Nidito de Amor
Despertó sin saber dónde estaba, el despertador de su celular, debía ir al trabajo…
Él la vio correr de un lado a otro y sonrió.
—Ven aquí pajarita, ¿a dónde vas? Dijiste que te quedarías preciosa.
Evie se detuvo y lo miró y recordó.
—Debo ir al trabajo Patrick, luego avisaré que renunciaré…
—No, te quedarás conmigo, es sábado y tengo pensado visitar a mi madre y que la conozcas… Quiere conocerte y pasaremos el fin de semana en Norfolk.
Ella estaba indecisa pero Patrick fue implacable, llamó el mismo a la cafetería, y la acompañó a que buscara sus pertenencias.
Todo fue tan repentino, pero su pajarita le advirtió mientras viajaban a Norfolk a gran velocidad;—Escucha, conseguiré un trabajo nuevo, no me quedaré aquí todo el día encerrada como tu mascota, sabes que no soporto el encierro.
Patrick sonrió y acarició su entrepierna sin ningún pudor y sus manos rozaron su sexo a través de la tela. —Como digas pichoncita. Busca un trabajo más normal, alguna oficina turística o de viajes, algo que no funcione de vitrina. Además pronto deberé viajar, no te comprometas todavía, aguarda a regresar. ¿Y no querías vivir con tu novio? Yo seré tu novio y puedo pagar solo las cuentas, no necesitas salir a buscarte el pan ahora. Me tendrás a mí, a tu dulce predilecto y nunca te faltará nada… no soy rico, ni pariente de los Blayton ni nada parecido, pero lo que tengo es tuyo pajarita.
Sus palabras le provocaron una emoción intensa y su mano no la dejaba tranquila y de pronto escondió el auto en un rincón apartado de la carretera y comenzó a hacerle caricias. “Creo que no aguantaré a llegar a casa de mi madre preciosa…” le susurró.
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La madre de Patrick: Sophia Wellington era la directora de una revista femenina de modas, una mujer alta, ejecutiva y muy bella. Lo opuesto a su madre en muchos aspectos; empresaria, decidida y muy independiente, su esposo ni se sentía, la personalidad avasallante de Sophia lo llenaba todo y Evie pensó que no quería parecerse a ella. La notó algo materialista, de carácter inflexible y en un momento le dijo a su hijo sin ningún pudor cuándo demonios trabajaría por su cuenta.
—Tienes un título y una especialización en negocios internacionales que se paga bien, ¿qué estás haciendo de empleado de una multinacional? Siempre serás un empleado.
—Mami, siempre dependemos de que alguien nos pague, aunque seamos independientes, tú también dependes de un jefe y de que alguien deposite tu sueldo todos los meses.
—Yo soy la dueña de mi empresa chiquito, esa es la diferencia, hago y deshago a mi antojo.
—Y dependes de tus lectores, y de quienes pagan un lugar de publicidad en tu revista. Siempre dependemos de alguien, la empresa donde trabajo me paga bien y respeta mi forma de trabajar, me deja tranquilo, no necesito lanzarme por mi cuenta ni podría hacerlo.
—Pues algún día querrás casarte y ofrecerles algo mejor a tus hijos. Imagino.
Evie tosió nerviosa. No podía entender por qué todo el mundo era tan ambicioso en ese mundo, luego venían los reproches, el: te lo dije, su madre era igual. En fin. Asuntos de familia en los que no debía intervenir.
—¿Y tú muchacha, estudias algo? ¿Trabajas?—los ojos oscuros de Sophie la miraron implacables.
Su futura suegra volvió al ataque, la charla con su hijo la dejó picada.
—No, estudiar no es para mí, no tengo memoria, se me olvida todo y me estreso mucho—respondió Evie.
Esa respuesta disgustó a Sophia, era tan distinta a la ex esposa de su hijo, era una chicuela, ¿qué edad tendría? Parecía de quince años. Sin embargo su hijo estaba loco por esa niñita rubia y rolliza que se reía de todo. Hombres. Veían una cara bonita, un cuerpo femenino y perdían la cabeza. Y todo el dinero, su pobre hijo casi lo pierde todo por culpa de su ex, ¡qué desengaño! Le caía muy bien Alison: abogada, exitosa, ambiciosa y práctica. Trabajadora. Pensó que ese matrimonio le daría el empuje a su hijo para despegarse y llegar lejos, jamás imaginó que esa mujer lo arruinaría en todo sentido.
—¿Y de dónde eres, Bessie?
—Evelyn, se llama Evelyn mamá—la corrigió Patrick.
Patrick pensó que su madre estaba más que ácida ese día.
—Trabajaba en una cafetería señora Sophia, pero su hijo me obligó a renunciar… quiere que trabaje con él pero espero conseguir otro trabajo muy pronto.
Un desastre. La chica tenía su encanto, parecía sincera y se tomaba todo a broma. Reía de cualquier cosa como una tonta y su hijo…
Dios, jamás debió unir sus genes a Charles Stevenson, ¡qué mala idea había tenido! Un error de juventud por supuesto, juventud y hormonas. Su hijo Patrick se le parecía demasiado, intelectual pero pasivo, logró que estudiara, que se recibiera pero no que fuera como ella, ni una pizca… Le faltaba garra, ambición, agresividad para alcanzar sus metas. En fin, al menos tenía un buen trabajo, y seguro, no moriría de hambre.
—¿Y qué harás en el futuro Evie?—preguntó luego del almuerzo la urticante suegra.
Estaban todos sentados en el jardín en sendas reposeras, observando el bello paisaje agreste a la distancia.
—Viajar con su hijo señora, casarnos y tener muchos niños… Adoro a los niños ¿sabe?
Lo hizo adrede. Ella no quería saber nada de ser madre, correr aventuras, viajar, conocer gente nueva, eso sí, pues su naturaleza inquieta no podía dejar de disfrutar y observar todo lo que la rodeaba con la fascinación de un niño curioso y travieso…
Sophia casi se infarta, miró a su hijo y este sonrió sabiendo que Evie bromeaba y disfrutó la broma, su madre se la merecía, no había dejado de molestarlo con sus ambiciones. Siempre exigiéndole más… por eso en ocasiones se sentía mejor en compañía de su padre, un hombre tranquilo, que sabía disfrutar las pequeñas cosas.
Esa noche mientras hacían el amor sin parar ella rió al recordar la expresión de su madre.
—Soy muy mala Patrick, no debí decir eso… a tu madre casi le da un ataque.
Él sonrió y la abrazó posesivo.
—Pajarita, yo te apoyo, mi madre es insoportable, cuando se pone en el tren de organizarte la vida, ¡dios mío, sientes ganas de correr! No comprende que soy un hombre y que cada quien sigue el camino que puede y quiere seguir.
—Qué extraño, no se parece en nada a tu padre y tú no te pareces a ninguno de los dos, eres único mi amor. Y por eso me gusta tanto estar contigo…
Él la besó y la folló con mucha fuerza, parecía poseído. Ella gimió y lo abrazó, estaba tan unida a ese hombre, lo amaba maldita sea, estaba enamorada de él, ¿por qué seguir negándolo?
Pero no sería un marido como los que había tenido su madre, nada de promesas ni compromisos. El amor era una flor dulce, intensa, como un atardecer: magnífico y efímero, no estaba hecho para durar, solo para causar placer, bienestar y desaparecer. Como una estrella fugaz; breve e intenso. Mejor no pensar esas cosas, la hacían sentir mal, toda su vida había visto cómo el amor salía por la ventana mucho más rápido de lo que la gente siquiera imaginaba.
De pronto pensó que no le gustaba sentirse enamorada, mejor pensar que era química, buen sexo, amistad, camaradería.
—¿En qué piensas pajarita, quieres volar lejos otra vez?—le preguntó él.
Ella lo miró sin decir nada, le gustaba tanto quedarse dormida en su pecho pero de pronto dijo:—Tal vez no resulte Patrick… no soy buena para convivir, pierdo cosas, las olvido, no sé cocinar ni…
—Eso no importa pajarita, lo que importa es que te quedes conmigo, no te pediré nada, solo sexo… Ya sabes. Pero si te aburres o quieres volar la puerta siempre estará abierta pajarita, nunca estarás encerrada.
Ella sonrió.—Tú me conoces bien ¿eh? Sabes que quiero arreglármelas sola y eso no es sencillo en esta ciudad, no sé mucho del dinero, ni de trabajar… no es que quiera volar, es que temo enamorarme Patrick, entregarlo todo y que luego, se termine, se arruine. Pasa todo el tiempo, hay tanta gente sola en este mundo viviendo el presente, sin tener a nadie, en ese café había un viejito muy simpático que iba a media tarde en busca de compañía y un café, no tenía a nadie, su hijo vivía en Italia y estaba solo. Es triste llegar a viejo tan solo ¿no crees? Cuando eres joven supongo que no te importa la soledad, te preocupas por cosas tan tontas—suspiró—No sé por qué digo estas cosas, será porque puedo hablar contigo y nunca te escandalizas ni te burlas como las tontas de mis amigas.
Él tomó su mano y la besó.
—No temas Evie, yo también tengo miedo a veces. Y tú me importas, quiero cuidarte, eres especial y no quisiera… que nada malo te pasara. Es más que sexo, creo que el sexo fue el señuelo para unirnos. Solo te pido una cosa pajarita, si vas a volar avísame, si quieres irte hazlo no voy a retenerte. Solo dímelo antes.
Evie lloró, no pudo contenerse.
—Es que ya no quiero volar maldita sea, no puedo hacerlo, quiero quedarme aquí… y quiero quedarme porque tú me lo has pedido, y porque quiero estar, me siento tan bien, tan unida a ti… Pero me da miedo, temo arruinarlo y que luego no sea capaz de hacer nada. El riesgo de perder es muy fuerte para mí, tú tienes tu trabajo, tu profesión, yo solo un montón de sueños y fantasías.
—Tranquila preciosa, oye esto no es un matrimonio, es una relación sentimental, hay diferencias. Quédate en el apartamento unos días, luego de que regresemos del viaje a Italia buscarás un trabajo si quieres. Me encantará tenerte en casa, vivo corriendo a tu apartamento, a la cafetería… Deseo que seas feliz, y sé que necesitas trabajar, que te gusta hacerlo, jamás te pediré que te quedes encerrada, puedes estar tranquila con eso. Además dijiste que querías hacer un curso de interiores…
Ella lo abrazó.
—Es cierto, es un proyecto que tengo, lo haré. Sin embargo me da miedo regresar, ese hombre me daba miedo yo suelo hacer bromas y burlarme, mostrarme rebelde pero cuando me habló de esa forma me asusté mucho.
—Es natural, tú no eres de Londres ni conoces la manera en que se mueven esos sujetos. No pienses que Londres es un antro de prostitución, narcotráfico y demás, mucha gente honesta trabaja y vive allí y es feliz sin sufrir ningún percance. Tal vez pensabas que sería una aventura excitante vivir con tus amigas. Anímate, no sientas miedo.
Sin embargo su vida cambió, ella cambió, fue inevitable. De eso se trataba vivir, había madurado de golpe pero seguía siendo alegre y entusiasta como una chicuela. Él adoraba su sonrisa, su forma de ser espontánea.
Luego de instalarse en su apartamento y viajar con él a Roma comenzó a sentirse más animada y confiada. Su madre la llamó, quería que fuera a visitarla a su casa, no le agradaba mucho que viviera con Patrick. “No estarás embarazada, ¿verdad?” le reprochó.
“¡Claro que no mamá, siempre nos cuidamos”. Le había respondido ella furiosa.
“¿Y no estarás pensando en casarte con él?” su madre volvió al ataque, no le gustaba nada todo el asunto eso era evidente y Evie exasperada le respondió: “Oye, ¿no te alegra? ¿Que quede todo en familia? ¿Tú casada con su padre y yo amante de su hijo?”
Pensó en usar palabras más crudas pero no se atrevió, su madre se habría muerto si las hubiera escuchado.
Bien, de todas formas Helena quedó de cama y no le habló por una semana.
Evie por su parte seguía divirtiéndose a lo grande con su novio-amante, nunca se cansaban de hacerlo y siempre era especial.
Lentamente fue alejándose de sus amigas, las veía a veces sí, pero su nuevo trabajo en una agencia de viajes, su nueva vida junto a Patrick no le dejaba mucho tiempo libre. Acababa de conseguir un puesto en una agencia de viajes y estaba feliz y enamorada. Meses viviendo juntos y estaban tan unidos que sentía que nada podía separarlos.
Lo extraño era que su madre no insistiera, que no intentara siquiera conseguirle un príncipe azul a escondidas para que dejara a Patrick. Helena siempre había sido toda una casamentera y sin embargo aceptó el romance.
Charles, su padrastro lobezno se adaptó bien a la situación desde el comienzo y un buen día los invitó a su casa desolada de Cumbria.
Patrick no deseaba ir, su relación con sus padres no era muy estrecha, los veía a veces y no deseaba intimar. Primero su madre diciéndole que se consiguiera un mejor trabajo y que se cuidara mucho de dejar preñada a su novia adolescente, y su padre… Su padre no le decía nada pero no eran muy unidos, luego de descubrir que salía con su hijastra tal vez se habían distanciado.
Y al enterarse de la invitación pensó en rechazarla de plano pero fue ella; su pajarita, quién lo convenció de ir.
—OH Patrick, en tu cuarto, quiero hacerlo en tu cuarto, allí lo hicimos por primera vez, ¿recuerdas la sábana? Entonces me sentí como una princesa medieval exhibiendo su virtud a su enamorado—dijo ella.
Él sonrió tentado y la observó con fijeza, el cabello rubio ondeado le caía como cascada y sus ojos tenían un brillo travieso esa mañana de viernes. Estaban en un hotel de Viena y debían regresar el lunes a Londres. No, no quería ir a ninguna mansión desolada y fría de Cumbria, quería quedarse allí con su princesa emplumada haciendo el amor.
Ella intentó escapar pero él la atrapó y la alzó para besarla y entrar en ella, todo al mismo tiempo, mientras la sujetaba sentada en la mesada del comedor.
—Una pollita atrevida eras, debiste decirme que eras virgen, pude lastimarte entonces—le susurró.
Evie sonrió con picardía.
—Logré disimularlo bien… Además si te lo decía guapote, no lo habrías hecho conmigo, ¿verdad?
—No, no lo habría hecho. O habría esperado… No lo sé, ¡fue todo tan fuerte!—confesó él mirándola con fijeza.
—Pero me salió bien, y ahora te tengo para mí, atrapado para siempre—dijo ella y rió—¿quién dijo que no se puede conquistar a un hombre en la cama? Claro que se puede, yo lo hice…
Él atrapó sus caderas y la folló más duró como a ella le gustaba arrastrándola al éxtasis en poco tiempo, le encantaba provocarlo, hacerlo enojar a veces… Sabía que tenía algo de su padre, por dentro era lobezno; salvaje e indomable, que lo atraparía solo en parte porque una parte suya era ingobernable. No le importaba, porque él era todo para ella, le era fiel y la amaba con el ímpetu de un demonio, lo sabía.
—No es solo sexo pajarita—dijo él entonces—ahora es algo más… pero fue un buen comienzo, no lo niego… Pero necesitaba que te entregaras y fueras fiel, y también compañera, cómplice y amiga, todo lo que siempre soñé encontrar con una mujer y lo encontré en ti pajarita rubia…Te amo Evie, lo sabes ¿verdad? No cambies pajarita, no dejes de sonreír, de ser como eres una princesita dulce, y apasionada que siempre quiere volar pero vuelve a su nido, porque yo soy tu nido ahora preciosa…
Esas palabras la hicieron llorar de emoción.
—OH Patrick, no digas esas cosas, me haces llorar y … Creo que ya no soy tan pajarita como antes, he dejado de hacer locuras y vuelo poco… Casi nada. ¿Será porque también te amo?
Él la besó y abrazó con fuerza.
—Siempre serás mi pajarita Evie—le susurró él.
Fueron a Lake distrit el fin de semana siguiente y pidieron para dormir en la habitación de Patrick, ahora no le parecía una mansión siniestra sino un lugar que le traía muy buenos recuerdos.
Helena y Charles fueron a recibirlos, la primera con cierta reserva y su padrastro más espontáneo, ese lobizón siempre le había caído bien, era un buen hombre a pesar de no ser muy agraciado.
Durante el almuerzo ella habló de su nuevo trabajo y su madre la escuchó consternada, ¿trabajar, una señora casada? ¡Qué triste!
—¿Y cuándo se casan?—preguntó a media tarde mientras bebían unas copas y probaban el delicioso pastel de frutas de la señora Fox. Era el predilecto de Evie y se sirvió dos porciones.
Su madre la miró alarmada, había engordado y tenía algo extraño. Sus ojos, sus mejillas... De pronto la notó más madura, como si hubiera crecido de golpe y eso no sabía si era bueno o malo. Las madres sobreprotectoras nunca estaban seguras al respecto pero por lo general creía que crecer de golpe era decididamente malo. Hasta que de pronto una idea alarmante la hizo palidecer, no podía ser… ¡Oh, su Evie no!… ¡Era tan joven: solo tenía dieciocho años!
—Ay Evie, has perdido cintura, ¿no estarás preñada?—dijo con un hilo de voz sin poder contenerse. Charles rió y Patrick abrazó protector a su pajarita.
—Señora, su hija ya es adulta, deje que viva su vida… Yo tengo pensado hacerle algunos pichones a esta pajarita. Pero quédese tranquilo, no está encinta, aunque tal vez pronto hagamos un bebé en el futuro—dijo.
Esas palabras horrorizaron a la señora Evie en su sentido más literal.
—¡No puedes hablar en serio Patrick, mi hija solo tiene dieciocho años, es tan joven! ¡Y te mataré si la dejas embarazada!—respondió furiosa mirando a Patrick y a Charles como si fuera capaz de matar a los dos si ocurría semejante calamidad.
Evelyn reprendió a su madre pero luego rió tentada.
—Mamá era una broma, no lo dice en serio. No estoy embarazada, siempre engordo un poco en verano por los helados y dulces, ya lo sabes.
Helena sin embargo sí se lo tomó muy en serio y no le habló a Patrick el resto del día. No dejaba de aconsejar a su hija que no fuera a quedarse preñada, encarecidamente se lo pedía, porque no creía que el asunto pasara de ser un capricho.
Ellos se escabulleron con el auto apenas pudieron y fueron a recorrer la carretera, y ese maravilloso campo lleno de flores, para luego perderse en un solitario paraje para esconderse y hacer el amor.
Y más tarde, encerrados en su habitación él la dejó jugar con su dulce un buen rato hasta que la tendió de espaldas y atrapó su trasero redondo, tan tentador. Era suya, toda suya y habían hecho el amor toda la tarde y ahora… Estaba en el cielo. Ella nunca le negaba nada y exhaustos y satisfechos escuchó su pregunta y la miró perplejo.
—¿No era en serio verdad? Lo de hacerme pichones.
Él sonrió, nunca hablaban de tener hijos ni de casarse, vivían el presente, disfrutaban intensamente el momento que estaban juntos sin poner fecha para bodas ni demás.
—Sí, hablaba en serio… tengo treinta años pajarita, no quiero ser padre a los cuarenta y espero que me des dos por lo menos, dos pichones, más adelante…
Evie se puso seria.
—¿Un bebé? ¿Quieres que te dé un hijo, cuándo?
—Cuando tú quieras preciosa y te sientas preparada.
—Pero recién empiezo a entender el sexo y a divertirme, no quiero que nada se interponga. Además no estoy lista para ser madre, no estoy madura ni podría lidiar con un bebé llorón que todo el tiempo quiere comer, llorar, gritar… Para ti debe ser maravilloso, solo tienes que colaborar de forma mínima, el resto deberé hacerlo yo. Además eres joven para ser padre.
Él la abrazó con mucha fuerza.
—Tal vez, pero si más adelante te animas, quiero tener un pichón tuyo pajarita, un pichón o una pajarita como tú, me encantaría que se pareciera a ti… con el tiempo, todos los nidos tienen pichones. No quiero ser un padre viejo y sé que tú serás una buena madre, eres buena, dulce y cariñosa pajarita, los cuidarás, cuidarás a nuestros hijos, estoy seguro de eso. No te pediría un hijo si pensara lo contrario.
Ella lo abrazó con fuerza y suspiró al sentir sus besos, era un hombre tan maravilloso pero no se sentía muy cómoda con el tema niños. Era muy joven.
—No lo sé Patrick, no sé si quiero tener hijos. Siento pena por los niños, siempre como maletas de sus padres para todos lados, en medio de disputas, soportando maestras, reprimendas. Quisiera ser tu novia para siempre, ser como los novios, enamorados, felices… No hay nada peor que un Romeo convertido en un marido malhumorado y déspota. Gruñón y el lobo feroz que asusta a los niños. Podemos ser felices sin vivir en una casa lleno de pañales sucios y bebés llorones.
Él no sonreía.
—Escucha pajarita, puedo entender que tal vez nunca tuviste un verdadero hogar con hermanos, padres normales… No digo que tu madre no sea normal pero siempre tenías un padre distinto, te faltó afecto y ahora… Solo te pido algo Evie, si llegas a quedar preñada por algún descuido no te lo quites, si te angustia quedar encinta y te cuidas, sé que te cuidas y lo haces constantemente, no sientas miedo, yo te ayudaré, no serás madre soltera, siempre estaré contigo. Pero hace tiempo me casé con la idea de tener un hogar y tener niños alguna vez. T conocí luego de mi divorcio, estaba pasando por un mal momento y pensé que no volvería a tener una relación seria ni querría tener hijos… Tú eres todo lo que soñé encontrar en una mujer, pero comprendo que eres muy joven y quieres volar pajarita. No te quiero cambiar, solo te pido que si llegas a quedarte embarazada…No lo abortes, por favor.
—Descuida, sé que no lo haría, no podría abortar un bebé que sea tuyo Patrick, tal vez algún día logres convencerme pero no quiero algo tradicional, bodas, niños… Es lo que sueña mi madre, siempre quiso que… Bueno ya sabes, que fuera una réplica suya. Y yo quiero vivir el amor, estar contigo, hacer el amor sin parar…Disfrutar el momento, el presente, que esté todo bien. Somos afortunados ¿no crees? Sueño con que siempre sea así, que seamos como novios enamorados.
Él la entendía, y aceptó sus reglas, eran otros tiempos, otra generación, más realista y sensata que la suya. ¿De qué servía vivir trabajando, ahorrando, sufriendo, o hacer planes si el mundo podía acabarse en un segundo, nuestra propia vida? Todo podía acabar con un accidente de tránsito, nadie tenía la vida comprada ni sabía… Nada estaba hecho para durar, ese era el reinado de lo efímero, del materialismo y el ego, y frente a quienes seguían el mismo camino con la esperanza de no perecer, estaban ellos luchando por algo que no era una quimera: el amor y la dicha de estar juntos.
Él lo entendió y dejó de hacer planes.
Helena se resignó a que no habría una boda como ella había soñado para su niña con un inmenso vestido blanco en Saint Paul, y observó con angustia cómo su hija perdía su juventud junto a un hombre sin futuro. Sí, era algo exagerada y melodramática. Un año, dos, tres años de amores…
Y sin embargo debió comprender, sí, finalmente comprendió que estaban enamorados y eran felices así, sin hacer planes, viviendo juntos sin estar casados.
Evie era un sol, tan dulce, lo acompañaba a sus viajes y no le importaba cambiar de trabajo como de camisa, todo el tiempo renunciaba y se buscaba uno porque claro, como él viajaba ella debía acompañarlo.
Y fue en uno de esos viajes de negocios en Paris, luego de hacer el amor encerrados durante horas, que ella le dio la noticia.
—No sé cómo pasó Patrick pero… Antes de salir vi a un doctor y me dijo que… Estoy esperando un bebé. Fue cuando cambié de pastillas, cuando viajamos a Alemania la última vez, me vendieron otra cosa, no eran pastillas… y estuve tomándolas por un mes entero.
Él sonrió tentado y la besó. Evie lloró asustada, se sentía muy extraña. Por un lado pensaba “es mi hijo, es un bebé debo protegerlo pero habría preferido que naciera más adelante…”
—Tranquila pajarita, preciosa, calma… me haces tan feliz… Es nuestro, y siempre supe que me darías pichones… porque sé que serán más de uno.
Evie secó sus lágrimas, todo la hacía llorar suponía que por su estado, no estaba preocupada ni triste en realidad, solo un poco asustada, no se sentía preparada para ser madre. Tenía solo veintidós años. A pesar de saber que había adolescentes que quedaban preñadas y de veinte, de treinta y cuarenta y más con bebés, ella con veintidós se sentía casi de quince…
Y cuando supo que todo había sido su culpa se sintió peor, luego recordó que él quería tener un hijo antes de hacerse viejo.
—Gracias pajarita, cuida mucho a este pichón, imagino que se parecerá a ti, será rubio y muy emplumado…
Siempre bromeaba con eso, la llamaba su princesa pajarita o doncella emplumada. Era un término cariñoso y ella lo llamaba Lobezno de felpa. Porque era hijo de un lobizón pero mucho más tierno… claro que jamás le confesó por qué lo llamaba así en realidad.
—Me cuidaré sí, pero no quiero quedarme sin sexo porque tengas miedo o algo así, el médico dijo que podía tener sexo las veces que quisiera. Excepto que tenga pérdidas.
—Pajarita, debemos cuidar a ese bebé y a veces lo hago un poco rudo. No te privaré del sexo pero sí tendremos ciertas precauciones hasta que no haya peligro. Además tenemos otros juegos, otras formas de divertirnos en la cama.
Evie se puso colorada, no estaba enojada solo le había venido el calor de golpe, debía ser la calefacción del hotel.
—Tengo un poco de miedo, el parto, temo no ser una buena madre… Todo esto es muy raro para mí, me siento muy extraña—Evie lloró y él la abrazó con fuerza.
Nunca olvidaría ese viaje a Paris ni esa noche y cuando ella comenzó a sentirse mal, mareada y con náuseas se pidió una licencia para cuidarla, lo necesitaba.
Con el tiempo comenzó a hacerse a la idea, verlo en la ecografía, verlo como un bebé minúsculo la hizo reaccionar, era su bebé, el hijo de ambos, fruto de la pasión, el amor y la lujuria. Y él estaba tan feliz, sobre todo cuando supo que era una niña y decía que sería una pajarita rubia y pequeñita.
Hacían planes de cómo la llamarían y su madre insistió en comprarle la cuna, el coche, y su primer ajuar. Ropita blanca y rosa lila. Vestiditos de lana… El apartamento quedó atestado con tantos regalos. Luego de recobrarse del impacto quedó encantada con la noticia y estuvo siempre dispuesta a cuidarla.
Pero un día no se aguantó y le dijo a Patrick.
—Deberías casarte con Evelyn, ya que la embarazaste ¿no? ¿Acaso la palabra matrimonio te da miedo?
Él sostuvo su mirada.
—Señora Parker, es su hija que no quiere casarse, es rebelde y teme que luego todo cambie y me convierta en un marido ogro. Yo se lo pedí hace tiempo señora, pero sabía que ella no quería… tal vez porque usted se casó tantas veces ella dice que quiere ser mi novia eterna para que nunca la olvide.
La cara de su suegra era un cuadro. Se sintió atacada.
—Pero mi hija va a tener un bebé y no tiene marido, eso es muy duro. Es mi nieta y no puede nacer fuera del matrimonio—protestó.
—Ella lo quiere así señora y no la voy a obligar. Evie no está sola, yo estoy con ella y nada le faltará, es como si fuera su marido pero sin contrato, hace tiempo que es mi esposa pero no quiere firmar nada. Usted la conoce, sabes cómo es, no es de las que sueñan con un vestido blanco, una Iglesia atestada, y el príncipe aguardando en el altar.
—Sí, lo sé… ¿Pero cómo anotarán a mi nieto, qué apellido tendrá? Esto no es fácil para mí, yo fui educada de otra forma, yo me casé muchas veces, jovencito, es verdad y nunca le di un mal ejemplo, no comprendo por qué mi hija actúa así. Está enamorada, lo ama, eso cualquier ciego lo ve, ¿pero por qué diablos no quiere casarse? Es algo natural entre la gente joven y enamorada, todo el mundo se casa y tiene sus asuntos en regla, luego nacen los niños, y si no están anotados correctamente y sufren. Alguien puede decirles en el colegio “tus padres no están casados” ¿y cómo crees que se sentirán los pobrecitos? Porque mi hija es joven y me imagino que luego querrán hacerle un hermanito a mi nieta.
Esa conversación lo dejó perturbado. Él quería casarse, no le temía al matrimonio como insinuaba Helena, que evadía responsabilidades no era así, pero su pajarita no quería y él no iba a forzarla, ni a intentar convencerla. Era su decisión. Nada cambiaba un papel firmado, él estaba con ella y era su marido. Su compañero, su amor… A su pajarita no le agradaba la burocracia, los papeles y creía ciegamente en los compromisos del corazón: se amaban y estaba todo bien, no necesitaba más. Odiaba seguir al rebaño, quería hacer las cosas a su manera. Y lo amaba, y él moría por ella, por cuidarla y ansiaba que naciera su hija Daphne. Serían una familia y soñaba con llenar su apartamento de niños. Dos, tres, no sabía cuántos podrían tener.
El destino los había unido, el amor les había tendido una trampa, atracción, química, sexo y ahora era mucho más, era el amor que siempre habían buscado.
Su madre lo llamó entonces, vivía pendiente de las novedades y se había acercado poseída por algo raro en ella; el instinto maternal casi duplicado porque se preocupaba por él, por Evie y por esa beba que venía en camino.
—Patrick, debo hablar contigo, ¿puedes venir al restaurant…?
—No puedo mamá, ahora no, estoy con Evie, luego me iré de viaje y quiero disfrutar estos momentos.
Ella suspiró.
—Está bien… De eso quería hablarte, he hablado con un amigo… Quisiera hablar contigo personalmente no eres nada fácil de convencer y menos por teléfono pero escucha, estoy preocupada por ti. Eres mi único hijo y luché para que estudiaras, te recibieras y consiguieras un buen trabajo. Ahora serás padre y pienso que querrás estar más tiempo con tu esposa, no pasar semanas sin verla a ella y a tu hija. Sufrirás. Y si no eres orgulloso y espero que no lo seas Patrick aceptarás… Tú no quisiste que interfiriera en tu divorcio, ni que te ayudara y debí tragarme la rabia cuando esa desgraciada te quitó casi todo, ahora te ruego que me dejes…
Él escuchó resignado.
No pensaba aceptar nada, no quería deberle nada a nadie y mucho menos a su madre.
Sin embargo la propuesta le interesó.
Tenía pensado hablar con sus jefes para quedarse en Londres y dejar de viajar tanto, no sería divertido sabiendo que su pajarita quedaría sola con la bebé, eran todo para él. No podrían viajar con una bebé tan pequeña, lo sabía.
Evie no quería que dejara su trabajo pero él pensaba distinto. Era responsable de esa vida, él la había traído al mundo y las cosas cambiarían, era inevitable, cuando creciera un poco podrían volver a viajar.
Escuchó con calma la proposición de su madre, al parecer había un cargo vacante en la empresa de un amigo de su marido para negocios exteriores. Una de las empresas más grandes de Londres, una oportunidad única.
—Confío en tu capacidad, sin eso por más contacto que tengas estarías frito hijo, así que no me agradezcas, solo te pido que lo pienses, ganarás mucho dinero. Un empleo seguro y la posibilidad de despegarte en el futuro. Un puesto importante, muy bien pago, serás un jefe y no dependerás de nadie. Tienes una esposa y una hija, sí, ya sé que no te casaste pero es lo mismo, no hay diferencia, las responsabilidades llegan de todas maneras en esta vida con papeles o sin ellos.
—Amo a Evie, mamá, pero ella no quiere casarse, no cree en el matrimonio y la entiendo.
—Sí, yo tampoco creo Patrick, pero cuando hay niños, creo que deberías convencerla… dile que para ti es importante. Bueno no quiero meterme, era solo mi opinión, para mí es tu esposa con libreta o sin ella, va a darme una nieta y en realidad es una chica dulce, encantadora, muy alegre, te hacía falta una mujer joven, la otra tenía era muy inteligente pero en eso se quedó puro cerebro y nada más. Pero Evie es distinta, le falta ambición tal vez, pero tiene buen corazón y deseo que… vaya, me obligas a dar discursos por teléfono Patrick, ¡parezco un político! Deseo que seas feliz, tendrán una niña, eso cambiará todo y sabes que puedes contar conmigo.
Patrick guardó silencio, finalmente dijo, —Gracias mamá, realmente te agradezco todo esto pero tengo una propuesta laboral mejor. No creas que no pienso en el futuro, siempre supe que Evie me daría un hijo y…
Sophia se quedó helada. Su hijo era un orgulloso, no había palabra mejor para describirlo.
—Es orgullo, pues mira que el orgullo no te dará de comer en el futuro ni te dará el bienestar ni…
—No es orgullo, no quiero deber favores a tu marido mamá, nunca me hicieron favores, todo me lo he ganado yo, por mi encanto y capacidad supongo… No te ofendas, te agradezco de veras pero tengo un dinero ahorrado y tengo un proyecto con Evie.
—¿Dinero ahorrado? ¡Si Alison te quitó todo! Y tú no dejaste que te ayudara, te quitó la casa, tu herencia Patrick de tu abuelo… Creo que nunca voy a perdonarle a esa desgraciada que te dejara así, sin una propiedad decente.
—No te exaltes Sophia, no es como tú crees. Ella no se quedó con la casa, quiso por supuesto pero se marchó, yo mismo le di el desalojo y la venderé. Necesito arriesgarme, una parte por supuesto, el resto lo dejaré en el banco. Soy un tipo de gustos sencillos y Evie también, no gastamos en joyas ni en grandes viajes.
Sophia suspiró, su otra esposa sí que gastaba a manos llenas y su pobre hijo…
Le hizo más preguntas sobre ese negocio, al parecer tenía unos clientes e inversores interesados en el proyecto de invertir en un condominio y… Era algo complicado de entender pero se oía interesante.
—No espero hacerme rico mamá, ni me interesa, solo tener más libertad y poder disfrutar de mi familia, de Evie y mi hija. Mientras tenga algunas ganancias no quiero nada más.
Sophia suspiró.
—Patrick, hijo, me das una gran tranquilidad, es que no puedo evitar… Evie es tan joven, y está esperando un hijo tuyo y eso cambia las cosas, ¿entiendes? Temo que luego…
—Está todo bien mamá, de veras, no creas que no pienso en el futuro, porque además espero tener más niños. Veré si convenzo a Evie.
—Y convéncela de que se casen por favor. Luego las herencias, el apellido de los niños, mejor tener los papeles en regla. Y tu ex esposa. Tal vez quiera meter mano en tu nuevo proyecto, es abogada, y si casi te quita la casa no quiero saber cuándo se entere…
—Alison no volverá a molestar y si lo hace… Ha pescado a otro, dudo que le interese siquiera perjudicarme, tengo un buen abogado.
—¿Y por qué Evie no quiere casarse? No puedo entenderlo. ¿Es hippy, anarquista o qué? Bueno, supongo que es la nueva generación rebelde, la hija de Matt tampoco habla de casarse y hace años que vive con un tipo que le dobla la edad. Viven el momento, no se atan, piensan: no resulta nos separamos y listo, lo entiendo, yo soy algo anticuada supongo.
Cuando cortó la conversación se encontró con su pajarita que lo miraba con ojos muy grandes y brillantes. Tenía puesto un vestido de algodón y se le notaba la panza redonda.
—¿Vas a dejar tu trabajo? Pero a mí me gusta viajar.
Él se acercó y la abrazó.
—Luego viajaremos Evie, pero no puedo seguir viajando contigo y cuando nazca la bebé querré estar aquí, será muy chiquitina, no puedes meterla en un moisés...
Ella se sintió alarmada.
—No quiero una vida doméstica Patrick, por favor. Detesto el encierro, y la rutina, iremos con la bebé, por favor, no renuncies, me encanta tu trabajo y quiero ir contigo. Dijiste que nada cambiaría, no vas a confinarme en una casa como una esposa gruñona y aburrida, no lo permitiré.
Patrick rió tentado.—Tú nunca serás así pajarita, tranquila, pero al principio la bebé será pequeñita y no podrá viajar, cuando crezca un poco sí, pero al principio no…Entiende Evie, debe estar en casa, si se enferma o algo estará cerca del hospital. ES razonable, ten paciencia, al comienzo será así pero podremos viajar, nada cambiará pero debemos proteger a la bebé.
Evie lloró, por eso no quería tener hijos, odiaba estar atada, aburrida, cuidando a un ser indefenso todo el día. Adiós vacaciones, sexo sin parar y vida divertida de pareja, salidas y las pequeñas sorpresas de ir y venir a tu antojo. Todo eso se terminaría y luego… Querría escapar y no podría porque debería pensar en su hija. ¡Qué espanto! Sería su peor pesadilla que ocurriera eso.
Con más calma, comprendió que Patrick tenía razón y cuando meses después nació la niña a quien finalmente llamaron Daphne Elaine ella cambió, se convirtió en madre y estaba tan fascinada por su hija que no le pesó quedarse a cuidarla. Adoraba a su pequeñita rubia y rosadita, muy parecida a ella pero con el temperamento de su padre. Desde el comienzo demostró su carácter y voluntad.
De nada servía hacer planes, la llegada de la niña la cambió, la hizo madurar un poco sin embargo la niña era sana y se adaptó a los viajes. No quería rutina, ni bodas, ni reuniones con las comadronas casadas del barrio, tampoco guarderías, ella misma la cuidaría, adoraba hacerlo.
Ser madre no era tan terrible como había imaginado, y descubrió que el amor maternal que había despertado en ella la pequeña Daphne era tan intenso que era más fuerte que todo. Amaba a Patrick por supuesto y la emocionó descubrir que a pesar de ser muy parecida a ella, tenía las orejas pequeñas de su padre y sus ojos azules. Él estaba loco con su hija y sabía cambiarle el pañal, la bañaba y lo hacía con tanto amor. Adoraba a la pequeñita y no tardó en decir que quería hacerle una hermanita para que tuviera con quien jugar.
Evie lo miró asustada.
—Primero déjame recuperar el tiempo perdido, luego veremos. Daphne no cumple todavía seis meses—se quejó.
—Está bien, con el tiempo, ven aquí… te atrapé pajarita, ahora sé que te quedarás y si acaso intentas dejarme te llenaré de pichones…
—Tú no harás eso. Si lo haces te mataré y luego escaparé.
Rieron y él entró en ella como un demonio, como en los viejos tiempos. Debían aprovechar que la pequeña dormía.
—Mi pajarita preciosa, no te dejaré ir, sé cómo retenerte…—le susurró él al oído.
Ella sonrió y lo besó al tiempo que su cuerpo estallaba con la frenética cópula apurada de esa tarde de viernes.
Era feliz mucho más que sus amigas saltando de hombre en hombre, de trabajo en trabajo, infidelidades, libertinaje… Ella era la única que seguía con el mismo, y había tenido un bebé, las otras no, no les interesaba formalizar.
Él acarició su cabello y le preguntó si era feliz.
Ella buscó su pecho, su calor, su refugio.
—Quiero estar contigo, y creo que al fin encontré un nido para quedarme y ser feliz, pero no me llenarás de hijos, tenemos a Daphne y solo tendré uno más, y no ahora, en un par de años. Esta vez será planeado, y será cuando la pajarita crezca, no es más que un bebé, depende mucho de mí.
—Está bien, tienes razón, esperaremos… Pero sé que tendremos muchos pichones y tal vez debamos mudarnos a una casa, el apartamento nos quedará pequeño.
Ella suspiró, adoraba a su bebé y de pronto sintió que lloraba y corrió a su cuna. Le encantaba sentir su olorcito dulce de bebé, era su muñeca, y la hija del hombre que amaba, no había nada más maravilloso del mundo que tener los hijos así, con amor. Era algo sobreprotectora y no podía evitarlo, pero la educaría a su manera, no la convertiría en una señorita remilgada como planeaba su abuela. Era su tesoro y no quería que… Jamás querría tener varios maridos y llevarse a la niña como una maleta y compañera de aventuras, quería que se criara en un hogar con el amor de sus padres, amor, calidez, seguridad, no le importaba el dinero ni quería enviarla a un colegio caro. Un hogar feliz era todo cuanto necesitaba un niño para crecer alegre y saludable.
La pequeña sonrió como si leyera sus pensamientos y se durmió poco después.
Y él la rodeó con sus brazos “ven aquí pajarita, hoy tendremos una maratón de sexo como en los viejos tiempos” le susurró. Ella rió encantada al sentir que la empujaba hacia atrás. “Oh, te amo Patrick, soy tan feliz mi amor, nunca pensé… Nunca quise algo así, no quería casarme ni nada parecido pero tú… Tú eres mi amor, mi hogar, mi nido ¿sabes?
Él sonrió llenándola de besos, era suya, su princesa pajarita y sabía que haría todo cuanto estuviera a su alcance para hacerla feliz, para retenerla para que nunca quisiera volar. ¡La amaba tanto!