TODO LO QUE SIGUE EN EL INTERIOR SUCEDIÓ TRAS LA MUERTE DE JACK Y ANTES DE QUE MI MADRE Y YO NOS AHOGÁRAMOS EN UN TRANSBORDADOR EN LLAMAS QUE NAVEGABA POR LAS FRESCAS Y TURBIAS AGUAS DEL RÍO GUAVIARE, EN LA ZONA CENTRO ORIENTAL DE COLOMBIA, JUNTO CON CUARENTA Y DOS LUGAREÑOS A LOS QUE NI SIQUIERA CONOCÍAMOS. ERA UN DÍA CLARO DE CIELO AZUL, COMO LO HABÍA SIDO AQUEL DÍA DE ENERO, UNOS AÑOS ANTES, CUANDO COMENZÓ ESTA HISTORIA, EN EL NORTH SIDE DE CHICAGO, A LA OPULENTA SOMBRA DEL ESTADIO WRIGLEY Y BAJO EL AZOTE DEL VIENTO RASO Y PENETRANTE QUE LLEGABA DESDE LA QUEBRADA SUPERFICIE DEL LAGO MEDIO HELADO. YO ESTABA EN CASA, AL ABRIGO DEL FRÍO, PASEANDO DE UNA HABITACIÓN A OTRA.