Capítulo 18|
A SALVO
Llegamos un poco después de medianoche al hotel. Elizabeth fingió que yo no entendía francés y usó su tarjeta de crédito, con su nombre impreso en caracteres hebraicos. Ethan cargaba su maletín y yo mi inseparable laptop. El empleado del hotel sonrió cortésmente.
– ¿Su equipaje, señora?
–Lo han extraviado en el avión. Pero ya tienen nuestros datos y sabrán a dónde enviarlo–mintió.
Mientras tanto, Ethan me decía un sinnúmero de palabras en hebreo, a las que yo solo contestaba con movimientos de cabeza o pequeños gruñidos.
–Bienvenidos, señor y señora Friedman–nos sonrió el empleado, extendiéndonos dos sobres con nuestras llaves electrónicas, indicándonos dónde estaban ubicados los ascensores.
Ya en el piso catorce, nos dirigimos a nuestros respectivos cuartos. Deseábamos que estuvieran separados por una puerta o por lo menos por un muro, por si sucedía algo, pero no fue así. Nuestras habitaciones estaban una frente a la otra. Tomé una llave de cada cuarto.
–Mientras estemos separados, tendremos menos seguridad. Así que debemos extremar precauciones–les dije, dándole una de mis llaves electrónicas a Elizabeth.
Entré con ellos a su cuarto, para revisarlo y formarme una idea de cómo actuar en caso de que fuera necesario entrar durante la madrugada. Estábamos en el piso catorce, así que, de alguna forma, me sentía medianamente protegido.
–Profesor, necesita descansar. Elizabeth–le dije a ella–, estaré pendiente de ustedes.
Realmente me preocupaba separarnos, pero de momento, no había otra opción. Antes de cerrar la puerta, dejé un pedacito de papel incrustado en ella. Si alguien abría la puerta, lo sabría inmediatamente. Entré a mi habitación y me dirigí rápido a la ducha. Hubiera deseado pasar horas dentro del jacuzzi, pero la situación no me lo permitía. Me conformaría con asear mi cuerpo y lavar mi ropa, para volvérmela a poner y dormir vestido durante la noche. Lo único que sabía, era que los dichosos masones, no dejarían ir fácilmente a un pez del tamaño de Ethan, que tenía sobre sí la maldición de la autoexecración. Lavé mi escasa ropa, secándola, enredándola en una toalla y exprimiéndola lo mejor que pude. Después usé la plancha del hotel, para quitar toda la humedad que había quedado. Esa técnica la había aprendido de mis amigos brasileños, adoptándola, sobre todo, cuando estuve en situaciones como ésta. Luego, me dirigí a la ducha y disfruté el agua caliente, quitando las impurezas de mi cuerpo. Afortunadamente, había varios rastrillos nuevos, en una bolsa cerrada, incluidos en el paquete de aseo personal, que el hotel proveía a un precio exorbitantemente “módico”.
Con dolor en mi corazón, me tuve que vestir para estar preparado para cualquier imprevisto. Prendí la televisión y me recosté sobre la cama. Las imágenes que vi en la televisión me llenaron de espanto. La WWN estaba transmitiendo un documental, relativamente nuevo, pero hubo una interferencia por parte de una de las decenas de televisoras ilegales, quienes ofrecían un recuento de las noticias de los eventos más importantes, ocurridos los últimos seis meses.
Tres afluentes formaban un gigantesco río de lodo, arrastrando a los árboles como si fueran de juguete, arrasando literalmente, con todo lo que estaba a su paso. Ni siquiera había temblado, como se suponía que debía suceder. Simplemente, “El Grande”, nunca hizo su aparición. O al menos, no llegó como los geólogos lo habían pronosticado. Los contadores geiger no registraron ninguna anomalía, hasta elpreciso momento en que todo estaba sucediendo. Estados Unidos había declarado que la devastación de California era de proporciones estratosféricas; de locura.
La cadena pirata de televisión, seguía interrumpiendo la potente señal de la World Wide Network. Era obvio que sus instalaciones eran mucho menos elegantes, pero, por lo menos, la información no estaba viciada. Ahora mostraban viejas fotografías de inmensos agujeros en la tierra, que años antes, se habían tragado a pueblos enteros. Era obvio que las estaban relacionando con la noticia de aquel momento.
–Una vez que los científicos fueron capaces de bucear hasta el fondo del cráter, encontraron altos niveles de metano, un 11,5 por ciento en comparación con el normal de 0,000179 por ciento–decía la joven reportera.
Junto a ella, aparecía un hombre viejo, muy parecido a Ethan.
–Debido a las bajas temperaturas y presión suficientemente alta, el metano y el agua pueden congelarse juntos, generándose lo que llamamos " hidrato de metano"–informaba.
A continuación mostraba un dibujo que trataba de explicar lo que había sucedido.
–El permafrost mantiene todo embotellado. Pero cuando se descongela, también lo hace el hidrato de metano, liberándose en forma de gas, por la constante generación de presión, hasta que explota dentro de la tierra.
– ¿Existe la posibilidad que esto vuelva a ocurrir?–preguntó la periodista.
El científico no contestó de forma directa.
–Si el metano está detrás de estos agujeros gigantes, eso significa que la formación de permafrost, es una evidencia de que estas explosiones serán más comunes. Esta amenaza se está convirtiendo en algo aún más preocupante, ya que las temperaturas del Ártico continúan aumentando, haciendo que el permafrost se descongele, y eso, obviamente, nos pondrá en problemas.
El terror y la desolación podían reflejarse en los rostros de los escasos sobrevivientes, que las cámaras de televisión lograban captar. Aunque había sucedido a plena luz del día, no hubo tiempo para huir. Las montañas, simplemente se habían hundido bajo sus pies de manera súbita, en cuestión de segundos, empezando desde Cabo San Lucas hasta casi alcanzar el área de San Francisco.
Los noticieros saturaban la pantalla de imágenes y videos sin editar, que mostraban la desesperanza de sus habitantes. Algunas de las personas que habían quedado sobre el puente Golden Gate de San Francisco, quienes estaban en shock, al contemplar el terrible panorama delante de sí. Primero, una persona se dejó caer al vacío. Luego, una tras otra, fueron imitando a la primera. Ninguno osó detenerlas. Incluso, uno de los camarógrafos de la cadena de televisión local, se lanzó desde el helicóptero con su cámara encendida. La toma duraba unos cuantos segundos, hasta perderse la imagen cuando la cámara chocaba contra las cuerdas que sostenían el prestigioso puente. La CNN logró una toma perfecta del camarógrafo cayendo al vacío, incluyendo un magnífico close up.
Uno de los presentadores de la Wide World Network, estaba enojado contra la cadena televisiva de CNN, argumentando tener la primicia e imágenes de la noticia. Seguramente, ya habría tiempo para disputarse los derechos de exclusividad. A ellos seguía sin importarles la gente. Solo estaban buscando hacer su trabajo, como si fueran buitres o cualquier ave de rapiña en busca de suculenta carroña.
Durante el terrible suceso, una gran explosión había destruido las oficinas centrales del partido político Ku Kux Klan, que había surgido después de la presidencia de Obama. Algunas personas estaban seguras que el partido guardaba armamento de todo tipo y municiones de cualquier calibre. Pero la segunda enmienda constitucional, les proveía la suficiente protección para evitar cualquier allanamiento dentro de sus instalaciones por parte de las autoridades. Ese día celebraban la tercera victoria electoral nacional y se habían asegurado que todos sus miembros activos estuviesen en ese magno evento. A ciencia cierta, nadie había sabido qué exactamente había sucedido. Tal vez algún cortocircuito, un cigarro mal apagado, un complot. Nadie supo. Pero ninguno había escapado con vida.
La reportera informaba que el presidente de Estados Unidos, había pedido la ayuda del Fondo Monetario Internacional; sin embargo, a causa de estar enfrentando su tercera bancarrota, ni ellos ni el Banco Mundial otorgaron la ayuda tan esperada. Solamente México decidió solidarizarse con el país vecino, al enviar alimentos, agua y ayuda económica. En años anteriores, Estados Unidos había pedido un préstamo multibillonario a México, que ahora parecía ser imposible ser pagado. Ronald Dumb había llevado a Estados Unidos, no solo a estar aislados del resto del mundo, sino a declararse en quiebra y a ser llamado un país tercermundista.
Uno de los últimos movimientos que Dumb había hecho en contra de México, fue comprar toda la península de Baja California, a fin de “perdonarle” la deuda a México, misma que venía arrastrando desde hacía muchas décadas. Todos los mexicanos que vivían en Baja California, fueron expulsados y reubicados en varios lugares del país. Sin duda, toda una imposición. Los hispanos habían sido expulsados de todos los rincones de California, incluyendo la península sur, no importando si eran ciudadanos por nacimiento o no. El éxodo había sido masivo. Después del presidente Barak Obama, el sentimiento racista se extendió por toda la Unión Americana, producto de la campaña preelectoral con tintes altamente racistas, que habían propagado sus candidatos.
A consecuencia de esto, el estado de California, implementó una ley que obligó a todos los afroamericanos, hispanos y orientales a salir del territorio. El gobierno extendió un permiso verbal para matar a todos aquellos que se negaron a salir de inmediato. Todos aquellos funcionarios, incluyendo policías, que no eran de raza blanca, tuvieron que renunciar a sus puestos, quedando prácticamente, en la calle. Cabe mencionar que hubo muchos ajustes de cuentas entre la mafia y los ex policías; venganzas personales y ejecuciones públicas, que las autoridades nunca investigaron, solo porque las víctimas no eran blancas.
Algunos grupos subversivos se fueron levantando contra los gobiernos desde Sudamérica hasta la Nueva República de Alaska, que en el año 2018 había pasado a ser territorio ruso, por la creciente deuda que Estados Unidos no había pagado. En el año 2020, Alaska había logrado su independencia de Rusia, con el apoyo económico y militar de Croacia.
Ahora, México estaba extendiéndole a Estados Unidos, una vez más, la mano que tanto habían esclavizado. Por ahora, el orgullo anglosajón era pisoteado otra vez, por todos sus bien ganados enemigos.
Finalmente, el sueño me venció. Confié que nada les sucedería a Elizabeth y a Ethan. Me cubrí con las sábanas y me quedé profundamente dormido.