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Cazador a sueldo
COGIÓ la fotografía y estudió el rostro del chaval. Salvo por la pálida tez y los ojos inteligentes, nadie sospecharía que fuera otra cosa que un adolescente normal. Pero Jasik sabía que las cosas no eran tan sencillas.
—¿Entonces es este? —Alzó la vista hacia el hombre que había detrás del escritorio, que asintió una sola vez.
—Vladimir Tod. —La voz del hombre era grave y ronca.
Jasik guardó la foto en el bolsillo de la camisa, se llevó la mano a la boca y carraspeó.
—Necesitaré material, por supuesto.
—Tendrás todo lo que quieras. —El rostro del hombre se retorció en una expresión de amargura.
Jasik atravesó la habitación y miró por la ventana. Las calles de la ciudad estaban oscuras a pesar de las farolas. En las aceras, los transeúntes se movían como hormigas, evitando los pequeños charcos de luz. Era difícil diferenciar a los humanos de los vampiros. Si el sol saliera de repente y los bañara con su luz, ¿se escabullirían y buscarían la oscuridad en otro lugar?, se preguntó.
—¿Puedo preguntar cómo supo de mí?
El hombre detrás del escritorio tosió sobre un pañuelo antes de contestar. Cuando lo apartó de sus labios, estaba manchado de un rojo brillante.
—No estoy para jueguecitos, Jasik. Sé hace muchos años que vendes tus... servicios. ¿Cazarás al chico o no?
Jasik se volvió hacia el hombre y sonrió con afectación.
—Mis servicios son caros.
—Te garantizo que estoy dispuesto a pagar lo que sea.
El hombre sentado tras la mesa se inclinó hacia delante y abrió un talonario. Tras garabatear algo durante un momento, se detuvo y miró al cazador.
—Lo único que tienes que hacer es decirme cuántos ceros.
Jasik se acercó al escritorio y contempló el talón. La tinta aún no se había secado cuando dijo:
—Tres más y trato hecho.