FRANCIS AUGUSTUS SHAW
Cardenal prelado de la archidiócesis de Boston espía de dios
Dr. Conroy:
Entonces todo está resuelto. Señor Fanabarzra,
¿dónde prefiere que se sitúe el paciente?
Sr. Fanabarzra: Estará más cómodo en la cama. Es importante que esté lo más relajado posible.
Dr. Conroy:
Será en la cama, entonces. Túmbate, Viktor.
#3.643:
Como quiera.
Sr. Fanabarzra: Bien, Viktor, voy a mostrarle este péndulo. ¿Le Instituto Saint Matthew
importaría bajar un poco la persiana, doctor? Así
Silver Spring, Maryland
es suficiente, gracias. Viktor, mire al péndulo, si es tan amable.
Noviembre de 1995
(EN ESTA TRANSCRIPCIÓN SE OMITE EL PROCEDIMIENTO
DE HIPNOSIS DEL SR. FANABARZRA, A PETICIÓN EXPRESA DEL MISMO. TAMBIÉN SE HAN ELIMINADO LAS PAUSAS
TRANSCRIPCIÓN DE LA ENTREVISTA NÚMERO 45 ENTRE EL
PARA FACILITAR SU LEGIBILIDAD)
PACIENTE NÚMERO 3.643 Y EL DOCTOR CANICE CONROY. ASISTEN A LA MISMA EL DOCTOR FOWLER
Sr. Fanabarzra: De acuerdo… Estamos en 1972. ¿Qué recuerdas Y SALHER FANABARZRA
de esa época?
#3.643:
Mi padre… Nunca estaba en casa. A veces íbamos toda la familia a esperarle a la fábrica los viernes. 92
Dr. Conroy:
Hola Viktor, ¿podemos pasar?
Mamá decía que era un inútil y que así evitába93
#3.643:
Por favor, doctor. Es su clínica.
mos que se gastase el dinero en los bares. Hacía Dr. Conroy:
Es su habitación.
frío fuera. Un día esperamos y esperamos. Dába#3.643: Pasen, por favor, pasen.
mos patadas en el suelo para no congelarnos. Dr. Conroy:
Le veo de muy buen humor hoy. ¿Se encuentra
Emil (el hermano pequeño de Karoski) me pidió
bien?
mi bufanda, porque tenía frío. Yo no se la di. Mi
#3.643:
Estupendamente.
madre me golpeó en la cabeza y me dijo que se la Dr. Conroy:
Me alegra ver que no ha habido incidentes violendiera. Finalmente nos cansamos de esperar y nos tos desde su salida de la enfermería. Toma usted fuimos.
su medicación regularmente, asiste con regulariDr. Conroy: Pregúntele dónde estaba el padre.
dad a las sesiones de grupo… Está usted haciendo Sr. Fanabarzra: ¿Sabes dónde estaba tu padre?
progresos, Viktor.
#3.643:
Le habían despedido. Llegó a casa dos días des#3.643: Gracias, doctor. Hago lo que puedo.
pués, estaba malo. Mamá dijo que había estado Dr. Conroy:
Bien, como habíamos hablado, hoy es el día en que bebiendo y yendo con fulanas. Le dieron un cheempezaremos con la terapia de regresión. Éste es el que, pero no duró mucho. Íbamos a la Seguridad señor Fanabarzra. Es un médico hindú, especialiSocial a por el cheque de papá. Pero a veces papá
zado en hipnosis.
se adelantaba y se lo bebía. Emil no entendía có#3.643: Doctor, no sé si acabo de sentirme cómodo con la mo alguien podía beberse un papel.
idea de someterme a este experimento.
Sr. Fanabarzra: ¿Pedisteis ayuda?
Dr. Conroy:
Es importante, Viktor. Lo hablamos la semana pa#3.643: En la parroquia a veces nos daban ropa. Otros sada, ¿recuerda?
chicos iban a por la ropa al Ejército de Salvación,
#3.643:
Sí, lo recuerdo.
donde ésta siempre era mejor. Pero mamá decía juan gómez-jurado
espía de dios
que eran unos herejes y unos paganos y que era
#3.643:
Me daba en el trasero. No me dejaba darme la
mejor llevar honradas ropas cristianas. Beria (el vuelta. Y me metía algo dentro. Algo caliente hermano mayor de Karoski) decía que sus honque dolía. radas ropas cristianas estaban llenas de agujeros. Sr. Fanabarzra: ¿Eran frecuentes esos castigos?
Le odié por eso.
#3.643:
Todos los martes. Cuando mamá no estaba. A
Sr. Fanabarzra: ¿Te alegraste cuando se fue Beria?
veces, cuando terminaba, se quedaba dormido
#3.643:
Yo estaba en la cama. Le vi cruzar la habitación a encima de mí. Como si estuviera muerto. A veoscuras. Llevaba las botas en la mano. Me regaló
ces no podía castigarme y me pegaba.
su llavero. Tenía un oso plateado. Me dijo que puSr. Fanabarzra: ¿Cómo te pegaba?
siera en él las llaves adecuadas. Por la mañana
#3.643:
Me daba con la mano hasta que se cansaba. A
Emil lloró porque no se había despedido de él. Yo veces después de pegarme podía castigarme y
le di el llavero. Emil siguió llorando y tiró el llaotras no. vero. Lloró todo el día. Yo le rompí un libro de Sr. Fanabarzra:
¿Y a tus hermanos,Viktor? ¿Tu padre les castigaba?
cuentos que tenía para que se callara. Lo hice pe#3.643: Creo que castigó a Beria. A Emil nunca, Emil era dazos con unas tijeras. Mi padre me encerró en su bueno, por eso se murió.
habitación.
Sr. Fanabarzra: ¿Sólo se mueren los buenos, Viktor?
Sr. Fanabarzra: ¿Dónde estaba tu madre?
#3.643:
Sólo los buenos. Los malos, nunca.
#3.643:
Jugando al bingo en la parroquia. Era martes. Jugaban al bingo los martes. Cada cartón costaba un centavo.
94
Sr. Fanabarzra: ¿Qué ocurrió en aquella habitación?
95
#3.643:
Nada. Esperé.
Sr. Fanabarzra: Viktor, tienes que contármelo.
#3.643:
¡No pasó NADA!, ¿entiende señor? ¡NADA!
Sr. Fanabarzra: Viktor, tienes que contármelo. Tu padre te metió
en su habitación y te hizo algo, ¿verdad?
#3.643:
Usted no lo entiende. ¡Me lo merecía!
Sr. Fanabarzra: ¿Qué es lo que te merecías?
#3.643:
El castigo. El castigo. Necesitaba mucho castigo para arrepentirme de las cosas malas.
Sr. Fanabarzra: ¿Qué cosas malas?
#3.643:
Todas las cosas malas. Lo malo que era. Lo de los gatos. Metí un gato en un cubo de basura lleno de periódicos arrugados y le prendí fuego. ¡Y chilló!
Chilló con voz humana. Y lo del cuento.
Sr. Fanabarzra: ¿Cuál fue el castigo, Viktor?
#3.643:
Dolor. Me dolió. Y a él le gustaba, lo sé. Me decía que a él también le dolía, pero era mentira. Lo decía en polaco. No sabía mentir en inglés, se trabucaba. Siempre hablaba en polaco cuando
me castigaba.
Sr. Fanabarzra: ¿Te tocaba?
espía de dios
¡Maldita sea! ¿Por qué nadie la tomaba en serio? Aquel caso era un auténtico quebradero de cabeza, y el mutismo por decreto sobre la naturaleza del caso sólo contribuía a que cualquier pretensión por su parte se topara con indiferencia por la de los demás. Se pasó al teléfono un buen rato, pero consiguió poca cosa. Entre llamada y llamada le pidió a Pontiero que se acercaPalazzo del Governatorato ra a hablar con el viejo carmelita de Santa Maria in TraspontiCiudad del Vaticano na, mientras ella iba a hablar con el cardenal Samalo. Y allí estaba, a las puertas del despacho del camarlengo, dando vueltas Miércoles, 6 de abril de 2005. 10:34
como un tigre atiborrado de café de saldo.
El padre Fowler, cómodamente sentado en un lujoso banco de madera de palisandro, leía su breviario.
—Es en momentos como éste cuando lamento haber deja P aola esperaba a Dante desgastando la moqueta del pasillo con do de fumar, dottora.
paseos cortos y nerviosos. El día había empezado mal. Apenas
—¿También está nervioso, padre?
había descansado por la noche, y al llegar a la oficina se encontró
—No. Pero usted está esforzándose mucho por conseguirlo. con un montón de insufrible papeleo y compromisos. El responPaola captó la indirecta del sacerdote y dejó de dar vueltas sable italiano de Protección Civil, Guido Bertolano, se manifesen círculos. Se sentó junto a él. Fingió leer el informe de Dantaba muy preocupado por el creciente número de peregrinos que te acerca del primer crimen, mientras pensaba en la extraña 96
comenzaban a desbordar la ciudad. Ya habían llenado por commirada que el superintendente vaticano había lanzado al pa97
pleto polideportivos, colegios y toda clase de instituciones munidre Fowler cuando les presentó en la sede de la UACV por la cipales con un techo y mucho sitio. Ahora dormían en las calles, mañana. Dante había llevado aparte a Paola y le había lanzado los portales, las plazas, los cajeros automáticos. Dicanti contactó
un escueto «no se fíe de él». La inspectora se había quedado con él para solicitarle ayuda en la busca y captura de un sospeinquieta e intrigada. Decidió que, en la primera ocasión que choso, y Bertolano prácticamente se rió en su oreja. tuviera, le pediría explicaciones a Dante por aquella frase.
—Querida ispettora, aunque ese sospechoso fuera el misVolvió su atención al informe. Era una pifia absoluta. Remísimo Osama, poco podríamos hacer. Seguro que puede espesultaba evidente que Dante no realizaba estas tareas asiduarar a que termine todo este barullo. mente, lo que por otro lado era una suerte para él. Tendrían que
—No sé si es usted consciente de que…
revisar concienzudamente la escena donde murió el cardenal
— Ispettora… Dicanti ha dicho que se llamaba usted, ¿verPortini, con la esperanza de encontrar algo más. Lo harían esa dad? En Fiumicino está aparcado el Air Force One. No hay un misma tarde. Al menos las fotos no eran malas del todo. Cerró
hotel de cinco estrellas que no tenga una testa coronada ocula carpeta de golpe. No podía concentrarse. pando la suite presidencial. ¿Se da cuenta de la pesadilla que suLe costaba reconocer que estaba atemorizada. Estaba en el pone proteger a esta gente? Hay indicios de posibles atentados mismísimo corazón del Vaticano, un edificio aislado del resto terroristas y falsas amenazas de bomba cada quince minutos. en el centro de la Città. Aquella construcción contenía más Estoy convocando a los carabinieri de los pueblos situados a dosde mil quinientos despachos, entre ellos el del Sumo Pontífice. cientos kilómetros a la redonda. Créame, lo suyo puede esperar. A Paola, la mera profusión de estatuas y cuadros que poblaban Y ahora deje de bloquear mi línea, por favor —dijo colgando bruslos pasillos la turbaba y distraía. Un resultado buscado por los camente.
estadistas del Vaticano a lo largo de siglos, que sabían cuál era juan gómez-jurado
espía de dios
el efecto que producía su ciudad en los visitantes. Pero Paola no su rostro y sus espaldas. Era la máxima autoridad en el Vaticapodía permitirse distracción alguna en su trabajo. no durante unos días, pero evidentemente no lo estaba disfru—Padre Fowler. tando.
—¿Sí?
—Perdonen que les haya hecho esperar. En estos momen—¿Puedo hacerle una pregunta?
tos tenía al teléfono a un delegado de la comisión alemana bas—Por supuesto. tante nervioso. Faltan plazas hoteleras por todas partes, la ciu—Es la primera vez que veo a un cardenal. dad es un auténtico caos. Y todo el mundo quiere estar en la
—Eso no es verdad.
primera fila en el funeral de pasado mañana.
Paola se quedó pensativa un momento.
Paola asintió educadamente.
—Quiero decir vivo.
—Me imagino que todo este follón tiene que ser tremenda—Y ¿cuál es su pregunta?
mente engorroso.
—¿Cómo se dirige una a un cardenal?
Samalo les dedicó un suspiro desvencijado por toda res—Normalmente con el término eminencia. —Fowler cerró
puesta.
su breviario y la miró a los ojos—. Tranquila, dottora. Sólo es
—¿Está al corriente de lo ocurrido, Eminencia?
una persona, como usted y como yo. Y usted es la inspectora al
—Por supuesto. Camilo Cirin me ha informado puntualmando de la investigación, y una gran profesional. Actúe con mente de los hechos acaecidos. Es una desgracia horrible todo normalidad.
esto. Supongo que en otras circunstancias hubiera reaccionado Dicanti sonrió agradecida. Finalmente Dante abrió la puermucho peor a estos crímenes nefandos, pero sinceramente, no ta del antedespacho.
he tenido tiempo de horrorizarme.
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—Pasen por aquí, por favor.
—Como sabe, tenemos que pensar en la seguridad del res99
En el antedespacho había dos escritorios, con dos sacerdotes to de los cardenales, Eminencia.
jóvenes pegados al teléfono y al correo electrónico. Ambos saSamalo hizo un gesto en dirección a Dante. ludaron con una educada inclinación de cabeza a los visitantes,
—La Vigilanza ha hecho un esfuerzo especial por reunir a que pasaron sin más ceremonia al despacho del camarlengo. todos en la Domus Sanctae Marthae antes de lo previsto, así
Era una estancia sobria, sin cuadros ni alfombras, con una licomo por proteger la integridad del lugar. brería a un lado y un sofá con unas mesas al otro. Un crucifijo
—¿La Domus Sanctae Marthae?
de palo era la única decoración de las paredes.
—Se trata de un edificio reformado por petición expresa de En contraste con el vacío de los muros, el escritorio de Juan Pablo II para servir de residencia a los cardenales durante Eduardo González Samalo, el hombre que llevaría las riendas el cónclave —intervino Dante.
de la Iglesia hasta la elección de un nuevo Sumo Pontífice, es—Un uso muy específico para un edificio entero, ¿no?
taba atestado de papeles. Samalo, vestido con la sotana púrpu—El resto del año se utiliza para acoger a huéspedes distinra, se levantó del sofá y salió a recibirles. Fowler se agachó y le guidos. Incluso creo que usted se alojó allí una vez, ¿no es cierbesó el anillo cardenalicio en señal de respeto y obediencia, coto, padre Fowler? —dijo Samalo. mo hacen todos los católicos al saludar a un cardenal. Paola Fowler pareció un tanto incómodo. Por unos instantes papermaneció detrás, discretamente. Hizo una ligera —y algo reció darse entre ellos una breve confrontación sin animosiavergonzada— inclinación de cabeza. Ella no se consideraba dad, una lucha de voluntades. Fue Fowler quien agachó la cacatólica desde hacía años. beza.
Samalo se tomó el desplante de la inspectora con naturali—En efecto, Eminencia. Fui invitado de la Santa Sede un dad, pero con el cansancio y el pesar claramente visibles sobre tiempo.
juan gómez-jurado
espía de dios
—Según creo, tuvo usted un problema con el Sant’Uffizio.*
rendir obediencia al nuevo Sumo Pontífice. Por desgracia falle—Fui llamado a consulta acerca de actividades en las que yo cerá en trágico accidente de coche, como muy bien podrá certihabía tomado parte, en efecto. Nada más. ficar la Polizia. Estas noticias sólo trascenderán a la prensa desEl cardenal pareció darse por satisfecho con la visible inpués del cónclave, no antes. quietud del sacerdote.
Paola no salía de su asombro.
—Ah, pero por supuesto, padre Fowler…, no necesita dar—Veo que Su Eminencia lo tiene todo atado y bien atado. me ninguna explicación. Su reputación le ha precedido. Como El camarlengo se aclaró la garganta antes de responder. le decía, inspectora Dicanti, estoy tranquilo respecto a la segu—Es una versión como otra cualquiera. Y es una que no haridad de mis hermanos cardenales, gracias al buen hacer de la ce daño a nadie.
Vigilanza. Se encuentran casi todos a salvo aquí, en el interior
—Salvo a la verdad.
del Vaticano. Hay algunos que aún no han llegado. En princi—Esto es la Iglesia católica, ispettora. La inspiración y la pio, residir en la Domus era opcional hasta el quince de abril. luz que muestran el camino a mil millones de personas. No poMuchos cardenales estaban repartidos por congregaciones o demos permitirnos más escándalos. Desde este punto de vista, residencias de sacerdotes. Pero ahora les hemos comunicado
¿qué es la verdad?
que deben alojarse todos juntos.
Dicanti torció el gesto, aunque reconoció la lógica implícita
—¿Cuántos hay ahora mismo en la Domus Sanctae Marthae?
en las palabras del anciano. Se le ocurrieron muchas formas de
—Ochenta y cuatro. El resto, hasta ciento quince, llegará
replicarle, pero comprendió que no sacaría nada en claro. Preen las próximas horas. Hemos intentado contactar con todos firió continuar con la entrevista.
para avisarles de que nos manden su itinerario para aumentar
—Supongo que no le habrán comunicado aún a los carde100
la seguridad. Ellos son los que más nos preocupan. Pero como nales el motivo de su prematura concentración. 101
les he dicho, el inspector general Cirin está a cargo de todo. No
—En absoluto. Se les ha pedido expresamente que no saldebe usted preocuparse, mi querida niña. gan de la ciudad sin un acompañante de la Vigilanza o de la
—¿En esos ciento quince está incluyendo a Robayra y a guardia suiza, con la excusa de que había en la ciudad un gruPortini? —inquirió Dicanti, molesta por la condescendencia del po radical que había proferido amenazas contra la jerarquía cacamarlengo. tólica. Creo que todos lo entendieron.
—Bien, supongo que en realidad quiero decir ciento trece
—¿Conocía personalmente a las víctimas?
cardenales —respondió Samalo con resquemor. Era un hombre El rostro del cardenal se ensombreció por un momento. orgulloso y no le gustaba que una mujer le corrigiera.
—Sí, válgame el cielo. Con el cardenal Portini coincidí me—Seguro que Su Eminencia ya ha pensado en algún plan al nos, a pesar de que él era italiano, pero mis asuntos han estado respecto —intervino Fowler, conciliador.
siempre muy centrados en la organización interna del Vatica—En efecto… Haremos correr el rumor de que Portini se no, y él dedicó su vida a la doctrina. Escribía mucho, viajaba muencuentra enfermo en la casa de campo de su familia, en Córcho… Fue un gran hombre. Personalmente no estaba de acuerdo cega. La enfermedad, por desgracia, finalizará trágicamente. En con su política tan abierta, tan revolucionaria. cuanto a Robayra, unos asuntos relacionados con su pastoral le
—¿Revolucionaria? —se interesó Fowler.
impedirán asistir al cónclave, aunque sí viajará a Roma para
—Mucho, padre, mucho. Abogaba por el uso del preservativo, por la ordenación de mujeres sacerdotes… Hubiera sido el Papa del siglo veintiuno. Además era relativamente joven,
* El Santo Oficio, cuya nomenclatura oficial es Congregación para la Doctrina de la Fe, es el nombre moderno (y políticamente correcto) de la ya que apenas contaba cincuenta y nueve años. Si se hubiera Santa Inquisición.
sentado en la silla de Pedro, hubiera encabezado el Concilio Va-juan gómez-jurado espía de dios
ticano III que muchos ven tan necesario para la Iglesia. Su na que la llevaba. Debía aprender a dejar de ver a los eclesiástimuerte ha sido una desgracia absurda y sin sentido. cos como seres unidimensionales, pues los prejuicios de la so—¿Contaba con su voto? —dijo Fowler. tana podían poner en riesgo su trabajo.
El camarlengo rió entre dientes.
—En fin, supongo que nadie es profeta en su tierra. Como
—No me estará pidiendo en serio que le revele a quién voy les he dicho, coincidimos en muchas ocasiones. El bueno de a votar, ¿verdad, padre?
Emilio vino aquí hace siete meses, sin ir más lejos. Uno de mis Paola volvió a coger las riendas de la entrevista. asistentes nos tomó una fotografía en el despacho. Creo que la
—Eminencia, ha afirmado que coincidió menos con Portitengo por algún sitio. ni, ¿qué hay de Robayra?
El purpurado se acercó al escritorio, y sacó de un cajón un
—Un gran hombre. Entregado por completo a la causa de sobre con fotografías. Buscó en su interior y tendió una de las los pobres. Tenía defectos, claro. Era muy dado a imaginarse instantáneas a sus visitantes.
vestido de blanco en el balcón de la plaza de San Pedro. No es Paola sostuvo la foto sin mucho interés. Pero de repente que hiciera público ese deseo, por supuesto. Éramos muy amiclavó en ella los ojos, abiertos como platos. Agarró con fuerza a gos. Nos escribimos en muchas ocasiones. Su único pecado era Dante por el brazo.
el orgullo. Siempre hacía gala de su pobreza. Firmaba sus cartas
—Oh, mierda. ¡Mierda!
con un beati pauperes. Yo, para hacerle rabiar, siempre finalizaba mis correos con un beati pauperes spirito,* aunque nunca quiso dar por comprendida la indirecta. Pero por encima de sus defectos era un hombre de Estado y un hombre de Iglesia. Hizo 102
103
muchísimo bien a lo largo de su vida. Yo nunca le imaginé calzando las sandalias del pescador,** supongo que por mi gran cercanía con él.
Según hablaba de su amigo, el viejo cardenal se iba haciendo más pequeño y gris, la voz se le entristecía y la cara revelaba la fatiga acumulada en su cuerpo de setenta y ocho años. A pesar de que no compartía sus ideas, Paola sintió lástima por él. Supo que detrás de aquellas palabras, teñidas de honroso epitafio, el viejo español lamentaba no poder tener un hueco para llorar a solas por su amigo. Maldita dignidad. Mientras lo pensaba, se dio cuenta de que estaba comenzando a mirar más allá
del capelo cardenalicio y de la sotana púrpura y ver a la perso* Robayra hacía referencia a la cita «Bienaventurados los pobres porque vuestro es el reino de Dios» (Lucas VI, 6). Samalo le respondía con
«Bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos es el reino de los cielos» (Mateo V, 20).
** Las sandalias rojas, junto con la tiara, el anillo y la sotana blanca, son uno de los cuatro símbolos más importantes que reconocen al Sumo Pontífice. A lo largo del libro se hace referencia a ellos en varias ocasiones. espía de dios
—Qué tiempos estos, qué tiempos. Sólo hay muerte por todas partes, muerte y prisas. Ni mis oraciones me dejan rezar. La puerta se abrió despacio y se cerró tras Pontiero con un fuerte ruido.
—Padre, ésta es una puerta muy pesada.
—Sí, hijo mío. A veces me cuesta abrirla, sobre todo cuanIglesia de Santa Maria in Traspontina do vengo cargado del supermercado. Ya nadie ayuda a los vieVia della Conciliazione, 14
jos a llevar las bolsas. Qué tiempos, qué tiempos.
—Debería usar un carrito, hermano.
Miércoles, 6 de abril de 2005. 10:41
El subinspector acarició la puerta por dentro, miró atentamente el pasador y los gruesos goznes que la unían a la pared.
—Lo que quiero decir es que no hay marcas en la cerradura, ni parece forzada en absoluto. P ontiero llamó insistentemente a la puerta trasera de la igle—No, hijo mío, no, gracias a Dios. Es una buena cerradura, sia, la que daba a la sacristía. Según las instrucciones de la poy la puerta se pintó el año pasado. La pintó un feligrés amigo licía, el hermano Francesco había colocado un cartel en la puerta, mío, el bueno de Giuseppe. Tiene asma, ¿sabe?, y los vapores de letras vacilantes, que indicaba que la iglesia estaba cerrada de la pintura no le sientan…
por reformas. Pero además de ser obediente, el fraile debía de
—Hermano, seguro que Giuseppe es un buen cristiano. estar un poco sordo, ya que el subinspector llevaba cinco mi—Lo es, hijo mío, lo es. 104
nutos aporreando el timbre. Tras él, miles de personas abarro—Pero no estoy aquí por eso. Necesito saber cómo consi105
taban la Via dei Corridori, en número aún mayor y más desorguió el asesino entrar en la iglesia, si es que no hay más accesos. denado de lo que lo hacían en la Via della Conciliazione. La ispettora Dicanti cree que es un detalle muy importante. Finalmente oyó ruido al otro lado de la puerta. Los cerrojos
—Podría haber entrado por una de las ventanas, si es que se descorrieron y el hermano Francesco asomó el rostro por dispuso de una escalera. Pero no lo creo, porque estarían rotas. una rendija, bizqueando a la fuerte luz del sol. Madre mía, qué desastre si llega a romper una de las vidrieras.
—¿Sí?
—¿Le importa que eche un vistazo a esas ventanas?
—Hermano, soy el subinspector Pontiero. Me recordará de
—Cómo no. Sígame.
ayer.
El fraile renqueó por la sacristía hasta la iglesia, iluminada El religioso asintió, una y otra vez.
sólo por las velas al pie de las estatuas de santos y mártires. A
—¿Qué deseaba? Ha venido a decirme que ya puedo abrir Pontiero le chocó que hubiera tal número de ellas encendidas. mi iglesia, bendito sea Dios. Con la de peregrinos que hay fue—Cuántas ofrendas, hermano Francesco. ra… Véalo usted mismo, vea… —dijo señalando a las miles de
—Ah, hijo mío, he sido yo quien ha encendido todas las vepersonas de la calle. las que había en la iglesia, pidiendo a los santos que lleven el al—No, hermano. Necesito hacerle unas preguntas. ¿Le imma de nuestro Santo Padre Juan Pablo II hasta el seno de Dios. porta que pase?
Pontiero sonrió ante la ingenuidad del religioso. Estaban en
—¿Tiene que ser ahora? Estaba rezando mis oraciones…
el pasillo central, desde el que se veía tanto la puerta de la sacris—No le robaré mucho tiempo. Sólo será un momento, de tía como la puerta principal y las ventanas del frente, las únicas verdad.
que había en la iglesia. Deslizó el dedo por el respaldo de uno de Francesco meneó la cabeza, a un lado y a otro. los bancos, en un gesto involuntario suyo, repetido en miles juan gómez-jurado
espía de dios
de misas dominicales. Aquélla era la casa de Dios, y había sido
—No, déjelo.
profanada y vejada. Aquel día, al resplandor bizqueante de las
—Insisto, hermano, insisto. Dígame lo que piensa. velas, la iglesia tenía un aspecto muy diferente al del día anteEl fraile se mesaba la barba, pensativo. rior. El subinspector no pudo reprimir un escalofrío. El interior
—Bueno… hay un acceso subterráneo. Es un viejo pasadidel templo estaba húmedo y frío, en contraste con el calor de zo secreto que data de la segunda construcción de la iglesia. fuera. Miró hacia las ventanas. La más baja se encontraba a una
—¿Segunda construcción?
altura de unos cinco metros del suelo. La cubría una elaborada
—Sí, la iglesia original fue destruida durante el saqueo de vidriera de colores que no tenía ni un rasguño. Roma en 1527. Estuvo en la línea de fuego de los cañones que
—Es imposible que el asesino entrara por las ventanas, cardefendían el Castel Sant’Angelo. Y esa iglesia a su vez…
gado con un peso de noventa y dos kilos. Hubiera tenido que
—Hermano, deje la clase de historia para mejor ocasión, usar una grúa. Y le hubieran visto los miles de peregrinos de por favor. Muéstreme el pasadizo, ¡deprisa!
fuera. No, es imposible.
—¿Está seguro? Lleva un traje muy bonito…
Hasta los oídos de ambos llegaban las canciones de los jóve—Sí, padre. Estoy seguro, enséñemelo. nes que hacían cola para despedir al papa Wojtyla. Todas ellas
—Como quiera, subinspector, como quiera —dijo humilde hablaban de paz y de amor.
el fraile.
—Ah, los jóvenes. Son nuestra esperanza para el futuro, Renqueó hasta cerca de la entrada, donde se encontraba la
¿verdad, subinspector?
pila de agua bendita. Señaló a Pontiero una hendidura en una
—Cuánta razón tiene, hermano.
de las baldosas del suelo.
Pontiero se rascó la cabeza, pensativo. No se le ocurría ningún
—¿Ve esa hendidura? Introduzca en ella los dedos y tire 106
punto de entrada que no fueran las puertas o las ventanas. Camicon fuerza. 107
nó unos pasos, que hicieron un fuerte eco en la iglesia vacía. Pontiero se arrodilló, y siguió las instrucciones del fraile.
—Oiga, hermano, ¿y no tendrá nadie más llave de la igleNo pasó nada. sia? Tal vez alguien que lleve la limpieza.
—Inténtelo de nuevo, haciendo fuerza hacia la izquierda.
—Ah, no, no, en absoluto. Unas feligresas muy devotas vieEl subinspector hizo lo que le decía el hermano Francesco, nen a ayudarme con la limpieza del templo los sábados por la sin efecto alguno. Pero flaco y bajo como era, tenía, no obstante, mañana muy temprano y los miércoles por la tarde, pero siemmucha fuerza y mayor determinación. Lo intentó una tercera pre vienen cuando estoy yo. De hecho, sólo tengo un juego de vez y notó cómo la piedra se desencajaba de su sitio y salía con llaves que siempre llevo conmigo, ¿ve? —Llevaba la mano izfacilidad. En realidad era una trampilla. La abrió con una sola quierda en un bolsillo interior de su hábito marrón, en el que mano, revelando una pequeña y estrecha escalerita, que descenhizo sonar las llaves. día apenas unos metros. Sacó una linterna de bolsillo y apuntó
—Pues padre, me rindo… No comprendo cómo pudo ena la oscuridad. Los escalones eran de piedra y parecían firmes. trar sin ser visto.
—Muy bien, veamos dónde nos lleva todo esto.
—Nada, hijo mío, siento no haber sido de más ayuda…
—Subinspector, no baje ahí solo, por favor.
—Gracias, padre.
—Tranquilo, hermano. No hay problema. Todo está conPontiero se dio la vuelta y se encaminó a la sacristía. trolado.
—A no ser… —El carmelita pareció reflexionar un momenPontiero se imaginó la cara que pondrían Dante y Dicanti to, luego meneó la cabeza—. No, es imposible. No puede ser. cuando les contara lo que había descubierto. Se puso de pie y
—¿Qué, hermano? Dígame. Cualquier pequeña cosa puede comenzó a bajar por las escaleras.
ser útil.
—Espere, subinspector, espere. Iré a por una vela. juan gómez-jurado
espía de dios
—No se preocupe, hermano. Con la linterna es suficiente
—Ah, pero su apasionante historia no termina ahí. Estas dos
—gritó Pontiero.
columnas que ve usted aquí son en las que estuvieron atados san Las escaleras daban a un corto pasillo de húmedas paredes, y Pedro y san Pablo antes de ser martirizados por los romanos. éste, a una estancia de unos seis metros cuadrados. Pontiero paUstedes los romanos, siempre tan atentos con nuestros santos. seó la linterna en derredor. Parecía que el camino acababa allí. De nuevo la barra de hierro golpeó, esta vez en la pierna izHabía dos columnas partidas en el centro de la estancia. Parecían quierda. Pontiero aulló de dolor.
muy antiguas. No supo identificar el estilo, claro que nunca ha—Podría haberse enterado de todo esto arriba, si no me hubía prestado demasiada atención en la clase de historia. En lo que biera interrumpido. Pero no se preocupe, que va usted a conoquedaba de una de las columnas, sin embargo, vio lo que parecer muy bien estas columnas. Las va a usted a conocer muy pecían restos de algo que no debería estar allí. Parecía, era…
ro que muy bien.
Cinta aislante.
Pontiero intentó moverse, pero descubrió con horror que Aquello no era un pasadizo secreto, era una cámara de ejeno podía. Desconocía el alcance de sus heridas, pero no notaba cución.
sus extremidades. Sintió cómo unas manos muy fuertes le moOh, no. vían en la oscuridad y un dolor agudo. Soltó un alarido. Pontiero se volvió justo a tiempo para evitar que el golpe des—No le recomiendo que intente gritar. No le oirá nadie. tinado a partirle el cráneo sólo le diera en el hombro derecho. Nadie oyó a los otros dos tampoco. Tomo muchas precaucioCayó al suelo, estremecido de dolor. La linterna había rodado nes, ¿sabe? No me gusta que me interrumpan.
lejos, iluminando la base de una de las columnas. Intuyó un sePontiero notaba su conciencia caer en un pozo negro, como gundo golpe, en arco desde la derecha, que le dio en el brazo izel que se desliza poco a poco en el sueño. Como en un sueño, oía 108
quierdo. Buscó a tientas la pistola en la sobaquera y consiguió
a lo lejos las voces de los jóvenes de la calle, a pocos metros en109
sacarla con el brazo izquierdo, a pesar del dolor. La pistola le cima de él. Creyó reconocer la canción que entonaban a coro, un pesaba como si fuera de plomo. No notaba el otro brazo. recuerdo de su infancia, a un millón de años en el pasado. Era Yo
«Una barra de hierro. Tiene que tener una barra de hierro tengo un amigo que me ama, su nombre es Jesús. o algo así.»
—De hecho, detesto que me interrumpan —dijo Karoski. Intentó apuntar, pero no tenía a qué. Intentó retroceder hasta la columna, pero un tercer golpe, esta vez en la espalda, lo mandó al suelo. Aferraba aún fuerte el arma, como quien se aferra a su propia vida.
Un pie sobre la mano se la hizo soltar. El pie siguió apretando y apretando. Al crujido de los huesos al romperse le acompañó una voz vagamente conocida, pero con un timbre muy, muy distinto.
—Pontiero, Pontiero. Cómo iba diciéndole, la iglesia anterior estuvo en la línea de fuego de los cañones que defendían el Castel Sant’Angelo. Y esa iglesia a su vez reemplazó a un templo pagano que mandó derribar el papa Alejandro VI. En la Edad Media se creía que era la tumba del mismísimo Rómulo. La barra de hierro subió y bajó de nuevo, golpeando en la espalda del subinspector, que estaba aturdido. espía de dios
—Por favor, no tengo tiempo para explicaciones. Necesito llegar a la puerta de Santa Ana.
Las religiosas la miraron como si estuviera loca. Paola subió al coche por una de las puertas de atrás.
—Desde aquí es imposible, tendría que atravesar a pie el Cortile del Belvedere —le dijo la que conducía—. Si quiere, Palazzo del Governatorato
puedo acercarle hasta la Piazza del Sant’Uffizio, es la salida Ciudad del Vaticano
más rápida de la Città en estos días. La guardia suiza está colocando barreras con motivo del cónclave. Miércoles, 6 de abril de 2005. 13:31
—Lo que sea, pero por favor, dese prisa.
Cuando la monja estaba ya metiendo primera y arrancando, clavó de nuevo el coche al suelo.
—Pero ¿es que se ha vuelto loco todo el mundo? —gritó la P aola les mostró a Dante y a Fowler la foto de Robayra. Un monja.
primer plano perfecto, en el que el cardenal sonreía con afectaFowler y Dante se habían colocado frente al coche, ambos ción y los ojos le brillaban tras sus gruesas gafas de concha. con las manos en el capó. Cuando la monja frenó, se apretujaron Dante al principio miró la foto sin comprender. en la parte de atrás del utilitario. Las religiosas se santiguaron.
—Las gafas, Dante. Las gafas que desaparecieron.
—¡Arranque, hermana, por el amor de Dios! —dijo Paola. Paola buscaba el móvil, marcaba como loca, andaba hacia la El cochecito no tardó ni veinte segundos en recorrer el me110
puerta, salía a toda prisa del despacho del asombrado camardio kilómetro que les separaba de su destino. Parecía que la 111
lengo.
monja tenía prisa por desembarazarse de su extraña, inopor—¡Las gafas! ¡Las gafas del carmelita! —gritó Paola desde tuna y embarazosa carga. Aún no había frenado el coche en la el pasillo.
Piazza del Sant’Uffizio cuando Paola ya corría hacia la cancela Y entonces el superintendente comprendió.
de hierro negro que protegía aquella entrada a la Città, con el
—¡Vamos, padre!
móvil en la mano. Marcó deprisa el número de la jefatura y Pidió apresuradas disculpas al camarlengo y salió junto con contestó la operadora.
Fowler en pos de Paola.
—Inspectora Paola Dicanti, código de seguridad 13.897. La inspectora colgó el móvil con rabia. Pontiero no lo cogía. Agente en peligro, repito, agente en peligro. El subinspector Debía de tenerlo en silencio. Corrió escaleras abajo, hacia la caPontiero se encuentra en la Via della Conciliazione, 14. Iglesia lle. Tenía que recorrer completa la Via del Governatorato. En de Santa Maria in Traspontina. Repito: Via della Conciliazione, aquel momento pasaba un utilitario con la matrícula SCV.*
14. Iglesia de Santa Maria in Traspontina. Envíen tantas unidaTres monjas iban en su interior. Paola les hizo gestos desespedes como puedan. Posible sospechoso de asesinato en el interados para que pararan y se colocó delante del coche. El pararior. Procedan con extrema precaución. choques se detuvo a escasos centímetros de sus rodillas. Paola corría con la chaqueta al viento, dejando entrever la
—¡ Santa Madonna! ¿Está usted loca, señorita?
pistolera y gritando como una posesa por el móvil. Los dos guarLa criminóloga se acercó a la puerta del conductor, ensedias suizos que custodiaban la entrada se asombraron e hicieron ñando su placa.
ademán de detenerla. Paola intentó evitarles haciendo un quiebro de cintura, pero uno de ellos finalmente la agarró por la cha* Stato Città del Vaticano. queta. La joven echó hacia atrás los brazos. El teléfono cayó al juan gómez-jurado
espía de dios
suelo y la chaqueta quedó en manos del guardia. Éste iba a salir Uno de los policías le mostró una palanca de acero terminaen su persecución cuando llegó Dante, a toda velocidad. Llevaba da en doble punta. La llevaba pegada a la pierna, ocultándola a en alto su identificación del Corpo di Vigilanza. las múltiples miradas de los peregrinos de la calle, que ya em—¡Déjala! ¡Es de los nuestros!
pezaban a volver comprometida la situación del grupo. Paola Fowler les seguía, aferrado a su maletín. Paola decidió seguir señaló al agente que le había enseñado la barra de acero. el camino más corto. Atravesaría la plaza de San Pedro, ya que
—Deme su radio.
allí las aglomeraciones eran más pequeñas: la policía había forEl policía le tendió el auricular, que llevaba enganchado con mado una única cola muy estrecha en contraste con el terrible un cable al dispositivo de su cinturón. Paola dictó unas instrucapelotonamiento de las calles que conducían a ella. Mientras cociones breves, precisas, al equipo de la otra entrada. Nadie derría, la inspectora exhibía la placa en alto para evitar problemas bía mover un dedo hasta su llegada, y por supuesto nadie debía con sus propios compañeros. Tras atravesar la explanada y la coentrar ni salir. lumnata de Bernini sin demasiados problemas, llegaron a la Via
—¿Podría alguien explicarme de qué va todo esto? —dijo dei Corridori sin aliento. Allí la masa de peregrinos era amenaFowler, entre toses. zadoramente compacta. Paola pegó el brazo izquierdo al cuerpo
—Creemos que el sospechoso está ahí dentro, padre. Ahopara camuflar en lo posible su pistolera, se arrimó a los edificios ra se lo contaré más despacio. Por lo pronto quiero que se quee intentó avanzar lo más deprisa posible. El superintendente se de aquí fuera, esperando —dijo Paola. Hizo un gesto en direccolocó delante de ella y sirvió como improvisado pero efectivo ción a la marea humana que les rodeaba—. Haga lo posible ariete, todo codos y antebrazos. Fowler cerraba la formación. por distraerlos mientras rompemos la puerta. Ojalá lleguemos Les costó diez angustiosos minutos alcanzar la puerta de la a tiempo.
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sacristía. Allí les esperaban dos agentes que tocaban insistenteFowler asintió. Miró en derredor, buscando un lugar al que 113
mente el timbre. Dicanti, empapada en sudor, en camiseta, con encaramarse. No había ningún coche, ya que la calle estaba la funda del arma a la vista y con el pelo aplastado, fue toda una cortada al tráfico. Tenía que darse prisa. Sólo había personas, aparición para los dos policías que, sin embargo, la saludaron así que eso usaría para elevarse. Vio no muy lejos a un peregrirespetuosos en cuanto les mostró, con la respiración entrecorno alto y fuerte. Debía de medir metro noventa. Se le acercó y tada, su acreditación de la UACV.
le dijo:
—Hemos recibido su aviso. Nadie contesta dentro. En la
—¿Crees que podrías alzarme a hombros?
otra entrada hay cuatro compañeros.
El joven hizo gestos de no hablar italiano, y Fowler le indi—¿Se puede saber por qué coño no han entrado ya? ¿No có por gestos lo que quería. El otro finalmente comprendió. saben que puede haber un compañero ahí dentro?
Hincó la rodilla en tierra y alzó al sacerdote, sonriendo. Éste Los agentes agacharon la cabeza.
comenzó a entonar en latín el canto de comunión de la misa de
—El director Boi ha llamado. Ha dicho que actuemos con difuntos:
discreción. Hay muchísima gente mirando, ispettora. La inspectora se apoyó en la pared y se tomó cinco segun In paradisum deducant te angeli, dos para pensar.
In tuo advente
«Mierda, espero que no sea demasiado tarde . »
Suscipiant te martyres…*
—¿Han traído la «llave maestra»?*
* Así llaman los policías italianos a la palanca que sirve para reventar
* «Al paraíso te conduzcan los ángeles, a tu llegada te reciban los márcerraduras y forzar la entrada en lugares sospechosos. tires…»
juan gómez-jurado
espía de dios
Un montón de personas se volvieron a mirarle. Fowler incuras. Dante fue hasta la puerta delantera y descorrió los cedicó por gestos a su sufrido portador que avanzase hasta el rrojos. Entraron dos de los agentes, dejando a los otros dos en centro de la calle, alejando la atención de Paola y los demás. Alla puerta. Dante consiguió que uno de ellos le prestase una gunos fieles, monjas y sacerdotes en su mayor parte, se unieMagLite que llevaba en el cinturón. Dicanti se la quitó de las ron a su cántico en honor del Papa fallecido por el cual esperamanos y bajó delante de él, con los músculos en tensión, el arban a pie firme desde hacía muchas horas. ma apuntando al frente. Fowler se quedó arriba, musitando Aprovechando la distracción, entre los dos agentes abrieuna pequeña oración. ron la puerta de la sacristía con un crujido. Pudieron colarse Al cabo de un rato emergió la cabeza de Paola, que salió a dentro sin llamar la atención.
toda prisa a la calle. Dante salió despacio. Miró a Fowler y me—Muchachos, hay un compañero dentro. Tengan mucho neó la cabeza.
cuidado.
Entraron de uno en uno, primero Dicanti, como una exhalación, sacando la pistola. Dejó para los dos policías el registrar Paola escapó al aire libre, sollozando. Vomitó el desayuno lo la sacristía, y salió a la iglesia. Miró apresurada en la capilla de más lejos que pudo de la puerta. Unos jóvenes con aspecto exSanto Tomás. Estaba vacía, aún cerrada por el precinto rojo de tranjero que esperaban en la cola se acercaron a interesarse por la UACV. Recorrió las capillas del lado izquierdo, arma en maella. no. Le hizo una seña a Dante, quien cruzó la iglesia, mirando
—¿Necesita ayuda?
en cada una de las capillas. Los rostros de los santos se remoPaola los alejó con un gesto. Junto a ella apareció Fowler, vían inquietos en las paredes a la vacilante y enfermiza luz de quien le tendió un pañuelo. Lo aceptó y se limpió con él la bi114
los cientos de velas encendidas por todas partes. Ambos se enlis y las lágrimas. Las de fuera, porque las de dentro no podía 115
contraron en el pasillo central.
sacárselas tan fácilmente. La cabeza le daba vueltas. No podía ser,
—¿Nada?
no podía ser Pontiero la masa sanguinolenta que había enconDante negó con la cabeza. trado atada a aquella columna. Maurizio Pontiero, superintenEntonces lo vieron, escrito en el suelo, cerca de la entrada, dente, era un buen hombre, delgado y lleno de un constante, al pie de la pila de agua bendita. Con grandes caracteres rojos, abrupto y simpático mal humor. Era un padre de familia, era retorcidos, estaba escrito:
un amigo, un compañero. En las tardes de lluvia se rebullía inquieto dentro del traje; era un colega, siempre pagaba los cafés,