Capítulo 22

Ginger se lo había montado bien, pensó Lily cuando entró en el salón de belleza. Moldes de escayola estilo veneciano en las paredes, baldosas de pizarra en el suelo, un candelabro de cristal y una recepcionista que parecía la hermana rubia de Julia Roberts sentada detrás de un escritorio antiguo.

—¿Puedo ayudarles? —preguntó la mujer mostrando una cálida sonrisa. Increíblemente, casi no miró a Rule.

Había ciertas desventajas en el hecho de ser una simple consultora experta. Las manos de Lily buscaron su identificación en el bolso hasta que lo recordó.

—Me gustaría hablar con la señorita Harris. Estoy segura de que está ocupada, pero soy una vieja amiga. —Lily sonrió—. Dígale que Lily Yu quiere verla.

—¿Una vieja amiga? —dijo Rule en voz muy baja mientras la mujer hablaba por el teléfono interno.

—Después.

La recepcionista ya había terminado y se puso de pie.

—Acompáñenme, por favor.

Lily siguió a la estilosa y delgada rubia de metro ochenta al salón principal, un sitio a la moda con palmeras de dos metros y medio, baldosas decorativas, olor a productos químicos y mujeres. Un montón de mujeres. Todas y cada una de ellas miraron a Rule al pasar.

Quizá la recepcionista fuera lesbiana.

Cruzaron una puerta en la parte de atrás que conducía a una zona más utilitaria del local, un corto y enmoquetado pasillo que tenía sendas puertas en ambos extremos. Lily intentó hacer un esfuerzo no muy intenso de convencerse de que su corazón latía de alivio. No había estado segura en absoluto de que Ginger fuera a recibirles.

Pero el alivio no hace que te suden las palmas de las manos.

Se detuvieron delante de la puerta del extremo este. El clon de Julia llamó una vez brevemente, abrió y dio un paso atrás. Todavía sonreía.

El despacho de Ginger estaba decorado en un estilo kitsch muy caro: una palmera de neón en una esquina, sillas rosadas y peludas para los visitantes, un escritorio de cromo y cristal. Ginger no estaba detrás de ese escritorio, sino que estaba de pie delante de la ventana, observando el exterior. Vestía un top muy corto, elástico y de color fucsia, y unos pantalones ajustados de talle bajo que dejaban al aire el aro que llevaba en el ombligo.

Se volvió cuando se cerró la puerta y sus cejas se arquearon.

—Rule. No te esperaba. Pero ya que estás aquí —Miró a Lily y sus labios se curvaron en las esquinas—. Podríamos intentar un trío. El sofá es un poco pequeño, pero siempre nos queda el suelo.

Lily se ruborizó y se irritó sobremanera.

—¿Eso quiere decir que no te importa tener sexo con un asesino? ¿O que no te importa quedarte desnuda con un hombre a quien has intentado inculpar por un asesinato?

—Oh, te has vuelto muy dura. —Sacudió la cabeza, y por un segundo Lily creyó ver en esos grandes ojos que Ginger se había sentido un poco dolida—. Supongo que no estás aquí para hablar de los viejos tiempos.

—Supones bien. Debería mencionar, también, que no estoy aquí en calidad de policía. Estoy ayudando al FBI en su investigación.

—¿El FBI? —Ginger pasó una mano por su corto pelo, ahuecándoselo—. Qué miedo. ¿He mencionado ya que no le hago ascos ni a los tíos ni a las tías? —Examinó a Lily de arriba abajo con esa sonrisa gatuna en sus labios—. Me gusta tu chaqueta.

—Gracias. ¿Quién te persuadió para que mintieras sobre haber visto a Rule la otra noche?

—No mentí. —Miró a Rule y se encogió de hombros—. No era mi intención causarte ningún problema, cariño.

—Como puedes ver, el problema no ha sido muy grave. —La sonrisa de Rule era afilada como el filo de un cristal roto—. Pero creo que mentir a los federales crea unos problemas más serios y permanentes.

—Puede ser que me equivocara, pero aquel tipo se parecía a ti. —Ginger señaló las sillas peludas de color rosa—. Sentémonos. ¿Puedo ofreceros algo? Tenemos un buen chardonnay, o quizá prefiráis una limonada si queréis ser remilgados y correctos por estar de servicio.

Dejar que Ginger eligiera el tema de conversación no iba a ayudar. La mujer mantendría el control todo el rato, flirtearía con uno de ellos o con los dos, y no les diría nada.

Lily caminó hasta ella.

—Esas personas, a las que estás protegiendo, son asesinos. ¿Sabes lo que le hicieron a Therese Martin? La destrozaron, en su propia casa, donde ella pensaba que estaría a salvo.

Ginger sacó la lengua y se tocó el labio superior.

—Estoy segura de que es terrible, pero no tiene nada que ver conmigo. Quizá me equivocara al decir a quién vi aquella noche, quizá no. Sea como sea, no soy culpable de nada.

—¿Qué hacías allí? No esa noche, que según tengo entendido estabas en el club. Al día siguiente, cuando resultó que viste los coches de policía aparcados frente a la casa de Therese y te acercaste para ver qué pasaba.

—Vaya, suena muy raro de la manera que lo cuentas. —Ginger inclinó la cabeza hacia un lado y rozó la mejilla de Lily con un dedo—. Sabes, cariño, tu piel es bonita, pero no creo que ese color de maquillaje de base te vaya bien. Te hace parecer amarillenta. Podría proporcionarte toda una paleta personalizada con nuestra marca personal. Te encantará.

Lily no llevaba maquillaje.

—No has respondido a mi pregunta.

—Para alguien que no está aquí en calidad de policía, suenas como uno. —Se encogió de hombros—. ¿Por qué no? Ya le conté todo a aquel otro policía. Me dejé el bolso en el club, y no me di cuenta hasta que quise pagar el taxi. —Hizo una mueca—. Déjame que te diga que el taxista no fue muy comprensivo. Tuve que despertar a unos vecinos para pedirles dinero, y tampoco fueron muy comprensivos. Al día siguiente volví para recogerlo.

—¿Por qué cogiste un taxi?

Ginger suspiró fastidiada.

—Entre tú y yo, cariño, tengo un pequeño problema con mi carné de conducir. Últimamente cojo taxis para ir a todas partes.

—El Club Infierno está a dos manzanas del apartamento de Therese Martin. ¿Cómo pudiste ver a Turner tan claramente como para identificarle desde esa distancia?

—Pasé a su lado con el taxi, cariño. No sé si el taxista le vio o no, pero yo siempre me fijo en Rule. —Mostró una sonrisa sesgada.

Lily asintió lentamente, preguntándose si ellos, quienes fueran, habrían dispuesto que un hombre saliera del apartamento de Therese en el momento justo para que le viera el taxista.

—Es una buena historia, Ginger. Muy bien atada.

—¿Historia? —Las finas cejas de Ginger se arquearon por la sorpresa—. Cariño, yo no soy la que se inventa historias sobre dónde ha estado o adonde va. Esas erais tú y Sarah

Lily sintió que le faltaba el aire. ¿Fue por mi culpa? ¿Me has culpado todos estos años? Pude haber dicho que no, convencer a Sarah de que no lo hiciera Recuperó el aliento.

—Muy buena. Conectar eso. Pero ya no tengo ocho años y puedo defenderme. Quizá debas recordar eso porque te conviene que sea tu amiga. Estás de mierda hasta el cuello, aunque seas demasiado tonta como para verlo.

La ira relampagueó en los ojos de Ginger.

—Bueno, bueno. No es necesario insultar.

—Piénsalo bien. Si viste al asesino, estás en peligro. Si no lo viste, si has mentido por alguna razón, estás en más peligro todavía.

—Qué bonito que te preocupes por mí. —La voz de Ginger se convirtió en un susurro—. Pobre pequeña Lily. Te gusta la seguridad, ¿no es verdad? Después de lo que pasó no puedo culparte. ¿Te metiste a policía porque te sentías más segura con un arma y un uniforme entre tú y los tipos malos?

Esa también ha sido buena, pensó Lily. Pero Ginger siempre había sido una experta en golpes bajos.

—El asunto es, Ginger, que sé que no viste al asesino. Porque el asesino no estaba allí.

Las delgadas cejas se arquearon.

—Vaya, esa sí que es buena. ¿La mató sin estar allí?

—Sí. Verás. A Therese no la mató un lupus. La mataron por medio de la hechicería.

Por un segundo, el miedo inundó esos ojos expresivos y familiares. Ginger soltó una risa nerviosa.

—Creo que ves demasiadas películas.

—¿Recuerdas que he dicho que estaba trabajando con el FBI? El caso es suyo ahora. El asesinato por medio mágicos es un crimen federal El único que conlleva pena de muerte automática.

Durante un segundo, Ginger no dijo nada. Después, se encogió de hombros como si nada de aquello le importara, y se dio la vuelta.

—Tengo que volver al trabajo, querida. Te agradezco mucho que te hayas molestado en contarme todos esos pequeños y fascinantes detalles, pero

Lily la cogió por el hombro y la detuvo.

—Escúchame. Ellos ya no te necesitan para nada. Sabemos que Turner no lo hizo, así que tú eres un cabo suelto. Crees que no te harán daño mientras tengas la boca cerrada, pero ellos no lo ven así. Podrías cambiar de opinión. Mientras sigas viva, podrías decidirte a hablar. Y la persona que mató a Therese puede llegar a ti y detener tu corazón en cualquier momento.

—Vaya. —Estaba intentando hacerse la dura, pero ni ella misma se lo creía—. Tienes mucha imaginación.

Lily no dijo nada y dejó que la imaginación de Ginger hiciera todo el trabajo.

Ginger miró hacia otro lado mientras jugueteaba con un pendiente. Después volvió a mirar a Lily.

—¿Y qué pasaría si te dijera que alguien me pidió que dijera lo que declaré? ¿Me meteré en líos?

—Intentaré que no haya cargos contra ti por obstrucción a la justicia.

—Bien. —Ginger se mordió un labio. Sus ojos observaron a su alrededor como si intentara buscar consuelo en algo o alguien. La mirada cayó sobre Rule, que permanecía al fondo de la habitación, junto a la puerta.

—Está bien. —Dejó salir un pesado suspiro—. Fue Cullen. Él me pidió que dijera eso.

—¿Cullen Seabourne?

Ginger asintió. Su labio inferior sobresalía como el de un niño enfadado.

—Él y yo estábamos juntos, ahora sí, ahora no. Ya sabes. Así funciona con los lupi. Pero cuando toca es oh, madre mía. —Su sonrisa asomó brevemente, engreída, y desapareció de nuevo—. Últimamente no nos veíamos mucho, y yo esperaba cambiar eso de alguna manera. No sabía qué iba a hacer a esa pobre mujer, pero supongo que sí que sabía que iba a causarle problemas a Rule. Pero no me di cuenta de lo grave que podía ser. De verdad, no lo sabía.

 

—Miente —dijo Rule. Cerró la puerta de golpe.

—Quizá. —Lily se abrochó el cinturón de seguridad—. Cuando el otro día anduve buscando a Seabourne no conseguí dar con él. —Miró a Rule—. No has saltado sobre ella. Te has contenido.

—No ha sido fácil —dijo Rule con voz sombría—. Lily, conozco a Cullen. No tiene nada que ver con esto.

Sin embargo, encajaba perfectamente. Estaban buscando a un hechicero. Y Cullen era el único del que Lily había oído hablar.

—Sois amigos. ¿Muy amigos?

—Sí. Sé que todo apunta hacia él, pero Ginger no es el testigo más fiable del mundo.

—Teniendo en cuenta que ya ha mentido una vez, no. Pero ¿qué gana mintiendo sobre Seabourne?

—Puede ser una forma de protegerse a sí misma, pero yo apostaría a que lo ha hecho por malicia.

Mmm. ¿Ella y Seabourne estaban liados, como ella dice?

—Liados puede ser demasiada palabra cuando se trata de él. A Cullen no le van las relaciones. Solo sexo. —Rule se incorporó al tráfico—. Lo que puede hacer que no pienses muy bien de él, pero hay una diferencia entre la promiscuidad y arrancarle la garganta a una mujer.

Lily le dio vueltas en su cabeza.

—Ginger miente fácilmente, pero creo que estaba asustada de verdad.

—Es que das miedo cuando te dejas llevar.

—¿Cuánto tiempo lleva yendo al club? ¿Es una de tus admiradoras o le van los lupi en general?

—Le gusta tener sexo con lupi. Pero, de hecho, no le gustamos. —Observó a Lily con una rápida mirada, su expresión inescrutable, y puso su atención de nuevo en la carretera—. No me he acostado con Ginger.

—Nadie te ha preguntado.

—Te podía oír mientras lo pensabas —dijo Rule secamente—. Ginger nos tiene miedo. Eso no me pone, precisamente.

Lily se sorprendió.

—¿Sale con lupi porque os tiene miedo?

—Disfruta con el miedo. Le excita.

Lily trató de encajar eso con lo que sabía de la Ginger de antes y lo que sabía de la de ahora. Encajaba.

—Me gustaría eh. ¿Por qué te paras aquí? —Rule se había detenido en el aparcamiento de un restaurante de la playa.

—Para almorzar. —Apagó el motor y miró a Lily—. Y sobre las preguntas, ahora me toca hacerlas a mí.

—No tengo hambre.

—Yo sí, pero puedo esperar. Has dicho que me lo explicarías después. Ahora es después.

—Esta noche también será después. —Ver a Ginger ya había sido suficiente inmersión en el baúl de los recuerdos. No quería seguir hurgando en el pasado—. Mira, yo era amiga de la hermana de Ginger en el colegio. Pasó algo malo. Fue hace mucho tiempo, y tenemos que concentrarnos en la investigación.

—No estás bien. Quiero ayudarte.

Lily miró por la ventana. Más allá del aparcamiento, una franja de océano asomaba entre los edificios. Azul oscuro reflejando el cielo sin nubes. Hacía veinte años, el cielo y el mar tenían un color gris. Gris tormentoso.

Dentro de ella, sintió un tirón que la impulsaba a contárselo todo a Rule. A confiar en él.

Pero no podía. Se desabrochó el cinturón de seguridad.

—No puedo hablar de eso. Nunca he podido.

—¿Nunca? —Rule puso su mano en el hombro de Lily.

Ella sintió una oleada de calidez. La conexión. Sacudió la cabeza.

—Está bien. Como quieras, pero nuestro vínculo sirve para algo más que para el sexo, si le das una oportunidad.

Lily volvió a mirar por la ventana, a las gaviotas que volaban sobre ellos y al cielo limpio y brillante como el cristal recién pulido. Al principio, todos habían querido hablar del tema: la policía, su madre, el psicólogo. Pero ella no había podido. Podía contar fragmentos, pero nunca toda la historia. Nunca la peor parte.

Pero había pasado mucho tiempo desde la última vez que lo había intentado. Mucho tiempo desde la última vez que alguien le había animado a intentarlo.

Quizá, pensó, pudiera hacerlo ahora. Quizá estuviera cansada del silencio.

Lily se agachó y se quitó los zapatos.

—Demos un paseo por la playa.

 

Sorprendentemente había muy poca gente en la orilla. Aunque, por supuesto, en esta época del año las familias solo iban a la playa en fin de semana.

—Lo único que necesitamos es un atardecer —dijo Lily—, y podríamos estar en un anuncio. Seguro que parecemos la perfecta pareja californiana, paseando descalzos por la playa, cogiéndonos de la mano. Dios sabe que eres fotogénico.

—La gente suele sonreír en esas fotografías.

—Creo que estoy lista. —Lily no estaba segura de que pudiera hacerlo, o de que quisiera—. Pero te lo voy a contar resumido.

—De acuerdo. Conociste a Ginger hacer muchos años.

—Veinte. El mes pasado hizo veinte años. —¿Era una obsesión saber con tanta exactitud cuánto tiempo había pasado? No, decidió Lily. Triste quizá, pero inevitable—. Su hermana era mi mejor amiga en el colegio. Muchas veces pasaba la noche en su casa y jugaba con ella después de clase. Así que veía mucho a Ginger.

—¿Entonces te caía mejor?

Lily sonrió sin ganas.

—No. Pero era la hermana mayor, y como es natural se mostraba despectiva con nosotras, las niñatas. En aquella época, Ginger era muy obediente, lo creas o no. Sarah —Lily sintió que no podía seguir. Raras veces pronunciaba ese nombre en voz alta—. Sarah era la traviesa.

—Se me hace difícil imaginarte metiéndote en líos.

—Yo era muy buena y muy formal. Hacía los deberes, nunca me colaba, nunca hablaba en clase. Pero Sarah hizo que me soltara un poco. Siempre me convencía para hacer cosas. Un día hicimos novillos —dijo abruptamente.

La mano de Rule se sentía cálida y agradable en torno a la de Lily.

—No es una gran rebelión.

—No te creas. —Caminó en silencio durante unos instantes. Sentía que la sangre latía en su cuerpo con un nuevo ritmo, rápido e insistente. Sigue—. No nos gustaba nuestra profesora y, de alguna manera, tenía mucho sentido castigarla saltándonos su clase. Lo teníamos todo preparado, cómo escaparnos antes de que empezara, qué autobús coger. Sin embargo, no tuvimos en cuenta el tiempo. Se estaba formando una tormenta, así que no había casi nadie en la playa. Al principio nos llevamos una decepción, pero luego decidimos que era mucho mejor así. Teníamos casi toda la playa para nosotras.

—¿Qué pasó, Lily?

—Nos secuestraron.

Rule sintió que le faltaba el aire. Por un momento, sus dedos apretaron tanto la mano de Lily que dolía.

—Era un hombre simpático. —Era como presentar un informe, ¿no? Había escrito sobre casos igual de malos e, incluso, peores—. Me recordaba a Santa Claus, pero sin la barba. Como un abuelo. Empezó a hablar con nosotras, tomándonos el pelo porque no estábamos en clase. Al principio yo no quería contestarle. Le dije a Sarah que no debíamos hablar con extraños. Así que ella le preguntó su nombre, y así me lo presentó. Ya no era un extraño. Pensé que era terriblemente inteligente.

Los pies de Lily se detuvieron. Miró fijamente a las gaviotas que descendían en picado hacia las cambiantes aguas azules. Aquí era donde se detenía siempre, el punto a partir del cual no podía seguir contándolo, no en voz alta. Sentía una opresión en el pecho, como si todas las palabras se concentraran ahí y presionaran para salir, cortándole la respiración.

Rule se puso detrás de ella y la abrazó, acariciándole los brazos, arriba y abajo. Arriba y abajo. El movimiento repetitivo la calmó físicamente. Fue consciente de la presencia de Rule, que estaba ahí, detrás de ella. No la tocaba, no le hacía preguntas o la obligaba a enfrentarse a su dolor y sus sentimientos. Simplemente, estaba ahí.

Él le protegía la espalda. Y las palabras salieron como una tromba.

—Nos hizo acompañarle al coche. No nos pidió que nos subiéramos a él. Eso nos habría asustado. Dijo que necesitaba ayuda para llevar sus cosas de picnic a la playa, y que éramos unas niñas muy serviciales. Fuimos con él. No pensamos en el maletero, en que podía ser peligroso.

»La golpeó. Yo lo vi e intenté escapar. No recuerdo que me golpeara. No lo recuerdo, pero me desperté en el maletero. Me dolía la cabeza y me di cuenta de que había vomitado. Tenía el sabor en la boca. Sarah lloraba. Cuando el coche tomaba una curva, nos chocábamos la una con la otra, pero no podíamos vernos. Estaba muy oscuro. Me sentía como si no pudiera respirar, como si esa oscuridad estuviera absorbiendo todo el aire —Lily se quedó sin aire al recordarlo.

—Respira. —Rule la rodeó con sus brazos—. Respira, Lily. Estás a salvo.

Estaba equivocado. No estaba a salvo. Pero se sentía bien entre sus brazos. Se apoyó en él y, tras unos instantes, continuó en un susurro.

—El hombre condujo toda la noche, y nos metió en su casa. Sarah era una niña rosadita de bonito pelo rubio. Mala suerte para ella. A mí me ató, para más tarde. Pero yo estaba allí. Yo estaba allí cuando la violó.

Un escalofrío recorrió el cuerpo de Rule.

—No creo que su intención fuera matarla. También se quedó sorprendido. —Por alguna razón, esta era la peor parte. La sorpresa en la cara del hombre cuando Sarah dejó de moverse, cuando sus piernas dejaron de dar patadas y sus ojos se quedaron abiertos, sin parpadear—. La había ahogado, pero no parecía ver la conexión entre lo que él había hecho y que Sarah estuviera muerta. Eso lo asustó. Quiso que estuviera de acuerdo con él en que había sido un accidente. Le dije que sí. Le dije que sí a todo.

Rule apoyó su barbilla en la cabeza de Lily. Su cuerpo rodeaba a Lily por completo, y eso ayudaba. Ayudaba. No decía nada, y eso también ayudaba. Por unos momentos, Lily se dejó reconfortar por el cuerpo de Rule.

—Tuve suerte —dijo por fin—. Yo no lo sabía entonces, pero alguien había visto cómo el hombre nos metía en el maletero. Una mujer que hacía footing. Cogió el número de la matrícula. La policía llevaba horas buscando el coche. Lo encontraron justo a tiempo para mí. No para Sarah.

Lily tragó.

—No me violó. El oficial de policía que localizó la matrícula informó a la central, pero no esperó. Rompió la puerta y entró solo, en contra de todas las normas. Más tarde contó que su intuición le había dicho que no podía esperar a los refuerzos. Era un patrullero y llevaba un par de años en el cuerpo. Su nombre era Frederick Randall.

—Diablos.

—Sí. —Su voz tembló. Pero consiguió que volviera a sonar segura—. Por eso tenía que acudir a Asuntos Internos. Por todo lo que te he contado, no podía estar segura de ser imparcial con Randall. Pero se siente traicionado. Le he herido.

—Has dicho que Randall es un policía de pies a cabeza. Eso significa anteponer el trabajo a todo. Eso es lo que has hecho tú. Acabará viendo eso, antes o después.

—Quizá. —No estaba segura. Quizá por eso mismo debería perdonar a Randall por haber dudado de ella—. Sabes, Ginger tenía razón. Me uní a la policía para sentirme segura. Cuando has comprobado en carne y hueso que los monstruos existen, quieres hacer lo que sea por ayudar a encerrarlos. Y quieres tener de tu parte a todos los que hagan falta para luchar contra esos monstruos.

Rule estaba tan cerca de ella que Lily pudo oírle tragar.

—Elegiste trabajar en Homicidios.

—El asesinato no solo destruye a una persona. Provoca consecuencias que hieren a mucha gente Algo se rompió dentro de Ginger. Era insoportable cuando tenía once años, pero muchas chicas son así a esa edad. Sobre todo para sus hermanas pequeñas, y las amigas de sus hermanas pequeñas. Pero no era tan retorcida como es ahora.

—La has avisado. Le has ofrecido toda la ayuda que has podido.

Lily no contestó. Un hombre haciendo footing pasó entre ellos y el mar. Su perro, un labrador grande y negro trotaba a su lado a pesar del cartel de «prohibido animales». El perro, feliz, llevaba la lengua fuera.

—¿Cómo es? —preguntó en un murmullo mientras observaba al perro—. Me refiero a ser un lobo. ¿Piensas y sientes como un lobo? —¿Te sientes seguro? ¿Sabiendo que eres más fuerte, más rápido y capaz de recuperarte de cualquier cosa que te hagan?

—El lobo está siempre con el humano, y el humano está siempre con el lobo. Soy yo mismo en cualquiera de las dos formas, aunque no exactamente el mismo. ¿Eres tú misma cuando duermes? ¿Cuándo sueñas?

—Creo que ya sé lo que quieres decir. —Lily giró la cabeza ligeramente para sentir el aliento de Rule. Su olor la tranquilizaba.

El no había contestado a la pregunta que Lily no había pronunciado en voz alta, pero era una pregunta estúpida. Nadie estaba a salvo. Y sin embargo, la mayor parte de los que habían hecho daño a la gente de Rule habían llevado placas.

—¿Es un problema para ti que yo sea policía?

—Una complicación. —Su tono era irónico—. ¿Lily?

—¿Sí?

—¿Qué pasó con él?

Era la única pregunta que había hecho Rule. Lily tomó aire lentamente. La opresión sobre su pecho había desaparecido.

—Estuvo treinta años en el corredor de la muerte. Un montón de apelaciones. Pero al final, le ejecutaron.

—En los clanes manejamos esos asuntos de otra manera, pero supongo que tu sistema funciona. Seguramente.

—Hay razones para que existan las apelaciones. Le ley no siempre tiene razón. Pero él estuvo encerrado todo el tiempo. No hizo daño a más niñas.

Rule permaneció en silencio. Lily se quedó apoyada en él un poco más. No había sido tan malo contárselo. Él había hecho que todo fuera más fácil de lo que ella hubiera pensado O quizá tuviera algo que ver con el vínculo, que la había convencido de que confiara en él.

En ese momento, nada de eso importaba. Lily se sentía limpia. Como si contar su historia la hubiera ayudado a dejar el pasado en el pasado. Lily giró la cabeza para mirar a Rule a los ojos.

—¿Listo para perseguir a los monstruos?

—¿En quién piensas?

—En su ilustrísima el arzobispo Patrick Harlowe.

El Mundo de los Lupi 01 - Peligro tentador
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