Capítulo Cinco
La primera persona con la que se encontró Merlyn cuando volvió a entrar en el espacioso salón fue a la señora Radner. Aunque la expresión de sus ojos era de disgusto, logró esbozar una falsa sonrisa.
—Ah, ya ha venido, señorita Forrest. No sabía dónde estaba. Qué raro, Cameron ha desaparecido al mismo tiempo que usted. Merlyn decidió que lo mejor sería hacerse la inocente.
—¿Sí? —preguntó—. Cuánto me extraña, yo tampoco le he visto,
La fingida seguridad de Merlyn parecía sacar de quicio a la señora,
—Pero salieron juntos del salón —insistió.
—¿Sí? No me di cuenta —suspiró Merlyn—. Estaba tan ansiosa por marcharme a mi habitación...
—Ya.
La señora Radner asintió, tomando por verdadera aquella insinuación,
—Ya se imaginará que el señor Thorp no iba a seguirme. Al fin y al cabo, yo sólo soy una empleada.
—Claro, querida mía. Ahí está ya Cameron, bailando con Delle.
Suspiró complacida.
—¿No le parece que forman una pareja perfecta? Siempre me han gustado los contrastes.
Y verdaderamente, contrastaban. Cameron era moreno, y Delle rubia. A primera vista eran una pareja perfecta. Pero no estaban bien compenetrados en los pasos de baile, y él no la abrazaba con el calor con que se abraza a una novia. Y además, pensó Merlyn, sin poder contener su satisfacción, en él aún se advertía la frustración.
—Hola querida, te había perdido de vista —dijo Lilian uniéndose a ellas—. Hace un momento hemos estado a punto de tener un problema.
—¿Sí? —preguntó Merlyn.
—Sí. Un caballero que había bebido un poco más de la cuenta, se ha empeñado en que el ropero es automático, y ha estado hablando con él. ¿Crees que se tratará de alguna experiencia mística?
Merlyn tuvo que realizar verdaderos esfuerzos para no reírse. Como pudo, se mantuvo seria.
—No creo —contestó—. Tengo entendido que los alcohólicos tienen algunas veces alucinaciones. ¿No es así, señora Radner? —preguntó amablemente.
—No tengo por qué saberlo —replicó la señora Radner indignada.
—De cualquier modo —concluyó Lilian—, ya se ha ido, gracias a Dios. Era muy embarazoso que se dedicara a llevar gente al vestíbulo para demostrarles cómo habla mi ropero.
Merlyn se excusó discretamente y se dirigió a la barra. La orquesta comenzó a tocar una melodía lenta y agradable, y Merlyn vio de reojo que su amigo Dick Langley abandonaba la orquesta y se dirigía hacia ella.
—¿Bailas? Uno de los invitados toca la batería, y se ha empeñado en reemplazarme. Yo he aceptado de mil amores.
Merlyn puso su copa sobre la mesa y se dejó conducir por él a la pista.
—Tú y yo no hemos bailado desde la fiesta benéfica del año pasado —murmuró ella.
—No. Últimamente he estado muy ocupado. ¿Se puede saber qué has venido a hacer aquí? —miró a su alrededor—. Dios mío, tu padre podría comprar y vender a toda esta gente. ¿Desde cuándo te tratas con esta pandilla?
—Estoy haciendo un trabajo de investigación para Lilian Thorp —dijo ella con una sonrisa—. Y organizando un baile para su hijo. Es ése de allí, el que está con la rubia despampanante.
—Será despampanante, pero sólo sabe decir «sí», «no» y «¡oh Dios mío!» Y parece que su mayor preocupación es mantener el maquillaje y el peinado intactos.
Dick se rió al ver el asombro de Merlyn.
—Estuve bailando con ella hace un momento. Justo después de que tú te marcharas con el hombretón.
—Me ha estado enseñando sus aguafuertes.
—Pues a mí me parece que debía haberte enseñado algo más —murmuró Dick secamente—, a juzgar por la expresión de su rostro cuando regresó. Desde luego, su novia echaba fuego por los ojos.
—No creo que ni siquiera haga eso —dijo Merlyn desdeñosamente.
—¡Vaya, vaya! Merlyn suspiró.
—Es que no puedo evitarlo. Esa chica tan pronto parece irremediablemente ingenua como sagazmente retorcida, nunca se sabe. Hizo un comentario muy desagradable sobre las perlas de la abuela.
—Las perlas de los Forrest —musitó Dick—. Te quedan muy bien.
—También le quedaban bien a mamá. Yo era muy pequeña cuando murió, pero aún me acuerdo de cómo solía efectuar sus grandes entradas, siempre con un vestido blanco y las perlas. Su pelo negro y sus ojos azules eran impresionantemente bellos... la echo de menos, Dick.
—Sí, ya lo sé. También tu padre.
—¿Le has visto últimamente?
—Sí, precisamente la semana pasada. Te echa de menos. Me dijo no sé qué de que quería organizar una fiesta y que no se fiaba de Kitty para que se encargara de todo.
Kitty era la secretaria de su padre, un as con el ordenador, pero un verdadero desastre en lo de organizar fiestas. Sonrió.
—Le ayudaré si gano la apuesta que tenemos entre manos.
—¿Una apuesta?
Merlyn eludió la respuesta. La idea de marcharse se le hacía de pronto desagradable, ya al margen de la apuesta. Y le quedaba sólo poco más de una semana. Había cogido mucho cariño a Amanda y a Lilian. En cuanto a Cameron...
—Bah, sólo es una broma —murmuró con una sonrisa—. De todas formas ya no va a durar mucho más. Me queda una semana, más o menos.
—¿Quieres que nos veamos algún fin de semana? Podemos llamar también a Bruce y a Annie para irnos a Nassau en el yate.
—Me encanta la idea.
Le caían muy bien sus amigos Bruce y Annie, y Dick era una compañía muy agradable. Nunca intentaba nada. Aquello era lo mejor de él, que era un amigo y sólo un amigo.
Dick suspiró.
—Vaya, me voy a tener que ir. Mi amigo está perdiendo fuerza en la batería.
Cuando terminó la canción le besó la mano.
—Ha sido un placer, señorita.
—Lo mismo le digo, caballero —respondió ella con una sonrisa. Cuando volvía junto a Lilian, advirtió una mirada furiosa en los ojos de Cameron. Aquello la produjo una mezcla de satisfacción y temor. Le miró intensamente a los ojos. Pensó malhumorada que, aunque Cameron la hubiese besado, no tenía ningún derecho sobre ella. Aunque hubiese sido algo más que un simple beso. No estaba dispuesta a ofrecerle lo que la dulce Delle no podía darle; no se iba a pasar el resto de su vida escondida en armarios. Suspiró y sacudió la cabeza. Estaba desesperada. Se estremeció recordando la ansiedad que les había llevado a abrazarse. Nunca en su vida se había sentido tan desolada.
Sin saber por qué, acabó quedándose con Lilian, Cameron y Delle, aunque se había hecho el firme propósito de evitarlo. Deseaba, no lo podía remediar, que las Radner se marcharan a Atlanta aquella misma noche.
—Ha sido una fiesta deliciosa, Cameron —suspiró Delle—. Es un fastidio que se nos haya estropeado el coche, pero no será un gran trastorno que nos quedemos a dormir esta noche, ¿verdad?
—Por supuesto que no, no seas tonta —dijo él.
Háblame de tu amigo Dick, señorita Forrest —preguntó Delle repentinamente—. Parece ser que os conocíais muy bien.
—Sí, bueno, es verdad. Fue mi pareja en el baile de graduación. Un hombre maravilloso. Muy masculino.
—¿Es músico profesional? —preguntó Delle con una risita Yo nunca he conocido a ninguno. A mamá no le gusta que me relacione con ese tipo de gente.
Merlyn estuvo a punto de estallar en carcajadas pensando en la fortuna de Dick.
Pero se contuvo.
—Es muy bueno, ¿no te parece? ¡Y tan atractivo!— comentó suspirando dándose cuenta de la sombría mirada de Cameron.
La señora Radner se unió al grupo aparentemente molesta y nerviosa.
—Cameron, querido ¿era necesario invitar a tanta gente? No conozco a casi nadie.
Lo que realmente quería decir es que había muy poca gente de « su clase» por allí. Merlyn sonrió. Sabía que Lilian había invitado a varias amigas que no pertenecían a la alta sociedad, y ése era un detalle que le había gustado.
—Puede ser que te resulte agradable conocer a gente nueva —dijo Lilian con intención—. El dinero no lleva consigo necesariamente inteligencia o talento, querida mía.
—No, personalmente garantiza una cierta educación —dijo la señora Radner fríamente.
Miró el vestido de Merlyn con ojo experto.
—Me estoy fijando en su vestido, señorita Forrest. Es del año pasado ¿verdad?
—No. Es de este año, me lo ha traído Dick.
La señora Radner se puso muy seria, como si una mujer que permitiera que un hombre le obsequiara con un vestido corno aquél sólo pudiera ser una cosa.
—Cameron, tienes que conocer a Dick —dijo Delle en tono perverso—. A lo mejor te dice dónde puedes conseguir uno igual para mí.
Merlyn podía haber dicho que el vestido era suyo, pero no quería delatarse tan pronto. Al ver el ceño fruncido de Cameron, penque sería más prudente marcharse de allí aquella noche. Más tarde o más temprano los invitados se marcharían, y Delle, su madre Lilian se irían a la cama. Sabía lo que Cameron estaba pensar. lo leía claramente en sus ojos. «Tú y yo tenemos que terminar que hemos empezado»; decía. Pero ella no quería, seguir su juego. Desafortunadamente, le había dado la impresión de que era fácil y ansiosa, y podría resultarle muy dificil convencerle a tiempo de que no era ni una cosa ni otra. En aquellas circunstancias, lo más lógico era desaparecer.
Se excusó, ignorando el provocativo comentario de Delle. Y se dirigió hacia los músicos.
—¿Puedo marcharme contigo? —le preguntó a Dick en voz baja.
—Claro que sí. ¿Tienes algún problema? Merlyn suspiró y sonrió.
—Y quiero que todo el mundo se dé cuenta de por qué nos vamos, ¿te importa?
—Así lo haremos —respondió Dick con los ojos brillantes. Merlyn se mantuvo bien lejos de Cameron y de los demás hasta que la fiesta terminó y los músicos empezaron a guardar los instrumentos. Luego se retiró con los músicos, y se agarró del brazo de Dick cuando pasaron junto a Lilian.
—Buenas noches —se despidió Merlyn.
En aquel momento Cameron, malhumorado, se acercó con Delle, que parecía bastante violenta.
—Buenas noches, querida mía —dijo Lilian—. Que te lo pases muy bien.
—Vámonos, Dick —dijo Merlyn rápidamente.
—La traeré por la mañana —dijo Dick acercándosele más—. Buenas noches; señora Thorp, señor Thorp, señoras...
Y después de aquel derroche de encanto, se marcharon.
—¡Vaya! —suspiró Merlyn ya en la furgoneta con todos los miembros del conjunto—. ¡He escapado por un pelo!
—¿Qué ha pasado? —preguntó Dick.
—He tenido unas palabras con el señor de la casa —mintió ella. Bueno, casi era la verdad.
—Qué raro, creí que no os habíais vuelto a ver después de que bailamos tú y yo.
—Quería evitarme problemas —suspiró ella, recostándose en su hombro.
Afortunadamente, el suelo de la furgoneta estaba tapizado y el vestido no corría peligro de mancharse.
—Perdona por el transporte tan rudimentario. Dejé el jaguar en casa de Ray. Lo recogeremos cuando dejemos a Ray.
Merlyn sonrió.
—Da lo mismo. Habrían sospechado si lo hubieran visto.
—¿No tengo pinta de ser rico?
—No. Das la impresión de ser deliciosamente encantador y elegante. ¿Y yo? ¿Parezco una chica rica?
—No. Pareces asustada por algo —la atrajo hacia sí—. ¿Se propasó contigo, chiquilla?
—Tú sabes demasiado.
—Te conozco desde que ibas al colegio. Vamos, suéltalo.
—Sí, eso fue lo que pasó. Aún estoy un poco dolida por lo de Adam —confesó—. Y este serio banquero ha echado el ojo a una buena firma inversora.
—¿La rubia?
—Su padre es el dueño de la compañía. A él le gustaría fusionarse con la empresa casándose con ella. No por amor, ¿comprendes? Él ya no confía en los sentimientos después de su fracasado matrimonio, así que esta vez se casa por motivos prácticos. Y a su pobre hija no le gusta nada la rubia.
—La perjudicada eres tú —corrigió Dick—. Estás enamorada de ese tipo, ¿verdad?
—Creo que es un fenómeno psicológico. La casa se parece mucho a la mansión Thornfield de Jane Eyre, y yo le conocí de improviso a medianoche... quizás sólo sea una salvaje vena romántica la que se está apoderando de mí. Pero no te preocupes, al final siempre actúo como debo. ¿Dónde vamos a ir?
—¿Cuando nos bajemos de la furgoneta? He pensado que podíamos ir a Limelight.
Era un club de Atlanta con excelente comida, buena música, y luces brillantes.
—Me encanta el plan —dijo—. Me siento como si hubiera estado en letargo. ¿Crees que puedo ir así vestida?
—Te limitarás a alzar las cejas y yo te veré radiante —respondió—. Vas perfectamente.
Merlyn lo pasó muy bien. En algunos momentos, incluso consiguió olvidarse completamente de Cameron. La verdad era que lo que la impulsó a quedarse hasta tan tarde con Dick fue el miedo a enfrentarse con Cameron. Casi eran las cuatro cuando volvieron a la casa.
—No me he dado cuenta de lo tarde que tristemente.
—Bueno, hemos tardado una hora en ir y otra en volver. En realidad ha sido la mitad del tiempo. No pasa nada. Lo he pasado estupendamente.
—Yo también.
La besó en la mejilla.
—Adiós, amor —le dijo.
—Hasta la vista. Ya sabes que estás invitado a la fiesta de mi padre —añadió ella con una sonrisa.
—¡Invítame por la cuenta que te trae!
Se marchó agitando la mano; y Merlyn se dirigió sin hacer ruido a la puerta principal. Se quedó sorprendida al ver que no estaba cerrada. El vestíbulo estaba brillantemente iluminado, y oyó unos ruidos que venían del despacho.
—Cameron, no —estaba diciendo Delle— Ya sabes, no me gusta que me beses con tanta brusquedad. ¡Me has arruinado el vestido!
—Eso no importa ahora —dijo Cameron.
—¡Estate quieto! —estalló Delle—. Cameron, ¿qué es lo que te pasa esta noche?
Se oyó un gran revuelo, y Delle irrumpió en el vestíbulo, despeinada y acalorada. Se quedó clavada en el pasillo cuando vio a Merlyn. Cameron salió tras ella y al ver a Merlyn en el pasillo también se detuvo.
Sólo con verle se adivinaba que algo estaba pasando. Llevaba los pantalones del traje, pero se había quitado la chaqueta y el chaleco, y llevaba la camisa completamente abierta. Estaba despeinado y le brillaban los ojos. Estaba igual que unas horas antes en el ropero, y ella sabía por qué.
Se enfureció al pensarlo, sobre todo cuando le sonrió con un cierto aire de superioridad.
—¿Acabas de llegar? —le preguntó.
Merlyn sintió que la sangre se le agolpaba en la cara. Hubiera querido pegarles a los dos. No recordaba haber sentido tantos deseos de matar a alguien en su vida.
Repentinamente, Cameron cambió de expresión, y ella se quedó confusa, pero levantó la cabeza con orgullo.
—Ya veo que yo no era la única persona que me lo estaba pasando bien —dijo mirando intencionadamente el carmín corrido de Delle—. Pero claro, vosotros estáis comprometidos, ¿verdad? —añadió maliciosamente, con una fría sonrisa—. En estos tiempos se ve de todo.
Pasó Junto a Cameron, y al mirarle no pudo reprimir un estremecimiento.
—Buenas noches.
Delle se estaba riendo, pero sonaba como si sus carcajadas estuviesen provocadas por los nervios más que por otra cosa. Fría como el hielo, pensó Merlyn. Subió por las escaleras con la misma gracia con que lo hubiera hecho su madre, aunque tenía que hacer un gran esfuerzo para no temblar por la furia. No miró hacia atrás ni una sola vez, aunque le parecía sentir sus miradas clavadas en la espalda. Oyó algunos excitados cuchicheos de Delle, pero no pudo entender lo que estaba diciendo. Fue derecha a su habitación, cerró la puerta con llave y echó el cerrojo.
No sabía por qué lloraba. No era propio de ella, pero no dejaba de recordar el sorprendente ardor de Cameron. Al principio le había tomado por un hombre frío, pero su opinión había cambiado radicalmente. Era tan embriagador como un buen vino, y aún le parecía sentir en la piel el contacto de sus manos, a pesar de que se había dado una ducha y se había tomado dos aspirinas para poder dormir. Se revolvió en la cama, no podía quitarse la imagen de Cameron abrazando a Delle, besándola, acariciándola como la había acariciado a ella.
—¡Libertino! —murmuró entre lágrimas , ocultando la cabeza en la almohada.
Ya había amanecido cuando consiguió quedarse dormida. Se despertó a media mañana. Se puso unos pantalones y una camisa y se recogió el pelo en un moño. Aquel día se sentía vieja. Vieja y traicionada aunque no sabía por qué Cameron Thorp le provocaba aquellos sentimientos. Si Delle y él estaban prometidos, ¿que le Importaba a ella lo que hiciera en la intimidad?
—Buenos días, querida —le dijo Lilian desde el estudio—. No he querido despertarte. Cameron me ha dicho que volviste bastante tarde.
Merlyn intentó sonreír.
—Sí. Dick y yo nos fuimos a bailar a Atlanta.
—¿Te lo pasaste bien?
—Sí, muy bien, gracias —se sentó—. ¿Has empezado ya sin mí? —preguntó mirando a la pantalla del ordenador.
—Sólo he escrito unas cuantas líneas para ir metiéndome en el próximo capítulo. Esto —dijo señalándole un esquema—. Esto es con lo que quiero empezar.
—La boda de Enrique VII y Elizabeth de York. Ésta fue una época interesante. ¿Has leído algo sobre las intrigas tramadas contra Enrique por su suegra Elizabeth Woodville, y la tía de su mujer, Margaret, duquesa de Borgoña? Es fascinante de leer.
Empezó a relatarle toda la historia detalladamente, concluyó, Lilian prorrumpió en risas.
—Oh, si, escríbeme todo eso, por favor. Ya encontraré alguna manera de incorporarlo a mi novela.
—Pensé que te gustaría.
De pronto se dio cuenta de que no había visto a Amanda.
—¿Dónde está Amanda?
—Ha ido con Cameron a Atlanta, a llevar al aeropuerto a las Radner, que vuelven a Charleston.
—Mi difunta abuela era de Charleston —dijo Merlyn—. Se caracterizaba por su elegancia y la corrección de sus modales.
—No se puede decir lo mismo de las Radner —dijo Lilian secamente—. No, no tienes por qué disculparte —añadió rápidamente, interrumpiendo a Merlyn—. Me di cuenta perfectamente de las groserías de mis futuras familiares políticas.
—Bueno, con el debido respeto —suspiró Merlyn—, espero que no vuelvan mientras yo esté aquí haciendo mi trabajo.
—¿Es que tienes ganas de marcharte? —preguntó Lilian.
—Tengo... otros compromisos.
Recordó entonces que tenía que llamar por teléfono a su padre para lo de la fiesta.
—Me ha encantado estar aquí, pero tú dentro de poco ya no vas a necesitar mi ayuda. Si necesitas algo adicional, no tienes más que llamarme por teléfono.
—Te he tomado cariño, Merlyn. No querría por nada del mundo que perdiéramos el contacto. ¿Se trata de Cameron? Me doy cuenta de que te está poniendo muy difícil tu estancia aquí.
—Él no me intimida. En absoluto.
—Pero intimida a Delle —murmuró Lilian—. Esta mañana ha estado de lo más desagradable con ella. Mucho más que normalmente, parecía especialmente irritado. ¿Discutiste con él?
—No. Él y Delle estaban todavía levantados cuando volví a casa—dijo Merlyn tratando de aparentar indiferencia—. Dije buenas noches y después me fui a la cama inmediatamente.
—Cameron tenía bastante curiosidad por tu amigo el señor Langley.
—¿Sí? No es el tipo de gente a la que está acostumbrado, me imagino. Bueno, perdona, no quería decir eso.
Lilian sonrió.
—No conoces a Cameron. Él no elige a sus amigos por la posición social o por el dinero. Nunca lo ha hecho.
—Pero se casa con Delle por la empresa de su padre, ¿verdad?
—¿Que se va a casar con ella? Últimamente tengo mis dudas al respecto.
—Si los hubieras visto como yo cuando llegué no lo dudarías —murmuró Merlyn.
—¡Oh!
Puso tanto énfasis en aquella exclamación, que Merlyn se sonrojó.
—Voy a por mis libros. Ahora mismo vuelvo —dijo apresuradamente.
Todavía le ardía el rostro cuando abandonó la habitación. No le importaba aquel estúpido. ¡No! ¿Pero por qué le había dolido tanto verle de aquella manera con Delle? Dejó de pensar en ello y volvió al estudio cargada de libros.
Cameron no volvió hasta última hora de la mañana. Amanda entró corriendo con él, con las manos llenas de paquetes y los ojos brillantes de alegría.
—¡Hola, abuela! ¡Mira lo que me ha comprado papá! ¡Un montón de vestidos, ropa interior y hasta unos pantalones! Ahora mismo subo y me los pongo para que los veas.
Merlyn estaba sentada sobre la alfombra, leyendo un libro sobre la familia Tudor. Cuando Cameron entró, le miró, pero rápidamente volvió a bajar los ojos.
—¿Has tenido un buen viaje, querido? —preguntó Lilian——. Amanda está emocionadísima.
—Hemos estado de compras —dijo él.
Cameron se quedó quieto en el pasillo, con las manos en los bolsillos, y mirando a Merlyn fijamente. Ella se puso de pie, como si así se sintiera menos vulnerable. El corazón le latía a un ritmo salvaje. Le miró a los ojos y se sentó en una silla, cerca del escritorio de Lilian.
—¿No has quedado esta noche, Merlyn? —preguntó con frío sarcasmo.
—No —respondió dulcemente—. Algunos de nosotros nos dedicamos a trabajar.
—¿Te importa explicarme a qué te refieres?
—Acabamos de terminar un capítulo —dijo Lilian—. ¿Han llegado bien las Radner, querido?
—Sí, te mandan sus saludos, Merlyn —añadió Cameron acomodándose en el escritorio—. Ya que no pudieron verte cuando se marcharon.
—Qué amables —dijo ella tranquilamente.
Le miró. Estaba muy atractivo vestido de manera informal. Repentinamente recordó el tacto de su piel. Se estremeció.
—Vamos a comer ——dijo Lilian mirando el reloj—. Voy a buscar a Amanda.
Merlyn se levantó, pero Cameron la detuvo.
—Quiero hablar contigo a solas —dijo brevemente—. Sobre lo de anoche...
—Bueno, no te preocupes ——dijo con una sonrisa melosa. Comprendo perfectamente que no quieres que conciba esperanzas sólo porque me besaste. Delle es propietaria de una fortuna y yo no tengo ni un céntimo.
—Lo que quería decirte —continuó fríamente—, era que mi madre comentó que llevabas un vestido que era diseño exclusivo.
—Me lo prestaron.
—Y volviste en un jaguar —añadió él—. Me gustaría saber qué está pasando aquí.
—¿Es que crees que yo podría ser una millonaria excéntrica? —preguntó Merlyn con una sonrisa.
—Empiezo a estar intrigado por ti. Eres demasiado misteriosa para convenirme.
—Si quieres admitirlo, soy la mujer más adecuada para ti —suspiró ella mirándole con coquetería—. Bueno, la verdad es que tengo montones de dinero y estoy buscando a un hombre que sea bueno en la cama y que se preocupe de mí. ¿Te interesa?
Cameron la miró muy despacio de arriba abajo.
—No me gusta el efecto que tienes sobre mí. Ninguna mujer hasta ahora me había hecho perder la cabeza hasta el punto de que la tuviera que meter en un armario.
Merlyn se ruborizó y bajó los ojos.
—¿De verdad? ¡Qué emocionante! Ya ves, te estoy conquistando.
—Sí ——dijo él sin bromear.
—Pero no tienes por qué preocuparte. Dentro de una semana me marcharé y podrás volver a la normalidad.
—¿Dentro de una semana? —preguntó Cameron—. Creí que mamá y tú no habíais hecho más que empezar.
—Yo trabajo con rapidez. ¿No nos íbamos al comedor? Cameron se acercó y la acarició el cuello. Sólo aquello una suave y cálida caricia en su piel, pero eso era suficiente para cortarle la respiración.
—Te deseo —dijo con un extraño tono de voz.
Merlyn sintió que le faltaba el aliento. Le miró a los ojos; indecisa.
—Eres la menos adecuada para mí —dijo con la respiración entrecortada—. Demasiado alocada, demasiado voluble.
—Pues entérate, tú tampoco eres ninguna maravilla —dijo Merlyn—. Los banqueros serios y formales siempre me han dejado fría.
Él sacudió la cabeza.
—¡Te derretías entre mis brazos! —susurró él—. Y me apostaría lo que fuera a que ningún hombre te había puesto nunca así.
—¡Te equivocas! —exclamó ella, pero su voz sonó furiosa, como con temor.
—No —dijo él—. ¿Dónde estuviste de verdad anoche? En un hotel no; eso era lo que tú querías hacerme creer.
Merlyn estaba temblando. ¡No era justo! ¿Cómo iba a pensar con claridad si él la estaba tocando?
—Fuimos... a una discoteca.
Cameron deslizó los dedos por el borde del escote de su camisa.
—Tal y como yo suponía —murmuró—. Una noche completamente inocente.
Merlyn le miró con los ojos brillantes.
—Tú no pasaste una noche inocente —estalló.
—Estás equivocada, Merlyn. Besé a Delle dos veces, y las dos sentí tus labios.
La emoción le encendió las mejillas.
—Eres virgen —dijo Cameron.
La cogió del pelo haciéndole daño y le clavó la mirada en los ojos.
—¡Maldita sea, Merlyn!
—¡Yo no te llevé al ropero! —exclamó ella.
—Pero viniste conmigo —acusó él—. Viniste, y me dejaste desnudarte y tocarte... ¡Oh, Dios, sentía tu piel en sueños! ¡Eres una embaucadora!
Merlyn tembló de miedo de furia y de deseo.
—¡Yo no soy ninguna embaucadora! ¡Déjame irme!
—¿Y cómo lo llamarías tú a eso? Tú me provocaste.
—Y tú fuiste quien empezó a quitarme el vestido. Se supone que los hombres deben ser capaces de controlarse, ¿no?
—¿Es que crees que yo podía tocarte así y parar de pronto sin sentirme terriblemente mal?
A Merlyn se le quebró la voz.
—¿No podías? Adam siempre... podía.
—¿Quién es Adam? —preguntó Cameron con brusquedad. Merlyn bajó los ojos.
—El hombre con quien iba a casarme. Cameron se quedó como muerto.
—¿Es que estabas prometida?
Merlyn asintió.
—¿Y todavía eres virgen?
—Él no me quería. Por lo menos, no de esa manera. Quería... una cosa que mi padre tenía. Pero yo creía que me respetaba por caballerosidad.
—¡Dios mío!
—¿Estás sorprendido? —preguntó ella con una risa amarga. La miró a los ojos.
—Sí. Sorprendido de que cualquier hombre pudiera querer otra cosa que no fueras tú.
Merlyn esbozó algo así como una sonrisa.
—Gracias. Parece una trivialidad, pero necesitaba oírlo.
—¿Por eso viniste a trabajar con mi madre? ¿Para recobrarte?
—Sí, de algún modo, sí. Y ahora, ¿me puedo marchar?
—¿Le deseabas?
Aquélla era una pregunta que ella no había esperado. Abrió los labios, pero las palabras no acudieron. Le miró a la cara, y de pronto se dio cuenta de que nunca había deseado a Adam. No había sabido lo que el deseo significaba, hasta que Cameron la metió en aquel armario y la desabrochó el vestido.
—No —dijo con lentitud—. No creo que le deseara.
—¿Le amabas?
—Eso creía,—replicó con una débil sonrisa—. Creo que no sabía exactamente lo que era el amor.
—Y aparentemente no sabes lo que es el sexo. Será mejor que no me vuelvas a permitir que llegue tan lejos, Merlyn, por tu propio bien. Conmigo eres tremendamente vulnerable.
—¡Yo no fui la que empezó!
—Claro que sí. Coqueteaste todo lo que pudiste y más.
—¡Soy así! ¡Es mi forma de defenderme! La mayoría de los hombres huyen cuando empiezo...
—Yo no soy la mayoría de los hombres —dijo en tono de advertencia—. Tú me haces perder el control, y eso es peligroso. Podría desearte tanto que olvidase a Delle y tu virginidad.
—Me abrocharé las camisas hasta el cuello y me pondré un cinturón de castidad —dijo soltándose—. No te preocupes, lo haré lo mejor que pueda para protegerte de ti mismo.
Cameron la miró atentamente, como si bajo aquella máscara de ironía pudiese adivinar a la mujer asustada.
—Al fin y al cabo, tú ya tienes la vida resuelta. No te vendría mal que te acordaras de vez en cuando de que ya estás prometido. Cameron le dirigió una mirada ardiente.
—¿Por qué me permitiste eso anoche? —preguntó suavemente. A Merlyn le temblaban los labios, casi no podía articular palabra.
—Tuviste suerte —dijo Cameron después de un momento—. Maldita suerte. ¿O es que no se te ocurrió que yo podría no detenerme?
—¡Tú... nosotros no habríamos podido parar! Cameron se acercó más.
—Claro que no. ¿No sabías que se puede hacer de pie? Merlyn odiaba su sonrisa burlona. Le odiaba a él, también, porque la hacía sentirse vulnerable, porque se reía de ella. Le ardía la cara y se le crisparon los dedos.
Cameron pareció darse cuenta manos.
—¿Él te hizo daño, verdad? —preguntó repentinamente—. Tienes tanto miedo de tus propias emociones como...
No terminó la frase, pero ella sabía lo que iba a decir… «como yo de las mías», lo leía en sus ojos, en su rostro.
—Yo ya no confío en los hombres.
—Y yo no confió en las mujeres.
Cameron le miró a los labios conteniendo la apretó las manos.
—Cameron —protestó Merlyn con un débil susurro.
Aquello empeoró la situación. Con un brusco gemido, Cameron la levantó por la cintura hasta ponerla a su altura.
—No te deseo —dijo él fríamente, con desesperación. como si tratara de convencerse a sí mismo—. No quiero tu loco humor, ni tus maravillosos labios, ni este cuerpo que me enloquece cuando lo miro.
—Entonces suéltame. Y no compliques las cosas.
Cameron la acercó lentamente hacia él, sus cuerpos se rozaron con fuerza.
—Dime que quieres que te deje en el suelo. Dime que no estás deseando besarme con tanta intensidad como yo.
—Eres un... juicioso hombre de negocios...
Cameron agachó la cabeza, su boca entreabierta tocó suavemente la de Merlyn, su respiración se aceleró y se hizo entrecortada.
—Abre la boca —susurró.
—No...
Fue más un gemido que una negación. Le besó y se sintió de nuevo invadida por la emoción. Él la acarició todo el cuerpo con locura, haciéndola arder de pasión. Merlyn le abrazó con un gemido ahogado. Permanecieron allí abrazados, jadeantes, besándose sin interrupción.
Cuando finalmente Cameron alzó la cabeza, preguntó con voz temblorosa.
—¿Vas a caerte si te suelto?
Ella negó débilmente con la cabeza. Cameron la soltó. Le brillaban los ojos y tenía una expresión dura y tensa. De repente se echó a reír, con amargura, y con una mirada verdaderamente hostil.
—Dios mío, estoy temblando como un chico de diecisiete años con su primera mujer.
Merlyn hizo todo lo posible para dominar el temblor de sus manos.
—Creo... que debería marcharme. Cameron sacudió la cabeza.
—Todavía no —dijo dulcemente—. No huyas de mí.
—¡Está Delle! —estalló Merlyn.
—¿Por qué tienes miedo?
Su voz sonó indiferente, pero no era así su mirada.
—¿Es porque crees que lo único que busco es la última aventura antes de casarme?
Merlyn hizo un esfuerzo para que su voz sonase firme.
—Yo no soy rica —dijo con una sonrisa—. No tengo nada, a excepción de mi sueldo por trabajos como éste. Y tú andas tras los pasos de una importante empresa, ¿no es verdad? ¿No quieres un matrimonio que te traiga beneficios financieros?
—¿Cómo hemos ido a parar al tema del matrimonio? —preguntó él después de un momento—. Yo no te lo he propuesto en ningún momento.
A Merlyn se le encendieron los ojos de indignación.
—Dios me libre —dijo bruscamente—. No quiero casarme. Nunca.
Él la estudió con curiosidad.
—¿Es que no quieres tener hijos algún día?
Aquella conversación se estaba desviando cada vez más.
—Lilian y Amanda van a bajar de un momento a otro –dijo ella.
—¡Quiero que hables conmigo!
—¿De qué? Tú ya tienes la vida planeada, ¿verdad?
—La tenía.
Se miraron a los ojos, y por un momento una corriente especial los unió.
Merlyn salió al vestíbulo justo cuando Amanda y Lilian bajaban. Sonrió como un refugiado agradecido y se fue con ellas al comedor antes de que a Cameron le diera tiempo a salir.
Fue una comida muy animada. Merlyn estaba más bulliciosa de lo normal, recordando anécdotas de sus días en el colegio y haciendo recordar a Lilian las suyas, entre las risas de Amanda. Cameron observaba y callaba, contra su costumbre. Había algo en sus ojos que asustaba a Merlyn. La miraba con una intensidad que era francamente turbadora. Y aún fue, peor cuando anunció que aquella semana iba a prolongar su visita, y que no se marcharía aquella noche.