CAPÍTULO IV
Aún estaba muy oscuro pero ya comenzaba ligeramente a vislumbrarse el nuevo día.
Cada uno en un extremo de la manta dormía ajeno a todo lo ocurrido cuando un extraño ruido les sobresaltó.
Hasta los gatos estaban desquiciados y se estaban peleando. Aquello les perturbó el sueño, y el ruido de sus tripas les acabo de despertar.
Se levantaron sin hacer ruido. Ya que a esas horas y con todo tan silencioso cualquier ligero sonidillo parecía mayor.
Habían encontrado un par de linternas en el cuarto de la niña. No es que alumbrasen mucho debido a que debían de pertenecer a un juego infantil, pero lo justo para alumbrar sus pasos en la oscuridad de la casa y no tropezar con todo lo que cubría el suelo.
Rebuscaron entre lo que quedaba en la cocina pero poco encontraron.
- ¡Vas a tener suerte! Un paquete de biscotes y mermelada. Oh no, es salsa de tomate casera.
Ambos se comieron su ración de embutido con gran avidez. Les supo a gloria. Acabaron con todos los biscotes y con un paquete de galletas saladas que surgieron en su última búsqueda.
Salieron de la casa y se encaminaron sigilosamente hasta el lugar donde la noche anterior habían escondido su bien más preciado. Pero cuál fue su sorpresa al ver que había sido destrozada por completo.
Así pues, permaneciendo todo lo alerta que podían se dirigieron de nuevo hacía su escondrijo. La puerta que comunicaba la casa con el garaje estaba atrancada debido a la onda expansiva de la roca que había dejado la zona del garaje un tanto peligrosa.
Con un par de estirones bien fuertes Dani consiguió abrirla sin poder evitar hacer un poco de ruido que, debido al silencio que reinaba, a ellos les pareció un estruendo.
“Qué sexy estaba marcando músculo…” pensó Eli como si fuera una adolescente que no se diera cuenta del peligro que les rodeaba.
El garaje de la casa estaba medio derruido pero aun así tuvieron suerte de que las bicis estuviesen colocadas nada más entrar desde la casa y aquella pared había quedado en pie. Una vez más, Dani tuvo sacar todas sus fuerzas para poder sacar dos de las bicicletas de aquel lio en ruinas.
Primero sacó la que estaba más a mano que debía ser por el tamaño la del padre, con un poco más de esfuerzo consiguió sacar otra que menos mal que fue la de la hija, porque la de la madre hubiera resultado demasiado grande para Eli.
Estaban en bastante buen estado. No había ruedas pinchadas y sólo parecían estar cubiertas de polvo del derrumbe.
Comprobaron que estaban más o menos a su medida y así era, salvo el sillín de la de Eli, que cogió la de la niña y hubo que subirlo un poco, pero por lo demás no había ningún problema.
Sin más dilación salieron de la casa por donde habían entrado la noche anterior ya que seguía siendo la entrada más oculta y por lo tanto más segura aún a la luz del día.
Totalmente en silencio, incluso controlando la propia respiración se encaminaron hacia la calzada principal. El corazón de ambos comenzó a latir. Sabían que el día anterior habían pasado mucho, pero el no tener ni idea de lo que les deparaba el futuro inmediato les aterrorizaba.
El cielo comenzaba a nublarse más y más, y eso no les hacía presagiar nada bueno.
Ya en la avenida principal montaron en sus bicicletas y justo antes de comenzar a pedalear Eli preguntó a Dani entre susurros.
Eran tantas la emociones que estaban viviendo que era imposible no verse superado por ellas y estar completamente hipersensible.
Comenzaron su viaje de nuevo hacia un destino incierto, amenazados por las nubes, el viento y todos aquellos peligros que sabían se escondían tras las sombras y las ruinas.
Estaban llegando al final de la avenida cuando se dieron cuenta que no podían pasar por allí. Un derrumbe enorme ocupaba toda la calzada y el fuego que brotaba de una gasolinera situada a varios metros de ellos les dio un poco de miedo. No les quedó otra que volver sobre sus rodadas y encontrar un nuevo camino. La verdad es que a veces resultaba realmente complicado. Cuando no eran derrumbes, eran coches o autobuses cruzados en la calzada. E incluso alguna vez se encontraron con perros abandonados de muy malas pulgas y mucha más hambre que les despidieron persiguiéndolos a ladrido limpio y con muy malas intenciones.
Eli solo pensaba “¡Por favor, que no me caiga de la bici huyendo de algo, que las piernas me aguanten!”. Sentía sus cuádriceps hinchados por la sangre que fluía sin cesar recorriendo el interior de sus piernas.
Otra vez más el camino apareció cortado y esta vez parecía que estaban en un callejón sin salida. Se detuvieron delante de aquel amasijo de ladrillos, cemento y desgraciadamente esta vez cadáveres, sin saber qué camino tomar.
Una tubería de gas rota debería de encontrarse muy cerca pues el olor era bastante fuerte.
Medio intoxicados dieron la vuelta buscando otro camino. Aun no estaban repuestos de aquello cuando salió una mujer de la nada y comenzó a tirarles trozos de escombros de tamaño de piedras grandes como un puño. Una de ellas le dio a Dani en la cabeza tirándolo de la bici y dejándolo traspuesto.
Eli paró a socorrerlo y a protegerlo de la mujer que corría hacia ellos con los ojos fuera de las órbitas y un cascote en la mano. La muchacha cogió la piedra que aquella misma mujer le había lanzado a Dani y sin pensárselo dos veces se la lanzó acertándole en el cuello. Eso hizo que se tambalease y cayera al suelo. Pero cual ave Fénix resurgió de sus cenizas enfurecida. Ya quedaban apenas dos metros para que les alcanzara y Eli se afanaba por buscar algo que le sirviera de arma cuando se comenzaron a oír tiros de nuevo. La mujer paró en seco y dio media vuelta para desaparecer sin dejar rastro.
Eli ayudó como pudo a Dani a ponerse en pie ya que éste se encontraba totalmente desorientado y se metieron en la primera casa que vieron junto con sus bicis.
A Dani le costaba coordinar sus movimientos así que Eli llegó exhausta a la casa de la que solamente les separaban unos cinco metros aunque a ella le parecieron cinco kilómetros.
Un montón de tiros se continuaban escuchando y agachados en el suelo del salón de la vivienda pudieron ver a través de un boquete en la pared como aquel nuevo grupo de locos iban dando tiros al aire y bebiendo sin parar.
Dani pudo reconocer a Tomás y su compinche, más sucios y más grasientos que cuando los vieron por primera vez en el vestíbulo del hotel donde mataron a aquel muchacho. Pero no le dijo nada a Eli esperando que ella no los viera o no los reconociese.
La mujer loca que casi acaba con ellos salió de repente a tirarles piedras a Tomás y sus amigos. Pero estos no se lo pensaron dos veces, una lluvia de balas cayó sobre la pobre loca que no soltaba el último cascote que había cogido. Aquellos coches llenos de gentuza se reían y decían obscenidades mientras seguían su ruta a donde les llevara el alcohol.
La sien de Dani sangraba abundantemente anegándole el ojo. Ayudado por Eli llegó hasta la cocina.
Era una casa realmente enorme. Había sido saqueada hasta los topes, pero se notaba que aquel barrio era de más poder adquisitivo que el anterior. Las casas eran mucho más grandes y lujosas y la zona ajardinada mucho mayor. Si hubieran indagado más, podrían haber visto la piscina cubierta y el jacuzzi exterior del jardín trasero.
Le dio a la manilla del agua y ésta comenzó a salir con pereza. Con sumo cuidado lavó la herida de Dani con un paño limpio que encontró en uno de los cajones que ahora estaba tirado por el suelo tras el saqueo.
“Si salgo de aquí y les cuanto a mis amigas con quien he estado, ¡se mueren de la envidia!” Pensaba Eli mientras caminaba por la casa y se acariciaba los labios recordando el roce de la piel del muchacho.
Llegó a pensar que no encontraría botiquín alguno, pues los asaltadores habían hecho muy bien su trabajo y apenas quedaba nada en el lugar. Tuvo que ir habitación por habitación buscando meticulosamente. Al fin en la gigantesca habitación principal encontró tirado en el suelo un pequeño estuche de primeros auxilios.
Bajó hasta la cocina y allí estaba Dani cogiéndose la cabeza entre las manos.
Bañó unas vendas en povidona yodada y le limpió bien el corte. Luego le colocó unas pequeñas tiritas a modo de puntos, ya que aquel corte era de campeonato. Tuvieron suerte pues había unas cuantas aspirinas sueltas en aquella bolsa. Lo que no tenían muy claro era la caducidad de las mismas.
Dani se quedó mirándola con una leve sonrisita.
Dani soltó una carcajada al oír aquello.
“Lo ha vuelto a hacer, esa sonrisa… Seguro que la tiene estudiada.” Suspiraba Eli en su interior.
Lo que no sabía ella, es que aquel enorme muchacho, con una enorme casa, tenía un enorme corazón del que ella se estaba haciendo dueña con más rapidez de lo que ni él mismo se podría haber imaginado jamás.
El cielo comenzó a gruñir y un montón de enormes nubarrones lo oscurecieron por completo. Poco a poco el verano iba tocando a su fin y esa noche lo haría acompañado de vientos, truenos y relámpagos, y como no, de una fina lluvia que se colaba por cualquier posible grieta.
Eli le ayudó a levantarse. Nada más tratar de erguirse se tambaleó de nuevo un poco mareado.
Y era verdad, si le hubiera dado a ella no lo hubiese contado. Al decir aquello, Dani, que la tenía agarrada por los hombros para ayudarse la apretó más fuertemente contra él. De este modo, el cuerpo de Eli cesó de temblar al pensar en aquello.
Después de mirar y remirar acabaron en una de las habitaciones, supuestamente la de invitados ya que no estaba en absoluto personalizada como las del resto de la casa.
Tenía una cama de más de cuerpo y medio y un baño privado de buen tamaño.
Por alguna razón, era la única que conservaba las ventanas intactas.
Serían las primeras horas de la tarde, pero con aquella oscuridad parecía más el final del día.
Después de dar la habitación por buena pasaron al siguiente punto importante de la lista. La comida.
Aquella casa debería de esconder grandes tesoros culinarios, o por lo menos eso pensó Eli. Después de lo que habían comido para desayunar cualquier cosa podría considerarse un manjar.
Pero que decepción cuando no encontraron apenas nada por ningún rincón.
Se acercó a una pared y… ¡magia! Se abrió y y apareció un pequeño cuarto repleto de comida desde el suelo hasta el techo ,¡era la despensa!.
La muchacha se acercó y le espetó un beso en los labios girándose acto seguido para introducirse en aquella despensa misteriosa. Dani, después de aguantarse las ganas de estirarle de la sudadera de nuevo hacia él, la siguió resoplando por lo bajo.
¡Allí sí!, estaba lleno hasta los topes de comida. Dulce y salada. Bebidas de todos tipos. Cualquier capricho estaba allí presente.
Aquello fue un verdadero banquete después de lo pobre que había empezado el día. Había queso, lomo, cecina y muchas más cosas al vacío. Tartaletas de hojaldre, rosquillas, pan de molde, panes especiados. Galletas, mermeladas, miel, chocolates. Toda clase de latas. Y un sinfín de cosas más.
Claro que no le dijo que cuando había una noticia suya incluso entraba a ojearla a la tienda. Y si no había quedado satisfecha, hasta lo buscaba en internet o incluso compraba la revista.
El silencio lleno la estancia.
Esta vez fue Eli la que sonrió y él el que se quedó embelesado en sus ojos del color de la miel, plagados de oscuras pestañas infinitas.
Ambos se quedaron mirándose a los ojos durante unos segundos. En ellos se podía leer la total entrega y confianza del uno al otro. La situación lo había forzado y el destino así lo había decidido.
En aquel lugar en el que no sabían si alguien más, que aún conservase el juicio, seguía con vida y en el que se encontraban rodeados de peligros, ambos sabían a ciencia cierta que el otro iba a estar al 100% a su lado. Eran sus únicos amigos, su única familia.
Continuaron devorando el resto de la comida hablando de tonterías y cuando se sintieron más que saciados y después de hacer una ronda de vigilancia se dirigieron al dormitorio seguro.
Era absurdo tratar de hacer guardias. Ambos estaban agotados y se hubieran quedado dormidos y además, el pobre Dani no se había recuperado del todo del impacto de su propio meteorito.
Estaba oscurísimo, no se veía nada en la calle ni dentro de la casa. La lluvia comenzó a arreciar y el ambiente fue quedando cada vez más húmedo y frío.
Eli sonrió al oír aquello y la forma en que lo había dicho. Como un niño grande. La verdad es que el pobre estaba lleno de sangre.
Entraron en el baño de la habitación de invitados y bajaron la persiana para que desde fuera nadie pudiera ver la luz de sus linternas, aunque en aquella noche de perros tenían la seguridad de que ni el más malo entre los malos iba a salir a hacer de las suyas.
En aquella enorme casa el baño de invitados no era exageradamente grande, pero si lujoso. Contaba con una bañera de dos cuerpos de hidromasaje, una enorme ducha con mampara de cristal, un lavabo doble y como no, un inodoro.
Rodaron la llave del agua y empezó a salir lentamente. Tuvieron la gran suerte de que aquella enorme y lujosa casa conservara intacto y en funcionamiento su calentador y el agua caliente brotó.
“Cómo son las casas de los ricos” pensaba Eli, “qué hasta en medio de una catástrofe tiene agua caliente”.
Mientras se llenaba la enorme bañera buscaron más linternas en la casa pero no dieron con ninguna. Eso sí, se hicieron con un arsenal de velas de todo tipo que distribuyeron por todo el baño dejándolo muy bien iluminado y perfumado, y así ahorrar la batería de las linternas. Además, como era interior, no había peligro de ser descubiertos por la luz de las velas.
Y era casi cierto, el otoño había llegado pisando fuerte.
La bañera estaba prácticamente llena y Dani frotaba afanosamente su sudadera en el lavabo para eliminar la sangre de su herida.
Eli hacía lo mismo con la suya ya que, menos manchada de sangre también estaba muy sucia y no habían podido dar con más ropa en aquella enorme casa. Y la pequeña mochila que llevaba con sus cosas y con algo más de ropa se la había tenido que quitar en la calle para llevar a Dani hasta la casa, ya que con el peso de los dos le era casi imposible.
Eli estaba cerrando el grifo de la bañera y echándole unas sales que había en un tarro de cristal.
En ese momento Eli se giró y se quedó mirándolo apurada mientras el muchacho iba ya a lanzarse a los pantalones.
Eli tragó saliva para hablar por que ver aquel torso moldeado y esa sonrisa al mismo tiempo era demasiado para su pobre corazón.
Un sofoco acaloradisimo recorrió a Eli desde los pies hasta golpearle en la cara y dejársela esta vez roja como un pimiento. Parecido al sofocón que le dio a Dani al ver la cara de la chica y caer en lo que había dicho, pero a este se le alegró el alma al pensarlo.
Dani le soltó el brazo y se quedó pensando un par de segundos en la trampa de la chica.
El corazón de Eli se agitaba como loco. Se había quedado sin palabras pero no quería que el fuera el que saliera triunfador avergonzándola a ella, así que se quitó la ropa y se metió en el agua a la velocidad del rayo. Eso sí, sin quitarle el ojo a Dani por si trataba de hacerle trampa.
El chico abrió los ojos y la miró con aquella sonrisa pícara del que se cree ganador.
Entonces Dani cayó en la cuenta que con la broma no habían echado el jabón al agua y ésta estaba totalmente cristalina. Podía ver el hermoso cuerpo de la joven que lo miraba con mirada vencedora.
La espuma fue creciendo lentamente hasta cubrirlo todo. En aquel breve e intenso espacio de tiempo en el que la espuma crecía no se habían dirigido ni una sola palabra. Solo alguna mirada de refilón del uno al otro se escapaba de la contemplación de la espuma.
Permanecieron unos segundos más en silencio hasta que al final Eli rompió el hielo.
Una vez allí, con ella mirándolo tan indignada, su enfado se esfumó. Estaba preciosa con el reflejo de la espuma y las velas sobre su piel.
Aun habiéndose alejado ambos, la bañera no era lo suficientemente grande como para que sus cuerpos no se rozarán sin intención de vez en cuando, lo que hacía que un cosquilleo les recorriera el cuerpo.
Después de aquello el baño se relajó y trataron temas más banales. Donde habían viajado, lo que más les había gustado, que les gustaba leer y mil chorradas más.
Salió de la bañera y se enrollo en una toalla, pero para variar Dani no había podido evitar hacer trampas y como sabía que estaría despaldas yendo a por la toalla entreabrió los ojos para verla. No tendría que haberlo hecho. Ahora mil pensamientos recorrían su mente y ninguno casto.
Eli salió a vestirse al cuarto y mientras Dani salía del agua y hacía lo mismo en el baño.
Cuando salió, ella ya estaba dentro de la cama comiendo unas galletas.
Habían apagado todas las velas del baño y se habían quedado prácticamente a oscuras oyendo la lluvia que aún arreciaba con fuerza mientras disfrutaban del maravilloso olor a hierba mojada que venía del jardín. La temperatura había caído en picado y la humedad no ayudaba en nada. En la cama solo había una finísima colcha y las sábanas, que no eran suficientes en aquella tormentosa noche.
Dani la estrechó junto a su pecho firmemente. Al principio les costó relajarse y conciliar el sueño por la proximidad de sus cuerpos. El estar así, abrazados, era una sensación fantástica para los dos y al mismo tiempo inquietante. Ahora tenían menos frío y se sentían más protegidos y menos solos en el mundo. No se separaron en toda la noche, a parte de todo, la atracción que sentían el uno por el otro hacía que incluso en la inconsciencia del sueño aprovecharan para estar lo más cerca posible.
No paró de llover hasta la madrugada lo que produjo derrumbes en algunas casas de la zona. Por suerte su casa resistió a la lluvia y al viento. El fuerte sonido de las gotas al caer amortiguaba cualquier ruido que pudiera venir de afuera con lo que por fin pudieron dormir y descansar aquella noche.
Al alba se despertaron los dos como si hubieran puesto el despertador. Permanecían pegados el uno al otro como siameses. La noche había sido muy fría y habían echado de menos un buen edredón.
Aquello hizo que la muchacha consiguiera abrir por completo sus ojos.
Volvieron a la gran despensa y desayunaron hasta casi reventar. No sabían cuánto tiempo pasaría sin que volvieran a encontrar un lugar tan bien provisto. Luego cogieron toda la comida que les entró en tres bolsas del pan de tela que encontraron y con unas cuerdas de tender las transformaron en unas rudimentarias mochilas.
La noche anterior, habían improvisado un tendedero para colocar las sudaderas lavadas en uno de los pasillos de la casa donde debido a los agujeros producidos en la fachada por la onda expansiva de la roca, corría una corriente de aire bastante fuerte. Aquel aire no había conseguido secar en su totalidad las prendas que aún continuaban bastante húmedas, pero como era lo único que tenía confiaron en que sus respectivos calores corporales acabaran de secarlas.
Había muchísimo silencio fuera en la calle, lo que les hizo pensar que nadie más debería estar por aquella zona y que podían salir sin temor de la casa.
Se dirigieron hacía la puerta por la que habían entrado y antes de tocar el pomo de las misma ésta se abrió de un golpe, entrando por ella un grupo de cuatro hombres hediondos. Ni las fuertes lluvias del día anterior habían sido capaces de barrer la suciedad de aquellos individuos.
A parte de la suciedad que les cubría, iban armados hasta los dientes.
Eli y Dani dieron un paso atrás quedando petrificados, pero peor fue cuando vieron a los otros tres y uno de ellos era un viejo conocido. El indeseable Tomás. Aquel ser repulsivo con el que habían tenido la mala suerte de cruzarse en el vestíbulo del hotel.
A Eli le cogieron náuseas nada más verlo y un pánico que era totalmente plausible en su rostro.
Aquel ser despreciable se abrió paso entre sus compañeros hasta ponerse en cabeza. Iba armado con un par de pistolas y un cuchillo de caza a la cintura. Y eso sólo a la vista, que quizá llevase algo más oculto a sus ojos.
Un revuelo se formó entre los hombres al reconocer al joven. Pero Tomás no se inmutó, su locura había ido en aumento y sólo tenía ojos para la joven.
Iba a empezar a caminar hacia ellos cuando Dani se interpuso protegiendo con su cuerpo el de la chica.
Los dos hombres estaban encarados como animales antes del enfrentamiento esperando a ver quién hacía el primer movimiento para saltar sobre el otro. A pesar de que había refrescado un sudor pegajoso bañaba la frente de Tomás haciéndole brillar y parecer más temible. Eli también sudaba, pero era un sudor frío que le recorría las manos y le ponía el vello de punta.
Tomás reía, insultaba y decía barbaridades mientras sus compinches le seguían las gracias. Al final, como un tigre al que le hubieran pisado la cola saltó encima de Dani. Los dos se revolcaron por el suelo en medio de una marea de puñetazos y patadas.
El fuerte estallido de un trueno presagió lo que venía.
Un fuerte granizo comenzó a caer con unas piedras del tamaño de pelotas de golf y mayores. Aprovechando la distracción Dani consiguió gritarle a Eli.
Ella quedó de momento paralizada, después tomo conciencia de lo que le había dicho y se giró para huir por las ventanas traseras.
Pero no les dio tiempo pues la casa, que había soportado bastante bien la lluvia de la noche anterior, no pudo con el granizo que se le acumulaba y empezó a emitir quejidos. Los tres hombres trataron de escapar mientras Dani y Tomás seguían a puñetazo limpio cuando la entrada de la casa cedió a la naturaleza sepultando a dos de ellos. El tercero había acabado con una de sus piernas atrapada bajo los escombros y pidiendo a gritos la ayuda de Tomás.
Eli volvió a entrar donde estaba Dani y se acercó para tratar de ayudarle a zafarse de Tomás y huir de allí antes de que se desplomara toda la casa por completo.
Cogió una lámpara de mesa y esperó el momento oportuno para darle un buen golpe a Tomás. Este quedó aturdido y soltó a Dani, el cual, se levantó rápidamente y salió de la mano de Eli. Cuando llegaron al jardín trasero echaron la vista atrás y pudieron ver como Tomás se tambaleaba yendo tras ellos y como la casa se venía abajo haciéndolo desaparecer bajo el polvo, los escombros y el granizo.
Dani y Eli, protegiéndose del granizo con las tapas de unos cubos de basura que había en el jardín huyeron del lugar antes de que apareciera alguien más.
Se ocultaron como pudieron detrás de unos setos, pues con aquellas piedras de hielo no se podía avanzar. La tormenta duró poco y enseguida pudieron oír las voces de unos hombres que chillaban como animales y luego el rugido de un motor alejándose.
Y seguro que así hubiera sido. Eli limpio con sumo cuidado la sangre que le brotaba de la ceja y del labio. Por lo menos no le había alcanzado en la herida de la piedra del día anterior.
Dani cogió la cara de la muchacha entre sus manos y le habló acercando su rostro al de ella para que le prestase atención.
No fue pensado ni premeditado pero los cálidos labios de Dani abrazaron los suaves labios de Eli fundiéndose en un beso que hizo que a ambos les diera un vuelco en la barriga lo mismo que cuando uno está en una atracción de feria. Solo duró unos segundos, pero transmitió muchos sentimientos entre ambos. Por unos instantes el tiempo se detuvo. Se quedaron mirándose a los ojos cuando el maullido de un gato rompió la magia.
Actuaron como si aquel beso jamás hubiera ocurrido y se afanaron por llegar a su destino lo más rápido posible.
La alegría y la esperanza inundo sus corazones. ¿Estaría allí Pablo? ¿Habría alguien más?
Sus piernas comenzaron a moverse más rápido sin pensarlo y en un par de horas más ya estaban alrededor del centro comercial. Se notaba que había sido saqueado, y por ello aumentaron las precauciones para evitar toparse con algún grupo de asaltadores que hubiera decidido volver al lugar del crimen.
Por suerte no se toparon con nadie y llegaron a la urbanización en la que habían quedado.
Entre dos casas se veía la calle de atrás y lo único que se apreciaba eran cascotes y polvo.
Se sentían observados y giraron sobre si mismos para observar a lo lejos una manada, de lo que ahora eran perros salvajes, los cuales les observaban fijamente.
Trataban de no moverse y de hablar en susurros.
Los perros comenzaron a gruñir mostrando sus desarrollados colmillos, cada vez más y más fuerte. Ellos podían oír los gruñidos claramente aun estando a bastante distancia. Estaba claro que aquello pintaba muy mal. Aquellos animales estaban afectados por las radiaciones y sus instintos asesinos se habían multiplicado por cien.
Los gruñidos cesaron para dar paso a un galope frenético que les hizo comenzar a correr como posesos.
El lugar donde debería estar la casa estaba totalmente asolado. Una puerta se abrió a sus espaldas y de allí salió un hombre con un arma que los encañonaba.
Los dos se giraron despacio con el pánico dibujado en el rostro identificando de dónde venía aquel sonido. Corrieron hacía la voz que salía de la casa sin pararse a pensar si era amigo o enemigo y casi tiran al suelo al que les llamaba.
La jauría de canes se estampó con la puerta de la casa justo cuando la cerraban.
En eso Lupi salió y saltó a los brazos de Dani besándolo como una loca.
La perrita seguía saltando y correteando feliz alrededor de Dani.
Pablo se acercó a Eli y le dio un abrazo.
Entraron en el interior de uno de los chalets que parecía estar en buen estado. En su interior había varias personas. Cuatro chicas y dos chicos más.
No hizo falta dar más explicaciones. Todos se acercaron como moscas a la miel a ver a Dani de cerca. Los chicos por admiración y las chicas más por pasión. Aun con la cara hecha un mapa estaba realmente guapo.
Eli parecía no existir y se sentía un poco abandonada. No solo por el hecho de que los únicos seres humanos normales hubieran pasado de ella totalmente, sino porque hasta ese momento no había habido ninguna chica más al lado de Dani excepto ella, y ahora había cuatro más babeando como locas por él.
Subieron al piso de arriba y le mostró donde estaba la ducha. No había agua caliente y el agua salía bastante débil pero eso era mejor que nada.
Pablo dejó a Eli en el baño y volvió a echarle un cable a su amigo.
Cuando bajo a la planta baja Dani tenía una sonrisa que él conocía muy bien. Era la de, “¿por qué no se largan ya?”.
Dani puso cara de no saber que le decía, aunque sabía bien que para Pablo era un libro abierto.
Consiguieron la ropa y Dani se ofreció para subírsela a ella lo que originó miraditas entre las chicas. Dani las vio pero hizo caso omiso. Saliendo del cuarto en el que se encontraban pudo oír como las muchachas interrogaban a su amigo. Sería él el encargado de aclarar la situación, pensó riéndose en su interior.
El agua aún corría cuando llegó a la puerta del baño. Llamó con los nudillos un par de veces.
Dani salió del baño para dejar que se vistiera tranquila y al poco salió ella.
Se esperó en la puerta y oyó los grititos y las maldiciones de Dani al contacto con el agua congelada y muerta de risa bajo a la planta baja donde, esta vez sí, fue el centro de atención.
Los dos chicos eran altos como campanarios y bastante guapos. El rubio se llamaba Álvaro y el moreno Iván. Pertenecían a un equipo de baloncesto, de ahí su altura. Volvieron a Madrid a por sus familias ya que cuando pasó todo se encontraban concentrados muy lejos de allí con su equipo pero cuando llegaron no encontraron ni a sus familias ni a nadie. El impacto les pilló en casa de uno de ellos dentro del ascensor. Estuvieron cerca de diez horas encerrados, lo que les protegió de las radiaciones de locura. Cuando salieron de allí, a uno de sus compañeros, pues en el inicio eran tres, le acertó un tiro de uno de los ladrones que huían tras el saqueo a una joyería por la que pasaron.
De las chicas, dos de ellas eran amigas. Sara y Martina, ambas trabajaban en un asilo de ancianos y no quisieron huir y dejarlos solos. Cuando ocurrió el impacto se encontraban revisando los sótanos del asilo mientras los ancianos dormían para bajar allí a todos los que pudieran para protegerlos el día del impacto. La onda expansiva consiguió derribar el edificio de cuatro plantas acabando con la vida de todos los ancianitos que allí quedaron abandonados. Ellas pudieron salir después de varias horas cuando consiguieron encontrar y abrir la puerta que comunicaba los sótanos con el exterior.
La más bajita de todas, Rania, era profesora de guardería, iba en el metro camino del aeropuerto para tratar de escapar, ya que sus intentos de huir por otros medios habían fallado. El tren descarriló. Estuvo encerrada en el vagón del metro hasta que amaneció. Las puertas no se podían abrir, ni tampoco se atrevieron a romper las ventanas y nadie iba en su ayuda ni en la de los cinco pasajeros más que allí había con ella. Cuando consiguieron salir el panorama era terrible. Eran los únicos supervivientes de todo el tren. Al salir de la estación cada uno corrió hacia un lado presos del pánico, ya que la ciudad estaba en llamas y las explosiones no se detenían. Había muertos por todas las esquinas.
La última de las chicas se llamaba Miriam. Era una chica muy guapa, no era modelo, pero podría haberlo sido. De ella poco sabían y poco contó. Algo muy fuerte le pasó, de eso estaban seguros. Cuando la encontraron vagando por el barrio estaba cubierta de sangre, con bastantes heridas y arañazos. Fue la primera a la que ayudaron Álvaro e Iván el mismo día del impacto.
Pablo llegó a la mitad, cuando fue al punto de encuentro, que se había volatilizado, lo vieron y al comprobar que no estaba afectado por la radiación lo aceptaron en el grupo.
Todas las historias eran horribles.
Dani hacía ya un rato que se había unido a ellos. La ducha había sido de record por la rapidez. Además, su aparición no había pasado desapercibida esta vez tampoco, ya que la única sudadera que habían podido cederle era del acérrimo rival de su nuevo equipo, cosa que provocó las risas entre todos los allí presentes.
Pusieron en común la comida que habían traído de la casa. Sólo la mochila de Eli, pues la de Dani se al final quedó allá bajo los escombros.
Era agradable poder hablar con más personas y sentir algo parecido a la seguridad dentro de aquella casa.
Al decir aquello todos rieron, en especial las chicas. Cosa que irritó algo a Eli aunque lo ocultó perfectamente.
Pasaron la tarde contándose cosas, conociéndose y hablando de lo que tenían que hacer.
Salieron al jardín de la casa que aunque el tiempo estaba algo fresco era agradable salir un poco al exterior, sobre todo para la pequeña Lupi.
Los chicos se dedicaron a tratar de colgar de nuevo una canasta de baloncesto que había caída en el suelo aprovechando las últimas luces del día.
Las chicas no perdieron el tiempo y sometieron a Eli a un interrogatorio en plena regla. Sólo faltaba un foco de luz apuntándole al rostro.
Y dicho esto se levantó de la silla mientras el resto seguía debatiendo la nacionalidad de la presunta futura esposa de Dani. Hubiera salido corriendo al exterior si no tuviera tanto miedo de encontrarse de nuevo con un loco o con los perros. Pero no le quedó otra que volver con el grupo después de fingir que iba al baño.
Cuando regreso, Rania se había puesto a tontear descaradamente con Dani, el cual, trataba de ser educado pero para los que le conocían como era el caso de Pablo, se veía claramente agobiado por aquella chica. Lo que realmente quería Dani ahora era jugar con su recién restaurada canasta.
Pero para Eli que jamás lo había visto en aquella situación fue una puñalada en el estómago. Se sentó con el resto y trató de reír con los comentarios de las otras chicas.
Al fin llegó la noche y con ella la cena que era casi la única distracción agradable del día.
Dani se sentó al lado de ella, ya que no le había pasado desapercibida la cara de perro que había puesto al verle con Rania, o “la tentáculos” como la había rebautizado Eli para sí misma.
Estaban sentados en el suelo del salón, el lugar donde hacían todas las comidas, se reunían y dormían. De ese modo se sentían más protegidos. No tenían luz, pero se habían hecho con velas y linternas que utilizaban con mucha precaución para evitar que fueran vistas desde fuera de la casa
La cena fue bastante amena y distendida. Cuando hubieron terminado, recogieron todo y colocaron sobre el suelo un par de colchones que tenían de píe sobre la pared, que habían bajado de las dos habitaciones de la planta superior, y unas cuantas esterillas de acampada.
Cada uno pertrechado con lo que necesitaba ocuparon sus posiciones habituales. Era bastante amplio el lugar con lo que estaban juntos para poder protegerse en caso de necesitarlo y lo bastante lejos para no oler la respiración de otro y tener un poco de intimidad durante el sueño. Dani se colocó cerca de su amigo y Lupi, y Eli como era ya costumbre junto a él.
Cuando la luz se hubo apagado y el silencio reinó, no tardaron en oírse los ronquidos de Iván y Pablo junto con otras respiraciones profundas. Entonces Dani aprovecho para acercarse sigilosamente a Eli y susurrarle en el oído.
Dani asintió. No tenía el valor para declararle su amor a los cuatro vientos. Podía notar algo de irritación en la voz de Eli, pero estaba demasiado cansado para distinguir si aquella irritación se debía al tema en concreto, lo cual era bueno para él, o por el contrario, si era porque tenía sueño y quería que se callara ya de una. Así que zanjaron el tema y dejó a la muchacha descansar.
Eli por su parte estaba con los ojos como platos. Aquella conversación la había desvelado ligeramente, a los pocos minutos volvió a cerrar los ojos y se quedó profundamente dormida.