Capítulo Ocho
La organización de la fiesta de su padre la mantuvo distraída durante algún tiempo. Pero todavía no podía dormir bien por las noches, aunque ya había transcurrido un mes desde que dejase atrás la casa del lago y a Cameron. Se preguntaba si intentaría buscarla. Echaba de menos a Amanda y a Lilian, y le hubiera gustado ponerse en contacto con ellas sólo para saludarlas. Pero eso no habría sido una buena idea. Inevitablemente, Lilian mencionaría a Cameron, y Merlyn no podría soportarlo. Le haría demasiado daño. Suspiró mientras repasaba una vez más la lista de invitados. Las invitaciones ya habían sido enviadas, pero estaba revisando los nombres para asegurarse de que no se había dejado a nadie. ¿Habría intentado Cameron dar con ella? ¿O sólo la recordaba como una aventura sin importancia?
Todavía se ruborizaba al recordar aquella noche y, su comportamiento descarado al quitarse el vestido. Pero, a pesar de que aquella noche había traicionado sus más sólidos principios, en el fondo, sólo un poco, se alegraba de que hubiera ocurrido. Le amaba. No era que el hecho de amarle lo arreglara todo, pero sabía que lo único que podría compartir con él sería aquella noche. Una noche que representaba una eternidad. Ahora ya no podría casarse nunca, no iba a permitir que ningún otro hombre la tocase. Probablemente, a Cameron le haría mucha gracia saber que, junto con su cuerpo, le había entregado el corazón. Para ella no había sido simplemente una noche. Había sido para siempre.
Sacudió tristemente la cabeza. Se había cortado el pelo en una melena corta que le enmarcaba el rostro. Le gustaba, cómo le quedaba, pero la antigua alegría se había esfumado de su rostro, y el brillo travieso característico de su mirada ya no existía. Era una sombra de la mujer alegre y desenfadada que había sido.
—¿Cómo va la cosa? —le preguntó su padre desde la puerta.
—Ya está todo hecho. Sólo falta la orquesta y los proveedores. Ah, ¿querías invitar a las Radner? —añadió, intentando aparentar indiferencia.
—Sí. ¿Es que temes que Thorp venga con ellas? Merlyn se puso pálida, pero en sus ojos había valor.
—¡De ninguna manera! No ha sido invitado.
—Sí está invitado —respondió su padre metiéndose las manos en los bolsillos—. Le he llamado por teléfono.
A Merlyn le temblaron las manos violentamente. Bajó la cabeza.
—¿Sí?
—Y darías cualquier cosa por saber lo que me contestó, ¿verdad? Pues estuvo bastante grosero, por si te interesa.
—Quizás no le van bien las cosas con Delle —murmuró fríamente.
—O quizás eres tú —dijo su padre—. Me apostaría lo que fuera a que ha estado intentando encontrarte, a pesar de que no puede saber por dónde buscar. Por lo que parece, no le dijiste a nadie tu apellido. Se quedó completamente atónito cuando le dije quién era mi hija.
—¿Y a quién invito para ti? —preguntó ella, sin prestarle atención.
—Maggie Blair. ¿Quién será tu pareja?
—Dick Langley —dijo Merlyn sin dudarlo.
—¿Sigue participando en esas malditas carreras de coches?
—Ganó la última —protestó ella—. Es un hombre muy agradable, muy rico y muy divertido.
—Y un cabeza loca. ¿Por qué no le has llamado?
—¿A Dick?
—¡A Thorp!
—No quiero mirar al pasado.
—Sé que no tengo por qué meterme en tu vida privada —dijo después de una pausa—. Pero si te quedas embarazada, él tiene derecho a saberlo.
Merlyn palideció.
—¡ Pero... !
—¿Creíste que no iba a darme cuenta? —murmuró secamente—. Te marchaste de aquí siendo una niña inocente y has vuelto abatida y medio muerta. No hay que tener mucha imaginación para suponer cómo te fueron las cosas. ¿Estás embarazada?
—No lo creo —dijo sinceramente, con una débil sonrisa—. Pero me gustaría estarlo. ¿Te disgustaría?
—No, en absoluto —dijo sonriendo con auténtico cariño—. Me gustaría tener uno o dos nietos. Pero sería infinitamente mejor si antes tuvieras un marido.
—Podría casarme con Dick.
—Podrías casarte con Thorp. Si está tan atormentado como parecía, te contestará afirmativamente si se lo pides.
—Sólo dice que sí cuando se le seduce —murmuró Merlyn.
—¡Así que es eso lo que ocurrió!
—Tú siempre me habías dicho que debía conseguir lo que quisiera de la manera más directa posible, ¿verdad? —preguntó con tono inocente.
—A mí me salió bien así —asintió Jared guiñándole el ojo—. ¿Cómo crees que conseguí a tu madre?
—¡Papá!
Jared estalló en carcajadas.
—Ya verás, todo saldrá bien, te lo digo yo.
Se marchó y Merlyn le observó con ojos de cariño. ¡Qué bien le conocía! Si no le tuviera a él para hablar, se volvería loca. Se acarició el vientre con la mano. No había pensando en un embarazo. No se sentía diferente, aunque, era demasiado pronto para decir nada, pero tenía una esperanza. ¡Cómo lo deseaba! Si no podía tener a Cameron, un hijo suyo sería casi igualmente maravilloso. Se recostó en el sillón y soñó cómo sería. Recordó repentinamente que no había telefoneado a la florista. Bueno, ya tendría tiempo para soñar más tarde.
Sin que le diera tiempo a darse cuenta, llegó la noche de la fiesta. Merlyn se detuvo en lo alto de la escalera y paseó la mirada por la habitación llena de elegantes invitados. Siguiendo el ejemplo de su madre, lucía un vestido completamente blanco, de cuerpo escotado y sin tirantes. El nuevo corte de pelo le quedaba perfectamente, pero por aquella vez, echaba de menos su larga melena para hacerse un moño.
Miró ansiosamente a la gente que iba llegando. Bueno, por lo menos Cameron no había aparecido todavía. Quizás no asistiera... Bajó lentamente por la escalera, y su padre la miró con orgullo. Cuando puso el pie en el último escalón, la puerta se abrió dando paso a las Radner, y a Cameron. Cameron estaba charlando con algún conocido y Delle le miraba de una manera que parecía que iba a derretirse. Aquella noche estaba más atractivo que nunca. Tenía el pelo húmedo, como si hubiese estado bajo la lluvia, y a Merlyn le recordó otra noche lluviosa.
—Señorita Forrest —dijo Charlotte Radner entre risas, como si se asombrase de verla en tan distinguida compañía—. ¡Qué sorpresa tan inesperada!
—Señora Radner —dijo tendiéndole la mano—. Es un placer tenerla entre nosotros.
Charlotte parpadeó, mirándola atónita. Le estrechó la mano y a su hija Delle.
—Papá —dijo Merlyn—, te presento a Charlotte Radner y a su hija Delle.
—Encantado —dijo su padre, llevándose la mano de Charlotte a —los labios—. Merlyn me ha hablado mucho de ustedes. Charlotte estuvo a punto de desmayarse, y Delle se quedó boquiabierta.
—Pero tu apellido es Forrest —farfulló Delle.
—Mi nombre completo es Merlyn Forrest Steele. Siempre uso el apellido de mi madre, Forrest, cuando viajo. Se sorprenderían si supieran la cantidad de hombres que intentan cortejarme sólo por mi padre.
Charlotte había palidecido.
—Sí, ya. Ha sido muy amable al invitarnos.
—¡Cariño! —gritó Dick.
Se acercó entre risas, con una copa de champán en la mano. Estaba guapísimo con su traje azul. Tendió el champán a Merlyn.
—Aquí tienes. Señor Steele —dijo saludando a su padre. Luego sonrió a las Radner—. Me alegro de volver a verlas.
—¿Se acuerdan de Dick? —preguntó Merlyn a las mujeres en tono despreocupado—. Es el heredero de la fortuna Langley —añadió—. Cuando no está ocupado con su mayor pasión, las carrera, de fórmula uno, toca en un conjunto de Gamesville.
—Siempre he soñado con ser un buen batería —confesó. Extendió el brazo.
—Señorita. Radner, ¿puedo presentarle a algunos de los invitados? ¿Señora Radner?
—Qué encantador —exclamó Delle emocionada.
—Con su permiso —se excusó Charlotte con una pálida sonrisa. Se marchó con su hija y con Dick, completamente impresionada.
—¿Te sientes mejor? —le preguntó su padre. Merlyn sacudió la cabeza.
—No demasiado. Creí que esta escena iba a divertirme. Pero no.
—Será mejor que tengas valor. Aquí vieren los problemas. Cameron se estaba despidiendo de aquel conocido. Se acercó a saludar el señor Steele y a Merlyn. Su rostro no denotaba emoción alguna.
—¡Ah, Thorp! —saludó su padre con una amplísima sonrisa ¡Me alegro muchísimo de que haya venido! Ésta es mi hija Merlyn. Creo que ya se conocen.
—Bueno, creo que conocerse no es la forma más adecuada de expresarlo —respondió Cameron.
Entornó los ojos, como si no pudiera seguir dominándose mucho tiempo más.
—Ven a charlar un rato conmigo, señorita heredera.
—Tengo que recibir a mis invitados —respondió Merlyn secamente.
—¿Te gustaría hacerlo subida sobre mis hombros?
—Si yo fuera tú, iría —le advirtió su padre con una burlona sonrisa—. Parecería un poco raro que saludases a los invitados desde tal altura.
—¡Ya veo cómo me ayudas! —acusó Merlyn.
Su padre se encogió de hombros.
—No me culpes a mí. Tú le sedujiste.
Los ojos de Cameron llamearon.
—Bueno, maldita sea —estalló—. ¿Qué has hecho? ¿Venir a casa contando tu conquista?
—Será mejor que bajes la voz, o Delle va a oírte —le avisó.
Cameron la había cogido del brazo, haciéndole estremecerse.
—¿Cameron?
Delle apareció por detrás. Se quedó mirando a Merlyn.
—¿Qué pasa, Delle? —preguntó Cameron con absoluta indiferencia.
—Bueno, venía a buscarte para que tomaras conmigo una copa de ponche —dijo Delle indecisa.
—Merlyn y yo tenemos que hablar de un asunto.
—¿De qué?
—De nuestro hijo, por ejemplo —dijo Cameron ante el asombro de Merlyn.
—¡Un hijo! —exclamó Delle.
—¿Qué hijo? —preguntó Merlyn.
—Ah, le comenté a Cameron que estabas embarazada —dijo el señor Steele en tono complaciente, mirando a Merlyn con expresión inocente.
—¡Papá! —exclamó ella horrorizada.
Jared se encogió de hombros, y levantó su copa de champán mirando a Delle.
—¿Quiere bailar, señorita Radner? Tengo unos pies muy ágiles para mi edad.
Y antes de que Delle pudiera decir nada, se la llevó.
Merlyn miró a Cameron.
—No importa lo que te haya podido decir. Yo no estoy embarazada.
—¿No? —la miró muy atentamente—. ¿Cómo puedes estar tan segura? No ha pasado ni siquiera un mes.
—Bueno, estoy bastante segura.
—¿Pero no hay pruebas?
El corazón de Merlyn latía alocadamente. Apenas podía respirar. Y mientras trataba de encontrar las palabras adecuadas, Cameron se acercó. La cogió suavemente entre sus brazos y la besó en la boca.
Merlyn protestó débilmente, pero muy pronto se vio invadida por aquél dulce deseo que ya conocía. Finalmente, se puso de puntillas para responder a su beso.
Cameron levantó la cabeza y la miró como si estuviese hambriento, ignorando completamente las divertidas miradas de los que les rodeaban.
—Dios mío, casi me vuelvo loco buscándote —murmuró con voz ronca—. No debería haberte dejado marchar. Bueno, ahora te tengo, y no pienso dejar que te vayas. ¡No me importa el dinero, te quiero a ti!
La verdad era que parecía sincero. Pero Adam también le había parecido sincero en su día. Le miró aturdida, y se dio cuenta de que la gente empezaba a cuchichear.
—Cameron...
—Así dijiste mi nombre en la cama. —dijo apoyando la frente en la suya—. He revivido aquella noche una v otra vez. Vámonos a algún sitio para hablar a solas.
—Tú no quieres hablar —le acusó ella, evitando el contacto con su cuerpo.
—Claro que quiero hablar.
—Entonces háblame entre la gente —dijo yéndose a sentar en la escalera—. No quiero marcharme y quedarme a solas contigo.
—Dejaré que me seduzcas otra vez ——dijo sentándose a su lado. Merlyn se sonrojó y evitó su mirada.
—¿Cómo están tu madre y Amanda?
—Te echan de menos. Amanda está desolada, parece una huérfana. Mi madre intuye que ha pasado algo, pero está demasiado ocupada acabando su novela como para preguntar. Por eso precisamente no ha venido hoy conmigo. No le conté quiénes eran los Steele.
—¿Habrías venido a buscarme si lo hubieras sabido?
—Sí. Y habría tenido algo más que recuerdos para poder seguir viviendo estas últimas semanas. Y ahora, al verte aquí, estoy como deslumbrado. ¿Me has echado de menos?
—No —dijo ella secamente.
De nuevo era como Adam. La quería por lo que tenía, por lo que representaba. Cerró los ojos.
Cameron suspiró pesadamente.
—Creo que sé lo que estás pensando. Me imagino que será cuestión de tiempo.
—¿El qué?
—Convencerte para que te cases conmigo.
Merlyn le miró con los ojos muy abiertos.
—¡No!
—Sí.
Cameron se llevó una de sus manos a los labios y la besó dulcemente mirándola a los ojos.
—Estás enamorada de mí, Merlyn, me lo dijiste. Nunca lo olvidaré mientras viva. Estaba demasiado asombrado como para ponerme a salvo. Dejé que me condujeras como un corderillo al matadero.
Merlyn se sonrojó vivamente, e intentó retirar la mano, pero él no la dejó.
—Merlyn —continuó—, nunca había dejado que una mujer me hiciera lo que tú me hiciste. Supongo que sería por exceso de orgullo o por arrogancia masculina... pero siempre había tenido que ser el dominante. De algún modo, aquella también fue mi primera vez. Aquello la complació, pero seguía, mirándole insegura y preocupada.
—Te voy a cortejar, pequeña heredera, si es eso lo que quieres. Lo haré todo. Dulces. flores, incluso te rondaré.
—No te veo en ese papel.
—¿Crees que no soy capaz? Ah, he cambiado, Merlyn. He superado mis inhibiciones.
Merlyn trataba de no mirarle. Su proximidad la debilitaba.
—No quiero casarme contigo.
—Bueno, pues que nuestro hijo nazca siendo ilegítimo —murmuró Cameron sonriéndola.
—¡No estoy embarazada!
Cerca de la escalera, varias parejas se detuvieron y se quedaron mirándoles, atónitos.
—Sí, lo estás—dijo Cameron levantando la voz intencionadamente—. ¡Y es mi hijo!
Merlyn se puso roja como un tomate.
—¡Cameron!
—¡Hay que ver, una joven que ha recibido una educación esmerada y que se niega a casarse con el padre de su hijo!
Merlyn se puso de pie con tanta precipitación que estuvo a punto de caer. Cameron la sujetó.
—Cariño, debes tener cuidado. No queremos que le hagas daño al niño.
Merlyn intentó hablar. pero él la cogió en brazos y la bajó los dos escalones que faltaban para llegar al salón. Cuando ella intentó protestar, Cameron ahogó sus palabras con un beso.
—¿Te acuerdas de lo que hicimos en el ropero aquella noche? —dijo Cameron—. Me gustaría repetirlo ahora mismo. Me gustaría sentir tus pechos...
—No —gimió ella escondiendo la cabeza en su pecho.
—Cásate conmigo, Merlyn.
—No, sólo me quieres por lo que tengo.
—Eso es cierto—susurró él—. Te quiero por tu cabeza,, por tu corazón, y por este cuerpo que me atormenta cada vez que lo toco.
—No me refería a eso.
—No voy a aceptar un no por respuesta. Podrías estar embarazada. No pusimos medios para impedirlo.
Merlyn estaba temblando.
—Bueno, si esperamos un niño, es mío.
—Nuestro —corrigió él con una sonrisa.
—¡Cameron!
Él la cogió de la mano.
—Cálmate. Vamos a tomar un ponche. En tu estado no te conviene disgustarte.
Intentó hablar, pero se calló al darse cuenta de las miradas burlonas que les lanzaba la gente. Apretó los labios. Así que quería guerra, ¿no? Pues le daría pelea. No estaba dispuesta a ser su juguete y su proveedora de dinero al mismo tiempo. ¡No señor!
—¿Por qué me has hecho esto? —le preguntó Merlyn a su padre, cuando la fiesta ya estaba terminando.
Él la sonrió mirando de reojo a Cameron, que no se había apartado de su lado en toda la velada.
—Estaba jugando a ser Cupido, cariño. Me gusta. Será un buen yerno.
—Creí que habíamos quedado en que no volverías a buscarme pretendientes.
—Pero yo no tengo nada que ver con este asunto.
—¿De verdad? Dime lo que sabías de Cameron antes de buscarme aquel trabajo con su madre.
—Bueno, la verdad es que habíamos coincidido un par de veces —confesó su padre, algo incómodo—. Y yo sabía que no estaba casado. Pero era completamente distinto a ti, cariño.
—Es verdad —asintió ella, no muy convencida—: No voy a casarme con él.
—Claro que no. Pero, sólo por curiosidad, ¿cómo piensas detenerle?
—Diciéndole que no.
—No te servirá de nada.
—¡Yo no estoy embarazada!
—La falsa seguridad de los jóvenes —murmuró su padre—. Esta mañana no has desayunado.
—¡No tenía hambre!
—Yo creí que te volverías loca con sólo oler el beicon.
—.¡Papá! —exclamó Merlyn.
—Un banquero me vendría bien para mi consejo de dirección. Y podernos arreglar lo del bautizo para que coincida con el informe anual.
—¿Vas a escucharme?
—... y no hablemos de la boda. Veamos, mejor que sea pronto. La semana que viene. Voy a hablar con Cameron.
Merlyn se detuvo.
—No voy a casarme con él —dijo recalcando cada palabra.
—No seas tonta. Claro que vas a casarte.
La sonrió y se dirigió hacia su futuro yerno.
—Es toda tuya, hijo —le dijo Jared a Cameron—. Hay demasiadas señoras disponibles esta noche como para pasarme la velada con mi hija, por muy encantadora que sea.
Diciendo esto, se marchó.
—Es un hombre de los que me gustan —murmuró Cameron, conduciéndola a la pista de baile—. Será un abuelo estupendo.
—No estoy embarazada. Y no voy a casarme, contigo.
—Sube conmigo y discutámoslo en la cama —dijo Cameron en tono burlón.
—¡Estaba borracha!
Él la estrechó entre sus brazos y se movió al compás del romántico vals.
—No. Estabas enamorada. Y yo también. Yo intentaba hacer lo que debía, pero una vez que te quitaste el vestido... Merlyn, cuando estás sin ropa eres lo más bonito que he visto en mi vida. Ella se sonrojó y bajó los ojos.
—Deja ahora eso.
—¿Te complací? —dijo en voz baja, cogiéndola por la barbilla—. Dímelo, ¿te complací?
—Sabes muy bien que sí —musitó ella escondiendo la cabeza en su hombro—. Cam...
Cameron la acarició la espalda.
—Te quiero —susurró—. Quiero repetir lo que hicimos aquella noche.
Merlyn estaba temblando. No podía evitarlo.
—No puedo.
—Cariño, mírame. No hay por qué avergonzarse de lo que hicimos, Merlyn. Siempre que lo terminemos bien.
—¿Terminarlo bien?
—Casándonos. Por el bien del niño.
—¡Cameron, no hay ningún niño!
—Pues yo creo que sí. Estás radiante. Tienes como una aureola. Como era tu primera vez, era normal que no te dieras cuenta; pero lo que ocurrió, lo que sentimos, no era una cosa tan normal. Cariño, ¿no has pensado que yo perdí el control sobre mí mismo por completo aquella primera vez? ¿No te has preguntado el porqué? Merlyn empezaba a sentirse como hipnotizada, y tenía que evitarlo como fuera.
—Necesitabas una mujer.
—Muchas veces he tenido necesidad de mujeres, y nunca me había ocurrido nada así. Yo te quería de una manera poco común. Y lo de ser seducido por una mujer virgen tampoco es una experiencia normal para mí.
—Yo no sé lo que me sucedió a mí —dijo Merlyn.
—Yo sí lo sé. Tú me tomaste, y yo te tomé. Y ahora tenemos que hacer algo, por el bien de la diminuta vida que hemos creado. No digas que no estás embarazada. Lo estás. Merlyn, nosotros nos amamos aquella noche. Viendo lo intensa y lo maravillosa que resultó aquella experiencia, tienes que estar embarazada.
Por un instante, Merlyn se rindió.
—Yo quería estarlo —susurró.
—Y yo también lo quería, por eso no tomé ninguna precaución. Aquello era sorprendente, y los ojos de Merlyn lo delataron.
—¿Te quedas asombrada? Yo podría haberlo evitado, Merlyn, si hubiera querido. No te digo que hubiera sido fácil, pero si hubiera querido evitar un futuro embarazo, habría podido.
Merlyn dejó de bailar. Cameron le acarició los labios.
—¿Y no lo hiciste? —preguntó.
—Todo lo contrario. Hice todo lo posible para asegurarme de que podías quedarte embarazada.
—¿Por qué?
—Porque yo...
Antes de que pudiera terminar la frase, apareció Dick, que había bebido un poco más de la cuenta.
—Perdona, amigo, pero tengo esta pieza prometida. ¿Merlyn, amor?
La cogió, ignorando la mirada asesina de Cameron y el desconcierto de Merlyn. La gente les rodeó cuando Cameron fue tras ellos. La música empezó a sonar más fuerte y Merlyn volvió a pensar con lucidez. Tenía que evitar volverse a quedar sola con Cameron. ¡Si quería salvar lo que le quedaba de orgullo, tenía que hacerlo! Cameron estaba fingiendo que la quería. Seguramente, había querido dejarla embarazada por el mismo motivo por el que quería casarse con ella: porque necesitaba dinero y ella lo tenía. Había un montón de cabos sueltos que no casaban en aquella suposición, pero ella los ignoró. No quería volver a arriesgar su orgullo, como le había ocurrido con Adam.
Al finalizar la pieza se escabulló y se refugió arriba hasta que el último invitado se hubo marchado. El último fue Cameron. La puerta se cerró.
—Ya puedes salir —gritó su padre alegremente—. ¡Ya se ha marchado!
—¿Puedo fiarme de ti?
—¡Cariño, soy tu padre!
—Eres un chaquetero.
—Venga, Merlyn.
Por fin bajó, vio que no había nadie y se tranquilizó un poco.
—¿Se ha marchado definitivamente?
—No. Va a venir a comer mañana. Vamos a hacer un negocio.
—¿Por qué?
—Bueno, ya que es el padre de mi nieto...
—No hay ningún nieto. ¡No estoy embarazada!
—…tengo que asegurarle el futuro —concluyó sin hacerla caso—. ¿No deberías estar en la cama? En tu estado debes cuidarte. Merlyn le lanzó una mirada asesina y volvió a subirse. ¿De qué iba a servirle discutir con cualquiera de los dos? Estaban cortados por el mismo patrón y los odiaba.