Los árboles del dolor infinito
Las nubes del gozo infinito,
A veces dan señales de vida,
En el lindero del vasto verano.
Las alondras pasan a través
Sin captar nada de sus palabras,
Una fuente sólo las retendrá
Para dar de beber a los muertos.
[Les arbres de l’infinie douleur,
Les nuages de l’infinie joie,
Se donnent parfois signe de vie,
À la lisière du vaste été.
Les alouettes passent à travers
Sans rien saisir de leurs paroles,
Une source les retiendra seule
Pour donner à boire aux morts].
Pero lo que ha sido vivido
será soñado,
Y lo que ha sido soñado
revivido.
No será demasiado larga la noche
Para quemar las ramas caídas
contra nuestro deseo
Para preservar el olor duradero
de las hogueras.
[Mais ce qui a été vécu
sera rêvé,
Et ce qui a été rêvé
revécu.
Nous n’aurons pas trop d’une longue nuit
Pour brûler les branches tombées
à notre insu,
Pour engranger l’odeur durable
des fumées].
Que del otro reino nos vuelva
Lo que creíamos perdido, que vuelvan
Aquellos que al alejarse nada habían dicho,
Que su grito mudo sea nuestro pan cotidiano,
Que vuelva entero el áspero desgarro:
Mordedura y remordimiento son una sola cosa,
Dolor y dulzura se respaldan el uno a la otra.
[Que de l’autre royaume nous revienne
Ce que nous croyions perdu, que reviennent
Ceux qui en s’éloignant n’avaient rien dit,
Que leur cri muet soit notre pain quotidien,
Que revienne entière l’âpre déchirure :
Morsure et remords sont d’un seul tenant,
Douleur et douceur s’épaulent l’une l’autre].
Seguir al pez, seguir al pájaro.
Si envidias su paso, síguelos
Hasta el final. Seguir su vuelo, seguir
Su nado, hasta llegar a ser
Nada. Nada más que el azul de donde un día
Surgió la ardiente metamorfosis,
El Deseo mismo de nadar, de volar.
[Suivre le poisson, suivre l’oiseau.
Si tu envies leur erre, suis-les
Jusqu’au bout. Suivre leur vol, suivre
Leur nage, jusqu’à devenir
Rien. Rien que le bleu d’où un jour
A surgi l’ardente métamorphose,
Le Désir même de nage, de vol].
La muerte no es nuestro fin
Ya que más grande que nosotros
Es nuestro deseo, que se une
Al del Comienzo,
Deseo de Vida.
La muerte no es nuestro fin,
Pero hace único todo lo de aquí:
Aquellos rocíos que abren las flores del día,
Aquella insolación que sublima el paisaje,
Aquel fulgor de una mirada cruzada,
Y el resplandor de un otoño tardío,
Aquel perfume que asalta y que pasa, inasible,
Aquellos murmullos que resucitan las palabras nativas,
Aquellas horas irradiadas de vivos, de aleluyas,
Aquellas horas invadidas de silencio, de ausencia,
Aquella sed que nunca será apagada,
Y el hambre que tiene por único término el infinito…
Fiel compañera, la muerte nos obliga
A cavar sin cesar en nosotros
Para introducir allí sueño y memoria,
A siempre cavar en nosotros
El túnel que lleva al aire libre.
No es nuestro fin.
Poniendo el límite
Nos muestra la extrema
Exigencia de la Vida,
La que da, eleva,
Desborda y sobrepasa.
[La mort n’est point notre issue,
Car plus grand que nous
Est notre désir, lequel rejoint
Celui du Commencement,
Désir de Vie.
La mort n’est point notre issue,
Mais elle rend unique tout d’ici:
Ces rosées qui ouvrent les fleurs du jour,
Ce coup de soleil qui sublime le paysage,
Cette fulgurance d’un regard croisé,
Et la flamboyance d’un automne tardif,
Ce parfum qui assaille et qui passe, insaisi,
Ces murmures qui ressuscitent les mots natifs,
Ces heures irradiées de vivats, d’alléluias,
Ces heures envahies de silence, d’absence,
Cette soif qui jamais ne sera étanchée,
Et la faim qui n’a pour terme que l’infini…
Fidèle compagne, la mort nous contraint
À creuser sans cesse en nous
Pour y loger songe et mémoire,
À toujours creuser en nous
Le tunnel qui mène à l’air libre.
Elle n’est point notre issue.
Posant la limite,
Elle nous signifie l’extrême
Exigence de la Vie,
Celle qui donne, élève,
Déborde et dépasse].
Inclinarse hasta el humus donde se mezclan
Lágrimas y rocíos, sangres derramadas
Y fuente inviolada, donde los cuerpos torturados
vuelven a encontrar la dulce arcilla,
Humus presto a recibir espantos y dolores,
Para que todo tenga un fin y que sin embargo
nada sea perdido.
Inclinarse hasta el humus donde habita
La promesa del Soplo original. Único lugar
De transmutación donde espantos y dolores
Se descubren paz y silencio. Se unen entonces
Lo podrido y lo nutrido; no son más que término y germen.
Lugar de la elección: la vía de muerte lleva a la nada,
El deseo de vida lleva a la vida. Sí, el milagro tiene lugar
Para que todo tenga un fin y que sin embargo
todo fin pueda ser nacimiento.
Inclinarse hasta el humus, consentir
En ser humus mismo, unir el sufrimiento llevado
Por uno mismo al sufrimiento del mundo, unir
Las voces calladas al canto de pájaro, los huesos helados
¡al estrépito de las campanillas blancas!
[S’abaisser jusqu’à l’humus où se mêlent
Larmes et rosées, sangs versés
Et source inviolée, où les corps suppliciés
retrouvent la douce argile,
Humus prêt à recevoir frayeurs et douleurs,
Pour que tout ait une fin et que pourtant
rien ne soit perdu.
S’abaisser jusqu’à l’humus où se loge
La promesse du Souffle originel. Unique lieu
De transmutation où frayeurs et douleurs
Se découvrent paix et silence. Se joignent alors
Pourri et nourri ; ne font qu’un terme et germe.
Lieu du choix : la voie de mort mène au néant,
Le désir de vie mène à la vie. Oui, le miracle a lieu
Pour que tout ait une fin et que pourtant
toute fin puisse être naissance.
S’abaisser à l’hummus, consentir
à être hummus même, unir la souffrance portée
Par soi à la souffrance du monde, unir
Les voix tues au chant d’oiseau, les os givrés
au vacarme des perce-neige].
Cuando el ángel nos llama,
Sabemos que el doble reino se ha reunido,
El gran viento recorriendo de un extremo al otro
Toda la zona terrestre,
Las palabras de aquí alcanzan finalmente la otra orilla.
Lo que está por vivir y lo que se ha vivido,
Lo que tiende hacia el gozo y lo que sufre
Conjugan un presente de duelo y de espera,
La detención del tiempo
No es más que latente transformación.
El agua del río se evapora en nube, vuelve a caer
En lluvia, realimenta, invisible,
La corriente del eterno retorno,
Nos vuelven rostros magullados, voces estranguladas
Que transfiguran soplo y sangre.
Al mezclarse lo informulado y lo incumplido
A lo inesperado, lo sorpresivo,
Confluyendo aquí, se convierten en fuente del instante
Que a partir de ahora todo lo retoma, todo lo eleva
Brotando infatigablemente.
Cuando el ángel nos llama,
Sabemos que lo que ha nacido de nosotros
No dejará de acontecer,
Delante de nosotros, sin nosotros saberlo,
Súbitamente nos sobrepasa, nos salva.
[Lorsque l’ange fait signe,
Nous savons que le double royaume est réuni,
Le grand vent parcourant de bout en bout
Toute l’aire terrestre,
Les paroles d’ici rejoignent enfin l’autre bord.
Ce qui est à vivre et ce qui est vécu,
Ce qui tend vers la joie et ce qui est en souffrance
Conjuguent un présent de deuil et d’attente,
L’arrêt du temps
N’est plus que latente transformation.
L’eau du fleuve s’évapore en nuage, retombe
En pluie, réalimente, invisible,
Le courant de l’éternel retour,
Nous reviennent visages meurtris, voix étranglées
Que transfigurent souffle et sang.
L’informulé et l’inaccompli se mêlant
À l’inattendu, à l’inespéré,
Confluant ici, deviennent fontaine de l’instant
Qui désormais reprend tout, élève tout
Inépuisablement jaillissante.
Lorsque l’ange fait signe,
Nous savons que ce qui est né de nous
Ne cessera plus d’advenir,
En avant de nous, à notre insu,
Soudain nous dépasse, nous sauve].
A veces los ausentes están aquí
Con mayor intensidad
Mezclados con las palabras
Con la risa humana
Ese fondo de gravedad
Que sólo ellos
Sabrán conservar
Que sólo ellos
Sabrán disipar
Demasiado intensamente ahí
Todavía guardan silencio.
[Parfois les absents sont là
Plus intensément là
Mêlant au dire humain
Au rire humain
Ce fond de gravité
Que seuls
Ils sauront conserver
Que seuls
Ils sauront dissiper
Trop intensément là
Ils gardent silence encore].
No olvides a los que están en el fondo del abismo,
Privados de fuego, de luz, de mejilla consoladora,
De mano caritativa… No los olvides,
Ya que ellos se acuerdan de los relámpagos de la infancia,
De los resplandores de juventud —la vida en ecos
De las fuentes, en huellas del viento—, ¿adónde van
Si los olvidas, tú, Dios del recuerdo?
[N’oublie pas ceux qui sont au fond de l’abîme,
Privés de feu, de lampe, de joue consolante,
De main secourable… Ne les oublie pas,
Car eux se souviennent des éclairs de l’enfance,
Des éclats de jeunesse — la vie en échos
Des fontaines, en foulées du vent —, où vont-ils
Si tu les oublies, toi, Dieu de souvenance?].
Tú, para siempre emanación
Que propagas de onda en onda
Tu soplo que da sombra
Hacia todo lo creado que afluye
A veces saludas
Ahí abajo
Al hombre clavado inmóvil
El hombre que enseña y sangra
Que no cesará
Sin tú saberlo
De volver a dar vida
A la madera muerta
[Toi, à jamais jaillissement
Propageant d’onde en onde
Ton souffle ombrageant
Vers tout le créé qui afflue Parfois tu salues
Là-bas
L’homme cloué immobile
L’homme enseignant et saignant
Qui n’aura de cesse
À ton instar
De redonner vie
Au bois mort].
Háblanos
Para que ya nada se pierda,
Ni el rayo que abrasa los pinos
Ni la arcilla cálida de lirios.
Escúchanos
Para que nuestras voces con la tuya mezcladas,
Surgidas de la gloria de un breve verano,
Funden al fin el reino.
[Parle-nous
Pour que plus rien ne soit perdu,
Ni la foudre embrasant les pins,
Ni l’argile chaude aux grillons.
Écoute-nous
Pour que nos voix à la tienne mêlées,
Jaillies de la gloire d’un bref été,
Fondent enfin le royaume].
Puesto que todo lo que es de vida
Se religa,
Nos someteremos
A la marea que se lleva la luna,
A la luna que vuelve a traer la marea,
A los desaparecidos sin los que no seríamos,
A los supervivientes sin los que no seríamos,
A las sordas llamadas que disminuyen,
A los gritos mudos que continúan,
A las miradas petrificadas por el horror
Al final de las cuales regresa un canto de niño,
A lo que regresa y ya no vuelve a irse,
A lo que regresa y se funde en el negro,
A cada estrella perdida en la noche,
A cada lágrima secada en la noche,
A cada noche de una vida,
A cada minuto
De una única noche
Donde se reúne
Todo lo que se religa
A la vida sin olvido,
A la muerte abolida.
[Puisque tout ce qui est de vie
Se relie,
Nous nous soumettrons
À la marée qui emporte la lune,
À la lune qui ramène la marée,
Aux disparus sans qui nous ne serions pas,
Aux survivants sans qui nous ne serions pas,
Aux sourds appels qui diminuent,
Aux cris muets qui continuent,
Aux regards pétrifiés par les frayeurs
Au bout desquelles un chant d’enfant revient,
À ce qui revient et ne s’en va plus,
À ce qui revient et se fond dans le noir,
À chaque étoile perdue dans la nuit,
À chaque larme séchée dans la nuit,
À chaque nuit d’une vie,
À chaque minute
D’une unique nuit
Où se réunit
Tout ce qui se relie,
À la vie privée d’oubli,
À la mort abolie].
Henos aquí en el abismo,
Sigues siendo tú su enigma.
Si dices una sola palabra,
Y seremos salvados,
Permaneces todavía mudo,
Hasta el final pareces sordo.
Nuestros corazones se han endurecido demasiado,
En nosotros el horror sin fondo.
¿Vendría de nosotros,
Un resplandor de dulzura?
Si decimos una palabra,
Y tú serás salvado.
Permanezcamos todavía mudos,
Hasta el final permanecemos sordos.
Hete aquí en el abismo,
Somos el enigma.
[Nous voici dans l’abîme,
Tu en restes l’énigme.
Si tu dis un seul mot,
Et nous serons sauvés,
Tu restes muet encore,
Jusqu’au bout sembles sourd.
Nos coeurs ont trop durci,
En nous l’horreur sans fond.
Viendrait-elle de nous,
Une lueur de douceur ?
Si nous disons un mot,
Et tu seras sauvé.
Nous restons muets encore,
Jusqu’au bout restons sourds.
Te voici dans l’abîme,
Nous en sommes l’énigme].
Ha llegado la hora, Señor,
De mirar a la cara la vida
Según tú, no según nosotros.
Acompáñanos hasta el final
Para que todo el oro sea salvado.
Pero tú, el perdido por nosotros,
¿Llegarás a la hora, Señor?
[L’heure est donc venue, Seigneur,
De dévisager la vie
Selon toi, non selon nous.
Accompagne-nous jusqu’au bout
Pour que tout l’or soit sauvé.
Mais toi, le perdu par nous,
Viendras-tu à l’heure, Seigneur?].
Noche, madre de las luces,
En su seno Luz es.
Ya sangre, ya leche,
ya carne desgarrada,
Ya vía de ternura,
Ya vía de dolor,
Ya dispuesta a morir,
Pero siempre renaciente,
Ya último sobresalto,
Pero siempre
primer rayo
[Nuit, mère des lumières,
En son sein Lumière est.
Déjà sang, déjà lait,
Déjà chair déchirée,
Déjà voie de tendresse,
Déjà voie de douleur,
Déjà prête à mourir,
Mais toujours renaissante,
Déjà ultime sursaut,
Mais toujours
premier jet].
Nos queda todavía sin embargo celebrar
como tú lo haces
Celebrar lo que, surgido de nosotros,
tiende todavía hacia la vida abierta
Lo que, entre las carnes magulladas, clama memoria
Lo que, entre las sangres derramadas, clama justicia
Única vía en verdad donde podríamos todavía
honrar a los sufrientes y a los muertos
Cada uno de nosotros es finitud
Lo infinito es lo que nace de entre nosotros
hecho de imprevistos
Celebrar el más allá del deseo, el más allá de sí
Única vía en verdad donde todavía podríamos
mantener la inicial promesa
Celebrar el fruto, más que el fruto mismo
el sabor infinito
Celebrar la palabra, más que la palabra misma
la infinita resonancia
Celebrar el alba de los nombres reinventados
Celebrar la tarde de las miradas cruzadas
Celebrar la noche de rostro demacrado
De los moribundos que ya no esperan nada
sino que lo esperan todo de nosotros
En nosotros lo para-nunca-perdido
Que intentamos retornar en ofrenda
Única vía donde la vida se ofrecerá sin fin
con las palmas abiertas.
[Pourtant il nous reste encore à célébrer
comme tu le fais
Célébrer ce qui, jailli d’entre nous,
tend encore vers la vie ouverte
Ce qui, d’entre les chairs meurtries, crie mémoire
Ce qui, d’entre les sangs versés, crie justice
Seule voie en vérité où nous pourrions encore
honorer les souffrants et les morts
Chacun de nous est finitude
L’infini est ce qui naît d’entre nous
fait d’inattendus et d’inespérés
Célébrer l’au-delà du désir, l’au-delà de soi
Seule voie en vérité où nous pourrions encore
tenir l’initiale promesse
Célébrer le fruit, plus que le fruit même
mais la saveur infinie
Célébrer le mot, plus que le mot même
mais l’infinie résonance
Célébrer l’aube des noms réinventés
Célébrer le soir des regards croisés
Célébrer la nuit au visage émacié
Des mourants qui n’espèrent plus rien
mais qui attendent tout de nous
En nous l’àjamais-perdu
Que nous tentons de retourner en offrande
Seule voie où la vie s’offrira sans fin
paumes ouvertes].
Cuando súbitamente se calla el canto de la oropéndola,
El espacio se llena de cosas que mueren.
Cayendo en cascada un largo hilillo de agua
Abre las rocas de la profundidad.
El pequeño valle se escucha y oye el eco
De inmemoriales latidos del corazón.
[Quand se tait soudain le chant du loriot,
L’espace est empli de choses qui meurent.
Tombant en cascade un long filet d’eau
Ouvre les rochers de la profondeur ;
Le vallon s’écoute et entend l’écho
D’immémoriaux battements de coeur].
Aquel sendero que una noche
recorrimos
Lo prolongarás
niño de mi mirada
Más allá del bosque
duerme quizá un estanque
O una playa errante
a merced de las altas olas
Este sendero constelado
lo prolongarás
Pese a vientos y rocíos
niño de mi memoria
De este lado el otoño
ha sepultado su secreto
En ti el tiempo levanta el vuelo
loco de llamadas de ocas salvajes
[Ce sentier qu’une nuit
nous avons parcouru
Tu le prolongeras
enfant de mon regard
Par-delà la forêt
dort peut-être un étang
Ou une plage errante
au gré de hautes vagues
Ce sentier constellé
tu le prolongeras
Malgré vents et rosées
enfant de ma mémoire
De ce côté l’automne
a enfoui son secret
En toi le temps s’envole
fou d’appels d’oies sauvages].
Elegía de Lerici
A Shelley
Henos aquí al fin reunidos. Ya que nunca
He olvidado tu llamada lejana
Lanzada por encima del oleaje desencadenado,
Llamada oída un día en lo recóndito
De un valle chino… ¡Ah, milagro
Del destino! Me descubro aquí, en este lugar
De tus adioses, tu voz súbitamente al alcance
Del corazón, del cuerpo: insolación
Que todavía quema, o dulce cuchicheo, apaciguado.
Sí, henos aquí reunidos, yo habiendo superado
Los pasos del espacio y los ciclos del tiempo,
Tú habiendo, al borde de la errancia, posado aquí
Tu singular huella. Blanca presencia
De este templo del canto, sobre un fondo de colinas
Suspendidas sobre el mar. Inmutable blancura
No obstante transmutante: noble diadema
En el fuego de poniente, astro gigante
En el corazón de la vasta noche estelar.
Noche, noche, tinieblas sin límite. ¿Qué sabe ella
del misterio de la luz? ¿Qué prevé
Para el sol y el planeta Tierra? Y tú,
¿Qué has visto de ello, tú, el cantor elegido,
El explorador de nuestra insensata aventura?
Polvo entre el polvo, vanidad
De vanidades? ¿Vanos, los abismos sobre los cuales
Nos hemos inclinado? ¿Vanas, las cimas
Hacia las cuales hemos tendido? ¿Vanos,
Nuestros desafíos frente a las tiranías, nuestros espantos
Ante las crueldades humanas? ¿Vanos también ellos,
Aquellos momentos de éxtasis que le hemos hurtado
Al circulante soplo rítmico? ¿Hay
Otra patria que el hábitat terrestre?
¿Otro infierno que la tierra nuestra?
Oh, tú, que sientes, dinos lo que conoces.
Dinos hasta qué grado de lo atroz
El hombre está en condiciones de cavar. ¿Hasta el
Sin fondo? No siendo ya cuestión de olvido
¿No le pondría fin la muerte misma?
Tú que has vivido de búsqueda en búsqueda, y naufragado
entre las olas furiosas, aquellas olas elevadas
Que no tienen igual en este globo,
Dinos qué has aprendido de su destino.
¿Lugar cerrado de condena en el seno de un cosmos
Infinito? ¿Lugar de experimentación sin fin
Por el genio del mal? ¡Tierra nuestra, astro negro!
¿Lo que podía, hace dos siglos, habitar
Tu imaginario? Arena de leones donde la carne viva,
Traída por los vivos, se dejaba despedazar
En jirones; sala de tortura y hoguera pública
Donde la carne viva, al borde de los gritos, se consumía
Bajo el hierro rojo o la llama; campo de batalla
Donde, ofreciéndose a las armas blancas, la misma carne
Se hacía cortar hasta los huesos, para luego entregar
A los cuervos. La humanidad, en constante progreso,
Progresa, ciertamente, ¡demasiado a menudo en el horror!
Aquello de lo que podemos dar testimonio después de ti:
A las mujeres embarazadas destripadas viendo a sus bebés
Proyectados en el aire, a los hombres forzados a cavar
Su fosa para ser enterrados en ella vivos, se unen
Las víctimas sin número de los monstruos modernos,
Bombas de fragmentación, de neutrones… siempre más soberbias,
Armas químicas, bacteriológicas… siempre más sutiles,
Vagones de ganado dispuestos a triturar toda cara humana,
Fábricas de muerte para reducir a cenizas almas y cuerpos.
¿Polvo entre el polvo, vanidad
De vanidades? ¿El olvido todavía nos está permitido?
¿Puede todavía la muerte servirnos de salida?
¡Somos hijos de los condenados, somos
Hijos de los mártires! Su sed, su hambre
Son las nuestras. Sus sollozos contenidos
Son los nuestros. Les debemos respirar
La primavera, vencer el eterno verano,
Les debemos vivir la vida de aquí,
Buscar en ella aún los posibles jades enterrados.
Formulémonos, incansables, las preguntas en cadena:
El hombre carcomido por el mal radical, aquel mal
Que viene de su ingenio que nada frena,
¿Puede sin vergüenza pretenderse la medida
De todas las cosas? No está más bien en condiciones
De destruir el orden de la Vida misma?
¿No ha llegado el momento de que vuelva a ser más servicial,
Más acorde con su vocación primera, y esta
Más acorde con el todo del universo
Cuyo advenimiento, los Antiguos lo vieron,
Fue una gloria? No ha llegado la hora de que celebre
De nuevo el impensable don de la Donación?
Si el fuego prometeico permanece siempre vivo,
La vía crística permanece, por su parte, abierta.
Sí, encontrar el bien que estaba perdido,
Mirar la verdad desnuda a la cara, y de ahí
Contemplar la belleza segura. Ya que fuiste Ariel,
Fuiste Alondra. Ángel caído o daimon nativo,
¿Eras nostalgia? ¿Eras profecía?
Más allá del hombre que razona, ¿no eras
Hombre que resuena con un canto inaudito?
Más que ladrón de fuego, fuiste portador
De chispas que provocaban la iluminación.
Con la lámpara de minero en la frente, te convertiste
En batidor de los sortilegios de este mundo:
Bóveda estrellada, que espejea campos de azaleas,
Gracia femenina que abraza curvas de colinas,
Agua de un lago mudada en vapores de nubes,
Y risas de niños en sonrisas de amantes,
Ardiente persecución de un rostro demasiado lejano,
Murmullos sedientos que un beso encierra…
Luego, a medida que penetrabas los duelos,
De otras bellezas, a veces, te fulminaron:
Mirada noble y digna ante la implacable espada,
Cuerpo ajusticiado que las manos tiernas resucitan.
¡Extraña promesa de esta tierra anónima!
Tú, espíritu libre, errante de lugar en lugar,
Aterrizaste un día en este punto del globo,
En las alturas de un monte de los Apeninos.
Se extiende bajo tus ojos, hasta el extremo horizonte,
La tan soñada tumba-cuna mediterránea.
Contemplándola con toda tu alma en vilo,
Adivinas en ella los dioses adormecidos, y te exaltas.
«Benditos sean la hora presente, el suelo de aquí;
Bendito sea nuestro cuerpo por donde pasa lo sentido.
Espacio de un relámpago —pero, ¿en qué rincón perdido
En el seno de la inmensidad siderante sideral?
Relámpago de este corazón minúsculo que late aquí,
En esta tarde de un solsticio de verano…
¡Bendito sea el milagro que hace que esto sea!
¡Esto es! Esta improbable e innegable Vida,
De una vez por todas —es decir para siempre–
Ofrecida. En este lugar original, la luz
Renueva su advenimiento. De la oscura sepia
Emanan el oro amarillo y el azul zafiro. Ascienden
Entonces del humus los olores de líquenes
Y de hierbas, suavizando las cálidas rocas
De lavas mal apagadas. Se despliegan entonces
Los latentes deseos en murmullo, zumbido.
Todos los vivos que el azar reúne —cada uno único,
Presencia adventicia— se revelan necesarios
Para la belleza de este instante. ¡Oh bodas memorables
De raíces tortuosas y de aplanada bruma,
De oropéndolas intermitentes y de cascada continua!
—¿Quién está ahí, invisible, a la escucha, ofreciéndose a
La vista, a la cita del encarnado? —Aquí, aquí,
El perfume floral de panales de abejas que provocan
Los brincos de una cierva, la brisa marina con alas
De elfos que los abetos ponen al desnudo…».
Allá abajo, muy abajo, una bahía secreta abre
Sus brazos de amante en un gesto de invitación.
Oyes la voz de las olas que te habla
En lo más íntimo: «Alma en pena, concédete
Un respiro, sé de aquí huésped, haz de aquí
Tu estancia. Ya que es en efecto por tu sueño,
Si tu corazón es digno de ello, que todo esto
Ha sido hecho». Obediente te levantas y desciendes
Hacia la bahía, hacia tu suprema estancia
Que se conjugará para siempre en el presente.
Ah, que vengan la aurora, y el mar, deslumbrado,
En espera; te sumerges, llevado
Por la claridad de la mañana del mundo.
Que vengan el poniente, y el mar, conquistado,
En ofrenda; te sumerges, entregado
A los resplandores de todos los otros mundos.
Mujer en amor se convierte el mar, cuando lo atrae
La luna llena; mecidas por el frágil esquife,
Tus palabras arrebatan las almas prendadas.
¿Estancia divina? ¡Estancia humana! Tomando parte
En las risas y llantos de los pescadores de los alrededores,
Bajo el sol generoso, no evitas olvidar
Todos los condenados de tu antigua comarca,
Sus callejuelas húmedas, sus cárceles enmohecidas…
¿Cómo negar sin embargo que la belleza tiene lugar?
Nada puede hacer ya que reniegue de su esplendor.
Su impulso se perpetúa; ¿nosotros mismos cambiamos,
Polvo entre el polvo, vanidad
De vanidades? ¿De dónde viene entonces la inapaciguable
Conmoción? ¿De dónde esta turbación lancinante?
Perdido en el seno de lo inmenso, espacio de un relámpago,
Aquel grano de polvo hecho hombre, ¿por medio de qué
Magia, ha visto, oído, se ha emocionado, se ha mudado
En lenguaje, en intercambio, en largos cantos
De revuelta, de tormento, de alabanza?
Cantar, ¡es en efecto esto! ¿Cantar no es
Resonar? ¿A qué otra cosa sino al Ser?
Cantar, cantar verdaderamente, es alzarse
A la incesante llamada del Ser, ¡es ser!
¿Seríamos por azar, de este cosmos,
El corazón batiente y el ojo desvelado?
Siguiendo el Soplo, siempre más altos, más claros,
Ignorando los límites, nuestros responsorios a la llamada,
Cargados de tantos deseos insaciados,
Van hasta los confines de lo eterno.
¿Estancia divina? ¡Estancia humana! Oh, sí,
La verdadera belleza, habiéndose afirmado como gloria,
Resplandecerá sin cesar
Y su vuelo no se debilitará. Sólo nosotros,
Buscadores impenitentes, desaparecemos.
Tú, en plena felicidad, no eres sin ver:
Si el mar otorga benevolencia al suelo
Que sabe acogerlo en toda humildad,
No renuncia en otro lugar en absoluto
A su potencia de tempestad. Corresponde al hombre
Aprender la justa medida, a él
Le corresponde consentir lo poco, lo breve, lo único.
La vía de dolor conduce a la voz interior,
Las tenazas de la añoranza a los gritos de las entrañas.
Habiendo sido antaño causa de una joven muerta,
Y ahora que acabas de llorar al Amigo, has comprendido
Que en ti el canto de Orfeo se había realizado.
A pesar de la violencia del último desgarro,
A pesar de los escalofríos de horror en el momento
De la prueba, ceder súbitamente al morir
Te parece, a fin de cuentas, equitativo.
«Heme aquí tendido sobre la hoguera, los miembros ateridos,
Cabellos empapados, en el olor de la arena
Y de las algas. Oh, muy queridos que me rodeáis,
No os asustéis, no os aflijáis,
¡No os dejéis ahogar más por las lágrimas!
Abandonad este cuerpo devorado en el presente
Por el fuego. Los deseos que llevamos
¿No son más grandes que nosotros? Tan grandes
Que se unen al Deseo original por medio del cual
Fue la luz. Dejad pues mi llama
Ascender y desgarrar la noche, que, acogedora,
Abre la Vía láctea
De la Transfiguración».
[Élégie de Lerici
À Shelley
Nous voici enfin réunis. Car jamais
Je n’ai oublié ton lointain appel
Lancé par-dessus les flots déchaînés,
Appel un jour entendu dans les tréfonds
D’une vallée chinoise… Ah, miracle
Du destin! Je me découvre ici, en ce lieu
De tes adieux, ta voix soudain à portée
Du coeur, du corps : coup de soleil
Brûlant encore, ou doux chuchotis, apaisé.
Oui, nous voici réunis, moi ayant franchi
Les passes de l’espace et les cycles du temps,
Toi ayant, à bout d’errance, posé ici
Ta singulière empreinte. Blanche présence
De ce temple du chant, sur fond de collines
Surplombant la mer. Immuable blancheur
Néanmoins transmuante : noble diadème
Dans le feu du couchant, astre géant
Au coeur de la vaste nuit stellaire.
Nuit, nuit, ténèbres sans borne. Que sait-elle
Du mystère de la lumière? Que prévoit-elle
Pour le soleil et la planète Terre? Et toi,
Qu’en as-tu vu, toi, le chantre élu,
L’éclaireur de notre insensée aventure?
Poussière d’entre les poussières, vanité
Des vanités? Vains, les abîmes sur lesquels
Nous nous sommes penchés? Vaines, les cimes
Vers lesquelles nous avons tendu? Vains,
Nos défis face aux tyrannies, nos effrois
Devant les cruautés humaines? Vains euxmêmes,
Ces moments d’extase que nous avons dérobés
Au circulant souffle rythmique? Y a-t-il
Une autre patrie que l’habitat terrestre?
Un enfer autre que la terre nôtre?
Ô toi qui ressens, dis-nous ce que tu connais.
Dis-nous jusqu’à quel degré de l’atroce
L’homme est à même de creuser. Jusqu’au
Sans-fond? L’oubli n’étant plus de mise,
La mort même n’y mettrait point fin?
Toi qui as vécu de quête en quête, et péri
Par les vagues en furie, ces hautes vagues
Qui ne sont que de ce globe sans pareil,
Dis-nous ce que tu as appris sur son destin.
Lieu clos de damnation au sein d’un cosmos
Infini? Lieu d’expérimentation sans fin
Pour le génie du mal? Terre nôtre, astre noir!
Ce qui pouvait, il y a deux siècles, habiter
Ton imaginaire? Arène aux lions où la chair
vive,
Portée par les vivats, se laissait déchiqueter
En lambeaux ; salle de torture et bûcher public
Où la chair vive, à bout de cris, se consumait
Sous le fer rouge ou la flamme ; champ de bataille
Où, s’offrant aux armes blanches, la même chair
Se faisait taillader jusqu’aux os, puis livrer
Aux corbeaux. L’humanité, en constant progrès,
Progresse certes, trop souvent dans l’horreur!
Ce dont nous pouvons témoigner après toi :
Aux femmes enceintes éventrées voyant leurs bébés
Projetés en l’air, aux hommes contraints de creuser
Leur fosse pour y être enterrés vifs, se joignent
Les victimes sans nombre des monstres modernes,
Bombes à fragmentation, à neutrons… toujours
plus superbes,
Armes chimiques, bactériologiques… toujours plus
subtiles,
Wagons à bestiaux propres à broyer toute face
humaine,
Usines à mort pour réduire en cendres âmes et corps.
Poussières d’entre les poussières, vanité
Des vanités? L’oubli nous est-il encore permis?
La mort peut-elle encore nous servir d’issue?
Nous sommes fils des damnés, nous sommes
Fils des martyrs! Leur soif, leur faim
Sont les nôtres. Leurs sanglots ravalés
Sont les nôtres. Nous leur devons de respirer
Le printemps, d’expirer l’éternel été,
Nous leur devons de vivre la vie d’ici, d’y
Chercher encore les possibles jades enfouis.
Posons-nous, inlassables, les questions en chaîne :
L’homme rongé par le mal radical, ce mal
Qui vient de son ingéniosité que rien ne freine,
Peut-il sans honte se prétendre la mesure
De toutes choses? N’est-il plutôt en mesure
De détruire l’ordre de la Vie même?
N’est-il temps qu’il redevienne plus serviable,
Plus en accord avec sa prime vocation, et celle-ci
Plus en accord avec le tout de l’univers
Dont l’avènement, les Anciens l’ont vu,
Fut une gloire? N’est-il temps qu’il célèbre
À nouveau l’impensable don de la Donation?
Si le feu prométhéen demeure toujours vivant,
La voie christique demeure, elle, ouverte.
Oui, retrouver le bien qui était perdu,
Dévisager la vérité nue, et par là
Envisager la beauté sûre. Car tu fus Ariel,
Tu fus Alouette. Ange déchu ou daïmon natif,
Étais-tu nostalgie? Étais-tu prophétie?
Par-delà l’homme qui raisonne, n’étais-tu
Homme qui résonne à un chant inouï?
Plus que voleur de feu, tu fus porteur
D’étincelles qui provoquaient l’illumination.
Lampe de mineur sur le front, tu devins
Traqueur des sortilèges de ce monde :
Voûte étoilée, miroitants champs d’azalées,
Grâce féminine épousant courbes de collines,
Eau d’un lac muée en vapeurs des nuées,
Et rires des enfants en sourires des amants,
Ardente poursuite d’un visage trop lointain,
Murmures assoiffés qu’un baiser clôt…
Puis, à mesure que tu pénétrais les deuils,
D’autres beautés, parfois, te foudroyèrent :
Regard noble et digne devant l’implacable glaive,
Corps supplicié que les mains tendres ressuscitent.
Étrange promesse de cette terre anonyme!
Toi, esprit libre, errant de lieu en lieu,
Tu atterris un jour sur ce point du globe,
Les hauteurs d’un mont des Apennins.
S’étale sous tes yeux, jusqu’à l’horizon extrême,
Le tant rêvé tombeau-berceau méditerranéen.
Le contemplant de toute ton âme en éveil,
Tu y devines les dieux endormis, et tu t’exaltes :
«Bénis soient l’heure présente, le sol d’ici ;
Béni soit notre corps par où passe le ressenti.
Espace d’un éclair — mais en quel coin perdu
Au sein de l’immensité sidérante sidérale?
Éclair de ce minuscule coeur qui bat là,
En cette après-midi d’un solstice d’été…
Béni soit le miracle qui fait que cela soit.
Cela est! Cette improbable et indéniable Vie,
Une fois pour toutes — donc pour toujours —
Offerte. En ce lieu originel, la lumière
Renouvelle son avènement. De l’ombre sépia
Émanent jaune or et bleu saphir. Montent
Alors de l’humus les senteurs de lichens
Et d’herbes, adoucissant les chauds rochers
Aux laves mal éteintes. Se déploient alors
Les latents désirs en bourdonnement,
vrombissement.
Tous les vivants que le hasard réunit — chacun
unique,
Présence advenante — se révèlent nécessaires
À la beauté de cet instant. Ô noces mémorables
Des racines tortueuses et de la brume planante,
Des loriots intermittents et de la cascade continue!
– Qui est là, invisible, prêtant l’oreille, s’offrant à
La vue, au rendez-vous de l’incarné? — Ici, ici,
Le parfum floral aux rayons d’abeilles que foulent
Les bonds d’une biche, la brise marine aux ailes
D’elfes que les sapins portent aux nues…».
Là-bas, très bas, une baie secrète ouvre
Ses bras d’amante en un geste d’invite.
Tu entends la voix des vagues qui te parle
Au plus intime : « Âme en peine, accorde-toi
Un répit, sois d’ici l’hôte, fais d’ici
Ton séjour. Car c’est bien pour ton rêve,
Si ton coeur en est digne, que tout cela
A été fait. » Obéissant, tu te lèves et descends
Vers la baie, vers ton suprême séjour
Qui se conjuguera à jamais au présent.
Ah, que viennent l’aurore, et la mer, éblouie,
En attente ; tu t’y plonges, porté
Par la clarté du matin du monde.
Que viennent le couchant, et la mer, conquise,
En offrande ; tu t’y plonges, livré
Aux éclats de tous les outre-mondes.
Femme en amour devient la mer, quand l’attire
La pleine lune ; bercées par le frêle esquif,
Tes paroles ravissent les âmes éprises.
Séjour divin? Séjour humain! Prenant part
Aux rires et pleurs des pêcheurs d’alentour,
Sous le soleil généreux, tu n’as garde d’oublier
Tous les damnés de ton ancienne contrée,
Leurs ruelles humides, leurs prisons moisies…
Comment nier cependant que la beauté a lieu?
Rien ne peut plus faire qu’elle renie sa splendeur.
Son élan se perpétue ; nous-mêmes nous changeons,
Poussières d’entre les poussières, vanité
Des vanités? D’où vient alors l’inapaisable
Émoi? D’où ce lancinant effarement?
Perdu au sein de l’immense, espace d’un éclair,
Ce grain de poussière fait homme, par quelle
Magie, a vu, entendu, s’est ému, s’est mué
En langage, en échange, en longs chants
De révolte, de tourment, de louange?
Chanter, c’est bien cela! Chanter, n’est-ce pas
Résonner? À quoi d’autre, sinon à l’Être?
Chanter, vraiment chanter, c’est se hausser
À l’incessant appel de l’Être, c’est être!
Serions-nous par hasard, de ce cosmos,
Le coeur battant et l’oeil éveillé?
Au gré du Souffle, toujours plus hauts, plus clairs,
Ignorant les limites, nos répons à l’appel,
Chargés de tant de désirs inassouvis,
Vont jusqu’aux confins de l’éternel.
Séjour divin? Séjour humain! Oh oui,
La vraie beauté, s’étant affirmée gloire,
N’aura de cesse de resplendir
Et son envol point ne faiblira. Nous seuls,
Quêteurs impénitents, nous disparaissons.
Toi, en pleine félicité, tu n’es pas sans voir :
Si la mer accorde bienveillance au sol
Qui sait l’accueillir en toute humilité,
Ailleurs nullement elle ne renonce
À sa puissance de tempête.À l’homme
D’apprendre la juste mesure, à lui
De consentir au peu, au bref, à l’unique.
La voie de douleur mène à la voix intérieure,
Les tenailles du regret aux cris des entrailles.
Ayant été jadis cause d’une jeune morte,
Et venant de pleurer l’Ami, tu as compris
Qu’en toi le chant d’Orphée s’était accompli.
Malgré la violence de l’ultime arrachement,
Malgré les frissons d’horreur au moment
De l’épreuve, céder soudain au mourir
Te paraît, en fin de compte, équitable.
«Me voici étendu sur le bûcher, membres transis,
Cheveux trempés, dans la senteur du sable
Et des algues. Ô très chers qui m’entourez,
Ne vous effrayez point, ne vous affligez pas,
Ne vous laissez plus noyer par les larmes!
Abandonnez ce corps dévoré à présent
Par le feu. Les désirs que nous portons
Ne sont-ils plus grands que nous? Si grands
Qu’ils rejoignent le Désir originel par quoi
La lumière fut. Laissez donc ma flamme
Monter et déchirer la nuit, laquelle, accueillante,
Ouvre la Voie lactée
De la Transfiguration. »]
No dejes en este lugar, al pasar
Ni los tesoros de tu cuerpo
Ni los dones de tu espíritu
Sino algunas huellas de pasos.
Para que un día el gran viento
A tu ritmo se inicie
A tu silencio, a tu grito,
Y fije al fin tu camino.
[Ne laisse en ce lieu, passant
Ni les trésors de ton corps
Ni les dons de ton esprit
Mais quelques traces de pas.
Afin qu’un jour le grand vent
À ton rythme s’initie
À ton silence, à ton cri,
Et fixe enfin ton chemin].