Capítulo 4

 

 

 

Rick salió del avión y sonrió a Lucius que lo esperaba en la pista después de haberle llamado para su llegada. Bajo la escalerilla de su avión privado y se acercó a toda prisa extendiendo la mano cuando llegó. —Te veo bien, viejo. —Le miró de arriba abajo. El traje blanco que llevaba le sentaba como un guante. —¿De Londres?

—Por supuesto. —Lucius se echó a reír y le palmeó la espalda.

Rick fue hasta la limusina. —Supongo que está aquí.

—¿Quién?

Sorprendido le miró deteniéndose. Perdió la sonrisa al ver que Lucius se ponía serio. —No tiene gracia. Dime que está aquí.

—Sube al coche. Prefiero hablar de esto en privado —dijo mirando por encima de su hombro al chófer.

Lucius le dejó pasar y le hizo un gesto al chófer para que se quedara allí. Cuando entró tras él y cerró la puerta, se volvió para mirarle a los ojos. —¿Qué haces aquí, Campbell? No deberías haber salido de Nueva York.

—¡No me jodas! —dijo fríamente—. ¿Glory está contigo? Sé que cogió un vuelo hacia aquí y que llegó hace unas horas.

—¿Por qué la sigues? Es libre para hacer lo que quiera. —Rick apretó las mandíbulas y Lucius sonrió malicioso. —Has cometido un error de novato, Rick. Has dejado escapar a tu presa antes de que dependiera de ti.

—Ella me desea.

—El dolor que tiene en el alma le hará reprimir ese deseo. —Sus ojos mostraban su inteligencia. —Supongo que la habrás investigado.

—Clay lo hizo por mí hace años.

Lucius le miró incrédulo. —¿Hace años? ¡Serás gilipollas!

—¡Trabajaba para ti! ¡No vi la necesidad antes!

Asombrado apoyó la espalda mirando a Rick. —¿Cinco años y no se te ha ocurrido averiguar por qué una mujer como ella trabajaba en algo así? Una mujer preciosa e inteligente trabaja viendo como unos masoquistas follan, ¿y no se te ocurre pensar el por qué?

Rick apretó las mandíbulas y Lucius le miró con desprecio. —No te la mereces. Baja de la limusina.

—¡La voy a encontrar!

—Durante cinco años la has tenido a tu lado y te has espabilado ahora. Me pregunto por qué. —Le miró fríamente.

—¡Porque vi su expediente! —le gritó—¿Cómo es que después que supieras lo que le había pasado dejaste que trabajara allí?

—Mientes. Sal de la limusina.

Rick apretó los labios. —He recibido amenazas.

Lucius se tensó. —¿Qué amenazas? ¿Sobre Glory?

—Dos llamadas al club diciendo cosas tan agradables como que la iban a despellejar por puta. Por eso he cerrado la mazmorra. Y creo que ella también ha recibido ese tipo de llamadas en su casa. Clay ha investigado el asunto y al parecer se hacen desde un teléfono prepago.

—¿La estás protegiendo?

—¡No lo tomé en serio hasta ayer al enterarme que también la llamaba a su casa!

Lucius le miró con desprecio. —Te importa una mierda. ¡Si te hubiera preocupado habrías protegido a mi niña! Muy bien, se acabó. Largo de mi vista. Yo me ocuparé de esto.

—¡Es mía!

—No lo es —dijo Lucius fríamente—. Sobre todo porque ella no quiere ser tuya, ¿y sabes por qué? Porque te conoce muy bien. Sabe que le destrozaras el corazón en cuanto te hayas cansado de ella. Y encima quieres que tenga un hijo tuyo porque quieres atarla a ti. La he protegido desde que la recogí de la calle y no voy a dejar que un desgraciado egoísta le despedace el alma que ha conseguido recuperar. —Rick apretó los puños furioso. —¿Sabes cómo me la encontré? Estaba tirada en un callejón de la paliza que le habían dado unos chicos de la calle al intentar violarla. Pero ella luchó con uñas y dientes hasta que la soltaron y asustados al pensar que la habían matado, salieron corriendo. Vivía en las calles y estaba a punto de convertirse en prostituta. La llevé a mi casa porque no quería ir a un hospital del pánico que tenía a que la volvieran a encerrar. Me costó meses que me sonriera y un año que hablara conmigo sin desconfianza. Le di ese trabajo porque para ella era un desahogo. Y lo volvería a hacer. Para ella fue una terapia y le vino muy bien porque maduró emocionalmente. Te obligué a mantenerla allí porque para ella, el club era el único hogar que conocía. Pero en dos meses se tuvo que mudar del ático, porque sabía que si no se iba, no tardarías en llevártela a la cama. Tú lo único que has hecho ha sido provocarle inseguridad, que es lo que menos necesita. —Le miró como si le diera asco. —Ella sí que te conoce bien. Te ha estado observando cinco años y sabe que no estarás a la altura.

—Yo no sabía nada.

—Porque no te interesaba. Para ti era una zorrita que tenías en el club y que se te resistía. Te gustaba el juego y lo seguiste esperando a ver cuándo se rendía.

—No ha sido así —siseó—. ¡No me permitías tocarla!

—Eso de que el contrato no era válido, podías haberlo averiguado antes. Pero no te interesaba lo suficiente. Sal de mi coche. —Al ver que no se movía siseó —Ahora.

—No podrás separarla de mí.

—Tengo los recursos para alejarla tanto de ti, que nunca volverás a verla.

—Vendrá a mí. Me quiere. —Lucius metió la mano en el bolsillo interior de la chaqueta y sacó un papel que le tendió. —¿Qué es esto?

—Eres un hombre de negocios.

Rick abrió el papel para ver que era un cheque por dos millones de dólares. Apretó las mandíbulas antes de levantar sus ojos negros hasta él. —¿Intentas comprarme?

—Intento que no le hagas daño.

—¿Por qué tienes tanto interés en ella? ¿Estás enamorado de Glory?

Lucius sonrió con tristeza. —Mi niñita es igual a una hija que tuve. Murió con diecisiete años.

Rick tiró el cheque sobre sus piernas. —Glory es mía. Y lo será para siempre. —Abrió la puerta de la limusina para salir dando un portazo.

Lucius sonrió al chófer, que le miró desde detrás de volante después de subirse al coche. —Al hotel. Tenemos una fiesta.

 

 

Glory caminó hacia el bar de la piscina mirando a su alrededor. Los mariachis cantaban mientras dos mujeres bailaban con faldas largas de brillantes colores. Ni se daba cuenta de todas las miradas masculinas que atraía con su vestido blanco ajustado como una segunda piel y sus sandalias doradas de quince centímetros. Su largo cabello negro liso como una tabla, caía sobre su hombro izquierdo mostrando su espalda desnuda. Vio a Lucius guapísimo con su chaqueta blanca y pantalones negros. Muy elegante. Estaba rodeado de muchachas jóvenes y era la envidia de todos los caballeros. Divertida se acercó colocándose ante la mesa poniendo una mano en la cintura. —¿Se puede saber qué haces? ¿Ya me estás poniendo los cuernos?

Las chicas la miraron sorprendidas y Lucius se echó a reír cuando dos se levantaron a toda prisa. Aparentado enfado miró a una rubia teñida. —Desaparece.

Si discutir se levantó y Lucius dijo —No seas celosa, mi niña. Soy todo tuyo.

Eso hizo que las dos que quedaran salieran despavoridas por si Glory se les tiraba encima.

Encantada se sentó a su lado y cogió su copa de champán. —Eres muy malo.

—A estas alturas no voy a cambiar.

—¿Y la viuda? —Miró a su alrededor y vio a una mujer que parecía muy tímida mirándolos de reojo. Era una atractiva rubia de pelo por la barbilla que rezumaba dinero por todos sus poros, pero se notaba que tenía sus años y no era para nada el tipo de su amigo. Levantó una ceja volviendo la vista hacia su amigo. —¡Acaba de salir del convento!

Julius se rió a carcajadas negando con la cabeza. —Parece tímida, pero las apariencias engañan.

—¿Te la traigo?

Negó con la cabeza. —Vendrá ella.

Eso le hizo perder la sonrisa porque era lo que Rick esperaba de ella. Intentando disimular miró hacia los mariachis. —Está muy animado.

—Cielo, espero que estés lista para…

Glory se quedó con la boca abierta al ver a Rick al otro lado de la piscina mirándola mientras se tomaba lo que parecía un whisky. Y estaba furioso. Le dio un vuelco el corazón notando como todo su cuerpo reaccionaba a él. Estaba guapísimo con su camisa negra remangada hasta los codos con los pantalones del mismo color. Tragando bajó el vaso y no pudo evitar seguir el movimiento de su nuez sintiendo que el fuego la recorría. Separó los labios sin darse cuenta.

—Vete a hablar con él —dijo Lucius divertido.

Molesta desvió la vista cogiendo la copa de champán y bebiéndosela de golpe del calor que tenía. Ni era consciente de como temblaba su mano. —Ni hablar.

—¿Él ha recorrido cientos de kilómetros y tú no te puedes acercar unos metros?

—¿Qué coño hace aquí? —Nerviosa cogió la botella de champán sirviéndose de nuevo.

—Cuidado, nenita. Casi no has comido. —Retándole con la mirada se bebió la copa haciéndole reír. —No pensaba que necesitabas el alcohol para darte valor.

Posó la copa sobre la mesa de golpe. —¿Vamos a cenar?

—En unos minutos.

Chasqueó la lengua y miró de reojo hacia la piscina. Una de las chicas que habían estado con Lucius ahora lo intentaba con él. Apretó la copa sin darse cuenta al ver que le pasaba el dedo sobre los botones de la camisa mientras le susurraba algo al oído.

Varias parejas se pusieron a bailar y los animadores del hotel pasaron entre las mesas buscando parejas de baile. Un chico mulato muy guapo se acercó a ella y la cogió por la muñeca. Sorprendida negó con la cabeza, pero el chico insistió. —Vamos. Prometo que se va a divertir, mi bella.

Al ver que la tía no se había despegado de Rick, sonrió al tipo y se levantó dejando que la llevara hasta la pista. La canción era mejicana y le sonaba haberla oído antes. El chico bailaba realmente bien, pero ella no tenía costumbre de seguir ese ritmo. El chico, para que no perdiera el ritmo, bajó su mano de su cintura hasta casi su trasero y Glory se puso nerviosa. Miró de reojo a Rick que estaba muy tenso mientras que Lucius se partía de la risa.

—Bailas muy bien —susurró el chico.

—¿Tú no eres de aquí, verdad?

—Soy de Santo Domingo. Pero la cadena hotelera me trasladó aquí.

—Me imagino por qué.

El chico se echó a reír y bajó más la mano. Ella levantó una ceja y sonrió radiante viendo que Rick estaba a punto de rodear la piscina y dejaba su copa en la bandeja del camarero que pasaba ante él. Glory se detuvo y acarició la mejilla del chico antes de decir —A mí me mete mano quien yo quiero.

El chico sonrió como un idiota antes de que ella le diera un rodillazo entre las piernas tirándolo a la piscina. Tomó aire y se dio la vuelta caminando tranquilamente hasta la mesa de Lucius moviendo las caderas sensualmente. Su amigo se reía a carcajadas y cuando estaba a punto de sentarse alguien la cogió de la muñeca tirando de ella hacia la pista de baile.

—¿Qué haces? —Tiró de la muñeca intentando soltarse de Rick, que estaba furioso.

—¡Nena, no me provoques porque estoy a punto de perder la paciencia! —La cogió por la cintura pegándola a él y no tuvo más remedio que sujetarse en sus hombros. Se negaba a mirarle. Cuando su mano acarició su espalda desnuda entrecerró los ojos y le dio un pisotón con el tacón haciéndole gruñir.

—Esta me la vas a pagar.

—Más quisieras, idiota. —Le miró furiosa al igual que él. Sus miradas se ligaron durante unos segundos y ella se sonrojó porque sus ojos cambiaron mostrando que la deseaba.

—Nena… yo….

Se soltó antes de que se diera cuenta y caminó rápidamente hacia la mesa donde Lucius esperaba de pie hablando con la viuda.

—Ya estás aquí —dijo divertido—. Permíteme que te presente a Cecilia Winston. Está pasando aquí unos días de vacaciones.

Sonrió amablemente sintiendo la presencia de Rick tras ella. —Encantada.

—Ella es mi ahijada, Glory Anderson.

—Mucho gusto —dijo la mujer claramente aliviada.

—¿Pasamos a cenar? —preguntó impaciente por librarse de Rick.

—Cecilia, ¿quieres cenar con nosotros?

—Será un placer —dijo sonrojada de gusto cogiendo el brazo que le ofrecía Lucius como todo un caballero. Pobre mujer. No sabía dónde se metía.

Chasqueando la lengua miró de reojo a Rick que parecía divertido. Furiosa caminó tras ellos hasta uno de los restaurantes y se sentó en la silla dejando a la parejita sentarse uno frente al otro. Molesta en cuanto se acercó el camarero dijo —Un mojito o lo que sea. Con alcohol.

—Nena, tú nunca bebes —susurró Rick a su oído poniéndole los pelos de punta. Con todo el descaro se sentó ante ella sin pedir permiso siquiera. Lucius sentado al lado de Rick levantó una ceja divertido.

—¿No te ibas? —preguntó su amigo irónicamente.

—Me apetecen unas vacaciones —siseó antes de sonreír a Cecilia—. Soy Rick Campbell.

—Ah, ¿eres el novio de Glory? Hacéis una pareja estupenda.

—No es mi novio. Es mi jefe. Exjefe —gruñó ella cogiendo la copa que le daba el camarero.

—Nena, no bebas más.

—¿Aunque sabes que, Cecilia? Lo mejor es que ahora puedo ser freelance… Será mucho más divertido.

Rick la fulminó con la mirada. —Que ni se te pase por la cabeza.

—¿Y en qué trabajas? —preguntó la mujer inocentemente.

Sonrió dulcemente y miró a la mujer a los ojos que los tenía de un bonito color gris. Como los ojos de un gato. —Soy dominatrix.

La tía se quedó de piedra y Lucius se echó a reír a carcajadas. Entonces Cecilia sonrió aliviada antes de echarse a reír. —Muy gracioso.

—No. Hablo en serio.

—¡Glory, ya está bien! —Rick intentó quitarle la copa de la mano, pero ella no pensaba ceder.

—¿Acaso te avergüenzas? —preguntó aparentando sorpresa—. Pues sí Cecilia, soy dominatrix. Bueno en realidad no lo soy porque mi trabajo trata en dominar a los dominantes. —Entrecerró los ojos mirando a Rick. —¿Cómo lo hago, cariño?

—Esto lo vas a pagar —siseó rojo de furia.

—¿Dominantes? —La mujer no salía de su asombro, pero estaba interesada en el tema.

Glory miró a Lucius, que asintió dándole permiso para continuar. —¿Sabes lo que es un dominante, Cecilia? —La mujer negó con la cabeza. —Pues verás, Lucius es un dominante. Y Rick. Rick es el más dominante de los dos.

—¿Y de qué se trata exactamente?

—Oh, pues es muy sencillo. Les gusta mandar básicamente. Les gusta que su pareja sexual haga lo que les apetezca en cada momento. —La miró a los ojos. —¿Estás dispuesta a hacer todo lo que Lucius te pida?

—¿Como qué?

Lucius sonrió porque la pobre había picado el anzuelo, así que continuó —Deberías preguntárselo a tu amo, ¿no crees?

Los ojos de la mujer brillaron de excitación y miraron a Lucius, que hizo un gesto con la mano para que Glory continuara. Se acercó a la mujer y susurró a su oído —¿Quieres servirle? ¿Quieres pensar en él por encima de todo? ¿Quieres que te comparta con otros hombres?

Cecilia la miró sorprendida. —¿Compartir con otros hombres?

—Sí. Eso pasará cuando se aburra de ti. Buscará otro tipo de excitación y te follarán los dos. —A la mujer se le cortó el aliento. —Todavía puedes levantarte e irte, Cecilia. —Miró a Lucius susurrando al oído de la mujer —Pero no lo harás, ¿verdad?

—No.

Puso los ojos en blanco antes de enderezarse y coger la copa de nuevo para beber todo su contenido. Rick apretó los labios y ella sonrió como una niña buena.

Cecilia la miró de reojo. —¿Tú haces esas cosas?

Se echó a reír divertida con el asunto y la mujer se sonrojó al escuchar decir a Lucius —No, querida. —Cecilia se sonrojó aún más al escuchar el piropo. —Glory es especial.

—Sí que lo es —siseó Rick.

—Ella es domina. No le gusta ser sumisa. Al menos no es una sumisa al uso —dijo Lucius divertido.

—No entiendo muy bien.

Ella miró a la mujer. —Pues es muy sencillo, guapa. En la cama me excita que me dominen un poco, pero en todo lo demás no. Ni muerta me arrodilló a besarle la polla a un amigo de Rick. ¿Capito?

Cecilia abrió los ojos como platos y Rick siseó —Eso ya lo veremos.

—¿Saben ya lo que van a pedir? —preguntó el camarero.

—Langosta —dijo sin mirar la carta—. Y otro de estos.

Rick apretó los labios intentando controlarse mientras Lucius se reía por lo bajo. Cuando los demás pidieron, ella sonrió a Rick y le guiñó un ojo. Cecilia se acercó y le susurró —Pues no se le ve muy dominante que digamos.

—Se está intentando controlar —Miró a Rick. —¿Verdad cariño? —Podía escuchar sus dientes rechinando desde allí. —Le hubiera gustado pedir por mí y decirme lo que debo beber, pero tiene que aguantarse porque no paso por el aro. Ni pasaré. Cariño, ¿por qué no te vas a Nueva York? Aquí molestas. Estoy de vacaciones.

—Serán unas vacaciones de lo más divertidas. Lucius, ¿puedo quedarme en tu villa?

Lucius que estaba bebiendo champán se atragantó y Cecilia se levantó de inmediato a darle palmaditas en la espalda. Asombrado miró a Rick. —¿No te quedó claro lo que te dije esta tarde?

—¿Esta tarde? —preguntó Glory sorprendida—¿Os habéis visto esta tarde?

—Me llamó diciendo que venía. Te avisé —respondió su amigo.

Ella tomó aire y cogió su copa para beber de nuevo mientras Lucius decía a Rick —Creo que si te quieres quedar, lo mejor es que duermas donde estás.

—No me lo vas a poner fácil, ¿verdad?

Lucius miró malicioso a Cecilia. —¿Quieres ver cómo se comporta un dominante cuando quiere a una sumisa?

—¡Sí! —respondió excitada.

—¡No te atreverás! —dijo Glory molesta.

Su amigo sonrió. —Si te resistes, él no conseguirá nada. Conoces las reglas muy bien.

Rick levantó su copa de vino representando un brindis antes de beber mirándola a los ojos. ¿Quería jugar? Pues se iba a enterar.

Le dio una patada en la espinilla, que le hizo saltar en la silla haciendo reír a Lucius. —Y eso que no tiene el látigo.

La cena fue una pulla tras otra y cuando llegó el postre ella pidió fresas con nata y chocolate caliente sólo para provocarle. Mojó la fresa en el chocolate y la lamió con la punta de la lengua antes de meterse la fresa en la boca y chupar el chocolate sin que él perdiera detalle. Un tipo de la mesa de al lado dejó caer el tenedor mirándola con los ojos como platos y cuando mordió la fresa con fuerza se sobresaltó en su silla. Masticó la fresa y se pasó la punta de la lengua por la comisura de los labios. Rick apretó los labios antes de beber de su champán removiéndose incómodo en la silla. Estaba totalmente excitado y a punto de explotar.

Cuando cogió otra fresa untándola en la nata el tío se inclinó para mirarla mejor y al pasar el camarero tiró la bandeja al tropezar con él.

—Nena, creo que deberías dejar esos jueguecitos para cuando estemos solos. Prefiero la nata. El chocolate mancha mucho.

Dejó caer la fresa sobre el plato haciendo reír a Lucius, que lo estaba pasando en grande. Glory se levantó de la mesa. —Estoy muy cansada. Si no os importa…

—¿No te quedas a la fiesta? —preguntó Cecilia decepcionada.

—No estoy para fiestas. Buenas noches.

Caminó fuera del restaurante y varios se giraron para verla salir. Rick apretó los labios furioso.

—Si crees que lo vas a tener fácil… Debería seguir mi plan y llevármela.

Rick fulminó a Lucius con la mirada. —No pierdas el tiempo porque os encontraré. —Se levantó de la silla tirando la servilleta sobre la mesa.

—¿A dónde vas?

—A hablar con mi mujer.

—¿Ha dicho su mujer? —preguntó Cecilia confundida—. Pensaba que no eran ni novios.

—Es su mujer. Lo ha sido desde hace años, pero él no se dio ni cuenta. Ahora tiene que conquistarla. —Se levantó y extendió la mano. —Vamos a bailar.

—Sí, Lucius.

Los ojos del viejo brillaron de gusto y ella se sonrojó. —Vas aprendiendo, preciosa.

—Gracias… —Miró a su alrededor antes de decir —amo.

Él le dio una palmada en el trasero y ella se echó a reír divertida.