Capítulo 13

“Tú, arte de la pregunta sin responder;

No pudiste ver tu propio ojo,

Siempre que preguntas, preguntas;

Y cada respuesta es una mentira.”

– Ralph Waldo Emerson, "La Esfinge"

Kaye se abrió camino entre el gentío con Corny y Luis, apartando de un empujón cuerpos de cáscaras de fruta de color lavanda y bateando a un lado nubes de duendes del tamaño de alfileres. Un phooka con una cabeza de la cabra y yermos ojos blancos la llamaron mientras pasaba, chupándose los dientes con la lengua de un gato. “¡Licksy tricksy pixie!” Sumergiéndose bajo el brazo de un ogro, Kaye brincó encima de un marcador serio para evitar tres spindly hobmen trabados en un abrazo en la tierra.

De la parte superior del marcador, examinó al tribunal. Vio a Ruddles bebiendo de un tazón y pasándolo a un número de otros seres con cabezas de animales. Ellebere se levantaba al lado de él – el cabello desvaneciéndose de vino hacia oro a medida que caía por sus hombros, su armadura de un verde profundo y musgoso.

Roiben mismo hablaba animadamente con una mujer tan delgada como una varita, su largo cabello negro anudado en una capa enjoyada que drapeaba sobre su espalda para igualar la larga y tirante cola que estaba también cargada con joyas. Desde donde el a estaba, Kaye no podía decir de qué discutían, sólo que él se inclinaba mucho más hacia adelante y que la mujer gesticulaba con sus manos.

Luego, abruptamente, Roiben cambió de dirección y miró en dirección de Kaye. Kaye estaba tan sorprendida que se cayó. Olvidó agitar sus alas. Su cabeza golpeó una piedra, y lágrimas brotaron de sus ojos. Por un momento ella justamente yació allí, descansando su cabeza en contra de la tierra y escuchando a la gente arremolinándose alrededor de ella. Fue horrible estar tan cerca de él, horrible cómo brincó su corazón.

“No deberías comer los huesos si los masticas como eso". Oyó a alguien decir cerca. “Son demasiado afilados. Cortan en pedazos tus entrañas.”

¿”No te convertiste en un pequeñ escarabajo?” Dijo otra voz. “La médula es mejor que la carne, pero tienes que lograr pasar a través de los huesos para conseguirla.”

Corny alcanzó una mano hacia Kaye para ponerla sobre sus pies. “No pienso que te vio.”

"Quizá no, pero yo sí". Una mujer, sus alas tan andrajosas que sólo las venas colgaban de su espalda, miró hacia abajo a Kaye.

Sujetaba un cuchillo tan curvado como una serpiente, y su armadura brillaba el mismo púrpura brillante del caparazón de un escarabajo.

"Dulcamara,”Kaye dijo, levantándose. “Mis amigos necesitan hablar con Roiben.”

"Quizá después del duelo,”el a dijo. Sus ojos rosados estimaron a Kaye con desprecio.

“tienen que hablar con él ahora,”dijo Kaye. “Por favor. No puede batirse en duelo. Tiene que cancelarlo.” Dulcamara lamió el borde de su hoja, pintándolo con la sangre de su boca. “Jugaré al mensajero. Dame tus palabras y yo se las llevaré con mi propia lengua.”

“Tienen que decirle ellos mismos.”

Dulcamara negó con la cabeza. “No permitiré más distracciones tuyas de las que ya ha aguantado.” Corny dio un paso adelante. “Simplemente por un momento. Sólo tomará un momento. Él me conoce.”

“Los mortales son mentirosos. No lo pueden evitar, “dijo el caballero faerie. Kaye podía ver que los dientes eran tan agudos como el cuchillo en su mano, y a diferencia de las sirenas, los de ella eran óseos. Ella le sonrió a Corny. “Es tu naturaleza.”

"Entonces déjame ir,”Kaye dijo. “No soy mortal.”

“No puedes". Luis puso su mano en su hombro. “¿Recuerdas? No tiene permitido verte.” Los mortales son mentirosos. Mentirosos.

"Ciertamente,”Dulcamara dijo. “Acércate a él y te atravesaré de lado a lado. No más de los juegos de encanto que jugaste en la Corte Seelie.”

Una y otra vez Kaye oyó repetir las palabras: Mentirosos. Mentira. Mentira. Mintiendo. Muriendo. Muerto. Pensó acerca del ajedrez de faeries de Corny. Tenía que cambiar las reglas del juego. Tenía que solucionar la búsqueda. Tenía que ser el único cambio. ¿Pero cómo podía mentir sin mentir?

Kaye miró encima en donde Roiben se levantaba, su armadura siendo atado con correas en su espalda. Su largo cabello peinado en dos trenzas en el frente, cada una envuelta con un broche de plata afilado al final. Se vio pálido, su cara apretada, como con dolor.

"Oh,”Kaye dijo, y entonces se lanzó al aire.

“¡Alto"! Dulcamara gritó, pero Kaye ya estaba en el aire, batiendo alas frenéticamente. Por un momento, tuvo una vista del faro en la costa lejana de City Island, y las luces de la ciudad de brillo vacilante más allá, y en ese momento se dio cuenta que podría mantenerse volando – arriba y arriba y arriba. Medio aterrizó, medio cayó a los pies de Roiben en lugar de eso.

"Tú,”dijo, y ella no podría analizar el tono de su voz.

El ebere agarró sus muñecas y las torció detrás de su espalda. “Éste no es lugar para una pixie.” Ruddles la señaló con una mano garra. “Para pararte ante nuestro Señor y nuestro Rey, has debido completar tu búsqueda. Si no, la costumbre nos permite desgarrarte... ”

“No me importa lo que la costumbre dicta,”Roiben pronunció, haciendo un gesto a su chambelán. Cuando miró a Kaye, sus ojos estaban vacíos de cualquier emoción que ella conocía. “¿Dónde está mi hermana?”

"Silarial la tiene,”Kaye dijo a la carrera. "Ethine es de lo que vine a hablar contigo". Por primera vez desde el Diezmo, ella le tuvo miedo. Ya no creía que no la lastimaría. Se vio como si él lo podía saborear.

Lame la mano a la Reina de de la Corte Seelie, Rath Roiben Riven. Lame como el perro que eres.

"Su Señoría,”dijo Ruddles, “aunque no elegiría contradecirte, ella no puede quedarse en tu presencia. No ha completado la búsqueda que usted le otorgó.”

“¡Dije que la dejes! Roiben gritó.

“Puedo mentir,”Kaye se atoró, su corazón palpitando como un tambor en contra de su piel. La tierra se inclinó bajo sus pies y todo el mundo alrededor de ella se volvió silencioso. Ella no tenía ni idea si podría llevar a cabo esto. “Puedo mentir. Soy el faerie que puede mentir.” "Eso es una tontería,”dijo Ruddles. “Pruébalo.”

“¿Estás diciendo que no puedo?” Kaye preguntó.

“Ningún faerie puede decir una mentira.”

"Entonces,” Kaye dijo, soltando su aliento en una prisa mareada. “¿Si digo que puedo mentir y usted dice yo no puedo, entonces uno de nosotros esta diciendo una mentira, correcto? De ese modo soy un faerie que puede mentir, o usted lo es. De una u otra manera, he completado mi búsqueda.”

"Eso apesta a un acertijo, pero no veo falla,” el chambelán dijo.

Roiben hizo un sonido, pero ella no pudo decir si era una objeción. Ella pensó que podría haber sido una risa.

"Ingenioso. La sonrisa abierta de Ruddles estaba llena de dientes, pero le dio palmadas en la espalda. “Aceptamos tu respuesta con placer.” “supongo que has tenido éxito, Kaye,”dijo Roiben. Su voz fue suave. “Desde este momento en adelante tu destino está atado a la Corte Unseelie. Hasta el momento de mi muerte, eres mi consorte.”

"Diles a que me dejen ir,”Kaye dijo. Ella había ganado, pero su victoria se sintió tan nicho como un huevo explotado.

"Desde que eres mi consorte, les puedes decir tú misma,”dijo Roiben. Él no encontró sus ojos. “No deben negarte ahora.”

El ebere dejó caer los brazos de Kaye antes que ella pudiese hablar. Tropezando, ella empezó a mirarlos furiosamente a él y a Ruddles. "Ve,”ella dijo, tratando de sonar a orden. Su voz se interrumpió.

Miraban hacia Roiben y se movieron a su inclinación de cabeza. Era aún apenas privacidad, pero era lo más cercano que tenía probabilidad de obtener.

“¿Por qué haz venido aquí?” Preguntó.

Quiso rogarle que sea el Roiben que ella conoció, el que dijo que ella era la única cosa que él quería, el que no la había traicionado y no la odiaba. “Mírame. ¿Por qué no me miraras?”

"Verte es un tormento. Sus ojos, cuándo él los levantó, estaban llenos de sombras. “Pensé que si te mantenía apartada de esta guerra, sería lo mismo que mantenerte segura. Pero al í estabas sin embargo en medio de la Corte Seelie como para probarme un tonto. Y

aquí estás otra vez, cortejando el peligro. Sólo quise salvar una cosa, simplemente una cosa, para probar que había algo bueno en mí después de todo.”

“No soy una cosa,”Kaye le dijo.

Él cerró sus ojos por un momento, cubriéndolos con largos dedos. “Sí. Por supuesto. No debería haber dicho eso.” El a atrapó sus manos y él la dejó sacarlas de su cara. Estaban tan frías como la nieve que caía.

“¿Qué te estás haciendo a ti mismo? ¿Qué está pasando?”

“Cuando me convertí en Rey de la Corte Unseelie, pensé que podíamos no ganar la guerra. Pensé que pelearía y moriría. Hay un tipo de regocijo alocado en aceptar la muerte como un costo inevitable.”

“¿Por qué?” Kaye preguntó. “¿Por qué amarrarte a semejante miserable destino? ¿Por qué no simplemente decir ' jódanse, voy a hacer pajareras' o algo por el estilo?”

"Para matar a Silarial". Sus ojos brillaron intensamente como pedacitos de cristal. “Si ella no es detenida, nadie estará a salvo de su crueldad. Fue tan duro no partir su cuello cuando la besé. ¿Pudiste verlo en mi cara, Kaye? ¿Viste mi mano temblar?” Kaye escuchó su sangre dándole golpes a sus tímpanos. ¿Pudo confundir ella realmente odio con anhelo? Recordando la sangre en la boca de Silarial, pensó en la forma que sus ojos habían parecido vidriosos con pasión. Ahora parecían más cercanos a la locura. "Entonces por qué la besaste...”

"Porque son mi gente". Roiben barrió su mano sobre el campo, tomando el cementerio y la prisión. “Quiero salvarlos. Necesitaba que ella creyese que estaba en su poder entonces podría acceder a mis términos. Sé que debe haber parecido... ”

"Alto". Kaye sintió un dedo frío de temor temblar hacia arriba por su columna vertebral. “vine aquí a decirte algo,”ella dijo. “Algo que resolví acerca de la batal a.”

Él levantó una ceja plateada. “¿Qué es eso?”

“Silarial va a escoger a Ethine como su campeón.”

Su risa fue casi un sollozo, fugaz y terrible.

Cancela el duelo,”Kaye dijo. “Encuentra alguna excusa. No pelees.”

“¿Me pregunté qué cosa terrible ella podría poner contra mí, qué monstruo, qué magia? Olvidé qué tan lista es.”

“No tienes que combatir con Ethine.”

Negó con la cabeza. “No entiendes. Lejos más de lo debido está en peligro esta noche.” El frío se propagó de su corazón para congelar su cuerpo. “¿Qué vas a hacer?” Su voz emergió más afilada de lo que ella había pretendido.

“Voy a ganar,”él dijo. “Y me harías un gran servicio si le dijeses a Silarial que lo dije.”

“¿Lastimarías a Ethine?”

“Pienso que es tiempo de que te vayas, Kaye". Roiben meció una correa con su vaina pegada sobre su hombro. “No te pediré que me perdones, porque no lo merezco, pero yo te amé. Él miró hacia abajo mientras dijo las palabras. “Te amo.”

“Entonces deja de hacer esto. Basta de decirme tanta mierda. No me importa si es por mi bien o por qué estúpida razón... ”

“Te digo toda la mierda…,”Roiben dijo, y escucharlo jurar le dio risa. Él sonrió de regreso, simplemente un poco, como entendiendo el chiste. En ese único momento él pareció dolorosamente familiar.

Él extendió la mano, todavía sonriendo, como si él fuera a tocar su cara, pero él trazó la forma de su cabello en lugar de eso. No fue incluso un toque verdadero, ligero como pluma y nunca próximo a descansar, como si él estuviese asustado de atrévase a más. Ella tembló. "Si en realidad puedes mentir,” dijo, "dime que todo esto terminará bien esta noche".

El aire helado sopló un pequeño remolino delgado de nieve y sacudió hacia atrás el cabello de Roiben a medida que él caminaba a grandes pasos más al á de los sepulcros hacia el área marcado para el duelo. Las cortes Nocturna y Bril ante esperaban desasosegadamente en un círculo suelto, susurrando y gorjeando repetidamente, jalando sus capas de piel más cerca. Kaye se apresuró detrás del borde del gentío hacia donde los cortesanos de la Reina Brillante se levantaban, sus trajes de noche trémulos soplados por el viento.

Ellebere y Dulcamara caminaron al lado de Roiben, su armadura como de insecto brillando intensamente en contra del paisaje escarchado y los marcadores de piedra. Roiben vestido de gris como el cielo nublado. Talathain y otro caballero flanqueaban a Silarial. Traían puesto cuero con tinte verde con parches dorados que tachonaban sus hombros y sus brazos como las marcas en una oruga. Roiben se dobló en un arco tan profundo que podría haber tocado la nieve con sus labios. Silarial hizo sólo una sacudida vacía.

Roiben se aclaró la voz. “Por decenios ha habido una tregua entre las cortes Seelie y Unseelie. Soy prueba de y testigo de ese viejo pacto, y sría agente de él otra vez. ¿Lady Silarial, está de acuerdo que si derroto a su campeón, concederá una armonía entre nuestras dos cortes?” "Si da a mi campeón un golpe fatal, yo así juro,”Silarial dijo. “Si mi campeón agoniza en este campo, tendrá su paz.”

"¿Y tiene una ulterior apuesta en esta batalla?” Él le preguntó a ella.

Ella sonrió. “También cederé mi trono al Lady Ethine. Gustosamente colocaré la corona de la Corte Seelie en su cabeza, besaré sus mejillas, y renunciaré para ser su súbdito si gana.”

Kaye podría ver la cara de Roiben desde donde estaba, pero no podía leer su expresión.

"Y si muero en el campo de batal a,”Roiben dijo, “dominará la Corte Unseelie en mi lugar, Lady Silarial. A eso acuerdo.”

"Y ahora debo nombrar a mi campeón,”dijo Silarial, una sonrisa hendiendo su cara. “Lady Ethine, tome armas por mí. Debe ser la defensora de la Corte Bril ante.”

Hubo un silencio terrible entre la multitud congregada. Ethine negó con la cabeza silenciosa. El viento y la nieve alternante bajaron mientras el cuadro se contuvo.

"Cómo me debes odiar,”Roiben dijo suavemente, pero el viento pareció atrapar esas palabras y soplarlas fuera hacia la audiencia.

Silarial giró en su vestido blanco y caminó a grandes pasos desde el campo hacia su emparrado de hiedra. Su gente arropó a Ethine en una armadura delgada y colocó una larga espada en su flojo agarre.

"Vayan,” Roiben le dijo a Ellebere y Dulcamara. A regañadientes, dejaron el campo. Kaye podría ver la duda en las caras de la Corte Unseelie, la tensión mientras Ruddles apretó sus dientes juntos y observó a Ethine con ojos morados destellantes. Habían compartido su suerte de Roiben, pero sus lealtades eran inciertas y nunca más tanto como en este momento.

Hobmen caminó de arriba abajo por el borde exterior del círculo, esparciendo hierbas para marcar sus linderos.

En el centro del banco nevado, Roiben hizo un arco tieso y desenvainó su espada. Curveó como una luna creciente y bril ó como agua.

“No tienes la intención de hacer esto,”Ethine dijo, pero en su boca fue una pregunta.

“¿Estás lista, Ethine?” Roiben subió su espada de manera que la hoja pareció dividir en dos su cara, fundiendo media en la sombra.

Ethine negó con la cabeza. No. Kaye podría ver a la hermana de Roiben temblar convulsivamente. Las lágrimas bajaron corriendo por sus mejillas pálidas. Ella dejó caer su espada.

“Recógela,” dijo pacientemente, como para un niño.

Apresurándose, Kaye caminó hacia donde el Lady Brillante de la Corte Seelie se sentaba. Talathain levantó su arco, pero no la detuvo. El sonido de chocar hojas conjuntamente le hizo a ella volver a la pelea. Ethine se tambaleó de regreso, el peso de su espada haciéndole claramente perder el equilibrio. Kaye estaba mareada.

Silarial miró hacia abajo de su percha, cabello cobrizo trenzado con bayas de azul oscuro anudando un circlet de oro encima de su cabeza. Alisó la falda de su traje de noche blanco.

"Kaye,”ella dijo. “Qué sorpresa. ¿Estás sorprendida?”

“Él sabía que iba a ser Ethine antes que él fuese allí afuera, sabe.” Silarial frunció el ceño. “¿Oh?”

“Le dije. Kaye se sentó en el estrado. “Después que resolví su estúpida búsqueda.”

“¿Así es que eres consorte del Rey de la Corte Unseelie?” Silarial levantó una ceja. Su sonrisa se compadecía. “Estoy sorprendida que todavía le quieras.”

Eso picó. Kaye habría protestado, pero las palabras se torcieron en su boca.

"Pero entonces, sólo serás su consorte mientras él viva". La Dama Brillante revolvió su mirada hacia la pelea de dos figuras en la nieve.

"Oh, vamos,”Kaye dijo. “Actúa como si él fuese el mismo niño que usted envió fuera. ¿Sabe qué hizo cuando le conté sobre Ethine?

Se rió. Se rió y dijo que ganaría.”

“No,”dijo Silarial, cambiando de dirección también rápidamente. “No puedo creer que jugaría al gato y al ratón primero si él tuviese la intención de matarla.”

Kaye entrecerró los ojos. “¿Es eso lo que está haciendo? Tal vez no es justamente fácil asesinar a su hermana.” Silarial negó con la cabeza. “Él desea muerte, justamente como él me desea a mí, sin embargo quizá él desea no querer tampoco.

Él la dejará apuñalarle y quizá decirle alguna cosa dulce con la boca llena de sangre. Todo esto vituperar es para hacerla enojar, hacerla mecerse lo suficientemente fuerte para un golpe aniquilador. Lo conozco como tú no.” Kaye cerró sus ojos en contra de ese pensamiento, luego los forzó a abrirse. Ella no sabía. Ella honestamente no sabía si él mataría a su hermana o no. Ella incluso no sabía qué querer, ambas elecciones eran tan terribles. "Creo que no,”dijo cuidadosamente. “No pienso que quiera, pero ha matado a un gran número de personas que no quería matar.” En ese preciso instante, hubo un gran grito de la audiencia. Ethine yacía en la nieve, luchando para incorporarse, la punta de la hoja curvada de Roiben en su garganta. Sonrió abajo a ella bondadosamente, como si meramente había caído y él estaba a punto de ayudarla otra vez. “Nicnevin lo obligó a Asesinar,”Silarial dijo rápidamente.

Kaye dejó la cólera que sentía sangrar en su voz. “Ahora usted lo fuerza.” Las palabras de Roiben fueron llevadas sobre el campo. “Desde que parece que la corona de la Corte Bril ante vendrá a ti después de tu muerte, dime a quién deseas que se la otorgue. Déjame hacer esta última cosa por ti como tu hermano.” El alivio inundó a Kaye. Había un plan. Él tuvo un plan.

"¡Aguarda!” Silarial gritó, dando un salto de su trono provisional y caminando a grandes pasos sobre el campo. "Eso no fue parte del pacto". Mientras atravesaba el anillo de hierbas, se engancharon con fuego verdoso.

Wailing se levantó de la gente Unseelie mientras la Corte Brillante se volvió mortalmente silenciosa. Roiben se distanció de su hermana, quitándole la hoja de la garganta. Ethine caiga hacia atrás en la nieve, girando su cabeza así es que nadie le podría ver la cara.

"Tampoco lo fue interrumpir esta pelea,”él dijo. “No puede reconsiderar nuestro pacto ahora que ya no le favorece. Sus palabras silenciaron los gritos de la Corte Unseelie, pero Kaye podría oír a los demás quejarse desordenadamente.

Ethine se tropezó a sus pies. Roiben extendió su mano para ayudarla, pero ella no la tomó. Ella le miró con odio en sus ojos, pero no hubo menos odio cuándo ella miró hacia su ama. Ella recogió su espada y la sujetó tan apretadamente que sus nudillos se volvieron blancos. “Mi juramento fue que la corona iría a Ethine si mataba a mi campeón. No prometí que ella podría escoger a un sucesor”. La voz de Silarial sonó chillona.

"Eso no era tuyo para prometer,”Roiben dijo. “Lo que es de ella en la muerte, lo puede ceder con su último aliento. Quizá incluso te la cederá de regreso. A diferencia de la corona Unseelie, que es conquistada por sangre, el sucesor Seelie es escogido.”

“Yo no otorgaré mi corona a una de mis criadas, ni seré instruida por uno que una vez se arrodilló a mis pies. No eres parte de lo que Nicnevin fue.”

"y tu eres demasiado como ella,”dijo Roiben.

Tres cabal eros Seelie caminaron a grandes pasos sobre el campo, aglomerándose lo suficientemente cerca de Roiben para que si él se movía hacia Silarial, podrían ser más rápidos.

"Déjame recordarte que mis fuerzas doblegan las tuyas,”dijo Silarial. “si nuestra gente peleara, aun ahora, ganaría. Pienso que eso me da licencia para dictar términos.”

“¿Revocarás nuestro acuerdo, entonces? Roiben preguntó. “¿Detendrás este duelo?”

¡Antes de permitirte tener mi corona"! Silarial escupió.

“¡Ellebere"! Roiben gritó.

El caballero Unseelie extrajo una pequeña flauta de madera del interior de la muñeca de su armadura y la llevó a su boca. Sopló tres notas claras que viajaron sobre el gentío repentinamente quieto.

En los bordes de la isla, las cosas comenzaron a moverse. Merfolk se deslizaron encima de la costa. Faeries aparecieron de los edificios abandonados, avanzaron del bosque, y se levantaron de los sepulcros. Un ogro con una barba verdosa cruzó un par de hoces de bronce sobre su pecho. Un troll delgado con desgreñado cabello negro. Goblins sujetando dagas de cristal quebrado. Los civiles de los parques y las calles y los radiantes edificios habían venido.

Lo fey deportados.

Los murmullos del gentío se convirtieron en gritos. Una parte de la asamblea revolvió por armas.

Los fey solitarios y la Corte Nocturna se movieron para rodear la elite de la Corte Seelie.

“¿Planificaste una emboscada?” Silarial reclamó.

“He estado haciendo algunas alianzas". Roiben se vio como si estuviese tragándose una sonrisa. “Una parte – muchos – de los fey deportados estuvieron interesados en saber que los aceptaría en mi corte. Garantizaría su seguridad incluso, por un mero día y noche de servicio. Esta noche. Este día. No eres la única con maquinaciones, mi Lady.”

“veo que has jugado con un propósito,”dijo Silarial. Lo miró como si fuera un desconocido. “¿Cuál es? ¿Para qué intrigas? La muerte de Ethine te pesaría y la mancha de su sangre se escurriría en tu piel.”

¿"sabes qué desean para ti cuando te den la corona Unseelie?” El tono de Roiben fue suave, como si revelase un secreto. Kaye apenas podría atrapar sus palabras. “Que estés hecha de hielo. ¿Qué te hace pensar que tiene importancia lo que siento? ¿Qué te hace pensar que siento nada en absoluto? Rinde tu corona a mi hermana.”

“No lo haré,”dijo Silarial. “No lo haré nunca.”

"Entonces habrá una batalla,”Roiben dijo. “Y cuando la Corte Unseelie sea victoriosa, arrebataré esa corona de tu cabeza y la concederé como vea apropiado.”

"Todas las guerras tienen víctimas. Silarial inclinó la cabeza hacia alguien en el gentío.

La mano de Talathain bajó con fuerza sobre la boca de Kaye. Los dedos hincaron en la almohadilla suave de su mejilla y la carne de su lado mientras fue arrastrada sobre el campo.

"Haz un movimiento, da una orden,”dijo Silarial, girando hacia Kaye con una sonrisa, “y será la primera.”

"Ah, Talathain, cómo ha caído,”Roiben dijo. “Pensé que eras su caballero, pero te has convertido sólo en su leñador – llevando a las niñitas al bosque para arrancarles sus corazones.”

El agarre de Talathain en Kaye se tensó, haciéndola quedarse sin aliento. Trató de apisonar su terror, trató de convencerse a sí misma que si permanecía muy quieta, podría encontrar una salida a esto. Ninguna idea vino.

"Ahora cede tu corona, Roiben,”Silarial dijo. “Entrégamela a mí como deberías haber hecho cuando la obtuviste, como tributo adecuado para tu Reina.”

"Tú no eres su Reina,”Ethine dijo, su voz entorpecida. "y tampoco eres la mía". Silarial dio vuelta hacia ella, y Ethine clavó su hoja en el pecho de la Reina Brillante. Sangre caliente dejó una seña en la nieve, derritiendo docenas de cráteres diminutos como si alguien hubiese esparcido rubíes. Silarial tropezó, su cara una máscara de sorpresa, y luego se cayó.

Talathain gritó, pero l egó tarde, demasiado tarde. Echó a Kaye fuera de sus brazos. El a cayó sobre sus manos y rodil as, cerca del cuerpo de la Reina Brillante. Pasando por encima de las dos, meció su espada de oro hacia Ethine. Ella esperó por el golpe, no moviéndose para defenderse.

Roiben dio un paso delante de ella a tiempo de atrapar la espada con su espalda. El filo partió su armadura, abriendo una larga línea roja de su hombro hacia su cadera. Jadeando, cayó con Ethine bajo él. Ella gritó.

Roiben rodó al suelo y encorvándose, pero Talathain se había arrodillado al lado de Silarial, girando su cara pálida con una mano enguantada. Sus ojos antiguos se quedaron con la mirada fija arriba en el cielo gris, pero ningún aliento batió sus labios.

Roiben se levantó rígidamente, lentamente. El cuerpo de Ethine tembló de sollozos vacíos.

Talathain miró hacia ella. “¿Qué has hecho?” Exigió.

Ethine rasgó su vestido y su cabello hasta que Kaye atrapó sus manos.

"Él no merecía ser usado así,”ella dijo, su voz gruesa con lágrimas y furiosa risa faerie. Sus uñas afiladas se hundieron en la carne de Kaye, pero Kaye no la dejó.

"Está hecho,”Kaye la apaciguó, pero tenía miedo. Se sintió como si estuviera sobre un escenario, realizando una obra teatral, mientras las hordas de la Corte Unseelie y los exilados fey esperaban ansiosamente por una señal para caer con fuerza sobre la Corte Seelie que rodeaban. “Ven. Levántate, Ethine.”

Roiben cortó el circlet de oro del cabello de Silarial. Trozos de hebras cobrizas tejidas y bayas colgaron mientras lo sujetó en lo alto.

Esa corona no es tuya,”dijo Talathain, pero su voz careció de convicción. Él miró de la Corte Unseelie hacia los fey exilados. Detrás de él, los campeones de la Corte Bril ante se habían movido al borde de los terrenos del duelo, pero sus expresiones eran serias.

“Precisamente la alcanzaba para mi hermana,”Roiben dijo.

Ethine tembló ante la vista del circlet, atrapado con cabello y hielo.

"Aquí,”Roiben le dijo, limpiándola por completo con dedos rápidos y dándole brillo contra el cuero de su pechera. Se volvió rojo como rubís. Sus cejas subieron en confusión, y Kaye vio que su armadura estaba mojada con sangre, que se escurría hacia abajo del brazo para cubrir su mano en un guante empapado de sangre.

"Tu. . .,”Kaye dijo, y se detuvo. Su mano, casi había dicho, pero no era su mano la que estaba herida.

Pon tu títere en el trono,”dijo Talathain. “Puedes hacerla Reina, pero no será Reina por mucho tiempo.” Ethine tembló. Su cara estaba pálida como papel. “Mi hermano necesita a sus asistentes.”

“Le llevaste flores,” Roiben dijo. “¿No recuerdas?”

Talathain negó con la cabeza. “Ese fue hace mucho tiempo atrás, antes que ella matase a mi Reina. No, ella no regirá por mucho tiempo. Me encargaré de eso.”

La cara de Roiben se volvió descuidada, aturdida. “Muy bien,”dijo lentamente, como si descifrara las palabras conforme las decía.

“Si no le jurarías lealtad a el a, quizás te arrodil arás y me jurarás tu lealtad a mí.”

"La corona Seelie debe ser dada – no puedes asesinar tu camino hacia ella". Talathain apuntó su espada a Roiben.

"Espera,”Kaye dijo, tirando de Ethine a sus pies. “¿Quién quiere traer la corona?” La espada de Talathain no vaciló. “No importa lo que ella dice.”

“¡Importa"! Kaye gritó. “Su Reina hizo a Ethine su heredera. Te guste o no te guste, ella logra decir qué ocurre ahora.” Ruddles caminó a grandes pasos sobre el campo, dándole a Kaye una sonrisa rápida cuando la pasó. Aclaró su garganta. “Cuando una corte embosca y conquista a la elite de otra corte, sus reglas de herencia no son aplicables.”

“Seguiremos costumbre Unseelie,”Dulcamara ronroneó.

“No,”Kaye dijo. “Es la elección de Ethine quién obtiene la corona o si ella la conserva.” Ruddles comenzó a hablar, pero Roiben negó con la cabeza. "Kaye está en lo correcto. Deja a mi hermana decidir.”

"Tómala,” Ethine le dijo huecamente. “Tómala y se maldito.”

Los dedos de Roiben trazaron los símbolos en la corona con su pulgar. Sonó distante y extraño. “Parece que volveré a casa después de todo.” Talathain dio un paso hacia Ethine. Kaye dejó caer su mano, queriendo estar lista, aunque no tenía ninguna idea de lo que haría si él atacaba.

“¿Cómo puedes dar a este monstruo soberanía sobre nosotros? Habría pagado por su paz con tu muerte.” Él no la habría matado, Kaye dijo.

Ethine apartó la mirada. "Todos ustedes se han convertido en monstruos.”

"Ahora el precio de la paz es meramente su odio,”dijo Roiben. “Que estoy dispuesto a pagar.”

“Nunca te aceptaré como Rey de la Corte Seelie,”Talathain escupió.

Roiben colocó el circlet en su frente. La sangre manchó su cabello de plata.

"Está hecho, ya sea que lo aceptas o no,”dijo Ruddles.

"Déjame terminar el duelo en lugar de tu hermana,”dijo Talathain. “Lucha contra mí.”

"Cobarde,”Kaye dijo. “Él ya está herido.”

Tu Dama Brillante quebrantó su pacto con nosotros,”dijo Dulcamara. Ella recurrió a Roiben. “Déjeme matar a este cabal ero por usted, mi Lord.”

“¡Lucha contra mí!" Talathain exigió.

Roiben inclinó la cabeza. Metiendo la mano en la nieve, levantó su espada. Estaba nublado con frío. “Démosles el duelo para el que vinieron.” Talathain y Roiben se movieron en círculos el uno frente al otro lentamente, sus pies cuidadosos, sus cuerpos ladeándose hacia cada otro como serpientes. Ambas hojas tan extendidas que casi se tocaban.

Talathain azotó su hoja abajo. Roiben eludió con fuerza, apartando de un empujón al otro cabal ero hacia atrás. Talathain mantuvo la distancia. Entró, se meció, luego se retiró rápidamente, quedándose simplemente fuera el alcance de Roiben como si él estuviera a la espera de que se canse. Un único arroyo de sangre corrió como sudor hacia abajo del brazo de la espada de Roiben y sobre su hoja.

“Estás herido,”Talathain le recordó. “¿Cuánto tiempo piensas que puedes durar?”

"Lo suficientemente largo,”Roiben dijo, pero Kaye vio la humedad de su armadura y el corcoveo de sus movimientos y no estuvo segura. Le pareció que Roiben combatía con su imagen en el espejo, como si estuviera desesperado por cortar en lo que él podría haberse convertido "Silarial Estaba en Lo Correcto Acerca de Usted, ¿o no? dijo Talathain. "Dijo que querías morir"

"Ven a averiguarlo". Roiben barrió la espada en un arco tan velozmente que el aire cantó. Talathain esquivó, sus hojas chocando juntos, filo hacia el piso.

Talathain se recuperó rápido y le asestó un golpe al costado izquierdo de Roiben. Retorciéndose fuera, Roiben agarró la empuñadura del otro caballero, haciendo subir la espada de Talathain y pateando contra su pie.

Talathain cayó en la nieve.

Roiben se mantuvo de pie sobre él, apuntando la hoja a la garganta del caballero. Talathain se quedó quieto. “Ven y obtén la corona si la deseas. Ven y tómala de mí.”

Kaye no estaba segura si escuchó una amenaza o una súplica en esas palabras.

Talathain no se movió.

Un faery con piel como piñas de ciprés, grosero y chiflado, le quitó la espada de oro de Talathain de sus manos. Otro escupió en la nieve mugrienta.

“Nunca mantendrás ambas cortes,”Talathain dijo, luchando para ponerse sobre sus rodillas.

Roiben se balanceó un poco, y Kaye puso su brazo bajo el suyo. Vaciló un momento antes de apoyar su peso contra ella. Ella casi se tambaleó.

“Mantendremos a la Corte Brillante tal como su ama nos hubiese sujetado,”Dulcamara ronroneó, en cuclillas al lado de él, un cuchillo brillante tocando su mejilla, la punta presionando en contra de la piel. “Inmovilizada en la suciedad. Ahora dile tú a nuevo Lord qué estupendo perrito su ingenio le ha comprado. Dile que ladrarás a su orden.” Ethine se levantó tiesa y sosegada. Cerró sus ojos.

“No serviré a la Corte Unseelie,”Talathain dijo a Roiben. “No me volveré como tú.”

"Te envidio esa elección,”dijo Roiben.

"Lo haré ladrar,”Dulcamara dijo.

“No,”Roiben dijo. “Déjalo ir.”

El a miró hacia arriba, asombrada, pero Talathain estaba ya sobre sus pies, abriéndose camino entre el gentío mientras Ruddles gritó, "Contemplen a nuestro indudable Lord Roiben, nuestro Rey de ambas cortes Unseelie y Seelie. Hágale sus reverencias a él.” Roiben bambaleó ligeramente, y Kaye apretó su agarre. De alguna forma él quedó de pie, aunque su sangre daba brillo a su mano.

“seré mejor de lo que ella fue,”le oyó decir. Su voz era todo aliento.