A la señora Joséphine Delannoy,
de soltera Doumerc
Quiera Dios, señora, goce esta obra de una vida más larga que la mía; la gratitud que me ha inspirado su persona y que, así lo espero, será equiparable al afecto casi maternal que me profesa usted, perduraría de ese modo más allá del término fijado a nuestros sentimientos. Ese sublime privilegio de prolongar mediante la vida de nuestras obras la existencia del corazón bastaría, suponiendo que se pudiera poseer alguna certeza al respecto, para consolar de todos los trabajos que cuesta a aquéllos que tienen puesta la ambición en conquistarlo. Repetiré pues: ¡Dios lo quiera!
DE BALZAC