Ah, al diablo con estar pensando.
Tomé el jabón del nicho y enjaboné mis dedos. Di un paso para estar mas cerca de él, delicadamente plegué al Sr. Happy contra el estómago de Eric, así podría alcanzar a rodearlo y conseguir poner mis dedos sobre aquel culo absolutamente magnífico. No podía mirarlo en la cara, pero él me dejo saber que estaba fascinado que yo respondiera. Él extendió sus piernas atentamente y lo lavé muy a fondo, muy meticulosamente. Él comenzó a hacer pequeños ruidos, y a mecerse. Comencé a trabajar sobre su pecho. Cerré mis labios alrededor de su tetilla derecha y chupé. Lo disfrutó un montón. Sus manos se apretaron contra la parte trasera de mi cabeza.
–Muerde, un poco, – susurró, y usé mis dientes. Sus manos comenzaron a moverse sin descanso sobre cualquier trozo de mi piel que pudieran encontrar, acariciando y estimulando mi deseo por él. Cuando él se echo un poco hacía atrás, fue porque había decidido corresponder, y se inclinó sobre mí. Mientras su boca se cerraba sobre mi pecho, su mano se deslizó entre mis piernas. Di un suspiro profundo e hice un poco de movimiento por mi misma. Él tenía dedos largos.
La siguiente cosa que supe, es que el agua había dejado de correr y él me secaba con una esponjosa toalla blanca, y yo lo frotaba con otra. Mientras tanto nos dedicábamos a besarnos, repetidas veces.
–La cama, – dijo él, con voz desigual, y asentí. Él me alzó y luego entramos en una especie de enredo; yo queriendo quitar el sobre-cama y él queriendo ponerme sobre-la-cama y seguir, pero lo hice a mi manera porque hacía demasiado frío para estar solo con cubrecama. Una vez que nos arreglamos, me giré hacía él y seguimos donde la habíamos dejado, pero con un ritmo que se intensificó. Sus dedos y su boca estaban ocupados aprendiendo mi topografía, y él se presionó pesadamente contra mi muslo.
Ardía con tal intensidad por él que estuve sorprendida que las llamas no lanzaran destellos por las yemas de mis dedos. Curvé mis dedos alrededor de él y lo acaricié.
De repente Eric estaba encima de mí, listo para entrar. Estaba alborozada y muy, muy lista. Lo alcancé ansiosamente entre nosotros para ponerlo en posición, aprovechando para frotar la punta de él sobre mi protuberancia.
–Amada, – dijo él en voz ronca, y empujó.
Aunque estaba mas que preparada para recibirlo, y dolorosamente deseosa de tenerlo dentro de mi, lancé un grito por el choque de su tamaño.
Después de un momento, él dijo;
–No cierres tus ojos. Mira hacía mí, amada. – El modo que él dijo “amada” parecía una caricia, como si él me llamara por un nombre que ningún otro hombre usaría alguna vez; antes o después. Sus colmillos estaban completamente extendidos y me estiré para pasar mi lengua sobre ellos. Esperé que él mordiera mi cuello, como hacía Bill casi siempre.
–Obsérvame, – dijo él en mi oído, y se separó hacía atras. Intenté atraerlo de nuevo, pero él comenzó a trazar un camino de besos descendiente por mi cuerpo, haciendo paradas estratégicas, y yo me cernía sobre el borde dorado cuando él llegó abajo. Su boca era talentosa, sus dedos tomaron el lugar de su pene, y luego de repente él miró a lo largo de mi cuerpo para asegurarse que yo miraba-lo hacía-y él dirigió su boca a la cara interna de mi muslo, acariciando, y hociqueándolo, sus dedos se movían constantemente ahora, más rápido y más rápido, y luego él mordió.
Puedo haber hecho ruido, estoy segura que lo hice, pero en el segundo siguiente flotaba sobre la onda más poderosa de placer que jamás había sentido alguna vez. Y en un minuto la onda brillante se expandió, Eric besaba mi boca otra vez, pude probar mis propios fluidos sobre él, y luego él estuvo de nuevo dentro de mí, y la onda dorada regreso una vez más. Su momento llegó directamente después del mío, cuando yo experimentaba todavía estremecimientos. Él gritó algo en una lengua que nunca había escuchado, y cerró sus propios ojos, luego sufrió un colapso encima de mí. Después de un par de minutos, él levantó su cabeza para mirar abajo. Deseé que él pretendiera al menos respirar, como siempre hacía Bill durante el sexo. (Yo nunca se lo había pedido, él sólo lo hacía, y era tranquilizador.) Aparté lejos este pensamiento. Nunca había tenido sexo con alguien más fuera de Bill, y supongo que era natural pensar en esto, pero la verdad era que me dolió recordar mi previo estado de un-sólo-hombre, ahora desvanecido para siempre.
Me regresé a mi misma dentro del Momento, estaba pasándola estupendamente. Acaricié el pelo de Eric, metiendo algunos cabellos detrás de su oreja. Sus ojos estaban absortos sobre los míos, y sabía que él esperaba a que yo hablara.
–Desearía, – dije, – poder guardar orgasmos en un tarro para cuando los necesito, porque creo que he tenido unos cuantos extra.
Los ojos de Eric se agrandaron, y de repente él rugió por la risa. Sonó bien, sonó al verdadero Eric. Me sentí cómoda con este magnífico pero extraño desconocido, después de que oí aquella risa. Él rodó sobre su espalda y me balanceó fácilmente hasta que estuve sentada a horcajadas sobre su cintura.
–Si hubiera sabido que tú serías tan bella sin ropa, habría tratado de hacer esto mucho antes, – dijo él.
–Tú realmente trataste de hacer esto antes, aproximadamente veinte veces, – dije, sonriéndole.
–Entonces tengo buen gusto. – Él vaciló durante un minuto largo, un poco de su placer abandonó su cara. – Cuéntame acerca de nosotros. ¿Cuanto tiempo tengo de conocerte?
La luz del cuarto de baño se derramó sobre la parte derecha de su cara. Su pelo extendido sobre mi almohada, brillante y dorado.
–Tengo frío, – dije suavemente, y me dejó meter al lado de él, tirando las sabanas sobre nosotros. Me apoyé sobre un codo y él descanso sobre su costado, entonces nos miramos el uno al otro. – Déjame pensar. Te conocí el año pasado en Fangtasia, el bar vampiro que te pertenece en Shreveport. Y a propósito, el bar fue atacado hoy. Anoche. Lo siento, debería haberte dicho esto primero, pero he estado tan preocupada por lo de mi hermano.
–Quiero oír acerca de hoy, pero dime nuestra historia primero. Me encuentro a mi mismo enormemente interesado.
Otro pequeño choque: el verdadero Eric se preocupaba por su propia posición en primer lugar, las relaciones iban sobre-ah, no sé, en décimo lugar. Esto era definitivamente raro. Le dije;
–Tú eres el sheriff de Área Cinco, y mi antiguo novio Bill es tu subordinado. Él ha salido del país. Creo que ya te conté sobre Bill.
–¿Tu antiguo novio infiel? ¿Quién su creadora fue la vampira Lorena?
–Ese mismo, – dije brevemente. – Como sea, cuando te conocí en Fangtasia…
Todo esto tomó más tiempo de lo que pensé, y cuando había terminado con el cuento, las manos de Eric estaban ocupadas otra vez. Él cerró su boca en un pecho con sus colmillos extendidos, extrayendo un pequeño hilo de sangre y un agudo grito ahogado de mí, él chupó poderosamente. Fue una sensación extraña, porque él conseguía la sangre y mi pezón al mismo tiempo. Doloroso y muy excitante-parecía que él tomaba el fluido de mucho más abajo. Jadeé y me arqueé con deseo, y de repente él levantó mi pierna así podría entrar en mí.
Esta vez no experimenté el choque de la primera vez, y fue más lento. Eric quiso que yo mirara sus ojos; esto obviamente, lo ponía a mil.
Estaba exhausta cuando terminamos, aunque me hubiera divertido enormemente. Había oído mucho sobre hombres que no les importaba si la mujer obtenía su placer, o quizás tales hombres asumían que si ellos estaban satisfechos, su compañera también lo estaría. Pero ninguno de los hombres con los que yo había estado habían sido así. No sabía si era porque ellos eran vampiros, o porque había tenido suerte, o quizás ambas cosas.
Eric me había halagado mucho, y me di cuenta que yo no le había dicho nada que indicara mi admiración. Difícilmente parecía justo. Él me sostenía, y mi cabeza estaba sobre su hombro. Murmuré en su cuello;
–Eres tan hermoso.
–¿Qué? – Claramente sorprendido.
–Tú me has dicho que pensaste que mi cuerpo era agradable. – Desde luego no era el adjetivo que él había usado, pero estuve avergonzada de repetir sus palabras reales. – Solamente quise que tú supieras que pienso lo mismo de ti.
Pude sentir el movimiento de su pecho cuando él se rió, solamente un poquito.
–¿Qué parte fue la que más te gustó? – él preguntó con su voz bromeando.
–Ah, tu culo, – dije al instante.
–Mi… ¿trasero?
–Ahá.
–Yo habría pensado en otra parte.
–Bueno, esa seguramente es… adecuada, – le dije, sepultando mi cara en su pecho. Supe inmediatamente que había escogido la palabra incorrecta.
–¿Adecuada? – Él tomó mi mano, y la colocó sobre la parte en cuestión. Inmediatamente comenzó a endurecerse. Él movió mi mano sobre ella, y amablemente lo rodeé con mis dedos. – ¿Esto es adecuado?
–¿Tal vez debería haber dicho graciosamente abundante?
–Graciosamente abundante. Me gusta eso, – dijo riendo.
Él estaba listo otra vez, y francamente, yo no sabía si podría. Estaba tan adolorida al punto de preguntarme si al día siguiente caminaría de manera chistosa.
Le indiqué que estaría contenta con otra alternativa deslizándome hacia abajo en la cama entre sus muslos, y él pareció deleitado de corresponder. Después de otra sublime liberación, pensé que cada músculo en mi cuerpo se había tornado en gelatina. No hablé más de la preocupación que sentía sobre mi hermano, sobre las cosas terribles que habían pasado en Shreveport, sobre nada desagradable. Nos susurramos algunas palabras sin sentido (por mi parte) y elogios mutuos, y luego estuve noqueada completamente. No sé lo que Eric hizo durante el resto de la noche, porque me quedé dormida.
Tenía muchas preocupaciones esperándome al día siguiente; pero gracias a Eric, durante unas horas preciosas esto no me preocupó.
Capítulo 7
A la mañana siguiente, el sol brillaba fuera cuando desperté. Descansé en la cama en un lánguido oasis de alegría. Estaba adolorida, pero tan complacida. Tenía uno o dos pequeños moretones-nada que se viera. Y las señales de colmillo que eran una revelación involuntaria (como siempre), no estaban sobre mi cuello, donde habían estado en el pasado. Ningún observador ocasional sería capaz de decir que yo había disfrutado de la compañía de un vampiro, y no tenía una cita con mi ginecólogo-la única otra persona que tendría una razón para comprobar aquella área.
Otra ducha se imponía definitivamente, así que me levante de la cama y me tambaleé a través del suelo rumbo al cuarto de baño. Lo habíamos dejado hecho un lío, con toallas esparcidas por todas partes y la cortina de la ducha medio rasgada de sus aros plásticos (¿cuándo ocurrió eso?), pero no me importó recogerlo. Colgué de nuevo la cortina con una sonrisa sobre mi cara y una canción en mi corazón.
Cuando el agua corrió sobre mi espalda, reflexioné que debo ser bastante simple. No se necesita mucho para hacerme feliz. Una larga noche con un tipo muerto había dado en el quid. No era solamente el sexo dinámico que me había dado tanto placer (aunque hubiera contenido momentos que recordaría hasta el día de mi muerte); era el compañerismo. Realmente, la intimidad.
Llámenme estereotipada. Había pasado la noche con un hombre que me había dicho que yo era hermosa, un hombre que había disfrutado de mí y quién me había dado un placer intenso. Él me había tocado, me había sostenido y se había reído conmigo. No estábamos en peligro de hacer un bebé con nuestros placeres, porque los vampiros no pueden hacer esto. No era desleal con nadie (aunque confieso que tuve algunas punzadas de culpa cuando pensé en Bill), y tampoco lo era Eric. No podía ver el daño.
Cuando cepillé mis dientes y me puse algo de maquillaje, tuve que confesarme a mí misma que estaba segura que el Reverendo Fullenwilder no estaría de acuerdo con mi punto de vista.
Bueno, no pensaba ir a decírselo, de todos modos. Quedaría solamente entre Dios y yo. Y supuse que como Dios me había creado con la discapacidad de la telepatía, bien podría hacerse de la vista gorda sobre la cosa sexual.
Tenía remordimientos, desde luego. Me gustaría casarme y tener bebés. Sería tan fiel como puedo serlo. Sería una buena mamá, también. Pero no podía casarme con un tipo normal, porque siempre sabría cuando él me mintiera, cuando él estuviera enojado conmigo, cada pensamiento que él tuviera sobre mí. Incluso salir con un tipo normal era más de lo que yo había sido capaz de manejar. Los vampiros no pueden casarse, aún no, no legalmente; no que un vampiro me lo haya preguntado, me recordé, lanzando una toalla en el cesto un poco enérgicamente. Quizás podría mantener una relación larga con un Lobato o un Adapto, ya que sus pensamientos no eran claros. Pero allí de nuevo existía la pregunta, ¿dónde estaba el complaciente Lobato?
Debería disfrutar de lo que tenía en este momento-algo que he empezado a hacer muy seguido. Lo que tenía era un hermoso vampiro que había perdido temporalmente su memoria y, junto con ella, la mayor parte de su personalidad: un vampiro que necesitaba confianza igual que yo.
De hecho, cuando me puse mis pendientes, entendí que Eric había estado tan deleitado conmigo por más de una razón. Podía ver que, después de días de estar completamente sin memoria de sus posesiones o subordinados, días de carecer de cualquier sentido de si mismo, anoche él había ganado algo propio-yo. Su amante.
Aunque estaba de pie delante de un espejo, no veía realmente mi reflejo. Yo veía, muy claramente, que-por el momento-yo era todo en el mundo en el cual Eric podía pensar como propio.
Sería mejor no fallarle.
Rápidamente me estaba rebajando yo misma de “felicidad distendida” a “culpabilidad severa”, así que me sentí aliviada cuando el teléfono sonó. Tenía incorporado ID, y noté que Sam llamaba del bar, en vez de su remolque.
–¿Sookie?
–¡Eh!, Sam.
–Siento lo de Jason. ¿Alguna noticia?
–No. Llamé al departamento del sheriff cuando me desperté, y me dirigí al encargado en turno. Ella dijo que Alcee Beck me avisaría si surge algo nuevo. Esto es lo que ella ha dicho las pasadas veinte veces que he llamado.
–¿Quieres que consiga a alguien para tomar tu turno?
–No. Sera mejor para mí para estar ocupada, que sentada aquí en casa. Ellos saben donde localizarme si tienen algo para decirme.
–¿Segura?
–Sí. Gracias por preguntar, de todos modos.
–Si puedo hacer algo para ayudar, déjamelo saber.
–Pensándolo bien, sí, hay algo.
–Nómbralo.
–¿Recuerdas la pequeña adapto con la que Jason estaba en el bar la Nochevieja?
Sam pensó un poco.
–Sí, – dijo con vacilación. – ¿Una de las muchachas Norris? Ellos viven fuera de aquí en Hotshot.
–Esto es lo que Hoyt dijo.
–Tienes que tener cuidado con la gente de ahí, Sookie. Ese es un viejo poblado. Una colonia innata.
No estaba segura lo que Sam trataba de decirme.
–¿Podrías ser más explicito? No estoy en condiciones de desentrañar indirectas sutiles hoy.
–No puedo ahora mismo.
–Ah, ¿no estás sólo?
–No. El tipo que entrega las botanas está aquí. Sólo ten cuidado. Realmente, ellos son muy diferentes.
–Bien, – dije despacio, todavía a ciegas. – Tendré cuidado. Te veré a las cuatro treinta, – le dije, y colgué, vagamente descontenta y bastante perpleja.
Tenía suficiente tiempo para ir a Hotshot y regresar antes de que tuviera que ir a trabajar. Me puse unos jeans, zapatillas de deporte, una brillante playera roja de manga larga, y mi viejo abrigo azul. Busqué la dirección de Crystal Norris en la guía telefónica y tuve que sacar mi mapa de la cámara del comercio para detectarlo. He vivido en la Región Renard mi vida entera, y pensé que la conocía bastante bien, pero el área de Hotshot era un agujero negro dentro de mí, por otro lado, acurado conocimiento.
Conduje al Norte, y cuando llegué al cruce en T, di vuelta a la derecha. Pasé la planta procesadora de maderos que era el principal empleador de Bon Temps, y pasé un local nuevo de tapizados, y volé por delante del departamento de agua. Había una tienda de licores o dos, y luego una tienda regional en una intersección que tenía un prominente letrero CERVEZA FRÍA Y CEBO dejado para el verano y viendo hacía el camino. Di vuelta a la derecha otra vez, rumbo al Sur.
Más profundo me adentré en la pampa, parecía que peor se ponía el camino. Equipos de mantenimiento y segar no habían estado por aquí desde finales del verano. Los residentes de la comunidad Hotshot no tenían ningún estatus especial en el gobierno de la región, o ellos no querían recibir visitantes. De tanto en tanto, el camino declinaba en algunas áreas bajas entre canales. En lluvias pesadas, los puntos bajos se inundarían. No me sorprendería en absoluto oír que las personas de por aquí encontraban algún caimán ocasionalmente.
Finalmente llegué a otra intersección, comparada con ésta la de la tienda del cebo pareció una alameda. Había unas casas dispersas alrededor, tal vez ocho o nueve. Eran cabañas, ninguna de ellas de ladrillo. La mayor parte tenían varios autos en la yarda delantera. Algunas tenían cosas deportivas o un aro de baloncesto, y en un par de yardas detecté antenas parabólicas. De manera extraña, todas las casas parecían separadas de la intersección actual; el área directamente alrededor de la intersección del camino estaba desierta. Pareció que alguien había atado una cuerda a una estaca, la hundió en medio del cruce y dibujó un círculo. Dentro de él, no había nada. Fuera de él, las casas lo rodeaban.
En mi experiencia, en un pequeño poblado como éste, una encontraría la misma clase de gente que existía en todas partes. Algunas serían pobres, orgullosas y buenas. Algunas serían pobres sin orgullo y sin valor. Pero todos ellos se conocerían el uno al otro a fondo, y ninguna acción pasaría desapercibida.
Durante este día frío, no vi una sola alma al aire libre para avisarme si ésta era una comunidad negra o una comunidad blanca. Muy poco probable que fuera ambas. Me pregunté si estaría en la intersección correcta, pero mis dudas se desvanecieron cuando vi una señal de imitación verde de tráfico, la clase que una puede ordenar por catálogo, montada sobre un poste delante de una de las casas. Se leía, HOTSHOT.
Estaba en el lugar correcto. Ahora, a encontrar la casa de Crystal Norris.
Con un poco de dificultad, divise un número sobre un buzón oxidado, y luego vi otro. Por proceso de eliminación, calculé que la siguiente casa debía ser donde Crystal Norris vivía. La casa de Norris era un poco diferente de las demás; tenía un pequeño porche delantero con un viejo sillón y dos sillas de césped sobre él, y dos autos aparcados en el frente, un Ford Fiesta y el otro un antiguo Buick.
Cuando aparqué y salí, me percate de lo que era tan insólito sobre Hotshot.
No había ningún perro.
Cualquier otra comunidad que luciera como ésta tendría al menos doce perros moliendo alrededor, y me pregunté si sería seguro el salir del auto. Aquí, ni un solo quejido rompió el silencio invernal.
Atravesé la sucia yarda, sintiendo como si varios ojos estuvieran sobre cada paso que di. Abrí la puerta con el mosquitero rasgado para llamar sobre la puerta más pesada de madera. Era un modelo con tres paneles de cristal. Unos ojos oscuros me contemplaron por el más bajo.
La puerta se abrió, justo cuando la demora comenzaba a ponerme preocupada.
La cita de Jason durante la Nochevieja estaba menos festiva hoy, en jeans negros y una camiseta sucia color crema. Sus botas habían venido de Payless (Paguemenos), y su pelo corto rizado era una especie de negro polvoriento. Ella era delgada, vibrante, y aunque yo había controlado su licencia, ella no lucía de veintiuno.
–¿Crystal Norris?
–¿Ahá? – No sonó particularmente poco amistosa, pero sonó realmente preocupada.
–Soy la hermana de Jason Stackhouse, Sookie.
Había una manta manchada en rojo oscuro con amarillo y café, y había juguetes esparcidos como una sólida capa sobre ella. Un cuadro de la Última Cena colgaba encima del televisor, y la casa entera olía agradablemente a alubias rojas, arroz y pan de maíz.
Un niño experimentaba con Duplos en la entrada a la cocina. Pensé que era un chico, pero era difícil estar segura. Los pantalones y un suéter verde con cuello de tortuga no eran exactamente una pista, y el pelo castaño claro del bebé no estaba ni recortado corto, ni tenía algún moño.
–¿Tu niño? – Pregunté, tratando de hacer mi voz agradable y conversacional.
–No, de mi hermana, – dijo Crystal. Ella gesticuló hacia uno de los sillones reclinables.
–Cristal, la razón por la que estoy aquí… ¿Sabías que Jason está extraviado?
Ella estaba sentada en la esquina del brazo del sillón, y había estado viendo sus manos delgadas. Cuando hablé, ella miró mis ojos atentamente. Estas no eran noticias nuevas para ella.
–¿Desde cuándo? – ella preguntó. Su voz tenía una agradable ronquera; uno escucharía lo que esta chica tenía que decir, sobre todo si ese uno fuera un hombre.
–Desde la noche del primero de enero. Él dejó mi casa, y luego la mañana siguiente él no llegó a trabajar. Había algo de sangre sobre aquel pequeño muelle de embarque en la parte trasera de su casa. Su camioneta estaba todavía en su yarda delantera. La puerta de ella colgaba abierta.
–No sé nada sobre ello, – dijo al instante.
Ella mentía.
–¿Quién te dijo que tengo algo que ver con esto? – ella preguntó, poniéndose malediciente. – Tengo derechos. No tengo porque hablar contigo.
Venga ya, esa sería la Enmienda 29 de la Constitución: los Adaptos no tienen que hablar con Sookie Stackhouse.
–Sí, tienes que hacerlo. – De repente, abandoné la actitud agradable. Ella había presionado el botón equivocado sobre mí. – No me parezco a ti. No tengo una hermana o un sobrino, – e indiqué con la cabeza a el niño, calculando que tenía cincuenta-cincuenta de probabilidades de tener razón. – No tengo una mamá o un papá o nada, nadie, excepto mi hermano. – Suspiré. – Quiero saber donde está Jason. Y si tu sabes algo, mejor me lo dices.
–¿O harás qué? – Su cara delgada se contorsiono en un gruñido. Pero ella sinceramente quiso saber que tipo de palanca tenía; pude leerla a ese punto.
–Sí, ¿qué hará? – preguntó una voz más tranquila.
Volteé hacía la entrada para encontrar a un hombre que, probablemente, estaba cercano a los cuarenta. Él tenía una barba recortada salpicada de color gris, y su pelo estaba cortado al rape. Él era un hombre bajo, quizás cinco pies con siete más o menos, con cuerpo ágil y brazos musculosos.
–Lo que sea que tenga que hacer, – dije. Lo miré directamente en los ojos. Eran de un extraño verde dorado. Él no pareció hostil, exactamente. Él lucía curioso.
–¿Por qué está aquí? – él preguntó, otra vez con aquella voz neutra.
–¿Quién es usted? – Tenía que saber quién era este tipo. No iba a perder mi tiempo repitiendo mi historia a alguien que solamente quería matar el tiempo y no tenía nada mejor que hacer. Considerando su aire de autoridad, y el hecho que él no optaba por la beligerancia absurda y sin sentido, quise apostar que valía la pena dirigirse a este hombre.
–Soy Calvin Norris. Soy el tío de Crystal. – De su modelo cerebral, él era también un adapto de alguna clase. Considerando la ausencia de perros en este establecimiento, asumí que ellos eran Lobatos.
–Sr.Norris, soy Sookie Stackhouse. – No imaginé el incremento de interés en su expresión. – Su sobrina aquí presente fue a la fiesta de Nochevieja en el Bar Merlotte´s con mi hermano, Jason. En algún momento de la siguiente noche, mi hermano desapareció. Quiero saber si Crystal puede decirme algo que podría ayudarme a encontrarlo.
Calvin Norris palmeó cariñoso la cabeza del niño, y luego caminó al sillón donde Crystal fruncía el ceño. Él se sentó al lado de ella, sus codos descansando sobre sus rodillas, sus manos relajadas, pendiendo entre ellos. Su cabeza se inclinó cuando él examinó la cara malhumorada de Crystal.
–Esto es razonable, Crystal. La muchacha quiere saber donde está su hermano. Dile, si sabes algo sobre ello.
Crystal le espetó:
–¿Por qué debería decirle algo? Ella vino aquí intentando amenazarme en mi propia casa.
–Porque es la cortesía mas común el ayudar a alguien con problemas. Tú no te ofreciste exactamente a ayudar, ¿verdad?
–No pensé que había desaparecido. Pensé que él… -y su voz se interrumpió cuando se dió cuenta que su lengua la había metido en líos.
El cuerpo entero de Calvin se tensó. Él no había esperado que Crystal realmente supiera algo sobre la desaparición de Jason. Él solo quería que ella fuera cortés conmigo. Podía leer esto, pero no mucho además. No podía descifrar su relación. Él tenía poder sobre la chica, podría decirlo muy fácilmente, ¿pero de qué clase? Era más que la autoridad de un tío; sentí más bien que él era su reglamentador. Él podría llevar puesta vieja ropa de trabajo y botas de seguridad, podría parecerse a cualquier hombre trabajador en el área, pero Calvin Norris era mucho más que eso.
Packmaster, pensé. ¿Pero quién estaría en un grupo, tan alejado en el quinto infierno? ¿Solamente Crystal? Entonces recordé la velada advertencia de Sam sobre la naturaleza insólita de Hotshot, y tuve una revelación. Todos en Hotshot eran doble-natura.
¿Era posible? No estaba completamente segura que Calvin Norris fuera un Lobato-pero yo sabía que él no cambiaba en ningún conejito. Tuve que luchar contra el impulso casi irresistible de inclinarme y poner mi mano sobre su antebrazo, tocar piel con piel para leer su mente tan claramente como me fuera posible.
De una cosa estaba completamente segura: no querría estar en ninguna parte alrededor de Hotshot durante las tres noches de la luna llena.
–Usted es la camarera en Merlotte´s, – dijo, examinando mis ojos tan atentamente como él había examinado los de Crystal.
–Soy una camarera en Merlotte´s.
–Usted es una amiga de Sam.
–Sí, – dije con cuidado. – Lo soy. Soy amiga de Alcide Herveaux, también. Y conozco al Coronel Flood.
Estos nombres significaron algo para Calvin Norris. No estuve sorprendida que Norris conociera los nombres de algunos Lobatos prominentes de Shreveport-y él conocía a Sam, desde luego. Le había tomado tiempo a mi jefe unirse con la comunidad local de los doble-natura, pero él había estado trabajando sobre ello.
Crystal había estado escuchando con sus ojos oscuros ensanchados, de ninguna manera con mejor ánimo que antes. Una muchacha que llevaba puesto pantalones de trabajo apareció por la parte trasera de la casa, y levantó al niño de su torre de Duplos. Aunque su cara fuera redondeada, menos distintiva y su figura era más llena, ella era claramente la hermana más jóven de Crystal. Por lo visto, estaba también embarazada de nuevo.
–¿Necesita algo, Tío Calvin? – ella preguntó, contemplándome sobre el hombro del niño.
–No, Dawn. Cuida de Matthew. – Ella desapareció por una puerta de la casa con su carga. Le había atinado al sexo del niño.
–Crystal, – dijo Calvin Norris, con una voz tranquila y aterradora, – nos dices ahora que has hecho.
Crystal había creído que ella se había escapado por un pelo, y estuvo impresionada siendo ordenada a confesar.
Pero ella obedecería. Algo reticente, pero lo haría.
–Yo salí con Jason durante la Nochevieja, – dijo ella. – Lo conocí en el Wal-Mart de Bon Temps, cuando entré para comprarme un monedero.
Suspiré. Jason podría encontrar potenciales compañeras de cama en todas partes. Él iba a terminar con alguna enfermedad desagradable (si no la tenía ya) o metido en un pleito de paternidad, y no había nada que yo podía hacer sobre ello, excepto sentarme a esperar.
–Me preguntó si quería pasar la Nochevieja con él. Tuve la impresión de que la mujer con la que él había quedado para ir había cambiado de opinión, porque él no es la clase de tipo que iría a una fiesta tan importante sin nadie.
Me encogí de hombros. Jason podría haber hecho y deshecho compromisos con cinco mujeres durante la Nochevieja, por todo lo que yo sabía. Y era bastante frecuente que las mujeres se exasperaran muchísimo, por su continua búsqueda de cualquier cosa que portara vagina, que cancelarán sus proyectos con él.
–Es un tipo muy mono, y me gusta salir de Hotshot, así que le dije sí. Él me preguntó si venía a recogerme, pero como ya sé que algunos de mis vecinos no les parecería, entonces le dije que lo encontraría en la estación Fina, y luego nos iríamos en su camioneta. Fue lo que hicimos. Y como la pasé bien, me fui a casa con él, y tuvimos una buena noche. – Sus ojos brillaron hacía mí. – ¿Quieres saber cómo es en la cama?
Hubo un movimiento borroso, y luego había sangre en la esquina de su boca. La mano de Calvin pendió de vuelta entre sus piernas antes de que incluso yo me diera cuenta que se había movido.
–Sé cortés. No muestres tu peor cara a esta mujer, – él dijo, y su voz era tan seria que yo decidí también ser extra-cortés, sólo por si acaso.
–Está bien. Supongo que eso no fue simpático, – confesó ella, con una voz más suave y castigada. – Bueno, quise verlo la noche siguiente, también, y él quiso verme otra vez. Entonces me dirigí hacia fuera y me acerqué a su casa. Él tuvo que marcharse para ver a su hermana- ¿tú? ¿Eres la única hermana que él tiene?
Asentí.
–Y él me dijo de quedarme allí, que volvería dentro de poco. Quise ir con él, pero dijo que si su hermana no tuviera compañía, estaría bien, pero que como ella tenía compañía de vampiros, no quería que me mezclara con ellos.
Supongo que Jason sabía cual sería mi opinión acerca de Crystal Norris, y él quiso esquivar el sermón, por eso él la dejó en su casa.
–¿Regreso a su casa? – Calvin dijo, dándole un codazo para sacarla de su ensueño.
–Sí, – ella dijo, y yo me tensé.
–¿Qué pasó entonces? – Calvin preguntó, cuando ella se detuvo otra vez.
–No estoy muy segura, – dijo ella. – Yo estaba en la casa, esperando por él, y oí llegar su camioneta, y pensé, “Ah, que bueno, ya llegó, podremos divertirnos”, y luego como no lo oí subir los escalones delanteros, me pregunté qué pasó, ¿tú sabes? Desde luego todas las luces exteriores estaban prendidas, pero no me acerqué a la ventana, porque ya sabía que era él. – Claro, una Lobato reconocería sus pasos, tal vez agarraría su olor. – Me puse a escuchar en serio, – continuó ella, – y lo oí yendo alrededor del exterior de la casa, entonces pensé que él iba a entrar por la puerta de atrás, por alguna razón-botas fangosas, o algo.
Suspiré. Ella llegaría al punto en un minuto. Sólo que cómo tardaba.
–Y luego, a espaldas de la casa, un poco más lejos, algunas yardas alejadas del porche, oí mucho ruido, y algunos gritos y esas cosas, y luego nada.
Si ella no hubiera sido una adapto, no habría oído tanto. Ya ven, sabía que encontraría el lado positivo si buscaba lo suficiente.
–¿Saliste a mirar? – Calvin preguntó a Crystal. Su mano se elevó para acarició sus rizos negros, como si él estuviera palmeando a su perro favorito.
–No señor, no miré.
–¿Oliste algo?
–No me acerque tanto, – admitió ella, ya un poco menos huraña. – El viento soplaba hacía el otro camino. Agarré un esencia de Jason, y sangre. Tal vez varias otras cosas.
–¿Como qué?
Crystal observo sus propias manos.
–Adapto, tal vez. Algunos de nosotros pueden cambiarse cuando no es luna llena, pero yo no puedo. Por otra parte, así habría tenido una mejor posibilidad en el olor, – me dijo ella casi disculpándose.
–¿Vampiro? – Calvin preguntó.
–Nunca olí a un vampiro antes, – dijo ella simplemente. – No sé.
–¿Bruja? – Pregunté.
–¿Huelen diferente de la gente normal? – ella preguntó dudosamente.
Me encogí de hombros. No lo sabía.
Calvin dijo;
–¿Qué hiciste después de esto?
–Yo sabía que algo se había llevado a Jason en los bosques. Es sólo que… lo perdí. No soy valiente. – Ella se encogió de hombros. – Regresé a casa después de esto. No podía hacer nada más.
Traté de no llorar, pero las lágrimas rodaron bajo mis mejillas. Por primera vez, admití ante mí misma que no estaba segura que vería alguna vez a mi hermano otra vez. Pero si la intención del atacante era matar a Jason, ¿por qué no solamente dejar su cuerpo en el patio de atrás? Como Crystal había indicado, la noche del Día del Año Nuevo no hubo luna llena. Había cosas que no tenían que esperar la luna llena…
La cosa negativa sobre el aprendizaje acerca de todas las criaturas que existen en el mundo, además de nosotros, consiste en que yo podía imaginarme que había cosas que se podrían engullir a Jason entero. O después de unos cuantos mordiscos.
Pero no podía permitirme pensar acerca de esto. A pesar de que todavía lloraba, hice un esfuerzo por sonreír.
–Te lo agradezco tanto, – dije cortésmente. – Fue muy lindo de tu parte tomarte el tiempo para verme. Sé que debes tener otras cosas que hacer.
Crystal me miró sospechosamente, pero su tío Calvin alcanzó y acarició mi mano, lo que pareció sorprendernos a todos, incluido él mismo.
Él me acompañó hacia fuera rumbo a mi auto. El cielo se estaba nublando, lo que hizo sentir más el frío, y el viento comenzó a sacudir las ramas desnudas de los arbustos grandes plantados alrededor de la yarda. Reconocí campanillas amarillas (que en los viveros llaman forsythia), y spirea, y hasta un tiesto de tulipanes. Alrededor de ellos habría plantados bulbos de junquillo, y lirios-las mismas flores que están en la yarda de mi abuela, los mismos arbustos que han crecido en yardas del Sur por generaciones. Ahora mismo todo pareció triste y sórdido. En la primavera, parecería casi encantador, pintoresco; el decaimiento de la pobreza adornada por Madre Naturaleza.
Dos o tres casas calle abajo, un hombre salió de un cobertizo detrás de su casa, echó un vistazo a nuestro paso, e hizo un doble rodeo para evitarnos. Después de un momento largo, él trotó dentro de su casa. Estaba muy lejos para distinguir demasiado aparte del grueso pelo pálido, pero su gracia era fenomenal. La gente de por aquí más que disgustarle los forasteros; parecían ser alérgicos a ellos.
–Esa de ahí es mi casa, – ofreció Calvin, señalando a una casa mucho más sustancial, pequeña pero bien hecha, pintada de blanco muy recientemente. Todo estaba bien mantenido en la casa de Calvin Norris. La calzada y el área de aparcamiento estaban claramente definidas; el cobertizo blanco de herramientas hacia juego y estaba sin herrumbre sobre una losa de concreto muy ordenado.
Asentí con la cabeza.
–Parece muy agradable, – dije con una voz que no era demasiado firme.
–Quiero hacerle una oferta, – dijo Calvin Norris.
Traté de parecer interesada. Medio me giré para afrontarlo.
–Usted es una mujer sin protección ahora, – dijo él. – Su hermano se ha ido. Espero que él vuelva, pero usted no tiene a nadie para defenderla mientras él falta.
Había muchas cosas erróneas con este discurso, pero no andaba de humor para debatir con el adapto. Él me había hecho un gran favor, consiguiendo que Crystal hablara. Estuve de pie allí en el viento frío y traté de parecer educadamente receptiva.
–Si necesitas algún lugar para esconderte, si necesitas alguien para cuidar tu espalda o defenderte, seré tú hombre, – dijo él. Sus ojos verdes dorados se encontraron directamente con los míos.
Les diré por qué no deseché esto con un resoplido: Él no estaba dándose aires de superioridad sobre ésto. Según sus costumbres, él estaba siendo tan agradable como él podía serlo, extendiendome un escudo si yo pudiera necesitarlo. Por supuesto, él esperó “ser mi hombre” en todos sentidos, junto con protegerme; pero él no era lascivo de ninguna forma, o de manera ofensivamente explícita. Calvin Norris se ofrecía a incurrir en heridas por mí. Lo decía en serio. Esto no es algo para cabrearse o sobre lo cual se mosquée una.
–Te lo agradezco, – dije. – Recordaré que dijiste esto.
–Escuché sobre ti, – dijo él. – Adaptos y Lobatos, ellos hablan el uno con el otro. Oí que eres diferente.
–Lo soy. – Los hombres normales podrían haber encontrado mi paquete externo atractivo, pero mi paquete interior los repelió. Si alguna vez comenzarán a subírseme los humos, después de la atención que me ponían Eric, o Bill, o hasta Alcide, todo lo que tenía que hacer era escuchar los sesos de algunos parroquianos del bar para desinflar mi ego. Apreté mi viejo abrigo azul más estrechamente alrededor de mí. Como la mayor parte de los doble-natura, Calvin tenía un sistema que no sentía el frío tan intensamente como mi metabolismo por completo humano. – Pero mi diferencia no reside en ser doble-natura, aunque apreció tu, ah, gentileza. – Esto fue lo más cercano que pude preguntarle por qué él estaba tan interesado.
–Ya sé esto. – Él asintió con la cabeza en reconocimiento por mi delicadeza. – Realmente, esto te hace más… La cosa es que, aquí en Hotshot, hemos practicado la endogamia demasiado. Escuchaste a Crystal. Ella puede cambiarse sólo en la luna llena, y francamente, hasta con eso ella no es muy poderosa. – Él señaló su propia cara. – Mis ojos difícilmente pasan como humanos. Necesitamos una infusión de sangre nueva, nuevos genes. Tú no eres doble-natura, pero no eres exactamente una mujer ordinaria. Las mujeres ordinarias no duran mucho tiempo aquí.
Vale, era un camino siniestro y ambiguo de exponerlo. Pero tiendo a ser comprensiva, y traté de mirarme como si entendiera. De hecho, lo entendí realmente, y podía apreciar su preocupación. Calvin Norris era claramente el líder de esta localidad tan fuera de lo común, y su futuro era su responsabilidad.
Él fruncía el ceño cuando vió calle abajo la casa donde habíamos visto al hombre. Pero dio vuelta hacía mi para terminar de decirme lo que él quería que yo supiera.
–Pienso que te gustaría la gente aquí, y tú serías un buen pie de cría. Puedo verlo a simple vista.
Este fue un elogio verdaderamente insólito. No pude pensar en una manera apropiada de agradecerlo.
–Estoy halagada que pienses así, y aprecio tu oferta. Recordaré lo dijiste. – Hice una pausa para reagrupar mis pensamientos. – Tu sabes, que la policía averiguará que Crystal estaba con Jason, si ellos no lo saben ya. Vendrán aquí, también.
–No encontrarán nada, – dijo Calvin Norris. Sus ojos verdes dorados se encontraron con los míos, débilmente divertidos. – Ellos han estado aquí en otras ocasiones; estarán aquí otra vez. Nunca encuentran nada. Espero que localices a tu hermano. Si necesitas ayuda, me avisas. Conseguí un trabajo en Norcross. Soy un hombre estable.
–Gracias, – dije, y entré en mi auto con un sentimiento de alivio. Di a Calvin una cabezada seria mientras me echaba de reversa de la calzada de Crystal. Así que él trabajaba en Norcross, la planta procesadora de maderos. Norcross tenía buenos beneficios, y ellos promovían desde dentro a los empleados. Una cosa era segura; había recibido ofertas peores.
Cuando conduje rumbo al trabajo, me pregunté si Crystal habría estado tratando de embarazarse durante sus noches con Jason. En absoluto había parecido molestar a Calvin oír que su sobrina había tenido sexo con un hombre extraño. Alcide me había dicho que los Lobatos tienen que reproducirse con Lobatos para producir a un bebé que tenga el mismo rasgo, por lo visto, los habitantes de esta pequeña comunidad trataban de diversificarse. Tal vez estos sub-lobatos trataban de reproducirse fuera; es decir, tener niños con la gente normal. Esto sería mejor que tener una generación de Lobatos cuyos poderes eran tan débiles que no podían funcionar con éxito en su segunda naturaleza, pero quienes tampoco podía ser contados como personas normales.
Llegar a Merlotte´s fue como manejar de un siglo a otro. Me pregunté desde cuando la gente de Hotshot había estado hacinada alrededor de la intersección, y que significancia habría tenido al principio para ellos. Aunque estaba un pelín curiosa acerca de eso, me encontré que era un verdadero alivio desechar estas interrogantes y volver al mundo que yo conocía.
Esa tarde, el pequeño mundo del Bar Merlotte´s estaba muy tranquilo. Me cambié, me até el delantal negro, alisé mi pelo, y lavé mis manos. Sam estaba detrás de la barrra con sus brazos cruzados en su pecho, mirando fijamente en el espacio. Holly llevaba una jarra de cerveza a una mesa donde un forastero solitario estaba sentado.
–¿Cómo fue Hotshot? – Sam preguntó, ya que éstabamos solos en la barra.
–Muy extraño.
Él me acarició sobre el hombro.
–¿Averiguaste algo útil?
–Realmente, lo hice. Solo que no estoy segura lo que signifique. – Sam necesitaba un corte de pelo, noté; su rizado cabello rubio-rojizo formaba un arco alrededor de su cara en una especie de efecto de Ángel del renacimiento.
–¿Conociste a Calvin Norris?
–Lo hice. Él logró que Crystal hablara conmigo, y él me hizo la oferta más insólita.
–¿Como es eso?
–Te lo diré otro día. – Por mi vida que no podía imaginarme como expresarlo. Vi abajo mis manos, que estaban ocupadas enjuagando un tarro de cerveza, y pude sentir como mis mejillas ardían.
–Calvin es un buen tipo, por lo que sé, – dijo Sam despacio. – Él trabaja en Norcross, y es supervisor de equipo. Buen seguro, paquete de retiro, todo. Algunos otros tipos de Hotshot administran una tienda de soldar. He oído que ellos tienen mucho trabajo y son buenos en él. Pero no sé lo que pasa en Hotshot después de que ellos se van a casa por la noche, y no pienso que alguien más lo sepa, tampoco. Conociste al Sheriff Dowdy, ¿John Dowdy? Él era el sheriff antes de que yo me mudara aquí, creo.
–Ahá, lo recuerdo. Él enjauló a Jason una vez por vandalismo. Abue tuvo que ir a sacarlo de la cárcel. El Sheriff Dowdy le dio una escarmiento tan efectivo a Jason que lo mantuvo asustado y derecho, al menos por un ratito.
–Sid Matt me contó la historia una noche. Parece que una primavera, John Dowdy salió a Hotshot para detener al hermano más grande de Calvin Norris, Carlton.
–¿Por qué fue? – Sid Matt Lancaster era un abogado viejo y bien conocido.
–Violación reglamentaria. La muchacha quiso, y era hasta experimentada, pero ella era menor de edad y tenía padrastro nuevo. Él decidió que Carlton le había faltado al respeto.
No había ningún postura políticamente correcta para cubrir todas aquellas circunstancias.
–¿Luego qué pasó?
–Nadie sabe. Mas tarde aquella noche, el auto patrulla de John Dowdy fue encontrado a mitad de camino entre la ciudad de Hotshot. Nadie dentro. Ninguna sangre, ninguna huella digital. Él no ha vuelto a ser visto desde entonces. Nadie en Hotshot recordaba haberlo visto ese día, ellos dijeron.
–Como Jason, – dije tristemente. – Él solo desapareció.
–Pero Jason estaba en su propia casa, y según tú, Crystal no pareció estar implicada.
Puse de lado ésto y me concentre en la pequeña historia extraña.
–Tienes razón. ¿Averiguó alguna vez alguien qué pasó con el Sheriff Dowdy?
–No. Pero tampoco nadie volvió a ver a Carlton Norris otra vez.
Ahora, ésta era la parte interesante.
–¿Y la moraleja de esta historia es?
–Que la gente de Hotshot aplica su propia justicia.
–Entonces uno los quiere de su lado. – Extraje mi propia moraleja de la historia.
–Sí, – Sam dijo. – Uno, definitivamente, los quiere de su lado. ¿No te acuerdas de ésto? Fue hace como quince años.
–Yo lidiaba con mis propios problemas entonces, – expliqué. Había quedado huérfana y tenía nueve años, enfrentándome con mis crecientes poderes telepáticos.
Poco después de esto, la gente comenzó a detenerse en el bar sobre su camino del trabajo a casa. Sam y yo no conseguimos una posibilidad más para hablar el resto de la tarde, lo que estuvo bien conmigo. Era muy aficionada a Sam, que tenía a menudo un papel protagónico en algunas de mis fantasías más privadas, pero en este punto, tenía tanto para preocuparme que sencillamente no podía cargar más.
Esa noche, descubrí que algunas personas pensaron que la desaparición de Jason mejoró la sociedad de Bon Temps. Entre estos estaban Andy Bellefleur y su hermana, Portia, que se detuvo en Merlotte´s para la cena, ya que su abuela Caroline tenía una cena formal y quedaba por el camino. Andy era un detective de policía y Portia era una abogado, y ambos estaban en mi lista de personas non-gratas. En primer lugar (una especie de cosa agridulce), cuando Bill había averiguado que ellos eran sus descendientes, él había armado un plan elaborado para dar dinero a los Bellefleurs anónimamente, y ellos habían disfrutado realmente de su herencia misteriosa a manos llenas. Pero no podían estar cerca del propio Bill, y me irritaba constantemente ver sus nuevos autos, ropa cara y la nueva azotea sobre la gran casa Bellefleur, cuando ellos despreciaban a Bill todo el tiempo-y a mí, también, por ser la novia de Bill.
Andy había sido muy agradable conmigo antes de que comenzara a salir con Bill. Al menos él había sido civilizado y dejaba una propina decente. Yo era un ser invisible para Portia, que tenía su propia parte de infortunios personales. Ella tenía un pretendiente, había oído, y me pregunté maliciosamente si no sería debido al aumento repentino de la fortuna familiar Bellefleur. También me pregunté, a veces, si Andy y Portia se volvían más felices en proporción directa con mi miseria. Ellos estaban en buena forma esa tarde de invierno, ambos zampándose sus hamburguesas con gran entusiasmo.
–Lamentable lo de tú hermano, Sookie, – dijo Andy, cuando rellené su vaso de té.
Vi hacía él, mi cara inexpresiva. Mentiroso, pensé. Después de un segundo, los ojos de Andy se desviaron inquietamente de los míos para concentrarse sobre el salero, que pareció haberse vuelto peculiarmente fascinante.
–¿Has visto a Bill últimamente? – Portia preguntó, limpiando su boca con una servilleta. Ella trataba de romper el silencio difícil con una pregunta agradable, pero me puso más enojada.
–No, – dije. – ¿Puedo traerles algo más?
–No, gracias, estamos bien, – dijo ella rápidamente. Giré sobre mis tacones y me alejé. Entonces mi boca se frunció en una sonrisa. En el mismo momento que yo pensé, Perra, Portia pensaba, Qué perra.
Su culo está riquísimo, Andy intervino. ¡Dios Mio!, telepatía. Qué ráfaga. No se lo desearía ni a mi peor enemigo. Envidié a la gente que sólo escuchaba con sus orejas.
Kevin y Kenya entraron, también, muy cuidadosos en no beber. La suya era una sociedad que había creado en la gente de Bon Temps mucha hilaridad. Níveo Kevin era delgado y rubicundo, un fondista; todo el equipo que tenía que llevar puesto sobre su cinturón del uniforme parecía demasiado para que él lo pudiera cargar. Su compañera, Kenya, era dos pulgadas más alta, varias libras más pesada, y quince tonos más oscura. Los hombres en la barra habían estado echando apuestas durante dos años sobre si ellos serían amantes-desde luego, los tipos en el bar no lo decían tan amablemente como esto.
Era consciente de mala gana que Kenya (con sus esposas y macana) destacaba en demasiados ensueños de varios parroquianos, y también sabía que los hombres que embromaban y se mofaban de Kevin más despiadadamente eran esos quiénes tenían las fantasías más morbosas y sórdidas. Cuando llevé sus cestas de hamburguesas a la mesa de Kevin y Kenya, podría decir que Kenya se preguntaba si debería sugerir a Bud Dearborn llamar a los perros de rastreo de la región vecina en la búsqueda de Jason, mientras Kevin estaba preocupado sobre el corazón de su madre, que había estado funcionando últimamente más mal que de costumbre.
–Sookie, – Kevin dijo, después de que les había traído una botella de ketchup, – quería decirte que, algunas personas vinieron al departamento de policía hoy poniendo carteles sobre un vampiro.
–Vi uno en la tienda de comestibles, – dije.
–Ya sé, que no nada más porque tú salías con un vampiro, eres una experta, – dijo Kevin con cuidado, porque Kevin siempre hace todo lo posible por ser lindo conmigo, – pero me pregunté si habrías visto a este vampiro. Antes de que él desapareciera, quiero decir.
Kenya alzó la vista hacía mí, también, sus ojos oscuros me examinaron con gran interés. Kenya pensaba que yo siempre parecía estar sobre la periferia de las cosas malas que pasaban en Bon Temps, sin ser mala yo misma (gracias, Kenya). Ella esperaba por mí que Jason estuviera vivo. Kevin pensaba que yo era siempre buena gente con él y Kenya; y él pensaba que no me tocaría ni con una vara de diez metros. Suspiré, esperé que imperceptiblemente. Ellos esperaban una respuesta. Vacilé, preguntándome cual era mi mejor opción. La verdad es siempre lo más fácil para recordar.
–Claro que lo he visto antes. Eric posee el bar vampiro en Shreveport, – dije. – Lo conocí cuando fui allí con Bill.
–¿No lo has visto recientemente?
–Seguro que no lo secuestré de Fangtasia, – dije, con muchísimo sarcasmo en mi voz.
Kenya me dirigió una mirada ácida, y no la culpé.
–Nadie dijo que tú lo hiciste, – ella me dijo, en un tono de voz de, “no me des ningún problema”.
Me encogí de hombros y me alejé.
Tenía mucho por hacer, ya que algunas personas comían todavía la cena (y unos la bebían), y algunos habituales llegaban después de cenar en casa. Holly estaba igualmente ocupada, y cuando uno de los hombres que trabajaba para la compañía telefónica derramó su cerveza sobre el suelo, tuvo que ir a conseguir la fregona y el cubo. Ella atendía sus mesas cuando la puerta se abrió. La vi ponerle a Sid Matt Lancaster su orden delante de él, de espaldas a la puerta. Así, ella se perdió la siguiente entrada, pero yo no. El chico que Sam había contratado para quitar los platos de las mesas durante nuestras horas mas atareadas estaba ocupado limpiando dos mesas donde habían celebrado una gran fiesta de trabajadores de la región, y yo despejaba la mesa de los Bellefleurs. Andy charlaba con Sam mientras él esperaba a Portia, que había visitado el servicio de señoras. Acababa de guardarme en el bolsillo mi propina, que era el quince por ciento de la cuenta, ni un penique más. Los hábitos de dar propinas de los Bellefleur había mejorado-ligeramente-con la nueva fortuna. Eché un vistazo cuando la puerta se abrió el suficiente tiempo para que una ráfaga fría de aire me enfriara.
La mujer que entró era alta y tan delgada y ancha de espaldas que comprobé su pecho, solamente para estar segura que había registrado su género correctamente. Su pelo era corto, grueso y marrón, y ella no llevaba puesto absolutamente ningún maquillaje. Había un hombre con ella, pero no lo vi hasta que ella anduvo a un lado. Él mismo no era ningún principiante en el departamento de los músculos, y su apretada camiseta reveló los brazos más desarrollados que jamás haya visto. Horas en el gimnasio; no, años en el gimnasio. Su pelo castaño caía bajo sus hombros en apretados rizos, y su barba y bigote era perceptiblemente más rojos. Ninguno de los dos llevaban puestos abrigos, aunque fuera definitivamente el tiempo de abrigo. Los recién llegados me pasaron de largo.
–¿Dónde está el dueño? – la mujer preguntó.
–Sam. Está detrás de la barra, – dije, mirando abajo tan pronto como pude y limpié la mesa una vez más. El hombre me había visto con curiosidad; esto era normal. Cuando ellos pasaron por delante de mí, vi que él llevaba algunos carteles bajo su brazo y una engrapadora. Él había metido su muñeca dentro de un rollo de cinta adhesiva, así que esto era lo primero que se notaba en su mano izquierda.
Eché un vistazo a Holly. Ella se había congelado, con la taza de café en su mano a mitad de camino para dársela a la plácida esposa de Sid Matt Lancaster. El viejo abogado alzó la vista para verla, y siguió su mirada fijamente en la pareja que hacía su camino entre las mesas del bar. Merlotte´s, que había estado tranquilo y pacífico, de repente estuvo inundado de tensión. Holly puso la taza sin quemar a la Sra. Lancaster y giró sobre sus tacones, pasando por la puerta batiente de la cocina a toda velocidad.
No necesité más confirmación sobre la identidad de la mujer.
Los dos llegaron donde Sam y comenzaron una conversación en voz baja con él, con Andy que escuchaba solamente porque él estaba cerca. Pasé por ahí en mi camino de llevar los platos sucios a la escotilla, y oí a la mujer decir (en una profunda, voz de alto);
–… presentado estos carteles en la ciudad, por si acaso alguien lo distingue.
Esta era Hallow, la bruja cuya persecución de Eric había causado tal trastorno. Ella, o un miembro de su aquelarre, eran probablemente el asesino de Adabelle Yancy. Está era la mujer que podría haber capturado a mi hermano, Jason. Mi cabeza comenzó a palpitar como si algún pequeño demonio dentro tratara de hacerla estallar con un martillo.
No me sorprendía que Holly estuviera en tal estado y no quería que Hallow la vislumbrara. Ella había ido a la pequeña reunión de Hallow en Shreveport, y su aquelarre había rechazado la invitación de Hallow.
–Claro, – Sam dijo. – Ponga uno sobre esta pared. – Él indicó un punto en blanco por la puerta que conducía atrás de los cuartos de baño y su oficina.
Holly sacó su cabeza por la puerta de cocina, detectada Hallow, esquivó la puerta y se echó para atrás. Los ojos de Hallow voltearon hacía la puerta, pero no a tiempo para vislumbrar a Holly, esperé.
Pensé en brincar sobre Hallow, dándole golpes hasta que ella me dijera lo que quería saber sobre mi hermano. Esto era lo que la palpitación en mi cabeza me urgía a hacer-inicia la acción, cualquier acción. Pero tenía una raya de sentido común, y por suerte para mí esta empezó a destacar. Hallow era grande, y tenía un compinche que podría aplastarme-más aparte, Kevin y Kenya me detendrían antes de que yo pudiera conseguir hacerla hablar.
Era horriblemente frustrante tenerla justo delante de mí y al mismo tiempo ser incapaz de descubrir lo que ella sabía. Dejé caer todos mis escudos, y escuché con toda la fuerza que pude.
Pero ella sospechó algo cuando toqué dentro de su cabeza.
Ella pareció vagamente perpleja y echó un vistazo alrededor. Esto fue suficiente advertencia para mí. Trepé de regreso en mi propia cabeza tan rápidamente como pude. Seguí mi camino trás de la barra, a unos pies de distancia de la bruja cuando ella trataba de adivinar quién había rozado su cerebro.
Esto no me había pasado antes. Ninguno, ninguno, había sospechado alguna vez que yo le escuchaba. Me agaché detrás de la barra para conseguir el paquete grande de Sal Morton, me enderecé, y con cuidado rellené el frasco que había quitado de la mesa de Kenya y Kevin. Me concentré en esto con tanta fuerza como alguien se puede concentrar en la realización de tan pequeña tarea, y cuando pensé que el cartel ya habría sido montado con la engrapadora. Hallow se retardó, prolongando su conversación con Sam, así ella podría imaginarse quién había tocado el interior de su cabeza, y
Sr. Músculos me miraba-pero sólo como un hombre ve a una mujer-cuando devolví el salero a su mesa. Holly no había reaparecido.
–Sookie, – Sam llamó.
Ah, genial. Tenía que responder. Él era mi jefe.
Me acerqué a los tres, temor en mi corazón y una sonrisa sobre mi cara.
–¡Eh!, – dije, por vía de saludo, dirigiendo a la alta bruja y su fortachón compinche una sonrisa neutra. Elevé mis cejas hacía Sam para preguntarle lo que él quería.
–Marnie Stonebrook, Mark Stonebrook, – él dijo.
–Ellos buscan a este tipo, – dijo Sam, indicando el cartel. – ¿Lo conoces?
Por supuesto Sam sabía que yo conocía a Eric. Me alegré de tener años de practica para ocultar mis sentimientos y pensamientos a los ojos de los demás. Revisé el cartel deliberadamente.
–Claro que lo he visto, – dije. – ¿Cuándo fui aquel bar en Shreveport? Él es del tipo inolvidable, ¿verdad? – Le dirigí una sonrisa a Hallow-Marnie. Éramos solamente unas fulanas juntas, Marnie y Sookie, compartiendo un momento de chicas.
–Tipo guapo, – ella estuvo de acuerdo con su voz ronca. – Él ahora está perdido, y ofrecemos una recompensa por si alguien puede darnos información.
–Leo esto del cartel, – comenté, dejando mostrarse una indirecta diminuta de irritación en mi voz. – ¿Hay alguna razón en particular por lo que piensa que él podría estar por aquí? No puedo imaginarme lo que un vampiro de Shreveport haría en Bon Temps. – La mire de manera inquisidora. ¿Seguramente no estaba fuera de línea preguntando esto?
–Una buena pregunta, Sookie, – dijo Sam. – No que me importe pegar el cartel, ¿pero cómo es que ustedes dos buscan a este tipo en el área? ¿Por qué estaría aquí? No pasa nada en Bon Temps.
–Esta ciudad tiene a un vampiro residente, ¿verdad? – Mark Stonebrook dijo de repente. Su voz era casi un gemelo de la de su hermana. Él estaba tan macizo que una esperaba oír un bajo, y hasta un tono tan profundamente alto como el de Marnie sonaba extraño viniendo de su garganta. Realmente, por el aspecto de Mark Stonebrook, una pensaría que él solamente gruñiría y aullaría para comunicarse.
–Ahá, Bill Compton vive aquí, – dijo Sam. – Pero él ésta fuera de la ciudad.
–Se fue a Perú, según oí, – dije.
–Ah, sí, ya había oído de Bill Compton. ¿Dónde vive él? – Hallow preguntó, tratando de disimular el entusiasmo de su voz.
–Bien, él vive a las afueras de aquí, cruzando el cementerio de mi casa, – dije, porque no tenía ninguna opción. Si los dos le preguntaran a alguien más y consiguieran una respuesta diferente de las que les di, sabrían que yo tenía algo (o en este caso, alguien) que ocultar. – Por Hummingbird Road. – Les di indicaciones y direcciones poco claras, y esperé que ellos se perdieran allá fuera en algún sitio como Hotshot.
–Bien, podríamos dejarnos caer en la casa de Compton, por si acaso Eric fue a visitarlo, – Hallow dijo. Sus ojos se encontraron con los de su hermano Mark, se despidieron con la cabeza y dejaron el bar. No se preocuparon si esto tuvo sentido o no para nosotros.
–Ellos han estado enviando brujas para visitar a todos los vampiros, – dijo Sam suavemente. Desde luego. Los Stonebrooks irían a las residencias de todos los vampiros que le debían lealtad a Eric-los vampiros del Área Cinco. Ellos sospechaban que uno de estos vampiros podría estar escondiendo a Eric. Ya que Eric no había aparecido, él estaba siendo escondido. Hallow debía confiar que su embrujo funcionó, pero no podría saber exactamente como había trabajado.
Borré la sonrisa de mi cara, y me apoyé contra la barrra sobre mis codos, tratando de pensar con verdadero esfuerzo.
Sam dijo;
–Esto es un lío grande, ¿cierto? – Su cara era seria.
–Sí, este es un lío grave.
–¿Tienes que marcharte? No hay mucho movimiento aquí. Holly puede salir de la cocina ahora que ellos se han ido, y siempre puedo atender las mesas yo mismo, si tú tienes que llegar a casa… -Sam no estaba seguro donde estaba Eric, pero lo sospechó, y él había notado la huida abrupta de Holly a la cocina.
Sam se había ganado mi lealtad y respeto cien veces.
–Les daré cinco minutos para salir del aparcamiento.
–¿Piensas que ellos podrían tener algo que ver con la desaparición de Jason?
–Sam, no tengo ni idea. – Automáticamente marqué el departamento del sheriff y conseguí la misma respuesta que había conseguido todo el día-“Ninguna noticia, la llamaremos cuando sepamos algo”. Pero después de que ella dijo esto, la encargada me dijo que el estanque iba a ser revisado al día siguiente; la policía había logrado conseguir la colaboración de dos buzos de búsqueda-y-rescate. No sabía que sentir sobre esta información. Mas que nada, estaba aliviada que la desaparición de Jason estaba siendo tomada en serio.
Cuando colgué el teléfono, comenté a Sam las noticias. Después de un segundo, dije;
–Parece demasiado para creer que dos hombres podrían desaparecer en el área de Bon Temps al mismo tiempo. Al menos, los Stonebrooks parecen creer que Eric anda por aquí. Tengo que pensar que hay una conexión.
–Aquellos Stonebrooks son Lobatos, – refunfuñó Sam.
–Y brujas. Ten cuidado, Sam. Ella es un asesino. Los Lobatos de Shreveport están tras de ella, y los vampiros, también. Cuida tus pasos.
–¿Por qué es tan peligrosa? ¿Por qué tendría el grupo de Shreveport algún problema para manejarla?
–Ella bebe sangre de vampiro, – dije, lo mas cerca de su oído que podría ponerme sin besarlo. Eché un vistazo alrededor del cuarto, para ver que Kevin observaba nuestro intercambio con mucho interés.
–¿Qué quiere ella con Eric?
–Su negocio. Todos sus negocios. Y a él.
Los ojos de Sam se agrandaron.
–Entonces es comercial, y personal.
–Sí.
–¿Sabes dónde está Eric? – Él había evitado preguntarme directamente hasta ahora.
Le sonreí.
–¿Por qué lo sabría yo? Pero confieso, estoy preocupada sobre aquellos dos estando justo calle abajo de mi casa. Tengo el presentimiento de que ellos van a entrar por la fuerza en el lugar de Bill. Ellos podrían suponer que Eric se oculta con Bill, o en la casa de Bill. Estoy segura que él tiene un agujero seguro para que Eric duerma y sangre a la mano. – Era más o menos todo lo que requería un vampiro, sangre y un lugar oscuro.
–¿Entonces vas a ir a cuidar la propiedad de Bill? No es una buena idea, Sookie. Deja al seguro de propietarios de Bill pagar cualquier daño que ellos hagan en la búsqueda. Creo que él me dijo se aseguró con State Farm. Bill no querría que tú fueras herida en defensa de plantas y ladrillos.
–No planeo hacer algo tan peligroso, – dije, y de verdad, no lo planeé. – Pero realmente pienso que correré a casa. Por si acaso. Cuando vea sus luces del auto abandonar la casa de Bill, me acercaré y comprobaré.
–¿Me necesitas para venir contigo?
–Nah, voy solamente a hacer la evaluación del daño, esto es todo. ¿Holly será suficiente ayuda aquí? – Ella había regresado fuera de la cocina al minuto que los Stonebrooks se había ido.
–Seguro.
–Bien, me voy. Muchas gracias. – Mi conciencia no punzó tanto cuando noté que el lugar no estaba casi tan lleno como había estado hacía una hora. Hay noches así, cuando la gente se va de repente todas al mismo tiempo.
Tenía un picor entre mis omóplatos, un presentimiento, y tal vez todos nuestros parroquianos lo tenían, también. Era aquel sentimiento de que algo que no debería merodeaba fuera: aquel sentimiento de Víspera de todos los Santos (Halloween), como yo lo llamo, cuando imaginas que algo malo ronda a la vuelta de la esquina de tu casa, atisbando por tus ventanas.
Cuando agarré mi bolso, abrí mi auto, y conduje hacía mi casa, me estaba casi doblando de los nervios e inquietud. Todo se estaba llendo al diablo en una cesta de mano, me pareció. Jason faltaba, la bruja estaba aquí en vez de Shreveport, y ahora se encontraba aproximadamente a media milla de Eric.
Cuando di vuelta por el camino vecinal en mi larga y serpenteante calzada, y frené por los ciervos que cruzaban de los bosques del lado Sur a los bosques del lado Norte-alejándose de la casa de Bill, noté-había conseguido trabajar en mi estado de ánimo. Conduciendo alrededor de la casa hacía la puerta de atrás, salí del auto y salté los escalones traseros.
Fui agarrada a medio vuelo por un par de brazos como bandas de acero. Levantada y hecha girar, estuve abrazada alrededor de la cintura de Eric antes de que yo lo supiera.
–Eric, – dije, – no deberías estar fuera…
Mis palabras fueron interrumpidas por su boca sobre la mía.
Durante un minuto, yendo juntos con este programa pareció una alternativa viable. Yo podría olvidar toda la maldad y exprimiría y dejaría sus cerebros fuera sobre mi porche trasero, frío como era. Pero la cordura se filtró dentro de mi sobrecargado estado emocional, y me aparté un poco. Él llevaba puestos los jeans y la sudadera de los Bulldogs del Tecnológico de Luisiana que Jason había comprado para él en Wal-Mart. Las manos grandes de Eric se apoyaron mi trasero, y mis piernas lo rodearon como si estuvieran acostumbradas a ello.
–Escucha, Eric, – dije, cuando su boca se movió abajo a mi cuello.
–Ssshh, – él susurró.
–No, tienes que dejarme hablar. Tenemos que escondernos.
Eso consiguió su atención.
–¿De quien? – él dijo en mi oído, y me estremecí. El temblor no tenía nada que ver con la temperatura.
–La bruja mala, la que esta tras de tí, – Me bajé con dificultad para explicar. – Ella entró en el bar con su hermano y traían aquel cartel.
–¿Aha? – Su voz era indolente.
–Ellos preguntaron que otros vampiros viven en la localidad, y desde luego tuvimos que decirles sobre Bill. Entonces nos pidieron indicaciones para llegar a la casa de Bill, y adivino que ellos te buscan ahí.
–¿Y?
–¡Eso esta justo cruzando el cementerio de aquí! ¿Y si ellos vienen aquí?
–¿Tú quieres que me esconda? ¿Regresar en aquel agujero negro debajo de tu casa? – Él sonó incierto, pero estaba claro para mí que su orgullo fue picado.
–Ah, sí. ¡Solamente por un ratito! Tú eres mi responsabilidad; tengo que mantenerte a salvo. – Pero tenía el negro presentimiento que había expresado mis miedos del modo incorrecto. Este forastero provisional, aunque desinteresado e indiferente, como parecía de las preocupaciones de vampiros, aunque pareciera que él recordaba muy poco de su poder y posesiones, todavía tenía la vena de orgullo y curiosidad que Eric mostraba siempre en los peores y más raros momentos. Yo le había dado un toque directamente en ello. Me pregunté si tal vez pudiera hablar con él o al menos entrar en mi casa, más bien que destacarnos sobre el porche, expuestos.
Pero era demasiado tarde. Una sencillamente no podía decirle nada a Eric.
Capítulo 8
–Ven, mi amada, vamos a echar un vistazo, – dijo Eric, dándome un beso rápido.
Él brincó del porche trasero conmigo todavía pegada a él-como un gran percebe-y aterrizó silenciosamente, lo que pareció asombroso. Yo era la ruidosa, con mi respiración y pequeños sonidos de sorpresa. Con una destreza que argumentó mucha práctica, Eric me lanzó alrededor de modo que montara su espalda. Yo no había hecho esto desde que era una niña y mi padre me había llevado de caballito, así que estaba considerablemente espantada.
Ah, que buen trabajo estaba haciendo escondiendo a Eric. Aquí íbamos, volando por el cementerio, yendo hacia la Malvada Bruja del Oeste, en vez de escondernos en un agujero oscuro donde ella no podría encontrarnos. Esto era tan inteligente.
Al mismo tiempo, tuve que admitir que esto era una especie de diversión, a pesar de las dificultades para mantenerme agarrada sobre Eric en este país suavemente giratorio. El cementerio estaba colina abajo de mi casa. La casa de Bill, la casa Compton, estaba un poco más allá colina arriba del Cementerio Sweet Home (Dulce Hogar). El viaje de descenso, leve como la cuesta, era estimulante, aunque vislumbré dos o tres autos aparcados sobre la estrecha cerca que rodeaba las tumbas. Esto me asustó. Los adolescentes a veces elegían el cementerio buscando privacidad, más no en grupos. Pero antes de que pudiera estudiar detenidamente esto, los habíamos pasado, rápida y silenciosamente. Eric hizo la parte ascendente más despacio, pero sin señales de agotamiento.
Estábamos cerca de un árbol cuando Eric se paró. Era un enorme roble, y cuando lo toqué más o menos me orienté. Había un roble de este tamaño tal vez veinte yardas al norte de la casa de Bill.
Eric soltó mis piernas así me deslizaría de su espalda, y luego me puso entre él y el tronco del árbol. No sabía si él trataba de atraparme o protegerme. Aferré ambas de sus muñecas en una tentativa bastante vana de mantenerlo a mí lado. Me congelé cuando oí una voz que provenía de la casa de Bill.
–Este auto no se ha movido por un tiempo, – dijo una mujer. Hallow. Ella estaba en el cobertizo para autos de Bill, que estaba sobre este lado de la casa. Ella estaba cerca. Pude sentir que el cuerpo de Eric se puso rígido. ¿El sonido de su voz evocaba un eco en su memoria?
–La casa está bien cerrada, – llamó Mark Stonebrook, de más lejos.
–Bien, nos podemos encargar de eso. – Por el sonido de su voz, se movía rumbo a la puerta de calle. Ella sonó divertida.
¡Ellos iban a entrar por la fuerza en la casa de Bill! Con seguridad habría algo que pudiera hacer para prevenir esto, ¿no? Debo haber hecho algún movimiento repentino, porque el cuerpo de Eric aplastó el mío contra el tronco del árbol. Mi abrigo se respingó alrededor de mi cintura, y la corteza raspo mi culo por el material delgado de mis pantalones negros.
Podía oír a Hallow. Ella cantaba, su voz baja y de alguna manera siniestra. Ella lanzaba un embrujo actualmente. Debería haber sido emocionante y yo debería haber estado curiosa: un verdadero conjuro, echado por una verdadera bruja. Pero me sentí asustada, deseosa de escaparme. La oscuridad pareció espesarse.
–Huelo a alguien, – dijo Mark Stonebrook.
–¿Qué? ¿Aquí y ahora? – Hallow paró su cántico, sonando un poco falta de aliento.
Comencé a temblar.
–Ahá. – Su voz salió más profunda, casi como un gruñido.
–Cambia, – ella ordenó, así de fácil. Oí un sonido, sabía que ya lo había oído antes, aunque no pudiera traerlo a la mente. Era una especie de sonido viscoso. Pegajoso. Como sacar una cuchara tiesa metida dentro de un poco de potingue espeso que tiene cosas duras y crujientes en él, tal vez cacahuetes o trozos de caramelo. O pedazos de hueso.
Entonces oí un verdadero aullido. En absoluto era humano. Mark se había cambiado, y no era luna llena. Esto era verdadero poder. La noche de repente pareció llena de la vida. Respiraciones estrepitosas. Chillidos. Quejidos. Movimientos diminutos todos alrededor de nosotros.
Qué gran guardián era para Eric, ¿¡eh!? Yo lo había dejado arrastrarme hasta aquí. Estabamos a punto de ser descubiertos por una bruja lobato que bebía sangre de vampiro, y quién sabe que más, y ni siquiera tenía la escopeta de Jason. Puse mis brazos alrededor de Eric y lo abracé disculpándome.
–Lo lamento, – susurré, tan suavecito como una abeja susurraría. Pero entonces sentí que algo rozaba contra nosotros, algo grande y peludo, mientras oía los sonidos lobunos de Mark a unos pies lejos del otro lado del árbol. Mordí mi labio con fuerza para impedir pegar un chillido yo misma.
Escuchando atentamente, estuve segura que había más de dos animales. Habría dado casi lo que fuera por tener un reflector. Tal vez a diez yardas de distancia vino un corto y agudo ladrido. ¿Otro lobo? ¿Un viejo perro corriente, en el lugar equivocado en el momento equivocado?
De repente, Eric me abandonó. Un minuto, él me presionaba contra el árbol en la negra oscuridad como boca de lobo, y al minuto siguiente, el aire frío me golpeó de arriba abajo (já, tanto que detuve sus muñecas). Alcé mis brazos, tratando de descubrir donde estaba él, y toque sólo el aire. ¿Acababa de alejarse para poder investigar qué pasaba? ¿Habría decidido participar?
Aunque mis manos no encontraron a ningún vampiro, algo grande y caliente se presionaba contra mis piernas. Usé mis dedos para intentar alcanzar mejor abajo para explorar al animal. Toqué mucho pelaje: un par de oídos puntiagudos, un hocico largo, una lengua caliente. Traté de moverme, alejarme del roble, pero el perro (¿lobo?) no me dejó. Aunque fuera más pequeño que yo y pesara menos, se apoyó contra mí con tal presión que no había manera que pudiera moverme. Cuando escuché lo que seguía en la oscuridad-un montón de aullidos y gruñidos-decidí que estaba realmente muy contenta de quedarme aquí. Me hundí sobre mis rodillas y puse un brazo a través del lomo del canino. Este lamió mi cara.
Oí un coro de aullidos, que se elevaron misteriosamente en la noche fría. Mi cuero cabelludo se erizo, sepulté mi cara en el pelambre del cuello de mi compañero y recé. De repente, encima de todos los ruidos menores, hubo un alarido de dolor y una serie de quejidos.
Oí arrancar un auto, y los faros se prendieron en la noche. Mi lado del árbol estaba lejos de la luz, pero podía ver que estaba agazapada con un perro, no un lobo. Entonces las luces se movieron y la grava voló sobre la calzada de Bill cuando el auto se echó de reversa. Hubo una pausa de un momento, supuse sería mientras el conductor cambió la velocidad, y luego el auto chirrio y lo oí yendo a toda velocidad bajando la colina al camino principal en Hummingbird Road. Hubo un ruido sordo terrible y un sonido de chillido alto que hizo que mi corazón martilleara aún mas duro. Este era el sonido de dolor que un perro hace cuando ha sido golpeado por un auto.
–Oh, Dios Santo, – dije miserablemente, y aferré a mi amigo peludo. Pensé en algo que podría hacer para ayudar, ahora que parecía que las brujas se habían marchado.
Me levanté y corrí a la puerta principal de la casa de Bill antes de que el perro pudiera detenerme. Saqué mis llaves de mi bolsillo mientras corrí. Ellas habían estado en mi mano cuando Eric me había agarrado en mi puerta de atrás, y yo las había metido en mi abrigo, donde un pañuelo les había impedido tintinear. Manosee alrededor de la cerradura, conté mis llaves hasta que llegué a la de Bill-la tercera en mi llavero-y abrí su puerta principal. Alcancé y prendí el interruptor exterior, y repentinamente la yarda estuvo iluminada.
Estaba llena de lobos.
No sé que tan asustada debería estar. Bastante asustada, adiviné. Solamente asumí que ambos de las brujas lobatos habían estado en el auto. ¿Y si uno de ellos estuviera presente entre estos lobos? ¿Y dónde estaba mi vampiro?
Aquella pregunta fue contestada casi inmediatamente. Hubo una especie de bump cuando Eric aterrizo en la yarda.
–Los seguí por el camino, pero ellos fueron demasiado rápido para mí allí, – dijo él, sonriéndome abiertamente como si hubieramos estado jugando un juego.
Un perro-un collie-se acercó a Eric, lo vió a su cara, y gruñó.
–¡Fuera!, – Eric dijo, haciendo un gesto imperioso con su mano.
Mi jefe trotó de regreso conmigo y se sentó contra mis piernas otra vez. Incluso en la oscuridad, había sospechado que mi guardián era Sam. La primera vez que lo había encontrado en esta forma, yo había pensado que él era un perro vagabundo, y lo había llamado Dean, por un hombre que conocía con el mismo color de ojos. Ahora era un hábito llamarle Dean cuando él andaba a cuatro patas. Me senté sobre los escalones delanteros de Bill con el collie acurrucado contra mí. Dije;
–Eres un buen perro. – Él meneó su cola. Los lobos olían a Eric, que estaba de pie sin moverse.
Un gran lobo trotó hacía mí, el lobo más grande que yo haya visto alguna vez. Los lobatos se convierten en lobos grandes, supongo; no he visto muchos. Viviendo en Luisiana, nunca he visto a un lobo estándar en absoluto. Este lobato era casi negro puro, lo que pensé era insólito. El resto de los lobos eran más plateados, excepto uno que era más pequeño y rojizo.
El lobo agarró mi manga del abrigo con sus blancos dientes largos y tiró. Me levanté inmediatamente y me acerqué al punto donde la mayor parte de los demás lobos estaban apiñados. Estábamos en la orilla externa de la luz, así que no había notado el amontonamiento enseguida. Había sangre sobre la tierra, y en medio de esta superficie yacía una joven morena. Ella estaba desnuda.
Ella estaba obvia y terriblemente herida. Sus piernas se encontraban rotas, y tal vez un brazo.
–Ve a conseguir mi auto, – dije a Eric, en la clase de voz que tiene que ser obedecida.
Le lancé mis llaves, y él las tomó al aire mientras se elevaba. En una esquina disponible de mi cerebro, esperé que él recordara como conducir. Había notado que aunque él hubiera olvidado su historia personal, sus habilidades modernas estaban por lo visto intactas.
Trataba de no pensar en la pobre muchacha herida directamente frente a mí. Los lobos dieron vueltas y marcaron el paso, gimiendo. Entonces el negro grande levantó su cabeza al cielo oscuro y aulló otra vez. Este fue una señal para todos los demás, quiénes hicieron la misma cosa. Eché un vistazo atrás para estar segura que Dean se mantenía lejos, ya que él era el forastero. No estaba segura cuanta personalidad humana les quedaba a esta gente doble-natura después de que se transformaban, y no quise que nada le pasara. Él estaba sentado sobre el pequeño porche, fuera del camino, sus ojos fijos en mí.
Yo era la única criatura con pulgares prensiles sobre la escena, y fui de repente consciente que esto me daba mucha responsabilidad.
¿Primera cosa de comprobar? Respiración. ¡Sí, respiraba! Ella tenía pulso. No era ningún paramédico, pero ese no me parecía un pulso normal-lo que no sería nada asombroso. Su piel se sintió caliente, tal vez de su cambio de nuevo a humana. No vi una cantidad aterradora de sangre fresca, así que esperé que ninguna de las arterias principales hubiera sido comprometida.
Deslicé una mano bajo la cabeza de la muchacha, con mucho cuidado, y toqué el oscuro pelo polvoriento, tratando de ver si su cuero cabelludo estaba lacerado. No.
En algún momento durante el proceso de este examen, comencé a temblar por todas partes. Sus heridas eran realmente espantosas. Todo lo que yo podía ver de ella parecía golpeado, magullado, roto. Sus ojos se abrieron. Ella se estremeció. Cobijas-ella tenía que ser mantenida caliente. Eché un vistazo alrededor. Todos los lobos eran todavía lobos.
–Sería grandioso si uno o dos de ustedes pudiera cambiar de regreso, – les dije. – Tengo que llevarla a un hospital en mi auto, y ella necesita mantas de dentro de esta casa.
Uno de los lobos, un color gris plateado, rodó sobre su espalda-vale, un lobo macho-y oí el mismo ruido viscoso otra vez. Una neblina se vertió alrededor de la figura que se retorcía, y cuando esta se dispersó, el Coronel Flood estaba enroscado en el lugar del lobo. Desde luego, él estaba desnudo, también, pero decidí pasar por alto mi vergüenza natural. Él tuvo que quedarse inmóvil durante al menos un minuto o dos, y fue obviamente un gran esfuerzo para él sentarse.
Él gateó lentamente a la muchacha herida.
–Maria-Estrella, – él dijo en voz ronca. Se inclinó a olerla, lo que pareció muy extraño cuando él estaba en forma humana. Gimió con angustia.
Giró su cabeza para verme, y dijo;
–¿Dónde? – y entendí que él se refería a las mantas.
–Entre en la casa, vaya arriba. Hay un dormitorio terminando la escalera. Hay una cómoda al pie de la cama. Consiga dos mantas de allí.
Él se tambaleó sobre sus pies, por lo visto lidiando con alguna clase de desorientación debido a su cambio rápido, antes de que comenzara a andar a zancadas hacia la casa.
La chica-Maria-Estrella-lo siguió con sus ojos.
–¿Puedes hablar? – Pregunté.
–Sí, – ella dijo, apenas audiblemente.
–¿Dónde duele peor?
–Pienso que mi cadera y las piernas están rotas, – ella dijo. – El auto me golpeó.
–¿Te lanzó por el aire?
–Sí.
–¿Las ruedas no pasaron sobre ti?
Ella se estremeció.
–No, fue el impacto que me hizo daño.
–¿Cuál es tu nombre completo? ¿Maria-Estrella qué? – Yo tendría que saberlo para el hospital. Ella no podría estar consciente para entonces.
–Cooper, – ella susurró.
En ese momento, pude oír un auto que subía por el paseo de Bill.
El Coronel, moviéndose más suavemente ahora, se apresuró de la casa con las mantas, y todos los lobos y un humano al instante se pusieron en orden alrededor de mí y su miembro de jauría herido. El auto era obviamente una amenaza hasta que ellos supieran que contenía. Admiré al Coronel. Se necesitaba ser un verdadero hombre para afrontar a un enemigo próximo completamente desnudo.
El nuevo arribado era Eric, en mi viejo auto. Él llegó hasta Maria-Estrella y yo, con garbo considerable y frenos chirriantes. Los lobos dieron vueltas agitadamente, sus ojos amarillos encendidos se fijaron en la puerta del conductor. Los ojos de Calvin Norris habían parecido bastante diferentes; fugazmente, me pregunté por qué.
–Es mi auto; está bien, – dije, cuando uno de los lobatos comenzó a gruñir. Varios pares de ojos giraron para mirarme atentamente. ¿Les parecí sospechosa, o sabrosa?
Cuando terminé de cobijar a Maria-Estrella con las mantas, me pregunté cual de los lobos era Alcide. Sospeché que sería el más grande, más oscuro, el que justo en ese momento dio vuelta para mirarme a los ojos. Sí, Alcide. Éste era el lobo que yo había visto en el Club Muerto hace unas semanas, cuando Alcide había sido mi cita durante una noche que había terminado catastróficamente-para mí y algunas otras personas.
Traté de sonreírle, pero mi cara estaba tiesa por el frío y la impresión.
Eric saltó del asiento del conductor, dejando en marcha el auto. Él abrió la puerta de atrás.
–La pondré dentro, – él llamó, y los lobos comenzaron a ladrar. Ellos no querían a su hermana de jauría sostenida por un vampiro, y no querían que Eric estuviera de ninguna manera cerca de Maria-Estrella.
El Coronel Flood dijo;
–La levantaré. – Eric miró el delgado físico del hombre más viejo y levantó una ceja dudoso, pero tenía el sentido de mantenerse de pie aparte. Yo había abrigado a la muchacha tanto como podría sin causarle más dolor, pero el Coronel sabía que esto iba a hacerle daño aún peor. En el último momento, él vaciló.
–Tal vez deberíamos llamar una ambulancia, – refunfuñó él.
–¿Y cómo explicamos ésto? – Pregunté. – ¿Un montón de lobos y un tipo desnudo, y ella aquí al lado de una casa privada dónde el dueño vampiro está ausente? ¡No lo creo!
–Desde luego. – Él asintió, aceptando lo inevitable. Sin ni siquiera un cambio en su respiración, él estuvo de pie con el bulto que era la muchacha y fue al auto. Eric corrió al otro lado, abrió la puerta, y se metió dentro para ayudar a acomodarla mejor en el asiento trasero. El Coronel permitió esto. La muchacha chilló una vez más, y trepé detrás del volante tan rápido como pude. Eric entró al lado del pasajero, y dije;
–No puedes venir.
–¿Por qué no? – Él sonó asombrado y ofendido.
–¡Tendré que dar dos veces más explicaciones si tengo a un vampiro conmigo! – Le tomaba a la mayor parte de las personas unos minutos para decidir que Eric estaba muerto, pero desde luego tarde o temprano se daban cuenta. Eric tercamente se quedó sentado. – Y todo mundo ha visto tu cara sobre los malditos carteles, – dije, luchando para mantener mi voz razonable pero urgente. – Vivo entre gente bastante buena, pero no existe nadie en esta región que no podría darle buen uso a tanto dinero. – Él salió, no muy convencido, y grité, – Apaga las luces y cierra de nuevo la casa, ¿vale?
–¡Encuéntrenos en el bar cuándo decidamos que hacer por lo de Maria-Estrella! – El Coronel Flood gritó detrás. – Tenemos que conseguir nuestros autos y ropa del cementerio. – Bien, esto explicó el vislumbre que había captado por el camino.
Cuando conduje despacio por la calzada, los lobos me miraron ir, Alcide se mantuvo aparte del resto, su cara negra peluda dio vuelta para seguir mi camino. Me pregunté que pensamientos lobunos tendría.
El hospital más cercano no estaba en Bon Temps, que es demasiado pequeño para tener uno propio (tenemos suerte de tener Wal-Mart), pero tienen uno en la localidad vecina Clarice, el centro de la región. Por suerte, está a las afueras de la ciudad, sobre el lado más cercano de Bon Temps. El trayecto hacia el Hospital de la Región Parish pareció durar años; en realidad, llegué allí en aproximadamente veinte minutos. Mi pasajera gimió durante los diez primeros minutos, y luego cayó en un siniestro silencio. Me dirigí a ella, suplicándole que me respondiera, le pedí decirme que edad tenía, y encendí la radio en una tentativa de provocar un poco de respuesta en Maria-Estrella.
No quise tomar tiempo para detenerme y controlar como estaba, y no sabría que hacer si estuviera mal, así que conduje como alma que lleva el diablo. Cuando arribé hasta la entrada de emergencias y llamé a las dos enfermeras que estaban fuera echándose un cigarro, estaba segura que la pobre lobato estaría muerta.
Ella no lo estaba, juzgando por la actividad que la rodeó en los siguientes minutos. Nuestro hospital regional es pequeño, desde luego, y no tiene las instalaciones de las cuales un hospital de ciudad puede alardear. Ya nos sentimos muy afortunados por tener un hospital. Esa noche, ellos salvaron la vida de la Lobato.
La doctora, una mujer delgada con pelo grisáceo estirado y enormes gafas con bordes negros, me dirigió algunas preguntas concisas que no pude contestar, aunque hubiera estado trabajando sobre mi historia básica durante todo el camino al hospital. Después de percatarse que no tenía ni idea, la doctora dejo claro que debía quitarme de en medio del camino y dejar trabajar a su equipo. Entonces me senté en una silla en el pasillo, y esperé, y trabajé sobre mi historia algo más.
No había manera que pudiera ser útil aquí, y las deslumbrantes luces de neón y el reluciente linóleo creaban un ambiente áspero, poco amistoso. Traté de leer una revista, y la aventé sobre la mesa después de un par de minutos. Por séptima u octava vez, pensé escaparme. Pero había una mujer sentada en la mesa de recepción de noche, y ella mantenía un ojo vigilante sobre mí. Después de unos minutos más, decidí visitar el cuarto de baño para lavar la sangre de mis manos. Mientras estaba allí, tome una cuantas toallas de papel, las mojé y restregué mi abrigo con ellas, lo que resultó ser una perdida de tiempo y esfuerzo.
Cuando salí del cuarto de baño, había dos polis esperándome. Ambos eran hombres grandes. Ellos crujieron dentro de sus chamarras sintéticas acolchonadas, y crujieron con el cuero de sus cinturones y equipo. No podía imaginármelos cayéndole encima a nadie.
El hombre más alto era el más viejo. Su pelo gris acero estaba recortado cerca de su cuero cabelludo. Su cara estaba esculpida por arrugas profundas, como surcos. Su tripa sobresalió por encima de su cinturón. Su compañero era un hombre más jóven, tal vez treinta, con pelo café claro y ojos café claros y piel café clara-un tipo curiosamente monocromático. Les di una exploración rápida, pero completa, con todos mis sentidos.
Podría decir que los dos estaban preparados para averiguar si yo tenía algo que ver en las heridas de la muchacha que había traído, o al menos que yo sabría más de lo que decía.
Desde luego, ellos tenían parcialmente razón.
–¿Señorita Stackhouse? ¿Usted trajo a la chica que trata la doctora Skinner? – el hombre más jóven preguntó suavemente.
–Maria-Estrella,– dije. – Cooper.
–Díganos que pasó, – el viejo poli dijo.
Era definitivamente una orden, aunque su tono fuera moderado. Ningún de los dos me conocía o sabía de mí, “escuché”. Bien.
Suspiré y me zambullí en las aguas de la mendacidad.
–Yo conducía a casa del trabajo, – dije. – Trabajo en el bar Merlotte´s -¿saben dónde es?
Ambos asintieron. Claro, la policía sabría la posición de cada bar en la región.
–Vi un cuerpo yaciendo al lado del camino, de costado sobre la grava, – dije con cuidado, previendo no decir algo que no pudiera recordar. – Entonces me paré. No había nadie más a la vista. Cuando averigüé que ella estaba todavía viva, sabía que tenía que conseguir ayuda. Me tardé mucho en meterla en el auto sola. – Trataba de explicar el paso del tiempo, la hora que yo había dejado el trabajo y la grava de la calzada de Bill que yo sabía estaría en su piel. No podía calibrar cuanto cuidado tenía que poner en la reconstrucción de mi historia, pero más cuidado era mejor que menos.
–¿Notó alguna marca de derrapón sobre el camino? – El policía café claro no podía estar mucho tiempo sin hacer una pregunta.
–No, no noté nada. Puede haber estado allí. Es solamente que… después de verla, en lo único que pensé fue en ella.
–¿Y luego? – el hombre más viejo apuntó.
–Podía ver que ella estaba herida, realmente mal, entonces la traje aquí tan rápido como pude. – Me encogí de hombros. Fin de mi historia.
–¿No pensó en llamar una ambulancia?
–No tengo un teléfono celular.
–Una mujer que viene a casa del trabajo tan tarde, sola, en verdad debería tener un teléfono celular, señora.
Abrí mi boca para decirle que si él tenía ganas de pagar la cuenta, estaría encantada de tener uno, pero me contuve. Sí, sería práctico tener un teléfono celular, pero apenas podía permitirme pagar mi teléfono normal. Mi único derroche era la televisión por cable, y justifiqué esto diciéndome que eran mis únicos gastos recreacionales.
–Tiene razón, – dije brevemente.
–¿Y su nombre completo es? – Este era el hombre más jóven. Alcé la vista, encontré sus ojos.
–Sookie Stackhouse, – dije. Él había estado pensando que yo parecía del tipo tímida y dulce.
–¿Es la hermana del hombre extraviado? – El hombre canoso se inclinó para mirar mi cara.
–Sí, señor. – Miré mis dedos del pie otra vez.
–Usted seguramente esta teniendo una racha de mala suerte, señorita Stackhouse.
–Dígamelo a mí, – dije, mi voz retumbo con sinceridad.
–¿Había visto alguna vez a esta mujer, la mujer que trajo, antes de esta noche? – El oficial más viejo garabateaba en una pequeña libreta que él había sacado de un bolsillo. Su nombre era Curlew, el pequeño alfiler sobre su bolsillo lo decía.
Sacudí mi cabeza.
–¿Usted piensa que su hermano podría haberla conocido?
Alcé la vista, sorprendida. Busqué los ojos del hombre café otra vez. Su nombre era Stans.
–¿Cómo diablos podría saberlo? – Pregunté. Supe en el segundo siguiente que él sólo quería que alzara la vista otra vez. Él no sabía que pensar de mí. El monocromático Stans pensaba que yo era bonita y parecía una pequeña buena Samaritana. Por otra parte, mi trabajo era de la clase que una muchacha educada “bien” no tomaba a menudo, y mi hermano era conocido como un alborotador, aunque a muchos de los oficiales de patrulla les cayera bien.
–¿Cómo está ella? – Pregunté.
Ambos echaron un vistazo a la puerta detrás de la cual continuaba la lucha para salvar a la joven mujer.
–Ella está todavía viva, – dijo Stans.
–Pobrecita, – dije. Las lagrimas rodaron bajo mis mejillas, y comencé a hurgar en mis bolsillos por un pañuelo.
–¿Le dijo algo ella, señorita Stackhouse?
Tuve que pensar en esto.
–Sí, – dije. – Ella lo hizo. – La verdad, era lo mas seguro en este caso.
Ambos resplandecieron con esta noticia.
–Me dijo su nombre. Dijo que sus piernas eran lo que mas dolía, cuando le pregunté, – dije. – Y ella dijo que el auto la había golpeado, pero no la atropelló.
Los dos hombres se vieron el uno al otro.
–¿Le describió el auto? – Stans preguntó.
Estuve increíblemente tentada a describir el auto de las brujas. Pero desconfié del regocijo que burbujeó dentro de mí por la idea. Y me alegré de hacerlo, al segundo siguiente, cuando me percaté que el rastro de evidencia que ellos obtendrían del auto sería piel de lobo. Bien pensado, Sook.
–No, ella no lo hizo, – dije, tratando de mirarme como si hubiera estado haciendo memoria. – Ella no habló realmente mucho después de esto, solamente gemía. Fue horrible. – Y la tapicería sobre mi asiento trasero estaba probablemente arruinada, también. Inmediatamente lamenté haber pensado en algo tan egoísta.
–¿Y usted no vió ningún otro auto, camioneta, ningún otro vehículo sobre su camino a casa desde el bar, o incluso cuando usted volvía a la ciudad?
Era una pregunta ligeramente diferente.
–No sobre mi camino, – dije irresolutamente. – Probablemente vi unos autos cuando me acerqué más a Bon Temps y pasé por la ciudad. Y desde luego vi más entre Bon Temps y Clarice. Pero no recuerdo ninguno en particular.
–¿Puede llevarnos al punto dónde usted la recogió? ¿El lugar exacto?
–Lo dudo. No había nada para marcarlo además de ella, – dije. Mi nivel de coherencia decaía con cada minuto. – Ningún árbol grande, o camino, o cartel de millas. ¿Tal vez mañana? ¿En el día?
Stans me palmeo sobre el hombro.
–Sé que usted esta impresionada, señorita, – dijo él consoladoramente. – Usted hizo lo mejor que podía por esta chica. Ahora tenemos que dejarla en manos de los doctores y el Señor.
Asentí con la cabeza enérgicamente, porque claramente estuve de acuerdo. Curlew, el más viejo, todavía me veía un poco escépticamente, pero me agradeció de manera formal, y anduvieron a zancadas fuera del hospital en la oscuridad. Retrocedí un poco, aunque permanecí mirando el aparcamiento. Un segundo o dos, ellos llegaron a mi auto y alumbraron con sus linternas grandes por las ventanas, comprobando el interior. Guardo el interior de mi auto super-limpio, así que ellos no verían otra cosa sino manchas de sangre en el asiento trasero. Noté que ellos comprobaron la defensa delantera, también, y no los culpé ni un poquito.
Examinaron mi auto repetidas veces, y finalmente ellos estuvieron de pie bajo una de las luces grandes, haciendo notas sobre tablillas sujetapapeles.
No mucho tiempo después de esto, la doctora salió para encontrarme. Ella se quitó su mascarilla y frotó la base de su cuello con una larga mano delgada.
–La Señorita Cooper lo esta haciendo bien. Ella es estable, – dijo ella.
Asentí, y luego cerré mis ojos durante un momento de intenso alivio.
–Gracias, – grazné.
–Vamos a transportarla por avión a Schumpert en Shreveport. El helicoptero estará aquí en cualquier segundo.
Parpadeé, tratando de decidirme si esto era una cosa buena o una cosa mala. Sin importar cual fuera mi opinión, la lobato tenía que ir al mejor hospital y más cercano. Cuando ella fuera capaz de hablar, ella tendría que decirles algo. ¿Cómo podría asegurarme que su historia encuadrara con la mía?
–¿Ella está consciente? – Pregunté.
–Apenas, – la doctor dijo, casi furiosamente, como si tales heridas fueran un insulto personal a ella. – Usted puede hablarle brevemente, pero no puedo garantizar que ella recordará, o entenderá. Tengo que ir a hablar con los polis. – Los dos oficiales andaban a zancadas de regreso al hospital, vi desde mi lugar en la ventana.
–Gracias, – dije, y seguí su gesto a la izquierda. Empujé para abrir la puerta en el severo cuarto brillante donde ellos habían estado trabajando sobre la chica.
Era un lío. Había un par de enfermeras allí ahora mismo, charlando sobre esto y aquello mientras guardaban algunos paquetes no usados de vendas y tubos. Un hombre con un cubo y fregona estaba a la espera en una esquina. Él limpiaría el cuarto cuando la lobato-la chica-fuera conducida hacia fuera al helicóptero. Me dirigí al lado de la estrecha cama y tomé su mano.
Me incliné cerca.
–Maria-Estrella, ¿reconoces mi voz? – Pregunté quedamente. Su cara estaba hinchada por su impacto contra la tierra, y estaba cubierta de rasguños y raspados. Éstas eran las más pequeñas de sus heridas, pero me parecieron muy dolorosas.
–Sí, – ella respiró.
–Soy la que que te encontró al lado del camino, – dije. – Cuando me dirigía a casa, al Sur de Bon Temps. Tú yacías en el camino regional.
–Entiendo, – ella murmuró.
–Supongo, – seguí con cuidado, – que alguien te hizo salir de tu auto, y que entonces alguien te golpeó con el auto. Pero tú sabes como es después de un trauma, a veces la gente no recuerda nada. – Una de las enfermeras dio vuelta, su cara curiosa. Ella había agarrado la última parte de mi oración. – Así que no te preocupes si no te acuerdas.
–Lo intentaré, – dijo ella ambiguamente, todavía con aquella voz queda, remota.
No había nada más que podría hacer aquí, y mucho más que decir sin equivocarme, así que le susurré;
–¡Adiós!, – dije a las enfermeras que apreciaba lo que hacían, y salí rumbo a mi auto. Gracias a las mantas (que supuse tendría que sustituir para Bill), mi asiento trasero no estaba tan estropeado.
Me alegré de encontrar algo para estar contenta.
Me pregunté sobre las mantas. ¿Las tendría la policía? ¿Me llamaría el hospital sobre ellas? ¿O habían sido lanzadas en la basura? Me encogí de hombros. No había ninguna razón para preocuparme por dos rectángulos de material, cuando tenía tantos pendientes en mi lista de preocupaciones. En primer lugar, no me gustó que los Lobatos se congregaran en Merlotte´s. Esto involucraba demasiado a Sam dentro de los problemas de los lobatos. Él era un adapto, después de todo, y los adaptos estaban menos implicados con el mundo sobrenatural. Los Adaptos tendían más a ser “un adapto para sí mismo”, mientras los Lobatos estaban siempre organizados en grupos. Ahora ellos usaban Merlotte´s como su lugar de encuentro, fuera de horario.
Y luego estaba Eric. Ah, Señor, Eric estaría esperándome en casa.
Me encontré preguntándome que hora sería en Perú. Bill debía estar teniendo más diversión que yo. Parecía que me había quedado hecha polvo durante la Nochevieja y nunca me recupere; jamas me había sentido tan exhausta.
Justo estaba pasando la intersección donde yo debía dar vuelta a la izquierda, el camino que eventualmente pasa por Merlotte´s. Los faros iluminaron destellos de árboles y arbustos. Al menos no había más vampiros que corrían al lado…
–Despiértate, – dijo la mujer sentada conmigo sobre el asiento delantero.
–¿Qué? – Mis párpados se abrieron. El auto viró brusca y violentamente.
–Te estabas quedando dormida.
Para estas fechas, no habría estado sorprendida si una ballena encallada hubiera descansado a través del camino.
–¿Quién es usted? – Pregunté, cuando sentí que mi voz podría estar bajo control.
–Claudine.
Era difícil reconocerla a la luz del tablero de instrumentos, pero en efecto, parecía ser la mujer alta y hermosa que había estado en la Nochevieja de Merlotte´s, quién había estado con Tara a la mañana siguiente.
–¿Cómo entraste en mi auto? ¿Por qué estás aquí?
–Como ha existido una cantidad insólita de actividad sobrenatural en este área durante la semana pasada o dos. Soy el intermediario.
–¿Entre qué?
–Entre los dos mundos. O, más exactamente, entre los tres mundos.
A veces la vida sencillamente te da más de lo que tomas. Entonces solamente lo aceptas.
–¿De modo, que eres como un ángel? ¿Por eso me despertaste cuando me dormía sobre el volante?
–No, no he conseguido llegar tan lejos aún. Estás demasiado cansada para captar esto. No hagas caso de la mitología y simplemente acéptame tal cual soy.
Sentí una sacudida graciosa en mi pecho.
–Mira, – Claudine indicó. – Ese hombre esta haciéndote señales a ti.
Efectivamente, allí en el aparcamiento de Merlotte´s estaba parado un vampiro haciéndola de semáforo. Era Chow.
–Ah, sencillamente grandioso, – dije, con la voz mas gruñona que podía. – Bueno, espero que no te importe una parada, Claudine. Tengo que entrar.
–Seguro, yo no me lo perdería.
Chow gesticulo al reverso de el bar, y estuve sorprendida de encontrar el aparcamiento de empleados atestado por autos que habían sido invisibles desde el camino.
–¡Ah, caramba! – Claudine dijo. – ¡Una fiesta! – Ella salió de mi auto como si le costara contener su regocijo, y yo tuve la satisfacción de ver que Chow quedó absolutamente estupefacto cuando él contemplo a lo largo de todos los seis pies de ella. Es difícil sorprender a un vampiro.
–Vayamos dentro, – dijo Claudine alegremente, y tomó mi mano.
Capítulo 9
Cada Supe que había conocido alguna vez estaba en Merlotte´s. O tal vez solamente me lo pareció, ya que yo estaba exhausta y quería estar sola. La jauría de Lobatos estaba allí, todos en su forma humana y todos más o menos vestidos, para mi alivio.
Incluso en tal compañía, mi entrada con Claudine no fue nada salvo sensacional. Bajo la mejor iluminación del bar, podía ver que el curvilíneo cuerpo de Claudine estaba estratégicamente embutido en un vestido naranja tejido, y sus piernas largas terminaban en los tacones más altos que hubiera visto jamás. Ella lucía como una guarra deliciosa, en talla extra-grande.
Nop, ella no podía ser un ángel-al menos, no como yo concebía a los ángeles.
Mirando de Claudine a Pam, decidí que era tremendamente injusto que ellas parecieran tan bonitas y llamativas. ¡Como si encima tuviera que sentirme poco atractiva, además de estar hecha polvo, asustada y aturdida! ¿Quiere alguna tía andar dentro de un cuarto al lado de una mujer magnífica que prácticamente tiene un “quiero joder” tatuado sobre su frente? Si no hubiera detectado a Sam, a quién yo había arrastrado por completo en esto, habría girado y me habría largado de allí.
–Claudine, – dijo Coronel Flood. – ¿Qué te trae por aquí?
Pam y Gerald ambos contemplaban a la mujer en naranja atentamente, como si ellos esperaran que ella se quitara su ropa en cualquier segundo.
–Mi niña, aquí… -y Claudine inclinó su cabeza hacia mí-… se durmió en el volante. ¿Cómo es que no ha cuidado mejor de ella?
El Coronel, tan digno en su ropa civil como había estado en su piel, pareció un poco sorprendido, como si fuera nuevo para él que, como se suponía, debía proporcionarme protección.
–Ah, – él dijo. – Uh…
–Debería haber enviado alguien al hospital con ella, – dijo Claudine, sacudiendo su cascada de pelo negro.
–Yo me ofrecí ir con ella, – dijo Eric indignadamente. – Ella dijo que sería demasiado sospechoso si fuera al hospital con un vampiro.
–Bueno, ¡hoo-laa, alto, rubio, y muerto!, – dijo Claudine. Ella miró a Eric de arriba abajo, admirando lo que vió. – ¿Tienes el hábito de hacer lo que las mujeres humanas te piden?
Te lo agradezco mucho, Claudine, le reproche silenciosamente. Se suponía, que yo cuidaba a Eric, y ahora él no cerraría ni la puerta si yo se lo dijera. Gerald se la comía con los ojos, todavía del mismo modo atontado. Me pregunté si alguien notaría si me iba a estirar sobre una de las mesas y me durmiera. De repente, tal como Pam y Gerald habían hecho, la mirada de Eric se agudizo y él pareció fijo en Claudine. Tuve tiempo para pensar que eran como miradas de gato que de repente divisaban algo pasando y rozando a lo largo de los rodapiés, antes de que unas manos grandes me hicieran girar alrededor y Alcide me acercara a él. Él había pasado por la muchedumbre en el bar hasta que me alcanzó. Ya que su camisa no estaba abrochada, encontré mi cara presionada contra su cálido pecho, y me alegré de estar allí. El pelo rizado negro olía realmente como a perro, de verdad, pero por otra parte me sentía cómoda siendo abrazada y apreciada. Se sintió maravilloso.
–¿Quién es usted? – Alcide preguntó a Claudine. Yo tenía mi oído contra su pecho y podía oírlo de dentro y fuera, una sensación extraña.
–Soy Claudine, el hada, – dijo la enorme mujer. – ¿Ves?
Tuve que dar vuelta para ver lo que ella hacía. Ella había levantado su pelo largo para mostrar sus orejas, que estaban delicadamente puntiagudas.
–Una hada, – Alcide repitió. Él sonó tan sorprendido como yo me sentí.
–Deliciosa, – dijo uno de los lobatos más jóvenes, un macho con peinado en punta que podría tener diecinueve. Él se miraba intrigado con el giro de los acontecimientos, y echó un vistazo alrededor de los otro lobatos sentados en su mesa como invitándolos a compartir su placer. – ¿De verdad?
–Por un tiempo, – Claudine dijo. – Tarde o temprano, iré por un camino u otro. – Nadie entendió esto, con la posible excepción del Coronel.
–Usted es una mujer que hace agua la boca, apetitosa, – dijo el jóven lobato. Para respaldar semejante cumplido, el pelos parados, llevaba puestos jeans y una camiseta rasgada con Fallen Angel; estaba descalzo, aunque Merlotte´s estuviera fresco, ya que el termostato estaba apagado para el resto de la noche. Él llevaba puestos anillos en el dedo del pie.
–¡Gracias! – Claudine le sonrió a él. Ella chasqueó sus dedos, y hubo la misma clase de neblina alrededor de ella que envolvía a los Lobatos cuando ellos cambiaban. Era la bruma de la verdadera magia. Cuando el aire se despejó, Claudine llevaba puesto un vestido de noche blanco adornado con lentejuelas.
–Deliciosa, – el chico repitió de un modo aturdido, y Claudine se regodeó con su admiración. Noté que ella mantenía una cierta distancia de los vampiros.
–Claudine, ahora que has fardado, ¿podríamos por favor hablar de algo además de ti? – dijo el Coronel Flood sonando tan cansado como yo me sentí.
–Desde luego, – Claudine dijo con una voz apropiadamente castigada. – Solamente pregunté.
–Primero que nada. Señorita Stackhouse, ¿cómo está Maria-Estrella?
–Ella sobrevivió el viaje al hospital en Clarice. La transportaran por avión a Shreveport, al hospital Schumpert. Puede que ya esté en camino. La doctora sonó bastante optimista sobre sus posibilidades.
Todos los Lobatos se vieron el uno al otro, y la mayor parte de ellos soltaron ruidos impetuosos de alivio. Una mujer, aproximadamente de treinta años, danzó un momento alegremente. Los vampiros, por ahora casi totalmente absortos sobre el hada, no reaccionaron en absoluto.
–¿Qué le dijo al doctor del cuarto de emergencias? – El Coronel Flood preguntó. – Tengo que avisar a sus padres cual es la línea oficial. – Maria-Estrella sería su primogénita, y su única niña lobato.
–Dije a la policía que la encontré al lado del camino, que no vi ningún signo de un frenado de auto o algo. Les dije que ella yacía sobre la grava, así no tendremos que preocuparnos de que la hierba no tenga marcada ninguna depresión como debería ser… Espero que ella lo haya captado. Estaba bien dopada cuando me dirigí a ella.
–Muy bien pensado, – Coronel Flood dijo. – Se lo agradezco, señorita Stackhouse. Nuestra jauría esta en deuda con usted.
Agité mi mano para rechazar cualquier deuda.
–¿Cómo pudo aparecerse en la casa de Bill en el momento adecuado?
–Emilio y Sid rastrearon a las brujas al área correcta. – Emilio debía ser el hombre pequeño, oscuro con enormes ojos negros. Había una creciente población inmigrante mejicana en nuestra área, y Emilio era por lo visto una parte de aquella comunidad. El chico con pelos de púas me dirigió un gesto con la mano, y asumí que él debía ser Sid. – De todos modos, después del anochecer, comenzamos a vigilar el edificio donde Hallow y su aquelarre están escondidos. Es difícil de hacer; está en una barrio que es sobretodo de negros. – Las gemelas afroamericanas, ambas chicas, sonrieron abiertamente la una a la otra. Ellas eran lo suficientemente jóvenes para encontrar esto excitante, igual que Sid. – Cuando Hallow y su hermano se dirigieron a Bon Temps, los seguimos en nuestros autos. Llamamos a Sam, también, para advertirle.
Vi a Sam con reproche. Él no me había advertido, no había mencionado que los Lobatos encabezaban nuestro camino, también.
Coronel Flood continuó;
–Sam me llamó a mi célular para decirme donde suponía que ellos se dirigían cuando salieron de su bar. Decidí que un lugar aislado como la casa Compton sería un buen lugar para atraparlos. Fuimos capaces de aparcar nuestros autos en el cementerio y cambiarnos, así fue como llegamos allí justo a tiempo. Pero ellos agarraron nuestro olor antes. – El coronel fulminó con la mirada a Sid. Por lo visto, el lobato más jóven se había saltado el plan.
–Entonces ellos se escaparon, – dije, tratando de sonar neutra. – Y ahora ya saben que usted está tras ellos.
–Sí, ellos se escaparon. Los asesinos de Adabelle Yancy. Los líderes de un grupo que trata de asumir no sólo el territorio de los vampiros, sino el nuestro. – El Coronel Flood había estado recorriendo a los Lobatos, reunido con una mirada fría, y ellos se encogieron bajo su penetrante mirada, incluyendo Alcide. – Y ahora las brujas están sobre aviso, ya que ellas saben que estamos tras sus pasos.
Pam y Gerald parecieron discretamente divertidos con el discurso del coronel, su atención momentáneamente desviada de la radiante hada Claudine. Eric, como siempre en estos días, se miró tan confundido como si el Coronel hablara en Sánscrito.
–¿Los Stonebrooks regresaron a Shreveport cuándo dejaron la casa de Bill? – Pregunté.
–Creemos que sí. Nos tuvimos que transformar de nuevo muy rápidamente-no es una cosa sencilla-y luego conseguir nuestros autos. Algunos de nosotros seguimos el camino, otros cuantos el otro, pero no los descubrimos.
–Y ahora estamos aquí. ¿Para qué? – La voz de Alcide era áspera.
–Estamos aquí por varios motivos, – el packmaster dijo. – Primero, queríamos saber sobre Maria-Estrella. También, quisimos recuperarnos un poco antes de conducir de vuelta a Shreveport por nosotros mismos.
Los Lobatos, quiénes parecían haberse puesto su ropa a toda prisa, realmente se veían un poco cansados. La transformación sin luna llena y el cambio rápido de forma dos veces seguidas se habían cobrado peaje sobre todos ellos.
–¿Y por qué están ustedes aquí? – Pregunté a Pam.
–Tenemos algo que reportar, también, – dijo ella. – Evidentemente, tenemos los mismos objetivos que los Lobatos-sobre esta materia, de todos modos. – Ella arrancó su mirada fija de Claudine con esfuerzo. Ella y Gerald intercambiaron vistazos, y como uno solo, giraron hacia Eric, quién los miró sin expresión. Pam suspiró, y Gerald miró sus pies calzados con botas.
–Nuestro compañero de nido, Clancy, no volvió anoche, – dijo Pam. Después de este anuncio alarmante, ella se concentró otra vez en el hada. Claudine parecía tener alguna clase de encanto avasallador sobre los vampiros.
La mayor parte de los Lobatos lucieron como si pensaran que un vampiro menos era un paso en la dirección correcta. Pero Alcide dijo:
–¿Qué piensan que le ha sucedido?
–Recibimos una nota, – dijo Gerald, en una de las pocas veces que yo lo había oído decir algo en voz alta. Él tenía un débil acento inglés. – La nota dijo que las brujas planean drenar a uno de nuestros vampiros cada día que ellos tengan que buscar por Eric.
Todos los ojos se dirigieron a Eric, que pareció anonadadamente pasmado.
–Pero, ¿por qué? – él preguntó. – No puedo entender lo que me convierte en semejante premio.
Una de las chica lobato, una rubia bronceada a finales de los veinte, tomó cuestión silenciosa con esto. Ella puso los ojos en blanco hacia mí, y yo sólo pude sonreírle abiertamente de regreso. Pero no importa lo bueno que Eric se mirara, y que ideas tan interesantes se podrían tener sobre la diversión de estar con él en la cama (y encima de ésto, el control que él tenía sobre varias empresas vampiro en Shreveport), esta decidida búsqueda de Eric sonó con alarma muy “Excesiva”. Incluso si Hallow tenía sexo con Eric, y luego lo drenaba hasta dejarlo seco y consumían todos su sangre-Esperen, allí había una idea.
–¿Cuánta sangre puede sacarse de uno de ustedes? – Pregunté a Pam.
Ella me contempló, tan cerca de estar sorprendida de cuanto yo la había visto alguna vez.
–Déjame ver, – dijo. Ella miró fijamente en el espacio, y sus dedos se menearon. Pareció que Pam traducía de una unidad de medida a otra. – Seis cuartos de galón, – ella dijo por fin.
–¿Y cuánta sangre se vendería en aquellos pequeños frascos?
–Esto es… -Ella hizo un poco más de cálculo. – Bueno, sería menos que un cuarto de taza. – Ella anticipó a donde me dirigía. – Eric contiene más de noventa y seis unidades vendibles de sangre.
–¿Cuánto calculas que ellos podrían pedir por esto?
–Bien, en la calle, el precio ha alcanzado 225 dólares para la sangre de vampiro normal, – dijo Pam, sus ojos tan fríos como la helada de invierno. – Por la sangre de Eric… Él es tan viejo…
–¿Tal vez 425 dólares un frasco?
–Conservadoramente.
–De este modo, con calculos alegres, el valor de Eric sería…
–Más de cuarenta mil dólares.
La muchedumbre entera contempló a Eric con renovado interés-excepto Pam y Gerald, que junto con Eric había reanudado su contemplación de Claudine. Ellos parecieron haberse movido poco a poco más cerca del hada.
–¿Así que, piensas que esto sería motivación suficiente? – Pregunté. – Eric la despreció. Ella lo quiere, ella quiere sus cosas, y ella quiere vender su sangre.
–Eso es muchísima motivación, – reconoció una lobato mujer, una bonita morena a finales de sus años cuarenta.
–Más aparte, Hallow está chiflada, – dijo Claudine alegremente.
No creo que el hada hubiera dejado de sonreír desde que ella había aparecido en mi auto.
–¿Cómo sabes esto, Claudine? – Pregunté.
–He estado en su sede, – dijo ella.
La consideramos en silencio durante un momento largo, pero no tan completamente absortos como hacían los tres vampiros.
–Claudine, ¿te has acercado a ellos? – El coronel Flood preguntó. Él sonó más cansado que cualquiera otra cosa.
–James, – Claudine dijo. – ¡Deberías avergonzarte! Ella pensó que yo era una bruja del área.
Tal vez yo no era la única quién pensaba que tan desbordante alegría era un poco extraña. La mayor parte de los quince y pico Lobatos en el bar no parecían demasiado cómodos alrededor del hada.
–Nos habría ahorrado un montón de líos si nos hubieras dicho esto más temprano hoy, Claudine, – el Coronel dijo, su tono helado.
–Una verdadera hada, – dijo Gerald. – He tenido sólo una antes.
–Ellas son difíciles de agarrar, – dijo Pam, su voz soñadora. Ella dió un pasito un poco más cerca.
–Oigan, – dijo Claudine, un poco ansiosa. – Cuaquier cosa con colmillos, ¡dé un paso atrás!
Pam pareció un poco avergonzada, y trató de relajarse. Gerald se sometió de mala gana. Eric siguió su progresivo avance.
Ninguno de los vampiros ni cualquiera de los Lobatos pareció deseoso de detener a Eric. Mentalmente me encogí de hombros. Después de todo, Claudine me había despertado antes de que pudiera estrellarme con mi auto.
–Eric, – dije, avanzando tres rápidos pasos para estar de pie entre Eric y el hada. – ¡Córtale ya!
–¿Qué? – Eric no me prestó más atención que a una mosca que zumbaba alrededor de su cabeza.
–Ella esta fuera de los límites, Eric, – dije, y los ojos de Eric vacilaron y miraron a mi cara. – Hola, ¿me recuerdas? – Puse mi mano sobre su pecho para hacerlo más lento. – No sé por qué estás tan acelerado, amigo, pero tienes que detener tus caballos.
–La quiero, – dijo Eric, sus ojos azules reluciendo mientras me miraban.
–Vale, ella es magnífica, – dije, esforzándome por ser razonable, aunque estaba un poco herida. – Pero ella no está disponible. ¿Correcto, Claudine? – Apunté mi voz atrás sobre mi hombro.
–No disponible para un vampiro, – dijo el hada. – Mi sangre es embriagadora para un vampiro. No quieres saber como lucen después de que ellos me han tenido. – Pero ella todavía sonaba alegremente jovial.
Entonces no me había equivocado demasiado con la metáfora del chocolate. Probablemente era por qué no había conocido a ninguna hada antes; andaba demasiado en compañía de los no-muertos.
Cuando una tiene pensamientos así, una sabe que está en problemas.
–Claudine, adivino que sería mejor sacarte fuera ahora, – dije algo desesperadamente. Eric empujaba contra mí, todavía no de manera seria (o yo estaría aplanada sobre el suelo), pero ya había tenido que ceder un paso. Quería oír lo que Claudine tenía que decirle a los Lobatos, pero me di cuenta que separar a los vampiros del hada era prioritario.