Reí.
-No, que yo sepa, -dije-.
No me sorprendí cuando la mujer preguntó si podía usar mi cuarto de baño. Yo había bajado mis barreras mentales para averiguar cuan sospechosa le parecía a los detectives, así que sabía que ella quería echarle un vistazo más extenso a mi casa. Le mostré al cuarto de baño en el pasillo, no el de mi dormitorio; no que ella encontraría algo sospechoso en cualquiera de ellos.
-¿Que hay acerca de su auto? -preguntó Jack Leeds de pronto-. Yo había estado intentando echar una mirada al reloj sobre la chimenea, porque quería estar segura de que el dúo se hubiera ido antes de que Alcide me recogiera para el funeral.
-¿Ehh? Había perdido el hilo de la conversación.
-El coche de Debbie Pelt.
-¿Que con eso?
-¿Usted tiene alguna idea dónde esta?
-Ninguna en este mundo, -dije con completa honestidad-.
Cuando Lily regresó a la sala, él preguntó, Señorita. Stackhouse, solo por curiosidad, qué cree que le sucedió a Debbie Pelt?
-Pensé-, Creo que ella consiguió lo que venía a hacer conmigo-. Me escandalice. A veces no soy una persona muy agradable, y esto no se estaba poniendo más agradable.
-No lo se, Sr. Leeds, -dije. Creo que tengo que decirle que excepto por su familia que esta triste por ella, realmente no me preocupa. No nos gustábamos la una a la otra. Ella quemó, un agujero en mi chal, me llamó puta, y era mala con Alcide; aunque ya que él es un adulto, ese es su problema. Le gustaba maltratar a la gente a su alrededor. Le gustaba hacerlos bailar a su ritmo. -Jack Leeds me miraba un poco aturdido ante este flujo de información.
-Así que por eso,- concluí-, eso es lo que siento.
-Gracias por su honestidad, -dijo-, mientras su esposa me miraba con sus pálidos ojos azules. Si yo había tenido cualquier duda, entendí claramente ahora que ella era la más formidable de los dos. Considerando lo profundo que había llegado Jack a la investigación, eso decía algo.
-Su cuello esta torcido, -dijo quedamente-. -Déjeme arreglarlo. Resistí mientras sus hábiles dedos se extendían detrás de mí y tiró de la chaqueta hasta que el cuello quedó correctamente.
Se marcharon después de eso. Cuando vi a su automóvil dejar el camino de entrada, tomé mi chaqueta y la examine con cuidado. Aunque yo no había recogido ninguna intención de su cerebro, tal vez ella había puesto un receptor sobre mí. Los Leeds podrían estar más recelosos de lo que aparentaban. No, -descubrí- ella realmente era el monstruo ordenado que había parecido, y realmente había sido incapaz de resistir que la solapa de mi chaqueta estuviera torcida. Todavía recelosa, inspeccioné el cuarto de baño del pasillo. No había estado en el desde la última vez que lo había limpiado hacía una semana, se veía muy bien y lucía tan limpio, higiénico y fresco como un cuarto de baño muy viejo pudiera estar en una casa muy vieja. El lavabo estaba húmedo, y la toalla había sido usada y doblada de nuevo, pero esto era todo. Nada adicional estaba allí, y nada faltaba, y si la detective hubiera abierto el gabinete del cuarto de baño para comprobar su contenido, eso no me preocupaba.
Mi talón se enganchó en un agujero donde el suelo se había levantado. Por centésima vez, me pregunté si podría aprender como poner el linóleo yo misma, porque el piso necesitaba una completa remodelación. También me pregunté como podría ocultar el hecho, de haber matado a una mujer en un minuto, y preocuparme del linóleo rajado en el cuarto de baño el siguiente.
-Ella era mala, -dije en voz alta-. Era horrible y mala, y quería además que yo muriera por ninguna razón en absoluto.
Así era como podría lograrlo. Había estado viviendo en una jaula de culpabilidad, pero esta acababa de agrietarse y se había venido abajo. Estaba cansada de sentir angustia y sobre todo sentirla por alguien que me hubiera matado en un minuto, alguien que habría hecho su mayor esfuerzo para causar mi muerte. Nunca había estado preparada para la emboscada de Debbie, pero tampoco había estado preparada para dejar que me matara solamente porque a ella le satisfacía mi muerte.
Al diablo con ese tema. Ellos la encontrarían, o no. No me preocuparía por eso de ninguna manera.
De pronto, me sentí mucho mejor.
Escuché un vehículo que atravesaba los bosques. Alcide había llegado a tiempo. Esperé ver su Dodge Ram, pero para mi sorpresa él llegaba en un Lincoln azul oscuro. Su pelo estaba tan suave como podía, que no era mucho, y llevaba un sobrio traje gris y una corbata color Borgoña. Jadeé al verlo por la ventana mientras subía las escaleras de piedra del pórtico delantero. Lucía lo suficientemente bueno como para comérselo, e intenté no reírme tontamente como una idiota ante la imagen mental.
Cuando abrí la puerta, él pareció igualmente atontado. -Luces maravillosa, -dijo- después de mirarme por un largo momento.
-Tu también, -dije-, sintiéndome casi tímida.
-Supongo que tenemos que irnos.
-Seguramente si queremos estar allí a tiempo.
-Tenemos que estar allí diez minutos antes, -dijo-.
-¿Por qué, exactamente? Recogí mi bolso negro, eché un vistazo en el espejo para asegurarme que mi lápiz de labios estuviera todavía fresco, y cerré con llave la puerta principal detrás de mí. Por suerte, el día era lo suficientemente cálido para dejar mi abrigo en casa. No quería cubrir mi conjunto.
-Este será un funeral licántropo, -dijo en tono significativo-.
-¿Es diferente de un funeral regular?
-Este es el funeral de un jefe de manada, y esto lo hace más… formal.
Bien, él me lo había dicho el día anterior.
-¿Cómo se impide que la gente normal se de cuenta?
-Ya lo verás.
Sentí dudas sobre eso.
-¿Estas seguro que yo debería de asistir?
-Él te hizo amiga de la manada.
Recordé que, aunque en aquel momento yo no lo había comprendido, esto era un título, la manera en que Alcide lo hizo sonar ahora lo confirmaba: Amigo de la manada.
Tenía el incómodo presentimiento de que había mucho más por conocer sobre la ceremonia del funeral del Coronel Flood. Por lo general yo tenía más información de la que podía manejar sobre cualquier sujeto, dado, que podía leer sus mentes; pero no había ningún licántropo en Bon Temps, y los otros cambia-formas no eran tan organizados como los lobos. Aunque la mente de Alcide fuera difícil de leer, podía distinguir que estaba preocupado por lo que iba a ocurrir en la iglesia, y también pude distinguir que se preocupaba por un lobo llamado Patrick.
El servicio sería en la Grace Episcopal, una iglesia en un viejo y próspero suburbio de Shreveport. El edificio de la iglesia era muy tradicional, construido de piedra gris, y coronado por una aguja. No había ninguna iglesia Episcopal en Bon Temps, pero yo sabía que los servicios eran similares a aquellos de la Iglesia católica. Alcide me había dicho que su padre asistiría al funeral, también, y que nosotros veníamos en el coche de su padre.
-Mi camioneta no parecía lo bastante digna para este día, según mi padre, -dijo Alcide-. Yo podía deducir que su padre era lo más importante en los pensamientos de Alcide.
-¿Entonces cómo llegará tu padre? -Pregunté.
-En su otro auto, -dijo Alcide distraídamente-, como si realmente no escuchara lo que yo decía. Quedé un poco sobresaltada ante la idea de un hombre que poseía dos autos. En mi experiencia, los hombres podrían tener un automóvil familiar y una camioneta, y también podrían tener una motocicleta. Mis pequeñas conmociones durante el día solo comenzaban. Cuando llegamos a la autopista I-20 y giramos al oeste, el humor de Alcide había llenado el automóvil. No estuve segura de lo que era, pero esto implicaba silencio.
-Sookie, -dijo Alcide bruscamente, mientras sus manos se apretaban sobre el volante hasta que sus nudillos estuvieron blancos.
-¿Sí? El hecho de que cosas malas entrarían en la conversación también podría verse escrito en brillantes letras parpadeando encima de la cabeza de Alcide. Sr. Conflicto Interior.
-Tengo que hablarte sobre algo.
-¿Qué? - ¿Hay algo sospechoso acerca de la muerte del Coronel Flood? ¡Debería haberlo imaginado! -Me regañé-. Pero a los otros cambia-formas les habían disparado. Un accidente de tráfico era un contraste.
-No, -dijo Alcide, mirándome sorprendido. -Por lo que sé, el accidente es eso, justamente un accidente. El otro tipo se pasó una luz roja.
Me recosté en el asiento de cuero.
-¿Entonces cuál es el problema?
-¿Hay algo que quieras decirme?
Me quedé paralizada.
-¿Decirte? ¿Sobre qué?
-Sobre aquella noche. La noche de la Guerra de las Brujas.
Los años de controlar mi cara vinieron a mi rescate.
-Ni una sola cosa, -dije con bastante calma-, aunque me estaba apretando las manos mientras lo decía.
Alcide no dijo nada más. Aparcó el automóvil y dio la vuelta al auto para ayudarme, lo cual era innecesario, pero agradable. Había decidido que no necesitaría mi bolso dentro de la iglesia, entonces lo dejé bajo el asiento y Alcide cerró el auto. Nos dirigimos hacia el frente de la iglesia. Alcide tomó mi mano, algo que me sorprendió. Yo podría ser amiga de la manada, pero aparentemente era más amistosa con un miembro de la manada que con los demás.
-Ahí esta Papá, -dijo Alcide- mientras nos acercamos a un grupo de dolientes. El padre de Alcide era un poco más bajo que el, pero era un hombre tan fuerte como su hijo. Jackson Herveaux tenía el pelo gris acero en vez de negro, y una nariz más audaz. Tenía la misma piel olivácea que su hijo. Jackson parecía más oscuro porque se apoyaba en una pálida y delicada mujer con el pelo blanco y lustroso.
-Padre -dijo Alcide formalmente-, ella es Sookie Stackhouse.
-Un placer conocerla, Sookie, -dijo Jackson Herveaux-. Ella es Christine Larrabee. Christine, quien podría haber tenido desde cincuenta y siete a sesenta y siete años, parecía una pintura en colores pastel. Sus ojos eran de un suave tono azul descolorido, su suave piel era de pálida magnolia con el tinte más débil de rosado, sus impecables canas estaban inmaculadamente cepilladas. Lucía un traje azul claro, que yo personalmente no habría llevado hasta que el invierno estuviera completamente terminado, pero ella se veía fenomenal en el.
-Mucho gusto, -dije-, preguntándome si debería hacer alguna reverencia. Había dado la mano al padre de Alcide, pero Christine no extendió la suya. Ella inclinó la cabeza y me dirigió una dulce sonrisa. Probablemente no quiso que la lastimara al apretar sus dedos con sus anillos de brillantes, decidí después de echar un vistazo a sus dedos. Desde luego, combinaban perfectamente con sus pendientes. Había sido aventajada, sin duda. Parecía ser mi día para encogerme de hombros ante las cosas desagradables.
-Es una triste ocasión, -dijo Christine-.
Si ella quería iniciar una conversación cortés, estaba preparada para ello.
-Sí, el Coronel Flood era un hombre estupendo, -dije-.
-¿Ah, lo conociste querida?
-Si, -dije-.
En realidad, lo había visto desnudo, pero en circunstancias decididamente asexuales.
Mi breve respuesta no dejaba ningún tema más del que hablar. Vi genuina diversión detrás de sus pálidos ojos. Alcide y su padre cambiaban comentarios en voz baja, a los que obviamente, como se suponía, deberíamos hacer caso omiso.
-Usted y yo somos estrictamente decorativas hoy, -dijo Christine-.
-Entonces usted sabe más que yo.
-Eso espero. ¿Usted no es dos-naturalezas?
-No. Christine lo era, desde luego. Era una pura sangre, de la misma manera en que lo eran, Jackson y Alcide. Yo no podía imaginar a esta elegante mujer cambiando en un lobo, sobre todo con la sucia reputación que tenían los lobos en la comunidad cambia-formas, pero las impresiones que conseguí de su mente eran inequívocas.
-El funeral de un jefe de manada marca la apertura de la campaña para sustituirlo, -dijo Christine-. Debido a que esta era la información más sólida que había obtenido, más que durante las dos horas pasadas con Alcide, inmediatamente me sentí amablemente dispuesta hacia la mujer.
-Debes ser extraordinaria, para que Alcide te escogiera como su compañera hoy, -prosiguió Christine.
-No se si sea extraordinaria. En el sentido literal, supongo que lo soy. Tengo sentidos extras que no son ordinarios.
-¿Bruja? -Arriesgó Christine-, ¿Hada? ¿Duende?
¡Mi Dios! Sacudí la cabeza.
-Ninguno de los anteriores. ¿Entonces qué va a pasar allí?
-Hay mas bancas en la iglesia que de costumbre. La manada entera se sentará en el frente de la iglesia, los que están emparejados, con sus compañeros, por supuesto y sus hijos. Los candidatos para jefe de manada entrarán en último lugar.
-¿Cómo serán escogidos?
-Se anuncian ellos mismos, -dijo-. Pero serán puestos a prueba, y luego votaran los miembros.
-¿Por qué el padre de Alcide la trajo, o esta es una pregunta verdaderamente personal?
-Soy la viuda del jefe de manada antes del Coronel Flood, -dijo Christine Larrabee quedamente-. Esto me da una cierta influencia.
Asentí
-¿El jefe de la manada es siempre un hombre?
-No. Pero ya que la fuerza es parte de la prueba, los machos por lo general ganan.
-¿Cuántos candidatos hay?
-Dos. Jackson, desde luego y Patrick Furnan. -Inclinó su aristocrática cabeza ligeramente a la derecha-, y le di un vistazo más cerca a la pareja que había estado sobre la periferia de mi atención.
Patrick Furnan estaba a mediados de los cuarenta, en algún sitio entre Alcide y su padre. Era un hombre grueso, con el pelo café claro cortado al ras y una recortada y elaborada barba. Su traje era marrón, también, y se veía que había tenido dificultad abotonando su saco. Su compañera era una bonita mujer que creía mucho en el lápiz de labios y la joyería. Tenía el castaño cabello corto, pero estaba acentuado por unas mechas rubias diseñadas minuciosamente. Sus tacones eran al menos de diez centímetros de alto. Miré los zapatos con temor. Me rompería el cuello si intentara andar sobre ellos. Pero esta mujer mantenía su sonrisa y les ofrecía educadas palabras a cada uno de los que se acercaban. Patrick Furnan eran frío. Sus angostos ojos evaluaban a cada persona que se encontraba en la creciente multitud.
-¿Tammy Faye[13], allí, es su esposa? -Pregunté a Christine en un tono discretamente bajo.
Christine hizo un sonido, que yo habría llamado sonrisa disimulada si este hubiera sido hecho por alguien menos aristocrático.
-Ella realmente lleva mucho maquillaje, -dijo Christine-. Su nombre es Libby, en realidad. Sí, ella es su esposa y una pura sangre, y tienen dos hijos. Así que han aumentado la manada.
Sólo que el hijo más grande se convertirá en lobo hasta la pubertad.
-¿Qué hace para ganarse la vida? -Pregunté-.
-Él posee una agencia distribuidora de Harley-Davidson, -dijo Christine-.
-Eso es natural. A los lobos les encantan las motocicletas.
Christine sonrió, probablemente a punto de reír a carcajadas.
-¿Quien es el favorito? Había sido lanzada en el medio de un juego, y tenía que aprender las reglas. Más tarde, interrogaría a Alcide; pero ahora mismo, iba a pasar al funeral, ya que esto es para lo que yo había venido.
-Es difícil decirlo,-murmuró Christine-. Yo no habría podido escoger a ninguno, si hubiera tenido opción, pero Jackson apeló a nuestra vieja amistad, y tuve que inclinarme de su lado.
-Eso no es agradable.
-No, pero es práctico, -dijo, divertida-. Él necesita todo el apoyo que pueda conseguir. ¿Alcide te pidió que apoyaras a su padre?
-No. Yo estaría completamente ignorante de la situación si usted no hubiera sido lo bastante amable para informarme. Incliné la cabeza en señal de agradecimiento.
-Ya que no eres lobo, disculpa cariño, pero intento entender, qué puedes hacer por Alcide, -me pregunto-, ¿porque Alcide te arrastraría en esto?
-El tendrá que decírmelo verdaderamente pronto, -dije-, y si mi voz se escuchó fría y ominosa, en ese momento no me importo.
-Su última novia desapareció, -dijo Christine pensativa-. Eran muy intermitentes, ahora juntos, luego no, Jackson me lo contó. Si sus enemigos tuvieron algo que ver con eso, deberías de cuidar tus pasos.
-No pienso que este en peligro, -dije-.
-¿No?
Pero yo ya había dicho bastante.
-Hmmmm, -dijo Christine después de una larga y pensativa mirada a mi rostro.
-Bien, ella era demasiado diva para alguien que no era un lobo. La voz de Christine expresó el desprecio que los lobos sentían por otros cambia-formas. (¿Por que molestarse en cambiar, si no puedes hacerlo en un lobo?, había escuchado decirlo mas de una vez.)
Mi atención fue captada por el brillo de una cabeza afeitada, y di un paso un poco a la izquierda para tener una mejor vista. Nunca había visto a ese hombre con anterioridad. Seguramente lo habría recordado; era muy alto, más alto que Alcide o incluso que Eric, -pensé-. Tenía anchos hombros y musculosos brazos. Su cabeza y sus brazos estaban morenos con un bronceado auténtico. Lo noté, porque llevaba una camiseta de seda negra sin mangas remetida en unos pantalones también negros y zapatos de etiqueta. Era un día frío de finales de enero, pero el frío no parecía afectarlo en absoluto. Había un definitivo espacio entre él y la gente a su alrededor.
Cuando lo miré, preguntándome quien sería, él giró y me miró, como si hubiera podido sentir mi atención. Tenía una magnifica nariz, y su cara era tan suave como su afeitada cabeza. En esa distancia, sus ojos parecían negros.
-¿Quien es el? -Pregunté a Christine-, mi voz se escuchó en un hilo entre el viento que había aparecido de repente, sacudiendo las hojas de los arbustos de acebo plantados alrededor de la iglesia.
Christine lanzó una mirada hacia el hombre, ella debería saber quien es, -pensé-, pero no contestó.
La gente normal, se había estado filtrando a través de los licántropos, subiendo los peldaños hacia la iglesia. Ahora dos hombres con trajes negros comparecían en las puertas. Se quedaron de pie con los brazos cruzados sobre si, y el hombre de la derecha inclinó la cabeza ante Jackson Herveaux y Patrick Furnan.
Los dos hombres, con sus compañeras, entraron y se colocaron en la puerta. Los lobos pasaban entre ellos para entrar en la iglesia. Algunos inclinaban la cabeza hacia uno, algunos hacia el otro, y algunos a ambos. Me figuré que eran neutrales. Incluso después de que la reciente guerra con las brujas había reducido sus filas, conté a veinticinco adultos de pura sangre en Shreveport, una manada muy grande para una ciudad tan pequeña. Su tamaño era atribuible a la base aérea, me figuro.
Cada uno caminó entre los dos candidatos, hasta que estuvieron completos. Solamente vi a dos niños. Desde luego, algunos padres podrían haber dejado a sus hijos en la escuela en lugar de traerlos al funeral. Pero estaba segura de ver lo que Alcide me había comentado: la infertilidad y un alto índice de mortalidad infantil era una plaga para los lobos.
La hermana más joven de Alcide, Janice, se había casado con un humano. Ella misma nunca cambiaría de forma, ya que no era la primogénita. El gen se transmitiría a su hijo, Alcide me había dicho, que este gen aumentaba el vigor y tenía una gran capacidad de curación. Muchos atletas profesionales eran hijos de parejas cuyo fondo genético contenía un alto porcentaje de lobo en la sangre.
-Entraremos en un segundo, -murmuró Alcide-. Él estaba de pie junto a mí, explorando las caras de las personas que pasaban a nuestro lado.
-Voy a matarte después, -le dije-, manteniendo mi cara impasible mientras pasaban los lobos. ¿Por qué no me explicaste esto?
El alto hombre se acercó caminando, mientras sus brazos se balanceaban, su enorme cuerpo se movía con propósito y gracia. Su cabeza giró hacia mí cuando pasó a mi lado, y le vi a los ojos. Eran muy oscuros, pero como la vez anterior no pude distinguir el color. Me sonrió.
Alcide tocó mi mano, como si supiera que no le ponía atención. Se inclinó para susurrar en mi oído:
-Necesito tu ayuda. La necesito para que encuentres una oportunidad después del funeral de leer la mente de Patrick. Él va a hacer algo para sabotear a mi padre.
-¿Por qué simplemente no me lo pediste? Estaba perpleja y confundida, y sobre todo lastimada.
-¡Pensé que me lo debías de cualquier modo!
-¿Porque dices eso?
-Sé que mataste a Debbie.
Si él me hubiera abofeteado, no podría haberme impresionado más. No tengo ni idea de que expresión tenía en el rostro. Después de que el impacto de la declaración y la culpa pasaron, -dije-:
-Habías abjurado de ella. ¿Qué te importa eso a ti?
-Nada, -dijo-. Nada. Ella estaba ya muerta para mí. -No creí eso ni por un minuto-. Pero tú sabías que eso era algo importante, y lo ocultaste. Me figuro que sabías que te sentirías obligada conmigo.
Si yo hubiera tenido un arma en el bolsillo, me habría sentido tentado a usarla.
-No te debo nada, -dije-. Creo que fuiste a recogerme en el coche de tu padre, porque sabrías que yo me iría una vez que me dijeras esto.
-No, -dijo-. Todavía manteníamos la voz baja, pero podía ver, por las miradas de reojo que obteníamos, que estábamos atrayendo la atención. Bien, tal vez. Por favor, olvida que dije que me lo debías. El hecho es, que mi padre esta en problemas y yo debo hacer cualquier cosa para ayudarlo. Y tú puedes ayudarme.
-La próxima vez que necesites ayuda, solo pídela. No intentes chantajearme o manipularme. Me gusta ayudar a la gente. Pero odio ser empujada y engañada. Él había bajado sus ojos, entonces tomé su barbilla y lo hice enfrentarse a mi. Te odio. -dije-
Eché un vistazo a mí alrededor, para averiguar cuanta atención estaba atrayendo nuestra discusión. El hombre alto había reaparecido. Él miraba hacia nosotros sin ninguna expresión. Pero sabía que estábamos captando su atención.
Alcide echó un vistazo también. Su cara enrojeció. Tenemos que entrar ahora. ¿Entrarás conmigo?
-¿Que significa que yo entre contigo?
-Eso significa que estás del lado de mi padre en su licitación para ser jefe de la manada.
-¿A que me obliga eso?
-A nada.
-¿Entonces por qué es importante que lo haga?
-Escoger el lado de un jefe de manada puede influir en los que saben cuanto nos ayudaste durante la Guerra de las Brujas.
La escaramuza con las Brujas hubiera sido más exacto llamarla, porque aunque indudablemente habían sido ellos contra nosotros, el número total de personas involucradas había sido bastante pequeño digamos, cuarenta o cincuenta personas. Pero en la historia de la manada de Shreveport, había sido un episodio épico, -deduje-.
Furiosa, miré hacia abajo. Luché contra mis instintos en guerra. Ambos tenían razón, uno decía: “Estas en un funeral. No hagas una escena. Alcide ha sido bueno contigo, y no te lastimaría hacer esto por él.” “El otro decía, Alcide te ayudó en Jackson porque intentaba alejar a su padre de los problemas con los vampiros. Ahora, otra vez, él está dispuesto a implicarte en algo peligroso para echarle una mano a su padre”. La primera voz interrumpió, -Él sabía que Debbie era mala. Intentó alejarse de ella, y luego él la abjuró. La segunda dijo: ¿Porque el querría a una mujer como Debbie en primer lugar? ¿Porque seguía con ella cuándo tenía la clara evidencia de que era malvada? Nadie más ha sugerido que ella tuviera el poder de la magia. Esa cosa de 'magia’ es una excusa barata. Me sentía como Linda Blair en el Exorcista, con la cabeza dando vueltas alrededor de mi cuello.
La voz número uno consiguió triunfar. Puse mi mano sobre el codo torcido de Alcide y nos dirigimos a las escaleras y hacia la iglesia.
Las bancas de la iglesia estaban llenos de gente normal. Las tres primeras hileras de ambos lados habían sido reservadas para la manada. Pero el alto hombre, que se destacaría en cualquier parte, estaba sentado en la última fila. Alcancé a echar un vistazo a sus anchos hombros antes de prestar completa atención a la ceremonia. Los dos niños Furnan, lindos como diablillos, estaban solemnemente sentados en la primera banca del lado derecho. Así que, Alcide y yo entramos, precediendo a los dos candidatos de jefe de manada. Esta ceremonia de asientos, se parecía de una manera extraña a una boda, con Alcide y yo siendo padrino y dama de honor respectivamente. Jackson y Christine y Patrick y Libby Furnan entrarían como los padres de los novios.
Que pensarían las demás personas de esta situación, no lo sabía
Solo sabía que todos me miraban fijamente, pero estoy acostumbrada a esto. Si ser una mesera te consigue algo, es estar acostumbrada a que te observen. Estaba vestida de manera apropiada y lucía tan bien como podría estarlo, y Alcide estaba igual, así que, no importaba que nos miraran. Alcide y yo nos sentamos en la fila delantera del lado izquierdo de la iglesia. Vi a Patrick Furnan y a su esposa, Libby, sentarse en la banca al otro lado del pasillo. Entonces miré hacia atrás para ver que Jackson y Christine entraban despacio, luciendo apropiadamente graves. Hubo varios movimientos de cabezas y manos, un aumento de susurros, y luego Christine se sentó sigilosamente furtivamente en la banca, con Jackson a su lado.
El ataúd, cubierto por un paño minuciosamente bordado, estaba enmedio del pasillo, nos pusimos de pie, y luego el sombrío servicio comenzó.
Después de escuchar la letanía, al mismo tiempo que Alcide me la mostraba en el Misal, el sacerdote preguntó si le gustaría a alguien decir algunas palabras sobre el Coronel Flood. Uno de sus amigos de la Fuerza aérea se levantó primero y habló de la dedicación del coronel al deber y el orgullo que su unidad había sentido por él. Otro de los colegas miembro de iglesia, tomó la palabra también, elogiando la generosidad del coronel y aplaudiendo el tiempo que había pasado cuidando el balance de los libros en la iglesia.
Patrick Furnan dejó su banca y de varias zancadas llegó al atril. No fue ágil; era demasiado pesado para eso. Pero su discurso fue seguramente un cambio de las alabanzas que los anteriores hombres habían dicho.
-John Flood fue un hombre extraordinario y un gran líder, -comenzó Furnan-. Hablaba mucho mejor de lo que esperaba. Aunque no supiera quien había escrito su discurso, se veía que era un hombre educado.
-En la orden fraternal que compartimos, siempre nos indicó la dirección que deberíamos tomar, el objetivo que deberíamos alcanzar. Cuando se volvió más viejo, comentaba a menudo a que esto era un trabajo para jóvenes.
Un giro de auto-elogio para hacer un discurso de campaña. No era la única que había notado esto; por todas partes a mi alrededor había movimientos y se escuchaban unos cuantos susurros.
Aunque no le tomó por sorpresa la reacción que despertó su comentario, Patrick Furnan siguió adelante. Siempre le dije a John que él era el mejor jefe que habíamos tenido, y todavía creo esto. No importa quien siga sus pasos, John Flood nunca será olvidado o substituido. El próximo líder sólo puede esperar trabajar tan duro como John. Siempre estaré orgulloso de la confianza que John puso en mí más de una vez, incluso alguna vez me llamó su mano derecha. Con aquellos comentarios, el distribuidor de motocicletas Harley subrayó su intento de tomar el trabajo del Coronel Flood como jefe de manada (o, como me refería a ello internamente, el Líder de la manada).
Alcide, a mi derecha, estaba rígido de cólera. Si no hubiera estado sentado en la primera fila de un funeral, le habría encantado hacerme algunos comentarios sobre el tema de Patrick Furnan. Al lado de Alcide, apenas podía ver a Christine, cuya cara parecía tallada en marfil. Se estaba conteniendo bastante.
El padre de Alcide esperó un momento antes de subir al atril. Evidentemente, quería que pasaran unos momentos y se calmaran un poco los ánimos, antes de empezar su propio discurso.
Jackson Herveaux, rico constructor y hombre lobo, nos dio la posibilidad de examinar su apuesta madurez. Entonces comenzó:
-No veremos pronto a alguna persona como John Flood. Un hombre cuya sabiduría había sido moderada y probada por los años… -Ah, ouch. Esto no iba a ser malicioso ni deliberado…si no, directo.
Dejé de prestar atención el resto del servicio para concentrarme en mis propios pensamientos. Tenía mucho en que pensar. Nos pusimos de pie cuando el Coronel John Flood, coronel de la Fuerza aérea y Jefe de la manada, salió de esta iglesia por última vez. Permanecí en silencio durante el camino al cementerio, me quedé al lado de Alcide durante el servicio alrededor de la tumba, y regresamos al automóvil cuando todo hubo terminado y los apretones de manos y saludos fueron hechos.
Busqué al hombre alto, pero él no estaba en el cementerio.
De regreso a Bon Temps, Alcide obviamente quiso mantener un silencio agradable y tranquilo, pero era hora de contestar algunas preguntas.
-¿Como lo supiste? -Pregunté-.
No intentó fingir no comprender de lo que hablaba.
-Cuando fui a tu casa ayer, pude olfatear un vestigio sumamente leve de ella en tu puerta principal, -dijo-. Me tomó solo un poco de tiempo adivinarlo.
Yo nunca había considerado esa posibilidad.
-No creo que lo hubiera reconocido si no la hubiera conocido tan bien, -observó-. Ciertamente no encontré ese olor en ninguna otra parte de la casa.
Entonces toda mi limpieza había sido de algún provecho. Había tenido suerte de que Jack y Lily Leeds no hubieran sido dos-naturalezas.
-¿Quieres saber qué pasó?
-No lo creo, -dijo después de una pausa considerable-. -Conociendo a Debbie, supongo que hiciste lo que tenías que hacer. Después de todo, era su olor en tu casa. Ella no tenía nada que hacer ahí.
Eso estaba lejos de un apoyo rotundo.
-¿Y Eric estaba todavía en tu casa entonces, verdad? ¿Tal vez fue Eric? Alcide parecía casi esperanzado.
-No, -dije-.
-Tal vez realmente quiero la historia completa.
-Quizás he cambiado de idea sobre contártela. Crees en mí o no lo haces. Crees que soy la clase de persona que mataría a una mujer por ninguna razón o que no lo soy. Realmente, me había lastimado más de lo que yo creía. Tuve mucho cuidado de no entrar en la cabeza de Alcide, porque tenía miedo de poder enterarme de algo más doloroso.
Alcide intentó varias veces iniciar otra conversación, pero el viaje no podía terminar lo bastante pronto para mí. Cuando llegó al claro y me di cuenta que estaba a unos metros de estar en mi propia casa, el alivio fue aplastante. No podía esperar a librarme de ese lujoso auto lo suficientemente rápido.
Pero Alcide bajó detrás de mí.
-No me importa, -dijo con voz que fue casi un gruñido.
-¿Qué? -Había llegado a la puerta principal y trataba de meter la llave en la cerradura-.
-No me importa.
-No creo eso ni por un minuto.
-¿Qué?
-Eres más duro de leer que un humano, Alcide, pero puedo ver resquicios de tus pensamientos. Debido a que me pediste que te echara una mano con tu padre, te diré algo: Patrick como sea que se apellide, planea sacar a la luz pública los problemas de juego de tu padre para mostrar que él es inadecuado como jefe de manada. Nada más solapado y sobrenatural que la verdad. Había leído su mente mucho antes de que me pidieras que lo hiciera. No quiero volver a verte en un largo, largo tiempo.
-¿Qué? -repitió Alcide-. Parecía como si le hubieran golpeado en la cabeza.
-Verte… me hace sentir mal. Desde luego, había varias y diferentes razones para eso, pero no quise enumerarlas. Así que gracias por llevarme al funeral. (Podría haber parecido un poco sarcástica). Aprecio que pensaras en mí. (Otra probabilidad más alta de sarcasmo aquí.)
Entré en la casa y cerré la puerta sobre su cara sobresaltada, y la cerré con llave solo para sentirme segura. Me dirigí a la sala, para que el pudiera escuchar mis pasos, pero me detuve en el pasillo y esperé a escuchar mientras él regresaba al Lincoln. Escuché que el automóvil pasaba por el camino principal, probablemente haciendo surcos sobre mi preciosa grava.
Cuando me quité el traje de Tara y lo guardé para llevarlo después a la tintorería, confieso que estaba abatida. Algunas personas dicen que cuando una puerta se cierra, otra se abre. Pero ellos no han estado viviendo en mi casa.
La mayor parte de las puertas que abro parecen tener algo tenebroso detrás de ellas, de cualquier manera.
CAPITULO 7
Sam estaba en el bar aquella noche, sentado en una mesa de la esquina como un rey de visita, su pierna apoyada sobre otra silla protegida con almohadas. Estaba vigilando a Charles, echando el ojo sobre la reacción de la clientela ante un barman vampiro.
La gente se detenía, se sentaba en las bancas de la barra, se quedaban varios minutos y luego desocupaban la banca. Sabía que Sam estaba adolorido. Siempre puedo saber cuando la gente sufre. Pero estaba feliz de ver a otras personas, alegre de estar en el bar, complacido con el trabajo de Charles.
Todo esto lo podía deducir, y con todo, en cuanto a la identidad de quién le había disparado, no tenía ninguna pista. Alguien cazaba a los dos naturalezas, alguien que había matado a algunos y herido incluso a mayor cantidad. Descubrir la identidad del tirador era imperativo. La policía no sospechaba de Jason, pero su propia gente si lo hacía. Si la gente de Calvin Norris decidiera tomar el asunto en sus propias manos, fácilmente podrían encontrar una posibilidad de atacar a Jason. Ellos no sabían que había más víctimas en otros lugares además de las de Bon Temps.
Sondeé mentes, intenté atrapar a la gente en pensamientos descuidados, incluso intenté pensar en los candidatos más prometedores para el papel del asesino, pero ni siquiera así, perdería el tiempo en escuchar por ejemplo: las preocupaciones sobre la nieta mayor de Liz Baldwin.
Asumí que el que disparaba era casi seguramente un tipo. Conocía a muchas mujeres que practicaban la caza y muchísimas más con acceso a rifles. ¿Pero no eran los francotiradores siempre hombres? La policía estaba desconcertada por la selección de objetivos de este francotirador, porque no sabían la verdadera naturaleza de todas las víctimas. La búsqueda que realizaban los licántropos era obstaculizada por su búsqueda de sospechosos locales.
-Sookie, -dijo Sam- cuando pasé cerca de él. Arrodíllate aquí por un minuto.
Me acuclille directamente al lado de su silla para que el pudiera hablar en voz baja.
-Sookie, odio pedírtelo nuevamente, pero el armario en el depósito no está resultando para Charles. El armario de artículos de limpieza no fue construido exactamente para vampiros ya que es algo estrecho, pero estaba oscuro de día, lo cual estaba bastante bien. Después de todo, el armario no tenía ninguna ventana, y estaba dentro de una habitación sin ventanas.
Me tomó un minuto cambiar mis pensamientos y conducirlos hacia otra pista.
-No querrás decirme que él es no capaz de dormir, -dije con incredulidad- Los vampiros podían dormir en el día en cualquier circunstancia. Y estoy segura que pusiste una cerradura en el interior de la puerta, también.
-Sí, pero él tiene que hacerlo en el suelo, y dice que eso huele a trapeadores viejos.
-Bien, realmente guardamos los artículos de limpieza allí.
-¿Mi pregunta es: ¿sería tan malo que él se quedara en tu casa?
-¿Por qué quieres realmente que yo lo tenga en la casa? -Pregunté-. Tiene que haber una razón, aparte de la comodidad de un vampiro extraño durante el día, -cuando él está muerto-, de cualquier manera.
-¿No hemos sido amigos por largo tiempo, Sookie?
Olí algo grande y podrido.
-Sí, -admití, poniéndome de pie para que él alzara la vista hacia mí-.
-¿Y?
-He escuchado a través de la vía clandestina que la comunidad Hotshot ha contratado un lobo como guardaespaldas para la habitación de Calvin en el hospital.
-Sí, pienso que esto es un poco extraño, también. -Reconocí su preocupación cuando agregó-: Entonces supongo que escuchaste de quien sospechan. Los brillantes ojos azules de Sam se mantuvieron fijos en los míos.
-Tienes que tomar esto en serio, Sookie.
-¿Qué te hace pensar que no lo hago?
-Rechazaste a Charles.
-No veo que el negarme a que él duerma en mi casa tenga que ver con mi preocupación acerca de Jason.
-Creo que él te ayudaría a proteger a Jason, si vinieran por él. Estoy inútil con esta pierna, y… yo no puedo creer que fuera Jason quien me disparó.
Un nudo de tensión dentro de mí se relajó cuando Sam dijo esto. No había comprendido que había estado preocupada sobre lo que él pensaba, pero lo estaba.
Mi corazón se ablandó un poco.
-Oh, bien, -dije cediendo. Puede quedarse conmigo, dije malhumorada, todavía sin creer que había accedido.
Sam llamó a Charles, y habló con él brevemente. Más tarde Charles tomó prestadas mis llaves para guardar su bolso en el auto. Después de unos minutos, estaba de regreso en la barra, indicándome que había devuelto las llaves a mi bolso. Asentí, tal vez un poco cortante. No estaba feliz, pero si me tenía que ser impuesto un invitado, al menos era un invitado cortés.
Mickey y Tara entraron en el Merlotte's esa noche. Como la vez anterior, la oscura intensidad del vampiro hizo que cada persona en el bar se pusiera algo excitada. Los ojos de Tara me persiguieron con una especie de triste pasividad. Estaba esperando atraparla a solas, pero no la vi dejar la mesa por ningún motivo. Descubrí que esa era otra causa de alarma. Cuando había visitado el bar en anteriores ocasiones con Franklin Mott, siempre se tomaba un minuto para darme un abrazo, y charlar conmigo sobre la familia y el trabajo.
Alcancé a ver a Claudine, el hada al otro lado del bar, y aunque planee dirigirme hacia allá para hablar con ella, estaba demasiado preocupada por la situación de la Tara. Como siempre, Claudine estaba rodeada de admiradores.
Finalmente, estuve tan ansiosa que tomé al vampiro por los colmillos y me acerqué a la mesa de Tara. Mickey, que parecía una serpiente estaba mirando fijamente a nuestro llamativo camarero, y apenas me dirigió la mirada cuando me acerqué. Tara parecía tanto esperanzada como asustada, así que puse mi mano sobre su hombro para conseguir una imagen más clara de su cabeza. Tara ha tenido tanto éxito que raras veces me preocupo por ella, aunque tiene una debilidad: Escoge a los hombres incorrectos.
Recordaba a “Huevos” Benedict, que había muerto el otoño pasado, al parecer en un incendio. “Huevos” había sido un bebedor compulsivo y de temperamento débil. Franklin Mott al menos había tratado a Tara con respeto y la había llenado de regalos, aunque la naturaleza de los regalos hubiera dicho, “soy una amante,” en lugar de “soy una honesta novia. ¿Pero cómo había venido a parar en compañía de Mickey? “Ese” Mickey, cuyo nombre incluso había hecho que Eric vacilara.
Parecía que había estado leyendo un libro sólo para descubrir que alguien había arrancado las páginas de en medio.
-Tara, -dije quedamente-. Ella alzó la vista hacia mí, sus grandes ojos negros estaban nublados y muertos: miedo pasado, vergüenzas pasadas.
A simple vista ella se veía casi normal. Estaba bien peinada y arreglada, su ropa era de moda y atractiva. Pero por dentro, Tara estaba atormentada. ¿Qué le ocurría a mi amiga? ¿Por qué no había notado antes que algo la estaba destruyendo de adentro hacia afuera?
Me pregunté que hacer a continuación. Tara y yo solamente nos mirábamos fijamente la una a la otra, y aunque ella supiera lo que yo veía dentro de su cabeza, no respondía.
-Despierta, -dije-, sin saber de donde venían las palabras. ¡Despierta, Tara!
Una mano blanca agarró mi brazo y trató de quitar mi mano del hombro de Tara a la fuerza.
-No te pago para tocar a mi cita, -dijo Mickey-. Tenía los ojos más fríos que alguna vez había visto -color barro como de reptil-. Te pago para traer nuestras bebidas.
-Tara es mi amiga, -dije-. Él todavía apretaba mi brazo, y si un vampiro te aprieta, realmente lo notas. Usted le hace algo. O esta dejando que alguien más se lo haga.
-No es de tu incumbencia.
-Esto me concierne, -dije-. Yo sabía que mis ojos estaban lagrimeando de dolor, y tuve un momento de cobardía absoluta. Viendo su cara, sabía que él podría matarme y salir del bar antes de que alguien allí pudiera detenerlo. Él podría llevarse a Tara consigo, como su perro favorito o como si fuera ganado. Antes de que el miedo me hiciera perder el control, -dije-, Suélteme. Lo dije con fuerza, aun cuando supiera que él podría oír caer un alfiler en una tormenta.
-Estas temblando como un perro enfermo, -dijo con desdén-.
-Suélteme, -repetí-.
-¿O que?
-Usted no puede mantenerse despierto siempre. Si no lo hago yo, será alguien más.
Mickey pareció reconsiderarlo. No creo que fuera mi amenaza, aunque yo hablaba en serio desde las puntas de los dedos de mis pies hasta las raíces de mi pelo.
Él miró hacia Tara, y ella habló, como si él le hubiera tirado una cuerda.
-Sookie, no hagas un escándalo de esto. Mickey es mi hombre ahora. No me avergüences delante de él.
Mi mano soltó su hombro y me arriesgué a alejar los ojos de Mickey para mirarla a ella. Ella definitivamente quería que yo me fuera; era completamente sincera sobre esto. Pero sus motivos eran curiosamente más oscuros.
-Bien, Tara. ¿Quieres otra bebida? -Pregunté despacio-. Yo me abría camino por su cabeza, y encontraba una pared de hielo, resbaladizo y opaco.
-No, gracias, -dijo Tara correctamente. -Mickey y yo tenemos que irnos ahora.
Eso sorprendió a Mickey, puedes apostar. Me sentí un poco mejor; Tara era responsable de ella, al menos en cierta medida.
-Devolveré tu traje. Ya lo llevé a la tintorería. -dije-.
-No hay prisa.
-Bien. Te veré después. Mickey apretaba fuertemente el brazo de mi amiga mientras se retiraban a través de la multitud.
Recogí los vasos vacíos de la mesa, la limpié y regresé a la barra. Charles Twining y Sam estaban alertas. Habían estado observando el pequeño incidente. Me encogí de hombros, y ellos se relajaron.
Cuando cerramos el bar aquella noche, el nuevo barman me esperaba en la puerta trasera mientras me ponía mi abrigo y sacaba las llaves de mi bolso.
Abrí las puertas del auto y él subió.
-Gracias por aceptar recibirme en tu de casa, -dijo-.
Me obligue a contestar educadamente. No había motivo para ser grosera.
-¿Crees que a Eric le molestará que este contigo? -Preguntó Charles- mientras nos dirigíamos en camino hacia Parish.
-El no tiene nada que decir acerca de eso, -dije de manera cortante-. Me molestó que preguntara eso sobre Eric.
-¿No te visita menudo? -Preguntó Charles con insólita persistencia-.
No le respondí hasta que aparcamos detrás de mi casa. Escucha -dije-, no sé lo que escuchaste, pero él no es… no somos… así. Charles observó mi rostro y sabiamente no dijo nada cuando abrí la puerta trasera de la casa.
-Siéntete libre de explorar, -dije después de que lo hube invitado a pasar. A los vampiros les gusta conocer las entradas y salidas.
-Cuando termines te mostraré tu lugar para dormir. Mientras el barman miraba curiosamente alrededor de la humilde casa donde mi familia había vivido durante tantos años, colgué mi abrigo y puse el bolso en mi habitación. Me hice un emparedado después de preguntar a Charles si quería un poco de sangre. Guardo un poco tipo “O” en el refrigerador, y él pareció alegre de sentarse y beber después de haber revisado la casa. Charles Twining era un tipo pacífico y ordenado, sobre todo para ser un vampiro. No parecía estar sexualmente atraído por mi, y tampoco parecía querer algo mas.
Le mostré el entrepaño encima del armario en la habitación de huéspedes. Le dije como funcionaba el control remoto de la televisión, le mostré mi pequeña colección de películas, y le indiqué donde estaban los libros en su dormitorio y en la sala.
-¿Existe alguna otra cosa que crees que puedes necesitar? -Pregunté-. Mi abuela me había educado bien, aunque no creo que ella alguna vez se imaginara que yo tendría que ser anfitriona de un grupo de vampiros.
-No, gracias, señorita Sookie, -dijo Charles correctamente-. Sus largos dedos blancos tocaron el parche de su ojo, un hábito extraño que me dio escalofríos.
-Entonces, si me disculpas, diré buenas noches. Estaba cansada y era extenuante sostener una conversación con alguien que hasta hace poco era un extraño.
-Desde luego. Que descanses, Sookie. ¿Si quiero vagar por los bosques…?
-Siéntete libre de hacerlo, -dije inmediatamente-. Tenía una llave adicional de la puerta trasera, y la saque del cajón de la cocina donde guardaba todas las llaves. Este cajón, había sido en donde se guardaba todo lo que creían que pudiera servir, durante casi quizás ochenta años, desde que la cocina había sido agregada a la casa. Había al menos cien llaves en el. Algunas de ellas eran muy viejas desde que la cocina había sido anexada a la casa, y tenían una extraña apariencia. Yo había etiquetado las de mi generación, y había puesto la llave secreta en un llavero de plástico rosa brillante de mi agente de seguros de State Farm.
-Una vez que salgas -mas bien siempre que salgas-, cierra la puerta detrás de ti, por favor.
Él asintió y tomó la llave.
Generalmente era un error sentir compasión por un vampiro, pero yo no podía menos que pensar que había algo triste en Charles. Me golpeaba su soledad, hay siempre algo patético sobre la soledad. Yo misma la había experimentado. Ferozmente negaría que fuera patética, pero cuando reconocía la soledad en alguien más, podía sentir el tirón de compasión.
Me lave la cara y me puse una pijama de nylon rosa. Estaba ya medio dormida cuando me cepillé los dientes y avancé lentamente a la vieja cama en la que mi abuela había dormido hasta el día que murió. Mi bisabuela había hecho el edredón que estaba sobre ella, y mi tía abuela Julia había bordado los bordes de la colcha. Aunque en realidad pudiera estar sola en el mundo - a excepción de mi hermano, Jason- Me iba a dormir rodeada por mi familia.
Me dormí profundamente hasta como las tres de la mañana, y en algún momento durante aquel período fui despertada por el toque de una mano sobre mi hombro.
Me sobresalté al despertar como si me hubieran lanzado un cubo de agua fría. Luchando contra la conmoción al darme cuenta de que alguien me estaba tocando, lancé un puñetazo. Este fue atrapado por un frío apretón.
-No, no, no, ssshhh -Susurró alguien quedamente-. Alguien con acento inglés. Charles. Alguien se arrastra alrededor en las afueras de tu casa, Sookie.
Mi respiración se volvió tan jadeante como un acordeón. Me pregunté si iría a tener un infarto. Puse una mano sobre mi corazón, como si pudiera sujetarlo aun cuando el decidiera salir de mi pecho.
-¡Échate! -dijo directamente en mi oreja-, y luego lo sentí agacharse al lado de mi cama en las sombras. Me eché y cerré mis ojos inmediatamente. La cabecera de la cama estaba situada entre las dos ventanas de la habitación, quienquiera que se arrastraba alrededor de mi casa, realmente no podría conseguir mirar bien mi rostro. Me aseguré de quedar inmóvil y me relajé tanto como pude. Intenté pensar, pero estaba demasiado asustada. Si el merodeador fuera un vampiro, él o ella no podrían entrar - a no ser que fuera Eric-. ¿Yo había rescindido la invitación de Eric para entrar? No podía recordarlo. Esta es la clase de cosas que tengo que recordar, -me dije-.
-Se ha ido, -dijo Charles- con voz tan queda que fue casi como si escuchara a un fantasma.
-¿Qué fue eso? -Pregunté con voz que esperé fuera igual de queda.
-Estaba demasiado oscuro para saberlo. -Si un vampiro no podía ver que había estado afuera, es que debería de haber estado realmente oscuro-. Saldré y lo averiguaré.
-No, -dije urgentemente-, pero era demasiado tarde.
¡Jesucristo, pastor de Judea! ¿Qué tal si el merodeador era Mickey? Mataría a Charles.
-¡Sookie! La última cosa que esperé - aunque francamente estaba más allá de esperar algo - era que Charles me llamara.
-¡Ven aquí fuera, si puedes!
Deslicé mis pies en mis borrosas zapatillas rosadas -no veía bien en la oscuridad- y me dirigí rápidamente por el pasillo hasta la puerta trasera; que era de donde venía la voz, -pensé-.
-Prenderé la luz, -grité-. No quería que nadie fuera cegado por la electricidad repentina.
-¿Estas seguro que no hay ningún peligro?
-Sí, dijeron dos voces casi simultáneamente.
Tiré del interruptor con mis ojos cerrados. Después de un segundo, los abrí y me dirigí hasta la puerta del pórtico trasero, en mi pijama rosada y mis pantuflas. Crucé los brazos sobre mi pecho. Aunque no fuera una noche realmente fría, estaba fresco.
Absorbí la escena delante de mí.
-Bien, -dije despacio-. Charles estaba en el patio de grava donde yo aparco, y tenía un codo alrededor del cuello de Bill Compton, mi vecino.
Bill es un vampiro, lo ha sido desde la guerra de secesión. Tenemos una historia. Eso significa muy probablemente un pequeño guijarro de historia en la larga vida de Bill, pero en la mía, es una roca.
-Sookie, -dijo Bill rechinando los dientes. No quiero causar daño a este extraño. Dile que aleje sus manos de mí.
Yo respiraba aceleradamente.
-Charles, creo que debes dejarle ir, -dije-, y tan rápido como puedo chasquear los dedos, Charles estuvo de pie a mi lado.
-¿Conoces a este hombre? -La voz de Charles tuvo un filo de acero-.
Con la misma frialdad, Bill -dijo-:
-Ella realmente me conoce, íntimamente. -Agregó-
Ohhh…
-¿Ahora, eso es ser educado? Yo podía mantener también el tono frío en mi propia voz. No voy contándole a todos a mí alrededor cada uno de los detalles de nuestra antigua relación. Esperaría lo mismo de cualquier caballero.
Para mi satisfacción, Charles miró airadamente a Bill, levantando una ceja en forma irritada.
-¿Entonces éste comparte tu cama ahora? -dijo Bill señalando al otro vampiro.
Si él hubiera dicho cualquier otra cosa, hubiera podido controlar mi temperamento. No lo pierdo mucho, pero cuando lo hago, lo hago a fondo.
-¿Es ese tu problema? -Pregunté-, acentuando cada palabra.
¡Si duermo con cien hombres, o cien ovejas, de ninguna manera es tu problema! ¿Por qué te deslizas alrededor de mi casa en medio de la noche? Me diste un susto mortal.
Bill no parecía ni remotamente arrepentido.
-Lamento haberte despertado y que te hayas asustado, -dijo sin parecer arrepentido-. Estaba cuidándote.
-Paseabas por el bosque y oliste a otro vampiro, -dije-. Él siempre había tenido un agudo sentido del olfato. Así que viniste a ver quien era.
-Quería asegurarme de que no estabas siendo atacada, -dijo Bill. Capté también un olor humano. ¿Tuviste visitas humanas hoy?
No creí ni por un momento que Bill estuviera preocupado por mi seguridad, pero no quería creer que los celos le trajeron a mi ventana, o incluso alguna especie de curiosidad lasciva. Respiré profundo durante un minuto, mientras me calmaba.
-Charles no me esta atacando, -dije-, orgullosa de hablar tranquilamente.
Bill se burló.
-Charles, -repitió con desprecio-.
-Charles Twining, -dijo mi compañero- haciendo una reverencia, si así pudiera llamarse a la breve inclinación de su rizada cabeza castaña.
-¿De donde lo sacaste? -La voz de Bill había recuperado su tranquilidad-.
-En realidad, él trabaja para Eric, como tu.
-¿Eric te suministró un guardaespaldas? ¿Necesitas un guardaespaldas?
-Escucha, -dije con las mandíbulas apretadas, mi vida continúa aunque tú te hayas ido. Algo pasa en el pueblo. La gente de aquí consigue que le disparen, entre ellos Sam. Necesitábamos a un barman substituto, y Charles fue ofrecido para echarnos una mano. Esto no había sido completamente exacto, pero no estaba en el negocio de la exactitud en este momento. Más bien estaba en mi propia sintonía exactamente.
Al menos Bill reaccionó de manera apropiada ante esa información.
-Sam. ¿Quien más?
Yo estaba temblando, dado que mi pijama no era apropiado para este tiempo. Pero no quería que Bill entrara en la casa. Calvin Norris y Heather Kinman.
-¿Muertos a tiros?
-Heather si. Calvin quedó bastante mal herido.
-¿La policía ha detenido a alguien?
-No.
-¿Sabes quien lo hizo?
-No.
-Estás preocupada por tu hermano.
-Sí.
-Se convirtió con la luna llena.
-Sí.
Bill me miró con lo que podría haber sido compasión. Lo siento, Sookie, -dijo-, se escuchaba sincero.
-No me lo tienes que decir a mí, -grazné-. Díselo a Jason, es él quién esta confuso.
La cara del Bill se volvió fría y rígida. Disculpa mi intrusión, -dijo-. Me iré. Habiendo dicho eso se perdió entre los bosques.
No sé como reaccionó Charles ante el episodio, porque giré y regresé a la casa, apagando la luz cuando entré. Volví a mi cama y me quede tendida allí, enojada y preocupada. Jale las sábanas sobre mi cabeza así el vampiro entendería la indirecta de que no quería hablar del incidente. Se movió tan silenciosamente, que no podía estar segura en que lugar de la casa se encontraba; creo que hizo una pausa en la puerta de mi dormitorio durante un segundo, y luego siguió adelante.
Estuve tendida sin poder dormir durante al menos cuarenta y cinco minutos, y luego me dormí.
Entonces alguien más me sacudió nuevamente por los hombros. Olía un perfume dulce, y también algo más, algo horrible. Estaba muy soñolienta.
-Sookie, tu casa esta ardiendo, -escuche decir-.
-No puede ser, -dije-. No dejé nada sobre el fuego.
-Tienes que salir ahora mismo, -insistió la voz-. Un chillido persistente me recordó los simulacros de incendio en la escuela primaria.
-Bien, -dije-, con la cabeza espesa de sueño y cuando abrí los ojos, vi el humo. El chillido en el fondo, -comprendí de pronto-, era mi detector de humo. Gruesas nubes grises y blancas se movían por mi amarillo dormitorio como genios malvados. No me movía lo bastante rápido para Claudine, quien de un tirón me saco de la cama y me llevó hacia la puerta principal. Ninguna mujer me había cargado nunca, pero desde luego Claudine no era ninguna mujer ordinaria. Ella me puso de pie sobre la fría hierba del jardín delantero. El sentir el frío bajo mis pies me despertó. Esto no era ninguna pesadilla.
-¿Mi casa esta ardiendo? -Yo todavía luchaba por despertar-.
-El vampiro dice que fue aquel humano, allí, -dijo-, señalando con el dedo a la izquierda de la casa. Pero durante un largo minuto mis ojos quedaron fijos ante la terrible visión de las llamas, y el brillo rojo de fuego que iluminaba la noche. El pórtico trasero y parte de la cocina estaban ardiendo.
Me hice un ovillo en el suelo, cerca de un brote de glicinias. Charles se arrodilló a mi lado.
-¿Han llamado a los bomberos? Les pregunté a ambos. Mientras me levantaba y caminaba alrededor de la casa con los pies desnudos para echar una mirada a la figura recostada. Miré detenidamente la cara del muerto en la pobre luz. Era blanco, bien afeitado, y probablemente en sus treinta. Aunque las condiciones apenas fueran ideales para hacerlo, no lo reconocí.
-Oh, no, no pensé en eso. -Charles alzó la vista del cuerpo-. Venía de un tiempo anterior a los cuerpos de bomberos.
-Y olvidé mi teléfono celular, -dijo Claudine-, quien era totalmente moderna.
-Entonces tengo que volver adentro y hacerlo, eso es, si los teléfonos todavía funcionan, -dije-, dirigiéndome hacia allí. Charles elevó su considerable estatura y me miró fijamente.
-No volverás allí. Eso era definitivamente una orden de Claudine. El nuevo hombre, corre, lo suficientemente rápido para hacer eso.
-El fuego, -dijo Charles, es rápidamente fatal para los vampiros.
Esto era verdad; se encendían como una antorcha una vez que los tocaba. Egoístamente, durante un segundo casi insistí; quería mi abrigo, mis pantuflas y mi bolso.
-Ve a llamar del teléfono de Bill, -dije-, señalando a la derecha, y el salió corriendo como un conejo. Al momento en que él estuvo fuera de la vista y antes de que Claudine pudiera detenerme, corrí de regreso a la puerta principal y me abrí paso a mi habitación. El humo era mucho más espeso, y podía ver las llamas unos cuantos metros abajo en el pasillo que daba a la cocina. En cuanto vi las llamas supe que había cometido un terrible error entrando de nuevo en la casa, y me fue difícil no entrar en pánico. Mi bolso seguía donde lo había dejado, y mi abrigo estaba en una silla en la esquina de la habitación. No pude encontrar mis pantuflas, y sabía que no podía quedarme. Hurgué en un cajón buscando un par de calcetines, ya que sabía de seguro que estaban allí, y luego salí corriendo de la habitación, tosiendo y ahogándome. Actuando por instinto, giré brevemente a mi izquierda para cerrar la puerta de la cocina, y luego doblé y apresuradamente salí por la puerta principal. Tropecé con una silla en la sala.
-Esto fue estúpido, -dijo Claudine el hada-, y grité. Ella me agarró por la cintura y salió corriendo de la casa otra vez, conmigo bajo su brazo como una alfombra enrollada.
La combinación de los gritos y la tos saturaron mi sistema respiratorio durante un minuto o dos, que fue el tiempo que tardó Claudine en alejarme de la casa. Me sentó sobre la hierba y me puso los calcetines. Luego me ayudó a levantarme y consiguió pasar mis brazos por el abrigo. Lo abotoné alrededor de mí con gratitud.
Esta era la segunda vez que Claudine había aparecido de la nada cuando estaba a punto de sufrir serios problemas. La primera vez, yo me había dormido en el volante después de un largo día.
-Lo estas poniendo muy difícil para mi, -dijo. Todavía parecía alegre, pero tal vez no tan amable.
Algo cambió en la casa, y comprendí que la luz se había apagado. La electricidad se había cortado, o la línea había sido cerrada en la ciudad por el departamento de bomberos.
-Lo siento, -dije-, sintiendo que era apropiado-, aunque no tenía idea de por qué Claudine se sentía molesta sobre esto, cuando era mi casa la que se quemaba. Quise acercarme para conseguir una mejor vista, pero Claudine agarró mi brazo.
-No más cerca, -dijo sencillamente-, y yo no pude soltarme. Escucha, ya vienen los bomberos.
Ahora, pude escuchar los coches de bomberos, y bendije a cada persona que venía a ayudar. Sabía que los buscapersonas habían sonado en toda la zona, y los voluntarios se habían precipitado a la estación de bomberos directamente desde sus camas.
“Bagre”, el jefe de mi hermano, detuvo su automóvil. Salió de él y me preguntó:
-¿Alguien quedó adentro? -preguntó urgentemente- El camión de bomberos del pueblo se detuvo después de él, esparciendo mi grava nueva por todos lados.
-No, -dije-.
-¿Hay allí un tanque de propano?
-Sí.
-¿Dónde?
-En el patio trasero.
-¿Dónde está tu auto, Sookie?
-Atrás, -dije-, y mi voz comenzó a temblar.
-¡Tanque de Propano en el patio trasero! Bramó “bagre” sobre su hombro.
Hubo un grito en respuesta, seguido de mucha actividad resuelta. Reconocí a Hoyt Fortenberry y a Ralph Tooten, más otros cuatro o cinco hombres y un par de mujeres.
“Bagre”, después de intercambiar unos rápidos comentarios con Hoyt y Ralph, llamó a una mujer que parecía bastante pequeña con su maletín. Él señaló a la quieta figura sobre el césped, y ella se quitó su casco y se arrodilló. Después de mirarlo detenidamente y con atención, agitó la cabeza. Apenas le reconocí como la enfermera del Doctor Robert Meredith, Jan…algo.
-¿Quien es el muerto? -Preguntó Bagre-. No parecía demasiado trastornado por el cadáver.
-No tengo idea, -dije-. Sólo descubrí cuan asustada estaba por el modo en que se escuchó mi voz temblorosa y débil. Claudine puso su brazo alrededor mío.
Un auto patrulla se detuvo al lado del camión de bomberos, y del asiento del conductor salió el Sheriff Bud Dearborn. Andy Bellefleur era su pasajero.
Claudine dijo, -Oh.
-Sí, -dije-.
En eso Charles estuvo a mi lado nuevamente, con Bill a sus talones. Los vampiros notaron la frenética pero útil actividad reinante. También saludaron a Claudine.
La pequeña mujer, que se había puesto de pie para marcharse, gritó,
-Sheriff, hágame un favor y llame a una ambulancia para llevarse este cuerpo.
Bud Dearborn miró a Andy, quien se volteó para hablar por la radio del automóvil.
-¿Tener un pretendiente muerto no es suficiente para ti, Sookie? -preguntó Bud Dearborn.
Bill gruñó, los bomberos estrellaron la ventana con la fenomenal mesa de mi bisabuela, y una ola de calor y fuego se esparció en la noche. El camión que bombeaba agua hacia mucho ruido, y el techo de lámina que cubría la cocina y el pórtico se separo de la casa.
Mi casa estaba desapareciendo entre las llamas y el humo.
CAPITULO 8
Claudine estaba a mi izquierda. Bill se acercó al lado derecho y tomó mi mano. Juntos, observamos a los bomberos apuntar la manguera por la ventana rota. Un sonido de cristales rotos al otro lado de la casa indicó que estaban rompiendo la ventana del fregadero, también. Mientras los bomberos se concentraban en el fuego, la policía lo hacía en el cadáver. Charles dio un paso adelante enseguida.
-Yo lo maté, -dijo con calma-. -Lo atrapé prendiendo fuego a la casa. Estaba armado, y me atacó.
El sheriff Bud Dearborn parecía más bien un perro pequinés en vez de un ser humano. Su cara era prácticamente cóncava. Sus ojos eran redondos y brillantes, y en este momento se mostraban sumamente curiosos. Su pelo castaño, generosamente surcado de gris, estaba peinado hacia atrás, esperé a oír su voz gangosa.
-¿Y usted quien es? -preguntó al vampiro-.
-Charles Twining, -contestó con gracia-. A su servicio.
No me imaginé el resoplido del sheriff o los ojos en blanco de Andy Bellefleur.
-¿Y usted estaba en el jardín porque…?
-Él se queda conmigo, -dijo Bill, -mientras trabaja en Merlotte.
Por lo visto el sheriff ya se había enterado sobre el nuevo barman, porque solamente asintió. Estaba aliviada al no tener que confesar que Charles, dormía en mi armario, y bendije Bill por haber mentido sobre esto. Nuestros ojos se encontraron por un momento.
-¿Entonces admite que mató a este hombre? -preguntó Andy a Charles-. Charles asintió de manera cortante.
Andy hizo señas a una mujer que había estado esperando en su auto, lo que hacia un total de tal vez cinco autos en mi patio delantero, más el camión de bomberos. Este nuevo arribo me echó un vistazo con curiosidad, mientras caminaba por los arbustos. Sacó un estetoscopio de su bolsillo, y se arrodilló junto al hombre que estaba en el suelo, puso el estetoscopio sobre varias partes de su cuerpo. -Si, esta muerto, absolutamente muerto, -dijo-.
Andy había conseguido una Polaroid del auto patrulla para tomar fotografías del cuerpo. Debido a que la única luz era el destello de la cámara y las llamas que quemaban mi casa, no pensé que las fotografías salieran demasiado bien. Estaba entumecida y conmocionada, así que me quede mirando a Andy como si esto fuera una actividad importante.
-Qué compasivo. Habría sido algo mejor tratar de averiguar por qué quemó la casa de Sookie, -dijo Bill- mientras observaba el trabajo de Andy. Su voz rivalizaba en frialdad con un refrigerador.
-En mi temor por la seguridad de Sookie, supongo que lo golpeé con demasiada fuerza. -dijo Charles intentando parecer arrepentido-.
-Debido a que su cuello parece estar fracturado, supongo que lo hiciste, -dijo la doctora-, estudiando la cara blanca de Charles con la misma cuidadosa atención que me había dado a mí. La doctora estaba en la treintena, -pensé-; una mujer delgada al punto de parecer flaca, con el cabello rojo muy corto. Medía aproximadamente 1.62 mts, y tenía rasgos fabulosos, o al menos la clase de la que yo siempre pensaba como fabulosa: una nariz corta, respingona, grandes ojos, boca carnosa. Sus palabras eran tanto agudas como audaces, y no parecía en absoluto desconcertada o excitada por haber sido llamada en medio de la noche para algo como esto. Debía de ser el médico forense de Parish, así que debo haber votado por ella, pero no podía recordar su nombre.
-¿Quien es usted? -preguntó Claudine- con su voz más dulce.
La doctora parpadeó ante la visión de Claudine. Claudine, en esta hora impía de la mañana, estaba con su maquillaje intacto, un top fucsia haciendo juego con unos pantalones de licra. Sus zapatos y chaqueta también combinaban con su ropa. El ondulado cabello negro de Claudine estaba sujeto a ambos lados de su cara con peinetas de color fucsia.
-Soy la Doctora Tonnesen. Linda. - ¿Quien eres tu?
-Claudine Crane, -dijo el hada-. Nunca había conocido el apellido que Claudine usó.
-Y tú por qué estabas en la propiedad. ¿Srita. Crane? -preguntó Andy Bellefleur.
-Soy el hada madrina de Sookie, -dijo Claudine, riendo-. Aunque la escena fuera seria, todos los demás rieron, también. Era como si nosotros no pudiéramos dejar de estar alegres alrededor de Claudine. Pero me quedé muy asombrada con la explicación de Claudine.
-En verdad, -dijo Bud Dearborn-. -Por que estaba usted aquí, Srita. Crane?
Claudine sonrío picaramente. -Pasaba la noche con Sookie, -dijo ella- guiñando un ojo.
En segundos, fuimos los objetos de escrutinio de cada macho que escuchó esa declaración, y tuve que cerrar mi cabeza como si fuera una prisión de seguridad máxima para bloquear las imágenes mentales que los tipos estaban transmitiendo.
Andy se agitó, cerró la boca, y se agachó hacia el muerto. -Bud, voy a hacerlo rodar, -dijo con la voz un poco ronca, y giró el cadáver para poder revisar dentro de los bolsillos del muerto. La cartera del hombre estaba en su chaqueta, lo cual me pareció un poco insólito. Andy se enderezó y se alejó unos pasos del cuerpo para examinar el contenido de la billetera.
-¿Quieres echarle un vistazo a ver si lo reconoces? -Preguntó el sheriff Dearborn. Desde luego no quería, pero me di cuenta que realmente no tenía opción. Nerviosamente, me moví un poco más cerca y miré otra vez la cara del muerto. Todavía se veía igual. Todavía parecía muerto. Parecía estar en sus treinta. -No lo conozco, -dije-, con voz débil ante el alboroto de los bomberos y el agua que fluía a chorros sobre la casa.
-¿Qué? Bud Dearborn tenía problemas para escucharme. Sus redondos ojos cafés estaban fijos en mi cara.
-¡No lo conozco! -Dije, casi gritando-. Nunca lo he visto, que yo recuerde. ¿Claudine?
No sé por qué le pregunté a Claudine.
-Ah, sí, yo si lo he visto, -dijo alegremente-.
Esto atrajo la atención unánime de los dos vampiros, los dos agentes del orden, la doctora y mía.
-¿Dónde?
Claudine puso su brazo alrededor de mis hombros.
-Bueno, él estaba en Merlotte esta noche. Estabas demasiado preocupada por tu amiga para notarlo, supongo. Él estaba en el lado del bar donde yo me sentaba. -Arlene había estado trabajando de aquel lado-.
No era demasiado asombroso que hubiese omitido una cara masculina en un bar atestado. Pero esto realmente me molestó, ya que yo había estado escuchando los pensamientos de la gente y había omitido pensamientos que deberían de haber sido relevantes para mí. Después de todo, él estaba en el bar, y unas horas más tarde había prendido fuego a mi casa. ¿Debería haber estado reflexionando como terminar conmigo, no?
-Su permiso de conducir dice que él es de Little Rock, Arkansas, -dijo Andy-.
-Eso no fue lo que él me dijo, -dijo Claudine-. Dijo que era de Georgia. -Parecía tan radiante, aun cuando se dio cuenta de que él le había mentido, pero no sonreía-. Dijo que su nombre era Marlon.
-Él le comentó por qué estaba en la ciudad, Srita Crane?
-Dijo que estaba solo de paso, tenía una habitación en un motel en la carretera interestatal.
-¿Le dijo algo mas?
-No.
-¿Usted fue a su motel, Sra. Crane? -preguntó Bud Dearborn con su mejor voz de “no te juzgaré por eso”.
La Dra. Tonnesen observaba al uno y al otro como si estuviera en una partida de tenis verbal.
-¡Mi Dios!, no, yo no hago cosas así. -Claudine sonrió a su alrededor.
Bill se veía como si alguien acabara de agitar una botella de sangre delante de su cara. Sus colmillos se extendían, y sus ojos se mantenían fijos en Claudine. Los vampiros no pueden resistir por mucho tiempo cuando las hadas están alrededor. Charles había dado un paso más cerca de Claudine, también.
Ella tenía que marcharse antes de que el sheriff observara como reaccionaban los vampiros ante su presencia. Linda Tonnesen ya lo había notado; ella misma estaba bastante interesada en Claudine. Esperé que solamente atribuyera la fascinación de los vampiros a la belleza de Claudine, más bien que al encanto abrumador que los vampiros sentían por las hadas.
-Es socio de la Cofraternidad del sol -dijo Andy-Tiene un carné de socio aquí. No hay ningún nombre escrito en la tarjeta; eso es extraño. Su licencia esta emitida a nombre de Jeff Marriot. Me miró inquisitivo.
Sacudí mi cabeza. El nombre no significaba nada.
Era típico que un miembro de la Cofraternidad del sol pudiera pensar en hacer algo tan repugnante como quemar mi casa - conmigo en ella- y pensar que nadie les atraparía. No era la primera vez que la Cofraternidad del sol, un grupo de odio anti-vampiro, había intentado quemarme viva.
-El debe haber sabido que habías tenido, ah, una asociación con vampiros, -dijo Andy con voz queda.
-¿Estoy perdiendo mi casa y podría haber muerto, porque tengo amistad con vampiros?
Incluso Bud Dearborn parecía un poco avergonzado.
-Alguien debe haber oído que salías con el Sr. Compton, -farfulló Bud-.
-Lo siento, Sookie.
Dije:
-Claudine tiene que marcharse.
El cambio abrupto de tema, sobresaltó tanto a Andy como Bud, así como también a Claudine. Ella miró a los dos vampiros, quien de manera perceptible se acercaban mas a ella, y a toda prisa dijo:
-Sí, lo siento, tengo que regresar a casa. Tengo que trabajar mañana.
-¿Donde está su automóvil, Srita. Crane? -Bud Dearborn miró a su alrededor minuciosamente-. Yo no vi ningún auto, y el auto de Sookie, esta en la parte trasera de la casa.
-Estoy estacionada en la casa de Bill, -mintió Claudine suavemente-, sin ningún sobresalto ya que había tenido muchos años de práctica en eso. Sin esperar ninguna respuesta, desapareció en los bosques, y solamente mis manos sujetando sus brazos, impidieron que Charles y Bill se alejaran en la oscuridad detrás de ella. Estaban mirando fijamente entre la negrura de los árboles cuando los pellizqué, con fuerza.
-¿Qué? -preguntó Bill, en tono soñador.
-Deja de hacer eso, -refunfuñé-, esperando que Bud, Andy y la nueva doctora no me oyeran por casualidad. Ellos no tenían por que saber que Claudine era sobrenatural.
-Esa si que es una mujer, -dijo la Dra. Tonnesen-, casi tan aturdida como los vampiros. Sacudió la cabeza para despejarse. La ambulancia viene por Jeff Marriot. Estoy aquí porque tenía la radio encendida cuando regresaba del trabajo en el hospital de Clarice. Tengo que llegar a casa y conseguir dormir algo. Lamento lo de su casa, Srita. Stackhouse, pero al menos usted no terminó como ese tipo de allí. -Dijo señalando el cadáver.
Cuando ella se fue en su Ranger, el jefe de bomberos se dirigió con dificultad hasta nosotros. Conocía a “bagre” desde hacia muchos años -había sido amigo de mi padre- pero yo nunca lo había visto como voluntario de jefe de bomberos a toda velocidad. Bagre sudaba a pesar del frío, y su cara estaba manchada de humo.
-Sookie, hicimos lo que pudimos, -dijo fatigosamente. -No esta tan mal como podrías pensar.
-¿No? -Pregunté con voz débil-.
-No, cariño. Perdiste el porche trasero, la cocina y tu auto también me temo. Roció de gasolina tu auto también. Pero la mayor parte de la casa debe de estar bien.
La cocina… donde los únicos vestigios del crimen que había cometido podrían haber sido encontrados. Ahora ni siquiera los técnicos protagonistas del Discovery Channel podrían encontrar ningún rastro de sangre en la abrasada habitación. Sin querer, comencé a reír. La cocina, dije entre tontas risas. ¿La cocina se quemó toda?
-Sí, -dijo el bagre inquieto. -Espero que tengas algún seguro para tu casa.
-Oh, -dije-, intentando con fuerza no reírme mas como una tonta. Lo tengo. Había sido difícil para mí continuar manteniendo los pagos del seguro que la abuela tenía sobre la casa. Doy gracias a Dios de que mi abuela haya sido una gran creyente de los seguros. Había conocido a infinidad de personas que dejaban de pagar los gastos mensuales del seguro y luego sufrían mayores pérdidas de las que eran incapaces de recuperarse.
-¿Quien es la aseguradora? Llamaré ahora mismo. Bagre estaba tan deseoso de detener mis carcajadas, que estaba dispuesto a ayudar en lo que yo le pidiera.
-Greg Aubert, -dije-.
Repentinamente la noche entera me golpeó con su realidad. Mi casa se había quemado, al menos parcialmente. Había tenido más de un merodeador. Tenía un vampiro de huésped para quien tenía que encontrar refugio durante el día. Mi automóvil estaba destruido. Había un muerto llamado Jeff Marriot en mi jardín, y él había prendido fuego a mi casa y a mi automóvil sin ninguna razón aparente. Estaba abrumada.
-Jason no está en casa, -dijo el bagre. -Traté de hablar con él. Él querría que fueras a su casa.
-Ella y Charles se quedarán en mi casa, - dijo Bill. Él parecía distraído.
-No sé si esto será prudente, -dijo Bud Dearborn dudoso-.
-¿Sookie, estas de acuerdo?
Yo apenas podría hacer que mi mente trabajara buscando otras opciones. No podía llamar a Tara porque Mickey estaba allí. El remolque de Arlene estaba tan atestado que no cabía nadie más.
-Sí, eso estaría bien, -dije-, y mi voz parecía remota y vacía, incluso a mis propios oídos.
-Bien, correcto, así sabremos donde contactarte.
-Llamé a Greg, Sookie, y dejé un mensaje en su contestador automático en la oficina. Será mejor que lo llames tu por la mañana, -dijo el Bagre.
-Muy bien, -dije-.
Y después, todos los bomberos se acercaron, diciendo cuanto lamentaban lo sucedido. Yo conocía a cada uno de ellos: los amigos de mi padre, los amigos de Jason, clientes del bar, conocidos del instituto.
-Todos ustedes hicieron su mayor esfuerzo, -dije una y otra vez-.
-Gracias por salvar la mayor parte de la casa.
Y la ambulancia vino para llevarse el cuerpo del incendiario.
Para entonces, Andy había encontrado una lata de gasolina entre los arbustos, y la Dra. Tonnesen había dicho que las manos del cadáver apestaban a gasolina.
Apenas podía creer que un desconocido había decidido que debía de perder mi casa y mi vida, debido a la preferencia que tenía de salir con vampiros. Pensando en aquel momento en cuan cerca había estado de la muerte, no sentí que fuera injusto que él hubiera perdido su propia vida en el proceso. Admití para mi misma, que pensaba que Charles había hecho algo bueno. Le debía la vida a la insistencia de Sam, de que el vampiro se hospedara en mi casa. Si Sam hubiera estado allí en este momento, le habría dado las gracias en forma muy entusiasta.
Finalmente Bill, Charles y yo nos dirigimos a su casa. Bagre había aconsejado que yo no volviera a mi casa hasta la mañana, y solo después de que el agente de seguros y el investigador de incendios intencionados lo hubieran comprobado. La Doctora Tonnesen me había dicho que si sentía dificultades para respirar, fuera a su consultorio por la mañana. Había dicho algunas otras cosas, pero no le había entendido totalmente.
Estaba oscuro en los bosques, desde luego, y para aquel entonces eran tal vez las cinco de la mañana. Después de dar algunos pasos entre los árboles, Bill me cargó y siguió caminando. No protesté, porque estaba tan cansada que me había estado preguntando como iba a seguir caminando sin tropezarme por el cementerio.
Él me bajó cuando alcanzamos su casa.
-¿Puedes subir por ti misma la escalera? -preguntó-.
-La cargaré yo, -ofreció Charles.
-No, yo puedo hacerlo, -dije, y lo hice antes de que ellos pudieran decir algo más. Para decir la verdad, no estaba tan segura de poder hacerlo, pero subí despacio al dormitorio que yo había usado cuando Bill había sido mi novio. Él tenía un cómodo y oscuro lugar en algún sitio en la planta baja de la casa, pero yo nunca le había preguntado exactamente donde. (Tenía una muy buena idea de donde estaba la habitación donde había estado la cocina, que los arquitectos habían eliminado para crear el jacuzzi) Aunque la superficie del agua esté demasiado alta en Luisiana para tener sótanos en las casas, estaba casi segura que allí había otro oscuro agujero oculto en algún sitio. Debería de haber espacio para que Charles y Bill se acostaran en el mismo sitio de cualquier manera, no que esto estuviera en un lugar demasiado alto en mi lista de preocupaciones. Uno de mis camisones todavía estaba en el cajón del anticuado dormitorio, y había todavía un cepillo de dientes mío en el cuarto de baño del pasillo. Bill no había echado mis cosas a la basura; las había dejado en el mismo lugar, como si hubiera esperado que yo regresara.
O tal vez solamente no había tenido muchas razones para subir al dormitorio desde que nosotros habíamos roto.
Prometiéndome una larga ducha por la mañana, me saqué mi maloliente y manchado pijama y tiré mis calcetines. Me lavé la cara y me puse el camisón limpio antes de avanzar lentamente a la alta cama, usando el antiguo taburete que todavía estaba colocado donde yo lo había dejado. Con los incidentes del día y la noche zumbando en mi cabeza como abejas, agradecí a Dios por el hecho de haber salvado mi vida, y eso fue todo lo que tuve tiempo de decirle antes de que el sueño me tragara.
*****
Dormí solamente por tres horas. Entonces la preocupación me despertó. Estaba apenas a tiempo para encontrarme con Greg Aubert, el agente de seguros. Me vestí con un par de los vaqueros de Bill y una camisa suya. La ropa había sido dejada fuera de mi puerta, al mismo tiempo que unos pesados calcetines. Sus zapatos eran inadmisibles, pero para mi placer encontré un viejo par de zapatillas con suela de goma que yo había dejado en el fondo del armario. Bill todavía tenía algo de café y una cafetera en su cocina restos de nuestro noviazgo, y estuve agradecida de tener una taza de café conmigo mientras me abría paso cuidadosamente a través del cementerio a través del cinturón de árboles que rodeaba mi casa.
Greg estaba entrando al jardín delantero cuando salí de entre los árboles. Salió de su camioneta, explorando mi vestimenta con curiosidad, y cortésmente hizo caso omiso de ella. Él y yo estuvimos de pie, juntos mirando la vieja casa. Greg tenía el cabello rubio rojizo y lentes sin aros visibles, y era dirigente de la Iglesia Presbiteriana. Siempre me había gustado, al menos en parte porque siempre que yo había acompañado a mi abuela a pagar sus primas, él había salido de su oficina para saludarla y hacerla sentir como un cliente valorado y estimado. Su perspicacia en los negocios estaba a la par de su buena suerte. La gente había dicho durante años que su buena fortuna personal se extendía a sus asegurados, aunque desde luego ellos decían esto como alguna clase de broma.
-Si sólo yo pudiera haber previsto esto, -dijo Greg- Sookie, siento tanto que esto haya ocurrido.
-¿A que te refieres, Greg?
-Ah tan solo… hubiera deseado haber pensado que necesitabas más cobertura, -dijo distraídamente-. Empezó a caminar alrededor hasta llegar a la parte posterior de la casa, y yo me rezague detrás de el. Curiosa, comencé a escuchar en su cabeza, y me sobresalté, olvidándome por un momento de mi tristeza, por lo que me enteré allí.
-¿Así que lanzar hechizos para apoyar tu aseguradora realmente trabaja? -Pregunté-.
Él aulló. No hay ninguna otra palabra para describir el sonido que dejo salir.
-Entonces es verdad, - jadeó-.
-Yo…solo… Se quedó de pie fuera de mi cocina ennegrecida y me miró boquiabierto.
-Está bien, -dije de modo tranquilizador-. Puedes fingir que no lo sé, si esto te ayuda a sentirte mejor.
-Mi esposa moriría si lo supiera, -dijo con seriedad. Y los niños, también. Solamente quiero mantenerlos separados de esta parte de mi vida. Mi madre era… ella era…
-¿Una bruja? -terminé amablemente.
-Bien, sí. Los lentes de Greg destellaron en el temprano sol matutino cuando miro lo que había quedado de mi cocina. Pero mi padre siempre fingía que no lo sabía, y aunque ella siguió entrenándome para que tomara su lugar, quería ser un hombre normal más que nada en el mundo. Greg asintió, como si al decirlo, me confirmara que había alcanzado su objetivo.
Miré hacia mi taza de café, agradecida de tener algo para sostener entre mis manos. Greg se mentía a si mismo, pero no era de mi incumbencia hacérselo notar. Era algo que él tendría que arreglar con Dios y su conciencia. Yo no sabría decir si el método de Greg era malo, pero esta seguramente no era la elección de un hombre normal. Asegurar tu medio de vida, literalmente, por el empleo de magia tenía que estar en contra de alguna especie de regla.
-Creo que soy un buen agente, -dijo defendiéndose-, aunque yo no hubiera dicho una palabra. Tengo cuidado con lo que aseguro. Soy cuidadoso y verifico las cosas. No toda es magia.
-Oh, no, -dije-, porque estallaría de preocupación si yo no corroborara sus palabras ¿Las personas tienen accidentes de todos modos, no?
-Independientemente de los hechizos que uso, -acordó tristemente-Conducen borrachos. Y a veces las partes metálicas ceden, pase lo que pase.
La idea de que el convencional Greg Aubert anduviera por los alrededores de Bon Temps, aplicando hechizos sobre los autos era casi suficiente para distraerme de la ruina de mi casa…, pero no totalmente.
En la clara y fría mañana, se podía ver el daño en su totalidad. Aunque yo siguiera diciéndome que podría haber sido mucho peor - y que yo era muy afortunada de que la cocina se hubiera anexado en la parte trasera de la casa, ya que esta había sido construida en una fecha posterior- también había sido el lugar en el que había tenido más artículos costosos. Tendría que sustituir la estufa, el refrigerador, el calentador de agua, el microondas, y en el porche trasero también había estado mi lavadora y mi secadora.
Después de la pérdida de aquellos aparatos tan importantes, seguían los platos, las ollas, las cacerolas y la vajilla de plata, un poco antigua en realidad. Una de mis abuelas había venido de una familia con un poco de dinero, y había traído consigo un juego de porcelana fina y un servicio de té de plata que había sido un dolor para pulir. Yo nunca tendría que pulirlo de nuevo -comprendí-, pero no sentí ninguna alegría ante el pensamiento. Mi Nova era viejo, y había tenido necesidad de reemplazarlo por mucho tiempo, pero no tenía planes para hacerlo ahora.
Bien, yo tenía el seguro, y tenía dinero en el banco, gracias a los vampiros que me habían pagado por cuidar a Eric cuando él había perdido la memoria.
-¿Y tenías detectores de humo? -pregunto Greg.
-Sí, los tenía, -dije, recordando el agudo pitido que se había encendido justo después de que Claudine me hubiera despertado. Si el techo en el salón está todavía allí, podrás ver uno.
No había escaleras para subir al pórtico, y las tablas del suelo parecían muy inestables, a decir verdad, la lavadora había caído completamente y estaba inclinada en un ángulo extraño. Me hizo sentir mal, ver las cosas que yo usaba a diario, cosas que yo había tocado y usado cientos de veces, expuestas al mundo y arruinadas.
-Iremos por la puerta principal, -Sugirió Greg-, y me alegró estar de acuerdo.
Todavía estaba abierta, y sentí un revoloteo de alarma, antes que me diera cuenta lo absurdo que era. Entré. La primera cosa que noté fue el olor. Todo apestaba a humo. Abrí las ventanas, y la brisa fresca que sopló comenzó a limpiar el olor hasta que fue casi tolerable
Al final la casa estaba mejor de lo que había esperado. Los muebles necesitarían limpieza, desde luego. Pero el piso estaba sólido e intacto. No subí las escaleras; raras veces usaba las habitaciones de la planta alta, así que lo que fuera que les hubiera ocurrido podrían esperar.
Con los brazos cruzados sobre mi pecho. Miré de un lado a otro, moviéndome despacio a través del salón hacia el pasillo. Sentí el piso vibrar cuando alguien más entró. Supe sin voltear que Jason estaba detrás de mí. Él y Greg se dijeron algo el uno al otro, pero después de un segundo Jason se quedó silencioso, tan conmocionado como yo.
Pasamos el salón. La puerta a mi dormitorio y la puerta del dormitorio enfrente del pasillo estaban abiertas. Mi lecho todavía estaba revuelto. Mis pantuflas estaban al lado de la mesa de noche. Todas las ventanas estaban manchadas con el humo y la humedad, y el olor terrible se sentía ahí aún más fuerte. El detector de humo estaba sobre el techo del pasillo. Lo señalé en silencio. Abrí la puerta del armario de ropa blanca y encontré que todo adentro estaba húmedo. Bien, estas cosas podrían ser lavadas. Entré a mi habitación y abrí la puerta de mi armario. Mi armario compartía la pared con la cocina. A primera vista mi ropa lucía intacta, hasta que noté que cada prenda que colgaba tenía una línea sobre los hombros donde el gancho en que colgaba se había chamuscado junto con la tela. Mis zapatos estaban horneados. Tal vez tres pares se habían salvado.
Tragué saliva.
Aunque por un segundo me quedé temblando, me reuní con mi hermano y el agente de seguros cuando continuaron revisando cuidadosamente desde el salón a la cocina.
El piso más cercano a la parte vieja de la casa parecía estar bien. La cocina había sido una habitación grande, ya que también había servido como comedor de la familia. La mesa estaba parcialmente quemada, así como dos de las sillas. El linóleo en el suelo estaba roto, y una parte estaba carbonizado. El calentador de agua había roto el piso, y las cortinas que habían cubierto la ventana sobre el fregadero colgaban en tiras. Recordé cuando abuela había hecho aquellas cortinas; ella no había disfrutado cosiéndolas, pero las que vendían en JCPenney que le habían gustado costaban demasiado. Entonces ella había sacado la vieja máquina de coser de su madre, había comprado una tela barata pero bastante floreada en Hancock, y había medido las ventanas entre quejas y maldiciones, y había trabajado y trabajado hasta que finalmente consiguió terminarlas. Jason y yo las habíamos admirado exageradamente para hacerle sentir que su esfuerzo había merecido la pena y ella había estado feliz.
Abrí un cajón, el que contenía todas las llaves. Estaban derretidas. Apreté mis labios, con fuerza. Jason se quedó de pie a mi lado, mirando el cajón.
-Mierda, -dijo-, con voz baja y dura. Esto me ayudó a contener las lágrimas.
Sujeté su brazo durante un minuto. Y el me acarició torpemente. Viendo los artículos tan familiares, artículos estimados por el uso diario, irrevocablemente alterados por el fuego era una terrible conmoción, no importa cuantas veces me recordara que la casa entera podría haber sido consumida por las llamas; que yo podía haber muerto, también. Incluso si el detector de humo me hubiera despertado a tiempo, había la probabilidad de que yo hubiera salido para ser atrapada por el incendiario, Jeff Marriot.
Casi todo el lado este de la cocina estaba arruinado. El piso era inestable. El techo de la cocina había desaparecido.
-Es una suerte que las habitaciones del segundo piso no se extiendan sobre la cocina, -dijo Greg cuando bajó de examinar los dos dormitorios y el ático. Tendrás que contratar a un arquitecto para que lo corrobore, pero pienso que la segunda planta esta esencialmente sana.
Hablé con Greg, sobre el dinero después de esto. ¿Cuándo me daría? ¿Cuándo sería? ¿Qué deducible tendría que pagar?
Jason vagó alrededor del jardín mientras Greg y yo conversábamos junto a su auto. Yo podía interpretar la postura de mi hermano y sus movimientos. Jason estaba muy enfadado: pensaba en mí tan cerca de la muerte, en lo que le había pasado a la casa. ¿Después de que Greg se fue, dejándome una agotadora lista de cosas y llamadas telefónicas para hacer (¿de dónde las haría?) Y prepararme para ir a trabajar, ¿con que ropa?, Jason se acercó y dijo, si yo hubiera estado aquí, podría haberlo matado.
-¿En tu nuevo cuerpo? -Pregunté-.
-Sí. Le habría dado a ese imbécil el susto de su vida antes hacerlo.
-Creo que Charles probablemente lo asustó bastante, pero aprecio la idea.
-¿Detuvieron al vampiro?
-No, Bud Dearborn solamente le dijo que no saliera de la ciudad. Después de todo, Bon Temps no tiene cárcel de vampiros. Y las celdas regulares no les retienen, además tienen ventanas.
-¿Este tipo era de la Cofraternidad del Sol? ¿Solamente un forastero que vino al pueblo a hacerte daño?
-Esto es lo que parece.
-¿Qué tienen contra ti? ¿Aparte de que salías con Bill y te relacionabas con algunos otros vampiros?
En realidad, la confraternidad del sol tenía bastante en contra mía. Yo había sido responsable de que su enorme iglesia de Dallas fuera atacada y que uno de sus líderes principales estuvieran bajo tierra. Los periódicos habían estado llenos de lo que la policía había encontrado en el edificio de la Cofraternidad en Texas. Habían llegado para encontrar a los miembros haciendo un mitin alrededor de su edificio, reclamando que los vampiros los habían atacado, mientras que la policía entraba en el edificio y encontraba un lugar de tortura en el sótano, armas ilegales adaptadas para disparar estacas de madera en los vampiros, y un cadáver. La policía no logró ver a un solo vampiro. Steve y Sarah Newlin, los líderes de la Iglesia de Compañerismo en Dallas, habían estado perdidos desde aquella noche.
Había visto a Steve Newlin desde entonces. Él había estado en el Club Muerto en Jackson. Él y uno de sus camaradas habían estado disponiéndose a estacar a un vampiro en el club, cuando yo los había prevenido. Newlin se había escapado; su compinche no había podido.
Parecía que los seguidores de Newlin me habían detectado. Yo no había previsto tal cosa, pero tampoco, nunca habría previsto nada de lo que me había sucedido el año anterior. Cuando Bill había estado aprendiendo como usar su ordenador, me había dicho que con un poco de conocimiento y dinero, alguien podría ser encontrado por un ordenador.
Tal vez la asociación había alquilado a detectives privados, como la pareja que había estado en mi casa ayer. ¿Tal vez Jack y Lily Leeds solamente habían estado pretendiendo estar contratados por la familia Pelt? ¿Tal vez Newlin era su verdadero empleador? Ellos no me habían parecido ese tipo de personas, pero el poder del dinero es universal.
-Creo que salir con un vampiro es suficiente para que ellos me odien, -le dije a Jason-. Mientras nos sentábamos en la parte trasera de su camioneta, mirando fijamente y con desaliento la casa.
-¿A quien piensas que debería llamar para encargarle la reconstrucción de la cocina?
No pensé que necesitara a un arquitecto: solamente quería reemplazar lo que estaba dañado. La casa tenía buenos cimientos, así que no había problema con eso. Ya que el piso estaba completamente quemado en la cocina, tendría que ser substituido, no costaría mucho hacer la cocina un poco más grande e incluir el pórtico trasero completamente a ella. La lavadora y la secadora no se podrían usar por un tiempo, pensé con ansiedad. Tenía más que suficiente dinero para pagar el deducible, y estaba segura de que el seguro pagaría la mayor parte de las reparaciones.
Al cabo de un rato, escuchamos un camión. Maxine Fortenberry, la madre de Hoyt, salió con un par de cestas para la ropa.
-¿Dónde está tu ropa, muchacha? -llamó-.
-Voy a llevarla a casa y lavarla, así tendrás algo que ponerte que no huela a humo.
Después de mis protestas ella insistió, entramos en el enrarecido aire de la casa para conseguir alguna ropa. Maxine también insistió en llevarse un poco de ropa de cama del armario, para ver si alguna de ella pudiera ser resucitada.
Justo después de que Maxine se marchó, Tara llegó con su nuevo automóvil, seguida por su ayudante de medio tiempo, una joven alta llamada McKenna, conduciendo su auto viejo.
Después de un abrazo y algunas palabras compasivas, Tara dijo:
-Te prestaré este viejo Malibu mientras arreglas las cosas con el seguro. Este auto solamente se queda en mi garaje sin moverse, y estaba a punto de ponerlo en avisos clasificados en la sección Ventas en el periódico. Puedes usarlo.
-Gracias, -dije aturdida-. Tara, es muy amable de tu parte. -Ella no lucía muy bien-, noté vagamente, pero también estaba inmersa en mis propios problemas para realmente evaluar el comportamiento de Tara. Cuando ella y McKenna se marcharon, les di un blando ¡adiós!
Después de eso, llegó Terry Bellefleur. Se ofreció a demoler la parte quemada por una suma mínima, y por un poco más se llevaría la basura resultante al basurero de Parish. Comenzaría el trabajo en cuanto la policía le diera luz verde, -dijo-, y ante mi asombro me dio un pequeño abrazo.
Sam vino después de eso, conducido por Arlene. Estuvo de pie y miró la parte posterior de la casa durante algunos minutos. Sus labios estaban fuertemente apretados. Casi cualquier hombre habría dicho: ¿fue bastante afortunado que haya enviado al vampiro contigo, ehh? Pero Sam no lo hizo.
-¿Qué puedo hacer? -dijo en cambio-.
-Mantenerme trabajando, -dije riendo-. Perdonarme si voy a trabajar con algo que no sea el uniforme. -Arlene caminó alrededor de la casa, y luego me abrazó en silencio-.
-Eso esta hecho, -dijo-. Todavía serio.
-Escuche que el tipo que provocó el fuego era un miembro de la Cofraternidad del sol, que esto fue una especie de venganza porque salías con Bill.
-Tenía una tarjeta en su cartera que lo confirmaba, y también una lata de gasolina. -Dije encogiéndome de hombros-.
-¿Pero como dio contigo? No creo que nadie por aquí… La voz de Sam fue disminuyendo, mientras consideraba la posibilidad más atentamente.
Él pensaba, como yo, que la razón por la que hubiesen provocado el incendio pudiera haber sido provocado solamente porque yo había salido con Bill, parecía una reacción exageradamente drástica. Una venganza más típica de un miembro de la Cofraternidad hubiera sido lanzar sangre de cerdo sobre mí o sobre cualquiera que tuviera asociación con un vampiro. Esto había pasado más de una vez, el caso más notable había sido el de un diseñador de Dior que había empleado modelos vampiros para una pasarela de primavera. Tales incidentes por lo general ocurrían en ciudades grandes, ciudades en las que la confraternidad tenía grandes "Iglesias" y una población de vampiros más grande.
¿Qué si el hombre había sido alquilado para prender fuego en mi casa por alguien más? ¿Qué si la tarjeta de la Cofraternidad en su cartera había sido plantada allí para confundir la investigación?
Cualquiera de esas cosas podrían ser verdad; o ninguna de ellas. No podía decidir que creer ¿Así que, yo era el objetivo de un asesino, igual que los cambia-formas? ¿Yo también, debería temer disparos en la oscuridad, ahora que el fuego había fallado?
Esto era una perspectiva tan espantosa que me estremecí de miedo solo de pensarlo. Aquellas eran aguas demasiado profundas para mí.
El investigador de incendios de la policía del estado apareció mientras Sam y Arlene estaban allí. Estaba comiendo el almuerzo que Arlene me había traído. Aunque Arlene no era la mejor cocinera del mundo, así que mi emparedado estaba hecho de bologna barato, queso plástico, y un te azucarado de lata. Pero ella había pensado en mí y me lo había traído, y sus niños habían dibujado algo para mí. Yo habría estado feliz aunque ella solo me hubiera traído una rebanada de pan.
Automáticamente, Arlene le echo el ojo al investigador de incendios. Era un hombre flaco a fines de los cuarenta, llamado Dennis Pettibone. Dennis tenía una cámara, un cuaderno, y una cara seria. Le tomó a Arlene tal vez dos minutos de conversación sacar una ligera sonrisa de los labios del Sr. Pettibone, mientras sus ojos marrones admiraban sus curvas después de dos minutos más. Antes de que Arlene condujera a Sam de regreso a su casa, había conseguido la promesa del investigador de que pasaría por el bar esa tarde.
También antes de que se marchara, Arlene me ofreció el sofá cama de su remolque, le dije que era muy dulce de su parte pero yo sabía que esto la incomodaría y estorbaría en su rutina matutina de la escuela y los niños, así que le dije que ya tenía un lugar para quedarme. No pensaba que Bill me desalojara. Jason había mencionado que su casa estaba a mi disposición, y ante mi asombro, antes de que se marchara, Sam me dijo: Puedes quedarte conmigo, Sookie. Sin compromiso. Tengo dos dormitorios vacíos en el remolque. En realidad hay una cama en cada uno de ellos.
-Eres muy amable, -dije, con sinceridad. Cada persona en Bon Temps nos tendría de camino al altar si hiciera esto, pero realmente te lo agradezco.
-¿No crees que ellos harán las mismas suposiciones si te quedas con Bill?
-No puedo casarme con Bill. No es legal, -respondí-, cortando aquel argumento. Además, Charles está allí, también.
-Más combustible al fuego, -advirtió Sam-. Eso es más escandaloso.
-Es muy amable de tu parte atribuirme el suficiente crédito como para tener a dos vampiros intentando conquistarme.
Sam sonrió abiertamente, lo que le quitó aproximadamente diez años de edad. Miraba sobre mi hombro cuando oímos el sonido de la grava que anunciaba otro vehículo. Mira quien viene, - dijo-.
Una furgoneta enorme y antigua se detuvo pesadamente. De ella salió Dawson, el enorme lobo que había estado como guardaespaldas de Calvin Norris.
-Sookie, -retumbó su voz tan profundamente que esperé que el suelo vibrara.
-¡Hola!, Dawson. -Realmente quería preguntar-, ¿qué estas haciendo aquí? Pero pensé que eso parecería totalmente descortés.
-Calvin se enteró del fuego, -dijo Dawson-, sin perder el tiempo en preliminares. Me dijo que me acercara por aquí y viera como estabas, y que te dijera que el piensa en ti y que si estuviera bien, ya estaría por aquí martillando algunos clavos.
Por la comisura de mi ojo pude ver que Dennis Pettibone observaba a Dawson con interés. Dawson parecía llevar una señal que decía “TIPO PELIGROSO” sobre el.
-Dile por favor que estoy realmente agradecida de que haya pensado en mí. También lamento que él no este bien para hacerlo. ¿Cómo esta el, Dawson?
-Le desconectaron un par de cosas esta mañana, y ha estado caminando un poco. Fue una herida grave la que tuvo, -dijo Dawson. Esas heridas toman tiempo. Echó un vistazo al investigador de incendios. Incluso para uno de nosotros, -añadió-.
-Desde luego, -dije-. Aprecio tu visita.
-Calvin también dice que su casa esta vacía mientras él esta en el hospital, si necesitas un lugar para quedarte. Se alegraría que hicieras uso de ella.
-Eso, también es muy amable -dije- Pero me sentiría muy incomoda, al deberle a Calvin un favor tan significativo.
Dennis Pettibone me llamó.
-Vea, Srita. Stackhouse, -dijo-. Se puede ver donde el incendiario roció gasolina sobre su pórtico. ¿Ve el modo en que se marca donde se inició el fuego ahí?
Tragué saliva.
-Sí, ya lo veo.
-Tuvo suerte de que no haya habido viento anoche. Y sobre todo, es afortunada de haber tenido cerrada la puerta de la cocina que comunica con el resto de la casa. El fuego se habría ido directo al pasillo si no hubiera cerrado la puerta. Cuando los bomberos rompieron aquella ventana en el lado norte, el fuego corrió en busca de oxígeno, en vez de intentar hacerlo en el resto de la casa.
Recordé el impulso que me había empujado contra todo sentido común, de cerrar a último momento aquella puerta.
-Dentro de un par de días, no creo que la mayor parte de la casa siga oliendo a humo, -me dijo el investigador-. Abra las ventanas ahora, rece que no llueva, y con eso creo que no tendrá mucho problema. Por supuesto, tendrá que llamar a la Compañía de energía eléctrica y pedirles que se la vengan a instalar. Y la empresa que le surte el gas, tiene que venir a revisar su tanque. Así como esta la casa no es habitable por el momento.
La idea esencial de lo que él decía era, que yo podría dormir allí solo para tener un techo sobre mi cabeza. No había electricidad, ni calefacción, ni agua caliente, ni por supuesto cocina. Le di las gracias a Dennis Pettibone y me excusé para despedirme de Dawson, quien había estado escuchando.
-Trataré de ir a ver a Calvin en un día o dos, una vez que consiga arreglar todo esto, -dije-, señalando la ennegrecida parte trasera de mi casa.
-Oh, sí, -dijo el guardaespaldas-, con un pie ya sobre la furgoneta. Calvin me dijo que le avisara si sabía quién había provocado esto, si fue ordenado por alguien además del muerto.
Miré lo que quedaba de mi cocina y casi pude sentir las llamas entrando a mi dormitorio, apreciaría eso, -dije-, antes de que mi fe cristiana pudiera acallar ese pensamiento. Los ojos negros de Dawson se encontraron con los míos en un momento de acuerdo perfecto.
CAPITULO 9
Gracias a Maxine, tenía ropa limpia que ponerme -sin olor a humo-, pero tuve que ir a comprar zapatos en Payless[14]. Normalmente, invertía un buen dinero en mis zapatos ya que tengo que estar tanto tiempo de pie, pero no había tiempo de ir a Clarice a una buena zapatería, o ir en auto al Centro Comercial de Monroe. Cuando llegué al trabajo, Sweetie Des Artes salió de la cocina para abrazarme, con su delgado cuerpo envuelto en un delantal blanco de cocina. Incluso el chico que ayudaba en las mesas se acercó a decirme que lo sentía. Holly y Danielle, que estaban cambiando de turno, me dieron por separado una cariñosa palmada sobre el hombro y me dijeron que esperaban que las cosas mejoraran.
Arlene me preguntó si pensaba que el apuesto Dennis Pettibone vendría al bar, y le conteste que seguramente lo haría.
-Supongo que él tiene que viajar mucho, -dijo pensativamente-. Me pregunto donde tiene su base.
-Tengo su tarjeta de visita. Su oficina esta en Shreveport. Me dijo que se había comprado una pequeña granja en las afueras de Shreveport, ahora que pienso en ello.
Los ojos de Arlene se entrecerraron.
-Suena como si tú y Dennis sostuvieron una agradable conversación.
Comencé a protestar diciendo que el investigador de incendios era demasiado mayor para mí, pero me detuve pensando que si Arlene se había detenido en sus treinta y seis, durante tres años seguidos, supuse que eso sería entrar en un tema delicado. Él solamente hacia conversación, - le dije-. Me preguntó cuanto tiempo había trabajado contigo, y si tenías hijos.
-Ah. ¿Lo hizo? -Arlene sonrió radiante-. Bien, bien. Se fue a comprobar sus mesas con un pavoneo alegre a su paseo.
Inicie mis labores, tardando más tiempo de lo habitual en tomar mi ritmo, debido a las constantes interrupciones. Sabía que alguna otra sensación en la ciudad eclipsaría pronto el incendio de mi casa. Aunque no quisiera que alguien más experimentara un desastre similar, me alegraría cuando ya no fuera el objeto de discusión de cada cliente del Bar.
Terry no había sido capaz de atender la barra el día hoy, así que Arlene y yo tuvimos que cubrirlo. Estar ocupada me ayudó a sentirme menos cohibida.
Aunque solo tenía tres horas de sueño en mi sistema, me las arreglé bien hasta que Sam me llamó desde el pasillo que conducía a su oficina y a los baños públicos.
Dos personas habían entrado unos momentos antes y se habían acercado a su mesa de la esquina para hablar con él; yo los había notado sólo de pasada. La mujer tenía alrededor de 60 años, estaba algo gruesa y era baja. Usaba un bastón. El joven que iba con ella, tenía el cabello castaño, nariz ganchuda y cejas gruesas que parecían darle algo de carácter a su rostro. Me recordaba a alguien, pero no podía ubicar a quien. Sam los había hecho pasar a su oficina.
-Sookie, -dijo Sam triste, Alguien en mi oficina quiere hablar contigo.
-¿Quiénes son?
-Ella es la madre de Jeff Marriot. El hombre es su gemelo.
-Oh Dios mío, -dije-, comprendiendo que el hombre me recordaba al cadáver.
-¿Por qué quieren hablar conmigo?
-Ellos no creen que el haya tenido que ver con la Confraternidad del sol. No entienden nada sobre su muerte.
Decir que temía este encuentro era poco.
-¿Por qué quieren hablar conmigo? -dije en una especie de tenue gemido-. Estaba casi al final de mi resistencia emocional.
-Ellos solo… quieren algunas respuestas. Están afligidos.
-Yo también, -dije-. Era mi casa.
-Ellos lo querían.
Miré fijamente a Sam.
-¿Por qué debería hablar con ellos? -Pregunté-. ¿Qué es lo que quieres de mi?
-Tienes que escuchar lo que ellos tienen que decir, -dijo Sam con una nota de carácter definitivo en su voz-. No me presionaría ni me explicaría más. Ahora la decisión me correspondía a mí.
Porque confiaba en Sam, asentí.
-Hablaré con ellos cuando salga de trabajar, -dije-. En secreto esperé que se marcharan para entonces. Pero cuando mi turno terminó, los dos todavía esperaban en la oficina de Sam. Me quité el delantal, y lo eché en el cubo que decía trapos sucios (reflexionando por centésima ocasión que el cubo de la ropa sucia probablemente explotaría si alguien pusiera un mantel mas en el), y me dirigí con paso lento a la oficina.
Miré a los Marriots con más cuidado ahora que estábamos cara a cara. La Sra. Marriot (asumí) estaba en muy malas condiciones. Su piel estaba grisácea, y su cuerpo entero parecía encorvado. Sus anteojos estaban empañados por haber estado llorando tanto, y sujetaba pequeños pañuelos de papel entre sus manos. Su hijo estaba conmocionado e inexpresivo. Había perdido a su gemelo, y me enviaba tal sensación de miseria que yo apenas pude absorber.
-Gracias por hablar con nosotros, -dijo-. Se levantó de su asiento y automáticamente me ofreció su mano. Soy Jay Marriot, y esta es mi madre, Justine.
Esta era una familia que encontró una letra del alfabeto que le gustaba y se atuvo a ella.
No sabía que decirles. ¿Decirles que lamentaba que su ser querido estuviera muerto, cuándo él había intentado matarme? No había ninguna regla de etiqueta para esto; incluso mi abuela habría estrado frustrada.
-Srita. Stackhouse, ¿alguna vez había visto con anterioridad a mi hermano?
-No, -dije-. Sam tomó mi mano. Debido a que los Marriots estaban sentados en las dos únicas sillas de la oficina de Sam, él y yo nos recargamos en el frente de su escritorio. Esperé que su pierna no le doliera.
-¿Por qué prenderle fuego a su casa? Nunca antes había sido arrestado por nada, -Justine habló por primera vez-. Su voz era áspera y entrecortada; parecía suplicante. Ella me pedía que le dijera que no era verdad la acusación que se hacía sobre Jeff.
-Realmente no lo se.
-¿Podría decirnos cómo pasó? ¿Me refiero a la muerte de Jeff?
Sentí un destello de cólera al estar obligada a compadecerlos, ante la necesidad de tratarlos con delicadeza. ¿Después de todo, quien casi había muerto allí? ¿Quien había perdido parte de su hogar? ¿Quien estaba enfrentando algo que casi había resultado ser un desastre financiero? La rabia se apoderó de mí, y Sam soltó mi mano y puso su brazo alrededor mío. Él podía sentir la tensión en mi cuerpo, pero esperaba que yo controlara el impulso de repartir golpes y arremeter contra ellos.
Sujeté mis impulsos por escaso margen, pero me dominé.
-Un amigo me despertó, -dije-. Cuando salimos, encontramos a un vampiro que se esta quedando con mi vecino, también un vampiro, junto al cuerpo de Marriot. Había una lata de gasolina cerca de el. El médico que llegó después dijo que tenía gasolina sobre sus manos.
-¿Qué fue lo que lo mató? -preguntó la madre otra vez.
-El vampiro.
-¿Lo mordió?
-No, él… no. No lo mordió.
-¿Cómo fue entonces? -Jay mostraba un poco de su propia cólera.
-Le rompió el cuello, creo.
-Fue lo que nos dijeron en la oficina del sheriff, -dijo Jay-. -Pero no sabíamos si nos decían la verdad.
Oh, por el amor de Dios.
Sweetie Des Artes se asomó para preguntarle a Sam si podía tomar las llaves de la despensa porque necesitaba una caja de pepinos encurtidos. Se disculpó por la interrupción. Arlene se despidió cuando pasó por la puerta de la oficina, y me pregunté si Dennis Pettibone había venido al Bar. Estaba tan inmersa en mis propios problemas, que no lo había notado. Cuando la puerta de salida de los empleados se cerró tras ella, el silencio pareció aumentar en la pequeña habitación.
-¿Por qué estaba el vampiro en su jardín? -preguntó Jay con impaciencia. ¿En medio de la noche?
No le dije que no era asunto suyo. La mano de Sam acarició mi brazo.
-Ese es el momento cuando ellos están despiertos. Y él se alojaba en la única otra casa cerca de la mía. -Eso es lo que le habíamos dicho a la policía-.
-Supongo que escuchó que alguien merodeaba en mi jardín y se acercó investigar.
-No sabemos como llegó Jeff ahí, -dijo Justine-. ¿Dónde está su automóvil?
-No lo sé.
-¿Y había una tarjeta en su cartera?
-Sí, un carne de socio de la Confraternidad del sol, -dije-.
-Pero él no tenía nada contra los vampiros, -protestó Jan-. Somos gemelos. Yo lo sabría si él hubiera tenido alguna clase de rencor. Esto no tiene sentido.
-Dio un nombre falso y dijo que era de otra ciudad diferente a lo que decía en su carné de conducir, a una mujer en el Bar, -dije-, tan suavemente como pude.
-Bien, él solamente estaba de paso, -dijo Jay-. Soy un hombre casado, pero Jeff esta divorciado. No me gusta decir esto delante de mi madre, pero no es inusual en los hombres dar un nombre e historial falso cuando conocen a alguna mujer en un bar.
Esto era verdad. Aunque Merlotte fuera principalmente un bar de pueblo, había escuchado muchos cuentos de forasteros que venían de paso, y había tenido la certeza de que mentían.
-¿Dónde estaba la billetera? -preguntó Justine-. Me miró de la misma forma que un viejo perro vencido, eso hizo que se me estrujara el corazón.
-En el bolsillo de su chaqueta, -dije-.
Jay se levantó bruscamente. Empezó a moverse, yendo de un lado a otro en el pequeño espacio que tenía en su disposición.
-Ahí esta nuevamente, -dijo-, con la voz más animada, Jeff guardaba su billetera en los bolsillos de sus vaqueros lo mismo que yo. Nunca ponemos nuestras carteras en nuestra chaqueta.
-¿Qué tratas de decir? -preguntó Sam.
-Estoy diciendo que no pienso que Jeff haya hecho esto, -dijo su gemelo-. Incluso aquellas personas en la estación de Gasolina “Fina”, podrían estar confundidos.
-¿Alguien en el Fina dice que él compró una lata de gasolina allí? -preguntó Sam-.
Justine se estremeció otra vez, con la suave piel de su barbilla temblando.
Yo había estado preguntándome si pudiera ser que las sospechas de los Marriots fueran verdaderas, pero aquella idea se extinguió. El teléfono sonó, y todos nos sobresaltamos. Sam lo descolgó y dijo, Merlotte's, con voz tranquila. Escuchó y dijo, mmmm…, y ¿estas seguro? Y finalmente, Les diré y colgó.
-El auto de su hermano sido encontrado, -dijo a Jay Marriot-. Está en un camino vecinal casi directamente frente al camino de entrada de Sookie.
La luz se extinguió completamente sobre el rayo de esperanza de la pequeña familia, y yo no pude evitar compadecerles. Justine pareció diez años más vieja que cuando había entrado al Bar, y Jay lucia como si hubiera estado días sin dormir o sin comer. Se marcharon sin decirme nada más, lo cual fue una bendición. De las pocas palabras que intercambiaron el uno con el otro, deducí que iban a ver el coche de Jeff y preguntar si podían recoger sus pertenencias. Pensé que se toparían con una pared en blanco allí.
Eric me había dicho que aquel pequeño camino vecinal, un sucio camino que conducía a un campamento de caza de venados, era donde Debbie Pelt había ocultado su coche cuando había venido para matarme. También podría poner ahí un letrero que dijera: “ESTACIONAMIENTO ESPECIAL PARA ATACAR DE NOCHE A SOOKIE STACKHOUSE”.
Sam regresó tambaleándose a la oficina. Había acompañando a los Marriots a su oficina. Se acercó a su escritorio y apoyó sus muletas en el, acto seguido puso sus brazos a mi alrededor. Me di la vuelta y deslicé mis brazos alrededor de su cintura. Él me sujetó contra si, y me sentí maravillosamente en paz. El calor de su cuerpo me entibió, y el reconocimiento de su afecto me confortó.
-¿Te duele la pierna? -Pregunté cuando él se movió agitado-.
-No es mi pierna, -dijo-.
Alcé la vista, desconcertada para mirar sus ojos. Parecía triste. Repentinamente, me di cuenta de que era exactamente lo que hacía daño a Sam, y enrojecí. Pero no lo solté. Estaba renuente a acabar con la comodidad de estar tan cerca de alguien - no, de estar cerca de Sam-. Como no me alejé, él despacio puso sus labios en los míos, dándome la oportunidad de retirarme. Su boca rozó la mía una vez, dos veces. Entonces empezó a besarme en serio, y el calor de su lengua llenó mi boca.
Se sentía increíblemente bien. Con la visita de la familia Marriot, había estado hojeando la sección de Misterio. Ahora definitivamente había pasado a la sección Romance.
Su altura era lo suficientemente parecida a la mía por lo que no tuve que esforzarme para encontrar su boca. Su beso se hizo más urgente. Sus labios se apartaron de mi boca y se dirigieron a mi cuello, justo a un lugar vulnerable y sensible, y sus dientes mordieron muy suavemente.
Jadeé. Apenas me podía sostener. Si hubiera tenido el don de la transportación, nos habría llevado a algún sitio más privado en un instante. Remotamente, sentí que había algo vulgar, ante el comportamiento lascivo que sentía en la desordenada oficina del Bar. Pero el calor me inundó cuando él me besó otra vez. Siempre había habido algo entre nosotros, y las ascuas se habían convertido en llamas
Luché por recobrar el sentido. ¿Era esta alguna clase de lujuria de sobreviviente? ¿Y que pasaría con su pierna? ¿Él realmente necesitaba tener los botones de su camisa abrochados?
-No quiero que lo hagamos aquí, -dijo jadeante-. Él se separó y alcanzó sus muletas, pero luego tiró de mí y me besó otra vez. Sookie, voy a…
-¿Que es lo que vas a hacer? -Preguntó una voz fría en la puerta-.
Si yo me sobresalté, Sam se enfureció. En una fracción de segundo fui empujada a un lado, y él se lanzó contra el intruso, con la pierna rota y todo.
Mi corazón palpitaba como un conejo asustado, y puse una mano sobre el para asegurarme que se quedara en mi pecho. El ataque repentino de Sam había arrojado a Bill al piso. Sam retiró su puño para volver a darle un puñetazo, pero Bill usó su fuerza y su peso mayor para hacer rodar a Sam hasta que estuvo bajo el. Los colmillos de Bill estaban resplandecientes y sus ojos brillaban
-¡Deténganse! -dije en voz baja-, asustada de que los clientes entraran. En un movimiento algo rápido para mi, agarré el liso cabello negro de Bill con ambas manos y lo usé para dar un tirón a su cabeza. En el entusiasmo del momento, Bill extendió la mano detrás para coger mis muñecas entre sus manos, y comenzó a torcerlas. Me ahogué por el dolor. Mis brazos estaban a punto de romperse cuando Sam aprovechó la oportunidad de pegar Bill en la mandíbula con todo su poder. Los cambia-formas no eran tan poderosos como los lobos y vampiros, pero pueden golpear duro, y Bill fue tomado de sorpresa. Él también recobró su juicio. Liberando mis brazos, se puso de pie y se volvió hacia mí en un solo movimiento con gracia.
Mis ojos estaban llenos de lágrimas de dolor, y los abrí y cerré con fuerza determinada a no dejar escapar las lágrimas. Pero estoy segura que parecía exactamente alguien que intentaba con fuerza no llorar. Mantenía sujetos mis brazos delante de mí, preguntándome cuando dejarían de dolerme.
-Debido a que tu automóvil estaba quemado, vine por ti, porque era tu hora de salida, -dijo Bill, sus dedos evaluaban con cuidado las marcas sobre mis antebrazos. Te juro que solamente tenía la intención de hacerte un favor. Juro que no te estaba espiando. Juro que nunca quise hacerte ningún daño.
Esta era una disculpa bastante buena, y me alegré de que el hubiera hablado primero. No sólo estaba adolorida, sino que estaba totalmente avergonzada. Naturalmente, Bill no tenía ningún modo de saber que Tara me había prestado un auto. Debería haberle dejado una nota o un mensaje en su contestador automático, pero yo había ido directamente a trabajar desde la casa, y eso simplemente no había cruzado mi mente. Me acordé de algo mas, cosa que debería habérseme ocurrido enseguida.
-¿Oh, Sam, te lastimaste tu pierna lastimada? Pasé al lado de Bill para ayudar a Sam que estaba en el suelo. Traté de ayudarlo a levantarse con todas mis fuerzas, sabiendo que él preferiría quedarse en el suelo que aceptar cualquier ayuda de Bill. Finalmente, con alguna dificultad, pude levantar a Sam, y vi que el procuraba sostener su peso sobre su pierna buena. No podía imaginarme como debía estarse sintiendo.
Se sentía furioso, me di cuenta. Fulminó a Bill con la mirada.
-¿Como te atreves a entrar sin golpear la puerta primero? Estoy seguro que no esperas que me disculpe por haberme lanzado contra ti. Yo nunca había visto a Sam tan enfadado. Adivine que el se sentía avergonzado por no haberme "protegido" con mas eficacia, que se sentía humillado porque Bill había obtenido la ventaja y me había lastimado además. Por último pero no por eso lo menos importante, Sam trataba de sofocar aquellas hormonas que habían estallado cuando habíamos sido interrumpidos.
-Oh, no. No espero eso. -La voz de Bill descendió unos cuantos grados de temperatura cuando le respondió a Sam-. Esperé ver los témpanos formarse sobre las paredes.
Hubiera deseado estar a mil kilómetros de distancia. Anhelaba la capacidad de marcharme, entrar en mi propio auto e ir a mi propia casa. Desde luego, no podía hacer eso. Al menos tenía un auto, y le expliqué eso a Bill.
-Entonces no habría tenido que venir por ti, y ustedes dos podrían haber continuado con lo que estaban haciendo, sin ser interrumpidos, -dijo en un tono absolutamente mortal-.
-¿Dónde pasaras la noche, si puede saberse? Iba a pasar a comprar comida para ti.
Debido a que Bill, odiaba ir de compras a la tienda de comestibles, había sido un gran esfuerzo para el, y por supuesto el quería que yo me diera cuenta de eso. (Desde luego, también era posible que me dijera eso para estar seguro de que me sintiera tan culpable como fuera posible.)
Repasé mis opciones. Aunque nunca se sabía que encontraría en casa de mi hermano, me parecía la opción más segura. -Iré a casa para conseguir algunos artículos, maquillaje y esas cosas y luego me iré a casa de Jason, -dije-.
Gracias por haberme hospedado anoche, Bill. ¿Supongo que trajiste a Charles a trabajar? Dile, que si quiere pasar la noche en mi casa, supongo que el, ah…el agujero está bien.
-Díselo tu misma. Él esta afuera, -dijo Bill dijo en un tono de voz que sólo puedo calificar como gruñón-. La imaginación de Bill claramente había dado un giro enteramente diferente a su perspectiva de la tarde. La manera en que los eventos se estaban desarrollando no le estaba haciendo muy feliz.
Sam estaba muy dolorido (podía ver su dolor cerniéndose como un resplandor rojo a su alrededor) lo mejor que podía hacer era salir de ahí, antes de que se diera cuenta que yo me había percatado. Te veré mañana, Sam, -dije-, y lo besé en la mejilla.
Trató de sonreírme. No me atreví a ofrecer ayudarlo a llegar a su remolque mientras el vampiro estuviera allí, porque sabía que su orgullo sufriría. Por el momento, este era más importante para él que el estado de su pierna herida.
Charles estaba detrás de la barra y ya ocupado. Cuando Bill le ofreció alojamiento nuevamente por segundo día, Charles aceptó en lugar de optar por mi escondite que nunca había utilizado.
-Tenemos que examinar el escondite, Sookie, por las rajaduras que podrían haber ocurrido durante el fuego, -dijo Charles seriamente-.
Comprendí eso al instante, y sin decir otra palabra a Bill, entré en el automóvil prestado y me dirigí a mi casa. Habíamos dejado las ventanas abiertas todo el día, y el olor se había disipado en gran parte. Esto era una novedad bienvenida. Gracias a la estrategia de los bomberos y a la manera inexperta en la que el fuego había sido iniciado, la mayor parte de mi casa estaría habitable sin mucha demora. Había llamado a un contratista, Randall Shurtliff, aquella tarde en el bar, y él había aceptado pasar al día siguiente a mediodía. Terry Bellefleur había prometido comenzar a quitar los restos de la cocina temprano en la mañana. Tendría que estar allí para ver que se podía salvar. Parecía que tenía dos empleos ahora.
De pronto me sentí totalmente exhausta, y mis brazos dolían. Tendría enormes moretones al día siguiente. Hacía demasiado calor para justificar las mangas largas, pero tendría que usarlas. Armada con una linterna que saqué de la guantera del coche de Tara, conseguí algo de maquillaje y un poco más de ropa de mi dormitorio, lanzando todo en un bolso que había ganado en una competencia deportiva de relevos. Guardé un par de libros, que no había leído aún -libros que yo había sacado de la biblioteca-. Esto incitó otra línea de pensamiento. ¿Tenía pendientes películas para devolución? No. ¿Libros de la biblioteca? Sí, tenía que devolver algunos, y tenía también que ventilarlos primero. ¿Algo más qué perteneciera a otra persona? Me sentí agradecida de haber llevado el traje de Tara a la tintorería.
No había ninguna razón para que cerrara con llave las ventanas que había dejado abiertas para disipar el olor, cuando la casa era fácilmente accesible por la cocina quemada. Pero cuando salí por la puerta principal, la cerré con llave detrás de mí. Había llegado a Hummingbird Road cuando comprendí lo tonta que había sido, y mientras conducía a casa de Jason, me encontré riendo por primera vez en muchas, muchas horas.
CAPITULO 10
Mi melancólico hermano se alegro de verme. El hecho de que su nueva "familia" no confiara en el había estado carcomiendo a Jason durante todo el día. Incluso su novia pantera, Crystal, se sentía nerviosa de verlo, mientras la nube de las sospechas recayera sobre el. Ella lo había mandado al cuerno cuando él se había presentado en la puerta de su casa esta noche. Cuando averigüé que él en realidad había conducido a Hotshot, exploté. Le dije que aparentemente tenía deseos de morir y yo no me haría responsable en caso de que le pasara algo. Él respondió que yo nunca había sido responsable de algo que él hubiera hecho, de todos modos, así que ¿por que empezaría a hacerlo ahora?
Continuó de ese modo durante un tiempo.
Después de que de mala gana hubo aceptado alejarse de los hombres pantera, llevé mi bolso al pequeño dormitorio de invitados. Ahi era donde guardaba su ordenador, sus viejos trofeos del equipo de béisbol y del equipo de fútbol americano del instituto, y un antiguo sofá cama, a mano principalmente para los visitantes que habían bebido demasiado y no podían conducir a casa. No me moleste ni siquiera en desdoblarlo, pero extendí un edredón sobre la cubierta de vinil. Jalé otra colcha sobre mí.
Después de que dije mis oraciones, repasé mi día. Había estado tan lleno de incidentes que tuve problemas en recordar todo. En aproximadamente tres minutos, me apagué con la misma rapidez que un interruptor. Soñé con animales gruñendo aquella noche: estaban por todas partes a mi alrededor en la niebla, y estaba asustada. Podía escuchar que Jason gritaba en algún sitio entre la niebla, aunque yo no pude encontrarlo para defenderlo.
A veces uno no necesita un psiquiatra para interpretar un sueño, ¿verdad?
Me desperté adormilada cuando Jason salió para el trabajo por la mañana, principalmente porque cerró de golpe la puerta detrás de él. Me quedé dormida otra vez durante otra hora, pero luego me desperté resuelta. Terry iría a mi casa para comenzar a derribar la parte arruinada, y tenía que revisar si cualquiera de mis cosas de la cocina podían ser rescatadas.
Debido a que esto sin duda sería un trabajo sucio, tomé prestado un overol azul de Jason, el que el se ponía cuando arreglaba su auto. Miré en su armario y jalé una vieja chaqueta de cuero que Jason usaba para el trabajo pesado. También tomé una caja de bolsas de basura. Cuando puse en marcha el automóvil de Tara, me pregunté como diablos podría reembolsarla por habérmelo prestado. Me recordé que tendría que recoger su traje. Debido a que en ese momento estaba pensando en él precisamente, antes de olvidarlo hice un desvío en la tintorería.
Terry estaba de un humor mas estable el día de hoy, para mi alivio. Estaba sonriente mientras golpeaba las partes carbonizadas de mi porche con un martillo. Aunque el día fuera muy fresco, Terry solo usaba una camiseta sin mangas sobre sus vaqueros. Esta no cubría la mayor parte de las terribles cicatrices. Después de darle la bienvenida y darme cuenta de que no quería hablar, entré por la puerta principal. Caminé con cuidado por el pasillo a la cocina para observar nuevamente el daño.
Los bomberos me habían dicho que el piso era seguro. Me puso nerviosa caminar sobre el linóleo quemado, pero después de un minuto o dos, me sentí más segura. Me puse unos guantes y comencé a trabajar, yendo por armarios, alacenas y cajones. Algunas cosas se habían derretido o se habían torcido con el calor. Algunas cosas, como mi colador de plástico, estaban tan deformes que me tomaba un segundo o dos identificar lo que estaba sujetando.
Tiré las cosas arruinadas directamente afuera de la ventana sur de la cocina, a prudente distancia de Terry.
No confiaba en ningún alimento que había estado en los armarios que estaban sobre la pared exterior. La harina, el arroz, el azúcar, habían estado en recipientes de Tupperware, y aunque los sellos hubieran resistido, no quise usar el contenido. Lo mismo pensé de las conservas; por alguna razón, me sentía incómoda por utilizar la comida de las latas que se habían calentado demasiado.
Afortunadamente, mi vajilla del diario y la porcelana buena que había pertenecido a mi fenomenal bisabuela habían sobrevivido, ya que estaban en el armario que había quedado más lejos de las llamas. La de plata estaba muy bien, también. Mis cazuelas de acero inoxidable que me eran más útiles, habían estado mucho más cerca del fuego, y estaban dobladas y torcidas. Pero algunas de las ollas y las cacerolas eran utilizables.
Trabajé durante dos o tres horas, agregando cosas al montón creciente fuera de la ventana o empaquetándolos en las bolsas de basura que había traído de casa de Jason para un empleo futuro en la nueva cocina. Terry trabajó mucho, también, haciendo una interrupción de tanto en tanto para beber agua embotellada sentado en la puerta de la parte trasera de su furgoneta. La temperatura se elevó hasta los 15 grados centígrados. Todavía tendríamos algunas heladas duras, y había siempre la posibilidad de una tormenta de nieve, pero era posible contar con que la primavera llegara pronto.
No era una mala mañana. Parecía que estaba dando un paso hacia la recuperación de mi casa. Terry era un compañero poco exigente, ya que no le gustaba hablar, y en cambio exorcizaba a sus demonios con el trabajo duro. Terry estaba a finales de los cincuenta ahora. Un poco del pelo del pecho que se podía ver encima del cuello de su camiseta era gris. El cabello sobre su cabeza, una vez castaño, se decoloraba cada vez mas. Pero era un hombre fuerte, y balanceaba el martillo entre sus manos con vigor y cargaba el deshecho de la madera quemada en la parte trasera de su camioneta sin el menor signo de tensión.
Terry partió para llevar una carga al basurero de Parish. Mientras el se iba, entré en mi dormitorio e hice mi cama, una cosa extraña y tonta de hacer, lo se. Tendría que quitar las sábanas y lavarlas; de hecho, tendría que lavar casi cada pedazo de tela en la casa para librarlo por completo del olor a quemado. Incluso tendría que lavar las paredes y repintar el pasillo, aunque la pintura en el resto de la casa parecía bastante limpia.
Estaba tomando un descanso en el jardín cuando escuché una camioneta que se acercaba un momento antes de que apareciera, saliendo de los árboles que rodeaban la entrada. Ante mi asombro, la reconocí como la camioneta de Alcide, sentí una punzada de consternación. Le había dicho que se quedara lejos.
Parecía molesto por algo cuando saltó de la cabina. Yo había estado sentada a la luz del sol sobre una silla de aluminio sobre el césped, preguntándome que hora sería y cuando llegaría el contratista. Después de la incomodidad que había pasado en casa de Jason, también estaba pensando en encontrar otro lugar para quedarme mientras la cocina era reconstruida. No podía imaginar habitar el resto de mi casa, hasta que el trabajo estuviera concluido, y esto podría durar meses a partir ahora. Jason no me querría a su alrededor durante mucho tiempo, estaba segura. Tendría que aguantarme si quisiera quedarme - él era mi hermano, después todo- pero no quería probar su espíritu fraternal. No había nadie con el que quisiera quedarme durante un par de meses, pensé, cuando me puse a considerar el asunto.
-¿Por qué no me lo dijiste? -bramó Alcide cuando sus pies tocaron el suelo-.
Suspiré. Otro hombre enfadado.
-No somos grandes amigos ahora mismo, -le recordé-. Pero no lo he hecho por falta de tiempo. Ha pasado solo un par de días. -dije-
-Deberías haberme llamado antes que nada, -dijo-, dirigiéndose a zancadas alrededor de la casa para inspeccionar el daño.
Se detuvo directamente enfrente de mí.
-Podrías haber muerto, -dijo-, como si eso hubiera sido novedad para mí.
-Sí, -dije-. Sé eso.
-Un vampiro tuvo que salvarte. Se escuchó aversión en su voz. Los vampiros y los lobos apenas se soportaban.
-Sí, -acordé-, aunque en realidad mi salvadora había sido Claudine, pero Charles había matado al incendiario. ¿Oh, hubieras preferido que me hubiera quemado?
-¡No, desde luego no! Dio la vuelta, mirando el pórtico semi-desmontado.
-¿Alguien esta trabajando derribando la parte dañada?
-Sí.
-Podría haberte traído un equipo entero de personas para que lo hicieran
-Terry se ofreció.
-Puedo conseguirte un buen precio para la reconstrucción.
-He contratado a un contratista.
-Puedo hacerte un préstamo para hacerlo.
-Tengo el dinero, muchas gracias.
Esto lo sobresaltó.
-¿Lo tienes, de donde lo…? -Se detuvo antes de decir algo inexcusable.- No sabía que tu abuela hubiera tenido mucho para dejarte, -dijo como si fuera algo malo.
-Gané el dinero, -dije-.
-¿Ganaste el dinero de Eric? Adivinó con exactitud. Los ojos verdes de Alcide se encendieron con cólera. Pensé que iba a sacudirme.
-Cálmate, Alcide Herveaux, -dije bruscamente-. El como lo gané no es de tu maldita incumbencia. Me alegro de tenerlo. Si te bajaras de las nubes, te diría que me alegra que estés preocupado por mí, y que estoy agradecida de que me ofrezcas tu ayuda. Pero no me trates como una persona lenta de entendederas.
Alcide me miró fijamente mientras mi discurso penetró en su mente.
-Lo siento. Pensaba que nosotros estábamos lo suficientemente cerca como para que me llamaras esa noche. Pensé… que tal vez necesitaras mi ayuda.
Estaba jugando con la carta de: "Dañaste mis sentimientos”.
-No tengo inconveniente en pedir ayuda cuando la necesito. No soy orgullosa, -dije-. Y me alegro de verte. (Eso no era totalmente cierto.) Pero no actúes como si yo no pudiera hacer las cosas por mi misma, porque puedo y lo hago.
-¿Los vampiros te pagaron por ocultar a Eric mientras las brujas estaban en Shreveport?
-Sí, -dije-. La idea fue de mi hermano. Me avergonzó en su momento. Pero ahora estoy agradecida de tener el dinero. No tendré que pedir prestado a nadie para conseguir reparar la casa.