Las cataratas
Oscura y repelente para mí es esta tragedia que se cierne y estoy hastiado hasta la náusea de haber vivido para verla. A ti y a mí, ornamentos de nuestra generación, se nos debió ahorrar que naufragara nuestra convicción según la cual lo peor era imposible en el desarrollo de la civilización durante el dilatado transcurrir de los años. La corriente que nos arrastraba estuvo siempre dirigida hacia esto como una inmensa Niágara y, sin embargo, qué bendición que no lo advirtiéramos.
Henry James,
carta a Rhoda Broughton,
agosto de 1914
1
En el segundo milenio antes de la era cristiana, la costa de Palestina recibe el nombre de Kinahna, pues la gente del lugar elabora con las conchas de la playa un tinte púrpura llamado kinahhu. En el siglo XII a. J.C., los filisteos procedentes del este y del otro lado del mar, y los hebreos («la gente del otro lado») procedentes del oeste, del desierto, conquistan esas tierras. A la gente de Kinahna y a todos los demás grupos subyugados de la región ―los amoritas, los hivitas, los perizitas, los guirgasitas y los jebusitas entre otros― se denominan indistintamente kinahneos, los cananeos.
Hacia el año 1000 a. J.C., en la época de David y Salomón, los hebreos comienzan a registrar la historia de sus orígenes en lo que habría de llamarse a la postre el Génesis. A la bella historia de la alianza del arco iris sigue una anécdota extraña: Noé reposa en su tienda, ebrio y desnudo; su hijo Cam entra y lo mira por descuido; se lo dice a sus hermanos, Sem y Jafet, que esperan fuera; cogen una manta y aproximándose de espaldas, sin mirar, cubren a Noé. Cuando éste despierta, lanza una maldición, mas no a Cam, sino a uno de sus hijos, Canaán. Éste será esclavo de los esclavos de sus hermanos. Sem es bendito y Canaán será su esclavo. Jafet residirá en las tiendas de Sem y Canaán será su esclavo.
Los hebreos creen que son semitas, los descendientes de Sem. Los cananeos ―todos los pueblos nativos conquistados― descienden de Canaán. Puesto que resulta patente que los hebreos no serán capaces de vencer a los filisteos y han de compartir el territorio, éstos serán los herederos de Jafet, que vivirá, no obstante, en las tiendas de Sem.
Los cananeos son esclavos, pero a lo largo de los siglos, a medida que adoptan al dios hebreo, engendran hijos de patriarcas hebreos o son puestos en libertad por sus amos y adquieren bienes, ya no es posible distinguirlos de los propios hebreos. Los esclavos son entonces importados del exterior dependiendo de las guerras y las fortunas políticas: sirios, egipcios, etíopes, cusitas o, mucho después, en el medievo, las víctimas de las guerras tribales y desplazadas del Cáucaso o los Balcanes. Durante dos mil años en el Levante judío, en una u otra época, son todos llamados cananeos, los descendientes de Cam.
Ha habido esclavos en todas las épocas pero, salvo los criminales y los indigentes a causa de las catástrofes, son étnicos otros, pueblos conquistados o arrasados. (Sólo en Moscovia los esclavos rusos eran rusos.) Porque son otros y son esclavos, se les califica a la postre de serviles (slavish): estúpidos, perezosos, promiscuos, infantiles, ebrios, falsos. Son tratados como animales y por lo tanto son animales; se les viste de harapos y se les impide lavarse, por lo tanto son gente harapienta, sucia y maloliente. La esclavitud, destino de extranjeros vulnerables, casi siempre se convierte en condición hereditaria hasta que la historia esclaviza a otro colectivo.
Los romanos tienen esclavos pelirrojos de Tracia, y entonces el cabello rojizo se vuelve símbolo de servilismo y Rufo (Pelirrojo) el nombre común del esclavo; los actores de la escena romana que interpretan a esclavos usan pelucas rojizas. En el periodo clásico los galos y los bretones, entre otros, son esclavos y serviles. A medida que los galos y los bretones se transforman en ingleses y franceses, los esclavos y serviles provienen del Cáucaso y el caucásico es el pueblo inferior. A fines de la Alta Edad Media los Balcanes suministran esclavos; en casi todas las lenguas de Occidente, la palabra «esclavo» procede de eslavo, como el término en árabe para designar al eunuco y en castellano, «eslabón».
La Biblia predica que una sola familia de la humanidad desciende de Adán y Eva y castiga a los que discriminan por motivos raciales. Cuando Miriam, la hermana de Moisés, se opone al matrimonio de éste con Zipora, una cusita negra, Yavéh la convierte en «leprosa, blanca como la nieve»; el blanco puro es señal de debilidad. La reina de Saba es elogiada por su negrura y belleza; la universalidad de Cristo queda demostrada cuando el Rey Mago negro ofrece un regalo al nacimiento.
Los primeros cristianos fueron reclutados sobre todo entre los libertos, y el cristianismo, en sus primeros mil años, tuvo una relación ambigua con la esclavitud. Todos los cristianos son «esclavos de Cristo». Es mejor ser esclavo, afirma San Pablo, que ser libre, pues el sufrimiento del esclavo será recompensado en la otra vida. Todos los hombres, afirma San Agustín, son pecadores miserables y por ello merecen la esclavitud. Isidoro de Sevilla afirma que es la justa penitencia por el pecado. Durante el medievo los esclavos en Europa son blancos. A los cristianos se les permite tener esclavos cristianos.
En el Medio Oriente, si bien hubo esclavos procedentes del sur del Sahara desde el mismo Reino Medio egipcio, aún son una exigua minoría. Sin embargo, como los únicos negros manifiestos son esclavos, una tradición comienza a desarrollarse lentamente en los siglos III y IV de la era cristiana: los negros son perezosos y por ello descendientes de Cam. Los mitos judíos se reconstruyen de tal suerte que Cam deviene negro. En uno, Cam, al igual que el perro y el cuervo, copula en el arca, lo cual está prohibido y se vuelve negro. En otro, la maldición de Noé reza «Tu simiente será hórrida y de piel oscura». [En 1696 Hermann von der Hardt conjeturó que «ver la desnudez» del propio padre implicaba relaciones incestuosas con la madre, Canaán es maldecido porque es hijo de Cam y la mujer de Noé.]
El Corán predica la hermandad universal de los fieles y no discrimina a nadie en razón de su raza. Los árabes creen que son semitas porque remontan su ascendencia a Ismael, el hijo de Abraham y hermano de Isaac. (Por lo cual los judíos y los árabes son primos.) En los primeros siglos del islam, el término árabe Banu Ham, «hijos de Cam», designa a los egipcios, persas y berberes hasta su conversión. Según la ley islámica ningún musulmán, judío o cristiano puede ser esclavo. La apertura de las rutas comerciales árabes hasta el África negra, la cual está dividida en pequeños grupos a menudo hostiles entre sí y dispuestos a despoblar a sus enemigos, transforman la región subsahariana en principal abastecedora de esclavos en el Mediterráneo durante la hegemonía musulmana.
Hacia el año 1000, Banu Ham es ya sinónimo de africanos negros. El historiador persa Tabari escribe que «Cam engendró a todos los negros y a la gente de cabello rizado; Jafet a todos los de cara ancha y ojos pequeños [los pueblos turcos]; y Sem a todos los de rostro y cabello hermosos». Los persas, otrora camitas, se han transformado ya en semitas. Los judíos de igual modo identifican a Cam con los negros. Pero en la Europa cristiana, donde casi no hay esclavos negros, los hijos de Cam aún son blancos: de un país a otro, no son más que los otros subyugados de la actualidad.
Hacia el año 1100, con la consolidación del orden feudal y la aparición de los siervos, la esclavitud habitual en las localidades de Europa occidental y septentrional comienza a desaparecer paulatinamente, si bien los cristianos continúan vendiendo esclavos cristianos a comerciantes musulmanes y judíos para los mercados islámicos. Los esclavos castrados son muy codiciados, pero los judíos y los musulmanes no efectúan la castración, sino que la realizan los propios cristianos.
Con la primera cruzada crece el furor por el azúcar en Europa; extensas plantaciones se sembraron al oriente del Mediterráneo. Con la expulsión, de los cruzados la industria azucarera se traslada al oeste: Chipre, Creta, Sicilia, el sur de España, Madeira y las Canarias, y de allí al Nuevo Mundo. Las plantaciones precisan de mano de obra barata y masiva, la cual, al principio, está compuesta de esclavos eslavos y refugiados de las guerras religiosas. Pero la caída de Constantinopla en manos de los turcos y el creciente poderío estatal ruso de Iván el Terrible suspende eficazmente el suministro de esclavos procedentes del mar Negro. Los esclavos han de ser importados del sur. En el siglo XV, los pueblos desposeídos y agrícolas del África subsahariana son asediados en dos frentes. Desde el este los jefes islámicos sudaneses declaran una guerra santa contra los kaffir, los no creyentes, los cuales son capturados y vendidos. Del oeste, los traficantes de esclavos portugueses asolan la costa.
América: los pueblos indígenas, diezmados por las nuevas enfermedades europeas, son esclavos ineficaces. Los esclavos blancos lo pasan mal en los trópicos. Los negros son algo más longevos y resultan mejor inversión. Las lenguas africanas son tan diversas que pocos pueden comunicarse entre sí a bordo de los barcos, lo cual impide la conspiración y la rebelión. Vientos favorables al comercio soplan de Guinea al Nuevo Mundo: el Paso del Medio.
Se captura a doce millones en África entre 1500 y 1870; un millón y medio muere en el traslado, otros dos millones antes de un año de arribo. Ya en el siglo XVIII los negros, en casi en todo el orbe, devienen cananeos, los hijos de Cam, los nuevos eslavos, los serviles, en virtud de lo cual la maldición de Noé se transforma en el argumento fundamental de su sometimiento durante los siglos de debate sobre la esclavitud en Europa y el Nuevo Mundo. Aunque en Estambul y en otros lugares del Mediterráneo oriental aún se venden en los zocos esclavos blancos y negros en los albores de la primera guerra mundial.
2
El problema consiste en conciliar los pueblos americanos de reciente descubrimiento con la genealogía bíblica. La Iglesia, persuadida por Bartolomé de las Casas en 1537, reconoce en los indios americanos a veri homines, a hombres verdaderos, aptos para recibir la Fe Verdadera. Sin embargo, ¿de dónde provenían? Giordano Bruno sostiene que hay tres antepasados de la humanidad ―Enoc, Leviatán y Adán― y que Adán era sólo el patriarca de los judíos. (Christopher Marlowe y Thomas Hariot, entre otros, coinciden con él.) Marc Lescarbot afirma que el propio Noé había zarpado a Brasil y lo había poblado. Se arguye en favor de romanos, griegos, fenicios, chinos, egipcios, africanos, etíopes, franceses, tártaros, cambrianos, curlandeses, frisones, escitas, y los atlantes del continente perdido. Hugo Grocio, en su exilio en Suecia, asevera que son suecos.
En Perú en 1590, José de Acosta propone que los indios americanos pertenecen a las diez tribus perdidas de Israel y que por ello son los vástagos de Sem, el cual cruzó al Nuevo Mundo por un paso de tierra aún no descubierto. Los judíos dispersos o convertidos a la fuerza por la Inquisición lo respaldan con entusiasmo, y el rabino Manasseh ben Israel lo propaga en Holanda e Inglaterra. En La esperanza de Israel de 1650, Manasseh recuerda haber conocido en Amsterdam a un judío llamado Montezinus que le relató esta historia: En América había encontrado a unos indios que al saber que era judío, lo condujeron hasta una tribu judía. Viajaron por la selva varios días hasta que llegaron a un río. En el lugar, tres hombres y una mujer en una barca lo saludaron: «Sema, yisrael, adonai elohenu, adonai ehad.» Citaron los Diez Mandamientos pero se negaron a que Montezinus cruzara hasta su aldea.
Manasseh observa las muchas costumbres que comparten judíos e indios: desgarran sus vestidos en señal de duelo, celebran jubileos, se divorcian de las esposas infieles, castigan a los sodomitas, se casan con la viuda de su hermano, recuerdan el Diluvio. Roger Williams en Rhode Island añade otra a la lista: «Separan y aíslan constante y estrictamente a sus mujeres en una pequeña tienda durante la sazón femenina».
Sir Hamon L’Estrange asegura en 1652 que en efecto los indios descienden de Sem, pero no son judíos. Ningún judío puede desposar a una puta, y todas las indias lo son. Ningún judío puede comer carne impura, y los indios comen todo.
Tres años después, en uno de los libros más controvertidos del siglo, Isaac de la Peyrere somete el Génesis al sentido común a fin de refutar el origen semita de los indios: Adán era sólo el padre de los judíos, había muchas otras personas ya creadas y que vivían en ciudades, pues si no, ¿dónde encontró Caín el cuchillo que mató a Abel y dónde a su esposa? El Diluvio sólo inundó Palestina, pues ¿cómo pudo la paloma volver con una rama de olivo si todos los árboles estaban podridos o arrasados? Si han transcurrido tres mil años desde el Diluvio, ¿de qué modo la tierra se había poblado tan rápidamente? Y así sucesivamente.
[Calculada por primera vez por Teófilo de Antioquía en el siglo II, se sabe que la antigüedad de la tierra es de unos seis mil años. Precisada por José Justo Escalígero en 1583 y Dioniso Patavio en 1627, la cronología quedó definitivamente fijada gracias a James Ussher, arzobispo de Armagh y primado de toda Irlanda, en el decenio de 1650. El paraíso y la tierra fueron creados la noche del sábado 23 de octubre del año 4004 a. J.C.; los ángeles fueron creados la mañana del domingo siguiente para entonar las alabanzas al Señor. El Diluvio acaeció mil seiscientos cincuenta y seis años después de la Creación; Noé y los animales entraron al Arca el 7 de diciembre de 2349 a. J.C. El 6 de mayo el Arca reposó en el monte Ararat y el 18 de diciembre, un jueves, ya fue posible salir. Los franceses comienzan a proponer, en el decenio de 1770, que los seis días de la Creación eran una alegoría y que la tierra era mucho más antigua. Sin embargo, los ingleses lo rechazan al considerar que se trata de otra idea revolucionaria y desestabilizadora procedente de Francia, y durante todo un siglo defienden la cronología de Ussher atribuyendo todos los fenómenos geológicos a los efectos del Diluvio.]
Los indios americanos en cuanto tribu perdida de Israel aún nutre la imaginación del siglo XIX en algunos reductos: esta historia es el tema central de las tablas áureas de escritura angélica que fueron a la postre El Libro de Mormon. Sin embargo, resultaba patente que semejante creencia no era útil a las políticas de desplazamiento y exterminio a consecuencia de la expansión hacia Occidente. Además, una tradición de los ingleses sostiene que son éstos los herederos de Sem (a diferencia de la mayoría de los europeos que atribuyen su linaje a Jafet). Fue una propuesta de Beda el Venerable, continuada por Geoffrey de Monmouth y los copistas medievales y que luego suscribieron Milton, Cromwell, Blake y la reina Victoria, entre otros muchos, y según la cual los ingleses se tenían por descendientes de los israelitas ―al encontrar refugio en la isla en tiempos antiguos y por eso de sangre más pura que los judíos de la actualidad― o, gracias a la renovada interpretación de determinados pasajes de la Escritura, por reemplazo del pueblo elegido de Dios. Inglaterra, como en el poema de Blake y el himno ulterior, era la nueva Jerusalén. Por eso la continuada insistencia de que Inglaterra es diferente del resto Europa y no parte de ella, de una mayor tolerancia relativa, e histórica, a los judíos, y del rumor de que los varones de la realeza siempre han sido circuncidados.
3
Razas: en 1666, Georgio Homio afirma que hay tres: jafetitas (blancos), semitas (amarillos) y camitas (negros).
En 1684, François Bernier sostiene que hay cuatro: europeos, entre los cuales están los egipcios, los indios, y los indios americanos («su color es sólo un accidente y mero producto del hecho de que están expuestos al sol»); africanos («su negritud es esencial»); chinos y japoneses («caras planas, narices escondidas y pequeños ojos de cerdo») y lapones («éstos son viles animales»).
El conde de Buffon, en su Historia natural de 1749, sostiene que los pueblos no blancos son mera degeneración de los pueblos blancos causada por el clima. Sugiere el experimento de transplantar a un conjunto de daneses a Senegal y a un conjunto de senegaleses a Dinamarca, aislarlos durante varias generaciones y observar si sus características físicas cambian.
En 1774, la Long’s History of Jamaica de Edward Long, clasifica tres razas: europeos y los grupos relacionados, negros y orangutanes. La popularidad del libro ―se citará durante decenios― fue fruto de las especulaciones sobre los apareamientos de las dos últimas: «No me parece que un orangután sea deshonra alguna para una mujer hotentote».
En el siglo XVIII los indios americanos, al igual que los tahitianos, son nobles salvajes; los africanos meros salvajes. La unión de blanco y roja produce un mestizo, una persona mezclada; la unión de blanco y negra produce un mulato, una persona parecida a las mulas por la creencia extendida de que son, como éstas, estériles.
En 1776 el origen de Estados Unidos coincide con el de la raza caucásica. Un profesor de Gotinga, Johann Friedrich Blumenbach, inventa la ciencia de la fisiología, que a la postre será la antropología física. Blumenbach divide el mundo en cinco razas, sin juzgarlas salvo en el orden estético. Los pueblos blancos tienen un «rostro que en general es tenido por el más bello y agradable» y opta por denominarlos caucásicos, «porque en esa región se encuentra la raza humana más hermosa, la georgiana». La teoría de Blumenbach postula que Georgia es la cuna de la humanidad y que todas las demás razas se derivan de los georgianos y la «hermosa forma de sus cráneos».
[Johann Gottfried von Herder en 1784: «El negro está tan justificado de llamar albinos y demonios blancos a sus violentos ladrones como nosotros lo estamos de considerarlo emblema del mal y descendiente de Cam, estigmatizado por la maldición de su padre».]
Razas: Para el taxónomo Cario Lineo en 1793, el orden Anthropomorpha está dividido en cuatro variedades: Eurapaeus albus («ingenioso, inventivo, sanguíneo... gobernado por la ley»), Americanus rubesceus («contento con su destino, amante de la libertad, irascible... gobernado por la costumbre»), Asiaticus luridus («orgulloso, avaricioso, melancólico... gobernado por la opinión») y Afer niger («astuto, perezoso, descuidado, apático... gobernado por la arbitraria voluntad de sus amos»).
En 1805 Johann Christian Fabricius cree que los negros son el producto del apareamiento de blancos y simios y descubre que hay dos especies de piojos, muy distintas en color y forma: piojos humanos (pediculus humanus) y piojos de negro (pediculus nigritarum).
F. W. Schelling en 1806 divide a la humanidad en «dos grandes masas», en las cuales «el elemento humano parece existir sólo en una mitad». «Sólo el antepasado de esa raza preparada para enfrentarlo todo, la raza jafética, prometeica, caucásica, podía ser el Hombre Único capaz de irrumpir en el mundo de las Ideas por voluntad propia».
Para el filósofo Christoph Meiners (admirado por los nazis) en 1811, sólo hay, de nuevo, dos razas: una rubia y hermosa y la otra oscura y fea. Con todo, al interior de estas divisiones hay incontables gradaciones que van de la bestialidad a la civilización heroica.
Si bien los pueblos, e incluso las razas, habían sido clasificados y estereotipados según sus logros lingüísticos, geográficos, religiosos y tecnológicos, la fisiología de ese entonces propone un método científico que permite medir, describir y comparar, pero que también refuerza creencias existentes, antaño no científicas, sobre las diferencias étnicas. La fisiología encuentra el respaldo más amplio y entusiasta en Alemania, su cuna, en Estados Unidos por su numerosa población negra y en Francia, sacudida por la revuelta de los esclavos haitianos en la década de 1790 y el ascenso de Toussaint L’Overture. Saint-Simon en 1803: «Los revolucionarios aplicaron el principio de igualdad a los negros. De haber consultado a los fisiólogos habrían sabido que el negro está incapacitado orgánicamente, si está en situación de obtener la misma instrucción, de alcanzar una educación del mismo grado de inteligencia que la europea».
Origen es destino: una idea que nunca desaparece. En 1824 el historiador romántico francés Augustin Thierry escribe: «Estudios fisiológicos recientes... demuestran que la constitución física y moral de las naciones depende de la descendencia de determinados antepasados primitivos».
En Inglaterra, no obstante, la Razón y la Ciencia no han reemplazado todavía la Palabra de Dios en la primera mitad del siglo XIX y en sus colonias, además, todavía perdura una paz relativa. James Cowles Pritchard es el principal etnólogo británico, funda la Sociedad Etnológica de Londres y se dedica a relacionar «a todos los hombres en un único árbol etnológico» mediante «la comparación de las lenguas para establecer afinidades entre grupos físicamente diversos». Siguiendo el sistema que propone Jacob Bryant en 1774 en su Analysis of Ancient Mithology, suscribe la clasificación de los pueblos según los hijos de Noé, pero si bien Bryant sostenía que el clima causaba que los camitas fueran de piel oscura, Pritchard sostiene lo opuesto. Adán y Eva eran negros y los efectos de la civilización causan que la piel sea más clara. En Francia, Estados Unidos y Alemania, la raza determina la civilización, en Inglaterra la civilización determina la raza.
4
En 1773, la Honorable Compañía de las Indias Orientales encomienda a once sabios en la ciudad de Calcuta que integren un compendio de la ley hindú. Su libro, The Bridge Across the Ocean of Litigation, lo traduce del sánscrito al persa Zayn al-Din Ali Rasa’i y de éste al inglés Nathaniel Brassey Halhed. Publicado en 1776 con el título The Code of Gentoo Laws, la introducción de Halhed sorprende con información según la cual el «shánscrito» es «el padre de casi todos los dialectos desde el golfo Pérsico hasta los mares de la China» y que el maharajá de Krishnagar posee libros antiguos que no sólo dan cuenta de la comunicación entre la India y Egipto ―en aquel entonces considerada la más antigua de las civilizaciones avanzadas― sino que también califican a los egipcios de discípulos de los indios.
En 1783 William Jones arriba a Calcuta. Gozaba de amplio reconocimiento por su talento y traducciones del persa, el árabe y el turco, pero sus circunstancias eran precarias como tutor de una familia aristocrática, por lo que había pretendido con éxito un puesto de juez con la esperanza de tener ingresos suficientes para retirarse a una propiedad campestre y dedicar su vida al estudio independiente. En la India funda la Sociedad Asiátika, cuyo Journal, gracias a la celebridad de Jones y a una creciente indofilia, es inmensamente popular y se difunde en innumerables ediciones autorizadas y clandestinas en traducción inglesa, francesa y alemana.
En 1786, en el discurso con motivo del tercer aniversario de la Sociedad, en un pasaje que causó sensación, Jones amplía las pretensiones de Halhed sobre el sánscrito y anuncia el descubrimiento de una ur-lengua indoeuropea:
La lengua sánscrita, sea cual fuere su antigüedad, posee una estructura incomparable; más perfecta que la griega, más copiosa que la latina y de un superior refinamiento que cada cual, tiene con ambas, sin embargo, una afinidad más estrecha, en las raíces de sus verbos y en sus formas gramaticales, que la producida por una mera casualidad; muy estrecha en verdad, pues no hay filólogo que al examinar las tres no concluya que han surgido de idéntica fuente, la cual, acaso, ya no exista; hay una razón semejante, si bien no tan convincente, para sostener que el gótiko y el celta, poseedoras no obstante de peculiaridades muy distintas, tuvieron el mismo origen que el sánscrito, y el antiguo persa puede añadirse a la misma familia, si ésta fuese ocasión de discutir algún asunto relacionado con las antigüedades de Persia.
[El célebre descubrimiento de Jones ya había sido realizado casi en el anonimato por un erudito irlandés, James Parsons en 1767, en un libro justamente titulado The Remains of Japheth, being historical inquines into the affinity and origins of the European languages.]
En sus nueve discursos, Jones pretende conciliar sus descubrimientos lingüísticos con el Génesis. Los descendientes de los tres hijos de Noé son, de Cam, los indios, egipcios, griegos, romanos, godos, chinos, japoneses, tibetanos, asiáticos del sureste, incas y aztecas; de Sem los árabes, judíos, asirios y abisinios; y de Jafet casi todos los grupos nómadas de Asia y América. Afirma que no sólo hay semejanzas lingüísticas en cada estirpe, sino similares religiones y grados de desarrollo en las artes y la tecnología. (Sin embargo, concede que la comparación de las lenguas en los tres grupos no devela palabras comunes entre ellas; y por ende es imposible recuperar el Idioma Original, el que hablaba Adán antes de Babel.) Al menos un comentarista cuestiona la inexplicable ausencia de negros africanos en ese esquema y se pregunta por qué la progenie maldita de Cam se ha convertido en la regente del mundo: «La maldición del Patriarca parece haber influido de un modo diametralmente opuesto a sus deseos». Semejante inversión bien puede haber sido producto del igualitarismo de Jones: había escrito un controvertido folleto en Inglaterra que hacía un llamamiento a la educación universal; en su primera conferencia en la Sociedad Asiátika había exigido que se admitieran eruditos de la India.
La India es ya con Egipto, Grecia y Tierra Santa ―depende de la autoridad citada― principal depositario del conocimiento antiguo, sea como fundamento mismo de la civilización occidental o como parte de una olvidada red de influencias.
John Zephaniah Holwell sostuvo que la India había instruido a egipcios, hebreos y griegos, y presentó su traducción de escrituras hindúes (cuyos originales nunca han sido encontrados), las cuales revisan y explican todas las «dificultades incomprensibles» de la Biblia.
Diversos autores promueven el hinduismo como religión monoteísta, cuya revelación fue anterior a la versión judía y había degenerado en idolatría supersticiosa en siglos recientes.
Lord Monboddo sostiene, refutando a Howell, que la primera civilización, difundida por el propio Osiris en Grecia y la India, fue la egipcia. La lengua de Grecia fue en su origen el egipcio, pero había cambiado a lo largo de los siglos. Sin embargo, los brahmanes conservadores la habían preservado en la India, por lo que el sánscrito era egipcio antiguo sin adulterar.
El capitán Francis Wilford demuestra en su traducción de los Puranas que éstos incluyen idénticas historias que la Biblia, mitologías griega y egipcia y nombres de lugares tan lejanos como Gran Bretaña. (Años después se descubre que los textos originales, que un erudito había copiado para él, han aumentado en unos doce mil versos inventados por el erudito para complacer a su empleador y propiciar así nuevos encargos.)
El patriota irlandés Charles Vallancey, quien sostiene que el irlandés es la lengua más antigua del mundo y cuyos rastros pueden hallarse en el algonquino y el japonés, ve confirmadas sus teorías en la India. En 1786 publica A Vindication of the Ancient History of Ireland. (William Jones comenta: «¿Queréis reír? Ojead el libro. ¿Queréis dormir? Leedlo con regularidad».) En 1797 amplía su tesis en The Ancient History of Ireland, Proved from the Sanscrit Books of the Bramins of India.
5
En 1802 Alexander Hamilton ―una de las dos personas en Inglaterra con acreditados conocimientos del sánscrito― viaja a París durante un breve periodo de paz y es hecho prisionero de guerra cuando las hostilidades se reanudan. Resulta, con todo, un extraño cautiverio, pues se le permite vivir donde le place, auxiliar en la catalogación de los manuscritos indios de la Biblioteca Nacional e impartir clases de sánscrito a unos pocos estudiantes. Entre ellos figuran Friedrich von Schlegel, el primer traductor directo del sánscrito al alemán, y su hermano August Wilhelm, que se convierte en el primer profesor alemán de sánscrito. (Un tercer hermano, Carl August ―el único entre ellos en viajar a la India― había muerto en Madrás como oficial de la Compañía de las Indias Orientales en 1789.)
F. von Schlegel cree que la poesía y mitología indias serán fuente de inspiración para la cultura «brutal y gris» de Alemania ―un parecer más o menos compartido por todas las luminarias del romanticismo alemán― y que además «todo, absolutamente todo, tiene su origen en la India». La civilización nació al pie de los Himalayas, pero algún crimen antiguo convirtió a los amables vegetarianos en carnívoros y los expuso al mundo. Los indios instruyeron a los egipcios, los cuales a su vez fundaron una colonia en Judea, donde la sabiduría india sólo fue en parte transmitida a los judíos. (Moisés se negó a explicarles la metempsicosis o la inmortalidad del alma, pues ya eran víctimas de burdas supersticiones.) Y habían viajado hasta el norte de Europa en busca de una montaña mágica que, en su mitología, debía de ubicarse en algún lugar boreal; pues la India, por supuesto, daba cabida a una «idea sobrenatural de la elevada dignidad y esplendor del Norte».
En su Sobre la lengua y sabiduría,de los indios (1808), F. von Schlegel escribe que el sánscrito, la «lengua antediluviana», es perfecta. Todas las lenguas pueden dividirse en dos grupos: declinadas (en las cuales la raíz de la palabra se modifica internamente) y las aglutinadas (en las que las partículas se fijan a la palabra). Las lenguas declinadas ―como el sánscrito y el alemán― son naturales como las plantas, de origen divino, organismos vivos que estimulan la inteligencia. Las lenguas aglutinadas ―como el hebreo y el chino― son «meros conglomerados de átomos». [Semejantes estereotipos lingüísticos no tienen, sin embargo, un propósito político manifiesto. Aunque se le considera a menudo fundador del antisemitismo moderno, Schlegel estaba casado con la hija del filósofo Moisés Mendelssohn y propugnó los derechos de los judíos.]
Entre los estudiantes de A. W. von Schlegel figura Franz Bopp que, con la publicación de Conjugationssystem der Sanskrit de 1816, transforma el descubrimiento de la relación entre el sánscrito, el griego y el latín en una nueva ciencia, la filología comparativa. Ésta a su vez se une a la fisiología para constituir una nueva disciplina llamada «filología y etnología comparativas», un sistema para clasificar las culturas primero por su idioma, segundo por los tipos físicos y después por las características sociales. Transcurreii decenios antes de que las dos se escindan.
¿Cómo denominar a la nueva ur-lengua? Thomas Young, un inglés, acuña en 1816 la palabra «indoeuropeo». F. von Schlegel la llama en 1819 Aryan, a partir de un término de Heródoto, Arioi, el cual Anquetil du Peyron había adoptado para designar a persas y medos, pues le parecen semejantes la raíz ari y la alemana Ehre, «honor». En 1823 Julius von Klaproth propone a Young «indogermánico», que adoptan la mayoría de los eruditos alemanes (salvo Bopp, que prefiere «indoclásico»). En 1851 Boetticher-Lagarde la llama lengua «jafética».
La traducción de la palabra «yoga» en la versión latina de la Bhagavad-Gita de A. W. von Schlegel en 1823 provoca una polémica internacional sobre la posibilidad de traducir culturas y una meditación general sobre la relación entre el lenguaje y la cultura. Schlegel había optado, según el contexto, por diversas palabras para verter «yoga»: destinatio, exercitatio, applicatio, devotio, disciplina activa, facultas mystica, maiestas, mysterium, contemplatio. En Francia A. S. Langlois, su crítico más feroz, reitera que ha de ser traducida por una sola palabra: la francesa devotion. Schlegel responde que no se puede tratar la «representación poética de las más íntimas concepciones mentales y eternas» como si fueran signos algebraicos. (En otras palabras: la traducción no tiene =.) Wilhelm von Humboldt, ministro de estado en Prusia e importante sanscritista, declara que ambos enfoques son posibles, pero que en suma la palabra no podía ser traducida porque «el habla de un pueblo es su espíritu y el espíritu su habla». Cada lengua representa, además de sonidos y signos, una imagen del mundo. Aunque no era la intención de Humboldt, esta teoría se aviene a la perfección con los sistemas de clasificación comparativa filológica y etnológica y sus resultantes descripciones raciales.
A. W. von Schlegel en 1804: «Si la regeneración de la especie humana comenzó en Oriente, entonces Alemania debe ser considerada el Oriente de Europa».
F. Schelling en 1805: «¿Qué cosa es Europa sino un tronco estéril que todo le debe a los injertos orientales?».
En 1812 Othmar Frank propone una «Sociedad para la Sabiduría Antigua de Oriente y la Nación Alemana».
En 1820 el geógrafo Karl Ritter describe ejércitos budistas que cruzan el Cáucaso rumbo al oeste.
Michelet en 1827: «La India es el vientre del mundo... De la India desciende un torrente de luz, un río de Ley y Razón».
En 1828 Wilhelm von Humboldt agradece a Dios que le haya dado larga vida para leer el Bhagavad-Gita.
En el decenio de 1830 los colegiales alemanes están estudiando sánscrito.
Pierre Leroux en 1832c «¿Por qué hemos de restringirnos al panteón judío si hemos sido iluminados por una luz que ha comenzado a diseminarse justo por el horizonte?».
Balzac en 1833: «La historia del origen del hombre en la Biblia es sólo la genealogía de un enjambre que ha salido de la colmena humana aferrada a las laderas del Tibet entre las cumbres de los Himalayas y del Cáucaso... Una magnífica historia yace bajo estos nombres y lugares, tras estas ficciones que nos atraen irresistiblemente sin que conozcamos la causa. Acaso nos insuflan los aires de nuestra nueva humanidad».
En 1845 Christian Lassen sostiene que los indoalemanes ocupan el rango superior de los caucásicos (entre los cuales figuran los semitas): «el más organizado, más emprendedor y más creativo de los pueblos».
En 1848 Jacob Grimm escribe en un libro muy popular la historia de un pueblo «empujado del Este al Oeste por un instinto irresistible»: «La vocación y coraje de ese pueblo... es patente en el hecho de que casi toda la historia de Europa ha sido su obra.» No los llama arios o indogermanos, sino sólo los Deutschen y los incluye entre francos, borgoñones y lombardos.
Lamartine en 1853: «La India es la clave de todo.»
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Hamilton enseñó a Schlegel; Schlegel a Bopp; Bopp a Friedrich Max Müller, el más célebre sanscritista del siglo xix e incansable propagandista de la raza aria. Max Müller arriba a Oxford en 1846 con el fin de traducir el Rig Veda («el primer libro de la nación aria») y allí permanece hasta su muerte en 1900, sin haber visitado la India jamás. Su traducción ha sido encomendada por la Compañía de las Indias Orientales a cambio del increíble monto de diez mil libras ―cantidad que no se pagó nunca― gracias a los oficios de Thomas Babbington Macauley, el cual, mientras prestaba sus servicios en el Supremo Consejo de la Compañía, había hecho un llamado en favor de la educación universal en la India con objeto de erradicar la idolatría. En opinión de Macauley, el estudio riguroso de sus propios textos védicos revelará los errores de sus costumbres y precipitará su conversión al cristianismo. El propio Max Müller escribe que los Vedas son «la raíz de su religión, y mostrarla es el único modo convincente de desarraigar todo lo que ha brotado de ella en los últimos tres mil años».
En esa época ya se ha descubierto que hay tres familias lingüísticas en el subcontinente: la denominada indoaria (a la cual pertenece el sánscrito) en el norte, la dravídica del sur y la munda o austroasiática, habla de diversos pueblos tribales, sobre todo del este. Algunos creen que la dravídica es una lengua semítica, y por ello sus hablantes son hijos de Sem. El sánscrito no es, como se creía antaño, la lengua original de toda la India.
En el Rig Veda, los dioses, los Hijos de Arya que «buscan y son guiados por la luz», luchan y conquistan a los demonios de piel oscura, los dasyus o dasas, las fuerzas de la oscuridad, y con ello obtienen el fuego, el amanecer, el sol y el día. Max Müller interpreta la batalla cósmica ―común en casi toda la mitología universal― como la historia literal de la invasión de la India.
Los manuscritos del Rig Veda más antiguos que existen son del año 300 a.C aproximadamente. Max Müller, al conciliar su historia con la cronología bíblica del obispo Ussher, asegura que la invasión aria se efectuó hacia el año 1500 a. J.C. (ochocientos años después del Diluvio) y que el Rig Veda fue compuesto hacia el 1200 a. J.C. y conservado mil años intacto por los brahmanes. Porque en el norte se hablan las lenguas indoarias, porque los Vedas fueron escritos en sánscrito y porque se conocen las conquistas históricas del norte de la India, Max Müller conjetura que el sánscrito era la lengua de aquellos invasores.
En 1847 expone su teoría: Hay dos razas en la India: la más antigua, la raza de lengua dravídica, que considera cusita, camita o negra, y la raza indogermánica, caucásica, jafética o aria, que conquistó parte, pero no todo, el país. Los indios del norte eran civilizados caucásicos que tenían la piel oscura por efecto del sol; no son negros salvajes, y no han degenerado hasta la bestialidad, como suele creerse, en virtud de una mezcla con la raza más oscura. «Nos parece que en general el destino de la raza negra, cuando entra en contacto hostil con la raza jafética, es su destrucción, aniquilamiento o su descenso a un estado de esclavitud y degradación del cual, si acaso, se recupera mediante el lento proceso de la asimilación». En Oxford declara que corresponde a los descendientes de los actuales indogermanos ―a los británicos― «completar la gloriosa tarea civilizadora, la cual sus hermanos arios han dejado inconclusa».
En una de sus evocaciones más emocionadas de la teoría aria Max Müller escribe:
Tan cierto es que los seis dialectos romances indican un hogar de origen de pastores italianos en las siete colinas romanas, como es que las lenguas arias en conjunto indican un periodo previo del lenguaje, cuando los primeros antepasados de los indios, los persas, los griegos, los romanos, los eslavos, los celtas y los germanos vivían juntos, ya no en los mismos recintos sino bajo el mismo techo. Antes de que los antepasados de los indios y los persas se dirigieran al sur y los jefes de las colonias griegas, romanas, celtas, teutonas y eslavas marcharan hacia las costas de Europa, un reducido clan de arios, probablemente asentado en la cumbre más alta del Asia central, hablaba una lengua aún no sánscrita, griega o germana que contenía los gérmenes dialectales de todas; un clan desarrollado hasta el estado de civilización agrícola; que había reconocido los lazos de sangre y autorizaba los matrimoniales; y que invocaba al Dador de Luz y Vida en el cielo con el mismo nombre que aún se puede oír en los templos de Benarés, en las basílicas de Roma y en nuestras iglesias y catedrales.
Este clan, advierte, estaba «separado de los antepasados de las razas semíticas y turanias [todos los no semitas, arios o africanos]»:
Han sido los protagonistas del gran drama de la historia... Han perfeccionado la sociedad y la moral... En lucha continua contra las razas semíticas y turanias, las naciones arias se han convertido en las regentes de la historia, y al parecer su misión consiste en unir todas las regiones del mundo con las cadenas de la civilización, el comercio y la religión.
El sanscritista estadounidense W. D. Whitney se mofa de la idea del ario «apostado dos mil años en algún exaltado puesto de observación, mirando la sucesiva partida de las diversas tribus europeas de su antiguo hogar» y se pregunta si acaso Max Müller no ha estado viendo demasiadas pinturas del romanticismo alemán sobre la diáspora de los pueblos ocasionada por la destrucción de la torre de Babel. En efecto, la estirpe de Max Müller, hijo del poeta romántico Wilhelm Müller, explica que puedan atribuírsele pasajes como éste:
Los padres de la raza aria, los padres de nuestra propia raza, se reunieron en el gran templo de la naturaleza, como hermanos de la misma casa y miraron plenos de veneración al cielo como emblema de lo que anhélaban: un padre y un dios.
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En 1853 Joseph Arthur de Gobineau, creyendo que la civilización agoniza, inventa una nueva mitología y una nueva ciencia para explicarla y la califica de «medio para mitigar el odio a la democracia y a la Revolución». Según su influyente Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas, éstas son resultado de la mezcla precisa de las sangres, una «química histórica» que puede ser medida. («Helenos: arios modificados por elementos amarillos pero con gran preponderancia de la esencia blanca y con algunas afinidades semíticas.» «Aborígenes: pueblos eslavo-celtas saturados de elementos amarillos.» Etcétera.) La reproducción entre las razas obedece a una «ley de repulsión» natural. Sin embargo, las guerras y las conquistas producen una «ley de atracción» que conduce al mestizaje. Sólo hay gente blanca en el Génesis. De su hogar posdiluviano en algún lugar al norte de Asia, los hijos de Cam fueron los primeros en partir para la conquista del mundo, quedaron «saturados de sangre negra» y degeneraron. (Gobineau elude la cuestión del origen de aquella sangre negra.) Los siguientes en ponerse en camino fueron los hijos de Sem, los semitas, cuya sangre se mezcló en menor grado y por ello degeneraron menos. Los hijos de Jafet, los arios, siguieron siendo puros hasta la era cristiana, pero su curso presente los conducirá al desastre:
La especie blanca desaparecerá en lo sucesivo de la faz de la tierra. Después de pasar por la edad de los dioses cuando era absolutamente pura, la edad de los héroes, cuando las mezclas eran moderadas en intensidad y cantidad, la edad de la nobleza, cuando las facultades humanas aún eran vigorosas si bien no podían renovarse de fuentes secas, ha decaído, más o menos vertiginosamente según las circunstancias, hasta la postrera confusión de todos los elementos... La porción de sangre aria, ya tantas veces dividida, la cual aún existe en nuestros países y sola sostiene el edificio de nuestra sociedad, avanza todos los días hacia la frontera última antes de la absorción absoluta. Cuando se llegue a semejante resultado... será el estadio final, el de la mediocridad en todos los ámbitos: mediocridad en la fuerza física, mediocridad en la belleza, mediocridad en las aptitudes intelectuales, casi podría hablarse de aniquilamiento.
En unos tres mil años presenciaremos «el postrer espasmo de nuestra especie, cuando la tierra seguirá su curso sin vida, sin nosotros, describiendo sus apáticas órbitas en el espacio».
[En 1856 Ernst Renan escribe a Gobineau: «Ha escrito un libro my notable, pleno de vigor y originalidad de pensamiento, sólo que no lo ha escrito para ser comprendido en Francia, en absoluto, sino más bien para ser incomprendido. La inteligencia francesa no se aviene bien con las consideraciones etnográficas».]
La palabra sánscrita arya significa «noble». Arya se adjuntaba a los nombres propios como término honorífico, equivalente a sir. La mujer se dirigía al marido como «hijo de Arya». El Buda llamó Arya Dharma a sus enseñanzas; el budismo tiene un Arya Marga, una senda noble, y en el Dhammapada se afirma que «el que destruye la vida jamás será un Arya, mas el que se resiste a quitar la vida es un Arya». En el Ramáyana se califica al dios Rama de «Arya que buscaba la igualdad de todos y era por todos querido». En las treinta y seis menciones en el Rig Veda, arya casi siempre es un adjetivo: las leyes aryas rigen el universo; un árbol hermoso es aryo. Arya es una cualidad humana o sobrehumana, una norma de conducta, un estado del orden cósmico; no hay indicio en los textos de que se trate de un grupo racial o étnico. Los que obedecen la ley son aryan, los que no (entre ellos los extranjeros, los grupos nativos no védicos y los individuos malvados) son dasyu. Sin embargo, a causa del proselitismo de Max Müller y Gobineau, «ario» referente a raza se convierte en lugar común de Occidente y reemplaza casi del todo a «jafetita» en cuanto clasificación de la gente blanca no «semita». El elemento indio y las diferencias físicas que habría sido indispensable explicar pierden importancia. Hacia 1903 Enrico de Michaelis declara que la India ya no es cuna de la civilización, sino el sepulcro de los arios.
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En la segunda mitad del siglo XIX los descubrimientos de geólogos y paleontólogos derrocan casi del todo la prevaleciente cronología bíblica de seis mil años. (Si bien en Inglaterra P. H. Goose, por ejemplo, asegura que Dios creó el mundo con restos fósiles de criaturas y estratos geológicos que nunca existieron.) Se sabe entonces que la India y Egipto no son los comienzos de la historia humana, sino desarrollos más o menos recientes. Las razas son mucho más antiguas que los grupos lingüísticos y por lo tanto pueblos muy diversos bien pueden hablar el mismo idioma; la filología ya no ofrece una narración del origen de la humanidad. Las disciplinas de la filología y la etnología se dividen y disputan entre sí. [En 1856 un texto de A. F. Pott sienta el debate: Essay on the Inequality of the Human Races, cuyo subtítulo reza Especially from the Point of View of Philological Science, y su otro subtítulo añade: Eased on a Consideration of the Work of Count Gobineau which Bears the Same Title.]
Hacia el año i860 la etnología (antropología) se institucionaliza en cuanto disciplina: su primer cometido es la clasificación de los diferentes tipos humanos siguiendo sobre todo los nuevos sistemas de la antropométrica, los cuales obedecen a las fantásticas lucubraciones de Paul Broca para medir los «índices cefálicos» y otras características. El «índice nasal» de Paul Topinard, por ejemplo, divide la nariz humana en tres categorías ―leptorrina (estrecha), platirrina (ancha), y mesorrina (mediana)― que corresponden a las tres razas humanas: blanca, negra y amarilla. (Topinard también afirma que las razas no blancas son incapaces de contar más allá del dos, tres y cinco.) James Hunt demuestra que la inferioridad de los negros se debe al hecho de que las suturas del cráneo cierran antes que en los blancos, lo cual impone un límite óseo a su desarrollo mental. «Los niños negros son casi tan inteligentes como los europeos», pero después de la pubertad el desarrollo se detiene. Los índices cefálicos se emplean para demostrar, entre otras cosas, el inferior intelecto de las mujeres europeas («mucho menor que el existente entre la negra y el negro») y que los chinos son incapaces de comprender la metafísica.
Durante muchas décadas la General History of Civilization de Gustav Klemm es el texto clásico en la materia. Postula una suerte de yin y yang de la humanidad, civilizaciones «masculinas» y «femeninas», activas y pasivas, fuertes y débiles, intelectuales y serviles. Entre las razas femeninas no sólo figuran los negros, sino los rusos y eslavos: «Los siervos muestran las señales de sus orígenes pasivos en los amplios pómulos, los ojos pequeños y rasgados, las narices anchas y planas y la piel oscura o lívida».
En 1856 Marx recomienda con entusiasmo a Engels la crónica de un viajero francés, Pierre Trémaux: «Por su aplicación práctica e histórica, Trémaux es mucho más fecundo e importante que Darwin. Por eso explica determinados asuntos, como la nacionalidad, etcétera, simplemente desde un enfoque natural». La tesis central de Trémaux es que la naturaleza geológica de la tierra determina la raza y las características de la gente que allí vive. Si los africanos se desplazaran a Europa se volverían blancos y viceversa. Para Marx, que concuerda con Klemm sobre rusos y eslavos, esta circunstancia da cuenta de su barbarie. Sin embargo, a Engels no lo impresiona: «¿Cómo explica este individuo que renanos como nosotros en las montañas del devónico medio no nos hayamos convertido hace mucho en idiotas o negros?».
En 1871, Edward Burnett Tylor inventa la clasificación científica de las «culturas» (palabra que es el primero en emplear en su sentido actual):
Los criterios principales de clasificación son la ausencia o la presencia, el inferior o superior desarrollo, de las artes industriales, el alcance del conocimiento científico, la firmeza de los principios morales, la condición de las creencias religiosas y las ceremonias, el grado de organización social y política, etcétera. Por tanto, sobre la base definitiva de los hechos comparados, los etnógrafos pueden establecer al menos una escala aproximada de civilización. Pocos dudarán de que las siguientes razas están en el orden correcto de acuerdo con su cultura: australiana, tahitiana, azteca, china e italiana.
El énfasis en las diferencias, aunado a las nuevas ideas de Darwin y Spencer sobre la selección natural y la supervivencia del más apto, convierten la etnología en una refutación de las ideas teológicas y utópicas igualitarias. Además, hay disturbios en las colonias británicas: la rebelión de los cipayos en 1857 obliga a la corona a gobernar la India directamente; en Jamaica, ocho años después, una protesta de libertos es reprimida con violencia por el gobernador y muchos cientos son ejecutados. (Sus acciones no sólo son respaldadas por el previsible Thomas Carlyle ―autor de Occasional Discourse Upon the Nigger Question― sino también por Ruskin, Tennyson y, sorprendentemente, Dickens.) La misión imperial británica, la «responsabilidad del hombre blanco», habiendo encontrado su justificación científica en la evolución y la fisiología, también precisa de una validación histórica en la antigüedad. The Origins of the Aryans: An Account of Prehistoric Ethnology and Civilization of Europe de Isaac Taylor sustituye a The Eastern Origin of the Celtic Nations de Pritchard. Taylor no sólo es evolucionista sino aleccionador: un pueblo de piel blanca procedente de Occidente conquistó y civilizó a los salvajes de piel oscura del norte de la India, pero su piel se oscureció y la sociedad degeneró al unirse a la población de la región.
La mezcla de las razas: en 1890 el antropólogo estadounidense Danile Garrison Brinton ―el cual había traducido el Popol Vuh con el título Rig Vedus Americanus― afirma que los mulatos son «deficientes en vigor físico», y que «la tercera generación de descendientes de las uniones de blancos y polinesios, australianos o dravídicos, se extingue a causa de su vida breve, débil constitución o esterilidad». La mujer blanca «no tiene deber más sagrado, cometido más elevado, que el de la transmisión de la integridad de su herencia étnica obtenida por su raza a lo largo de miles de generaciones de lucha».
En 1896 Frederick L. Hoffman, al medir los talones de los negros, mulatos y blancos, concluye que «cuando una raza de inferior grado de civilización entra en contacto con una raza superior», el resultado es que la inferior adopta alguna característica externa, «ornamental», de la raza superior ―los pies de los mulatos son más pequeños que los de los negros― pero sus «características morales y vitales» son aún inferiores.
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En 1851 Schopenhauer ya había definido su misión: «Esperamos que Europa se libre algún día de toda mitología judía. Acaso esté próximo el siglo en el que los pueblos del linaje jafético, originarios de Asia, encuentren las reliquias sagradas de su tierra nativa, puesto que, luego de haberse extraviado mucho tiempo, han alcanzado la madurez suficiente para conseguirlo». El arianismo deviene fuerza unificadora en Alemania, un nuevo sentimiento del «nosotros» que rebasa las facciones políticas. Cuando por fin se consigue la unificación en 1871, sir Henry Maine declara: «una nación ha surgido del sánscrito».
La guerra franco-prusiana (1870-1871) es causa de que los proyectos nacionalistas germano-arios se opongan a las pretensiones francesas sobre su correspondiente porción de Sabiduría Antigua y se abra una polémica, emprendida con craneómetros, sobre quiénes son los verdaderos arios. Armand de Quatrefuges, director del colegio francés de antropólogos y testigo del brutal bombardeo de París, escribe que los alemanes de ningún modo son arios, sino más bien finlandeses, o peor aún, eslavo-finlandeses, bárbaros que se remontan a la época en que había rinocerontes y elefantes en Europa. La teoría goza de suma popularidad en Francia y los alemanes responden iniciando un proyecto que medirá durante diez años los cráneos de quince millones de colegiales en diversos países. El estudio demuestra, según los investigadores, que hay dos tipos en Europa: los oscuros y braquicéfalos (de cabeza redonda), considerados aborígenes, y los rubios y dolicocéfalos (de cabeza alargada), los arios que conquistaron a los primeros. A fin de cerrar el caso, un comité de investigación se dirige a Finlandia y demuestra que, contrario a la opinión popular, los finlandeses son rubios y por lo tanto arios.
Los científicos franceses e italianos están en desacuerdo y obtienen conclusiones distintas en diversas investigaciones: los braquis oscuros son los arios verdaderos, los franceses eran en su origen arios dolico-rubios pero se habían diluido con los braquis oscuros, o que los franceses habían arianizado a los alemanes o que los alemanes eran arios persas e hindúes degenerados, o...
Mientras tanto Otto Ammon propone la «Ley de Ammon», según la cual las poblaciones urbanas son más dolicocéfalas pues éstas muestran «una fuerte inclinación a la vida citadina y una mayor aptitud para prosperar en ese entorno». (Al exigírsele que presente una fotografía del «tipo alpino puro», Ammon replica que no puede obtenerla pues aún no ha encontrado al espécimen perfecto.) Charles Closson precisa con todo detalle la ley hasta el extremo de «la mayor capacidad de pagar impuestos de la población dolicocéfala».
En 1899 un patriotero dolico-rubio francés, el conde Georges Vacher de Lapouge ―cuyo asistente en la medición de cráneos había sido el joven Paul Valéry, futuro creador de Monsieur Teste―, entre demostraciones científicas de que los alemanes vivían como monos mientras los franceses cultivaban trigo, emite esta profecía:
El conflicto de las naciones está a punto de manifestarse en la actualidad, al interior y entre las naciones... Estoy convencido de que morirán millones en el próximo siglo a causa de una diferencia de uno o dos grados en el índice cefálico. Por esta señal... se identificará a los hombres... y los últimos románticos podrán presenciar el mayor exterminio de los pueblos.
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El arianismo, la exaltación del pueblo alemán por medio del resurgimiento de los bailes, trajes y cuentos folklóricos, y su vinculación intelectual con la Antigua Sabiduría de la India, supera las diferencias políticas y conduce a la unificación del país. A partir del auge del Segundo Reich, la súbita industrialización (aunque décadas a la zaga de Francia e Inglaterra) y las grandes migraciones (sobre todo judía) a las ciudades, se convierte en nostalgia romántica de los bosques, la vida sana y una población reducida y homogénea. Se crea un culto al cuerpo: el nudismo, el vegetarianismo (costumbre postrera de Hitler) y la liberación sexual (lo que unirá a los nacionalistas y a los bohemios). La judeocristiana, religión de los hijos de Sem, se transforma en enemiga de la jafetita, la religión aria. Los ritos se recuperan o inventan: el culto al sol (Max Müller lo celebró por considerarlo la religión aria original), los altares a los antiguos dioses teutónicos, la adivinación con runas mágicas, sesiones en las que se puede hablar con los antepasados, hasta sacrificios equinos pseudovédicos. Se escogen aquellos aspectos de la cultura india convenientes ―sobre todo el sistema de castas― para demostrar la antigüedad de las costumbres arias.
Madame Blavatsky ―luego de que se trasladara a la India en 1878― y Nietszche se obsesionan al mismo tiempo con la casta india de los parias, los chandalas. Blavatsky, en su incomprensiblemente compleja historia cíclica del mundo en La doctrina secreta, revela que nos encontramos en el momento del ascenso de la quinta subraza aria, la teutónica, reconocida por sus logros científicos e inminentes desarrollos espirituales. Los judíos son los«chandalas expulsados de la Antigua India», vagaron por Egipto y tienen «el intelecto materialmente degenerado». «Las lenguas semíticas son las descendientes bastardas de la primera corrupción de los vástagos mayores del sánscrito primitivo.» Nietzsche sobre las Leyes de Manú hindúes:
Estos órdenes son muy ilustrativos ―en ellos impera por un lado la humanidad aria, del todo pura, absolutamente original―, nos enseñan que la noción de «sangre pura» es lo contrario a un concepto inofensivo. Por otro lado, queda claro qué pueblos perpetuaron el odio, un odio chandala, contra esta humanidad, el cual se convirtió en una religión y un genio... el cristianismo, de raíz judía y sólo comprensible como planta de esa tierra, representa un movimiento contrario a toda moral basada en la estirpe, la raza y el privilegio ―es la religión antiaria por excelencia―; el cristianismo atropella todos los valores arios, es la victoria de los valores chandala ―la palabra predicada a los pobres e inferiores, la revuelta concertada de todos los oprimidos, los miserables, los fracasados, los que han terminado mal la carrera― la venganza chandala inmortal como religión del amor.
Heinrich Schliemann, en su espectacular excavación de Troya en la década de 1870, descubre cientos de artefactos inscritos con esvásticas. Convencido de que los troyanos están relacionados con los teutones y al advertir la presencia de la esvástica en otras culturas arias, de la India a Irlanda (pero sin prestar atención a su presencia en casi todas las otras culturas), declara que es el «símbolo religioso más significativo de nuestros antepasados». Decora su mansión en Atenas ―en la cual su esposa departe llevando la supuesta diadema de Helena― con un largo friso de esvásticas que decora las paredes exteriores. La celebridad de Schliemann despierta un furor internacional por la esvástica, casi siempre benigno, pues constituye «el símbolo más antiguo conocido» (según el título de una monografía que publicó el Instituto Smithsoniano en 1896), la insignia aria preeminente o un mero amuleto de la buena suerte. Las esvásticas se presentan en los anuncios, en las bandas de los cigarros puros, en los desodorantes, en los brazaletes de los Niños Exploradores y en los anuarios de bachilleratos estadounidenses como amuletos de la buena suerte; en el lomo de los libros de Kipling en calidad de puente entre Inglaterra e India y en los libros de Yeats como signo de la espiritualidad indocéltica; y en los emblemas de la Sociedad Teosófica de Madame Blavatsky y otros ocultistas, militaristas y agrupaciones pangermánicas más siniestras, antes de que la adopten los nacionalsocialistas alemanes.
El siglo comienza con el voluminoso y erudito Foundations of the Nineteenth Century de Houston Stewart Chamberlain, yerno de Wagner, el cual se convierte en un éxito de ventas en Alemania y el extranjero, y es elogiado por Guillermo II, Bernard Shaw y Teddy Rossevelt, entre otros. Manual intelectual del arianismo, es una detallada historia del conflicto maniqueo entre las dos razas puras que quedan en la tierra, los teutones y los judíos (los demás son «un caos de pueblos»); la primera, creadora de todo lo bueno en la civilización occidental, la otra, la destructora, sin imaginación ni ideales, y sólo una voluntad de hierro por hacerse con el poder. Incluso el cristianismo, una religión persa fundada por Jesús (el cual «no tenía una sola gota de sangre judía genuina en las venas») y basada en el «“Numero tres” sagrado de los arios», había sido pervertida primero por Pablo, un judío, y luego por Ignacio de Loyola, un vasco no ario a fin de exaltar a un dios único. [De igual modo, Madame Blavatsky había sostenido que la Cábala era una práctica mística aria usurpada por los judíos.] Si bien los románticos habían tenido a los antiguos alemanes por discípulos de Grecia y Roma ―filósofos en el bosque―, Chamberlain sostiene que todas la glorias del mundo clásico eran el producto de la influencia alemana e incluso de dirigentes alemanes.
Cuando Einstein anuncia la teoría de la relatividad, Chamberlain emprende una cruzada contra la «ciencia judía» y su «todopoderosa arbitrariedad», en oposición a la «física aria», basada en un universo tridimensional y lógico. En 1927, cuando Chamberlain yace agonizante, Hitler lo visita para besar su mano.
Hacia 1912 la nueva ciencia del psicoanálisis se divide en las ramas freudiana-judía y jungiana-aria. Sin embargo, Jung busca algo más que ayudar a los enfermos mentales: imagina la creación de una nueva religión que se despojará de milenios judeocristianos y liberará al antepasado ario interno. Su «inconsciente colectivo» se convierte en un amplio compendio y síntesis de dioses, ritos, símbolos y temas que los escritores eruditos, ocultistas o kitsch, han atribuido a los arios durante los pasados cincuenta años.
[En el círculo jungiano, que a la postre se asoció con la Fundación Bollingen y los seminarios de Eranos, la mayoría de los más importantes eruditos eran arianistas que luego fueron activa o pasivamente fascistas, combinando el rechazo ario al judeocristianismo, el interés en la cultura folklórica y el desarrollo de enlaces arcaicos entre las culturas. Mircea Eliade, propagandista de un grupo fascista rumano, la Guardia de Hierro. Georges Dumézil, simpatizante del nazismo antes de la guerra y ultíaderechista en la posguerra. Guiseppe Tucci, el mayor tibetólogo del siglo, vistió durante la guerra el uniforme fascista en las funciones oficiales y editó una revista dedicada a promover los lazos culturales entre Italia y Japón. Agehananda Bhárati, experto en tantrismo y nazi, cuyo nombre original era Leopold Fischer. Henri Corbin, favorito de la corte de los Pahlevi y promotor de un arianismo pruso-persa. D. T. Suzuki, introductor principal del zen a Occidente y militante nacionalista japonés. Eugen Herrigel, autor de El zen y el arte de la arquería y nazi.]
Mientras Jung sostiene que el análisis freudiano sólo puede aplicarse a los judíos, Sándor Ferenczi escribe a Freud: «Me sorprendió que en los manicomios de Zurich la dementia praecox [esquizofrenia] era mucho más común que en los de Hungría. Este padecimiento es con toda evidencia la condición natural, por así decirlo, del hombre Nórdico, que no ha rebasado aún del todo el último periodo de la Edad de Hielo».
En 1917 hay alarma en Estados Unidos por el «peligro amarillo» de los inmigrantes chinos y japoneses, y se aprueba una ley de inmigración que permite sólo a los «blancos libres» entrar al país de modo permanente. En 1923 un brahmán del Punjab demanda en la corte la ciudadanía sobre la base de que es integrante de la raza aria. El caso llega al Tribunal Supremo, el cual falla en su contra arguyendo que la unión entre razas ha destruido «la pureza de la sangre aria» y que «el hombre común sabe muy bien que hay diferencias inconfundibles y profundas» entre «el rubio escandinavo y el hindú castaño».
En los años veinte los descubrimientos de las grandes ciudades de la civilización del valle del Indo, Harappa y Mohenjo-daro, prueban que existió una civilización avanzada en el subcontinente mucho antes de la llegada de los arios: su inicio se remonta hacia 5500 a. J.C. y alcanza su apogeo entre 2600 y 1900 a. J.C.; se extiende por un área dos veces mayor que la del antiguo Egipto y Mesopotamia, con mil quinientas aldeas y ciudades, y cuyos artefactos, en cuanto pueden ser reconocidos, se encuentran en todo el viejo mundo. El descubrimiento se inscribe de inmediato en la narración histórica imperante: la civilización del valle del Indo cayó cuando los invasores arios saquearon sus ciudades y luego las abandonaron.
En los años veinte, después de la derrota alemana y la humillación nacional del Tratado de Versalles, a las agrupaciones arias les preocupa cada vez más la purificación: la rectitud moral, la abstinencia del alcohol y el tabaco, la eugenesia, el ejercicio físico, las campañas contra la prostitución y la sífilis y la eliminación de los judíos de todos los ámbitos sociales. Los elementos paganos, eróticos, folklóricos y antiburgueses son purgados paulatinamente y reemplazados con el militarismo. Una de las agrupaciones arias más numerosas, la Sociedad Pangermánica, distribuye ejemplares gratuitos de las obras de Gobineau; una tercera parte de sus afiliados son profesores de colegio y difunden el mensaje en sus aulas.
Hitler en 1925:
Toda la cultura humana, todos los resultados del arte, la ciencia y la tecnología que se ofrecen a nuestros ojos son casi en exclusiva producto de la creatividad aria. Sólo el ario ha sido fundador de toda humanidad superior y por ello representa el prototipo de todo lo que entendemos por «hombre». El ario es el Prometeo de la humanidad de cuya brillante frente la chispa divina del genio ha brotado en todas las épocas, perpetuamente encendiendo de nuevo el fuego del conocimiento que ha iluminado la noche de los misterios silentes y provocado con ello que el hombre ascienda por la senda del dominio de todos los otros seres de la tierra. Si se le excluye, acaso en unos cuantos miles de años la oscuridad de nuevo descenderá sobre la tierra, la cultura humana desaparecerá y el mundo se convertirá en un desierto.
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En el extremo opuesto del mundo ario, desarrollos paralelos: encarcelado trece años por terrorismo contra los británicos, V. D. Savarkar escribe el manifiesto del nacionalismo hindú, Hindutva [Hinduidad, 1923], evocación de la sangre común y de la Tierra Santa indo-aria ―pervertida no por los judíos, sino por los musulmanes― y redactado en el estilo neorromántico de Max Müller. Hindutva induce la fundación del RSS, la Unión Nacional de Voluntarios. La RSS y sus uniformes militares y oficiales célibes, promueve la conciencia hindú, la rectitud moral, la intolerancia y las proezas atléticas, mediante la gimnasia, el estudio religioso, la instrucción militar, las manifestaciones escenificadas y complejas y la perturbación de los festivales musulmanes, todo ello al amparo de una enseña que ostenta una esvástica, un loto y una espada.
En 1930, la RSS y otras agrupaciones similares advierten que tiene mucho en común con el fascismo alemán:
El solemne proyecto alemán del resurgimiento de la cultura aria, la glorificación de la esvástica, el patrocinio de las enseñanzas védicas y la ardiente defensa de la tradición civilizadora indogermánica son recibidos con esperanza jubilosa por todos los hindúes religiosos y sensibles de la India. La cruzada alemana contra los enemigos de la cultura aria traerá la cordura a todas las naciones arias del mundo y propiciará que los hindúes de la India restauren su gloria perdida.
Algunos incluso hacen propaganda a Hitler como avatar de Vishnu. En Alemania, no obstante, los nacionalsocialistas se dividen en el apoyo a la independencia india. Una facción escribe:
Para nosotros el respaldo de la lucha india por la libertad del dominio inglés y la explotación capitalista ha sido y es una necesidad, tanto por el hecho de que resulta favorable para las políticas emancipadoras alemanas todo debilitamiento del Tratado de Versalles, como por el respaldo emocional de cada batalla que los pueblos sometidos emprenden contra sus usurpadores y explotadores, pues es consecuencia obligada del nacionalismo que el derecho a satisfacer la identidad del pueblo, lo cual exigimos para el nuestro, también sea aplicable a otros pueblos y naciones.
A Hitler no le impresiona:
Una alianza de naciones oprimidas es un lema tonto... Si en la actualidad el indio vive bajo el dominio inglés o el negro bajo el de cualquier pueblo europeo, ello se sustenta en su inferioridad. La lucha por la libertad de negros, indios y otros es una tentativa de romper el orden natural... una perversidad racial.
Y su ideólogo, Alfred Rosenberg ―el cual creía que los arios habían llegado primero a la India desde la Atlántida― añade:
Sabemos que los hindúes son un pueblo de la India resultado de la mezcla de inmigrantes arios superiores y de los negros habitantes nativos, y que ese pueblo padece las consecuencias, pues ellos también son esclavos de una raza y nos parece que en muchos aspectos son casi como una variedad del judío.
A partir de la guerra, los nacionalistas hindúes se dividen por su respaldo a Alemania. Por un lado el racismo nazi, por otro, un enemigo común, Gran Bretaña. Unos fomentan una política de apoyo provisional a Gran Bretaña hasta que concluya el conflicto, otros crean agrupaciones clandestinas de solidaridad con Alemania. El nacionalista bengalí Subhas Chandra Bose recluta a los prisioneros de guerra indios de los campos alemanes y funda la Legión India, la cual marcha con uniformes engalanados con águilas arias y esvásticas y se mantiene en reserva bajo las órdenes del alto mando alemán para las proyectadas invasiones de Afganistán y las provincias del noroeste que se convirtieron a la postre en Pakistán.
En 1948 Gandhi, el santo hindú, es asesinado por alguien próximo a Savarkar, el creador del nacionalismo hindú.
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En la actualidad los libros de historia habituales cuentan de la migración en masa de un pueblo del norte y oeste de Asia, el cual viaja en sus carros tirados por caballos del oeste hacia Europa y, entre 1500 y 1200 a. J.C. del este hacia la India destruyendo las ciudades del valle del Indo y desplazándose hasta la llanura del Ganges. Allí conquista a los pueblos de lengua dravídica y piel oscura, impone su lengua indoeuropea e instituye el sistema de castas y una nueva religión «védica», cuyo rito más importante es el sacrificio del caballo. La historia de esa invasión y de las creencias y prácticas de esa religión se encuentran en el Rig Veda, cuya composición se remonta a 1200 a. J.C., pero que se conservó oralmente mil años hasta su redacción definitiva. A causa de su relación con el nazismo, el término «ario» es reemplazado casi siempre (fuera de la India) con «indoeuropeo» para denominar a estos pueblos.
En la actualidad no hay indicios arqueológicos que demuestren la existencia de los arios, de una migración en masa, de la violenta destrucción de las ciudades del valle del Indo, del empleo extendido de carros (los cuales, en cualquier caso, no habrían podido cruzar las montañas del Hindu Kush), del sacrificio del caballo o de todo lo mencionado en el Rig Veda, cuyas descripciones geográficas ni siquiera coinciden con la India. Los hechos históricos de la invasión aria y de la composición oral de los Vedas se basan enteramente en las teorías de Max Müller en 1847 Y en sus cronologías, las cuales había conciliado con la creación bíblica del mundo.
En la actualidad unos creen que la difusión de las lenguas indoeuropeas aconteció en la remota antigüedad, quizás a causa de la conquista o migración previas a la civilización del valle del Indo o acaso durante su apogeo mediante el comercio, y que en el valle del Indo se hablaba una modalidad de una lengua que después devino sánscrito. Otros sostienen que el Rig Veda no es antiguo, que fue compuesto hacia el año 500 a. J.C. y formó parte de las revueltas religiosas contemporáneas que crearon el budismo, el jainismo y el hinduismo modernos. La religión védica fue una secta devota de los dioses patriarcales y del sacrificio del caballo, se malogró y desapareció pronto.
En la India en la actualidad, la prehistoria es un contencioso de carácter político. Los nacionalistas hindúes sostienen que no hubo invasión aria, que los Vedas se remontan al tercer milenio a. J.C., que la religión del valle del Indo era védica y que las lenguas indoeuropeas, como creían los románticos alemanes, tienen su origen en la India. Por lo tanto el hinduismo ―desarrollo natural de una mezcla de la religión védica del norte y las creencias tradicionales del sur― y las lenguas relacionadas con el sánscrito son nativos de la India. Los que se oponen a los nacionalistas hindúes repiten la historia de la invasión aria en todos sus detalles. El hinduismo, como el islam, es una religión extranjera impuesta con la conquista de los pueblos indios y por ende la India no es más intrínsecamente hindú que musulmana. La India está gobernada por el partido Bharatíya Janata, sucesor de la RSS que alcanzó el poder destruyendo mezquitas, fomentando revueltas antimusulmanas y revisando las leyes y los nombres de las ciudades para hacerlas más auténticamente «hindúes». Las ruinas de Mohenjo-daro se encuentran casi a medio camino entre Pokharan en el desierto de Thar, donde la India hizo explosionar su primera bomba atómica, y el sitio sin nombre en las colinas de Chagai, donde Pakistán hizo explosionar la suya.
En Estados Unidos en la actualidad se cometen habitualmente violentas acciones en nombre de los arios. Éstas son algunas de las agrupaciones y organizaciones de carácter público a las que es posible afiliarse: los Ángeles Arios, el Cuerpo Ario, el Ejército de Liberación Aria, las Naciones Arias, el Partido Socialista Nacional Ario, el Partido de Conservación Aria, la Revuelta Aria, la Resistencia Aria Blanca y las Mujeres en Pro de la Unidad Aria. En internet se puede consultar la Biblioteca de los Cruzados Arios, la Casa Femenina Aria, la Agencia de Noticias Aria, el Centro de Recursos Panario e incontables foros y tableros de mensajes. Existe, y no es broma, una Página de Noviazgo Ario. El contador del sitio de las Naciones Arias registra en la actualidad doce millones de visitas.
En Estados Unidos en la actualidad, algunos estados han aprobado leyes que desalientan de un modo manifiesto la enseñanza de la evolución en los colegios públicos u obligan a que también se enseñe el «creacionismo» (o «ciencia de la creación» como la denominan sus partidarios). El creacionismo se apega a la narración bíblica, aunque ha añadido ―no está claro cómo― cuatro mil años a la cronología del obispo Ussher: el mundo tiene ya diez y no seis mil años de antigüedad. En algunos estados los libros para la enseñanza de la biología llevan adheridas etiquetas que rezan «La evolución es una teoría controvertida que algunos científicos presentan como explicación científica del origen de los seres vivos. Nadie estaba presente cuando la vida apareció por primera vez en la tierra. En consecuencia, toda afirmación relativa a los orígenes de la vida ha de ser considerada una teoría y no un hecho».
En 1795 Johann Friedrich Blumenbach había advertido que «al parecer hay enormes diferencias entre naciones muy apartadas... no obstante, cuando se medita en el asunto profundamente, todas se topan unas con otras de tal modo y una variedad de la humanidad invade con tal discreción a otra, que no es posible distinguir los límites entre ellas».
En 1917 el conferenciante de Princeton Henry Goddard, en un influyente artículo del Journal of Delinquency, demostró que con base en los exámenes de coeficiente intelectual, el 83 por ciento de los inmigrantes judíos eran «imbéciles» (morons). Los judíos eran apenas más inteligentes, con todo, que los indios norteamericanos, los mexicanos y los negros. (Goddard acuñó la palabra moron y Margaret Sanger aprovechó sus resultados para propugnar el control de la natalidad.)
En 1921, el profesor de Harvard Robert Yerkes demostró que, con base en los exámenes de coeficiente intelectual aplicados a 1.750.000 militares estadounidenses, el 37 por ciento de blancos y el 89 por ciento de negros eran imbéciles. El índice de los blancos era tan escandalosamente alto a causa de los numerosos inmigrantes del sur y este de Europa. Los italianos, por ejemplo, tenían una edad mental de 11,01, los polacos de 10,74.
En 1923, el profesor de Princeton C. C. Brigham difundió los descubrimientos de Yerkes en el éxito de ventas A Study of American Intelligence. Aunando los exámenes de coeficiente intelectual a los índices craniométricos recopilados por el conde Vacher de Lapouge, Brigham demuestra que Estados Unidos estaba recibiendo los peores especímenes de la cepa europea. Peor aún, «la decadencia de la inteligencia estadounidense será más acusada que la decadencia intelectual de los grupos nacionales europeos por la presencia del negro en estas tierras». Propuso que se «fomentaran las acciones del público... a fin de garantizar la elevada, progresiva y continuada evolución». Se debía restringir la inmigración para impedir «la continua propagación de cepas defectuosas en la población actual».
Un año después Estados Unidos aprobó el Acta de Restricción, que Calvin Coolidge firmó aseverando que «Estados Unidos debe seguir siendo estadounidense». La inmigración del sur y el este europeos se suspendió en la práctica hasta comienzos de la segunda guerra mundial, lo cual condenó a muchos a la guerra y al Holocausto.
En 1994, en otro éxito de ventas, The Bell Curve, el profesor de Harvard Richard Herrnstein y el profesor de Princeton Charles Murray demostraron que, con base en los exámenes de coeficiente intelectual, los judíos ashkenazíes eran las personas más inteligentes del mundo. Los menos inteligentes eran los clasificados de «hispanos» y «negros». Herrnstein y Murray denominaron el fenómeno de inferioridad intelectual racial, «disgénesis».
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En la segunda mitad del siglo XIX, los semitas eran árabes y judíos. [Y siguió siendo así hasta la segunda mitad del siglo XX cuando poco antes del Holocausto y de la creación del estado de Israel, el elemento árabe se desvaneció hasta desaparecer.] Los jafetitas se convirtieron en arios, todos los pueblos blancos no semitas, hasta que el arianismo excluyó a los grupos no germánicos. El caso de los camitas es más complejo. Con la abolición de la esclavitud africana que no fue reemplazada con el sometimiento en masa de otro grupo étnico, la relación de Ham con la esclavitud terminó después de tres mil años. La Ciencia y la Razón propusieron la múltiple creación de la humanidad y un Diluvio que no había sido universal. ¿De qué otro modo dar cuenta de todos los pueblos cuyos territorios figuraban ya en los mapas y sus cráneos habían sido ya medidos: negros africanos, aborígenes australianos, asiáticos de Oriente, indios del sur, polinesios, indios norteamericanos? Prevaleció la mitología científica de Gobineau: hubo «elementos» blancos, amarillos y rojos que habían permanecido, en determinados lugares, en estado puro y en otros se habían mezclado en diverso grado con los descendientes de los hijos blancos originales de Noé.
Los camitas se convirtieron en abisinios (etíopes), gracias a John Hanning Speke en 1863 y a su sensacional Journal of the Discovery of the Nile. Los abisinios no sólo eran camitas, sino también «semi Sem», pues la familia real remontaba su linaje al rey David. Esto explicaba la piel más clara, la mayor talla y los rasgos más angulosos comparados con la mayoría de los africanos al sur del Sahara, así como la temprana conversión de muchos al cristianismo. Cuando Speke llegó al lago Victoria y descubrió el enorme reino de Wahuma o Watusi (tutsi), el cual se parecía de algún modo al abisinio, imaginó la historia de una raza camita en parte blanca, la cual había conquistado y civilizado a los oscuros salvajes bantúes. A causa de la inmensa popularidad del libro, la invención de Speke se convirtió en la historia africana clásica.
Hasta 1894, año que el conde alemán Von Götzen se convirtió en el primer europeo en llegar a la corte real, el reino de Ruanda fue uno de los últimos lugares inexplorados del mapa africano, rodeado de montañas y protegido por un ejército singularmente feroz. Se encontró con una suerte de paraíso geográfico de ricas tierras, suaves colinas y clima templado, sin moscas tsetsé y mosquitos de la malaria tan comunes allende las fronteras naturales. El rey de esas tierras era un tutsi, Rwabugiri, cuya familia había gobernado durante varias generaciones y devenido compleja estructura estatal.
Tres pueblos vivían en el reino: los habitantes originales, los twa, los cuales se habían reducido hasta constituir una muy pequeña minoría y eran alfareros, modestos trabajadores en la corte y, de un modo incongruente, célebres por ser los mejores soldados en el ejército del rey; la mayoría hutu, un pueblo bantú casi del todo agrícola; y los gobernantes tutsis, en su mayoría ganaderos. La división tripartita no era, sin embargo, de importancia fundamental para los ruandeses, cuya sociedad estaba dividida en catorce «clanes» más políticos que biológicos, entre los cuales estaban los hutus y los tutsis, y formados sobre la base de un intrincado sistema de protección. Si bien la apariencia física de los dos grupos era desemejante, vivían hombro con hombro, se casaban entre ellos, hablaban la misma lengua exactamente del mismo modo, y tenían las mismas creencias religiosas e historias. En algunos casos, una familia hutu podía, por medio un complejo proceso, convertirse en tutsi.
Los primeros europeos trajeron consigo una epidemia de peste bovina que en algunos lugares acabó con el noventa por ciento del ganado; un brote de viruela; y la primera aparición de una plaga de pulgas de la arena que infestaban las uñas de los pies y se multiplicaban dolorosamente. La muerte del rey Rwabugiri en 1895 provocó una inestabilidad política que se convirtió en caos con la llegada de las tropas belgas unos meses más tarde. En 1898 el país ya era colonia alemana; fue recobrada por los belgas en 1916 y otorgada de modo definitivo tras la derrota germana en la primera guerra mundial.
Los europeos no fueron capaces de entender el sistema de clanes y sólo podían ver a los ruandeses desde el punto de vista racial. Los twa, según un parte belga, son «miembros de una raza disminuida que desaparece aprisa... de rostro simiesco y plano y enorme nariz, parecida a la de los monos que persigue por el bosque». Los hutu «muestran facciones típicas de los bantúes... son en general bajos y robustos de cabeza grande, expresión jovial, nariz ancha y enormes labios. Son extrovertidos a los que les gusta reír y vivir de un modo sencillo». Los tutsis, en cambio, son una «buena raza que nada tiene de negra, salvo el color»; «sus facciones son muy finas»; las mujeres son «esbeltas y bonitas». «Dotado de una inteligencia vivaz, el tutsi muestra un refinamiento emocional infrecuente entre los pueblos primitivos. Es un dirigente nato, capaz de un extremo dominio de sí mismo y de una buena voluntad calculada.» Otro parte elogiaba sus «cráneos caucásicos y hermosos perfiles griegos». Para los europeos, estos camitas, si bien no eran «nosotros», eran los que más se aproximaban de cuantos había en África.
Los belgas fueron activos colonialistas, se apropiaban de la tierra, crearon caminos y plantaciones de café, té y quinina, debilitaron o desmantelaron el sistema de clanes y prohibieron la poligamia que constituía la base de la estructura familiar. Los tutsis, sus aliados «naturales», recibieron puestos administrativos y otros de importancia; sus hijos fueron enviados al colegio. Los jefes hutus y los otros dirigentes fueron reemplazados por tutsis; sus hijos siguieron siendo analfabetos. Los misioneros católicos convirtieron a los tutsis mediante el mito de que eran una tribu perdida de cristianos coptos. Los rasgos físicos, con todo, no eran características determinantes. En 1934 los belgas introdujeron tarjetas de identidad para cada ciudadano. Todo hombre con diez o más cabezas de ganado, así como sus descendientes, era tutsi; todo hombre con menos era hutu. Un twa era todo aquel que «fuera reconocido como twa».
Después de la segunda guerra mundial, los belgas mudaron de alianza y favorecieron a los hutus. Los misioneros protestantes habían estado convirtiendo a los hutus, alarmando a los católicos, los cuales incrementaron su presencia misionera con muchos sacerdotes flamencos. Los flamencos, la mitad no poderosa de un país dividido, se identificó con este menospreciado grupo mayoritario. Además, los dirigentes tutsis conspiraban en favor de la independencia. Luego de complejas maniobras políticas, alianzas y traiciones, la violencia estalló en 1959. Los hutus, educados con el mito camita, se tenían por ruandeses originales y atacaron a los «invasores» tutsis. Diez mil tutsis fueron asesinados y muchos miles más huyeron a través de las fronteras. A partir de la independencia de 1962 la situación se volvió justo la opuesta a la prevaleciente bajo el régimen belga: los tutsis que permanecieron fueron despojados del poder y se le negó la educación. Se mantuvo el sistema de las tarjetas de identidad y muchos tutsis pagaron sobornos para convertirse en hutus.
La corrupción, las masacres de tutsis y los éxodos en masa, las dictaduras represivas respaldadas por Occidente en virtud de su anticomunismo y piedad cristiana, los asesinatos, las incursiones de la guerrilla tutsi a través de las fronteras y las alianzas con los disidentes democráticos hutus y los vecinos africanos hostiles, el colapso de los precios del café, el desempleo generalizado, el colapso de la moneda, las malas cosechas, el sida, el enorme crecimiento y entrenamiento militar, pagado y organizado por los franceses en apoyo de las hutus francófonos contra los tutsis que, tras una generación en el exilio, se han vuelto anglófonos en Uganda y Tanzania, la importación de una ingente cantidad de machetes chinos, las estaciones radiales y los periódicos de extremistas hutus los cuales repiten el mensaje de que el mayor error del pasado fue permitir que los tutsis se marcharan y fortalecieran en el extranjero y, finalmente, la muerte del presidente Juvenal Habyarimana el 6 de abril de 1994 cuando su avión es derribado por misiles en el aeropuerto de Kigali.
Al día siguiente comenzaron cien días de matanzas. Los hutus de todas las edades, hombres y mujeres de todos los estratos sociales, sacerdotes e intelectuales entre ellos, atacaron a los tutsis hasta matarlos con los machetes profusamente distribuidos. Puesto que la apariencia física no bastaba para indicarlo, las tarjetas de identidad, aún vigentes, determinaban quién era tutsi, los vecinos denunciaban a los que portaban tarjetas falsas. Los profesores mataron a sus alumnos, los hijos de matrimonios mixtos mataron a su padre o madre tutsi. Al menos setecientos mil tutsis murieron, ochenta y cinco por ciento, una décima parte de la población total del país.
En mayo, unos veinticinco mil cuerpos, muchos de los cuales habían sido decapitados o mutilados, bajaron por el río Kagera, se estrellaron en las cataratas, cayeron por las hermosas cataratas de Rusomo. Los cuerpos flotaban en los remansos río abajo, los perros llegaron para alimentarse. Un hombre de la aldea más próxima, Kasensero ―el lugar donde se originó el sida― afirmó haber visto rodar el cuerpo de una mujer con cinco niños atados a sus miembros.
El río Kagera fluye de Ruanda a la ribera occidental del lago Victoria. En la ribera norte, el lago se vierte en las cataratas de Ripon hacia los rápidos del Nilo Victoria, fluye hacia el norte al lago Kyoga y de allí al oeste al lago Alberto, luego de nuevo al norte cae sobre las furiosas cataratas de Murchison, donde cambia de nombre a Nilo Alberto, apenas se mueve por las selvas, entra a Sudán, cambia de nombre a Nilo Montaña, se ensancha, corre por las cañadas de los rápidos de Fola hasta las pendientes de Gondokoro, fluye hasta el lago No espeso de espuma, se le une el Sobat, gira al este, al norte, cambia de nombre a Nilo Blanco, cruza las amplias llanuras aluviales hasta que en Jartum, a lo largo de mil seiscientos kilómetros, sus aguas verdigrises se unen a las azules del Nilo Azul procedente de las tierras altas de Etiopía. Los hutus creyeron que enviaban a los hijos de Cam a su hogar.
[Diciembre de 1999]