SERIE ÉTICA
POEMAS METAFÍSICOS, MORALES, RELIGIOSOS Y
HEROICOS
Represéntase la brevedad de lo que se vive y cuán nada parece lo que se vivió.
¡Ah de la vida!… ¿Nadie me responde?
¡Aquí de los antaños que he vivido!
La Fortuna mis tiempos ha mordido,
las horas mi locura las esconde.
5 ¡Que sin poder saber cómo ni adónde
la salud y la edad se hayan huido!
Falta la vida, asiste lo vivido,
y no hay calamidad que no me ronde.
Ayer se fue; mañana no ha llegado;
10 hoy se está yendo sin parar un punto:
soy un fue y un será y un es cansado.
En el hoy y mañana y ayer, junto
pañales y mortaja, y he quedado
presentes sucesiones de difunto.
Signifícase la propia brevedad de la vida, sin pensar y con padecer salteada de la muerte.
¡Fue sueño ayer; mañana será tierra!
¡Poco antes nada, y poco después humo!
¡Y destino ambiciones, y presumo
apenas punto al cerco[1] que me cierra!
5 Breve combate de importuna guerra,
en mi defensa soy peligro sumo,
y mientras con mis armas me consumo
menos me hospeda el cuerpo que me entierra.
Ya no es ayer; mañana no ha llegado;
10 hoy pasa y es y fue, con movimiento
que a la muerte me lleva despeñado.
Azadas son la hora y el momento
que a jornal de mi pena y mi cuidado
cavan en mi vivir mi monumento[2].
Descuido del divertido[3] vivir a quien la muerte llega impensada.
Vivir es caminar breve jornada,
y muerte viva es, Lico, nuestra vida,
ayer al frágil cuerpo amanecida,
cada instante en el cuerpo sepultada.
5 Nada que, siendo, es poco, y será nada
en poco tiempo, que ambiciosa olvida,
pues de la vanidad mal persuadida
anhela duración, tierra animada.
Llevada de engañoso pensamiento
10 y de esperanza burladora y ciega,
tropezará en el mismo monumento,
como el que, divertido, el mar navega,
y sin moverse vuela con el viento,
y antes que piense en acercarse, llega.
Pide a Dios le dé lo que le conviene, con sospecha de sus propios deseos.
Un nuevo corazón, un hombre nuevo[4]
ha menester, Señor, la ánima mía;
desnúdame de mí, que ser podría
que a tu piedad pagase lo que debo.
5 Dudosos pies por ciega noche llevo,
que ya he llegado a aborrecer el día,
y temo que hallaré la muerte fría
envuelta en, bien que dulce, mortal cebo[5].
Tu hacienda soy; tu imagen, Padre, he sido,
10 y si no es tu interés en mí no creo
que otra cosa defiende mi partido.
Haz lo que pide verme cual me veo,
no lo que pido yo, pues, de perdido,
recato mi salud de mi deseo[6].
¡Cuán fuera voy, Señor, de tu rebaño,
llevado del antojo y gusto mío!
¡Llévame mi esperanza el tiempo frío,
y a mí con ella un disfrazado engaño!
5 Un año se me va tras otro año,
y yo más duro y pertinaz porfío
por mostrarme más verde mi albedrío
la torcida raíz do está mi daño.
Llámasme, gran Señor; nunca respondo.
10 Sin duda mi respuesta sólo aguardas,
pues tanto mi remedio solicitas.
Mas, ¡ay!, que sólo temo en mar tan hondo,
que lo que en castigarme agora aguardas,
con doblar los castigos lo desquitas.
Enseña cómo todas las cosas avisan de la muerte.
Miré los muros de la patria mía,
si un tiempo fuertes, ya desmoronados,
de la carrera de la edad cansados,
por quien caduca ya su valentía.
5 Salime al campo; vi que el sol bebía
los arroyos del hielo desatados,
y del monte quejosos los ganados,
que con sombras hurtó su luz al día.
Entré en mi casa; vi que, amancillada,
10 de anciana habitación era despojos;
mi báculo, más corvo y menos fuerte.
Vencida de la edad sentí mi espada,
y no hallé cosa en que poner los ojos
que no fuese recuerdo de la muerte.
A la violenta y injusta prosperidad.
Ya llena de sí solo la litera
Matón, que apenas anteyer hacía,
flaco y magro malsín[7], sombra, y cabía,
sobrando sitio, en una ratonera.
5 Hoy, mal introducida con la esfera[8]
su casa, al sol los pasos le desvía,
y es tropezón de estrellas y algún día,
si fuera más capaz, pocilga fuera.
Cuando a todos pidió, le conocimos;
10 no nos conoce cuando a todos toma,
y hoy dejamos de ser lo que ayer dimos.
Sóbrale tanto cuanto falta a Roma,
y no nos puede ver porque le vimos:
lo que fue esconde; lo que usurpa asoma.
A un amigo que retirado de la corte pasó su edad.
Dichoso tú, que alegre en tu cabaña,
mozo y viejo espiraste[9] a aura pura[10],
y te sirven de cuna y sepoltura
de paja el techo, el suelo de espadaña[11].
5 En esa soledad que libre baña
callado sol con lumbre más segura,
la vida al día más espacio dura
y la hora sin voz te desengaña.
No cuentas por los cónsules[12] los años;
10 hacen tu calendario tus cosechas;
pisas todo tu mundo sin engaños.
De todo lo que ignoras te aprovechas;
ni anhelas premios, ni padeces daños,
y te dilatas[13] cuanto más te estrechas.
Representa la mentirosa y la verdadera riqueza.
¿Ves con el oro, áspero y pesado
del poderoso Licas el vestido?
¿Ves el sol por sus dedos repartido[14]
y en círculos su fuego encarcelado?
5 ¿Ves de inmortales cedros fabricado
techo? ¿Ves en los jaspes detenido
el peso del palacio, ennoblecido
con las telas que a Tiro han desangrado[15]?
Pues no lo admires, y alta invidia guarda
10 para quien de lo poco, humildemente,
no deseando más, hace tesoro.
No creas fácil vanidad gallarda
que con el resplandor y el lustre miente
pálida sed hidrópica[16] del oro.
Retirado en la paz de estos desiertos[17],
con pocos, pero doctos libros juntos[18],
vivo en conversación con los difuntos[19]
y escucho con mis ojos a los muertos.
5 Si no siempre entendidos, siempre abiertos,
o enmiendan o fecundan mis asuntos,
y en músicos callados contrapuntos[20]
al sueño de la vida hablan despiertos.
Las grandes almas que la muerte ausenta,
10 de injurias de los años, vengadora,
libra, ¡oh gran don Josef!, docta la emprenta.
En fuga irrevocable huye la hora;
pero aquélla el mejor cálculo[21] cuenta
que en la lección y estudios nos mejora.
Epístola satírica y censoria contra las costumbres presentes de los castellanos, escrita a don Gaspar de Guzmán, conde de Olivares, en su valimiento[22].
No he de callar, por más que con el dedo,
ya tocando la boca o ya la frente,
silencio avises o amenaces miedo[23].
¿No ha de haber un espíritu valiente?
5 ¿Siempre se ha de sentir lo que se dice?
¿Nunca se ha de decir lo que se siente?
Hoy, sin miedo[24] que libre escandalice,
puede hablar el ingenio, asegurado
de que mayor poder le atemorice.
10 En otros siglos pudo ser pecado
severo estudio y la verdad desnuda,
y romper el silencio el bien hablado.
Pues sepa quien lo niega y quien lo duda
que es lengua la verdad de Dios severo,
15 y la lengua de Dios nunca fue muda.
Son la verdad y Dios Dios verdadero[25],
ni eternidad divina los separa
ni de los dos alguno fue primero.
Si Dios a la verdad se adelantara,
20 siendo verdad, implicación[26] hubiera
en ser y en que verdad de ser dejara.
La justicia de Dios es verdadera
y la misericordia y todo cuanto
es Dios, todo ha de ser verdad entera.
25 Señor Excelentísimo[27], mi llanto
ya no consiente márgenes ni orillas;
nundación será la de mi canto.
Ya sumergirse miro mis mejillas,
la vista por dos urnas derramada
30 sobre las aras de las dos Castillas.
Yace aquella virtud desaliñada,
que fue, si rica menos, más temida,
en vanidad y en sueño sepultada,
y aquella libertad esclarecida
35 que en donde supo hallar honrada muerte
nunca quiso tener más larga vida.
Y pródiga de l’alma, nación fuerte,
contaba por afrentas de los años
envejecer en brazos de la suerte.
40 Del tiempo el ocio torpe y los engaños
del paso de las horas y del día,
reputaban los nuestros por extraños.
Nadie contaba cuánta edad vivía,
sino de qué manera; ni aun un hora
45 lograba sin afán su valentía.
La robusta virtud era señora,
y sola dominaba al pueblo rudo,
edad, si mal hablada[28], vencedora.
El temor de la mano daba escudo
50 al corazón, que en ella confiado,
todas las armas despreció desnudo.
Multiplicó en escuadras un soldado[29]
su honor precioso, su ánimo valiente,
de sola honesta obligación armado,
55 y debajo del cielo, aquella gente,
si no a más descansado, a más honroso
sueño entregó los ojos, no la mente.
Hilaba la mujer para su esposo
la mortaja primero[30] que el vestido;
60 menos le vio galán que peligroso.
Acompañaba el lado del marido
más veces en la hueste[31] que en la cama;
sano le aventuró, vengole herido.
Todas matronas[32] y ninguna dama,
65 que nombres del halago cortesano
no admitió lo severo de su fama.
Derramado y sonoro el Oceano[33]
era divorcio de las rubias minas
que usurparon la paz del pecho humano.
70 Ni los trujo costumbres peregrinas[34]
el áspero dinero[35], ni el Oriente
compró la honestidad con piedras finas.
Joya fue la virtud pura y ardiente,
gala el merecimiento y alabanza;
75 sólo se cudiciaba lo decente.
No de la pluma dependió la lanza,
ni el cántabro con cajas y tinteros[36]
hizo el campo heredad, sino matanza.
Y España con legítimos dineros,
80 no mendigando el crédito a Liguria[37],
más quiso los turbantes que los ceros[38].
Menos fuera la pérdida y la injuria
si se volvieran Muzas[39] los asientos,
que esta usura es peor que aquella furia.
85 Caducaban las aves en los vientos
y expiraba decrépito el venado:
grande vejez duró en los elementos[40],
que el vientre entonces bien diciplinado
buscó satisfación y no hartura
90 y estaba la garganta sin pecado[41].
Del mayor infanzón de aquella pura[42]
república de grandes hombres, era
una vaca sustento y armadura.
No había venido al gusto lisonjera[43]
95 la pimienta arrugada, ni del clavo
la adulación fragrante forastera.
Carnero y vaca fue principio y cabo[44],
y con rojos pimientos y ajos duros,
tan bien como el señor comió el esclavo.
100 Bebió la sed los arroyuelos puros;
después mostraron del carquesio[45] a Baco
el camino los brindis mal seguros.
El rostro macilento, el cuerpo flaco
eran recuerdo del trabajo honroso,
105 y honra y provecho andaban en un saco[46].
Pudo sin miedo un español velloso
llamar a los tudescos bacanales[47],
y al holandés hereje y alevoso;
pudo acusar los celos desiguales[48]
110 a la Italia; pero hoy de muchos modos,
somos copias si son originales.
Las descendencias gastan muchos godos[49];
todos blasonan, nadie los imita,
y no son sucesores, sino apodos.
115 Vino el betún[50] precioso que vomita
la ballena o la espuma de las olas,
que el vicio, no el olor, nos acredita,
y quedaron las huestes españolas
bien perfumadas pero mal regidas,
120 y alhajas las que fueron pieles solas[51].
Estaban las hazañas mal vestidas
y aun no se hartaba de buriel[52] y lana
la vanidad de fembras presumidas;
a la seda pomposa[53] siciliana
125 que manchó ardiente múrice[54], el romano
y el oro hicieron áspera y tirana.
Nunca al duro español supo el gusano
persuadir que vistiese su mortaja[55],
intercediendo el Can[56] por el verano.
130 Hoy desprecia el honor al que trabaja[57],
y entonces fue el trabajo ejecutoria[58]
y el vicio graduó la gente baja.
Pretende el alentado joven gloria
por dejar la vacada sin marido[59],
135 y de Ceres ofende la memoria[60].
Un animal a la labor nacido
y símbolo celoso[61] a los mortales,
que a Jove fue disfraz y fue vestido[62],
que un tiempo endureció manos reales[63],
140 y detrás de él los cónsules gimieron,
y rumia luz[64] en campos celestiales,
¿por cuál enemistad se persuadieron
a que su apocamiento fuese hazaña,
y a las mieses tan grande ofensa hicieron?
145 ¡Qué cosa es ver un infanzón de España
abreviado en la silla a la jineta[65],
y gastar un caballo en una caña[66]!
Que la niñez al gallo[67] le acometa
con semejante munición, apruebo,
150 mas no la edad madura y la perfeta.
Ejercite sus fuerzas el mancebo
en frentes de escuadrones, no en la frente
del útil bruto l’asta del acebo[68].
El trompeta le llame diligente
155 dando fuerza de ley el viento vano[69],
y al son esté el ejército obediente.
¡Con cuánta majestad llena la mano
la pica[70] y el mosquete carga el hombro[71]
del que se atreve a ser buen castellano!
160 Con asco, entre las otras gentes, nombro
al que de su persona, sin decoro,
más quiere nota[72] dar que dar asombro.
Jineta y cañas son contagio moro;
restitúyanse justas y torneos
165 y hagan paces las capas con el toro.
Pasadnos vos de juegos a trofeos,
que solo grande rey y buen privado
pueden ejecutar estos deseos.
Vos que hacéis repetir siglo pasado
170 con desembarazarnos las personas[73]
y sacar a los miembros de cuidado,
vos distes libertad con las valonas
para que sean corteses las cabezas
desnudando el enfado a las coronas.
175 Y pues vos enmendastes las cortezas[74],
dad a la mejor parte medicina:
vuélvanse los tablados[75] fortalezas.
Que la cortés estrella que os inclina
a privar sin intento y sin venganza,
180 milagro que a la invidia desatina,
tiene por sola bienaventuranza
el reconocimiento temeroso,
no presumida y ciega confianza.
Y si os dio el ascendiente generoso[76]
185 escudos de armas y blasones llenos,
y por timbre[77] el martirio glorioso,
mejores sean por vos los que eran buenos
Guzmanes, y la cumbre desdeñosa
os muestre a su pesar campos serenos.
190 Lograd, señor, edad tan venturosa,
y cuando nuestras fuerzas examina
persecución unida y belicosa,
la militar valiente disciplina
tenga más platicantes[78] que la plaza:
195 descansen tela falsa y tela[79] fina[80].
Suceda a la marlota[81] la coraza,
y si el Corpus[82] con danzas no los pide,
velillos y oropel no hagan baza.
El que en treinta lacayos los divide[83],
200 hace suerte en el toro, y con un dedo
la hace en él la vara que los mide.
Mandadlo ansí, que aseguraros puedo
que habéis de restaurar más que Pelayo[84],
pues valdrá por ejércitos el miedo
205 y os verá el cielo administrar su rayo.
Memoria inmortal de don Pedro Girón, duque de Osuna, muerto en la prisión.
Faltar pudo su patria al grande Osuna[85],
pero no a su defensa sus hazañas;
diéronle muerte y cárcel las Españas,
de quien él hizo esclava la Fortuna.
5 Lloraron sus invidias una a una
con las proprias naciones las extrañas;
su tumba son de Flandres[86] las campañas,
y su epitafio la sangrienta luna.
En sus exequias encendió al Vesubio[87]
10 Parténope y Trinacria al Mongibelo;
el llanto militar creció en diluvio.
Diole el mejor lugar Marte[88] en su cielo:
la Mosa, el Rhin, el Tajo y el Danubio[89]
murmuran con dolor su desconsuelo.