DE NOVENDIALES EN SAN PEDRO
Cuando comprobó que no había más caracteres con perfoROMA (Associated Press) — El cardenal Francis Shaw oficiará hoy raciones, la criminóloga escribió por orden los que sí las llevaa las doce del mediodía la misa de novendiales en la basílica de San ban. Al leer lo que ponía, ambos se estremecieron, y Paola rePedro. El purpurado norteamericano gozará hoy del honor de diricordó. gir la ceremonia en este segundo día del novenario por el alma de Si tu hermano trata de seducirte en secreto, Juan Pablo II.
Recordó los informes de los psiquiatras.
Determinados grupos en Estados Unidos no han visto con bue294
No le perdonarás ni le encubrirás,
nos ojos la participación de Shaw en la ceremonia. Concretamente, la 295
Las cartas a familiares de víctimas de la depredación sexual asociación SNAP (Surviving Network of Abuse by Priests) ha enviado a Roma a dos de sus miembros para protestar formalmente de Karoski.
por el hecho de que se le permita a Shaw oficiar en la principal igle Sino que le matarás. sia de la Cristiandad. «Sólo somos dos personas, pero haremos una Recordó el nombre que figuraba en ellas.
protesta formal, pacífica y ordenada ante las cámaras», avisó BarbaFrancis Shaw. ra Payne, la presidenta de SNAP.
Dicha organización es la principal asociación de víctimas de abuso sexual por parte de sacerdotes católicos, y tiene más de cuatro mil quinientos miembros. Su principal actividad es la formación y el apoyo a las víctimas, así como la realización de terapias de grupo para afrontar los hechos. Muchos de sus miembros se acercan por primera vez a SNAP en la edad adulta, tras años de avergonzado silencio. El cardenal Shaw, actualmente prefecto de la Congregación para el Clero, se vio involucrado en el escándalo de abusos sexuales por parte de sacerdotes que estalló en Estados Unidos a finales de los noventa. Shaw, cardenal de la archidiócesis de Boston, era la figura más importante de la Iglesia católica en Estados Unidos, y según muchos, el más firme candidato a suceder a Karol Wojtyla. Su carrera sufrió un duro revés tras descubrirse que durante años ocultó a la opinión pública más de trescientos casos de abusos sexuales en su jurisdicción. Con frecuencia trasladó a sacerdotes juan gómez-jurado
acusados de delitos de esta índole de una parroquia a otra, confiando en que así se evitaría el escándalo. En casi todas las ocasiones se limitó a recomendar «un cambio de aires» a los imputados. Tan sólo cuando los casos eran muy graves ponía a los sacerdotes en manos de algún centro especializado para que recibieran tratamiento. Cuando comenzaron a llegar las primeras denuncias serias, Shaw pactó con las familias de las víctimas acuerdos económicos paSacristía del Vaticano ra lograr su silencio. Finalmente los escándalos acabaron saliendo a la luz en todo el país, y «altas instancias vaticanas» obligaron a dimi Domingo, 10 de abril de 2005. 11:08
tir a Shaw. Se trasladó a Roma, donde se le nombró prefecto para la Congregación del Clero, un cargo de cierta importancia, pero que a todas luces parecía el colofón de su carrera. Hay algunos, no obstante, que siguen considerando a Shaw un santo que defendió a la Iglesia con todas sus fuerzas. «Ha sufrido L os sacerdotes que concelebrarían con el cardenal Shaw se persecución y calumnias por defender la fe», afirma su secretario revestían en una sacristía auxiliar cercana a la entrada de San personal, el padre Miller. Pero en la eterna quiniela de los medios de Pedro, donde aguardarían junto con los monaguillos al celecomunicación acerca de quién será el próximo Papa, Shaw tiene pobrante cinco minutos antes de comenzar la ceremonia. cas posibilidades. La curia romana es un colectivo por lo general Hasta ese momento, el museo estaba desierto salvo por las cauto, poco amigo de extravagancias. Aunque Shaw cuenta con apodos monjas que ayudaban a Shaw y al otro concelebrante, el yos, podemos descartar que consiga muchos votos si no sucede un cardenal Pauljic y el guardia suizo que les custodiaban en la 296
milagro.
misma puerta de la sacristía.
297
Karoski notó el reconfortante bulto del cuchillo y la pistola 04/10/2005/08:12 (AP)
ocultos entre sus ropas. Calculó mentalmente sus posibilidades. Por fin iba a ganar su premio.
Casi era el momento.
espía de dios
ver muerto a Shaw, no nos dejarán impedir que celebre la misa. Si lo que quieren es cazar a Karoski, tampoco nos permitirán que avisemos al cardenal, porque resulta un cebo excelente. Estoy convencido de que, ocurra lo que ocurra, éste es el último acto de la comedia.
—Pues a este paso no habrá papel para nosotros en él. Son Plaza de San Pedro
ya las once y cuarto.
—No. Entraremos en el Vaticano, rodearemos a los agentes Domingo, 10 de abril de 2005. 11:16
de Cirin y llegaremos a la sacristía. Hay que impedir que Shaw celebre su misa.
—¿Cómo, padre?
—Utilizaremos un camino que Cirin jamás sería capaz de
— P or la puerta de Santa Ana es imposible acceder, padre. imaginar.
También está fuertemente vigilada, y no están dejando entrar a nadie. Sólo a aquellos que tienen la autorización del Vaticano. Ambos habían recorrido desde cierta distancia los accesos al Cuatro minutos después llamaban al timbre de la puerta de Vaticano, inspeccionándolos. Por separado, para ser más discreun sobrio edificio de cinco plantas. Paola le dio la razón a Fowtos. Quedaban menos de cincuenta minutos para el inicio de la ler. Cirin no se imaginaría ni en un millón de años que Fowler misa de novendiales en San Pedro.
llamaría por propia voluntad a la puerta del palacio del Santo 298
Tan sólo treinta minutos atrás, la revelación del nombre de Oficio.
299
Francis Shaw en la estampa de la Virgen del Carmen había daUna de las entradas al Vaticano se encuentra entre el palado paso a una frenética búsqueda por internet. Las agencias de cio y la columnata de Bernini. Consiste en una valla negra y noticias indicaban el lugar y la hora donde estaría Shaw, a la una garita. Normalmente está custodiada por dos guardias suivista de todo aquel que quisiera leerlo. zos. Aquel domingo eran cinco, a los que se añadía un policía de Y allí estaban, en la plaza de San Pedro.
paisano. Este último llevaba una carpeta en la mano, y en su
—Tendremos que entrar por la puerta principal de la basíinterior (aunque esto no lo sabían ni Fowler ni Paola) estaban lica.
sus fotografías. Aquel hombre, miembro del Corpo di Vigilan-
—No. La seguridad ha sido reforzada en todos los puntos za, vio pasar por la acera de enfrente a una pareja que parecía menos en ése, que está abierto al público, así que justamente concordar con la descripción. Sólo les vio un momento, ya que por ahí es por donde nos esperan. Y aunque consiguiéramos desaparecieron de su vista, y no estaba muy seguro de que fueentrar, no podríamos acercarnos al altar. Shaw y el que conceran ellos. No estaba autorizado a abandonar su puesto, así que lebre con él partirán desde la sacristía de San Pedro. Desde allí
no intentó seguirles para comprobarlo. Las órdenes eran inforel camino es franco hasta la basílica. No usarán el altar de Pemar si aquellos individuos intentaban entrar en el Vaticano y dro, que está sólo reservado al Papa. Utilizarán uno de los altaretenerles durante un rato, por la fuerza si era preciso. Pero pares secundarios, y aun así habrá unas ochocientas personas en recía evidente que aquellas personas eran importantes. Presiola ceremonia. nó el botón de llamada del walkie-talkie y comunicó lo que ha—¿Se atreverá Karoski a actuar delante de tanta gente?
bía visto.
— Dottora, nuestro problema es que no sabemos quién reCasi en la esquina con Porta Cavalleggeri, a menos de veinpresenta qué papel en este drama. Si la Santa Alianza quiere te metros de aquella entrada donde el policía recibía instruc-juan gómez-jurado espía de dios
ciones por su walkie, se encontraba la puerta del palacio. Una
—Bastante mal. Me dijo que tenía un anatema con mi nompuerta cerrada, pero con un timbre. Fowler dejó el dedo pegado bre en él, y que antes o después se lo firmará un papa. allí hasta que se oyó ruido de descorrer cerrojos al otro lado. El
—¿Qué es un anatema?
rostro de un sacerdote maduro asomó por una rendija.
—Un decreto de excomunión solemne. Hanër sabe que es
—¿Qué deseaban? —dijo con malos modos.
lo que más temo en este mundo: que la Iglesia por la que he lu—Venimos a ver al obispo Hanër. chado me impida ir al cielo cuando muera.
—¿De parte de quién?
La criminóloga le miró con preocupación.
—Del padre Fowler.
—Padre, ¿se puede saber qué hacemos aquí?
—No me suena.
—He venido a confesarlo todo.
—Soy un viejo conocido.
—El obispo Hanër está descansando. Hoy es domingo y el Palazzo está cerrado. Buenos días —dijo haciendo gestos cansinos con la mano, como el que ahuyenta moscas.
—Por favor, dígame en qué hospital o cementerio se encuentra el obispo, padre. El cura le miró, sorprendido.
—¿Cómo dice?
—El obispo Hanër me dijo que no descansaría hasta hacerme pagar por mis muchos pecados, así que debe de estar enfer300
301
mo o muerto. No me cabe otra explicación.
La mirada del cura cambió un poco, del hostil desinterés a la ligera irritación.
—Parece que sí conoce al obispo Hanër. Esperen aquí fuera
—dijo cerrando de nuevo la puerta en sus narices.
—¿Cómo sabía que ese Hanër estaría aquí? —preguntó
Paola.
—El obispo Hanër no ha descansado un domingo en su vida, dottora. Hubiera sido una triste casualidad que lo hiciera hoy.
—¿Es amigo suyo?
Fowler carraspeó.
—Bueno, en realidad es la persona que más me odia del mundo. Gonthas Hanër es el delegado de funcionamiento de la curia. Es un viejo jesuita alemán empeñado en acabar con los desmanes en política exterior de la Santa Alianza, una eclesiástica versión de sus Asuntos Internos. Fue la persona que instruyó la causa contra mí. Me aborrece porque no dije ni una sola palabra acerca de las misiones que me fueron encomendadas.
—¿Qué tal se tomó su absolución?
Sacristía del Vaticano
Exterior del palacio del Santo Oficio
Domingo, 10 de abril de 2005. 11:31
Domingo, 10 de abril de 2005. 11:31
E l guardia suizo se derrumbó como un guiñapo mudo, sin P aola se quedó con la boca abierta ante las palabras de Fowler, más sonido que el que produjo su alabarda al rebotar contra el pero no tuvo tiempo de replicar nada, ya que la puerta se abrió de suelo de mármol. El corte en la garganta le había seccionado la golpe. En vez del maduro sacerdote que les había atendido antes, tráquea por completo.
apareció un enjuto obispo, de pelo y barba rubios, pulcramente Una de las monjas salió de la sacristía atraída por el ruido. recortados. Aparentaba unos cincuenta años. Habló a Fowler con No tuvo tiempo de gritar. Karoski le golpeó brutalmente en la acento alemán cargado de desprecio y de erres repetidas. cara. La religiosa cayó al suelo de bruces, completamente atur—Vaya, así que después de todos estos años aparece usted 302
dida. El asesino se tomó su tiempo para hurgar con el pie dereasí, en mi puerta. ¿A qué debo el inesperado honor?
303
cho bajo la toca negra de la hermana oblata. Buscaba la nuca.
—Obispo Hanër, he venido a pedirle un favor.
Eligió el punto exacto y descargó todo su peso sobre la planta
—Me temo, padre Fowler, que no está usted en condiciones del pie. El cuello se partió en seco.
de pedirme nada. Hace doce años yo le pedí algo a usted, y La otra monja asomó la cabeza por la puerta de la sacristía, guardó silencio durante días. ¡Días! La comisión le consideró
con aire confiado. Necesitaba de la ayuda de su compañera. inocente, pero yo no. Ahora, váyase.
Karoski le hundió el cuchillo en el ojo derecho. Cuando tiSu índice extendido señalaba la Porta Cavalleggeri. Paola ró de ella para depositarla en el corto pasillo que daba acceso a pensó que el dedo estaba tan firme y recto que Häner podría la sacristía, ya arrastraba un cadáver.
haber ahorcado a Fowler en él.
Miró los tres cuerpos. Miró la puerta de la sacristía. Miró el El sacerdote le ayudó anudando él mismo su propia soga. reloj.
—Aún no ha escuchado lo que tengo que ofrecer a cambio. Aún disponía de cinco minutos para firmar sus obras. El obispo se cruzó de brazos.
—Hable, Fowler.
—Es posible que antes de media hora se produzca un asesinato en la basílica de San Pedro. La ispettora Dicanti, aquí presente, y yo mismo hemos venido a impedirlo. Por desgracia, no podemos acceder al Vaticano. Camilo Cirin nos ha prohibido la entrada. Le pido permiso para cruzar el Palazzo hasta el aparcamiento para poder entrar en la Città sin ser vistos.
—¿Y a cambio?
juan gómez-jurado
espía de dios
—Responderé a todas sus preguntas sobre El Aguacate. Ma—Es curioso, padre. Normalmente la gente sale de la igleñana. sia por el Santo Oficio, no entra a través de él —dijo Paola Häner se volvió a Paola.
Fowler hizo una mueca entre triste e irónica.
—Muéstreme su identificación.
—Espero que al capturar a Karoski no esté ayudando a salPaola no llevaba encima su placa de la Polizia. Boi se la havar la vida de una posible víctima que, eventualmente, firme bía quitado. Por suerte, sí llevaba la tarjeta magnética de accemi excomunión como recompensa. so a la UACV. La sostuvo con firmeza ante el obispo, esperanLlegaron a una puerta de emergencia. Una ventana cercana do que bastase para que les creyera.
mostraba una vista del aparcamiento. Fowler presionó la barra El obispo tomó la tarjeta de manos de la criminóloga. Estucentral de la puerta y asomó discretamente la cabeza. Los guardió su cara y la foto en la tarjeta, el distintivo de la UACV e indias suizos, a treinta metros de distancia, seguían con la vista cluso la banda magnética de la identificación. fija en la calle. Cerró la puerta de nuevo.
—Vaya, así que es verdad. Creía, Fowler, que a sus muchos
—Démonos prisa. Hemos de hablar con Shaw y explicarle pecados había añadido usted el de la concupiscencia. la situación antes de que Karoski acabe con él. Aquí Paola apartó la mirada para evitar que Häner viera la
—Indíqueme el camino.
sonrisa que afloraba a sus labios. Fue un alivio que Fowler sos—Saldremos al aparcamiento y continuaremos andando lo tuviera muy serio la del obispo. Éste chasqueó la lengua en un más cerca posible del muro del edificio, en fila india. Enseguigesto de disgusto. da llegaremos a la sala de audiencias. Continuaremos pegados
—Fowler, allá donde va le rodea la sangre y la muerte. Mis al muro hasta llegar a la esquina. Tendremos que cruzar rápiconvicciones son muy firmes con respecto a usted. No deseo do, en diagonal y con la cabeza vuelta hacia nuestra derecha, 304
permitirle la entrada.
porque no sabemos si habrá alguien vigilando en aquella zona. 305
El sacerdote iba a replicar a Hanër, pero éste le calló con un Yo iré primero, ¿de acuerdo?
gesto.
Paola asintió y se pusieron en marcha, caminando deprisa.
—No obstante, padre, sé que es usted un hombre de honor. Consiguieron alcanzar la sacristía de San Pedro sin incidentes. Accedo a su trato. Hoy entrarán al Vaticano, pero mañana acuEra un edificio imponente, anejo a la basílica de San Pedro. Dudirá a mí y me contará la verdad. rante todo el año estaba abierto a los turistas y peregrinos, ya Dicho esto, se hizo a un lado. Fowler y Paola entraron. El reque en su parte pública era un museo que contenía algunos de cibidor era elegante, pintado en color crema y sin molduras ni los más bellos tesoros de la cristiandad.
elementos recargados. Todo el edificio estaba silencioso, como El sacerdote apoyó la mano en la puerta.
correspondía al domingo. Paola sospechaba que el único que Estaba entreabierta.
permanecía allí era aquella figura tensa y delgada como un florete. Aquel hombre se veía a sí mismo como la justicia de Dios. Le dio miedo sólo de pensar lo que podría haber hecho una mente tan obsesionada cuatrocientos años atrás.
—Le veré mañana, padre Fowler. Así tendré el placer de enseñarle un documento que guardo para usted. El sacerdote condujo a Paola por el pasillo de la planta baja del Palazzo sin mirar una sola vez atrás, tal vez asustado de comprobar que Hanër aún seguía ahí, junto a la puerta, esperando su regreso del día siguiente. espía de dios
del Vaticano, habitualmente protegida por catenaria, pero con la puerta de doble hoja abierta para que el público curioso contemple desde la entrada el lugar en el que se reviste el Santo Padre antes de celebrar la misa.
En ese momento estaba cerrada.
—Por Dios, que no sea demasiado tarde —dijo Paola, con la Sacristía del Vaticano
mirada clavada en los cuerpos.
Con aquéllas eran ya al menos ocho las víctimas de Karoski. Domingo, 10 de abril de 2005. 11:42
Se juró a sí misma que serían las últimas. No lo pensó dos veces. Corrió los dos metros de pasillo hasta la puerta, esquivando los cadáveres. Tiró de una hoja con la izquierda mientras, con la derecha alzada y sujeto el revólver, cruzaba el umbral.
— M ala señal, dottora —susurró Fowler. Estaba en una sala octogonal muy alta, de unos doce metros La inspectora se llevó la mano a la cintura y sacó un revólde largo, llena de luz dorada. Frente a ella, un altar flanqueado ver del 38.
por columnas con un óleo: el descenso de la cruz. Pegados a las
—Entremos.
bellísimas y trabajadas paredes de mármol gris, diez armarios
—Creía que Boi le había quitado la pistola.
de teca y limoncillo contenían las sagradas vestiduras. Si Paola
—Me quitó mi automática, que es el arma de reglamento. hubiera alzado la mirada al techo, podría haber visto la cúpula Este juguete es sólo por si acaso.
adornada con hermosos frescos por cuyas ventanas entraba la 306
Ambos cruzaron el umbral. La zona del museo estaba deluz que inundaba el lugar. Pero la criminóloga sólo tenía ojos 307
sierta; las vitrinas, apagadas. El mármol que recubría suelos y para las dos personas que había en la estancia. paredes devolvía la escasa luz que entraba por las escasas venUna era el cardenal Shaw. La otra era también un purpuratanas. A pesar de ser mediodía, las salas estaban casi a oscuras. do. A Paola le sonaba vagamente, hasta que al final pudo recoFowler guiaba a Paola en silencio, maldiciendo interiormente nocerlo. Era el cardenal Pauljic.
el crujido de sus zapatos. Pasaron de largo cuatro de las salas Ambos estaban junto al altar. Pauljic, detrás de Shaw, terdel museo. En la sexta, Fowler se detuvo bruscamente. A meminaba de colocarle la casulla cuando irrumpió la criminóloga, nos de medio metro, parcialmente oculto por la pared que forcon la pistola apuntando directamente hacia ellos. maba el corredor por donde iban a torcer, yacía algo tremenda—¿Dónde está? —gritó Paola, y su grito resonó con un eco mente inusual: una mano enguantada en blanco y un brazo por la cúpula—. ¿Le han visto?
cubierto por una tela de vivos colores amarillo, azul y rojo. El norteamericano habló muy despacio, sin dejar de mirar Al doblar la esquina, comprobaron que el brazo estaba unila pistola. do a un guardia suizo. Aún agarraba la alabarda con la mano
—¿Dónde está quién, señorita?
izquierda, y lo que fueron sus ojos eran ahora dos agujeros re—Karoski. El que ha matado al guardia suizo y a las monjas. zumantes de sangre. Un poco más allá Paola vio tendidas a dos No había acabado de hablar cuando Fowler entró en la hamonjas de hábitos y tocas negras, unidas en un último abrazo. bitación. Se colocó detrás de Paola. Miró a Shaw y, por primeTampoco ellas tenían ojos. ra vez, cruzó sus ojos con el cardenal Pauljic. La criminóloga amartilló el arma. Cruzó la mirada con Fowler. Hubo fuego y reconocimiento en aquella mirada.
—Está aquí.
—Hola, Viktor —dijo el sacerdote, con la voz baja, ronca. Estaban en el corto pasillo que llevaba a la sacristía central El cardenal Pauljic, más conocido como Viktor Karoski, su-juan gómez-jurado espía de dios
jetó por el cuello al cardenal Shaw con el brazo izquierdo, mien—¡Cállese!
tras con el derecho extraía la pistola de Pontiero y la colocaba
—¿Qué te prometió para que le quitaras de en medio a sus en la sien del purpurado.
competidores, en busca de una gloria que hace tiempo dejó de
—¡Quieto! —gritó Dicanti, y el eco fue una sucesión de oes. merecer?
—No mueva un músculo, ispettora Dicanti, o veremos el
—¡Basta! —Karoski estaba como loco, con su rostro empacolor de los sesos de este cardenal. —La voz del asesino golpeó
pado en sudor. Una de las cejas artificiales que llevaba se estaa Paola con la fuerza de la rabia y el miedo, de la pulsante adreba despegando, caía sobre uno de sus ojos. nalina que sentía en las sienes. Recordó la furia que la había
—¿Te buscó en el Instituto Saint Matthew, Viktor? Él fue dominado cuando, tras ver el cadáver de Pontiero, aquel animal quien te recomendó que ingresaras allí, ¿verdad?
le había llamado por teléfono.
—Acabe con esas absurdas insinuaciones, Fowler. Dígale a Apuntó con cuidado.
la mujer que tire el arma, o este loco me matará —ordenó
Karoski estaba a más de diez metros, y tan sólo quedaban Shaw, desesperado.
visibles una parte de su cabeza y los antebrazos tras el escudo
—¿Cuál era el plan de Su Eminencia, Viktor? —dijo Fowhumano que formaba el cardenal Shaw. ler, haciendo caso omiso—. ¿Tenías que simular atacarle en Con su destreza y con un revólver, aquél era un tiro impoplena basílica de San Pedro? ¿Y él te disuadiría de tu intento sible.
allí, a la vista de todo el pueblo de Dios y de las cámaras de te—Arroje el arma al suelo, ispettora, o la mataré aquí mismo. levisión?
Paola se mordió el labio inferior para no gritar de rabia. Tenía
—¡No siga, o le mataré! ¡Le mataré!
allí mismo al asesino, en frente de ella, y no podía hacer nada.
—Tú habrías sido el que hubiese muerto.Y él sería un héroe. 308
—No le haga caso, dottora. Nunca le haría daño al carde—¿Qué te prometió a cambio de las llaves del Reino, Viktor?
309
nal, ¿verdad, Viktor?
—¡El cielo, maldito cabrón! ¡La vida eterna!
Karoski aferró aún más fuerte el cuello de Shaw. Karoski apartó el cañón del arma de la cabeza de Shaw.
—Por supuesto que sí. Tire el arma al suelo, Dicanti. ¡Tírela!
Apuntó contra Dicanti y disparó.
—Por favor, haga lo que le dice —gimió Shaw con un hilo Fowler empujó hacia delante a Dicanti, quien dejó caer el de voz.
arma. La bala de Karoski erró por muy poco la cabeza de la ins—Una excelente interpretación, Viktor. —La voz de Fowler pectora y destrozó el hombro izquierdo del sacerdote. temblaba de cólera—. ¿Recuerda que nos parecía imposible Karoski alejó de sí a Shaw, quien corrió a refugiarse entre que el asesino hubiera logrado salir de la habitación de Cardodos armarios. Paola, sin tiempo para buscar el revólver, embisso, que estaba cerrada a cal y canto? Maldita sea, fue muy fácil. tió contra Karoski con la cabeza gacha, los puños cerrados. ImNo salió nunca de ella. pactó en su estómago con el hombro derecho, aplastándole
—¿Cómo? —se asombró Paola.
contra la pared, pero no logró dejarle sin aire: las capas de re—Nosotros rompimos la puerta. No vimos a nadie. Y enlleno que llevaba para simular que era un hombre más grueso tonces una oportuna petición de auxilio nos mandó a una alole protegieron. Aun así, el arma de Pontiero cayó al suelo con cada persecución por las escaleras. Viktor estaría seguramente un ruido metálico y resonante.
¿debajo de la cama? ¿En el armario?
El asesino golpeó en la espalda de Dicanti, quien aulló de do—Muy listo, padre. Ahora tire el arma, ispettora. lor, pero se levantó y logró encajar un golpe en la cara de Ka—Pero, claro, esa petición de auxilio y la descripción del roski. Ésta trastabilló y estuvo a punto de perder el equilibrio. agresor venían avaladas por un hombre de fe, un hombre de Paola cometió entonces su único error.
total confianza. Un cardenal. El cómplice de un asesino. Miró alrededor para buscar la pistola. Y entonces Karoski la juan gómez-jurado
espía de dios
golpeó en el rostro, en el estómago, en los riñones. Y finalmen—empezó a decir Paola, que estaba ayudando a Fowler a tente la sujetó con un brazo, al igual que había hecho con Shaw. derse en el suelo. De repente, comprendió hacia dónde se diriSólo que esta vez llevaba en la mano un objeto cortante con el gía el purpurado: hacia la pistola de Pontiero, caída cerca del que acarició la cara de Paola. Era un cuchillo de pescado corriencuerpo de Karoski. Y entendió que ellos eran ahora unos testite, pero muy afilado. gos muy peligrosos. Tendió la mano hacia el revólver.
—Oh, Paola, no te imaginas lo que voy a disfrutar con esto
—Buenas tardes —dijo el inspector Cirin, entrando en la
—le susurró al oído.
estancia, seguido por tres agentes de la Vigilanza, y sobresal—¡Viktor!
tando al cardenal, que ya se agachaba a recoger la pistola del Karoski se volvió. Fowler tenía la rodilla izquierda hincada suelo. Enseguida volvió a ponerse rígido.
en el suelo de mármol, el hombro izquierdo destrozado y go—Empezaba a creer que no se presentaría usted, inspector teando sangre por el brazo, que colgaba inerte hasta el suelo. general. Ha de detener a estas personas enseguida —dijo señaLa mano derecha esgrimía el revólver de Paola y apuntaba lando a Fowler y Paola.
directamente a la frente de Karoski.
—Disculpe, Eminencia. Enseguida estoy con usted.
—No va a disparar, padre Fowler —dijo el asesino, jadeanCamilo Cirin echó un vistazo en derredor. Se acercó a Kate—. No somos tan distintos. Los dos hemos compartido el roski, recogiendo por el camino la pistola de Pontiero. Tocó el mismo infierno privado. Y usted juró por su sacerdocio que rostro del asesino con la punta del zapato.
nunca volvería a matar.
—¿Es él?
Con un terrible esfuerzo, coloreado de dolor, Fowler consi—Sí —dijo Fowler, sin moverse. guió llevar su mano izquierda hasta el alzacuello. Lo sacó de la
—Joder, Cirin —dijo Paola—. Un falso cardenal. ¿Cómo 310
camisa con un gesto y lo lanzó al aire, entre el asesino y él. El pudo ocurrir?
311
alzacuello giró en el aire, con su tela endurecida de un blanco
—Tenía buenas referencias.
inmaculado excepto por una huella rojiza, allí donde el pulgar Cirin ató cabos a velocidad de vértigo. Detrás de aquel rosde Fowler se había posado en él. Karoski lo siguió con la mirada tro de piedra había un cerebro que funcionaba a toda máquina. hipnotizado, pero no lo vio caer.
Recordó instantáneamente que Pauljic había sido el último Fowler hizo un solo disparo, perfecto, que impactó entre los cardenal nombrado por Wojtyla. Hacía seis meses, cuando ya ojos de Karoski.
Wojtyla apenas podía moverse de la cama. Recordó que había El asesino se desplomó. A lo lejos escuchó las voces de sus anunciado a Samalo y a Ratzinger el nombramiento de un carpadres, que le llamaban, y fue a reunirse con ellos. denal in pectore, cuyo nombre sólo había revelado a Shaw, para que éste lo anunciara a su muerte. No le resultó muy difícil imaginar qué labios habían inspirado al mermado Pontífice el Paola corrió hacia Fowler, quien estaba pálido y con la minombre de Pauljic, ni quién había acompañado al «cardenal» a rada perdida. Mientras corría, se quitó la chaqueta para tapola Domus Sancta Marthae por primera vez, para presentarlo nar la herida del hombro del sacerdote.
a sus curiosos compañeros.
—Recuéstese, padre.
—Cardenal Shaw, va a tener que explicar usted muchas cosas.
—Menos mal que han llegado ustedes, amigos míos —dijo
—No sé a qué se refiere…
el cardenal Shaw, recobrando repentinamente el valor sufi—Cardenal, por favor. ciente como para ponerse en pie—. Este monstruo me tenía seShaw volvió a envararse una vez más. Comenzaba a recucuestrado. perar su soberbia, su perenne orgullo, el mismo que le había
—No se quede ahí, cardenal. Vaya a avisar a alguien…
perdido.
juan gómez-jurado
espía de dios
—Juan Pablo II me preparó durante muchos años para con—Y sus precios, más altos —dijo Fowler, pensando en la tinuar su obra, inspector general. Usted más que nadie sabe lo terrible entrevista que le esperaba al día siguiente que puede ocurrir cuando el control de la Iglesia cae en manos Cirin asintió, comprensivo, y apretó aún más su chaqueta de los laxos. Confío en que ahora actuará como mejor conviecontra la herida del sacerdote. ne a su Iglesia, amigo mío.
—Eso podrá arreglarse, supongo.
Los ojos de Cirin realizaron un juicio sumarísimo en medio En aquel momento llegaron dos enfermeros con una camisegundo. lla plegable.
—Por supuesto que lo haré, Eminencia. ¿Domenico?
Mientras los sanitarios atendían al herido, en el interior de
—Inspector —dijo uno de los agentes que habían venido la basílica, junto a la puerta que conducía a la sacristía, ocho con él, vestidos de traje y corbata negros.
monaguillos y dos sacerdotes con sendos incensarios aguarda—El cardenal Shaw saldrá ahora a celebrar la misa de noban, dispuestos en dos filas, a los cardenales Shaw y Pauljic. El vendiales en la basílica.
reloj pasaba ya cuatro minutos de las doce. La misa debía haber El cardenal sonrió.
empezado ya. El mayor de los sacerdotes estaba tentado de en—Después, usted y otro agente le escoltarán hasta su nueviar a uno de los monaguillos a ver qué sucedía. Tal vez las hervo destino: el monasterio de Albergradz, en los Alpes, donde el manas oblatas, las encargadas de cuidar la sacristía, tuviesen cardenal podrá reflexionar en soledad sobre sus actos. También problemas para dar con las vestiduras apropiadas. Pero el protendrá ocasión de practicar el alpinismo. tocolo exigía que permaneciese allí sin moverse, aguardando a
—Un deporte peligroso, según he oído —dijo Fowler. los celebrantes.
—Ciertamente. Plagado de accidentes —corroboró Paola. Finalmente fue tan sólo el cardenal Shaw quien apareció
312
Shaw permaneció callado, y en el silencio casi se pudo ver por la puerta que conducía a la iglesia. Los monaguillos le es313
cómo se derrumbaba. Su cabeza estaba agachada; su papada, coltaron hasta el altar de San José, donde debía oficiar la misa. aplastada contra el pecho. No se despidió de nadie al salir de la Los fieles que estaban más cerca del cardenal durante la ceresacristía, acompañado de Domenico. monia comentaron entre ellos que el cardenal debía de haber El inspector general se arrodilló junto a Fowler. Paola le sosamado mucho al papa Wojtyla: Shaw se pasó toda la misa llotenía la cabeza, mientras apretaba la herida con su chaqueta. rando.
—Permítame.
Apartó la mano de la criminóloga. La improvisada venda de ella ya estaba empapada, y la sustituyó por su propia chaqueta
—Tranquilo, está fuera de peligro —dijo uno de los sanitaarrugada. rios—. Iremos deprisa al hospital para que le curen más a fon—Tranquilos, hay una ambulancia de camino. ¿Me dirán do, pero la hemorragia está contenida.
cómo consiguió la entrada para este circo?
Los camilleros alzaron a Fowler, y en ese momento Paola lo
—Evitamos sus taquillas, inspector Cirin. Preferimos usar comprendió todo de golpe: el alejamiento de los padres, el relas del Santo Oficio. chazo de la herencia, el terrible resentimiento. Detuvo a los caAquel hombre imperturbable arqueó ligeramente una cemilleros con un gesto. ja. Paola comprendió que aquello era su manera de expresar
—Ahora lo entiendo. El infierno privado que compartieasombro. ron. Usted fue a Vietnam a matar a su padre, ¿verdad?
—Ah, por supuesto. El viejo Gonthas Hanër, trabajador Fowler la miró, sorprendido. Tan sorprendido que se le olimpenitente. Veo que sus criterios de admisión al Vaticano son vidó hablar en italiano y le respondió en inglés. más laxos.
—¿Disculpe?
juan gómez-jurado
espía de dios
—Fue la ira y el resentimiento lo que le llevó allí. —Paola le Dante rió sin alegría.
respondió también en un inglés susurrante para evitar que los
—No me tientes. Tal vez algún día, pero esta vez no, Ancamilleros se enteraran de la conversación—. El odio profundo thony. Este viaje es de ida y vuelta. Habrá una mejor ocasión. hacia su padre, el frío rechazo a su madre. La negativa a recoger Cirin, con el rostro imperturbable, miró al sacerdote direcla herencia. Quería cortar todo vínculo familiar. Y su entrevista tamente a los ojos.
con Viktor sobre el infierno. Está en el dossier que usted me de—Quiero darte las gracias. Has sido de gran ayuda. jó. Ha estado delante de mis narices todo el tiempo…
—No lo he hecho por ti. Ni por tu bandera.
—¿Adónde quiere ir a parar?
—Lo sé.
—Ahora lo comprendo —dijo Paola, inclinándose sobre la
—De hecho, creía que eras tú quien estaba detrás de esto. camilla y colocando una mano amistosa sobre el hombro del
—También lo sé, y no te culpo.
sacerdote, quien, dolorido, reprimió un quejido—. Comprendo Los tres guardaron silencio durante unos minutos. Finalque aceptara el trabajo en el Instituto Saint Matthew, y commente fue Cirin quien volvió a hablar. prendo qué le llevó a ser lo que es hoy. Su padre abusó de us—¿Hay alguna posibilidad de que vuelvas con nosotros?
ted de niño, ¿verdad? Y su madre lo supo todo el tiempo. Igual
—Ninguna, Camilo. Ya me engañaste una vez. No volverá
que con Karoski. Por eso Karoski le respetaba. Porque ambos a ocurrir.
estaban en lados opuestos de una misma línea. Usted eligió
—Una última vez. Por los viejos tiempos.
convertirse en un hombre, y él eligió ser un monstruo. Fowler meditó unos segundos.
Fowler no contestó, pero tampoco era necesario. Los cami—Con una condición. Ya sabes cuál es. lleros reanudaron el paso, pero Fowler encontró fuerzas para Cirin asintió.
314
mirarla y sonreír.
—Tienes mi palabra. Nadie se acercará a ella. 315
—Cuídese, dottora.
—Tampoco a la otra. A la española.
—Eso no te lo puedo garantizar. Aún no estamos seguros de que no tenga una copia del disco.
En la ambulancia, Fowler se debatía contra la inconsciencia.
—He hablado con ella. No la tiene, y no hablará. Cerró los ojos momentáneamente, pero una voz conocida le
—Está bien. Sin el disco, no puede probar nada. devolvió a la realidad.
Hubo un nuevo silencio, aún más largo, interrumpido sólo
—Hola, Anthony.
por el pitido intermitente del electrocardiograma que el sacerFowler sonrió. dote tenía conectado en el pecho. Fowler se fue relajando, poco
—Hola, Fabio. ¿Qué tal tu brazo?
a poco. Entre nieblas le llegó la última frase de Cirin.
—Bastante jodido.
—¿Sabes, Anthony? Por un momento creí que le dirías la
—Tuviste mucha suerte en aquel tejado.
verdad a ella. Toda la verdad.
Dante no respondió. Él y Cirin estaban sentados juntos en Fowler no escuchó su propia respuesta, aunque no hacía un banco adosado a la cabina de la ambulancia. El superintenfalta. No todas las verdades te hacían libre. Sabía que ni siquiedente esgrimía una mueca cínica a pesar de tener el brazo izra él podía vivir con su verdad. Ni mucho menos cargaría ese quierdo enyesado y el rostro cubierto de heridas; el otro manpeso sobre otra persona. tenía su sempiterna cara de póquer.
—¿Y bien? ¿Cómo vais a matarme? ¿Cianuro en la bolsa de suero, dejaréis que me desangre, o será el clásico tiro en la nuca? Preferiría que fuera lo último.
Epílogo