Capítulo 2

 

 

 

Glory estaba cambiándose para irse a casa cuando se abrió la puerta de la habitación donde lo hacía. Las chicas fijas de la casa tenían un cuarto para llevar allí a los socios, aunque al de Glory sólo entraba ella. Salió del baño cepillándose su largo cabello negro hasta la cintura cuando se quedó de piedra al ver a Rick sentado en la cama dándole la espalda. Seguía sin la chaqueta puesta algo raro en él que siempre cuidaba su aspecto y miraba el fuego ante la cama como si estuviera ido.

—¿Rick?

Caminó hacia él dejando el cepillo sobre la mesilla de noche y rodeó la cama para mirarlo de frente. Rick sonrió al ver su jersey grueso rosa y sus vaqueros desgastados. Después de quitarse el maquillaje de los ojos parecía una niña de quince años. —Nadie te reconocería —dijo distraído.

—De eso se trata. —Preocupada frunció el ceño. —¿Pasa algo?

—He pensado mucho en esto, pero es lo mejor para los dos.

—¿A qué te refieres?

—Me refiero a que iba a esperar a que te lo comunicaran mis abogados, pero prefiero decírtelo en persona. Me parece más justo.

Se tensó al oír la palabra abogados, pero no lo demostró. Levantó la barbilla diciendo —¿De qué estás hablando?

Rick sonrió. —Así me gusta, nena. Nunca muestres lo que sientes.

—¿Estás borracho? —preguntó con desprecio intentó apartarse, pero él la cogió por la muñeca—. ¡Suéltame!

Él la miró a los ojos sin soltarla, pero sin hacerle daño. —Preciosa, no te pongas nerviosa.

—¡Suéltame! —Algo empezó a inquietarla y se intentó soltar con más fuerza. —¡No puedes tocarme!

—Pero es que nuestro trato se ha roto, cielo.

Sorprendida le miró a los ojos. —¿Qué dices?

—Eso es lo que quería decirte. A partir de ahora ese contrato no tiene validez.

—¡Mientes! ¡Lo firmaste! ¡Diste tu palabra!  —Asqueada dio un paso atrás, pero él tiró de ella pegándola a la cama.

Rick miró hacia arriba para ver sus ojos y sonrió al verla furiosa. —Eso es, nena. Pelea lo que quieras, pero no te asustes. —Su mano libre subió por su cadera hasta llegar a su cintura y Glory abrió los ojos como platos al sentir el roce de las yemas de sus dedos en su piel. Era apenas un roce, pero fue la sensación más increíble que había sentido nunca. Esa mano rodeó su cintura hasta llegar a la base de su espalda y Glory cerró los ojos sin poder evitarlo. —Mírame, nena —susurró él soltando su muñeca y cogiéndola por la cadera. Glory abrió los ojos lentamente y Rick sonrió—. A partir de mañana ya no trabajarás más para mí.

Esas palabras cayeron a plomo en su subconsciente y se apartó asustada. —¿Qué?

—Quiero eliminar los sados y no te necesitaré —dijo fríamente—. Estás despedida.

Glory no se lo podía creer. —¿Cómo que vas a eliminar…

—No es lo que quiero para el club. Que busquen sus necesidades en otra parte. Ciertos socios no están cómodos con ellos y no les quiero aquí.

Atónita miró a su alrededor. ¡Aquella era su casa! El único hogar que conocía. Puede que durmiera en otro sitio, pero llevaba siendo su casa seis años. ¿Qué iba a hacer ahora?

Lentamente fue hacia el armario y abrió la puerta para ver toda la ropa que tenía allí. —No te preocupes por eso. Clay se encargará de enviarte tus cosas a tu casa.

Aparentando indiferencia aunque se moría por dentro, cogió su bolso del armario comprobando que tuviera sus cosas. Se sentía traicionada y estaba dolida porque la echara de su casa, pero lo que más le dolía era que él se lo dijera tan fríamente. Parecía que no le importaba en absoluto.

—¿No tienes nada que decir? —preguntó él mirándola muy serio mientras se ponía el abrigo de ante con forro de piel que le había regalado Lucius el año anterior por Navidades.

Sin mirarle se puso el bolso cruzado sobre el pecho y levantó su cara para mirarle fríamente, aunque se moría por dentro. —Adiós Rick.

Él se levantó de la cama. —¿Qué quieres decir con adiós?

Se encogió de hombros y forzó una sonrisa. —Es lo que se dice cuando no vas a volver a ver a alguien. Al menos durante un tiempo. —Fue hasta la puerta y giró el pomo.

—¿Qué piensas hacer?

Sorprendida le miró. —¿Acaso te importa? —Sin decir nada más salió de la habitación a toda prisa.

—¡Glory!

Ella no le hizo caso. Corrió escaleras abajo y James, el portero que la conocía desde el día de su llegada, la miró sorprendido cuando corrió hacia la boca del metro.

 

 

Glory tumbada en la bañera dos horas después intentaba retener las lágrimas, pero no dejaban de salir. No se entendía ni a sí misma. ¿Qué más le daba que la hubiera echado del trabajo? Era una tontería. Nunca tendría nada con él y no se podía pasar la vida viendo como follaban otras personas. Estaba claro que algo no iba bien en ella. Nunca se había excitado viéndoles practicar aquello. Sólo se excitaba con Rick y ni siquiera la había besado. Era como si le excitara un imposible. Igual los psicólogos tenían razón y no podía sentir nada por nadie. Que sintiera eso por un imposible como Rick, era como querer que la luna se acercara a ella. Puede que la deseara, pero la dejaría tan pronto que ni se daría cuenta.

Metió la cabeza bajo el agua y abrió los ojos viendo la imagen turbia de su cuarto de baño. Cuando vio una imagen sobre ella gritó asustada sentándose de golpe en la bañera salpicándolo todo.

—¿Qué coño hacías? —preguntó Rick furioso.

—¿Qué haces aquí?

—¡Comprobar que estabas bien! —La cogió por la nuca fuera de sí y tiró de su cabeza hacia atrás. —¿Qué estabas haciendo?

—¡Bañarme! ¿Eres idiota?

Rick entrecerró los ojos. —¿Me estás mintiendo?

—¿Estás ciego?

Él miró hacia abajo y vio sus pechos desnudos por encima del agua antes de volver su mirada de deseo hacia sus ojos. Glory sintió cómo sus pechos se endurecían y él tiró de su pelo hacia atrás. —Nena, te llamé y saliste corriendo.

—Ya no eres mi jefe —dijo con odio y él vio sus ojos enrojecidos. Horrorizada porque supiera que había estado llorando intentó soltarse, pero él no la dejó ir apretando su cabello. —¡Suéltame!

—Sí que soy tu jefe —siseó él—. Soy tu jefe, tu dueño y todo lo que se te pueda pasar por la imaginación. Eres mía desde que te conocí. —Ahora sí que se asustó porque parecía que hablaba en serio. —Lo sabes muy bien.

—¡Estás loco!

Él llevó su mano libre hasta su pecho y lo amasó cortándole el aliento sin apartar sus ojos de los suyos. —Cinco años, nena. Esto se acabó.

—¡Suéltame! —Se revolvió con fuerza, pero él cogió su mandíbula para que lo mirara. —Me deseas, pero eres tan cobarde que te encierras en ti misma para no mostrar lo que sientes.

—Cabrón de mierda. ¡No te deseo!

Rick sonrió malicioso. —Eso ha sonado a reto, preciosa. Y me encantan los retos.

Antes de darse cuenta la cogió en brazos sacándola de la bañera y la sacó del baño mientras ella ser revolvía. Furiosa le cogió del pelo y Rick la tiró sobre la cama cayendo boca abajo. Intentó volverse, pero él se arrodilló sobre su trasero cogiendo una media y atándole las muñecas. Glory se asustó al ver las medias, porque las había sacado de su tocador antes de entrar en el baño y eso significaba que lo había planeado todo.

—¡Rick! ¡Suéltame!

El azote en su trasero la dejó sin aliento. Y no sólo porque le ardía la nalga sino porque por primera vez sintió que la traspasaba un rayo desde su sexo hasta su pecho. Con los ojos como platos se quedó muy quieta y Rick sonrió apartando su rodilla de su espalda, acariciándole el trasero. —Preciosa, si no quieres cabrearme sólo tienes que hacer lo que yo te diga. —Le amasó el trasero y su mano bajó hasta el límite con su muslo para acariciarlo hasta su interior. Glory gimió apoyando la frente sobre sus sábanas de seda rosa cuando acarició su sexo de arriba abajo y se estremeció cuando él apoyó el antebrazo al lado de su cabeza. Volvió la cara para verle sobre ella. No la tocaba excepto en su sexo y se miraron a los ojos.

—¿No me deseas? —preguntó él con voz ronca—. Estás empapada, nena.

—Suéltame, Rick.

—¿Sabes? —Su mano subió hasta acariciar sus glúteos para subir por su espalda esquivando sus manos atadas. —Cuando te conocí, cometí el error de subestimarte. Pensaba que en una semana estarías rogándome que te follara, pero no lo has hecho. Se me pasó por la cabeza que eras más dominante que yo. —Sonrió irónico apartando su cabello negro para acariciar su cuello. —Pero no tenías relaciones con nadie fuera del club, ni dentro de él, así que o estabas tan asqueada por lo que veías, que no te apetecía tener sexo, o es que no eras tan experimentada como parecías. ¿Sabes? Tu cuerpo dice que me desea, pero eres tan cabezota… —Su mano llegó hasta su mejilla y se la acarició con ternura.

—Púdrete.

Rick se echó a reír y su mano llegó al lóbulo de su oreja. —Y hoy al fin me he enterado de la verdad.

Se tensó con fuerza y él bajó la mirada por su espalda. —Hiciste bien, nena. Ese hijo de puta debería estar bajo tierra y lo que te pasó… —Rick apretó los labios. —Nadie toca lo que es mío.

Los ojos de Glory se llenaron de lágrimas, pero aun así le miró con odio. —No te necesito. No necesito a nadie.

—Puede que ahora creas que no me necesitas, pero voy a demostrarte que sí.

Una lágrima cayó por su mejilla mojando su nariz y él apretó los labios. —No quiero estar contigo.  Me dejarás. —Bajó los párpados avergonzada por su debilidad. —Me dejarás como a todas.

—Puede que eso pase. —Se alejó de ella levantándose de la cama. —Me conoces mejor que ninguna otra, nena. Me has visto hasta con otras mujeres y sabes cómo soy. —Le dio la vuelta colocándola de espaldas y cuando le vio abrió los ojos como platos al ver que estaba desnudo. Nunca lo había visto totalmente desnudo. Puede que se acostara con otras en el club, pero nunca se desnudaba y verlo así la hizo querer huir. Rick sonrió irónico cuando empezó a patalear hacia atrás y la cogió por los tobillos tirando de ella hacia el extremo de la cama. —No me digas que te escandalizo. —La miró malicioso. —Tú que has visto a tantos hombres desnudos, seguro que mi polla no te llama la atención. —Sin poder evitarlo Glory le miró el sexo y tragó saliva porque estaba totalmente excitado. Sin darse cuenta empezó a sudar y él le abrió las piernas haciéndola temblar de deseo. —Tu cuerpo está al borde del orgasmo. ¿Te quieres correr, nena? —Acarició el interior de sus pantorrillas hasta llegar a sus rodillas abriéndola totalmente y Rick arrodilló una pierna mirándola a los ojos. —Esto te va a encantar. —Sin dejar de mirarla se agachó mientras el corazón de Glory iba a mil por hora y sintió su aliento en su sexo haciéndola gemir de placer. Cuando sopló sobre él, Glory levantó sus caderas con un espasmo de placer y Rick la cogió por los glúteos reteniéndola antes de darle un lametón a su clítoris haciéndola explotar de placer en un orgasmo que la sorprendió por su fuerza.

Con la respiración agitada abrió los ojos cuando consiguió volver a la realidad.

—¿A que ahora te encuentras mucho más relajada?

Volvió la cabeza para verle sacar de una bolsa de cuero marrón un tubo blanco. Abrió los ojos como platos al ver que lo colocaba al lado de un consolador. —Tranquila preciosa. Esta noche va a ser muy larga.

—¡Rick, suéltame! —gritó empezando a desquiciarse.

—Shusss, no grites. Preferiría haber tenido este encuentro en el ático del club. Allí podías haber gritado todo lo que quisieras. Aquí tienes vecinos. ¿Por qué te mudaste?

—¡No quería estar cerca de ti!

Rick sonrió. —Me temías. Porque sabías que conmigo tenías una conexión.

—¿Te estás escuchando hablar? ¡Estás chiflado!

—Chiflado, ¿eh? —Se acercó mirándola malicioso y le dio una palmada en el sexo haciéndola gritar de placer.

Entonces Rick entrecerró los ojos tensando todo su cuerpo. Sus músculos brillaban mientras miraba entre sus piernas. —Nena, ¿eres virgen? —Glory gimió de vergüenza sintiendo que se ponía colorada.

—Una cosa es que no tengas mucha experiencia, pero esto es una verdadera sorpresa.

—Serás hijo de… —Una palmada en su sexo le hizo arquear la espalda estremeciéndose de nuevo.

—Pórtate bien, nena. —Divertido la cogió por las caderas y la miró a los ojos. —Esta noche y debido a esta sorpresa tan inesperada, seré delicado. —Se la comió con los ojos mientras la arrastraba de nuevo hasta el borde de la cama. Sus manos acariciaron su vientre subiendo hasta sus pechos y los acarició suavemente.

Glory separó los labios y Rick sonrió. —¿Quieres que te bese? —Se agachó colocando las manos a ambos lados de su cuerpo y bajó lentamente la cara. —Nena, eres una romántica.

Rabiosa volvió la cara cuando sus labios llegaron hasta ella y Rick cogió su barbilla haciendo que lo mirara. Por sus ojos se dio cuenta que aquel gesto no le había gustado nada. —No me provoques, nena. O tendré que castigarte.

—Que te jodan.

Sonrió malicioso y acarició con su miembro su sexo provocándole un placer indescriptible. —Hablando de joder… —Rick la besó en los labios suavemente antes de entrar en ella. Glory jadeó al sentir como la llenaba y miró sus ojos perdiendo el aliento cuando llegó a la barrera de su virginidad. Totalmente tenso la cogió por la nuca sujetándose en la mano libre y levantándola ligeramente. —Eres mía —dijo con voz grave antes de entrar en ella con fuerza. La presión que sentía en su interior intentó apartarse, pero él la retuvo pegando sus caderas totalmente a ella—. Relájate preciosa o te va a doler más. —Se miraron a los ojos con las respiraciones agitadas cuando él movió la cadera con fuerza. Glory gritó de placer, pero Rick no le dio tregua porque comenzó a mover las caderas una y otra vez provocando que todo su ser se tensara con fuerza. Cuando estaba al borde del precipicio él se detuvo y apretó su nuca levantando su cara antes de levantarse llevándosela con él al cogerla con la mano libre por las caderas. Al no poder sostenerse con las manos se dejó caer sobre su pecho rodeando sus caderas con las piernas y su olor la volvió loca. Sujetándola por las nalgas la elevó dejándola caer sobre su eje. Aceleró el ritmo, pero cuando se detuvo de nuevo, furiosa y frustrada le mordió en el hombro.

Rick gruñó cogiéndola del cabello y apartando su cara. Abrazando su cintura con el brazo libre entró en ella una y otra vez con contundencia hasta que ambos se estremecieron de placer.

Con la respiración agitada la tumbó sobre la cama poniéndola de costado. Le desató las manos y la tumbó boca arriba. Cuando Glory fue capaz de abrir los ojos, él estaba tumbado a su lado con el brazo tras la cabeza mirando al techo.

—¿Qué estás haciendo Rick? —Se sentó de golpe y furiosa se tiró sobre él dándole puñetazos. Él consiguió cogerle las muñecas y se las puso en la espalda sentándose en la cama. —¡Serás cabrón! —le gritó a la cara—. Esta me la vas a pagar.

Rick sonrió maliciosamente antes de abrir la boca y meterse en la boca uno de sus pezones. Glory jadeó sin poder apartar la vista.

—Mmm, como a mí me gustan. Tostaditos y bien duros. —Lo mordisqueó apretando sus muñecas cuando intentó soltarse. Cogió ambas muñecas con una mano y le acarició la cintura hasta llegar a su pecho. —Tienes un cuerpo precioso. Pero esa boca no está hecha para morder. —Cogió su pezón entre el índice y el pulgar retorciéndoselo ligeramente. Glory tuvo que cerrar los ojos de placer. —Vuelve a morderme y no te sentarás en una semana y no sólo por los azotes que te daré.

La apartó tirándola sobre la cama y se levantó dándole la espalda para ir hacia el baño. —Te aconsejo que duermas. Está amaneciendo y en unas horas tengo que estar en el club.

—¡Qué te jodan! Me importa una mierda.

—Cuando vuelva, espero otra actitud. Y no te molestes en cambiar la cerradura. Tiraré la puerta abajo si hace falta.

—Entraste con el duplicado de llaves que tenía en el club, ¿verdad?

Él rió desde el baño. —Lo estabas deseando, preciosa.

Glory entrecerró los ojos escuchando el sonido de la ducha y entonces sintió que algo corría por sus muslos. Asustada miró hacia abajo y palideció al ver que no había usado preservativo y además estaba sangrando. La idea de quedarse embarazada la mareó y tambaleándose salió de la cama. Fue hasta la puerta del baño, pero todo le daba vueltas y sintió que le faltaba el aliento. Se tambaleó intentando sostenerse en el tocador tirando los frascos de cristal antes de caer al suelo de rodillas.

—¿Nena?

Sin ser capaz de responder intentó gatear hasta la puerta asustada porque su corazón iba a mil por hora. Rick salió del baño a toda prisa con una toalla rodeando sus caderas y agachándose a su lado. —Nena, ¿qué te pasa?

La cogió en brazos y la tumbó sobre la cama apartándole el cabello de la frente. —¿Te has mareado?

Cuando se le centró la vista le miró a los ojos y apretó el puño con fuerza golpeándole lo más fuerte que pudo. Rick cayó hacia atrás llevándose la mano al ojo. —¿Estás loca?

—¿Serás cabrón? —Se sentó en la cama de golpe y gritó con ganas de matarle —¡No te has puesto condón!

Rick entrecerró el ojo antes de apartar la mano del otro. —No tienes que preocuparte. Siempre lo uso. Y me hago análisis cada poco.

—¿Y no has pensado que puedo quedarme embarazada? ¡No tomo nada!

El que era su jefe hasta esa noche levantó una ceja y fue hasta su ropa sin decir ni pío. Asombrada vio cómo se vestía con el traje. —¿Rick?

—Deberías dormir.

Abrió los ojos como platos y se arrodilló sobre la cama. —No hablas en serio.

Él se puso la camisa y se dio la vuelta para mirarla mientras se abrochaba la camisa como si nada. —Nena, te aconsejo que duermas porque esta noche no seré tan benévolo.

—¡No voy a tener un hijo! —gritó histérica.

Rick apretó los labios cogiendo la chaqueta y la corbata. Se acercó a ella mirándola fijamente. —Nena, tengo treinta y tres años y ya va siendo hora de tener un hijo.

—¡Pues tenlo con alguna de las chicas, pero a mí déjame en paz!

La cogió por la barbilla levantando su cara. —Pero es que quiero que me lo des tú. —A Glory se le cortó el aliento sabiendo que hablaba en serio.

—No soy como esas a las que les das órdenes y se arrodillan a chuparte la polla en medio del bar —dijo con desprecio.

Los ojos de Rick brillaron por la provocación. —Cuando acabe contigo, si te digo que te arrodilles en medio de Times Square, lo harás.

—Jódete. Eso no va a pasar nunca. Antes te mato.

—Alejaré las tijeras de ti. —Palideció al escucharle y Rick apretó las mandíbulas con fuerza. —No me hagas castigarte, preciosa. Harás lo que te digo.

—Sí, amo —dijo con burla—. Que te den.

Rick se echó a reír y la besó en los labios. Se apartó antes de que ella pudiera golpearle. —Te lo advierto Rick. ¡Si crees que vas a jugar conmigo, estás muy equivocado!

—Duerme un poco, cielo —dijo yendo hacia la puerta—. Te llamaré luego para que estés preparada. Esta noche hay una fiesta en el bar, así que llegaré tarde.

Frustrada escuchó como salía de su casa. Miró a su alrededor con ganas de romper algo cuando vio el teléfono. ¿Quién se creía que era? ¡Tener un hijo! Estaba loco.

Conocía a los dominantes. Se había rodeado de ellos los últimos años y sabía cómo pensaban. No podía evitar sentirse atraída por Rick y parte de ese carácter había hecho que se hubiera enamorado de él. Pero no podía permitir que la tratara como al resto de sus amantes. Entre otras cosas porque le destrozaría el corazón. En cuanto se cansara de ella le daría la patada y encima no podría olvidarle porque tendría a su hijo para recordárselo continuamente. Maldito bastardo. Estaba totalmente en desventaja porque él sabía cómo se sentía. Pero si creía que iba a caer tan fácilmente en sus brazos, se iba a llevar una sorpresa.

Se levantó yendo hacia el teléfono y llamó al aeropuerto. Tenía dinero de sobra porque ganaba auténticas fortunas con su trabajo y no gastaba demasiado al llevar prácticamente siempre la misma ropa. Además, no salía mucho. Ya era hora de usar ese pasaporte que Lucius le había obligado a sacar por si algún día tenía algún problema con un cliente molesto. Pues había llegado el momento.