CAPÍTULO 02
Cuando el enorme hombre que tenía ante ella desenvainó la espada que colgaba de su cintura, Serenity abrió sus enormes ojos color avellana y no pudo evitar dar un paso atrás. Tenía miedo de que hubiera cambiado de idea y fuera a matarla después de todo. De repente él clavó una rodilla en el suelo delante de ella, bajó la cabeza y le ofreció la espada sujetándola con las palmas de las manos por la punta y la empuñadura. No estaba muy segura de lo que debía pensar de todo aquello.
- Estoy a tus órdenes. -Su francés era perfecto. La voz de aquel hombre era tan sensual que cada vez que hablaba un escalofrío recorría la piel de Serenity.
¿Se suponía que tenía que hacer algo?
Estaban volviendo a llamar la atención de las personas que pasaban por allí. ¿Qué estarían viendo? Era evidente que no estaban viendo cómo un hombre le ofrecía su espada, eso estaba claro. ¿Acaso para ellos estaría arrodillado ante ella y levantaba las manos en señal de súplica?
¿Le verían ellos también vestido con aquella armadura negra y dorada que tan poco dejaba a la imaginación?
¿Veían sus enormes alas de plumas negras? Serenity suponía que la gente no veía nada de todo aquello. Si lo vieran, probablemente correrían y gritarían por todo el parque en lugar de limitarse a mirarle como si se hubiera vuelto loco.
- Mmm, vale. -Serenity vaciló antes de tocar la espada. El brillante acero estaba muy frío. No le gustó la sensación que le produjo y apartó en seguida la mano-. Gracias.
Él se levantó con elegancia. Su dorada piel enmarcaba todos sus músculos y ella intentó no quedarse embobada mirando su cuerpo. O hacía mucho ejercicio, o los ángeles tenían el cuerpo de un auténtico dios por naturaleza. Aquel hombre era pura perfección. Estaba allí de pie junto a ella y Serenity podía ver perfectamente cómo su amplio pecho subía y bajaba moviendo el peto negro decorado que lo cubría. Tenía el abdomen desnudo y sus firmes músculos deleitaban los hambrientos ojos de Serenity. Más abajo sólo llevaba un modesto y pequeño taparrabos.
Modestia. Algo de lo que ella carecía. Serenity siguió deslizando la mirada por su cuerpo y devoró la torneada longitud de sus piernas. Eran tan poderosas como el resto de su cuerpo. Volvió a subir la mirada y la posó sobre las negras protecciones que llevaba en los antebrazos: estaban decoradas con unos leones dorados. Luego sus ojos continuaron su viajé por sus bíceps hasta llegar a sus fuertes hombros. A partir de allí quisieron volver a su rostro, pero sus alas le resultaron demasiado fascinantes. Eran enormes y proyectaban una sombra tan grande que les cubría a ambos.
Ella deseó poder rodearle e investigar hasta el último delicioso centímetro de su cuerpo para asegurarse de que de verdad era un ángel y no un hombre disfrazado.
Un ángel. Abaddon.
Su madre le había enseñado todos los dioses, las diosas y la mitología. Ella lo sabía todo acerca de él y de su especie.
Finalmente posó los ojos sobre su rostro. Tenía una sonrisa especialmente diseñada para romper corazones, y una intensa mirada azul salpicada de destellos de hielo. Él también la miraba a los ojos, con determinación y firmeza, y la temperatura de Serenity aumentó cuando él entornó un poco los ojos y ella pudo ver cómo se le dilataban las pupilas. ¿Qué estaría pensando?
¿Acaso le gustaba lo que estaba viendo tanto como le gustaba a ella?
Aquel hombre era un dios.
No, era un ángel.
Y era muy guapo.
Imponente.
Pero no tenía nada que ver con la apariencia que ella había imaginado que tendría un ángel. Todo su ser proyectaba oscuridad, incluso su aura. Serenity no sabía qué clase de poder tendría, pero sabía que era muy intenso y que no era de la clase de poder que servía para resucitar mortales o para curarles. Daba toda la sensación de que si aquel ángel decidía hacer uso de su poder ocurriría justamente lo opuesto.
Abaddon. El ángel de la muerte. Aunque él había negado aquel título. Entonces, ¿qué título afirmaría él que ostentaba?
- Dime, Abaddon…
- Apollyon -la interrumpió él esbozando una encantadora sonrisa con aquellos sensuales labios que aceleró el corazón de Serenity.
Él era un ángel. No importaba lo guapo que fuera ni que estuviera consiguiendo que ella olvidara su dolor con sólo mirarlo; no podía pensar en él de aquella forma. Era incorrecto por su parte. Él le había ofrecido ayuda para que se pudiera vengar del desgraciado de su ex novio y ella iba a aceptarla. Fuera cual fuese el poder que poseía aquel espectacular hombre oscuro, estaba más que dispuesta a que lo desatara en dirección a su ex.
- ¿Apollyon? -Serenity se esforzó por no volver a deslizar la mirada por su cuerpo.
Si le pidiera que se vistiera de una forma que la distrajera un poco menos, ¿podría complacerla? Ella le había visto a pesar del hechizo que él estaba utilizando para esconder su verdadero aspecto. ¿Podría engañarla si quisiera?
- Prefiero que me llames por mi verdadero nombre. -Deslizó la mirada por el cuerpo de Serenity. Sus ojos se detuvieron en todos los lugares donde se detendrían los ojos de un mortal.
Evidentemente, ella también estaba fuera de su alcance, ¿no? Los ángeles eran asexuales, ¿verdad?
La voz que se escondía en los confines de la mente de Serenity gritaba que aquel atractivo hombre que tenía delante no parecía precisamente asexual. Tenía el aspecto del mismísimo pecado, y no el de un ángel.
- Serenity. -Le ofreció la mano.
Él se la estrechó y un escalofrío recorrió todo el cuerpo de Serenity cuando sintió como la envolvía con su fuerte y cálida mano. Ella intentó apartar la mano, pero él no la soltó. Retuvo su mano y dejó que su pulgar reposara suavemente sobre el de Serenity.
- Mi madre pensó que yo podría proporcionar paz a un mundo caótico. -Sintió que el pulgar de Apollyon rozaba el suyo y no pudo evitar que se le acelerara el corazón. Entonces él le soltó la mano y, al hacerlo, acarició la palma de su mano con los dedos provocándole otro escalofrío-. La verdad es que no se me da muy bien.
- ¿El qué? -Arqueó una de sus oscuras cejas y ladeó ligeramente la cabeza.
Serenity suspiró por dentro. ¿Sería consciente de lo guapo que era? ¿Podía un ángel ser vanidoso? Supuso que todos serían igual de atractivos y que ése sería el motivo de que él no se diera cuenta de que todas las mujeres se le quedaban mirando cuando pasaban a su lado. No era que pensaran que él la estaba atacando ni nada por el estilo. Le miraban por el mismo motivo que lo hacía ella. Veían a un dios de más de metro ochenta.
- Eso de ser apacible. En realidad, soy bastante caótica. -Se encogió de hombros-. Nada de lo que hago parece salirme bien. Quiero decir… pensaba que estaba haciendo un sencillo hechizo de venganza y de repente apareces tú y me dices que te he llamado. Yo no pretendía pedir un ángel.
- Y no lo has hecho. -Le apoyó la palma de la mano sobre el pecho y ella se sobresaltó. Su corazón empezó a latir con mucha fuerza y se sonrojó de pies a cabeza cuando sintió el roce de su muñeca con sus pechos-. Fue tu corazón quien me llamó, no tus palabras.
Serenity sonrió y, nerviosa, le cogió la mano para apartársela del pecho antes de perder el control y lanzarse a sus brazos.
- Entonces, ¿se te da bien eso de las venganzas?
- Se me da muy bien. -Se irguió evidenciando su impresionante altura; parecía incluso más noble y atractivo-. Soy Apollyon, el gran destructor, el rey del pozo…
- Espera. -Ella le interrumpió y levantó las manos-. ¿El gran destructor? Tal vez esto no sea una buena idea. Me refiero a que tú eres un ángel y tu jefe de ahí arriba podría enfadarse un poco si destrozaras medio París para aplacar mi sed de venganza. Y yo no quiero que muera. Sólo quiero hacerle daño. Y de eso puedo encargarme yo sola. No pretendía molestarte.
- No es molestia -dijo él frunciendo el ceño-. Me limitaré a hacer lo que tú me pidas. Tú serás quien elija la clase de venganza que más te plazca y yo la aplicaré a rajatabla.
- ¿Y qué pasa con tu jefe? -Ella no quería hacer enfadar a Dios. Estaba segura de que a él ya le molestaba lo suficiente que existiera gente como ella en la Tierra, personas que eran capaces de utilizar su magia para hacer sus propios milagros.
Tampoco es que ella hubiera conseguido hacer nada parecido hasta la fecha. A ella se le daba mejor encender velas y las cosas pequeñas como los hechizos amorosos.
Serenity miró a Apollyon. ¿Los hechizos amorosos funcionarían con los ángeles?
Maldijo y se recordó a sí misma que debía controlarse. Lo más probable era que los ángeles no pudieran relacionarse con los mortales y que la atracción que sentía por él se debiera a que se sentía despechada.
- Ahora tú eres mi dueña. -La seriedad que destilaba su voz dejaba entrever que no estaba bromeando-. Haré todo lo que tú me ordenes.
Serenity arqueó las cejas mientras se iba haciendo a la idea de que tenía un ángel a su disposición.
- Entonces deberíamos… -No estaba muy segura de lo que debían hacer a continuación. ¿Deberían ir a planear algo horrible que hacerle a su ex novio para que se arrepintiera de haberla engañado? Aquello le parecía muy extraño y daba la sensación de que ella quisiera atacar a su ex a traición, y Serenity no se sentía muy cómoda con aquella situación. Ella jamás había jurado vengarse de nadie. Las veces que había tenido algún problema con alguien se había limitado a dejar que se le pasara el enfado y a seguir con su vida. Pero aquella vez era diferente. Quería que él pagara por lo que le había hecho-. ¿Tomas café?
- Nunca lo he probado. -Apollyon sonrió-. Pero me han contado que tiene un sabor extrañamente amargo y dulce al mismo tiempo y que produce un interesante efecto sobre el cuerpo. Me gustaría probarlo.
- Pues tomaremos un café. -Serenity se encaminó en dirección a las fuentes y Apollyon la siguió.
Ella esperaba que la gente no le estuviera viendo tal como era en realidad.
- ¿Qué aspecto tienes para ellos? -Miró a algunas personas para que él entendiera exactamente a qué se refería.
- Ellos ven un hombre con un traje negro.
- ¿Sin alas?
Él negó con la cabeza.
- No te preocupes. Eres la única que es inmune a la imagen que proyecto.
- ¿Podrías conseguir que no te viera tal como eres?
Él se detuvo y la miró. La brisa despeinó su largo pelo negro y jugueteó con algunos mechones de su cola de caballo.
- ¿Quieres dejar de verme tal como soy?
Lo dijo de una forma que la hizo sentir mal. Clavó sus ojos azules en los de Serenity como si quisiera ver la respuesta en ellos antes de que ella contestara.
- No. -Serenity se acercó a él. Su corazón se volvió a acelerar y empezaron a sudarle las palmas de las manos. Inspiró con fuerza y le sonrió-. Estás muy bien tal como estás.
El viento volvió a soplar revolviendo su cabello rubio y deslizándolo por su rostro. Ella se sobresaltó cuando él le apartó los mechones de pelo de la cara y se los puso detrás de la oreja; cuando retiró la mano le acarició la mejilla con las yemas de los dedos. ¿Sería consciente de las sensaciones que le provocaba al tocarla de aquella manera? ¿Sabría lo que ella sentía cada vez que le miraba? Serenity no dejaba de repetirse a sí misma que él era un ángel y que estaba fuera de su alcance, pero su cuerpo no parecía querer entender el mensaje. Su cuerpo ardía en deseos de sentir aquellas manos sobre su piel, de sentir aquellos labios sobre los suyos, de sentir cómo la abrazaba con fuerza.
Era una locura. Acababa de conocerle y ella no era la clase de mujer que se abalanzaba sobre los hombres. Su ex, Edward, la había perseguido durante meses hasta conseguir que cediera y aceptara salir con él; por no mencionar lo que le había costado conseguir que ella accediera a cualquier otra cosa.
Pero ahora parecía completamente dispuesta a arrojarse a los brazos de un ángel para que él la abrazara y la besara justo como ella deseaba.
- Te hizo mucho daño -susurró Apollyon.
Serenity parpadeó y el deseo que sentía desapareció en cuanto recordó lo que le había hecho Edward. Debía esforzarse por quitarse de la cabeza la ridícula atracción que sentía por Apollyon, porque aquello era algo que nunca iba a ocurrir.
Empezó a anclar de nuevo sin esperar a que él la siguiera. Necesitaba estar sola un momento para respirar. Desde que le había puesto los ojos encima, su cabeza y su corazón habían estado en guerra y tenía que administrarles a ambos una buena dosis de realidad. Apollyon estaba allí para ayudarla a vengarse, y nada más. No podía lanzarse a sus brazos, intentar ningún acercamiento o hacer nada, porque sólo conseguiría que se le volviera a romper el corazón, o acabaría sintiéndose otra vez tan desgraciada como la había hecho sentir Edward.
- ¿He dicho algo malo? -Apollyon se apresuró tras ella. Sus largas y ágiles zancadas le permitían alcanzar con mucha facilidad el acelerado paso de Serenity.
Ella se quedó callada un momento. Centrada en sus pensamientos, tenía la mirada perdida en los edificios de piedra blanca que se alineaban en aquella calle tan estrecha.
- No. -Serenity se deslizó entre la multitud que se agolpaba en un abarrotado cruce de calles, cruzó la travesía y luego se dirigió a otra estrecha callejuela que conducía a la calle en la que estaba su cafetería favorita-. Sólo me has cogido desprevenida. Quiero decir que… Tengo la sensación de que sabes de lo que estás hablando. Es como si tú… Olvídalo, es una tontería.
- ¿Pudiera sentirlo?
Ella se paró de golpe en la puerta de la cafetería y se volvió para mirarle.
Él estaba algunos pasos por detrás de ella. Sus negras alas seguían recogidas a su espalda y los grabados dorados de su armadura negra brillaban bajo el sol.
Ella asintió.
El ángel se acercó a ella y la miró a los ojos.
- Sí que puedo sentirlo. Ese es uno de los motivos por los que he decidido ayudarte. No mereces sentirte tan desgraciada. Hasta hace muy poco siempre habías parecido ser muy feliz.
- ¿Me has estado espiando? -Levantó la voz un poco más de lo que pretendía.
Una pareja de mujeres morenas muy bien vestidas que estaban sentadas a una de las mesas que había a la entrada de la cafetería miraron en su dirección y empezaron a susurrar.
- Soy un áng… -Apollyon frunció el ceño cuando ella le tapó la boca con la mano. Serenity podía notar su cálido aliento en su piel, le hacía cosquillas y le provocó un escalofrío que le recorrió todo el brazo.
Ella apartó la mano.
- No creo que debas utilizar esa palabra en público.
- Todos observamos. Eso es lo que hacemos.
Ella esbozó una mueca. Probablemente aquello había sonado incluso peor. Las dos mujeres estaban enfrascadas en una animada conversación y de vez en cuando les miraban a ella y a Apollyon disimuladamente. Probablemente pensaran que tenía un harén de acosadores.
Serenity cogió a Apollyon de la mano y le arrastró hasta el interior de la pequeña cafetería. Dentro se estaba mucho más tranquilo; sólo había algunas personas sentadas a las pequeñas mesas de madera y en los sillones. Ella eligió un rincón alejado de la gente junto a la ventana y sentó a Apollyon en un sillón marrón que aguardaba junto a una pequeña mesa.
- Espera aquí -dijo ella confiando en que le hiciera caso.
¿En qué lío se había metido?
Serenity pidió los cafés y observó a Apollyon mientras esperaba a que se los preparasen. Seguía sentado justo donde ella le había dejado y miraba por la ventana. ¿Estaría observando el mundo? ¿Sería eso lo que hacían todos los ángeles? Él había dicho que era eso lo que hacían, así que probablemente todos observaran a los mortales.
De repente él movió los hombros, frunció el ceño y desplegó sus alas negras provocando una brisa que se sintió por toda la cafetería y obligó a la gente a sujetar sus papeles, servilletas y todo lo que parecía quererse dejar arrastrar por el viento.
Serenity se lo quedó mirando con la boca abierta de par en par. Estaba sentado con sus alas de plumas negras desplegadas tras él, tan grandes que casi llegaban hasta el otro extremo de la sala. ¿Qué envergadura tendrían aquellas alas? Cada una de ellas debía de medir por lo menos dos metros y medio.
Cuando le sirvieron los cafés, Serenity los cogió y volvió con él. Aturdida, se sentó en el sillón que había frente a él sin dejar de mirarle las alas fijamente.
Apollyon volvió a mover los hombros y las recogió de nuevo. Las plumas más largas le rozaban las botas.
- Necesitaba estirarme -dijo con aire de disculpa. Entonces sonrió-. Hacía mucho tiempo que no gozaba de tanta libertad. Me sienta muy bien estirar las alas.
A Serenity no le cabía ninguna duda de que era así. Parecía un niño con zapatos nuevos; lucía una sonrisa de oreja a oreja y no podía esconder el brillo que titilaba en sus ojos azules.
- ¿Qué se siente al poder volar? -preguntó ella sin pensar.
Apollyon sonrió con más ganas.
- Una felicidad absoluta. Cuando vuelo puedo sentir el viento en la cara, sentir cómo se desliza entre mis plumas, y puedo verlo todo e ir a cualquier lugar. No hay ninguna sensación que se pueda comparar a ésa.
- Suena bien. Yo he volado… en avión. También es volar, ¿no?
- ¿Te gustaría volar?
¿Le estaba ofreciendo llevarla con él? Al pensarlo se le hizo un nudo en el estómago, pero algo en su interior la hizo asentir.
- Estoy seguro de que podremos hacer algo.
Apollyon cogió la taza blanca llena de café y arqueó una de sus oscuras cejas. Primero lo olió, observó la espumosa capa superior y le dio un sorbo.
Se le estremecieron las plumas y miró a Serenity con los ojos abiertos de par en par.
- ¿Qué clase de droga es ésta?
Serenity cogió su taza de café con leche y bebió un poco.
- En realidad, no es una droga. Es cafeína, un estimulante natural. Los humanos son adictos a ella.
Él observó la taza con sospechas.
- ¿Un estimulante?
Por un momento parecía que fuera a beber un poco más, pero entonces volvió a dejar la taza sobre la mesa redonda que había entre ellos. La volvió a mirar a los ojos y sus pupilas se dilataron hasta que los iris de sus ojos se oscurecieron. Cambió incómodo de postura y cruzó las piernas al tiempo que dejaba descansar las manos sobre su regazo.
- No creo que deba beber más café. No sería muy sensato. -El tono de su voz destilaba cierta tensión, y la inconfundible chispa de deseo que brillaba en sus ojos no desaparecía-. Cuando vuelva a encontrarme con los demás guerreros hablaré con ellos. No me explicaron bien los efectos que provoca.
¿Efectos? Serenity posó los ojos sobre las manos que él tenía apoyadas sobre el regazo y luego le volvió a mirar a los ojos.
¿Viagra para ángeles?
- Pensaba que erais todos asexuales -espetó ella.
Al ver la horrorizada expresión que se apoderó del rostro de Apollyon se tapó la boca con la mano. Serenity se sonrojó como nunca y empezó a pensar en un hechizo que hiciera olvidar lo que había dicho. Aunque lo más probable era que no funcionara con él. La magia no afectaba a dioses y diosas, así que era poco probable que funcionara con otras criaturas sobrenaturales.
- Yo no soy asexual. -Lo dijo de una forma que daba a entender que estaría encantado de demostrárselo en aquella misma cafetería.
Serenity bebió su café y se concentró en su bebida mientras evitaba la ardiente mirada de Apollyon y deseaba poder esconderse debajo de la mesa.
- No he estado con ninguna mujer en siglos, pero no soy una criatura impotente.
Lo dijo tan alto que le oyó toda la cafetería. Serenity se hundió en la silla intentando evitar las miradas que estaba atrayendo.
- Lo retiro -susurró ella dentro de la taza. Luego le miró por encima del borde.
Él resplandeció y la pasión desapareció de sus ojos. Una oscura malevolencia brillaba en ellos y Serenity volvió a tener la sensación de que no era exactamente el buen ángel que ella había imaginado.
- Algunas personas creen que eres el Diablo.
Él se apoyó sobre el respaldo del sillón y suspiró.
- ¿Primero soy el ángel de la muerte y ahora soy el Diablo? Los rumores corren muy de prisa, ¿verdad?
- Entonces, ¿qué eres? -Serenity alejó la cara de la taza, se sentó en el borde del sillón y le miró. Era el pecado en carne y hueso, exquisito de cualquier forma imaginable, y se suponía que los ángeles no debían ser tan tentadores.
- Ya te lo he dicho. Soy Apollyon, el gran destructor, ángel del apocalipsis, el responsable de traer el Infierno a la Tierra cuando todo llegue a su fin.
Aquello no resultaba muy tranquilizador.
- Entonces, ¿no eres un ángel bueno?
Él sonrió y en su mirada brilló una oscuridad muy sensual.
- Soy bueno, si por bueno entiendes que no trabajo para el Diablo, pero puedo ser muy malo.
A ella no le cabía ninguna duda. No debería estar haciéndolo, pero se lo estaba imaginando en todas las posturas que se le ocurrían y parecía malvado desde cualquier ángulo.
- Así que, ¿qué es lo que ordena mi dueña? -Siguió sonriendo después de decir aquello. Había algo en aquella sonrisa que parecía animarla a decir todas las cosas que le estaban pasando por la cabeza.
¿Qué era lo que quería que él hiciera? Pero no podía hacerlo. Estaba segura de que pedirle a un ángel que pecara estaba mal. Por el momento, mientras su conciencia siguiera funcionando y pudiera resistirse a la tentación que estaba sentada justo frente a ella, se concentraría en conseguir su venganza.
- Nada que tenga algo que ver con la muerte. Quiero que sufra. Quiero que se sienta celoso, que se sienta dolido y poco querido… como si a mí no me importara nada.
Apollyon sonrió como si le gustara lo que estaba escuchando.
Ella le aguantó la mirada. Aquella mirada azul. Lo que iba a proponerle era una locura, y acabaría con su capacidad de contención hacia él, pero estaba decidida a hacerlo.
- Tengo un plan.