Capítulo 9|
LA RESOLUCIÓN
Su exasperación estaba llegando al límite.
– ¡Estoy harto de esta situación! Se supone que nada de esto debió de haber estado pasando.
– ¿De qué te quejas? Méjico y todo Latinoamérica tienen mucha riqueza a lo largo de su territorio. Los gobernadores te están pagando a tiempo, ¿no es así?
–Santa Ana no quiere someterse. Inclusive, ha estado amenazándonos de revelar nuestras identidades. Realmente tiene un carácter difícil de domar.
–Podemos hacer que quede como traidor delante de los mejicanos.
– ¿Tienes algún plan?
–De hecho, sí. Podemos comprarle parte de Méjico.
–No creo que venda nada.
–Tal vez, pero podemos presionarlo para que firme un documento de compraventa. Él ama a su familia y no tendrá el corazón para negarse si alguien los amenaza. Puedes ordenar que maten a su esposa o a una de sus hijas para que sepa que no estamos bromeando. Luego, diremos que ha vendido territorio a Estados Unidos para llenarse de oro las bolsas. Podemos arreglarle asilo político en Cuba o en algún otro lugar; y si suelta la lengua, pues lo traemos de regreso a su país para que su misma gente lo mate. Ninguna defensa le será suficiente para demostrar su inocencia.
–Entiendo.
–Así quedará como traidor. Eso nos ha funcionado con varias naciones. No sé por qué no deba darnos resultado en esta ocasión.
–Esa es una magnífica idea. ¿Cuánto le ofrecemos?
– ¿Ofrecerle? ¡Nada!
–Entonces, no entiendo.
–Su vida y la de su familia serán el único pago que recibirán. Tendrán que huir de su país, y nosotros habremos adquirido un pedazo de tierra a bajo precio. Aquellos que no deseen vender sus tierras, los convenceremos a punta de pistola, o de plano, los eliminamos.
–De acuerdo, pero ¿qué podemos hacer para evitar que esto se nos siga saliendo de control? ¿Tienes alguna solución en mente?
–De hecho, sí.
Los otros cinco representantes de las familias, aguzaron sus sentidos para recibir la propuesta.
–Sería muy sencillo, si hubiera un medio que regulara el nivel y poder adquisitivo en cada país. Hay que meter a todos los gobernantes en cintura para poderlos manejar a nuestro antojo. Así lograremos que nuestras ganancias sean equitativas.
–Pero, para que sean iguales, entonces tendríamos que someter a la bancarrota a ciertas naciones, para que otras se pudieran “recuperar”.
– ¿Tal vez un banco?
–Tal vez… pero tendría que ser un banco mundial.
–Eso no es problema. Si invertimos todo nuestro capital, haríamos que las ganancias fueran las mismas entre nosotros y jugaríamos con la economía mundial. Después de todo, sólo nosotros tendríamos el poder de decidir a qué país pondríamos en bancarrota.
–La idea es buena. Todo mundo estará en deuda, pero jamás sabrán por qué, ni cómo o a quién pagársela. Pejemos que nuestros abogados determinen qué acciones legales debemos tomar.