22

La otra vida

VLAD se precipitó hacia el olvido negro de la muerte. Morir se le antojó algo muy extraño. Al principio sintió como si cayera, pero luego le pareció que lo levantaban entre muchas manos. Se le hizo una especie de vacío en el pecho y entonces logró respirar de nuevo. En la oscuridad de su mente, vio el rostro de Otis, serio, decidido y triste. La voz de Vikas invadió sus pensamientos.

—No te muevas, Mahlyenki Dyavol.

Y Vlad no se movió.

Minutos después, horas, días, no estaba seguro, unas luces perforaron la oscuridad. Azules y rojas. Se movían en círculos y con ellas llegó el sonido de una sirena.

Así que ya está, se dijo. He muerto y esta es la otra vida. Pensó que tendría que haber arpas, una gran puerta y gente volando alrededor con enormes alas. Pero no vio nada de eso. Solo había dolor y oscuridad, con algún extraño sonido ocasional, y luces de colores... Vaya timo.

Respiró hondo e ignoró el extraño sonido de palmadas que procedía de su pecho. El rostro de Otis apareció una vez más sobre él. Intentó hablar, avisar a su tío de D’Ablo y Joss, pero una ola de oscuridad lo inundó todo de nuevo.

Flotó en una especie de limbo durante mucho tiempo, justo al borde de la conciencia. Cuando volvió en sí de nuevo fue para escuchar la voz de Nelly. Pero su llanto no le dejó entender sus palabras. Intentó decirle que la echaría de menos, pero no consiguió abrir la boca.

El tiempo siguió avanzando y Vlad volvió a su limbo. Unas voces le hacían compañía, aunque no las reconocía a todas. Después de lo que le pareció una eternidad, abrió los ojos. Sintió los párpados pesados por el sueño, pero vio que estaba tumbado sobre una cama de almidonadas sábanas blancas. De la mano le salía un tubo que subía por una barra metálica y terminaba en una bolsa transparente, marcada con pegatinas de colores. Una de las pegatinas decía: «Morfina». De la otra mano salía otro tubo conectado a una bolsa de sangre.

Ahora entendía que no tuviera hambre.

¡Y estaba vivo! Le dolía el corazón, pero seguía latiendo. Los pulmones le ardían, pero seguía respirando. Le dolía todo el cuerpo... pero estaba vivo. No sabía cómo, pero había sobrevivido.

Quería darle las gracias a quien le había llevado allí, quería abrazar a alguien, a quien fuera, y decirle que lo quería, deseaba ver a Nelly y a Otis y a Henry. Y si alguna vez conseguía salir del hospital, iba a llevar a Meredith Brookstone a la fiesta de la Libertad otra vez, y después, le iba a dar un beso que jamás olvidaría.

Estaba vivo. Increíblemente, estaba vivo.

Y estaba en el hospital... donde los médicos y las enfermeras seguramente se habrían percatado de su gusto por la sangre y sus colmillos afilados como cuchillas.

Vlad giró la cabeza, sintiéndose más ligero, y miró a la enfermera que estaba examinando el gráfico que salía de una máquina junto a su cama. Tenía los labios secos cuando los separó para hablar.

—¿Dónde estoy?

La enfermera alzó la vista y lo miró con ojos sorprendidos.

—En el Hospital General de Stokerton. ¿Te duele algo?

Vlad se humedeció los labios.

—No. Pero tengo sed.

Sin una palabra, la enfermera salió por la puerta. Cuando regresó, un momento después, llevaba un vaso de agua. Vlad bebió lentamente a través de una pajita. Se aclaró la garganta y preguntó:

—¿Está mi tía aquí?

La enfermera sonrió y le dio unas palmaditas en el brazo.

—Acaba de salir hace un momento. Creo que tu tío está en la sala de espera. ¿Quieres que lo llame?

Vlad la miró, sorprendido.

—¿Otis está aquí?

Sin contestar o sin esperar una respuesta de Vlad, la enfermera desapareció otra vez por la puerta, dejándolo solo en la habitación.

En un pequeño panel a su izquierda había unos botones. Vlad probó con varios hasta que dio con uno que subió el respaldo de la cama hasta dejarlo casi vertical. Después, levantó la sábana y vio con horror que llevaba uno de esos camisones a cuadros azules de hospital. Esperaba al menos que quien se lo hubiera puesto fuera un enfermero, aunque lo dudaba. Se pasó una mano con cuidado por el pecho y notó los vendajes que lo envolvían confortablemente.

Escuchó unos pasos apresurados por el pasillo y cómo el personal del hospital le llamaba la atención a alguien. La puerta del cuarto se abrió de golpe y apareció Otis con una profunda expresión de alivio. Cuando miró a Vlad a los ojos, suspiró.

—Gracias a Dios. Pensé que no lo conseguirías.

Vlad se estremeció ante una punzada de dolor en el pecho.

—Pues ya somos dos.

Otis cerró la puerta tras de sí y se acercó a la cama.

—¿Cómo te encuentras?

Aliviado. Aliviado por poder ver la cara de su tío otra vez después de haberse despedido de él mentalmente para siempre. Eso fue lo primero que le vino a la cabeza, pero no lo dijo. Aguantó las lágrimas e intentó mantener la voz calmada.

—Cansado. Pero por lo demás, bien. La enfermera dice que Nelly está aquí.

Otis asintió y contempló con anhelo la bolsa de sangre de Vlad. Tenía los ojos hundidos, como si no se hubiera alimentado en días.

—Acaba de salir con Henry a comer algo. Volverán dentro de nada.

El efecto calmante de la morfina lo abandonó por un momento y se aferró con fuerza a la mano de su tío.

—D’Ablo está vivo. No sé cómo. Bebió de mi sangre. Y... Joss...

Otis alzó una mano.

—Lo sabemos todo, Vladimir. Siento mucho no haber llegado a tiempo.

—Joss me clavó una estaca. Es el cazador. —Vlad luchó contra las lágrimas al recordarlo.

Su tío frunció el ceño.

—Lo sabemos.

—¿Quiénes?

Otis asintió.

—Vikas y yo. En cuanto recibí la carta donde me hablabas del ataque de Jasik, subí a un avión para venir aquí. Sin embargo, el Consejo de París me retuvo en Francia. Vikas me ayudó a escapar de Elysia hace solo unos días, después de probar que D’Ablo seguía vivito y coleando. Estábamos en el coche, a solo unos minutos de Bathory, cuando recibí tu grito telepático de socorro. Los dos intentamos alcanzarte con nuestras mentes, pero seguramente D’Ablo bloqueó todos nuestros mensajes. Sospecho que utilizó algún hechizo, pero no estoy seguro.

Las lágrimas inundaron los ojos de Otis.

—Cuando te vi allí tirado, con el trozo de madera clavado en la espalda y toda aquella sangre... —Tragó saliva—. Pensé que ya jamás tendría oportunidad de enseñarte todo lo que tenía pensado, que no podría mostrarte todo lo que me gustaría que vieras. Hay tantas cosas que no te he contado... Me gustaría pasar contigo mucho más tiempo y...

Vlad respiró hondo y tosió un poco ante el extraño burbujeo de su pecho.

—Esta es la primera vez que estoy en un hospital. ¿No se darán cuenta de que soy... diferente?

Otis se enjugó las lágrimas.

—Tardamos un poco en convencer a Nelly de que tenías que venir a Stokerton. Aquí tenemos médicos y enfermeras. Ahora estás bajo su cuidado, para no crear suspicacias.

Vlad lo miró sorprendido.

—¿Entonces esa enfermera...?

—Una de los nuestros, sí.

Alguien llamó suavemente a la puerta y, cuando se abrió, apareció Vikas. Aún llevaba el abrigo de piel y en su frente brillaban unas gotas de sudor.

—Hace calor en tu país, Vladimir.

Vlad sonrió.

—Sí, quizá deberías quitarte el abrigo.

Mientras Vikas le hacía caso, Vlad observó a Otis.

—Cuando Jasik me mordió, me sentí muy raro. Tenía calor, estaba mareado, cansado. Pero no me pasó eso cuando tú me diste mi marca. ¿Fue porque Jasik intentaba matarme?

En la habitación se hizo un extraño silencio durante unos minutos. Después, tras aclararse la garganta, Otis respondió:

—No, Vladimir. Jasik no intentaba matarte, eso iría contra la ley elysiana. Sin embargo, al igual que algunos vampiros creen que la sangre del pravus tiene grandes poderes curativos, otros piensan que si beben suficiente cantidad de su esencia, podrán soportar la luz del sol. Seguramente, Jasik cree que eres el pravus, o puede que bebiera mucha sangre, por si las moscas.

Vlad pensó en el agujero del estómago de D’Ablo y dejó escapar un trémulo suspiro. Se humedeció los labios.

—¿Y qué ha pasado con Joss?

Otis y Vikas intercambiaron miradas antes de que Otis contestara.

—Cuando llegamos al claro de Bathory, después de haberte buscado por todo el pueblo, te encontramos tirado en el suelo. Joss estaba a tu lado, en pie, con las manos ensangrentadas. De D’Ablo y Jasik no había ni rastro. Vikas comprobó que aún tenías pulso.

Vikas dejó su abrigo en una silla.

—Era muy débil, pero estabas vivo. Tu tío te examinó mientras yo interrogaba al chaval. No dijo nada, pero sus pensamientos lo delataron. Me ofrecí a destruirlo, pero Otis me negó ese placer. En su lugar, Nelly se lo llevó a casa y llamó a una ambulancia. Estaba muy disgustada.

Otis asintió muy serio.

—Vikas y yo decidimos tomar todas las precauciones posibles. Yo te agarré mientras él te sacaba la estaca. Luego me hice un corte en la muñeca y te di tanta sangre como pude.

Los ojos de Vlad se inundaron de lágrimas ante la generosidad de Otis. Luego negó con la cabeza.

—Pero ¿cómo sobreviví? O sea, cuentos de hadas aparte, ¿atravesar el corazón con una estaca no es mortal para todo bicho viviente?

De nuevo, Otis y Vikas se miraron, pero esta vez ninguno de los dos contestó.

Vlad los contempló durante un momento antes de proseguir.

—¿Qué pasó? ¿No acertó, no? Porque si lo hubiera hecho, no estaríamos teniendo esta conversación.

Otis clavó los ojos en el suelo, luego miró a Vikas y después a Vlad.

—Es posible que no te clavara la estaca en el corazón, sino que atravesara un pulmón, pero con lo rápido que empezaste a curarte cuando te puse la muñeca en la boca... no hay forma de saberlo con seguridad.

Vlad miró a Vikas y no encontró respuestas en sus ojos. Después se volvió hacia su tío.

—Piensas que soy el pravus, ¿verdad?

Otis se puso blanco como una sábana, pero no dijo nada.

—Oye —La voz de Vlad se quebró—. Mírame.

Tras un momento de duda, su tío hizo lo que le pedía.

—¿Crees que soy el pravus?

Otis cerró su mano sobre la de Vlad. Una intensa luz de esperanza se reflejó en sus ojos.

—Creo que un día serás un gran hombre, Vladimir. Y que las profecías y las costumbres no valen nada, son nuestras acciones las que deciden qué clase de hombres somos. —Le apretó la mano, y tensó la mandíbula con determinación—. Que tus acciones le hablen al mundo.

Vlad asintió, incapaz de decir nada.

Vikas apretó el hombro de Otis. Su tío alzó la vista y asintió, como si estuvieran manteniendo una conversación inaudible para Vlad. Otis miró una vez más a Vlad y se aclaró la garganta, con los ojos aún llenos de miedo.

—Voy a por Nelly. Querrá verte ahora mismo.

Vlad hizo un esfuerzo por no llorar y tragó saliva.

—¿Y qué pasa con D’Ablo?

Su tío se detuvo con la mano en el pomo de la puerta y carraspeó.

—Ha vuelto a Elysia para continuar con su presidencia.

Eso lo dejó sin palabras. Y si hubiera sabido qué decir, no lo habría hecho. A veces los silencios son más elocuentes.

Después de que Otis dejara la habitación, Vikas cerró la puerta y se volvió hacia Vlad. Sus oscuros ojos estaban llenos de preocupación.

—El chaval está aquí. Quiere hablar contigo.

Vlad frunció el ceño.

—¿Joss? —La mano se le fue instintivamente al vendaje.

Vikas asintió.

—Me quedaré contigo para que no haya problemas.

Vlad negó con la cabeza. No necesitaba una niñera ni un guardián. Joss, a pesar de todo, era su amigo. Pero cuando Vikas lo miró, Vlad supo que jamás podría comprender la amistad que existía entre él y el cazador. Dio un sorbo de agua y posó el vaso sobre la mesita junto a la cama.

—¿Cuándo podré verlo?

El vampiro se quedó muy quieto, observándolo como si quisiera decirle algo, pero cuando Vlad alzó una ceja, este simplemente se acercó a la puerta y la abrió sin decir ni una palabra.

Joss estaba en pie, en el pasillo, mirando fijamente el suelo entre sus pies. Entró en la habitación sin apenas alzar la vista. Vikas cerró la puerta y se quedó detrás de él, en actitud protectora, hasta que Vlad negó con la cabeza. Entonces eligió la silla más cercana. Tendría que conformarse con eso.

Vlad intentó mantener una actitud fría, después de todo, aquel tío le había clavado una estaca.

—¿Qué haces aquí, Joss?

El cazador alzó la vista, pero solo por un momento.

—No he venido a disculparme, si eso es lo que esperas.

Vlad apretó los labios.

—Intentaste matarme, ¿y no eres capaz de pedir perdón? ¿No crees que al menos merezco eso?

Joss negó con la cabeza. El suelo aparentemente había perdido su interés, porque ahora miraba a Vlad directamente a los ojos.

—No significaría nada. No lo diría de corazón.

—No tienes que decirlo de corazón. —Vlad respiró hondo, pero no mucho, porque la presión de las vendas se lo impedía. Bajó la voz—. Pero sería un detalle por tu parte. Al menos finge que te importa que esté en la cama de un hospital.

Joss se estremeció. Sus ojos se humedecieron, pero no derramó ni una lágrima.

—Me importa.

Vlad le miró a los ojos.

—Entonces, ¿por qué? ¿Por qué lo hiciste? ¿Por dinero? ¿Por diversión? ¿Por que soy un monstruo?

—Porque es mi trabajo. —Una lágrima traicionó su fría expresión y rodó por su mejilla. Se detuvo por un momento en la mandíbula antes de soltarse y caer al suelo.

—Prácticamente no sabes nada de nosotros. Temes lo que no conoces, y reaccionas con violencia a lo que temes. ¿Alguna vez has pensado en aprender algo más sobre la gente que matas? ¿No crees que les debes por lo menos eso? —Volvió a sentir un hormigueo en el pecho. Casi tosió, pero consiguió reprimir el impulso.

Los ojos del cazador ya no estaban húmedos.

—¿Quién soy yo para aprender nada de... ninguno de vosotros? Mis creencias han pasado de generación en generación. Son siglos de conocimiento y tradición.

—¿Alguna vez has probado a pensar por ti mismo? —Vlad lo miró furioso. Sus colmillos amenazaban con salir de las encías ante el olor de la sangre de Joss pulsando a través de sus venas, pero consiguió mantenerlos a raya—. Tengo suerte de que fallaras y me atravesaras un pulmón. ¿Por qué estás aquí? ¿Para rematar el trabajo, quizá?

Joss miró a Vikas.

—Con tu guardaespaldas aquí, eso sería una tontería por mi parte, ¿no crees?

Vlad sonrió.

—Tienes que admitir que es bastante estúpido que un cazador desarmado entre en una habitación con dos vampiros, ¿no te parece?

La profunda risa de Vikas retumbó en el cuarto.

Joss entornó los ojos.

—¿Quién dice que voy desarmado?

La risa de Vikas cesó de inmediato. Se incorporó y dio un paso hacia Joss, pero en seguida Vlad alzó una mano para detenerlo.

Se hizo el silencio en la habitación durante varios minutos.

—Oye —comenzó Vlad—. Cuidado con D’Ablo. Es mentiroso, malvado... tal y como yo lo veo, nos deja mal a todos los demás vampiros. Así que ten cuidado. Toma todas las medidas necesarias para protegerte.

Joss ladeó la cabeza.

—¿Por qué me dices eso?

—Porque... —Se le quebró la voz y se dio cuenta de que estaba llorando, puesto que notó las mejillas húmedas—. Porque eres mi amigo.

Joss se mordió el labio inferior para que dejara de temblar. Caminó hacia la puerta, iba a girar el pomo cuando se volvió hacia Vlad.

—He venido para decirte que vuelvo a Santa Carla.

Vlad frunció el ceño.

—¿Y tu trabajo aquí?

Joss negó con la cabeza.

—La Sociedad de Cazadores no me asignó esta misión, ¿recuerdas? Este era un asunto privado. Por lo que a ellos respecta, y tal y como les voy a informar, en Bathory no hay vampiros. —Joss sostuvo la mirada de Vlad durante un momento, luego abrió la puerta y salió del cuarto. Se detuvo y miró hacia atrás de reojo—. Por cierto, quizá te hiriera de pasada un pulmón, pero no fallé. Yo jamás fallo.

Vlad presionó el botón del panel de la cama hasta que estuvo en posición horizontal. Lágrimas calientes rodaron por sus mejillas hasta la almohada.

Ya no cabía duda alguna. No podía seguir negándolo.

Él era el pravus.

Vikas se acercó.

—¿Tienes dolores, Diablillo?

Vlad negó lentamente con la cabeza.

Vikas suspiró.

—El peor dolor del mundo va más allá de lo físico. Supera incluso a cualquier otro dolor emocional y es la traición de un amigo.

Vlad cerró los ojos y, a pesar de sus esfuerzos por no llorar, más lágrimas escaparon de sus ojos.

—A mí también me traicionó un amigo, Vladimir. Quizá algún día compartamos historias sobre este dolor y encontraremos algo que nos haga reír.

Vlad dejó de luchar contra las lágrimas y permitió que fluyeran con naturalidad. Deseó estar solo para dar rienda suelta a su dolor y llorar en la almohada, pero parecía que su amigo ruso se negaba a marcharse.

Vikas guardó silencio durante un momento y luego dijo:

—Deberías dormir un poco. Tu tía llegará pronto y, con todas sus atenciones maternales, no te dejará descansar.

Vlad casi pudo escuchar la sonrisa en la voz de Vikas. Después oyó que apagaba la luz y cerraba la puerta.

Se aferró al vendaje del pecho y lloró.

Aunque no recordaba haberse quedado dormido, debió de hacerlo porque, cuando intentó abrir los ojos, sintió los párpados pegados por el sueño. Alzó una mano y se frotó los ojos para quitarse las legañas. El único sonido en la habitación era la máquina que controlaba su ritmo cardiaco y que pitaba de vez en cuando. Iba a pulsar el botón de llamada cuando la puerta de su habitación se abrió.

Entró Nelly. Se le había corrido el rímel y tenía oscuros círculos bajo los ojos. Cuando lo vio comenzó a llorar de nuevo y lo abrazó. Vlad hizo lo mismo y luego la apartó suavemente para poder entender lo que le decía entre sollozos.

—Estás bien. Otis dijo que te recuperarías, pero yo no estaba tan segura. Creía..., ¡creía que te había perdido! —Ocultó el rostro entre sus manos de nuevo y Vlad la abrazó y dejó que se desahogara.

Luchó por contener las lágrimas, pero perdió la batalla y lloró en el hombro de Nelly mientras deseaba que todo volviera a ser normal. Deseó que todo el dolor y la pérdida que había sufrido, que los dos habían sufrido, desaparecieran. Por fin, se le acabaron las lágrimas e intentó incorporarse en una posición más cómoda, pero Nelly seguía aferrada a él.

Vikas abrió la puerta a Otis, que tardó varios minutos en convencer a Nelly para que se apartara de Vlad y llorara en su hombro. Henry estaba en el pasillo, con una venda en la frente y cara de preocupación. Tenía los ojos rojos e hinchados. Con un suspiro tembloroso, entró en el cuarto y cerró la puerta tras de sí. Su expresión pasó de triste a aliviada cuando se encontró con la mirada de su amigo.

Vlad le sonrió. Quería decir algo para reducir la tensión, para hacer desaparecer la pena, pero no se le ocurrió nada, así que simplemente se encogió de hombros y preguntó:

—¿Cuándo puedo volver a casa?

—Los médicos dicen que estarás aquí al menos un mes —dijo Otis por encima de los sollozos de Nelly—. Sin tener en cuenta lo rápido que te recuperes.

Vlad suspiró.

—¿Y cuánto tiempo te vas a quedar?

Su tío lo miró a los ojos. Un brillo de determinación iluminó su mirada.

—Hasta finales de verano. Y luego me marcharé en busca del ritual de pasaje que D’Ablo tanto necesita. Después de todo, mientras no lo tenga, estarás a salvo.

Vlad asintió, se sentía aliviado de que Otis se quedara un poco más, pero también algo impotente ante la rabia y tristeza que lo abrumaban. Finalmente se rindió y decidió recostarse y cerrar los ojos de nuevo.

—Oye, ¿no has dormido ya bastante? —Henry estaba junto a su cama, probablemente sonriendo.

Vlad abrió los ojos. Ahí estaba. La sonrisa de Henry. Tras un segundo, Vlad lo imitó.

—Ya dormiré cuando me muera.

Nelly lo miró con ojos desorbitados.

—¡Vladimir! ¡No tiene gracia!

Vlad sonrió.

—Vale, pues ya dormiré cuando sea un no-muerto.

Henry la pilló al vuelo.

—Demasiado tarde.

Otis calmó las protestas de Nelly llevándosela hacia la puerta con promesas de café caliente. Vikas los siguió, tras intercambiar unas miradas con Vlad y su divertido lacayo.

Cuando se quedaron solos, Henry le dijo:

—Bueno, si lo de la estaca en el corazón no es más que un mito, ¿qué otros estereotipos serán falsos? O sea, ¿y tu fuerza sobrehumana?

—No pierdas la esperanza. —Vlad rió entre dientes y se estremeció ante el dolor del pecho.

Apuntó al vendaje en la cabeza de Henry.

—¿Qué te ha pasado?

Su amigo alzó la mano hasta la venda y frunció el ceño.

—Oh, esto. Pues fue una cosa muy rara. Tuve la sensación de que tenía que encontrarte, como que estabas en peligro o algo así. Pero apareció un tío de repente y me dio un golpe en la cabeza. Me desperté unas horas después y entonces me contaron que estabas herido. Tu tío me dijo que ese tal Jasik me había dejado fuera de juego el tiempo suficiente para clavarte la estaca.

—Caray, Henry. —Vlad negó con la cabeza, asombrado. Según parecía, D’Ablo y Jasik lo habían tenido todo bien planeado.

Henry adoptó un tono más serio.

—En cuanto a Joss...

Vlad miró la puerta.

—No quiero hablar de él. De hecho, preferiría olvidar todo lo que ha pasado.

Su amigo asintió y guardaron silencio durante unos momentos. Después, con total naturalidad, Henry sonrió y dijo:

—Eh, ¿has visto lo buenorra que está la enfermera del final del pasillo?