Capítulo 10
―Esa expresión estuvo hermosa, ¿la puedes mantener unos segundos más, Giselle?
¡Click¡ ¡Click!
―Alza ligeramente ahora tu hombro… exacto, ¡se ve divino!
―Se vio muy lindo cuando sacudiste tu cabello de ese modo, Jahra, ¿lo puedes repetir?... muy bien, te tengo.
¡Click! ¡Click!
―¡Hey, esa pose juntas estuvo súper sexy! ¡Muy buena idea!
―Oh… esperen un momento chicas… ¿Puede alguien del equipo de producción acomodarle a Jahra el tirante de su bikini? ¡Esta doblado!
―Gracias por hacerlo Lucy, la sesión fotográfica sería un desastre sin ti cariño. ¡Podemos seguir! Continúen haciendo el formidable trabajo como hasta ahora chicas, y disculpen que les haya cortado la inspiración, pero todo tiene que estar perfecto para el catálogo.
―¡Uy se ven encantadoras!
―Giselle, recárgate más hacia Jahra… exacto, así se ve muy natural.
―Ahora vean a la cámara con esos ojos tan increíbles que tienen… ¡Uau! Adoro fotografiarlas chicas, el contraste entre trigueña y rubia, aunada a la colisión de sus miradas en azul turquesa y verde esmeralda son garantía de éxito para la campaña editorial.
―…abran un poco más esos ojos… ¡encantador!
―Ahora acérquense más una a la otra, como queriendo besarse.
Jahra y Giselle intercambiaron miradas cómplices, riendo pícaramente.
―¡Ay, la Virgen! Eso sí que estuvo sensual. ¿Les sale del alma, verdad diablillas? Por favor sigan acariciándose, ya estamos por terminar.
―Una foto más…
―Las tengo. Una ronda de aplausos a todo el equipo, ¡hemos terminado!
El trabajo que se invierte en una campaña publicitaria es realmente agotador, es por ello que después de dos días de arduas sesiones fotográficas hasta el anochecer, el equipo de producción, así como Giselle y Jahra terminaron exhaustos. Al tercer día y gracias al profesionalismo de las modelos, no fue necesario alargarlo hasta el anochecer, razón por la cual las modelos abandonaron la locación; una villa ubicada en el complejo del Hotel Cuatro Estaciones, buscando relajarse durante el resto de la tarde.
La espaciosa villa estaba equipada con dos amplias terrazas y dos piscinas privadas, teniendo una esplendorosa vista al océano índico; ofreciendo con ello la escenografía perfecta para rodar la producción de una campaña de mercadotecnia para una exclusiva colección de trajes de baño.
La agencia de mercadotécnica había preparado un evento privado para celebrar el término de la sesión en las islas Seychelles antes de regresar a Europa. La agencia representaba a tres prominentes marcas de bikinis, y había obtenido la exclusividad para producir los catálogos y anuncios que se utilizarían para promocionar la próxima temporada en diversos medios.
El evento estaba organizado para después del atardecer en casual Lounge-Bar Kannel, ubicado cerca de la piscina principal y directamente sobre la playa privada del hotel. El Bar ofrecía una hermosa terraza exterior, llena de sillones modernos y era un sitio apropiado para relajarse viendo la puesta del sol mientras se disfrutaba de un aperitivo o un delicioso cóctel
El productor, el camarógrafo, el equipo de luces, así como el de maquillaje, disfrutarían de las piscinas en la villa antes de dirigirse al evento. Giselle y Jahra habían tenido suficiente de piscinas, mar y playa, así que buscaban un lugar donde no estar mojadas o llenas de arena, por lo que optaron por pasar unas horas en el Lounge-Bar.
Antes de dirigirse hacia él, las dos chicas se cambiaron y arreglaron. Los looks eran muy diversos, el de Giselle consistía en un sensual caftán fabricado en seda con un fabuloso estampado de piel de serpiente, y pronunciado escote en V, entrelazado en la parte inferior; las mangas largas estilo ranglan, con botones en los puños. Una prenda única que emanaba vibraciones salvajes con esa impresión de piel de serpiente creada por la diseñadora australiana Camilla Franks, quien había traspasado los límites de la sensualidad al combinar el estampado con una fresca tela transparente, permitiendo a Giselle mostrar sus encantadoras curvas de manera muy provocativa. Típico de ella, exhibía sus piernas desnudas rematadas por unas sandalias de plataforma de Jimmy Choo, con estampados de piel de lagartija. El caftán era corto y apenas le llegaba a la parte baja de su bikini.
―Si no fueras una ardiente y preciosa brasileña, tal vez me la pensaría en revelarte mis secretos, cariño, pero lo que menos necesitas Jahra, es ayuda en el tema. Cada mujer tiene que seguir su propio estilo, es lo único que puedo decirte.
Jahra llevaba un look más ajustado, amoldando su silueta y acentuando sus exquisitas curvas brasileñas. Antes de ponérselo, se quitó el sostén de su bikini apresuradamente, dejando florecer sus senos perfectos, los cuales rebotaron juguetonamente cuando Jahra dio dos pequeños saltitos al meterse unos mini shorts ajustados a la cadera en azul eléctrico con franja negra a los lados, y sexy cordón ajustable al frente. Tomó de su armario un entallado top rash guard en colores caleidoscópicos de las diseñadoras Nicky y Simone Zimmermann. Las mangas largas eran monocromáticas, equilibrando el resto de los colores. Jahra lo ajustó en el área del busto verificando que estuviera impecable y libre de imperfecciones. El top era corto, terminando entre su ombligo y la boca de su estómago.
―¡Virgen santísima! ―exclamó Giselle―. Aún no has cerrado el frente de tus shorts y ya resaltan tu abultado trasero y cintura de muñequita. Es de verdad un crimen que te andes paseando así como si nada con ese look. ¿Qué no piensas en las otras mujeres de alrededor? ¡Apiádate un poco, mi vida! No hay ninguna posibilidad de competir con tu trasero crujiente como una nuez. Se me ocurre pasearme desnuda, a ver si alguien me voltea a ver al ir junto a ti, y eso… si tengo suerte.
―No exageres Giselle, ¡te pasas! ―dijo Jahra sonrojada por tantas flores que le echaba su adorada amiga, mientras completaba su perfecto atuendo playero con unas sandalias también de plataforma, de la famosa marca Paloma Barceló.
―Lo digo muy en serio, ¡si casi estoy a punto de saltarte encima! Y eso que estoy llena de estrógenos calientitos… ¡imagina a los que tienen testosterona en el todo el cuerpo!
Giselle se hizo un recogido alto, dejándolo un tanto despeinado; Jahra en cambio, se puso una coqueta cinta en la cabeza, de la prestigiada marca Johnny Loves Rosie, dejando su cabello suelto. Ambas se dirigieron al Bar Kannel.
―¡Uou, uou, uou!, espera un segundo, Barry. ¡Ve nada más los dos bombones que vienen hacia acá! ―dijo una voz masculina a otro chico.
―¡Híjole! ¿No serán dos ángeles que se cayeron del cielo?
―Los ángeles no tienen esas tetas Tony, no seas pendejo.
Los huéspedes que los habían escuchado comenzaron también a murmurar sobre ellas.
Todo el alboroto era causado porque las dos modelos estaban por cruzar la zona donde se ubicaba «La Piscina Infinita», con ese modo tan natural y chic al andar. Jahra se colocó sus gafas de aviador espejeadas, mientras Giselle prefirió deslizarlas sobre su cabello.
Las chicas llamaron la atención, haciendo a las mujeres jurar en nombre de Dios el no comer carbohidratos el resto de sus días, así como prometer matarse en el gimnasio haciendo abdominales hasta quedar inconscientes.
Los tres chicos que las habían visto venir, jugaban con un balón de fútbol americano. Al irse aproximando a ellos, dejaron de arrojar la pelota para comérselas con los ojos. Todos babeaban, sin ocurrírseles que decir. Las modelos les regalaron una sonrisa y pasaron frente a ellos.
―Hola chicas, mi nombre es Tony. Si están buscando carne con calidad 100% Angus venida de Dakota, este es su día de suerte muñecas, ¡aquí me tienen! ―Las dos se miraron haciendo una mueca graciosa al escuchar al musculoso Tony, pero continuaron su camino.
―¡Hey chicas, no se vayan! Miren como bailan mis pechos.
Tony comenzó a mover alternadamente sus entrenados pechos al ritmo que cantaba una canción Hip-Hop.
Con sus tonterías, Tony causó aún más revuelo ante los huéspedes reunidos alrededor de la inmensa piscina, lo cual no pasó desapercibido a la avispada mente de Giselle.
―Prepárate Jahra, ¿estás lista? ―Le preguntó apenas después de pasar a los tres chicos.
―¿Lista?, ¿lista para qué?
No acababa de preguntar, cuando Giselle le propinó un semejante agarrón de nalgas con toda la extensión de su mano, agarrándola bien desde la parte donde nacían, hasta la más abundante.
―Me quiero morir ahorita mismo Barry. ¡Esas chicas son pura energía cósmicaaaa! ―le dijo Tony.
Los chicos, así como todos los curiosos viendo la escena, quedaron encantados con la irreverente ocurrencia de Giselle, la cual daba por un hecho que todas las miradas estarían checando sus traseros. Uno de los chicos mordía su puño; los demás huéspedes del hotel sonreían.
―Esas no son chicas ordinarias, Tony. Deja que oigas mi opinión, y te vas a arrepentir de haber actuado tan estúpidamente, aunque sé que fue tu mejor intento de impresionarlas ―le dijo Barry.
Antes de que cesara el alboroto, Jahra se dio la vuelta como en un desfile de modas, y los volteó a ver bajando sus gafas obscuras, mostrándoles sus enloquecedores ojos verdes. Completó el giro y siguió andando junto a su amiga.
―¡Yiiijaaa! ¿Vieron eso? ¡Hey las alcanzamos en el bar! Barry paga la primera ronda ―les gritó Tony.
―Perfecto Jahra, ahora vendrán tras nosotras, y yo lo que quería era relajarme ―le dijo Giselle.
―Ni te atrevas a echarme la culpa, tú fuiste la que empezaste el alboroto pellizcándome la nalga, yo sólo te apoyé en tu gesto descarado ―le contestó Jahra.
―¡Admite que estuvo buenísimo, Jahra! En realidad no lo hice por esos chicos bobos, sino por otros dos que estaban guapérrimos tomando el sol, y también nos veían. ¿No los viste? Traían unos bañadores en negro y azul ultramarino. Por cierto que, uno de ellos se parecía a Alexander.
―Oh, oh, ¿estoy escuchándote decir que lo extrañas, y qué te gustaría tenerlo aquí para meterte bajo las sábanas con él, como pareja?
―¡Claro que no, Jahra! No creo enamorarme de nadie pronto, de hecho hasta se oye raro: »Giselle Blanchard, enamorada«. Si te pone contenta, admito que me gustaría tener su compañía, pero por el momento él tiene compromisos que cumplir con otras chicas, y eso de algún modo nos une, ya que yo organizo el contacto con ellas.
Giselle suspiro, dando la impresión de que no había confesado todo.
Mientras las modelos se alejaban, aún se hablaba de ellas en la zona de la piscina.
―Barry, ¿te fijaste como ese par de senos desafiaban la fuerza de gravedad? ¿Serían naturales? Necesito de tu ojo experto ―preguntó Tony ansioso.
Por alguna extraña razón, el chico llamado Barry tenía un ojo de halcón, pudiendo escrudiñar con la mirada a una chica, sin perder algún detalle por pequeño que este fuera.
―¿Sí te diste cuenta que eran más jóvenes que nosotros? Deben tener entre veintidós y veinticinco años. Obviamente que esas generosas curvas eran naturales. La rubia mostrando su abdomen y el sexy piercing en su ombligo, iba sin sujetador; la de los ojos color turquesa, llevaba un top diminuto debajo de sus transparencias y sus senos reflejaban el impacto de su paso al caminar, pero prácticamente ni se movían. Esas chicas no eran comunes, yo pienso que eran modelos profesionales, ya que emanaban muchas de las características necesarias para serlo: clase, estilo, cuerpo, chispa, buen sentido del humor, elegancia, atracción sexual y Dios sabrá la cantidad de elementos que se debe de dominar en esa carrera.
La ropa de playa que llevaban era de súper buen gusto, y para nada exagerada o anunciando marcas por doquier. Te doy un ejemplo para que me entiendas mejor, ¿ves a la chica rusa al otro lado? ¿Si notas la diferencia? A pesar de ser linda, joven y tener el buen cuerpo de las modelos, no puede igualarla en clase y gracia.
―Caray, de verdad que no sé cómo haces para darte cuenta de tanto, Barry. Yo sólo les vi las tetas y el trasero.
―El modo de andar, las sandalias altas y… muchos más detalles, pero no se los diré.
―Vamos Barry, dinos más.
―Está bien, está bien, aquí vamos. Estoy casi seguro que el jardincito de las dos era estilo Hollywood ―les dijo Barry.
―¿Jardincito? No entiendo.
―¡El vello púbico Tony, el cómo se lo arreglan o rasuran! De verdad que no entiendo cómo es que terminaste la universidad.
―Ah, hasta ahora caigo. ¡Oooh ese sí que es un tema que me apasiona!, pero, ¿me puedes explicar a qué diablos te refieres con eso de estilo Hollywood? Y por favor no escatimes en los detalles.
―¿De verdad no lo sabes? Te voy a dar otra pista, también se le llama estilo Lolita.
―Aja, que bueno se está poniendo esto, ¿te refieres entonces a esas conchitas deliciosamente rasuradas con un poquito de vello aquí y uno que otro allá?
―No, de nuevo mal. Tú probablemente te refieres al más popular entre los estilos de arreglarse el vello púbico, el estilo Brasileño. El cual consiste en remover todo a los lados, dejando una delgadísima franja de vello bajando hacia el centro.
―¿Y cómo se distingue el Brasileño del Hollywood o el Lolita?
―Muy fácil Tony, ¡nada de nada! Todo rasurado, pura piel suave ahí abajo como pétalo de rosa.
―¡Santa Conchita, qué estás diciendo… ni me lo imaginaba! Mmh que rico…
Mientras Barry y Tony llevaban su imaginación al límite, idealizando a las modelos; ellas dos ya estaban sentadas cómodamente en uno de los sofás bajos de la terraza del bar con vista al mar. La música sonaba y el ambiente era tipo café del mar.
―¿Qué les puedo traer de beber? ―preguntó el mesero.
―Para mí un Sex on the Beach por favor ―contestó Jahra.
―Un Cosmopolitan, gracias ―dijo Giselle.
―¿Y qué paso con tu Tequila Patrón que siempre te veo tomando?, ¿porque hoy un Cosmo?
―Ay bueno, es uno los rituales raros que tengo.
―¿Me quieres contar? ―pregunto Jahra.
―Sólo si prometes no comenzar a joderme al saber mi secreto, puede sonar un poco inusual.
―Tiene usted mi palabra, Señorita Blanchard ―Jahra alzó su palma, imitando hacer un juramento.
―¿Ves? No te he confesado y ya me estas molestando, pero igual te lo voy a decir: bebo mi tequila exclusivamente cuando percibo que voy a tener una relación íntima. Un Tequila Patrón, es el néctar que invade mi cuerpo preparándome física y mentalmente para el placer.
―¿Hablas en serio, Giselle?
―Por supuesto, además me pone un poquitín piripi, aunque debo decir que tolero mucho mejor el tequila que otras bebidas como el ron, vodka o cócteles. El tequila no me pega tan duro, y así puedo estar bien alerta sin emborracharme, además no me da resaca.
―O sea que estás diciendo que no percibes alguna experiencia erótica que pudiera suceder el día de hoy.
―Exactamente, simplemente el erotismo no está en el aire y pocas veces me equivoco. La única excepción a mi ritual, es cuando llego a casa y deseo relajarme mientras leo, veo una película o ando de traviesa con algún juguetito sexual; en esos casos también lo bebo. Si me excito demasiado, salgo a algún club nocturno esperando que la noche me entregue alguna aventura.
―¡Ajaa! ¿Y qué hay de los tres chicos de la piscina? Dijeron que vendrían al bar.
―Esos son perritos ladrando y no muerden querida. Aun cuando tuvieran el coraje para abordarnos, y en el remoto caso de que tuvieran algo interesante que conversar, especialmente el que se cree un T-bone de Dakota, no creo que pase a mayores, al menos no conmigo. Digo, no te vas a acostar con el primer imbécil que te hable, ¿cierto? Pero no me mal intérpretes, que la energía puede cambiar y entonces pediré que me traigan mi Tequila Patrón.
―Bueno Giselle, no es que yo sea precisamente un premio de consolación, sino todo lo contrario, pero si no se da la chispa erótica que esperas, pues recuerda que yo ando por aquí y, estaría encantada de que participar en tus ideas locas con juguetitos metidos hasta por las orejas ―rio Jahra.
―Y yo te confieso que ha habido veces que me tomo mi Tequila debido a la enorme energía sexual que comienzas a irradiar Jahra! ¿Qué no habíamos prometido tratar de comportarnos después de lo que pasó en París? Además, con tus gritos desesperados, los vecinos alrededor de la villa van a llamar a la policía pensando que se están cogiendo a un León, ¡en lugar de a una hermosa modelo!
―¡No seas tonta Giselle! Es el modo de expresar mis sentimientos latinos ―las dos rieron.
El teléfono móvil de Giselle, sonó.
―¡Ay pero si es Luna! Me tendrás que disculpar amiga, pero quisiera tomar esta llamada, la he esperado desde hace semanas.
―Por supuesto, adelante.
Giselle se recargó en el sofá cruzando sus piernas y tomando una actitud receptiva.
―Hola Luna, ¿qué hay de nuevo?
―Giselle, ¿cómo te va? Espero no molestarte demasiado, ¿estas ocupada?, ¿en qué parte del mundo andas?
―Estoy encantada de escucharte Luna. Por el momento estoy haciendo una campaña publicitaria con mi querida amiga Jahra, en las islas Seychelles.
―¡Uau, súper lindo! Las sesiones fotográficas que yo tengo, son todas en Europa, ¡sí que sufren ustedes dos!
―No más que tu Luna, sé que tu marido te trata muy bien.
―Por favor dime las marcas que están promocionando. Adoro los bikinis que usas, Giselle. Dime para ir a comprarlas y ver cómo se me ven.
―Luna, los bikinis provocan erupciones volcánicas cuando los hombres te ven pasar; estamos siendo fotografiadas con las colecciones de Paradizia, Sambaii y Teenb.
―Gracias Giselle. Oye, por otro lado, te llamo para contarte brevemente sobre Alexander, el chico que nos presentaste para llevar a cabo nuestra fantasía.
―Espero de corazón que Alexander no te haya defraudado, o que se haya acobardado en algún momento importante. Tengo el presentimiento que todo fue bien, ya que vi una foto de los dos en Facebook y, a decir de la foto te debe haber tratado bien.
―Perdón, utilizaste la palabra “¿defraudar”? y yo que pensé que lo conocías… ¿qué tal si te dijera que fue tan colosal lo que me hizo vivir, que por caprichosa me lo quedé todo el fin de semana para mi solita? Lo creas o no, convencí a Francesco de que me dejara con él. No le quedó más remedio que aceptar en cuanto le describí el modo en el que alcancé el cielo y toque las estrellas, eso es algo que él no puede darme.
Al escuchar el modo tan convincente de hablar de Luna, Giselle arqueo sus dos delineadas cejas. Sus ojos turquesa denotaban ahora preocupación por los planes que originalmente tenía con Alexander.
―Giselle, no sé si tengas un interés real en Alex, pero me alegra mucho que me lo hayas presentado, y no sólo eso, sino compartido de ese modo. Creo que de no haberlo hecho por las buenas, hubiera optado por robártelo de tus brazos; el chico es único en su clase y creo que construimos una sólida conexión. Te confieso que creo que me podría enamorar de seguirlo viendo, pero no se te vaya a ocurrir decirle esto a Francesco, por favor. En fin, creo que mis últimas palabras resumen contundentemente mis sentimientos hacia Alexander, no necesito decir más, ¿o tienes alguna pregunta?
―Uy, uy… vamos tomándolo con calma Luna, fue demasiada información de un solo golpe. Te concedo que sea encantador, pero de eso, a que sea bueno en la cama, tengo mis dudas, ¿o me equivoco?
―Te parecerá ridículo, pero nunca utilizamos una cama, ¡sino todos los rincones de la casa! Giselle, cariño, ¿podría ser que no sabes de lo que te estoy hablando? No has estado íntimamente con Alexander, ¿verdad?
―No me acuesto con cada uno de los chicos que me encuentro a mi paso Luna, trato de escoger los que valen la pena y descartar a los que no.
―Pues sí que te estás perdido de algo, querida. Cuando estés con él, vas a soltar todos tus demonios, y sentirás cómo cada célula de tu cuerpo explota en una experiencia colosal.
―¿Qué quieres decir, Luna?
―Durante nuestra plática después del partido de Tenis, no te revelé todos los detalles, pero ahora lo haré. Francesco y yo comenzamos desde hace tiempo a entrar en el mundo del bondage y el sado-masoquismo, buscando tener una vida sexual más picante. Decidimos adentrarnos en esto, para ver si con ello podía yo alcanzar el éxtasis que Francesco rarísimas veces me da. Desafortunadamente, nos salió el tiro por la culata, complicándose mucho más de lo esperado, y poniéndome nuevamente como la responsable del estímulo sexual. El punto que trato de hacer al confesarte lo sombrío de mi relación, es que dejé de contar el número de orgasmos que tuve durante el fin de semana, después de los primeros tres. Y yo estaba preocupada por sentir uno pequeñito y se convirtió en una tsunami llena de placer a cada rato. Traje las bragas mojadas todo el tiempo nada más de pensar en qué momento comenzaría a tocarme para hacerme explotar nuevamente. Te juro que me la pase revolcándome en el suelo los días que estuve con Alexander, de las erupciones que tuve. Acababa temblando incontroladamente y toda la cosa, fue una pasada…
Giselle respiró profundamente, dándose fuerzas para seguir escuchando.
―Creo que ya hablé demasiado y el resto quisiera que permaneciera privado. Únicamente añadiré que Alexander es una fuente de estimulación sexual divina, además de grata compañía.
―Bueno, pues… me alegro mucho por ti Luna. Me muero porque me des más detalles de lo que pasó, pero no viajaré a París pronto. ¿Te gustaría visitarme en Vancouver? Te mandaré los boletos de avión en cuanto tengas una semanita libre.
―Me encantaría aclarar las cosas contigo frente a frente, Giselle. Por favor ni se te ocurra enamorarte de él, porque además lo voy a ver más seguido que tú, y no quisiera que tuviéramos un disgusto por un hombre, ¿sabes?. Voy a exprimir cada segundo que lo tenga conmigo; de hecho por eso nos fuimos manejando a Fráncfort, para tener un poco más de ese amor que él me da. Te digo, se me está convirtiendo en un vicio… muero por volverme a deslizar en sus pantalones.
―No me parece tu modo hostil de hablarme, Luna; no creo merecérmelo. En cualquier caso, me da gusto que todo haya salido mejor de lo que pensaba. Puedes estar segura que tomo tus palabras muy en serio y, si me permites decirlo, por ningún motivo quiero poner en peligro a Alexander. ¿Sabes bien a lo que me refiero, verdad? Aún recuerdo lo que misteriosamente le pasó al chico con el que tuviste tu última aventura amorosa. Justo por ello hable con Francesco antes de involucrar a Alexander en tu fantasía.
―No te pongas de pesada Giselle, no quiero discutir contigo. ¿Te refieres a Michelle? A mí también me pareció muy extraño que inexplicablemente le hayan cortado los dos dedos que tanto me deleitaban, pero Alexander está a años luz delante de él.
―Luna, me tengo que ir.
Giselle no soportaba seguir oyendo las hazañas de Alexander al lado de Luna.
―Ok, entiendo. Síguela pasando bien y mil gracias de nuevo por ayudarnos a hacer de nuestra fantasía, ¡una deliciosa realidad!
―Ciao Luna.
Giselle arrojó su teléfono móvil al otro lado del sofá.
―¿Con quién dijiste que hablabas, Giselle? ―le preguntó Jahra.
―Con mi amiga Luna.
―Mmm.., creo que he escuchado de ella. ¿No es la atractiva modelo Italiana casada con un mafioso?
―¡Pero qué dices Jahra! Esos son sólo rumores.
―No pude evitar oír que hablaban de Alexander, pero no entendí muy bien el contexto.
―Eso no importa, por ahora ―dijo malhumorada.
―Y si no es importante, ¿por qué se te puso la piel de gallina mientras hablabas? ―preguntó Jahra sin recibir respuesta. Giselle tenía la vista perdida y se encontraba ensimismada.
Está sucediendo… tal como profetizo la discípula de Vanga. Por desgracia es cierto que tengo un doble destino con el terrible dilema de decidir por uno de ellos. Es una analogía a la predestinación de Aquiles en la Ilíada. Él sabía que en algún momento se tendría que decidir, ya fuera por gloria eterna y vida breve, o por longevidad sin gloria, ni fama. Aquiles opta por la primera, de lo contrario no estaríamos hablaríamos de él después más de dos mil años. Mi destino no tiene en nada que ver con los valores de la epopeya de Aquiles, pero curiosamente sí en su ambivalencia. ¿Qué hacer? ¿Cómo tener la certeza de que Alexander es quién me rescatara de esta tormentosa sed de sexo?
―¿Giselle, ya regresaste de tu viaje astral? ¿Holaaa? ―Jahra trataba de hacer contacto con su amiga.
―Necesito cinco minutos más para aclarar mi mente Jahra.
―Ups, está bien lo siento, tómate tu tiempo. Voy a tomarme solita mi cóctel si no te importa.
Vamos a ver… Alexander ejecutó magistralmente el primer reto. Luna jamás sospechó que yo conocía sus altas expectativas sexuales y sus enormes déficits en su relación matrimonial. Justo por ello lo puse a él a prueba con ella, ya que mis necesidades a satisfacer son igual de altas. Tal vez no debería darle más retos, si ya demostró tanta destreza. Si pudo satisfacerla física y mentalmente, ¿por qué no a mí? Ah… esto puede complicarse…
Alexander se debe volver loco con esos ojos claros color avellana de Luna, así como su cuerpo bronceado y hermoso acento italiano gritándole por más sexo, hmm… lo va a hacer caer en su telaraña… Por otro lado es sumamente interesante saber que él se está desenvolviendo mejor. Tal como lo sospechaba, al verse acorralado, sin poder escapar de la situación, no le queda más remedio que afrontarla y para ello parece ser que ocurre una formidable transformación. A pesar de tener que soportar la arrogancia de Luna, estoy contenta de sus comentarios viniendo de una perfeccionista como ella… ¡bien hecho tigre!
Un Catamarán ancló en la enorme bahía donde se encuentra situado el Resort del Hotel Cuatro Estaciones. Tres chicos se dirigieron hacia la playa en la lancha de motor inflable. Aseguraron la lancha al llegar a la playa para evitar que se lo llevara la marea, y entraron al Lounge Kannel buscando un buen sitio para sentarse. Aún había sofás libres ofreciendo las mejores vistas para disfrutar del atardecer, pero optaron por sentarse con la mejor vista hacia las dos supermodelos.
Jahra tuvo que afrontar las miradas coquetas de los tres chicos, ya que Giselle aún se encontraba en trance. Su lenguaje corporal cambió, tornándose inquieto en esos momentos de flirteo; ahora jugueteaba nerviosamente con sus accesorios de Pamela Love, girando sus anillos, brazaletes, o tocándose el cabello y acomodándose su ropa, jalándola hacia abajo para verse impecable y viendo el cómo se veían sus partes más femeninas, como sus senos y piernas.
―Gracias por tu paciencia Jahra, ya estoy de vuelta ―dijo Giselle.
―¡Y justo a tiempo! Tenemos a tres tiburones dando vueltas a nuestro alrededor.
―Oh, ya lo veo. Esos si son unos lindos tiburones y no unos perritos falderos. Jahra, antes de que otra cosa suceda, quiero hablarte de algo muy serio amiga.
―No deberíamos mejor discutir el qué vamos a hacer con esos chicos cuando nos aborden, ¿en lugar de ponernos serias?
Giselle suspiro, acomodándose sus accesorios consistentes en un delgado brazalete de Bhati Beads, elaborado con coloridas cuentas africanas y hermosas circonias. Enrollada en su otra muñeca, portaba una de las famosas pañoletas de seda teñidas a mano con nueve esferas esterlinas simbolizando cada uno de los planetas; las mismas que cautivaron a la primera dama de los Estados Unidos y otras celebridades.
―¿Sigues con Bruno? ―preguntó Giselle.
―Oh, oh… ya veo que de verdad quieres hablar de temas serios.
―Tu respuesta se podría interpretar como que no estás muy segura. Sólo quisiera saber tus sentimientos hacia él.
Jahra levantó su cabeza viendo hacia el cielo buscando una respuesta adecuada mientras recordaba las últimas experiencias con Bruno.
―Sí, si sigo con él Giselle. Seguimos tratando de que funcione, pero me es tan difícil creer en sus palabras, aun cuando jura y perjura que me ama y que no puede vivir sin mí.
―Jahra, por más que odie admitirlo, tu sabes que algunos hombres tienen un instinto natural a descarriase, Bruno es uno de ellos y tú te mereces algo mucho mejor. ¡Despierta amiga, es un mujeriego! Te dice palabras dulces al oído y, ¿tú le crees?, ¡se lo dice a todas! Eres una chica lista, y espero te des cuenta. Voy a hacerte otra pregunta, porque no me convenció la respuesta que me diste. ¿Estás enamorada? Porque una mujer enamorada hubiera suspirado al hablar de su príncipe encantado, remarcando la caballerosidad y romanticismo que entrega a la chica de sus sueños. Los ojos de una mujer que se siente amada, brillan intensamente y los tuyos se tornan melancólicos.
Jahra suspiro profundamente. ―Está bien, debo confesar que estuve enamorada, pero tristemente no lo estoy más. Estoy estúpidamente entregada a rescatar algo que es irrecuperable y una causa perdida. En los últimos meses he tenido que soportar un sin fin de humillaciones gracias a sus estupideces con otras mujeres.
―Siento mucho escuchar eso Jahra, tu sabes cuánto te quiero, aunque de algún modo me va a hacer más fácil confesar lo que tengo que decirte. Bruno y yo…
―Tiene un cuerpo primoroso Giselle, si tan solo pudieras sentir su piel tersa… con sus músculos te levanta como si fueras una pluma… ¡Bruno es además excitante seleccionando lugares públicos para sus locuras! Oh, lo siento Giselle, se me salió… me transporte a una de las últimas noches que estuvimos juntos. Fue de hecho la noche del evento de la empresa tu padre, en el Museo de Orsay.
―¿De qué me hablas? Esa noche, en el club nocturno en París, me dijiste que habían peleado durante la mañana y por eso no lo querías ver más esa noche.
―Si… bueno… eso no fue precisamente lo que paso, lo formulé así para evitar ser la aguafiestas con mis tontos problemas. Lo que en realidad sucedió, fue que al comienzo de la celebración y ya después de unas copitas, me llevo a La Terraza de las Esculturas ―Jahra soltó una risita traviesa―. Una idea súper original, ¿cierto? Te juro que me puso a mil de cachonda el poder ser sorprendida en un lugar como ese. Al principio estuve muy nerviosa y expectante sobre el momento en el que asaltaría mi cuerpo, a cada segundo mi pulso aumentaba esperando ser seducida… ―volteó a su alrededor, verificando que nadie del equipo de producción pudiera escuchar la confesión que haría―…¡hicimos el amor en una de las secciones del Museo de Orsay, Giselle! ¿Acaso no es lo más original que has escuchado? Me ensartó hasta el cansancio contra una de las paredes, como si fuera yo una de esas maripositas de colección. Ah… fue una aventura memorable.
El rostro de Giselle estaba a punto de explotar. Cogió uno de los cojines del sofá y lo azotó al suelo.
―¡Este tipo es peor de lo que imagine! Tienes toda la razón con lo de las mariposas, ahora somos parte de su colección. Qué gusto me da, haberle dado un buen rodillazo en las pelotas al muy imbécil ―Jahra no se dio cuenta que Giselle había dicho »somos«―. Si la riña no fue en la mañana, entonces quiere decir que tuvo lugar durante el evento. ¿Me puedes explicar cuál fue el motivo de su pelea? Te prometo que todas mis preguntas van a alguna parte, ya lo sabrás.
―Bruno me sacó de quicio al desaparecerse el resto de la noche sin decirme nada. ¿Puedes creer la majadería? Cómo pudo tener los huevos de hacerme eso después de un momento tan espectacular? Horas después, le dije: »primero me haces el amor ardientemente, ¿para luego aventarme como una puta? ¡Eres un idiota, no quiero verte más!« Su gesto me mostró que sólo me ve como un objeto sexual. ―dijo Jahra.
―Mírame a los ojos. ―Giselle la miró fijamente ―. Sé el por qué Bruno se desapareció y no estuvo contigo tanto tiempo.
―¿Cómo podrías saberlo, Giselle?
Jahra comenzó a sudar frio y sintió nauseas incluso antes de escuchar la respuesta.
―Lo sé porque Bruno estuvo conmigo repitiendo el mismo numerito de clavar chicas a la pared. Me hizo caer en su trampa, del mismo modo que lo hizo contigo. ¡Te juro por dios que no tenía ni idea que salías con él! De lo contrario no lo hubiera hecho. Te lo he querido confesar desde aquella noche, pero no había encontrado el momento adecuado. Lo hago ahora que terminamos la sesión fotográfica para no provocarte una desilusión tan grande y ocasionarte dificultades en transmitir esa energía positiva que debemos irradiar. Espero que puedas perdonarme Jahra, a mí me ha dolido terriblemente desde que supe del engaño. ¡Por favor no lo vuelvas a ver, que no te sabe valorar! Lo único que me importa es tu perdón ―le dijo Giselle a su amiga con voz desgarrada.
Jahra permaneció en silencio, con la mirada perdida en el horizonte, viendo como el sol tocaba el mar. Se sentó en flor de loto petrificada como una piedra. Su preciosa figura erguida de muñequita la había abandonado, siendo ahora encorvada y destruida internamente. Sus dedos le temblaban y sus manos perdieron la fuerza para sostener el cóctel, el cual se estrelló en el piso. Sus chispeantes ojos verdes luchaban valerosamente por detener un torrente de lágrimas… batalló por controlarlas, pero al final una de ellas ganó y se derramó recorriendo su mejilla hasta alcanzar la barbilla; fue la única que brotó de sus ojos.
La conexión que se establece entre dos mujeres derramando lágrimas, no se puede comparar con ninguna otra. Es un instante puro y auténtico en el que las dos se presentan vulnerables una a la otra, y las palabras son superfluas para entender la aflicción por la que se atraviesa. Ellas no viven el dolor como lo hacen los hombres, ellas se encarnan en el sufrimiento de la otra, padeciéndolo de igual modo. Lo demás se vuelve trivial e irrelevante, hasta que las dos superan ese momento tan crítico, para después sacar de sus entrañas esa fascinante fortaleza, poder, voluntad y veracidad femenina.
―No te contengas, llora si tienes que hacerlo. Estoy aquí contigo y sabes lo mucho que te amo, ¿verdad? Entiendo que te haya decepcionado, pero actué sin tener noción de tus sentimientos hacia él, ¿entiendes mi punto? A mí también me vio la cara de estúpida ―Giselle trababa de comunicarse con su amiga.
Jahra no respondió, y le fue imposible articular palabra alguna durante el tiempo que duro el atardecer. En el momento en que el océano devoró la última chispa del sol en el horizonte, una armoniosa iluminación se hizo presente, y la música chill-out fue transformando el crepúsculo, en un invitante ambiente nocturno.
Lentamente Jahra se puso de pie y comenzó a bailar, moviéndose delicadamente. Estaba absorta del mundo exterior, en un trance vinculado con el anochecer, como intoxicada por la cantidad de tristeza derramada en su cuerpo.
Extendió sus abrazos hacia arriba, cruzándolos y juntando sus palmas mientras movía su cadera sensualmente de un lado al otro de su estrecha cintura. Mantenía los ojos cerrados, bailando para sí misma y para nadie más. Su rostro no expresaba aflicción, ni estaba apesadumbrado como momentos antes, ahora mostraba serenidad y equilibrio al igual que sus suaves movimientos al ritmo de la música. Sus rasgos faciales, junto con su rubia cabellera sujeta con esa hermosa cinta a la cabeza, le evocaba un aire de Princesa Persa. El estilo del baile, en el ajustado look que mostraba su vientre plano hasta la cadera, junto con esa figura de reloj de arena, dejó perplejos a todos en la terraza del Lounge-Bar, atraídos por la sensualidad irradiada por la exótica modelo.
Uno de los chicos del Catamarán, que estaba babeando desde que la vio por primera vez, y mucho antes de que ésta comenzara a bailar, decidió acercársele. El chico, un tanto despeinado, estaba seducido por la seguridad de Jahra al bailar sola entra las sombras y luces que ofrecía la plataforma exterior del bar. Se detuvo frente a ella, bajando un poco su cabeza para verla a los ojos.
―Hola princesa, me llamo Xavier y solo quería saber si te encuentras bien.
Peinó uno de los cabellos de Jahra acariciándola sobre la mejilla, siguiendo por detrás de su oreja y continuando la caricia bajando por su cuello.
―¿Eres mi príncipe encantado o uno de esos cabrones con los que suelo toparme? ―le preguntó sin siquiera abrir los ojos.
―¿Eres mi princesa adorada o una de esas rubias tontas que suelo encontrarme?
―Hasta ahora te oyes como un pendejo, qué es mucho peor que un cabrón. Yo pregunté primero, por favor respóndeme.
―Soy más bien un bandido arrogante que le gusta navegar y que se puede volver un verdadero cabrón con la gente que se atreva a lastimar a mi princesa.
―Eso estuvo mucho mejor, ¿vienes a rescatarme, bandido?
―Estoy aquí para hacerte feliz, ¿te sería suficiente?
―Suenas convincente y además llegas en un muy buen momento ―abrió sus ojos para verlo―. Parece ser que alguien escuchó mis oraciones, y las estrellas me mandaron un poquito de suerte, ¡mírate, si hasta eres guapetón y lindo!
Jahra quiso elogiarlo pero Xavier no entendió el comentario, al no saber la situación por la que acababa de pasar.
―Hmm… ¿y cuál es la diferencia entre guapo y lindo?
―Oh, ¿no te gustaron los adjetivos que use? Deberías de sentirte halagado ―le dijo ella.
―Guapo, está bien, pero eso de lindo, no tanto. Un perro Chihuahua es lindo y pues yo… no se… esperaba, tu sabes…
Jahra sonrió al darse cuenta de la enorme preocupación de Xavier por saber la primera impresión causada.
―¡Quise decir un enorme tiburón blanco! ¿Estás ahora más tranquilo o te sigues sintiendo un perro Chihuahua?
Jahra estaba divertida con el momento, y disfrutaba del humor y entusiasmo de Xavier. Él tenía una quijada afilada y unos cálidos ojos cafés, que le daban un encanto especial.
―Lámame Jahra, bienvenido a mi mundo bandido.
Lo tomó de la mano dirigiéndose hacia Giselle, la cual no daba crédito a lo que había presenciado, además de estar insegura sobre el estado de ánimo de su amiga. A unos metros, el resto de la tripulación de Xavier, aplaudía y chiflaba.
―Parece que impresionaste a tus amigos ―le dijo Jahra
―Te aseguro que están mucho más impresionados contigo, créeme.
―Ja, ja, ja! Entiendo, entonces vas a ser su ídolo.
―Acciones mi querida Jahra, acciones son mejor que mil palabras. Se van a turnar para mamármela viéndome a los ojos por lo que acabo de hacer.
Jahra se detuvo.
―Escúchame bien, bandido, si fui parte de una apuesta absurda entre hombres, es mejor que te vayas dando la vuelta con tus amiguitos.
―¡Calma, calma! ¿Qué no se supone que las rubias tienen siempre buen sentido del humor? Sólo bromeaba.
Jahra levantó su ceja. ―Si descubro que mientes, me tendrás que dar sexo oral a mí, ¿qué tal eso?
―Ay… no sé si pueda resistir tan tremendo castigo, y doloroso sufrimiento, pero lo afrontaré valientemente de ser necesario.
Continuaron andando, Jahra sonreía traviesamente.
―Bandido, esta es mi mejor amiga Giselle, a la cual adoro con todo mi corazón.
―Giselle, este es Xavier, el bandido.
Jahra abrazó a su amiga, susurrándole al oído: ―Gracias por tu honestidad, imagino que no te fue fácil decírmelo.
―Jahra, tienes mi entero respeto y honor. Jamás pensé que afrontaras la adversidad de manera tan admirable. Ahora entiendo que algunas personas no lloran por ser débiles, sino por haber sido fuertes durante mucho tiempo… Es notable el modo tan intenso en que vives tus emociones. Afrontas el momento más triste, feliz o divertido, con la misma valentía. Tu fortaleza mental y resiliencia son impresionantes. Confieso que llegué a pensar que nuestro hermoso lazo de amistad se rompería, pero celebro que no sea así.
El equipo de producción se unió a las modelos, al tiempo que los meseros pusieron frente a ellos una deliciosa selección de platillos de cocina criolla perteneciente a las islas, incluyendo tiburón, barracuda, pulpo y mariscos.
La cocina de la isla, originada por la mezcla de la cultura local con la influencia francesa, inspiraciones panafricanas con fuertes indicios de la cultura India e influencias asiáticas, fue el preámbulo para la consolidación de la amistad de las dos modelos y un futuro prometedor en las aspiraciones de Jahra.
La noche continuó con buen ambiente y animada conversación entre el equipo de producción, las modelos y tres afortunados chicos que estuvieron en el lugar y tiempo indicado.
―Chicos, es hora de regresar al Catamarán, el viento ha comenzado a soplar y me pone nervioso cuanto vaya a desplazar al velero ―dijo Xavier a sus amigos―. Giselle, Jahra, mañana tenemos un modesto itinerario, ¿tienen ganas de venir a velear con nosotros?
―¿Cuál es tu plan bandido?
―Tengo pensado navegar a la bahía de Beau Vallon y bucear ahí unas horas. He escuchado que es increíble cuando las tortugas nadan a tu alrededor. Después iremos a la isla de Santa Anna y comeremos en alguno de los restaurantes de la playa, para luego regresar aquí, si ustedes deciden acompañarnos.
―Yo solo iría si tú vienes conmigo, Giselle, ¿qué dices? ―le preguntó Jahra
―Encantada, los chicos son divertidos.
―Trato hecho, Xavier.
―¡Perfecto! Entonces nos vemos aquí en la playa a las ocho de la mañana. Que tengan buena noche chicas.