Toda traducción supone una interpretación; toda selección, una forma de apropiarse una escritura ajena para hacerla funcionar (significar) de un modo específico: enajenada dentro del discurso del seleccionador (quien a su vez tampoco sobreviviría fuera de su anidación en el impersonal proceso que le constituye).
1973. Han pasado treinta y ocho años desde que Cernuda publicara sus versiones de Hölderlin en Cruz y Raya. Era la época de sus Invocaciones a las gracias del mundo (en el futuro sólo Invocaciones), de la gestación de La Realidad y el Deseo como organismo unitario. Lógico es que, como tales versiones, fuesen analizadas en su momento por referencia al paganizante universo de El joven marino. Dioses helénicos en Hölderlin, estatuas mutiladas en Cernuda; campanas crepusculares en el poeta alemán, soliloquios de farero al atardecer, en el español; la memoria común de un pasado abolido; la pérdida del edén. Tanta coincidencia exterior no ofrecía alternativa. Pero las coincidencias, como el azar que en la novela policíaca hace que se descubra el asesino, no son nunca sino el resultado de una convención. «No me buscarías si no me hubieras encontrado», escribiría Cernuda años más tarde, parafraseando a Pascal. El Hölderlin trasplantado, descontextualizado, transformado por Cernuda (otra escritura, otra lengua, otro siglo), cobraba su justa dimensión en la medida de su dependencia de La Realidad y el Deseo, de quien era un resultado, antes que presupuesto. Pues era la dinámica interna de la escritura cernudiana quien, como justificación, buscaba puntos de apoyo explícitos antes que externos. Hay demasiada cita incorporada, neutralizada a lo largo de La Realidad y el Deseo como para pensar que el distanciamiento de firmar con otro nombre (en este caso, el de otro escritor) textos que, por apropiados, le pertenecían, fuera algo más que un recurso retórico. Por otra parte, la disolución de los elementos en un sistema más complejo (el opus completo cernudiano), con el consiguiente cambio de función, hace que hoy lo más superficialmente obvio en su día no sea, sin embargo, lo que más nos importe.
Así, hoy, cubierto ya el ciclo, cuando Invocaciones no es tanto el final de una etapa (lo era en 1935) como eslabón de una cadena que lo integra; cuando la lectura de Las Nubes a Desolación de la Quimera altera tanto su sentido como su significación, las versiones cernudianas de Hölderlin encuentran su semejante en otro texto distinto de Invocaciones, Ocnos (en su primera edición), con quien le hermana una paralela si no idéntica función dentro de la estructura significante de La Realidad y el Deseo.
En efecto, tanto uno como otro texto fundamentan el mito cernudiano, cuyo desarrollo constituye el esqueleto sustentador del libro como organismo[1]. Ocnos elaborando una infancia[2] para el protagonista poemático, cuya juventud, madurez y vejez nos expone La Realidad y el Deseo en sus diferentes etapas o núcleos significativos (Primeras poesías a Invocaciones; Las Nubes a Con las horas contadas; y Desolación de la Quimera, respectivamente); las versiones de Hölderlin produciendo un espacio referencial —lenguaje, cultura: historia— sobre el que cimentar la vida (el cuerpo) de dicho protagonista. Si una infancia (Ocnos) da razón de una prehistoria vital (falseada o artificiosa es otra cuestión, que en nada niega lo anterior), las versiones de Hölderlin (su apropiación-transformación-asimilación) construyen otro tipo de infancia: la de la materia (en este caso un lenguaje concreto, con un funcionamiento histórico y un referente histórico concreto) como origen. El hombre surge del niño (the child is the father of Man, dice un verso famoso), el personaje (que está hecho de frases) lo hace de las palabras que le precedieron, de un lenguaje cuya sintaxis produce al ser transformada un nuevo ser, que como el hombre por relación al niño, no es ya un cuerpo distinto, sino una etapa posterior de un único proceso que a ambos los incluye.
Hölderlin, aquí no es, pues, algo básicamente distinto de Albanio (protagonista de Ocnos). Que su nombre encabece una de las producciones poéticas más importantes de la literatura mundial no debe llevarnos a engaño. Hölderlin como escritura poética de la Alemania romántica (aunque el quién que es no es romántico de Darío no vaya con él) y Hölderlin como apropiación cernudiana no tienen de común más que el nombre. Incluso me atrevería a hablar de homonimia antes que de identidad. Hölderlin es aquí pretexto (a la vez que pre-texto), significante sólo en la medida de su inscripción en la escritura poética cernudiana (porque de ella se trata), al tiempo que sólo desde ella se justifica.
Decía más arriba que toda traducción supone una interpretación. O lo que es lo mismo, que el discurso del traductor es un discurso crítico. En el caso de la traducción poética ocurre además que por oposición al que solemos definir como discurso crítico, el del traductor participa del carácter connotativo (polisenso) del lenguaje que intenta traducir, frente a la denotación que define el lenguaje científico de la crítica. Más que exponer su interpretación, la expresaría en el acto mismo de realizarse. Ahora bien, desde la perspectiva crítica toda interpretación es histórica y, por tanto, transitoria. (Los productos artísticos valen hoy en la medida de su capacidad de ser apropiados por el hoy, para un aquí y un ahora históricamente determinados). ¿Cómo justificar, pues, la reedición de este libro, cuando otras versiones podrían sustituirlo hoy con pleno derecho, sobre la base de una mayor actualidad (ya que no es de fidelidad lingüística o corrección técnica de lo que se trata al hablar de procesos interpretativos)? Solamente desde la consideración del discurso traducido como integrante de ese otro discurso (poético) del propio Cernuda. Porque, en definitiva, no son poemas de Hölderlin peor o mejor vertidos lo que ahora leemos, sino poemas cernudianos. Es esta circunstancia la que los mantiene vivos hoy (es decir, revitalizables, apropiables), mientras textos críticos de esa misma época permanecen sólo en tanto material de archivo, válidos, cuando más, como testimonio de un momento que desapareció con ellos.
¿Y por qué Hölderlin?, cabría preguntarse. Dije también arriba que toda selección supone asimismo una interpretación. Aclaremos que selección remite no sólo a elección entre textos de un mismo autor, sino a la de autor entre autores. En ese sentido no me parece casual que las preocupaciones críticas de Cernuda (como estudioso o como traductor) se enfocaran de modo casi exclusivo hacia aquellas zonas presentes en su historia, personalmente convivida (en la Historia de su tiempo), o presentes como mito, fijas en un tiempo áureo, edénico: los siglos de oro. Shakespeare (del que tradujo Troilus and Cresida) y Hölderlin representan la época cumbre de sus respectivas literaturas, como Cervantes, Góngora o Aldana (estudiados por él) representan la de la castellana. Y Cernuda sólo tradujo o comentó, fuera de esas épocas, obras rigurosamente contemporáneas. El que Hölderlin cumpla aquí una función que, pese a todo, no cumple Shakespeare (cuya traducción se inclina del lado del discurso crítico) remite a una significación específica que como tal fue incorporada al discurso poético cernudiano en una de sus vertientes: la de cantor de Arcadia. Todo lo cual queda muy bien expuesto por el propio Cernuda en su nota introductoria. Hasta el punto de que si sustituimos en ella el referente-Hölderlin por el referente-Cernuda, el texto no altera para nada su sentido.
Propondría, pues, al lector que enfrentara los textos que sigue como lo que son, fragmentos cernudianos, olvidándose (o relegando) el posible cotejo con los originales alemanes que se acompañan. Porque no es en tanto traducción como funcionan, sino en tanto parte integrante de La Realidad y el Deseo. Parte clave, por demás. Aquella que, con Ocnos, funda sobre el gozne (espacio-ausencia) unificador de Invocaciones y Las Nubes las bases del mito del edén perdido. Hölderlin + Albanio = Et in Arcadia Ego.
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Ante la imposibilidad de consultar la edición crítica de Norbert von Hellingrath (la más importante en la época en que Gebser y Cernuda tradujeron los poemas), he seguido para la reproducción de los textos alemanes de Hölderlin la versión que de ellos ofrece en su edición crítica Friedrich Beissner (Hölderlin, Sämtliche Werke, [ß. I, 11], W. Kohlhammer Verlag, Stuttgart, 1965).
Valencia, noviembre de 1973
JENARO TALENS