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LA SITUACION DEL INDIVIDUO EN EL NUEVO MUNDO DE LAS CIENCIAS DE LA CONDUCTA
En el capitulo precedente traté de resumir los avances de las ciencias de la conducta en lo que respecta a su capacidad de predecir y controlar el comportamiento e intenté señalar cuál sería el nuevo mundo hada el que, en mi opinión, nos estamos acercando a pasos agigantados. Ahora quiero imaginar cómo podríamos responder, adaptarnos y vivir en este “mundo feliz” como individuos, como grupos, como cultura. ¿Qué posición adoptaremos frente a estos nuevos desarrollos?
Analizaré dos respuestas que se han dado a esta pregunta y luego formularé algunas consideraciones que podrían constituir una tercera actitud.
Negar e ignorar
Una actitud que podemos adoptar es la de negar que están ocurriendo estos adelantos científicos y alegar que ningún estudio de la conducta humana es realmente científico. Podemos afirmar que el animal humano es incapaz de mantener una actitud objetiva hacia sí mismo y que, por consiguiente, no puede existir una verdadera ciencia de la conducta. También podemos señalar que el hombre es siempre un agente libre y que, en consecuencia, nos es posible estudiar su comportamiento desde un punto de vista científico. Hecho curioso, hace poco tiempo tuve oportunidad de oír a un famoso economista, que defendía esta actitud durante una asamblea sobre ciencias sociales. Por otra parte, uno de los teólogos más destacados de los Estados Unidos escribe: “En todo caso, ninguna investigación científica de conductas pasadas puede servir de base para la predicción de conductas futuras” (3, pág. 47).
La actitud del público en general es parecida. Sin negar necesariamente la posibilidad de una ciencia de la conducta, el hombre de la calle m limita a ignorar los desarrollos que en ella se producen. Sin duda se tienta perturbado durante un tiempo cuando oye decir que los comunistas has tratado de cambiar las ideas de los soldados prisioneros mediante a! lavado de cerebro'¹. Puede reaccionar con un ligero fastidio al conocer las revelaciones del libro de Whyte,¹* que demuestra la medida en que las modernas empresas industriales utilizan los hallazgos de las ciencias de la conducta con fines de manejo comercial. Pero lo principal es que nada de esto lo preocupa más de lo que pueden haberlo preocupado las primeras afirmaciones acerca de la fisión atómica.
Si así lo deseamos, podemos compartir su actitud de ignorar el problema. Podemos ir aun más lejos —como los intelectuales que acabo de citar— y afirmar, en relación con las ciencias de la conducta, que “tal cosa no existe”. Pero puesto que estas reacciones no me parecen muy inteligentes, pasaré a descubrir un punto de vista más intelectualizado y también más difundido.
La formulación de la vida humana en términos científicos
Los científicos de la conducta tienden a dar por sentado que los hallazgos de su campo se usarán para predecir y controlar la conducta humana. Sin embargo, la mayoría de los psicólogos y demás científicos no se han detenido a pensar en lo que esto significaría. El doctor B. F. Skinner, de Harvard, representa una excepción a esta tendencia general, pues ha estimulado explícitamente a los psicólogos a emplear los poderes de control que poseen, con el objeto de crear un mundo mejor. En un intento de ilustrar su pensamiento, hace algunos años escribió un libro titulado Walden Dos,¹² en el cual describe lo que a su juicio sería una comunidad utópica, en la que las enseñanzas de las ciencias de la conducta se utilizarían en todos los aspectos de la vida: el matrimonio, la crianza de los hijos, la conducta ética, el trabajo, el juego y la actividad artística. En los párrafos siguientes lo citaré en diversos oportunidades.
También algunos autores de ficción han advertido el significado de la creciente influencia de las ciencias de la conducta. En su novela Un mundo feliz,¹ Aldous Huxley ha pintado el cuadro horripilante de una felicidad de dulzura falsa y empalagosa en un mundo manejado por la ciencia, contra el cual el hombre finalmente se rebela. En 1984 8 George Orwell describe el mundo creado por un poder dictatorial, donde las ciencias de la conducta se usan como instrumento para ejerce: el control absoluto de la conducta y el pensamiento de los individuos.
Los autores de ciencia ficción también han procurado describimos algunos de los posibles desarrollos de un mundo donde la conducta y la personalidad están tan sujetas a los dictámenes de la ciencia como pueden estarlo los compuestos químicos o los impulsos eléctricos.
Trataré de presentar un cuadro simplificado de las pautas culturales que surgen cuando tratamos de moldear la vida humana de acuerdo con las pautas de las ciencias de la conducta.
En primer lugar existe la conciencia —algo que casi se da por sentado— de que el conocimiento científico supone el poder de manejar. El doctor Skinner dice: “Debemos aceptar el hecho de que un cierto tipo de control de los asuntos humanos es inevitable. No podemos usar el sentido común en estos asuntos, a menos que alguien se dedique a planificar y crear las condiciones ambientales que afectan la conducta de los hombres. Los cambios en el medio siempre han sido una condición del desarrollo de pautas culturales, y apenas podemos emplear los métodos más eficaces de la ciencia sin introducir modificaciones en mayor escala... En ocasiones anteriores la ciencia ha traído a la luz procesos y materiales peligrosos. Será difícil y sin duda peligroso utilizar al máximo los hechos y técnicas de una ciencia del hombre sin cometer algún error monstruoso. No es éste el momento de desilusionarse, plantear consideraciones emocionales ni adoptar actitudes que ya no son útiles” (10, págs. 56-57).
También se acepta que el poder de control debe ejercerse. Skinner le asigna un uso benévolo, aunque admite el peligro de que no sea así. Para Huxley, se lo utiliza con buenas intenciones, pero lo que en realidad resulta es una pesadilla. Orwell describe las consecuencias del uso malintencionado de ese poder, para aumentar el grado de control que ejerce un gobierno dictatorial.
Loe pasos del proceso
Observemos algunos de los elementos implícitos en el control del comportamiento humano por medio de las ciencias de la conducta. ¿Cuáles serían los pasos del proceso mediante el cual una sociedad podría organizarse de manera tal que la vida humana se formulara en función de la ciencia del hombre?
En primer término, sería necesario seleccionar los objetivos deseados. En un trabajo reciente el doctor Skinner sugiere que uno de los propósitos de la tecnología de la conducta sería el siguiente: “Que el hombre sea feliz, educado, hábil, juicioso y productivo” (10, pág. 47). En Walden Two, donde la ficción le permite expresar mejor, sus puntos de vista, es más explícito. Su héroe dice: “Bueno, ¿qué me dice usted de la creación de personalidades? ¿Le interesaría eso? ¿El control del temperamento? Deme usted las especificaciones y le daré el hombre. ¿Qué me dice del control de la motivación y la creación de intereses que harán a los hombres más productivos y más exitosos? ¿Le parece utópico? Sin embargo, algunas de las técnicas ya están a nuestro alcance, y la experimentación dará origen a otras. ¡Piense en las posibilidades!... Controlemos las vidas de nuestros hijos y veamos qué es lo que podemos hacer de ellos” (12, pág. 243).
En esencia, lo que Skinner quiere decir es que el conocimiento actual en el campo de las ciencias de la conducta, sumado al que alcanzaremos en el futuro, nos permitirá especificar el tipo de resultados que deseemos obtener en función de conducta y personalidad, hasta un extremo que hoy parece increíble. Esto es al mismo tiempo una gran oportunidad y una carga muy pesada.
El segundo elemento de este proceso resulta familiar a todo científico que haya trabajado en el terreno de la ciencia aplicada. Una vez establecida la meta, empleamos el método de la ciencia —es decir, la experimentación controlada— para descubrir los medios que nos permitan alcanzar el fin propuesto. Por ejemplo, si nuestros conocimientos actuales acerca de los elementos que condicionan la productividad de un individuo son limitados, ulteriores investigaciones y experimentos seguramente nos brindarán nuevos datos al respecto. Si llevamos adelante la investigación también descubriremos medios más efectivos. El método científico se corrige, y por consiguiente crea mejores métodos para alcanzar los objetivos elegidos.
El tercer elemento del control del comportamiento humano mediante las ciencias de la conducta es el problema del poder. Mientras se descubren métodos para lograr nuestra meta, alguna persona o grupo procurará obtener el poder necesario para manejar las condiciones o métodos descubiertos. En general se ha pasado por alto el problema que esto implica. La esperanza de que el poder descubierto por las ciencias de la conducta quede en manos de los científicos o de algún grupo bien intencionado no tiene demasiado fundamento histórico. Parece mucho más probable que la actitud que hoy adoptan estos científicos los coloque en la misma situación de los científicos alemanes especializados en proyectiles teledirigidos: en un comienzo se dedicaron a trabajar devotamente para Hitler con el objeto de destruir a Rusia y Pistados Unidos; hoy, según quién los haya capturado, se dedican en Rusia a preparar la destrucción de los Estados Unidos, o bien trabajan en los Estados Unidos para lograr la destrucción de Rusia. Si los científicos de la conducta sólo se preocupan por los avances de su ciencia es muy probable que lleguen a servir a los intereses de cualquier individuo o grupo gobernante.
Pero esto es en cierto sentido una disgresión. Eli hecho fundamental es que una persona o un grupo tendrán el poder de utilizar los métodos descubiertos por estas ciencias y los emplearán para lograr los objetivos que ellos se propongan.
El cuarto paso del proceso mediante el cual una sociedad podría formular su vida en función de las ciencias de la conducta consiste en exponer a los individuos a los métodos y situaciones ya mencionados. En la medida en que los individuos se sometan a condiciones preestablecidas, aumenta la probabilidad de que desarrollen la conducta esperada. Por consiguiente, los hombres se vuelven productivos —si ésa era la intención— o sumisos, o cualquier cosa en la que se desee convertirlos.
Para comprender, en alguna medida, las características de este aspecto del proceso según el punto de vista de uno de sus defensores, volvamos a citar al héroe de Waldden Two: “Ahora que sabemos cómo funciona el refuerzo positivo y por qué no funciona el negativo, podemos proponernos metas más precisas y obtener mejores resultados en nuestros planes culturales. Podemos lograr un tipo de control bajo el cual los individuos se sientan libres, a pesar de ajustarse a un código mucho más estricto que cualquiera de los del sistema antiguo. Hacen lo que desean, no lo que se los obliga a hacer. Esa es la fuente del impresionante poder del refuerzo positivo, donde no hay restricciones ni rebelión. Mediante una planificación cuidadosa controlamos, no la conducta final, sino la inclinación a comportarse de una manera determinada, las motivaciones y los deseos. El hecho curioso es que en ese caso nunca surge el problema dé la libertad” (12, pág. 218).
El cuadro y sus implicaciones
Trataré de sintetizar el cuadro de la influencia de las ciencias de la conducta sobre el individuo y la sociedad tal como lo ve el doctor Skinner y tal como surge de las actitudes y los trabajos de la mayor parte de los científicos de la conducta. No hay duda de que esta ciencia progresa; el creciente poder de control que ella hace posible quedará en manos de alguna persona o algún grupo, quienes a su vez decidirán los propósitos o metas con que lo administrarán; sobre la mayoría de nosotros se ejercerá entonces un control tan solapado que ni siquiera podremos advertirlo. No interesa si el gobierno esté a cargo de un consejo de psicólogos sabios (si estos términos no son contradictorios) o de un Stalin o un Hermano Grande, ni si el objetivo sea la felicidad, la productividad, la resolución del complejo de Edipo, la sumisión o el amor hacia el Hermano Grande, porque en todos estos casos nos orientaremos inevitablemente hada la meta prefijada y tal vez hasta creeremos que ése es nuestro deseo. Si este razonamiento es correcto, quizá sea posible pensar que marchamos hacia alguna forma de sociedad completamente controlada: un Walden Two o un 1984. El hecho de que avancemos hacia ella de manera progresiva —y no súbitamente— no cambia los problemas fundamentales que nos depara la perspectiva de que el hombre y su conducta se conviertan en un producto planificado por una sociedad científica.
Podemos preguntarnos: “¿Qué pasará con la libertad individual? ¿Qué ocurrirá con los conceptos democráticos sobre los derechos del individuo?” También en este punto el doctor Skinner es bastante preciso. Dice simplemente: “La hipótesis de que el hombre no es libre es esencial para la aplicación del método científico al estudio de la conducta humana. La supuesta libertad interna, responsable del comportamiento del organismo biológico externo, sólo es un sustituto precientífico de las causas que se descubren en el curso de un análisis científico. Todas estas causas alternativas existen fuera del individuo” (11, pág. 447).
En otra parte explica más detenidamente el mismo concepto. “A medida que aumenta la utilización de la ciencia nos vemos obligados a aceptar la estructura teórica mediante la cual ésta representa sus hechos. La dificultad reside en que esta estructura discrepa con la concepción tradicional y democrática del hombre. Cada nuevo descubrimiento de un hecho que influye sobre la conducta humana le resta al individuo participación personal en la determinación de su comportamiento; cuanto más amplias son estas explicaciones, más se tiende a cero la contribución del individuo mismo. Los poderes creativos de que el hombre se jacta, sus logros originales en el arte, la ciencia y la moral, su capacidad de elegir y nuestro derecho de considerarlo responsable de las consecuencias de su elección, nada de eso aparece en este nuevo autorretrato. Alguna vez creímos que el hombre era capaz de expresarse libremente en el arte, la música y la literatura, de investigar la naturaleza y buscar su propia salvación, que podía iniciar una acción y cambiar su curso espontánea y caprichosamente si así lo deseaba. Pensábamos que aun bajo la coacción más extrema conservaría cierta posibilidad de elegir y que podría resistir cualquier esfuerzo que se hiciera por controlarlo, aunque ello le costara la vida. Pero la ciencia insiste en que la acción se inicia bajo el influjo de fuerzas opuestas al individuo y que la palabra capricho sólo describe una conducta cuyas causas aún ignoramos” (10, págs. 52-53).
Según Skinner, la filosofía democrática de la naturaleza humana y el gobierno cumplió un propósito útil en cierta época. “Cuando los hombres se unían contra una tiranía era necesario señalar que el ser humano era un individuo, que tenía derechos y podía gobernarse a sí mismo. A menudo el único recurso del revolucionario era dar al hombre común una nueva idea de su valor, de su dignidad y su poder de salvarse en ese momento y para siempre” (10, pág. 53). Skinner considera que ésta es hoy una filosofía obsoleta y un verdadero obstáculo “si nos impide aplicar la ciencia del hombre a los problemas humanos” (10, pág. 54).
Una reacción personal
Hasta el momento he intentado dar una imagen objetiva de algunos desarrollos en el terreno de las ciencias de la conducta y del tipo de sociedad que surgiría de la aplicación de esos avances. No obstante, el mundo que acabo de describir —un mundo que Skinner explícitamente (y muchos otros científicos implícitamente) desea y espera ver en el futuro— me inspira un fuerte desagrado. A mi juicio, esto destruiría la persona humana que he llegado a conocer en los momentos más profundos de la psicoterapia. En esos momentos entro en relación con una persona espontánea y responsablemente libre, que es consciente de su Libertad de elegir y de las consecuencias de su decisión. Jamás podré creer que, como afirma Skinner, todo eso es sólo una ilusión, ni que la espontaneidad, la libertad, la responsabilidad y la elección no tienen existencia real.
Pienso que, en la medida de mis posibilidades, he desempeñado un papel en el progreso de las ciencias de la conducta, pero si el resultado de mis esfuerzos y los de otros estudiosos es la transformación del hombre en un robot creado y controlado por una ciencia que él mismo fundó, entonces lamento haber contribuido' a su desarrollo. Si la vida plena del futuro consiste en condicionar a los individuos mediante el control de su ambiente y de sus gratificaciones, de manera tal que resulten inexorablemente productivos, juiciosos, felices, o lo que sea, nada de esta vida plena me interesa ya. Pienso que esa es una falsificación de la vida plena, que incluye todo, excepto aquello que la hace plena.
Entonces me pregunto: ¿Hay alguna falla en la lógica de este desarrollo? ¿Existe alguna alternativa respecto del significado de las ciencias de la conducta para el individuo y la sociedad? Creo poder detectar la falla en cuestión y concebir una posibilidad más, que ahora trataré de exponer.
Objetivos y valores en relación con la ciencia
Pienso que el punto de vista que acabó de presentar se basa en una percepción defectuosa de la relación entre los objetivos y valores y la tarea científica. Opino que se subestima demasiado la significación del propósito de una iniciativa científica. Quisiera enunciar una tesis que incluye dos elementos que, a mi parecer, merecen consideración. Luego elaboraré el sentido de ambos puntos.
1. En cualquier trabajo científico —ya se trate de una ciencia ‘pura” o aplicada— hay una elección subjetiva previa del propósito o valor a cuyo servicio se destinará esa tarea.
2. La elección subjetiva de valor que origina el esfuerzo científico debe ser siempre exterior a este último, y nunca puede llegar a formar parte de la ciencia implicada en ese esfuerzo.
Para ilustrar el primer punto me referiré a los trabajos del doctor Skmner. Cuando éste insinúa que la tarea de las ciencias de la conducta es convertir al hambre en “productivo”, “juicioso”, etcétera, no hay duda de que realiza una elección. Podría haber elegido, por ejemplo, hacer de los hambres seres sumisos, dependientes y gregarios. Sin embargo, en otro contexto él mismo afirma que en la imagen científica del hombre no existen la “capacidad de elegir”, la libertad de ínír.iar una acción ni de decidir su curso. Opino que ésta es una profunda contradicción o paradoja, que ahora trataré de aclarar.
La ciencia, por cierto, se basa en la premisa de que la conducta está predeterminada: a un acontecimiento concreto le sigue un hecho que es su consecuencia. Por esa razón, todo está determinado, nada es libre, la elección es imposible. Pero debemos recordar que la ciencia misma y cada esfuerzo científico en particular, cada cambio en el curso de una investigación, cada interpretación del significado de un hallazgo y cada decisión respecto del empleo que se dará al descubrimiento se apoya en una elección personal subjetiva. La ciencia en general presenta la misma situación paradójica que el doctor Skinner. Es elección subjetiva y personal, realizada por un hombre, lo que pone en marcha las operaciones de la ciencia, que luego proclama que la elección personal subjetiva no existe. Más adelante agregaré algunos comentarios acerca de esta constante paradoja.
He subrayado el hecho de que cada una de estas decisiones que inician o estimulan la empresa científica es un juicio de valor. El científico investiga una cosa y no otra, porque siente que la primera tiene más valor para él; escoge el método de estudio que más valora; da a sus hallazgos una interpretación u otra, según cuál de ellas sea la que, a su juicio, se acerca más a la verdad o tiene mayor validez, es decir, según cuál se aproxime más a un criterio que él valora. Pero estos juicios de valor no forman parte de la actividad científica misma, sino que siempre y necesariamente quedan fuera de ella.
Me interesa aclarar que de ninguna manera .estoy afirmando que los valores no pueden llegar a ser temas de la ciencia. No es cierto que la ciencia sólo se ocupe de ciertas clases de “hechos” que excluyen los valores. La realidad es más compleja, y trataré de ilustrarla con uno o dos ejemplos sencillos.
Si considero que el objetivo de la educación debe limitarse a la escritura, la lectura y la aritmética elemental^ los métodos de la ciencia pueden proporcionarme información cada vez más exacta acarea de la manera en que puedo alcanzarlo. Si considero la capacidad de resolver problemas como una meta de la educación, también el método científico podrá prestarme alguna ayuda.
Ahora bien, si lo que quiero determinar es que la capacidad de resolver problemas es “mejor” que la enseñanza elemental, el método científico también puede estudiar esos dos valores, pero sólo en términos de un tercer valor que debo elegir subjetivamente —y esto es fundamental—. Este tercer valor puede ser, por ejemplo, el éxito universitario. Entonces ya puedo averiguar cuál de las habilidades que comparo se asocia más estrechamente con este parámetro. También puedo tomar como criterio la integración personal, el éxito profesional o la responsabilidad del individuo como ciudadano y determinar si la capacidad de resolver problemas o la enseñanza elemental es “mejor” para alcanzar cualquiera de estos valores. Pero el valor o propósito que confiere significado a una tarea científica particular siempre debe ser ajeno a ella.
Si bien nos estamos ocupando sobre todo de la ciencia aplicada, lo dicho hasta ahora parece regir por igual para la llamada ciencia pura. En la ciencia pura la elección subjetiva de valor es habitualmente el descubrimiento de la verdad. Pero esta es una elección personal, y la ciencia nunca puede determinar si es la mejor, excepto a la luz de algún otro valor. Los genetistas rusos, por ejemplo, tuvieron que decidir qué era mejor: buscar la verdad o descubrir hechos que apoyaran un dogma gubernamental. ¿Cuál elección es “mejor”? Podríamos llevar a cabo una»mitigación científica de esos criterios alternativos, pero sólo a la luz de algún otro parámetro elegido subjetivamente. Si, por ejemplo, valoramos la supervivencia de una cultura, podríamos comenzar a investigar —mediante los métodos científicos— qué se asocia más con este valor: la búsqueda de la verdad o el apoyo a un dogma del gobierno.
Mi idea es que cualquier empresa científica, pura o aplicada, tiende a perseguir un propósito o un valor elegido subjetivamente por un individuo. Es importante que esta elección sea explícita, puesto que el valor particular que se investiga nunca puede ser evaluado, verificado, confirmado ni refutado por la actividad científica a la que da origen y sentido. El propósito o valor inicial siempre está necesariamente más allá del alcance de la tarea científica que él mismo pone en marcha.
Esto significa, entre otras cosas, que si elegimos un objetivo o una serie de objetivos específicos para los seres humanos y nos dedicamos a controlar la conducta humana para garantizar el cumplimiento de esos propósitos, quedaremos atrapados por la rigidez de nuestra elección inicial, porque una tarea científica de esa naturaleza ya no podrá cambiar sus metas. Sólo las personas pueden hacerlo. Por consiguiente, si eligiésemos como meta un estado de felicidad permanente (objetivo que Aldous Huxley ridiculiza con razón en Un mundo feliz) y toda la sociedad participara en un programa científico exitoso mediante el cual todos los hombres fuesen felices, quedaríamos apresados en una colosal rigidez en la que nadie sería libre de cuestionar el objetivo cumplido, puesto que nuestras operaciones científicas no tendrían la trascendencia necesaria para cuestionar sus propósitos. Sin elaborar demasiado este punto me limitaré a señalar que la rigidez exagerada, sea en los dinosaurios o en las dictaduras, tiene antecedentes de supervivencia muy breve.
En cambio, si nuestro esquema considera la posibilidad de liberar a algunos individuos “planificadores” que no tengan que ser necesariamente felices, a quienes no se controle y que, por consiguiente, puedan elegir otros valores, esto tendría varios significados. Significaría que el propósito elegido no es suficiente ni satisfactorio para los seres humanos y necesita ser completado. También implicaría que si es necesario crear una élite libre, el resto estará constituido en su mayoría por esclavos de aquellos que tienen a su cargo la elección de los objetivos, no importa cuán rimbombante sea el nombre que les asignemos.
Sin embargo, es posible que un esfuerzo científico constante desarrolle sus propios objetivos; que los hallazgos iniciales modifiquen las orientaciones subsiguientes; que los descubrimientos ulteriores introduzcan en ellas nuevos cambios, y que la ciencia de alguna manera desarrolle su propia meta. Muchos científicos parecen defender este punto de vista de manera implícita. Sin duda es una descripción razonable, pero ignora un elemento importante: que la elección subjetiva actúa en cada cambio de orientación. Los descubrimientos de una ciencia o los resultados de un experimento nunca pueden revelarnos cuál será el propósito siguiente. Aun en la ciencia más pura el científico debe decidir cuál es el significado de los hallazgos y elegir subjetivamente el próximo paso en la prosecución de su objetivo. Si nos referimos a la aplicación del conocimiento científico, hoy sabemos con desesperada seguridad que el conocimiento de la estructura atómica no lleva implícita necesariamente ninguna elección respecto de la finalidad que cumplirá. Esta es una elección personal y subjetiva que muchos individuos deberán realizar.
Vuelvo así al enunciado con el que inicié esta sección, y que ahora repito en otras palabras. La ciencia adquiere significado como prosecución objetiva de una meta elegida subjetivamente por una persona o un grupo. Este propósito o valor nunca puede ser investigado por el método ni por el estudio científico al que dio origen y significado. Por consiguiente, cualquier discusión acerca del control de los seres humanos mediante las ciencias de la conducta debe ocuparse principalmente de los propósitos subjetivos que se pretenden alcanzar por medio de la aplicación de la ciencia.
Un cuerpo de valores alternativo
Si el razonamiento que he presentado es válido, entonces nos abre nuevas posibilidades. Si encaramos con franqueza el hecho de que la ciencia parte de un conjunto de valores que son producto de una elección subjetiva, estamos en libertad de seleccionar los valores que queremos alcanzar. En ese caso, no nos dejaríamos engañar por metas tales como lograr un estado de felicidad controlada, productividad, etcétera. Quisiera sugerir una alternativa radicalmente distinta.
Supongamos que partimos de una serie de propósitos, valores y objetivos muy diferentes de los que hemos considerado hasta ahora, que los podemos plantear libremente como opción que puede aceptarse o rechazarse, y que seleccionamos un conjunto de valores que se relaciona con los elementos fluidos de un proceso, no con sus atributos estáticos. Tales valores podrían ser, por ejemplo, los siguientes:
El hombre como proceso de llegar a ser, como proceso en el cual se alcanza valor y dignidad mediante el desarrollo de las potencialidades;
El individuo humano como proceso de autorrealización, que avanza hacia experiencias más estimulantes y enriquece doras.
El proceso por el cual el individuo se adapta de manera creativa a un mundo siempre nuevo y cambiante.
El proceso mediante el cual el conocimiento se trasciende a sí mismo, tal como la teoría de la relatividad excedió los marcos de la física newtoniana, para ser a su vez sobrepasada en el futuro por una nueva percepción.
Si seleccionamos valores como éstos, las preguntas que planteamos nuestra ciencia y a la tecnología de la conducta cambian. Algunas de esas preguntas podrían ser las siguientes:
¿Puede la ciencia ayudarnos a descubrir nuevos modos de vida, enriquecedores y gratificantes y relaciones interpersonales más significativas y satisfactorias?
¿Puede la ciencia revelamos cuáles son las posibilidades con que cuenta la raza humana para participar más inteligentemente en su propia evolución física, psicológica y social?
¿Puede la ciencia enseñarnos a liberar la capacidad creativa de los individuos, que parece tan necesaria para sobrevivir en esta era atómica fantástica? El doctor Oppenheimer ha señalado4 que el caudal de conocimientos, que antes requería siglos o milenios para duplicarse, hoy lo hace en una generación o en una década. Por consiguiente, si hemos de adaptarnos efectivamente, deberemos descubrir la mejor manera de liberar la creatividad.
En síntesis, ¿puede la ciencia descubrir métodos que permitan al hombre convertirse en un proceso de desarrollo continuo y trascendente en lo que respecta a su conducta, su pensamiento y sus conocimientos? ¿Puede predecir y desencadenar una libertad esencialmente “imprevisible"?
Una de las virtudes del método científico reside en que, a la vez que es capaz de anticipar y desarrollar objetivos de este tipo puede servir también para propósitos estáticos, como, por ejemplo, estar bien informado, ser feliz y obediente. Tenemos algunas pruebas de esto.
Un pequeño ejemplo
Espero que el lector me perdone por buscar ejemplos en la psicoterapia, pero éste es el campo que mejor domino.
Tal como Meerloo ² y otros han señalado, la psicoterapia puede ser uno de los instrumentos más sutiles para di control de una persona por otra. El terapeuta puede modelar a un individuo a su semejanza y convertirlo en un ser sumiso y conformista. Cuando ciertos principios terapéuticos se llevan a un extremo, hablamos de lavado de cerebro, lo cual es un ejemplo de desintegración de la personalidad y reconstrucción de la persona según pautas impuestas por el individuo que ejerce el control. De esta manera, los principios de la terapia pueden constituir el método más eficaz para el control de la personalidad y la conducta humanas. ¿Cabe preguntarse, sin embargo, si la psicoterapia puede ser algo diferente?
Opino que los desarrollos de la psicoterapia centrada en el cliente 8 dan una imagen optimista de lo que las ciencias de la conducta pueden hacer para alcanzar los objetivos y valores antes enunciados. Además de ser una orientación psicoterapeuta relativamente nueva, este desarrollo tiene implicaciones importantes en relación con la posibilidad de control de la conducta por parte de la ciencia. Quiero describir nuestra experiencia respecto de los temas de la presente exposición.
La psicoterapia centrada en el cliente guarda una estrecha relación con la predicción y previsión de la conducta. Como terapeutas adoptamos ciertas actitudes sin consultar antes al cliente. Hemos descubierto que la eficacia del terapeuta aumenta si: a) es auténtico, integrado y real en la relación; b) acepta al cliente como persona independiente e individual y admite cada uno de sus aspectos fluctúan tes a medida que éste los expresa y c) su comprensión sensible y empática le permite ver el mundo a través de los ojos del cliente. Las investigaciones realizadas nos autorizan a predecir que en presencia de estas actitudes se observarán ciertas consecuencias en términos de conducta. Esto supone la posibilidad de predecir el comportamiento y, por consiguiente, de controlarlo. Pero es precisamente aquí donde se perfila la diferencia más nítida con respecto al cuadro que presentamos en las secciones anteriores.
Las condiciones que hemos decidido establecer predicen conductas en las que el cliente asume su propia dirección, se vuelve menos rígido y más abierto a las pruebas que le proporcionan sus sentidos, mejor organizado e integrado y se aproxima más al ideal que se ha propuesto. En otras palabras, mediante el control externo hemos estableado condiciones que, según nuestra predicción, lograrán un mejor control interior del individuo en su prosecución de objetivos internos. Hemos estipulado las condiciones que permiten predecir diversos tipos de conducta —de autooríentación, de sensibilidad a las realidades internas y externas, de adaptabilidad flexible— cuyas particularidades son imprevisibles por su naturaleza misma. Las condiciones que hemos establecido nos autorizan a predecir una conducta esencialmente “libre”. Nuestras investigaciones últimas 9 han confirmado en gran medida nuestras predicciones, y nuestra dedicación al método científico nos hace pensar que en un futuro próximo se crearán medios más eficaces para alcanzar estos objetivos.
También se llevan a cabo investigaciones en otras esferas —la industria, la educación, la dinámica de grupos—, que parecen apoyar nuestros propios hallazgos. Pienso que es posible afirmar, con cierta cautela, que el progreso científico ha logrado identificar las condiciones de la relación interpersonal que, si están presentes en B, producirán mayor madurez en la conducta de A, menor dependencia de los demás, mayor expresividad como persona, un incremento de la variabilidad, flexibilidad y eficiencia de su adaptación y un aumento de su responsabilidad y autooríentación. A pesar de la preocupación expresada por algunos, no hemos observado que la conducta creativamente adaptada que resulta de esa variabilidad de expresión sea demasiado caótica ni fluida. Por el contrario, el individuo abierto a su experiencia y capaz de decidir sus propios objetivos es armonioso —no caótico— y puede ordenar sus respuestas imaginativamente hacia la consecución de sus propias metas. Sus actos creativos no son un accidente más caótico que el desarrollo de la teoría de la relatividad que realizó Einstein.
Así llegamos a coincidir en lo fundamental con la afirmación de John Dewey: "La ciencia ha forjado su camino liberando —no suprimiendo— los elementos de la variabilidad, la invención, la innovación y la creación original en los individuos” (7, pág. 359). Créanos que el progreso en la vida individual y grupal se verifica de la misma manera, es decir, permitiendo la variación, la libertad y la creatividad.
Una concepción del control de la conducta humana
No hay duda de que el punto de vista que intento expresar se opone radicalmente a la concepción habitual de la relación antes mencionada entre las ciencias de la conducta y el control del comportamiento humano. Para destacar aun más el contraste, enunciaré esta posibilidad de manera tal que sea posible establecer un paralelo con los pasos que describí antes.
1. Podemos asignar valor al hombre como proceso autorrealizador de llegar a ser y valorar igualmente la creatividad y el proceso mediante
el cual el conocimiento trasciende sus propios límites.
2. Podemos utilizar los métodos de la ciencia para descubrir las condiciones que necesariamente preceden a estos procesos, y mediante una experimentación continua, descubrir maneras más adecuadas de lograr estos propósitos.
3. Los individuos y grupos pueden establecer estas condiciones con un mínimo de poder o control. Según los conocimientos actuales, la única autoridad necesaria es la que resulta imprescindible para asignar ciertas cualidades a la relación personal.
4. Los conocimientos actuales indican también que, en estas circunstancias, los individuos se vuelven más responsables, se acrecienta su autorrealización, se tornan más flexibles, más originales y variados, más adaptados creativamente.
5. Una elección inicial de esta naturaleza daría comienzo a un sistema social o a un subsistema donde continuamente cambiarían y trascenderían los valores, los conocimientos, las capacidades adaptativas y aun el concepto de la ciencia, y donde se atribuiría especial importancia al hombre como proceso de llegar a ser.
Por supuesto, el punto de vista que propongo no conduce a ninguna utopía, y su resultado final no se puede vaticinar. Implica un desarrollo gradual basado en una elección subjetiva y constante de propósitos instrumentados por las ciencias de la conducta. Los individuos sólo pueden ser responsables de sus decisiones personales en una "sociedad abierta” —según el término definido por Hopper 6— y opuesto por completo a su concepto de la sociedad cerrada, de la que Walden Two sería un ejemplo.
También deseo que quede claro que lo más importante es el proceso, no los resultados estáticos. Opino que sólo podremos hallar el camino hacia una sociedad abierta si decidimos atribuir valor a ciertos elementos cualitativos del proceso de llegar a ser.
LA ELECCION
Espero haber contribuido a aclarar el espectro de posibilidades que nosotros y nuestros hijos enfrentaremos en relación con las ciencias de la conducta. Podemos decidir emplear nuestros crecientes conocimientos para esclavizar a la gente de maneras nunca soñadas, despersonalizarla y controlarla con métodos tan bien seleccionados que tal vez nunca adviertan que han perdido su individualidad. También podemos utilizarlos para hacer a los hombres necesariamente felices, juiciosos y productivos, como propone el doctor Skinner. Si así lo deseamos, podemos convertir a los hombres en seres sumisos, dóciles y conformistas. En el otro extremo del espectro, podemos decidir utilizar las ciencias de la conducta con su espíritu de libertad, no de control; para generar una variabilidad constructiva, no un conformismo pasivo; para desarrollar la creatividad, no la inercia; para facilitar el proceso interno de llegar a ser de cada persona; para lograr que los individuos, los grupos y el concepto mismo de la ciencia trasciendan sus límites actuales y hallen nuevas maneras de adaptarse y enfrentar la vida y sus problemas. La decisión está en nuestras manos, y quizá, puesto que somos hombres, cometeremos errores y elegiremos algunas veces valores casi desastrosos y otras, valores altamente constructivos.
Si decidimos utilizar nuestro conocimiento científico para liberar a los hombres, deberemos aceptar abierta y francamente la gran paradoja de las ciencias de la conducta. Admitiremos que el estudio científico de la conducta las explica en términos causales. Este es el hecho más importante de la ciencia. Pero la elección personal responsable, que es el elemento esencial de una persona, el núcleo de la experiencia psicoterapéutica y que existe antes que cualquier indagación científica, desempeña su papel igualmente fundamental en nuestras vidas. Deberemos tener presente que negar la realidad de la experimentación de una elección personal responsable indica tanto empecinamiento y estrechez mental como negar la posibilidad de que exista una ciencia de la conducta. La contradicción aparente de estos dos importantes elementos de nuestra experiencia tiene quizá la misma significación que la oposición entre las teorías ondulatoria y corpuscular de la luz, ambas ciertas pero incompatibles. La negación de nuestra vida subjetiva no nos puede deparar más provecho que la negación de su aspecto objetivo.
Por lo tanto, sostengo que la ciencia no puede existir sin una elección personal de los valores por los que hemos de regirnos. Estos valores que escojamos permanecerán siempre fuera de la ciencia que los utiliza.
Los objetivos y propósitos que elegimos nunca pueden pertenecer a la ciencia que los adopta. Para mí esto significa que la persona humana, con su capacidad de elección subjetiva, siempre será más importante que cualquiera de sus actividades científicas. A menos que renunciemos a nuestra capacidad de elección subjetiva como individuos y como grupos, siempre seremos personas libres, no simples objetos de una ciencia de la conducta que nosotros mismos hemos creado.
REFERENCIAS
1. Huxley, A.: Brave New World. Nueva York y Londres, Harper and Bros., 1946.
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AGRADECIMIENTOS
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Capítulo 2, “Algunas hipótesis acerca de la posibilidad de facilitar el desarrollo personal”, copyright 1954 by Board of Trustees of Oberlin College. Publicado en forma de folleto con el título “Becoming a person”.
Capitulo 3, “Características de una relación de ayuda”, copyright 1958 by Personnel and Guidance Journal. Publicado con el título “Characteristics of a helping relationship”, 1958, 37, pógs. 6-16.
Capítulo 4, “Lo que sabemos sobre la psicoterapia, objetiva y subjetivamente”, copyright 1961 by Carl R. Rogers.
Capítulo 5, “Algunas tendencias que se manifiestan en la terapia”, copyright 1953 by Ronald Press. Publicado con el título de “Some directions and end points in therapy”, en O. H. Mowrer (comp.): Psychoterapy: Theory and Research, págs. 44— 68, capítulo 2.
Capítulo 6, “Qué significa convertirse en una persona”, copyright 1954 by Board of Trustees of Obérlin College. Publicado en forma de folleto bajo el título “Becoming a person”.
Capítulo 7, “Una concepción de la psicoterapia como proceso”, copyright 1958 by American Psychological Association, Inc. Publicado con el mismo título en American Psychologist, volumen 13, págs. 142-149.
Capítulo 8, “Ser la persona que uno realmente es: Cómo ve un terapeuta los objetivos personales”, copyright 1960 by Pendle Hill Publications. Publicado con el titulo “A therapist's view oí personal goals”, en Pendle Hill Pamphlet N9 108.
Capítulo 9, “Cómo ve el terapeuta una vida plena: La persona que funciona integralmente”, copyright 1957 by The Humanist, Humanist House, Yellow Springs, Ohio. Publicado con el título “A therapist's view of a good life”, volumen 17, págs. 291-300.
Capitulo 10, “¿Personas o ciencia? Una pregunta filosófica”, copyright 1955 by American Psychological Association, Inc. Publicado con el mismo titulo en American Psychologist, volumen 10, págs. 267-278.
Capitulo 11, “El cambio de la personalidad en la psicoterapia”, copyright 1955 by Tfte
International Journal of Social Psychiatry. Publicado con el mismo titulo en el volumen 1, págs. 31-41.
Capitulo 12, “La pricc» eraun centiada en el cliente en su contexto de investigación”, ípyright 1959 by Uitgeverij Het Spectrum, Utrecht, Holanda. Publicado como (.apítulo 10 en C R. Rogers y G. M. Kinget: Psychotherapie en Mertselyke Ver— houdingen
Capítub 13, “Ideas personales sobre la enseñanza y el aprendizaje”, copyright 1957 by Merrill-Palmer Quarterly. Publicado con el mismo titulo en el volumen 3, págs. 241-243.
Capítulo 14, “El aprendizaje significativo en la psicoterapia y en la educación”, copyright 1959 by Educational Leadership. Publicado con el mismo título en el volumen 16, págs. 232-242.
Capítulo 15, “La enseñanza centrada en el alumno según la experiencia de un participante”, copyright 1959 by Educational Leadership. Publicado con el título “Cari R. Rogers and nondirective teaching”, volumen 16, febrero de 1959.
Capitub 16, “Las implicaciones de la psicoterapia centrada en el cliente en la vida familiar”, copyright 1961 by Carl R. Rogers.
Capitub 17, “El manejo de los fracasos en la comunicación interpersonal y grupal”, copyright 1952 by ETC: A Review of General Semantics. Publicado bajo el titulo “Communication: its blocking and facilitation” en el volumen 9, págs. 83-88.
Capítulo 18, “Formulación provisional de una ley general de las relaciones interpersonales”, copyright 1961 by Carl R. Rogers.
Capitub 19, “Hacia una teoría de la creatividad”, copyright 1954 by ETC: A Review of General Semantics. Publicado con el mismo titulo en el volumen 11, págs. 249-260.
Capitub 20, “El creciente poder de las ciencias de la conducta”, copyright 1961 by Carl R. Rogers.
Capitub 21, “La situación del individuo en el nuevo mundo de las ciencias de la conducta”, copyright 1961 by Carl R. Rogers.
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