7

Beth intentaba concentrarse en todos los detalles de aquel nuevo local para poder informar posteriormente a sus lectoras.Algo que no resultaba en absoluto fácil con las oleadas de calor que bañaban su cuerpo cada vez que miraba a AJ o éste la acariciaba. Aun así, consiguió reunir algunos datos y se metió en el cuarto de baño para apuntarlos en su libreta.

Cócteles de los años cuarenta, decoración tropical. Servicio lento. Asientos decentes, pista de baile espaciosa...

Cuando terminó, guardó la libreta en el bolso y salió del cuarto de baño justo en el momento en el que el grupo estaba empezando a tocar una pieza rápida. Vio a AJ dirigiéndose hacia ella con una sonrisa, preguntándole con la mirada. Se encontraron en el centro de la pista de baile yAJ la hizo girar, haciendo volar los volantes de la falda.

La timidez comenzaba a convertirse en una amenaza para Beth, pero AJ la estrechó en sus brazos y susurró:

—Ahora mismo, soy la envidia de todos los hombres que hay en esta sala. Relájate y vamos a demostrarles cómo se baila.

Así que Beth se dejó llevar por el ritmo de la música y porAJ, que le infundía confianza deslizando las manos por sus caderas, agarrándola por la cintura y haciéndola girar entre sus brazos, mostrándose siempre protector y posesivo, desplazándola hacia donde quería que estuviera, y todo ello, acoplándose perfectamente a la música.

Los focos y las luces en movimiento constituían un exuberante entorno para sensaciones más íntimas, como la fragancia a colonia de AJ, la textura sedosa de su camisa, la presión de su pecho contra el suyo, el roce de sus muslos o la caricia de su mirada.

Beth perdió el equilibrio un instante, pero AJ la estrechó contra su cuerpo. De pronto, Beth se descubrió a sólo unos milímetros de su rostro y se sumió en una deliciosa sensación de vértigo. Era como estar girando en un tiovivo.

Bailando con AJ, sentía el placer de su propio cuerpo. Los músculos de sus pantorrillas se endurecían, los muslos se tensaban, las caderas se mecían y el sexo se le henchía de una forma que le resultaba casi vergonzosa. ¿Se darían cuenta los demás de lo excitada que estaba?

El baile siempre había estado cargado de sensualidad, era una suerte de ritual humano para la sexualidad, pero nunca lo había sentido con tanta intensidad como en los brazos de AJ, mientras los acordes del jazz hacían palpitar su cuerpo. El saxo gemía, los tambores palpitaban como un corazón desbocado. Le parecía tan evidente que incluso le extrañaba que la gente no se tirara al suelo a hacer el amor y renunciara a seguir fingiendo.

Un hombre que sabía bailar siempre resultaba sexy; el hecho de que supiera bailar implicaba que conocía su cuerpo.Y también el de su pareja. Debería tomar nota al respecto.

El grupo comenzó a tocar una canción lenta.AJ la estrechó entre sus brazos y fijó la mirada en sus ojos, diciéndole sin necesidad de palabras lo mucho que la deseaba. Beth deslizó las caderas contra su sexo, queriéndole mostrar su propio deseo. Eran un solo cuerpo moviéndose al ritmo de la música. Si por lo menos pudiera deslizar los dedos bajo su camisa para sentir la fuerza de sus músculos, empapados en sudor por el baile... 0 si él pudiera meter la mano bajo la falda para acariciarle el final de la espalda...

—¿Qué piensas? —preguntó AJ, interrumpiendo sus eróticas reflexiones.

—¿Qué crees que estoy pensando?

—Si estás pensando en lo que creo, podrían detenernos en cualquier momento.

Beth soltó una carcajada y lo besó en el cuello.

—Exactamente.

—¿Ya has visto todo lo que tenías que ver en este lugar? Porque como no nos vayamos pronto, voy a empezar a hacer el amor contigo aquí mismo, y no creo que después nos dejen quedarnos en la misma celda.

—Casi —le susurró Beth al oído, adorando sentir la insistente presión de su sexo contra su vientre—. Vamos a tomar una copa y descansemos un poco —retrasar el momento lo haría todavía más, delicioso.

Una vez en la mesa, pidieron sus copas. AJ movió la silla para estar lo más cerca posible de Beth.

—Dios mío, estás preciosa —le susurró.

—Estoy hecha un desastre —contestó ella, colocándose un mechón de pelo tras la oreja.

AJ le tomó la mano para detenerla.

—A mí me gustas así. Estás guapísima. Sonrojada, sudorosa y con el pelo revuelto.

Mientras hablaba, comenzó a quitarle las horquillas una a una, con mucho cuidado. Era casi como si estuviera desnudándola. Y cuando le hubo quitado todas, la melena de Beth cayó sobre sus hombros como el roce de un cálido aliento, haciéndolo jadear de placer.

—Así estás mucho mejor —susurró AJ, hundiendo los dedos en su pelo. Posó la mano en su mejilla y deslizó el pulgar sobre sus labios.

Beth le besó el pulgar y lo acarició con la lengua.

—Si no paras pronto, vas a ponerme en una situación muy embarazosa.

—Me gusta que me hables así, me haces sentirme muy sexy.

—Eres una mujer muy sexy, Beth. Y no creo que haya un solo hombre de los que están aquí que no lo sepa.

Beth rió encantada con el curso que estaban tomando los acontecimientos. Antes de que pudiera decírselo a AJ, llegó la camarera con su ginebra con tónica y el whisky de AJ. Bebieron lentamente, mirándose a través de, los vasos. Beth comentó:

—Me alegro de que tengamos toda la noche por delante. ¿Podríamos tener quizá todo el fin de semana?

AJ se tensó al oírla y la distancia de sus ojos se profundizó.

—Sólo tengo esta noche, Beth, lo siento. Tengo que regresar mañana.

—Oh, claro, no te preocupes —contestó Beth, avergonzada por haber dado por sentado que podría dedicarle más tiempo y por la desilusión que, estaba segura, se reflejaba en sus ojos.

—Me gustaría poder quedarme, Beth, de verdad. Yo sólo...

—No te preocupes. Ésta era una visita rápida, ya lo sabía.A lo mejor la próxima vez...

—Mira, Beth —AJ parecía sentirse completamente atrapado—. Después de esto, tendré que viajar a la costa este durante un período de tiempo indefinido.

—De acuerdo, pero...

—Y no volveré —añadió AJ rápidamente.

El dolor le sacudió las entrañas, pero sabiendo que no tenía derecho a sentirlo, Beth se obligó a sonreír.

—No tienes por qué tenerme al corriente de tus planes,AJ. No te lo he pedido.

—Sólo quiero ser claro. No quiero que esperes... bueno, ya sabes.

La miraba con expresión culpable y compasiva al mismo tiempo. Y Beth lo odiaba. Ella sólo había hablado de la posibilidad de pasar juntos el fin de semana, no de una posible boda.

—Por el amor de Dios, sabes que no tienes por qué darme explicaciones.

Se concentró en guardar las horquillas en el bolso para ocultar el dolor y la irritación.

Pero AJ la detuvo tomándole las manos.

—Cuando estoy contigo, a mí también me gustaría que pudiéramos pasar más tiempo juntos, pero la cuestión es que... yo no soy hombre de relaciones estables.Tienes que saberlo, y yo tengo que recordármelo.

Beth consiguió sonreír, agradecida por su explicación y por su sinceridad.

—Pues entonces, disfrutemos del tiempo que nos queda.

—Estupendo, magnífica idea —AJ suspiró aliviado. Qué dolor. MientrasAJ respiraba aliviado ella sentía la inmensa tristeza de saber que no volvería a verlo. Intentando distraerse, dio un largo trago a su copa.

—¿Tienes sed? —preguntó AJ, ansioso por cambiar de tema—. Puedo ir a buscarte una botella de agua para que no tengas que beber tan rápido.

—Sí, gracias.

Agradeció que el local estuviera abarrotado de gente, porque de esa forma, tendría tiempo para recuperar la calma. Había ido allí con el fin de obtener material para su columna y de disfrutar de un poco de diversión, pero, al fin y al cabo, aquélla no era una verdadera relación.Y, sin embargo, el saber que pronto iba a terminar le provocaba un frío desagradable en su interior.

Afortunadamente, el grupo comenzó a tocar y no pudo evitar comenzar a moverse en su asiento al ritmo de la música. Un hombre situado al borde de la pista de baile atrapó su mirada. Beth le sonrió y desvió la mirada, para descubrir a otro hombre que la miraba con expresión de aprobación.

Qué ironía. Seguro que si hubiera ido sola, aquello no estaría ocurriéndolo.Tendría que averiguar la manera de conservar aquella confianza en sí misma y de dosificarla para cuando la necesitara. Para cuando AJ se marchara.

—¿Quieres bailar?

Sorprendida, alzó la mirada y descubrió al primer hombre al que había visto mirándola.

—Oh, he venido con un amigo —contestó—, pero gracias de todas formas.

Él se encogió de hombros.

—Es una canción magnífica.

Y era cierto. Era una canción rápida y divertida, con un ligero aire de salsa.Y, al fin y al cabo, ella no era propiedad de AJ. De hecho, antes de que pudiera darse cuenta, estaría fuera de su vida y de su corazón.

—Claro, ¿por qué no? —se levantó.

Aquel hombre era más delgado que AJ y no la llevaba con tanta firmeza, pero también era un gran bailarín. Beth se esforzaba para seguirle el paso, pero él le sonrió, como si quisiera indicarle que no se preocupara por sus fallos y siguió bailando. Cuando terminó la canción, la estrechó ligeramente contra ella para darle las gracias por el baile. Ella le devolvió las gracias y regresó a la mesa, donde AJ la estaba mirando con el ceño fruncido.

—¿Qué ocurre? —le preguntó.

—¿Ese tipo ha intentado aprovecharse de ti?

—En absoluto.

—Porque no tienes por qué soportarlo.

—Ha sido muy amable —lo miró desconcertada por su tono de voz, hasta que se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo—. ¿Estás celoso,AJ?

—Por supuesto que no. Sencillamente, ese hombre me ha parecido un poco avasallador.

—Agradezco tu preocupación, pero sé cuidarme sola.

—Ten cuidado. Los hombres pueden ser engañosos y agresivos.Y cuando están bebidos, pueden confundir las señales.

—He estado fuera de la circulación,AJ, pero no en coma. Soy consciente de los riesgos que entraña una cita. Además, no sé si recuerdas que me he acostado contigo.

—Eso fue diferente —gruñó AJ.

Por primitivo que pudiera parecer, a Beth le encantaba verlo celoso y preocupado por ella. AJ la quería toda para él y a ella le encantaba.Aunque sólo fuera durante una noche.

Más tarde, de vuelta a casa, los perros se agolparon alrededor de AJ como si lo conocieran de toda la vida. De hecho, incluso los gatos se le acercaron para recibir sus caricias.

—No me puedo creer que hayas conseguido ganarte a Frick y Frack. No se dejan tocar tan fácilmente.

—Sólo están intentando ganarse un regalo para la próxima... —se interrumpió de pronto al ser consciente de que no habría próxima vez. De hecho, desde que lo había anunciado, se mostraba más distante que nunca.

Y, en aquel momento, parecía sentirse incómodo en casa de Beth. Incluso había sugerido que fueran a su hotel con la excusa de que estaba deseando verla desnuda. Pero Beth sabía que lo que buscaba era la neutralidad que ofrecía un espacio anónimo.

Aquello la entristeció, pero intentó dejar de lado aquel sentimiento. Estaba decidida a disfrutar de cada minuto que pasaran juntos.Abrazó aAJ y se presionó contra él para recordarle y recordarse la magia que había entre ellos.

AJ se inclinó contra ella, la abrazó con fuerza y le acarició la espalda. Oh sí, él también la recordaba.

Aquella vez, el sexo sería diferente. En vez de la emoción de la novedad, Beth sentía la excitación de poder retomar su relación allí donde la habían dejado y avanzar un poco más.

Lo besó en el cuello y deslizó la lengua por su piel, que sintió cálida y salada.

—Tienes una lengua maravillosa.

—Para lamerte mejor —susurró Beth en respuesta.

—Puede seguir lamiéndome cuanto te plazca.

Oh— oh.

—Bueno, quizá debería advertirte que no creo que se me dé muy bien el sexo oral.

AJ se echó a reír.

—Si se te da tan mal como lo de llegar al orgasmo, entonces estoy deseando que lo intentes —le dijo con los ojos brillantes.

Se inclinó para besarla, pero Beth tenía que dar los toques finales al dormitorio, así que se contuvo y le dijo:

—Tengo que cambiarme.

—No, no te cambies. Lo que tienes que hacer es desnudarte —intentó abrazarla, pero ella se deslizó de entre sus brazos y le pidió—: Saca a los perros, por favor.

—¿Eh?

—Tienen que salir. Es la llamada de la naturaleza.

AJ bajó la mirada hacia los perros.

—Será mejor que os deis prisa, amigos. Vuestra madre y yo tenemos muchas cosas de las que ocuparnos.

Salió y Beth corrió a por el CD que había estado escuchando antes de la llegada de AJ para llevarlo a su dormitorio. Una vez allí, lo puso a un volumen bajo y se desnudó para ponerse el conjunto de seda rosa que había comprado para aquella noche. Encendió las velas, abrió una botella de vino y sirvió dos copas en una bandeja. A continuación, perfumó los almohadones con esencia de rosas.

Se metió en el cuarto de baño para cepillarse el pelo y estaba saliendo envuelta en una nube de fragancia, cuando vio a AJ recostado en el marco de la puerta con las piernas cruzadas y los pies descalzos.

—¿Qué estás haciendo? —le preguntó AJ, divertido.

—Prepararme para ti —contestó Beth, acercándose a él y rodeándole el cuello con los brazos.

AJ le mordisqueó el cuello y la recorrió con la mirada con una expresión que hizo que a Beth se le debilitaran las rodillas.

—Estás preciosa con ese conjunto, pero estarías mejor sin él.

Deslizó los tirantes por sus hombros, uno a uno, y besó los rincones que segundos antes cubrían. Después, le deslizó la camiseta de seda hasta las caderas y dejó que cayera hasta el suelo.

El roce del aire de la noche sobre su piel desnuda la hizo sentirse expuesta, pero los ojos de AJ le decían que era hermosa. Y sus manos le transmitieron el mismo mensaje cuando atraparon sus senos, levantando cada uno de ellos como si fuera un objeto adorable.AJ le rozó los pezones con el pulgar y éstos se irguieron.

Los ojos de AJ, tan inmensamente azules, buscaban la respuesta de Beth. Por un instante, ella pensó en lo mucho que iba a echar de menos todo aquello. Con sólo dos noches a su lado, se sentía tan unida a esa mirada que le entraban ganas de confesar todos sus secretos.

Respiraba la esencia a vainilla de las velas, dejaba que la sensual música de jazz inundara su cabeza. La luz dorada de la lámpara hacía resplandecer la habitación como en un sueño:

AJ deslizó un dedo por su piel desnuda hasta la cintura de los pantaloncitos de seda. Beth se estremeció.

—¿Tienes cosquillas? —musitó AJ.

—Un poco.

AJ movió las manos para rozar la tela de entre sus muslos, haciéndola retorcerse de deseo. Beth gimió mientrasAJ la acariciaba suavemente a través de la tela.

—Estás húmeda —musitó.

—Por ti.

—Me gusta saber que te excito. —Claro que me excitas.Y mucho.

En aquel momento, ella también necesitaba tocarlo, sentir su piel y sus músculos contra los suyos.

Le desabrochó la camisa y la deslizó por sus hombros hasta hacerla caer al suelo. Contempló entonces su sólido pecho, las elevaciones de sus músculos, sus bíceps musculados, todo ello se le ofrecía para ser mirado y acariciado.

Beth posó la mano sobre su pecho y besó el vello que lo cubría, respirando la fragancia de su colonia limpia y almizcleña. Después, deslizó la mano hasta su cinturón.

—Permíteme —le pidió AJ y terminó el trabajo quitándose los pantalones y los calzoncillos.

Estaba ya completamente excitado. Beth tomó su sexo con la mano y tensó los dedos alrededor de aquella aterciopelada superficie.

Como lo conocía y confiaba en él, aprovechó para intentar hacer algo que había leído. Con la otra mano, le tomó los testículos y presionó delicadamente, haciéndolo estremecerse.

A Beth le encantó verlo temblar de deseo. Ella misma estaba tan excitada que seguramente había empapado los pantaloncitos de seda, que eran la única prenda que le quedaba encima. Se dijo que debería quitárselos y, como si le hubiera leído el pensamiento,AJ tiró suavemente de ellos hasta dejarlos en el suelo.

—Pensaba que te había embellecido en mi recuerdo, pero aquí estás, tan hermosa como te recordaba.

Deslizó las yemas de los dedos por sus brazos y rodeó a continuación sus pezones para, desde allí, descender hasta su vientre y presionar su vello púbico, incendiando al hacerlo todas sus terminales nerviosas.

Beth necesitaba tumbarse para no terminar cayendo al suelo. De modo que se movió en sus brazos y fue tirando de él hasta llegar a la cama, que había vestido con sábanas de satén, idénticas a la tela de su conjunto de lencería. Pero la verdad era que en aquel momento ese detalle había perdido toda su importancia.

Se tumbaron en la cama.AJ sobre Beth. Su cuerpo ardía como un baño caliente y, bajo ella, Beth sentía el frío de la seda.AJ la besó con una boca tan cálida y húmeda como su propio sexo. Beth deslizó las manos por su espalda hasta llegar a su trasero, adorando la fuerza y la tensión de sus músculos.

AJ buscó su sexo y hundió en él los dedos con una delicada caricia. Beth se retorcía contra sus dedos, consciente de que pronto alcanzaría el clímax. Pero ella quería hacer algo nuevo, quería saborearlo, de modo que lo detuvo.

—Ahora me toca a mí —le dijo.

Cambió de postura; se tumbó boca abajo, apoyando la cabeza sobre el vientre de AJ y tomó su pene con la mano.

Estaba tan excitada que no vaciló. Sin pensarlo dos veces, lo tomó con su boca.AJ sabía a sal, y a calor, y a sexo.

AJ susurró algo ininteligible; su cuerpo se tensó para, casi al instante, entregarse relajado a lo que Beth le estaba haciendo.

Ella se movía lentamente hacia arriba y hacia abajo, respirando por la nariz y relajando la garganta para poder ofrecerle una mayor cabida. Tensó los labios y continuó moviéndose, más confiada con cada una de sus caricias.

—Me gusta mucho —musitó AJ.

Deseando cubrirlo completamente, Beth tomó todo lo que su boca podía alcanzar y volvió a apoderarse de los testículos con la otra mano.

AJ gimió.

—Sí, eso está bien.

Evidentemente, lo estaba haciendo bien. Y lo mejor de todo era que ella misma se estaba excitando. Rodeó el muslo de AJ con el suyo y comenzó a moverse contra él al ritmo marcado por los movimientos de su propia boca. Mientras notaba cómo AJ iba acercándose al clímax, se sentía orgullosa y feliz. Definitivamente, Em estaba en la ciudad. Y, definitivamente, no necesitaba tomar notas para recordar lo que estaba ocurriendo en aquel momento.

Rafe no podía recordar que ninguna mujer le hubiera ofrecido nunca un placer tan perfecto. Para ser alguien que decía no ser muy buena en el sexo oral, Beth lo estaba enviando al orgasmo a una velocidad de vértigo.Acababa de cerrar las piernas alrededor de sus rodillas y sentirla deslizarse húmeda y caliente sobre su pierna lo excitaba todavía más.

Bajó la mirada hacia ella mientras continuaba acariciándolo con su boca y sintió fluir la ternura. Era tan dulce, tenía tanto cuidado... Y, al mismo tiempo, era tan sensual y tan ardiente...

Él también quería complacerla, y sabía cómo hacerlo. Posó la mano en su cabeza para detenerla y la hizo girar para acceder él también a su cuerpo con los labios y la lengua. La agarró por la cintura y sopló suavemente en el centro de su feminidad.

—Oh —jadeó Beth, moviendo involuntariamente las caderas.

AJ la acarició y un estremecimiento recorrió el cuerpo de Beth. Era maravilloso hacer el amor con ella. Se mostraba tan entusiasta, tan sorprendida por la vivencia del propio placer... Y él quería sorprenderla una y otra vez.

Beth pareció acordarse de pronto de lo que hasta entonces había estado haciendo y volvió a apresarlo con aquella boca suave, húmeda y ardiente. Aquella mujer tenía una lengua increíble, tan curiosa como su propia mente. Y la conexión entre la lengua y el sexo era absolutamente embriagadora.

Beth gemía, deleitándose en sus caricias, pero se interrumpió para deslizar la lengua por el sexo de AJ.

Después, ambos se acoplaron aY mismo ritmo, con lenguas, labios y el fuego de su aliento. AJ se movía en el interior de su boca al tiempo que utilizaba los dedos para abrirla y la lamía una y otra vez con la lengua, succionando delicadamente. Beth gemía, se retorcía y temblaba contra su boca.

Al cabo de unos minutos, alcanzaron la cumbre del placer. En cuanto Beth llegó al orgasmo,AJ se vació dentro de ella. Y mientras se derramaba en el interior de su boca, supo que no quería que aquello terminara, aunque supiera que tenía que hacerlo.

Beth se apartó de él y tomó aire antes de volverse para apoyar la mejilla sobre su pecho.

—Ha sido increíble.

—Lo sé —contestó AJ, sobrecogido por las muchas emociones que atravesaban su cuerpo: satisfacción, alegría, ternura...

—Yo... nunca lo había hecho.

—¿El qué? ¿Los dos a la vez? —sonrió y la abrazó—. Es agradable, ¿verdad?

—¿Agradable? Yo diría que casi es una experiencia extrasensorial.

—Tienes razón —contestó AJ, acariciándola con fuerza y estrechándola contra él.

Un sonido metálico le hizo alzar la mirada y vio que, a los pies de la cama, estaban los tres perros mirándolos con expresión solemne.

—Dios mío, estamos rodeados de mirones peludos —le dijo—. Qué, ¿os ha gustado el espectáculo, amigos?

—No te preocupes —le dijo Beth—. Creo que te han dado una puntuación muy alta, un nueve coma ocho.

—¿Quieres decir que me están puntuando como si esto fueran los juegos Olímpicos?

—Exactamente.

—¿Entonces cómo es posible que sólo me hayan dado un nueve coma ocho?

—Tendrás que hacer algo para mejorar.

AJ se echó a reír.

—Me alegro de no haber sabido que iban a puntuarme. La presión podría haberme hecho fracasar.

—No creo que tengas que preocuparte por eso —contestó Beth, agarrándolo. AJ volvía a estar listo, dispuesto para otra sesión de sexo.

—¿Podríamos disfrutar esta vez de más intimidad?

Sorprendentemente, como si hubieran oído sus palabras, los animales desaparecieron inmediatamente de su vista, provocando una carcajada de Beth. Un sonido que AJ quería volver a oír una y otra vez.

—Y ahora, a dormir —les ordenó Beth a los perros entre risas. Apoyó la barbilla sobre el pecho de AJ y lo miró a los ojos, adorando la intimidad de aquel momento—. A esto deberían llamarlo con un nombre, no con un número. Suena como si estuvieras esperando el turno en la oficina de correos. «Sesenta y nueve. Número sesenta y nueve. ¿Quién tiene el sesenta y nueve?».

—¿Y a quién le importa cómo se llame o se deje de llamar con tal de que sea divertido?

—Algo tan fabuloso tendría que tener un nombre especial. A mí me gusta que todo tenga un toque especial.

—Es innegable. Mira este dormitorio —se incorporó y se apoyó contra la almohada—.Todo está perfectamente arreglado. El vino, el cuenco con los preservativos, las velas... Hasta las sábanas huelen a flores.

—¿No te gusta? —AJ parecía incómodo, más que complacido.

—Es agradable. Pero, siempre y cuando tú estuvieras conmigo, me habría bastado con un sofá y unos preservativos —la envolvió de nuevo entre sus brazos—. Lo que estoy intentando decirte, Beth, es que eres más que suficiente para mí.

A Beth le encantaba aquel hombre. Después de dos noches intensas, se sentía más cerca de AJ de lo que nunca lo había estado de Blaine. El sexo era un vínculo poderoso, por supuesto, algo de lo que no había sido consciente hasta entonces. Pero además, había aprendido algo más sobre él, sobre su casa, sus costumbres, sus opiniones, e incluso su familia.

Y saber que no tardaría en marcharse la entristecía. Inmediatamente se dijo que estaba exagerando sus sentimientos. Debería hablar sobre ello en su columna, sobre cómo el sexo podía hacerlo sentir a uno engañosamente cerca de su pareja. La intimidad física podía conducir a una falsa intimidad sentimental. El sexo podía ser como una especie de caballo de Troya. Humm, no estaba mal. Si por lo menos el corazón dejara de palpitarle a tanta velocidad...

AJ comenzó a acariciarle de nuevo la espalda, sus ojos resplandecían con un calor renovado que puso fin a su tristeza.

—Pásame una de esas cosas que tienes en ese cuenco —musitó, señalando con la mirada los preservartivos—, y volvamos a terrenos que nos resultan más familiares.

Beth alargó la mano hacia un preservativo con sabor a menta y decidió probar algo sobre lo que también había leído. Lo sacó de su envoltorio, se lo colocó en la boca y se inclinó hacia la punta de su miembro para poder colocárselo con los labios y la lengua.

AJ gimió excitado.

—Oh, Dios mío, otra cosa más que no se te da bien —la agarró por la cabeza—. Estoy deseando que me lo demuestres.

Y Beth pretendía hacer precisamente eso. Ni la tristeza ni la preocupación le impedirían disfrutar del tiempo que le quedaba a su lado. Tenía una sola noche y quería convertirla en la mejor noche de su vida.