ADRIEN
Sentí que la perdía. Sentí que mi mundo se desmoronaba como un castillo de arena que sucumbe ante las olas.
Si yo completo su corazón, ella hace que yo tenga uno.
Quizás debería contarle todo, pero hay cosas que son difíciles de olvidar y más aún difíciles de admitir. Me da tanto miedo que ella me deje si lo sabe y que la pierda para siempre.
¿Hasta cuándo Fred se mete en mi vida?
Basuras como él no debieron nacer. Que se follara a Salomé fue una cosa, pero no le voy a permitir que toque a Lexie. Si llega a ponerle siquiera un dedo juro que lo mato así me pudra en prisión.
Cuando pienso que he dejado el pasado atrás, este insiste en atormentarme. ¿Qué no pagué ya mi culpa? ¿No fue suficiente?
Fred es hijo del primer matrimonio de mi madre. Su padre era un borracho mal viviente que acostumbraba a pegarle a los dos. Mamá escapó de ese hombre y se encontró con otro peor, uno que no golpea con los puños sino con la boca. Uno que no conoce las palabras amor, lealtad; cariño. Él solo sabe ser un maldito miserable.
Nunca conocí a mi madre, solo por fotos. Murió por una hemorragia consecuencia del parto. August nos acogió a los dos, pero yo era su sangre y debía ser su heredero. El corazón de Fred siempre fue negro como el de su padre, quizás mi nobleza la heredé de mi madre.
Crecí en medio de esos dos demonios y me convirtieron en uno de ellos. Fred me odia por la simple razón que soy el único heredero de August y tuve que aparentar ser un cretino cruel para forjarme mi propio camino. Cuando supo que no era un maldito como él, su ira se encendió hacía mí.
Odio que salga a relucir esa parte de mí.
Odio que Fred se aproveche de mi debilidad.
Pero más odio que quiera arruinar lo mío con Lexie, la única luz de mi vida.
—Pase. —habla la voz dura de August. Entro a su oficina y el aire está contaminado con el infernal olor a tabaco. Siempre odié estar aquí escuchando sus historias de tretas y enriquecimiento ilícito mientras lanzaba círculos de humo al aire.
Camino hasta su escritorio de madera de roble y planto mis manos abiertas en la superficie.
—¿Por qué llamaste a Salomé? ¿Por qué Fred se está metiendo en mi vida de nuevo? —le exijo que me diga.
—¿Y por qué crees que yo lo sé? —habla sin cambiar el gesto; esa cara de póker que acostumbra a tener.
—¡Joder! No juegues conmigo August. Sé que estás detrás de todo esto. No cederé a tus juegos, no tendrás mi empresa. Yo la levanté, yo hice de Butler Inc. lo que es. Es mía.
—¿Y si pierdes a tu bailarina por el capricho de conservar tu empresa? —aprieto mis manos en dos puños y hago lo que me dice mi terapeuta, pensar en lo que me calma, pensar en quién me da paz; en mi ángel.
—Mi capricho no es la empresa. Es ella. Cuando tenga lo que quiero, saldrá de mi vida. Es mi plan, pero ustedes insisten en arruinarlo. Si quieres Butler Inc. tendrás que buscar otra manera.
—¿Por qué eres tan testarudo?
—¿Y por qué quieres mi empresa? Tienes más dinero que yo, tienes poder, prestigio… tienes el mundo a tus pies, August.
—Pero no tengo a Geraldin y eso te lo debo a ti. Ojo por ojo hijo…
—¿¡CREES QUE QUERÍA QUE MI MADRE MURIERA!? —le grito y pierdo de vista la luz que aleja mi oscuridad. Odio al hombre que tengo en frente. Siempre culpándome. Siempre lastimándome.
—No sé si querías, pero fue tu culpa. —dice con la mirada entenebrecida. ¿Tanto la quiso como para odiarme después de todos estos años? ¿No pudo amarme a mí por ser parte de ella?
—No te metas en mi camino, August o atente a las consecuencias. —enfatizo dándole un puñetazo a la tabla de su escritorio y me largo del infierno que él llamaba hogar.
«---»
—Luce tan apuesto, señor Butler. Le deseo mucha felicidad. Las mejores de todas. —dice Marla con una sonrisa amplia al tiempo que me ajusta la pajarita negra que acompaña mi esmoquin blanco. Lo combiné con pantalón, chaleco y zapatos negros.
Al fin llegó el día que tanto había esperado. Hoy Lexie Hudson será mi esposa y dedicaré cada día de mi vida para hacerla feliz. Es mi único deseo.
Miro mi Rolex y marca las nueve. Hora de irme.
Subo a mi monstruo y reproduzco la canción que bailamos en la cena de noche vieja, Have You Ever Really Loved a Woman. Siento que fue escrita para los dos. Amo a esa mujer.
Mi móvil suena con el tono de Basile y lo respondo con el altavoz.
—Señor, creo que algo va mal. Vine a recoger a la señorita Lexie y según me dice el valet del hotel ya alguien vino por ella.
—¿Y su familia?
—Están subiendo ahora a la limusina. Ella se fue sola, señor.
Cuelgo la llamada y marco el número del demonio que tengo como padre. Detengo el auto y trato de no perder el control. Si él le toca aunque sea un cabello lo voy a matar.
—¿Dónde la tienes? DÍMELO AHORA.
—¿De quién hablas, Adrien?
—Desgraciado. Sabes de quién hablo. ¿Qué quieres?
—Sabes lo que quiero, hijo.
—Hecho. ¿Dónde tengo que firmar? —le daría mi sangre si me la pidiera.
—¿No y qué era un capricho? No sabes mentir, Adrien. ¿Qué hice mal contigo?
—Cállate, no es momento de hablar de estupideces. Llévala de regreso al hotel. Cuando Basile me asegure que está a salvo, firmaré.
—No, hijo. Tú no pones las reglas. Te acabo de enviar una linda foto de tu prometida. Firma los papeles y llegará a la boda a tiempo. De lo contrario, tendrás otra muerte con la que cargar en tus hombros.
—DESGRACIADO. No la toques. No se te ocurra ponerle un dedo o no me importará que seas mi padre, te mataré.
—Haz lo que te digo y no hará falta, Adrien.
—¿Dónde?
—En la guantera de tu Lamborghini. Déjalos en el Café de la derecha; ahí los están esperando.
Reviso el móvil y veo la foto de la que habló. Lexie está en la instantánea y luce tan hermosa; un verdadero ángel.
La tiene.
El maldito la tiene.
Golpeo mis puños contra el volante y maldigo a August por ser un desalmado. ¿De qué le vale tener mi empresa? ¿Por qué se empeña en herirme?
Mis ojos arden de furia y temor. No me perdonaría si a mi bonita... no, ella estará a salvo.
Abro la guantera y me encuentro un sobre amarillo. Saco el documento y en él específica que le cedo todas mis acciones de Butler Inc. a ese que dice ser mi padre. Lo firmo sin dudar y me bajo de mi auto para entregárselo a uno de sus lacayos.
—Dile a August que esto no termina aquí. —el moreno asiente y me subo de nuevo a mi deportivo. Espero que él cumpla con su parte. No puedo imaginar mi vida sin ella. No lo soportaría.
Conduzco al Parque St. James con el corazón en la garganta. Lo único que deseo es verla sana y salva.
Llego en pocos minutos y veo la carpa climatizada que pedí instalar en el mismo lugar donde la besé por primera vez. Tomo un respiro y me repito que todo estará bien, que ella llegará pronto.
Bajo del auto y me encamino a la carpa, es transparente y desde aquí veo a la familia de Lexie. Espero no tener que darles ninguna mala noticia.
—Bombón, pero que guapo estás. Ya quiero ver la cara que pondrá mi cuqui. —Less me saluda con un beso y estoy a segundos de decirle todo cuando Maison, el padre de mi bonita, se acerca a mí en largas zancadas y el corazón se me detiene. No es que le tenga miedo, es solo que no sé si pueda mantener la boca cerrada.
Less se va y me deja solo con el verdugo. Justo ahora no tengo cabeza para esto, pero no puedo ignorarlo.
—Butler. Sé que quieres a mi Lexie. Mi niña recuperó la sonrisa desde que llegaste a su vida y quiero que la llenes de muchas más. Su vida no ha sido fácil y lo único que quiero es que sea muy feliz. Si un día ella deja de ser tu mundo, tu felicidad; te pido que no la hagas sufrir. Solo sé sincero con ella. Siempre.
—Señor Hudson yo…
—¡LLEGÓ! —grita Less y mi corazón bombea con fuerza dentro de mí pecho. Vuelvo a vivir.
Corro fuera de la carpa y abro la puerta del Cadillac blanco para poder abrazar a mi bonita. No hay nada más que deseé ahora mismo.
—¡Adrien! —dice con los ojos brillosos y la saco de ese jodido auto. Mi ángel está a salvo y es lo único que me importa. La abrazo y me derrumbo a llorar en su pecho. Si algo le pasaba yo me moría.
—Son unos tramposos. —chilla su hermana detrás y Lexie se aparta, secándose las lágrimas y sonriendo a la vez. —Ve adentro Butler. Papá se encargará de llevártela.
Imito a mi niña sonriendo como un tonto enamorado y articulo «Te amo» antes de caminar de vuelta a la carpa.
Estoy de pie al final del pasillo y no hay nada más para mí en ese lugar que ella, la mujer que amo con todo mi ser. Es mi ángel, mi segunda oportunidad, mi amor; la única persona que necesito a mi lado. Sus ojos destellan amor, pureza, sinceridad. Espero poder ser el hombre que merece y quien la haga feliz por siempre.
Su padre se nota muy conmovido, al borde de las lágrimas y lo entiendo, por Dios que lo hago, porque está entregando a su hija en mis manos, está confiando en mí; es abrumador.
Lexie le da un abrazo a su padre y besa su mejilla, es la mujer más dulce que he conocido y eso me hace amarla más.
El obispo inicia la ceremonia y no escucho nada, solo a mi corazón resonando en mis oídos. Palpita rápido, apremiante… lleno de miles de emociones que no me da tiempo de descifrar.
—Adrien Butler ¿Toma usted a Lexie Hudson como esposa?
—La tomo, la amo y la necesito. —respondo y ella me da de regalo su sonrisa.
—Lexie Hudson ¿Toma usted a Adrien Butler como esposo?
—Sí, para siempre. —sus ojos ya han comenzado a diluviar sobre sus mejillas. Seco sus lágrimas con mis dedos y sonrío. Hasta llorando es hermosa.
Un anillo, con una piedra ovalada y transparente, ocupa ahora su dedo anular; es solo un pequeño símbolo de mi amor por ella.
—Te amo, bonita. —susurro y beso su mano.
—Adrien. Cuando te conocí, creí que estabas muy loco. No pensé que alguien me amara de esa forma sin conocer realmente mi corazón, pero me demostraste que el amor traspasa las palabras, traspasa el conocimiento y, sobretodo, vence los miedos. Mi amor por ti no es grande como el océano, ni inmenso como el universo… es infinito como este anillo que pongo hoy en tu dedo. Con él, uno mi vida a ti para siempre, Butler.
La primera vez que la besé, no fue con la boca; fue con la mirada. La segunda vez, lo hice con mi corazón y hoy, en este instante, le entrego mi alma con mis labios. Es suya y no la quiero de vuelta.
«---»
No hubo mejor lugar para celebrar nuestra unión que en el salón donde mi ángel me declaró su amor. Cada detalle fue pensado para ella. Lo merece todo.
Lexie no ha dejado de sonreír y con ello alegra mi alma. Todo el dolor, todo el vacío que sentí durante estos años, se ha convertido en neblina, en humo que el viento de su amor terminará de alejar.
Ya no estoy solo, la tengo a ella.
—¿Te he dicho que te amo Adrien Butler? —susurra mientras bailamos Forevermore de Whitesnake.[21] Mi parte favorita es esta:
If it was'nt for your love
Si no fuera por tu amor
don't know where I'd
be
No sé donde estaría
dont know what I'd
do
No sé qué haría
Time and time again
Una y otra vez
sing the same
refrain
Canto el mismo
estribillo
all because of you
Todo gracias a ti
For you will be my
love
Para vos será mi amor
and I will feel your
heartbeat
Y sentiré los latidos de tu
corazón
forevermore
Para siempre
La música termina y, por los aplausos, creo que dimos un lindo espectáculo. Mi bonita cambió su vestido largo, que abrazaba cada curva de su cuerpo a la perfección, por uno en el mismo tono pero más vaporoso y sencillo. Amé como lucía con cada uno.
El brindis, las fotos, las felicitaciones… todo ha pasado y no veo la hora de llevarla conmigo e intentar hacerle el amor. Aún no estoy seguro si está preparada y no quiero forzarla, ella marca el ritmo de cada paso que damos.
—Con permiso, debo robarme a la novia para que lance el ramo. —dice Hayley, la madre de Lexie. Su mirada es dulce y destella amor cuando mira a sus hijos.
Me muero por tener los míos propios y ver ese brillo en los ojos de mi ángel cuando los mire. Aunque para ello debemos esperar, la carrera de Lexie está en pleno auge y no quiero truncar sus sueños. Ella es mi prioridad.
En el salón, la mayoría de las personas son familiares de Lexie. De mi parte, solo invité a Basile y Marla. Los amigos que tuve en el pasado eran una cuerda de farsantes que solo querían algo de mí, mi dinero. Ah, y por ahí anda Abby con su novio, no podía dejarla fuera después de haber organizado todo esto. Creo que es mejor como Wedding Planner[22] que como secretaría.
—Hola, gordito. Enhorabuena. —escucho la maldita voz de esa mujer a espaldas de mí.
—¿Qué haces aquí? —gruño y la tomo del brazo para llevarla detrás de uno de los enormes ramos de dahila[23] que decoran el salón.
—Adrien, no me hagas daño. —se queja y aflojo el agarre.
—No entiendo qué haces aquí, Salomé. Ya firmé los malditos papeles. —murmuro para no hacer un escándalo.
—¿Y ella sabe lo que hiciste? ¿Sabe quién eres? —pregunta con esa endemoniada boca que lo único que hace es destilar maldad.
—Ella me conoce, Salomé. Ella me ama más allá de todo eso. Simplemente, olvídalo. Ya mi vida no es tu problema. —digo con los dientes apretados.
—¿Y la habitación? ¿Sigue ahí? —bajo la cabeza y la sacudo a los lados.
—Salomé… no lo hagas. Por favor. Déjame vivir, déjame creer que puedo.
—¿A cambio de qué?
—¡Por Dios! ¿Cuánto más quieres de mí, mujer?
—Todo, Adrien. Siempre lo quise todo, pero te olvidaste de mí, preferiste tu maldita empresa y me alegro que la hayas perdido. Aunque eso solo quiere decir que ella significa más para ti de lo que lo hice yo. Sé feliz, mientras puedas.
Ella se va y la pesadez vuelve a instalarse en mi alma. El pasado sigue ahí, siempre va delante de mí; un paso antes de mi presente.
—Señor Adrien Butler. Es solicitado en el escenario. —es la voz inconfundible de mi cuñada. Lexie y ella pueden ser idénticas pero a mí no me engañan.
Tomo un respiro, dibujo una sonrisa y camino hacia allá, dejando atrás la amenaza implícita de mi ex mujer. Ya lo resolveré.
—Cómo ves, tu flamante esposa no está por aquí. La escondimos, por así decirlo. Cuando éramos niñas, una de las dos era el tesoro y seguía un mapa. Hoy Lexie es tu tesoro y este es tu mapa. —Less me entrega un papel rosa con unas letras y dibujos.
¿Es en serio? Creo que no es el mejor momento para jugar a las escondidas. Con el lunático de August llevándosela esta mañana fue suficiente.
Hago una mueca con una semi–sonrisa y me dedico a descifrar lo que dice el fulano papel.
Donde las luces iluminaron tus ojos encontrarás la llave que te llevará a mí, Lexie.
Doy media vuelta y camino hacia las escaleras del salón, las que llevan a los ascensores. Una vez ahí, presiono el botón que me lleva a la azotea y me toma unos diez minutos llegar arriba porque en cada piso se subió alguien. Que conveniente.
En el mismo lugar donde me dio el sí, hay una caja de madera. La abro y encuentro una llave con una tarjeta.
Las llaves no sirven solo para abrir, también para cerrar. Algunas puertas esconden un misterio y otras un pacto. ¿Sabes en cuál estoy? Búscame.
Una puerta. Salomé me preguntó por la habitación ¿Y si ella? ¡Joder! No puede enterarse así.
LEXIE
Supe que algo iba mal desde el momento que el auto siguió de largo y no giró a la izquierda. La ruta más rápida al parque era St. John's Wood Road y nos estábamos alejando.
—Sonríe, muñeca. —dice la voz de Fred y me toma una foto. Por la emoción del momento, no me di cuenta que el chófer no era Basile. Debí avisarla a Adrien que su hermano estuvo en el hotel.
—¿Adónde me llevas? —espeto con las manos sosteniendo mi bouquet de rosas blancas.
—Eso depende de tu futuro esposo. —dice con una risa malévola que observo por el espejo retrovisor.
Fred gira el auto y toma la vía de Harrowby St, es lo que dice el letrero de señalización.
No entiendo qué quiere decir con que depende de Adrien. ¿Y si está en peligro?
—¿Por qué haces esto? —le pregunto y hago un esfuerzo para que mi voz no suene rota.
—Solo cumplo ordenes, muñeca. Mientras Adrien tome la decisión correcta estarás a salvo.
Él solo sigue conduciendo y yo hago un mapa mental de la ruta. No se está alejando mucho del Parque St. James, pareciera que está dando vueltas en círculos. Debí invitar a Less a pesar de nuestra pequeña discusión y no estaría sola en esto.
—¿Sabes? Adrien siempre ha sido un mediocre. No entiendo que ves en él. Te aseguro que un cuerpo como el tuyo merece a un experto como yo. Lo que haría con mi boca en tu coño te elevaría a las nubes.
Maldito degenerado.
Me duele inhalar y tengo miedo de exhalar; de hacer cualquier ruido que lo ponga alerta pero, aunque me esté muriendo de miedo, no le demostraré debilidad.
El teléfono de Fred suena y él se lo lleva a la oreja sin decir nada. Seguro está recibiendo instrucciones de lo que hará conmigo.
—Irás a tu boda, muñeca. —dice al terminar la llamada.
Exhalo fuerte y con tengo el deseo de llorar, no le daré el gusto.
«---»
La ceremonia fue hermosa y no he dejado de sonreír desde que se hizo oficial. Adrien y yo estamos unidos como un nudo fuerte e irrompible.
Mi Butler conduce su Lamborghini a Hyde Park, rumbo a nuestra celebración. Aún no sé qué pasó esta mañana ni porque Fred me retuvo pero ya habrá tiempo para hablar de ello. Hoy es el primer día del resto de nuestras vidas y quiero que sea el más feliz de todos.
—¡Oh mi Dios! —cubro mi boca con las manos al ver el salón.
—¿Te gusta mi ángel?
—Lo adoro, corazón. —bajamos las escaleras del salón por primera vez como esposos y la felicidad no me cabe en el pecho.
Miles de dalías adornan cada espacio, llenándolo de color. Es un espectáculo digno de admirar. Las luces rosas hacen que me sienta en un mundo de fantasía, en un sueño maravilloso.
Mi esposo y yo flotamos en la pista al ritmo de una hermosa canción llamada Forevermore. Es perfecta.
—Me concedes esta pieza. —susurra la voz temblorosa de mi primer amor, mi papá.
Sonrío y dejo los brazos de mi esposo para ir a los de él. Mi Butler no queda solo, mi madre le hace compañía y la emoción del momento hace que las lágrimas se desborden en mi rostro. Soy tan feliz.
—Cuqui, mereces esto y más. Cuando te tuve por primera vez en mis brazos, el corazón se creció para albergar más amor por ti. Mi sueño es que los tuyos se cumplan. Siempre serás mi niña, Lexie.
—Papi, te amo. Eres el mejor padre del universo. —murmuro mientras lo abrazo.
—No estoy cerca de serlo, cuqui. Lo único cierto es que te amo.
—Por Dios Maison, deja de hacer llorar a tu hija. Apártate, bailaré con mi sobrina.
—Idiota, siempre arruinas mis momentos felices. —espeta papá y mi tío se ríe. Ellos tienen una relación hostil que solo ellos entienden.
—Felicidades dulzura. Nunca le digas esto a Less, pero eres mi favorita. —susurra bajito y me muero de risa. Él es tan él.
»Lexie, el amor es el sentimiento más incomprensible e indetenible del mundo. Por eso debes amar como si solo durara un segundo y, cuando vayas acumulando minutos, horas… días a ese amor, entonces será eterno.
—Oye, pero papá no es el único cursi de la familia. —bromeo y él sonríe mostrando un hermoso hoyuelo en su barbilla. Mi tío sigue siendo condenadamente guapo. Tía Mel es tan afortunada.
Luego del baile, vamos al set de fotografías, que fue decorado con miles de flores multicolores al final. Es como estar en un jardin esplendoroso y perfumado. Es hermoso. Less se encarga de convertir el momento en un circo con sus locuras y Joy la secunda.
—Mariposita, hoy volarás a otro nido y me dejarás sola. —dice Joyce con un mohín.
—Las mariposas no tienen nidos, demente. —ella eleva los hombros y juguetea con el escote de su vestido negro. Es uno largo y ceñido al cuerpo hasta los pies y con una gran abertura que llega hasta su muslo derecho. Si fuese rojo se parecería a Jessica Rabbit.[24] Joy tiene un cuerpo bastante curvilíneo y sexy. .
»Solo quería decirte que me harás mucha falta y que te quiero. —dice sin mirarme.
—Ven aquí, Joy. Dame un abrazo.
—Abrazo grupal. —grita la chispa cósmica de la casa y se nos une a la fiesta.
Llega la hora de almorzar y Less hace sonar una copa de cristal para llamar la atención. Espero que no cometa una imprudencia, ella no tiene filtro en esa boca.
—Buenas tardes queridos comensales. Mi discurso no tomará más de dos minutos. Lexie, eres mi otra mitad, mi ejemplo a seguir de coraje y valentía, y la persona más hermosa que he conocido. No solo por nuestro rostro encantador, perfectas curvas y trasero voluminoso; lo digo por lo que llevas dentro. Te amo cuqui.
»Adrien, desde que te conocí, sentí esa conexión inexplicable y me enamoré de ti. Si un día entras en razón y decides por la gemela correcta, estaré esperando por ti. —bromea y me guiña un ojo.
»Porque el amor de Lexie y Adrien esté blindado a prueba de balas. Salud. —dice elevando la copa.
—SALUD. —responden todos.
Hoy es el mejor día de mi vida.
«---»
Es obvio que nuestro pacto de castidad quedó en el pasado y, a la verdad, deseo entregarme a mi amor en cuerpo y alma.
Lo espero en la habitación, donde hicimos ese pacto, impaciente porque mi Butler descifre el código. No le debe tomar más de unos minutos.
Estoy de pie frente a su cama vistiendo un sexy modelo rosa de Victoria Secret´s, acompañado por unas lindas alas en el mismo tono. Hoy seré su ángel, su cielo… seré lo que él quiera.
La puerta se abre y los ojos celestes de mi esposo se llenan de deseo. Su respiración es tan fuente que la escucho desde aquí.
—Puerta correcta, Butler. —un suspiro de alivio sale de su boca y me humedezco los labios. Luego, mi adonis se despoja de la chaqueta y camina enigmático hasta mi lugar.
—Bonita, eres el ángel que me lleva al cielo, la única mujer que puede llevarme a conocerlo. —susurra y sus dedos rozan mis labios, provocando que mi cuerpo sea atacado por miles de dardos certeros, todos apuntando al centro.
—Te amo, Butler. —musito a la vez que desabotono su chaleco.
—Lexie... lo de hoy fue... —acallo sus palabras con mi dedo índice y él cierra los ojos.
Sus manos se instalan en mi cintura y me atraen hasta su pelvis. Su excitación ya ha aflorado y una cálida humedad inunda mi sexo.
—Adrien... —murmuro cuando él me besa con deseo y embelesamiento.
Sus labios trazan un mapa desde mi cuello hasta el inicio de mis senos. Sus dedos vibran al surcar el escote que forma mi brasier y la tensión en mi vientre va en aumento. No puedo contener el deseo de verlo sin tanta tela y jadeo «desvístete para mí».
Mi amor me mira a los ojos y da un paso atrás luego de besar mis labios con esa boca dulce y generosa.
Sus largos y fuertes dedos desabotonan con sincronía cada una de las piezas, desarmando el caparazón que envuelve su piel. Su torso queda expuesto ante mis ojos y recorro sus caminos con la yema de mis dedos.
—Ángel. —gruñe y se humedece los labios con la lengua. Su boca vuelve a apoderarse de la mía y hundo mis uñas en la piel de su espalda.
Mi Butler me toma en sus brazos y me recuesta sobre la cama, ataviada con telas de seda y pétalos de rosas.
—Mi niña bonita, hoy te haré mi mujer. —balbucea con esa voz ronca que me hace vibrar.
Con delicadeza, mi castaño desabrocha mi brasier y me quita las alas. La punta de sus dedos trabajan en endurecer mis pezones y luego el calor de su boca se adueña del primero. Sensaciones indescriptibles se agolpan en cada parte de mí y no hay lugar donde quisiera estar más que con él.
Sus dedos bordean las curvas de mis caderas y se detienen en la liga de mi ropa interior. Me tenso, imaginando lo que vendrá y rogando a Dios que pueda seguir adelante.
Su lengua traza círculos en mi abdomen mientras sus manos siguen ahí, esperando por mí. Hundo mis dedos en el cabello ondulado de mi adonis y separo las piernas, invitándolo a continuar.
—Eres tan preciosa, mi joya. —jadea y lamento que haya usado esa maldita palabra. El momento de magia y excitación se convirtió en tinieblas, en una noche oscura y solitaria de un estacionamiento.
—NO ME TOQUES. SUÉLTAME. SUÉLTAME. —le grito y uso mis piernas para empujarlo al suelo. Me levanto de la cama y corro al baño para encerrar ahí al ángel negro en el que me convertí.
—Bonita, lo siento. Lo siento. —habla detrás de la puerta de madera que nos separa.
Me deslizo contra la tabla y me apoyo en ella. El piso de mármol está frio, y no caliente como sus manos. Deseaba tanto romper la maldición que conjuró ese otro hombre aquella noche.
—No te culpes. El problema soy yo, Adrien. —me cubro la mano con la boca y sollozo por ser tan estúpida.
—Lexie... mi ángel. Déjame entrar. —su voz suena lastimada y todo se debe a mí. No puedo darme a él. No puedo.
—Adrien. Creo que lo mejor es que anulemos la boda. —lo digo con una espada atravesando mi alma. Lo digo con tanto dolor que me deja sin aire.
—No, no, no. No digas eso, Lexie. Te juro que puedo soportar no tocarte pero nunca soportaré perderte. Eres mi corazón.
Un sonido hueco resuena en la habitación y lo imagino a él lastimándose más de lo que ya lo hice yo.
—Hace dos años... un hombre tomó posesión de mi cuerpo. Me lastimó, me desgarró la piel; acabó con mis ilusiones. Mientras lo hacía, decía esa maldita palabra con “P”. No es tu culpa, Adrien.
Tomo una bata del baño y envuelvo mi desnudez con ella.
—Maldito desgraciado. —dice la voz dolorida de mi Butler. Lo escucho gemir compungido y desbloqueo la puerta para unirme a su dolor, que sigue siendo el mío.
—Tú no tienes la culpa. —vuelvo a decir y él me mira con tanta pena que desearía no haberle dicho nada.
—Eres mi esposa, Lexie y nada cambiará eso. Nada impedirá que te ame. Nada. Así tenga que cortarme las manos para contener el deseo, así enmudezca mis labios para no herirte con mis palabras, te estaré amando siempre. Siempre.
—Ámame entonces. —musito a medida que la bata cae al suelo, develando mi piel. Necesito sentirlo. Necesito liberarme de esta maldición.
—Tengo miedo. No quiero hacerte daño. Mejor es que... —él se levanta del suelo y sus pasos, encaminados a la salida, me dicen que ya no lo intentará. Quizás nunca más lo haga.
«---»
Me echo a llorar como una cría sobre el colchón, en el que aún converge el olor de él junto al mío; ahí donde nuestra nueva vida comenzaba y, al parecer, donde terminó.
Mis ojos están hinchados de tanto llorar y me duele la cabeza horrores. Decido salir de la cama y camino hasta la cocina con los pies descalzos. No tengo que encender las luces, ellas se activan a mi paso.
No sé dónde está Adrien y quisiera que volviera a mí y que dejemos de lado esa pesadilla en la que se transformó nuestro cuento de hadas.
Me siento en una silla alta de cuero gris con espaldar, que está frente a la barra de mármol gris oscuro de la amplia cocina, y sostengo mi rostro en un puño.
—¿Desea algo señora Lexie? —pregunta la dulce voz de Marla.
Si le digo lo que deseo pecaría de imprudente.
—Algo para el dolor de cabeza, por favor. —ella me da una leve sonrisa y asiente. Camina a la derecha y abre una puerta de vidrio templado que esconde detrás un refrigerador, de por lo menos un metro de ancho, y saca una garrafa con un líquido amarillo que supongo es jugo de naranja. Luego, levanta otro vidrio templado que guarda los vasos de vidrio y toma uno. Repite la misma acción con otra puerta y saca un frasco blanco con las pastillas.
—Esto le sentará bien. —dice con esa sonrisa que parece no borrar nunca.
Me llevo la pastilla a la boca y termino por completo el delicioso jugo de naranja que me sirvió.
Del enorme apartamento de Adrien, solo conozco la cocina, su habitación y el salón que da a Hyde Park. ¿Estará aquí o se habrá ido?
»¿Quiere algo de comer?
—No gracias, muy amable Marla. —me bajo de la silla y decido dar un recorrido por la propiedad.
Cada espacio parece que perteneciera a un lugar diferente. En unas habitaciones las paredes son recubiertas en mármol y en otras son de madera.
Caminando sin saber a dónde, doy a parar a una sala amplia con pisos de madera con dos áreas amobladas en tono blanco y negro. Al igual que el salón donde me llevó Basile la primera vez que vine, esta no tiene paredes al fondo ni a los lados, solo ventanales de cristal que pueden ser cubiertos por las cortinas color crema que están dispuestas a cada lado.
Al final, hay una puerta que lleva a una pequeña terraza. Salgo, y el viento frío sacude mi cuerpo, por lo que decido entrar.
—¡Oh mi Dios! —lo veo a él con una botella de whisky empuñada en la mano derecha, a la que le falta más de la mitad del líquido ámbar.
—¡Adrien! —le quito la botella y acuno su rostro con mis manos. Está helado. Mi esposo abre los ojos y comienzo a llorar sobre él. Mis lágrimas caen en su pecho descubierto y mi amor me mira con pena en sus ojos.
»¿Me sigues amando a pesar de estar marcada? —necesito saber si algo cambió, si conocer que fui vejada destiñó su amor por mí.
—Te amaré hasta que muera. Nada cambiará eso, bonita. —murmura y llevo mis labios a los suyos, deseando que sus besos acaben con el dolor que llenó mi corazón cuando salió de la habitación.
—Bésame, Adrien. —le pido al ver como se resiste.
—No si con ello te lastimo de nuevo.
—Me lastima más que no lo hagas. ¿Te doy asco? —pregunto llorando y temblado a la vez por el frío o la angustia, no sé cuál pesa más.
—Lexie... ¿Cómo piensas algo así? —sus manos toman posesión de mi cintura y me abraza sobre su pecho.
»Asco es lo menos que siento por ti, mi ángel. Estoy agonizando solo por saber que alguien te lastimó tanto y lo que más quisiera es devolver el tiempo e impedir que suceda.
—Entonces bésame y hazme olvidar el pasado. Hazme el amor y cambia ese horror por nuevos sueños a tu lado.
Mi musculoso esposo se levanta del sofá de cuero conmigo en brazos y me lleva dentro, donde el frío ya no llega, donde espero que me haga el amor.
El camino que toma no nos conduce a la habitación donde me dejó, sino a otra en esta misma ala. Abre la puerta sin soltarme y me recuesta en una cama amplia del mismo tamaño que la suya. Esta habitación tiene una decoración más femenina; tiene sabanas rojas y pequeños sofás en el mismo tono. Las alfombras son negras y la luz es más fuerte.
—Te amo infinito, mi Butler. Eres al único que necesito. —musito y mi amor guarda silencio. Sé porque lo hace, no quiere decir nada que acabe con el momento.
Sus labios aún conservan el sabor a whisky y me siento borracha junto con él, pero no por el alcohol, sino por lo que despierta en mí.
Sus dedos desanudan el lazo de mi bata y sus labios se encargan de acariciar mi piel, dejando un camino de erizos por donde va pasando.
—Lexie... bajaré tus bragas e intentaré probar tu interior. Si tienes miedo, si voy muy rápido, solo di mi nombre y me detengo. —me dice mirándome a los ojos.
Yo me muero de la vergüenza y a la vez quiero gritarle que lo haga; que quiero deshacerme en sus manos.
—De acuerdo. —digo con un hilo en mi voz y él pasea su lengua por sus labios enrojecidos por nuestros besos.
El primer paso se ha cumplido y le doy la bienvenida a su boca abriéndome de piernas para él. Mi respiración es un ahogo pero la sensación es exquisita.
Sus dedos despliegan mis labios inferiores y su lengua ataca mi hendidura. Hundo mis pies en el colchón y a la vez elevo las caderas.
Mis manos están clavadas en su espalda y siento que vuelo libre como un globo en el aire.
—¡Adrien! —grito y él se detiene. Sus ojos buscan los míos y jadeo «no pares». Creo que hicimos mal en escoger su nombre como clave porque quiero gritarlo hasta que mi garganta duela.
—Mejor dime que me detenga si algo va mal. —asiento y lo veo desaparecer entre mis muslos.
Sigo volando y subo hasta traspasar la atmósfera.
Un movimiento certero en el punto clave de mi sexo hace que explote como un globo y descienda hasta el punto de inicio.
Caigo jadeante en la cama y mi amor me acompaña, dándome un tierno beso en la sien. Él sigue vestido del torso para abajo y yo estoy completamente desnuda debajo de él.
—Amor —murmuro— ¿Qué hay de ti?
—Quiero ir despacio. No te preocupes por mí; ya obtuve más de lo esperaba, bonita. —Tanto amor no puede ser de este mundo.
Dormimos esa noche abrazados y fue hermoso sentir su corazón latiendo en mi oído.
Despierto temprano y mi hermoso ya no está. Una pequeña nota adosada a una dahila me dice que me espera a las once en el comedor con una sorpresa.
¿Dormí tantas horas?
Me levanto de la cama y extiendo los brazos para aflojar la pereza. En uno de los sillones rojos, hay un conjunto de falda de tubo negra con una blusa roja y unos stilettos negros Jimmy Choo.
Camino al baño y miro en el espejo la maraña de enredos que se formó en mi cabello. Sonrío y una punzada de electricidad se clava en mi sexo al recordar lo que hace unas horas él me hizo sentir.
El baño es hermoso. Las paredes están recubiertas en mármol y tiene una tina donde perfectamente entramos los dos. Una puerta de vidrio templado separa la ducha del baño y dentro tiene dos regaderas cromadas de unos veinte centímetros de diámetro. Abro el grifo y tomo un gel de baño que reposa dentro de una abertura en la pared, que también tiene un panel de vidrio; huele exquisito.
Froto mi cuerpo y me sonrojo al llegar al punto que Adrien encendió anoche como una llama. Quiero más de eso.
Tomo una toalla de algodón y me seco frente al espejo. Ya no me atemoriza verme; mi pasado cada vez está más lejos.
Salgo fuera y encuentro otra nota de Adrien en la cama. Debió venir cuando me duchaba.
Ojalá se hubiera unido a mí.
En la puerta de la derecha encontrarás todo lo que necesitas. TE AMO BONITA.
Sigo sus instrucciones y abro la puerta, esta me lleva a un vestidor y está lleno de vestidos, zapatos, bolsos, botas… es alucinante.
Al fondo, hay un mueble blanco con varios cajones, unos diez al menos. Abro el primero y hay muchas joyas hermosas. La segunda, está repleta de maquillaje y tomo algunas cosas de ahí para usar.
Recojo mi cabello en una cola de caballo y busco entre los cajones algo de ropa interior. En el tercero, de la fila derecha, encuentro una gama de colores y diseños, que están perfectamente ordenados de claro a oscuro. Tomo un conjunto rojo y me visto con la ropa que me dejó mi amor en el sillón.
Un poco de color en mis mejillas, labial rosa en mis labios, rímel en mis pestaña; y es suficiente.
Lo difícil ahora será dar con el comedor.
Escucho Forevermore sonar en algún lugar de la habitación y encuentro un móvil de la línea diamantphone de Butler inc. Es hermoso y demasiado costoso para mi gusto.
—Bonita. Te estoy esperando.
—Hola amor. ¿Sería mucho pedir que me indiques el camino? Esta casa parece el laberinto de Hampton Court[25].
—Iré por ti. —el corazón me da un tumbo en el pecho al saber que lo veré en escasos minutos. Soy como una adolescente que espera por su chico en la primera cita; aunque, quien viene es mi esposo. Aún no lo creo.
Abro la puerta y ahí está él, sexy, hermoso... mío. Camino a su encuentro y le beso los labios con necesidad; queriendo comprobar que en verdad está frente a mí.
—Bonita... si me sigues besando olvidaré que tenemos invitados y te tumbaré en la cama.
—Hazlo. —musito y sus ojos brillan con expectación.
Su mano toma la mía y lo sigo por el pasillo que nos aleja de la habitación dónde podíamos cumplir ese deseo.