si Agar le dio a tu padre el hijo que tanto quería, ¿por qué tuvo que abandonarlos en el desierto, por qué fue tan cruel?
fue Sara, mi madre, quien se lo exigió / yo acababa de cumplir cuatro años pero mi padre ni siquiera me miraba / para él sólo existía mi hermano Ismael / nunca lo habían visto comportarse así / perdió la cabeza por el hijo de aquella esclava / incluso se olvidaba de sus oraciones para estar a su lado / pedía a las mujeres que se lo llevaran, pues él no se atrevía a tomarlo en sus brazos / las esclavas lo bañaban cada noche y él las veía reírse y jugar con él / ay, qué desgraciadas somos, le decían riendo / cuando crezcas, nosotras seremos viejas y no nos querrás llevar a tu lecho / alababan el color de su piel, el suave aroma que desprendía su cuerpo, su rostro delicado como las anémonas, sus balbuceos y risas, que recordaban las delicias del amor / y mi padre no podía entender por qué Yahvé les había entregado una criatura tan hermosa, ¿tal vez para honrar el mundo alegre de la juventud? / cuando por fin nací yo, mi padre apenas me miraba y mi madre se dejó arrastrar por los celos / ella era la auténtica esposa, ¿cómo podía soportar que una vulgar esclava les robara a ella y a su pequeño heredero el amor de su esposo? / ¿de qué le había servido escuchar a aquellos mensajeros cuando era ya una vieja?
¿de qué hablas? / ¿quiénes eran aquellos mensajeros?
eran tres hombres jóvenes y vestían preciosas túnicas de seda / no llevaban turbante, ni se cubrían la cabeza, y el viento agitaba sus cabellos / se detuvieron a unos mil codos de nosotros, sobre una pequeña colina, y pidieron a un pastor que avisara a mi padre / cuando regresó al campamento le temblaban tanto las manos que no se podía llevar la cuchara a la boca / contó que los había invitado a hospedarse en su tienda, pero ellos habían preferido quedarse en la colina, pues no querían ser molestados / permanecieron allí tres días, entre los terebintos / no comían, apenas se movían, como si fueran estatuas / no se relacionaban con nadie, había algo opresivo en su presencia que hacía que ni los más atrevidos quisieran acercarse a ellos / no pasaba sólo con los hombres, tampoco los animales lo hacían / por las noches los oían recitar sílabas extrañas y oscuras, cuyo sonido repetitivo y salmódico les llenaba de congoja / nunca se los vio dormir / sólo mi padre se acercaba a ellos y desde lejos los veían hablar, aunque nunca supieron de qué / al tercer día, mi padre le rogó a su esposa que le acompañara porque los extranjeros se lo habían pedido / ella se puso su mejor túnica y se cubrió la cabeza con un velo, pues estaba escrito que las mujeres se cubrieran la cabeza en señal de sumisión cuando iban a hablar con los sacerdotes / los vieron acercarse a la colina y detenerse junto a aquellos hombres / mi padre se quedó aparte, mientras mi madre y ellos ascendían juntos la colina en dirección a los terebintos, que estaban llenos de bayas rojas / se movían sin levantar los pies del suelo, arrastrándolos sobre la arena, como si llevaran sobre la espalda un peso insoportable / uno de ellos tenía joroba / los frutos de los terebintos eran muy apreciados por los pájaros, pero no había por los alrededores ninguno, ni se oían sus cantos ni el sonido de otras criaturas / era como si todo aquello sucediera en un sueño / mi madre contaría luego a las mujeres que mientras caminaban los oía respirar con dificultad, como si estuvieran sufriendo / también les habló de la intensidad con que la miraban, de sus largos cabellos, delicados como los de las mujeres, y de cómo los dedos de sus manos estaban unidos por una membrana / cuando por fin se separó de ellos y fue en busca de mi padre, se tapaba la boca con el velo / los extranjeros se fueron esa misma noche y a ella, en los días siguientes, empezó a darle la risa en los momentos más inesperados / cuando discutía el precio del grano, cuando visitaba las tierras o contaba las ovejas, cuando, al lado de mi padre, se arrodillaba a rezar / a veces los ataques de risa eran tan fuertes que tenía que irse a todo correr, como si temiera contagiar su locura a los que estaban a su lado / todos la criticaban, pero ¿acaso sabían por qué se comportaba así, qué había en su corazón? /¿qué sabíamos de los demás, qué sabían los adultos de la locura de los niños, los hombres de los deseos de las mujeres, los matarifes de la mansedumbre de los corderos? / ¿acaso se preguntaban unos a otros por lo que pasaba? / y en aquel campamento, ¿conocían las preocupaciones de mi madre? / no, se limitaban a criticarla y a acusarla de ser una mujer frívola que no respetaba a su marido como debía / pero nadie sabía lo que ella y los extranjeros habían hablado en la colina
los hombres temen a la noche, por eso encienden hogueras, lámparas para iluminar sus tiendas / pero esas lámparas qué iluminan / tanta luz exterior y tanta oscuridad en sus corazones / los enigmas crecen en vez de disminuir / no hay esperanza para nadie
le habían dicho que pronto concebiría un hijo, pero ¿cómo iba a ser posible si era una vieja? / se lo dijo a las otras mujeres y éstas la cubrieron de caricias y besos y sacaron vino para celebrarlo / fue así como se las encontró mi padre / regresaba de sus oraciones y, al verlas bailando y bebiendo, le preguntó a mi madre qué pasaba / y ella cogió su seca mano y la puso sobre su vientre / vas a tener un hijo, le dijo, bailan porque comparten nuestra felicidad / mi padre mandó sacrificar varios corderos y que se asara y se repartiera la carne, y celebraron la noticia hasta el amanecer / estaban agotados por el trabajo y la dureza de sus vidas, pero esa noche sus espíritus se alegraron como si hubiera vuelto para ellos el tiempo loco de la cosecha y de los abrazos / y así fueron pasando los meses y una noche llena de estrellas vine yo al mundo / me pusieron de nombre Isaac, que significa «el que hará reír», en recuerdo de aquella sonrisa de mi madre
tu hermano no se separaba de ti / te daba dátiles y frutos secos, te limpiaba la cara cuando te manchabas, te llevaba sobre la espalda y en las horas de calor se preocupaba de protegerte del sol / eras muy gracioso y te gustaba hacer el tonto para que nos riéramos / a veces te excitabas tanto que tu hermano tenía que sujetarte para que no te hicieras daño a ti mismo / se ocupaba de vestirte, de darte de comer, de acostarte cuando oscurecía / los dos teníais madres, pero ninguna de ellas se ocupaba demasiado de vosotros / la tuya porque era muy vieja y siempre estaba cansada, la de tu hermano porque andaba perdida en sus fantasías / erais como esos perros que no son de nadie y que andan todo el día de puerta en puerta / ay, la soñadora Agar / dinos, ¿por qué tu padre la echó del campamento?, ¿acaso no sabía que en el desierto ni ella ni su hijo podrían vivir?
lo hizo porque mi madre estaba loca de celos / Agar no se quería ir y se puso a gritar y a correr entre las tiendas, y tuvo que mandarla atar / sus sirvientes la llevaron al desierto, donde la abandonaron con mi hermano / no volvimos a saber de ellos / yo lloraba por las noches, los buscaba gimiendo como los terneros buscan la teta de sus madres / mi padre tampoco podía dormir, vagaba por los alrededores del campamento / lo veía y corría a abrazarle / padre, le preguntaba, dónde está mi hermano, dónde está Agar / no podía hablar, tenía que ser yo quien lo consolara porque se sentía el más miserable de los hombres / poco después, se escapó de casa, estuvo tres meses viviendo entre las rocas, en una cueva que encontró / yo le llevaba comida por orden de mi madre / no se lavaba, no se cortaba el pelo, cuando lo encontraba tenía que buscar su boca y sus ojos entre los cabellos y la barba como entre la broza del monte / le daba queso, un trozo de pan que escupía enseguida / una noche lo vieron corriendo desnudo por el campo, creímos que se había vuelto loco / no sabíamos qué hacer / mi madre fue en su busca / lo trajeron al campamento montado en un asno / parecía un demonio / mi madre le cortó la barba, el pelo, lo bañó, le puso una túnica nueva, y le hizo prometer que no volvería a irse / lo cumplió porque ¿adónde podía ir? / sólo pensaba en Agar, en si habría sobrevivido a la sed, al hambre, a las frías noches del desierto, a los animales salvajes / se acordaba de cuando iba a visitarle, del hijo que habían tenido / si Yahvé había querido eso, ¿por qué había permitido que el corazón de Sara se llenara de celos? / ¿por qué le había dado dos hijos que nunca crecerían juntos? / ¿por qué Yahvé hacía una cosa y la contraria a la vez? / jugaba con sus criaturas como los niños lo hacen con los palos y las piedras que encuentran en el campo y de los que enseguida se cansan / se volvió dependiente, sumiso / seguía a mi madre como hacen los animales con los hombres que les dan de comer / un día vio a un campesino pegando a un caballo y se abrazó llorando al cuello de la bestia / cuando lo llevaron con mi madre se arrojó a su regazo llorando / no sé quién soy, le dijo / estuvo así un largo tiempo, moviéndose aturdido entre los demás, yendo de un lado a otro sin objetivo, como si no entendiera las cosas / cogía una cuchara y decía: esto qué es / no sabía llenar de agua una vasija, ni atarse las sandalias / hablaba con las ovejas como si éstas le pudieran entender / mi madre no le hacía caso / dejadle, decía, ya se le pasará / era como un ser de otro mundo al que obligaran a vivir en el nuestro / subía al monte y se encontraba con los leñadores / no sé dónde estoy, les decía / o le daba por hacer cosas incomprensibles: andar a la pata coja, volcar los cubos llenos de leche, ensuciar la ropa que habían tendido en la hierba / lo hacía por Agar, porque le parecía que ella se lo pedía / no dejes que se olviden de mí, la oía decir / a veces, Agar volvía para vengarse y le hacía, por ejemplo, rasgar la lona de las tiendas, o coger camisas y túnicas y arrojarlas a las vacas y los cerdos para que se ensuciaran con la mierda / ella y su hijo representaban lo oculto, lo maldito, lo que no podía ser / atravesar las paredes de adobe, andar sobre las aguas, que un león se arrodillara a tus pies, eso era Agar / lo que no cabía en las leyes del mundo que conocíamos / yo era muy pequeño, no podía entender por qué mi padre había echado a Agar y a mi hermano del campamento / me acordaba de Ismael, de lo dulce que era, de las historias que Agar nos contaba por las noches / nos hablaba de aquellos animales que se encontraba en el campamento / eran tan tímidos y temerosos que si los miraba a los ojos se echaban a temblar / aun así, la seguían a todas partes / si ella tenía sed bebían de la misma fuente, si se quedaba dormida no tardaban en acostarse a su lado / pisaban la arena y no dejaban huellas, se tumbaban y la tierra se llenaba de hierba / nos hablaba de la noche en que mi madre la vistió como una novia y la llevó a la tienda de su esposo, de los copos que empezaron a caer sobre sus cuerpos / le preguntábamos a qué sabían, y a ella le daba por reír / un día nos dio a probar un poco de vino / no parábamos de hablar ni de hacer disparates cuando Agar nos dijo que nos iba a enseñar una cosa / el fuego estaba encendido y ella introdujo la mano entre las llamas y extrajo una brasa que sostuvo en su palma sin quemarse / todo brillaba a su alrededor, como iluminado por una luz ajena a este mundo / nos contó que desde un tiempo atrás le pasaban estas cosas / una tarde iba por el río y algo llamó su atención en las ramas de un árbol / cuando quiso darse cuenta estaba flotando a dos palmos del suelo / no sé por qué me pasa esto, murmuró / se quedaba dormida sin saber cómo y se despertaba en los lugares más insospechados / una vez, entre las ovejas / no sabía cómo había llegado hasta allí / siempre soñaba lo mismo / con niños que sufrían, que no tenían para comer, que pasaban frío / niños que estaban solos, que vagaban por la noche buscando a alguien que los cuidara / no sabía por qué aparecían en sus sueños / se despertaba temblando, con la túnica empapada / rezaba a su dios / le decía que por qué no hacía nada, por qué dejaba sufrir a los niños si eran inocentes / tendía entonces sus manos y corríamos a abrazarla / terminábamos rodando por el suelo / sabían a esto y a esto, nos decía mientras nos daba pequeños mordiscos / aquellos copos eran como el polen del bosque, como los besos de los amantes, decían que habría una resurrección / Agar la soñadora, la llamaban / le pedían que fuera a por agua y volvía sin el cántaro / la mandaban al mercado a comprar y daba el dinero a los mendigos / la enviaban al corral a por huevos y volvía con palos para quemar / todo se lo perdonaban / los niños corrían a su encuentro y la seguían mansamente / hasta los más inquietos se apaciguaban a su lado / son como los niños de mis sueños, decía / amaba a su hijo, pero se olvidaba de darle de comer, de cambiarle de ropa, de acostarle / a él no le importaba / si tardaba en volver, iba a buscarla para traerla de vuelta, si se quedaba dormida, se sentaba a su lado a esperar / eran como dos ardillas, siempre buscando nueces en las ramas más altas, donde los demás no podían llegar