CAPÍTULO 05
Serenity abrió un poco la puerta de su habitación y miró fuera. Las luces del salón estaban apagadas, pero la luna había cambiado de posición y brillaba a través de las ventanas que había detrás del televisor. Lentamente, deslizó los ojos por el cuerpo de Apollyon.
En seguida vio que sus alas habían desaparecido y, sorprendida, abrió los ojos de par en par. Convencida de que estaba soñando, abrió más la puerta y le observó detenidamente.
Habían desaparecido. No las tenía plegadas. Simplemente, no estaban allí.
Estaba tendido en el sofá con la cabeza sobre el extremo más cercano a la cocina, y los pies colgando por el extremo que estaba junto a las ventanas. Serenity tuvo que aguantarse la risa al verle allí tumbado de aquella forma tan incómoda. Era demasiado alto para aquel sofá tan pequeño. Tendría que haberle cedido la cama y haber dormido ella en el sofá.
Se adentró un poco más en el salón. Andaba de puntillas. Esbozaba una mueca a cada paso que daba pensando que podría estar haciendo ruido. Quería observarle un momento y no quería despertarle. Si le había parecido que su vestido negro era provocativo, Serenity no quería ni pensar lo que opinaría del pequeño camisón negro que llevaba en ese momento.
Se detuvo a algunos centímetros de él, justo al otro lado de la mesita. Estaba muy guapo bajo la luz de la luna, y sin las alas parecía un hombre normal. Le resultaba muy fácil engañarse y pensar que era tan mortal como ella.
Estaba profundamente dormido; su pecho desnudo subía y bajaba a ritmo constante. Cuando recorrió su cuerpo con la mirada se le secó la boca.
Estaba desnudo. Era evidente que no estaba acostumbrado a tener compañía femenina. La manta roja había resbalado hacia abajo y apenas le cubría las caderas: estaba a punto de caerse del todo. Deslizó los ojos por su cuerpo hasta saciarse. Tenía uno de los brazos debajo de la cabeza y el otro descansaba sobre su cadera atrayendo la mirada de Serenity justo hacia ese punto. Recorrió las curvas de sus músculos y siguió por la oscura línea de vello que despertó la curiosidad de sus ojos guiándola hacia el sur.
En aquel momento resultaba difícil creer que se tratara de un verdadero ángel. Aunque ella era una bruja. Su madre siempre le había enseñado a creer en todo, porque uno nunca sabe qué cosas pueden resultar ser ciertas. Ella siempre había creído en los ángeles, pero jamás había pensado que uno de ellos acabaría durmiendo en su sofá.
Le parecía increíble poder mirarle y saber que él ya había vivido toda una eternidad.
Él era inmortal.
Un inmortal muy atractivo.
Tenía una apacible expresión en el rostro y su pelo negro había escapado de su cola de caballo y descansaba sobre el antebrazo que desaparecía bajo su cabeza. ¿Todos los ángeles serían tan atractivos como él?
De repente Apollyon se movió y ella corrió hacia su habitación. Se escondió bajo las sábanas y fingió estar dormida. El corazón le latía muy rápido y la sangre cabalgaba a toda prisa por sus venas; se concentró para oír cualquier señal que le confirmara que le había despertado.
Por un momento se quedó convencida de que no le había molestado, y entonces tuvo la extraña sensación de que alguien la observaba.
Se encendió la luz.
Serenity se sentó rápidamente en la cama y apretó el cubrecama rosa contra su pecho. Abrió los ojos de par en par.
Se tapó los ojos con las manos y sintió cómo le ardían las mejillas debido a la imagen que tenía ante los ojos.
- ¡Tápate!
Una ráfaga de calor recorrió toda la piel de Serenity cuando le vio desnudo en la puerta de su habitación.
- Parecías estar bastante interesada en verlo hace un momento. -Había un ligero tinte de diversión en su voz.
A ella le ardió todo el cuerpo a causa del rubor.
- Yo no estaba… No estoy…
- Ya te puedes destapar -dijo él.
Ella miró por entre sus dedos para asegurarse de que no le estaba tomando el pelo.
Era una crueldad por su parte que se mostrara ante ella de aquella forma teniendo en cuenta lo mucho que le deseaba. Le había dicho que otros ángeles tenían relaciones con mujeres mortales, pero ella aún no podía olvidar que él era un ángel ni todo lo que le habían enseñado sobre su especie. Los ángeles no hacían esa clase de cosas. Eran buenos. Eran santos.
Apollyon era malo. Apollyon había sido creado para el pecado.
Cada vez que le miraba, Serenity se convencía más de ello. Él emanaba poder y sensualidad, era una ágil criatura con el cuerpo de un dios y la sonrisa del Diablo. Le deseaba, y si no se hubiera tapado lo más probable era que ella hubiese alargado el brazo y se hubiera dejado llevar por una vez en la vida.
La mirada de Serenity descendió hasta sus caderas. Ahora esa zona de su cuerpo estaba cubierta por aquel pequeño trozo de tela.
Salió de su escondite.
- ¿Mejor? -El ángel entró en la habitación y se sentó junto a ella en la cama. Subió una de las piernas a la cama para poder estar frente a ella-. ¿Tenías problemas para dormir?
¿Los tenía? ¿Sabría él lo imposible que le resultaba resistirse a él? ¿Comprendería lo horrible que le parecía estar sentada en aquella gran cama mientras él estaba a pocos centímetros de ella, desnudo?
Aquella canción que habían bailado aún la tenía alterada.
- Un poco. -Serenity flexionó las piernas bajo las sábanas-. No sé lo que estoy haciendo. La verdad es que la venganza no es mi estilo.
- Entonces deja que sea yo quien me vengue.
Serenity le miró y frunció el ceño.
- ¿Por qué?
Apollyon suspiró, le acarició la mejilla con los dedos y luego los deslizó por los largos mechones salvajes de su melena.
- Porque yo vi tu dolor y sentí tu sufrimiento incluso antes de que nos conociéramos, y quiero que él también se sienta así. Quiero que pague por haberte hecho sufrir tanto.
Así que era cierto que la había estado observando. Su propio ángel de la guarda. Él había visto su dolor, luego había oído su llamada y había acudido a ella para aliviar su dolor y hacerla sentir mejor.
Serenity no sabía qué decir. Le emocionaba que él se preocupara sinceramente por ella, tanto como para molestarse en poner todo el peso de la venganza sobre sus hombros y la liberase a ella de la responsabilidad. Aunque Apollyon le asegurara que la venganza sería cosa de él, ella seguía sintiendo que era asunto suyo. Sin embargo estaba agradecida de tener su apoyo y de oírle decir que estaba a su lado.
- Gracias. -Serenity se inclinó hacia adelante y le dio un beso en la mejilla.
Luego vaciló. La boca de Apollyon estaba muy cerca de la suya. El corazón le latía muy de prisa; esperaba su reacción. Serenity no había pensado antes de actuar. Le había besado de forma instintiva.
Él se quedó quieto durante un momento, aquel beso parecía haberle sorprendido. Entonces se volvió y la besó.
Fue mucho mejor de lo que ella había imaginado. Los labios de Apollyon se fundieron con los de ella en un apasionado beso y sus lenguas se entrelazaron como respuesta a la intensa exigencia de aquel beso. La boca del ángel estaba caliente; era toda una invitación… Sin pararse a pensar, Serenity le devolvió el beso deslizando las manos por sus hombros al mismo tiempo que él la cogía de la cintura. Ella gimió cuando sintió las ráfagas de placer que empezaron a recorrer su cuerpo. La lengua de Apollyon volvió a introducirse en su boca y la dejó sin aliento. Entonces él se movió: se puso de rodillas sobre la cama y se inclinó sobre ella, que se recostó sobre las almohadas con el pecho de Apollyon pegado al suyo; la sensación de tenerle tan cerca era divina y deliciosa.
El grave sonido gutural que salió de la boca de Apollyon provocó un escalofrío en el cuerpo de Serenity, que cerró los ojos dejándose llevar por el placer del momento. Cuando él se apartó un segundo para respirar, el sentido común se apoderó de ella y reconsideró lo que estaba haciendo.
Estaba besando a un ángel.
- Espera. -Le apartó un poco apoyándole las manos sobre el pecho.
- No. -Él suspiró y la volvió a besar, deslizando la lengua por sus labios-. No quiero parar.
Serenity flaqueó un momento. Se derritió al sentir cómo las manos de Apollyon se deslizaban por los costados de su cuerpo y le subían el camisón de satén de camino a sus pechos. Cuando se acercó a ellos la realidad se volvió a apoderar de sus pensamientos y le volvió a apartar.
- Para.
Apollyon se echó hacia atrás. Seguía inclinado sobre ella y podía sentir su cálido aliento en la cara.
- ¿Ocurre algo malo? -La cuestionó con aquellos ojos azules.
- ¿Qué estás haciendo?
Él frunció el ceño.
- Pues por una vez estoy haciendo exactamente lo que quiero hacer.
Volvió a agachar la cabeza para besarla otra vez y ella a punto estuvo de ceder. A punto. Presionó su pecho con las manos y se echó hacia atrás para que no pudiera alcanzarla.
- Tú también lo deseas -susurró él acariciándole los costados y acercándose a sus pechos.
Ella se estremeció y una sensación de infinito placer le recorrió la piel. Tenía razón, lo deseaba. Pero era incapaz de olvidar que él era un ángel.
- ¿No te meterás en un lío? -Ella buscó sus ojos-. No quiero causarte problemas.
Él sonrió y las resistencias de Serenity se derritieron un poco.
- No tendré ningún problema. Me vuelves loco. Te necesito, Serenity. Esta noche he estado muy cerca de ti, te he visto reír, sonreír, estabas feliz porque yo estaba contigo. Quiero volver a hacerte sentir así, y sé que tú también lo deseas. En algún momento de esta noche todo ha dejado de ser teatro. De repente era real.
El ángel le apartó el pelo de la cara y lo dejó caer sobre la almohada rosa. Sus ojos reflejaban calidez y sinceridad, parecían reforzar lo que acababa de decir. No estaba mintiendo, y ella era incapaz de negar la atracción que sentía por él o lo bien que la hacía sentir.
- ¿A ti te ha pasado lo mismo? -Apollyon parecía esperanzado.
Serenity no vaciló. Asintió.
- Es sólo… Yo sólo… Cuando no puedo ver tus alas me resulta mucho más sencillo engañarme a mí misma, pero yo sé que eres un ángel… Es…
Apollyon le puso un dedo sobre los labios.
- Olvídate de todo lo que te han contado sobre nosotros. Podemos relacionarnos con mortales y somos libres para hacer lo que queramos. Además, en este momento, tú eres mi dueña. Tendrás todo lo que quieras de mí. Me resulta imposible resistirme a ti.
Ella se sentía exactamente igual. Lo había intentado con todas sus fuerzas, pero ya no quería resistirse a él. Quería entregarse a su ángel y apaciguar la profunda necesidad que sentía de tener el cuerpo de Apollyon sobre el de ella, de sumergirse en sus besos y perderse en el momento.
Apollyon la había hecho muy feliz aquella noche. Ella había tenido la sensación de que Edward jamás había existido y que estar entre los brazos de Apollyon era todo cuanto necesitaba para que se dibujara una sonrisa en su rostro. Él había conseguido hacerla reír por primera vez en varias semanas.
Pero nada de aquello eliminaba el miedo que albergaba en su corazón. Temía que él pudiera desaparecer en cuanto hubiera cumplido con su venganza. No quería volver a quedarse sola.
Serenity acalló las voces que la advertían para que no siguiera con aquello y deslizó las manos por los fuertes hombros de Apollyon. Acarició su piel bronceada y sintió su calor.
- ¿Dónde están tus alas?
- Han desaparecido. -Miró la mano izquierda de Serenity, que estaba acariciando su hombro derecho, y luego la volvió a mirar a los ojos-. Puedo conservar esta apariencia si me concentro, pero funciona sólo durante un rato. Estaba incómodo durmiendo con ellas. ¿Te gustaría que las recuperara?
- Ahora no. -Serenity deslizó las manos hasta su cuello, siguió por su mandíbula y le acarició el anguloso contorno mientras se concentraba en su rostro y memorizaba sus facciones. Nunca le olvidaría. Y era muy probable que jamás volviera a encontrar un hombre tan guapo como él-. Ahora mismo me gustas tal como estás.
- ¿Desnudo? -dijo él.
Ella no pudo evitar sonreír cuando vio la inocente expresión en la cara de Apollyon.
- Desnudo -susurró ella.
No necesitaba mirar para saber que la pequeña tela que cubría su entrepierna había desaparecido. Paseó la mano hasta su nuca y le atrajo hacia sí. Serenity esbozó una traviesa sonrisa, chasqueó los dedos, y su camisón de satén desapareció. Quedó completamente desnuda bajo las sábanas.
Apollyon rugió mientras paseaba la mirada por encima de sus pechos con hambriento deseo a pesar de que los pezones de Serenity seguían escondidos. ¿Qué cara pondría cuando la viera completamente desnuda? Serenity no podía esperar ni un segundo más para averiguarlo.
Posó los labios sobre los de Apollyon e, inmediatamente, él ladeó la cabeza y fusionó sus bocas en otro hambriento beso. Esta vez ella se dejó llevar sin pensar en el mañana; sólo pensaba en aquel momento y en lo bien que se sentía entre los brazos de Apollyon.
No cambiaría aquello por nada del mundo.
Si él era lo suficientemente valiente como para coger lo que quería, entonces ella también lo sería. Viviría con las consecuencias y pagaría el precio que fuera necesario para poder disfrutar de aquel momento.
La lengua de Apollyon rozó la suya y ella gimió. Se agarró con fuerza a sus hombros para acercárselo más hasta que consiguió que el pecho del ángel volviera a presionar el de ella. Él le acariciaba los brazos. Entonces la boca de Apollyon abandonó sus labios y empezó a repartir besos por su mandíbula y por su cuello. Ella estiró los brazos por encima de la cabeza y cerró los ojos mientras él le besaba la clavícula y el pecho. Se quedó sin aliento y sonrió mientras entrelazaba los dedos con su propio pelo.
- Me gusta mucho tu sabor -murmuró Apollyon sobre su piel.
Ella le miró a los ojos. Él estiró de las sábanas, dejó sus hinchados pechos al descubierto y sus ojos abandonaron los de Serenity. Apollyon rugió; Serenity se estremeció ante la expectativa. Él agachó la cabeza en dirección a su pecho derecho. Le beso y le chupó el pezón provocando chispas en su interior y reavivando las brasas que él mismo había encendido en el interior de la bruja en aquella pista de baile. Serenity no le podía quitar los ojos de encima ni dejar de observar la forma que tenía él de colmar sus pechos de atenciones. Apollyon iba muy despacio. Su pulgar rozó la parte interior del otro pecho y sus dedos se cerraron sobre él para cogerlo. Se centró en él y volvió a deslizar la lengua sobre la cima provocando otro remolino de chispas que recorrieron la piel de Serenity.
- Muchísimo. -continuó él.
Serenity se arqueó bajo su cuerpo. Presionó el pezón contra su boca y él rugió y lo chupó. La entrepierna de Serenity palpitó caliente de necesidad, deseando tener su atención. Él le acarició el otro pezón con el pulgar. Lo estimuló para conservar su excitación y para conseguir que ella ardiera para él.
Ella también le quería tocar, besarle y saborear su piel. Quería lamer hasta el último centímetro de su piel hasta que él gimiera su nombre y le suplicara que siguiera.
Deslizó las manos por sus bíceps y se concentró en trazar los contornos de sus fuertes músculos. Sólo tenía que verle para excitarse, pero tocarle la llevaba mucho más lejos y le provocaba la urgente necesidad de estirarlo sobre el colchón y hacerle el amor.
Bueno, hacerle el amor exactamente no.
Las imágenes que cruzaban su cabeza a diez posiciones por segundo eran definitivamente crudas y animales. Lo que imaginaba era un acoplamiento muy enérgico que la dejaría sin fuerza en las rodillas y conseguiría hacerla temblar de pies a cabeza.
Gimió ante aquella idea y al sentir a Apollyon entre sus pechos, que la estaba haciendo enloquecer con aquella tortura sin tregua a la que estaba sometiendo a sus pezones. Tenía los pechos duros; sus atenciones le estaban causando un creciente dolor. Apollyon la chupó con más fuerza y ella deslizó las uñas por los brazos del ángel. Él pasó una mano por debajo del cuerpo y la obligó a arquear la espalda al tiempo que rugía. Serenity quería más.
Ella echó las sábanas a un lado para acabar de apartarlas. Necesitaba sentir todo el caliente cuerpo de Apollyon contra el suyo. Deseaba sentir su delicioso peso sobre ella.
Quería estar a su merced.
Apollyon se levantó de la cama y la mirada de Serenity se posó inmediatamente sobre él. Se recreó en su imagen sin timidez. Él le quitó las sábanas de encima y se quedó allí de pie. Su larga y dura polla se movía y se balanceaba al mismo tiempo que se dibujaba una mirada hambrienta y oscura en su rostro.
Serenity frotó sus muslos y atrajo su atención sobre aquella zona. Quería sentirlo en ella y ver la pasión en sus ojos. La expresión de Apollyon rebosaba deseo. La hacía sentir poderosa, sexy y atrevida.
Apollyon rugió cuando vio que ella se acariciaba los pechos y se pellizcaba los pezones. Y no pudo evitar fruncir el ceño cuando observó cómo ella deslizaba las manos por los costados de su cuerpo y las hundía en el vértice de sus muslos para tocarse el sexo.
- Diablesa -susurró él mientras rodeaba la cama sin dejar de mirarla ni un solo momento, con la respiración agitada y los músculos tensos.
Su aspecto era increíble. Ella no se detuvo. Cada vez que deslizaba las manos por encima de aquel triángulo de rizos rubios, él jadeaba y su polla se balanceaba.
Serenity se humedeció los labios. También quería probar eso. Quería envolver sus labios alrededor de su impresionante miembro y metérselo profundamente en la boca hasta conseguir que él gritara su nombre a los cielos y la agarrara con fuerza.
Apollyon frunció el ceño cuando ella se puso de rodillas y se acercó a cuatro patas a los pies de la cama donde él la esperaba de pie.
En esa posición se puso de rodillas frente a él y le aguantó la oscura mirada mientras cerraba los dedos alrededor de su dura longitud. Cuando ella movió la mano hacia abajo y dejó su glande al descubierto, él entornó los ojos y se estremeció.
- ¿Cuánto tiempo hace que no estás con una mujer? -susurró ella con la clara intención de aprovecharse de que estaba a su merced para sonsacarle las respuestas. Quería oír cómo lo decía otra vez, saber que le estaba diciendo la verdad.
- Hace demasiado tiempo -murmuró él. Luego, cuando se dio cuenta de que ella no continuaba, abrió los ojos y la miró-. Hace muchos siglos. Yo no te mentiría, Serenity. Llevo millones de años en el Infierno y, en todo este tiempo, tú eres la única mujer a la que he observado de verdad.
A ella le dio un vuelco el corazón.
Respuesta correcta.
Volvió a posar los ojos sobre su dura longitud y deslizó la mano hacia abajo provocando otro profundo gemido de Apollyon.
Se inclinó hacia adelante y le chupó la punta de la polla; Apollyon jadeó. Automáticamente él apoyó las manos sobre los hombros de la bruja y la agarró con tanta fuerza que resultaba incluso doloroso. Serenity no se detuvo. Deslizó la lengua por su glande y se deleitó en su sabor. Ella notó cómo aumentaba el calor que sentía en el vértice de sus muslos cuando se lo imaginó dentro de su cuerpo, poseyéndola, fusionándose con ella. Le deseaba. Era una auténtica tortura esperar, pero lo haría. Quería estudiar todo su cuerpo y luego quería que él la estudiara desde dentro.
Apollyon volvió a rugir cuando ella envolvió su polla con los labios y la chupó con rítmicos movimientos al tiempo que cerraba los ojos. Él enredó los dedos en su pelo. Serenity le cogía la polla con fuerza con la mano derecha y deslizaba la lengua por su sensible glande. Le arrancó otro profundo gemido. La excitación de ella aumentaba con cada gemido que salía de los labios de Apollyon; aquel sonido la hacía sentirse más poderosa y eso potenciaba su apetito. Le chupó con más intensidad al mismo tiempo que le inmovilizaba con la mano para que no pudiera moverse. Él intentaba hacer pequeños y desesperados movimientos acompañados de graves gemidos. Pero era ella quien tenía el control.
O eso pensaba.
Antes de que se pudiera dar cuenta de lo que estaba pasando, él se había liberado de su mano y de su boca y la había tumbado de espaldas sobre la cama. Serenity jadeó cuando él enterró la cara entre sus muslos y lamió toda la longitud de su sexo provocándole una ola de placer que la recorrió de pies a cabeza. La cogió de los tobillos, le apoyó las piernas encima de sus anchos hombros y luego le levantó el culo de la cama hasta que sólo tocaba el colchón con los hombros y la cabeza.
Serenity gimió y se retorció bajo la acalorada caricia de su lengua. Se agarró con fuerza a las sábanas y en silencio suplicó más. Quería alcanzar el clímax. Quería explotar en mil pedacitos minúsculos entre sus brazos y bajo las maravillosas atenciones de su lengua. Él la deslizó por encima de su clítoris y le provocó un cosquilleo en la barriga y en los muslos. Luego la cogió de las caderas y la inmovilizó.
Ella se retorció y frotó el sexo contra su cara. Estaba desesperada por sentir una nueva caricia de su lengua que la catapultara hasta la cima.
Estaba tan cerca…
Apollyon la soltó antes de que eso sucediera y le bajó las piernas de sus hombros. Su respiración era muy pesada. Ella también jadeaba mientras intentaba recuperar el sentido y la compostura.
Abrió los ojos y se encontró con la oscura y hambrienta mirada de Apollyon. Su intensidad la hizo estremecerse y, cuando él deslizó los ojos por su cuerpo entreteniéndose en sus pechos y en sus muslos, ella sintió que el calor se apoderaba de todo su ser. La cogió de las caderas y la arrastró hasta el borde de la cama. Su dura polla presionó su clítoris y ella gimió al sentirlo y al imaginarle internándose en su cuerpo. Serenity se frotó contra ella desesperada por alcanzar el clímax; estaba demasiado caliente para esperar.
Él le presionó la cadera sobre la cama obligándola a parar, y ella le volvió a mirar a los ojos. La pasión que ardía en aquellos ojos, la cruda necesidad que reflejaban… Era como si le hablaran. Aquello la hacía sentir viva y su temperatura aumentaba. Apartó las piernas de los laterales de las caderas de Apollyon y deslizó los pies por encima de los pronunciados músculos de su estómago y de sus pectorales. Él le besó el tobillo cogiéndolo suavemente con una mano; luego le cogió el otro y lo apoyó sobre su hombro.
Serenity esperó mirándolo fijamente a los ojos. Su cuerpo le llamaba.
Ella suspiró cuando él deslizó la punta de la polla por encima de su sexo; la utilizó para acariciarle el clítoris y consiguió que ella se volviera a acercar peligrosamente a la cima. Luego ella cerró los ojos y gimió mientras él se internaba en ella muy lentamente. Centímetro a centímetro. Se estremeció al sentir cómo se abría paso y se enterraba profundamente en su cuerpo hasta notar cómo le hacía cosquillas en el trasero con los testículos. Era divino.
Las piernas de Serenity resbalaron y se quedaron atrapadas en los brazos de Apollyon: tenía las rodillas justo a la altura de sus codos. Él la cogió de la cadera y ella volvió a abrir los ojos para intentar ver los de Apollyon mientras la poseía. A ella se le escapó otro gemido cuando él sacó casi toda su longitud de su cuerpo. Entonces el rugido de Apollyon se unió al gemido de Serenity cuando la volvió a introducir, profunda y lentamente, hasta que su hueso pélvico rozó su deseado clítoris.
Apollyon volvió a retirarse, esta vez un poco más de prisa, y volvió a embestirla. Empezó a aumentar el ritmo de sus movimientos de forma gradual hasta que a ella le empezó a resultar muy difícil concentrarse en él y no cerrar los ojos. Serenity le cogió de las manos. Él rugió y empujó con más fuerza. A Apollyon se le tensó todo el cuerpo; la cogía con tanta fuerza de las caderas que empezó a hacerle daño. A ella no le importaba. Quería sentir su poder, necesitaba sentirle dentro de su cuerpo. Él se movió fuerte y profundamente. Su hueso pélvico golpeaba su clítoris cada vez que sus caderas se encontraban y los pechos de Serenity se balanceaban regalándole un sinuoso baile. Ella se contrajo alrededor de la polla de Apollyon al tiempo que gemía junto a él grave y profundamente, desesperada por alcanzar la liberación.
Llegó en un cegador destello. Le provocó una ráfaga de abrasador calor que recorrió el cuerpo de Serenity. Un hormigueo se apoderó de sus muslos. Él no se detuvo. La embistió con más fuerza, sus largas caricias volvieron a avivar el fuego que ardía en el interior de Serenity hasta que ella empezó a gemir y a cogerle las manos mientras le suplicaba en voz baja que siguiera.
Apollyon rugía cada vez que se internaba en el interior de Serenity y aquel sonido gutural resonaba por toda la habitación. Era un sonido primario, casi animal. La embistió aumentando el ritmo hasta que ella llegó al límite y amenazó con volver a romperse en mil pedazos.
Serenity arqueó la espalda y atrapó la polla del ángel en sus cálidas profundidades. Aquel movimiento provocó una profunda y fuerte embestida de Apollyon. Ella repitió la misma maniobra, provocándole, intentando llevarle al límite junto a ella. Él levantó el trasero de Serenity de la cama para internarse más profundamente en ella. Serenity gimió al sentir que la poseía por completo. Entonces él gimió de tal forma que a ella le pareció un gruñido. Aquel sonido se internó en Serenity mientras notaba cómo le palpitaba la polla y vertía su cálida semilla en el interior de su cuerpo. Ella contrajo los músculos alrededor de su polla. Deseaba volver a alcanzar el clímax. Apollyon deslizó la mano entre sus cuerpos. Ella gimió al sentir que él deslizaba el pulgar por encima de su clítoris y la hacía alcanzar la cumbre mientras su cuerpo le extraía hasta la última gota. Serenity siguió gimiendo en voz baja mientras sus músculos se contraían alrededor de su debilitada polla.
Deslizó la mirada por el cuerpo de Apollyon. Estaba cubierto por una fina capa de sudor que hacía brillar su bronceada piel. Irradiaba poder y mucha belleza. Le costó un rato reunir el valor para mirarle a los ojos. Cuando lo hizo descubrió que le estaba sonriendo. De repente sus ojos eran de un brillante tono de azul, parecía que el clímax les hubiera afectado.
Se quedaron quietos un rato. Apollyon se quedó dentro de ella y siguió sujetándole las piernas con los brazos.
Su polla se movió. Serenity abrió los ojos de par en par cuando se dio cuenta de que él deslizaba la mirada por todo su cuerpo y empezaba a recuperar su dureza.
Apollyon esbozó una traviesa sonrisa y salió de su cuerpo, pero sólo para inclinarse sobre ella y chuparle los pezones.
Ella miró al techo perdida en la nebulosa calidez de dos orgasmos y convencida de que pronto alcanzaría un tercero.
Y tal vez un cuarto.
Y él era quien decía que ella era una diablesa.