CAPÍTULO 05
Einar le abrió la puerta de la habitación del hotel a Taylor. Ella pasó junto a él y encendió las luces. El salón que había entre las dos habitaciones captó su atención de una forma que no era natural. No había mucho que ver. Dos sofás tapizados en crema y con los bordes dorados, una mesita de café de madera y un televisor de pantalla plana sobre un mueble que descansaba entre las dos grandes ventanas que había frente a la puerta. ¿Estaba evitando mirarle?
Los ángeles eran muy perspicaces. Él podía sentir su miedo y su deseo. Lo que ella sentía se parecía tanto a lo que sentía él que al principio no se había dado cuenta de que los sentimientos que percibía pertenecían a Taylor. No ayudaba mucho que ella no dejara de flirtear con él y de repente decidiera alejarse. ¿Estaría ella tan confusa con todo aquello como lo estaba él? Los dos sabían que aquello no era correcto, aunque sintieran que sí lo era.
Taylor se acercó a la puerta de la segunda habitación. Einar observó cómo se contoneaba su trasero y deslizó la mirada por todo su cuerpo. Aquella mujer le resultaba mucho más que tentadora. A él no le cabía ninguna duda de que la deseaba, pero aquello no podía llegar a buen puerto. Ella sabía lo que era él y el motivo por el que no podían caer en la tentación.
Taylor se detuvo en la puerta y le miró. Su melena negra se descolgaba con elegancia sobre sus hombros y se fundía con su chaqueta de piel. Sus ojos azules estaban clavados en los de Einar; lo tenía hipnotizado.
Se acercó a ella sin pensar. Los pies de Einar se movían por su propia voluntad y le llevaban hacia lo único que no debía desear, hacia lo único a lo que no se podía resistir.
Taylor.
Era preciosa.
Y a Einar estaba empezando a no importarle su sangre o quién fuera ella, porque todo aquello era lo que la convertía en la mujer que tenía ante él. Aquella preciosa mujer con tanta pasión y miedo en los ojos, con tanto conflicto en su interior que conseguía que él quisiera tocarle la mejilla y besarla, y demostrarle que no importaba los orígenes que tuvieran en la vida. Lo único que importaba era que se estaban enamorando el uno del otro.
Einar se rió de sí mismo.
¿Qué clase de estúpidos pensamientos eran aquéllos?
Ella flirteaba con él, pero eso no significaba que le deseara. Por lo que a él respectaba, para Taylor aquello no era más que un malvado juego demoníaco, una trampa para atrapar a un ángel.
Einar se detuvo cerca de ella. La miró a los ojos e intentó descifrar sus verdaderos sentimientos. Un brillo de lágrimas le humedecía las pestañas y por un momento el miedo en estado puro reemplazó cualquier señal de deseo en sus ojos.
No.
Aquello no era un juego.
Aquello era real. Para los dos. Los dos estaban asustados. Lo único que ocurría era que ella estaba peleando contra aquellos sentimientos mucho mejor que él.
Él se había rendido en el preciso momento que ella le tocó, la noche anterior.
Taylor se acercó a él, apoyó la mano sobre el peto de su armadura y se puso de puntillas. Einar fue incapaz de moverse cuando ella acercó la boca a sus labios mientras cerraba los ojos. Fue un beso suave, tentador y alucinante. Cualquier rastro de reserva en Einar se hizo mil pedazos en un segundo. Empezó a besarla, pero ella se apartó y dio un paso atrás en dirección a la puerta abierta de su habitación. Deslizó los dedos por su peto y sonrió.
- Gracias por la cita, Romeo. -Después, entró en la habitación y le cerró la puerta en las narices.
Einar se quedó allí mirando los blancos paneles de la puerta con la respiración acelerada y peleando por recuperar el control. ¿Acaso estaba intentando desestabilizarle? ¿Estaba jugando con él o iba en serio? Einar peleó contra las ganas de tirar la puerta abajo para preguntárselo, besarla y hacerle el amor. Al pensar en enterrarse en su dulce cuerpo y saciar la sed que tenía de ella se le tensó todo el cuerpo.
Apoyó las manos sobre la puerta e inspiró con fuerza intentando recuperar el control de sus sentimientos.
Ella se volvió al otro lado de la puerta: primero se acercaba y luego se volvía a alejar. Einar escuchó mientras intentaba convencerse de que debía dar media vuelta y meterse en su habitación. Era imposible.
A él no le importaba si aquello era real o no.
No le importaban las consecuencias.
Le dio una patada a la puerta y se abrió de golpe chocando con la pared del otro lado. Taylor gritó y él la buscó con la mirada.
Estaba de pie a los pies de aquella enorme cama doble de color blanco y se tapaba los pechos con su camiseta negra. Tenía los ojos abiertos de par en par.
Él inspiró con fuerza, la miró y luego cruzó la habitación de dos zancadas para cogerla entre sus brazos. Cuando él agachó la cabeza y se apoderó de sus labios, ella soltó la camiseta y apoyó las manos sobre el peto de su armadura. Le dio un apasionado beso, destruyó la barrera de sus dientes con la lengua y la metió en su boca para enredarla con la de Taylor. Ella gimió, se inclinó sobre él y deslizó las manos hacia arriba para rodearle el cuello. Él se estremeció cuando sintió el hormigueo que se deslizó por su espalda mientras ella le enterraba los dedos en el pelo.
No importaba que aquello estuviera prohibido.
Lo único que importaba era que ambos lo deseaban, que lo necesitaban, y que sentían algo el uno por el otro.
Al infierno con ello.
Einar la cogió entre sus brazos y la levantó del suelo mientras su boca seguía jugando sensualmente con la de ella. Se puso de rodillas sobre la cama. Ella se rió cuando la tumbó sobre aquella suave colcha y se colocó encima de ella. Einar renunció a los labios de Taylor y miró su armadura. Ella tenía razón. Debía desaparecer.
Desabrochó la correa de piel que tenía sobre el hombro derecho con una mano y luego se quedó quieto mientras ella le desabrochaba la otra. Los movimientos de Taylor eran lentos y sensuales: le estimulaba los sentidos. Ella deslizó los dedos por encima de su piel y luego los paseó por la sólida armadura de su costado.
La observó mientras le desabrochaba la correa lateral de su izquierda y luego se ocupaba de la que tenía a la derecha.
Ella se humedeció los labios con su lengua rosada cuando consiguió quitarle el peto y luego posó los ojos sobre su cuerpo. Los ojos de Einar se oscurecieron y todo su cuerpo se contrajo cuando ella deslizó las dos manos por encima de su pecho gimiendo.
- Como un dios -susurró ella mientras deslizaba los dedos por el contorno de su abdomen y su pecho al tiempo que dibujaba un ardiente camino por su cuerpo con la mirada.
Los ojos de Einar abandonaron los de Taylor y reprimió un grito de placer cuando le vio los pechos, con sus oscuros pezones erectos suplicando atención. El deseo se apoderó de él con tal intensidad que creía que moriría si no lo satisfacía.
Pero había algo que tenía que hacer antes.
Ella frunció el ceño.
- ¿Qué pa…?
Él presionó un dedo sobre sus labios y se concentró. Taylor abrió los ojos de par en par cuando vio que sus alas empezaban a encogerse detrás de su espalda. Cuando hubieron desaparecido, Einar se puso de pie y se quitó el peto trasero de la armadura mientras Taylor le miraba. Después se deshizo de las grebas y las botas y las lanzó por la habitación. Cuando iba a hacer lo mismo con los avambrazos que le protegían los antebrazos, ella le detuvo.
Einar no se resistió. Disfrutaba mucho más viendo cómo ella le desnudaba. Taylor deslizó la mano por su brazo izquierdo y lo giró de forma que la palma de su mano quedó boca arriba. Él tragó saliva al ver que ella desabrochaba lentamente cada una de las hebillas de la armadura y luego le acariciaba con los dedos el camino de piel que iba quedando visible. Cuando llegó a la última hebilla y consiguió desabrocharla le quitó el avambrazo muy despacio y lo dejó sobre la cama. Paseó las manos por la gruesa y torneada longitud de su antebrazo y le acarició la suave piel del interior de su codo con los pulgares.
Él sintió la boca seca cuando ella le cogió la mano, la atrajo hacia sí y le colocó los dedos sobre su pecho derecho. Einar cerró los ojos y le cogió el pecho disfrutando del cálido peso que sentía en su mano.
Estaba tan concentrado en lo que hacía que no se dio cuenta de que ella se había deshecho de su otro avambrazo hasta que deslizó las manos por su cintura y empezó a desabrocharle el cinturón de la espada.
Einar se quedó de piedra y concentró todos sus sentidos en las manos de Taylor y en su forma de acariciarle y provocarle hasta que acabó de quitarle la espada, dejándole solo con el oscuro taparrabos.
Taylor también se quedó quieta y le miró de arriba abajo. Einar pudo sentir cómo le temblaban los dedos sobre su cintura. Algo no iba bien.
Einar la miró a los ojos.
- Dime que esto no está mal -susurró ella.
La cogió de la barbilla, se inclinó hacia ella y la besó.
- No está mal -afirmó mientras repartía un montón de besos en los labios de Taylor.
Un contacto corto que le volvió loco y aumentó el deseo que sentía por ella. Ella se recostó hacia atrás y él la siguió tendiéndose encima de ella y perdiéndose en la sensual forma que tenía ella de provocarle con la lengua.
Taylor le dio la vuelta, se sentó a horcajadas sobre él y siguió besándole. Los pechos presionaban sobre su torso y él la rodeó con sus brazos para deslizar las manos por su espalda y explorar todo lo que pudiera alcanzar. Einar sentía la cálida y sedosa piel de Taylor bajo sus dedos. Aquella mujer le hechizaba los sentidos.
Gimió de placer cuando ella movió las caderas y las frotó contra su erección. Taylor suspiró y lo hizo de nuevo. Sus ceñidos vaqueros no eran precisamente lo que Einar quería sentir. Quería sentirla a ella. Taylor gritó cuando él se levantó y la sentó a los pies de la cama.
Una traviesa sonrisa se dibujó en los labios de Taylor cuando él le desabrochó el cinturón, le bajó la cremallera de los pantalones y los deslizó por sus piernas. Ella se quitó las botas y luego los vaqueros. Cuando acabó Taylor apoyó una mano en su hombro y le empujó hacia atrás. Einar volvió a caer sobre la cama y estiró los brazos a ambos lados de su cuerpo. Ella estaba divina ante sus ojos. Con sólo unas braguitas negras, era una auténtica diosa.
Einar se mordió el labio cuando ella se subió a la cama y se sentó a horcajadas sobre sus caderas.
Una duda momentánea cruzó por la mente de Taylor. Ella le había pedido que le asegurara que aquello no estaba mal, pero no sentía que estuviera mal, ¿cómo podía ser?
Él quiso tranquilizarla de nuevo y la cogió de la mano para acercarla a él. Sus bocas se unieron y sus lenguas se entrelazaron. Einar sentía que podría estar besándola durante horas, o incluso días, y no aburrirse nunca.
Taylor tenía otras ideas. Se movió sobre él frotándose contra su miembro y él gimió. Einar deslizó las manos por los costados de su cuerpo y le cogió el culo.
Aquello no podía estar mal.
A Einar no le importaba que hubiera leyes que lo prohibían.
La deseaba y la iba a tener.
Ella se echó hacia atrás y mientras se retiraba dibujó un camino de besos por encima de su pecho. Deslizó la lengua por encima de su pezón izquierdo y posó los labios sobre su abdomen. Einar cerró los ojos y apoyó la cabeza sobre la cama. Aquello era demasiado bueno para estar mal.
Taylor tiró de su taparrabos y él abrió los ojos de golpe. Al ver que no conseguía deshacer el nudo empezó a acariciarle la polla por encima de la tela volviéndole loco. Einar necesitaba sentir su mano sobre él. No era muy correcto que utilizara sus poderes para eso, pero lo correcto y lo incorrecto eran conceptos que no significaban nada para él en aquel momento. Se concentró. En un abrir y cerrar de ojos las pocas barreras que quedaban entre ellos habían dejado de ser un problema: tanto su taparrabos como las bragas de su dulce chica habían desaparecido. Ella se sorprendió y luego sonrió, agachó la cabeza y deslizó la lengua por toda la longitud de su erección.
Él suspiró y agarró la colcha con las manos.
Hacía mucho tiempo que no se acostaba con una mujer.
Taylor le volvió a lamer; deslizó la lengua por encima de su sensible glande y le acarició la polla con los dedos. Él se estremeció y gimió al mismo tiempo que agarraba las sábanas con fuerza y peleaba por controlarse. Era imposible. Tenía que poseerla.
La cogió de la mano y tiró de ella hasta que consiguió que estuviera encima de él. La sorpresa de Taylor se desvaneció y le miró la mano con la que la cogía de la muñeca con fuerza. A ella se le dilataron las pupilas. A él le recorrió una palpitación de deseo. A Taylor le gustaba hacerlo con intensidad.
Einar rugió de placer.
Aquella mujer iba a ser su perdición.
La cogió con más fuerza de la muñeca y ella gimió con suavidad mientras se mordía el labio inferior. La arrastró un poco más hacia arriba para poder besarla: quería ser él quien mordiera aquel labio. Los dientes de Taylor chocaron con los suyos mientras peleaban por el control de la situación, pero esta vez él no pensaba ceder. La mente de Einar se llenó de traviesos pensamientos, recreando escenas en las que jamás había pensado.
Taylor era fuerte. Probablemente ella podría encajar su energía como ninguna otra mujer lo había podido hacer.
Rodaron por la cama y Einar se situó entre sus dulces muslos presionando su erección contra su monte. Taylor gimió y enterró los dedos en su pelo con fuerza para sujetarle contra ella. Él la cogió de la cadera y hundió los dedos en su carne para inmovilizarla mientras volvía a deslizarse por encima de su sexo. Se moría por dejarse llevar por la satisfacción.
- Einar -susurró ella de una forma caliente y sensual, con el mismo apetito que ardía en el interior de Einar.
Oírla pronunciar por primera vez su nombre de aquella forma tan íntima grabó aquel momento en su mente. Jamás olvidaría la pasión y deseo con los que lo había dicho.
Cuando deslizó una mano entre sus cuerpos y dibujó círculos con sus dedos sobre su hinchada excitación ella volvió a pronunciarlo. Einar rugió y deslizó la lengua por sus labios, por sus dientes, por cada uno de sus rincones. Ella le agarró con más fuerza cuando él bajó los dedos a su cálido interior. A Einar le dolía la polla. Quería enterrarse allí, encallarse en su calor y fundirse con ella.
Cuando él se cogió la polla y deslizó la punta por encima de su sexo y la frotó por toda su longitud, Taylor se agarró a sus hombros con una mano y con la otra le cogió del pelo. Ella se movió un poco para que él se pudiera colocar bien, pero luego se contrajo.
Einar se retiró y la miró a los ojos. Sabía lo que ella necesitaba oír. Le aguantó la mirada y dejó que ella viera la verdad en sus ojos. Le apartó algunos mechones de pelo rebeldes de la cara.
- Esto no está mal, Taylor. No puede ser malo cuando la sensación es tan buena.
Ella asintió, pero sus ojos reflejaban cierto miedo. Sin embargo Einar no iba a dejar que aquello le detuviera. Aquello tenía que suceder entre ellos. No había ninguna forma de que pudiera detenerse en ese momento.
Deslizó la polla dentro de su cuerpo con mucha suavidad. Lo hizo muy despacio para poder saborear la sensación de su primera unión. Ella estaba excitada y firme a su alrededor. La sensación era tan increíble que tuvo que esforzarse por no dejarse llevar y alcanzar un orgasmo en ese mismo momento. Hacía demasiado tiempo. No podía prometerle fuegos artificiales. Por lo menos, no esa primera vez.
Einar rugió cuando su pelvis rozó la de Taylor. Su cuerpo estaba completamente enterrado en el de ella.
Siguió mirándola a los ojos. Quería que ella viera que no era la única a la que le asustaba todo aquello. Quería que viera que estaban juntos en eso. Y que juntos se enfrentarían a las posibles consecuencias.
Cuando él se retiró y la volvió a embestir penetrándola profundamente, el miedo que brillaba en los ojos de Taylor desapareció y dio paso a la pasión. Einar sentía el entrecortado aliento de Taylor en su rostro. Ella se agarró a él y gimió cuando levantó las caderas invitándolo a hundirse más en ella. Aquello arrancó un rugido de la garganta de Einar. El ángel la cogió de la cadera y la inmovilizó mientras embestía cada vez con más ritmo provocándole gemidos con cada acometida de su polla.
Ella se contrajo a su alrededor y todo él tembló. Estaba muy cerca del límite, pero quería aguantar para no decepcionarla. Taylor deslizó las uñas por sus bíceps mientras le cogía del pelo y le mordía el labio inferior. Einar rugió de placer y empujó con más fuerza liberándose de sus limitaciones. Ella gimió con más intensidad y aquel delicioso sonido resonó por toda la habitación. Entonces él deslizó una mano por debajo de su espalda y la atrajo hacia sí. Los pechos de Taylor se movían contra su torso mientras él se balanceaba contra ella.
Taylor echó la cabeza hacia atrás y enterró los dedos en su brazo y en su pelo.
- Más… Einar.
El apetito con el que ella decía su nombre le excitó más. Einar enterró la cara en el cuello de Taylor, la besó, la chupó, le mordió la clavícula provocándole una risa de lo más sexy. Él rugió y embistió con más fuerza. Pero ella lo aceptó gustosa. Su preciosa y apasionada chica podía con todo.
Taylor balanceó las caderas contra las de él al mismo tiempo que contraía y relajaba su interior alrededor de su polla; Einar no pudo aguantar más. Se estremeció, se quedó completamente quieto y alcanzó el clímax. Su polla palpitó y vertió su semilla en el interior del cuerpo femenino. El ángel respiraba con fuerza contra su cuello, sus gemidos eran entrecortados y su corazón le golpeaba violentamente el pecho. El corazón de Taylor palpitaba en respuesta igual de rápido que el suyo. Se contoneó debajo de él buscando su liberación.
Einar se puso de lado. Mantuvo la polla dentro de Taylor y le estimuló el excitado botón haciendo girar los dedos por encima de él. Ella gimió y él la observó mientras las oleadas de placer le cruzaban el rostro. Taylor jadeó y apretó el cuerpo contra el de Einar cuando alcanzó la liberación del orgasmo. Abrió la boca y arrugó un poco las cejas. El cuerpo de Taylor se contrajo alrededor de la polla de Einar y extrajo hasta la última gota del interior de su debilitada longitud. Einar supo que jamás se arrepentiría de haber pasado aquel momento con ella ni de cualquiera que pudieran compartir en el futuro.
La expresión de Taylor se relajó cuando se tumbó sobre la cama. Entonces abrió los ojos y le sonrió.
Einar nunca se arrepentiría de nada que tuviera que ver con ella.
Su preciosa chica.