Capítulo 22
El charco era literalmente eso, un agujero en la roca donde se recogía el agua. Parecía más una charca que un estanque. Estaba en una depresión que parecía haber sido creada por el impacto de un pequeño meteorito. Meteorito, pensó Lily, sorprendida de que la palabra plantara en su mente una imagen de un cielo estrellado. El espacio. La luna y lluvias de meteoritos que parecían estrellas que caían.
Se detuvo para gozar de la imagen del espacio y las lluvias de estrellas. Gan llegó el primero al charco, se arrodilló y, apoyándose en sus cortos brazos, metió la cabeza en el agua. La sacó, escupió y después se inclinó de nuevo para tragar agua como... bueno, como un perro. O un lobo.
Lily observó a Rule. Seguramente había bebido ya todo lo que necesitaba cuando había descubierto el charco, así que ahora permanecía echado cerca de la orilla, los ojos abiertos, pero cabeceando.
Está exhausto, pensó Lily, y eso la preocupó. ¿Había pasado más tiempo del que creía? ¿O quizá el lobo no se encontraba bien?
—¿Cuánto tiempo llevamos andando? —preguntó súbitamente.
Gan se sentó sobre sus ancas, satisfecho de haber ahogado la sed, o fuera lo que fuera que sentía un demonio.
—¿Según el reloj de quién? Aquí el tiempo es más errático de a lo que estás acostumbrada.
—El tiempo no cambia. Eso... eso no tiene sentido.
—Aquí sí. Aunque... —Gan arrugó la frente—. Cerca de ti quizá funcione como tú estás acostumbrada. No sé exactamente cómo funcionan las cosas cerca de una émpata.
Una docena de preguntas amenazaron con desviarla de su tema principal, pero se mantuvo firme en su camino.
—Pues haz una estimación de cuánto tiempo llevamos andando según tu, eh, reloj.
—Oh, quizá uno de tus días. Ya te he dicho que la zona no está lejos.
Entonces que Rule estuviera exhausto tenía sentido, se dijo aliviada. En su vagabundeo quizá había cubierto el doble de territorio que Lily y había pasado mucho tiempo desde la última vez que había dormido. Quizá también llevara mucho tiempo despierto antes de que hubieran llegado allí.
Era un pensamiento desconcertante que hacía referencia a un pasado que Lily desconocía. Se dio cuenta de que sentía celos. Celos de Rule, por poseer algo que ella había perdido. Celos de ella misma... de esa Lily que ya no existía, excepto en los recuerdos de otros.
Por supuesto, si Rule llevaba mucho tiempo sin dormir, lo mismo le ocurría a ella.
—No tengo sueño.
—Todavía estás cargada de ymu. Su efecto dura más que una comida normal a las que estás acostumbrada. Una vez empiece a desgastarse, quizá te entre sueño. O te sientas débil. O hambrienta. O quizá simplemente caigas redonda.
Genial.
—¿No lo sabes?
El demonio se encogió de hombros.
—Los únicos humanos de los que sé que tomaron ymu, estaban poseídos. Probablemente tenga efectos diferentes si no tienes a un demonio dentro de ti.
Pero Lily estaba unido a uno... justo al que tenía delante bloqueándole el camino. Rodeó a Gan para acercarse al agua y así poder quitarse el polvo de la garganta.
Gan tiró de ella hacia atrás.
—¡Eh!
—Primero tienes que fijarte en las cosas. ¿Ves eso?
Ahora que Gan se lo señalaba, Lily se fijó. Una pequeña enredadera emergía de una fisura en la roca, justo donde Lily había estado a punto de poner el pie. Pálida y sin hojas, parecía más un gusano albino que una planta.
—¿Y bien?
Gan suspiró fastidiado.
—¿Por qué crees que hemos estado evitando esas cosas?
¿Aquella era una de esas traicioneras enredaderas?
—No lo sé. Te lo he preguntado, pero me has hecho callar. —Lily se acercó para examinar la planta—. Las grandes tienen un color diferente.
—Tienen un montón de sangre en su organismo.
Oh. Lily se agachó aún más para echar un buen vistazo y asegurarse así de que sería capaz de reconocerla en caso de que viera una.
—No veo que tenga boca, pero está cubierta de pelillos. O quizá sean cilios.
—Llámalos como quieras. Son pegajosos. Muy pegajosos. Y son la parte que come.
—¿Cómo? ¿Y por qué es un peligro para mí? Es demasiado pequeña para comer algo más que insectos.
—Podrás marcharte de aquí, sí. Pero la planta seguirá pegada a ti y la savia destruirá tu piel.
Después de aquella explicación, Lily tuvo mucho cuidado a la hora de acercarse al charco. Cuando se arrodilló en la orilla, vio gran cantidad de insectos que volaban cerca de la superficie del agua, unos bichos muy bonitos del tamaño de la palma de su mano. Apenas tenían color, pero sus alas eran iridiscentes. Los insectos tocaban ligeramente el agua y se elevaban de nuevo, dejando pequeñas ondas tras ellos.
A Lily no le hacía mucha gracia beber de aquellas aguas, así que simplemente se salpicó la cara. El agua estaba fría. Sintió un cosquilleo en la piel, pero no fue por el frío.
—Está por todas partes, ¿no?
—¿El qué? —Gan saltó encima de una roca cercana al agua y se sentó en un saliente inclinado que le vino a la perfección para acomodar la cola.
—La magia. No es que esté literalmente en todas partes —se corrigió a sí misma. Buscó un lugar cubierto de tierra donde poder sentarse. La roca no era para ella tan cómoda como lo era para el demonio—. Pero existe en el suelo, en el aire, en el agua. —A veces, mientras caminaba, sentía que la rozaba una suave brisa. Pero el aire no se movía. Era solo la magia.
Aquello era distinto, ¿no? Lily estaba segura de que no estaba acostumbrada a estar rodeada por tanta magia en estado puro.
—¿Quieres decir que puedes sentirla? ¿Que la sientes a pesar de no estar haciendo ningún esfuerzo?
—Por supuesto. No hay nada que se interponga entre mi piel y todo lo demás, y soy una émpata, ¿recuerdas?
Gan rio sarcástico.
—Mejor que tú, te apuesto lo que quieras. A no ser que hayas encontrado los tornillos que te faltan.
Lily apretó los puños.
—Lo tuyo no es el tacto, ¿verdad?
Rule se puso de pie y se acercó a ella. Rozó la cadera de Lily con su cabeza. Ella dejó caer su mano sobre el lomo del lobo y con ese simple gesto se sintió mucho mejor. Más tranquila, como si durante mucho tiempo hubiera estado apretando un puño imaginario alrededor de un pensamiento o un miedo, y finalmente pudiera relajarse.
—He recuperado algunos recuerdos —dijo dirigiéndose al lobo, y no al demonio—. Ninguno sobre mí, pero me acuerdo de... un lugar que no es como este.
Rule hizo un ruido grave y sordo. Lily miró a Gan con la esperanza de que pudiera traducirlo.
—Dice que él recordará por ti. Y ahora, ¿podrías estarte quieta? ¿O es que quieres atraer a un par de erkint?
—Creo —dijo Lily mirando al lobo—, que Gan se preocupa mucho por los ruidos cuando no quiere responder a mis preguntas.
El lobo asintió.
—Tengo un montón de preguntas y probablemente tú también. Pero quizá sea mejor que nos las guardemos hasta que hayamos descansado. —Lily no estaba físicamente cansada, aunque para sus pies sería estupendo poder estar sentada un rato. Estaba agotada por la gran cantidad de preguntas que tenía, por el vacío que sentía en su interior y que solo contaba con el silencio como respuesta—. Ya acribillaré a Gan con preguntas más tarde. Ahora necesito sentarme, y tú necesitas dormir.
Rule titubeó, pero enseguida estuvo de acuerdo y se acomodó en un claro protegido por una elevación del terreno que hizo pensar a Lily en el reborde de un cráter de meteorito. El lobo se tumbó y miró a Lily. Tenía unos ojos preciosos, oscuros y cálidos, y capaces de transmitir todo tipo de sentimientos. En aquel instante, parecían invitar a Lily a acercarse.
Ella aceptó y se sentó junto al lobo. Su cuerpo era suave y caliente, y Lily se sentía bien a su lado. Le acarició el lomo.
—Venga, duerme. Yo vigilaré.
De nuevo, el lobo titubeó.
—No estás acostumbrado a que otro vigile tu sueño, ¿eh? Es cierto que yo no seré tan buen centinela como tú. Carezco de la capacidad de tus sentidos. Pero no necesito dormir, y tú sí.
El lobo suspiró y apoyó la cabeza en el muslo de Lily. Se durmió en cuestión de segundos.
Esto también hizo que Lily se sintiera bien. Sabía que el lobo había estado enfadado con ella. No había querido que Lily tomara la ymu, ni que hubieran abandonado la seguridad del barranco. Pero o bien había superado su ira, o la había dejado de lado. Rule había confiado en ella lo suficiente como permitirle velar su sueño, y eso importaba. Importaba mucho.
—Si él no hubiera estado allí con ella... pero, lo estaba, así que no tenía sentido seguir por esa línea de pensamientos. Pero simplemente con el mero hecho de pensarlo surgió un sentimiento... como una de esas olas del mar que todavía era capaz de recordar: rodaba en su interior haciéndose cada vez más grande.
Y también como esas olas que recordaba, este sentimiento tenía cierto toque a sal. Sus ojos se llenaron de lágrimas. Él era la única cosa buena que tenía.
—Me alegro tanto de tenerte —susurró suave, muy suavemente, para evitar despertarlo—. Maldita sea, me alegro tanto de tenerte.
Gan soltó una risilla. Lily se secó las lágrimas a toda velocidad y se volvió hacia el demonio, enfadada; pero la criatura no le estaba prestando la más mínima atención. Estaba ocupado con los insectos voladores de alas brillantes. Una de sus manos salió disparada y agarró a uno de ellos.
Lily también debía alegrarse de tener a Gan a su lado. Era cierto que todo lo que el demonio había hecho hasta el momento había sido por propio interés, pero aun así era el que había curado sus heridas.
Gan se metió el insecto en la boca.
Sus hábitos no eran exactamente agradables, pero ella y el lobo lo habrían pasado mucho peor si no hubieran contado con su ayuda.
El demonio agarró otro insecto y se lo dio para comer a una enredadera-serpiente. Gan soltó una risilla mientras el insecto aleteaba frenético.
Ahí tenía una clara razón para no vincularse con Gan más de lo necesario. Apartó la mirada.
Le estaba resultando difícil estarse quieta. Antes había sentido la necesidad de descansar, pero ahora que estaba sentada, sentía el impulso de moverse. Lily había pensado que su nerviosismo desaparecería una vez hubieran dejado atrás aquel barranco encajonado, pero resultaba que había cargado con él durante todo el camino.
Y también se había traído otro sentimiento. Uno que alimentaba su nerviosismo, aunque Lily sospechaba que no era la causa directa. Un doloroso sentimiento de necesidad.
Quería sexo.
Ahora que estaba sentada, quieta, aquella necesidad había saltado al primer plano. Pero había estado sintiéndola durante todo el camino sin prestarle mucha atención, sobre todo desde de que Gan le había dado la ymu. Recordó la súbita oleada de fuerza y energía, como si su sangre hubiera empezado a bullir de forma repentina.
Quizá era así como solía sentirse cuando su cuerpo estaba sano y descansado. ¿No se suponía que los demonios estaban obsesionados con el sexo? Quizá esa necesidad proviniera directamente de Gan, al fin y al cabo estaba unido a él. O quizá fuera culpa de la ymu.
Lily miró a Gan de nuevo. No iba a preguntarlo de ninguna de las maneras.
Gan había dicho que ella y Rule solían acostarse «cuando él no era un lobo». Lily frunció el ceño. ¿Rule llevaba mucho tiempo en forma de lobo? ¿Cómo era cuando no era un lobo?
Lily deseó poder recordarlo. Qué curioso... recordaba el sexo, sabía qué era lo que necesitaba su cuerpo. Podía imaginar cómo era tener las manos de hombre sobre su cuerpo, pero no podía recordar que la hubieran tocado nunca. Intentó evocar una sola imagen, específica: un rostro, un nombre, un lugar. Y fracasó. ¿Cómo era su cama? ¿Con quién solía dormir en ella? ¿Había tenido muchos amantes? O... recuperó otra palabra, pero esta entró en su mente con la sutileza de un martillo.
Matrimonio. ¿Y si estaba casada?
Lily miró al lobo, cuya cabeza seguía apoyada en su muslo. Frunció el ceño mientras intentaba poner orden los pensamientos que la asaltaban. No llevaba alianza... pero también era cierto que su ropa no había llegado allí con ella así que, que no hubiera alianza no significaba mucho.
No se había dado cuenta que había echado mano del pequeño colgante que llevaba al cuello, hasta que sintió que sus dedos se cerraban alrededor de él. El débil y familiar zumbido de la magia le hizo relajar los hombros. Aquel colgante sí que había viajado con ella. Seguramente una alianza habría podido venir también.
El demonio suspiró, estiró sus cortas patas y se reclinó en su cola.
—Me aburro.
¿Acaso el silencio solo importaba cuando el demonio no estaba aburrido? Lily lo miró con gesto de reproche.
—¿Qué? —Dijo Gan—. ¿Tú no te aburres de estar aquí sentada sin hacer nada?
Lily se dio cuenta de que el demonio era como un niño. Un niño malcriado que le arrancaba las alas a las moscas y con ellas alimentaba a las plantas carnívoras. Pero quizá los demonios no durmieran, así que Gan no se daba cuenta de que tenía que guardar silencio o despertaría a Rule. Lily lo hizo callar.
Gan hizo un gesto de disgusto y arrancó un puñado de hierba carnosa y amarilla.
Lily apostaba a que si empezaba a formular preguntas de nuevo, sería el demonio quien le mandaría callar en actitud asustada. Pero no se iban a mover de allí hasta que ella supiera más cosas.
Lily admitió que se había precipitado al tomar su decisión. O había dejado que la presionaran para tomar una. El dolor había sido un argumento convincente que había jugado a favor del demonio. Todavía pensaba que había tomado la decisión acertada, pero se había basado en muy pocos datos. Antes de cruzar la zona y llegar a otra región, Lily tenía intención de conseguir algunas respuestas.
Miró a su izquierda, donde se alzaba aquella barrera turbia que cerraba la boca del valle, como una camiseta compuesta de lycra y de niebla a partes iguales.
Lycra. Camiseta. Lily sonrió satisfecha mientras ambas palabras generaban rodo tipo de imágenes y conceptos en su mente. Gimnasios y hacer ejercicio. Tiendas y grandes almacenes. Calcetines y zapatillas de deporte... y, oh, ¡ojalá tuviera un par ahora mismo!
Aunque también deseó tener a mano un centro comercial entero para poder hacerse con otras cosas como ropa interior, pantalones, una camisa, un peine... su pelo tenía que estar hecho un desastre.
Su pelo. No sabía qué aspecto tenía. O su rostro.
La superficie del charco estaba demasiado agitada a causa de los insectos y no era un buen espejo. Aunque tampoco había pensando en eso hasta ahora. Ahora necesitaba saberlo.
Alzó una mano temblorosa. Primero tocó su pelo. No muy largo ni muy corto. Liso. Al ponerse un mechón ante los ojos pudo ver que era negro. Y su rostro... se tocó las mejillas, el mentón, pero no sabía cómo unir lo que recibía con la punta de los dedos para formar una imagen. ¿Las orejas debían ser así de grandes? ¿Y la nariz? La suya parecía que estaba bien, pero ¿era grande o pequeña? No sabía cómo de grande tenía que ser la nariz. O los labios. Sus...
¿Qué era eso?
Giró la cabeza con rapidez y sacudió al lobo para que se despertara.
—Despierta. Rápido. Gan, ¿qué son esas cosas?
—Qué son qué... ¡Mierda! —gritó el demonio a la vez que el lobo erguía la cabeza, la sacudía para despejarse y la dirigía hacia donde apuntaba Lily.
Cuatro formas aladas y enormes acababan de salir de la zona y volaban hacia ellos.
—¡Mierda, mierda, mierda! —Gan saltó de pata en pata, mientras se cogía la cabeza con las manos y miraba frenético a su alrededor—. ¡Sabía que era mala idea que nos paráramos aquí! ¡Lo sabía!
El lobo ya se había puesto de pie, pero él tampoco sabía qué había que hacer. No había ningún refugio a la vista, nada que los escudara de cualquier ser que viniera volando, y Lily carecía de arma, incluso de la más rudimentaria... Y esas cosas eran enormes.
Y volaban rápido. Ahora Lily podía verlos claramente.
Durante unos instantes, la sorpresa se impuso a cualquier otro sentimiento. Al ver a aquellas cuatro formas sinuosas del color del bronce viejo, volando directamente hacia ellos, deslizándose por el aire con la facilidad con la que una serpiente se arrastra por la tierra, ayudadas por unas alas enormes cuya envergadura podía abarcar a una casa, todo lo que pudo pensar fue: Existen. Existen de verdad.
Dragones.
Lily sintió que una nariz fría la tocaba.
—¿Qué...? Oh. Sí —dijo mientras el lobo se echaba bajo el borde de una depresión del terreno y se apretaba contra el suelo todo lo que podía—. Sí, ya veo.
No existía ningún lugar al que poder huir, ni ninguna manera de defenderse. Su única oportunidad era intentar pasar lo más desapercibidos posible. Lily se agachó detrás de una roca.
Ya no podía ver a los dragones. La inundó el terror que no había sentido segundos antes. Sintió la boca seca. Su corazón latía frenético. Giró la cabeza para intentar localizar a las criaturas sin tener que moverse. Así es como se siente un conejo, temblando en la hierba mientras el águila merodea desde el aire, incapaz de ver venir su muerte, pero sabiendo que antes o después llegará. Sabiendo que llegará.
Se aferró a la gorguera de Rule. Puede que fuera una mera coincidencia que los dragones volaran hacia ellos. O que tuvieran una visión pobre. Quizá...
El demonio seguía dando saltitos sin saber qué hacer, a punto de sufrir un ataque de histeria.
—¡Me comerán! ¡Sé que me comerán!
—¡Gan! —Gritó Lily—. ¡Les estás ofreciendo un blanco perfecto! ¡Cállate y agáchate!
El demonio la miró fijamente, con sus bellos y extraños ojos abiertos de par en par por el terror.
—¡Me comerán! —chilló—. ¡Ya no existiré! Tú tienes alma, tú todavía existirás. ¡Pero yo no! ¡Todo lo que soy desaparecerá!
Lily se le quedó mirando sin saber qué decir. ¿Quizá pudiera derribarlo y obligarlo a que se tirara al suelo? ¿Podría? Gan parecía pequeño, pero era mucho más pesado de lo que parecía...
—¡No! —gritó al lobo mientras intentaba evitar que saliera corriendo. Demasiado tarde. Rule se había escabullido de su escondite y había salido a campo abierto. ¿Había perdido la cabeza? ¿Acaso pensaba que podía luchar contra ellos, o correr más que ellos o...? Oh, no.
—¡Está loco! —El demonio siguió al lobo con la mirada mientras este corría en línea recta, sin preocuparse por avanzar en zigzag, rápido, muy rápido. Estaba claro que no estaba simplemente huyendo de los dragones, sino que seguía alguna estrategia—. ¡No puede ir más rápido que ellos!
No, no podía. Estaba intentando atraer a los dragones hacia él. Se estaba ofreciendo como una presa fácil.
Lily se puso de pie. No recordaba la acción de ponerse de pie, simplemente lo estaba. Observó cómo una de aquellas criaturas de leyenda se separaba de los demás, con las alas plegadas, y caía en picado, directo hacia Rule, como una flecha recién liberada del arco. Lily todavía estaba observando la evolución del primer dragón, cuando los tres restantes imitaron a su compañero: plegaron las alas y se lanzaron.
El primero de los dragones, el que había acechado a Rule, rozó el suelo y se elevó.
Cuatro largos segundos después, una sombra ocultó el brillo del cielo. Y después, unas garras se cerraron alrededor de Lily.