Capítulo 3
Era difícil de creer que estuviera por encontrarme con Giselle en nuestra primera cita oficial en el restaurant L´Epi D´Or en París muy cerca del Museo del Louvre.
Finalmente llegó el día cuando no tuve que esconderme o tomar precauciones para pasar inadvertido, ya que hace casi una semana, y durante la noche más intensa que he tenido en mi vida, fue cuando acordamos el reunirnos aquí. Todo comenzó por accidente cuando el destino decidió juntarnos en un evento exclusivo, organizado por la prestigiosa compañía de subastas Philippe Blanchard, que había seleccionado como cede para su celebración, nada menos que el Museo de Orsay, en París.
Todo comenzó aquella noche al estar contemplando una de las invaluables y hermosas esculturas ubicadas en el vestíbulo donde se llevó a cabo el evento.
—Excusez-moi Monsieur, mon nom est Giselle, mon père est l’Amphitryon de cette célébration. Vous profiter de la soirée? —me preguntó.
—¿Disculpa?, mi francés no es tan fluido. ¿Podrías repetirlo un poco más despacio…?
No pude terminar la frase ya que al momento de voltear hacia la voz que me hablaba detrás de mí, descubrí a Giselle mirándome con ojos curiosos esperando una respuesta… ¡no podía creerlo; estaba completamente en shock!
Traté de recuperarme de la sorpresa inicial, disimulando lo mejor que me fue posible. Por ningún motivo quería volver a ser el cobarde que había sido en San Francisco cuando la vi por primera vez.
—Oh, disculpa, pensé que eras francés, te preguntaba si estabas disfrutando del evento —me tuteó, al darse cuenta que no era mucho mayor que ella—. Te vi sin compañía, admirando la escultura, así que pensé darte la bienvenida y saber si todo estaba bien. Espero no te parezca un gesto anticuado, pero es que desde que era niña mi padre me recordaba continuamente lo importante que son nuestros invitados, y siempre hemos querido hacerlos sentir como parte de nuestra familia. Te veo medio desorientado, ¿sí sabes que festejamos el trigésimo aniversario desde que fue fundada la casa subastadora de mi padre, verdad? Me atrevo a preguntarte porque es la primera vez que te veo, pero… ¿Qué estoy diciendo? ¡Desde luego debes de saberlo, de lo contrario no estarías aquí!
La voz de Giselle hizo que me dieran escalofríos. La candidez de sus palabras, cuidadosamente seleccionadas, haciendo un esfuerzo para incluir a un extraño en la celebración familiar, me conmovió profundamente.
Titubé antes de contestarle. No sabía que me sorprendía más, el que ella se acercara a mí, o la coincidencia de estar en el mismo evento. Desde muy temprano y sabiendo que nos encontrábamos en la misma ciudad, revisé sus actividades en sus redes sociales y recordé un mensaje diciendo que estaría hoy en una noche de cóctel. Por eso había descartado la idea de espiarla esta noche, además de que necesitaba adelantar los asuntos de trabajo que me habían traído a París.
—Para serte completamente honesto, no fui invitado por tu padre directamente, estoy haciendo una auditoría interna en su compañía, y el CIO fue quien tuvo la amabilidad de invitarme. Estaré las siguientes dos semanas en la ciudad. Espero aún quieras estar cerca de mí, a pesar de saber lo de la auditoría —le sonreí.
—¿El CIO?, ¿Te refieres a Amaury? Hmm… ¿una auditoria en el área de Amaury? Pensaba que las auditorias eran exclusivamente para el departamento de finanzas.
—Dicho de una manera sencilla, estoy comprobando la conformidad de las normas de privacidad con los reglamentos europeos —le dije considerando cambiar de tema en lugar de continuar con este aburrido inicio.
—Ya veo, pero tu cara me parece familiar. ¿Podría ser que nos hemos visto antes?
—No, no lo creo. Si te hubiera visto antes definitivamente me acordaría tu cara —le sonreí, esperanzado que lo tomara como un cumplido—. Estaba admirando las esculturas exhibidas en el salón. Le da un toque muy interesante a la atmosfera del evento, ¿no te parece?
—¡Uy, si supieras! Tengo mi propia historia detrás de cada una de las tres esculturas principales ubicadas aquí dentro del salón, pero antes de contarte, quisiera saber el modo en el que te refieres a la palabra »interesante«, porque se puede tomar a muy diferentes interpretaciones. ¿Puedes ser más específico por favor?
Esta es mi oportunidad para impresionarla.
—Pensaba que todo este mármol en el vestíbulo ha sido testigo de muchos momentos históricos. Como tú sabrás, antes de que las esculturas fueran colocadas aquí, otros sucesos importantes tuvieron lugar en su interior. Por ejemplo, cuando Charles de Gaulle dio su conferencia de prensa anunciado su regreso al poder en 1958, precisamente en este cuarto, La Salle des fétes, y ahora estamos aquí bebiendo champaña. ¿No te parece increíble? —le contesté esperando haber dado una buena impresión.
—Interesante —contestó con una radiante sonrisa con esos labios rojos tan carnosos—. Yo lo veo con un punto de vista ligeramente diferente, ¿sabes? Para mí, el mármol y el dorado alrededor de los espejos reflejando las obras de arte, las cuales destacan con la espléndida iluminación del salón, coexistiendo con nuestros invitados con lindas y extravagantes chicas en vestidos de moda, y con hombres en trajes elegantes, todo fundiéndose a la vez con martinis, champaña y cocteles que no paran de correr por sus cuerpos, —suspiró— todo le da un sofisticado toque de erotismo envuelto de tanta excentricidad, que me produce un sentimiento intenso, invitándome a rendirme a toda esta pomposidad… —terminó diciendo sin aliento, como si la descripción tan detallada le hubiese consumido toda su energía.
Mta… ahora sí me hizo ver como su bisabuelo… mejor dejo de hacerme el listo. Es muy hábil para expresar sus sentimientos, y lo que la estimula —pensé.
Giselle tenía razón. La concurrencia invitada al exclusivo evento incluía una intrigante mezcla de personalidades pertenecientes a mundos muy dispares, pero unidos en un todo en la opulenta celebración. Asistía no sólo La créme de la créme de la sociedad de arte, siendo clientes selectos y muy adinerados, sino que también bellas modelos pertenecientes al mundo de la moda. Era impresionante ver este núcleo de personas interactuando tan naturalmente. ¿Cómo no me iba a sentir solo? Yo simplemente no pertenecía a ninguno de estos círculos. Giselle no era solo una supermodelo que encajaba perfectamente en este mundo glamoroso, sino que había crecido en él. Para un tipo común como yo, era como estar en una selva desconocida. Giselle era una chica lista que entendía bien cómo funcionaba esta sociedad, además de saber cómo influir en ella utilizando su encantador carisma y su belleza.
Antes de haberla conocido no estaba interesado en la moda, pero ahora, después de haber aprendido sobre el tema, espero con ansias las nuevas tendencias que los diseñadores muestran en las pasarelas. ¿Cómo no iba a terminar así después de haber estudiado los gustos de Giselle tan diligentemente? Visité las boutiques que ella frecuentaba tocando la tela de los vestidos que se compraba. Al inicio fue todo un reto para mí el identificar la marca del diseñador que vestía, pero cuando se me ocurrió recurrir a la tecnología para aprender, todo se facilitó. Lo único que necesité fue un Smartphone y la aplicación del Google llamada Goggles, el cual permite el reconocimiento de fotos y como resultado listaba las marcas, tendencias y hasta las celebridades vistiendo la ropa en cuestión. Por eso me sentí confiado en haber reconocido quién vestía Giselle esta noche.
—Lo único que me gustaría agregar, Giselle, es que las esculturas no llevan a Oscar de la Renta, y sin embargo, también se ven despampanantes —dije con arrogancia.
—¿Un auditor con conocimiento de la moda? ¡Uau, eso sí que es sexy! Buen intento, pero siento decirte que no llevo puesto nada de Oscar de la Renta esta noche. Admito que tienes razón y que visto frecuentemente a Oscar. Me encantan sus colecciones. Me intriga lo que dijiste sobre las esculturas, que no llevan vestidos de diseñadores. ¿Significa que te es necesario vestir ropa de marca para que te personalidad? ¿O quieres decir que te sientes incómodo al estar desnudo? —me preguntó sin vacilar.
—Caray… hablando honestamente, no sé cómo contestar a tu pregunta… una vez más… ¿pero me decías que tienes una conexión con las esculturas? ¿A qué te refieres?
«¿Cómo puede ser tan tímido un chico tan guapo como él? Estaba por confesar que yo me siento muy cómoda cuando estoy desnuda, pero no debo precipitarme...»
—Déjame decirte algo, no se trata de llevar la última pieza que acaba de fabricarse antes que todos los demás. Se trata de la confianza en uno mismo, ese es el factor que hace que te volteen a ver, y la ventaja o desventaja de la tan importante primera impresión. Si tienes una alta autoestima lo demás es irrelevante. Es absolutamente superfluo el pensar que un vestido caro te traerá la confianza que nunca has tenido antes. Eso simplemente no sucede. Ahora, si la vestimenta demanda confianza del que la porta y la chica la tiene, sintiéndose bien con su look, entonces eclipsará al sol con su sonrisa.
Al parecer le tomó menos de cinco minutos el descubrir mi timidez y baja autoconfianza, ¿qué más ira a percibir en mí? Me sentí vulnerable y no supe como continuar.
Giselle probablemente notó mi desilusión, pues cruzó su brazo con el mío, encaminándome hacia una escultura situada en el lado opuesto del salón. Su gesto me ayudó a tranquilizarme.
Durante los siguientes segundos mi vida estuvo completa, me encontraba caminado al lado de la chica más atractiva de la noche, aquella que por poco me hace perder la razón, llevándome coquetear con la locura. Casi doce meses tuvieron que transcurrir para cambiar mi estatus de voyeur, a protagonista. No podía dejar de mirar a mi alrededor descubriendo como las personas cuchicheaban acerca de nosotros, o dicho de otra manera, comentaban sobre ella, — ¿Quién es el caballero que acompaña a Giselle?, se estarían preguntando.
En el camino, Giselle tomó una copa de champaña de una de las charolas que los meseros llevaban y que ofrecían canapés y bebidas. Me llamó la atención no sólo la gracia de su movimiento, sino lo bien definido de su brazo, sin duda debido a su asiduidad a jugar tenis. Pude admirar también el refinado brazalete de Bottega Veneta que portaba en su muñeca y que contrastaba con el bronceado de su piel. Llevaba un vestido asimétrico de Roberto Cavalli en seda azul índigo con vivos en plata, dándole un acabado suntuoso a su vestido con hombros descubiertos. Lo terso de la seda acentuaba sus curvas de la cadera, cintura y busto.
Mientras admiraba su hombro, recordé que en el Café de la Presse en San Francisco, había podido entrever uno de ellos al mirar su escote. En contraste con aquella ocasión, ahora la tenía frente a mí no solo con ambos hombros desnudos, sino también su dorso. La fina seda de su vestido hacía que se notaran las protuberancias de sus pezones. El amplio escote trasero, así como la firme vibración de sus senos a cada paso que daba, hacía evidente que no llevaba sostén.
Se detuvo y me volteó a ver; su cabello lacio largo parecía estar rendido a la hermosura de su rostro afilado terminado en una barbilla estrecha. Una nariz respingada y pequeñita caía graciosamente de su cumbre. Sus labios afelpados, cuidadosamente delineados con Chanel Rouge Coco en un rosa muy intenso se veían extremadamente sensuales. Tenía coquetas pestañas largas y unos ojos color turquesa que penetraban hasta el alma. Ciertamente había notado sus ojos brillantes, pero nunca había tenido la oportunidad de sopesar su mirada, y en esa noche los admiré directamente para descubrir a pleno detalle la composición de su color. La razón de sus ojos hipnóticos, era debido a un azul ultramarino en el aro alrededor del iris, y una mezcla de tonos blanco y azul claro en la pupila, produciendo un efecto extremadamente vívido en el azul de ellos. Toda esta gracia y encanto era resaltada por su cabello largo en tonos café cenizos que contrastaba con un rostro cautivador.
—Ah, y por cierto, me llamo Giselle. Mucho gusto.
—Lo sé…—contesté estúpidamente.
—¿Cómo vas a saberlo si es la primera vez que nos encontramos?
¡Soy un idiota!, necesito retomar el control o echaré todo a perder. La verdad es que todavía tenía escalofríos en la columna vertebral, no solo por sentir su brazo, sino por la energía sexual que ella emanaba. Me ponía tan nervioso que no ponía atención a nada más.
—Escuché un par de veces tu nombre durante esta semana al estar trabajando en las oficinas de tu papá —le dije, tratando de salir del aprieto.
—Ah, está bien, ahora entiendo, ¿y tu nombre es?
—Me llamo Alexander.
Nos detuvimos frente a una de las esculturas, representado a una chica desnuda.
—Cuando era niña me identificaba con Aurora, la diosa aquí representada. ¿Tienes idea del por qué? —me preguntó retadoramente.
—Mhh… ¿Probablemente porque eras un niña tornándose adolescente? La chica aquí esculpida denota un cuerpo floreciendo. Si te fijas bien, parece que su pecho quiere tornarse voluptuoso y sus caderas comienzan a tomar cierto volumen —le contesté.
—¡No está nada mal! Casi logras impresionarme, pero te faltaron un par de cosas.
—Es que es parte de mi profesión, el observar situaciones y reportar puros hechos —dije.
—Como acertadamente señalaste, en ese entonces añoraba el ver lo que la vida tenía preparado para mí. Esta escultura de Denys Puech representa a la diosa del amanecer, renovándose a sí misma antes de volar a través del cielo para anunciar la llegada del sol. Yo tomo esto como mi analogía de querer descubrir el mundo. Aunque, me pregunto porque Denys, el artista, la representó tan joven considerando que Eos, su nombre en griego, tenía muchos amantes con los que no terminaba muy bien después de haber sido seducidos por ella.
—No sabía que tenías tan amplios conocimientos en Mitología Griega, Giselle.
—¿Cómo podrías saberlo? Apenas nos acabamos de conocer. Es un poco extraña la manera como a veces te refieres a mí, es como si ya me conocieras con anterioridad. Estoy completamente fascinada con la Mitología Griega desde mi niñez; no te puedes imaginar cuantos libros y cursos he tomado. Me imagino que el entorno en que crecí me influenció en ello.
… y yo que pensaba que la conocía muy bien al espiarla y entrometerme en su Facebook… estoy asombrado lo poco que en realidad la conocía y por tantas cosas nuevas que estoy descubriendo. Es necesario socializar en persona y no solo de manera virtual con las personas para lograr mayor interiorización en sus personalidades…
—¿Te estoy aburriendo? —me preguntó.
—Oh, no, por favor continua.
—Ok, como te estaba diciendo, Eos tenía su amante favorito, y quería conservarlo para siempre. Su nombre era Titono, príncipe de Troya. Eos le pidió a Zeus que le concediera inmortalidad a él, pero olvidó pedir por juventud eterna. Por esta razón él envejeció eternamente. Fastidiada por su vejez, lo encerró en un cuarto de su palacio hasta que no quedó nada de él más que su voz.
—Esa historia es un poco macabra, Giselle.
—Vamos, Alexander, no seas tan sensible. Es un mito que subraya nuestro estado mortal en este mundo. Si te sirve de consuelo, Titono era un príncipe arrogante y por eso mereció terminar de ese modo.
Giselle bebió el último sorbo de su champaña, quedándose después algo meditativa, claramente omitiéndome algo más.
«Lo que voy a omitir decirte, Alexander, es que Eos tenía un deseo irrefrenable por los jóvenes guapos como tú, ya que Afrodita la diosa del deseo sexual la maldijo como castigo por haber tenido una aventura con su querido amor Ares. Yo a veces pienso que a mí también me maldijo. Tal vez me acosté con alguno de sus amantes favoritos sin saberlo... Necesito averiguar cómo hacer para revertir esta maldición, porque me está matando!»
—¡Hey!, ¿qué es esa es sonrisa picaresca, Giselle? ¿Pues en qué estás pensando?
—Nada, nada. Ven conmigo, te voy a mostrar mi siguiente escultura favorita, espero la encuentres más interesante ya que se asemeja a la Giselle que soy ahora.
La obra de arte que ahora teníamos ante nosotros era una escultura extraordinaria hecha en mármol y ónix. No solo era notable la combinación de los materiales sino también la mirada, dando la impresión de estar viva.
—¡Uau, esta escultura es maravillosa!
—Su nombre es »La Naturaleza Develándose a la Ciencia« esculpida por Louis Ernest Barrias. Como te había dicho, me identifiqué con ella en varias situaciones por las que he pasado en mi vida. Como puedes observar mi cuerpo ya se había tornado en el de una mujer, y como puedes observar, mis senos están mucho más sensuales en comparación a la escultura anterior —sus ojos turquesas se tornaron más brillosos.
Giselle es extremadamente hábil en el arte de la seducción. ¡Sí que sabe excitar!
Su punto no era en realidad el cómo la escultura mostraba uno de sus voluptuosos senos desnudos, sino que maliciosamente aludía a sus partes más femeninas haciéndome que la viera a través de la escultura. Su voz se tornó pausada y provocativa, describiéndolo como si se estuviera desnudando frente a mí…
—Sigamos adelante Alexander. Te quiero compartir la escultura que me representa en esta fase de mi vida.
Miró alrededor como buscando a alguien, se aproximó a un mesero y tomó otra copa de Champaña helada. La temperatura del recinto subía rápidamente debido a la cantidad de invitados y el calor emitido por la iluminación. Nos detuvimos frente a una escultura que mostraba a una chica desnuda, recostada en una cama de mármol, doblándose hacia atrás descansando su cuerpo sobre el costado derecho. Su cabeza hermosamente ladeada hacia su izquierda y su torso arqueado hacia el frente, haciendo que sobresalieran sus exquisitos senos, así como sus glúteos.
Giselle debió pensar que estaba distraído viendo la escultura porque comenzó a juguetear con la copa de champaña, frotando ligeramente su pezón con ella. Los movimientos eran muy discretos. Pero era evidente que se daba golpecitos con el fino cristal helado. La reacción no se hizo esperar, y casi al instante su pezón se irguió, haciendo que se notara fácilmente sobre la seda de su vestido. Se veía mucho más estimulada que antes. Al principio pensé que se trataba de algún tipo de tic nervioso, lo cual descarte inmediatamente, cuando vi que cambió la copa a su otra mano para iniciar la misma acción ahora en su otro pezón. Cuando los dos estaban bien rígidos me miró ardientemente.
—Pero volviendo al tema de lindas chicas desnudas, dime Alexander, ¿cuál es tu opinión acerca de este cuerpo tan excitante? —me dijo asintiendo hacia su pecho, y con la mano que sostenía la copa de champaña señaló la escultura.
Su pregunta llevaba una buena dosis de doble sentido, aun cuando la había hecho con esa carita de inocente. El movimiento de su cabeza hacia abajo, acentuaba su referencia a sus tensos pezones en la cumbre de esos firmes senos, pero pudiendo interpretarse como señalado a la escultura que contemplábamos frente a nosotros. Su flirteo gozaba de un alto refinamiento, ocultando sus obvias intenciones. En lugar de aprovechar la oportunidad, evité ponerme en problemas e ignoré su insinuación.
—¿Te sientes mordida por una serpiente? —le pregunté refiriéndome al tema de la escultura llamada »Mujer Mordida por una Serpiente«, y en efecto había una serpiente, al lado de la chica.
—Oh, definitivamente estoy segura de haber sido mordida de una forma u otra…—suspiró antes de continuar— vas a tener que perdonarme Alexander, pero no te conozco aún lo suficiente como para decirte más; de verdad lo siento, pero no puedo responder por completo a tu pregunta, por lo menos no en este momento, espero no te enfades.
«Tendrá que entender mi silencio, pues sería extremadamente impulsivo de mi parte confesarle que me encuentro en una fase aguda de deseo y pasión sexual, el cual me está proporcionado un tremendo placer. Es en serio adictivo, y no lo puedo controlar, pero, ¿qué estoy diciendo? ¡No lo quiero controlar! A veces quisiera mantener esta locura más tiempo, pero en realidad también tiene su lado oscuro.»
—No hay problema Giselle, espero poder conocerte mejor y tal vez algún día me lo digas —le dije antes de ser interrumpidos por un chico de fino aspecto. Probablemente no llegaba a los treintas, pero se veía mayor que yo. No me fue posible reconocer su acento al hablar, pero por su apariencia diría yo que era probablemente de Sudamérica o del sur de Europa.
—Olá Giselle, boa noite —la saludó tomándola de las manos, y abriendo sus brazos hacia afuera—. ¡Te ves divina! Eres una mujer excitante, vöce está realmente ardente —le dijo con mirada de lobo hambriento.
El tipo la comenzó mirando desde sus tacones altos de Bottega Veneta con doble hebilla sobre el tobillo, luego subió su mirada a través sus largas piernas desnudas hasta la parte superior de sus muslos, gracias al vestido corto de cóctel que llevaba.
—Hola Bruno, te presento a mi amigo Alexander, está realizando una auditoria en la empresa de mi padre.
—Mucho gusto Alexander —nos dimos la mano.
—Me gustaría beber algo contigo Giselle. Por favor ven conmigo tan pronto como te sea posible. Quisiera mostrarte la Terrase des Sculptures.
—Me reuniré contigo en el bar Bruno. ¿Me puedes ir ordenando uno de esos ricos champañas rosas? Te alcanzaré antes de que se caliente… ejem… el champaña.
Hmm… es algo extraño que haya mencionado eso de ir a la Terraza de las Esculturas… Apuesto que Giselle ha estado ahí docenas de veces —pensé.
Debo admitir que estaba decepcionado al reconocer que mi momento de gloria había terminado. El paquete de músculos Brasileño nos dejó y se fue directo al bar a ordenar lo que Giselle le había pedido. La cara de Bruno tenía forma de diamante, con pómulos prominentes, con frente y mentón estrechos. Sus cejas obscuras y pestañas negras, contrastaban con sus ojos cafés; no me quedó más remedio que admitir que su aspecto era muy varonil.
—Me tengo que ir Alexander, pero me dio mucho gusto haberte conocido y espero que volvamos a encontrarnos pronto, uno de estos días.
—Fue un placer el pasar estos minutos contigo Giselle. Estaré en París hasta el fin de semana que viene. ¿Te parece si nos vemos para cenar? ¿L'Epi D'Or, a las ocho, el jueves?
—¿L'Epi D'Or? Vaya, vaya, ¡eres todo un intelectual! Acepto tu invitación. Si no nos vemos más tarde, te veo entonces el jueves.
—Muy bien, trato hecho —sonreí.
Bueno, al menos quiere verme de nuevo, ¡que ya es bastante!
El encuentro personal con Giselle, me hizo salir de mi acostumbrada rutina de ser un voyeur. Estaba muy alterado con este primer contacto que acababa de acontecer, y me dio mucho que pensar. Todo este episodio lleno de seducción estuvo pensado y ejecutado a la perfección por Giselle, usando como excusa las estatuas para hacerse referencia a sí misma.
Mi momento de alegría que estaba gozando, comenzó a perderse en el instante que mi poco aprecio sobre mí mismo comenzó a traicionarme, atormentándome con dudas y fastidiosas preguntas: ¿Había Giselle frotado sus pezones con la copa de champaña, sabiendo que Bruno la vería, o estaba coqueteando conmigo? ¿Podría ser, que no tendría nadie más con quien platicar y me uso para pasar el tiempo antes de que él llegara? ¡No, no, no! No puede ser esa la razón, podría asegurar que su interés en mí fue genuino.
Para distraerme un poco, y olvidarme de estas intimidantes preguntas, caminé por el salón saludando y haciendo la plática a otros invitados.
Se llevó a cabo un brindis general, con un discurso dicho por el padre de Giselle. Después de ello, la fiesta se intensificó y el volumen de la música aumento. El continuo flujo de bebidas, incitó a las modelos, artistas, y hombres de negocios a bailar. Incluso el Santo Papa se hubiera puesto a dar unos pasitos de baile, al ver semejante ánimo y tan prendido ambiente. Cualquier hombre que estuviera a la mano fue literalmente arrastrado de su lugar para ponerse a bailar con las divertidas modelos.
No me quedaba duda que en algún momento el fiestón necesitara seguir en algún otro lugar. No me podía imaginar que el honorable Museo de Orsay fuera a permitir mucho más excesos, de los que ya se estaban dando.
Con tanto desorden, ya había perdido a Giselle de mi vista. La busqué, pero ya no estaba en el salón; después de buscar de nuevo, me percaté de que tampoco estaba Bruno.
¿Podría ser que se hubieran ido? No creí que fuera el caso, porque sabía bien, que a Giselle le fascinaba alargar las fiestas junto con sus amigas, siguiéndola en algún apartamento o club nocturno de moda, en el que sin duda las reservaciones VIP ya habían sido hechas. El detalle era que sus amigas aún se encontraban bailando, menos ella.
Mhm… el Latin Lover mencionó algo de ir la terraza, me pregunto si estarán allí…
La Terraza de las Esculturas es en realidad una amplia plataforma interna, localizada en el segundo piso del museo en el ala oeste y en el mismo piso en la que tenía lugar el evento.
Cuando llegué me sorprendió que estuviera tan vacía. Decepcionado de no encontrarlos, seguí caminando. A lo largo de ella hay varias salas pequeñas, llamadas cámaras, en las que se exhiben objetos de arte.
Al ir pasando por la cámara 61, escuché algunos murmullos. Nadie venía detrás de mí y sólo había un puñado de personas paradas en la entrada de la sala en la que la fiesta seguía aumentando de tono. No lo consideré importante y continué caminando, hasta que después de algunos pasos, volví a escuchar otro sonido. En esta ocasión un objeto se había caído, algo no pesado, ya que fue leve el golpe. Intrigado, me dirigí hacia la cámara 65 alejándome de la terraza principal. Caminé silenciosamente ya que sin duda alguien se encontraba ahí, pero al echar un vistazo, la cámara estaba vacía; continué a la siguiente, pero obtuve el mismo resultado. Sin embargo, en ésta última los murmullos, se tornaron en gemidos y las exhalaciones se hicieron más fáciles de escuchar. Mi curiosidad aumentaba; así que rápidamente regresé por el mismo camino, ya que no había una puerta conectando las otras cámaras. Entré en la 64, y al ir dirigiéndome hacia la puerta que da con la 63, sentí unas vibraciones en la pared. Me deslicé, acercándome a la entrada y al asomarme… no pude dar crédito a lo que vieron mis ojos. El maldito brasileño barbaján hijo de puta, estaba besando a Giselle en la puerta que conectaba a las dos cámaras.
Bruno tenía a Giselle contra la pared; sus atractivas piernas estaban entreabiertas poco más allá de sus hombros. La pose con sus pies en puntas debido a los altísimos tacones firmemente asentados en el suelo, la hacían ver como si estuviera en una sesión fotográfica de una revista de modas.
Una de las manos de Bruno estaba sosteniendo el crujiente trasero de Giselle, empujándola hacia su abultado pantalón. Ambas pelvis se rozaban mutuamente intensificando la cachondez que traían. Bruno le levantó el vestido a Giselle, dejando mostrar una pequeñita braga sostenida por dos discretas tiritas que apenas se veían. El introdujo su mano para acariciarle su conchita. Cuando ella sintió como él la tocaba, la fase de seducción quedó atrás y la pasión comenzó a desbordarse. Excitada, Giselle abrió más sus piernas, dando más espacio a esos dedos para que la penetrasen. Fue notorio el instante en que le toco el clítoris dando movimientos circulares con sus dedos, ya que ella comenzó a besarlo descontroladamente jalándole el cabello. Giselle alzó una de sus piernas abrazando la cadera de Bruno, haciéndole ver que sus dedos no le eran ya suficientes y su disposición a sentirlo dentro de ella. Su otra pierna continuaba firmemente apoyada en el piso, soportada con bravura gracias a las correas de sus stilettos de Bottega Veneta.
Bruno la tomó por la pierna sosteniéndola con su antebrazo. La otra pierna de Giselle se tensó tanto que los músculos de su pantorrilla y muslos se tornaron notablemente marcados. Ya para entonces su vestido estaba levantado hasta su cadera mostrando no sólo sus bien formadas piernas, sino su firme trasero.
Sacó su pene; Giselle lo miró con lujuria y en un movimiento ardiente se descubrió el seno izquierdo, retrasando la penetración ya que él fijó su mirada en el redondo seno con pezón rosado que ella le ofrecía. La escena era extremadamente caliente, un busto descubierto mientras el otro estaba aún tapado por el vestido, evidentemente con el pezón erguido. Bruno no pudo resistir el espectáculo y se lanzó de inmediato a probar el exquisito seno. Giselle se arqueó en placer hacia atrás. Sus ojos estaban cerrados, sus labios ligeramente abiertos, revelando el gesto de un placer delicioso.
—¡Auch! —se quejó ella.
—¿Pasa algo, Giselle? ¿Te acaricié de la manera equivocada? —le preguntó Bruno.
—Para nada, se me escapó el gemido porque acabas de rozar mi pecho con tu barba rasposa.
—¿Quieres que me detenga, entonces?
—¿Detenerte? ¡Qué dices! Mejor calla y continúa; adoro esta sensación entre el dolor y placer.
—Te voy a mostrar lo que entendemos en Brasil por la palabra »placer«, Giselle.
—¿Y qué crees que estoy esperando?
Bruno hizo a un lado la tanga y deslizó su pene dentro de Giselle.
—Arghh…—gimió satisfecha de sentirlo.
Antes de establecer un cierto ritmo, ella bajo su vestido mostrándole sus dos senos. Giselle estaba prácticamente desnuda con el vestido en la cintura. Bruno se devoraba esos pezones erguidos y, en su pasión los mordió un poco más fuerte de lo debido haciendo que se le escapara un gritito. Como recompensa el recibió una tremenda cachetada.
—¡Hey Bruno, no seas tan brusco! ¡Pareces un animal salvaje! Ten más cuidado o llamaremos la atención. ¿Pues dónde demonios crees que estas? ¡Esto no es el Amazonas! Aquí no podemos tener sexo rudo, no es el lugar apropiado.
—Pero sí es apropiado pare tener sexo rodeados de todas estas obras maestras, ¿verdad?
—¡Cállate y métemela fuerte! —le respondió ella.
Giselle le susurró algo al oído afianzándose de la nuca de Bruno mientras él la levantaba. Ella empezó a balancearse alocadamente de arriba hacia abajo. A juzgar por la posición, el centro de gravedad coincidía con el lugar de la penetración debido a que el peso de Giselle se impactaba profundamente sobre el sexo de Bruno. Sus gemidos se intensificaron, sus tacones no salieron volando gracias a las correas de piel que resistían las tremendas sacudidas. Sobra decir que Giselle estaba sintiendo muchísimo placer y que Bruno la estaba complaciendo adecuadamente.
Decidí dejarlos y regresar a la fiesta. En mi camino comprendí mejor a lo que Giselle se refería cuando dijo identificarse con la »Mujer Mordida por una Serpiente«. El punto era que estaba obsesionada en atraer tipos a su telaraña para luego comérselos en el momento que le diera la gana.
Llegado al Salón, me senté en la barra. Ordené un whisky Oban, lo bebí de un trago y ordené el siguiente. Me encontraba confundido y mis pensamientos no estaban claros. ¿Es este apetito sexual de Giselle normal? ¿O tenemos aquí indicios de una ninfómana? ¡Pero caramba, si sólo tiene veinticuatro años! ¿Por qué no tener todo el sexo ella que desee? En cualquier caso, no deseaba ya seguir en mí mismo rol pasivo después de la intensidad vivida en las últimas horas. Estas habían resultado más valiosas que el año entero espiándola. Si llegara a tener la oportunidad ¿podría yo satisfacerla tanto como sus amantes?
Estuve como cuarenta minutos bebiendo y meditando sobre qué hacer; estaba completamente absorbido en mis pensamientos cuando sorpresivamente alguien se sentó a mi lado,
—Un Tequila Patrón, por favor —le pidió al barman.
¡Era Giselle! Sus ojos tenían un mayor contraste que antes debido al nuevo retocado de sus ojos, ahora tenía una mirada más dramática debido a un hermoso maquillaje estilo smokey eyes. Mientras esperaba, terminó de pintarse los labios con su labial Chanel.
—¿Qué hay de nuevo Alexander? ¿Estas disfrutando del evento?
—Claro Giselle, y ¿tú?
—Déjame ponerlo de este modo, lo estoy disfrutando tanto como tener sexo —me dijo levantando una ceja y mirándome fijamente con sus ojos azul turquesa. Yo casi caigo cadáver al escuchar su atrevida respuesta.
—¡Uau, eso sí que suena muy bien!, ojalá fuese tú.
—Alexander permíteme hacerte una pregunta, estás ciego ¿o qué te pasa? ¿Sí ves a todas estas hermosas chicas reunidas en esta fiesta? Te encuentras en un lugar excelente para coquetear y conocer gente, ¡y tú no estás aprovechado la oportunidad! ¿Por qué demonios no estás hablando al menos con una de ellas? Si no lo has notado eres un chico encantador; ¿No lo sabías?
—¿Me encuentras tan desahuciado, Giselle?
—Sé que prácticamente no nos conocemos, y no quisiera entrometerme de más en tus cosas, pero creo podría darte un par de pistas que te serían útiles. Al final creo que eres un caso bien crítico pero aún curable. Te aconsejo que hagas que una mujer vea más allá de tus inseguridades, para que logre ver tus cualidades. Necesitas aprender a desarrollar ese instinto que te indica cuando una chica está deseosa de abrir su mente, corazón y cuerpo a la seducción. Yo te aseguro que tienes las cualidades necesarias para que se te acerquen las mujeres, aunque me pregunto si tú lo sabes. ¿Entiendes lo que trato de decirte? Ahora, una vez que la chica se interesa en ti, el siguiente paso es irla seduciendo, dejando que poco a poco se dé el contacto físico, hasta volverlo más íntimo.
Giselle se veía realmente relajada y hablaba con mucha seguridad estando indudablemente en su territorio. Yo me encontraba fascinado viéndola con cara de bobo, conmovido por el genuino interés que mostraba al darme su consejo. Lo que más disfruté de sus lecciones, fue el ver como su rostro se tornó serio mientras me explicaba.
—SÍ, ya lo sé, sonó como un regaño, ¿cierto? Siento haberte dado un sermón pero, ¡es que alguien te tiene que sacudir! —me terminó diciendo.
—En verdad aprecio tus palabras Giselle, te tengo una pregunta sobre ello, ¿Incluye el momento de la seducción el buscar un lugar apropiado para tener el contacto físico e íntimo que describes, o es esto completamente irrelevante?
No resistí insinuárselo después del espectáculo que se había aventado con Bruno.
—¡Aja! Así que el chico tímido tiene ganas de jugar rudo, uhm? Toma nota de lo que voy a decirte, señor auditor —me señaló moviendo su dedo índice—. Estas a punto de recibir la segunda lección de la noche; tu cuenta está aumentando y espero que la puedas pagar. Y es que una vez que una mujer esta embriagada por los incontenibles síntomas que la seducción produce, llegando al punto de estar más que dispuesta a abrirte las puertas del cielo… a ella le va a valer un comino el »dónde«, lo que desea en ese momento impulsivo es poseerte, ¿me captas?
—Sí, pero…
—Sin peros Alexander, esto no está sujeto a discusión, es un hecho y apréndelo. Es verdaderamente importante que entiendas que cuando una mujer ha alcanzado ese estado sagrado, no le importa si la llevas a un hotel lujoso, o tienen sexo dentro de un auto estacionado en una calle o sobre un catre.
—Ok, entiendo y no volveré a dudar de lo que me dices.
—Bien, pero por cierto, me parece que andas muy intenso con tus preguntas, ¿No será que anduviste de curioso, espiando las salas cerca de la Terraza de las Esculturas?
¡Santísimo¡ ¿Por qué me pregunta así de directo? Espero sea pura coincidencia, ¿será que me vio mientras se engolosinaba con él? No puede ser, ¡fui muy prudente!
Empecé a sudar, pues sería la primera vez que me atrapara espiándola, después de tanto tiempo.
Mientras esperaba mi respuesta, Giselle abrió su bolso Sherwood de Louis Vuitton para guardar su lápiz labial. Al abrirlo vi que sus braguitas estaban guardadas dentro, eran las mismas que le había yo visto durante su acalorado encuentro con Bruno. Ella se dio cuenta que me había percatado de ellas.
—¡Uupsi!, ¿qué estás mirando, Alexander? ¡Sabía que eras un curioso de lo peor!, las reconociste, ¿cierto? Apuesto que sí; tú bien sabes que son las que me viste que traía puestas hace rato.
—¿Cómo dices? —mi sangre se me bajó a los pies, ella sabía que estuve ahí—. ¿Por qué no me dijiste que me habías visto, Giselle?
—Lo siento, Alexander, quería ponerle más drama a nuestra conversación. Disfruto mucho el ver tus reacciones. ¡Hubieras visto tu cara! —Empezó a reírse a carcajadas—. Lo que me pregunto, es el por qué no te quedaste más tiempo de fisgón, ¡me excitó muchísimo tu presencia! Y hablando de tu presencia, las chicas y yo continuaremos la fiesta en otro lado, ¿te gustaría acompañarnos? Iremos al BC, si quieres bailar y conocer otro ambiente, ven con nosotras, me daría mucho con gusto saber más de ti.
—¿Dijiste el BC?
—De veras que eres un amor. ¿En qué mundo vives que no has escuchado del Black Calvados? Hasta la gente que no puede señalar América en un mapa, ¡ha oído seguramente de este club nocturno tan exclusivo!
—Es que yo no me muevo en tu mundo, Giselle.
—Eso no importa, y tomo tu respuesta como un sí. ¡Vámonos Alexander!
Tomó su tequila, yo mi whisky y nos lo bebimos de un solo trago.