Se ha afirmado, y con razón, que el protagonista de esta novela es uno de los personajes más sutiles creados por Graham Greene. En efecto, en su doble condición de ejemplar típicamente británico por una parte, y universalmente humano por otra, Anthony Farrant va revelándonos por su comportamiento, todo cuanto hace de él un inadaptado, un impostor y un mediocre.
Estos rasgos hallan, a la vez, su mejor contraste y complemento en la personalidad de Erik Krogh, el ingeniero sueco, cuyo invento le ha llevado a la cumbre del éxito, al tiempo que le ha vuelto en cierto modo, prisionero de su propia fama.