿Y qué vida tengo, sino el dolor? ¿Y qué socorro tendré, sino la muerte? ¿Y que respuesta se me dará, si no la perdición? En efecto, no tengo nada mejor”.

XII. RESPUESTA DE LA FELICIDAD.

Y de la citada nube tempestuosa oí una voz que respondió a esta a esta imagen diciendo: “Eres adicta a las penas y no deseas otra cosa. Hace falta invocar Dios y buscar su bondad. Tú misma te perjudicas puesto que no confías en Dios. No pides nada a Dios, con lo cual no encuentras nada. En cambio yo clamo a Dios y recibo su respuesta. Le pregunto, y en su bondad me concede lo que deseo. Le busco y encuentro. En efecto, soy gozo respetuoso y toco la cítara en presencia de Dios, ya que le dirijo todas mis obras, por lo que también me siento en su regazo gracias a la esperanza llena de fe que tengo en Él. Tú, en cambio, no confías en Dios ni deseas su gracia, y por lo tanto todas las desgracias te golpearán”.

LA SÉPTIMA IMAGEN

La séptima imagen era como un lobo acurrucado sobre las patas. Acechaba por todas partes para devorar todo lo que lograra agarrar. Y dijo:

XIII. PALABRAS DE LA INMODERACIÓN

“Lo que pueda desear y buscar, lo comeré, y de nada me abstendré. ¿Por qué debiera abstenerme y luego no tener recompensa alguna? ¿Por qué motivo voy a renunciar a lo que soy, puesto que cada uno actúa según lo que hace su especie? ¿Si viviera de modo que apenas pudiera respirar, cuál sería entonces mi vida? Aprovecharé cualquier posibilidad de divertirme y de reírme que se presente. Si mi corazón brinca de alegría, ¿por qué limitarlo? Y si mis venas están llenas de placer, ¿por qué debería cortarlas? Si hay ocasión de hablar, ¿por qué callar? Ya que cada movimiento de mi cuerpo es saludable, actúo como he sido creada, ¿por qué cambiarme en otro que no soy? Cada criatura crece según su naturaleza y obra según lo que le conviene, y así también hago yo”.

XIV. RESPUESTA DE LA DISCRECIÓN.

Y de nuevo oí una voz de la citada nube tempestuosa que respondió a esta imagen: “Oh especialista en emboscadas, con tus insidias corroes todo lo que hay honesto en la razón. Eres parecida a los cachorros de las bestias, que no tienen ninguna moderación, te comportas como un animal inmundo. En efecto, todas las cosas que están en el orden de Dios se corresponden la una a la otra. Las estrellas brillan con la luz de la luna y la luna luce del fuego del sol. Todas las criaturas están subordinadas a otras más grandes que ellas y nada sobrepasa su medida. En cambio tú no tienes en consideración ni a Dios ni a su creación, sino que vas como la cáscara vacía de un grano, movida por el viento. En cambio yo procedo en los senderos de la luna y en el camino del sol, atiendo todas las ordenes de Dios y con ellas crezco en honestas costumbres y lo tengo plenamente en cuenta en el amor. Soy princesa en el palacio del Rey y conozco todos sus secretos. No dejo escapar, sin embargo, sus secretos, sino que los comprendo y los quiero. Resplandezco como un rayo de luz. Tú, en cambio, eres un cuerpo torturado por la enfermedad, pareces un cadáver lleno de gusanos”.

LA OCTAVA IMAGEN

La octava imagen parecía una torre que tenía sobre la parte superior una fortificación en la que se abrían tres ventanas. Bajo éstas aparecieron dos brazos de hombre, cuyas manos se extendieron sobre la fortificación. Y aquellos brazos estaban cubiertos de tinieblas como si fueran mangas. Las manos estaban desnudas, pero estaban ardientes. Y dijo:

XV. PALABRAS DE LA PERDICIÓN DE LAS ALMAS.

“¿Qué beneficios y que recompensa tendré? El fuego. En efecto yo y la sustancia de la que nací no queremos nada más. Yo rehuyo todo lo que resplandece, rechazo seguir cualquier obra luminosa y no quiero ningún adorno de gemas brillantes, ya que soy una predadora de almas. Ésta es mi tarea, la que quiere aquel del que he nacido, yo soy la maldición que él ha creado”.

XVI. RESPUESTA DE LA SALVACIÓN DE LAS ALMAS

Y de nuevo, de la citada nube tempestuosa, oí una voz que dio respuesta a esta imagen: “Eres un dardo del diablo, tú que volando en nocturnas insidias martirizas a los santos cuando quieren lo que tú no quieres y hacen lo que tú rechazas, mientras que tú quieres arruinarlos pero no puedes. Los santos se alzan bajo el estandarte de la fe entre la multitud angélica, se precipitan contra ti y tienen una gran sed de oprimirte, como el ciervo anhela beber las aguas del manantial. Te arrollarán con el bautismo y con los siete dones del Espíritu Santo que se manifestaron en la humanidad del Salvador en un diluvio de aguas. Éste es el fin al que estás destinada, ya que te alineas contra Dios. En cambio yo soy la casa de todos los bienes, torre de Jerusalén en las obras de los santos. Y gracias al carnero enredado en las zarzas que a Cristo representó, sostengo a los penitentes, sustento a los sencillos gracias a la fe en el bautismo y a los inocentes con la unción del Espíritu Santo. Por tanto, gracias a la virginidad más pura que floreció como azucena en la carne de Cristo, camino renovada por la vía de la salvación, por lo cual también soy milicia de Dios”.

XVII. PALABRAS EN EL RUGIDO DEL LEÓN.

Y delante del Hombre antedicho había un león que se volvió contra estos vicios, y emitiendo un potente rugido gritó al viento:

“Oh vicios diabólicos, os destruiré con un incendio abrasador y con esta devastación terminaré con vosotros, ya que siempre intentáis oponeros a la justicia de Dios y a mí”.

XVIII. DIOS, OPONIÉNDOSE A LAS TINIEBLAS DE LAS INSIDIAS DIABÓLICAS, PRODUJO TODOS LOS INSTRUMENTOS DE SALVACIÓN EN EL ANTIGUO Y EN EL NUEVO TESTAMENTO.

Y de nuevo oí una voz del cielo que decía: “Dios, con muchas señales y variedad de castigos se opuso a las tinieblas de las insidias diabólicas. Ofuscó la confusión de los vicios, y no pudieron resistir la santidad de los ciudadanos del cielo. Él, mirando fuera del cielo, reforzó a sus fieles con toda santidad”.

Por lo tanto, ves que el Hombre mencionado se dirige a Occidente y mira hacia el Occidente y al Norte, ya que Él, manteniéndose firme contra el diablo, como bravo combatiente, siempre tuvo este propósito en sus antiguos decretos: emplear todos los instrumentos de salvación contenidos en el Antiguo y en el Nuevo Testamento y todas las facultades de las buenas obras, para combatir las tinieblas que destruyen y el necio frío de la ignorancia.

XIX. EN LA FORTALEZA DEL HIJO DE DIOS ESTÁ NUESTRA PROTECCIÓN, QUE TODAVÍA NO SE HA MANIFESTADO A TODOS.

En cada hombro Él tiene un ala que cubre sus brazos: significa que en la fortaleza de la divinidad y la humanidad del Hijo de Dios, está la defensa que nunca falla y nunca se acaba, ya que Dios todo lo conserva en ella y por ella, y por su medio tiene ocultas también obras que, escondidas en su antiguo y oculto decreto, dispuso que no se manifestaran todavía a nadie. En efecto, aunque Dios cada día obra nuevos milagros, muchos sin embargo están en el secreto de los decretos que no ha revelado todavía, del mismo modo que tampoco los pensamientos de los hombres se conocen antes que se traduzcan en una obra concreta.

XX. LOS DOCTORES TRATAN DE DESVELAR LOS MISTERIOS ESCONDIDOS EN LAS ANTIGUAS PROFECÍAS, Y NO PARARÁN DE HACERLO.

También tiene un ala en la espalda y en el pecho. Representa los misterios que estaban ocultos antes del nacimiento del Hijo de Dios, en cierto modo como si estuviera a su espalda. Gracias a la protección de su mano, las antiguas profecía estaban veladas por muchas oscuridades. Ahora los verdaderos doctores tratan de explicar estos misterios en la medida en que Dios ha querido desvelarlos. Y así, ahora sacan de la profundidad de la sabiduría, como de un pozo, los misterios del Nuevo Testamento en defensa de las cosas del espíritu. Y no pararán, del mismo modo que tampoco Dios paró hasta que hubo terminado su obra en seis días. Sin embargo, los doctores no lograrán nunca agotar este pozo.

XXI. LOS SECRETOS DEL ANTIGUO Y DEL NUEVO TESTAMENTO SE EXPONEN A LOS FIELES PARA QUE LOS PONGAN EN PRÁCTICA.

Todas estas alas están levantadas como para emprender el vuelo, lo que significa que todos los secretos del Antiguo y del Nuevo Testamento se muestran a los fieles para que los conozcan y los practiquen en las buenas obras.

XXII. POR QUÉ SE PROTEGIÓ LA PROFECÍA EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

La punta del ala que está sobre la espalda se dobla hacia el ala izquierda y no hacia la derecha. Esto muestra que los avisos proféticos se protegieron en el Antiguo Testamento para su defensa por su gran fortaleza en la proclamación de sus secretos y por la integridad de sus palabras. Profecía y ley son una única cosa, ambas proveyeron a las necesidades del cuerpo de los que vivieron según la carne y no se doblaron a la derecha, que representa las cosas del espíritu, puesto que no había venido todavía el que prometió la recompensa del cielo.

XXIII. POR QUÉ EN LA ANTIGUA LEY, LA TIERRA SE SANTIFICÓ SEGÚN LA CARNE, EN CAMBIO EN LA NUEVA, GRACIAS AL HIJO DE DIOS, SE GLORIFICÓ EL CIELO.

La punta del ala que está en su pecho está dividida en dos partes. Significa que la protección del secreto profundo en su origen, se encuentra en el Antiguo y en el Nuevo Testamento. Los verdaderos maestros en las profecías y en el Evangelio, multiplican los místicos secretos con sus místicas palabras. Por consiguiente, en la Antigua ley la tierra fue santificada externamente por muchas purificaciones, según la carne. En la Nueva, en cambio, gracias al Hijo de Dios, el cielo se glorifica con muchos y ricos signos de justificaciones legítimas y espirituales.

XXIV. CON LA CIRCUNCISIÓN LOS ANTIGUOS QUEDARON PEGADOS A LA CARNE, LOS FIELES EN CAMBIO EN EL BAUTISMO SIRVEN AL ESPÍRITU.

Y una parte se dobla hacia el ala izquierda, la otra hacia la derecha. Significa que el Antiguo Testamento se inclinó a la defensa de las cosas terrenales, mientras el Nuevo anhela la protección de las celestiales. Mientras los antiguos quedaron pegados a la carne con la circuncisión, los creyentes en cambio, con la ayuda del Hijo de Dios, sirven al Espíritu con el bautismo. Pero los primeros no fueron justificados por la observancia de la ley y quedaron pegados a las cosas terrenales. Los creyentes, en cambio, purificándose gracias a la fe en Cristo, han conseguido la recompensa del cielo, como también dice el apóstol Pablo:

XXV. PALABRAS DE PABLO SOBRE ÉSTO.

“Sabiendo que el hombre no se justifica a través de las obras de la ley, sino solo por la fe en Jesucristo, también nosotros hemos creído en Cristo Jesús, para ser justificados por la fe en Cristo y no por las obras de la ley”. (Gal 2, 16). Cuyo sentido es:

La gracia de Dios, por el Espíritu Santo, consiguió la fidelidad del pueblo, puesto que la caída de Adán había herido mortalmente las almas de los justos. El dedo de Dios escribió la ley de Moisés para ellos. En efecto, la carne profanada no pudo liberar la carne profanada, precisamente porque estaba profanada. Por eso Dios prescribió a Moisés a través de la ley que los hombres le sacrificaran machos cabríos y toros como sumisión y obediencia, señal por la que aprendieron luego a sacrificarse a sí mismos a Dios con la mortificación de su cuerpo, tal como le ofrecían animales en sacrificio.

Sin embargo, cuando el más inmaculado y puro de los hombres se ofreció como un sacrificio a Dios con su sangre y muerte, en Él fueron purificados todos los pueblos. Por lo tanto, que los hombres entiendan en su conocimiento que el hombre no se justifica por las obras de la ley carnal, cuando la observa a la manera carnal. La sangre y la ceniza de los animales no han podido justificarlos ni liberarlos, pero en el Hijo de Dios está la justicia de la verdad que muestra el camino de la salvación. Por su fe en el Hijo de Dios serán salvados los que creen en Él con fe sincera. Que los fieles crean con fe sincera en Él, ya que es el camino y la verdad, es decir el camino en la fe y la verdad en lo que se cree. Así, serán justificados por las obras de fe que cumplen por amor al mismo Hijo de Dios, y no por obras hechas de mala gana que provocan amargura.

En efecto, las buenas obras indican la patria celeste en su rechazo de las obras de muerte, tal como Cristo es unción que consagra los pueblos por la penitencia, y los salva por Él mismo. Él es la víctima sacrificial pura y cebada, que se ofreció por todos los hombres que creyeron en Él, ya que la ley antigua no justificó al hombre ni lo liberó completamente, sino que le enseñó el camino. Ella fue casi una voz antes de la palabra, pero la Palabra, es decir el Verbo, es el Hijo de Dios, que dio la nueva ley en la verdad.

XXVI. LA RAZÓN DISCIERNE TODO LO QUE DIOS HA DADO.

Que en medio de cada ala aparezca un libro, significa que la razón está dentro de la potencia de la divina protección, y ella produce, dispone y discierne todo lo que Dios la ha dado según su voluntad, ya que no hay nada que la razón no penetre y examine con agudeza.

XXVII. EN LA ANTIGUA LEY, LA RAZÓN ANUNCIÓ LA SANTIDAD QUE SE MANIFESTÓ CON CRISTO.

Y el libro que está en el ala izquierda tiene dos páginas, ya que la razón, que obró en la antigua ley gracias a la protección divina, reveló dos manifestaciones de rectitud, una de color verde, la otra de color plateado. El verde es la fuerza vital de los mandatos divinos en la materia de la obra de Dios, que Dios mismo realizó. Lo mismo que de la tierra brota todo tipo de verdor, así el antiguo Testamento hizo conocer cada semilla y cada flor de la futura equidad, y esta pureza se manifiesta en el fundamento de plata del conocimiento puro, que anunció la pura santidad que había en Cristo.

Por lo cual, ves que en la página verde hay palabras escritas que muestran la fecundidad de la instrucción divina en el hecho de que Noé, construyendo el arca, obedeció al que no tiene ni principio ni fin. Y también muestran como Él restaura con el agua nueva al hombre destinado a morir, estableciendo que sea devuelto a la vida gracias al bautismo.

Sobre la página de plata está escrito que en la revelación de la verdadera ciencia se manifiesta que Dios, en el antiguo Testamento, mostró dureza a los hombres, puesto que ellos tuvieron para Él dureza, no ternura. Luego, en la nueva ley, sus corazones tiernos pudieron recoger las palabras divinas.

XXVIII. LA RAZÓN MANIFIESTA EN EL HIJO DE DIOS A DIOS Y AL HOMBRE, QUE SE ENCARNÓ SIN NINGÚN DETRIMENTO DE SU DIVINIDAD Y PERMANECE EN LOS QUE LE CONTEMPLAN CON CORAZÓN PURO.

En el libro del ala derecha hay dos páginas. Significa que en el Nuevo Testamento el poder de la razón, protegida por la santidad del cielo, se muestra de dos modos, cuando manifiesta al único Dios, que es Dios y Hombre en el Hijo de Dios. Una página es de color zafiro, la otra de color oro. Significa que la virginidad resplandece en Cristo como un zafiro, ya que Él mismo, nacido de una naturaleza virginal, enseña la castidad, para que todos los que quieran imitarlo la elijan. Además, en Él también resplandece un áureo fulgor, cuando los fieles lo creen verdadero Dios nacido de Dios Padre, que creó todo junto con el Padre. En efecto, al principio de la creación el Hijo de Dios existía en su plenitud, Él ya era antes del tiempo, y no disminuyó de ningún modo cuando creó a todas las criaturas. Él no fue creado, y todo lo creó. Tampoco sufrió ningún detrimento de su divinidad cuando se encarnó.

En la página color zafiro ves escritas palabras. Estas palabras se refieren a la revelación verdadera de que la Virgen engendró un hombre puro en su pura virginidad, cuando el soberano del mundo envió con amor su propio Verbo a los creyentes, y el Verbo permaneció entre los que tratan de mirar a Dios con corazón puro.

Y en la página color oro también hay escritas palabras que se refieren a que el Hijo de Dios, apareció en el mundo en la revelación y en los signos de muchos prodigiosos milagros, y anunció que era el origen de todo y que había llegado como Hijo de Dios. Él es aquel origen que creó todas las criaturas y que luego entre todas las criaturas eligió por madre a la Virgen.

XXIX. LOS PROFETAS, VIERON CON ANTELACIÓN LA ENCARNACIÓN DE CRISTO COMO EN UNA SOMBRA, Y DIJERON SOLO LO QUE VEÍAN Y SABÍAN

El libro que está en el ala sobre la espalda del Hombre parece mármol, de una pieza y de color blanco. Significa que el poder de razón, protegido por la fuerza de la profecía que predijo la llegada de Cristo en el futuro, previó su Encarnación, como en una sombra. En efecto, quién ve la espalda de alguien, todavía no conoce su rostro y se pregunta como será su aspecto. Del mismo modo los profetas profetizaron al Hijo de Dios, pero no lo conocían aún en la carne. Ellos también tenían una cierta dureza, como la solidez del mármol, porque, invadidos por el Espíritu Santo, no se arrodillaron delante de nadie, manteniéndose firmes en la integridad de la verdad, sin dispersarse aquí y allá en sus palabras. Lo que dijeron no lo aprendieron de otros, si no de Él, que es Dios en su total integridad. Fueron parecidos a las piedras, ya que persistieron en el rigor sin ceder a nadie, sin embargo lo hicieron en la blancura de la sencillez, pues no dijeron nada más que lo que vieron y supieron, como un niño en su sencillez no dice otra cosa sino lo que ve y sabe.

XXX. EL ESPÍRITU SANTO SE PRODIGÓ SOBRE LA RAZÓN HUMANA, Y LOS PROFETAS CON VISIONES, LA SABIDURÍA Y LA CIENCIA, DESVELARON LOS MILAGROS DE DIOS DE UNA MANERA DESCONOCIDA

Pero el dedo de Dios había escrito en aquel libro los secretos que quería revelar. Significa que el Espíritu Santo prodigó gracias sobre la razón humana cuando el hombre profetizó. Y lo hizo con visiones, cuando los profetas, iluminados por el Espíritu Santo, previeron con anticipación los acontecimientos futuros. Y algunos también preanunciaron muchos acontecimientos por su sabiduría, ya que la omnipotencia de Dios tocó sus mentes, tanto que previeron el sentido de muchísimos hechos, como también Dios edificó todo con la sabiduría. Y también con su ciencia, cuando la Palabra de Dios observó e inspiró su ciencia y revelaron así hechos ocultos y escondidos.

En efecto, el Espíritu del propio Dios inspiró vida en aquel barro original del que Dios hizo surgir al hombre. Y el Espíritu iluminó la vida que nunca debe acabar, es decir el alma, que no encontrará fin. El Espíritu también iluminó a los profetas, así ellos desvelaron los milagros de Dios de una manera desconocida, tal como el barro se cambió en una forma diferente de vida, de carne y sangre.

Estos son milagros de la divinidad que Dios desvela en sus maravillas cuando hablan los profetas, con visiones de hechos qué ya ven en el Espíritu, escribiendo, cuando por mandato de Dios confían aquellos hechos a la memoria, y tocando la cítara, ya que la razón inspirada por el Espíritu Santo encuentra melodías en la voz y en las palabras de los que alaban a Dios. Así se produce un sonido, y por tanto, en éste también se alaba a Dios.

Y Dios ejecutó estos milagros entre los hombres haciendo cantar a los Querubines en las alas de la profecía, ya que entre todos ésos, como ya se ha dicho, los profetas, inspirados por el Espíritu de la profecía, enseñan muchos milagros, como los Querubines que conocen los arcanos que Dios, en su oculto juicio revela cuando quiere, como quiere y a quien quiere.

XXXI. LA RAZÓN ESTÁ COMPLETAMENTE DENTRO DE LA SABIDURÍA DE DIOS, AUNQUE DEMASIADO A MENUDO SE INCLINE A LA CARNE.

El libro que está en el ala sobre el pecho es negro en su totalidad y esta lleno de estrellas. Significa que la razón está completamente dentro de la protección de la profunda sabiduría de Dios, sin alejarse de ella ni oponerse de ningún modo, aunque los hombres tengan costumbres muy diferentes. También enseña que todos los sabios, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento dijeron una única cosa a propósito de Cristo, estando unidos en Él.

Es de color negro, ya que la razón, por la sensibilidad humana, se vuelve hacia la carne demasiado a menudo, y también a menudo se pregunta qué y de qué tipo son los hechos de los que habla. Pero resplandece a la luz de las estrellas, ya que en los hombres existen fe e inteligencia. En efecto, gracias a la fe, los hombres creen en Dios al que no pueden ver, y en los milagros de Dios, e incluso comprenden hechos qué resultan difíciles de entender para su inteligencia. Así reconocen a pesar de todo que sólo son criaturas de Dios.

XXXII. LOS MISTERIOS DEL ANTIGUO TESTAMENTO REFUERZAN A LOS HOMBRES SABIOS CONTRA EL DIABLO, Y NO DEJARÁN DE ESTUDIARLOS, HASTA COLMAR SUS CORAZONES.

El libro tiene sobre sí muchas cosas escritas en caracteres blancos, tomadas de lo profundo de los libros descritos. En el resplandor de la bondad de Dios, la razón propone los misterios del Antiguo y del Nuevo Testamento unidos en un solo todo preciso, ya que los fieles y los hombres sabios, los reúnen en la doctrina católica, y gracias a ellos se preparan caminos de rectitud contra las tinieblas de la incredulidad y contra el diablo mismo. Lo hacen a causa de su sed de las Escrituras, de la que sacan con gran deseo, y no paran hasta haber colmado con ello todos los conocimientos de su corazón. Tampoco Dios parará su obra hasta que no la lleve a cabo completa y perfectamente. Los sabios, cuando examinan con agudeza las Escrituras y la estudian con cuidado, veneran a Dios y magnifican su nombre. Allí dónde los hombres construyen, también buscan el honor de Dios, como dice el salmista David:

XXXIII. PALABRAS DE DAVID SOBRE ÉSTO

“Todas las naciones, que tú has creado, vendrán a postrarse delante de Ti, oh Señor, y glorificarán tu nombre, porque Tú eres grande y haces maravillas, sólo Tú eres Dios”. (Salmo 86,9-10). Su sentido es el siguiente:

Dios ha creado a todas las criaturas y también ha permitido actuar al hombre, y en efecto, los hombres obran, forman y ordenan. Obran entre las criaturas. Cada uno forma lo que él desea, pero no es capaz de dar espíritu a lo que ha formado. También imponen reglas a los que dirigen. Y ya que Dios ha creado al hombre y lo ha suscitado a la vida con el soplo de su Espíritu, todas las naciones que han nacido de Adán, siendo criaturas de Dios, vendrán según su voluntad y buscarán a Dios postrándose delante de Él, invocando su nombre, conscientes de su presencia. En efecto, no pueden alejarse de Él, como un hijo no puede ignorar que tiene padre, y así dan gloria al nombre de Dios, cuando claman e invocan a Dios. Pero algunos hombres sostienen que la obra de sus manos es como Dios, y llaman Dios a esta misma obra, una sugerencia con la que el diablo envuelve a estos hombres hinchados de soberbia. Ésos creen que glorifican el nombre de Dios, pero no conocen a Dios. Quieren tener a Dios, cuando no lo tienen para nada.

Por eso se le dieron al hombre las leyes antigua y nueva, para que creyendo, viendo y venerando a Dios, lo conozcan. De estas dos leyes los sabios y los filósofos sacaron la sabiduría y no dejaron de llenar con ella sus vasijas. Esto agrada a Dios, pues todas las cosas que Dios ha hecho le complacen. El Señor es grande en sus milagros, grande en las virtudes del cielo y también haciendo maravillas. Todas las grandezas de sus obras refulgen en su gloria. En efecto, Dios hizo subir a Noé en el arca, mostró a Abraham su numerosa descendencia, a Moisés le dio incluso la ley, y volvió a llamar a la vida a los que creyeron en su Hijo. Todo esto son grandes maravillas. Los fieles siempre piensan en ellas con devoción y no cesan de investigar su gran profundidad, ya que proceden de Dios. Solo Dios hizo estas cosas. Todos los bienes nacen de Él y a Él vuelven, por eso, cuándo Dios creó al hombre lo hizo girar como una rueda en el espíritu de vida, razón por la cual el hombre también vuelve una y otra vez a Él.

XXXIV. MUCHOS VIVIERON ANTES DE LA LEY, OTROS MUCHOS EN LA LEY Y TAMBIÉN MUCHOS EN EL BAUTISMO. TODOS, GRACIAS A LAS OBRAS DE FE, DESCANSARÁN EN LAS MORADAS DE LA FELICIDAD.

Como antes se mencionó, de los hombros hasta los muslos este Hombre está en otra nube blanca bajo las nubes. Esta nube blanca está llena de almas de justos. Esto revela que el resplandor de los milagros de Dios, que se extendía desde el principio en la fuerza que hizo surgir las criaturas hasta la Encarnación del Salvador, y que aparece también ahora en la misma gloria de la Encarnación, tiene en sí multitud de las almas que sirven a Dios. Porque muchos vivieron antes de la ley, muchos en la ley, otros muchos perseveraron en el bautismo y todos estos, gracias a la Redención del Hijo de Dios, han conseguido la felicidad del cielo. Así que ahora se alegran en aquella mansión que Dios les asignó ya desde el principio del tiempo. Los fieles, gracias a las obras de fe, aseguran a sus propias almas el descanso en la morada de la santidad, donde felizmente encuentran paz, después de que su vida carnal se haya consumado.

Por eso en aquella beatitud oyes una voz angélica que viene de lo alto de los cielos, e invita a la creación a alabar al que lo gobierna y a glorificar al que vive por los siglos de los siglos. Así las almas de los justos se levantan en la alegría, ya que ellos vienen de la vida a la Vida y no se vuelven atrás, ya que ellos permanecerán en su nueva vida eternamente. De manera similar, las ruedas de la vida que representan la divinidad, y el Espíritu que sin tardanza santifica el bautismo, se mueven para instruir y purificar a los hombres, y nunca se alejarán de la vida. En efecto, no se dará otra doctrina que conduzca los hombres a la vida. Estas almas, mientras se encontraron en su cuerpo, huyeron de los ídolos y dejaron su tierra, como Abraham, y abandonaron las actividades terrenales. Y así fueron como desterrados con grandes suspiros en tierras desconocidas, pero entonces, viviendo según los mandamientos de Dios, aumentaron sus méritos, por lo cual reciben ahora grandes recompensas.

XXXV. EN LOS GOZOS MÁS OCULTOS ESTÁN LAS ALMAS QUE HAN LLEGADO A PERFECCIÓN DE LA SANTIDAD. Y ESTÁN TAN SEPARADAS DE LOS DEMÁS HOMBRES COMO LO ESTÁN LOS ÁNGELES DE LOS HOMBRES.

Pero en el resplandor de aquella beatitud, en los gozos más ocultos están otras almas llegadas a la perfección de santidad, que se dedicaron a la contemplación divina mientras se encontraron en su cuerpo. Estas almas están engalanadas con todo género de virtudes celestes y santidad. Por lo cual alaban a Dios con el sonido excelso de las trompetas. Este es el soplo que exhala la boca de los profetas, los sabios y los demás elegidos de Dios, ya que las obras del Espíritu Santo son innumerables entre los hombres. Exultan con gozo pleno con las cítaras y repican un sonido tan admirable e inenarrable que el corazón humano no podrá ni acogerlo ni entenderlo. En efecto, resuenan como el sonido de mar y el sonido agua, y producen sonidos extraordinarios puesto que ejecutaron buenas obras con fuego y agua en la santidad del bautismo, y porque con estas obras movieron a otros elementos.

Estas son las personas que, mientras vivieron sobre la tierra, se elevaron sobre los deseos de la carne con la voluntad de sus mismos corazones, rechazaron los afanes terrenales, casi como si no fueran hombres, y así fueron separados de las otras gentes como los ángeles de los hombres. En virtud de sus obras, volaron a las moradas celestes, y observaron a Dios por las ventanas de la fe con la bondad y la sencillez de un niño. Y en estas buenas obras perseveraron con firmeza.

XXXVI. LAS ALMAS DE LOS SANTOS DESEAN QUE LES SEAN DEVUELTOS SUS CUERPOS, TANTO COMO UN NIÑO HAMBRIENTO PIDE PAN A SU PADRE.

Ellos también expresan su deseo preguntando cuánto tendrán que esperar para que sus obras, que resultan claras y manifiestas a Dios vivo, les devuelvan los cuerpos con que soportaron las fatigas, de forma que puedan ver a Dios sin el impedimento con que Moisés veló su rostro. En efecto, las obras que los santos realizan por inspiración del Espíritu Santo resplandecen delante de Dios como el claro cielo, puesto que han sido cumplidas con Dios y en Dios. Dios concede a estas almas el alivio del descanso en virtud de estas obras, pero todavía no el gozo pleno, que ocurrirá cuando el último día lleguen los pueblos a su plenitud.

Entonces Dios juntará los cuerpos y las almas de los santos con sus obras buenas, y los conducirá ante su rostro, y entonces podrán verlo plenamente. Pero ya que el cuerpo con el alma realiza las obras buenas, cuando el alma está privada del cuerpo no puede gozar de aquella plenitud que la permite ver plenamente el rostro de Dios, carente como está de su cuerpo. Por tanto, cuando el cuerpo y el alma se reúnan, Dios desvelará su rostro, de modo que los santos lo vean, y se reunirán el alma y cuerpo que obraron juntos.

Pero ahora, este clamor es el alto y fuerte clamor de los santos. Ellos esperan con impaciencia el momento de recobrar sus cuerpos y los solicitan, como señal de la plenitud de su alegría, con un deseo tan grande como el de un niño hambriento que pide pan a su padre, y al que el padre con benevolencia contesta que pronto se lo dará.

XXXVII. ANTES DE QUE LOS MUERTOS RECOBREN SUS CUERPOS, EL MUNDO SERÁ PERTURBADO.

También reciben la respuesta que antes de que ellos recobren sus cuerpos el mundo será perturbado y cambiado en otro, la antigua serpiente y sus poderes serán aplastados y el Dios verdadero, mostrándose como Dios y como hombre, reunirá todos los miembros de sus elegidos que así recobrarán la integridad de sus propios cuerpos.

XXXVIII. AUNQUE LAS OBRAS DE LOS SANTOS SEAN DIFERENTES, SIN EMBARGO ELLOS SE RECONOCEN COMO COMPAÑEROS, POR INFLUJO DEL ESPÍRITU SANTO.

Y las mencionadas almas de los santos conocen a estos elegidos de Dios, porque, aunque hayan obrado buenas obras diversas y diferentes por inspiración del Espíritu Santo, sin embargo se reconocen compañeros por influjo del ardor del Espíritu Santo. Escuchan sus voces que repican en cantigas y alabanzas, ven la refinada pureza de su conciencia y contemplación, y con ellos reciben la divina respuesta dada de lo alto. Incluso están dispuestos a esperar hasta que el Dios fuerte imparta su fuerte orden y reprima todas las diabólicas temeridades al final del mundo, para poder recobrar así sus cuerpos para la felicidad y la gloria eterna.

XXXIX. EN LA INFELICIDAD TENEBROSA EL DIABLO PROPONE ACTOS INCONVENIENTES A QUIENES DEBERÍAN SERVIR A DIOS EN PAZ.

Así pues, en la mencionada niebla donde anteriormente viste diversos tipos de vicios, también ahora consideras ocho vicios mediante sus imágenes: es decir, en la tenebrosa infelicidad, en la que antes habías contemplado las variedades de insidias diabólicas, ahora las ves en cuatro parejas de significados perversos, y cómo éstas suelen perturbar el orbe de la tierra por sus cuatros confines y sus cuatro elementos, ya que quienes deberían servir a Dios en paz asiduamente se fatigan por sus infestaciones. En efecto, mostrándose el diablo con sus fuerzas y vicios, casi como si fuera Dios, innumerables veces insidia a los hombres proponiéndoles obras inadecuadas. Y hará esto por mucho tiempo, hasta que algo más superior se le imponga.

XL. LA ANTIGUA SERPIENTE, MOVIÉNDOSE CONTRA EL CIELO, QUIERE ATRAER A TODOS AL LAGO DE PERDICIÓN.

Ves una imagen como una serpiente que yace boca arriba en las tinieblas. Significa que el diablo, aquella antigua serpiente, en las tinieblas de su maldad espolea el deseo del justo en contra de las cosas del cielo, cuando persuade al hombre para descender del deseo de las cosas del cielo a los de la tierra.

Sus ojos arden como fuego, pues la mirada del diablo emite las llamas del engaño en el fuego del odio. La lengua se alarga fuera de la boca, ya que la mentira procede ferozmente de su capacidad de morder. Y la cola esta cortada en la parte final, porque no puede concluir su obra según su voluntad. Querría atraer todo hacia el lago de la perdición, si la Divina Majestad no se lo impidiera.

El cuerpo es de color negro, puesto que con cada esfuerzo persuade los hombres a olvidar Dios, y las tiras de un color amoratado y venenoso van de su cabeza hacia abajo, todo a lo largo, significan los caminos de Satanás, que tienen la palidez de la muerte y provocan un venenoso trastorno de la humanidad a través de la glotonería, como en él se inició la perdición. Los caminos de Satanás conducen a los peores finales porque como el principio del diablo es el mal, así también el mal es su final.

XLI. LA GLOTONERÍA, SU COMPORTAMIENTO Y SU SENTIDO.

El hecho que su vientre esté abierto, significa que las fauces del diablo se abren para devorar las almas. En él aparece la imagen de un hombre que yace boca arriba como en una cuna que representa la Glotonería. El diablo, induciendo en primer lugar a los hombres a la voracidad, logra envolverlos más fácilmente y plenamente en los demás vicios, ya que la glotonería, al descansar boca arriba, olvida todas las demás cosas en su voraz afán y se duerme para apartar a los hombres del deseo del paraíso. El hombre fue seducido en primer lugar por las astucias de la serpiente a través de la comida.

Tiene un gorro levantado un poco, como un casco, porque la glotonería levanta su propia voluntad en el corazón de los hombres exhibiendo una autoridad inconsistente sin resultado, ya que después de que ellos han llenado su vientre empiezan a hacerse soberbios, como si rebosaran de todos los bienes.

Debajo de este gorro tiene pelos blancos que descienden hasta los hombros, porque al ostentar la blancura de la superabundancia en el poder de su fuerza, desprecia todo sin moderación y no quiere ser inferior a nadie.

Por este motivo incluso se adorna de una vestimenta de seda blanca y ligera, ya que está envuelto por el afán de deliciosos y elegantes banquetes. Y lleva una capa que por su color es parecida a la piel de la serpiente, ya que se rodea de toda la diversa gama de los vicios que la diabólica iniquidad produce para seducir a los hombres, iniciándola con superabundancia de comidas y bebidas. Este vicio también reveló todo esto en las palabras que dijo anteriormente. Este pecado se combate con la Abstinencia, y el hombre ya está advertido para que no se exponga a este escarnio.

XLII. LA ASPEREZA, SU COMPORTAMIENTO Y SU SENTIDO.

La segunda imagen representa la Aspereza, que sigue a la Glotonería. Después de que el hombre ha engordado a causa de la voracidad excesiva, incurre en la aspereza y en la amargura por la superabundancia de comidas, tal como el invierno sigue el verano. Y es como un leopardo, ya que todas sus obras están llenas de amargura. También ella es terrible, de modo parecido a una fiera en la que se manifiestan dos segundas naturalezas, tanto por sus palabras (como demuestra el discurso anteriormente dado) como por sus obras. Por eso la reprenden las palabras de la Auténtica Generosidad que animan a los hombres a ser pródigos en generosidad. En efecto, existe una gran amargura cuando el hombre se aleja de Dios, se endurece contra Dios como si Dios no fuera su socorro y no da gracias a Dios por lo que le concede. Por eso preparan vuestras almas hombres ilustres y sabios, para conduciros a Dios, como Isaías, inspirado por Mí, os explica, cuando dice:

XLIII. PALABRAS DEL PROFETA ISAÍAS SOBRE ESTE TEMA

“Si abres tu corazón al hambriento, si consuelas el alma afligida, tu luz brillará en las tinieblas, y tus tinieblas se volverán mediodía, y Dios te dará el eterno descanso e inundará tu alma de resplandores, y dará vigor a tus huesos”. (Is. 58, 10-11) El sentido es el siguiente.

El alma posee aliento, deseo y voluntad, y está en contacto con la carne que ha surgido de la tierra. Tan pronto como el alma mueve su cuerpo, es decir, tan pronto como le ha vivificado, la carne siente el pecado del que procede el cuerpo. Y cuando la carne ha sido perfeccionada, el alma desea hacer el bien, casi como si tuviera hambre de ello. Entonces el hombre, con el suspiro del alma que tiende a Dios, se eleva rápidamente hacia Dios con deseo de alcanzarlo, y con deseo de permanecer en la voluntad del alma que le lleva a amar a Dios. El alma tiene en sí muchos bienes y muchos males, como el hombre demuestra a menudo en sus acciones.

El alma es como el viento que sopla sobre los tallos de hierba, como el rocío que cae sobre la hierba, como el aire lluvioso que los hace crecer. Por tanto, el hombre debe ofrecer su buena voluntad a quien la desee. ¿De qué manera? Sea viento en ayudar los pobres, rocío en consolar a los abandonados, aire de lluvia en socorrer al necesitado y en alimentarlo con su doctrina, como si estuvieran hambrientos: Cuando el hombre les dedica su alma, claramente se entrega con todas sus fuerzas a su misma alma.

Cuando tú, hombre, hayas hecho eso, habrás rescatado con persuasiones amistosas y habrás colmado de santas exhortaciones al alma acosada por diablos y hombres, atada y encarcelada por los pecados. Entonces brillará tu luz en las tinieblas de los pecados con el surgir de la justicia. Avanzarás en un camino bueno y santo, cesarás de pecar y empezarás a realizar buenas obras. Porque las tinieblas de los pecados no ofuscan la luz de la santidad, sino que incluso, aun no queriendo, la sirven.

Entonces también, las tinieblas de las faltas que hayas cometido se parecerán al mediodía, encaminándose a la desaparición, ya que, como después del mediodía el día declina, así también tus pecados disminuirán y se disolverán en la nada.

Así, con su gracia, el Dominador del mundo y el Dios de todas las criaturas te proporcionará eterno descanso de tus enemigos, y lo hará para siempre, tanto que ellos ya no tendrán poder sobre de ti, pero tú siempre los pisarás como el escabel de tus pies. Y tu alma se inundará de celeste alegría y de resplandores de la claridad del cielo, iluminada por la luz serena de tus buenas obras. Dará vigor a tus huesos, liberándolos de la corrupción, es decir los huesos de tus miembros que han realizado obras buenas y santas, destinándoles a la resurrección futura donde no habrá nada mortal, sino que todo se llamará santo e incorruptible.

XLIV. LA IMPIEDAD, SU COMPORTAMIENTO Y SU SENTIDO.

La tercera imagen representa la Impiedad. Va después de la Aspereza, porque cuando se encuentra aspereza en los corazones de los hombres, sobreviene la falta de piedad, que no se alegra en los bienes del Dios, sino que destroza todos los que puede.

Y tiene aspecto de hombre, salvo que su cabeza, que se pega a su cuerpo entre sus omóplatos, parece la cabeza de una bestia salvaje más que la cabeza de un hombre. Esto es porque reina sobre los hombres y enseña ya desde su principio su peculiar carácter, tiene claramente modos agresivos de bestia, pero también tramposos, ya que se esconde detrás del aspecto de hombre. Rechaza la verdadera doctrina que lleva al bien, y la obediencia que sabe someterse a Dios y carece enteramente de la belleza de la justicia.

Tiene ojos grandes y encendidos y boca como un leopardo, porque mostrando en su mirada gran aspereza con ardiente furor, destroza y devora todo lo que puede. No quiere gracia ni misericordia, no distingue la sabiduría en la discreción, sino que intenta pisar de cualquier modo a los santos y a los justos.

De una y otra mandíbula desciende hacia el mentón una línea del color de la pez, porque tanto en su gran furor como en la mordacidad de sus obras tiene la tenacidad de su horrorosa y pésima voluntad que también se encamina hacia la necedad: pues sin el honor de Dios está en la ilusión del engaño.

De ambos lados de la boca cuelga la cabeza de una serpiente, pues a consecuencia de su desprecio a Dios y al hombre no pone límites a su agresividad, y siempre procede con nuevos movimientos al modo de las serpientes. Y de la boca emite muchas llamas. En efecto, lacera a los hombres con los ardientes dardos de sus palabras hasta ponerlos furiosos de muchos modos diferentes.

Está sobre sus rodillas, con el resto del cuerpo erguido. Es decir, dirige su fuerza al culto de los ídolos, y hace que los hombres caigan en la impiedad, tal como los idólatras, e incluso los engaña, hasta el punto que creen ser justos y practicar la justicia. Circunda su cabeza con un velo de negra pez a la manera de las mujeres. Porque envuelve los corazones de los hombres de dureza con una sombra ligera, pero tenebrosa y persistente. Y sobre el resto del cuerpo viste una prenda totalmente negra, ya que se reviste con el error de la más malvada crueldad, por lo que está privado de la blancura de la vida. De la prenda cuelgan mangas vacías, y tiene recogidos los brazos en su interior, lo que significa que sus obras no producen nada útil, sino que faltos de vigor a ningún hombre se le manifiesta como un bien, como este mismo vicio habló anteriormente en este sentido. Le respondió la virtud de la Piedad, y le demostró que vive en la maldición eterna.

XLV. LA FALSEDAD, SU COMPORTAMIENTO Y SU SENTIDO.

La cuarta imagen representa la Falsedad. Sigue después de la Impiedad, porque cuando un hombre es impío, se acerca a la falsedad, rechaza la Verdad e inventa todo tipo de mentiras.

Está rodeada por una oscuridad tan densa que no se puede distinguir ninguno de sus miembros. En efecto, se acoraza en la incredulidad y no tiene en sí ninguna rectitud de buenas obras. No se encuentra en ella ninguna integridad, sino sólo abunda en ella la oscuridad de la muerte.

Pero, que sólo se logre entrever en aquellas tinieblas su aspecto de hombre deforme y monstruoso, significa que careciendo de la belleza de la verdad y del decoro de la justicia, en todas sus palabras y en todas sus acciones no emplea para nada la integridad, sino sólo anda en la oscuridad de la muerte de modo que se mueve tanto en la certeza como en la incertidumbre. En ella no se encuentra el cuidado del amor en el que se ve a Dios, sino el infructuoso y falaz engaño que ella perpetra a continuación contra los hombres y a través de los hombres.

Y está de pie sobre una especie de espuma seca, endurecida y negra, que expele de vez en cuando llamas de fuego. Significa que la falsedad, que se basa sobre el engaño con palabras faltas de fuerza, aparece seca sin la fecundidad de la justicia, aparece dura sin la suavidad de la benevolencia y aparece negra sin la blancura de la virtud. En ella no existe serenidad, sino solo la llama ultrajosa de la cólera, como la imagen hace comprender en su discurso antedicho. Pero se ve frenada por la respuesta de la auténtica verdad, que advierte a los hombres que sean sinceros. En efecto, los que aman la mentiras no solo se dan a este vicio, sino que también se entregan a los otros. Y dado que uno con otro son un todo, pasan a nuevas mentiras como muestra el profeta David, inspirado en la Verdad de mi Espíritu, cuando dice:

XLVI. PALABRAS DE DAVID SOBRE ESTE TEMA

“Los impíos están extraviados desde el nacimiento, son mentirosos desde el seno maternos”. (Salm 58, 4) El sentido es el siguiente:

El primer pecado tuvo origen en aquella comida que convirtió en mortalidad la santa y feliz naturaleza del hombre. A través de esta comida la ciencia del bien se adormeció y tuvo origen la ciencia del mal. Los transgresores de la justicia se han alejado de la auténtica Verdad y la naturaleza humana ha sido extraviada por su nacimiento venenoso a través de la boca de la serpiente, que preguntó en su engaño por qué motivo el hombre no comía la manzana. Pero cuando nuestros primeros padres infringieron el mandamiento de Dios por consejo de la serpiente, murieron con el pecado. Por lo cual los hijos nacidos de ellos están, desde su concepción apartados de la protección de la santidad, con la muerte del olvido de Dios.

Por tal motivo, los hombres deben observar severa y gran abstinencia en el empleo de las comidas, ya que el antiguo enemigo con sus fauces voraces engañó al hombre en primer lugar con la comida. Ya que, en cuanto el hombre exige la comida, enseguida sobreviene la glotonería, que querría llenar el vientre con todo tipo de viandas y llevar todos los caminos de la ciencia del bien al error.

Y así los hombres se han equivocado ya desde el seno materno, es decir, cuando nuestros primeros padres dieron principio al pecado con el pecado original y con este extravío luego se inclinaron al pecado. En efecto, al gusto de la comida siguió el gusto por el pecado, y cuando ejecutaron actos de este género empezaron a decir mentiras, ya que el diablo, a través de la comida construyó la gran mentira con que renegó de Dios y su justicia. Así también hacen todos los que llenan con voracidad el propio vientre por exceso de comida y por embriaguez. En efecto, los hijos de los hombres se vuelven mentirosos por exceso de comida y borrachera de vino, y descuidan y reniegan de la verdad. Y como desde el origen de los hombres está la sugestión del diablo, los hombres se vuelven mentirosos, tal como hace el diablo y así se arruinan ellos mismos y a los demás. Cuándo se oponen a Dios, que creó cielo y tierra, ¿dónde estarán, sino en el infierno?

Pero mientras tanto, a la perdición la llaman vida, y parecen conseguir el cielo con sus palabras, pero no lo han pretendido nunca y no podrán ganárselo nunca. También afirman que la perdición es un gran honor y con las mismas mentiras engañan el hombre de todas las formas posibles. Con escarnio incluso alaban al hombre y con el engaño lo matan, así son parecidos a los que construyeron el becerro sobre el Oreb y afirmaron que era el Dios de Israel. Los hombres que así actúan viven en la mentira. No se dicen mutuamente más que banalidades y se prometen darse todas las cosas que se encuentran en la creación, según su propia voluntad. Todos los que actúan de este modo han muerto, como también han muerto los ídolos: están en el Norte con el viento del Norte, y así caerán.

XLVII. EL DESEO DE CONTIENDA, SU COMPORTAMIENTO Y SU SENTIDO.

La quinta imagen representa el Deseo de Contienda, que viene detrás de la Falsedad, porque cuando el hombre es falso incurre fraudulentamente en el deseo de contienda y cada uno pelea con su propio hermano con malicia y más allá de cualquier límite de la justicia.

Se muestra con aspecto de hombre de pelo crespo y negro, y rostro de fuego, ya que el hombre, que está dotado de razón, quiere la contienda más de los otros animales, que no lo están. En su afán de buscar pelea, a menudo hace bromas sobre las otras criaturas, y lo hace en el tortuoso camino de su ciencia y en la tensión de su voluntad, que como fuego ardiente todo destruye, con retorcida impudicia y tétrica molestia, cuando furibundo, delira en su cólera.

El hecho de que vista una capa de muchos colores con aperturas sobre los hombros por los que hace pasar los brazos, significa que cubre sus deseos entre los matices de otros vicios. Por lo cual, no teniendo integridad por la entidad de su locura, ni sentido del límite, sino sólo los agujeros de las aperturas de los brazos, estira sus brazos y sus actos según su propia voluntad. En efecto, quien quiere contienda no respeta la voluntad o la utilidad de los otros, sino que actúa sólo según la voluntad de sus mismos deseos. Con el brazo izquierdo sujeta un hacha que aprieta fuertemente contra sí, porque con áspera terquedad piensa en las palabras ofensivas que reúne en torno a sí de modos perversos.

Corta sus manos con este hacha, dándose cortes en un impulso de furor, de modo que su ropa está empapada con la sangre. Con los dardos de las palabras hostiles frecuentemente perjudica su obra, cuando se atrae injurias con su locura. Revela su conciencia a los demás con la culpabilidad de sus propias palabras y se exaspera porque con sus invectivas se aturde a sí mismo y a los demás. Todo esto lo mostró claramente en sus anteriores palabras. Pero a este vicio se le opone el juicio de la suprema paz, que exhorta a los hombres a que le eviten.

XLVIII. LA INFELICIDAD, SU COMPORTAMIENTO Y SU SENTIDO.

La sexta imagen quiere significar la Infelicidad, que se aleja de todos los bienes de Dios y sigue aquí al Deseo de Contienda, ya que los hombres que creen tener la salvación, como no veneran a Dios, incurrirán en la muerte.

Y es parecida a un leproso y tiene pelo negro, pues, lo mismo que la lepra se separa de los sanos y de los puros para no tocarles, así la infelicidad está segregada de todas las virtudes de Dios y no reluce con ningún resplandor. Sin embargo, parece un hombre, ya que, mientras que todas las criaturas se muestran felices al obedecer Dios, el hombre se fuerza en ser infeliz por sugerencia diabólica. Y profundiza en este estado en la oscuridad de las excesivas y múltiples iniquidades, como el negro de su pelo, y no muestra ninguna vergüenza al no aceptar la corrección y la admonición de los sabios.

No tiene ropa, pero se cubre con anchas hojas de muchas plantas. Significa que careciendo de cualquier bien de santidad se encuentra privada del gozo de la salvación, pero se reviste de la inestabilidad de muchas vanidades y trata de conseguir la felicidad cambiando continuamente de comportamiento, cosa que no puede ser. Con las manos se golpea el pecho, ya que cuando examina lo íntimo de su corazón donde encuentra malas obras, culpa a su conciencia de ellas. No tiene ninguna esperanza en Dios, pero suspira y sufre mucho desconsuelo, como demuestran sus palabras cuando habló anteriormente. La refuta la Felicidad, que enseña a los hombres a no deleitarse en este estado.

XLIX. LA INMODERACIÓN, SU COMPORTAMIENTO Y SU SENTIDO.

La séptima imagen representa la Inmoderación, que acompaña oportunamente aquí a la Infelicidad. Cuando el hombre se rebela, incluso favorecido por los bienes de Dios, enseguida la inmoderación empieza desordenadamente a difundirse por todas partes donde es capaz, creyendo estar fundada sólidamente. Sin embargo no logrará nada, ya que lo que está contra Dios no puede estar firme, sino que irá a la ruina.

Esta imagen es como un lobo, porque sin discreción, el hombre tiene la locura del engaño y la mudable aspereza del mal. Está acurrucado sobre las patas y acecha por todas partes para devorar todo lo que logre agarrar. Significa que doblado por su propia fuerza, el hombre se inclina por su propia voluntad hacia la parte inferior de los caminos peores y considera todas las vanidades para acumularlas y por su medio destruir completamente y anular el decoro de la recta moderación, y realizar los placeres de sus propios deseos. Todo esto mostró en sus palabras anteriores. La verdadera Discreción le contesta y anima a los hombres a observar en cada circunstancia una moderación conveniente.

L. LA PERDICIÓN DE LAS ALMAS, SU COMPORTAMIENTO Y SU SENTIDO.

La octava imagen significa la Perdición de las almas. Sigue al desatino que viene después de la Inmoderación, pues cuando el hombre por falta de moderación se rebela contra Dios, abiertamente incurre en la perdición del alma. Ella rechaza estar con Dios y rechina los dientes contra Él, y quiere demostrar que es una montaña de salvación, mientras en cambio es solo ruina total, en la cual ya el primer ángel originó su derrumbe, así como el de todos aquellos que siguieron después de él.

Y es parecida a una torre que tiene sobre la parte superior una fortificación en la que se abren tres ventanas. Significa que la perdición es grande e inquebrantable como una torre, sobre la cual la soberbia, casi en la cumbre, aparece firme como una fortificación. Y no alcanza a Dios, sino solo la tristeza de muerte. Mira fuera con sus sentidos, intelecto y ciencia como si fueran tres ventanas, para llevar a las almas a la perdición. Con estos tres poderes incluso reniega de la verdadera fe en la Santa Trinidad, ya que no cree que un único Dios exista en tres Personas y tres Personas en un único Dios.

Que bajo estas tres ventanas aparezcan dos brazos de hombre, cuyas manos se extienden sobre la fortificación, significa que la perdición de por sí no tiene ningún temeroso respeto por Dios sino sólo para la fuerza del diablo, por lo cual el hombre con la incredulidad siempre se dirige al mal. Y sobre sus malas obras extiende su mortífera seguridad, ya que no dirige a Dios su esperanza, sino solo a una vacía vanidad.

Aquellos brazos están cubiertos de tinieblas como de mangas, las manos están desnudas, pero sin embargo ardientes. Significa que la fuerza y la perversidad de la perdición se encuentra en la oscuridad y en el secreto de las costumbres propia de ladrones, porque a hurtadillas arruina las almas de los que la siguen. Las obras de los hombres malvados están desnudas y carentes de toda santidad, pero sin embargo son ardientes con el fuego de la amargura, sin esperanza alguna de salvación. En efecto, la perdición de las almas no busca nada, no desea nada más que conducir a las almas dónde también ella se encuentra, tal como demuestra con las palabras antes referidas. Pero la Salvación de las almas refuta a la perdición de las almas, y advierte a los hombres que no imiten este vicio, ya que la perdición de las almas no da ningún valor a la salvación. Ella es perdición en la perdición y no encuentra ningún medio de salvación en la salvación ya que se alinea contra Dios. En efecto, quiso unirse al que no tiene ninguna luz, sino que mora en las tinieblas, como dice el profeta Jeremías inspirado por el Espíritu Santo.

LI: EL PROFETA JEREMÍAS SOBRE ESTE TEMA

“¿Por qué, Israel, por qué estas en país de enemigos?, envejeces en un país extraño, te has contaminado con cadáveres, contado entre los que bajan al abismo. Has abandonado el manantial de la sabiduría. ¡Si tú hubieras andado por el camino de Dios, habrías vivido en paz eternamente!” (Baruc 3, 10-13)[15]. El sentido de estas palabras es el siguiente.

¿De dónde viene este mal por el que tú, que eres un signo de todos los milagros de Dios, y que eres llamado cielo con todas sus estrellas, en el que tú habrías tenido que ver a Dios, eres visto como el lugar donde moran todos tus enemigos? ¿De dónde proviene aquel mal por el que tú, en aquella parte en que tu mente es tierra, es decir colmada de pensamientos terrenales, eres visto como el lugar donde moran todos tus enemigos?

En efecto, pululan en tu carne malos deseos que son hostiles al alma. Tu tierra o bien tu naturaleza terrenal, empieza a bromear, al principio de su fecundidad, luego comienza la lascivia y con eso se precipita en la profundidad del mar. Estas son las acciones miserables, tibias y vergonzosas con las cuales tu mente envejece en tierra extraña, y te encuentras inmerso en pecados que son contrarios a la santidad. A Dios ni lo conoces ni lo quieres conocer; no te atienes de ningún modo a sus mandamientos. Pero tú duermes en su ley y en este sueño te has ensuciado con obras muertas que por su incredulidad repugnan a Dios y a todos sus santos. Por tanto has sido destinado a la destrucción con los que tienen morada entre los tormentos del infierno, los que no vieron la luz de la fe, no observaron el sol de la misericordia, y abandonaron la luna de la santidad con todas las estrellas de las virtudes, rechazando la luz de toda gracia de Dios.

Y así has abandonado el manantial de la sabiduría, es decir la vida sin fin que está en Dios, vida que ningún hombre por más que sepa, conozca y vea, podrá agotar. En efecto, si tú hubieras caminado en la vía de los mandamientos de Dios y siguieras las huellas de Cristo, en ti resplandecería la felicidad. El honor del Dios de los Ejércitos te llevaría a la verdadera vida y así habitarías en una unión de paz y caridad. Dios sobre la tierra te revelaría a los hombres, en el cielo a los ángeles, te mostraría como luz del resplandor en la fama de tus santas obras, te exaltaría como suave sonido de cítara. Pero ya que tú descuidaste todo esto, caerás en la mayor de las ruinas.

Pero tú, oh Israel, que deseas ver a Dios con tus santas obras, no imites a los hijos perdidos de Jacob que habrían tenido que despreciar el diablo, pero no lo hicieron. Realiza en cambio aquellas obras que Dios confió a Adán en el Paraíso, obras que luego engalanaron a Abel, obras que en la circuncisión de Abraham se manifestaron en la revelación de la verdadera Trinidad, se enseñaron a Moisés en la llama de la zarza ardiente y se les reveló por fin a los hijos de Israel, destruyendo con ello las obras perversas. Sube pues la escalera de las virtudes que le fue enseñada a Jacob, imitando a Cristo, el Hijo de Dios, revelador de extraordinarias virtudes, el que ofrece misericordia a todos los que la buscan: como demostró con su persona, cuando estuvo en el mundo según su voluntad. En efecto, Él descansó como el unicornio en el regazo de la Virgen y luego como el carnero subió al monte de las virtudes y los milagros, gracias a los que venció completamente al diablo y destruyó su poder.

LII. EL CELO DE DIOS, SU ASPECTO Y SU SENTIDO.

Pero que veas que delante del Hombre hay un león que se ha vuelto contra estos vicios, significa que en la majestad de la divinidad está la humanidad del Salvador. El Salvador, que existe como Dios y como hombre, con la fuerte potencia de su Celo lucha contra los vicios diabólicos, y emitiendo un potente rugido en el viento, grita que los destruirá con el fuego del Espíritu Santo y así terminará con ellos, ya que ellos trataron de luchar contra Él. Gritó a grandes voces con el soplo del Espíritu Santo, cuando el Espíritu Santo empapó a sus discípulos. Entonces les mandó predicar y testimoniar la nueva santificación, para que por este medio pudieran sustraer a la antigua serpiente las almas perdidas y destruir las pésimas sugerencias con que la serpiente siempre se esfuerza para hacer guerra a la verdad y a la salvación de los hombres. Y aunque el diablo con sus perversas maquinaciones intenta oponerse a Cristo, el Hijo de Dios, apoderándose de sus elegidos, Cristo sin embargo, como león vigoroso, reduce a la nada y destruye completamente sus artes y sus tentativas, además de los vicios que le acompañan.

LIII. EL CELO DE DIOS A LOS HOMBRES QUE DESCUIDAN LA VOLUNTAD DE DIOS MUCHAS VECES LOS AFLIGE CORPORALMENTE CON MUCHOS CASTIGOS.

Y como con su divina potencia doma y derriba al diablo y a los vicios que están con él, y después de abatirlos los destruye, así a menudo, a causa de su celo, castiga, aflige corporalmente con tormentos físicos, y dispersa con muchos castigos a los hombres que se le oponen y que no aceptan las justas admoniciones que indica el camino de la santidad. Como la fortaleza del león devora a los otros animales, así la fortaleza y el celo de Dios destruyen las entrañas del diablo. Y su mismo celo destruye totalmente la primera mentira en la que el diablo ha construido su falacia. Este Celo destruye a sus enemigos, los que de entre de ellos afirman que no pueden hacer nada más que lo que les prescribe su propia naturaleza, contemplan continuamente cualquier cosa que les guste y se dejan entrampar en los vicios del diablo. Descuidan la voluntad de Dios y menosprecian las obras de Dios, casi como si Dios no existiera. Por eso, son dispersados y destruidos por el Celo de Dios, como de todos los que también han sido dispersados habla el profeta Jeremías cuando dice:

LIV. PALABRAS DEL PROFETA JEREMÍAS SOBRE ESTE TEMA.

“Las manos de las mujeres piadosas cocieron a sus hijos, ellos se convirtieron en su comida durante la ruina de la hija de mi pueblo. Dios ha desahogado su furor, ha derramado el ardor de su cólera, encendió un fuego en Sión que ha devorado sus cimientos”. (Lamentaciones 4,10-11) El sentido es el siguiente:

Frágiles manos de mujeres, que no tienen la fuerte médula de los hombres, pero que en la miseria de sus corazones se humillan con aquellas obras que no arden en el fuego del Espíritu Santo, hicieron cocer sus hijos, los frutos de su corazón, en el fuego del apetito carnal. Por lo tanto, también perecen en sus almas, cuando los pecados de su desenfrenada carnalidad las inducen a muchos otros pecados. Y así sus deseos, es decir los deseos de los hombres, se vuelven su comida, ya que llevan a cabo todo lo que desean, y lo hacen en la ruina y en la perdición de las almas de los que habrían tenido que ser contados entre el pueblo de Dios por sus santas acciones. Por lo cual, no pudiendo alcanzar la perfección de las virtudes y la santa honestidad, dicen: “¿Qué es esto que nunca vimos? Escuchamos muchas cosas que no comprendemos y que no sabemos si son verdaderas”. Y después de que han dicho esto con gran terquedad, les abandona el gozo de la vida con toda su santidad y se apagan en ellos todas las virtudes que deberían haberlos embellecido.

Entonces, el Señor del mundo cumple sobre de ellos su venganza, cuando despierta todo su celo contra ellos. Él no los perdona, sino que los asola con el flagelo como en una inundación, castiga sus iniquidades y rechazándolas, las reduce a la nada. Y así enciende su celo contra los que se ensimismaron en su propia ascensión en lugar de fijarse en Dios, por lo que cayeron en la soberbia. Ellos creyeron poder subir a una montaña tal que nadie podría superarlos.

Entonces Él derriba los fundamentos de la soberbia, destruyéndola completamente, desarraigando sus raíces para que no crezcan de nuevo, demostrando que no podrán encontrar ninguna salvación ni en el principio, ni en el final de su soberbia. El camino de los que siguen la soberbia acabará mal, puesto que no tienen fe en Dios que los creó y los liberó del diablo.

LV. A LOS HOMBRES QUE ANGUSTIAN A SUS ALLEGADOS, LA VENGANZA DE DIOS A MENUDO LOS ALEJA DE CUALQUIER FELICIDAD TERRENAL, PORQUE ÉL CONOCE TODO LO QUE ESTÁ ESCONDIDO

Dios, en su oculto juicio, manda a ciertos hombres un castigo corporal, para que los que pecaron con el cuerpo, a través del cuerpo sean castigados. Sin embargo, por qué ocurre esto, sólo Él lo sabe, ya que Él no manifiesta todos sus secretos. En efecto, cuando algunos hombres ponen en situación crítica a los prójimos cercanos, les hurtan su propiedades y a modo de tiranos los someten como esclavos, la venganza de Dios los abate, de modo que tanto ellos como sus hijos no sean felices mientras vivan y de modo que ellos coman alimento de contrición y no alimento de alegría. Y ya que en ellos la maldad llega a la maldad completa, Dios también completa su sentencia con recto examen y recto juicio y con el fuego consume su confianza en ellos mismos y arrolla su fuerza, cuando derriba y destruye los baluartes en los cuales ellos confían más que en Dios.

Dios haciendo todo eso juzga justamente todas las acciones e impone sus juicios a cada uno según sus obras. En efecto, Dios lo sabe todo y su ciencia no provoca ruina a nadie: en caso contrario no sería el justo juez.

Pero el diablo, en cuanto él es capaz, intenta arruinar lo que ve y lo que conoce. Dios sin embargo siempre es y siempre será y por tanto conoce todas las cosas escondidas. El diablo en cambio, que tiene un principio, vio todas las cosas que estaban hechas, pero no escudriñó en profundidad su interior. Dios todo lo comprende, ya que todo lo ha creado, y lo ha hecho según su beneplácito.

LVI. DIOS NO CREÓ NINGÚN HOMBRE EN EL QUE NO EXISTIERA LA CIENCIA DEL BIEN Y EL MAL.

¿Ha habido alguna vez un hombre en el mundo privado del conocimiento del bien y del mal? No. Del conocimiento del bien y el mal del hombre deriva el amor y el temor respecto a Dios. Ambas capacidades el hombre las usa como un arado para que su campo se vuelva fértil, elimina los hierbajos, los desarraiga y no se cansa en esta fatiga. El hecho de que ni cielo ni tierra puedan subvertir este orden es un testimonio magnifico y una cosa tremenda. Cielo y tierra en efecto, no pueden subvertirlo, por qué así se han establecido estos principios.

El que tenga deseo de vida, coja estas palabras y guárdelas en lo más profundo de su corazón.

LA GLOTONERÍA

Y he aquí vi otros espíritus malignos en la muchedumbre que mencioné antes. Ellos proclamaban a grandes voces: “¿Por qué Lucifer debe ser un siervo sometido, cuando a él le correspondería ser el señor?”. Estos espíritus proponen a los hombres la voracidad, y con sus persuasiones los inducen a la glotonería.

LVII. PENAS DE PURIFICACIÓN DE LAS ALMAS DE LOS QUE EN VIDA PECARON DE GLOTONERÍA, RAZÓN DEL CASTIGO.

Y vi un gran fuego ardiente e impetuoso, que tenía incluso un núcleo oscuro que ardía con intensidad todavía mayor. En el fuego y en su núcleo oscuro eran castigadas las almas que se dieron con su cuerpo a la glotonería. Algunos de los espíritus que he descrito sacudieron chispas del fuego con las que atormentaron a las almas, diciendo. “¡Ay, esos quisieron sus cuerpos más de sus almas!”. En efecto, por el gran apetito de comidas y bebidas con el que impregnaron sus cuerpos mientras estuvieron en él, las almas padecen el ardor del fuego. Debido a las vilezas numerosas, que perpetraron con su voracidad, tuvieron que soportar el núcleo oscuro. Tuvieron que tolerar las chispas del fuego y las risas de escarnio de los espíritus ya que actuaron así más allá de medida y sin motivo.

Y por el Espíritu viviente vi y entendí esto:

LVIII. DE QUÉ MANERA LOS HOMBRES HACIENDO PENITENCIA PUEDAN BORRAR EN ELLOS MISMOS ESTE PECADO.

Y de nuevo oí una voz de la luz viviente que me dijo: “Estas cosas que ves son verdaderas. Pero los hombres que se entregan a la glotonería, si quieren evitar los ataques diabólicos y los sufrimientos del castigo, practiquen abstinencia de las comidas y de las bebidas según la entidad y el exceso de la falta, y según el permiso de su consejero espiritual”.

LIX. DE LOS QUE TIENEN GLOTONERÍA SE PUEDE DECIR QUE SU VIENTRE ES SU DIOS.

Los que eligieron la glotonería a menudo gritan contra Dios y tratan de provocarlo con injurias diciendo: “¿Por qué Dios nos creó para la gloria y luego nos la quitó como si no deberíamos tenerla? ¿No podemos hacer lo que nos agrada?”. Se puede decir que su vientre es su Dios, ya que dirigen todo pensamiento, preocupación y deseo a llenarse el vientre. Y actuando según su propia voluntad, dedican todos sus esfuerzos a llenar su vientre. Por eso, sobre tal pecado está escrito.

LX. PALABRAS DE MOISÉS

“¿Dónde están sus dioses, en los que buscaban su refugio? Ellos comían la grasa de sus sacrificios y bebían el vino de sus libaciones” (Deuteronomio 32,37-38). Debe entenderse así:

¿Dónde está la gloria en la que los glotones pusieron su esperanza, cuándo en numerosos banquetes se llenaron hasta el exceso, cosa que les agradó muchísimo? Ahora su gloria no es otra que el tormento y la condición de infelicidad de los hombres perdidos que fueron atraídos y llevados a la confusión por sus preferencias.

Ésta es su confianza, la comida tragada sin moderación. Por ella sólo consiguen una confianza engañosa, por la cual aconsejan a otros hombres entregarse a insensatos banquetes. La glotonería es como un fuego avivado por un fuelle, así todos los males nacen de un vientre demasiado lleno.

¿Qué confianza o que victoria se puede encontrar en las comidas que matan y destruyen totalmente? El diablo sabe que el hombre no puede prescindir de la comida y que tiene que respetar los mandamientos de Dios, por tanto en primer lugar lo persuade de quebrantar los mandamientos de Dios con las comidas y con las bebidas, para engañarlo después más fácilmente. El diablo intenta persuadir al hombre para que realice lo que tiene ante sí mismo, o sea, su propia intención. Como consecuencia de su perversidad los espíritus malignos han sido echados a los tormentos infernales y no tienen otra alegría sino la de engañar a los hombres todo el tiempo que el hombre pueda obrar el bien y el mal. Después, estos espíritus malignos no tendrán ninguna alegría, solo tendrán el completo suplicio de los castigos.

Los malos espíritus, con el pretexto de los ídolos, quisieron que los hombres ofrecieran a los convidados víctimas y enjundia y vino en inútiles banquetes, puesto que asignan a los banquetes lo que Dios, en el antiguo Testamento, ordenó que fuera quemado, pues Dios prescribe que los hombres deberían abstenerse de algunas comidas y mantenerse alejados del pecado, mandamiento que el diablo quebranta completamente. En efecto, la abstinencia de las comidas no produce lujuria, mientras que la glotonería la fomenta. Por tanto el hombre que quiera servir a Dios huya de la voracidad y aleje su vientre de este vicio. Esto se ha dicho a propósito de la purificación y la salvación de las almas de los penitentes y es verdadero. Quien tiene fe lo considera cuidadosamente y lo recuerda para actuar el bien.

LA ASPEREZA

Después de esto, vi otros espíritus malignos en la muchedumbre que mencioné antes. Ellos proclamaban a grandes voces: “¿Qué hace el que se dice Dios? ¿Y que hay que decir si Lucifer deseara este honor?”. Estos espíritus inspiran en los hombres la aspereza y los persuaden para mostrarse desagradables respecto a los mandamientos de Dios y respecto a los hombres.

LXI. PENAS DE PURIFICACIÓN DE LAS ALMAS DE LOS QUE PECARON DE ASPEREZA, Y RAZÓN DEL CASTIGO.

Y vi un enorme fuego de color negro, rojo y blanco, donde había horrorosas víboras ígneas que lanzaban una gran cantidad de fuego de sus bocas. Las almas de aquellos que mientras se encontraban en su cuerpo se hicieron a esclavas del vicio de aspereza, fueron quemadas en este fuego y fueron torturadas por las víboras. Tuvieron que soportar la llama negra a causa de la incredulidad que habían escondido dentro de ellos. Padecieron la llama roja a causa de la aspereza en sus corazones. Fueron castigadas con la llama blanca por el engaño y burla que tuvieron. Fueron atormentadas por las víboras ya que en sus palabras y en sus obras, pusieron una barrera de desagradable amargura contra el orden divino y contra el afecto humano. Y vi y entendí esto:

LXII. DE QUÉ MANERA LOS HOMBRES, HACIENDO PENITENCIA, PUEDAN CASTIGAR EN SU CUERPO ESTE PECADO.

Y de la luz viviente de nuevo oí una voz que me dijo: “Lo que ves es verdadero. Por tanto los que se oponen a Dios y a los hombres con su aspereza, si no quisieran someterse a las vejaciones de los espíritus y los castigos que he dicho, esfuércense en ayunos y oraciones según la entidad de su trasgresión y según la indicación del juez que los juzga, ya que en su gran aspereza han despreciado a Dios”.

LXIII. LA ASPEREZA, QUE RECHAZA A DIOS, CAMBIA EN EL HOMBRE ÁSPERO LA VERDAD EN MENTIRA, Y A VECES MATA AL HOMBRE AUNQUE HUBIERA PROMETIDO SER SU DEFENSA.

La aspereza rechaza a Dios. Ella no estima su bondad, no busca su misericordia y no ama sus decisiones, sino que contra estos bienes rechina los dientes y dice malas palabras. En todas las circunstancias elige por sí la seguridad y no prevé qué hará por amor ni por temor de Dios. Hace lo que quiere y lo que no quiere, lo corroe con su maldad. El hombre áspero y desagradable huye de la sabiduría, abandona la beatitud y humilla la caridad, odia las obras de estas virtudes y devuelve mentira por verdad. Incluso un hombre de tal ralea se revuelca en la amargura, ya que vende su vida a los trabajos de muerte, bebe la copa de la muerte y en su tramposa búsqueda quiere descubrir de qué manera apoderarse de cada cosa, de qué manera dividirla según su voluntad, y luego rechazarla. Luego, a veces mata al hombre aunque hubiera prometido ser su defensa. La amargura no planta nada que puede ser cosechado en la fe y en la utilidad, tampoco recoge en los graneros lo que Dios les distribuye a sus hijos. Por hacer trabajos sin valor, gime horriblemente y no desea el gozo de la vida. En sus trabajos penosos tiene dolores, pero tampoco invoca a Dios.

Estas cosas, sin embargo, se han dicho a propósito de la purificación y la salvación de las almas de los penitentes y son dignas de fe. Quien tiene fe las considera cuidadosamente y las recuerdas para realizar el bien.

LA IMPIEDAD

Después de esto, vi otros espíritus malignos en la muchedumbre que mencioné antes, que proclamaban a grandes voces: “Lucifer tiene en sí milagros más grandes y en mayor número de cuántos están en Dios. Nosotros sabemos quien es Lucifer y no queremos a otro señor”. Estos espíritus exhortan los hombres a la falta de piedad, que muchos hombres, para su mal, eligen e imitan con placer.

LXIV. PENAS DE PURIFICACIÓN DE LAS ALMAS DE LOS QUE PECARON DE IMPIEDAD EN VIDA, RAZÓN DEL CASTIGO.

Y vi un gran fuego rebosante de plomo ardiente e hirviente, mezclado con azufre, que contenía todo género de gusanos ardientes. Las almas que practicaron la impiedad en su cuerpo fueron afligidas con estos tormentos. Fueron sometidas al ardor de aquel fuego por la maldad de su impiedad. Tuvieron que soportar el plomo hirviente a consecuencia del peso pesado de su impiedad. Fueron castigadas con el azufre por la indignidad con que despreciaron los demás, y fueron torturadas por los horrorosos gusanos por el furor manifestado en su falta de piedad, cuando no quisieron reconocer a los hombres. Y por el espíritu viviente vi y entendí esto:

LXV. DE QUÉ MANERA LOS HOMBRES HACIENDO PENITENCIA PUEDAN BORRAR EN ELLOS MISMOS ESTE PECADO.

Y de nuevo oí una voz de la luz viviente que me dijo: “Lo que ves es verdadero. Pero los hombres que incluyen la impiedad en sus obras, si quieren evitar las sugerencias de estos espíritus y escaparse de los peligros de estos castigos, deben someter sus cuerpos a ayunos y a mortificaciones en la medida en que lo establezca el consejero espiritual de sus almas, ya que ejecutaron muchas obras sin piedad”.

LXVI. LA IMPIEDAD RECHAZA EL TEMOR DE DIOS Y SIEMBRA MALDICIONES EN LA MISMA MALDAD.

La impiedad rechaza el temor de Dios, no conoce el amor de Dios ni hace nada según la divina virtud, pero en todas sus obras se fija en el Norte y siembra todas sus obras con la ciencia del mal. Y así con malicia, en las señales de sus ojos, solo expresa maldiciones. De los que la imitan, ha dicho el Profeta inspirado por mi Espíritu:

LXVII. PALABRAS DE DAVID SOBRE ESTE TEMA.

“Su recinto quede hecho un desierto, en sus tiendas no haya quien habite”. (Salmo 69,26). Debe ser entendido así:

La voluntad de los impíos que no recogen los bienes sino los dispersan debe ser destruida. Su voluntad debe ser destruida, porque ellos creen tener una casa segura, ya que no quieren reconocer maestro, ni nadie que sea superior a ellos, ni soportan a uno que sea igual a ellos. Atraen lo que desean y desprecian lo que no quieren. No cantan alabanzas en el júbilo de la alegría espiritual. Se burlan de la caridad, reniegan de la bondad, huyen de la bendición y se unen a la maldición. No quiera nadie habitar en las moradas de las malas costumbres, porque quien quiera habitar en las moradas celestes debe alejarse de tales malas morada. En efecto, la santidad resulta desconocida a los que no tienen piedad, ya que ellos con el ojo de la ciencia no tratan de realizar el bien, sino que se dirigen al diablo a través de sus obras y desprecian a Dios.

Por tanto, Dios no reconoce las obras que realizan y los fundamentos que ponen, sino los rechaza como si fueran estiércol. En sus pensamientos meditan cómo quebrantar la ley de Dios y cómo cumplir en cada circunstancia su propia voluntad. Por eso, eliminan la luz de la verdad de todas sus necesidades, porque ellos ni la buscan ni la quieren, solo quieren caminar con sus obras en las sombras de la muerte. Por tanto conseguirán lo que buscaron y tendrán lo que desearon y se precipitarán en aquélla ruina que persiguieron ya que abandonaron a Dios. En cambio, quiénes eligen a Dios adquieren la piedad por la cual quedarán plenamente unidos a Él. Estas cosas se han dicho a propósito de la purificación y la salvación de las almas de los penitentes y son dignas de fe. Quien tiene fe las considera cuidadosamente y las recuerda para realizar el bien.

LA FALSEDAD

Después de esto, vi otros espíritus malignos en la muchedumbre que mencioné antes, que proclamaban a grandes voces: “Nosotros hemos visto el trono de nuestro señor, que es Lucifer, por encima de las estrellas y más alto que todo. Cualquier cosa que él desee, ocurrirá. ¿Quién puede parecerse a él?”. Estos espíritus pronuncian palabras blasfemas contra el trono de Dios y contra su honor, son el ojo de la soberbia y exhortan los hombres a darse a las mentiras y a las blasfemias.

LXVIII. PENAS DE PURIFICACIÓN DE LAS ALMAS DE LOS QUE PECARON CON FALSEDAD, SIN JURAMENTO Y CON JURAMENTO, RAZÓN DEL CASTIGO.

Y vi arder en la oscuridad completa, un fuego en que había dos dragones que lo alimentaron con sus soplos. Allí cerca corría un río de agua helada, que era agitado por los dragones cada vez que ellos se zambullían. Sobre el fuego y el río había una masa de aire ardiente que tocaba a ambos con su ardor. Las almas de los que en vida se mancharon de falsedad sin juramento o perjurio, fueron torturadas en el fuego y en el agua. Así, pasaron del ardor del fuego al hielo del agua y del agua al fuego, y en estos elementos también las atormentaron los dragones que he descrito. A estos no les provocó dolor el aire ardiente, pues hizo sufrir con los tormentos descritos solamente a las almas que en su cuerpo se dieron a la falsedad con juramento y perjurio.

En efecto, soportaron aquel fuego ya que mientras estuvieron en su cuerpo pronunciaron muchas mentiras. Fueron atormentadas por el hielo del agua ya que mintieron muy profundamente. Fueron castigadas por los dragones ya que acumularon todo tipo de mentira. Y fueron quemadas por la masa de aire ardiente ya que pronunciaron muchas mentiras con juramento y perjurio.

Vi y entendí estas cosas:

LXIX. DE QUÉ MANERA LOS HOMBRES HACIENDO PENITENCIA PUEDAN BORRAR EN ELLOS MISMOS ESTE PECADO, PERPETRADO TANTO SIN JURAMENTO COMO CON JURAMENTO.

Y de nuevo, oí una voz de la luz viviente que me dijo: “Estas cosas que ves son verdaderas, son tal como las ves y también hay más. Si los hombres que pecan de falsedad aborrecen los espíritus malignos y desean evitar los terribles castigos de este vicio, infrínjanse durante mucho tiempo ayunos, latigazos y cilicio, según el juicio de su consejero espiritual. Pero los que quieran borrar las mentiras de los juramentos y los perjurios, impónganse castigos aún más fuertes de ayunos y latigazos, e incluso vistan vestimentas ásperas durante mucho más tiempo”.

LXX. LA FALSEDAD, QUE NO SE ALEGRA CON LA VERDAD, ENVUELVE A LOS MENTIROSOS EN SUS MENTIRAS HASTA EL PUNTO QUE NO SERÁN ESTIMADOS EN NADA.

La Falsedad no se alegra de la verdad, exagera lo que no existe y lo que no puede existir, y lo hace con exaltación y con inicua complacencia. A nadie confiesa la verdad, sino que la mentira hace afirmaciones desconsideradas que nadie es capaz de averiguar. Y se empeña en hablar contra Dios y contra sus santos, en los que Dios obra muchos milagros. Este pecado es inhumano: Que el hombre peque por los deseos de la carne es humano, pero que vaya detrás de la mentira va más allá de lo humano.

Los mentirosos se envuelven en las mentiras exactamente como la serpiente se esconde en su madriguera. Por este motivo los mentirosos se alejan de las alegrías de la vida santa que se desarrolla dentro de las puertas de la hija de Sión. Siguiendo las obras del diablo rechazan la doctrina del Espíritu Santo.

Los mentirosos, con la exaltación de su mentira se reputan como cúspides del mundo, y así reinan con los sabios y con los ricos del mundo, pero sin embargo no serán estimados para nada. En efecto, Dios está en todas las cosas y sobre todas las cosas, con ecuánime juicio sopesa todo lo que es justo y todo lo que es injusto, y a cada cual atribuye la recompensa por la entidad y la calidad de las acciones que ha realizado.

Estas cosas se han dicho a propósito de la purificación y la salvación de las almas de los penitentes y son dignas de fe. Quien tiene fe las considera cuidadosamente y las recuerda para realizar el bien.

EL DESEO DE CONTIENDA

Después de esto, vi en la muchedumbre que mencioné antes otros espíritus malignos que proclamaban a grandes voces: “¿Quiénes sois y de dónde venís, que no queréis que ninguno se os compare? En cada circunstancia desgastaremos vuestra resistencia, os apartaremos de vuestro resplandor, así nuestro resplandor será muy superior al vuestro”. Éstos enseñan a los hombres el deseo de contienda y los exhortan a ser pendencieros.

LXXI. PENAS DE PURIFICACIÓN DE LAS ALMAS DE LOS QUE PECARON SOLAMENTE POR DESEO DE CONTIENDA EN SUS OBRAS O EN SUS PALABRAS Y RAZÓN DEL CASTIGO.

Y vi un pozo de tremenda profundidad que tenía una niebla negra y ardiente, y alrededor soplaba un impetuoso viento de fuego. En esta niebla y en este viento también había gusanos de horrible aspecto. Pero las almas que satisficieron su deseo de contienda con las obras en su cuerpo, privadas del cuerpo fueron torturadas en los fuegos, empujadas por el viento cayeron en el pozo, del pozo volvieron a subir al viento y tuvieron que soportar los tormentos de los gusanos. En cambio las que habían buscado la disputa con sus palabras pero no la llevaron a la práctica en las obras, padecieron estos castigos sin el tormento del pozo, pues no se precipitaron en él.

Las almas que vivieron pendencieramente en el mundo y procuraron con su actitud muchas molestias a los demás, fueron atormentadas en la niebla negra y ardiente. Como saciaron su afán de contienda con crueldad, tuvieron que soportar el doloroso fuego del pozo. Por la impiedad con que pelearon con los otros, fueron quemadas en el viento de fuego. Debido a la confusión que provocaron en los demás peleando con obras crueles, se precipitaron en el pozo. Y puesto que, después de haber cubierto a los otros de insultos, volvieron de nuevo a su impiedad, de las torturas del pozo volvieron también a los tormentos del viento. Puesto que en su afán de contender también fueron arrogantes, tuvieron que soportar a los gusanos en los fuegos. Pero los que pelearon solamente con palabras, ya que no saciaron su afán de contender en las obras, no padecieron el castigo del pozo aunque tuvieran que soportar los demás tormentos destinados a este vicio.

Y por el Espíritu viviente vi y entendí todo esto.

LXXII. DE QUÉ MANERA LOS HOMBRES, HACIENDO PENITENCIA, PUEDEN PURIFICARSE DE ESTE PECADO, COMETIDO TANTO EN SUS OBRAS COMO EN SUS PALABRAS.

Y de nuevo oí una voz de la luz viviente que me dijo: “Estas cosas que ves son verdaderas. Por tanto, los hombres que se empeñen en alejar de si los espíritus malignos que les sugieren el deseo de contienda, y deseen evitar los castigos del vicio con el que se mancharon con sus obras, castiguen sus carnes con ayunos, manténganse lejos de alimentos suculentos y castíguense con latigazos. En cambio aquellos que solían pelear con sus palabras pero no con sus acciones, sólo impónganse frugalidad en las comidas y bebidas”.

LXXIII. EL DESEO DE CONTIENDA, ES UN MAL FALTO DE QUIETUD, HACE QUE LOS HOMBRES QUE QUIEREN PELEA IMITEN AL DIABLO.

El deseo de contienda es un mal falto de quietud, no quiere la concordia y rehuye de la paciencia. No soporta el ultraje, va a buscar a los hombres pendencieros, los exhorta a la pelea y no permite que se expresen pacíficamente. Es arrogante y resuelto en su discurso y ataca a todos con palabras pendencieras. Los hombres que quieren pelea imitan al diablo, que quiso ofuscar la belleza de los ángeles buenos y mostrarse más hermoso que ellos. Por lo cual, Dios le echó a él y sus seguidores en la infinita confusión, donde recibirán eterna deshonra, como explica David, inspirado por Mí cuándo dice:

LXXIV. PALABRAS DE DAVID SOBRE ESTE TEMA.

“Sean cubiertos de ignominia aquéllos que dicen mal contra mí, sean envueltos en su confusión como en doble capa”. (Salmo 109,29) que significa lo siguiente.

Sean cubiertos de eterna contrición los espíritus malvados que corroen los dones celestes con punzante maledicencia, recibiendo prendas de ignominia, ya que su buen nombre se ha desvanecido, puesto que no pudieran realizar lo que quisieron hacer. Su resplandor ha sido cambiado en oscuridad, cuando lo que ellos quisieron hacer fue destruido. Así tienen un manto de dúplice malicia, ya que han perdido la beatitud y vestido la infelicidad. Han sido alejados de la gloria y han recibido castigos. En efecto, estos espíritus proponen a los hombres destrozar todo lo que ha sido establecido bien y con honestidad, provocar peleas, como ellos hacen, ultrajar a sus superiores y dirigirse a sus superiores con descarada arrogancia. Como así está escrito:

LXXV. PALABRAS DEL GÉNESIS SOBRE ESTE TEMA.

“¿Quién te ha puesto príncipe y juez sobre nosotros?” (Éxodo 2,14) Estas palabras deben entenderse del modo siguiente:

“¿Qué autoridad o qué poder ha establecido que tú, que eres parecido a nosotros, nos gobiernes como señor como si no fuéramos hombres?, ¿Y qué tienes tú que juzgar nuestras acciones como si fueras Dios? ¿O que virtud te ha concedido este dominio, por el que tú nos haces girar como una rueda? Vosotros, que queréis ser superiores a nosotros y decís ser nuestros maestros, nos llamáis retorcidos y lentos, nos mandáis no pelear, os negáis a cumplir muchos otros actos que vosotros nos imponéis, e incluso nos exhortáis a evitar muchas acciones que vosotros ejecutáis tanto a hurtadillas como abiertamente”.

De esta manera el deseo de contienda aleja de sí a la ley y los maestros, y afirma que las sentencias de la ley no han sido establecidas justamente, sino según la voluntad y el poder de quién las hizo.

Aquellos que deseen salvar sus almas no anden con estos afanes de contienda, sino procedan pacíficamente en las palabras y en los hechos, y demuestren buena voluntad dirigida a trabajar por la justicia. Estas cosas se han dicho a propósito de la purificación y la salvación de las almas de los penitentes y son dignas de fe. Quien tiene fe las considera cuidadosamente y las recuerda para realizar el bien.

LA INFELICIDAD

Después de esto, vi otros espíritus malignos en la muchedumbre que mencioné antes, que proclamaban a grandes voces: “Nosotros no queremos otro Dios sino Lucifer. Un día y otro día Lucifer combatirá contra el que afirma de ser Dios”. Éstos sugieren a los hombres muchas infelicidades y los persuaden de haber nacido en la infelicidad.

LXXVI. PENAS DE PURIFICACIÓN DE LAS ALMAS DE LOS QUE SE CONSIDERABAN NACIDOS EN LA INFELICIDAD Y POR ESO PECARON, Y RAZÓN DEL CASTIGO.

Y vi un foso de gran extensión y profundidad, en el que se encontraban un fuego sulfúreo y diferentes gusanos. Allí se castigaba a las almas de los que en el mundo no confiaron plenamente en Dios, sino que atribuyeron cualquiera desgracia que les ocurriera a su naturaleza infeliz. Se encontraban en aquel foso porque no confiaron en Dios. El fuego sulfúreo les quemó ya que pecaron indignamente con su desconfianza. Tuvieron que sufrir los tormentos de los gusanos puesto que afirmaron que las desgracias que les tocaron eran consecuencia de su naturaleza infeliz.

Y vi y entendí todo esto

LXXVII. DE QUÉ MANERA LOS HOMBRES, HACIENDO PENITENCIA, PUEDEN BORRAR DE SU CUERPO ESTE PECADO.

Y de nuevo oí una voz de la mencionada luz viviente que me dijo: “Las penas que ves son verdaderas y las ves tal como son. Pero si los hombres desean derrotar a estos espíritus que les sugieren la infelicidad y evitar así los castigos antes mencionados de la infelicidad, elijan una vida de ermitaño, o bien, sométanse a la obediencia de la vida monástica”.

LXXVIII. LOS QUE CREEN QUE HAN SIDO CREADOS EN LA DESGRACIA PECAN, YA QUE LA NATURALEZA DEL HOMBRE ES BUENA.

En efecto, cuando a ciertos hombres les vienen desgracias, pierden la fe en Dios. Juzgan haber sido creados desdichadamente y en la desgracia, y dicen: “Dios no quiere y no puede socorrernos, hemos nacido en tan gran infelicidad que no podemos encontrar ayuda”. Los que pronuncian estas palabras para sí, que recapaciten, repongan su esperanza en la misericordia de Dios y afirmen a grandes voces, con grandes suspiros, que han pecado, para que puedan merecer obtener la gracia de Dios. En efecto, la naturaleza del hombre es buena, pero el hombre la dirige a su naturaleza contraria cuando permite a su carne ir sin rienda a cualquier sitio que guste. Estas cosas se han dicho a propósito de la purificación y la salvación de las almas de los penitentes y son dignas de fe. Quien tiene fe las considera cuidadosamente y las recuerda para realizar el bien.

LA INMODERACIÓN.

Después de esto, vi otros espíritus malignos en la muchedumbre que mencioné antes. Vociferaron contra los buenos y justos ángeles de Dios diciendo: “Si vosotros consagráis gloria y honor a vuestro Señor, también nosotros en igual modo lo hacemos al nuestro”. Estos espíritus sugieren a los hombres desmesura y los exhortan a ser inmoderados en todas sus acciones.

LXXIX. PENAS DE PURIFICACIÓN DE LAS ALMAS DE LOS QUE PECARON DE INMODERACIÓN, Y RAZÓN DEL CASTIGO.

Y vi un mar de extraordinario largo y ancho que, bien mezclado con azufre, hervía en toda su amplitud en fuego violento. Allí eran torturadas las almas de los que mientras se encontraron en su cuerpo demostraron inmoderación en sus palabras y acciones, en todos los movimientos de su cuerpo y en sus pensamientos, y no quisieron poner límite a ninguna de estas cosas inadecuadas que hicieron. En efecto, a causa de los pecados despreciables en los que se zambulleron en vida, las almas fueron sumergidas en las aguas del mar. A causa del olvido por el que no quisieron reconocer a Dios fueron atormentadas por el azufre, y por haber descuidado la ley de Dios fueron castigadas por el fuego.

Y vi y entendí esto:

LXXX. DE QUÉ MANERA LOS HOMBRES, HACIENDO PENITENCIA, PUEDEN CASTIGAR ESTE PECADO EN SU CUERPO.

Y de nuevo oí una voz de la luz viviente que me dijo: “Las penas que ves son verdaderas. Pero si los hombres que demuestran inmoderación en todo lo que hacen quisieran evitar los espíritus malignos que los atormentan con este vicio además de huir de su castigo, impónganse el yugo de la obediencia y absténganse de comidas suculentas”.

LXXXI. LA INMODERACIÓN QUIERE EXCEDERSE EN TODO Y SERÁ DISPERSADA COMO POLVO.

En efecto la inmoderación no se encuentra viviendo plenamente ni en el cielo ni en la tierra, porque cada uno de sus pasos conduce a la incertidumbre. En su exageración está presente en todas partes y dice: “Estaría perdida, si no pudiera indagar a fondo en cada cosa”. Pero no desea ni quiere la paz, y por este motivo se vuelve sobre sí misma como una rueda que ha sido empujada. Como el polvo que se esparce por la tempestad, así también es dispersada, ya que solo acumula el exceso. Por este motivo, se puede encontrar tanto en los habitantes de la tierra puestos por Dios sobre las aguas, como en los que se introducen en el mar con el que Dios circundó la tierra. A través de estos elementos el diablo sugiere a los hombres muchas acciones desmesuradas, hasta arrastrarlos a la confusión de la caída en que él mismo se precipitó. El diablo es hostil al hombre desde que el hombre ha sido creado por Dios para que se oponga al diablo y posea los bienes del cielo. Estas cosas se han dicho a propósito de la purificación y la salvación de las almas de los penitentes y son dignas de fe. Quien tiene fe las considera cuidadosamente y las recuerda para realizar el bien.

LA PERDICIÓN DE LAS ALMAS.

Después de esto, en la muchedumbre que mencioné antes vi otros espíritus malignos que proclamaban a grandes voces “¿Quién es Dios? ¿Y quiénes somos nosotros?”. Tienen desprecio a Dios como si no fuera Dios, y persuaden los hombres a no confiar en Él, sino a despreciarlo en todas las maneras, hasta arrastrarlos consigo a la perdición.

LXXXII. PERDICIÓN DE LAS ALMAS DE LOS QUE DESPRECIAN A DIOS COMO SI NO FUERA DIOS Y ASÍ SE PRECIPITAN EN LA PERDICIÓN, Y RAZÓN DEL CASTIGO

Por esta perdición yo vi dispuesto el pozo del infierno con el diablo. En efecto los que no confían en Dios son dignos de recibir las penas del infierno. Y por el espíritu vivo vi y entendí esto.

LXXXIII. DE QUÉ FORMA LOS HOMBRES PUEDEN ALEJARSE DEL DIABLO Y DE LA PERDICIÓN

Y de nuevo oí una voz de la luz viviente que me dijo: “Estas cosas que ves son verdaderas y son tal como las ves. Por tanto, si los hombres quisieran alejar de sí los espíritus malignos que los exhortan a las obras que conducen a la perdición, y si desearán sustraerse a la perdición, confíen en Dios, cumplan de buena voluntad sus mandamientos con justicia y santidad en la medida en que sean capaces, y esfuércense con vigilias, ayunos y limosnas, hasta separarse del diablo que los conduce a su destrucción. En efecto, quien no tiene fe en Dios, ignora qué es el alma y no busca comprender o ver a Dios a través de los milagros que Él obra entre las criaturas. Dios se encuentra sobre una cumbre mucho más alta que el hombre y éste no puede verlo mientras esté vivo. Refulge para los hombres en el gran resplandor de sus obras y les ofrece todo lo que necesitan. ¿Y quién podría realizar ésto, si no Dios?”.

LXXXIV. CUANDO SE PERMITE A LOS SIERVOS CONOCER TODOS LOS SECRETOS DE LOS DUEÑOS, QUIEREN DOMINARLOS.

¿Cómo podría favorecer al dueño, permitir que un criado conociera todos sus secretos? ¿Y por qué debería ser útil a la dueña, que su criada tuviera a conocimiento de todos sus secretos? Allí donde esto ocurre, los sirvientes quieren dominar a sus mismos dueños.

LXXXV. EN LA PUREZA DE LA FE, EL HOMBRE COMPRENDE A DIOS Y RECHAZA LOS ENGAÑOS DEL DIABLO Si el hombre no se conoce a sí mismo ni las criaturas que ve, ¿de qué manera podría alcanzar su conocimiento de Dios, que no ve?

Comprenda a Dios, vea en la pureza de la fe, y no afirme en su desesperación que no sabe quién es aquel Dios que puede socorrerlo, ni afirme que ha sido sumergido en males tan profundos que no puede encontrar alegría o gozo en la vida. En efecto, la turba diabólica les sugiere a los hombres que Dios no es Dios, sino que es casi como una estatua. A causa de su maldad tratan de negar la gloria de la santidad, más que desear tenerla. El hombre que quiera salvarse no actúe así, sino confíe en Dios y rechace los engaños del diablo. Por la verdadera penitencia purifíquese de los pecados cuánto pueda, hasta que, cuando el alma haya abandonado su cuerpo, sea castigada más suavemente en aquella otra vida y sea sustraída más rápidamente de los castigos merecidos.

Estas cosas se han dicho para la purificación y la salvación de las almas penitentes y son dignas de fe. Quien tiene fe las considera cuidadosamente y las recuerda para realizar el bien.

FIN DE LA SEGUNDA PARTE