A LAS OCHO TE PONGO EL MOCHO
La yegua cambió de color. Se volvió violácea bajo los rayos del sol.
Aún estaban tumbados en círculo a su alrededor, acostumbrados al hedor insoportable.
—A quien llevan más recio es a Agar —dijo Tín Marbán.
—Me pegaron siempre —dijiste. Te echaste hacia atrás y comentaste:
—Es bueno que me pase. Así me voy acostumbrando a los golpes de la vida.
Pero mentías. Tratabas de buscarle una ventaja a tu desgracia.
—No me gustaría aprender así —dijo Quico Costillas—. No, no. Si mi padre me pega así, lo mato.
—Mi padre me pega cuando tiene el día jodido —dijo Guineo.
Y los Chicos Malos rieron.
—Y casi siempre tiene el día jodido —añadió Guineo, y continuaron las risas.
—Aquí todos estamos jodidos —opinó Tín Marbán—. Es la ley. A mi padre lo jodió mi abuelo. Y a mi abuelo lo jodió mi bisabuelo. Y a mi bisa mi tátara. Y ahora mi padre me jode a mí. Y el que me caiga debajo lo jodo yo.
—Ey, gallos... ¿quién de aquí no ha pensado matar a su padre alguna vez?
Silencio.
Quedaste mirando el romerillo. Un día, en el jardín, tú lo habías pensado. Pensaste que Mamá Pepita era una adelfa y tu padre una vicaria. Mecánicamente fuiste arrancando las flores. Descabezando, desmembrando, deshojando. Mamá Pepita se asomó a la puerta y soltó un grito de horror.
—¡Destructor!
El jardín estaba arruinado. Era un cementerio de pétalos y cabezas descuajadas. Por la noche Papá Lorenzo te llamó aparte.
—Ven acá, muchacho. Porque tú eres un caso digno de estudiar. ¿Me quieres decir qué sacaste rompiendo esas flores? ¿Qué te impulsa a destruir? ¿Qué? ¿Qué? ¿Qué?
Súbitamente comenzó a golpearte. Tú reculaste hacia la pared tratando de cubrirte, sin responder.
—¿Por qué arrancaste las flores?
—¡No sé! —gritaste al fin— ¡No me preguntes!
—Cabrón muchacho —rezongó Papá Lorenzo, cansado de pegar—. Carne de presidio.
Y quedó un rato así, mirándote con rencor. Y después pareció como si recordara algo semejante, muchos años atrás. Y volvió a mirarte esta vez con extrañeza.
Y se olió bajo los brazos. Y volvió lentamente al periódico, rascándose la nuca.