Capítulo 1
Glory les observaba sentada en su trono de terciopelo rojo, convenientemente alejada de la pareja. El hombre desnudo ante la mujer y totalmente excitado, la cogía por el cabello rubio metiéndole el miembro en la boca casi hasta ahogarla. La chica, que era una de las habituales, estaba atada a una x de madera con unas correas e intentaba apartar la cabeza, pero él no se lo permitía. Glory suspiró cuando ella con lágrimas en los ojos la miró de reojo intentando respirar desesperadamente. Se levantó lentamente cogiendo su látigo de la mesa y caminó sobre sus tacones de aguja hasta ellos.
—¡Suéltala!
El tipo la miró sonriendo y tapó la nariz de la chica haciéndola gritar de miedo quedándose sin aire. —Si le gusta. ¿No ves cómo disfruta esta zorra? —Se apartó lo suficiente para que la chica aspirara una bocanada de aire y tosiera antes de que él volviera a metérsela en la boca.
—No estás siguiendo las reglas, guapo. Nada de poner en peligro a las chicas. —Dejó caer la cola de su látigo observando aquel culo caído del tipo que debía tener unos cincuenta años. —No te lo repito más. Es nuestra primera sesión y no me conoces, pero hablo muy en serio. ¡Si yo digo basta, es que basta!
—¡Cállate, puta! ¡Pago para esto! —Se alejó de la chica pegándole un tortazo. —¡Sólo estás aquí para observar porque eres una mirona!
Esas palabras la enfurecieron, pero aun así no movió el gesto mirándole fríamente. —Como vuelvas a ponerla en peligro, te voy a meter el látigo por el culo. —Sonrió maliciosa. —Seguro que te gusta. Tienes toda la pinta.
El tipo se acercó a ella con la mano levantada para pegarla, pero antes de que llegara a ella, levantó el látigo dándole en la cara. Él se apartó cubriéndose la mejilla con la mano. —¡Hija de puta! —Se iba a tirar sobre ella de nuevo y Glory no se reprimió más. Le dio dos latigazos y uno le dio en su miembro retorciéndole de dolor hasta caer al suelo.
Lentamente Glory se acercó a él y puso el tacón de acero sobre su pecho. —Como vuelvas a intentar joderme, te voy a dar tal manta de hostias que te dejaré lisiado. —Levantando una ceja por debajo de la máscara de látex miró su miembro ahora flácido. Sonrió irónica y clavó el tacón en su pezón haciéndolo chillar de dolor. —Se ha terminado la sesión.
—Sí, ama —siseó mirándola con odio antes de que se apartara de él dándole la espalda.
—Desátala y lárgate. Informaré al jefe.
—¡He pagado una fortuna por ser miembro de esta mierda de club!
—El club tiene reglas. Sadomasoquismo consentido. Si ella quiere parar, se detiene la sesión. Punto. —Miró a la chica que no había disfrutado en absoluto de todo aquello y lloraba del alivio. —¿Quieres parar?
—Sí, Glory. Suéltame, por favor… Este cabrón es un sádico, que no tiene ni idea de lo que hace.
Glory hizo una mueca al mirar al tipo que estaba furioso sin poder levantarse todavía.
—¡Tú consentiste!
—¡Para tener sexo, no para que molieras a hostias, cabrón!
Glory se echó a reír al ver la confusión en la mirada del viejo y se acercó a la chica abriendo con una mano una de las correas. La chica se desató el resto y salió corriendo desnuda como estaba.
—Vaya… —Divertida miró al tipo. —No se la ve muy contenta.
—¡No tiene que irse contenta, zorra! Yo mando.
Glory chasqueó la lengua acercándose con el látigo en la mano. —Estas sesiones se basan en dos cosas muy simples, cariño. El placer de ella unido al dolor y tu placer al provocarla hasta el límite. —Le fulminó con sus preciosos ojos verdes. —Nunca rebases el límite porque no tendré piedad. Eso te lo juro.
—Esta me la vas a pagar.
Glory se echó a reír a carcajadas. —Si me dieran diez pavos cada vez que me dicen eso, sería rica. —Se volvió yendo hacia el ascensor. —Te aconsejo que te vayas. Voy a avisar al jefe de que has sido un chico muy malo.
Se subió en el ascensor y sonrió maliciosa mirando a aquel cerdo. Llevaba en ese trabajo seis años. Cuando tenía diecinueve vivía en la calle y Lucius la recogió dándole un lugar donde vivir en el ático del club. Sabía perfectamente lo que sucedía allí, pero Lucius nunca le pidió que trabajara allí. El anciano la trató como una hija e incluso insistió en que siguiera estudiando, pero ella no quiso sabiendo que al menos le debía trabajar para colaborar en su manutención. Pidió trabajar en el guardarropa donde allí estaría segura de varios pervertidos del club y él estuvo de acuerdo. Estaba sentada leyendo un libro cuando escuchó los gritos del piso de abajo. Miró hacia la puerta, pero el de seguridad debía estar fumándose un cigarrillo y no estaba en su puesto. Glory no se lo pensó, porque la que estaba abajo era Shine y era una chica fantástica. Bajó por las escaleras y al ver que un hombre desnudo la tenía encadenada a la pared de espaldas golpeándola con una vara, se acercó furiosa a la pared y cogió el látigo. El tipo ni vio llegar el primer latigazo tan concentrado que estaba en infringir dolor y ya no pudo detener ni el segundo, ni el tercero. Glory perdió el control y le dio una paliza que el tipo no olvidaría nunca.
Cuando Lucius bajó y vio la situación, pidió a sus gorilas que sacaran al tipo de allí y antes de que se lo llevaran a rastras, le cogió por el cabello levantando su cabeza y siseó —Como abras la boca, te la vuelvo a enviar. No se destroza la mercancía, hijo de puta. Sólo se disfruta. Mi niña ha hecho lo que hubiera hecho yo. No vuelvas por aquí si quieres seguir conservando la piel en el cuerpo.
Unas chicas se acercaron a Shine que estaba inconsciente en ese momento y la desencadenaron llevándosela entre todas para atenderla. Con la respiración agitada, Glory aun con el látigo en la mano miró a Lucius algo preocupada. Su jefe sonrió. —Niña, has hecho bien. —Metió la mano en el interior de la chaqueta y sacó un puro mordiendo el extremo y escupiendo en el suelo de piedra. Sacó el mechero y encendiéndolo, iluminó su rostro y su pelo blanco mientras aspiraba una y otra vez hasta encenderlo. Lucius sonrió cogiendo el puro entre sus dedos y apartándolo de la boca para expulsar el humo. —¿Cómo te has sentido?
Le miró con desconfianza. —¿A qué te refieres? —preguntó agresiva.
—¿Crees que no sé tu secreto? Eres tan transparente para mí. —Lucius sonrió mirando a su alrededor. —Sé lo que opinas de nosotros. Que somos enfermos.
—No opino eso de ti.
—¿Crees que a mí no me gusta dominar a una mujer cuando le hago el amor?
—Sé que te gusta, pero nunca harías algo así.
—No. —Miró con desprecio los grilletes de la pared. —A mí no me gusta torturarla provocándole dolor. —Sonrió malicioso. —Aunque un poco no viene mal para alargar el éxtasis, algo continuado me parece excesivo.
Glory le observaba sin decir nada. Su porte y su traje demostraban que era un hombre que siempre lo había tenido todo. Le vio caminar haciendo ruido con sus zapatos italianos sobre el suelo de piedra. —No has contestado a mi pregunta, pequeña ¿Cómo te has sentido?
—¿Golpeando a ese cabrón?
—¿Cuántas veces te he dicho que no digas tacos?
Sonrió sin poder evitarlo por la regañina y Lucius movió la cabeza de un lado a otro como si no pudiera con ella. —Me he sentido bien.
—¿Cómo de bien?
Glory entrecerró los ojos. —No me he excitado, si es lo que preguntas.
Lucius suspiró de alivio. —Pero te ha gustado.
—Me encantaría pegar a todos esos cabrones, que se creen con derecho a golpear a una mujer —dijo con rabia.
—No podrás hacerlo si ella disfruta. Esa es la regla. Sólo si él se pasa de la raya.
Los ojos de Glory brillaron. —¿Me dejarás?
—Me acabo de dar cuenta que lo que ha sucedido hoy no puede volver a pasar. Tú evitarás que ocurra de nuevo. ¿Podrás soportarlo? Verás cosas que puede que te escandalicen.
Glory levantó una ceja. —¿No te has dado cuenta que ya no me escandaliza nada?
Lucius la miró con pena. —Siento que siendo tan joven hayas visto tanto.
Se encogió de hombros tirando el látigo al suelo. —Me voy con los abrigos o esos ricachones me lo revolverán todo.
—Glory…
Se volvió moviendo su larga melena negra para mirarle a los ojos. —Búscate un disfraz.
—¿Algo de látex negro?
Lucius sonrió. —Eres un peligro, pequeña.
Le guiñó un ojo antes de dirigirse a las escaleras. Lucius miró el látigo en el suelo tomando una calada de su puro antes de darle una patada que lo lanzó sobre la pared.
Glory apretó los labios recordando a Lucius. Ahora estaría en alguna playa del Caribe tomando el sol rodeado de chicas. Un año después de eso le dio un infarto y quiso vender el club. Fue muy triste separarse de él, pero Lucius la llamaba cada semana para comprobar cómo estaba. Esperaba que ese año volviera en Navidades para pasarlas con ella. Quedaba un mes para las fiestas y se lo había prometido. Esperaba que no se olvidara. Le echaba de menos.
Las puertas del ascensor se abrieron y ella salió caminando sobre sus tacones por el impecable parquet hasta el bar. Se detuvo en la puerta mirando a su alrededor y puso la mano en la cadera haciendo una mueca al ver al jefe metiéndole mano entre las piernas a una de las chicas, que sentada a su lado le estaba susurrando algo al oído. Rick Campbell levantó una de sus cejas castañas mirándola con aburrimiento antes de apartar la mano y decirle algo muy serio. Por la cara que puso la chica le había dicho que se largara. Glory sonrió maliciosa al ver como la chica se levantaba de mala gana. No sabía qué le había dicho, pero le había cabreado y ahora ella le iba a cabrear todavía más. Le encantaba.
Sonriendo maliciosa se acercó moviendo las caderas y medio bar la miró. Era alta y con las curvas adecuadas enfatizadas por el traje de látex que hacía brillar su cuerpo. Varios dejaron lo que estaban haciendo cuando la vieron llegar. Algunos con deseo otros con temor por su reputación, pero Rick Campbell la miró como si quisiera cargársela.
Se puso ante su mesa con la mano en la cintura y él dejó el vaso de whisky sobre la mesa de madera. —¡Te he dicho mil veces que no te quiero en el bar con ese aspecto! —dijo fulminándola con sus ojos negros—. ¿Es que estás sorda?
—He tenido un problema. Ese viejo …
—¡Joder! ¡Te quejas de todos!
—Ese viejo es peligroso. Ha intentado ahogarla. Pregúntale a la chica.
Rick la miró con desconfianza y se levantó haciéndole una señal a Clay, su ayudante, que se acercó de inmediato. —Vete a interrogar a la que estaba con Steinberg.
—Sí, jefe.
Rick cogió a Glory del brazo para sacarla del bar. —¡Qué sea la última vez que te exhibes así en el bar! ¡Esto no es un club sado!
—¿No me digas? Pues tienes ciertos clientes…
—¡Son socios! —La empujó hasta el pasillo y abrió la puerta de su despacho.
—Es lo mismo.
—¡No lo es! —La soltó rodeando el escritorio. —¿Puede caminar?
—¿Quién? —preguntó haciéndose la tonta.
—¿Quién va a ser? ¡Steinberg!
Estaba furioso y a Glory le encantaba verle así. Para provocarle se sentó en la esquina de su escritorio cogiendo el abrecartas. Sus uñas rojas destacaban con los guantes que llevaba, pues las dejaban al aire y sonrió maliciosa diciendo una frase que sabía que al él le encantaba. —He sido buena.
Rick se tensó con fuerza. —¿Eso significa que puede salir caminando o debo llamar a una ambulancia?
—Vamos. ¡Eso sólo ocurrió una vez y fue hace dos años! ¡Sé hacer mi trabajo! —Ofendida se levantó dándose la vuelta mostrando su espalda desnuda. Con curiosidad miró una fotografía que había en la estantería. Rick estaba con sus amigos David y Keira el día de su boda. Sonrió viendo lo feliz que era el único miembro femenino del club. Era una tía estupenda. Sólo había hablado un par de veces con ella y fue por casualidad, pero era muy simpática. Y estaba enamoradísima de su marido, que era un dominante. Al ver la felicidad en sus rostros sintió algo en su pecho que la molestó. Anhelo por tener lo que tenían ellos.
—¿Me estás escuchando?
Puso los ojos en blanco antes de darse la vuelta y decidió cambiar de tema. —¿Keira ya ha dado a luz?
La miró como si le hubieran salido cuernos. —¿Y a ti qué te importa? —Se encogió de hombros molesta porque para él era una simple empleada. —¿Y por qué coño llevas esa máscara puesta?
—La llevó para tener una vida normal fuera de este trabajo. —Perdió la sonrisa. —Recuerdas lo que te dijo Lucius, ¿verdad?
—Cuando pille a ese viejo… —siseó sentándose—. ¡En el trato no decía que tenía que aguantar tus berrinches cuando te diera la gana! ¡Esto es un club para dominantes y ciertos clientes quieren cosas especiales! ¡No la iba a ahogar! ¡Has vuelto a exagerar!
—¡No he exagerado! ¡Conozco mi trabajo y ella no disfrutaba! ¡Esa es una regla básica!
—¡Este es mi club!
—¡Y este es mi trabajo y tendrás que cargar conmigo hasta que yo quiera! Lo dice el contrato, ¿recuerdas? Sólo te estoy avisando que ese tío es un peligro. Te advierto para que cuando le despelleje vivo, no te sorprendas.
Rick entrecerró los ojos girando su sillón viéndola ir hacia la puerta. —¡No he terminado!
Glory sonrió volviéndose y lentamente regresó colocándose ante su escritorio. La excitación la recorrió cuando le vio comérsela con los ojos. Sabía que la deseaba. Lo sabía desde el primer día, pero ella era intocable. Para todos incluido él. No es que allí se abusara de las mujeres que no consentían, pero sí que podían ser unos caballeros muy insistentes, pero a ella no podían ni mirarla sin su permiso. Nadie podía hablarle si ella no lo hacía primero. Era un requisito que Lucius había obligado a Rick a firmar cuando compró el club. No lo hizo para protegerla de los clientes, sino para protegerla de él porque en cuanto la vio quiso llevársela a la cama. Lucius se echó a reír cuando ella le pegó un corte volviendo al trabajo y dejándole con la boca abierta, pero quiso asegurarse. Esa cláusula sólo la podía romper ella. Hecho que a él le ponía de los nervios porque no se le resistía ninguna mujer.
—Glory, quítate eso —dijo mirándola a los ojos haciendo que se le cortara el aliento.
Sonriendo diabólicamente levantó una pierna doblando la rodilla. Colocó el pie sobre la mesa doblándose hacia delante para apoyar las palmas de las manos sobre la mesa mostrando su escote. —¿Qué estás pensando Rick? —preguntó con voz suave.
Él miró sus labios tensándose. —Sabes lo que estoy pensando. Quítate la máscara.
Maliciosa pasó la lengua por su labio inferior como si se lo estuviera pensando antes de mordérselo con sensualidad. —¿Sabes qué día es hoy, cielito?
—Veinte de noviembre.
—Hoy es nuestro aniversario. —Hizo un mohín como si se disgustara y se enderezó llevando su mano hasta la cremallera de su bota y bajándola lentamente sin quitarle ojo. —Hoy hace cinco años desde que nos vimos por primera vez. ¿No lo recuerdas?
Rick entrecerró los ojos. —¡Joder! —Golpeó la mesa levantándose. —¿Llevamos así cinco años?
Sin sobresaltarse siquiera, ella sacó de su bota un papelito. —Aquí tienes tu regalo. —Lo dejó sobre la mesa y con el dedo índice lo arrastró sobre la mesa.
—¡Déjate de rollos! —Se quitó la chaqueta de malos modos. —Quítate la ropa nena, si no quieres que te la arranque.
—Ah, ah. —Soltó una risita subiendo la cremallera de un tirón. —¿Sabes por qué no me acuesto contigo?
—¡No tengo ni idea! ¡Porque sé que me deseas!
—No seas creído, Campbell. Esto es un trabajo. —Maliciosa fue hasta la puerta. —Me voy a casa. Ciao, cielo.
—¡Te lo advierto, no salgas por esa puerta! —gritó desgañitándose. Furioso cogió el papel y lo abrió de mala leche. Atónito levantó la mirada antes de gritar —¡Estás loca!
Se echó a reír a carcajadas al ver su cara de estupefacción. —Me moría por verte.
Rick sonrió tirando el papel sobre la mesa. —Así que me ofreces una sesión gratis. ¿Y si te digo que sí?
Los ojos verdes de Glory brillaron. —Prometo no castigarte demasiado —susurró acercándose —. ¿Estás dispuesto a que te clave el tacón donde yo quiera?
—Sabes que eso no me va, nena. Pero te juro que si me dejas tocarte, vas a disfrutar como una loca.
Se moría por decirle que sí y no pudo disimularlo en su mirada. Rick se acercó lentamente a ella, pero Glory sabía que en cuanto se acostara con ella, la olvidaría y eso ella no podría soportarlo. Prefería tener esas discusiones con él a que la ignorara después.
—Vamos, nena. Lo estás deseando. Los dos sabemos que no eres una dominatrix. —A Glory se le cortó el aliento. —Nunca has participado en nada y es porque eso no es lo tuyo.
En ese momento se abrió la puerta y Clay entró en el despacho. —Lo siento jefe, pero…
—Pasa, yo ya me iba —dijo dando gracias a Dios porque hubiera entrado. Había estado a punto de claudicar. Intentando caminar lo más lentamente posible para que no viera que estaba asustada dijo —Jefe, me voy a casa.
—No puede ser —dijo Clay.
Exasperada se volvió hacia él. —¿Es coña? ¡Llevo aquí todo el día!
—Morton quiere una sesión.
—¡Joder! —Se volvió a mirar a Rick. —¿Por qué no le has echado ya?
—Después de tu llamada de atención, no se ha vuelto a sobrepasar. No puedo echarle.
—Algún día, ese psicópata nos va a meter en un lío —siseó haciendo que Rick entrecerrara los ojos viéndola salir dando un portazo.
Rick miró a Clay. —¿Qué te ha dicho la chica?
—Que por poco la ahoga y que le dio una paliza que no se va a poder sentar en una semana. Si no llega a ser por Glo, ahora estaría en el depósito.
Rick apretó los labios. —Dile a Steinberg que quiero verle.
—¿Qué vas a hacer? ¿Subirle la prima?
—No. Voy a echarle. Así servirá de lección.
Clay entrecerró los ojos y se pasó la mano por su pelo rubio. —Cada vez tenemos más sados y es por Glo. Los atrae.
—Les excita hacerlo delante de ella y llevarla al límite. Se está creando un nombre.
—No es la clientela que necesitamos. Lo sabes.
Rick asintió volviendo a su mesa. —Por eso voy a echarla.
Clay abrió los ojos como platos. —¿Qué? ¡Esta es su casa! Además, no puedes. El contrato…
—He hablado con un abogado y Lucius no tenía derecho a pedir algo así. No pueden obligarme. Si me lleva a juicio, ganaré. Pero no lo hará por la publicidad. —Sonrió malicioso.
—Necesita el trabajo. —Clay parecía incómodo y Rick entrecerró los ojos. —¿Qué va a hacer sino?
—Ese es problema mío —dijo fríamente—. Espero que no se te haya pasado por la cabeza lo que creo, porque es mía.
Clay carraspeó. —Yo la quiero.
Rick sintió que se lo llevaban los demonios. —¿Qué has dicho?
—¡Qué la quiero! No he podido decirle nada por el puto contrato que firmaste, pero ahora que ya no se interpone…
—¡Me interpongo yo! —gritó sobresaltándole—. ¡Largo de mi despacho antes de que te parta la cara! ¡Glory es mía!
Clay levantó una ceja antes de echarse a reír dejando a Rick de piedra. —Tenías que verte la cara.
—¡Estáis todos muy graciosos esta noche! —gruñó antes de ir hacia el bar y servirse un whisky. Como su ayudante no se iba le sirvió otro.
Clay divertido levantó su vaso a modo de brindis. —Así que la vas a echar…
—Se va a llevar la sorpresa de su vida. Sobre todo cuando reciba la carta de mi abogado. Es una pena que no pueda verle la cara.
—¿Y si la pierdes?
Rick perdió la sonrisa. —Vendrá a mí. La conozco. No podrá evitarlo.
—Estás jugando con fuego. Puedes llevarte una sorpresa. Hay algo en ella…
—No es lo que aparenta ser.
—¿Crees que no la he investigado? Sé lo que es.
Rick se tensó. —¿Qué quieres decir? Es la protegida de Lucius. No se acuesta con los socios. No es una prostituta ni nada por el estilo.
—Llevo años esperando este momento. ¿De verdad quieres saberlo? —Bebió de su whisky sin dejar de observarle y vio cómo su jefe se sentaba en su sillón aparentando indiferencia.
—¿Qué puedes saber que sea tan importante?
Clay sonrió y fue hacia el fichero dejando el vaso de whisky sobre él antes de sacar una llave y abrir el tercer cajón. Sacó varios expedientes antes de coger una carpeta roja del fondo.
Rick levantó una ceja. —¿Una carpeta roja?
—Nuestra Glory se lo merece. Se la ha ganado a pulso. —Esa frase le hizo retener el aliento y cuando Clay puso la carpeta ante él su ayudante dijo —Piénsatelo bien antes de abrirla. Puede que lo que te encuentres no te guste nada, Rick.
—Vete a controlar a los socios.
—Hasta mañana.
Rick levantó una ceja. —¿Cómo sabes que después me iré a casa?
—No estarás de humor para fiestas.
Después que su ayudante saliera de la oficina, apretó los labios mirando la carpeta. Abrió la tapa de la carpeta y vio una foto en grande de Glory con unos diecinueve años. Estaba seria y sus ojos verdes no indicaban ningún sentimiento. No recordaba haber visto esa expresión nunca en su cara. Sino más bien frialdad o ironía. Pero esa apatía no la había visto nunca y no le gustaba nada. Apartó la foto y apretó los puños al ver su ficha policial. Era la ficha de una menor, así que Clay había tenido que tocar muchas teclas para conseguirla, pues era confidencial. En ella no se llamaba Glory. Sino María Teresa Rodríguez y había sido ingresada en el reformatorio con doce años por intento de asesinato. Rick se pasó la mano por los ojos antes de leer su ficha. Había intentado matar con unas tijeras al segundo marido de su madre cuando este intentaba violar a su mujer. La niña se tiró sobre él y le acuchilló una y otro vez perdiendo el control. La había acusado de intento de asesinato porque su madre testificó contra ella diciendo que estaba envidiosa de la relación que tenía con su hombre. Glory había pasado en el reformatorio cinco años y medio hasta que la echaron a la calle. El informe psicológico decía no sentía remordimientos y no había tenido apego emocional con nadie de la institución. Se había encerrado en sí misma para protegerse y nunca tendría una relación convencional con nadie. Rick sonrió porque las personas que la rodeaban no eran precisamente convencionales. Al volver la hoja palideció al ver su cara con doce años llena de morados en uno de los informes del hospital. Aquel hijo de puta la había pegado varias veces antes del suceso. Sintió un odio intenso y apretando el vaso entre sus dedos estalló en pedazos antes de levantarse, coger la silla y estamparla contra la pared hasta destrozarla.
Intentando calmarse, se pasó las manos por el cabello antes de coger el expediente y acercarse a la chimenea encendida tirándolo en ella. Ahora la entendía mucho mejor, pero todo aquello tendría que superarlo porque era suya. Ahora sólo tenía que meterla en vereda sin quebrar su espíritu.