SEGUNDO DIÁLOGO
TEO. Entonces el sefior FuIke Greville le dijo: Por favor, señor Nolano, hacedme saber las razones por las que pensáis que la Tierra se mueve. El Nolano respondió que no podía darle razón alguna si no conocía su capacidad y que sin saber cómo podía ser entendido por él temía hacer lo de quienes exponen sus razones a las estatuas y van a hablar con los muertos. Le rogaba, por tanto, que se dignara en primer lugar darse a conocer proponiendo las razones que le persuadieran de lo contrario, puesto que en relación con las luces y la fuerza de ingenio que demostrara al aducir sus razones, podrían serle dadas las soluciones. Añadió además que (dado su deseo de mostrar la insuficiencia de las opiniones contrarias mediante los mismos principios con que se creen confirmadas) si se le procuraba el gran placer de encontrar personas estimadas idóneas para esta empresa, él siempre estaría dispuesto y preparado para responder. De esta manera se podría ver tanto mejor la virtud de los principios de su filosofía en oposición a la vulgar cuanto mayor oportunidad se le ofreciera de responder y de dar explicaciones. Mucho A 115 gustó al señor Fulke esta respuesta//: Me hacéis —dijo— un grandísimo cumplido. Acepto/vuestra proposición y voy G-A 51 afijar una fecha en la que se os enfrentarán personas que quizá no os priven de la oportunidad de exponer abiertamente vuestra doctrina. El miércoles próximo, dentro de ocho días[1], que será precisamente el miércoles de ceniza, estáis invitado junto con muchos nobles y doctos personajes, a fin de que después de comer se discuta de diversos y hermosos temas. Os prometo, dijo el Nolano, que no dejaré de estar presente ese día y siempre que se me ofrezca una ocasión similar, pues en la medida en que depende de mí nada es lo suficientemente importante para posponer mi deseo de aprender y de saber. Os ruego, sin embargo, que no me hagáis comparecer ante personas innobles, maleducadas y poco versadas en semejantes especulaciones. No cabe duda de que tenía motivos de temor, pues ha encontrado que muchos doctores de este país con los que ha tenido ocasión de hablar de letras tenían en su modo de proceder más del patán de lo que sería deseable. El señor Fulke respondió que no se preocupara, pues aquellos que le iba a presentar eran morigeradísimos y doctísimos.
Así se acordó. Entonces, cuando llegó el día en cuestión (ayudadme, Musas, a contarlo)…
PRU. Apostrophe, pathos, invocatio poetarum more.
SMI. Escuchad, por favor, maestro Prudencia.
PRU. Lubentissime.
TEO. … el Nolano, tras haber esperado hasta después de comer y no haber recibido noticia alguna, pensó que aquel caballero se había olvidado por causa de sus otras ocupaciones A 116 o bien que no había podido ultimar la/reunión. Despreocupándose, por tanto, de aquel G-A 52 asunto, salió a dar//un paseo y a visitar a algunos amigos italianos. Y cuando regresaba tarde ya, tras la puesta de Sol…
PRU. Ya el rutilante Febo tras volver la espalda a nuestro hemisferio con su radiante faz se marchaba a iluminar a los antípodas.
FRU. Por favor, magister, contadlo vos, que vuestro modo de recitar me satisface maravillosamente.
PRU. ¡Ah, si yo supiera la historia!
FRU. Entonces callaos en nombre de vuestro demonio.
TEO. … llegado a casa, tarde ya, se encuentra ante la puerta al señor Florio y al maestro Gwinne que se habían//esforzado G-A 53 durante bastante rato en buscarlo. Cuando le vieron llegar dijeron: Por favor, vamos rápidamente, sin perder un instante, que os esperan un montón de caballeros, nobles y doctores y A 117 entre ellos hay uno de los que tienen que disputar/que se llama como vos[2]. No podemos hacernos daño a nosotros mismos —dijo el Nolano—; tan sólo una cosa me ha fallado y es que yo esperaba despachar este asunto a la luz del día y veo que disputaremos a la luz de la candela. El maestro Gwinne pidió excusas en nombre de algunos caballeros que deseaban estar presentes y que al no poder ir a mediodía habían acudido a cenar. Bien pues, dijo el Nolano, vayamos y roguemos a Dios que nos acompañe en esta noche oscura, durante tan largo camino y por calles tan poco seguras.
Entonces, aunque marchábamos por la calle apropiada[3], pensamos que sería mejor acortar y nos desviamos hacia el Támesis con la intención de coger una barca que nos llevara hacia Palacio[4]. Llegamos al atracadero del palacio de Lord A 118 Buckhurst/y allí pasamos tanto rato gritando y llamando oares, idest,//gondoleros, que G-A 54habríamos podido llegar por tierra al lugar prefijado con toda tranquilidad y hasta haber solucionado algún pequeño asunto. Al final nos contestaron de lejos dos barqueros y con extrema lentitud, como si fueran a la horca, llegaron a la orilla, donde tras muchas preguntas y respuestas sobre el de dónde, a dónde, por qué, cómo y cuánto, acercaron la proa al último peldaño del atracadero. Entonces, de los dos que eran, uno —que parecía el antiguo piloto del reino tartáreo[5]— le echó la mano al Nolano y el otro —que supongo sería su hijo, a pesar de rondar los sesenta y cinco años— nos cogió después a nosotros. Y entonces, sin que hubiera subido un Hércules, un Eneas o un Rodomonte rey de Sarza,
gemuit sub pondere cimba
Sutilis, et multam accepit limosa paludem[6].
Al oír esta música dijo el Nolano: Quiera Dios que éste no sea Caronte; creo que esta es la barca llamada la émula de la lux perpetua[7]. Sin duda alguna puede competir en antigüedad con el arca de A 119 Noé ya fe mía parece/ciertamente una de las reliquias del diluvio. Las piezas de esta barca te respondían por donde la tocases y al mínimo G-A 55movimiento resonaban por todas partes//. Ahora me doy cuenta —dijo el Nolano— de que no era un cuento eso de que las murallas (de Tebas, si no recuerdo mal) tenían voz y en ocasiones cantaban al ritmo de la música. Si no lo creéis escuchad los acentos de esta barca que parece otros tantos p(fonos con esos silbidos que dejan oír las olas cuando entran por todo este concierto de grietas y hendiduras. Nos echamos a reír, pero Dios sabe cómo.
Aníbal, cuando a su afligido imperio
vio hacerse la fortuna tan adversa,
se echó a reír entre gente lacrimosa y triste[8].
PRU. Risus sardonicus[9].
TEO. Nosotros, invitados por aquella dulce armonía como por amor los desdenes, los tiempos y las estaciones, acompañábamos su sonido con nuestros cantos. G-A 56El señor Florio, como si recordara sus amores, cantaba el Dónde sin mí, dulce vida mía//. El Nolano replicaba: El sarraceno doliente, A 120 ¡oh, femenino ingenio/[10] y así sucesivamente/. Así, poco a poco, en la medida en que lo permitían la barca, que —aunque la carcoma y el tiempo la habían reducido a tal estado que hubiera podido servir de corcho— parecía con su festina lente[11] toda de plomo, y los brazos derrotados de aquellos dos viejos, que aunque con el movimiento de su cuerpo mostraban la medida larga, sin embargo con los remos daban los pasos cortos.
PRU. Optime discriptum illud, festina para la apresurada espalda de los marineros, lente para el rendimiento de los remos, como si se tratara de siervos ineficaces del dios de los huertos[12].
TEO. De esta manera avanzando mucho tiempo y poco espacio, cuando aún no habíamos hecho la tercera parte del viaje, poco después de ese lugar llamado el Templo[13], resulta que nuestros padrinos en lugar de apresurarse arrimaron la proa a la orilla. Entonces el Nolano preguntó: ¿Qué quieren hacer? ¿Acaso pretenden recuperar un poco de aliento? y se le tradujo que no querían continuar porque su casa estaba allí. Ruega que te ruega, pero tanto peor, pues ésta es una/especie de aldeanos en cuyo pecho despunta todas sus saetas el dios del amor del pueblo llano.//G-A 57
PRU. Principio omni rusticorum generi, hoc est a natura tributum, ut nihil virtutis amore faciant; et vix quicquam formidine paenae.
FRU. Hay también otro proverbio a propósito de todo aldeano:
TEO. En conclusión: nos dejaron allá tirados y después de pagarles y darles las gracias, porque en este país no se puede hacer otra cosa cuando se recibe una ofensa de semejante canalla, nos mostraron el camino más corto para salir a la calle.
Aquí te quiero, dulce Mafelina, musa de Merlín Cocaio[15]. Aquello era un camino que comenzaba en un lodazal// que ni G-A 58 siquiera por casualidad tenía un sendero. El Nolano, que ha estudiado y frecuentado las escuelas más que nosotros, dijo: Me parece ver un paso cochino, seguidme pues. Y aún no había terminado de decirlo cuando se vio enfrascado en ese fango de tal manera que no podía sacar las piernas y así, A 122 ayudándonos el uno al otro/pasamos por medio con la esperanza de que ese purgatorio durase poco. Mas resulta que por mala e inmerecida suerte, él y nosotros, nosotros y él, nos encontramos empantanados en un cenagal cercado por todas partes con buenos muros, como si del huerto de la envidia o del jardín de las delicias se tratara. Y como no había luz alguna que nos sirviera de guía no sabíamos distinguir el camino que habíamos recorrido del que todavía teníamos que hacer, esperando a cada paso encontrar el final; atravesando siempre ese fango líquido nos hundíamos hasta las rodillas en el profundo y tenebroso Averno. En esta situación no podíamos aconsejarnos unos a otros, ni sabíamos qué decir, sino que en un mudo silencio el uno silbaba de rabia, el otro susurraba, el otro bufaba con los labios o lanzaba un suspiro y se detenía un poco o bien blasfemaba en voz baja y como los ojos no nos servían nos guiábamos por los pies, un ciego se G-A 59confundía//por mejor servir de guía al otro, hasta el punto de que:
Como el hombre que yace y llora largamente
sobre el duro lecho el lento pasar de las horas,
espera que píldoras, encantos, polvos o licor
maten el grave mal que siente;
mas cuando a la larga ve el doliente
que el dolor vence todos los remedios
desesperado se tranquiliza y aunque muere
desdeña que por su salud algo más se intente[16];
también nosotros, tras haberlo intentado una y otra vez sin remedio alguno a nuestro mal, desesperados, sin afanamos más y sin devanarnos los sesos en vano, íbamos abandonados vadeando por el profundo mar de ese líquido fango que fluía lentamente desde lo hondo del profundo Támesis hasta la orilla./
A 123 PRU. Hermosa cláusula.
TEO. Cada uno de nosotros había tomado la decisión del trágico ciego de Epicuro:
Donde el fatal destino me guía ciego
déjame ir, y donde el pie me lleva.
No me acompañes más por compasión.
Hallaré quizá un foso, una cueva, una roca,
que piadosa me prive de tanta guerra
arrojándome en lugar profundo y bajo[17]//
G-A 60Mas, gracias a los dioses (porque como dice Aristóteles, non datur infinitum in actu)[18] nos encontramos al fin, sin incurrir en peores desgracias, en un pantano que aunque también avaro en concedernos un poco de margen que nos sirviera de camino, sin embargo, nos trató más cortésmente al dejar ya de trabarnos los pies hasta que, cuando hubimos subido más arriba por el sendero, nos ofreció amablemente un torrente que por un lado dejaba un margen de piedra suficiente para poner los pies en seco. Poco a poco fuimos avanzando, tropezando como borrachos, no sin riesgo de rompernos la cabeza o la pierna.
PRU. Conclusio, conclusio.
TEO. En conclusión: tandem laeta arva tenemus[19]. Nos A 124 pareció/que estábamos en los campos Elíseos cuando llegamos a la calle principal. Y juzgando por el aspecto del lugar a donde nos había llevado ese maldito sendero, resulta que nos encontrábamos poco más o menos a una distancia de veintidós pasos del lugar de donde nos habíamos desviado para buscar a los barqueros, muy cerca de la residencia del Nolano. ¡Oh múltiples dialécticas!, ¡oh, intrincadas dudas, importunos sofismas, cavilosas falacias, oscuros enigmas, intrincados laberintos, endiabladas esfinges, resolveos o haceos resolver!
En esta encrucijada, en este dudoso trance,
¿Qué debo hacer? ¿qué debo decir, desdichado?[20].
G-A 61De un lado nos llamaba nuestro alojamiento, puesto que el maestro Fango y el maestro//Pantano nos habían llenado de barro hasta tal punto que apenas podíamos mover las piernas. Además, la regla de la odomancia y el común de los augurios nos aconsejaban insistentemente que no continuáramos el viaje. Los astros, completamente cubiertos por un oscuro y tenebroso manto que volvía brumoso el aire, nos forzaban a regresar. La hora nos disuadía de seguir adelante y nos exhortaba a volver lo poco que quedaba a nuestras espaldas. La proximidad de la residencia del Nolano aplaudía A 125/favorablemente. La oportunidad, que con una mano nos había empujado hasta allí, con dos impulsos aún más fuertes nos hacía sentir en ese momento la mayor presión del mundo. El cansancio al fin (de la misma forma que una piedra es movida hacia el centro por su principio interior y naturaleza)[21] nos indicaba el mismo camino y nos inclinaba hacia la derecha. En la otra dirección nos llamaban tantas fatigas, esfuerzos y molestias que hubiéramos afrontado en vano. Pero el gusanillo de la conciencia nos decía: «Si este poco de camino nos ha costado tanto que apenas hemos hecho veinticinco pasos ¿qué ocurrirá con tanto camino como todavía nos queda? Meior es perdere, che mas perdere»[22]. En aquella dirección nos llamaba también el deseo común que teníamos de no defraudar la//expectación de aquellos G-A 62 caballeros y nobles personajes; en sentido opuesto respondía el crudo resentimiento de que al no haberse ellos preocupado ni haber pensado tampoco en enviar caballo o bote a unas personas respetables sin tomar en consideración el tiempo, la hora y la ocasión, tampoco sentirían demasiado escrúpulo ante nuestra ausencia. De aquel lado éramos acusados de poco corteses a fin de cuentas o bien de personas excesivamente puntillosas que miden las cosas en función de los méritos y de los favores y que hacen profesión de recibir cortesía más que de hacerla y de preferir como gente villana e innoble ser vencidos en ella a vencer. De este lado en cambio nos excusaba el hecho de que donde hay fuerza no hay razón. De allá nos atraía el interés particular del Nolano, que había dado su promesa y a quien le habrían podido achacar no sé qué. Además, él tiene siempre gran deseo de que se le ofrezca la oportunidad de ver costumbres, de conocer los ingenios, de adquirir si es posible alguna nueva verdad, de fortalecer el buen hábito del conocimiento, de reparar en aquello que le falta. De esta parte nos retenía el tedio general y un cierto A 126 espíritu que nos daba algunas/razones más verdaderas que dignas de repetir. ¿A quién toca resolver esta contradicción?, ¿quién debe triunfar en este libre arbitrio?, ¿a quién da su consentimiento la razón?, ¿qué ha establecido el destino? Resulta que este destino, por medio de la razón, abriendo al puerta del entendimiento, entra y ordena a la elección que despache el consentimiento a continuar el viaje. O passi graviora[23], se nos dice, ¡oh, hombres pusilánimes, ligeros, inconstantes y de poco espíritu!! /
G-A 63PRU. Exaggeratio concinna.
TEO. No, no es imposible, aunque sí sea difícil, esta empresa. Son difíciles aquellas cosas establecidas para hacer retroceder a los poltrones. Las cosas ordinarias y fáciles son para el vulgo y para la gente ordinaria. Los hombres raros, heroicos y divinos pasan por este camino de la dificultad con el fin de que la necesidad se vea obligada a concederles la palma de la inmortalidad[24]. Añádase a esto que aunque no sea posible llegar al extremo de ganar el palio, corred sin embargo y haced todo lo que podáis en asunto de tanta importancia, resistiendo hasta el último aliento de vuestro espíritu. No sólo es alabado el vencedor, sino también quien no muere como un cobarde y poltrón. Este último rechaza ser culpable de su fracaso y de su muerte atribuyéndolo a la suerte y muestra al mundo que ha llegado a tal estado no por una falta suya, sino por culpa de la fortuna. No sólo merece honores el único individuo que ha ganado la carrera, sino también todos aquellos que han corrido tan excelentemente como para ser juzgados igualmente dignos y capaces de haberla ganado, aunque no hayan sido los vencedores. Merecen vituperio los que desesperados se paran a mitad de la carrera y no tratan (aunque sea en última posición) de alcanzar la meta con el esfuerzo y vigor que les es posible.
Vidi ego lecta diu, et multo spectata labore
A 127 Degenerare tamen, ni vis. Sic omnia fatis/
In peius ruere, ac retro sublata referri:
Non aliter quam qui adverso vix flumine lembum
Remigiis subigit: si brachia forte remisit;
Atque illum in preceps prono rapit Alveus amne[25].
G-A 64Triunfe, pues, la perseverancia, porque si tan grande es el esfuerzo//no será mediocre el premio. Todas las cosas de valor son difíciles de obtener; estrecha y espinosa es la vía de la beatitud; grandes cosas quizá nos promete el cielo. Por eso dice el Poeta:
Pater ipse colendi
Haud facilem es se viam voluit, primusque per artem
Movit agros: curis acuens mortalia corda,
Nec torpere gravi passus sua regna veterno[26].
Pru. Es éste un desarrollo muy enfático que vendría mejor a un asunto de mayor importancia.
FRU. Es lícito y también potestad de los príncipes exaltar las cosas bajas. Si las hacen dignas, serán estimadas dignas y verdaderamente lo serán; y en esto sus acciones son más ilustres y notables que si engrandecieran a los grandes, pues éstos todo lo creen merecer por su grandeza, o conservaran a los superiores en su superioridad, los cuales dirán que eso es lo que se les debe no por favor o cortesía o magnanimidad del príncipe, sino por justicia y razón[27]. Pues bien, aplicad lo mismo a propósito del discurso de nuestro Teófilo. No obstante, maestro Prudencio, si todavía os parece duro, separadlo de esta materia y unidlo a otra.
PRU. Yo solamente dije que el desarrollo parecía muy enfático para la materia que se ofrece en este momento.
FRU. Yo quería decir también que parece que Teófilo A 128 tenga/algo de Prudencio, pero disculpable, porque me parece que esta enfermedad vuestra es contagiosa. Y no temáis, que Teófilo sabe hacer de la necesidad virtud y de la enfermedad cautela, preservación y salud. Proseguid, pues, Teófilo, vuestro discurso.
PRU. Ultra domine.
SMI. Vamos, démonos prisa si no queremos que el tiempo nos apremie.
G-A 67TEO. Levanta, pues, las alas, Teófilo, ponte a punto y recuerda que no se te da ahora la oportunidad de aportar las más sublimes cosas del mundo. No es ahora el momento de hablar de ese numen de la Tierra, de esa dama rarísima y singular que desde este frío cielo cerca del paralelo ártico proporciona tan clara luz a todo el globo terrestre. Me estoy refiriendo a Isabel[28], que por título y dignidad real no es A 129 inferior/a ningún otro rey que exista en el mundo y en cuanto al juicio, sabiduría, consejo y gobierno no cede el primer puesto a ningún otro gobernante. En el conocimiento de las artes y de las ciencias, en la comprensión y en el dominio de todas las lenguas que pueden escucharse en Europa de labios de personas llanas y doctas, supera sin discusión a todos los demás príncipes y triunfa sobre ellos de tal manera que si el poder de la fortuna estuviera en correspondencia e igualara al de su generosísimo espíritu e ingenio, sería la única emperatriz de la esfera terrestre y con su divina mano sostendría con mayor significación aún el globo de la monarquía universal[29]. No tienes ahora la oportunidad de A 130 hablar de ella, a la que si quisieras/comparar con alguna otra reina de tiempos pasados profanarías la dignidad de su singularidad y excepcionalidad, porque supera con mucho a todas: a unas por la grandeza de su autoridad, a otras por la duración de su largo, completo y todavía incólume reinado, a todas en fin por su sobriedad, castidad, ingenio y conocimiento. A todas supera también por la hospitalidad y cortesía con que acoge a toda clase de extranjeros con tal de que no se hagan completamente indignos de gracia y de favor[30].
Tampoco se te ofrece la ocasión de hablar de la generosísima humanidad del ilustrísimo señor conde Robert Dudley[31], conde de Leicester, etc., tan conocida por todo el mundo, tan renombrada a la par que la fama del reino y de la reina de Inglaterra en los reinos vecinos, tan ensalzada por los corazones de los generosos espíritus italianos que por él (y por su esposa) han sido y son tratados A 131 siempre/con particular favor[32]//. Él y también el excelentísimo señor Francisco Walsingham[33], gran G-A 69secretario del Consejo real, se bastan —como quienes están sentados junto al sol del esplendor real— para eliminar y anular la oscuridad con la luz de su gran nobleza y para educar y purgar con el calor de su amable cortesía cualquier rudeza o rusticidad que se pueda encontrar no sólo entre los británicos, sino también entre los escitas, los árabes, tártaros, caníbales y antropófagos. Tampoco es éste el momento apropiado para referir la honesta conversación, cultura y buena educación de muchos caballeros y personajes ingleses muy ilustres, entre los que es conocidísimo (especialmente para nosotros, en un primer momento cuando estábamos en Milán y en Francia por su G-A 70fama y luego, ahora que estamos en su patria,//por experiencia personal) el muy ilustre y excelente caballero señor Philip Sidney[34], cuyo tersísimo ingenio (dejando a un lado sus costumbres ensalzadísimas) es tan raro y singular que difícilmente hallarás otro semejante a él entre los más A 132 singulares y raros ingenios tanto de dentro como de fuera/de Italia. Se nos ha privado, pues, totalmente de materia digna de alabanza. Pero, de la forma más inoportuna, a despecho de todo el mundo, se nos pone delante una plebe que como tal plebe no es inferior a ninguna otra plebe que alimente en su seno la más bien excesivamente pródiga tierra, porque de todas las plebes que yo pueda haber conocido hasta ahora irreverentes, irrespetuosas, incultas, maleducadas, la plebe inglesa es verdaderamente una buena muestra. Cuando ven un extranjero parecen (¡por Dios!) otros tantos lobos, otros tantos osos que con su torvo semblante le lanzan esa mirada que arrojaría un cerdo a quien viniera a llevársele de delante la comedera. Esta innobilísima plebe —por lo que ahora nos interesa— se divide en dos partes[35].
PRU. Omnis divisio debet esse bimembris, vel reducibilis ad bimembrem[36].
TEO. La primera de ellas está formada por artesanos y tenderos, los cuales cuando se han dado cuenta de alguna manera de que eres de fuera, te tuercen el hocico, se ríen de ti, se te mofan, se te pedorrean con la boca, te llaman en su lengua perro, traidor, extranjero, y esto último es entre ellos un calificativo injuriosísimo que vuelve al imputado digno de recibir todas las ofensas del mundo, con independencia de que sea joven o viejo, togado o armado, noble o caballero//. Les lleva a ello su G-A 72deseo de tener una oportunidad de reñir con un forastero y en ello les da seguridad el que no pasa como en Italia, donde si alguien rompe la cabeza a uno de estos canallas se quedarán todos quietos mirando si por A 133 casualidad/aparece algún polizonte de oficio que lo detenga; y en el caso de que alguien se mueva lo hace para separar y apaciguar, para ayudar al más débil y defender sobre todo la causa del forastero. El que no es oficial de corte o funcionario de la justicia, id est, alguacil, no se atreve ni se siente autorizado a poner su mano sobre el delincuente. Y, si el alguacil no es lo suficientemente fuerte para detenerlo, todos se avergonzarán de ayudarle en semejante tarea. De esta forma, el alguacil y en ocasiones los alguaciles pierden la presa. Pero aquí, si por mala suerte te ocurre que aprovechas la oportunidad de tocar a uno de ellos o bien echas mano a las armas, resulta que en un instante te encontrarás a todo lo largo de la calle en medio de un ejército de bribones que parecen surgidos de la tierra con mayor rapidez de la que (según se imaginan los poetas) surgieron otros tantos hombres armados de los dientes del dragón sembrados por Jasón. Pero lo cierto es que salen de los talleres y te muestran la gentilísima y honorabilísima perspectiva de una selva de bastones, largas varas, alabardas, partesanas y horcas enmohecidas que (aunque les han sido concedidas por el príncipe para mejor uso) tienen siempre preparadas y dispuestas para ocasiones como ésa. Así te los verás echársete encima con furia salvaje, sin mirar a quién, por qué, dónde y cómo, sin decirse nada el uno al otro, cada uno desfogando esa aversión natural que siente contra el forastero; con su propia mano (a no ser que se vean obstaculizados por la A 134 multitud—/ de los otros que tratan de llevar a la práctica la misma intención) y con su propia vara te tomarán la medida del sayo y si no te andas con cuidado hasta te soldarán el pelo a la cabeza. Y si, por un casual, estuviera presente algún hombre de bien o un caballero al que disguste semejante villanía, se G-A 73verá obligado (aunque sea un conde o un duque)/a rabiar por dentro y esperar desde lejos el final por temor a acompañarte sin provecho tuyo y con daño suyo, pues esos individuos no tienen respeto a nadie cuando se ven armados de esa manera. Ahora, al tandem, cuando creas que ya puedes ir a buscar al barbero y poner a descansar tu fatigado y maltrecho cuerpo, resulta que verás que aquellos mismos individuos son otros tantos alguaciles y polizontes que si pueden imaginarse que has tocado a alguno de ellos (ya podrás tener la espalda y las piernas todo lo rotas que quieras) como si llevaras los talares de Mercurio o montaras el caballo Pegaso o fatigaras el lomo del corcel de Perseo o cabalgaras sobre el hipógrifo de Astolfo o te llevara encima el dromedario de Madián o trotaras sobre una de las jirafas de los reyes magos, a fuerza de golpes te harán correr, ayudándote a caminar con sus salvajes puñetazos que más te valdría que fueran otras tantas coces de buey, de asno o de mulo. No te A 135 dejarán/hasta que te hayan metido en la cárcel y una vez allí me tibi comendo[37].
PRU. A fulgure et tempestate, ab ira, et indignitate, malitia, tentatione, et furia rusticorum…
FRU. libera nos domine[38].
TEO. A ellos se añade la orden de los criados. No me refiero a los de la primera categoría, es decir, a los servidores de la nobleza, que generalmente no llevan divisa//o emblema a no G-A 74ser por la excesiva vanidad de los unos o por demasiada adulación de los otros. Entre éstos se encuentra alguna educación.
PRU. Omnis regula exceptionem patitur.
TEO. Me refiero, por el contrario, a las otras clases de criados. Unos son de segunda categoría y llevan todos el emblema a la espalda; otros son de tercera categoría y sus señores no son lo suficientemente notables como para que les interese poner un emblema a sus criados o bien se les A 136 cree indignos e incapaces de llevarlo/. Otros son de cuarta categoría y vienen después de los marcados y de los no marcados; son siervos de los siervos.
PRU. Servus servorum, non est malus titulus usquequaque[39].
TEO. Los de la primera categoría son nobles pobres y necesitados que se ponen bajo la protección de los poderosos con la intención de ganar algo y procurarse algún favor. Generalmente no son arrancados de sus casas, siguen a sus señores con dignidad y son apreciados y favorecidos por ellos. Los de la segunda categoría son pequeños mercaderes, arruinados, artesanos o gente que ha aprendido a leer o cualquier otro oficio sin ningún provecho; o bien han huido o se les ha echado de alguna escuela, taller o almacén. Los de la tercera categoría son aquellos vagos que para evitar un esfuerzo mayor han abandonado un oficio más libre y o bien son vagos acuáticos sacados de los barcos o bien son vagos terrestres sacados del arado. Finalmente los G-A 75de la cuarta//categoría son una combinación de desesperados, de despreciados por sus señores, gente escapada de tempestades, peregrinos, gente inútil y ociosa, individuos que ya no encuentran facilidades para robar o que acaban de escaparse de la prisión, gentes cuya intención es engañar a quien los venga a sacar de allí. Y se les saca de la columnata de la Bolsa y de la A 137 puerta de San Pablo. En París/encontrarás toda la gente que quieras de esa calaña a la puerta de Palacio; en Nápoles en las gradas de San Pablo y en Venecia en Rialto[40].
De las tres últimas clases son aquellos que para mostrar el poder que ostentan en su casa, que son personas de buen estómago, buenos soldados y superiores a todo el mundo, a todo aquel que no parece//cederles el paso le dan un empujón con el hombro (como si G-A 76 del espolón de una galera se tratara) que le hará girar en redondo haciéndole ver toda su fuerza, robustez y poder, capaces incluso de deshacer un ejército en caso de necesidad. Y si el que se les pone enfrente es un extranjero, ya les puede ceder todo el paso que quiera que de todas formas le harán saber hasta qué punto saben hacer de César, de Aníbal, de Héctor y hasta de un buey embistiendo. No se limitan a hacer lo que el asno, contento (sobre todo cuando va cargado) con seguir siempre su camino recto, por lo que si tú no te mueves él tampoco se moverá y será necesario dar un empujón o tú a él o él a ti. Pero esos aguadores no andan así, de forma que si no estás atento te harán sentir la punta de esa nariz de hierro situada en la A 138 boca de la jarra. Por su parte/los que llevan cerveza, si por un descuido tuyo se te tiran encima mientras van haciendo su recorrido, te harán sentir el peso de la carga que llevan encima y que no solamente son capaces de llevar sobre sus hombros, sino hasta de derribar cualquier obstáculo y arrastrar un carro si fuera preciso. Estos individuos, debido a la autoridad de que gozan por llevar la carga, merecen excusa, puesto que tienen más de caballos, mulos y asnos que de hombres. Acuso por eso a aquellos otros que tienen un poquitín de razón y están más hechos que ellos a imagen y//G-A 77 semejanza del hombre y sin embargo, en vez de darte los buenos días o las buenas tardes, tras haberte puesto una cara sonriente como si te conocieran y te quisieran saludar, te darán un golpe bestial. Digo que acuso a aquellos otros que en ocasiones simulan escapar o querer perseguir a alguien o correr hacia algún asunto necesario, y saliendo del interior de un taller te darán por detrás o de lado con toda su furia el mismo golpe que te daría un toro embravecido. Esto es lo que ocurrió precisamente hace pocos meses a un pobre italiano[41] al que de esta manera rompieron y destrozaron una pierna entre las risas y el regocijo de toda la plaza. A 139 Cuando/el magistrado quiso más tarde investigar el incidente ni siquiera encontró que tal cosa hubiera podido ocurrir en aquella plaza, de forma que cuando tengas ganas de salir de casa, mira bien antes de hacerlo sin una razón urgente y no pienses en algo así como en querer ir por la ciudad de paseo. Luego, haz la señal de la santa//cruz, ármate con una coraza de paciencia a prueba de G-A 78arcabuz y disponte siempre a soportar lo menos malo con buena voluntad si no quieres llevarte G-A 79 lo peor por la fuerza[42].//Pórtate con prudencia y piensa que nunca te las tendrás que ver con uno sólo ni con dos o con cincuenta, sino con toda la república y la patria plebeya por la cual todo el mundo está obligado, con razón o sin ella, a entregar hasta la vida. Por eso, hermano, cuando te sientas tocar así, echa mano a tu sombrero, saluda a tu antagonista y haz cuenta que ha hecho lo que suele hacerse entre compañeros y amigos; y si te parece que te ha dado demasiado fuerte, pídele perdón para que no vuelva a darte peor, provocándote y simulando que tú le has golpeado o has querido hacerlo. Ese es el momento y la ocasión en que podrás conocerlos mejor que nunca. Dice el Nolano que en los diez meses que lleva de estancia en Inglaterra[43] no ha aprovechado lo que esa noche en hacer penitencia y ganar perdones. Con sólo esa noche le bastaba para principio, medio y fin de toda la cuaresma. «Esta noche —dijo— quiero que valga por la penitencia que habría podido hacer ayunando durante cuarenta benditos días y hasta durante cuarenta A 140 noches/también. Esta noche he estado en el desierto, donde he ganado (no por una o por tres, sino por cuarenta tentaciones) cuarenta mil años de indulgencia plenaria…»[44].
PRU. Per modum suffragii.
TEO. «… de forma que creo de buena fe haber ganado lo suficiente no sólo por los pecados que he cometido sino hasta por muchos otros que pudiera cometer en el futuro.»
PRU. Supererogatorie.
FRU. Quisiera saber si contó esas humillaciones y golpes salvajes que dices que fueron cuarenta. Me hacéis acordarme del maestro Manfurio, al que unos bribones le hicieron contar no sé cuántas[45].
TEO. Si hubiera sabido él que se debía llevar tantos, quizá hubiera tenido curiosidad por contarlos, pero siempre creía que cada uno debía ser el último. Sin embargo, tan sólo era el último con respecto a los que ya habían pasado con anterioridad. Cuando dice que los golpes fueron cuarenta hace quizá lo que un devoto pecador, que debiendo responder al confesor del quoties, es decir, del número de veces, y no acordándose con precisión de la cantidad exacta, tira hacia arriba en lugar de hacia abajo por temor de que si confiesa menos en vez de más, se quede fuera algún pecado que debería por el contrario estar dentro de la mano del sacerdote que los absuelve[46]. Además, cuando se reciben esos empujones y heridas no se siente el mismo placer que al contarlos, porque en el cuerpo no se sienten sin dolor o congoja y de la boca salen con la misma facilidad dos que doce, que cuarenta, que cien o que mil. Sean, sin embargo, las que se quiera; yo no he podido contar las suyas, pero sí las mías. El se A 141 quedaba detrás/, como suelen hacer los que en un mal paso dejan la delantera al compañero, pero se engañaba porque la paliza no nos la daban menos por detrás los que estaban a nuestras espaldas que por delante los que estaban enfrente. Sin embargo él, como mal menor, se portaba como un prior que sigue a su convento o bien hacía lo que se hace cuando se va al combate (que era donde se imaginaba que debía estar en aquel momento, viendo encima tantos choques de lanzas partidas): fabricándose un parapeto con nosotros, se quedaba detrás, como el buen capitán que para la salvación de su ejército, que con su muerte desparecería, se mantiene en la retaguardia, sano y salvo, seguro y alejado, desde donde en caso de necesidad pueda correr a dar órdenes para que otras gentes acudan en auxilio o bien ser él mismo el embajador de la desgracia. Como él caminaba, pues, con este plan no podía ser visto por nosotros, que ocupados con nuestros propios problemas no estábamos en condiciones de volver la vista atrás y hacer aquellos gestos que precisamente por menos disimulados eran tanto más peligrosos[47].
PRU. Optime consultum.
TEO. Pero especialmente cuando estábamos en la pirámide cercana al Palacio, en el cruce de tres calles[48]…
PRU. In trivio./
A 142 TEO. …nos salieron entonces al encuentro seis caballeros que llevaban delante un muchacho con un farol. Uno de ellos me dio tal sacudida que me hizo volverme y ver cómo otro le atizaba una doble al Nolano, tan gentil y tan gorda que ella sola podía valer por diez y le hizo dar otra a la pared que podía también valer por otras tantas.
PRU. In silentio, et spe, erit fortitudo vestra. Si quis dederit tibi alapam; tribue ilii et alteram[49]/.
G-A 81TEO. Esta fue la última borrasca porque poco después, gracias a San Fortunio, tras haber recorrido senderos tan penosos, caminado tan inseguros vericuetos, cruzado tan rápidos ríos, dejado atrás tan arenosos lugares, superado tan cenagosos fangos, atravesado tan turbios pantanos, hollado tan pedregosas torrenteras, superado tan salvajes encuentros, andado tan resbaladizos caminos, topado con tan escabrosos peñascos, chocado contra tan[50] peligrosos escollos, con el favor del cielo llegamos al final vivos a puerto, idest, a la puerta, la cual se abrió ante nosotros nada más tocarla. Entramos, encontramos abajo muchos y diversos personajes, muchos y diversos criados, que sin interrumpir lo que hacían, sin bajar la cabeza y sin signo alguno de reverencia, mostrándonos su desprecio con sus gestos, nos hicieron el favor de mostrarnos la puerta. Pasamos al interior, subimos A 143 Y nos encontramos con que después de habernos/esperado// G-A 82 durante mucho rato, se habían sentado —perdida ya toda esperanza— a la mesa. Tras hacer los saludos una y otra vez…
PRU. Salutaciones.
TEO. … y algunas otras pequeñas ceremonias, entre las cuales hubo este gracioso incidente: y es que cuando se ofreció a uno de los nuestros el último lugar, en la cola de la mesa, él se pensó que se trataba de la cabecera y por modestia quería ir a sentarse a la presidencia. Hubo entonces una pequeña discusión entre los que por cortesía querían que se sentara el último y él, que por modestia quería sentarse a la cabecera. En conclusión: el señor Florio se sentó frente a un caballero que estaba sentado a la cabecera de la mesa; el señor Fulke a la derecha del señor Florio y yo y el Nolano a la izquierda del señor Florio. El doctor Torcuato estaba a la izquierda del Nolano y el doctor Nundinio justo enfrente de él[51].
SMI. Bien, dejémosles cenar, dejémosles descansar a la mesa hasta mañana.
FRU. Estoy seguro de que no tomarán tantos bocados como peripecias han pasado.
SMI. Las palabras colmarán la diferencia. Hasta la vista.
FRU. Adiós.
PRU. Valete.